Saiz Cidoncha, Carlos - Y Resucito Al Tercer Dia

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  • 7/22/2019 Saiz Cidoncha, Carlos - Y Resucito Al Tercer Dia

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    ...Y RESUCIT AL TERCER DA

    CARLOS SAZ CIDONCHA

    Los dioses descienden de los cielos.

    Robert Bowen, Bob Bow como sus amigos lo llamaban, hizo rugir su pequea nave sideral sobre elcontinente. Una vez y otra describi pasadas cada vez ms bajas, incrementando el bramido de losreactores y cuidando que los tubos dejaran en la noche una brillante estela. Le interesaba que no quedaraindgena alguno en mil leguas a la redonda que ignorara la llegada de la Nueva Era.

    El planeta fue descubierto muy poco tiempo antes y era poco lo que se saba de l, fuera del hecho deser habitable y estar habitado. Y de otro hecho que no trascendi mucho, pero del que Bob Bow estabaenterado a causa de sus eficaces contactos en Exploracin Galctica. El planeta rebosaba materialmente de

    elementos urnicos, los minerales ms valiosos del universo.

    De no estar habitado el astro quizs se hubiese anunciado una subasta de explotacin, subasta quepodra haber ganado Robert Bowen de insistir lo suficiente y siempre que sus adversarios ignorasen laverdadera naturaleza del planeta... Pero la cosa estaba fuera de lugar, ya que el planeta posea habitantesinteligentes.

    Bob Bow ri para sus adentros. Aquellas estpidas leyes de proteccin al nativo! Su padre habaarrasado ciudades enteras, tratado a latigazos a los indgenas de cien planetas, explotado, saqueado... Asgan la fortuna de la que ahora era dueo Robert! Pero las cosas haban variado y la Patrulla Sideralvigilaba severamente los espacios, protegiendo los derechos de los autctonos. No bastaba ahora con ser

    brutal. Haca falta ser inteligente.

    El uranio era de los nativos? Bien, entonces slo restaba convencerles para que lo cedieran. Bob Bowtena por delante cinco meses para hacerlo, antes que la Patrulla regresara en viaje de inspeccin. No creaque le fuera demasiado difcil, dada su anterior experiencia en casos similares.

    Tarareando una cancioncilla, Robert Bowen termin la ltima pasada y luego se dispuso a iniciar larutina de aterrizaje. Haba seleccionado ya la ms importante aglomeracin de nativos, pero por un clculoperfectamente estudiado prefera llegar a sus puertas con las primeras luces del alba.

    El amanecer. La aurora rosada que rompe las ltimas tinieblas de la oscura noche. El sol que se alza

    candente y glorioso sobre el horizonte anunciando que los terrores de la oscuridad han terminado y que unluminoso y alegre da comienza.

    El amanecer. La hora propicia para la llegada de un dios.

    Los dioses son invulnerables e invencibles.

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    El gran poblado se hallaba rodeado por una empalizada cubierta de barro. Evidentemente todo indgenasorprendido fuera de ella por el retumbante aterrizaje de la nave se haba apresurado a buscar refugio a suamparo, cerrando las puertas tras sus espaldas.

    Bob Bow sonri. Saba perfectamente lo que Exploracin Galctica ordenaba para estos casos de tomade contacto con vida inteligente primitiva. Deba esperar pacientemente hasta que algn indgena ms

    valeroso que sus compatriotas osara abandonar el refugio y salir a su encuentro. Pero Bob Bow no tenaintencin de seguir las normas de Exploracin Galctica.

    Avanz con paso firme, sin ninguna prisa, figura solitaria en la llanura. Cruz sobre los primitivossembrados de los habitantes del planeta sin buscarlos ni esquivarlos, como si no existieran. Sinti algunasfrutas o legumbres aplastarse bajo sus botas espaciales, mas no hizo algn caso de ello. Su nico cuidadoestribaba en no tropezar ni vacilar en su marcha un slo momento. Los dioses no tropiezan ni vacilan.

