San Pablo, maestro y modelo de Isabel de la Trinidad

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 66 (2007), 59-95 San Pablo, maestro y modelo de Isabel de la Trinidad AGUSTÍ BORRELL, OCD (Badalona) La Biblia es la fuente principal de la espiritualidad de Isabel de la Trinidad y es el libro más citado en sus escritos. Isabel tiene una facilidad especial para descubrir en la Escritura los textos que refle- jan su propia experiencia interior. Como todos los grandes místicos de la historia del cristianismo, lleva a cabo una asimilación perso- nal de la Palabra de Dios. Para ella, la Biblia no es un libro de es- tudio, sino palabra viva de Dios. Descubre una armonía total entre su experiencia personal de Dios y lo que encuentra en la Escritura. Aunque Isabel de la Trinidad cita un buen número de libros bíblicos, es evidente su preferencia por los escritos paulinos. En ellos encuentra algunas de las expresiones que marcarán más pro- fundamente su forma de entender y de vivir la relación con Dios. En las páginas que siguen, después de un recordatorio general de la presencia de la Biblia en la vida y en los escritos de Isabel de la Trinidad, vamos a observar con más detenimiento los elementos principales que configuran su lectura personal de los textos de san Pablo 1 . 1 Las citas de Isabel de la Trinidad se toman normalmente de la traducción castellana de la edición crítica francesa: ISABEL DE LA TRINIDAD, Obras comple- tas, Madrid: Editorial de Espiritualidad, 1986. Las siglas usadas son las si- guientes: C: Cartas; CF: El cielo en la fe; DA: Déjate amar; D: Diario; GV: La grandeza de nuestra vocación; NI: Notas íntimas; P: Poesías; UE: Últimos ejercicios.

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 66 (2007), 59-95

San Pablo, maestro y modelode Isabel de la Trinidad

AGUSTÍ BORRELL, OCD

(Badalona)

La Biblia es la fuente principal de la espiritualidad de Isabel dela Trinidad y es el libro más citado en sus escritos. Isabel tiene unafacilidad especial para descubrir en la Escritura los textos que refle-jan su propia experiencia interior. Como todos los grandes místicosde la historia del cristianismo, lleva a cabo una asimilación perso-nal de la Palabra de Dios. Para ella, la Biblia no es un libro de es-tudio, sino palabra viva de Dios. Descubre una armonía total entresu experiencia personal de Dios y lo que encuentra en la Escritura.

Aunque Isabel de la Trinidad cita un buen número de librosbíblicos, es evidente su preferencia por los escritos paulinos. Enellos encuentra algunas de las expresiones que marcarán más pro-fundamente su forma de entender y de vivir la relación con Dios.En las páginas que siguen, después de un recordatorio general dela presencia de la Biblia en la vida y en los escritos de Isabel de laTrinidad, vamos a observar con más detenimiento los elementosprincipales que configuran su lectura personal de los textos de sanPablo 1.

1 Las citas de Isabel de la Trinidad se toman normalmente de la traduccióncastellana de la edición crítica francesa: ISABEL DE LA TRINIDAD, Obras comple-tas, Madrid: Editorial de Espiritualidad, 1986. Las siglas usadas son las si-guientes: C: Cartas; CF: El cielo en la fe; DA: Déjate amar; D: Diario; GV: Lagrandeza de nuestra vocación; NI: Notas íntimas; P: Poesías; UE: Últimosejercicios.

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1. ISABEL Y LA BIBLIA

Isabel entra a formar parte de una familia religiosa caracterizadapor una cercanía particular a la Palabra de Dios. El Carmelo tienesus raíces en la tierra de la Biblia y, por lo tanto, recibió desde susorígenes la influencia de esta proximidad física a los lugares dondenació la Escritura. Los primeros ermitaños del Carmelo tomaron aalgunos personajes bíblicos como modelos inspiradores. Isabel de laTrinidad citará a Elías, siguiendo la tradición carmelitana, como«nuestro primer padre» 2, y también recuerda por qué el profeta esun modelo inspirador para los carmelitas: «Vivir en la presencia deDios, ¿no es la herencia que san Elías ha legado a los hijos delCarmelo, él que en el ardor de su fe gritaba: “Vive el Señor, en cuyapresencia estoy” [1Re 17,1]» 3.

