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+ + + OCTUBRE 1997 - AÑO III Nº 12 Es una publicación del Instituto Histórico del Partido de Morón Sarmiento 539 - Morón C.P. 1708 Editado por la Asociación de Amigos del Instituto Histórico del Partido de Morón AUTORIDADES Intendente Municipal Sr. Juan Carlos Rousselot Secretario de Gobierno y Legal y Técnica Sr. Carlos Hugo Bonicalzi Instituto Histórico del Partido de Morón Directora Prof. Graciela Saez STAFF de la REVISTA Dirección Prof. Graciela Saez Secretaria de Redacción Prof. Mariela Canali Composición y Diagramación Prof. Ana Bidiña Colaboradores Permanentes Prof. Hebe Clementi Prof. Omar Cerviño Prof. Carlos Suárez Prof. Norma Videla Tello Τ Procesamiento digital de imágenes Daniel Battilana Τ Registro Nacional de la Propiedad Intelectual: Nº 686.295 Τ Motivo de tapa: Primer tren de Entre Ríos, Zárate Τ Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores Τ Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la revista, salvo expresa autorización de la Dirección. ÍNDICE Editorial. 2 La estancia de Areco, un establecimiento jesuítico sobre el Río Paraná. Carlos. M. Birocco. 3 La tierra pública en el Delta Bonaerense y su efecto condicionante en el desarrollo socioeconómico de la región, 1856-1934. Omar Cerviño. 7 Borges en Morón Ricardo Ruiz. 13 Los Álamos, una antigua estancia a orillas del Bara- dero, Alicia Prado de Gastellú. 18 Noticias relativas al poblamiento de la campaña no- reste de Buenos Aires durante el s. XVIII Fernando E. Barba. 22 Un pintor del Paraná: “Gambartes, entre la tradición y la modernidad”, Graciela Dragoski y Delcis Mén- dez Cherey. 25 Historia y Literatura: Thorne, Oscar Méndez. 29 La Vuelta de Obligado, Mariela Canali. 32 Ulrico Schmidl. Derrotero y viaje a España y las In- dias. 34 Encuentros y Jornadas. 36 Museos de nuestra provincia. 36 Fichas Didácticas de los Partidos de nuestra provin- cia. 37 Los archivos y la investigación. Sergio Robles. 41 Un ejemplo de preservación: Archivo Histórico Mu- nicipal de Lincoln “Andrés R. Allende”, Teodoro Zuzek. 42 Cambio rural y desarrollo urbano. La ciudad de Campana y el crecimiento industrial del partido (1880-1930), Rogelio C. Paredes. 43 “El servicio regular ferroviario de Campana”: A 120 años de su inauguración Alfredo Melidore . 48 Historia del Poblamiento de San Fernando, Diego D. Rossi. 49 Quinta Santa Cecilia. Familia Jacobé. Breve reseña de su historia y arquitectura. 53 La distribución de la tierra y los orígenes de Zárate. Sergio Robles. 54 Santa Fe la Vieja, M. Mercedes Dates de Fonseca. 59 Los trabajos de Arqeuología Subacuática en Santa Fe la Vieja Javier García Cano. 61 1 BONA12 página 1 Viernes, Abril 16, 2010 10:35

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OCTUBRE 1997 - AÑO III Nº 12

Es una publicación del Instituto Histórico del Partido de Morón

Sarmiento 539 - Morón C.P. 1708

Editado por la Asociación de Amigos del Instituto Histórico del Partido de Morón

AUTORIDADES

Intendente Municipal Sr. Juan Carlos Rousselot

Secretario de Gobierno y Legal y Técnica

Sr. Carlos Hugo Bonicalzi

Instituto Histórico del Partido de Morón Directora Prof. Graciela Saez

STAFF de la REVISTA

Dirección Prof. Graciela Saez

Secretaria de Redacción

Prof. Mariela Canali

Composición y Diagramación Prof. Ana Bidiña

Colaboradores Permanentes

Prof. Hebe Clementi Prof. Omar Cerviño Prof. Carlos Suárez

Prof. Norma Videla Tello

Τ

Procesamiento digital de imágenes Daniel Battilana

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Registro Nacional de la Propiedad Intelectual: Nº 686.295

Τ

Motivo de tapa: Primer tren de Entre Ríos, Zárate

Τ

Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores

Τ Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la revista, salvo expresa autorización

de la Dirección.

ÍNDICE

Editorial. 2

La estancia de Areco, un establecimiento jesuítico sobre el Río Paraná. Carlos. M. Birocco.

3

La tierra pública en el Delta Bonaerense y su efecto condicionante en el desarrollo socioeconómico de la región, 1856-1934. Omar Cerviño.

7

Borges en Morón Ricardo Ruiz. 13

Los Álamos, una antigua estancia a orillas del Bara-dero, Alicia Prado de Gastellú.

18

Noticias relativas al poblamiento de la campaña no-reste de Buenos Aires durante el s. XVIII Fernando E. Barba.

22

Un pintor del Paraná: “Gambartes, entre la tradición y la modernidad”, Graciela Dragoski y Delcis Mén-dez Cherey.

25

Historia y Literatura: Thorne, Oscar Méndez. 29

La Vuelta de Obligado, Mariela Canali. 32

Ulrico Schmidl. Derrotero y viaje a España y las In-dias.

34

Encuentros y Jornadas. 36

Museos de nuestra provincia. 36

Fichas Didácticas de los Partidos de nuestra provin-cia.

37

Los archivos y la investigación. Sergio Robles. 41

Un ejemplo de preservación: Archivo Histórico Mu-nicipal de Lincoln “Andrés R. Allende”, Teodoro Zuzek.

42

Cambio rural y desarrollo urbano. La ciudad de Campana y el crecimiento industrial del partido (1880-1930), Rogelio C. Paredes.

43

“El servicio regular ferroviario de Campana”: A 120 años de su inauguración Alfredo Melidore .

48

Historia del Poblamiento de San Fernando, Diego D. Rossi.

49

Quinta Santa Cecilia. Familia Jacobé. Breve reseña de su historia y arquitectura.

53

La distribución de la tierra y los orígenes de Zárate. Sergio Robles.

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Santa Fe la Vieja, M. Mercedes Dates de Fonseca. 59

Los trabajos de Arqeuología Subacuática en Santa Fe la Vieja Javier García Cano.

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EDITORIAL Los ríos americanos, verdaderas venas del continente, han sido consi-derados por las diferentes culturas, fuente de fecundidad y de vida, lu-gar de asentamiento y camino. Han ejercido una influencia misteriosa y contradictoria porque benefician y destruyen, unen y separan. Innume-rables pueblos precolombinos han tenido origen y continuidad junto a ellos. Con la expansión colonial, nuestros ríos fueron las vías de penetración europea en el continente. El Orinoco, el Amazonas, el Río de la Plata fueron navegados tempranamente desde el mismo descubrimiento, en la afanosa búsqueda de un paso hacia el Pacífico. El Paraná, que juntamente con el Uruguay confluye en el anchísimo Río de la Plata, nace en el corazón del continente y alimentado por sus numerosos afluentes en su camino hacia el sur conforma el grandioso delta que lo caracteriza en su último tramo. En sus orillas los hombres pescaron el surubí y el dorado, construyeron sus flechas y raspadores de ópalo, mientras otros cocían cabezas de loros y jaguares hechas de barro. Hablaron muchas lenguas: tupí-guaraní, chaná-timbú, mbyá, charrúa, querandí, que se mezclaban en su costa de nunca acabar. En tanto, los temerarios navegantes se internaban en el gran Paraná Guazú y sus afluentes, estimulados por la leyenda del oro y de la plata, los cartógrafos dibujaban sus costas y en España se firmaban más capi-tulaciones. El Paraná se convertirá en nuestro río histórico por excelencia siendo la vía de comunicación entre el Plata y el Paraguay y las ricas provin-cias aledañas. El establecimiento de las vaquerías estimulará el asentamiento de los dispersos pobladores beneficiados con los repartos de tierras. Poco a poco los pobres villorios coloniales, algunos fundados y refundados, fueron desarrollándose. El río completaba la magra economía de los huertos y sembrados. La población de españoles, criollos y esclavos negros crecía especialmente donde había puertos naturales y se super-ponía a la de sus antiguos habitantes, los indios. El litoral cobrará identidad política a partir de la independencia, defen-diendo su autonomía económica. La libre navegación de los ríos será bandera de lucha de sus caudillos. También será el Paraná escenario de la heroica defensa de nuestra so-beranía ante las potencias europeas. La llegada del ferrocarril traerá el aporte inmigratorio. Numerosas co-lonias agrícolas darán nueva fisonomía a la región. Los puertos con-centrarán a su vez la generosa producción de los campos. Este siglo verá surgir importantes polos de industrialización y nuevas migraciones, internas, acrecentarán los pueblos del litoral bonaerense. Las ciudades, ligadas al campo, al comercio, al ferrocarril y al puerto se insertarán en el proceso general de desarrollo de la pampa húmeda. En los albores del 2000, este Río Paraná que hoy nos convoca, puede, como tantos otros ríos nuestros, estar en peligro. Talas de bosques, grandes obras hidroeléctricas, desechos industriales, cambian sus regí-menes y sus composiciones. El equilibrio de millones de años se altera y es contraproducente y peligroso. Nosotros, que desde la REVISTA tenemos entre nuestros objetivos preservar el patrimonio histórico, También deseamos hacerlo, en este caso, con los ríos, porque su pasado y su futuro están inseparablemente unidos al de las tierras que bañan y al de los hombres que las habita-mos.

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LA ESTANCIA DE ARECO, UN ESTABLECIMIENTO JESUÍTICO SOBRE EL RIO PARANÁ

Carlos María Birocco

De las fincas rurales que poseyó la Compañía de Jesús en las inmediaciones de Buenos Aires, el latifundio que se hallaba en la confluencia de los ríos Paraná y Areco no fue solamente el de mayor extensión, sino el que contri-buyó en mayor medida al sostenimiento del Colegio de San Ignacio, la casa conventual de esta orden, con las uti-lidades que dejaba la crianza de mulas y ganado vacuno. A partir del segundo tercio del siglo XVII, estos religio-sos habían conseguido apropiarse por medio de compras y mercedes reales de esta dilatada rinconada de varias le-guas cuadradas, que en sus comienzos recibió el nombre genérico de estancia de las Palmas pero desde el siglo XVIII fue mejor conocida como estancia de Areco. Con 7 leguas de frente al río Areco y 8 leguas sobre Paran de las Palmas, la misma comprendía m s de dos tercios del ac-tual partido de Zárate y se extendía al de Exaltación de la Cruz. (I) Desde bastante temprano, los jesuitas fueron acusados de encubrir tras el manejo de esta propiedad sus actividades como contrabandistas. Allí contaban con dos pequeños puertos propios sobre el Paraná de las Palmas, el de San Antonio y el del Rincón de Cabrera, utilizados sobre todo en la comunicación entre el Colegio de San Ignacio y los pueblos de las Misiones. El contrabando agregó proyec-ción atlántica al más modesto papel desempeñado por es-tos fondeaderos en el tráfico interregional, que era el de suministrar carne fresca a las barcazas que traían yerba u otros productos misioneros. En las postrimerías del siglo XVII, una denuncia cuyo autor se desconoce refería que "estos padres con esta hacienda son señores de comerciar sin que en Buenos Aires se sepa con todas las personas que quisieren, así portugueses como de otras naciones que frecuentan aquel río".(2) La sospecha de que la Com-pañía de Jesús se valía de esta finca rural para el desem-barco clandestino de esclavos y mercancías ultramarinas movió al Consejo de Indias a plantearse la necesidad de evacuar toda estancia o chacra en las costas del Paraná. Pero el obispo de Buenos Aires fray Antonio Azcona Im-berto, en una carta enviada en 1683 al rey Carlos II, desa-consejó tal medida y salió en defensa de esta orden reli-giosa: aunque reconocía haber constatado en este estable-cimiento "la comodidad que hay en él de echar lanchas desde donde dan fondo los navíos", juzgaba infundada cualquier suposición contra los padres de la Compañía, que habían destruido las casas que tenían junto al río y levantado nuevas instalaciones tierra adentro para librarse de estas suspicacias.(3) Si bien no se descarta que el Colegio de San Ignacio par-ticipara del comercio interlope, sus intereses como pro-pietario de este extenso fundo estuvieron dirigidos desde mediados del siglo XVII al tráfico con las regiones andi-nas centrales. Según el denunciante anónimo, estos pa-dres contaban allí con "grandes sementeras, muchas crías de yeguas y mulas, caballadas, ganados vacunos, tanto

que lo que más se gasta en Buenos Aires se provee de es-ta hacienda”. (4) El obispo Azcona, por su parte, alegaba que "tiene esta religión copiosa cría de ganados de vacas y mulas de que principalmente se sustenta este Colegio".(5) Desde las postrimerías de esa centuria se privilegió en forma cada vez más acentuada la producción de mulas, cuyo mercado se hallaba en el valle de Lerma, en Salta, donde se celebraban en forma anual las ferias de ganado más importantes del continente, a las que acudían a pro-veerse mercaderes y mineros del Alto Perú. Ya en di-ciembre de 1693, según sabemos por un contrato de fleta-miento, los jesuitas despachaban con destino a la plaza salteña todas "las mulas mansas y redomonas que se ha-llaren, en la estancia que llaman de las Palmas pertene-cientes a dicho Colegio". (6) El ganado mular seguiría siendo durante todo el siglo si-guiente un esencial rubro productivo de este latifundio jesuítico. En función al aquerenciamiento de los anima-les, el terreno estaba dividido en seis parcelas de pasto-reo, los "puestos" de Areco, Cañada, Bagual de Arriba, Bagual de Abajo, Rincón de Cabrera y las Palmas, que en 1761 contaban a su servicio con ciento diez esclavos ne-gros. La estancia de Areco, según estimaba ese año el Co-legio de San Ignacio, "tiene de ganado vacuno grande co-mo 8700 cabezas. Tiene 6 crías de yeguas que dan y die-ron este año pasado sobre 1200 mulas, y al pie de 500 po-trancas y otros tantos potrillos. Las yeguas y potrancas llegan al pie de 8500. La caballada, entre redomones y potros, son sobre 1500. Las burras pasan de 600. Hay más de mil mulas de dos años, que no están vendidas, y las que están para herrarse pasan también de mil. Hay también su trozo de boyada de 70 bueyes para el trajín que se ofrece de carretas y sementera". Revestían menor importancia los cultivos de trigo, del que no solían sem-brarse más que 10 ó 12 fanegas anuales, aunque los ren-dimientos eran con frecuencia mayores debido a la renta en grano con que contribuían los muchos arrendatarios establecidos en estas tierras. La variedad y abundancia de sus reservas pecuarias volvió a comprobarse seis años más tarde, cuando los jesuitas fueron compelidos a aban-donar el continente por orden del monarca español. En dicho momento, se contaron en la estancia de Areco 42.000 cabezas de ganado vacuno, 1700 caballos, 9500 yeguas, potrancas y potrillos, 4700 mulas, 1000 burros y burras y 1500 ovejas. El aumento de sus ganados los ha-bía llevado a montar un séptimo puesto de cría, llamado del Tatú o Tatuy, que terminó por no prosperar y fue abandonado luego de que se produjo la confiscación de este extenso dominio. LA ESTANCIA DE ARECO LUEGO DE LA EX-PROPIACIÓN En 1767, la Compañía de Jesús fue expulsada de la Amé-

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rica española por orden de Carlos III y las propiedades que se le confiscaron pasaron a la Corona. El 7 de julio de ese año arribó a la estancia de Areco el capitán Juan Francisco de Somalo con la misión de llevar a cabo el se-cuestro de estas haciendas. Acompañado por doce drago-nes, se hizo entregar las llaves de armarios, despensas y baúles e hizo escoltar hasta la capital por cuatro de estos soldados a los padres Sebastián Garau, Juan del Prado y Conrado Rell, luego de lo cual dispuso el inmediato in-ventario de los bienes secuestrados. A partir de entonces, la estancia de Areco permanecería durante casi dieciocho años bajo la administración directa de una entidad estatal, la Junta de Temporalidades. Tras la expropiación, las haciendas quedaron al cuidado de Somalo, que las gobernó desde el puesto de Areco o, como también se lo llamaba, la Estancia Grande. Este era más una casa conventual que una típica vivienda rural, según aquel escribía al gobernador Bucareli: "Este pues-to, señor excelentísimo, no se puede llamar estancia sino Colegio, pues tiéne aposentos para ocho sujetos. Su igle-sia con su coro, sacristía y campanario muy linda. Una huerta hermosa. Un segundo patio con las oficinas corres-pondientes. Un tercero donde así mismo las hay y est la cocina y el horno, y todo con mucha comodidad". La construcción principal era, en efecto, una suerte de pe-queño convento compuesto por doce celdas, dos alcobas y un refectorio, todos ellos cercados por corredores y dis-puestos en torno a un patio, en el centro del cual se halla-ba un aljibe. Un segundo patio nucleaba siete cuartos uti-lizados como oficinas, y en un tercero se hallaban tres cuartos de adobe crudo que parecen haber servido de de-pósito, una cocina, un horno de pan y un segundo aljibe. El conjunto se completaba con una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Begoña cuyas dimensiones, aunque distaban bastante de la monumentalidad de otras iglesias jesuíticas coloniales, no eran modestas para la campaña bonaerense colonial. No muy lejos se encontraba la ranchería de los esclavos, en que estos pernoctaban distribuidos en veintidós cuar-tos. De acuerdo con la costumbre impuesta por estos reli-giosos, las parejas casadas recibían habitaciones separa-das de las que ocupaban los solteros y durante la noche todas las puertas eran cerradas con llave, como una mo-dalidad de mantener bajo control la vida sexual de la ser-vidumbre. Hacia las afueras de estos ranchos se hallaban un horno de cocer ladrillos, otro de fabricar tejas, una atahona, una huerta y corrales de ganado. Cuando Somalo se hizo cargo de la estancia de Areco, és-ta se hallaba poblada por ciento treinta y cinco negros, cuyo manejo le ocasionaría serios problemas. El aleja-miento de los religiosos fue llevado a cabo a todo prisa con el fin de perturbar lo menos posible a los esclavos, que "manifestaban tanto sentimiento que no podían con-tener las lágrimas". Aquel pretendió a toda costa inculcar en estos el convencimiento de que ya no pertenecían a la Compañía sino al monarca. Así lo intentó al rebautizar el puesto del Tatú con el nombre de Puesto del Rey, "para impresionarles que son sus esclavos y que se hagan a nombrar a quien es el Amo de todos, pues aún están con los Padres en el corazón". Totalmente desprovisto de do-tes de persuasión, este tipo de medidas no fue sino causa

de irritación para estos negros, lo mismo que la venta de mulas de la estancia concertada por Somalo, que estos to-maban por un robo a sus antiguos amos. Finalmente, el 30 de septiembre de 1767, el castigo que impuso a uno de ellos por desobedecerle provocó que el resto se levantara, encabezado por un capataz llamado Anastasio, al grito de que "ellos no eran esclavos del Rey, sino de los Padres". El motín, iniciado en el puesto principal, tuvo buena aco-gida en quienes servían en los demás puestos, al igual que en las negras, que acompañaron a sus esposos armando gran griterío y lanzando pedradas. Como Somalo ordenó a la escasa tropa que lo asistía no intervenir, los rebeldes picaron sus caballos y ganaron campo abierto. Los alcances de esta fuga fueron, empero, bastante mo-destos: sólo veintiséis de estos esclavos no llegaron a ser recobrados. Los demás fueron capturados en circunstan-cias que desconocemos con anterioridad al 30 de octubre de ese año, momento en que cincuenta y tres de ellos fue-ron objeto de inventario en Areco y cincuenta y cinco en Buenos Aires; algunos habían sufrido lesiones en brazos o piernas, señal de que acaso no se rindieron sin resisten-cia. Para prevenir nuevos alzamientos, varios de los mis-mos fueron enviados a las otras fincas pertenecientes a las Temporalidades, reemplazados por otros que se traje-ron de éstas y por peones que se contrató en forma tem-poraria. A la larga, este episodio alteraría en poco los al-tos rindes de la estancia de Areco, que en los primeros cuatro años de gestión estatal arrojó 21.827 pesos en uti-lidades. En octubre de 1774, el capitán Somalo fue reemplazado por Domingo Díaz, antiguo alcalde de la cárcel de Bue-nos Aires. Aunque resulte paradójico, éste manejó a los negros de estas haciendas en forma mucho más flexible que su antecesor. A1 declararse una peste, hizo quemar la ranchería que estos habitaban desde tiempos de los jesui-tas y les ordenó diseminarse para evitar el contagio, per-mitiéndoles levantar nuevos ranchos en cualquier parte del fundo con la sola condición de que acudieran a sus puestos de trabajo diariamente. Pronto aquellos comenza-ron a sembrar trigo y a criar sus propias tropillas de caba-llos para atender a su propia subsistencia y comprar vesti-dos, espuelas, cuchillos, yerba y tabaco, que la deficiente administración central de las Temporalidades dejó de proveerles. Desafortunadamente para Díaz, los esclavos terminaron por volcarse a depredar las haciendas, sacrificando ani-males para vender su cuero y sebo a los mercachifles. Una prosperidad que nunca habían conocido se reflejó en la mejora de sus atuendos y la adquisición de frenos de plata y alhajas, en contraste con los pobres vestidos de bayeta que exhibieran en tiempos de Somalo. El capataz esclavo de esta estancia, Nicasio del Pilar, se convirtió en un auténtico hacendado, dueño de su propia tropilla de caballos overos, quien criaba mulas para venderlas y pa-gaba peones para recoger el trigo que él mismo sembraba. Este negro vestía "con gran decencia de su persona", con pellón azul, chupa encarnada y calzones de seda verde, y su esposa Petrona Olaya llegó a causar escándalo en la vecindad del pago cuando se presentó en la misa domini-cal luciendo una redecilla de seda y oro. En 1783, Domingo Díaz sería finalmente interpelado por

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la devastación que sufrieran los ganados. Se defendió ale-gando que, si los negros habían faenado algunos, ello se debió a que no recibían vestidos ni utensilios de trabajo desde la ciudad, por lo que debieron procurárselos por sus propios medios. Agregó, además, que la decadencia de es-te establecimiento rural se debía, más que a sus subordina-dos, a los altos índices de mortandad ocasionados por los largos períodos de seca. Pero la suerte de Díaz estaba ya decidida; sus superiores tenían previsto separarlo de su ad-ministración como paso previo a la venta de este latifun-dio. El 28 de mayo de 1785 el mismo sería adquirido por el teniente coronel de milicias Joseph Antonio de Otálora, posiblemente gracias a la gestión de Benito Gonzalez Ri-vadavia, padre de quien sería el primer presidente de los argentinos, que se desempeñaba entonces como secretario de la Junta de Temporalidades y se convertiría tres años más tarde en yerno del comprador. UN PROBLEMA DE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA Al intentar una ubicación del casco de este antiguo domi-nio jesuítico se presenta ante nosotros la típica contradic-ción entre la realidad histórica y las tradiciones lugareñas, que en algunos casos no son sino la popularización de las interpretaciones erróneas de los primeros historiadores lo-cales. Esto último ocurrió en el caso de José C. Burgueño, que en el primer tercio de este siglo creyó identificar los restos de la capilla de Nuestra Señora de la Begoña en las márgenes del arroyo de Labayán, en unos campos situados a doce kilómetros del pueblo de San Antonio de Areco, cuando no existe evidencia documental alguna que permita aseverar que la Compañía de Jesús haya dispuesto de pro-piedades rurales dentro de los 1ímites actuales del partido del mismo nombre. Allí encontró una antigua construcción de tapia de ladrillos y techo de tejas, en la que creyó ver el antiguo oratorio de los padres expulsos. (7) Ante esos ras-tros que parecían doblemente centenarios su afirmación cobró tanta fuerza que todavía en 1980 se acercaron a este sitio el párroco y algunos vecinos de aquella localidad con la intención de rescatar ladrillos y tejas que se creían de la capilla de la Begoña.(8) El escritor zarateño Vicente Botta, en una muy documenta-da historia de su partido, ha rescatado por su parte dos tra-diciones contrapuestas. (9) Una de ellas, hoy muy difundi-da por los patrocinantes turísticos de la zona, asegura que la residencia de los jesuitas se hallaba sobre el Paraná, donde hoy se encuentra la localidad de Las Palmas. La otra, acaso ya perdida, refería que las construcciones prin-cipales levantadas por la Compañía de Jesús se hallaban en el antiguo Cuartel VIII del partido de Zárate, en un sitio próximo al río Areco en que los viejos vecinos referían que antaño había existido una capilla del Rey, y donde este autor recogió ladrillos de 45 cm. de largo por 20 de ancho y 5 de grosor que en su opinión pudieron haber perteneci-do a este oratorio.(10) En realidad, la primera de dichas tradiciones resulta fácil-mente rebatible, siempre que nos atengamos a los testimo-nios documentales. Desde que a fines del siglo XVII los jesuitas mudaron su residencia lejos de la costa del Paraná, la estancia de Areco no dispuso de construcciones a orillas de este río, sino sólo corrales. Estos mismos religiosos, en un conteo de los esclavos que llevaron a cabo en diciembre de 1762, alegaban que en las Palmas no había más que un

capataz y tres peones negros porque "hay sólo cría [de mu-las] en este puesto". Algunos años después de la expropia-ción el mercader porteño Juan Bautista de Lasala, que en 1773 propuso a las Temporalidades la compra de esta rica finca, refería que en las ocho leguas que tenían de frente al Paraná "los expatriados no tuvieron jamás allí puesto algu-no, a excepción de una corta cría que hoy subsiste", y que era obviamente la de las Palmas. La otra tradición recobrada por Botta, que afirmaba que la antigua residencia rural de los jesuitas se hallaba en el vie-jo Cuartel VIII, tiene en cambio bases más sólidas. (11) Los informes que Somalo envió al gobernador Bucareli en 1767 coinciden sobre esta ubicación. En uno de ellos afir-maba que la casa de quien fuera alcalde de la Hermandad en el momento de la expropiación, Francisco Xavier de Li-ma, situada en el pueblito de San Antonio de Areco, estaba "distante seis leguas" de la llamada Estancia Grande. Y en otra ocasión en que refería la llegada de unas lanchas al puerto del Rincón de Cabrera, agregaba que allí "tiene un puesto esta estancia cinco leguas distante de éste". En fun-ción de estas observaciones, de la que no puede esperarse sino una relativa precisión, puede afirmarse que la man-sión jesuítica en la que residió Somalo mientras administró esta finca se encontraba en dicho Cuartel. Ahora bien, ¿se mantuvieron las construcciones de los je-suitas hasta los tiempos de Otalora? Al parecer, un progre-sivo deterioro las venía afectando desde antes de la expul-sión de la orden. En ese momento, los religiosos se dispo-nían a construir dos nuevos aposentos y enladrillar el pri-mer patio, y el capitán Somalo halló allí a trece negros al-bañiles que los padres habían traído de la Chacarita para llevar a cabo estas obras, pero los despachó a la capital. Este, sin embargo, continuó con algunas reparaciones. La decadencia edilicia se aceleró a partir de la administración de Domingo Díaz, que en 1783 aludía a la ruina en que se encontraban "la ranchería, las viviendas del segundo patio y las oficinas que había en él de la cocina". Cuando éste fue removido de su cargo, en enero de 1784, la Junta de Temporalidades dispuso componer la capilla y reedificar la casa y los ranchos de los esclavos pero no tenemos prue-bas de que esto se haya llevado a cabo. Al continuar con este rastreo, desgraciadamente, la falta de datos nos obliga a efectuar un salto de más de treinta años entre 1785, en el que el teniente coronel Otalora compró estas tierras, y la mensura de las mismas que se llevó a ca-bo en 1816, tras la muerte de éste. En el plano de esta mensuración, no obstante, es posible localizar la mansión rural del nuevo propietario y los diferentes puestos de cría de ganado que existían desde tiempos de los jesuitas, per-mitiéndose demostrar en forma contundente que aquel se afincó en el sitio mismo en que habían residido estos, y no en la costa del Paraná. El puesto de las Palmas todavía está presente en esta pieza cartográfica, pero ya no lo está en los inventarios que se efectuaron en 1820 al concluir la testamentaria de este propietario. El mismo, al parecer, ha-bía sido abandonado en forma definitiva: ello explica que se describa la presencia de rancherías y corrales de ganado en los dos puestos de cría llamados del Bagual y en los de la Cañada y el rincón de Cabrera, sin que se haga alusión a aquel. En lo que respecta al puesto de Areco o Estancia Grande, se presume que en la segunda década del siglo pasado que-

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daba poco del conjunto arquitectónico que describiera Somalo medio siglo antes. Aunque la existencia de “320 varas de cimientos de todas las especies” en las inmedi a-ciones de las casas de Otálora sugiere la destrucción de una parte importante de dicho conjunto, no queda claro si algunos edificios sobrevivieron a la poco cuidadosa ad-ministración de la Junta de Temporalidades y sirvieron de base a nuevas construcciones o si todos fueron echa-dos abajo con el fin de utilizar los materiales que brinda-ban. Hasta que esto no pueda determinarse, resultar imposible establecer si los ladrillos que Botta recogió en el antiguo Cuartel VIII del partido de Zárate, en el sitio probable donde se encontraba la residencia campestre de los jesui-tas, proveían e ésta o de las construcciones con que la re-emplazó el ulterior propietario de esta finca rústica. Sólo queda, por último, dedicar algunas palabras a la ca-pilla de Nuestra Señora de la Begoña. Al momento de ser expropiados los bienes de los jesuitas, ésta tenía 25 varas de largo (21,65 metros) por siete varas de ancho y alto (6,06 metros), y un pórtico de 5 varas (4,33 metros). Des-conocemos cual era su aspecto, aunque se sabe que tenía un campanario y estaba techada de tejas; en su interior disponía de un coro al que se accedía por una escalera de balaustres torneados. Discretamente ornada, sus imágenes de culto consistían en un cuadro de Nuestra Señora de la Begoña, una estatua de Virgen un Cristo y algunas estam-pas. Durante la administración de las Temporalidades la mis-ma fue conocida como Capilla del Rey, aunque no sabe-mos si siguió colocada bajo su anterior advocación maria-na. Al asentarse Otálora en estas tierras, en cambio, éste la rebautizó como capilla de Nuestra señora de la Purifi-cación y la hizo objeto de importantes reparaciones, al punto de que el obispo Benito Lue y Riega, que visitó el curato en agosto de 1803, prohibió que se celebrara culto en ella por haber sido reedificada sin licencia del episco-pado. (12) Pero aunque se realizaron reformas, no parece que se haya desechado nada que se mantuviera en acepta-ble estado de conservación. En 1820 aún quedaban de la antigua construcción, amén de la estructura de ladrillo, la puerta principal “vieja y antigua del tiempo de los Padres Jesuitas, en que la intemperie ha trabajado bastante por falta de pintura”, y die ciocho tirantes de lapacho de seis varas cada uno, “tan viejos y apolillados que forma s o-panda el techo”. Esta es la última noticia documentada que poseemos sobre este sitio de culto, sin que sepamos que trato recibió de sus posteriores propietarios. No des-cartamos, sin embargo, que en un futuro no lejano sus restos lleguen a ser ubicados en el terreno y rescatados, permitiendo con ello que los bonaerenses se reencuentren con una muestra de más de su rico acervo histórico. Notas 1- Para este trabajo, parte de otro de mayor envergadura que estoy que se haga alusión a aquel. realizando como becario de la Universidad Nacional de Luján, he consul-tado las siguientes piezas documentales en el Archivo Gral. de la Nación : Compañía de Jesús (IX-6-10-5 y IX-6-10-6), Temporalidades de Bs. As. (IX-21-5-5, IX-21-5-

6, IX-21-5-7, IX-21-5-8, IX-21-6-1, IX-21-6-2, IX-21-6-3, 1X-21-6-4, IX-21-6-5, IX-21-6, IX-21-7-1, IX-21-7-2 y IX-21-7-3), Colegio de San Ignacio (IX-7-3-7,) Coman-dancia de Fronteras de Areco (IX-1-4-1) y Testamentaria de Joseph Antonio Otálora (Sucesión 7274). Sólo en los casos que los datos no provengan de estas fuentes se hará aclaración en cita. 2 – Citado por Ricardo Rodríguez Molas, Historia social del gaucho, Centro Editor de América Latina, Bs. As, 1982, p. 56. 3-Afirmaba Azcona Imberto: "suelen tener algunas sospe-chas los abajo con el fin de utilizar los materiales que brindaban gobernadores pero yo nunca he entendido con fundamento que por él se hayan cometido excesos y los Padres por evitar estas sospechas han desamparado las casas que tenían junto al río y se han retirado la tierra adentro”; José Torre Revello Documentos históricos y geográficos relativos a la conquista y colonización riopla-tense, Peuser, Bs. As., 1941, tomo I, p. 327. 4-Ricardo Rodríguez Molas. Historia social del gaucho, ibid. reemplazó el ulterior propietario de esta finca rústi-ca. 5- José Torre Revello Documentos históricos, ibid. 6-AGN IX-48-8-I, Escribanías Antiguas. 7-José C. Burgueñó Contribución al estudio de la funda-ción y desarrollo del pueblo de San Antonio de Areco, Imprenta de Colombo, San Antonio de Areco, 1936, pag. 96. 8-Véase una referencia a ello en Todo es Historia n° 161, octubre de 1980, pag. 79. 9-Vicente Botta Historia de Zárate, Archivo Histórico de la Provincia, Buenos Aires, La Plata, 1948, pags. 29-31. 10- Confróntese una referencia de ello en Francisco N. Juárez "La escalera de balaustres torneados. Discretamen-te ornada, historia está en Zárate y se lleva Las Palmas" en el suplemento de sus imágenes de culto consistían en un cuadro de Nuestra turismo de La Nación, domingo 30 de octubre de 1994, pag. 13. 11- Agradezco a Sergio Robles el haberme ayudado a es-tablecer correspondencias entre la antigua cuartelación del partido, caída en desuso, y sus actuales circunscrip-ciones catastrales. Este antiguo Cuartel VIII en que Botta sitúa este sitio arqueológico se corresponde, muy a grosso modo, con la circunscripción VI del Catastro Municipal de Zárate. 12- Archivo parroquial de Capilla del Señor, Libro II de Bautismos, f. 90.

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La tierra pública en el Delta Bonaerensé y su efecto condicionante en el desarrollo socio-económico de la región, 1856-1934. (.)