    Al acercarse a la empalizada pudo ver detalladamente a los indgenas que se amontonaban en lo alto,asomando sus cabezas sobre el borde. Eran unos seres feos, pequeos, semejantes a monos. Hizomentalmente una mueca de disgusto. Monstruos asquerosos! Pero monstruos que tenan en sus manos, en

    sus sucias patas, mejor dicho!, una de las mayores riquezas que conoca la Galaxia.

    Bob Bow conoca alguna de las costumbres indgenas y haba asimilado hipnticamente su lenguaje.Ventajas de sus contactos con Exploracin Galctica! Tuvo en sus manos ilegalmente el informe completoenviado por los descubridores del planeta, aprovechando de l todo cuanto dese. Saba que los indgenasposean arcos y flechas y tuvo la esperanza que los usaran contra l. Pero de momento se vio defraudado.

    Tenan los indgenas demasiado miedo para manifestar hostilidad? O quiz eran pacficos yamistosos? No importaba, ya que los planes de Robert Bowen estaban trazados y, quisieran o no, losindgenas deberan atacarle.

    Conect el pequeo altavoz porttil y se dispuso a hacer uso de sus conocimientos lingsticoshipnoadquiridos.

    Perros! grit con todas sus fuerzas. La palabra era mucho ms ofensiva en su versin indgena, yllevaba en su significado todo el desprecio del cual aquellos seres eran capaces. Perros! Abrid laspuertas a Robert Bowen, vuestro seor!

    Simultneamente empu su pistola energtica, mas no como un arma moderna, sino ms bien a lamanera de instrumento arrojadizo. Dio resultado.

    Uno de los indgenas, ofendido por el insulto o quizs alarmado ante lo que consideraba un acto de

    agresin, levant sobre el borde de la empalizada su arco y dispar el dardo hacia el corazn del intruso.

    Buena puntera, pens ste con irona. La flecha silb en el aire y fue a estrellarse contra el campoprotector Severski-Holtz, que cubra todo el cuerpo de Bob Bow. Despuntada, cay a tierra muy cerca desus pies.

    El comerciante alz de nuevo la pistola, ahora en su posicin normal, e hizo fuego. Su puntera resulttan ptima como la del indgena del arco, de manera que ste se disolvi en una brillante llamarada, encompaa de otros varios que para su desgracia se encontraban prximos a l.

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    Osis atacar a aquel que os ha creado? rugi Bob Bow, haciendo retumbar el aire con su vozamplificada. Paso a Robert Bowen!

    Liber una nueva descarga de energa y la puerta de madera salt en llameantes pedazos, mientras losindgenas se arrojaban desde la empalizada al interior del poblado, aullando presas de pnico.

    Con el mismo aire majestuoso con que se aproximara a la empalizada, Bob Bow cruz el humeanteumbral para penetrar en el pueblo.

    Los dioses son implacables.

    Miles de ojos aterrorizados contemplaron el paso de Robert Bowen por la calle principal del pueblo. Elcomerciante estudi desde el aire la disposicin del mismo, habiendo visto la gran edificacin que no podaser sino un templo o un palacio. Se dirigi hacia l.

    Hubo una agresin. Una lanza golpe furiosamente el campo protector sobre su espalda, rebotando confuerza. Bob Bow se volvi como un rayo y, al introducirse el agresor en una de las toscas viviendas, calcintotalmente sta hasta convencerse que nadie podra permanecer vivo entre sus ruinas.

    Continu el avance lenta y tranquilamente. El olor del poblado primitivo le hizo arrugar la nariz condisgusto. Pensar que debera permanecer meses enteros entre aquellos sucios animales!

    La gran casa result ser el palacio, edificio de gobierno o residencia del cacique. ste en persona loesperaba ante la escalinata, con un aire de dignidad que no lograba disimular el atroz miedo que lodevoraba.

