SAN MARTÍN DEL CASTAÑAR -...

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En las fragosidades de la sierra de Francia, como escri-bían los cronistas antiguos, se halla enclavada la villade San Martín del Castañar. Solar habitado desdeépoca antigua (de la ocupación romana se conservandos estelas funerarias y un relieve incrustado en unavivienda con motivos de albañilería y de la etapa visi-gótica se conocen dos pizarras del yacimiento de LaLegoriza), remonta su origen documental al año 1225,momento en el cual Alfonso IX lo aparta de la juris-dicción de Miranda para cedérselo al obispo deSalamanca. La repoblación cristiana debió de produ-cirse, en consecuencia, algunas décadas antes, haciafinales del siglo XII.

En el señorío episcopal se mantuvo hasta que los libe-rales de Cádiz pusieron fin al sistema jurisdiccionaldel Antiguo Régimen. La mitra tenía potestad paranombrar a los miembros del consistorio y para admi-nistrar justicia en primera instancia; pero sus derechosfiscales eran reducidos, pues la donación real al obis-po fue anterior a la creación del impuesto de alcaba-las, por lo que este gravamen estuvo siempre enmanos de la Corona. Felipe II, que tenía prevista suexpropiación, después de un fracasado intento porparte de algunos vecinos para comprar la jurisdicción,no llegó a vender la villa, al ser la elegida por el obis-po para dejarla fuera del proceso de exención.

El desarrollo histórico transcurrió en sintonía con los acontecimientos a nivel nacional: la crisis económica

y demográfica del XVII, la recuperación en la segundamitad del XVIII, la invasión francesa, la desamortiza-ción de los bienes eclesiásticos y municipales, la emi-gración a ultramar y, sobre todo, el éxodo rural a par-tir de 1950. El abandono de las antiguas formas devida la ha condenado a la pérdida demográfica y alenvejecimiento poblacional, sólo compensado poruna mejora en el nivel de vida y en el bienestar social.

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Vista aérea de San Martín del Castañar

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La trama urbanaDe su pasado histórico ha sabido conservar un impor-tante legado, aunque también haya habido pérdidasimportantes. En primer lugar destaca su trazado urba-no, que es el resultado de un crecimiento inicial espon-táneo y no planificado, aunque posteriormente se pro-dujeran actuaciones parciales que pretendieron organi-zar el espacio. Tal fue la concesión de licencias paracubrir parte de las calles con soportales. Así sucedió enlas plazas Mayor (o de Eloy Bullón) y de la Iglesia.

La primera acogía el palacio del obispo, el ayunta-miento, las escuelas viejas, la cárcel, varias viviendasde particulares y la fuente principal. Fue ampliada en1556, año en el que se debieron de construir los pri-meros soportales de columnas toscanas. En la plaza dela Iglesia destaca la presencia de un frente porticadoprobablemente en el siglo XVII, donde estaban lascasas de los beneficiados.

Frente a estos lugares vinculados a la jerarquía social ypolítica local, había otros barrios con connotacionesdiferentes. En la Callejina estaba la judería, aunque elnúmero de hebreos no debió de ser muy importante.El barrio del castillo era antiguamente el de “los olle-ros” (el cambio de nombre se produjo hacia 1685); enél se construyó la plaza de toros, en la que ya se cele-braban corridas a mediados del XVII.

El pueblo conserva otros espacios y edificios singula-res como el puente sobre el río Canderuelo, las “escor-

tinas públicas” (lugar donde se reunían en concejoabierto; cuando el tiempo no lo permitía, se juntabanen los soportales del ayuntamiento), la capilla de lacofradía de la Pasión, los restos del hospital...

La iglesia parroquialDe los edificios que configuran el núcleo urbano sobre-sale la iglesia parroquial. Sin ser un edificio arquitectó-nicamente brillante, sí conserva elementos destacadostanto constructivos como de mobiliario litúrgico.

El conjunto que hoy podemos contemplar es el resul-tado de diversas reformas y ampliaciones que se hanido sucediendo a lo largo del tiempo. La parte másantigua corresponde a las naves, que, como indicóGómez-Moreno en su día, pertenecen al “arte moris-co del siglo XIII” o, como otros prefieren, al gótico deladrillo. En el exterior se optó por levantar los muroscon piedra de mampostería. Las reformas habidas nonos permiten saber cómo se cerraba antiguamente porla cabecera, es posible que tuviera tres ábsides escalo-nados y ligeramente incurvados, como parece dedu-cirse del único que subsiste: el correspondiente a lanave de la epístola.