Juan Omar Cerviño

(.) El presente trabajo fue presentado reciente-mente en el 1 CONGRESO EUROPEO DE LATINOAMERICANISTAS: "América Lati-na: realidades y perspectivas". Evento organi-zado por la Universidad de Salamanca y el Instituto de Iberoamérica y Portugal realizado del 26 al 29 de junio de 1996. En la parte norte del conurbano bonaerense en la provincia de Buenos Aires, se encuentra la región más desconocida de su geografía a pe-sar de hallarse cercana al centro neurálgico del país. Me refiero al delta bonaerense del Río Paraná, un enorme archipiélago al que la gran ciudad ha venido dando la espalda desde hace más de medio siglo, y que sólo adquiere cierta trascendencia una o dos veces al año a causa de las inundaciones que afectan la zona. Mor-fológicamente es una región de tierras bajas y crecimiento heterogéneo, formada por el arras-tre de materiales sólidos de composición va-riada y transportados por las aguas del Paraná. Se lo ubica al noroeste de la provincia de Buenos Aires extendiéndo-se hacia el sureste hasta la confluencia de los ríos Paraná y Uruguay dando origen al estua-rio del Río de la Plata sobre el que se proyecta permanentemente, atravesado por cuatro gran-des brazos de agua: El Paraná Guazú (Grande), el Paraná Bravo, el Paraná Miní (pequeño) y el Paraná de las Palmas. Si bien el Bajo delta o Nuevo Delta, se halla ubicado en la confluencia de los ríos Paraná y Uruguay, es el primero el que contribuye en mayor medida a la formación de las islas que lo componen y que de acuerdo con las mediciones hechas en 1970, la longitud alcanzada hasta ese momen-to era de aproximadamente 199 km. con una superficie total cercana a los 2.801 km2 (Ministerio de Economía, provincia de Buenos Aires, 1972). Pero estas cifras no pueden to-marse en modo alguno como definitivas dado

que el carácter dinámico del delta hace supo-ner que a fines del siglo venidero se haya proyectado hasta las inmediaciones del puerto de Buenos Aires, en cuyo caso el acceso al mismo se ve-ría enormemente dificultado por una barrera fangosa que imposibilitaría no solo el ingreso de buques de gran calado al principal puerto argentino, sino que haría cada vez más preca-ria la navegación en un vasto sector del río de la Plata. El presente trabajo desarrolla una explicación de por qué una de las regiones potencialmente más ricas de Argentina, si tomamos en cuenta su cercanía a la ciudad de Buenos Aires; la ap-titud climática; la feracidad de sus tierras para la actividad agroforestal y las vías de acceso por agua y tierra, permanece aún hoy y desde tiempos de la colonia, en un marcado aisla-miento poblacional y una ausencia total de de-sarrollo agro-industrial. En contra del pensa-miento generalizado que sostiene que la falta de integración a la vida socioeconómica del resto del país, se debe exclusivamente tanto a la inexistencia de ventajas comparativas res-pecto de la tierra continental, como al hecho que por tratarse de suelo isleño todas las actividades desarrolladas en él están necesariamente condicionadas a punto tal de hacer fracasar todo intento de desarrollo regio-nal, este trabajo pone el acento en que la prin-cipal causa que ha determinado el fracaso de la mayoría de los intentos que a lo largo del período 18561934, intentaron incorporar de modo efectivo a la región en el crecimiento económico de la nación, ha sido la implemen-tación por parte de los sucesivos gobiernos provinciales de un régimen de tenencia de la tierra pública, destinado a impedir la parcela-ción y venta de las tierras al productor directo, salvo cuando esta práctica estuviera orientada a generar recursos fiscales que ayudaran a las

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distintas administraciones a equilibrar los dé-ficit presupuestarios. A lo largo de la dominación española las islas del Delta bonaerense fueron exclusivo asiento de las reducciones jesuíticas, destinadas a im-partir enseñanza y adoctrinamiento entre una gran cantidad de tribus indígenas que la ma-yoría de las veces permanecían fuera del al-cance de las autoridades seglares. Y es recién en 1823 cuando se registra lo que parece ser la primera solicitud de tierras en la zona, que es denegada por el gobierno de Buenos Aires al considerar que las islas estaban comprendi-das dentro de las denominadas tierras de pas-toreo o "pan llevar". Tres años después y ba-jo la presidencia de Rivadavia, se sanciona el primer decreto que afecta a las islas del Para-ná, al establecer que los arroyos y ríos perma-nentes servirán de límites a las tierras públi-cas a fin de que el Estado entre en conoci-miento de su patrimonio territorial. Pero será Marcos Sastre, representante del romanticis-mo argentino y profundo conocedor de la re-gión, quien en 1858 al publicar El Tempe ar-gentino, pone en conocimiento a la sociedad rioplatense acerca de la existencia de esos "pagos isleños", reducto exclusivo hasta en-tonces, de "matreros" prófugos de la justicia, gauchos cimarrones y opositores políticos al régimen rosista. Esta obra presenta a "la delta" como un lugar edénico, un símil del valle griego por su exu-berancia y fertilidad, que debe ser colonizado y explotado industrialmente de modo racio-nal, es decir, preservando las, condiciones na-turales de su flora y fauna; evitando los dese-quilibrios ecológicos que provoca la elimina-ción irracional de esas condiciones. Su prédi-ca se encamina fundamentalmente a poner de manifiesto las enormes posibilidades agríco-laindustriales de la zona, con el fin de llamar la atención de nativos y extranjeros para que se establezcan y encaren el desarrollo de la región. Según Sarmiento, Sastre fue el primer hombre culto que aplicó el raciocinio a la rea-lidad y vio en las islas, terrenos adaptables a la actividad industrial. En el momento de su aparición El Tempe ar-

gentino tuvo un gran recibimiento, los críti-cos de la época lo llegaron a comparar con el Facundo del mismo Sarmiento, pero no todas fueron alabanzas. Santiago Albarracín en sus Apuntes sobre las islas del Delta argentino nos dice que los mismos pobladores de las is-las, en la época de la aparición del libro de Marcos Sastre no pudieron dejar de protestar por esa expresión de literatura galana, ajena a la realidad que pretendía describir. Por el contrario, estos primeros tiempos no resulta-ron fáciles para muchos de los improvisados pobladores que emprenden la explotación de esas tierras en algunos casos sin los suficien-tes conocimientos agrícolas, en otros, los más, delegando la responsabilidad productiva a capataces o simples peones. Dándose tam-bién el caso en que algunos de estos poseedo-res viéronse obligados a pagar importantes sumas de dinero a aquellos que presentaban títulos de posesión obtenidos furtivamente y a pretendidos pobladores antiguos que alegaban tener derecho sobre toda una isla, por el sólo hecho de haber plantado algunas estacas de sauce en el pasado, o bien por haber levanta-do un ranchejo para abrigarse cuando corta-ban leña o recogían frutos silvestres. En la provincia de Buenos Aires al promediar el siglo XIX, existía gran cantidad de tierra pública ocupada por enfiteutas, que en su ma-yoría nunca habían pagado las sumas estable-cidas, pero sí cobrado altos cánones a sus arrendatarios. Esto llevaría a que el Estado de Buenos Aires, seccionado de la Confedera-ción Argentina luego de sancionada la Cons-titución de 1853, dictara una serie de leyes y decretos dirigidos a reparar en parte esta si-tuación, buscando no sólo que las tierras fis-calmente improductivas pasaran a engrosar la exhaustas arcas estatales, sino también a inte-rrumpir el proceso especulativo iniciado tres décadas atrás. En tal sentido, se sanciona en 1857 una ley sobre arrendamiento de tierras del Estado a largo plazo, en un intento por subdividir las tierras enfiteúticas y entregarlas en propiedad individual. Pero esta norma no sería todo lo efectiva que se pensó en un primer momento,

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dado que si por un lado establecía el arriendo en un máximo de ocho años y el pago de las mejoras introducidas en los campos, por otro facultaba al subarrendatario a reemplazar ante las autoridades al arrendatario directo, y ade-más al gobierno provincial a vender las tierras cuando lo creyese conveniente. Estas dos consideraciones serán fundamentales para comprender por qué una importante cantidad de tierras de la provincia, se verá sumida en una profunda inactividad económica. El te-mor a perder sus derechos sobre las tierras adquiridas, hará que los arrendatarios no su-barrienden sus campos y tampoco los trabajen directamente, al pesar sobre ellos la posibili-dad de ser vendidos en cualquier momento (Gallo, Cortés Conde. 1968). Dentro de este contexto, la amplia zona del Delta bonaerense se vería afectada al prome-diar el siglo XIX por una actividad de tipo ex-tractiva carente de todo intento colonizador oficial. Sólo Sarmiento desde las páginas del periódico El Nacional difundirá la vida en el "Carapachay", nombre con el que designa a la región isleña. Importante fue su accionar en favor del poblamiento y desarrollo de la zona en su doble condición de periodista y legisla-dor provincial. En uno de sus discursos pro-nunciados en el transcurso de 1857 y a sólo dos años de su primera visita a la región, de-mostraba no solo conocimiento del trabajo y sufrimiento de sus habitantes (inmigrantes en su totalidad), sino también el compromiso asumido como representante de sus intereses. Hecho que se vería reflejado en su reclamo de levantar un plano de la región para poder dar en propiedad las tierras trabajadas, reuniendo en cuenta el progreso registrado en tan breve tiempo. De este modo, su iniciativa inspirará los pri-meros instrumentos jurídicos que enmarca-rían buena parte del futuro de esas tierras, dando así inicio a la explotación sistemática de las mismas. El primero de estos decretos-ley de posesión, acordado por la legislación provincial, sostenía que debido a los pleitos que sobre la posesión de las islas del Paraná se venían produciendo y teniendo en cuenta

que no había ley escrita que determinara la justa posesión de esas tierras, el gobierno de la provincia establecía que la misma se otor-gara por población antigua, por plantaciones y concesiones hechas por el juez de Paz de San Fernando. Pero el título de posesión re-gistrado no tendría valor alguno si un año después de otorgado no se hubiese levantado en el terreno casa, rancho o plantío que acre-ditaran la posesión del mismo (Decreto - Ley del Estado de Buenos Aires s/n, 23 de julio de 1856). Al respecto Sarmiento dirá "Hemos re-gistrado ayer un decreto del gobierno por el cual se constituye un jurado para resolver las cuestiones que la posesión de las islas susci-tare, y las reglas de jurisprudencia que ha-brán de seguir los jueces al dar sus fallos (...). Las islas del Paraná pertencen aún al dominio público, de que es gerente el gobier-no; él arrienda las tierras útiles o da pose-sión de las islas, (...) y la ley no entra sino cuando el dominio es traspasado a los parti-culares. (...) hacíase esperar una disposición de este género. Las islas se transforman de un año a esta parte y brazos y capitales acu-den a sustentar una numerosa población. Mayor sería el movimiento si una ley hubiese asegurado directamente la propiedad, que in-directamente acuerda el trabajo y el capital empleado. (...) preciso era poner término a este estado y el gobierno ha creído conse-guirlo, creando un jurado, para que decida según reglas de equidad, las cuestiones que se suscitan (...) reglas fundadas en las cos-tumbres establecidas en las islas, y en princi-pio de justicia y derecho. " (El Nacional, 24 de julio de 1856). Para Sarmiento los efectos de este decreto se verían con el tiempo, pero el hecho funda-mental era que las islas ya habían pasado a formar parte de la riqueza del Estado aportan-do un vasto campo para el desarrollo indus-trial, y en tal sentido el segundo decreto-ley sancionado un año después, estaba llamado a complementar jurídicamente al anterior en un intento por evitar futuras cuestiones judicia-les, autorizando a los jueces de Paz de los pueblos de San Nicolás, San Pedro, Baradero

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y Zárate a conceder posesión sobre islas a to-dos aquellos particulares que lo solicitaran. Pero pasados casi dos años de esta iniciativa, será nuevamente el futuro presidente de la re-pública el encargado de reclamar la atención de Estado bonaerense a fin de que se instru-mente una solución para terminar con los in-cidentes que se venían desarrollando en la re-gión, provocando no pocos abusos y trope-lías. Sarmiento no estaría sólo en este llamamiento ya que Alejandro Magariño Cervantes al pro-logar la primera edición de El Tempe Argen-tino, dirá que entregar la concesión de las tie-rras isleñas es la única manera de evitar la ruina de los cultivadores; "...,porgue el natu-ral amor a la propiedad dará nuevo aliento a sus dueños; (...) le servirá de crédito para ob-tener fondos para llevar adelante y poder es-perar la época de los beneficios; y porgue los que no tengan fuerzas para poder continuar podrán vender sus posesiones a otros más acaudalados ". Agregando, en un todo de acuerdo con las ideas de Sarmiento, que el instrumento que estaría llamado a dar "...un impulso a la agricultura e industria isleña; lo que anticiparía la mitad de un siglo el porve-nir del Tempe, lo que lo transformaría en una fuente de riquezas para el país, en una nueva California para los hombres de trabajo, sería la realización del ferrocarril proyectado de Buenos Aires a San Fernando. Entonces el archipiélago del delta quedaría a una hora de camino de Buenos Aires y se presentaría a las puertas de este gran mercado con sus fru-tos y legumbres " (en Marcos Sastre, 1858). No obstante, ni la instrumentación de estos decretos ni los reiterados llamamientos públi-cos para que las autoridades supervisaran su cumplimiento, lograrían mejorar la situación precaria en la que se encontraban los pobla-dores de la región. Es por ello que en no po-cas sesiones de la legislatura provincial se pondrá de manifiesto la profunda preocupa-ción de los isleños ante la falta de títulos de propiedad, comprendiéndose la premura de estos en obtener garantías del Estado para in-vertir en el desarrollo productivo del delta.

Pero esta acción desarrollada en la zona -colonizadora por un lado y jurídica por el otro,- si bien permite que se establezca un nú-mero considerable de colonos que instalan las primeras sementeras y viveros en las islas ge-nerando una pequeña industria de productos frutales y conservas, no lograría resultados positivos respecto al tema de la propiedad de las tierras que se seguirá determinando de acuerdo al derecho consuetudinario que reco-noce la propiedad de las mismas a quien las habita y trabaja. Contemporáneamente con estos hechos se discute en la legislatura las garantías que se darían al capital extranjero que se disponía a invertir en una línea férrea que llegaría hasta San Fernando, pero una cerrada oposición al desarrollo poblacional de la región, aborta la iniciativa y recién a fines de 1864 una compa-ñía británica logrará llevar hasta San Fernan-do la primera línea férrea, que dos años más tarde se prolonga hasta la localidad de Las Conchas. De este modo, la aproximación del ferrocarril del norte y el incremento del tráfi-co portuario estimulan la actividad agrícola que se venía desarrollando desde mediados de siglo por mas de un centenar de "chacras" de-dicadas a la explotación de productos forraje-ros y de horticultura, incrementando el volu-men de la producción isleña que comienza a ser trasladada en mayor cantidad hacia Bue-nos Aires. Después de producidos los enfrentamientos de Cepeda (1859) y Pavón (1861), aconteci-mientos ambos que determinarán la suerte de la nación en su conjunto, la legislatura bonae-rense sanciona algunas leyes que autorizan la venta de tierras arrendadas al interior de la lí-nea de fronteras con el indígena. Permitiendo su acumulación en pocas manos y la conver-sión de gran parte de los arrendatarios en efectivos dueños de las mismas. Hacia fines de los años sesenta bajo la presi-dencia de Sarmiento, el gobierno provincial amplía la legislación sobre la posesión de tie-rras fiscales acordando a los pobladores de las islas un lapso exiguo de tiempo (tres meses) para presentar sus títulos de posesión en el

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departamento topográfico provincial a fin de ser registrados. El motivo de tal medida res-ponde a que en el juzgado de Paz de San Fer-nando desde la reglamentación del decreto-ley de 1856, no se había llevado a cabo un adecuado registro de las concesiones efectua-das. Por lo tanto, la falta de datos sobre los tí-tulos otorgados, hacían imposible solucionar las numerosas cuestiones legales planteadas. Es así como en 1871 se sanciona la ley de Venta de tierras ubicadas al exterior de la lí-nea de fronteras, que al no obligar a los ad-quirentes de los terrenos a que las habitaran, ni a realizar inversión alguna de capital, per-mitirá que se continúe con el proceso de acu-mulación de tierras iniciado en la década an-terior. Y más allá del reclamo de algunas vo-ces que se pronuncian en contra de esta situa-ción, las presiones de distintos sectores de la provincia lograrán que predominen en el seno dé la legislatura bonaerense los intereses ga-nadero-latifundistas (Fernando Barba, 1982). Cuatro año después y a instancias del poder ejecutivo provincial, se elabora un proyecto de ley a fin de beneficiar a los auténticos po-bladores del interior bonaerense. Es decir, i a los poseedores de pequeños capitales, en un intento por promover el desarrollo de la agri-cultura y el crecimiento demográfico de la re-gión. Este proyecto minifundista terminaría siendo sancionado a fines de 1876. Sin em-bargo, los efectos locales de la crisis interna-cional de 1873, entre los que podemos mencionar la es-casez de circulante y la restricción del crédito público y privado, obligarían a los legislado-res provinciales a sancionar a comienzos de 1878 una nueva ley que permitirá la forma-ción legal de latifundios. Logrando de ese modo que la tesis fiscal, basada en el princi-pio de vender tierras públicas con el fin de in-crementar el presupuesto provincial, se impu-siera sobre el criterio poblacional. Entre tanto y a veinte años de la caída de Ro-sas, un hecho imprevisto y desgraciado habría de contribuir a desarrollar un rápido pobla-miento de la margen ribereña del río de la Plata ubicada al norte del actual barrio de Nu-

ñez. Me refiero a la epidemia de fiebre amari-lla que se abate sobre la ciudad de Buenos Ai-res en 1871, diezmando familias enteras e im-pidiendo el desarrollo de numerosas activida-des públicas y privadas. Convirtiéndose en factor decisivo para la ocupación poblacional de la zona nor-te, al comprobarse el escaso número de vícti-mas fatales que se registraban en el radio comprendido entre los actuales partidos de Vicente López y Tigre. De esta manera y al amparo de este natural cerco sanitario, se ini-cia la llegada de numerosos habitantes que comienzan a ocupar las tierras altas situadas en Punta Chica, Virreyes, Victoria e islas de San Fernando. Simultáneamente con todos estos aconteci-mientos, se desarrolla en toda la zona ribere-ña la industria de astilleros que recibe un im-portante impulso no sólo de los muchos ase-rraderos que desde décadas atrás se dedicaban a reparar y construir pequeñas embarcaciones, sino también y de modo fundamental a la ins-talación sobre el río Luján de los antiguos ta-lleres de la Armada nacional. Finalmente en 1879 y anticipándose casi una década a la concreción de su anhelo legislati-vo, Sarmiento escribe por última vez en las páginas de El Nacional acerca de la necesidad de legislar sobre la propiedad de los terrenos isleños, diciendo que "...está por fin en cami-no de sancionarse el proyecto de ley que pro-pone ceder y asegurar la propiedad de las is-las a sus poseedores legales (...)Veinte veces se ha traído este asunto a las cámaras, y otras tantas ha sido retardado su despacho para poner término a tantas divagaciones e incertidumbres la propiedad de las islas debe ser otorgada a sus actuales poseedores, sin mensura y sin otras condiciones que aquellas en cuya virtud poseían. (...) las islas están po-seídas desde hace veinte o más años, con títu-los posesorios, que han sido transmitidos de unas personas a otras por ventas, traspasos, etc.; porque el título y la prueba de posesión consiste en la plantación de árboles, zanjeos o habitaciones permanentes de los propieta-rios". Concluyendo que para estos inmigran-

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tes el poder ser llamados propietarios les dará una satisfacción postergada a lo largo de mu-chos años. Con el ingreso en la década de los años ochenta, distintos acontecimientos marcarán un nuevo rumbo en la historia del país. Por un lado se logra la incorporación definitiva de la tierra ubicada al sur del río Colorado, y por otro, se produce la capitalización de la ciudad de Buenos Aires. A1 poco tiempo, Argentina entra de lleno en el mercado mundial favore-cida por su importante desarrollo agropecua-rio, y de país que no figuraba en el concierto internacional pasa a los primeros puestos co-mo exportador de productos alimenticios. Es-to conduce a que en el ámbito interno se pro-duzca un importante proceso de valorización de la tierra a partir del surgimiento de las lla-madas ventajas comparativas con otros mer-cados productores de productos primarios, su-madas al aporte inmigratorio y a la entrada de capitales extranjeros. Como consecuencia de esta situación y a me-dida que crece el con sumo y la exportación de trigo, se produce una mayor demanda de tierras, transformándose en el rubro de inver-sión preferido y fundamental vehículo de es-peculación para la élite dominante. Esta valo-ración que afecta principalmente a las zonas agrarias del litoral pampeano no sólo impide que el inmigrante pueda acceder a la propie-dad de la tierra, sino que además absorbe la mayor parte del capital extranjero ingresante y que en lugar de ser orientado hacia el desa-rrollo industrial, queda inmovilizado en el sector primario de la economía a través de la compra de grandes extensiones de tierra, a partir de la adquisición de cédulas emitidas por el Banco Hipotecario Provincial (Ferns, 1968). Fin de la primera parte, continúa en Revista N° 13.

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I. BORGES Y MORÓN El sábado 14 de Julio de 1984 se realizó en el Club Morón de nuestra ciudad un encuentro con Jorge Luis Borges. La iniciativa que hizo posible este hecho se debió al entonces Secre-tario de la entidad mencionada Sr. Oscar Méndez. Hoy a 12 años de aquella experiencia me pide que escriba una líneas sobre esa tarde. Dedi-qué dos años a transcribir lo que Borges dijo. Es posible que esta circunstancia y mi fervor por Borges justifiquen estas líneas, que no de-jan de ser un testimonio. Lo que ocurrió ese sábado fue extraño. Se realizó en un gimnasio improvisado como sa-la de conferencias y congregó alrededor de 500 personas. Quizás Borges hubiera podido suscribir aquellas líneas de Descartes: "...tengo motivos para creer que en Francia sola-mente me querían como un elefante o como una pantera, por la rareza...” (carta a Chanut del 31-3-1649). Sea como fuere no es confia-ble explicar la magia de esa tarde. Quizás co-mo el mismo Borges decía de la literatura: simplemente sucedió. No fue la única vez que Borges estuvo en Morón, había estado en otras oportunidades, pues lo unía una amistad que se expresaba en el diálogo, con los hermanos Julio César y Santiago Dabove. Borges recordó ese día su amistad con ellos y sus tardes en Morón con estas palabras: "Tengo el recuerdo de largas conversaciones sobre metafísica, sobre todo sobre Butler, so-bre Hume y sobre Shopenhauer; y sobre Ma-cedonio Fernández también. Tengo el recuer-do de largas conversaciones, de asados y de guitarra tocada por Santiago Dabove". No fue el único testimonio dejado por Borges acerca de Morón. Su relación con nuestra ciu-dad estaba anudada a través de su amistad con los hermanos Dabove. Tan es así que Borges había prologado el libro de Santiago

Dabove, “La muerte y su traje” y había ev o-cado a Julio César Dabove en un pasaje de su poema "Buenos Aires" (2). "Es una esquina de la calle Perú, en la que Julio César Dabove nos dijo que el peor pecado que puede come-ter un hombre es engendrar un hijo y senten-ciarlo a esta vida espantosa". Borges además comentó este pasaje en Carri-zo, Borges, el memorioso (3), donde también recordó que Bartolomé Hidalgo murió en Morón. En Ferrari, Diálogos Últimos (4), Borges cuenta una anécdota de Macedonio Fernández y Santiago Dabove. También nos visitó un año después en el mismo lugar. Pero "ese alto río (que) roe las estrellas" (5) - el tiempo- lo había desgastado rápidamente. Borges refirió que iba a dar esta conferencia de 1985 en Morón en Ferrari, libro de Diálo-gos (6). Fue un año antes de su muerte y fue la última vez que visitó nuestra ciudad. Pero en ese mismo libro, en la página 32 hace refe-rencia al encuentro del 14 de Julio de 1984. Es este encuentro el que se justifica retener y subrayar sobre el fondo de la relación de Bor-ges con nuestra ciudad y también con respec-to a otros hechos que acontecieron en Morón. Así como todo pasado no es historia; es posi-ble pensar, por el contrario, que un pasado re-ciente pueda ser lo suficientemente significa-tivo como para considerarlo histórico. Los pá-rrafos que siguen intentarán justificarlo para esa tarde del sábado 14 de Julio de 1984. Hubo una característica de conversación ínti-ma casi de confidencia en la palabra del escri-tor; intimidad que fue más una entonación que un contenido, y la recuerdo como Borges dijo de Macedonio "con esa voz que fue su-ya" (7). , Cuando Graciela Puente - decana de la Facul-tad de Filosofía y Letras de la Universidad de Morón - leyó la transcripción de las palabras de Borges dijo esa tarde, me envió unas líneas que hacen más justicia a su sensibilidad que a

BORGES EN MORÓN Ricardo H. Ruiz*

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la mía: "...una laboriosa tarea, en cuya génesis subyace la admiración, el asombro" No se podría describir con mayor precisión los estados psicológicos que despertaron las pala-bras de Borges. Palabras que ya habíamos es-cuchado y leído. No eran su novedad, ni su originalidad. Como un prestidigitador que siempre nos hace el mismo truco y siempre nos sorprende, su efecto estaba en la belleza de lo clásico. La repetición de lo clásico, lejos de saturar, ahonda y repite el misterio de su belleza. La magia de esa tarde ni siquiera, quizás, sea parte de la literatura, sino de una magia que el orden del mundo posee, y que algunas veces, cosas tan diversas como la literatura, la músi-ca, el conocimiento, el amor; o tan contingen-tes como una situación, son capaces de reve-larnos. Borges había vuelto a Morón después de veinte años y sus primeras palabras fueron para interpretar el clima de expectativa anhe-lante que lo envolvía. Dijo: "Muchas, gracias. Estoy muy emocionado. Volver a Morón, recordar a Julio César Dabo-ve, a Macedonio Fernández, tantos recuerdos inefables, muy queridos que vuelven ahora." Se le hicieron veintisiete preguntas que abar-caron desde referencias a figuras (Macedonio Fernández, Leopoldo Lugones, José Ingenie-ros, Jean-Paul Sartre, Soren Kierkegaard, Walt Whitman) hasta preguntas metafísicas (Dios, la Nada, el Tiempo, el Destino, la Inmortali-dad) pasando por temas estrictamente litera-rios sobre su obra (el poema "El ajedrez", los cuentos "Tlon, Ugbar, Orbis Tertius", "Pierre Menard, autor del Quijote", "El Aleph") y so-bre otras obras (el "Ulises" de Joyce, "El Mar-tín Fierro" de José Hernández). Cuando se le pidió que recitara algunos poemas suyos recitó dos: "Spinoza" y “Alusión a una somb ra de mil ochocientos noventa y tantos". Dijo muchas cosas que ya había dicho otras veces, pero fueron nuevas para todos, para los que nunca las habían escuchado y para los que habían frecuentado a Borges. Sus respuestas siempre tenían un giro inesperado y sorpren-dente. Imposible presentar la totalidad de las respuestas. Tampoco es necesario. Este testi-

monio si algún fin tiene no es rescatar del ol-vido una voz que será perdurable más allá de lo que dijo esa tarde, sino establecer que algo perdurable también fue dicho esa tarde en Mo-rón, con "esa voz que fue suya". Como demos-tración transcribimos dos respuestas. Las res-puestas de Borges a las preguntas que se le formularon esa tarde, demuestra que si hay preguntas convencionales las respuestas no tienen necesariamente que serlo. II. LAS PALABRAS DE BORGES Pregunta 23: La protagonista de "El Aleph" (8) ¿existió realmente y estaba usted enamorado de ella'? " (J. L. Borges): Esa pregunta es una pregun-ta un tanto indiscreta. Pero, bueno, ya que es-tamos solos usted y yo, ya que le hemos dado un nombre falso le digo que sí. Yo estaba ena-morado cuando escribí ese cuento, sí. Pero lo importante ahí no es ella, lo importante...el punto de partida fue otro. Yo pensé en el con-cepto teológico de eternidad. La idea de que todos los instantes, todos los instantes del mundo se reúnen en un solo instante divino para la divinidad. Es decir, "todos los ayeres" como dice Shakespeare, "All the yester-days" (9). Todo lo presente, todo lo porvenir, se concentran en un solo instante que es la eternidad. Yo pensé aplicar esa categoría a algo más humilde, que no es el tiempo sino el espacio. Porqué no suponer un punto en el que convergen todos los puntos del universo.” "Yo tenía que lograr que el lector creyera en eso, y entonces, pensé, - buenos -, voy a bus-car un lugar, una calle más o menos gris. Así, bueno, la calle Lavalle. Vamos a suponer un ambiente bastante mediocre también, el am-biente del escritor, el de Beatriz. El del aman-te de Beatriz. Vamos a suponer todo eso en un sótano, y entonces... Es decir, yo apliqué la idea de eternidad, que es una idea temporal, yo la apliqué al espacio y le di el nombre de Aleph. El aleph es la primera letra del hebreo y es el primero de los de los números transfi-nitos que ideó Cantor. "Cantor ideó una serie de números a los cuales no se llega por enu-meración. Es decir, usted cuenta l, 2, 3, 4 y

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cuenta durante muchas generaciones, no llega al Aleph que es un número que no tiene suce-sor. Y él creó toda esa matemática transfinita; y le puso Aleph al primer número transfinito. A mí me gustó la idea, que se escribiera con ph. Queda muy bien El Aleph: A, L, E, P, H, queda mejor que A, L, E, F, y escribí ese cuento que dicen que salió muy bien. Pregunta 17: El Tiempo " (J. L. Borges): Para mí el tiempo es el pro-blema esencial. Si supiéramos qué es el tiem-po sabríamos todo. Ahora, hay una frase de San Agustín que está en las Confesiones (IO) -creo - o en la Ciudad de Dios, no estoy segu-ro. "¿Qué es el tiempo? si no me lo preguntan lo sé, si me lo preguntan, lo ignoro ". "Ahora, eso puede ser interpretado de dos modos. Puede querer decir siento que es el tiempo, pero si me lo preguntan no puedo de-finirlo. Pero yo creo que esa frase no quiere subrayar la ignorancia. Quizás quiere decir si me lo preguntan no puedo contestar pero sé lo que es, que el tiempo es, desde luego, sucesi-vo, nuestra vida está condenada a lo sucesivo. Sin embargo hay algo que permanece que es el yo. "Ahora, sobre el curso del tiempo, hay - que yo sepa- dos teorías. La común es que el tiem-po fluye desde el pasado hacia el presente y luego hacia el futuro. Pero hay otra, hay un soneto de Unamuno que habla del tiempo que dice que su manantial es el mañana (II ). Y el reloj del inglés Bradley que dice que el tiempo fluye hacia nosotros desde el porvenir y que llamamos presente al momento en que el por-venir entra en el pasado (12). Es decir, que nosotros vivimos contra la corriente. Pero no sé si eso es importante. Quizás el hecho que solo podemos concebir el tiempo como un río. Creo que esa es una metáfora esencial. La idea de que el tiempo fluye hace que se nos ocurra inmediatamente. Y es verdad. Buenos: " Nuestras vidas son los ríos “Que van a dar a la mar " ¿Qué es el morir? (l3) "Hay una línea de Tennyson que dice: " Time flowing in the middle of the night (l4)

El tiempo que fluye en la mitad de la noche " Es decir, todos duermen, la gente duerme, todo está quieto, y el tiempo, ese río silencioso sigue, fluyendo. En fin, hay mucho en relación al tiempo, pero para mí lo esencial es que, fe-lizmente, nunca sabremos, de modo que tene-mos que seguir pensando y soñando. Hay la posibilidad también de que el pasado sea una ilusión, que la Historia Universal em-piece en este momento que todo lo que ha ocu-rrido antes sea parte de cada uno de nosotros. " En fin, hay tantos y tantos modos de ver el tiempo. Pero yo creo que siempre lo vemos como sucesivo. Hay una frase del místico in-glés William Blake que dice: " Time is the Mercy of the eternity (l5) " El tiempo es la limosna de la eternidad " Y Shopenhauer dice, paralelamente, que si pudiéramos ver toda nuestra vida directamen-te, moriríamos abrumados. Es decir, el tiem-po, es la merced, es el don de la eternidad. RECUERDOS DE AQUELLA VISITA -Preparábamos la visita de Borges a Morón… Tocamos el portero eléctrico de Maipú al 900. Nos abren la puerta sin preguntarnos nada. Pulsamos el timbre del departamento y Borges mismo nos recibe. Recién ahí, nos pregunta quiénes somos. Al rato de conversar sobre el evento en Morón y de otros temas, nos lleva a su cuarto y nos pregunta si hay un tigre de loza blanco con ra-yas azules, japonés, en la pared. Le contesta-mos que sí. Después nos interroga acerca de la existencia de algunos libros con comentarios suyos en los márgenes, en una pila. Le deci-mos también que sí, Entonces dice: -A veces aparecen erl las casas de remate de Londres. Cuando bajábamos en el ascensor hacia el Fairlane, donde esperaba el chofer voluntario y un amigo grandote para cuidarlo del entu-siasmo de la gente (Borges era físicamente una hoja seca), le preguntamos por cuarta vez cuáles eran sus honorarios, Él respondió: -Ése es un problema suyo, Méndez. -Pero Maestro, ¿cómo hacemos, le parece bien $10,000? - Me parece una suma fastuosa, pero que sean

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9, los números pares traen mala suerte, En la puerta del Club Morón, Pepe Boleti, el portero, comanda una guardia de honor espon-tánea, formada por los empleados presentes, en dos filas, que aplauden el ingreso titubeante del Maestro, También gritan "Borges, Borges!" unos niños jugadores de basquet que llegan en un micro. Borges comenta: - Creen que soy Sábato, Asombroso fue ver a antiguos socios del Club Morón jugando a los naipes, pared por medio, inmutables mientras el escritor más trascen-dente de la historia de los argentinos desgrana-ba su genio ante 500 personas. En una de las charlas que felizmente pudimos mantener con Borges, le comentamos sobre una entrega de carnets de poeta que se hacía en Morón. Él sólo dijo: -¿No me diga? ¿No me puede conseguir uno? De regreso a la Capital, Borges promete vol-ver todos los años a estos pagos caros a su co-razón (volvería al año siguiente). Le habíamos regalado una pipa de marlo de choclo norteamericana, que aceptó encantado. El regalo no era inocente, puesto que todos sa-bíamos de su amor por Mark Twain. En el viaje de regreso, le preguntamos si tenía él sobre con sus honorarios que le habíamos guardado en el bolsillo interior del sobretodo, - No sé -dijo- pero tengo la pipa. O.M. " Es decir, no es dado ver todo sucesivamente porque sino sería demasiado terrible, la expe-riencia nos abrumaría. Por eso por una espe-cie de merced divina, nos es dado sucesivo y desde luego, somos sucesivos. Porque a cada uno al cabo del día nos han sucedido miles de cosas, miles de impresiones. Stevenson dijo que lo que sucede en cinco minutos, es algo que no podría expresarse en el vocabulario de Shakespeare que es tan rico. Es decir, cada instante nuestro, - bueno - ...al cabo del día hemos estado, - yo creo -, quizás, en el paraí-so, a veces, en el infierno. La idea de Ulises (16) es ésa al cabo de un día, a cada hora, han sucedido todas las cosas. Yo creo que si fuéramos realmente poetas sentiríamos cada

instante como poético. Es la idea, por ejem-plo, de que el momento en que vemos una puesta de sol es poético, y no nos fijamos en una silla, una taza; es un error. Cada instante de la vida de un hombre debería servirle a la poesía, pero no somos lo bastante sensibles. Elegimos algunos y no miramos los otros. " Y a mí me impresiona especialmente el tigre, y debería impresionarme también un ciervo, y me impresiona menos., y sin embargo, eso su-cede día a día. Quizás, ningún hombre sea dig-no de sentir el universo de cada día, en el lu-gar más sencillo. III. LAS IDEAS DE BORGES En cada palabra de Borges no sé si estarán to-das las palabras pero sí están todas sus ideas. A pesar de la diversidad de formulaciones, se podría decir que la idea que reaparece perma-nentemente es la que encierra como caracterís-tica más general de la existencia humana lo in-conciliable de su condición: la de una vida corta hecha de esperas largas, la de una me-moria que es una forma del olvido, y la de un olvido que es a la vez condena y perdón, la transitoriedad de la vida y la de que algo per-dura, somos un individuo en particular y so-mos todos los hombres, cada acontecimiento es único y, sin embargo, ha sucedido muchas veces y seguirá sucediendo, la finitud de la vi-da y la supervivencia en la memoria de los otros, el determinismo de los acontecimientos cuyo desconocimiento llamamos azar (que conduce nuestros pasos y determina nuestros encuentros). Borges resume estas contradicciones en algu-nos símbolos como el laberinto. Emblema de la desesperación de estar perdido en aberrantes y estrechos pasadizos espaciales, el laberinto describe una situación particular creada por un diseño tortuoso, pero que algún héroe lúcido y valiente podría superar. Pero el hombre no es-tá perdido en el espacio limitado sino en el es-pacio y en el tiempo infinitos y no hay ingenio ni valor que lo pueda sacar de allí. Borges mantiene siempre presente esta desesperación, la atrae, su poesía la disuelve, y el alivio que sentimos es el placer que nos alcanza su lectu-

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ra. Esa tarde en Morón repitió esa magia. REFERENCIAS (1) Bs. As., Alcántara, 1961. Este prólogo se encuentra Americanos (A.A.E.A.) reproducido en Prólogos de Borges (Bs.As., 1975, p. 49). (2) Elogio de la Sombra (1969). Borges. Obras Completas, Bs.As., Emecé, 1974. p.1009. (3) Bs.As. F.C.E., 1982, p. 11, 16, 178 y 218. (4) Bs.As. Sudamericana, 1987. p. 119. (5) Línea 14 del soneto de Borges "México 564". (6) Bs. As., Sudamericana, 1986. (7) Las referencias a Macedonio Fernández que hace Borges, aparecen - ante todo - como el retrato de una voz. En el poema "La fa-ma" (La cifra, Bs.As., Emecé, 1981. p. 77, lí-nea 7) Borges dice: "Leer a Macedonio con la voz que fue suya". No dice las ideas de Mace-donio sino su voz. Lo mismo dijo en una con-ferencia que pronunció en la "Sociedad Luz", el 27-4-62. También en "El testigo" (El hace-dor 1960 .Borges, Obras Completas, Bs.As., Emecé, 1974, p. 796) dice: "¿Qué morirá con-migo cuando yo muera...? "¿La voz de Mace-donio Fernández..? (8) Cuento que da nombre al volumen El Aleph (1949). En pág. 617 de las Obras Com-pletas, Bs.As., Emecé, 1974. (9) En Macbeth, Acto V. esc. 5 (Macbeth): To-morow, and to-morow, and to-morow Creeps in this petty pase from day to day To the last syllable of recorded time And all our yesteday have lighted fools the way to dusty deadh.. The Complete Woks of William Shakespeare, ed.by William George Clark, N. Y. grosset Dunlap, 1864 (p. 1004, col. 2) El subrayado no pertenece al original. La traducción de Luis Marín dice: "El mañana, y el mañana, y el mañana avanzan a pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable: y todos nuestros ayeres han alumbrado a los locos el camino hacia el pol-vo de la muerte." William Shakespeare. Obras Completas, Madrid, Aguilar. 1960 (p.1607, 2a. columna). Borges escribió dos sonetos con el título "All our yesterdays" y otro titulado "Todos los aye-res un sueño".