    Bob Bow avanz hacia l sin variar de paso, como si todo el tiempo del universo estuviera a sudisposicin. Era vagamente consciente del peso de mil miradas furtivas sobre su cuerpo.

    Eres t el jefe de esta comunidad que se ha atrevido a alzar su mano contra Robert Bowen? pregunt al llegar ante el indgena.

    ste reuni valor para hacer el gesto que entre los de su raza indicaba el asentimiento. Fue el ltimomovimiento de su vida.

    Bob Bow permaneci un momento mirando la vaga nubecilla de humo que era cuanto qued deldesaparecido cacique. Luego, sin volverse, conect el visor de su mueca con el objetivo situado en lanuca. Tuvo as una clara vista de todo lo que ocurra a sus espaldas, de los rostros aterrorizados quecontemplaron el fin de su lder. En una de aquellas caras observ los tatuajes rituales que identificaban a suposeedor como un jefe de importancia.

    T! llam sin volverse. El que se oculta tras la tercera columna del edificio de la esquina!Acrcate a m!

    El primer impulso del as llamado fue el de esconderse an ms, y Bob Bow pens seriamente encastigar con la muerte su desobediencia. Pero finalmente, quiz impresionado por la vista sobrenatural dequien estando de espaldas lo descubri fcilmente, el indgena sali a la plaza.

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    Temblaban visiblemente sus piernas a cada paso, temeroso de desaparecer de un momento a otro enuna nube de fuego. Robert Bowen ri por lo bajo, divertido.

    Avanz el nativo cada vez ms lentamente, temiendo despertar la clera del dios con algninconsiderado movimiento. Cuando lo vio cercano, Bob Bow desconect el visor y se volvi hacia l. Elindgena cay de rodillas e hinc la frente en el polvo.

    Quin eres t? retumb la estentrea voz del megfono porttil.

    Soy Anhaka, seor respondi el nativo, con un hilillo de voz. Soy el jefe de los cultivadores deMersitha...

    Has alzado tu mano o tu pensamiento contra Robert Bowen? pregunt el comerciante, severo.

    Piedad, seor! implor Anhaka. Por el sol que nos alumbra te juro, seor mo, que jams mimano ni mi pensamiento se alzaron contra tu persona.

    Me place tu sumisin, Anhaka! rugi la voz divina. En lo futuro t sers el jefe de Mersitha, y si

    alguien te ofendiera, a m ofender.

    El nuevo cacique se alz, an temblando, pero inmensamente orgulloso del honor que se le haca.

    Sers el pontfice de Robert Bowen decidi el comerciante. Desde este momento declaro queesta tierra ser la sede de mi divinidad y que tanto ella como aquellos que la pueblan prevalecern sobre lospueblos y las naciones de este mundo hasta el final de los tiempos.

    Surgieron tmidamente los indgenas, inquietos an ante el poder mortfero de la nueva divinidad.

    Gloria al divino Robert Bowen! se atrevi finalmente a gritar uno de ellos, pronunciando

    aceptablemente el nombre del comerciante.Sigui una tempestad de aclamaciones en las que cada cual tema quedarse atrs en cuanto a

    entusiasmo.

    Erguido ante la multitud de humanoides, Bob Bow sonri e hizo un vago gesto de bendicin.

    Pues tambin los dioses saben ser bondadosos para con sus adoradores.

    Los dioses son poderosos.

    Haban transcurrido tres de los cuatro meses que Robert Bowen se haba fijado como tiempo mximo

    de estancia en el planeta.

    Habitaba ahora en el gran palacio central, servido por una multitud de indgenas. Si recorra las calles delpoblado, lo haca en una brillante carroza arrastrada por los ms hermosos de entre los animales que enaquel mundo hacan el papel de caballos.

    Trajo suficiente material de la nave para realizar hasta una docena de espectaculares milagrossobrenaturales, sin contar las curaciones mgicas, los generosos dones del cielo sobre los mersithanos y suscosechas, y los juegos luminosos de menor cuanta durante las recepciones y adoraciones.

