Sagan, Carl - Las Reglas Del Juego

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Las reglas del juego Todo lo moralmente justo deriva de una de estas cuatro fuentes: la percepción plena o la deducción inteligente de lo que es cierto, la preservación de una sociedad organizada donde cada hombre reciba lo que merece y todas las obligaciones sean fielmente cumplidas, la grandeza y la fuerza de un espíritu noble e invencible, o el orden y la moderación en todo lo dicho y hecho, es decir, la templanza y el dominio de uno mismo. Cicerón, De Officiis, I, 5 (45-44 a. de C.) Recuerdo el final de un día largo y perfecto de 1939, una jornada que influyó vigorosamente en mi pensamiento, un día en que mis padres me llevaron a ver las maravillas de la Exposición Universal de Nueva York. Era tarde, muy pasada ya la hora de acostarse. Instalado firmemente sobre los hombros de mi padre, agarrado a sus orejas, con la presencia tranquilizadora de mi madre al lado, me volví para contemplar el gran Trylon y la Perisphere, los iconos arquitectónicos de la Exposición, bajo un trémulo resplandor azul pastel. Dejábamos atrás el futuro, el Mundo del Mañana, camino del metro. Cuando nos detuvimos para ordenar nuestros paquetes, mi padre empezó a hablar con un hombre de corta estatura y aspecto cansado que llevaba una bandeja colgada del cuello. Vendía lápices. Mi padre hurgó en la bolsa de papel pardo donde guardaba lo que nos había sobrado de la comida, sacó una manzana y se la entregó al hombre de los lápices. Yo dejé escapar un sonoro gemido. Por entonces no me gustaban las manzanas y había rechazado aquélla tanto a la hora del almuerzo como en la cena. Sin embargo, yo tenía un interés de propietario en ella. Era mi manzana y mi padre acababa de dársela a un desconocido de extraña apariencia que, para, más inri, me fulminaba ahora con la mirada. Aunque mi padre era una persona de paciencia y ternura casi ilimitadas, pude advertir que lo había decepcionado. Me alzó y abrazó con fuerza. «Es un pobre vagabundo, sin trabajo —me dijo en voz baja para que el hombre no le oyese—. No ha comido en todo el día. Nosotros tenemos bastante. Podemos darle

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Sagan, Carl - Las Reglas Del Juego

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  • Las reglas del juego

    Todo lo moralmente justo derivade una de estas cuatro fuentes: lapercepcin plena o la deduccininteligente de lo que es cierto, lapreservacin de una sociedadorganizada donde cada hombrereciba lo que merece y todas lasobligaciones sean fielmentecumplidas, la grandeza y la fuerzade un espritu noble e invencible,o el orden y la moderacin entodo lo dicho y hecho, es decir, latemplanza y el dominio de unomismo.Cicern, De Officiis, I, 5 (45-44 a.de C.)

    Recuerdo el final de un da largo y perfecto de 1939, una jornada queinfluy vigorosamente en mi pensamiento, un da en que mis padres mellevaron a ver las maravillas de la Exposicin Universal de Nueva York.Era tarde, muy pasada ya la hora de acostarse. Instalado firmementesobre los hombros de mi padre, agarrado a sus orejas, con la presenciatranquilizadora de mi madre al lado, me volv para contemplar el granTrylon y la Perisphere, los iconos arquitectnicos de la Exposicin, bajoun trmulo resplandor azul pastel. Dejbamos atrs el futuro, el Mundodel Maana, camino del metro. Cuando nos detuvimos para ordenarnuestros paquetes, mi padre empez a hablar con un hombre de cortaestatura y aspecto cansado que llevaba una bandeja colgada del cuello.Venda lpices. Mi padre hurg en la bolsa de papel pardo dondeguardaba lo que nos haba sobrado de la comida, sac una manzana yse la entreg al hombre de los lpices. Yo dej escapar un sonorogemido. Por entonces no me gustaban las manzanas y haba rechazadoaqulla tanto a la hora del almuerzo como en la cena. Sin embargo, yotena un inters de propietario en ella. Era mi manzana y mi padreacababa de drsela a un desconocido de extraa apariencia que, para,ms inri, me fulminaba ahora con la mirada. Aunque mi padre era unapersona de paciencia y ternura casi ilimitadas, pude advertir que lohaba decepcionado. Me alz y abraz con fuerza.Es un pobre vagabundo, sin trabajo me dijo en voz baja para que elhombre no le oyese.No ha comido en todo el da. Nosotros tenemos bastante. Podemos darle

  • una manzana.Reflexion, ahogu mis sollozos, ech otra ansiosa mirada al Mundo delMaana y de buen talante me qued dormido en sus brazos.