(10) San Agustín. Confesiones, Libro XI, Cap. 14, s.17). (11) Soneto LXXXVIII, "Rima Des-cripta", Rosario de Sonetos Líricos. (12) Francis Herbert Bradley. Apparence and Reality. A Metaphysical Essay (1893). (13) Jorge Manrique. "Coplas a la muerte del maestre de Santiago, don Rodrigo Manrique". (14) Línea 39 del poema "The mystic". (15) En el Soneto "Edipo y el enigma" (El otro, el mismo 1964) Borges dice: "Nos ani-quilaría ser la ingente Forma de nuestro ser: piadosamente Dios nos depara sucesión y olvi-do". Pero la frase de Blake admite otra inter-pretación que no excluye la anterior. El térmi-no limosna encierra cuatro sentidos: (a) el de parte despreciable, ínfima, respecto a la eternidad. (b) el de piedad, frente al peso abrumador de la eternidad. (c) el de transito-riedad de la vida, su vanidad, su insignifican-cia, su evanescencia. (d) el que esa limosna es todo lo que podemos tener. (16) Se refiere al Ulyses dejames Joyce. *Profesor Titular de Psicología e Investiga-ción (U.N.L.P.) Miembro Directivo de la Aso-ciación Argentina de Estudios Torre Agüero (A.A.E.A.)

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De esta estancia situada en el cuartel 10 del partido de Baradero, se desarrollan para esta publicación los siguientes puntos: a) "Los Álamos" 1685-1950 b) b) Aspecto Edilicio. c) Sus propietarios, en relación con la Historia Nacional y Regional. d) Por qué “Los Álamos" "Los Álamos" 1685-1950. Desde 1685 hasta 1950 la estancia perteneció a la familia San Martín(sin vinculación con la del General San Martín). (1) En 1631 Roque de San Martín arribó al Río de la Plata con el cargo de Capitán del Presidio de Buenos Aires, su hijo el Maestre de Campo Juan de San Martín y Humanes, en 1685 com-pró las primeras tierras sobre el Baradero a María Garay; un año después el Gobernador José Herrera y Soto Mayor le concede una Merced, tierras éstas que ya estaban ocupadas por Juan Gutiérrez de Paz. Mas el pleito por la posesión de estos terrenos se debió solucionar a través de un enlace matrimonial: el 20-111678 Juan de San Martín Humanes se casa con Jerónima Gutiérrez de Paz (hija de Juan Gutiérrez de Paz). En 1723 consolida su posesión, al comprar a la Compañía de Jesús un campo lindero al su-yo de 4066,6 varas de frente por legua y media de fondo, más media de sobrante. (Estas tie-rras originalmente se las había entregado Her-nando Arias de Saavedra al primer encomen-dado del partido: Gaspar Godoy el cual se las dio a los jesuitas a cambio de un barco).(2) El límite norte del conjunto de las tierras de Juan de San Martín era el río Baradero sobre cuyas barrancas levantara las primitivas vi-viendas que dan origen a "Los Álamos" estan-cia que permaneció en manos de sus descen-dientes, hasta que Arturo Figueroa Salas quien había heredado en 1916 (3) las 3911 Ha. que conformaban "Los Álamos", dos días antes de

morir, el 30-10-1931 testó lo siguiente: "...como un homenaje a la memoria de sus fina-dos padres don Gregorio Figueroa y doña Ig-nacia Salas de Figueroa que fueron grandes patriotas y dado el cariño que siempre profesó al establecimiento de campo "Los Álamos", que lo hubo como ya lo manifestó por heren-cia de ellos y con el deseo y propósito que di-cho establecimiento nunca se subdivida ni pa-se a manos que particularmente lo explote, y sirva en cambio para que mañana pueda pro-porcionar al país hombres útiles...en bien de nuestra querida tierra, LEGAR AL OBISPA-DO DE LA PLATA, el campo de "Los Ála-mos" en su totalidad..." (4). A1 fallecer la esposa de Arturo Figueroa Sa-las, Elena Basavilbaso; en 1950, el Obispado se hace cargo de la estancia iniciándose una nueva etapa para "Los Álamos". Más conocida hoy como "la Fundación" (por que en 1961 es-tos bienes se organizan bajo el marco legal de: Fundación Arturo Figueroa Salas). El tiempo pasa...las modas cambian... y las construcciones reflejan esas transformaciones. La casa principal de la estancia "Los Álamos" es una muestra de ello. Una autoridad respecto a esos temas como es el Arquitecto Carlos Moreno dice: "La ampliación del casco de la estancia Los Álamos fue resuelta de modo singular. Consis-tió en preservar la casa principal, construida en 1790, identificada con la imagen del con-junto en un paisaje de gran belleza a orillas del río Baradero. Al decidirse la ampliación del nuevo casco, éste se superpuso al antiguo -actitud impensada unos años antes-, reflejando los nuevos valores difundidos por la corriente neocolonial que rescataba las raíces españolas. La forma resultante del palacio vio obstaculi-zadas algunas de sus posibilidades arquitectó-nicas al bloquearse las visuales hacia el río." (5). La casa de ladrillo y barro construida a fines

"LOS ALAMOS" Una antigua estancia a orillas del Baradero.

Alicia Prado de Gastellú

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del S. XVIII tenía un gran zaguán de acceso y varios cuartos y dependencias que encuadra-ban un patio. La larga galería con vista al río aún conserva sus zapatas de madera típicas del modelo español y varias rejas que ostentan en su centro el rizo que corresponde a la flor de lis, símbolo de la monarquía Borbónica. (Construidas con la técnica propia de esa épo-ca con sus barrotes cuadrangulares trabajados a fragua y martillo insertados en espacios lo-grados también con punzón y fragua). En 1925 el arquitecto Enrique Pritns realiza la construcción actual. Si bien conserva la "estancia vieja" como parte de la planta baja, la modifica con grandes ampliaciones y agrega una suntuosa planta alta con imponentes fa-chadas. La familia SAN MARTÍN, en relación con la Historia Nacional y Regional. A través de sus dueños, "Los Álamos" estuvo ligada a ' importantes gestas civiles y milita-res, su participación será narrada siguiendo un orden cronológico: El Maestre de Campo y fundador de la estancia: Juan de San Martín y Hermanos participó en la lucha contra los abo-rígenes, para hacer referencia a esto sigo al amigo e historiador Ricardo Tabossi: "La beli-gerancia quedó declarada en Agosto de 1737 cuando una partida de indios que respondía a los caciques Rencunautu y Carú-Loncó, atacó las estancias de Areco y Arrecifes, saliendo en su persecución el maestre de campo Juan de San Martín. La degollina que produjo contra los toldos del viejo cacique José Calelian que, ajeno a todo lo que pasaba, dormía sin sospecha de peligro alguno, transformó la hostilidad latente y los malones, esporádicos hasta entonces, en lo que Leopoldo Lugones llamó la GRAN GUE-RRA DE LA PAMPA" (6). En 1745 este maestre de campo a cuyo cargo estaba la "defensa de la frontera interior", or-ganizó un cuerpo estable de soldados criollos e hizo construir por los propios milicianos, rústicas defensas o fuertes de estacada, en los partidos de frontera. Según el historiador Bar-bich los cuerpos de Blandengues se crean a su

pedido. Bernabé de San Martín y Zeballos, nacido en Baradero - en 1777, es el de mayor actuación ya sea en el campo militar como civil, pues participó en dos episodios fundamentales de nuestra historia: Las invasiones inglesas y el Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810. En 1806, armó un contingente de paisanos de Baradero y con ellos se presentó el 10 de Agosto en los Corrales de Miserere ante Li-niers. El día 12 él y sus paisanos lucharon bra-vamente obteniendo por ello primero el grado de Alférez de Milicias de Caballería y luego Capitán, certificando que tuvo "amor a su Rey, a la Religión y a la Patria". En 1807 su actuación fue aún más destacada al atacar y rendir a los ingleses que habían ocupado el Convento de Santo Domingo. Es-tas acciones le valieron el grado de Capitán graduado y al año siguiente Sargento Mayor. (7). Ante los hechos que desembocaron en el Ca-bildo Abierto del 22 de mayo de 1810, lo en-contramos a Bernabé de San Martín como de-legado del Baradero votando en éste por la propuesta de Saavedra (8). A partir de allí y hasta su muerte en 1824 tiene gran protagonis-mo como militar: Primero como Comandante de Armas de Entre Ríos, en 1816, Comandan-te del Regimiento Número 4 de las Milicias del Baradero, Arrecifes, San Pedro y San Ni-colás. Ese mismo año es ascendido al grado de Coronel. En 1818 lucha contra los Montone-ros Santafecinos. Hoy el camino de tierra que une las localida-des de Baradero con Alsina lleva el nombre de Bernabé de San Martín, si bien jamás se lo de-signa por ese nombre (por desconocimiento) entre los lugareños. Por otra parte dentro de las nóminas de las Autoridades Civiles de Baradero el apellido San Martín ocupa un lugar relevante. Por ejemplo de los 33 alcaldes de La Santa Her-mandad, 8 de ellos son San Martín y Juan Ig-nacio ocupa el cargo 4 veces (1788-1794-1810-1816), el cual reaparece en 1824 como Juez de Paz (se trata de Juan San Martín y Avellaneda).

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El desembarco del Gral. Lavalle en San Pedro dividió a los hacendados de la región. Los San Martín se encontraban entre quienes lo ayuda-ron, por lo tanto a partir de allí y hasta Case-ros, sufrirán la persecusión Rosista y les será expropiada la estancia. En "Remate practicado desde el 14 de Diciembre de 1840 de los mue-bles, granos y frutos del país pertenecientes a los salvajes unitarios prófugos de este parti-do" ,liquidaron las pertenencias de la estancia. Bernardina San Martín de Otero en una entre-vista de 1926, relata que cuando tenía 7 años se vieron obligados a emigrar a la Banda Oriental y que pasaron en una isla 2 meses de penurias alimentándose con mazamorra y lo-cro con charqui (9) Después de Caseros el único San Martín que tiene participación política es Francisco de San Martín, el cual en 1855 forma parte de la flamante Comisión Municipal pasando a partir de 1856 a integrar la Corporación Municipal varios períodos. Por qué "Los Álamos" Cierro el tema de esta estancia con unas refle-xiones en torno a su nombre, del cual encontré la primer referencia en la "Historia de Barade-ro" de Barbich, donde se lee: "Bernabé de San Martín nace en Baradero en 1777 y hereda de su padre Juan de San Martín", la estancia que siempre se conoció con el nombre de "Los Álamos" (10). Sin embargo en la documentación (s. XIX) que hallé en los Archivos locales, respecto a éste establecimiento, jamás se lo menciona ba-jo ese nombre, siempre es designada como es-tancia de los San Martín, variando el nombre de pila, acorde al dueño de turno. En tanto que en documentación similar especialmente la que corresponde al período Rosista, cuando se citan las "estancias de los Salvajes Unitarios", de tener nombre, se coloca el mismo antepo-niéndolo al de sus respectivos propietarios. En lo que respecta a la documentación epistolar a la que tuve acceso, aparece por primera vez el membrete de "Los Álamos", en 1919 en una carta enviada por Arturo Figueroa Salas a su tío Jorge Ferrer.

Por otra parte, de la frondosa y añosa arboleda que rodea el casco, no son los álamos los ár-boles que predominan (siendo por cierto muy escasos) Tampoco son de álamos las dos ave-nidas por las que se accedía al casco. En tanto que los árboles más próximos a la vivienda y que a juzgar por sus gigantescos portes deben acompañar a la estancia desde prácticamente su fundación, son timbo. Fue solo a través de los testimonios reunidos en distintas entrevis-tas, que logré saber algo concreto en relación a la existencia de álamos en estos campos (11): En 1910 María Ignacia Salas San Martín y su hijo Arturo Figueroa Salas, hacen plantar una doble avenida de 2000 m. que finalizaba en el ángulo formado por el camino real y el límite oeste de sus campos acortando así la distancia entre el casco de sus campos y el pueblo de Baradero. Actualmente si bien el trazado de la avenida existe, los árboles que se alzan en ella, son: plátanos, casuarinas, tipas y paraísos. ¿Fue la importante avenida de álamos, la que a partir de 1910, dio origen al nombre o como ya se conocía bajo ese nombre se realizó la plantación? NOTAS I) Esta familia San Martín es de Portugalete, y no tenía vinculación alguna con la família de José de San Martín que provenían de Cervatos de la Cueza del Reino de León. En lo que respecta a la familia San Martín que nos ocupa: Los nombres de pila de ambos gé-neros se repiten mucho y hay varios casamien-tos entre parientes cercanos celebrados dentro del reducido núcleo social de Baradero, oca-sionando dobles parentescos, haciendo difícil seguir correctamente las correspondientes su-cesiones relativas a la estancia. 2) HISTORIA DE LOS PUEBLOS, Primer Congreso de Historia de los Pueblos, 25 al 28-9-1950 Pág. 276 a 282. 3)De una carta de 1919 que Arturo Figueroa Salas envió a su tío J. Ferrer, copiamos "...aquí en la estancia, que fue el rincón en donde mis viejos trabajaron y se sacrificaron tanto para que después de sus días disfrutara yo, único de sus hijos sobreviviente desgraciada-

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mente.." 4) Testimonio: escritura número 129 30-10-1931 Pág. 9. 5) MORENO CARLOS. Españoles y Criollos Largas Historias de amores y desamores. La Casa y sus cosas. Bs.As. 1994 Pág. 1 I 1 6) TABOSSI RICARDO "Sobre los más re-motos orígenes de Navarro". Talleres gráficos Amanecer. Navarro 1987, Pág. 9. 7) BARBICH ALEJANDRO. Historia de San-tiago de Baradero. Talleres gráficos Ayer y Hoy. 1980. Pág. 111. 8) La familia San Martín abrazó con entusias-mo la causa de la independencia, y su casa porteña era conocida como la casa de la reja, en la misma se leía "Viva la Patria- 1 817" ins-cripción que hizo colocar Doña Jerónima de San Martín (nacida en Baradero en 1758) lue-go de conocida la victoria de Chacabuco la cu-al fue celebrada con un imponente baile en di-cha casa. Tomado del diario CRITICA 22-1-1936. Pág. 18. 9) Revista "Vida Femenina" Artículo "Nuestras Patricias: Doña Bernardita San Mar-tín de Otero". 5-6-1926. 10) BARBICH ALEJANDRO. Op. Cit. Pág. 11 1 . 11 ) El señor Formica me relató que su padre fue uno de los que cavó los innumerables ho-yos en las dos leguas que abarcaba la avenida y que lé pagaron a razón de 0,10 $ el hoyo. Y que como los álamos eran muy perseguidos por los bichos canastos había un hombre con-tratado para que permanentemente recorriera la plantación, tijera en mano, cortando y que-mando esta plaga.

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Es conocido que durante el siglo XVII se pro-dujo en la campaña de Buenos Aires una enorme proliferación del ganado vacuno y ca-ballar introducido por los españoles en el Pla-ta en tiempos de la primera ocupación de la región. El mismo fue aprovechado por los descen-dientes de aquellos y por la población abori-gen, que bien pronto aprendió el uso del caba-llo y los beneficios del consumo de los mis-mos para su sustento y los de la venta en los por entonces eventuales contactos con comer-ciantes compradores de ganado del sur de Chile. Aquella abundancia dio nacimiento al des-tructivo sistema que se denominó vaquería, el cual consistió en la caza del ganado cimarrón que pululaba en las cercanías de poblados y establecimientos de campo de la época. La explotación desmedida llevada a cabo por los pobladores de Buenos Aires a través del mencionado sistema, las entradas que realiza-ban vecinos de otras provincias, especialmen-te los de Mendoza y los arreos realizados por los indios provocaron que, a comienzos del siglo XVIII los ganados cimarrones fueran es-casos y de difícil detección, puesto que los restos de los otrora abundantes rebaños se ha-llaban dispersos en un amplio y agreste esce-nario. La situación de los rebaños salvajes provocó el directo perjuicio de los ganaderos ya que la disminución primero y la desaparición luego del ganado cimarrón obligó a aquellos, que hasta entonces lo habían aprovechado, a mo-dificar sus modelos de actividad económica. El blanco buscó entonces la solución para el problema concentrando el ganado en zonas donde más o menos era factible su cuidado, dando así origen y desarrollo a la estancia co-lonial, que hasta entonces no había tenido de-

masiada importancia. En este sentido dice Coni que "no es aventurado pensar que los vecinos, mientras tuvieron ganado silvestre en cantidad y a la mano, prestaron poca aten-ción a la cría del doméstico. Por esto la desa-parición de esa clase de hacienda los encuen-tra con un stock doméstico sumamente redu-cido", para, agregamos nosotros, las costum-bres de la época en estas latitudes. Por ello no fue de extrañar que el Cabildo iniciara el pe-ríodo de prohibición de las vaquerías, medida ésta que en realidad tuvo poca vida, ya que para el comienzo de la tercera década del si-glo XVIII, al desaparecer prácticamente el ga-nado cimarrón, no hubo necesidad de que continuara la misma. En efecto, en 1700 no se permitió vaquear por cuatro años, en 1709 por uno y en 1715 hasta 1718. Coni sostiene que debe tenerse a 1718, año de la última va-quería, como el momento de la extinción del ganado cimarrón de Buenos Aires. En 1713, el gobernador de Buenos Aires or-denó el levantamiento de un censo del ganado doméstico existente en la campaña de Buenos Aires, para la campaña norte, arrojó un total de 18.100 cabezas y para la zona sur, Matan-za y Magdalena, 12.950. Durante el resto del siglo XVIII, las regiones ganaderas más im-portantes del Río de la Plata habrían de ser la Banda Oriental y la región de la mesopotamia argentina, quedando reducida la ganadería bonaerense básicamente al importante pero li-mitado papel de abastecedora de alimentos de la ciudad de Buenos Aires y población rural; sólo a fines del siglo y ante el cambio de las condiciones de comercialización, habría de comenzar a tomar lentamente relevancia den-tro del cuadro de las exportaciones locales. Es evidente que el desarrollo de la estancia colonial aún era incipiente en 1744, año del que se puede tener alguna noticia lejana de la

Noticias relativas al poblamiento de la campaña noreste de Buenos Aires durante el siglo XVIII

Fernando Enrique Barba

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misma gracias al censo realizado en aquella fecha. Surge del censo que preferentemente las es-tancias se ubicaban en zonas cercanas a Bue-nos Aires, como ser, en las regiones norte y oeste-noroeste, es decir Las Conchas, Esco-bar, Cañada de la Cruz, Pesquería y Luján; al oeste La Matanza y Cañada de la Choza y al sur el extendido pago de la Magdalena. Los pagos al norte de Escobar eran básica-mente zonas de labranza. Así, en los actuales partidos de San Nicolás, Ramallo, San Pedro y Baradero, si bien había cría de ganado, ésta era en general complementaria de la actividad principal de los moradores que era la agrícola y en menor grado, la fruticultura, el transpor-te, provisión de leña y otras totalmente secun-darias como la pesca, las pulperías, canchas de bochas, etc. A pesar de lo afirmado, sin embargo, por cuestiones derivadas del anti-guo poblamiento y de alguna seguridad que otorgaba su relativo alejamiento de la fronte-ra, existía en aquella región mayor cantidad de ganado que al sur de Buenos Aires, por en-tonces totalmente desprotegido. La mayor concentración de establecimientos ganaderos se encontraba en Cañada de la Cruz, Las Conchas y Luján, disminuyendo en las otras zonas. También era importante la acumulación existente en La Matanza; en cuanto a Magdalena, si bien el número de aquellos era importante - el tercero- la con-centración era menor debido a la extensión del mismo, que era, como mucho, la mayor. Además, una amplia zona de este último pago era, por su posición geográfica, la más ex-puesta al ataque indio. También surge del censo que en general las estancias estaban concentradas preferente-mente en la región norte -274 sobre 331- y que en ellas no se criaban grandes cantidades de animales. A pesar de lo expresado, es evi-dente que la cantidad de ganado existente de-bía ser necesariamente mayor según se puede inferir del número de ganado que de acuerdo al estanciero Juan F. Basurco, robaron los in-dios en los años inmediatamente posteriores al censo, cosa nada improbable. En efecto, el

11 de febrero de 1751, en el expediente ini-ciado por el Síndico Procurador para demos-trar la necesidad de la permanencia de los mi-licianos en la frontera, declaró Juan Francisco Basurco, vecino de la capital y "hacendado en su jurisdicción con gruesas cantidades de haciendas de ganados vacunos, mulares y ye-guas, con porción de esclavos y peones a sueldo para la custodia de dichos ganados y persona de las primeras y más principales de esta república". En enero de ese año los in-dios, luego de asesinar a tres mercaderes y un negro en el camino de Salto, asaltaron una de las estancias de Basurco sobre el río Arreci-fes, donde mataron tres mozos e hirieron seis de los ganaderos que tiene en su servicio, lle-vándole más de mil quinientas yeguas de cría de mulas y en los meses anteriores le habían robado más de nueve mil vacas y desde 1749 calculaba habían sustraído a los vecinos un total de 50.000 cabezas de ganado. Expresaba que la disminución de la hacienda en la re-gión norte podía calcularse en un ciento por ciento trayendo esto inconvenientes en el abasto de carne. A pesar de los graves inconvenientes y even-tuales peligros que implicaba el estableci-miento de población en la campaña, no fue-ron obstáculo para que en los treinta y cuatro años transcurridos entre 1744 y 1778, se hi-ciera visible el aumento de habitantes en las zonas rurales, especialmente en aquellas ha-cia donde se expandió la ganadería. Sin em-bargo era aún evidente el predominio demo-gráfico de las zonas relativamente cercanas a la capital o a la costa del río Paraná, v.g. Ba-radero, Costa de San Isidro, Merlo y Magda-lena -en la zona correspondiente a la Ensena-da y adyacencias- donde la actividad agrícola marchaba paralela a la ganadería. Con respecto a la vivienda, se puede tomar para la región noreste al pago de Areco en 1789 como un ejemplo típico. Según el censo de aquel año, levantado a efectos del pago de cuatropea, lo cual es evidente puesto que sólo figura el responsable de la unidad de produc-ción y el número de ganado de las tres espe-cies, de 229 familias censadas, tenían vivien-

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da 193; de paja eran 181 y el resto de teja. Es-tas últimas pertenecían 11 a propietarios, 9 de ellos de 1.300 varas y dos de menos de 1.000; la restante, de Francisco Comejo, quien había sido propietario de 1.500 varas que luego quedaron dentro de la mensura de los padres Bethlemitas y convertido por esa circunstan-cia en arrendatario. También se hace ya tangi-ble la concentración de tierras en manos de pocas personas. Existían, según el censo, 68 propietarios -excluyendo los padres Bethle-mitas- que poseían 65.825 varas, pero 43.850 (69,79%) eran de propiedad de solamente 14 (20,58%). Además, en campos de los Bethle-mitas había 32 arrendatarios y en los de Jose-fa del Águila estaban dos hijos suyos y nueve agregados, todos con haciendas. También, las diferentes formas de apropia-ción de ganado que tenían los habitantes de la campaña no propietarios de tierras, facilitaba el establecimiento de los mismos, ya en tie-rras realengas o con dueño. Así, decía en 1792 Arredondo puesto que "muchos indivi-duos que sin terrenos propios habitan por las campañas entre las estancias con muy corto número de ganados y otros sin algunos, ya en calidad de arrendatarios de tierras a pretexto de chacareros, ya en terrenos de dudosos o no conocidos dueños, o ya tolerados o admitidos por estos como agregados". En mayo de 1801, el Marqués de Avilés se refería a la población del territorio de campa-ña, "donde se hallan establecidas muchas fa-milias pobres, por providencias generales en tiempos de...Vértiz, pero sin que se les hubie-se puesto en posesión formal, o medídoles las tierras, ni habérseles dado título en particular, pero radicados allí de grado y otros precisa-dos, han vivido conformes, experimentando el sobresalto y frecuentes insultos funestos de los indios pampas". Continuaba señalando que "no obstante la justicia que los recomien-da, y la conveniencia pública que resulta de que las fronteras se hallen abundantemente pobladas, procuran expelerlos los poderosos de allí. Me parece que debe preferirse el esta-blecimiento de muchos en la frontera al de pocos. Avanzando terreno, con la seguridad de la tropa destinada, la cual debe subsistir de

modo que se halle expedita para ir adelante al sur, sin permitirse a sus individuos se radi-quen con algún interés". Como puede obser-varse, la intención de dividir la tierra y radi-car población en la campaña ya chocaba, des-de tiempos coloniales, con los intereses de los terratenientes, siempre interesados en exten-der sus propiedades pero no necesariamente, de incorporarlas inmediatamente al proceso productivo. En fin, para fines del siglo XVIII, gracias al impulso otorgado a la ganadería por la libera-lización del comercio exterior y un relativa-mente largo período de paz con los indios, la población de la campaña se había duplicado, y se preparaba para dar el gran salto producti-vo al impulso de las enormes ventajas comer-ciales y políticas nacidas luego y a impulso de la Revolución de Mayo.

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UN PINTOR DEL PARANÁ "GAMBARTES, ENTRE LA TRADICION Y LA MODERNIDAD"

Graciela Dragoski y Delcis Méndez Cherey En la historiografía de la plástica se acostumbra a establecer una clara divisoria entre la plástica moderna y el período colonial hasta el siglo XIX. La llegada del Impresionismo a estas tierras significaría el acontecimiento que marca el eje entre la plástica argentina arcaica y la moderna. Esta postura intelectual define el modelo de cultura argentina que se tiene "in mente". Es el país culto "a la europea", el que es capaz de integrarse a los grandes movimientos mundiales de la plástica universal, el que sigue respondiendo a los modelos que trajeron los inmigrantes que se asentaron en estas tierras, La Argentina Blanca, en definitiva. Serán las clases dominantes, las portadoras de la cultura oficial, las que poseen una idea muy clara de cómo debe elaborarse la cultura "verdadera". La cultura de los pueblos vencidos, la cultura de los dominados, los niños, las creencias, y toda aquella producción simbólica de los pueblos cuya historia y existencia es anterior a la llegada de los europeos deberá negarse y ocultarse porque es inferior y vergonzante. Lo que estamos afirmando constituye toda una posición ante la cultura y el arte. Ello conduce a la clásica diferenciación entre artista culto y aquellos considerados artistas populares o artesanos, estableciendo diferentes niveles para cada uno de ellos. Lo cierto es que existe tanto para la Historia del arte como para la Crítica una desvalorización de gran parte de la producción estética americana precolombina y popular actual. En este trabajo analizaremos un aspecto de la obra de un artista santafecino, Leónidas Gambartes. Personalidad que abrevó en la cultura autóctona litoraleña a lo largo de toda su vida y quedó ex-presado en toda su obra plástica, mediante una transposición, convertir en imagen las tradiciones orales de esa cultura paranaense a la que se debe sumar las influencias de sus ancestros del no-roeste argentino. Queda evidenciado de esta forma cómo nuestro artista, a través de su produc-ción plástica, desarrolló una búsqueda profunda y personal. Gambartes mismo reconoció haber buceado en la cultura litoraleña, en sus personajes, en sus costumbres, en su complejo universo simbólico y en última instancia, lo decimos responsablemente, en una metafísica que subyace de-trás de las imágenes con que se manifiesta. De lo que deducimos: La verdad no es la realidad (lo aparente a los sentidos) sino que está detrás de lo que aparece y el artista es el explorador que se abisma en esas profundidades y su arte es el testimonio de la búsqueda. Cabe una aclaración que puede prevenir futuros equívocos. No estamos en presencia de un antro-pólogo ni de un arqueólogo. No está en la pesquisa de culturas del pasado en proceso de extin-ción para informarnos de su existencia y presencia. Es más, Gambartes no se propone la reivindi-cación de un pasado, de cualquier signo que fuere, sino que se siente parte activa y constitutiva de un presente ubicado en esa región de nuestro país. El ámbito geográfico plasmado por nuestro artista está referido a una zona del litoral paranaense en donde encuentra los personajes que se vuelven significantes en su discurso plástico por estar cargados de simbologías y resonancias para el habitante de esos lugares y que él, Gambartes, lo-gra presentarlos en una composición que aún para nosotros, desconectados de esa realidad cultu-ral, se vuelven intensamente representativos gracias a los elementos plásticos que supo crear. La propuesta plástica de Gambartes es puesta de manifiesto con creatividad en los cromos al yeso y por ende debemos indubitablemente relacionarla con algunos elementos de la producción pre-colombina. Por un lado en el esmero y valoración que el hombre precolombino coloca en el pro-