De los detalles más destacados de la iglesia sobresalenlas diferentes cubiertas que posee. En los primerosaños del siglo XVI se renovaron la de la capilla mayory la del altar de la Virgen de Gracia (originalmente delRosario). De ellas, solamente permanece la última. Setrata de una armadura mudéjar ochavada, de lazo

Calle Campito. Al fondo los soportales de la plaza

ataujerado y policromado. Algunos años después derealizadas éstas, en 1528, se reformó la capilla de lanave del evangelio. Se optó entonces por voltear unabóveda de crucería gótica, para lo cual se rehicieronlas paredes con muros de sillería y se levantaron doscontrafuertes.

A finales del citado siglo, se volvió de nuevo a lastallas hispanomusulmanas de madera para cubrir la navecentral. Así surgió una armadura ataujerada de lazo de aocho, pero que no llega a formar ruedas. Las naves late-rales se cerraron con una estructura sencilla a una solavertiente. Es probable que la obra fuera realizada por JuanHidalgo “el Viejo”, carpintero de San Martín, a quien sedebe la de la ermita de El Robledo de Sequeros, con la queestá estrechamente emparentada.

El coro, aunque muy reformado, también conservarestos de carpintería mudéjar, que hoy, a diferencia delo que escribimos en su día, estimamos más relacio-nado con las cubiertas anteriores que con las de lacapilla de la epístola.

La torre es obra probable de los primeros años delsiglo XVII, seguramente fue realizada por otro artesanolocal, Luis Sánchez, quien, algunos años después,construyó otra muy similar para El Cabaco. Otrosmiembros de las mismas familias de canteros y car-pinteros (Sánchez e Hidalgo) realizaron la sacristía. Lacúpula sobre pechinas y la bóveda de la capilla mayor,

que reemplazaron a la armadura mudéjar a quehemos hecho referencia, se erigieron a finales del XVII

y en ellas trabajaron diversos maestros.

En cuanto al mobiliario litúrgico, destaca el retablomayor, realizado hacia 1668. Es muy ajeno a las ten-dencias prechurriguerescas que se estaban imponien-do por aquel entonces, por lo que Casaseca lo consi-dera “único en su género en la provincia”. Hoy, entreotras imágenes, alberga el Cristo del Miserere, pro-cedente del convento de Gracia, sobre el que luegovolveremos.

En la capilla de la epístola se instaló un retablobarroco del segundo tercio del siglo XVIII dedicado ala Virgen del Rosario. Según la tradición local, pro-cede de la iglesia salmantina de Santo TomásCantuariense; pero es posible que en su transmisiónoral se haya producido una distorsión lingüística yque su verdadero origen estuviera en Santo Tomé delos Caballeros, como apuntan las fuentes documen-tales. Hoy está presidido por la Virgen de Gracia,talla titular del referido cenobio franciscano desdemediados del siglo XVI, momento en el cual debió deser esculpida.

De las escasas obras de pincel que se conservan,sobresale una representación del eccehomo sobre tabla,obra de principios del XVI que sigue la estela deMorales. Procede del Museo Diocesano y reemplaza a

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La Plaza del Ayuntamiento, con las dependencias del antiguo palacio Episcopal

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otro que llegó a ver Gómez-Moreno a comienzos delsiglo XX. Se conservan también importantes obras deplatería y vestiduras religiosas, algunas de las cualesproceden de la citada residencia seráfica.

Las ermitasDe las cuatro ermitas que llegó a tener la villa, aúnsubsisten la del Socorro y el Humilladero. La primeraes de considerables proporciones, posee una sacristíaa modo de capilla camarín y cubre su presbiterio conuna sencilla armadura mudéjar, realizada por JuanHidalgo en 1597. Este carpintero realizó tres años des-pués un pequeño retablo, que tal vez sea uno de losdos colaterales que se conservan.