La Regla del Carmen, como otras redactadas en la misma época,delata una fuerte inspiración bíblica. Algunos párrafos están toma-dos literalmente de la Escritura, y otros son adaptación actualizadade textos bíblicos 4. Uno de los consejos más característicos de laRegla es el conocido «meditar día noche la ley del Señor», quepropone al Carmelo desde sus inicios una atención constante a laPalabra de Dios. La sensibilidad bíblica de los grandes santos car-melitas de todos los tiempos tiene su punto de partida en esta ins-piración inicial de escucha permanente de la Palabra de Dios y delDios que habla a través de ella.

El Carmelo teresiano sigue esta misma línea, y la intensifica.Teresa de Jesús, la fundadora, no posee estudios teológicos ni bíbli-cos. Sin embargo, en sus escritos abundan la citas de la Escritura. Sonbien conocidas sus afirmaciones: «siempre fui amiga de letras» y«buen letrado nunca me engañó» 5. Cuando habla de letras y de letra-dos, se refiere a la formación teológica, y en particular al conocimien-to bíblico. Teresa busca la fidelidad a Dios, y sabe que es el mismoDios el que le habla a ella y el que habla en la Escritura. Así, pues,

2 C 136.3 C 299.4 Cf. un estudio reciente en: Aniano ÁLVAREZ SUÁREZ, «El dato bíblico en

la “Regla” del Carmelo Teresiano», Teresianum, 57 (2006) 449-500.5 Libro de la Vida 5,3.

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está convencida de que quien conozca bien la Biblia podrá orientarlasobre la autenticidad y el sentido de sus experiencias personales.Según ella, la Escritura es la guía adecuada y, por lo tanto, quienes laconocen y la siguen no pueden equivocarse: «y es gran cosa letras,porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz y,llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debe-mos» 6. Lo que pide cuando recurre a los teólogos es que analicen sisu experiencia está de acuerdo con la Escritura.

Juan de la Cruz, por su parte, posee una buena formación teológi-ca y bíblica, a partir de sus estudios en Salamanca. En sus escritos sepueden contar más de mil citas bíblicas. Vive la experiencia del amorde Dios y quiere llevarla hasta las últimas consecuencias, y la Escri-tura es el lugar seguro donde encontrar la confirmación de lo que sien-te, la piedra de toque para verificar la autenticidad de su vivenciainterior. Se sirve sobre todo de la experiencia de los grandes persona-jes bíblicos: Moisés, Job, Elías... En realidad, lo que realiza Juan dela Cruz es una aplicación de la historia bíblica a su historia personal.Si la Biblia sitúa ante nuestros ojos la relación del pueblo elegido conDios, Juan de la Cruz encuentra en ella los elementos que definen eiluminan la relación del creyente con Dios. Cuando lee la Biblia,encuentra descrita en ella su propia experiencia, ve que en él se estárealizando y actualizando la palabra bíblica.

También Teresa de Lisieux muestra una predilección personalpor la Biblia 7. Teresa es contemporánea de Isabel de la Trinidad, yentre ambas se pueden establecer muchos paralelismos, aunque conpersonalidad y sensibilidad distintas 8. La mayor parte de textosbíblicos citados por Teresa pertenece al Nuevo Testamento, y másconcretamente a los evangelios, los libros que más ha leído y me-ditado. A partir de un determinado momento de su vida, Teresaasegura que el evangelio es para ella su alimento espiritual casiexclusivo; en un párrafo especialmente crítico con los libros espiri-

6 Libro de la Vida 13,16.7 Cf. Agustí BORRELL, «Horizontes infinitos. Teresa de Lisieux y la Biblia»,

en Teresa de Lisieux, profeta de Dios, doctora de la Iglesia. Actas del Con-greso Internacional (Salamanca, 30 de noviembre-4 de diciembre de 1998),Salamanca, 1999, 241-261.

8 Cf. Conrad DE MEESTER, «Teresa de Lisieux e Isabel de Dijon», MonteCarmelo, 92 (1984) 175-212.

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tuales de su época, afirma: «lo que me sustenta durante la oración,por encima de todo, es el evangelio» (Ms A 83v). También sonimportantes para Teresa las cartas del apóstol Pablo, donde se en-cuentran formulados muchos de los temas más característicos de suespiritualidad: la misericordia de Dios y la gratuidad de su don, lavocación al amor, la fuerza de la debilidad... Es interesante la tra-dición transmitida por su hermana Celina según la cual Teresa ha-bría deseado estudiar hebreo y griego «para poder leer la Palabra deDios con el mismo lenguaje humano con que él quiso expresarse» 9.