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    Y tambin los castigos celestes. Todo sacrlego imprudente fue implacablemente barrido y en los ltimostiempos incluso se dio el lujo de liquidar un par de individuos inocentes bajo la acusacin de tenerpensamientos ocultos hostiles a Robert Bowen. Estos ltimos actos aumentaron evidentemente el respetoa su omnisciencia divina, haciendo que cada oveja de su rebao vigilara con fervor apocalptico elfuncionamiento de la propia mente.

    Su labor fue fructfera, desde luego. Uno de los principales premios a los trabajos hechos le lleg el daen que pudo ver cmo un desesperado blasfemo era muerto rpidamente por sus propios conciudadanos,temerosos del mal que su actitud poda ocasionar a la comunidad entera. Pronto no sera necesario nisiquiera el rayo del cielo para garantizar la seguridad de Robert Bowen.

    Tan slo una vez se vio en un regular apuro el nuevo dios. Fue cuando los sacerdotes de su recientereligin le entregaron como ofrenda la ms bella mersithana de la regin, pensando dar gusto y placer alpoderoso seor llegado de los cielos. En los planes de Robert Bowen no entraba desde luego ninguna suciaunin con razas inferiores, pero por otra parte tal era el culto indgena de la potencia viril que un rechazohubiera hecho caer gravemente su prestigio. Finalmente, para salir del paso, us sobre la joven indgena sucuchillo de monte con tanta habilidad y fantasa que a la maana siguiente, cuando los sacerdotesrecogieron el cuerpo sin vida, no cupo ninguna duda de lo mortfero que resultaba el superpotente abrazoamoroso de un dios para las desdichadas mortales. No se repiti, por tanto, la molesta ofrenda.

    Robert Bowen no permaneci aquellos tres meses en el pueblo que lo acogi. Para sus planesnecesitaba unificar el planeta, es decir, el nico continente habitado del mismo. A ello se puso.

    De haber dispuesto de ms tiempo hubiera lanzado los ejrcitos de Mersitha a la conquista de susvecinos, apoyndolos desde el aire con el fuego de su nave. Pero en los cuatro meses de su estancia nohubieran podido los lentos ejrcitos indgenas recorrer ni mucho menos conquistar el vasto continente. Demanera que debi utilizar un mtodo diferente.

    Seleccion aquellos comerciantes mersithanos que dijeron ser conocidos en otros poblados y losconvirti en misioneros. Los introdujo en la propia carroza celeste, tras obligarles a cubrirse los ojos conun pao negro, pues los secretos de la divinidad seran fatales para todo mortal que los descubriera.Luego emprendi el vuelo y fue sembrando mersithanos por todas las tribus continentales, haciendodescender su nave con gran aparato de trueno y llamas con objeto de impresionar a los futuroscatecmenos.

    Salieron bien las cosas y en su siguiente pasada Bob Bow no tuvo sino que recibir los actos de sumisinde las distintas tribus, regidas ahora por los misioneros llegados del cielo, en representacin del gobiernocentral de Mersitha. Apenas si debieron ser diezmadas un par de comunidades que se obstinaban en

    mantener su independencia en contra de los designios del divino Robert Bowen. Terminada la tarea, elplaneta poda considerarse completamente unificado.

    El ltimo acto de la obra poda comenzar.

    Los dioses son inmortales.

    Ingenio!

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    Robert Bowen tarareaba una alegre cancioncilla al disponer los ltimos elementos de su plan magistral.El cuarto mes se estaba acabando, y con l la forzada estancia en aquel ftido e inhspito mundo. Dentrode algunos das estara de nuevo en el supermoderno planeta Semiramis y ya no sera Robert Bowen eldivino, sino el simptico y avispado Bob Bow, el guila del comercio interestelar... con su considerablefortuna triplicada o cuadruplicada. En el mundano y civilizado Semiramis hallara comodidad, placer...mujeres humanas y no aquellas asquerosas monas que se postraban ahora ante l... comida civilizada y no

    aquella bazofia que sus sbditos le ofrecan como lo mejor que disponan...