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ceso de gestación de la obra tanto en la obra misma. Esta técnica de preparación del soporte y el proceso inherente a la gestación y preparación de la obra nos recuerda indefectiblemente a los ar-tistas precolombinos y populares. La técnica que se asemeja a los objetos cerámicos de este ori-gen cabría diferenciarla de la producción de los muralistas mejicanos. Gambartes define una acti-tud frente al patrimonio precolombino y a su peculiar modo de incluirlo dentro de sus propios fi-nes estéticos. Por dicha causa se diferencia de la producción de los muralistas mejicanos quienes en el abordaje de esta temática por momentos se vuelven interesante contenidistas y con un explí-cito y buscado mensaje político. El santafesino acotado geográficamente a la zona litoral de nues-tro país, al hombre que la habita y a la cultura que produce, indaga y profundiza los hechos coti-dianos, el quehacer doméstico, siempre cargado de simbolismo y de misterio. Por lo antedicho corresponde establecer los límites del llamado "Indigenismo" de Gambartes. No nos parece adecuado calificar de indigenista, a secas, a su pintura. Calificativo en el que incurre frecuentemente la crítica especializada acerca de la obra de Gambartes. El "Indigenismo" como corriente dentro del pensamiento americano, nace a fines del Siglo XIX, pero será fundamentalmente en Méjico, adscripto al proceso revolucionario, cuando adquirirá su máxima intensidad. Tomando como adalides a J. Vasconcelos y M. Gamio y en el Perú con la fi-gura de Mariátegui y el APRA, ya en el siglo XX. En términos generales se busca el reconoci-miento del indio y se establece el modelo mediante el cual debe integrarse en estas nacientes so-ciedades modernas americanas y el rol protagónico que debe asumir y, por otro lado, este recono-cimiento coadyuvará a la configuración de las mencionadas naciones americanas. Nada más ale-gado de la despojada visión de Gambartes. En lo atinente a la actitud estética que nuestro artista adopta frente al patrimonio estético preco-lombino y popular fue diametralmente opuesta a la de los muralistas mejicanos. En este sentido su postura no es “indigenista” si entendemos al indigenismo como una teoría científica, filosófica política y estética y cuya aplicación supondría la modificación de la realidad vigente. En cambio Gambartes puebla sus obras con personajes preñados de simbologías que provienen del mundo precolombino y que son una presencia viva en la tierra litoraleña. Su aproximación a este univer-so simbólico y humano es sigilosa y queda, plasmada en el lienzo en una clave baja. Nos sumerge en el mundo hermético de la cultura criolla regionalizada (Noroeste-Noroeste) en donde cada acto de lo cotidiano se tiñe indefectiblemente de sacralidad y magia. Las imágenes de sus obras no portan la intencionalidad de denuncia social, a través de ellas no se propone modificar ni transfor-mar una realidad social ni convertirse en un emblema de la americanidad. Gambartes en forma compasada, intenta incluir respetuosamente en su universo pictórico a través de claves de tipo estético y/o simbólicas y así poder “disfrutar” intensa y quedamente, sin ostentación, de ésta, su pintura. Como bine lo caraterizara Damián Carlos Bayon, estamos en presencia de una pintura que, como la música de cámara, dirá con Nadia Boulanger, es sólo para entendidos. Gambartes mismo se quejaba de que se lo adscribiera al “indigenismo” aunque sus motivaciones carecen para nosotros de suficiente sustento teórico. Las razones que esgrime son la suposición de que en nuestro país se ha extinguido casi totalmente la población indígena.(1) Agrega luego, en esta discusión, que esta población indígena fue totalmente cubierta y acallada por las sucesivas oleadas de inmigrantes de distinto origen. No obstante lo antedicho, Gambartes se interesa por ellos, elevándolos al protagonismo, rescata “la gente más vieja de la tierra, cuya raíz puede ser aborigen o española” y plasma tanto a las poblaciones originarias así como a sus supérstites y a sus mundos simbólicos. Su imaginario visual cobra carnadura en sus series de “payés”, “mitoformas”, “gualichos”, hechiceras, conjurantes, bestiarios mágicos, músicos, fós i-les, felinos, formas “kakuy” santeagueñas, etc. Se incluyen además en sus obras citas provenie n-tes del repertorio iconográfico colombino. Los personajes de Gambartes están adscriptos a la tierra que los cobija, están macerados con el mismo suelo y con el mismo aire. Percibimos la identificación del hombre con la tierra y sus mí-

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nimas acciones denotan una estabilidad definitiva y eterna. Sus figuras aparecen como ensimis-madas en un silencio interminable, nimbadas de sobrenaturalidad de tal forma que superan cual-quier tipo de circunstancia. Asumen un deliberado aire arcaico que les permite salir de la banal anécdota para así ingresar al mundo de las esencias y reafirmar como decíamos anteriormente, un nivel metafísico, más allá de lo inmediato. Sus guelicheras y yuyeras aparecen dotadas de un muy sumario vestuario, simple y elemental, y ello hace recaer nuestro interés en sus perfiles es-quemáticos: siluetas descarnadas y rostros sintéticamente descriptos de grandes ojos fijos, a veces desmesurados. No representa detalles adjetivos de su quehacer mágico cotidiano y la pregunta surge a continuación: ¿dónde está el contenido inquietante de estas composiciones?. Hallamos así una de las claves que se entrelazan en las creaciones de Gambartes, lo que está detrás de las imá-genes y no está dicho explícitamente, la sugerencia del “algo” que está detrás de las cosas y que para alcanzar su plenitud necesita de cierto conocimiento del sentido que tienen en esas culturas dichos personajes y sus misteriosas tareas. Si muchas de estas obras carecieran de títulos como sucede en algunas obras del arte contemporá-neo, se nos presentarían como obras difíciles de decodificar, donde se encontrarían una serie de personajes reunidos vaya a saber con qué causa que desconocemos. Nos quedaríamos pensando en los climas que se plasman y en las ignotas miradas que van más allá de la superficie de las co-sas. Si en cambio avanzamos e intentamos desentrañar el significado oculto del gualicho guaraní-tico así como el poder mágico que emana del magnetismo de dichos personajes, entonces sí em-pezaríamos a percibir la presencia inquietante de esta cultura de insondables dimensiones. Si esta presencia de lo trascendente se advierte en estos personajes cotidianos, se afianza aún más en forma contundente delante sus “payés” (2). Gambartes presenta s u series de “payés” bajo las formas antropozoomorfas. Esta dualidad es una de las constantes que recorre las obras más desta-cadas del noroeste argentino.(3) Las figuras de payés creadas por Gambartes aparecen como dominadoras, como regentes del des-tino del universo humano y animal. Están construidos con un lenguaje que proviene de la tradi-ción occidental pero a través de un complejo proceso de reelaboración personal. En cambio el contenido y el espíritu que recorren sus obras provienen de las primigenias culturas americanas, las cuales para la sensibilidad occidental aparecen como primitivos arcaicos. Este exquisito bu-cear en la esencialidad de lo americano y poder plasmarlo a través de un elaborado y aparente-mente simplificado lenguaje plástico dio por resultado sus obras, que nacen de la cronometrada conjunción de su penetración en la cosmogonía popular junto con la estética occidental. Esta vuelta a las fuentes de su propia cultura regional y su personal elaboración plástica, logran la no utilización de un lenguaje naturalista para interpretar el mundo sobrenatural sino que lo hace a través de los que podríamos denominar un lenguaje expresionista, esencial y abstractizante. Len-guaje que lo podríamos rastrear en las culturas precolombinas tales como: Cerámica de Aguada (Argentina), tejido de paracas (Perú), Cultura Azteca (Méjico) y también en los planteos de los actuales postes totémicos de los “Kwakiut” (Canadá) y en nuestras máscaras chiriguano -chané. Nos encontramos así frente a un espíritu contemporáneo primitivo que nos indicaría una lógica diferente y no el razonamiento así frente a un espíritu contemporáneo primitivo que nos indicaría una lógica diferente y no el razonamiento claro y distinto de los cartesianos. Queremos represen-tar fuerzas ocultas que para el hombre occidental devienen oscuras e irracionales y cuyos límites se nos presentan como imprecisos. No sabemos adónde empiezan ni dónde terminan y los pode-res que de ellos emanan carecen de una definición terminante. Los payés populares tienen funciones definidas, algunos son para “ el mal de ojo”, otros son para el amor, otros tratan de controlar los ataques de los animales (las picaduras de víbora por ejem-plo), otros tratan de lograr éxitos materiales. Ese poder se concentra y evidencia en la presenta-ción de l a imagen de Gambartes. Siempre son de rigurosa frontalidad, ocupando ostensiblemente

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el espacio plástico y se imponen con su sola presencia. Guardan una referencia totémica en su presentación
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plástica. A través de sutiles juegos de formas organizativas logra una precisa y elaborada yuxtaposición de planos. Sobrio en sus gamas tonales y rico en los matices de sus valores, define una imagen de riqueza compositiva y controlada expresión cromática. Esta conjunción de forma, color y valor parecen planos de sentido plástico. Lo accesorio desa-parece. Todo en él es esencialidad que se expresa a través de una composición de de planos abs-tractos. En sus figuras anidan todo un pasado cultural indígena que con probados recursos plás-ticos y creatividad personal logra plasmarlo en una obra digna, sin caer en exterioridades artifi-ciales ni folklorismos epidérmicos. Ello nos hace pensar en la obra de los grandes artistas ame-ricanos como Tamayo, Mérida y Syzlos…. Notas (1) Según los últimos censos, en nuestro país alcanza a 500.000 almas. (2) El “payé” es un amuleto que posee poderes mágicos. Su origen es precolombino. El término proviene del “Ypayé” que es el Shamán guaraní que tenía dotes de curar, enfermar, provocar e n-cantamientos amorosos o desencadenar acciones fatalmente negativas. Frecuentemente se cons-truye con plumas de caburé, pelos de perro o gato, uñas de dedo meñique cortadas en viernes Santo y admite la presencia de hierbas que contribuyen a lograr los efectos esperados. Se lo lle-va oculto y en esas condiciones ejerce todo su poder, situación que se trastoca si alguien lo des-cubriera. En ocasiones es consagrado durante la Misa colocándolo en un lugar oculto del altar. (3) El Dr. Rex González dice que la experiencia Shamánica de la ingesta de alucinógenos pro-duce alucinaciones que en parte responderían a la visión de estas imágenes antropozoomorfas y que son patrimonio en gran parte de toda la América precolombina. En la actualidad este tipo de iconografía integra el imaginario visual de la producción estética de las culturas etnográficas y criollas actuales.

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ANTECEDENTES El siglo XIX es el momento de la expansión imperialista europea, en el que las grandes potencias en pleno desarrollo industrial bus-can colonias, como fuentes de materias pri-mas y nuevos mercados para colocar la pro-ducción. Las Repúblicas americanas eran in-dependientes pero aún débiles, y se presenta-ban como un espacio propicio de ser conquis-tado dadas sus visibles ventajas sobre otros lugares del mundo: riquezas naturales, cierto desarrollo demográfico, organización política, etc. Tanto Gran Bretaña como Francia habían in-tentado tomar el Río de la Plata por la fuerza: en 1806 y 1807 Inglaterra había invadido, sin éxito, Bs.As. y entre 1838 y 1840 Francia ha-bía bloqueado el puerto de Bs.As. Sin embrago ambas potencias continuaban aspirando a dominar las plazas económicas y acceder a la libre navegación de los Ríos inte-riores, Paraná y Uruguay, lo cual les daba ac-ceso directo tanto al interior argentino como al del Uruguay, Paraguay y el sur de Brasil. EL BLOQUEO La excusa para una presión más directa llegó con las misiones diplomáticas del Imperio de Brasil y los unitarios en la Banda Oriental, que acudieron a las cortes europeas solicitan-do la intervención de las grandes potencias en el sitio que el gobierno argentino había orde-nado sobre Montevideo. Este sitio perjudicaba en gran forma los inte-reses económicos de comerciantes ingleses y franceses que también reclamaban la inter-vención de sus gobiernos. Ésta se produjo en 1845 cuando, mediadores de Gran Bretaña y Francia, llegan a Buenos Aires a negociar el fin de la guerra entre la Confederación y Montevideo. Sus exigencias son desmedidas para el gobierno de Rosas y las negociaciones fracasan, iniciándose el

bloqueo a Buenos Aires en septiembre de 1845. La escuadra argentina al mando del Alte. Gui-llermo Brown fue apresada por los aliados, que dieron un paso más: se lanzaron a nave-gar por el Paraná con el objeto de obtener el comercio libre con Entre Ríos, Corrientes y Paraguay. EL COMBATE La defensa estaba a cargo del Comandante Lucio Mansilla, quien estableció una serie de fortificaciones a lo largo del Paraná. La prin-cipal se hallaba en la Vuelta de Obligado, allí donde el río se estrecha y un pronunciado re-codo dificulta la navegación. Mansilla ubicó en la ribera cuatro baterías e hizo extender a lo largo del río, de una costa a la otra, tres fuertes cadenas que pasaban por la proa, centro y popa de veinticuatro lancho-nes que terminaban en un bergantín, el "Republicano" equipado con artillería y que era el encargado de cuidar las cadenas. Completaban la defensa unos 2.000 hombres de infantería al mando del Coronel Rodrí-guez. El 20 de noviembre de 1845 las fuerzas an-glofrancesas, dispuestas a forzar el paso, se trabaron en lucha con los defensores. El com-bate duró alrededor de ocho horas y sólo cesó cuando los argentinos se quedaron sin muni-ciones y las fuerzas de desembarco ocuparon las baterías y lograron quebrar la defensa. Tanto las bajas como los actos de heroísmo fueron múltiples por ambas partes. LOS ECOS DE LA VUELTA DE OBLI-GADO Si bien las fuerzas aliadas lograron acceder a la navegación de los ríos Paraná y Uruguay, los resultados del intercambio comercial no fueron tan ventajosos como suponían los ex-tranjeros.

LA VUELTA DE OBLIGADO

Mariela Canali

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Las repercusiones que en el mundo de la épo-ca tuvo este combate, fueron amplias. Grandes personalidades y diversos diarios de América y Europa coincidieron en la crítica a las potencias invasoras y se solidarizaron con la causa de la Confederación. Episodio de un proceso más vasto donde apa-recen intereses y factores políticos y econó-micos, el combate de la Vuelta de Obligado es aún un símbolo de la larga lucha americana

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por su real independencia, por eso se lo ha elegido como Día de la Soberanía Nacional.
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BUENOS AIRES EN DOCUMENTOS

Ulrico Schymidl * Derrotero y viaje a España y las Indias

Capitulo XIII Ahora nuestro capitán Juan Ayolas mandó convocar la tropa, los cuatrocientos hombres, y los embarcó o fueron a los barcos y viajó aguas arriba por el sobredicho río Paraná (...) estuvimos durante dos meses en viaje, pues hay ochenta y cuatro leguas desde los cuatro barcos que ha-bíamos dejado hasta estos indios que se llaman Timbús y llevan e ambos lados de las narices una pequeña estrellita que está hecha de una piedra blanca y azul y son gentes grandes garbo-sas de cuerpo; pero las mujeres (son) toscas y las jóvenes y viejas están siempre rasguñadas y ensangrentada debajo de los ojos; y la fuerza de los indios es mucha como sabréis por mí más adelante y no comen otra cosa u pescado y carne. En toda su vida no han tenido otra comida. Se calcula a esta nación como de quince mil hombres más bien más que menos; también tienen canoas de las que allá afuera en Alemania se llaman barquillas como usan los pescadores. Es-tas barquillas son hechas de un árbol y las barquillas tienen un ancho de tres pies en el fondo y m largo de ochenta pies. En todo tiempo viajan en ellas hasta diez y seis hombres y todos deben remar y tienen remo, como los pescadores en Alemania, fuera de que no son reforzados con hierro abajo en la punta (...). Capítulo XVI (... ) Así zarpamos de este puerto que se ha llamado Buena Esperanza con ocho buques-bergantines; así venimos e primer día a cuatro leguas de camino a una nación que se llama Corondá; viven de pescado y carne y son ello: aproximadamente cerca de doce mil en gente adulta que se emplea para la guerra y son iguales a los sobredichos Timbús. También tienen dos estrellitas en ambos lados de la nariz; son gentes garbosas en sus personas pero las muje-res feamente arañadas bajo los ojos y ensangrentadas, jóvenes y viejas; y sus partes están cu-biertas con un paño hecho de algodón. Tienen estos indios mucho corambre sobado de las nu-trias y tienen también muchísimas canoas o barguillas (...). Capítulo XVII De ahí navegamos hacia una nación que se llama Quiloazas y son ellos alrededor de cuarenta mil hombres de pelea y tienen para comer pescado y carne, y tienen también dos estrellitas en su, nariz como los sobredichos Timbús y Corondás; ellas, las tres naciones, hablan todas una sola lengua; y desde los susodichos Corondás hay treinta leguas de camino hasta los Quiloazas y viven en una laguna; ésta es extensa o larga unas seis leguas de camino y ancha unas cuatro leguas; con ellos quedamos cuatro días; también nos participaron su escasez; nosotros hicimos lo mismo; estos indios habitan en la orilla izquierda del Paraná. Desde ahí navegamos durante diez y seis días sin que viéramos ni encontráramos gente alguna. En esto vinimos a un pequeño río; éste corre hacia el interior del país. En este río hallamos re-unida mucha gente que se llama Mocoretás; estos no tiene otra cosa que comer que pescado y carne pero por parte mayor tienen pescado. Estos indios cuentan alrededor de diez y ocho mil hombres para pelear; tienen muchísimas canoas, éstas son barquillas. .Así quedamos con ellos cuatro días y ellos habitan en la otra banda del río Paraná y eso es en la orilla derecha; hablan otra lengua; también ellos tienen dos estrellitas en la nariz y son

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gentes garbosas y bien formadas de cuerpo pero las mujeres son feas como las sobredichas mu-jeres. Desde los sobredichos Quiloazas hasta estos Mocoretás hay sesenta y cuatro leguas de camino (...) Capítulo XVIII De ahí partimos de nuevo desde los indios y navegamos río arriba por el Paraná en cuatro jor-nadas y vinimos a una nación que se llama Chanás Salvajes; son hombres bajos y gentes grue-sas y no tienen otra cosa para comer que carne y miel. Las mujeres no tienen nada delante de sus partes, y andan completamente desnudas, mujeres y hombres, tales cuales Dios el Todopo-deroso los ha puesto en el mundo y guerrean con los Mocoretás. Su carne es venados y puercos del monte y avestruces, también conejos que son iguales a una rata grande salvo que no tienen cola. Así que no permanecimos más de una noche pues ellos no tienen nada que comer porque hacía cinco días habían venido al río Paraná para pescar y guerrear contra los Mocoretás. Es una gente igual como allá afuera los salteadores; cometen una iniquidad y huyen de retorno...por lo habitual ellos habitan tierra adentro a veinte leguas para que los Mocoretás no los asalten, y estos Chaná Salvajes son dos mil hombres de gente de pelea. Desde ahí navegamos y vinimos a una nación que se llama Mapenis y son muchísimos en con-junto, pero no habitan todos en conjunto, pero en dos días pueden reunirse sobre el río y la tierra. Se los calcula en cerca de cien mil hombres tiene una tierra como de cuarenta leguas de larga y ancha. También tienen más canoas o barquillas que cualquier otra nación que nosotros hasta ahora hemos visto aquí. En una canoa pueden viajar hasta veinte personas (...) el gue-rrear de los susodichos Mapenis no es otro que sobre el agua. Así hay desde los sobredichos Chaná Salvajes noventa y cinco leguas de camino hasta estos Mapenis. * Soldado alemán, acompañó la expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata en 1535. Derrotero y viaje a España y a las Indias. Traducido del alemán. Buenos Aires, Espasa Cal-pe, Arg. 1947,2da. ed.

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el espacio plástico y se imponen con su sola presen-

ASAMBLEA ANUAL El 15 de diciembre último se llevó a cabo, en la Sala de Exposiciones del Museo Libres del Sur de Dolores, la asamblrea anual de Entidades de Estudios Históricos de la provincia de Buenos Aires, en la cual la Filial Dolores de la Sociedad Argentina de Historiadores hizo entrega de la presidencia a la Junta de Estudios Históricos de Pilar. En el curso de la asamblea se eligió la institución que sucederá en la presidencia a la Junta de Pilar, para el período 1999-2000,: la Asociación de Guías de Turismo de la Ciudad de San Isidro. Durante el acto, se realizó un panel en el que fueron tratados temas de Dolores por miembros de la filial Filial Dolores de la Sociedad Argentina de Historiadores. 66

ANTIGUOS COMERCIOS E

INDUSTRIAS DEL OESTE

El día 3 de diciembre se inauguró la muestra correspondiente al concurso y exposición fotográfica “Antiguos Comercios e Industrias del Oeste”, organizada por el Instituto Histórico de Morón. El objetivo fue valorizar el auge de las industrias y los comercios locales a través de imágenes que conforman el paisaje cotidiano del oeste. La muestra se llevó a cabo en la sede de ACIM, sede de exposición de la Asociación Comercial e Industrial de Morón. En el acto de inauguración se hallaban presentes autoridades municipales, miembros de ACIM,

historiadores e investigadores del oeste y público en general. La Directora del Instituto Histórico realizó una síntesis histórica haciendo referencia a las principales causantes de un modelo socio-económico que forjó lo que hoy es la realidad cotidiana de la región. El crecimiento demográfico de la zona, desde mitad del siglo XIX, junto con la gran industrialización y el crecimiento de la actividad comercial, fueron haciendo de Morón un importantísimo polo de desarrollo del conurbano bonaerense. Hoy el futuro de la región merece un proyecto que active el potencial que encierra. 66

MUSEO HISTÓRICO MUNICIPAL DE RAMALLO Este Museo se encuentra ubicado en el primitivo edificio de la Municipalidad inaugurado en 1874, y que sufriera diver-sas reparaciones y modificaciones a lo largo del tiempo, aunque sin alterar su original arquitectura. El Museo fue creado por Ordenanza Municipal en 1984 y abrió sus puertas al público el 27 de mayo de 1994, formán-dose su colección con elementos aportados por los vecinos de Ramallo que aún hoy continúan acercándose con diversos objetos del pasado de ese pueblo. Las diferentes salas del Museo recuerdan en sus nombres a hombres y mujeres del quehacer ramallense; los objetos que se exhiben son documentos diversos desde 1856, libros editados en el siglo XVIII, periódicos, colecciones numis-máticas, utensilios de trabajo, vestidos de la época, fotografías, ornamentos religiosos, mobiliario antiguo de la Munici-palidad y de la familia Obligado, etc. El Museo Histórico Municipal de Ramallo se encuentra en la calle Moreno 890, permaneciendo abierto de martes a do-mingos de 17 a 20 horas. EL CASTILLO DE OBLIGADO En el actual partido de Ramallo hacia 1780 se afincó Antonio de Obligado, adquiriendo extensas propiedades. Ya en 1800 los mapas de la zona denominan a estas grandes extensiones, “Obligado”. Al fallecimiento de Antonio de Obligado las tierras fueron repartidas entre sus hijos, de los cuales el menor recibe la zona conocida como “Rincón de Andújar”, al fallecer en 1883 la deja en herencia a uno de sus hijos: Rafael Obligado, poeta y escritor, también participó activamente durante los primeros años de la fundación de Ramallo, fue miembro de la Facultad de Filosofía y Letras desde 1889 colaborando hasta su muerte como Consejero y Vice Decano. Falleció en Mendoza en 1920. Casado con Isabel Gómez, manda a construir sobre las barrancas del Paraná, en los terrenos heredados de la familia, un castillo neo-gótico rodeado de pinos y frondosos robles. El edificio se mandó a construir en 1896 y se terminó en 1898. Si arquitecto fue Eduardo Dutner. “El Castillo” consta de tres plantas, con una torre que sobresale del resto de la construcción que mide 25 mts. Consta de 35 habitaciones, muy bien amuebladas y decoradas, sin mantener un determinado estilo. Diversos objetos se preservan en la estancia: una rastra que perteneció a Facundo Quiroga, documentos firmados por Juan Manuel de Rosas, San martín, Belgrano, etc. Cabezadas españolas, cencerros, rebenques coloniales, candelabros, tapices, sillones, armas, etc. y una biblioteca conteniendo más de 6.000 volúmenes. Las paredes exteriores se encuentran recubiertas por una copiosa enredadera. La familia Obligado está emparentada con hombres y mujeres que asistieron al nacimiento de la Patria. Diversas ramas de los Obligado se dedicaron a la política, tal es el caso de Pastor Obligado, gobernador de la Provincia durante la sece-sión de Buenos Aires de la Confederación, y como en el caso que nos ocupa, hombres dedicados a la literatura y la poe-sía: Rafael, Carlos y Jorge Obligado y Alberto Obligado Nazar. 66

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FICHAS DIDÁCTICAS DE LOS PARTIDOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES SAN NICOLÁS DE LOS ARROYOS 1 - UBICACIÓN GEOGRÁFICA El Partido de San Nicolás de los Arroyos se encuentra en el vértice litoraleño de la Provincia, limitado al noreste por el Río Paraná; al noroeste, el Arroyo del Medio; al sudoeste, el Partido de Pergamino, y al sudeste el Arroyo de Ramallo, que lo separa del Partido del mismo nombre. El Arroyo del Medio, a la vez, es límite de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Su superficie es de 680 km2. Su extensión es una llanura, casi plana, con declives naturales hacia los arroyos del Medio y de Ramallo. La ciudad cabecera dista 236 km. de la Capital Federal, 69 de Rosario y 78 de Pergamino. 2 - ESCUDO DEL PARTIDO Una elipse, dividida en dos campos. Timbrado por un sol mediante saliente simbolizando a Mayo -nacimiento de la Patria-, sus flancos son cubiertos por una rama de roble, a la derecha, símbolo de la fortaleza moral del pueblo ni-coleño en los días de las luchas por la consolidación de la Patria, y por una de olivo, a la izquierda, atributo de la Paz, que ha caracterizado nuestra existencia. EL campo superior, en color azul, representa a nuestro cielo y en él, en semicírculo superior, 14 estrellas represen-tan a las provincias argentinas signatarias del Acuerdo de 1852. Dos brazos desnudos, con las manos estrechadas, simbolizan el Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos; el libro abierto, evoca la Constitución Nacional, y la espada cuyo simbolismo de fuerza la defiende, se presenta con la punta hacia abajo, en posición de homenaje y acatamien-to a sus dictados. Una cinta con los colores argentinos, que une los cabos de la guirnalda, representa la unión de nuestro pueblo. Fue creado por una Comisión Especial designada por decreto del 12 de mayo de 1969, integrada por Susana Frugo-ne de Toffano, Directora de la Escuela Provincial N° 2; Walter Sigfrido Cárfey, Director del Museo y Biblioteca de la Casa del Acuerdo; Elvidio A. J. Colombetti, Secretario de la Comisión Central Ejecutiva; Marcelino Marcatelli, Presidente de la Comisión Municipal de Cultura, y G. Santiago Chervo, Presidente del Instituto de Numismática e Historia. Se presentó a la ciudad en el Teatro Municipal durante la Función de Gala, el 8 de octubre del mismo año. 3 - ORÍGENES A - Antecedentes y fundación Con la creación del pueblo "Las Dos Hermanas" por iniciativa del gobernador del Río de la Plata, Hernando Arias de Saavedra comúnmente conocido por Hernandarias, que aprobara el Cabildo de Buenos Aires el 1 de setiembre de 1608, se inicia la conformación primitiva del Partido dé San Nicolás de los Arroyos. Esa es la fecha tomada co-mo de creación del Partido. "Las Hermanas" integró nuestro territorio durante 246 años, hasta 1 864 en que se creó el Partido de Ramallo. Los primeros límites oficiales fueron dados el 2 de diciembre de 1775 en la reunión de la Junta de Hacendados convocada por el Teniente Gobernador (Interino), don Diego de Salas. Estos fuéron: "desde la otra banda de este Río (Arrecifes) hasta el Arroyo del Medio". El 14 de abril de 1 748 ya se había fundado la hoy Ciudad Cabecera, por Rafael de Aguiar -residente en el lugar- en tierras pertenecientes a su esposa, Juana Paulina de Ugarte de Aguiar, heredera del capitán Francisco Miguel de Ugarte. B - Nombre El nombre responde a la devoción de Aguiar, por el Santo de Bari -San Nicolás de Bari bajo cuya advocación colo-có su Capilla particular, en 1 748- y al asiento geográfico del pueblo, entonces ya denominado "Partido de los Arroyos" y desde 1637. "Los tres Arroyos"; "Tierra de los Arroyos"; "Los Arroyos"; "Campaña de los tres Arro-yos"; "Paraje de los Arroyos", y "Pago de los Arroyos" en 1 730. C - Poblamiento En 1744 la población de nuestro partido era de 948 habitantes. Aproximadamente cien años después ya se aproxi-ma a los ocho mil que sigue incrementándose con la inmigración italiana, española y francesa, en especial, y el sur-gimiento industrial (la gran industria), llegando a 1890 con más de 24.000. Estimada actual: 140.000.

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4 - LUGARES Y ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS * Organización del ejército expedicionario al Paraguay, por Manuel Belgrano (28-9-1810) Primer Combate Naval Argentino, 2.-3-1811. * Entrevista de los gobernadores Martín Rodríguez y Estanislao López, en la estancia La Esperanza, 11-11-1820. * Estada del gobernador de la Provincia, Juan Manuel de Rosas, 26-4-1830. * Fusilamiento de militares y civiles del ejército del general Paz, y un menor, por orden de Rosas, el 28-10-1831, en la Plaza Principal. * Fusilamiento del ex gobernador de Santa Fe, Domingo Cullen, por orden de Rosas, en la Posta de Ceferino Verga-ra, el 22-b-1839. * Reunión de gobernadores argentinos convocados por el vencedor en Caseros, Justo José de Urquiza firmándose el célebre documento histórico conocido como "Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos (31-5-1852). * Combate naval entre las escuadras de Buenos Aires y la Confederación Argentina, el 25-10-1859. * Regreso de los restos del Batallón San Nicolás de Guardias Nacionales, de la guerra del Paraguay (1865-18b9), el 8-1-1870. * Inauguración del Colegio San Nicolás de los Arroyos, primer Colegio de América regenteado por los Padre Sale-sianos (Primera Misión enviada por Don Bosco, fuera de Italia, en 1875). (24-3-1 876). * Inauguración del frigorífico "La Elisa", el primero de Sudamérica, fundado por Eugenio Terrassán, en 1882. f año siguiente desde el mismo, se efectuó el primer envío de carnes argentinas congeladas, a Inglaterra. *Ferrocarril a Per-gamino, inauguración 3 de febrero de 1884. * Ferrocarril línea Buenos Aires-Rosario, inauguración, 1-2-1886. * Aparición de la Sagrada Imagen de la santísima Virgen del Rosario, en "El Campito" (hoy el Santuario de la Vir-gen). * Monumento al Primer Combate Naval Argentino, sobre la barranca del Río Paraná, en el nacimiento de la calle Carlos Pellegrini. Monumento Histórico Nacional por Decreto N° 27.286 del 28-10-1949. * Lugar Histórico Nacional: Museo de la Casa del Acuerdo, en la que se reunieron los gobernadores de las provin-cias argentinas, convocados por el Gral. Justo José de Urquiza, el 31 de mayo de 1852 firmando e célebre documenta conocido en nuestra historia como El Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos. * Lugar Histórico Nacional: Edificio ex Escuela Normal Mixta, inaugurada el 29 de agosto de 1888. Calle sarmiento esq. con Lavalle (1888-1944). Decreto N° 29 del 7-1-1975. 5 - FECHAS DE CELEBRACIÓN - 14 de Abril, Aniversario de la fundación de la Ciudad (1 748) - 1° de Setiembre, aniversario de la creación del Partido (1608) - 23 de Noviembre, aniversario de la Declaración de Ciudad por el Congreso General Constituyente, reunido en Buenos Aires (1819) - 6 de Diciembre, Santo Patrono de la Ciudad. San Nicolás de Bari (1821) 6 - LOCALIDADES DEL PARTIDO CONESA - 3 de febrero de 1884 GENERAL ROJO - 3 de febrero de 1884 LÓPEZ ARIAS - 15 de abril de 1909 CAMPOS SALLES - 26 de enero de 1886 LA EMILIA - 2 de octubre de 1892 Esta ficha fue realizada con el aporte de G. Santiago Chervo, Director del MUSEO Y ARCHIVO HISTÓRICO

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1- UBICACIÓN GEOGRÁFICA Se encuentra en el NE de la Provincia de Bs.As. Son sus límites: al N los Partidos de San Fernando y Campana. Al O el Partido de Campana. Al S. el Partido de Pilar y al E los Partidos de Tigre y Gral. Sarmiento. Su superficie es de 303 km2. 2- ESCUDO En octubre de 1960 la municipalidad dispuso aprobar la obra presentada por el Sr. Julio C. Sergiani para ser utilizada en la creación del escudo municipal. Los motivos que la inspiran pueden resumirse en la idea de “Tradición, historia, progreso” que simboliza las características his tóri-cas, tradicionales, geográficas y económicas del Partido. Descripción del blasón: Sol Naciente: El nacimiento del nuevo partido. Laurales: Simbolizan la victoria obtenida por la autonomía municipal. Cinta argentina: Símbolo de la nacionalidad. Estrella mayor: Estrella de Belén. Estrellas menores.: Representan a cada una de las localidades que integran el partido. Aspecto geográfico: Provincia de Buenos Aires al cual pertenece Escobar y los lími-tes del Partido. Aspecto Histórico: Morrión de Granaderos, simboliza al granadero Juan Mateo Gelves. El casco de los conquista-dores que recuerda a los primeros propietarios de estas tierras. Riquezas: Floricultura, fruticultura, horticultura y maderas. La frase: “Si no ha de vivir la autonomía municipal, cerremos el Salón y hagamos la farsa de las instituciones”. D. F. Sarmiento. 3- ANTECEDENTES Y FUNDACIÓN A- Orígenes La zona que comprende al Partido de Escobar era lugar de recorrido y asentamiento temporario de tribus nómades. Por el N. los guaraníes de las islas, Curucas y Mbeguas que vivían en las márgenes del Río Luján o Valle del Corpus Christi y Paraná de las Pal-mas o Río Grande. Otras tribus que convivían en este territorio eran los querandíes o pampas y más al N los chanas y timbúes. A partir de 1580, con la segunda fundación de Bs.As., se inicia la colonización de las tierras que hoy constituyen el Partido de Es-cobar, pues quedaron comprendidos dentro del reparto de Suertes de estancia que Juan de Garay efectuó el 24 de octubre de 1580, entre los 63 hombres que lo acompañaban. Durante el siglo XVIII comienza a darse el poblamiento efectivo de estas tierras, conformándose las primeras estancias de la llanura bonaerense y formando los primitivos pagos. La imposibilidad de controlar tan vasta extensión hizo que el Cabildo de Luján, al cual estaban integradas estas tierras, en 1774 de-signara dos alcaldes de hermandad, uno en el distrito de Areco y el otro en el distrito de Capilla del Pilar y Cañada de Escobar. En 1959 se creó el Partido de Escobar en tierras pertenecientes hasta esos momentos a los Partidos de Tigre y Pilar y cuya cabecera se-rá el pueblo de Escobar. B- Nombre A través de más de cuatro siglos, la tradición ha conservado el nombre del primer propietario de la famosa “suerte” e isla de Es co-bar”, haciéndolo como justiciero homenaje a una cañada y al pago, luego a un pueblo y hoy a un partido. Don Alonso de Escobar nació en 1542 en Asunción del Paraguay y formó parte de la expedición de Juan de Garay en la repobla-ción de Bs.As. Recibió tierras en carácter de recompensa, siendo una de ellas una estancia en el “Valle de Santiago” conocido lu e-go como “Isla de Escobar”. C- Poblamiento El fraccionamiento y venta de las primitivas suertes, dieron como resultado el asentamiento de las primera familias criollas, verda-deras pioneras entre quienes aún poseen descendientes como los Cruz, Garín, Burgueño, Díaz, Beliera. Recién a fines del siglo XIX, comienzan a radicarse los primeros colonos o chacareros de origen italiano, francés, vasco y español que dieron origen a las primeras quintas y chacras como así también los vascos franceses conformarían los primeros tambos. Ya en el siglo XX se instalan protugueses iniciando el trabajo de la horticultura. La floricultura es iniciada por una nueva inmigración de italianos y japoneses en la década de 1920. El ferrocarril permitió la llegada de éstos núcleos de gente, dando lugar al crecimiento poblacional de toda la zona. 4- DESARROLLO FACTORES ECONÓMICOS Hacia 1950 se perfilaba en Escobar una incipiente industria. Sus buenas aguas, tierras y declives, permiten que se desarrolle una gran industria basada en la floricultura y la horticultura. Gran cantidad de tambos y chacras se encontraban en su amplia zona rural. Favorecidos éstos por las importantes accesos que la comunicaban con los grandes centros urbanos del Gran Bs. As., Capital Fede-ral y del interior del país a través de transportes terrestres, ferroviarios y fluviales, factores que influyeron hasta transformarla en una zona de gran desarrollo derivado del trabajo de la tierra. 5- LUGARES HISTÓRICOS - Escuela Nº 3 (Actual Nº 1) Gral. San Martín - inaugurada el 1º de junio de 1883. - Sociedad Italiana de Socorros Mutuos: Fundada en 1889. - Registro Civil de Escobar: Creado el 8 de Marzo de 1897; en 1905 fue uno de los primeros pueblos subordinados con Alcaldía Judicial, dependiente del Juzgado de Paz de Pilar. - Seminario Sacerdotal “San Vicente de Paul”, de la Congregación de los Reveren dos Padres Lazaristas, creado en 1914.