    Los cdigos morales que tratan de regular la conducta humana nos hanacompaado no slo desde el alba de la civilizacin, sino entre nuestrosantepasados, los precivilizados y sociables cazadores-recolectores, eincluso antes. Cada sociedad tiene su propio cdigo. Muchas culturasdicen una cosa y hacen otra. En unas cuantas sociedades afortunadas,un legislador inspirado establece una serie de reglas de convivencia (lamayor parte de las veces afirmando que han sido instruidas por un dios,sin lo cual pocos las seguiran). Por ejemplo, los cdigos de Asoka(India), Hammurabi (Babilonia), Licurgo (Esparta) y Soln (Atenas), queotrora rigieron civilizaciones poderosas, estn ahora, en gran medida,perimidos. Tal vez juzgaron errneamente la naturaleza humana y nospidieron demasiado. Quiz la experiencia de una poca o una cultura nosea plenamente aplicable a otra.Para nuestra sorpresa, surgen ahora esfuerzos por el momentotentativos para abordar la cuestin cientficamente, es decir, demanera experimental.Tanto en nuestra vida cotidiana como en las relaciones trascendentalesentre las naciones tenemos que decidir. Qu significa hacer lo que esjusto? Debemos ayudar a un desconocido en apuros? Cmo tratar a unenemigo? Debemos aprovecharnos de alguien que nos trataamablemente? Hay que pagar con la misma moneda cuando somosagraviados por un amigo o auxiliados por un enemigo, o acaso elconjunto de la conducta pasada supera cualquier desviacin reciente dela norma? Ejemplos: nuestra cuada hace caso omiso de un desaire ynos invita a la cena de Nochebuena; deberamos aceptar? Rompiendouna moratoria voluntaria mundial de cuatro aos, China reanuda laspruebas de armas nucleares; tiene que hacer otro tanto EstadosUnidos?, cunto debemos donar a obras de caridad? Los soldadosserbios violan sistemticamente a las mujeres bosnias; tienen lossoldados bosnios que violar sistemticamente a las mujeres serbias?Tras siglos de opresin, el lder del Partido Nacionalista F. W. de Klerkformula unas propuestas al Congreso Nacional Africano; deben hacerotro tanto Nelson Mndela y el CNA? Un compaero de trabajo le dejamal ante el jefe; tiene usted que tratar de hacerle lo mismo?Deberamos falsear la declaracin de la renta si se nos garantizaraimpunidad? Tenemos que pasar por alto la contaminacin del medioambiente por parte de una empresa petrolfera que subvenciona unaorquesta sinfnica o un buen programa de televisin?Hemos de mostrarnos cordiales con los parientes ancianos, aunque noscrispen los nervios?Podemos hacer trampas jugando a las cartas, o en una escala mayor?Hay que matar a los asesinos?Al tomar tales decisiones no slo nos preocupa hacer lo que es justo,sino tambin lo eficaz, lo que nos da, a nosotros y al resto de lasociedad, ms felicidad y seguridad. Existe una tensin entre lo quedenominamos tico y lo que llamamos pragmtico. Aun a largo plazo, si