    Slo faltaba el momento final. El momento en que el gran Anhaka, rey de su raza y pontfice de su dios,fuera acogido con todo honor en la carroza del cielo, acto singular a causa del cual sera honrado por suscompatriotas durante toda la vida. El momento en el que el jefe indgena pronunciara en su propio idiomaante el detector de mentiras sellado que la Corporacin instalara en la nave de Bowen la siguiente oracinaprendida de los mismos labios de su dios:

    Yo, Anhaka de Mersitha, rey de todos los habitantes inteligentes de mi mundo (era verdad), por mipropia voluntad y sin que nadie me obligue a ello mediante la fuerza (tambin era verdad), declarosolemnemente que todas las riquezas de mi mundo, tanto las situadas en su suelo como las que se ocultanbajo l, son propiedad indiscutible de Robert Bowen.

    Ya estaba! Respetuosa con los gobiernos planetarios independientes, la Federacin Galcticareconocera la concesin hecha por uno de ellos. Y si surgan dificultades, nada costara a los eficientesabogados de Bob Bow hacer valer los incontestables derechos de su patrn.

    Dentro de un mes llegaran los inspectores de Exploracin Galctica. Ah!, pero ellos no se presentaranen astronaves relampagueantes, ni blandiendo divinos rayos. Fieles a su reglamento abordaran a los nativosde igual a igual, ocultando sus poderes, esos poderes que pudieran recordar a los indgenas sudesaparecido dios. Seran unos simples extranjeros, y Robert Bowen advertira antes de partir que tales

    extranjeros deban ser personas no gratas para sus fieles. Se les invitara a abandonar el planeta, y los deExploracin Galctica respetaran tambin tales deseos: tan estpidos eran! En cuanto al paso de unciudadano de la Federacin por el planeta... sera maldito por siempre todo indgena que osara revelar alextranjero los sagrados secretos de su religin. Los inspectores sabran algo de la existencia de una religinsecreta, pero en su mana de no interferir en las costumbres nativas, tampoco se interesaran demasiado porel caso. Todo perfecto!

    Pero an quedaba el golpe final, el golpe que hara derrumbarse las ltimas posibles dudas acerca de ladivinidad de Robert Bowen. Los hombres mueren y permanecen muertos. Los dioses no mueren y, siacaso alguna vez lo hacen, no permanecen en sus tumbas mucho tiempo, sino que surgen de ella y semanifiestan a sus devotos.

    Robert Bowen vencera a la Muerte! Morira y resucitara tres das ms tarde de entre los muertospara volver a morar entre sus fieles!

    Bob Bow eligi aquel plazo de tres das como burln desafo hacia la religin de los hombres de supropia raza, religin en la que no crea, pero de la que gustaba mofarse en ocasiones. Sera un colofnhumorstico para su pretendida divinidad, un motivo de risa cuando lo contara en el selecto crculo de losamigos en los que poda tener confianza. El dios Robert Bowen resucitando de entre los muertos! Yaestaba escuchando las carcajadas, las felicitaciones por su ingenio...

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    Bien! La cosa deba prepararse con cuidado. Las pastillas que le haran entrar en artificial estadocatalptico estaban en su mano. Haba visitado el cementerio de los indgenas... el Valle de los Muertos,cmo lo llamaban. Los cuerpos reposaban a flor de tierra, ocultos en frgiles atades de madera fina. lpodra destruir con facilidad todo el armazn, una vez salido de su sueo catalptico! Y luego la marchahacia el poblado, para asombro de los ltimos incrdulos... la oracin final del pontfice Anhaka en elinterior de la carroza de los cielos... las ltimas instrucciones... y la ascensin a los cielos! Se ech a rer a

    carcajadas ante esta ltima idea, nuevo tema de regocijo para su crculo de amistades una vez que todohubiera pasado.