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Esta Ficha Didáctica ha sido elaborada con el aporte de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Escobar

6- LOCALIDADES Belén de Escobar. Entre los años 1876-77 ante la inminente construcción de la estación ferroviaria, Doña Eugenia Tapia de Cruz decidió lotear las tierras aledañas a la misma. Se ha tomado la fecha del remate de estas tierras -4 de Marzo de 1877-. Vomo fecha de creación del pueblo de Belén. El nombre del pueblo se debe a su creadora que basada en su devoción religiosa, escogió el mismo nombre que sirvió de cuna al salvador. Garín. Esta localidad comprende los territorios que primitivamente pertenecieron a la familia Pereyra y luego a Díaz, Garín y Be-liera. El l9 de Junio de 1893 se realizó la primer escritura de ventas de tierras donde se construyó la estación, lo cual se ha tomado como fecha simbólica de la fundación de la ciudad de Garín. La dirección de Ferrocarriles Argentinos denominó a la estación como Garín por considerarse a esa familia como los pobladores más antiguos de esta localidad. Ingeniero Maschwitz. Esta localidad está en tierras que pertenecieron en el siglo XVIII a Don Juan de Benavidez. El 4 de Marzo de 1910 se impone con el nombre de Ing. Carlos Maschwitz a la parada Km. 47 del Ferrocarril Central Argentino. El Ingeniero Maschwitz ejerció la presidencia de la Dirección de F.C. Argentino hasta 1898. En 1907 fue nombrado por el presidente Alcorta, Ministro de Obras Públicas. Matheu. Esta localidad se asienta sobre la estancia que en 1580 correspondió en el primer reparto de tierras a Don Juan de Garay (hijo del conquistador) Con la construcción del ramal Victoria-Zelaya se construyen apeadero sobre el que posteriormente se cons-truye la estación denominada Domingo Matheu en honor del patriota de Mayo. En 1980 se decreta que el 9 de Marzo de 1898 se considera fecha de fundación simbólica del pueblo, correspondiendo la fecha con la escritura realizada por Domingo Nazarre a favor del Ferrocarril Central Argentino. .

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LOS ARCHIVOS Y LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA

Sergio D. Robles*

La complejidad y multiplicación de las funciones del Estado en el presente siglo han significado un aumento en la producción de documentos de tal magnitud que hace imposible su conservación completa para fines de investigación.

Pero como dice Silvio Zabala “El Estado tiene el deber de conservar la documentación que prod u-ce y aún la del dominio particular que se considere útil para la historia. Esa conservación impone trabajos y gastos considerables”.

Esto ha obligado a pensar, por un lado en métodos de selección que permitan conservar aquellos documentos de valor permanente y desechar los que carecen del mismo; y por otro lado en técni-cas que puedan reproducir el documento reduciendo su volumen, ganando espacio, como por ejemplo la microfilmación. Esto último lejos de ser una solución definitiva trajo aparejado dos problemas fundamentales: la cuestión del valor legal, y la conservación del nuevo soporte, es decir la conservación de la documentación para el supuesto de que el microfilm no tenga valor jurídico y las condiciones más rigurosas de guarda que exige y su vida más breve con respecto al papel.

En cuanto al tema de la selección, es de gran importancia y es recomendable que la realice una co-misión, formada por personas que integren un equipo interdisciplinario es decir por historiadores, abogados, contadores, administrativos y archivistas a fin de que estos ponderen según su tarea, la trascendencia de un documento respecto a otro, para ser utilizado en futuras investigaciones.

En nuestro país la falta de conciencia archivística unida a la ausencia de una legislación adecuada hacen peligrar el Patrimonio Documental, que no es sino una parte del Patrimonio Cultural de la Nación.

En los archivos de la administración pública, sea nacional , provincial o municipal, la tendencia es, primero guardar todo: y cuando el espacio falta amenazando a los encargados de archivo de quedar sepultados bajo una mesa de documentos, entonces viene la destrucción indiscriminada, debido a la ausencia de Selección. Esta situación nos está llevando a la pérdida de los archivos de este siglo.

Esto nos plantea la problemática de la investigación en el futuro cercano, cuando los historiadores aborden el estudio del siglo XX se encontrarán con verdaderas lagunas de información.

En al ámbito de la provincia de Buenos Aires es importante la labor que realizan y que pueden rea-lizar en cuanto a conservar la historia de los pueblos bonaerenses, las juntas de Estudios Históri-cos y su Federación, la Sociedad Argentina de Historiadores y el Archivo Histórico de la Provin-cia de Buenos Aires, “Dr. Ricardo Levene”. La tarea de la preservación adecuada del patrimonio documental de cada municipio es tarea ardua y debe ser constante.

Las colecciones de periódicos locales, las viejas fotografías, los testimonios orales deben preser-varse junto a lo que actualmente se produce: grabaciones de televisión de cable, programas radia-les, publicidad electoral y por supuesto la documentación municipal ya que esto posibilitará hacer mañana la historia de hoy.

El esfuerzo debe encaminarse por interesar a los gobiernos municipales en la creación de juntas evaluadoras o de selección documental para que éstas estudien antes de proceder a cualquier des-trucción, qué es lo que merece ser rescatado para que integre el acervo del Archivo Histórico Lo-cal. *Jefe del Archivo Histórico Municipal Director de la junta Municipal de Investigaciones Históricas de Zárate.

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Creado por la Ordenanza Nº 996-94, fue inaugurado oficialmente el 10 de diciembre de 1994. Tiene su sede en el edificio CENOFAR (Centro de ofi-cios Artesanales), en la calle Suipa-cha 48, ciudad de Lincoln. Las intensas gestiones que realizó desde su puesto de Directora de Cul-tura, la Prof. María de los Ángeles Iglesias, hicieron posible la creación de esta obra indispensable como es un repositorio de documentos oficia-les y privados que, en conjunto, cons-tituyen un legado importante dentro del patrimonio integral de nuestro municipio. Acumulado durante décadas en el Corralón Municipal -en condiciones inadecuadas -el material documental necesita una urgente tarea de restau-ración y conservación mediante técni-cas archivistícas actuales que permi-tan librar dicho repositorio al estudio e investigación de los que se intere-sen en reconstruir el pasado del Mu-nicipio. El nombre puesto al archivo se eligió en homenaje al Prof. Andrés R. Allende que, nacido en Córdoba fue linqueño por adopción y estudió los orígenes y los primeros tiempos del partido de Lincoln, fundado en 1865 durante la presidencia de Bartolomé Mitre. El archivo pretende, entre otros objetivos, brindar material do-cumental clasificado para que los es-tudiosos puedan continuar la obra del ilustre historiador. Actualmente, el archivo dispone de dos salones en la planta alta del edifi-cio mencionado donde se realiza la selección y la clasificación provisoria de materiales con vistas a su inventa-riado (parcialmente iniciado) y cata-logación definitiva. Como es lógico, debido a la posible aparición de nue-vos documentos, estas tareas tienen, por el momento, carácter provisorio. En ese aspecto, es fundamental el aporte de la Asociación Amigos del Archivo Histórico, reconocida ofi-

cialmente por la Resolución nº 376-94 e integrada por tre-ce miembros. Ejerce la presi-dencia, el Sr. Darío Caffera-ta, siendo secretario Ángel Lombardo (conocido investi-gador de la historia local) y tesorero, Oscar Ariztimuño. Dos veces por semana, dicha

asociación concurre al archivo para abocarse a la tarea de selección y ex-purgo de testimonios documentales que son traído desde el Corralón Mu-nicipal. Sin prisa pero sin pausa, su silenciosa labor está dando frutos al descubrirse papeles, revistas, libros, diarios, fotografías, planos, etc. que de otra manera correrían riesgos de ser destruidos o de perderse definiti-vamente. También la Asociación ha logrado que se hicieran algunas mejoras edili-cias y estructurales que posibilitan un más adecuado funcionamiento de to-do el archivo: iluminación, arreglo del techo, de puertas, ventanas, ad-quisición de estanterías para libros y cajas que contienen expedientes. La documentación - provisoriamente clasificada y topográficamente ubi-cada, comprende hasta ahora básica-mente libros y expedientes de papeles conservados en cajas de cartón . En forma sintética se destacan los si-guientes materiales: 1- Libros: hay 290 ejemplares inventa-riados que documentan la actividad municipal desde 1891 hasta la década 1960-70. Por ejemplo, hay tres libros del Conse-jo Deliberante que comprenden los si-guientes períodos de gestión adminis-trativa: 1891-1897 / 1929-1939 / 1939-1949 - Varios Libros Copiadores, el más an-tiguo corresponde al período 1900-1907. - Varios Libros de Prensa Agraria hasta 1963. - Un Libro de Decretos, ordenanzas y Resoluciones, entre 1914-1923. - Un Libro de Registro de Poderes del período 1908-1938. - Un Libro de Venta de Chacras desde 1900 hasta 1934. - Registro de Conductores entre 1931-1944. - Varios Libros de Inspecciones Dia-rias.

- Varios Libros contables (Mayor, de Caja, Bancos) el más antiguo de los cuales se remonta de 1916. - Registro de Firmas de 1914. 2- Cajas - Expedientes relativos a Bienestar So-cial, 1958-1961 y 1971-1973. - Pavimentación urbana 1932-1966. - Registro Civil 1939-1946. - Hospital Municipal. Servicio de obs-tetricia 1949. - Departamento Ejecutivo. Resolucio-nes. - Departamento Ejecutivo. Oficina del Personal 1952-1953. - Consejo Deliberante, Proyectos y Or-denanzas 1952-1966. 3- Papeles privados - Documentación donada por los fami-liares de Andrés R. Allende. - Colección de la revista “El Hogar Linqueño” donada por el Sr. Destéf a-no. - Documentación donada por la familia Ferrari.

Al acercarse el primer aniversario de su creación, el Archivo está en mar-cha aunque existe la conciencia de que estamos recién al comienzo de un largo camino cuya meta es conservar y disponer para la investigación todo el patrimonio documental de nuestro partido: papeles, materiales gráficos, iconográficos, sonoros, etc., de carác-ter oficial o privado ya que en con-junto permitirán mantener alerta la memoria histórica y la identidad re-gional de Lincoln. Eso será posible en la medida en que se amplíe la con-ciencia histórica entre la gente y, a través de generaciones de archiveros que no desmayen en esta labor lenta, sistemática, silenciosa y fecunda. 66 *Profesor Extraordinario Emérito de la Uni-versidad Nacional de la Plata. Titular de la Cá-tedra de Historia Argentina II y Director Ho-norario del Instituto de Historia Argentina “Ricardo Levene” de la Facultad de Human i-dades y Ciencias de la Educación. Director del Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires. Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia. Miembro correspon-diente de la Real Academia de la Historia de España, del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y de las Juntas de Estudios Histó-ricos de Mendoza y Tucumán. Autor de Libros y Monografías sobre distintos temas de Histo-ria Argentina.

Un ejemplo de preservación

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE LINCOLN

“ANDRÉS R. ALLENDE”

Teodoro Zuzek*

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FUNDACIÓN: La estancia, el fe-rrocarril y el pueblo.

Dos factores resultaron decisivos en la fundación de Campana a mediados de la década de 1870: por un lado, el desarrollo de las actividades produc-tivas y el creciente proceso de de-manda y especulación de tierras; por otro, la coyuntura política favorable a los dos fundadores, Luis y Eduardo Costa, destacados miembros del mi-trismo, que hicieron pesar su influjo político en la extensión de una línea ferroviaria de Buenos Aires a Cam-pana.

El proceso de aumento de la impor-tancia productiva del establecimiento de Luis y Eduardo Costa (adquirido por su padre, Braulio, en la década de 1850), se entronca con la expan-sión de las exportaciones de lana que atraviesa la economía rural rioplaten-se y que significó su inserción plena en el sistema capitalista mundial. El terreno elevado, bien regado por el Río Luján y la Cañada de la Cruz, con un puerto natural excelente, ase-guraba una eficiente provisión de re-cursos para la cría de lanares y el em-barque de las mismas por el Río Pa-raná a Buenos Aires. La temprana presencia de criadores, puesteros y peones franceses, italianos e irlande-ses evidenciaba la complejidad pro-ductiva que la ganadería ovina había introducido en el establecimiento, y la diversidad social y étnica que la misma implicaba al incorporar mano de obra especializada extranjera (y, por supuesto, comerciantes nativos y extranjeros, asociados al propietario, Don Luis, censado en 1869 y 1895 en la estancia) (1).

La guerra del Paraguay y la crisis la-nera de 1866 iban a reorientar la acti-vidad de la estancia: se introdujo una grasería para industrializar los ani-males cuya lana ya no puede colo-

carse con facilidad en los mercados mundiales, pero cuyos productos de-rivados son demandados ávidamente por el ejército aliado que combate en el frente paraguayo, río arriba. La es-tancia crece, su puerto embarca caba-llos, forrajes y abastecimientos y el proceso que se abre en la década si-guiente alumbra, hasta la creación del pueblo, un ciclo de prosperidad que trata de consolidarse a través de la introducción de actividades agríco-las . (2).

En efecto, en 1868, resultado de la guerra, se inicia en la estancia el cul-tivo de la alfalfa con la incorporación de nuevos especialistas y arrendata-rios atraídos por el desarrollo del es-tablecimiento. Pero a comienzos de la década de 1870, la introducción del cultivo de trigo impulsó nuevos cambios sociales: la aparición de un grueso estrato de colonos italianos que llegaron como cultivadores arrendatarios o propietarios al esta-blecimiento de los Costa. (3).

Es allí, en la década de 1870, donde la influencia de los Costa en la es-tructura política de la provincia de Buenos Aires comenzará a ser cada vez más importante para el desarrollo de la estancia. Eduardo, ministro de Mitre, había visto beneficiado su es-tablecimiento por el abastecimiento de la guerra, y gracias a sus contactos con la esfera oficial con el gobierno provincial de Emilio Castro (e inclu-so tal vez nacional) y con un conjun-to de empresarios navieros italianos (Matti, Viale) consiguió la extensión del ferrocarril de Buenos Aires a Campana, donde se preveía estable-cer un puerto de embarque para los pasajeros que se dirigían a Rosario. (4).

Es así como, en la intersección de esos procesos -la colonización agrí-

cola fuertemente dominada por italia-nos, alentada incluso por miembros destacados de esa comunidad (De-llepiane, Sívori, Trucco, vinculados personalmente a los Costa) (5) y la favorable coyuntura política, en la que el estado provincial avala las ini-ciativas de dos políticos-empresarios de su clase dirigente- surge el loteo del pueblo de Campana (julio de 1875) que en su momento había pre-tendido beneficiarse de la especula-ción de tierras que signó la etapa an-terior a la crisis de 1873, pero que, debido a lo tardío de la extensión fe-rroviaria, sólo llegó cuando la crisis ya se había desatado. (6).

Una somera lectura del plano inicial, diseñado por Carlos Chapeaurouge (Ver mapa Nº 1) pone en evidencia la preocupación real de los fundado-res: el puerto y la estación, articula-dos entre sí en su función dinámica de carga y descarga de bienes y per-sonas, son la entrada al pueblo, orga-nizado armónicamente con el trazado de las barrancas que, acercándose al recodo del río donde se halla el puer-to y se levanta la estación, permiten por su parte baja acceder al trazado de una avenida principal que lleva a la plaza central, de la que se despren-den dos boulevares, paralelos al re-corrido de las barrancas, por lo que favorecen la circulación por la ciu-dad, que se ensancha a medida que se aleja del río, distribuyéndose sobre lo alto de las barrancas. Una ciudad, en fin, pensada para la circulación y em-barque de la producción agrícola lo-cal y para el arribo creciente de tra-bajadores y mercaderías.

EXPANSIÓN: el molino, la fábrica de alcoholes, el frigorífico y la em-presa urbanizadora.

El puerto-ciudad es ante todo un cen-

CAMBIO RURAL Y DESARROLLO URBANO La ciudad de Campana y el crecimiento industrial del partido (1880-1930)

Rogelio Claudio Paredes*

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tro de reunión y exportación de pro-ductos agrícolas de un amplio “hinterland” que, a los hermanos Costa, les hubiera gustado fuese ma-yor. Propietarios, arrendatarios, me-dieros criollos e italianos contribuían con sus cosechas a sostener la activi-dad exportadora de Campana. Pron-to, la función del puerto y de la ciu-dad iban a cambiar rápidamente. El “acopio de granos” se complementa rápidamente con la aparición de acti-vidades industriales locales que pro-cesan la producción local.

En 1877, un molino de harina de ma-íz se instala en el centro de la ciudad, frente a la plaza; desde 1882 la aso-ciación de un capitalista propietario de una fábrica de ladrillos convierte al molino “modernizado” en abast e-cedor del mercado local y de la fa-mosa empresa de Francisco Morixe (7). En 1883, los hermanos Drabble adquieren una fracción importante al oeste del trazado urbano, que desti-nan a potrero y plaza de su estableci-miento frigorífico, River Plate Fresh Meat and Co., que rápidamente co-mercializa e industrializa la produc-ción de ovinos ya tradicional en la región. Primer frigorífico de la Ar-gentina que combinaba la facilidad de las comunicaciones, la proximidad de la costa y las cercanías de las fuentes de abastecimiento con un puerto en crecimiento (8). En 1885, intereses locales (Melitón Panelo, di-námico arrendado de los Costa) se asocian con la poderosa firma Devo-to Rocha y Cía. para la instalación de una fábrica de alcoholes: la captación de la producción maicera local, la gran movilización de recursos socia-les y económicos -que incluyo la de-molición de un tramo de barranca y el relleno de una playa artificial so-bre el río mismo, con embarcadero e instalaciones altamente capitalizadas- la influencia de patronazgos directos e indirectos que ejercerán los directi-vos de la fábrica, terminarán por alte-rar el control de Don Luis Costa so-bre su criatura urbana, hacia 1890. (9) Por último, en 1888, la sociedad Cousenier, de capitales franco-argentinos, se instaló dentro del tra-zado urbano, pero próximo al com-plejo ferro-portuario, adquiriendo tierras para la especulación y el culti-

vo de especies industriales. (10).

El período, pues, 1877-1888, fue de vertiginoso crecimiento y compleji-zación socio-económico productivo. Este vertiginoso crecimiento se acompañó, en el plano político, de una ascendente coyuntura para los hermanos Costa: la amistad de Eduardo con Carlos D’Amico le per-mitió conseguir, probablemente, en primer término, la instalación de un Juzgado de Paz en Campana, y por último, la creación de un partido se-parado del de Exaltación de la Cruz a la que el pueblo había pertenecido hasta allí (1886) (11). Fracasada la candidatura de Eduardo a la gober-nación provincial, victorioso Máxi-mo Paz, este ciclo de ascenso alcan-zaría su límite en 1887, pero no sin que un nuevo proyecto urbano-empresarial hubiese tentado a la fra-terna sociedad: la creación, en 1886, de la Sociedad Puerto y Ciudad de Campana, destinada a la construcción de muelles, depósitos, instalaciones portuarias y urbanas, tendido de ra-males ferroviarios y extensión del trazado hasta comprender todo el mosaico periurbano de fábricas de la-drillos, acopios de granos, quintas, chacras y explotaciones que se ha-bían ido estableciendo espontánea-mente y a las que se debía poner or-den. Un nuevo trazado del plano agregaba diez cuadras de manzanas para la extensión del pueblo, seis lí-neas contiguas de “quintas” conect a-ban con una densa extensión de cha-cras que se perdían en la extensión del establecimiento de los Costa, de los que se habían loteado los terre-nos. Importantes apellidos porteños componían esta sociedad que no lle-gó demasiado lejos en su intento de beneficiarse con el desarrollo a la vez agrícola e industrial del flamante partido. (12). Afectados por la hosti-lidad política de la gobernación auto-nomista de Julio Costa, los sueños urbanos de los hermanos Costa fue-ron víctimas escogidas de la crisis de 1890.

En el puerto de Campana apenas se construyó un muelle, la sociedad li-quidó buena parte de sus terrenos en el trazado urbano y abandonó todos sus intentos -bastante promisorios-

de tendidos ferroviarios... Y Campa-na no se convertiría en ciudad hasta 1958.

AJUSTE: Crisis del modelo agro-industrial y lucha por la urbaniza-ción

El fin del proyecto de la Sociedad Puerto y Ciudad de Campana repre-sentó también el fin del impulso de expansión urbana en manos de los hermanos Costa: su aparición en los negocios municipales y en los intere-ses dedicados a desarrollar la ciudad sólo fueron, en adelante, esporádicos. El eje socio-productivo que sostenía a la población era la Fábrica de Alco-holes, cuya representación política era representada en el Municipio por Martín Castilla, verdadero articula-dor de la economía de los pequeños y medianos proveedores de la alcoho-lera con su clientela rural. El sector urbano, que vivía del comercio y los servicios locales, heredero en gran medida de la conducción de los Cos-ta, era liderado por Marcelino Sivori y la familia Dellepiane, decanos am-bos del comercio y la propiedad ur-bana en la ciudad. Un frágil equili-brio mantuvo a estos dos sectores y a sus clientelas en el manejo de los ne-gocios municipales. La crisis desata-da desde 1898 por cierre de la Fábri-ca de Alcoholes, en 1898, y del moli-no harinero en 1900, precipitaría una ruptura irreparable que sólo se cerra-ría en 1910.

En el panorama de crisis, los dos sec-tores a cargo de la municipalidad co-menzaron a encontrar motivos de fricción en la orientación que se daría a la construcción de obras públicas, en los intereses que participarían en la misma y en el papel que los contri-buyentes tendrían que asumir en las mismas. Se trazó un nuevo plano del pueblo sobre la base del de la Socie-dad Puerto y Ciudad de Campana y se dio nombre a las calles que éste había previsto (hasta ese momento, desde 1890, sólo llevaban nombres las previstas por el plano original de Chapeaurouge (Ver mapa Nº 2). Sin embargo, la conflictiva situación se extendió en torno a la compra de un nuevo edificio para la Municipali-

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dad -la residencia del quebrado mag-nate dueño del molino-, al empedrado de calles, a la extensión del trazado de calles y boulevares, a la instala-ción de un sistema de alcantarillado público, al establecimiento definitivo y venta de fracciones en el cemente-rio, al alumbrado público y a la insta-lación de un hospital municipal (13). Este último episodio, más el manejo flagrante de los resultados elecciona-rios y de la gestión municipal, lleva-ron a una cruda lucha dentro de la corporación municipal que concluyó en 1905, cuando Castilla expulsó a sus opositores respaldado por el go-bernador Ugarte (14).

El panorama urbano se modificaba rápidamente. La importancia del fri-gorífico crecía con el aumento de sus exportaciones de carnes bovinas con-geladas desde finales del siglo: sus demandas cambian, presionando aho-ra sobre pequeños y medianos pro-ductores destinados a perder sus tie-rras en manos de sectores de nuevos propietarios beneficiados con la venta de la estancia de los Costa en 1905, y exigían que los terratenientes locales actuaran como consignatarios e inver-nadores de sus ganados. La ciudad, surgida como centro de un área pro-ductiva rural, se tornaba cada vez más urbana: quintas y chacras no eran ocupadas sino por el matadero muni-cipal y los prostíbulos expulsados del área céntrica. Nuevos establecimien-tos industriales, de tipo totalmente di-ferente, hacían irrupción: la Compa-ñía nacional de Aceites (1904), luego la West Indian Oil Cpmpany (1913) y varias papeleras abrían la perspectiva de una actividad industrial totalmente separada del entorno agrario. Su po-der y autonomía frente a la municipa-lidad (aquejada por tantas disputas internas, debilitada desde 1905 por la lucha facciosa entre las autoridades y los contribuyentes) era demasiado grande como para evitar que se apro-piaran de todo el ámbito de la ribera. El propio ferrocarril cerró el acceso al río de la principal avenida de la ciudad que ligaba la costa con la pla-za. desde ese momento, la ciudad portuaria de Campana perdió todo contacto con su río, a entera disposi-ción de las grandes empresas petro-químicas y papeleras (15).

El enfrentamiento entre propietarios y comerciantes urbanos y la Munici-palidad de Castilla iba, pues, agra-vándose y vendría, a comienzos del presente siglo, con cambios políticos a nivel provincial y nacional: la sali-da de Marcelino Ugarte en la provin-cia, la adhesión de la gobernación al proyecto renovador del presidente Fi-gueroa Alcorta, la pérdida del influjo político de Castilla sobre sectores ru-rales cada vez más pobres o margina-dos -muchos de los cuales abandona-ron sus predios para radicarse en la ciudad- (16) terminaron por erosionar la situación del oficialismo. La lucha asumía la forma de multas municipa-les indiscriminadas a los opositores que, a su vez, no daban quorum de mayores contribuyentes a las sesiones para tratar el presupuesto, o realiza-ban pequeños actos de resistencia anónima (17). Al parecer, la tensión alcanzó su punto culminante cuando la Intendencia pretendió imponer un tributo a puertas y ventanas de las ca-sas céntricas: una “Liga de Propiet a-rios” se formó en defensa de los int e-reses agredidos, futura fase del con-servadurismo campanense del Comité Popular (18). Es a partir de ese mo-mento que la suerte de Castilla está echada: ya que cuando Irigoyen aban-done la gobernación y asuma Inocen-cio Arias, en diciembre de 1910, una “alcal -dada” dirigida por los princ i-pales vecinos, pero protagonizada por elementos populares, expulsará a Castilla y a los suyos de la Intenden-cia, no sin efusión de sangre (19). Una nueva etapa política -y urbana se abría en la historia de Campana.

CONSOLIDACIÓN Y CRISIS: Desarrollo urbano y paro indus-trial.

Por fin, en 1910, Campana había de-jado su perfil de centro urbano de un área agrícola; ahora, en torno a la ciu-dad, los establecimientos rurales en-gordaban ganados para el frigorífico; ahora, el puerto de embarque de gra-nos, embarcaba papel y combustibles y se empleaba a la ribera como marco de una industrialización que dependía del río para proveerse de materias primas y liberar sus deshechos. El go-bierno provincial tendrá asumida esta

situación cuando designe a los comi-sionados municipales que ocuparán la intendencia entre 1910 y 1913, verda-deros funcionarios de la ciudad, espe-cialmente Octavio Amadeo (1911) y Alfredo French (1911-1912). Los tres años que ocuparon éstos y otros co-misionados resolvieron las tenaces dificultades que aquejaban al munici-pio campanense: era necesario conso-lidar la situación financiera del go-bierno local, y a su vez, consagrar la victoria del conservadurismo urbano de comerciantes y propietarios que había depuesto a Castilla, tan vincu-lado a los intereses de las nuevas em-presas, al mismo tiempo que reem-prender la política de obras públicas detenida desde la década de 1890.

El inventario de los emprendimientos de los comisionados municipales es vasto y su obra dotaría a Campana de una estructura urbana que ya no se modificaría hasta mediados del pre-sente siglo: se rellenaron calles con carbonillas ferroviarias, se adquirió material para la reparación de cami-nos y accesos, se desecaron bañados, se trazaron las calles previstas en los planos de 1888, se licitó la construc-ción definitiva del matadero munici-pal, se corrigió el trazado de los ca-minos rurales, se procuró, sin éxito, recuperar del ferrocarril el acceso al río, se licitó e instaló el alumbrado público, se remodeló la plaza y se eri-gieron una nueva sede para la escuela Nº 1 de la localidad y el imponente edificio del Banco de la Provincia, se levantó el plano de niveles para la di-rección de obras de desagüe, y hasta se fundó la Biblioteca Pública. (20).

Como se dijo anteriormente, el perío-do 1910-1913 marcó el punto culmi-nante en el proceso de construcción y consolidación del espacio urbano: los casi veinte años que faltaban para ce-rrar el período de este estudio no vie-r o n y a s e me j a n t e i mp u l s o “progresista”; sólo Luis Pedro Jacob (1013-1917), verdadero heredero de los comisionados municipales, propu-so y logró, desde la Intendencia, em-pedrar la avenida principal desde la estación hasta la plaza, incluyendo parterres en el centro de la misma y una imponente escalera que salvaba el desnivel entre el acceso a la plaza:

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por muchos años, la calle “Real” -centro del comercio, la vida social y cultural y verdadero núcleo urbano de la población- ya no recibiría modi-ficaciones sustanciales. En realidad, éste estancamiento será parte del que afectará a toda la ciudad hasta la dé-cada de 1950 (21). Los emprendi-mientos llevados adelante por los ra-dicales (especialmente por Luis de Dominicis) a finales de la década de 1910, y otra vez por los conservado-res a lo largo de la de 1920, no ten-drán ni la envergadura, ni el impulso, ni la vigencia de las de Amadeo, French y Jacob.

Varias crisis sobrevinieron a comien-zos de los 20, superponiéndose a una situación política compleja en que los radicales procuraban desplazar a sus rivales conservadores del municipio huelgas generales (1919), baja del precio del ganado, dificultades en la gestión empresarial del frigorífico, afectado por el fin de la guerra, todo contribuyó a una especie de parálisis en la actividad económica y en la gestión municipal de Campana. La decadencia del ahora British and Ar-gentine Meat Co., base de la econo-mía y el empleo en la localidad, no pudo ser saldada con el aporte de nuevas empresas, entre ellas la petro-lera “Itaca” (1919). Desde 1922 se rumoreaba el cierre del frigorífico, que ahora exigía la reducción de sus cargas, aquejado a la vez por dificul-tades financieras y huelgas obreras. A partir de 1923, las tensiones econó-micas y sociales pasaron a convertir-se, en la municipalidad, en graves tensiones políticas. En 1926, por fin, el establecimiento frigorífico de Campana, adquirido por el Anglo-Americano, cerraba definitivamente sus puertas: obreros, proveedores, ganaderos, comerciantes y contratis-tas se encontraron, junto a la munici-palidad, sin la principal fuente de re-cursos. Todo un período de la vida campanense se cerraba para siempre.

CONCLUSIÓN: Décadas de estan-camiento

El cierre del frigorífico marcó el fin del impulso urbanizador de Campa-na, pero no sólo de ello, sino de toda la estructura socio-productiva que ha-

bía venido creciendo, desarrollándo-se y transformándose en el partido de Campana.

Los sectores conservadores del muni-cipio se negaron a seguir aportando recursos para obras públicas; el co-mercio y la propiedad urbana se de-rrumbaron; los radicales, que en gran medida los representaban, agobiados ya por las luchas dentro de su parti-do, tuvieron nuevos motivos para re-proches mutuos: un tenaz empate en los votos entre “populares”, “personalistas” y “antipersonalistas” haría imposible la designación del In-tendente por el Consejo Deliberante (1923-1924) y la virtual existencia de dos Intendentes (1925). Es claro que tales dificultades para su instalación, la Intendencia quedó presa de una lu-cha política sin fin. Cuando los con-servadores volvieron a controlar la situación, a finales de 1926, realmen-te había poco por hacer. Sólo el apor-te de un majestuoso edificio para la estación de ferrocarriles por parte de la empresa -una especie de repara-ción indirecta por los terrenos perdi-dos por el municipio en la ribera y al-guna otra contribución arrebatada a las industrias de la localidad vinieron a representar algún logro en la escuá-lida política de obras públicas de una localidad decadente (22). Un último esfuerzo a continuarla, durante la In-tendencia del yrigoyenista Juan De-llepiane (1929-1930) deberá contar con el respaldo financiero, cada vez más difícil de procurar, del gobierno provincial, presionado por la crisis económica que avanza rápidamente y que llevará, por fin, a la caída de Yri-goyen (23).

Por mucho años Campana no aban-donará el perfil de aldea a medio construir que heredara de las gestio-nes de los Comisionistas Municipales Amadeo y French: apenas unas calles empedradas, unos cuantos faroles de alumbrado, una estación de ferroca-rril imponente y un edificio munici-pal en construcción y cientos de ca-sas abandonadas por la población emigrante sin perspectivas laborales. En 1950, en el momento en que nue-vas industrias vinieron a instalarse -siderúrgicas, papeleras, petroquími-cas- la “ciudad” (sólo lo sería desde 1958) tenía los mismos límites que en

1925 (Ver mapa Nº 3); al sur, un gi-gantesco zanjón marcaba los límites de la urbanización, calles de tierra se perdían entre quintas sin poblar y manzanas sin edificar. Sólo la redefi-nición de su papel industrial -totalmente apartado, ahora de un mo-do definitivo, de su antiguo pasado agroindustrial- volvería a conceder impulso al proceso de construcción del espacio urbano. La historia de Campana como ciudad es, desde en-tonces, la historia de sus industrias, que ya nada tienen que ver con los predios cultivados y los potreros de ganados que le dieron origen en torno a su puerto natural.

NOTAS ABREVIATURAS: CCI: Copiador de Cartas de la Intenden-cia Municipal de Campana.

ACD: Actas del Concejo Deliberante de Campana.

CCCD: Copiador de Cartas del Concejo Deliberante de Campana.

LLM: Libro de Licitaciones Municipales de Campana.

1) Sobre el establecimiento de los Costa en Campana y el desarrollo de su estancia ver, precisamente, Fumiere, J.P.: Los Orígenes de Campana hasta la creación del Partido (Campana, Municipalidad, 1975). Sobre la ganadería ovina y su ex-pansión en la región ver Koro J.C.; Sába-to, H. Cómo fue la inmigración irlandesa en la Argentina (Buenos Aires, Plus Ul-tra, 1981); y Sábato, H.: Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: La fiebre del lanar (1840-1890) (Buenos Aires, Suda-mericana, 1989) y Chiaramonte, J.C.: Na-cionalismo y liberalismo económicos en Argentina (1860-1880) (Buenos Aires, Solar, 1982). Las cédulas censales de los partidos de Exaltación de la Cruz (1869) y Campana (1895) con los registros de la población de la estancia y luego el parti-do de Campana, en Archivo General de la Nación.

2) Sinay, S.: Vida de Don Luis Costa, (Campana, Municipalidad, 1975).

3) Fumiere, J.P.; Los orígenes....También. Jacob, H. , Blanco F., Castilla. Campana Antiguo, (Campana, Biblioteca de Autores Campanenses, 1936).