  • una conducta tica desembocase en un fracaso no la calificaramos detica sino de estpida. (Es posible que en principio la respetsemos,pero en la prctica nos desentenderamos de ella.) Habida cuenta de lavariedad y la complejidad de la conducta humana, existen unas reglassimples llmeselas ticas o pragmticas que realmente funcionen?Cmo decidir qu debemos hacer? Nuestras respuestas estn en partedeterminadas por el propio inters. Obramos del mismo modo que obrancon nosotros o de manera contraria porque as esperamos conseguir loque deseamos. Las naciones montan o ensayan armas nucleares paraconseguir el respeto de las dems. Devolvemos bien por mal porquesabemos que a veces podemos despertar el sentido de la justicia deotros o hacer que se avergencen de su conducta. Sin embargo, nosiempre actuamos por motivos egostas. Algunas personas parecen seramables por naturaleza. Podemos soportar la irritacin que nos provocanunos padres ancianos o unos hijos revoltosos porque los queremos ydeseamos que sean felices, aun a costa de nosotros. A veces nosmostramos duros con los hijos y les causamos una pequea infelicidadporque pretendemos moldear su carcter y creemos que los resultados alargo plazo los harn ms felices que el dolor a corto plazo.Los casos difieren. Las personas y las naciones tambin. Parte denuestra sabidura consiste en salvar este laberinto. La cuestin es siexisten, habida cuenta de la variedad y complejidad de la conductahumana, unas reglas simples llammoslas ticas o pragmticas querealmente funcionen. O quiz deberamos tratar de no reflexionar sobrela cuestin y hacer sencillamente lo que parece justo? Ahora bien,cmo determinaraun entonces lo que parece justo?La norma ms admirada de conducta, al menos en Occidente, es laregla de oro, atribuida a Jess de Nazaret. Cualquiera conoce suformulacin en el Evangelio de san Mateo del siglo I:

    Todo cuanto queris que os hagan los hombres, hacdselotambin vosotros a ellos. Casi nadie la observa. Cuando en elsiglo V a. de C. se solicit al filsofo chino Kung-Tzi (conocido enOccidente como Confucio) su opinin sobre la norma (paraentonces ya bien conocida) de pagar el mal con bien, replic:Con qu pagaris entonces el bien? Debe la mujer pobre queenvidia la riqueza de su vecina dar a la rica lo poco que tiene?Debe el masoquista infligir dolor a su vecino? La regla de oro notoma en consideracin las diferencias humanas. Somosrealmente capaces, despus de haber recibido una bofetada en lamejilla, de poner la otra para que tambin la abofeteen? Acasono es esto garanta de un mayor sufrimiento frente a unadversario desalmado?

    La regla de plata es diferente: No hagas a los dems lo que noquisieras que te hiciesen. Tambin puede hallarse en el mundo entero,incluso una generacin antes de Jess, en los textos del rabino Hillel.

  • Los ejemplos ms inspirados de la aplicacin de la regla de plata en elsiglo XX fueron los de Mohandas Gandhi y Martin Luther King, quienespidieron a los pueblos oprimidos que no devolvieran violencia porviolencia, pero que tampoco se mostrasen sumisos y obedientes.Postularon la desobediencia civil, mostrando la justicia de su causa atravs de la disposicin a ser castigados por desafiar una ley injusta.Pretendan conmover los corazones de sus opresores (y de los quetodava no haban tomado partido).King rindi tributo a Gandhi como primera persona en la historia queconvirti las reglas de oro o plata en instrumentos eficaces de cambiosocial. Gandhi dej claro el origen de su conducta:

    Aprend de mi esposa la leccin de la no violencia cuando tratde doblegarla a mi voluntad. Su resuelta resistencia a mi voluntadpor un lado y su callada sumisin a los sufrimientos que minecedad implicaba por otro, determinaron que en definitiva mesintiera avergonzado de m mismo y curase de la estupidez dehaber pensado que yo haba nacido para gobernarla.

    La desobediencia civil no violenta ha logrado notables cambios polticosen este siglo, hizo que la India se emancipase del poder britnico,promovi por doquier el final del colonialismo clsico y proporcionalgunos derechos civiles a los norteamericanos de origen africano(aunque tambin puede haber contribuido a ello la amenaza de laviolencia de otros, desautorizada sin embargo por Gandhi y King). ElCongreso Nacional Africano (CNA) creci dentro de la tradicingandhiana, pero hacia la dcada de los cincuenta resultaba evidente quela insumisin no violenta de nada vala frente al Partido Nacionalistablanco en el poder. De manera que, en 1961, Nelson Mndela y lossuyos formaron el Umjunto we Sizwe (Lanza de la Nacin), ala militardel CNA, sobre la base absolutamente antigandhiana de que lo nico quelos blancos entienden es la fuerza.Incluso Gandhi tuvo dificultades para conciliar el empleo de la noviolencia con las necesidades de la defensa frente a quienes seguanreglas de conducta menos sublimes: Carezco de calificacin paraensear mi filosofa de la vida. Apenas la poseo para practicar la filosofaen que creo. No soy ms que una pobre alma que pugna y se afana porser [...] del todo sincera y del todo no violenta en pensamientos,palabras y obras, pero que nunca logra alcanzar el ideal.Paga el bien con bien, pero el mal con justicia, dijo Confucio. stapodra llamarse regla de bronce: Haz a los dems lo que ellos tehagan. Es la lex talionis, ojo por ojo y diente por diente, ms un