La del Humilladero fue propiedad de la cofradía de laVeracruz. Su cubierta es también una estructuramorisca de limas moamaras con arrocobas, que debióde ser realizada en 1524. Algunos años después, en1557, se instaló en su frente una reja renacentista,aunque con resabios góticos. No se ha conservado elcrucifijo que cobijaba en su interior.

El castilloEl castillo se levanta en la parte más elevada del pue-blo, sobre una colina que hace innecesaria la existen-cia de foso. Su acceso principal se localiza en el costa-do norte. Inicialmente estaba formado por dos torrescon un cuerpo de habitación que las enlazaba.Actualmente, sólo una de aquéllas da cuenta de laaltura que alcanzaron sus muros. En torno a ellas seformó un primer recinto que fue ampliado posterior-

mente por el oeste y sur con nuevos paños de muro,así se acabó configurando la “cerca mayor”. Adosadosa ésta, se debieron de construir diferentes pabellones,tal como dan a entender los mechinales existentes.

Su fecha de construcción se desconoce. Es posible queinicialmente no hubiera más que una simple torredefensiva, que permitiera hacer frente a un ataquemusulmán o a las pretensiones anexionistas deMiranda. Sin embargo, los restos conservados no ase-guran una antigüedad mayor al siglo XV. Los arcos dela puerta principal y de un postigo trasero son góticos,pero no permiten una mayor precisión cronológica.Una ventana, con arco ojival y moldura de alfiz o vier-teaguas, parece obra de la centuria señalada, así comoun dintel con relieve de arcos apuntados y que actual-mente se ha dispuesto como umbral en una puertainterior (con lo que la erosión y pérdida del detallelabrado están garantizadas).

La primera referencia documental de su existencia esuna carta que los Reyes Católicos enviaron a PedroSerrano, alcaide de la fortaleza de San Martín, en 1480.En ella le comunican que, por muerte de D. Gonzalo deVivero obispo de Salamanca y señor del castillo, sehacen cargo de todas sus villas y fortalezas.

En el siglo XVI fue utilizado como prisión por los obis-pos salmantinos. En su interior eran encerrados loscondenados por la justicia de aquellas villas en las queel prelado era señor feudal. También recalaban en ellalos penados por la audiencia episcopal. En ambos

La plaza de toros, documentada ya en el siglo XVII

Los primitivos burladeros se abren en el muro, cuyo grosor permitíaque los espectadores se situaran sobre él

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casos, habían pasado previamente por el calabozosituado en la Torre de Campanas de la catedral.

Los tiempos modernos acabaron imponiendo unnuevo rumbo y los usos militares o carcelarios paralos que había servido desaparecieron. Se inició enton-ces un proceso de desmoronamiento. En 1580, el esta-do más lastimoso lo presentaba la denominada “torrevieja”. Los obispos o sus visitadores ordenaban enocasiones, durante los siglos XVI y XVII, que algunasmultas impuestas se destinaran a su reparación. Peroeran cantidades insuficientes, por lo que el catastro deLa Ensenada de 1752 lo describía ya como en estadode ruina general. A principios del siglo XX, cuando lovisitó el arquitecto provincial Joaquín de Vargas, aúnconservaba en buen estado los muros de la torre nueva;pero poco después un rayo la seccionó por la mitad.Recientemente ha sido objeto de obras de consolida-ción y limpieza, que han frenado el proceso de deterio-ro progresivo que padecía. Desde 1834 se viene utili-zando el interior de su recinto como cementerio.

Del conjunto, se conserva relativamente bien el recin-to amurallado, en algunos puntos con restos de las

almenas. La parte más dañada es la occidental, conalgunos fragmentos de lienzo derruidos, situados en laproximidad del único cubo semicircular que la prote-gía. El sistema de acceso al primer recinto recuerdasoluciones árabes; pues, después de haber penetradoen la cerca mayor, era necesario realizar un giro a laizquierda y pasar a los pies de la torre nueva; por loque, en caso de lucha, el invasor quedaba expuesto alfácil ataque de los defensores. La torre vieja, aunquedesmochada, conserva sus muros inferiores y unaventana cerrada con arco de ladrillo.