4) Fumiere, J.P.: Los orígenes...; Sinay, S.: Vida de Don Luis...,también Becerra, M.: El Doctor Eduardo Costa (Campana, 1935, folleto) y “El Doctor Eduardo Co s-

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ta propulsor del progreso agropecuario argentino”, Del Terruño (Campana, 1938, folleto.)

5) Fumiere, J.P.: Los orígenes...: La Tahona del Barbón (Campana, Junta de Estudios Históricos, 1943).

6) Ver la reproducción del anuncio perio-dístico aparecido en La Nación el 18 de abril de 1875 y que anuncia la instalación del “Puerto y Pueblo de Campana” puede verse en Cruz, A.P. (en colab.) Vida e in-dustria en Campana (Campana, Siderca, 1984).

7) Fumiere, J.P. : La Tahona...

8( Fumiere, J.O.: Camezzana, A.: Histo-ria de la evaluación de Campana (mimeo, Biblioteca Municipal de Campana). Ver también Ferns, H.S.: Gran Bretaña y la Argentina en el Siglo XIX (Buenos Ai-res, Solar, 1984), la referencia al estable-cimiento de Drabble.

9) Fumiere, J.P.: Historia de una indus-tria de Campana, (Campana, Biblioteca Pública, 1941).

10) Fumiere, J.P.: Camezzana, A.: Histo-ria de la evolución...

11) Id. ibid.

12) Id. ibid..Los planos de extensión de las líneas ferroviarias desde Campana pueden consultarse en Planos del Minis-terio de Obras Públicas, Archivo Históri-co de la Provincia de Buenos Aires.

13) Sobre este tema pueden consultarse los siguientes registros municipales: al-cantarilla de la Avenida Rivadavia (CCIM 9-2-1897); adquisición de maqui-naria para el mantenimiento de calles (CCIM 27-2-1897 y 12-3-2898); escritu-ración de terrenos donados para el ce-menterio y venta de sus parcelas (CCIM 1-5-1897 ACD 15-7-1902 y 15-11-1904; solicitud reiterada de proyectos de deli-neación de calles y nivelación (CCIM. 7-12-18988 y ADC. 10-7-1901): repara-ción en general de calles y caminos (ACD 20-7-1897, 19-9-1899, 15-5-1900): delineación y construcción del boulevard Lavalle como acceso al cemen-terio municipal (CCIM. 17-9-1904, 15-10-1904, 3-12-1904): adquisición de la nueva sede de la municipalidad (ACD. 23-7-1901 y 1-8-1901). El episodio rela-tivo al Hospital en ACD. 10-5-1905.

14) La intervención del Municipio fue parcial, a favor de Castilla; este movilizó en su respaldo a su clientela urbana y ru-ral. Los comentarios sobre estos episo-dios pueden leerse en La nación: 23-3-, 7 y 13-4, 12-5-1905._

15) Sobre la disputa entre la Municipali-

dad y la Empresa Ferrocarril Central Ar-gentino pueden verse en los registros mu-nicipales desde CCIM 15-1-1907 hasta CCIM. 5-6-1919 todas las alternativas (casi siempre desfavorables a la Munici-palidad) del juicio entablado por el acce-so a los terrenos de la ribera.

16) Ver alocución del Intendente Castilla al respecto en ACD 30-11-1901. El Ca-tastro Municipal de Campana registra un gran número de adquisiciones de solares urbanos por pobladores de la periferia ru-ral en el período 1895-1910.

17) Evidencias de esta tensión creciente puede verse en los registros municipales de multas (CCIM 22-2-1907, 25-6-1907, 6-11-1907, 14-4-1908) todas ellas contra grandes propietarios y comerciantes ur-banos y por fuertes montos. Sobre el de-recho de la Intendencia a hacer concurrir por la fuerza pública a consejales y con-tribuyentes ver la ordenanza del 14-12-1908. Sobre el establecimiento de nuevos gravámenes al comercio CCIM 17-1-1908.

18) Ver Fumiere, J.P.; Historia de la Bi-blioteca Pública Municipal de Campana, Campana, Biblioteca Pública, 1942, p.9.

19) Sobre la “Revolución de Campana”, ver los comentarios de la prensa capitali-na en La Razón, 3-12-, 5-12-1910 y 7-12-1910.

20) Sobre la obra de los Comisionados Municipales pueden consultarse los si-guientes registros: relleno de calles con material ferroviario (CCCD 22-5-1911); desecación de bañados (CCCD 3-7-1911); licitación de natadero municipal (CCCD 2-3-1911); vacunación del gana-do contra el carbunclo (CCCD 12-2-1912); licitación y establecimiento defi-nitivo del sistema de alumbrado público (CCCD 3-8-1912); trazado de plano de niveles y desagües (CCCD 10-5-1913).

21) Sobre la obra de empedrado de la Avenida Rivadavia y las paralelas San Martín y Belgrano ver las gestiones de Jacob (ACD 16-4-1915, 20-5-1915, 12-7-1915 etc.). Sobre la construcción de la escalinata de la plaza principal (LLM 2-2-1916).

22) La empresa West India Oil Company efectuó “por su exclusiva cuenta la co n-solidación, el terraplenamiento y cons-trucción de un camino de la ribera hasta el fin de su propiedad” (LLM 25 -2-1928=.

23) Sobre el proyecto de obras públicas del Municipio durante la intendencia ra-dical de Juan Dellepiane ver: proyecto de pavimentación y donación de un terreno para comisaría (ACD 7-2-1929); prepara-

ción de un terreno para la edificación de una nueva sede para la Escuela Normal local y ampliación del número de focos de alumbrado público )ACD 7-3-1929), licitación de la construcción del palacio municipal con fondos aportados por el Ferrocarril Central Argentino (1-8-1929), extensión de alumbrado público hasta la Avenida Córdoba (hoy Ameghino) )ACD 15-5-1930), construcción de un estadio municipal con fondos provinciales (ACD 25-6-1930), etc. 66

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“EL SERVICIO REGULAR FERROVIARIO A CAMPANA” A 120 AÑOS DE SU INAUGURACIÓN

Alfredo Melidore*

( I )

El tendido del ferrocarril de Buenos Aires a Campana fue, al igual que otros de su tipo, uno de los factores de progreso que se manifestó con más fuerza en nuestro país a fines del siglo pasado. Nuevas localidades surgieron a la vera de los diversos “caminos de hierro”, tal el caso del pueblo de Belén, ya que el remate in i-cial de sus lotes (a cargo del martillero Lisandro Medina, por expreso pedido de doña Eugenia Tapia de Cruz) comenzó luego del tendido férreo, el domingo 4 de marzo de 1877. El lunes 22 de abril próximo pasado, se cumplieron 120 años del comienzo del Servicio Regular Ferroviario del entonces denominado “Ferrocarriles de Buenos Aires y Campana”, el que circulando por esta zona unía con cuatro servicios diarios las dos cabeceras; Buenos Aires con el novel pueblo de Campana. El hecho en cuestión, que tuvo lugar el sábado 22 de abril de 1876, dio comienzo con dos servicios diarios a Campana, que partían desde la Estación Central (que se ubicaba en el Paseo de Julio y Piedad, hoy avenida Leandro Alem y Bartolomé Mitre), uno a las 8,30 hs. y el otro a las 14 hs., llegando a Campana a las 11,13 hs. y a las 16,43 hs. respectivamente. El horario de regreso a Buenos Aires era el siguiente: salían de Campa-na a las 6.55 hs. y a las 16,50 hs. arribando a la Estación Central a las 9,49 hs. y a las 19,39 hs. respectiva-mente. También había un servicio diario desde la estación Central hasta la de San Martín, con su consabido regreso. Las dos únicas estaciones intermedias entre Buenos Aires y Campana, eran Belgrano y San Martín, estando proyectada la parada o apeadero Escobar - en el lugar en que luego se construiría la primitiva esta-ción-, a cuyos costados se lotearía el ya nombrado pueblo de Belén.

( II )

ALGUNOS HECHOS IMPORTANTES SOBRE EL FERROCARRIL A CAMPANA ANTERIORES AL HISTÓRICO 22 DE ABRIL DE 1876

A finales del 1873, se constituyó en Londres la empresa para construir el ferrocarril en cuestión, denominada “Buenos Aires And Campana Railway Limited”. El 19 de enero de 1874, se suscribió en Londres el contrato de construcción. A fines de junio del mismo año, llegaron al puerto de Campana, en las bodegas del buque inglés “Annie Fischer” las primeras partidas de ri e-les y otros accesorios para comenzar la obra, pocos días después se iniciaron los primeros trabajos. El 15 de marzo de 1875, la primera locomotora -alistada en el obrador de Campana- circula por esta zona que se denominaba “Valle de Escobar”, inaugurado el puente de hierro sobre el Río Luján. Unos días de s-pués, el 24 de marzo, la locomotora llegó hasta un punto que se ubicaba entre las actuales localidades de Be-navidez y Gral. Pacheco. Año 1876, luego de finalizados diversos litigios surgidos en torno a las tierras que atravesaban el ferrocarril, que demoraron considerablemente las obras, se llega al 13 de enero, cuando tiene lugar el tan ansiado viaje inaugural del “Tren de los Costa” (como lo denominaba Bartolomé Mitre, en alusión a los hermanos Luis y Eduardo Costa, dueños de las tierras campanenses), el que llevando a su bordo una numerosa comitiva con-formada por autoridades nacionales, funcionarios diversos e invitados especiales, unió por primera vez Bue-nos Aires con Campana, circulando por esta región, que pertenecía por aquella época al Partido de Pilar.

Campana fue creada por don Luis Costa el 18 de abril de 1875. Se toma esta fecha como la de la fundación del pueblo, ya que ese día apareció en el diario “La Nación”, el primer aviso de venta de los terrenos, sobre la base del plano catastral realizado por el ingeniero Carlos de Chapeaurouge.- 66

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: “Los orígenes de Campana”, Jorge P. Fumiere. - Revista “Farol” Vol. III, Nº 1, septiembre de 1951. - “El f e-rrocarril en Campana” 1874 -1974.

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* Historiador local. Grupo de Investigación Histórica de Escobar.
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HISTORIA DEL POBLAMIENTO DE SAN FERNANDO

Lic. Diego Damián Rossi.

Con anterioridad a la llegada de los conquistadores es-pañoles al Río de la Plata, tanto la ribera bonaerense co-mo las islas del Paraná estaban habitadas por varias tri-bus aborígenes, en general nómades, que se dedicaban a la caza y la pesca y no habían desarrollado la agricultura en forma sistemática.

Durante los tres siglos siguientes, indígenas y españoles habitaban el sector continental separados por una frágil zona fronteriza. En las islas, “tierra de nadie” hasta la s e-gunda mitad del siglo pasado, las poco numerosas tribus chaná y mbeguá fueron replegándose hacia el norte del Delta (zona de guaraníes) y luego desaparecieron como grupos sociales diferenciados.

La zona ocupada por las poblaciones de san Fernando y Las Conchas (hoy Tigre) fue considerada históricamente como de alto valor estratégico, ya que sirvió de puerto alternativo para el transporte de todo tipo de mercancías con destino a Buenos Aires, así como punto clave para la vigilancia y represión del contrabando en tiempos co-loniales, y lugar de desembarco de tropas durante las lu-chas por la independencia rioplatense.

Los tiempos de la colonia

El primer reparto de tierras de los contornos de la fla-mante “Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires”, efectuado por Juan de Garay en el año 1580, concedió a don Gonzalo Mar-tel de Guzmán las tierras “desde la boca del riachuelo del Río de la Trinidad hasta el riachuelo de Las Conchas (hoy Tigre) con una legua y media de ancho desde el río. Estas entregas de tierras tenían la finalidad de favorecer el poblamiento y la colonización de las áreas cercanas al villorio de Buenos Aires.

El poblamiento rural más cercano al hoy territorio de San Fernando fue el “pago” de las Conchas (hoy Tigre”, que contaba con quince familias campesinas a mediados del siglo XVII. La principal actividad económica de es-tos colonos, más allá de la agricultura de subsistencia, era la caza del ganado cimarrón por medio de “vaquerías”, para extraer el cuero y el sebo de las reses. De todas formas, las tribus indígenas permanecían de he-cho dueñas y señoras de los alrededores de Buenos Ai-res, y amenazaban a la población europea a través de los malones. estas incursiones indias de destrucción y pillaje eran retrucadas por medio de ocasionales expediciones de milicias reclutadas entre los vecinos españoles. Hacia el año 1700 existían guardias militares en cada uno de

los pagos circundantes a Buenos Aires, y para 1745 se organizó una línea de fortificaciones que defendía a los núcleos poblacionales.

Ya a fines del siglo XVII se había comenzado a utilizar la boca del riachuelo de Las Conchas como puerto de ca-becera del tráfico fluvial proveniente del Paraguay o de las poblaciones ubicadas a orillas del Paraná. Las Con-chas era el punto de desembarco de la madera, la leña y el carbón vegetal extraídos de las islas del delta, así co-mo de variadas mercancías que entraban de contrabando con destino a Buenos Aires. El transporte por tierra de los insumos desde este puerto hasta la ciudad demanda-ba un día en carreta.

En 1772 se creó la parroquia de Santa María del Puerto de Las Conchas que comprendía las inmediaciones del riachuelo homónimo y zonas bajas de pastoreos y baña-dos, la cual ocho años más tarde se independizó de la de San Isidro.

La creación de San Fernando. Durante los días 5 y 6 de junio de 1805 se produjo una creciente extraordinaria provocada por una sudestada que destruyó totalmente el pueblo de Las Conchas. Se derrumbaron numerosas casas y 30 embarcaciones fue-ron arrastradas un kilómetro tierra adentro. Esta situa-ción llevó al Dr. San Ginés, cura párroco de Las Con-chas, a proponer al Comandante Militar del Puerto, capi-tán Carlos Belgrano, al traslado de la población a la Pun-ta Gorda, un sitio más alto donde ya estaban viviendo al-rededor de 300 vecinos y el propio párroco San Ginés. El Virrey Sobremonte accedió al pedido de Belgrano y envió a dos técnicos para que realizaran los estudios pa-ra construir un canal y diseñar los planos del pueblo. El trazado original proyectado por el, ingeniero Giannini en 1805 fue diferente al de las tradiciones configuraciones coloniales: se decidió que el damero de calles y manza-nas de la plata urbana tomara una forma trapezoidal alar-gada, para que fueran pobladas sólo las tierras más ele-vadas de la Punta Gorda.

Unos meses más tarde, el 18 de diciembre de 1805, el Virrey Sobremonte firmó un documento por el cual se creó la Villa de San Fernando de Buena Vista. El nom-bre de nuestra ciudad fue puesto en honor al entonces príncipe Fernando de Asturias. heredero de la Corona española. La tradición cuenta que en una de sus estan-cias en la zona, el virrey contempló un atardecer desde lo alto de la barranca, y por ello se le agregó a “San Fe r-nando” el”...de Buena Vista”. Entre el 1 y el 3 de febrero

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de 1806 el Virrey y una gran comitiva visitaron a la fla-mante villa para celebrar la ceremonia de su fundación. Se dio inicio a las obras del futuro Canal de desagüe que partiría desde Carupá y desembocaría en el río Luján, se colocó la piedra angular de la nueva parroquia a cons-truirse -bajo la advocación de Nuestra Señora de Aran-zazú- y se repartieron títulos de propiedad de algunos so-lares.

Durante julio y agosto de 1806, el nuevo poblado de San Fernando de Buena Vista sirvió de punto de apoyo a la reconquista de Buenos Aires que se encontraba ocupada por la primer invasión inglesa. En estas acciones partici-pó la mayoría de los vecinos de la época, secundando al capitán Santiago de Liniers y el Comandante Carlos Bel-grano tras el desembarco en el fondeadero de Las Con-chas. Entre la primera y la segunda invasión al Río de la Plata varios prisioneros ingleses trabajaron junto a in-dios paraguayos en las obras de excavación del futuro Canal de San Fernando.

La independencia de España. Luego de la revolución de Mayo la Junta mantuvo al Co-mandante Belgrano a cargo de la milicia de Las Conchas y san Fernando. El 1812 y 1813, durante las luchas por la independencia, San Fernando albergó por varios me-ses a una parte del regimiento de Granaderos a Caballo comandado por el entonces teniente coronel José de San Martín, que defendía el litoral fluvial al norte de Buenos Aires. Algunos sanfernandinos se sumaron al Regimien-to sanmartiniano que luchó en San Lorenzo; otros se aprestaron como voluntarios en la expedición para tomar la isla Martín García, en 1814.

Durante las primeras décadas del siglo pasado, el desa-rrollo del incipiente poblado de San Fernando fue muy limitado, dado que las obras del Canal demoraron en ter-minarse. Por otra parte, Las Conchas volvió a poblase pese al peligro de las inundaciones.

Las disputas iniciales entre los dos vecinos por la prima-cía sobre las actividades portuarias en la zona datan del año 1820: desde aquel momento, San Fernando y Tigre compitieron para disponer del mejor puerto: para los sanfernandinos en el Canal, y para los pobladores de Las Conchas en la desembocadura del río Tigre. A partir de estas disputas, el 29 de octubre de 1821 se creó el Parti-do de San Fernando dividiendo la anterior jurisdicción común con Las Conchas, Pero mientras no se terminaron las obras del Canal, San Fernando sólo pudo ser un lugar de paso de carretas (que transitaban el Camino del Alto desde y hacia Buenos Aires), en vez del pueblo portuario proyectado.

Las luchas entre unitarios y federales también tuvieron como escenario a San Fernando. el 20 de julio de 1820 combatieron en esta zona las fuerzas montoneras de los hermanos Carrera contra las milicias locales. Más de tres décadas después, durante el sitio de Buenos Aires de 1852, el canal de San Fernando fue utilizado como puer-to militar y fondeadero de goletas armadas. Y en no-

viembre de 1859, luego de firmarse el pacto que incluyó a la provincia de Buenos Aires en la Confederación Ar-gentina, los puertos de San Fernando y Tigre sirvieron para embarcar al ejército de Urquiza de regreso a Entre Ríos.

Del pueblo a la ciudad

La estabilidad institucional lograda al finalizar las gue-rras internas permitió que entre 1860 y 1870 comenzara un período de crecimiento para nuestra localidad.

La población de san Fernando para el año 1858 ascendía a 4.158 habitantes. El Canal, en esa época recibía alrede-dor de 1500 embarcaciones anuales que descargaban hortalizas y verduras, leña, carbón, carne salada, cueros y pieles de animales salvajes del Delta.

En 1864 se marcó un hito de fundamental importancia para el futuro desarrollo del pueblo: se inauguraron los servicios de transporte de carga y de pasajeros del ferro-carril del Norte, que cubría el trayecto de Retiro a Tigre, corriendo en línea paralela al tradicional Camino del Al-to. Al poco tiempo se construyó un ramal que costeaba el Canal y llegaba hasta el muelle levantado en el río Lu-ján, que permitía un traslado veloz de las mercaderías re-cibidas en el puerto sanfernandino.

En 1875 se habilitó en el Canal el primer dique seco de carena del país, utilizado durante décadas para reparar a los buques de la Armada Nacional y embarcaciones de cabotaje y buques ultramarinos de vela y vapor en gene-ral. La mayor parte de las obras del Canal fueron diseña-das y financiadas por los sucesivos gobiernos municipa-les, por cuanto el puerto de San Fernando fue y es el úni-co del país administrado por una municipalidad.

Para esta época se empezó a instalar la red de agua co-rriente en el centro del pueblo, se progresó con el cami-no macadamizado Punta Chica-San Fernando y se insta-ló un puente de hierro en el vado de Carupá.

Antes del fin de siglo, hacia 1896, se estableció otra lí-nea del ferrocarril que, partiendo también de Retiro cru-zaba a nuestra localidad por la zona del Bajo. El cruce del tren sobre el Canal fue resuelto mediante la construc-ción de un puente giratorio.

Por supuesto, Buenos Aires era el centro de consumo por excelencia de la producción del Delta y de las pro-pias quintas y chacras sanfernandinas. Asimismo crecía la cantidad de aserraderos, carpinterías y talleres nava-les que funcionaban en nuestra localidad, fomentando consigo las actividades artesanales y comerciales cone-xas.

Un elemento de primera importancia para dar cuenta del crecimiento de San Fernando durante estos años fue la llegada de diversas corrientes de inmigrantes europeos que se asentaron en el partido. Diversas Sociedades de Socorros Mutuos integradas por miembros de cada co-lectividad (como la Italiana “Unione e Benevolenza”, la Española, la Oriental o la Francesa) fortalecieron al teji-do social sanfernandino y ayudaron a la integración de

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los inmigrantes a nuestro país manteniendo los rasgos propios de cada cultura extranjera.

Otra causa del fuerte desarrollo del pueblo de San Fer-nando, fue su elección por parte de la aristocracia porte-ña como lugar de descanso y esparcimiento para los fi-nes de semana o la temporada estival. tanto en la planta urbana como en las islas se encontraban las quintas, vi-viendas o “palacios” de varias familias adineradas que dieron fuentes de trabajo a parte de la población local y “elevaron” el n ivel de manifestaciones culturales en San Fernando.

Surgimiento de Victoria

Una de las estaciones del Ferrocarril del Norte fue decla-rada en 1888 cabecera del nuevo ramal San Fernando-Pergamino a construirse, así como lugar de emplaza-miento para los talleres de reparación y el mantenimien-to de las locomotoras y vagones de ambas líneas. En 1891 comenzó a perfilarse la localidad de Victoria, de igual nombre que la estación del ferrocarril (que alude a la entonces Reina de Inglaterra), con la instalación de modestas casas alrededor de la estación. Los primeros habitantes fueron empleados del ferrocarril, comercian-tes, propietarios de hornos de ladrillos y gente humilde. El nuevo poblado, totalmente separado de la planta urba-na de San Fernando, tomó como eje a ala actual calle Santamarina, desde la estación al Camino del Alto, sin pavimentar en aquellos tiempos.

Las islas de san Fernando

Aunque fueron habitadas y explotadas económicamente durante los tiempos coloniales, las islas sanfernandinas recién tuvieron comunidades poblacionales propias a fi-nales del siglo XIX. Las comunicaciones con el conti-nente, exclusivamente por vía fluvial, proporcionaron mayor importancia a los puertos de San Fernando y Ti-gre.

La presencia de los primeros españoles en el Delta se re-monta a la expedición de Sebastián Caboto, que hacia el año 1527 llegó a la confluencia de los ríos Carcarañá y Paraná y fundó el efímero fuerte Sancti Spiritu. Cabe se-ñalar que para esa época, una buena parte del actual Del-ta sanfernandino aún no existía o se encontraba en for-mación. Desde el siglo XVII se comenzó a extraer de los montes isleños maderas, paja y caña para la construcción y leña y carbón para combustible a ser utilizado en Bue-nos Aires y sus alrededores.

Los primeros europeos en instalarse en forma estable en las islas del Delta fueron los jesuitas. En las comuni-dades religiosas se evangelizaba a los indígenas de la zo-na y se los empleaba como auxiliares en las tareas agrí-colas. Pero tras la expulsión de los jesuitas de América, ocurrida en 1767, no quedaron poblados fruto de su obra.

La situación del Delta no se modificó hasta muchos años después de la Revolución de Mayo. A mediados del

siglo pasado se había establecido una considerable canti-dad de pobladores en la región, quienes -a pesar de nos ser legalmente dueños de esas tierras- producían frutales y explotaban las riquezas forestales isleñas con halaga-dores resultados. Los relatos tradicionales indican que los extensos montes del delta en esa época también ser-vían de refugio a famosos contrabandistas y bandidos.

Para colonizar a esta área se dispuso la división del terri-torio en secciones, y el reparto de las mismas se efectuó entre los partidos cuyas costas lindaran con el Delta. De esta manera, San Fernando pasó a tener jurisdicción en las secciones 2º y 3º.

El impulso más fuerte para el poblamiento delteño fue dado por la Ley de Islas sancionada en 1888, que permi-tió las mediciones y ventas de terrenos. A los primeros colonos se les sumó una importante cantidad de inmi-grantes extranjeros que formaron pequeñas colonias ca-racterísticas de cada colectividad a lo largo de ríos y arroyos (muchas de las cuales aún perduran): los vascos en los ríos Carabelas y Paycarabí, italianos en Canal Alem y arroyo Felicaria, ucranianos en Arroyo Grande, entre otros. Entre las actividad económicas desarrolladas se encontraban la fruticultura, la agricultura, la explota-ción forestal, la plantación de mimbres y hortalizas y la cría de ovejas y aves. A fines del siglo XIX se encontra-ban funcionando también algunas fábricas en la zona delteña.

La ciudad en el siglo XX

En 1909, con sus calles principales pavimentadas, la red de agua corriente instalada en buena parte del tejido ur-bano, y una progresiva edificación, la localidad de San Fernando fue declarada ciudad.

Dos años después se inició la instalación de una línea de tranvías que cruzaría a todo el municipio, pero este pro-yecto no se concretó posteriormente.

Héctor Cordero, reconocido historiador local, evalúa:

“Ya en la primera década del siglo ve inte, San Fernando comienza a perder su condición de lugar obligado de re-unión social. Las residencias que le dieron al pueblo cierto aire aristocrático son abandonadas por sus dueños (...) Ahora las industrias establecidas a fines del siglo XIX -aserraderos, astilleros, herrerías- han llegado a ad-quirir una gran potencia. El Canal resulta chico para el movimiento de barcos. El comercio relacionado con esas industrias aumenta considerablemente. La fisonomía del pueblo cambia. La sociedad entra a la era industrial con plenitud. Las luchas sociales y gremiales se manifiestan con una fuerza hasta entonces desconocida. San Fernan-do, por su industria y comercio, adquiere un lugar pre-ponderante en el debate de los problemas gremiales, po-líticos y sociales.(...).

De todas formas, el asentamiento poblacional de esta época estaba reducido a una franja de unas veinte cua-dras de longitud, limitada a lo ancho por el ramal ferro-viario del alto y el río. Las instituciones principales esta-

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ban nucleadas a unas pocas cuadras a la redonda de la Plaza Mitre (alrededor de la que se encontraban la Muni-cipalidad, la Iglesia, el Banco nación, el Banco provin-cia, la Compañía de Electricidad, un hotel-restaurant) . El eje del desarrollo se vertebraba a través de la calle Constitución hacia el Canal-puerto. Sobre la zona ribeña, entre el río Luján y la calle Alsina (hoy libertador) esta-ban ubicadas las casas quintas señoriales. Sin embargo las pintorescas barrancas de Punta Chica y la calle La-nusse podían ser transitadas por cualquier vecino, cami-no a las playas públicas. Más allá de las vías del alto ha-bía algunos ranchos ocupados por gente humilde, los co-rrales de Tellería (precursores de los frigoríficos de la zona) y algunos aserraderos por Carupá. Todo lo demás, al oeste, era campo y pastizales en zonas inundables.

En la zona urbana tradicional de San Fernando se mantu-vo durante décadas una puja espcial-cultural entre fami-lias de buena posición económica: los “canaleros” versus los “arribeños”, que denotaba las tensiones territoriales entre quienes se establecieron cerca del polo productivo y quienes lo hicieron alrededor del polo político-institucional. Esta rivalidad desapareció a medida que las familias “de nivel” se fueron mudando lejos del C a-nal, cuando esta zona se “degradó” por la preminencia de manifestaciones populares.

En la zona de “la barranca para arriba”, a p artir de los años •20 se fueron ubicando sitios frecuentados por la gente “bien”: confiterías, el cine -teatro Tamagni y el ci-ne Hispano, el Club San Fernando y otros ambientes dis-tinguidos, mientras que de la “barranca para abajo” el panorama se integraba con la Sala de lla Sociedad Italia-na, clubes de barrio, fondas, hoteles para isleños, prostí-bulos famosos en todo el conurbano, y cabarets con bata-clanas y verietés.

Por otra parte, las antiguas quintas situadas entre el ca-mino del alto y el río se fueron subdividiendo para dar lugar a barrios residenciales de alto nivel )Punta Chica, Del Arca,etc.), mientras que la ribera era ocupada cada vez en mayor medida por clubes náuticos en detrimento de los balnearios naturales de la costa pública.

La localidad de Victoria, a la vez que desarrollaba sus instituciones locales alrededor del primitivo núcleo de poblamiento, se integraba con la planta urbana sanfer-nandina.

Los nuevos barrios - Virreyes

De las vías del alto hacia el oeste, ya hacía 1912 existían numerosos loteos de campos rurales que se vendían con el nombre de “villas”: Si bien los primeros loteos fueron los de zonas no inundables, luego se vendieron inescru-pulosamente zonas para el asentamiento urbano cercanas al arroyo Cordero, el bañado y el bajo de Bancalari, cu-yos terrenos se anegaban periódicamente. Así se dio for-ma a Villa Piñeiro, Villa Laureles, Villa Dolores, Villa Porvenir, Villa Nájera y Villa Adalgisa, entre otras. El poblamiento de estos nuevos terrenos se fue haciendo paulatinamente, a partir de la venta de los mismos en lo-

teos baratos.

Los primeros habitantes de estos barrios debieron en-frentar diversos problemas de infraestructura básica (falta de luz eléctrica, caminos intransitables, inundacio-nes, incomunicación), y se organizaron en cada barrio a través de sociedades de fomento y-o clubes sociales y deportivos.

En 1938 se inauguró el apeadero Virreyes del ferrocarril Central Argentino entre las estaciones San Fernando y Victoria como respuesta a los reclamos de los nuevos vecinos de la zona para mejorar el transporte. poco a po-co, la calle Avellaneda -que partía desde el apeadero- se constituyó en el eje de los vecindarios que se iban for-mando.

El fenómeno migratorio de la venida de familias desde las provincias del interior del país y países vecinos hacia Buenos Aires y sus alrededores a partir de los años 40 conmovió a la sociedad sanfernandina. Entre 1947 (cuando la población de nuestro municipio no llegaba a los cincuenta mil habitantes) y 1957, más de quince mil personas se instalaron en viviendas precarias sobre terre-nos inundables. Las desigualdades económicas y de cali-dad de vida entre los pobladores de los distintos barrios del partido agudizaron las problemáticas sociales, y las inundaciones ponían de manifiesto en forma reiterada es-ta situación de precariedad y carencias básicas. Otra ten-sión socio-cultural se puso de manifiesto: quienes vivían en el San Fernando histórico versus “los del otro lado de la vía”,.

El moderno San Fernando

Entre 1950 y 1958 aumentó moderadamente el número de industrias y comercios del municipio, y se instalaron algunas fábricas importantes hacia el oeste del munici-pio, donde se estaba proyectando el ramal a Tigre de la Ruta Panamericana. La ola desarrollista de la década del •60 encontró a San Fernando intentando planificar su evolución urbana, económica y social mediante un Plan Regulador, Si bien el centro comercial de la comuna se encontraba en su apogeo y se habían radicado algunas industrias en el municipio, otras zonas ya habían perdido su importancia estructural.

La vida en las islas, a partir de la década del •40, se fue tornando cada vez más difícil debido a las desventajas comparativas en la producción regional (precios altos de fletes, deficiente sistema de comercialización), y a la ca-rencia de servicios en general (educación, salud, esparci-miento). El poblamiento del delta bonaerense, que llegó a superar los 20.000 habitantes, se revirtió en una cre-ciente emigración a tierra firme, agravada por la inunda-ción de 1959 y las heladas de 1967.

La decadencia de las islas repercutió en las actividades del puerto y el Canal sanfernandinos, los cuales además ya corrían en desventaja con el Puerto de Frutos y la es-tación fluvial tigrense. Esta situación se agravó asimismo con el cierre del ramal del tren del bajo, ocurrido en 1961.

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Los ejes del desarrollo sanfernandino estaban orga-nizados a partir de las principales vías de circula-ción y acceso a la ciudad: la calle Constitución, la ruta 195 (calles Libertador y 11 de septiembre -hoy Presidente Perón-), la ruta 197, la ruta 202, la calle Avellaneda (con un floreciente centro comercial en Virreyes) y el flamante Acceso Norte de la Ruta pa-namericana, que impulsó la urbanización, el comer-cio y la industria en su zona de influencia.66

Material elaborado por la Dirección de Comunicación Social. Municipalidad de San Fernando

Incremento de la Población de San Fernando

Fuente: INDEC, Censos Nnacionales de Población y Vivienda 1980, 1991

Algunos indicadores del paulatino crecimiento econó-mico y demográfico de San Fernando (1860-1915). • Llegada del Ferrocarril del Norte, que cubría el trayecto de Retiro a Tigre (1864).

• Construcción del primer Dique seco de Carena del país en el Canal (1875).

• Fundación de la Biblioteca “Juan N. Madero” (1876).

“ Habilitación de la primer línea telefónica con Buenos Aires (1883).

• Inauguración de la primer gran sala de espectáculos por parte de la Sociedad italiana de Socorros Mutuos local (1889).

• Poblamiento de los alrededores de la estación Victoria (1891).

• Apertura del tren del bajo, que cubría el trayecto Retiro-Delta (1896).

• Inauguración del Hospital Municipal promovido por Petrona V. de Cordero (1911).

• Apertura del Aeródromo de San Fernando (1913).

Fuente: Gilardoni, A: “Hitos históricos de San Ferna n-do”.

Orígenes de la población de San Fernando.

Nacidos en Argentina: 94,2 %

Extranjeros: 5,8%

Del total de nacidos en Argentina:

Nacidos en la Provincia de Buenos Aires: 68,6%

Nacidos en otras provincias: 31,4%

Fuente: Censo Nacional de Población y Vivienda.

Censo año 1869 4.154 habitantes Censo año 1895 11.324 habitantes Censo año 1914 24.660 habitantes Censo año 1947 44.666 habitantes Censo año 1960 92,302 habitantes Censo año 1970 ll9.565 habitantes Censo año 1980 133.624 habitantes Censo año 1991 145.165 habitantes

QUINTA SANTA CECILIA FAMILIA JACOBÉ

Breve reseña de su historia y arquitectura

En el año 1.871, mientras en Buenos Aires hacía es-tragos la epidemia de fiebre amarilla, la familia Jaco-bé ordenó edificar una casa-quinta en San Fernando, la cual es una de la últimas construcciones de fines de siglo pasado que mantiene aún su fisonomía origi-nal. La quinta -denominada Santa Cecilia- consta de una superficie cubierta total de 1.250 metros cuadrados aproximadamente, y hasta buena parte del siglo XX, estuvo rodeada por una parque que comprendía la to-talidad de la manzana delimitada por las calles Itu-zaingó, Alvear, la Avenida 11 de septiembre (actual presidente Perón) y la Avenida del Libertador. Tras los sucesivos fraccionamientos, el terreno adquirido por la Municipalidad tiene una superficie total de 2.151,62 m2. En esta quinta residió el matrimonio formado por el doctor Martín Jacobé y doña Elvira Elizalde, funda-dora de la Acción Católica de San Fernando y presi-denta durante años de la Obra de las Damas Vicenti-nas. La religiosidad de la familia Jacobé quedó de mani-fiesto en las diversas dependencias del solar: en la casa de dos plantas, de construcción colonial sólida y sencilla se destacan los vitraux con imágenes religio-sas y motivos florales. Las principales habitaciones están decoradas por obras de orfebrería en maderas finamente talladas. Los materiales para la construc-ción (mármol de Carrara, mosaicos) fueron traídos especialmente de Europa, destacándose asimismo la herrería artesanal de las rejas de los muros perime-trales y el patio interior. Para acceder al mirador, se debe franquear una puer-ta enmarcada por sendos capiteles que dan realce a una imagen de San martín de Tours. El ascenso se realiza a través de una escalera en caracol que se ha-lla deteriorada en la actualidad. Además de la planta principal, se destaca la capilla erigida en el predio y puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de Todas las Gracias. El altar, la pila bautismal y el con junto del templo se mantienen en un relativamente buen estado de conservación. Por una escalerilla de madera puede accederse al campa-nario.