  • bien merece otro. Es la norma familiar en la conducta verdaderamentehumana (y del chimpanc). Si el enemigo se inclina hacia la paz,inclnate tambin hacia la paz, dijo el presidente Clinton citando elCorn durante la firma de los acuerdos entre israeles y palestinos. Sintener que recurrir a lo mejor de la naturaleza de alguien, establecemosuna especie de condicionamiento operante, premindolo cuando se portabien con nosotros y castigndolo cuando no es as. No nos dejamosarrollar, pero tampoco nos mostramos implacables. Parece prometedor.O acaso es verdad que dos males no hacen un bien ?De acuacin inferior es la regla de hierro: Haz a los dems lo que teplazca, antes de que ellos te lo hagan a ti. A veces se formula comoquien tiene el oro establece las reglas, subrayando no slo unadesviacin de la regla de oro, sino su desdn por sta. Es la mximasecreta de muchos, si es que consiguen aplicarla, y a menudo elprecepto tcito de los poderosos.Finalmente, debo mencionar otras dos reglas, empleadas por doquier yque explican muchas cosas. Una es trata de ganarte el favor de los queestn por encima de ti y abusa de los que tienes debajo. ste es ellema de los matones y la norma en muchas sociedades de primates nohumanos. De hecho es aplicar la regla de oro para los superiores y laregla de hierro para los inferiores. Como no existe ninguna aleacinconocida de oro y hierro, la llamaremos la regla de hojalata por suflexibilidad. La otra regla corriente es privilegia en todo a tus parientesprximos y haz lo que te plazca con los dems. Esta regla, conocidacomo nepotismo, es llamada por los evolucionistas seleccin deparentesco.Pese a su aparente sentido prctico, hay un defecto fatal en la regla debronce: lavendetta inacabable. Apenas importa quin haya comenzado:la violencia engendra violencia. No existe un camino hacia la paz dijoA. J. Muste. La paz es el camino. Pero la paz es difcil y la violenciafcil. Aunque casi todos estn de acuerdo en ponerle fin, un solo acto devenganza puede desencadenarla de nuevo: la viuda llorosa y los hijosentristecidos de un pariente muerto, ancianos y ancianas que recuerdanatrocidades de su niez. Nuestra parte razonable trata de mantener lapaz, pero nuestra parte apasionada clama venganza. Los extremistas dedos facciones contendientes pueden contar los unos con los otros. Sealan frente al resto de nosotros y desdean las apelaciones a lacomprensin y el bien. Unos pocos exaltados pueden incitar a labrutalidad y la guerra a una legin de personas prudentes y racionales.En el mundo occidental muchos quedaron tan hipnotizados por losrepulsivos acuerdos de Munich firmados en 1938 con Adolf Hitler queahora son incapaces de distinguir entre la cooperacin y el