El dibujo que realizó Joaquín de Vargas, ejecutado conanterioridad a la destrucción provocada por un rayoen los años veinte, muestra los fragmentos no conser-vados de la torre nueva. En él se aprecia el arco deentrada abierto al primer recinto, la puerta que lacomunicaba con el cuerpo de habitaciones (levantadocon posterioridad a aquélla), varias ventanas y restosdel almenaje.

El castillo tiene una leyenda que narra los amores pro-hibidos de dos amantes, cuyo trasfondo puede rastre-arse en la comedia de Lope de Vega titulada LasBatuecas del duque de Alba.

El convento de GraciaLa fundación del convento franciscano de Gracia sedebió al obispo D. Sancho López de Castilla. Elemplazamiento elegido para su construcción estabasituado en medio del bosque y bastante alejado delugares habitados, por lo que en la decisión pudo estarpresente la idea del “retiro del mundanal ruido”. Perotambién pudo ser determinante la intervención de unadesconocida mujer de San Martín que donó a aquél“las casas del monte”, donde posteriormente se alza-ría el nuevo convento franciscano. Para el cabildocatedralicio, que tuvo que confirmar la donación a laorden mendicante, la finalidad principal era incremen-tar la devoción en “los lugares circunvecinos”.

Las obras debieron de realizarse entre 1430 y 1435,este último año se dio la autorización a los religiosospara residir en el convento. Por aquel entonces, dispo-nía ya de iglesia, claustro, refectorio y dependenciascomplementarias. Pero sus dimensiones eran proba-blemente reducidas, pues se hablaba de él como de

Muro meridional de la iglesia con el “Portal de Gallardía”

Interior de la iglesia. Altar Mayor y Capilla de la Epístola

oratorio o eremitorio. A finales del siglo XV, D. Juan deCastilla, también obispo de Salamanca, reedificó elclaustro, la capilla mayor y el refectorio. Nuevas obrasse llevaron a cabo en los siglos XVI y posteriores, pordonaciones de particulares.

El convento poseía una buena biblioteca, partede cuyos fondos fueron donados por el cardenalD. Francisco Pacheco. Esto facilitó el establecimien-to de un estudio de gramática, convertido posterior-mente en noviciado, que llegó a ser en el siglo XVIII

uno de los más importante de la provincia francisca-na de San Miguel y el único reconocido oficialmentedesde 1818.

El siglo XIX fue aciago para el convento. Durante lainvasión napoleónica, fue saqueado. Tras la francesa-da, la vida en el interior de sus muros se debió de res-tablecer; pero pronto la exclaustración de los monjes,como consecuencia de la desamortización deMendizábal de 1836, provocó su abandono. En 1856estaba arruinado y se anunció su venta, aunque éstano se llevó a cabo hasta 1903. Volvió de nuevo a lamitra episcopal, pues fue comprado por el P. Cámaracon el objetivo de establecer un colegio dirigido porlos dominicos; pero sólo fue utilizado como residen-cia de verano. Posteriormente pasó a manos particula-res. En los años setenta se produjo el expolio del claus-tro principal, se arrancaron sus piedras y se llevaron aLa Alberca y a Salamanca.

El edificio distribuía sus estancias en torno al claustroprincipal, que Pinilla data en 1646, aunque en nuestraopinión habría que fecharlo en el siglo XVI. Sus galeríasestaban formadas por columnas con zapatas y antepe-chos macizos de granito. Contigua a él por su costadonorte, estaba la iglesia. Era de una sola nave y, según elautor citado, cubría la capilla mayor con una bóveda dearistas. En el ala este se hallaban la sala capitular o capi-lla del Cristo, la portería con la hospedería sobre ella(obra de sillería realizada en el paso de los siglos XVI alXVII), otras estancias y una entrada de servicio. La zonasur acogía las dependencias que se abrían, por el inte-rior, al patio de los carros, del cual aún se conservanalgunas arcadas. En esta parte estaban la cocina, la cua-dra y habitaciones auxiliares. Hacia el oeste se debíande localizar el refectorio, la biblioteca y otras salas.

Con respecto a las piezas de culto, desconocemos eldestino de la primigenia Virgen de Nuestra Señora deGracia, escultura en alabastro donada por el obispofundador. Otras se llevaron a la iglesia de San Martíndel Castañar. Fue el caso de la imagen titular, tallarenacentista a la que ya nos hemos referido, que debióde reemplazar a la primera en el retablo mayor dela capilla.