Al costado de la capilla se encuentra una cripta, donde gracias al permiso de una bula papal, descansan los res-tos del matrimonio Jacobé. 66

Dirección Gral. de Comunicación Social Municipalidad de San Fernando

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LA DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA Y LOS ORÍGENES DE ZÁRATE

Prof. Sergio D. Robles

I. Introducción Los pueblos de la provincia de Buenos Aires surgidos en el período colonial reconocen un origen diverso: por un acto fundacional como Buenos Aires; a partir de una reducción indígena como Quilmes y Baradero ; de fuer tes como Chascomús, San Miguel del Monte, Guardia de Luján (Mercedes), Salto y Rojas; de fortines como Ranchos, Lobos, Navarro y Guardia de Areco (Carmen de Areco); de capillas como Magdalena, Arrecifes, Capilla del Señor, Morón, Pilar, San Nicolás, San Pedro y Merlo; y de capillas con tierras del santo como San Antonio de Areco, San Andrés de Giles, San Vicente y San Isidro. A partir de un oratorio, Vicente R. Botta ha establecido los orígenes del pueblo de Zárate, durante el período independiente. Este autor en el capítulo III de su “Historia de Zárate” afirma: “La formación espontánea del pueblo de Zárate en tierras de la antigua estancia de Gonzalo de Zárate, es un proceso vinculado a la anterior creación de un oratorio en el mismo predio”(1) Es innegable la importancia de este tipo de establecimiento como aglutinador de población ya existente pero debemos analizar también otros elementos como la presencia de pulperías, el puerto natural y el problema de la distribución de la tierra. La tierra entre nosotros tuvo dueños desde el inicio de la conquista, por lo tanto la libre apropiación por parte de colonos, jamás existió. En la fragmentación de la propiedad de la antigua estancia de Gonzalo de Zárate encontramos el factor principal que permitió, junto a la existencia del puerto, el desarrollo de una aldea o rancherío formalizada en pueblo a partir de su primer trazado o loteo, en 1827.

II. Antecedentes El Partido de Zárate, conocido en sus orígenes como Pago de las Palmas, forma parte de la región de más antigua ocupación de la Provincia de Buenos Aires. En este proceso de ocupación podemos distinguir tres momentos: el primero caracterizado por los viajes de exploración -Juan Díaz de Solis, Hermano de Magallanes y Sebastián Caboto- que proporcionaron información sobre la región y su gente. El segundo momento se inició a partir de la fundación de Buenos Aires en 1536 por el Adelantado D. P e d r o d e M e n d o z a . E s t e establecimiento precario terminó siendo abandonado por sus habitantes, tras angustiosas penurias en 1541, dejando como única consecuencia la formación del ganado cimarrón, surgido a partir de los caballos domésticos dejados por los españoles. La última etapa comenzó unos cuarenta años después, cuando Juan de Garay, Teniente de Gobernador del Adelantado del Río de la Plata Dn. Juan de Torres de Vera y Aragón, fundó la nueva Buenos Aires el 11 de junio de 1580. Esta fundación tuvo por objeto consolidar la colonización de las regiones del T u c u má n y d e l P a r a g u a y , asegurándole especialmente a ésta ultima, un salida al mar, a través de la ruta Santa Fe-Buenos Aires. Por esa razón, Garay hizo entrega de tierras de estancia hacia el norte de la ciudad, más allá de la Cañada de la Cruz, y no al sur del Riachuelo. En el acta de repartimiento de tierras efectuado el 24 de octubre de 1580 se expresa lo siguiente: “Luego sobre el río del Spiritu Sto. que por otro nombre se llama el río de las Palmas, Rodrigo de Ibarrola y Domingo de Arcamendia han de tener sus tierras y

estancias”. (2) En efecto, el Fundador después de distribuir entre los vecinos, solares en la ciudad y quintas en las inmediaciones, adjudicó las suertes de chacras y estancias. Éste fue, como dice Eduardo Azcuy Ameghino “el origen de la propiedad territorial en el Río de la Plata” (3). Esta primera concesión de tierras de estancias comprendió la parte sudeste del Partido de Zárate, sobre la costa del Paraná de las Palmas, correspondiendo, según Hialmar Gammalsson, al asunceño Juan Ochoa Marquez la merced donde se estableció poster iormente el pueblo , de el Espíritu Santo a linde de Domingo de Arcamendia, a Ochoa Marquez, otros tres mil baras de frente-luego a linde con Ochoa Marquez, otros tres mil baras de frente a Anton de Porras” (4). Sin embargo ninguno de ellos se perpetuó en la posesión, ya que posteriormente se otorgaron sobre el mismo territorio nuevas mercedes, comenzando la ocupación progresiva de la región recién a principios del siglo XVII. Las concesiones hechas por los gobernadores buscaban recompensar a quienes habían prestado servicios a la Corona o beneficiar a quienes probaran ser descendientes por sangre o matrimonio, de los vecinos fundadores, o simplemente, a aquellos que constituían el entorno del mandatario de turno. Estos personajes beneficiados con tierras eran funcionarios, mercaderes, militares -muchas veces todas aquellas actividades reunidas en una sola persona - dedicados al contrabando. Entre los primeros poseedores efectivos de tierras en Zárate encontramos al escribano de la Real Audiencia, Francisco Pérez de Burgos (1604) y al capitán Nicolás

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Ocampo Saavedra (1610). En 1618 fue beneficiado el regidor Francisco de Manzanares, yerno de Pérez de Burgos, con todas las tierras que se extendían “desde el arroyo de Salvatierra hacia el portezuelo y B a j a d a d e l B a g u a l ” ( 5 ) ; posteriormente lo fue el alcalde Hernán Suarez Maldonado, y en 1635 el general Sebastián de Orduña Mondragón, yerno de Manzanares. Esta última merced fue dada a Orduña por el gobernador Pedro Esteban Dávila el 22 de enero de 1635 y entre otras consideraciones dice lo siguiente: “...Y asimismo me pidió el dicho general unas cabezadas de tierras en la dicha su estancia poblada. Hago merced a vos el dicho general Sebastián de Orduña, de todas las tierras que pedís en el río del Socorro junto a vuestra estancia y mas las cabezadas junto a linde a ella, en que entra el riachuelo e isla que llaman de la Pesquería...atento que me consta están vacas, y nunca han sido pobladas, para que en ellas podrais tener estancias de ganados, mayores y menores, y hacer sementeras, y edificios, plantar arboledas, y lo demas que os pereciera” (6). De la lectura del documento precedente surge que las tierras recibidas por Orduña eran de cabezadas, es decir los fondos, de la suerte de Pérez de Burgos, sobre el arroyo de la Pesquería, con lo que quedaría indicado que todas las “suertes principales” sobre el Areco y el Paraná de la Palmas ya habían sido dadas en propiedad. También observamos la intención de las autoridades por alentar el desarrollo de diversas actividades como la ganadería y la agricultura. Respecto a la primera actividad es bien conocida la importancia que tuvo en el siglo XVII el ganado vacuno salvaje del que se extraía el cuero para ser exportado a Europa. Se trataba de una economía depredadora pues la carne era desaprovechada casi en su totalidad. Las expediciones de caza del vacuno se denominaban vaquerías y se internaban varias leguas tierra adentro. Ciertamente estas fueron importantes

en esta zona, tan ricas en aguadas y pastos. De allí que algunos propietarios de tierras como Doña Leonor y Doña Blanca de Morales, nietas de Francisco de Manzanares, fueran reconocidas por el cabildo para vaquear. Coni nos dice que la primera concesión para realizar aquella actividad fue otorgada por el cabildo a Melchor Maciel en 1608. (7). La agricultura también tuvo un temprano desarrollo en la campaña bonaerense aunque su explotación estaría condicionada por el acceso de mano de obra, ya sea esclava, india o blanca asalariada. La carencia de éstas últimas trató de ser compensada en parte con la introducción de esclavos. En la chacra de Bartolomé Sánchez en el Pago de las Palmas (Zárate) existían 17 esclavos. M u c ho s d e e l lo s lo grab an espec ia l izarse en d iferentes ocupaciones rurales como pastores, ovejeros, atahoneros, etc. En otras propiedades, como la de Hernán Suarez Maldonado, el mozo, también en el Pago de las Palmas, donde vivía, encontramos una interesante producción doméstica y manufacturera incipiente que le permitió enviar “a su padre a la ciudad en 1647 medio tocino, unas longanizas, charque...una ollita de grasa, tres quesitos para asar y una tinaja hecha en el obraje de tejas con su horno que hay en la estancia, trabajado por los esclavos” (8). Estas actividades productivas no fu e r o n l a s ú n i ca s q ue se desarrollaban en las estancias, ya que en muchas ocasiones éstas sirvieron también “como centros de recepción de mercaderías de contrabando” (9) pués las pequeñas embarcaciones utilizadas podían ocultarse sin dificultad en las entradas que ofrecían arroyos y riachos. La misma estancia del general Orduña, quien ostentaba el título de Teniente de Gobernador, era utilizada para esta actividad ilegal, tal como lo denunciaba un bando del gobernador Dávila del 18 de enero de 1636: “Por cuanto de ordinario llegaban a la estancia del General Sebastián de Orduña quince leguas

de esta ciudad de la Trinidad, algunas barcas y balzas, canoas y o tras embarcaciones que vienen del Paraguay.. para ser paraje y puesto para sus negocios y comodidades, y traen yerba, cueros, azúcar, cera, miel, carretas, algodón o otras cosas de frutos de que carecen esta ciudad y se ocultan y caen en manos de los regatones y revendedores en gran daño y perjuicio conocido de la república...”(10). La cría de mulas, constituyó a partir de la segunda mitad del siglo XVII un factor preponderante de desarrollo en la p roducción pecuaria , producción que tenía por principal mercado el Alto Perú. Potosí convertida en una de las ciudades más pobladas y ricas de Occidente desde el descubrimiento del cerro de plata en 1545, surgió como un importantísimo mercado demandante de bienes que permitió el desarrollo de economías locales. Sin embargo Buenos Aires tuvo al d e c i r d e M o u t o u kía s , una incorporación tardía, que lo sitúa a mediados del 1660. Este autor señala que “los excedentes de la economía agraria no solo se integraban a los intercambios a gran distancia, sino que los hicieron posibles, la importancia de la economía rural en este arcaico rincón perdido de la “economía mundo”, se destaca aún más si recordamos que en su seno se producían y reproducen los medios de transporte -mulas y carretas- y los hombres que comunican Buenos Aires con Potosí” (11). En las estancias del Pago de Areco como la de Leonor de Morales y Hernán Suarez Maldonado disponían de crías de yeguas, potros y burros y Doña Maríana de Mazanares, hija del capitán Francisco de Manzanares, ingresó como dote al matrimonio con el alférez Pedro Morales y Mercado una de las estancias de su padre sobre el Paraná de las Palmas, a las que éste agregó 200 yeguas, 7 burros y 50 birras para que su yerno se iniciara en la crianza del mular. (12) Ninguna de estas actividades resultó suficientemente atractiva para aquellos primeros poseedores de

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tierras ya que para fines del siglo XVII la mayor ía se había desprendido de sus estancias a favor de la Compañía de Jesús, con la excepción de cuatro suertes de estancia, tres pertenecientes a Dn. Gonzalo de Zárate y la restante a Dn. Luis del Aguila, en las que en el siglo XIX se formarían los pueblos de Zárate y Campana respectivamente. III. El Rincón de Zárate A principios del siglo XVIII distinguimos en la región dos tipos de propiedades de evolución diferente. Por un lado la estancia jesuítica de Areco, latifundio de unas 60.000 hectáreas con límites entre los ríos Areco, Paraná de las Palmas y arroyo Las Palmas, y dedicada a la cría de mulas y vacunos y a la agricultura, a través del sistema de arrendamiento de parcelas. Estas tierras estuvieron en poder de la Compañía de Jesús hasta su expulsión en 1767. Luego fue administrada por la Junta de Temporalidades durante casi veinte años, hasta que fue adquirida íntegramente en 1785 en subasta pública por Dn. José Antonio de Otálora. Por otro, lo que se denominó Rincón de Zárate (entre el Paraná de las Palmas, la Cañada de la Cruz y el arroyo de la Pesquería) que comprendía 5.500 hectáreas -las tres suertes citadas- adquiridas a diferentes propietarios entre 1689 y 1692. La finalidad de estas sucesivas compras perseguía el objetivo de constituir una unidad de explotación adecuada para la cría de mulas, aunque no fue la única actividad que desarrolló su propietario. En su testamentaria del año 1711 se describen dos viviendas, una, que era la morada familiar, sobre el Paraná de las Palmas y otra hacia el interior, cerca del arroyo de la Pesquería donde se retiraba en la época de la cosecha: “una casa de adobes con su puerta y dos ventanas sobre el Paraná... y otra de adobe con su puerta y ventana sobre la Pesquería donde se retira por tiempo de la c o s e c h a p a r a r e c o g e r s u s simenteras” (13). Esto nos habla de

que las tierras destinadas a sembradíos daban a una aguada secundaria como era la cañada de la Pesquería, reservándose las tierras sobre cursos de aguas permanentes a la ganadería. En el inventario de bienes de la referida testamentaria se registran 700 ovejas, 1800 yeguas con sus potros y 14 burros hechores, 250 mulas de más de un año y 150 recién nacidas, 40 bueyes, 80 vacas lecheras y 400 vacas de rodeo, producción destinada sin duda a diferentes mercados. Después de la muerte de Da. Ana de Sayas, viuda de Gonzalo de Zárate en 1744, sus hijos Pascual, Eusebio, Joseph y Gregoria se dividieron la propiedad, quedando excluidos Gonzalo que falleció antes que su madre y sin descendencia y Bartolomé que era religioso. A D n . P ascua l d e Zá ra t e correspondió levantar alrededor de 1755 un oratorio como lo había dispuesto su difunta madre para lo cual dejó la suma de 200 pesos y 800 varas de tierra “Se le entera y en trega al Capitán Dn. Pascual de Zárate como Albacea de Da. Ana de Sayás su madre los doscientos pesos para que los entregue e imponga en Capellanía en ochocientas varas de tierra de estancia” (14). Según el censo de 1726 vivía en la Pesquería en el campo de su madre; en el censo de 1738 figura como propietario de hacienda de toda especie y como dueño de 4 esclavos, y en el censo de 1744 viviendo en tierras propias y manteniéndose de sus haciendas. En 1764, fecha en que testó, sus bienes inmuebles se componían de 1400 varas de tierras de estancia (15). De su matrimonio con Petrona Salinas tuvo los siguientes hijos que le heredaron: María Josefa, Pablo, Pascuala y Baltasar. Gregoria de Zárate contrajo matrimonio con Joseph Rodríguez de la Torre y ambos aparecieron censados en 1726,1738 y 1744 viviendo en t ierras propias manteniéndose de sus haciendas. Hijos de este matrimonio fueron Prudencia, Isidora, Juan, Francisco que fue religioso mercedario como su tío Bartolomé de Zárate, Laureano,

Gregorio, Magdalena, Ignacio y Paulina. Eusebio Alejandro de Zárate, el tercero de los hijos, casó con Lorenza Rodríguez de Aldana siendo padres de María de las Nieves, Lorenza y Ramón. Y el cuarto, Joseph, casado con Ana Rodríguez, recibió como herencia de sus padres una fracción de 1818 varas, lindera a la Compañía de Jesús y que tiempo después (1746) vendió al capitán Pedro de Olivera. Sirvió como capitán de una de las tres primeras c o m p a ñ í a s d e l c u e r p o d e Blandengues, “La Valerosa”, actuando en diversas campañas contra el indio. (16). En el censo de 1744 figura “con estancia poblada en tierras propias” en Luján arriba. (17). Nuevas fragmentaciones de la propiedad de la tierra se sucedieron con el correr del tiempo entre los descendientes de los hijos y nietos de Gonzalo de Zárate. En 1789, año en que se levantó un nuevo censo rural, las zonas conocidas como Rincón de Zárate , Pesquería y Palmas reconocen la existencia de 61 familias propietarias de pequeñas estancias que iban desde las 28 varas a las 1500. De ellas, 11, es decir casi un 19% son descendientes o están vinculados por matrimonio con los Zárate; otras 9 reconocen vínculos de parentesco con otra antigua familia del lugar, los Saavedra (descen-dientes del capitán Pablo Saavedra censado en Pesquería en 1726), lo que hace un 33% de la población vinculada a las citadas familias. El 67% restante se componía de 21 familias arrendatarias de la estancia de Otálora y 16 que figuran como “agregados y sin tierras” pero dueños de ganados. A partir de 4 o 5 familias -Zárate, Saavedra, Gelves, Olivera, Sayas- unidas entre sí por matrimonios reiterados -fruto de la fuerte endogamia que provocaba el relativo aislamiento de la región- se fue constituyendo una población rural de consideración. Como dice Carlos M. Birocco en su trabajo “Una pulpería rural en el siglo XVIII” que “La pervivencia de estos linajes, no obstante, repercutió en forma negativa sobre la propiedad de la

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tierra. El resultado fue que hacia med iados de l s iglo XVII I , fragmentadas las suertes de estancia por casi dos centurias de herencias, e l tamaño promedio de un establecimiento rural en la Pesquería r o nd aba las 400 varas de frontada” (18). La fragmentación de la propiedad fue acompañada con un descenso del status social de los Zárate: por ejemplo, la muerte de Ramón Zárate (nieto de Gonzalo) que era labrador, dejó a su viuda Pascuala de García en tan mala situación que ésta se vio obligada a vender al vicario un mulatillo para pagar los gastos del funeral, y sus hijas de 10 y 11 años quedaron “sumamente sin tener decencia con que poderlas llevar a la iglesia” (19); o el caso de Fermín Zárate, hijo de Pablo y biznieto de Gonzalo, que en 1797 fue conducido a la cárcel de la villa de Luján “por extracción clandestina que hicieron de una vaca propiedad de Dn. Joseph Antonio de Otálora”. (20); o el de Joseph Zárate hijo del citado Ramón, que en 1779 le fueron embargados sus bienes por haber tenido como agregado a Juan Matatigres, acusado de un asesinato (21). Ni siquiera la “moralidad” de las mujeres de la familia quedaba excenta de juzgamiento, ya que Da. Agustina Ceballos, viuda de Pablo Zárate, era considerada en 1789 una “mujer escandalosa”, como también su cuñada Pascuala García por hallarse amancebada con Valerio Melo. (22). IV. Del puerto a la constitución del pueblo La importancia del puerto natural de Zárate como punto de comunicación comercial entre la Mesopotamia y Buenos Aires y como lugar de salida de productos de la región tiene antigua data. Lugar de desembarco clandestino en los siglos XVII y XVIII, a principios del XIX se estableció un estanco de tabaco, lo que demuestra la importancia que fue adquiriendo esta zona.. Conceptos significativos encontramos en un documento fechado en 1805, una nota del alcalde de la Santa Hermandad de la Cañada de la Cruz

Dn. Juan de Asebey dirigida al virrey Aviles en el que le informa lo siguiente: “En el puerto de Zárate de esta mi jurisdicción a orillas del Paraná Puerto preciso de los barcos que vienen y van del Paraguay, se ha formado un Oratorio que se intitula el Salvador se han poblado muchos vecinos, y muchos mas se poblarán facilitando hallí imediato que se ofrece, una suvida y bajada de carretas, y ésta se puede facilitar con que todos los vecinos concurran por sus turnos bajarla que facilitada que sea podrá en vreve tiempo formarse u n p u e b l o d e a l g u n a consideración...”(23). Este documento nos dice en primer lugar de la existencia de un vecindario, cuyos miembros, suponemos vivían en ranchos dispersos cerca de la costa en calidad de agregados, arrendatarios y propietarios; en segundo lugar nos habla de la importancia del puerto para embarque de productos para lo cual era necesario la colaboración de los vecinos para lograr una bajada de carretas; y en tercer lugar señala la existencia de un oratorio formado en aquel sitio llamado el Salvador, que no tiene nada que ver con el de los Zárate puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción. En abril de 1811 el puerto fue objeto de un ataque realista “los marinos de Montevideo se desembarcaron antes de ayer 24 del corriente, a las quatro y media de la tarde en el puerto de Sarate, habiendo tirado varios cañonazos de bala raza, y lo más de la noche fusilaría granada, de cuyas resultas mataron aun soldado de la Compañia del Capitán D. Tadeo Carrasquedo, habiendo hecho un saqueo general en el pueblito, en las casas de Silva, Vurgos, Otálora y Maza”. (24). A principios del siglo XIX los hermanos Pedro y José A. Anta, hijos de Joseph de Anta y de María Mercedes Cabrera -nieta esta última de Eusebio Alejandro de Zárate- poseían pulpería en tierras que arrendaban a su pariente Mariano Joaquín de Maza, biznieto de Pascual de Zárate. Contaban asimismo con varias carretas para el transporte de mercaderías entre Buenos Aires y

Luján. (25). Botta nos refiere que en 1814 Pedro Anta había sido designado como teniente de guardia costas del puerto de Las Palmas y a su hermano José como subteniente de la misma. Entre 1817 y 1823 los hermanos Anta adquirieron a sus parientes Mariano de Maza y Fermín de Zárate 2.444 varas de tierras con frente al Paraná de las Palmas “situados en las inmediaciones del Puerto de Sarate” dice un documento, y “sito en el Puerto de Zárate” dic e otro. (26). A ellos correspondió dar forma al pueblo de Zárate al verderle en 1825 a Dn. Rafael Pividal 1144 varas de tierras con frente al Paraná de las Palmas “con el expreso fin de establecer el Pueblo denominado de Zárate”. Debía correr a cargo del comprador, la construcción de un oratorio. Para formalizar la constitución del pueblo Pividal contrató los servicios del agrimensor Manuel Eguía quien procedió a mensurar y realizar el trazado del mismo, plano que fue aprobado el 31 de enero de 1827. Notas (1) BOTTA, Vicente Raúl “Historia de Zárate 1689-1909” Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata 1948, pag. 57. (2) BOTTA, Vicente Raúl, ob. cit. pg. 22. (3) AZCUY AMEGHINO, Eduardo “El latifundio y la gran propiedad colonial rioplatense”. De. Fernando García Cambeiro, Bs. As., 1995, Cap. I pg. 16. (4) ob. cit. pg. 22 (5) ob. cit. pg. 26. (6) ob. cit. pg. 27. (7) CONI, Emilio A. “Historia de las vaquerías del Río de la Plata 1555-1750”. Editorial Devenir, Bs.As. 1956, pg.9. (8) GONZÁLEZ LEBRERO, Rodolfo “Chacras y estancias en Buenos Aires a principios del siglo XVII” en PRADKIN, Raúl (comp:) La historia agraria del Río de la Plata colonial. Los establecimientos productivos” C.E.A.L. Bs.As. 1993 pg. 93. (9) GONZALEZ LEBRERO, Rodolfo “Ob. cit. pg. 70. (10) BOTTA, Vicente R. ob. cit. pg. 38. (11) MOUTOUKIAS, Zacarías “Contrabando y control colonia l en el siglo XVII”, C.E.A.L., Bs. As. 1988, pg. 62. (12) A.G.N. IX-48-6-3 f. 753.

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(13) A.G.N. Suc.8821, testamentaria de Dn. Gonzalo de Zárate. (14) BOTTA, Vicente R. ob. cit. pg. 58. (15) A.G.N. IX-49-7-1, testamentaria de Dn. Pascual Zárate f. 205. (16) TABOSSI, Ricardo “Historia de la guardia de Luján durante el período hispano-indiano”. Publicaciones del Archivo histórico de la prov. de Bs.As. La Plata. 1989, pg. 51. (17) MINISTERIO de Educación Universidad de Bs.As. Facultad de Filosofía y Letras, “Documentos para la Historia Argentina -Padrones de la ciudad y campaña de Bs. As. (1726-1810). De. Peuser, 1955 X pg. 657. (18) BIROCCO, Carlos María, “Una pulpería rural en el siglo XVIII”. Revista de la Fac. de Filosofía, Ciencias de la Educación y Humanidades de la Universidad de Morón. Año 1, agosto de 1995, pg. 29. (19) A.G.N. Suc. 8821, testamentaria de

Ramón Zárate. (20) A.G.N. Suc. 8821, testamentaria de Dn. Pablo Zárate. (21) A.H.P.B.A., Juzgado del Crimen, 34-1-10-14. (22) A.H.P.B.A., Juzgado del Crimen, 34-1-8-74 (23) A.G.N., Comandancia de Fronteras, IX-vol 2- f. 276. (24) BOTTA, Vicente R., ob. cit. pg. 78. (25) BOTTA, Vicente R., ob. cit. pg. 104. (26) BOTTA, Vicente R., ob. cit. pgs. 99 y 102 *Director de la Junta Municipal de Investigaciones Históricas del Partido de Zárate

PROFESORA ANA MARÍA SZILINIS

El 15 de junio pasado falleció en la ciudad de La Plata la profesora Ana María Szilinis, a quien los lectores de la “Revista de historia Bonaerense” recordarán por su artículo sobre el Ferrocarril del oeste. Ana Szilinis era profes o-ra de Historia egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la universidad nacional de La Plata, y se desempeñaba como investigadora del Instituto de Historia Argentina de esa casa de estudios. Por más de 18 años, el Archivo histórico de la provincia de Buenos aires “Dr. Ricardo Levene” la contó en su pla n-tel profesional, y al momento de su muerte ocupaba en esta institución la jefatura del Departamento de Investiga-ciones Históricas. Dedicada activamente a la docencia, fue miembro del cuerpo de profesores de la facultad de Humanidades y Cien-cias de la Educación y de ala facultad de bellas Artes, como así también del liceo “Víctor Mercante “ de la U.N.L.P. y otras escuelas medias de La Plata. Ello no le impidió desarrollar la investigación histórica, siendo recordada por sus trabajos presentados en los congresos de la Academia nacional de la Historia y en los Congresos de Histo-ria de los Pueblos del Archivo Histórico de la provincia. Colaboró también con un estudio sobre transportes y co-municaciones en “Balcarce, visión histórica de un partido”, y fue por muchos años becaria del CONICEF. La desaparición de esta querida compañera se produjo a temprana edad, y en momentos en que podía brindar a la comunidad intelectual sus mejores frutos. Este modesto homenaje no es más que la exteriorización de un sentimien-to que, quienes fuimos sus compañeros, queremos compartir con todos los historiadores de la provincia a la que Ana María Szilinis le dedicó sus mejores capacidades. Archivo Histórico de la provincia de buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”

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“SANTA FE LA VIEJA” María Fernández Dates de Fonseca A 84 km. noreste de actual ciudad y por la carretera provincial Nro. 1, totalmente asfaltada se encuentran las ruinas de Cayastá. Estas ruinas, restos de tapiales de sus casas, iglesias y conventos de la vieja Santa Fe del Siglo XVI, son conservadas por la provincia y protegidas del rigor del tiempo por templetes de chapas, donde se amontonan trozos de tejas de barro cocido, de su techumbre colonial. Rodeadas de jardín natural, con talas, ceibos, espinillos y otros árboles de la zona, los caminos que circundan el lugar, lentamente nos llevan atravesando sus espacios hacia lo que la plaza mayor y centro cívico de la antigua Santa Fe. El río San Javier lame sus barrancas y lentamente la come y la destruye. LA HISTORIA: Esta historia comenzó en Asunción, cuando el teniente gobernador Martín Suarez de Toledo, emitió un bando de fecha 23 de noviembre de 1572, donde resuelve fundar y poblar un puerto y pueblo en San Salvador, Río San Juan o San Gabriel, con el objetivo de facilitar la comunicación entre Asunción y otras regiones del virreinato, y con España, al carecer de puerto que sirviera de sostén y protección a las expediciones de sustentación de esta ciudad, ante el fracaso de Buenos Aires y otros asientos. Según constaba en el bando “...por la presente, en nombre de Su Majestad, amonesto y hago saber todo lo antedicho a todas las personas vecinas y moradores de esta dicha ciudad estantes y habitantes de ella, así españoles como hijos nuestros, como por las causas que van declaradas, y porque hago puerto y pueblo conde tanto conviene, y ha convenido lo hubiese, porque se abra puerto y haya escala, entrada y salida para el trato y comercio de navíos y gentes, así de los Reinos de España, como de la dicha costa de Brazil, se ha de hacer y fundar el dicho puerto y pueblo en una de las tres partes que conviniera y provechoso sea y que a las personas que quieren ir a la dicha población, sustentación y vecindad de ella se le darán y repartirán tierras y solares, se le encomendarán los indios comarcanos que hubiese en el distrito que se le señalare al dicho pueblo, así y de la manera que Su Majestad lo manda y permite, y se acostumbra en otras provincias o gobernaciones de las indias del mar océano...”, firma Mar tín Suarez y Luis Marquez, escribano de gobernación. De dicho bando que se promulga como pregón a la población “...con estandar te real enarbolado a tambor voz de pregonero...”,se desprende la importancia para Asunción y España de esta fundación. Juan de Garay recibe autorización por mandato de martín Suarez de Toledo, en nombre del Rey y del Gobernador y Capitán General Juan Ortiz de Zarate. Se aprontó un navío con 80 asunceños y solo 8 españoles

y el resto mancebos de la tierra, siendo Juan de Garay nombrado Capitán General y Justicia Mayor. Como, consecuencia de esto estaba facultado a 1) elegir lugar, 2) dividir y repartir solares, tierras aguas y pastos, 3) encomendar indios, pacificarlos y adoctrinarlos, 4) administrar la fundación, y 5) juzgar y otorgar justicia civil y criminal y otras atribuciones propias de organización. LA CIUDAD COMO UN TESTAMENTO CO NDUJ O A UN DESCUBRIM IENTO ARQUEOLÓGICO. “ Y mando que cuando Dios Nuestro Señor, sea servido de llevarme de este presente vida, mi cuerpo se sepultado en la Iglesia de san Francisco, de esta ciudad, con el habito de su sagrada religión (...) y sea en la capilla mayor del lado del Evangelio, donde ésta sepultado mi marido Hernandarias de Saavedra (...) Este testamento de Doña Jerónima Contreras, hija del capitán don Juan de Garay y de Isabel de Bercerra y esposa de Hernando Arias de Saavedra, fue la clave que necesitó el investigador santafesino, Dr. Agustín Gollán, para determinar exactamente el sitio arqueológico que estaban excavando correspondía a la primitiva Santa Fe. Solo necesitó el plano de la fundación y ubicando la iglesia de San Francisco, primera ruina excavada y por su tumba, colocó plano sobre plano y al coincidir ambas excavaciones fue una prueba contundente para asegurar su origen y reubicar los solares. Se trazó la ciudad siguiendo el castro romano, como toda ciudad colonial, de once manzanas de Este a oeste, y seis de norte a sur y sus calles en ángulo recto. Se asentaron los primeros pobladores, entre los que estaban Hernando Arias de Saavedra, Alfonso Fernández Montiel y el Pbro. Juan Bautista Centurión. Se ubicó la plaza Mayor, y los solares para la Iglesia Mayor, San francisco, Santo Domingo y La Merced. Según Zapata Gollán “una vivienda común constaba generalmente de una sala y dos aposentos seguidos, uno detrás del otro en dirección de norte a sur, Algunas casas tenían cámara y recámara, algo apartado de la vivienda cocina, despensa y a veces un porchel para las herramientas, los arreos, la canoa y los productos de la chacra. Otras casas tenían “colgadizos” y corredores al este y al oeste, patio, traspatio y corral y a veces huerta con árboles frutales: naranjos, ciruelos, higueras y perales. Por último hubo también casas “sobradas” con sobrado o desván. El abasto de agua se hacía directamente del río. No existe ninguna constancia de que hubiera pozos ni es probable que se hicieran pues en la exploración del terreno, no se han hallado vestigios que puedan inducirnos a creer en su existencia; en cambio se han encontrado los pozos de donde se extraía la tierra para construir las tapias y en donde luego se arrojaba la basura”. Las paredes de las casas eran de t apia, que consiste en tierra húmeda dentro de unos encofrados deslizantes, e ir formando de esta manera las construcciones. De estas excavaciones se ha ido nutriendo el Museo Etnográfico y Colonial, de Santa Fe y el Museo