  • apaciguamiento. En vez de tener que juzgar cada gesto y cada posturapor sus propios mritos, decidirnos de inmediato que el adversario esprofundamente malvado, que hay mala fe en todas sus concesiones yque la fuerza es lo nico que entiende. Tal vez ste fuera un juiciocertero en lo que a Hitler se refiere, pero en general no lo es (por muchoque yo desee que se hubiera producido una reaccin de fuerza ante laocupacin militar de Renania) porque consolida la animadversin enambos bandos y hace mucho ms probable el conflicto. En un mundocon armas nucleares, una hostilidad inflexible supone peligros especialesy ms que terribles.S que es muy difcil poner fin a una larga serie de represalias. Haygrupos tnicos que se han debilitado hasta la extincin porque carecande una maquinaria que les permitiera escapar a este ciclo (loscaingangues de las mesetas brasileas, por ejemplo). Las nacionalidadescontendientes en la ex Yugoslavia, Ruanda y otros lugares pueden serejemplos futuros. La regla de bronce parece demasiado inexorable. Lade hierro promueve la ventaja de unos pocos, implacables y poderosos,contra los intereses de todos los dems. Las reglas de oro y de plataparecen condescendientes en exceso y fracasan de manera sistemtica ala hora de castigar la crueldad y la explotacin. Confan en inducir a lasgentes a abandonar el mal por el bien, mostrando que es posible lacordialidad. Sin embargo, hay socipatas a quienes importan poco lossentimientos de los dems, y es difcil imaginar a un Hitler o a un Stalinavergonzados hasta redimirse por el buen ejemplo. Existe una reglaentre la de oro y la de plata por un lado y las de bronce, hierro yhojalata por el otro, que funcione mejor que cualquiera de stas por ssola?Cmo podemos decidir cul emplear, cul funcionar, entre tantas ytan diferentes reglas? Es posible que en la misma persona o nacinopere ms de una regla. Estamos condenados a guiarnos slo porsuposiciones, a fiarnos de la intuicin o, sencillamente, a repetir lo quese nos ha enseado? Dejemos a un lado, slo por un momento, todaslas reglas a que nos hayamos acostumbrado y aquellas ante las queapasionadamente sentimos quiz por un hondamente arraigadosentido de la justicia que tienen que ser justas.Imaginemos que no tratamos de confirmar o negar lo que se nos hayaenseado, sino de averiguar lo que realmente funciona. Hay algnmodo de contrastar cdigos ticos en competencia? Cabe explorarcientficamente la materia, admitiendo que el mundo real puede sermucho ms complejo que cualquier simulacin?Estamos habituados a participar en juegos en los que alguien gana yalguien pierde. Cada punto conseguido por nuestro adversario nos deja

  • un poco ms atrs. Los juegos de esta clase parecen naturales, y amuchas personas les costara trabajo imaginar un juego en el que no sedebatieran la victoria y la derrota. En los juegos de ganar-perder, lasprdidas son equivalentes a las ganancias, por eso se denominanjuegos de suma cero. No existe ambigedad respecto de lasintenciones del oponente: dentro de las reglas del juego, har cuantopueda para derrotarnos.Muchos nios se espantan la primera vez que se enfrentan claramente ala derrota en los juegos de ganar-perder.Al borde de la bancarrota en el Monopolio, alegan una dispensa especial(exencin de rentas, por ejemplo) y cuando sta no se admite, puedeque denuncien entre lgrimas que el juego les parece duro y cruel, comoas es (a veces he visto, y no slo a nios, tirar por el suelo tablero,hoteles y fichas entre manifestaciones de ira y humillacin). Las reglasde este juego no permiten que los participantes cooperen en beneficiode todos. El juego no est concebido para eso.Lo mismo cabe decir del boxeo, el ftbol, el hockey, el baloncesto, elbisbol, el lacrosse, el tenis, el pdel, el ajedrez, de todas las pruebasolmpicas, las regatas, las carreras de coches y la poltica partidista. Enninguno de estos juegos existe una oportunidad de practicar la regla deoro ni la de plata, ni siquiera la de bronce. Slo hay espacio para lasreglas de hierro y hojalata.Por qu, si la reverenciamos, resulta tan rara la regla de oro en losjuegos que enseamos a nuestros hijos?Tras un milln de aos de tribus intermitentemente blicas, estamosbien preparados para pensar en el modo de suma cero y para tratarcada interaccin como una pugna o un conflicto. Sin embargo, la guerranuclear (y muchas contiendas convencionales), la depresin econmica ylas agresiones al medio ambiente global son todas propuestas deperder-perder. Anhelos humanos tan vitales como el amor, laamistad, la paternidad, la msica, el arte y la bsqueda del conocimientoson propuestas de ganar-ganar. Nuestra visin parece peligrosamenteangosta si todo lo que sabemos es ganar-perder.El campo cientfico que aborda estas cuestiones se denomina teora dejuegos, y se ha empleado en tctica y estrategia militares, polticacomercial, competencia empresarial, limitacin de la contaminacinambiental y planes de guerra nucleares. El juego paradigmtico es eldilema del preso. En gran medida es lo opuesto a los juegos de sumacero. Son posibles tres resultados: ganar-ganar, ganar-perder y perder-perder. Los libros sagrados tienen poco que decir acerca de laestrategia que debe emplearse. Se trata de un juego plenamentepragmtico.