Igual destino tuvo el magnífico Cristo del Miserere(hoy en la parroquial), que Casaseca sitúa en la órbitade Valmaseda y que para nosotros es el mismo escul-tor que talló el Calvario de la iglesia de San Benito deSalamanca, tan ponderado por Gómez-Moreno.Estaba situado en la sala capitular (o capilla delCristo); obra financiada, así como la talla, con losbienes donados por una devota de El Puerto a media-dos del siglo XVI.

Un crucifijo gótico, de principios del siglo XV, fue lle-vado a Garcibuey, como consecuencia de un mandatodel visitador, que ordenó que algunas piezas se repar-tieran entre las parroquias más pobres en ornamentos.

Algunos objetos de menor volumen fueron entregadosa familias particulares para su custodia. De ellos, sólotenemos constancia de que se conserve el relicario deLa Espina de la Corona de la Pasión, donado tambiénpor el obispo fundador. Es una obra excepcional en la

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Corredores y voladizos caracterizan la arquitectura popular

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que destacan una placa de marfil, de estilo gótico inter-nacional, y su enmarque de taracea mudéjar.

La pérdida de objetos artísticos que provocó laexclaustración fue incontable. Hagamos mención sóloa una lámina, o grabado, que reproducía el cuadro dela Transfiguración de Tiziano, conservado en la iglesiadel Salvador de Venecia, y que a principios del XVII eravalorada en doscientos ducados.

La arquitectura popularPor encima de los edificios singulares, lo que distinguea San Martín del Castañar, y ha sido la causa principalde haber sido declarado Conjunto Histórico, es suarquitectura popular o vernácula.

La vivienda tradicional respondía a unas técnicas cons-tructivas ya perdidas que se basaban en el empleo demateriales autóctonos: piedra, ladrillo, adobe y, sobretodo, madera. Esta última era la que hacía posible la arqui-tectura entramada, que caracterizaba la comarca serrana.

Por otra parte, el clima fue también determinante. Laintensidad de las lluvias obligaba a proteger los murosinferiores de la humedad. Por ello, los puntales descar-gaban sobre pétreas peanas o soleras y los aleros y vola-dizos permitían alejar los muros de la caída de las aguas.

Las limitaciones en extensión de los solares edifica-bles obligó a un desarrollo en altura; en consecuencia,aparecieron progresivamente con el paso de los siglosedificios de dos, tres y hasta cuatro alturas.

Algunas viviendas presentan la fachada construidaúnicamente en piedra. Eran casas promovidas porfamilias hidalgas o por miembros del clero, únicossectores sociales capaces de hacer frente al encareci-miento de costes que conllevaba la labra realizada pormanos de un cantero. El empleo exclusivo de estematerial en el frente principal daba lugar a la supre-sión de la madera y, en consecuencia, a la desapariciónde los voladizos. No son muy abundantes los edificiosasí realizados. Sí es más frecuente que al menos el piso

La mirada atraviesa el pórtico seiscentista de la iglesia

La arquitectura entramada se hace más patente en los edificios modestos

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220088 superior, donde se abre el corredor o solana, presenteuna banda de arquitectura entramada. Por otra parte, elmuro incorpora a menudo el escudo nobiliario fami-liar; elemento no sólo decorativo, sino también argu-mento y prueba para la pervivencia de la condición deprivilegio (económico y político) del linaje.

Las edificaciones más numerosas son las realizadascon una arquitectura entramada. En ellas, la plantabaja es el único piso construido totalmente en piedra(de mampostería o sillarejo generalmente). Sus murospueden ser de carga; pero a menudo no son más quesimples paredes de cerramiento, pues la función sus-tentante la desempeñan puntales de madera (apoya-dos en soleras pétreas y con zapatas para recibir lasvigas), que se sitúan tanto en el exterior como en elinterior de la vivienda.

El tozonaje en el quedescansa lasegunda

altura suele constituir el primer voladizo. Éste descar-ga sobre canes singulares o superpuestos, que llegan aser triples cuando se quieren alcanzar grandes vuelos.La tramonera está formada por postes, tensados contornapuntas o riostras, y acompañados de vigas hori-zontales (puentes) o verticales (tramones) que compar-timentan el muro en pequeños espacios. Éstos puedencerrarse con cascotes de piedra, adobes o ladrillos. Estaestructura se revocaba con barro o se encalaba, sólo lasviviendas más modestas la dejaban al descubierto. Elmuro se abría para dejar, por lo general, dos o tres hue-cos (entre puertas, ventanas y balcones).