    Mis fieles mersithanos inici su discurso. Es mi propsito visitar durante tres das el Reino de losMuertos. Me veris morir tal como si fuera uno de vosotros, pero en verdad os digo que dentro de tresdas retornar de ms all de las puertas de la Muerte para que podis adorarme de nuevo en este santotemplo de Mersitha. Ungid pues este cuerpo y efectuad en l las honras fnebres debidas, mas no olvidisque pasados los tres das estar de nuevo entre vosotros para pediros cuenta de vuestros actos.

    Bastaba con ello. Robert Bowen saba que nadie se atrevera a maltratar su cuerpo inanimado pormiedo a la futura venganza del resurrecto. Y si alguien fuera tan loco para intentarlo, all estaban sus fielessacerdotes que lo impediran. Dio las ltimas instrucciones, indicando incluso el traje con que debera serataviado tras su muerte... un traje que disimulaba una diminuta sierra radiante, para el caso que el atad demadera resultara demasiado slido para sus fuerzas. Todo estaba pensado.

    Llegado el momento, se llev a la boca las pldoras catalpticas. Ya antes las haba usado y saba culesseran sus efectos. Subjetivamente, para l no existira el tiempo. Tomara las pastillas, sentira el familiarmareo... y en el acto se despertara en el Valle de los Muertos, preparado para su resurreccin.

    En un solo y ligero movimiento, Robert Bowen se introdujo las pastillas en la boca.

    Los indgenas gritaron su desconsuelo a los cuatro vientos cuando su dios qued inmvil en el suelo del

    templo. No porque desconfiaran de su anunciada resurreccin, sino porque ello formaba parte del ritualfunerario que Robert Bowen exigi. Ungieron su cuerpo yacente con los ms aromticos aceites yperfumes, vistindole luego con el traje que el mismo dios eligi antes de morir.

    Impresionante fue la caravana fnebre por las calles de Mersitha. Abran camino los sacerdotes menoresy aclitos, seguidos de los ms valerosos guerreros mersithanos y tambin por los representantes de lassometidas tribus extranjeras. El ligero atad iba en la propia carroza del dios, cuyos animales de tiro erandirigidos por el mismo rey Anhaka, trocado en cochero como humilde homenaje a la divinidad. Seguan losmsicos y hasta doscientas plaideras llenando el aire con sus llantos y alaridos de dolor. Los espectadoresse hincaban de rodillas al paso del cortejo, como si el dios circulara viviente ante ellos.

    Los sacerdotes mayores se unieron al cortejo cuando ste abandon la empalizada del pueblo. Hastaentonces haban estado muy ocupados preparando el acto final de la ceremonia funeraria.

    Pues ni por un momento se pens en llevar el atad al Valle de los Muertos. Qu terrible sacrilegiohubiera sido ofrecer a todo un dios las mismas honras fnebres de los despreciables mortales! No, el granRobert Bowen dispondra de un funeral excepcional, un funeral como el que era debido a un dios segn lasantiguas religiones de los habitantes del planeta. Un funeral verdaderamente divino.

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    Y as, mientras las marchas funerarias se mezclaban con los gemidos de las plaideras y los cnticos delos sacerdotes, la carroza con el atad avanz lentamente hacia la gran pira, junto a la que cincuentajvenes vrgenes mantenan en alto las antorchas de fuego bendito que ms tarde aplicaran a la lea seca...

    Cuando los inspectores de Exploracin Galctica llegaron al planeta, un mes despus, an la memoriade Robert Bowen era adorada por la totalidad de los indgenas. Algo perplejos estaban los fieles por faltarel dios a su promesa de resucitar el tercer da, pero no dejaban los sacerdotes de consolarlos con alusionesa la gran diferencia entre el mundo de los mortales y el de los dioses, diferencia que en ocasiones haceinconsistentes las promesas hechas por stos a aqullos.

    Y es que, ciertamente, los designios divinos son inescrutables a veces para la simple grey mortal.

    F I N

    Libros Tauro