  • Imaginemos que dos amigos han sido detenidos por cometer un delitograve. A efectos del juego, no importa quin es el culpable, si lo son losdos o si no lo es ninguno. Lo que cuenta es que la polica cree que loson. Antes de que hayan tenido tiempo de ponerse de acuerdo o deplanificar una estrategia, los llevan a celdas distintas para serinterrogados. All, sin atender a los elementales derechos que los asisten(el de guardar silencio, entre otros), los agentes tratan de queconfiesen. Como a veces hace la polica, le dicen a uno que su amigo(vaya amigo!) ya ha confesado acusndolo del delito. Es posible que lapolica diga la verdad o que mienta. Al interrogado slo se le permitedeclararse inocente o culpable. Cul es el mejor recurso para que elcastigo sea mnimo, en el caso de que uno est dispuesto a decir algo?He aqu los resultados posibles:

    Si uno niega haber cometido el delito y (sin que lo sepa) su amigotambin lo niega, puede que sea difcil probar su culpa. Tras elproceso, ambas sentencias sern muy leves.

    Si uno confiesa y su amigo hace otro tanto, entonces serpequeo el esfuerzo que el Estado habr tenido que realizar pararesolver el caso. Como compensacin, puede que ambos recibanuna pena ligera, aunque no tanto como si hubieran afirmado suinocencia.

    Ahora bien, si uno se declara inocente y su amigo confiesa, elEstado pedir la sentencia mxima para l y el castigo mnimo (oquiz ninguno) para su amigo. Ambos presos resultan muyvulnerables a lo que los tericos del juego denominandesercin.

    En consecuencia, si los dos presos cooperan declarndose inocentes(o culpables), ambos evitarn lo peor. Es conveniente jugar sobreseguro y garantizarse un tipo medio de castigo confesndose culpable?Entonces, si el otro se declara inocente, pues peor para l, y uno puedesalir relativamente indemne.Si uno se lo piensa bien, queda claro que, haga lo que haga el otro, esmejor desertar que cooperar. Desgraciadamente, lo mismo le ocurre alotro. Adems, si ambos desertan quedarn en peor situacin que sihubieran cooperado. ste es el llamado dilema del preso.Consideremos ahora un dilema del preso repetido donde ambosjugadores pasan por una secuencia de partidas. Al final de cada unasaben, por el tipo de castigo recibido, qu ha dicho el otro. As adquierenexperiencia acerca de la estrategia del otro. Aprendern a cooperarpartida tras partida, negando siempre los dos haber cometido delitoalguno, aunque sea grande el premio por no colaborar con el otro?Podemos tratar de cooperar o de desertar, en funcin de cmo se hayandesarrollado la partida o las partidas anteriores. Si cooperamos en

  • exceso, es posible que el otro jugador explote nuestra buena naturaleza.Si desertamos en exceso, es posible que el otro deserte a menudo, y esoes malo para ambos. Sabemos que nuestra pauta de desercin es unainformacin que aprovecha el otro jugador. Cul es la combinacinadecuada de cooperacin y desercin? De esta forma el modo decomportarse se convierte, al igual que cualquier otro aspecto de lanaturaleza, en materia que debe investigarse experimentalmente.La cuestin se ha explorado en un torneo informtico presentado porRobert Axelrod, socilogo de la Universidad de Michigan, en su notablelibro The Evolution of Cooperation. Se enfrentan varios cdigos deconducta y al final vemos quin gana (el que consigue la suma mnimade penas de crcel). La estrategia ms sencilla puede consistir encooperar siempre, sin importar la ventaja que adquiera el otro, o en nocooperar jams, sin importar los beneficios que pudieran derivarse de lacooperacin. Estos son los equivalentes a la regla de oro y la regla dehierro. Siempre pierden, una por exceso de generosidad, la otra porexceso de egosmo. Tambin pierden las estrategias lentas en castigar ladesercin (en parte porque indican al contrario que la falta decooperacin puede ser ventajosa.) La regla de oro no es slo unaestrategia ineficaz: tambin es peligrosa para los otros jugadores quepueden triunfar a corto plazo slo para ser aplastados a largo plazo porlos explotadores.Debemos desertar al principio y cooperar luego en todas las partidasfuturas si nuestro oponente coopera siquiera una vez? Debemoscooperar al principio y desertar despus en todas las dems partidas sinuestro oponente deserta siquiera una vez? Estas estrategias tambinpierden. A diferencia de lo que sucede en los deportes, no podemoscontar con que nuestro oponente est siempre dispuesto a ganarnos.La estrategia ms eficaz en muchas de tales competiciones es la llamadatal para cual. Es muy simple: uno comienza cooperando y en cadaronda subsiguiente se limita a hacer lo que hizo su oponente la ltimavez. Castiga las deserciones, pero una vez que el otro comienza acooperar, se muestra dispuesto a olvidar el pasado. Al principio sloparece obtener un xito mediocre, pero con el paso del tiempo lasdems estrategias acaban fracasando por exceso de altruismo o deegosmo, y el trmino medio sigue adelante. Excepto por el hecho deportarse bien en el primer movimiento, la estrategia tal para cual esidntica a la regla de bronce. Premia la cooperacin y castiga ladesercin muy pronto (en el juego inmediato) y posee la gran virtud deser una estrategia completamente clara para el oponente (laambigedad estratgica puede ser mortal).Una vez que varios jugadores emplean la regla de tal para cual,progresan juntos. Para triunfar, los estrategas de tal para cual tienenque encontrar otros dispuestos a hacer lo mismo y con los que puedancooperar. Tras un primer torneo en el que inesperadamente gan laregla de bronce, algunos expertos creyeron que la estrategia erademasiado clemente. En el torneo siguiente trataron de explotarladesertando ms a menudo. Siempre perdieron. Incluso estrategasexperimentados tendan a subestimar el poder del perdn y lareconciliacin. La estrategia de tal para cual supone una mezcla