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Fundacional Argentino que se encuentra en las ruinas. De los innumerables objetos utilitarios y de lujo encontrados en ella es, interesante destacar las tejas, mandadas a construir por Hernandarias sobre los troncos de las palmeras que había en el lugar, más grandes que las tejas musleras,, llamadas así por tener como molde el muslo del artesano, estas tenían el tronco de palmera. Algunas tiene sabrosas inscripciones incisas como corazones flechados fritos de algún amor perdido, u oculto, un crismón, las manos, para alejar todo mal o las clásicas campañillas que se teñían para alejar rayos y tormentas. Nos habla de un mundo doméstico influido de supersticiones y amuletos subsistiendo a la par del profundo catolicismo de sus pobladores primigenios. Se ha encontrado una bellísima higa de azabache, con una cavidad para guardar reliquias, en uno de los sepulcros de San Francisco. Este amuleto era muy utilizado en la época de la conquista, ya que su uso se encuentra documentado en listados de inventarios de bienes, cartas dotales y listas de mercaderías; bendecidas por miembros de la Iglesia, algunas, “cristianizadas” de este modo. Fue uno de los amuletos más difundidos en Santa Fe y las había de oro, plata, azabache, coral y cerámica. De su color dependía su uso: contra el mal de ojo, mala suerte, etc. Las señoras las usaban como zarcillos, pendientes y prendedores. Los hombres entre sus ropas. Era una importante población en el transcurso de los siglos XVI y XVII, de cerca de 400 habitantes. Luchaban en la defensa del indio, y participaban de vaquería frecuentes, la actividad aumentaba, cultivaban trigo para el pan cotidiano y testimonios de su bienestar se encuentran en el Museo. EL CAMBIO: El río San Javier tiene mucha fuerza en ese recodo de barrancas y ha comido una parte considerable de la ciudad excavada. Las causas del cambio han sido: 1. La voracidad del río y su periódicas crecientes, y 2. La indómita lucha de los calchaquíes en sus correrías litoraleñas. Santa Fe quedaba, aislada por las aguas de su río y sus esteros, merced a los indios y sin comunicaciones ni comercio. De acuerdo con el texto del acta de fundación que decía: “y asiéntola y pueblóla con aditamento que todas las veces que pareciere o se hallare otro asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad, lo pueda hacer con un acuerdo y parecer del Cabildo y Justicia que en esta ciudad hubiere o pareciere que al servicio de Dios y de S.M. más convenga...” Los fundadores habían contemplado la posibilidad de un cambio. El Cabildo decide mudar la ciudad de sitio. El acta del 12 de abril de 1651 así lo atestigua. El lugar elegido es “el Rincón de la estancia de Juan Lencinas”, en el paraje que hoy ocupa la ciudad de santa Fe, desembocadura del Río Salado en el Paraná, junto al brazo llamado Río santa Fe. La nueva planta de la ciudad, su traza y sus solares, se

adjudican “sin distinción y claridad”, tal cual estaban e n la primera fundación, dividiendo sus calles y cuadras en idéntica forma. Los solares de las Iglesias se orientan de igual manera. Los vecinos se llevan sus muebles, puertas y ventanas, sus santos, sus recuerdos. La ciudad lentamente va iniciando su traslado y queda vacía. En ochenta años de lucha y dedicación, los muertos pesan, enterrados en sus iglesias. Muchos quisieran quedarse y los mayores piden ser enterrados allí junto a sus seres queridos. Pero la vida debe continuar. Actualmente un equipo de buzos arqueológicos están explorando la parte de la ciudad sumergida. Cerca de diez manzanas, la Plaza Mayor, la Casa de Garay, la Catedral, el colegio de los jesuitas, etc. Los dirige María Teresa Carrara y a través de un convenio con la Universidad de Rosario, la fundación argentina Albenga (que se especializa en arqueología subacuática), y la misma Universidad, están realizando los estudios de esta ciudad del siglo XVI, que aportará datos a su conocimiento y a nuestra historia. María mercedes de Fonseca 66 BIBLIOGRAFÍA 1. Amilcar Razori. “Historia de la Ciudad Argentina”, Tomo Y. Imprenta López Buenos Aires 1945, pág. 330. 2. Testamento de Jerónima Contreras, reproducido por Raúl A. Molina en “Hernandarias, el hijo de la tierra”, edición del autor (texto parcial). 3. Zapata Gollán Agustín, “La urbanización Hispanoamericana en el Río de la Plata”, Departamento de Estudios, Etno gráficos y Coloniales, Santa Fe, 1971. 4. Graciela María Viñuales. “Restauración de Arquitectura de Tierra”, Editorial del Insti tuto Argentino de Investigaciones de historia de la Arquitectura y Urbanismo. 5. Zapata Gollán Agustín, “Supersticiones y Amulet os”, Edición Colmegna, 1988, Santa Fé. 6. La Nación, “El Río de la historia se detuvo en Cayastá”, artículo firmado por Luis F. Nuñez. *Museóloga

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A raíz de la convocatoria de la direc-tora del proyecto arqueológico de Santa Fe La Vieja, la Profesora Ma-ría Teresa Carrara de la Universidad Nacional de Rosario, se montó el pri-mer trabajo de arqueología subacuáti-ca en aguas sin visibilidad que preten-de excavar una porción de los restos sumergidos de una fundación del si-glo XVI. Ningún proyecto igual se ha realizado en Sudamérica, lo cual plantea desarrollos metodológicos no-vedosos en nuestro ámbito. El objetivo fundamental es poder explicar con precisión cuál fue el proceso por el cual casi un tercio del asentamiento original terminó bajo las aguas del Río San Javier. as Ruinas de Santa Fe La Vieja se en-cuentran en un albardón a orillas del Río San Javier. Desde su fundación en 1573 y hasta el presente, el río provocó el deterioro y destrucción de un sector importante del asentamiento. La funda-ción de Santa Fe forma parte de una etapa de la conquista del Río de La Plata, la cuál está relacionada con una nueva política para la ocupación y po-blación del territorio. Es un 15 de no-viembre de 1573, que Don Juan de Ga-ray funda Santa fe. Su expedición, pro-veniente de Asunción del Paraguay, ubicó estratégicamente en el mapa de la época, el futuro emplazamiento ur-bano. Una vez que Asunción pudo afianzar su economía y crecimiento de-mográfico, estuvo en condiciones de emprender la expansión sobre el Lito-ral. La fundación obedeció a la necesidad de asegurar una comunicación más fluída con el Alto Perú y la apertura del Paraguay hacia el Río de La Plata, las salida al Atlántico y a España. Santa Fe es entonces un área de articulación del espacio convirtiéndose en uno de los centros preponderantes de este período. “Sin la concentración en estos pequ e-ños núcleos geográficos las reducidas huestes habrían sido devoradas por el espacio y las masas indígenas. Las ciu-

dades funcionan como plazas fuertes y guarniciones militares, aseguran la de-fensa del territorio conquistado y sir-ven de centro de reunión de hombres y refuerzos que preservan la continuidad del proceso expansionista... Al mismo tiempo las ciudades son los ejes econó-micos de la conquista...” (Assadourian, Beato y Chiaramonte. 1985:46). Cabe destacar, también, que en el pro-ceso de expansión colonizadora, los es-pañoles no entraron a tierras deshabita-das. En su avance por el denominado Corredor Paranaense, se introdujeron en territorios ocupados por sociedades indígenas pescadoras, cazadoras y re-colectoras, Goya Malabrigo y los agri-cultores Guaraníes. La sociedad indíge-na quedó entonces compulsivamente incorporada al dominio blanco. ( Ca-rrara, M. T. 1996 ). Según Frenguelli, la barranca dónde se fundó la ciudad se trata de un terraplén aluvional formado por el Paraná y sus ríos marginales. Este terreno proveyó a los conquistadores de tierras altas y fértiles. Las continuas inundaciones sin embargo, dejaban a la ciudad práctica-mente incomunicada y provocaban de-rrumbes de la barranca. Esto ultimo significó que, del trazado original de la ciudad, la acción del río ocasionó la pérdida de un gran número de manza-nas costeras, en su mayoría ocupadas por los vecinos destacados. El solar perteneciente al mismo Juan de Garay, y 3 de las 6 iglesias estaban en el sector afectado. El trazado responde a un da-mero con la plaza ubicada a una man-zana de la costa. Se mantuvo casi 90 años, y en 1660 por una ordenanza del Cabildo local se decidió el traslado al lugar donde actualmente se encuentra Santa Fe de la Veracruz. Fue la primera población fundada como ciudad, ya que el resto de las fundaciones previas corresponden a Fuertes y es la primera a la que se le dio la traza urbana que corresponde a la práctica fundacional en las Indias, reglamentada por Felipe II en 1573. Este es el único emplaza-

miento fundacional español en territo-rio argentino que brinda la posibilidad de investigaciones interdisciplinarias sobre un amplio período de nuestra historia, no solo colonial sino también prehispánica, que ha llegado a nosotros en condiciones excepcionales. Una vez abandonado el sitio no fue reocupado, salvo con la instalación de una colonia agrícola francesa a fines del siglo XIX, y el paraje que empezó a conocerse co-mo Cayastá. Las investigaciones en las Ruinas llevan más de 45 años y son el resultado de los esfuerzos hechos por el Dr. Agustín Zapata Gollán. Las tierras localizadas en la margen Es-te del Río San Javier, frente a las Rui-nas, son bajas y anegadizas. Corres-ponden a sedimentos fluviales acumu-lados durante un lento pero constante proceso erosivo en la margen Oeste, el cual ha destruido gran parte del sitio. Según el antecedente de las prospec-ciones de Vulcano y De Brito en 1982 realizadas en la margen Este, no se ha-llaron materiales culturales. Los resul-tados de nuestras propias observacio-nes ( donde se determinó la presencia de terreno muy flojo y la imposibilidad de acceso desde la costa tanto como desde el agua ), desencadenaron en la consideración de la imposibilidad de realizar trabajos en la costa Este en esta primera etapa de la investigación. Inicialmente el proyecto plantea, desa-rrollar tres campos temáticos: 1. Conocimiento de la Dinámica del Río y Destrucción de la Barranca Frente al desconocimiento total del me-dio ambiente subacuático y la falta de registro de información precisa, se de-terminó la necesidad de formular un modelo a estudiar sobre este problema que provocó ( junto con otros ) la mu-danza de los habitantes y el traslado de la población a la actual ubicación de la ciudad de Santa Fe de la Veracruz. 2. Metodología, Arqueología sin Visi-bilidad y con Corriente. Ante un medio acuático sin visibilidad se diseñaron al-

LOS TRABAJOS DE ARQUEOLOGÍA SUBACUÁTICA EN SANTA FE LA VIEJA

Javier García Cano

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gunas técnicas de trabajo de campo adecuadas a las condiciones del sitio y la disponibilidad tecnológica local. 3. Formación de Recursos Humanos. Como resultado de la necesidad de dis-poner de personal especializado, se montó un programa particular dentro del proyecto que permitirá la forma-ción de personas en este ámbito. Se realizaron en el sitio 2 campañas. La primera en Diciembre de 1995 se hizo un reconocimiento del lugar, don-de se plantearon tres objetivos: a) Aproximarse al conocimiento de la dinámica del río, a la conformación del lecho, profundidades y niveles de sedi-mentación. b) Corroborar la existencia de restos arqueológicos en el Río San Javier. c) Evaluar el potencial del lugar en res-tos arqueológicos subacuáticos. El resultado de esta prospección fue el relevamiento de 5 transectas a lo largo de la rivera Oeste. La segunda campaña se llevó a cabo en Junio de 1996 donde, a partir de los datos obtenidos anteriormente se reali-zó la excavación en 3 transectas y se prospectaron 2 nuevas en el sector Norte del sitio. Los objetivos estableci-dos para esta campaña fueron: a) Obtener información para evaluar la capacidad de arrastre de material ar-queológico y material natural que tiene el agua. b) Detectar los puntos de depositación del material arqueológico. c) Elaborar un modelo de deterioro de la barranca que pudiera precisar el pro-ceso de colapso de las áreas desapare-cidas del asentamiento original. Antecedentes Metodológicos en el Extranjero El marco teórico metodológico tomado en cuenta para trabajar en el sitio es el establecido por el Dr. Thijs Maarleveld (director de la Oficina Estatal de Ar-queología Subacuática del Reino de los Países Bajos). Las condiciones de visi-bilidad y tipo de suelos en los lechos de las cuencas fluviales holandesas, poseen grandes similitudes con las del Noreste Argentino. Es decir, ríos de llanura con alto nivel de arrastre de material natural en suspención (lo cual provoca visibilidad muy pobre o nula). Corrientes importantes y aporte sedi-mentario voluminoso son las otras ca-racterísticas comunes a ambos casos. Dado el desarrollo logrado en los Paí-

ses Bajos en el campo de la arqueolo-gía subacuática (en particular sin visi-bilidad), y los antecedentes de la Fun-dación Albenga (habiendo participado en campañas de trabajo in situ con el Dr. Maarleveld en Holanda); se optó por este marco para plantear un refe-rente que pudiera ayudar a resolver los problemas locales. Lo hecho en las dos Campañas La base de toda la labor se afirmó en el desarrollo del tacto de cada buzo. La total ausencia de visibilidad3 obligó a trabajar en relación a la disminución de un sentido, la vista, y la potencialidad de otros, el tacto y el oído. Trabajar ba-jo el agua en oscuridad plena propone depender de lo que se puede palpar y de lo que se puede oír. Los métodos para posicionar y mensu-rar al buzo o a los objetos requieren la colocación de elementos referenciales de fácil identificación al tacto. Cabos o caños que se convierten en las guías de aquellos que prospectan o excavan, y que permiten cumplir con el rigor de las tareas de registrar el material bajo el agua. El tacto es la vía de asimila-ción de información, ya sea por razo-nes del trabajo arqueológico cuanto por razones de seguridad y supervivencia en el buceo. Sabiendo que es inviable la escritura bajo el agua con visibilidad nula (0 cm), se establecieron tiempos de buceo que permitieran recordar en forma pre-cisa datos que serían registrados en su-perficie. Así se planificó la siguiente secuencia: un tiempo breve bajo el agua (15 minutos), cumplido el tiempo salir a transmitir lo sucedido (medidas, localizaciones, recuperaciones, etc.) de modo de ser anotado todo detalle dicho por el buzo, y luego un segundo buceo de igual tiempo al anterior seguido del mismo procedimiento de transmisión de datos y su registro. Es dable recor-dar que este sistema es factible dadas las profundidades menores que se re-gistraron en el San Javier, las que no superaron los 10 metros. El oído complementó el sistema al ser la única vía de comunicación del buzo con la superficie. Por medio de alarmas en relojes digitales o de sonidos produ-cidos en la superficie, cada operario bajo el agua fue avisado de la finaliza-ción de su tiempo de trabajo (15 minu-tos). Los sonidos generados con el gol-peteo de dos martillos en el espejo del

río fueron el medio más efectivo de puesta en práctica de este sistema de comunicación. La mejor manera de operar con las co-rrientes fue plantear la posición de ca-da buzo de modo de no establecer opo-sición al agua. De esta forma cada per-sona se colocó longitudinalmente en relación al sentido Norte - Sur del to-rrente. En los casos de velocidades im-portantes (con posible arrastre de los buzos), las herramientas básicas que permitieron el trabajo (excava-ción o prospección) fueron los elementos de referencia. Abrir trincheras bajo el agua con alto nivel de depositación de material natu-ral, y con la presencia de la corriente del río obligó a utilizar las manos co-mo las herramientas únicas de excava-ción. Frente a la ausencia de visibili-dad, el correcto uso de las manos es lo único que garantiza el adecuado cuida-do del material. En lo posible se pro-movió trabajar sin guantes, bajo el pre-supuesto de no tener limitaciones en el tacto. Como apoyo al trabajo manual se contó con la asistencia de una trans-portadora de limo y desechos llamada draga de agua. Este dispositivo sola-mente se utilizó para retirar del área de excavación el material no recuperado. Teniendo un flujo de agua muy suave en su interior, permitió separar material arqueológico del sedimento, lavándolo dentro del caño de PVC de 4” de di á-metro, y recuperándolo ya limpio. Los elementos referenciales de fácil afirma-ción en el lecho (cuadros de grilla de caño de hierro) no sólo cumplieron su cometido de limitar el área de excava-ción, sino que además permitieron que la draga de agua y los buzos fueran asegurados a ellos y así evitar el arras-tre de la corriente. Los cuadros utiliza-dos fueron construidos con caños de 1” y ½ de diámetro de hierro, unidos por nudos metálicos de andamios con án-gulos fijos de 90º y ajustados por bulo-nes con tuercas. La dimensión definida de cada cuadro fue de 70 centímetros de lado. Las técnicas de registro fueron diseña-das especialmente para ser aplicables al medio acuático ya descripto. Como pa-trones de medición se utilizaron las partes del cuerpo del buzo, o algún ob-jeto de dimensión fija conocida (cabo guía, grilla, jabalinas). Por el conteo de unidades de medición (pulgadas, de-dos, largos de brazo, largos de una ba-

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rra rígida, etc.) se puede reconstruir una medida en un dibujo o plano. En la excavación con grilla se tomaron como referencia los lados de la misma en el caso de tener hallazgos. Con los datos traducidos se reconstruyó la informa-ción y resultó en planimetría y perfiles de cada zona de trabajo. Este testimo-nio incluyó descripciones del tipo de material del lecho, su superficie, capa-cidad de sedimentación; espesor, for-ma, textura y ubicación de los restos extraídos. Para ordenar y registrar la in-formación que interesó a los fines del trabajo, se diseñó un sistema de fichas. En el mes de Diciembre de 1995 tuvo lugar la primera campaña de prospec-ción en el Río San Javier. El resultado de la misma fue el relevamiento de 5 transectas a lo largo de la rivera Oeste. Prospectar las transectas, permitió re-cabar datos sobre diferenciación de los componentes del suelo, ubicación, ex-tensión, profundidad, y características del lecho. En relación al material cultu-ral resultó en el conocimiento de tipos de hallazgos, nivel de conservación, concentración en la superficie del le-cho, y decantación. De modo de cumplir con los objetivos planteados para la prospección, se re-currió a la selección de lugares en los cuáles se observaron, en una primera aproximación, condiciones particulares o significativas en la margen Oeste del río. Los puntos en los cuáles el agua golpeaba directamente contra la barran-ca, así como los lugares donde se des-plazaba paralelamente a la costa, fue-ron algunas de las características bus-cadas. Se consideró también la plani-metría como fuente primaria de infor-mación y las referencias hechas por los arqueólogos terrestres. Se determinó la posición de una transecta por cada lu-gar. Las 5 zonas de trabajo4 fueron de-nominadas: 1. Las Gringas, límite Sur del sitio en la desembocadura del arroyo Las Grin-gas. 2. San Francisco Sur, en referencia a la ubicación en el sitio terrestre del Con-vento de San Francisco. 3. San Francisco Norte, (ídem ante-rior). 4. Cabildo Norte, en relación al solar del Cabildo. 5. El Último, en referencia al solar 26 B en tierra. Todas las rectas se ubicaron perpendi-culares a la costa del río y fueron rele-vadas por triangulación. Se refirieron

las medidas a puntos fijos ya ubicados en la planimetría existente. Se comple-tó la medición con compás para deter-minar la dirección del cabo que mate-rializó la transecta. En términos de tra-bajos subacuáticos se recurrió al uso de cabos para materializar las transectas. Se utilizaron 2 cabos de longitudes dis-tintas, uno de 49 metros, y otro de 18 metros. Ambos se fijaron en sus extre-mos al suelo por medio de jabalinas metálicas de 1 metro de largo que se clavaron, una en el lecho y la otra en la línea de agua en la costa. El extremo Este fijado al fondo fue señalizado en superficie mediante una boya. La refe-rencia establecida por la boya permitió conocer la posición relativa del buzo mientras desarrollaba su actividad, a través de la observación de las burbu-jas producto de la exhalación del aire. Los datos obtenidos se tradujeron a planos5 ( plantas y perfiles ). La Campaña de 1996 Durante Junio de 1996, se realizaron tareas de prospección de dos lugares y de excavación de otros tres. El acento estuvo colocado en el registro de la in-formación y el conocimiento de todo lo sucedido durante la campaña por parte de todos los integrantes del grupo. Con el objetivo de completar el frente ribe-reño Oeste, hacia al Norte del sitio, se prospectaron dos transectas. Fueron de-nominadas: 1. El Museo, ubicada en línea recta con el edificio del Museo a los 90º Oeste. 2. Beethoven, localizada fuera del lími-te Norte actual de las Ruinas. En ambos casos se debió luchar deno-dadamente con la corriente, la cual se presentó en forma importante. El ma-yor problema fue la imposibilidad de tensar en forma recta el cabo guía. Para realizar un registro preciso se midió la deriva del cabo en su sector mayor, lo cual permite calcular el recorrido exac-to que cada buzo hizo del lecho. Las transectas excavadas fueron: 1. Las Gringas. 2. San Francisco Sur. 3. El Último. La elección estuvo ligada al interés de abrir trincheras en lugares con resulta-dos muy distintos en la prospección de Diciembre de 1995. Es así que se optó por la de menor rendimiento (Las Grin-gas) la de mayor (El Último) y la de re-sultados cuantitativamente medianos.

En las tres trincheras abiertas se proce-dió a realizar una recolección superfi-cial como primera tarea. Se dejó así li-bre de material arqueológico, un área de 1 metro de ancho a cada lado del ca-bo guía y con una longitud variable se-gún cada lugar. Acto seguido se fon-dearon cuadros metálicos de caño y se inició la secuencia de apertura de las trincheras. La longitud de la excava-ción en Las Gringas fue de 15 metros continuos por 0,70 metros al Norte del cabo. En San Francisco Sur se abrió un área de 17,5 metros por 0,70 metros al Norte del cabo guía. Finalmente en El Último, se excavó a lo largo de 14 me-tros por 1,40 metros de ancho tomados axialmente al cabo. La última trinchera mencionada fue la de mayor densidad de hallazgos. En tierra se armó una base de datos con especificaciones del material recupera-do. El registro del material arqueológi-co permitirá generar datos para un aná-lisis informático posterior. En el mis-mo se tuvieron en cuenta distintas cate-gorías y variables para el procesamien-to del material arqueológico. El primer rédito fue tener datos estadísticos en forma inmediata a la campaña. Los riesgos de retirar material saturado en agua de su contexto son muy eleva-dos. Esto hace que en la mayoría de los casos no pueda evitarse la aplicación de tratamientos de conservación post excavación. La cerámica sin embargo reúne condiciones especiales ya que junto con la piedra, el hueso y las astas, son los materiales que bajo el agua se conservan en un 100% estables. Con estas consideraciones, el material reti-rado del lecho recibió un lavado y lue-go un secado controlado como únicas aplicaciones de tratamiento de conser-vación. Trabajo que se Convierte en Forma-ción para Nuevos Especialistas En un área como ésta, en la cual no existe una formación específica en el país, y el trabajo en el agua requiere de ciertos conocimientos y experiencia, es que se hace necesario pensar en la for-mación de recursos humanos para el desarrollo de la disciplina. Los arqueólogos subacuáticos insisten en que su labor sería imposible sin la colaboración de los buzos deportivos y profesionales. De todos modos no bas-ta con bucear, aunque convengamos que el buceo es una técnica básica. Hay que motivar al buzo aficionado a que

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adquiera ciertos conocimientos básicos para el trabajo arqueológico, y desarro-llar en él la conciencia de protección y conservación del Patrimonio Arqueoló-gico, en este caso del Patrimonio Cultu-ral Subacuático. Por otro lado es importante, también, la incorporación a cursos de buceo de es-tudiantes del área de arqueología inte-resados en esta problemática. Para cumplir con este objetivo se están lle-vando adelante tratativas de convenios con Escuelas de Buceo de la zona, pro-moviendo de ésta manera un intercam-bio de conocimientos entre futuros ar-queólogos y buzos deportivos. Cabe destacar que a pesar del medio y las di-ficultades, el rigor científico es posible, utilizando la metodología adecuada y preparando gente para esta labor. Conocimiento de la Dinámica del Río y Destrucción de la Barranca El modelo elaborado requiere obtener mayor cantidad de datos para ser some-tido a una evaluación profunda que per-mita confirmarlo o desecharlo. Para ello se programa una tercera campaña que incluya más trincheras de excava-ción y recorridos de prospección. Debi-do a la adquisición de nuevos equipos de relevamiento y comunicación, en el futuro se utilizarán para incrementar el nivel de precisión de los trabajos. Por medio de su aplicación se levantarán datos como para armar un modelo tridi-mensional que permita corrobora las ideas sobre la dinámica del río y la ero-sión de la barranca que destruyó par-cialmente el sitio terrestre. Personal que participó en el Trabajo en el Campo Susana Carballo; Guillermo Cavagnaro; Nelly De Grandis; Gisela Gagliolo; Javier García Cano; Sergio Massaro; Javier No-varo; Federico Orbuch; Juan José Rodrí-guez; Rodolfo Schenone; Mónica Valen-tini. Bibliografía Assadourian, C.; Beato G. y Chiaramon-te, J. C. 1985. De la Conquista a la In-dependencia. Historia Argentina. Tomo 2. Paidós. Buenos Aires. Argentina. Bass, G. 1987. Oldest Known Shi-pwreck Reveals Bronze Age Splendors. National Geographic Magazine Vol 172, Nº 6, Diciembre 1987. Bucher, E. A. Bonetto y otros. 1993. Hi-drovía: Examen inicial ambiental de la Vía Fluvial Paraguay-Paraná. Humeda-les para Las Américas. Buenos Aires. Ar-gentina.

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THORNE

La vuelta de Obligado

Oscar Méndez

En el agua que viene del norte da vueltas un muerto, lentamente, boca abajo.

Queda enredado entre los juncos de la orilla arcillosa.

Thorne, abatido, dolorido y cansado se da cuenta de que es un criollo, entrerriano

por la ropa, un voluntario, un vecino.

Lo da vuelta y al ver su pobre cara desamparada, barbuda, remojada, el corazón

se le aprieta. Un vecino que sólo vino a poner lo que tenía, su vida, para que

estos prepotentes no pasen.

Su ayudante interrumpe su pensamiento amargo tocándole el hombro y le señala

el medio del Guazu. De vapores y veleros se descuelgan infantes, se sienten

redobles de tambores que trae el viento como una mala noticia. Thorne nada

escucha, una granada de obús, para cuando se acabó la pólvora, lo dejó sordo

para siempre y le lastimó malamente un brazo.

A los primeros que desembarcaron, después del bombardeo de horas y horas que

desbarató las baterías argentinas, los corrieron con los cuchillos y a bayoneta. Y

se burlaron los criollos cuando se volvían de apuro a los botes.

Pero esta vez no, al calcular el número de los que bajan, sabe que esta vez no.

Mira sombrío a los muertos y heridos graves que no se podrán llevar y hace un

amplio gesto de retirada con su brazo sano. Se va último; hasta otra, dice para sí,

jinete de su silencio.

A1 galope vuelven a su memoria los gritos de su gente, que de tan fuertes,

agrandaban el ruido de los cañoncitos que contestaban como podían, el fuego de

los cañones del 80 de los barcos.

Esta gente, esta gente. Tan muchas sus ganas y tan poca la pólvora. Va en medio

del galope sin ruido y se imagina que así será cuando galope en la otra vida.

Todo es distinto en este silencio, el color de los árboles, la bandera, el viento.

Se siente como tratando de tomar la estela que cada movimiento deja detrás de

las cosas.

Llegan al hospital de campaña cercano a San Nicolás, donde sus vecinos atienden

a los heridos como mejor pueden. Cuando le hablan asiente distraído y sonríe. El

asistente, discretamente, explica a cada uno lo que le pasa al Coronel. De una

figura tendida en un catre a la que le falta el bulto de una pierna, todo trapos y

sangre, surge un brazo con un puño cerrado y él imagina las palabras del hombre.

Y le habla Petrona Simonino y él le hace señas de que no la oye con gesto de

disculpa. La mujer lo abraza y lo besa en la mejilla. Los heridos de su batería se

incorporan a su paso. Piensa que tanto amor por una patria sólo presentida. tanto

amor. Y los preclaros doctores viajados y lúcidos ayudando y saludando desde

los diarios chilenos y uruguayos a la escuadra gringa. Esos presuntos

compatriotas.

Cuando le toca descansar da vueltas y vueltas en el catre, sueña la batalla de la

tarde y siente de nuevo sus olores y sus ruidos. Otra vez pelean los patricios con

los ingleses como en 1807. Retumban en su cabeza dolorida los cañones gigantes

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de los barcos, una y otra vez. Vuelven a bajar los gringos, no muchos, vienen

ciegos como sí los creyesen terminados.

Los criollos acuden a los cuchillos y los cuchillos llevan mejor en su acero las

ganas y la bronca que te ahoga cuando se te ganan en tu tierra, en tu rancho.

Apenas bajan de los botes los atropellan, que ahora es de corazón a corazón y los

gringos se retiran mal llevando los heridos que pueden y dejando sus muertos al

río.

De a ratos lo despierta el desasosiego y con la vuelta del sueño, vuelta a la pelea

interminable.

El Capitán de Navío Charles Honthan da las últimas órdenes para reparar la

Gordon, nave insignia maltratada. Cuando Aberdeen le dio las órdenes estaban

los dos de acuerdo en que sería sólo un paseo. Había que acompañar a los

mercantes norteamericanos, dinamarqueses, de Hamburgo y de otras banderas a

remontar el río hasta Asunción. Setecientos mil pesos fuertes flotando, buscando

multiplicarse y abriendo camino para el comercio del futuro. Una vez declarada

la independencia del Paraguay, de Entre Ríos y de Corrientes, lo demás sería

fácil. El hombre de Buenos Aires tendría que avenirse a la razón. Ahora,

Honthan, tiene gente muerta y muchos heridos, los barcos averiados y la cautiva

San Martín atravesada por cien cañonazos.

Como es un soldado profesional no se hace ilusiones sobre la gente de la orilla.

Ya sabe, porque lo conoce bien, cuál es el sentimiento que los sostiene más allá

de la razón. En los agujeros del ruido de los cañones sintió sus gritos

atemperados por la distancia. Vio la pelea del 45 británicos con los hombres de

Rosas. Sabe también que la flota pasará de cualquier forma y no se le escapa que

los argentinos también lo saben. Piensa con lejana amargura en los banqueros

que financian el negocio, cuyos representantes le colgarán una medalla en el

pecho a la vuelta o que quizás una bala rebelde haga que la medalla se la

cuelguen a otro. Total siempre habrá otro, siempre ha sido así. Extraño destino el

suyo. Vivir peleando en todo el mundo con gente que defiende el lugar donde

vive. `

Sigue con el catalejo la columna argentina que se retira. Y sabe que los volverá a

encontrar en cualquier recodo del río.

En la madrugada el infante John Trollope monta guardia en el puente del

Bergantín Philomel. Supone que están esperando los barcos averiados por los

salvajes. El Guazú inmenso se desliza a los costados del casco de madera sin

ruido y tiene un engañoso color rosado. Tiene hambre y extraña su tierra y su

tamiha.

Para entretenerse piensa en sus hermanos y en sus padres y entonces se encuentra

con la pobreza que lo alistó en la marina Entonces vuelve a mirar el río que de a

ratos trae pequeñas islitas de plantas y flores. Siempre le gustaron los pájaros y

aquí hay de todos los colores, de todos los tamaños, de todos los cantos; de todos

los cantos.

Ahora, con la primera claridad, despiertan y los siente entre los árboles de la

costa, moverse y saludar la mañana. E muchacho ya no se siente tan solo.

Ciertos ruidos le dicen que pronto le darán algo caliente y se siente más animado

y dispuesto. Recuerda a su hermanita secretamente su preferida, que ahora

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trabaja en una gran casa. Ocho hermanos y sólo dos en casa, con sus padres ya

viejos Siente ruido de té caliente e intenta un silbido que le viene desde su niñez.

Se oye un estampido y los pájaros se silencian Luego otro y otro más y una bala

del 8 le pega en la cadera y lo hace girar y caer de costado, tratando de aferrarse a

un cañón para no caerse al agua. Su mirada se hace brumosa, sonríe indeciso

pensando en el té caliente y que cuando le releven podrá dormir y después mirará

los pájaros y como todos los días descubrirá otros nuevos. Su sangre se desliza

por el costado blanco del velero hasta mezclarse con el agua marrón del río.

Isidro Monge está tendido de espaldas sobre la cubierta del bergantín Pandeur.

Para donde mire hay sangre. Socarronamente piensa para si en cómo se alegraba

ante la invitación de algún vecino para una carneada. Luego el baile, las guitarras

y la ginebra. Lindas aquellas carneadas. Los ojos de la vaquillona o de la yegua

queriéndose salir para afuera, mirando a ningún lado.

Tiene una mala herida de sable en el costado y se la acaba de limpiar un tipo que

parece un doctor. Lo desorienta el buen trato y el hablar raro de esta gente. Le

viene a la cabeza el grito del General Mansilla, "alto los tenéis" Y luego, ahora,

ellos lo tienen a él. Levantó a Mansilla cuando lo hirieron en la primer bajada de

los gringos. A medida que mueren sus compañeros. Los van tirando al agua,

aunque después de muerto todo es lo mismo, piensa Isidro. A medio incorporarse

reconoce que están pasando por el Tonelero, donde hasta hace poco estuvo

cavando hoyos y haciendo parapetos de tierra.

De pronto ve la oportunidad, se para despacio y se tira desmadejado por la borda

al río. El frío del agua lo reanima por un momento y hace como un amago de

saludo para contestar los gritos de los franchutes del barco.

Con el río se conocen muy bien y no de ahora. Deriva con la corriente sin

contradecirla y bastante más abajo toca la orilla y entonces se da cuenta de que la

mucha sangre perdida le hace ver, por momentos las cosas no muy claras.

Cuando las sombras de antes del amanecer, que le cuidaran la escapada, se van

yendo, Isidro Monge se da cuenta de que se muere. No puede subir la orilla. Ve

pasar más barcos, muchos barcos y a la salida del sol descubre un velero blanco

anclado cerca de la costa. Alcanza a ver a un centinela que camina por cubierta.

Entre los árboles y amparados por una loma se mueven gente y caballos, Isidro

trata ansioso de fijar la mirada. Aferrado a unas raíces asoma la cabeza y se da

cuenta que es el Coronel Thorne con los restos de la gente de La Manuelita, su

batería y también andan algunos de los rurales de Quiroga. Sacan los cañoncitos

de las cinchas de los caballos y en un momento arman y le tiran al velero.

Con el centinela, que queda colgado a medio irse al río. Piensa Isidro que en la

guerra no hay que descuidarse ni distraerse. En un momento y aprovechando la

confusión desarman y así como vinieron se van y entonces Isidro que quiso

gritar: Coronel, Coronel!, se da cuenta de que ya no puede y en la polvareda va

su mirada borrosa y su recuerdo de mujer e hijos chicos y su vida dura de pelea y

trabajo, trabajo y pelea. En su ensueño de muerte vuelve su mocedad con los

Colorados del Monte y un domingo de mañanita con sol todos festejan una

pialada y está.Don Juan Manuel en un caballo negro con apero de plata, y

también el baile y la entrerriana forastera, que ya hace mucho, una vida, lo trajo

para los grandes ríos.

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Y la historia siguiente, como el vuelo de un gran pájaro que se confunde con

cielo y nubes, acompaña vigilante a la escuadra pirata de ida y de vuelta. Fue

testigo del valor de los patriotas. Los vio levantar a su jefe, Mansilla, del barro de

la costa, pesado su vientre de metralla, de hierro, como él mismo.

Thorne y su gente hambrientos de pelea, hostigan días y noches a vapores y

veleros, los desbaratan o los hunden, hasta que llega la lucha frontal del

Quebracho donde sólo tiene un muerto y cuatro heridos, uno de los cuales es

Thorne, norteamericano con corazón de gaucho, hermano y gaucho.

La flota se vuelve mal herida, dejando también sus muertos al río y dando cuenta

al mundo de lo que tienen dentro los hombres de esta tierra.

Después, con el paso de los años el gran pájaro de la historia se torna oscuro de

ingratitud. Un la de agosto muere en Buenos Aires, Juan Bautista Thorne, el que

diera todo por la patria argentina, pobre de toda pobreza y olvido, que al hacer

sus cuentas se encuentra sólo cobijado por el afecto de hijos y nietos criollos y

marinos y algunos amigos.

Más tarde su alma viajará la blanca estela de la torpedera Thorne, que quiebra el

agua límpida de los mares argentinos.