En el piso superior se abría el corredor. Los más anti-guos son de dimensiones reducidas; pero desde elsiglo XVIII suele extenderse por toda la fachada, aun-que algunos se han visto disminuidos en la centuriapasada al ser el lugar elegido para construir el cuartode aseo.

Ocasionalmente, algunas viviendas de finales del XVII

o del XVIII llevan el primer voladizo a esta segundaplanta. Cuando esto sucede, las dos alturas están rea-lizadas generalmente en piedra y constituyen unmuro de carga. El alero del tejado es el segundo y últi-mo vuelo que contribuye a alejar las aguas de losmuros inferiores.

Pero además hay soluciones muy diver-sas: dobles corredores

(suelen obedecera reformas

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La espadaña de la iglesia con el pórtico

El cementerio en el solar del castillo,con los restos de la torre nueva al fondo

XIX), o ausencia de ellos (por supresión o desplaza-miento a otras fachadas), como prolongación de esca-leras exteriores o en forma de balcones, etc.

El armazón interior de las viviendas dependía de unaviga maestra de castaño, que dividía en dos mitades lacasa. En ella descargaban las vigas madres, de meno-res dimensiones. Todas eran sostenidas por puntales dela misma madera. A plomo sobre la maestra estaban lospostes principales de los pisos superiores.

Con respecto a los espacios interiores y sus entradas,aunque hay alguna vivienda del siglo XVI con unaúnica puerta de acceso, en general tienden a disociar-se en dos: la de las personas, más estrecha, y la de losanimales, que conduce también a la bodega. La pri-mera suele llevarse a un flanco de la fachada y da pasoa un pequeño portal, en él se abre otra puerta queconecta directamente con la cuadra y desde allí arran-ca la escalera. Ésta, en algunas viviendas, se prolongaen la calle; su planta es entonces rectangular o semi-circular, rasgo arcaizante que está vinculado a edifi-cios construidos en torno al siglo XVI. Las estancias dela planta baja suelen disponer de un respiradero o ven-tanuco para la ventilación, siempre de pequeñasdimensiones.

En el piso principal se halla la sala, a la que se abrendos o más alcobas. Aquélla era la dependencia reser-vada a los actos más solemnes: bautizos, banquetes,velatorios, etc. Algunas viviendas conservan, ademásdel mobiliario tradicional (arcas, bufetes, alacenas...),piezas importadas de la ciudad (cómodas, aparadoreso trincheros, sofás...). Cuadros religiosos o retratosfamiliares completaban la decoración de la estancia.Solía iluminarse por una ventana o balcón abierto a lafachada principal. Las viviendas más rumbosas dispo-nían, en esta misma planta, de otras dependencias,generalmente destinadas a dormitorios.

El último piso se organizaba en torno a la cocina. Allí,junto a la chimenea, estaban la hornija (para depositarla ceniza), el entremijo (no era una tabla para hacer elqueso, sino una losa de granito sobre la que se reali-zaba la colada, reconvertida después en escurridor delfregadero), los loceros... Era la estancia básica de lavida familiar. En ella se comía habitualmente, salvo

que la solemnidad de la ocasión requiriera de la sala.Allí, al calor de la lumbre, se desarrollaban las conver-saciones o se realizaban los trabajos domésticos cuan-do la luz solar se ocultaba. El cuarto del horno era otradependencia esencial, después en desuso. El corredorera un espacio de solaz, aunque también servía paraotras funciones relacionadas con su condición de sola-na, como secadero principalmente.

En las viviendas más modestas, las dependencias de lasegunda planta carecían de techo y se abrían directa-mente al espacio que formaba la cubierta. En las casasmás lujosas, sin embargo, el sobrado o desván era unespacio diferenciado del resto de la vivienda; en oca-siones, porque constituía toda la segunda planta, yaque la primera acogía tanto las dependencias de estarcomo las de dormir.

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Piedra y madera configuran esta vivienda del siglo XVI