  • interesante de inclinaciones: amistad inicial, disposicin a perdonar yrepresalia audaz. Axelrod ha descrito la superioridad de la regla de talpara cual en tales torneos.

    Cuadro de reglas de comportamiento propuestas

    La regla de oro Todo cuanto queris que os hagan los hombres,hacdselo tambin vosotros a ellos.

    La regla de plata No hagas a los dems lo que no quisieras que tehiciesen.

    La regla de bronce Haz a los dems lo que ellos te hagan.

    La regla de hierro Haz a los dems lo que te plazca, antes que ellos telo hagan a ti.

    La regla de tal paracual

    Coopera primero con los dems y luego haz lo queellos te hagan.

    Cabe hallar algo semejante en todo el reino animal, y ha sido estudiadoen nuestros parientes ms prximos, los chimpancs. Esta conductarecibe el nombre de altruismo recproco, y ha sido descrita por elbilogo Robert Trivers. Los animales pueden hacer favores a otros antela expectativa de que se los devuelvan (no siempre, pero s con lafrecuencia suficiente para que resulte til). No puede decirse que setrate de una estrategia moral invariable, pero tampoco resultainfrecuente. No es necesario, pues, debatir la antigedad de las reglasde oro, plata y bronce o la de tal para cual, y la prioridad de lasprescripciones morales del Levtico. Las normas ticas de este gnero nofueron inventadas por algn legislador humano iluminado. Se remontana un tiempo muy remoto en el pasado evolutivo. Estaban presentes ennuestro linaje ancestral desde antes que furamos humanos.El dilema del preso es un juego muy simple. La vida real resultaconsiderablemente ms compleja. Es ms probable que mi padreconsiga una manzana si entrega la nuestra al hombre de los lpices? Nola conseguir de ese individuo, al que jams volveremos a ver. Ahorabien, es posible que la multiplicacin de actos de caridad mejore laeconoma y que mi padre consiga as un aumento de sueldo? Oentregamos la manzana buscando gratificaciones emocionales y noeconmicas? Adems, y a diferencia de los participantes en una partidaideal del dilema del preso, los seres humanos y las naciones entablansus interacciones con ciertas predisposiciones, tanto hereditarias comoculturales.Las lecciones cruciales en un torneo no demasiado prolongado deldilema del preso tienen que ver son su claridad estratgica, con lanaturaleza autodestructiva de la envidia, con la primaca de los objetivos

  • a largo plazo sobre los beneficios a corto plazo, con los peligros tanto dela tirana como de la demagogia, y, sobre todo, con el tratamientoexperimental de la cuestin de las normas de conducta. La teora dejuegos sugiere tambin que un amplio conocimiento de la historiaconstituye una herramienta clave para la supervivencia.