LA BIBLIA EN TIEMPOS DE ISABEL DE LA TRINIDAD

El ambiente en el que vive Isabel de la Trinidad, el del catoli-cismo de finales del siglo XIX y principios del XX, no era seguramen-te el más propicio para un acercamiento sereno y fructífero a laBiblia 10. Es cierto que se están poniendo los cimientos de la granrenovación bíblica contemporánea, por ejemplo con la obra deldominico M.-J. Lagrange, que funda en 1890 l’École Biblique deJerusalén. Sin embargo, la postura oficial de la Iglesia es de rece-lo ante la difusión de la Biblia, por miedo al protestantismo y alModernismo.

Isabel tiene pocas posibilidades de acceso a la Escritura. Esposible que no tuviera nunca en sus manos una Biblia completa. Enel Carmelo, disponía del libro religioso característico de su tiempo,el Manuel du chrétien, en una edición publicada en París en 1896.Era un volumen de unas 1.500 páginas, que contenía el Ordinario dela Misa, el Nuevo Testamento, los Salmos y La Imitación de Cris-to 11. Parece ser que a raíz de una alusión a esta obra que ella hace

9 Consejos y recuerdos, III,4.10 Sobre el contexto socio-religioso en que vive Isabel de la Trinidad, en-

cuentra el lector en este número un artículo a cargo de L.-J. FERNÁNDEZ FRON-TELA; Cf. ID., «Entorno histórico de Teresa de Lisieux», en Revista de Espiri-tualidad 55 (1996), 399-416, útil también, por cuanto Teresa de Lisieux viveprácticamente el mismo ambiente.

11 Manuel du Chrétien. Nouveau Testament. Psaumes. Imitation. París:Gaume et Cie. Editeurs, 1896, 1041 + 214 + 214 pp. Cf. Patrick-Marie FÉVOT-TE, Aimer la Bible avec Élisabeth de la Trinité, Paris: Cerf, 1991, p. 38.

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en una carta 12, su amiga Marie-Louise Maurel se lo regala el mesde junio de 1901, poco antes de su entrada en el Carmelo.

El libro le sirve para tener un contacto personal y directo condeterminados textos bíblicos, a pesar de las limitaciones de la edi-ción. Las notas tienen poco sentido bíblico, y muchas de ellas refle-jan un tono apologético y polémico, contra herejes y racionalistas.En la introducción se puede leer: «Las cartas de san Pablo son unamina extraordinariamente rica, de donde se puede extraer siempresin agotarla. Son un arsenal brillante y bien provisto, que contienearmas poderosas contra todos los errores» 13.

Con todo, hay que reconocer que la Biblia está presente en lavida de las carmelitas de Dijon. En primer lugar, a través de la li-turgia, aunque el uso del latín dificultaba notablemente la compren-sión de los textos. La recitación diaria del Oficio divino permitía encualquier caso un contacto asiduo con los Salmos. Por otra parte, sesabe que la comunidad de Dijon, como era característico del Carme-lo, dedicaba un tiempo diario a la lectura personal de la Biblia.

Isabel también tiene ocasión de recibir informaciones indirectassobre la Biblia en los sermones, las charlas o los ejercicios espi-rituales, antes y después de su entrada en el Carmelo, aunque larealidad es que nadie la prepara seriamente para la lectura de laBiblia. Sin embargo, a través de una lectura limitada y parcial dela Biblia, sabrá descubrir en ella elementos esenciales. La Palabrade Dios influye en Isabel por encima de las condiciones precarias enque tiene acceso a ella. Lo mismo le sucede con los principalesescritos que llegan a sus manos: Conrad de Meester pone de relieveque lee los autores en las ediciones de su tiempo, a menudo pocoprecisas, y cita el caso de la Historia de un alma de Teresa deLisieux, tan alejada de las ediciones modernas, mucho más fieles aloriginal, y también el de los textos de Teresa de Jesús y Juan de laCruz, que le llegan en traducciones no siempre adecuadas 14.

12 Cf. C 60.13 Citado por FÉVOTTE, Aimer la Bible, 39.14 Cf. ISABEL DE LA TRINIDAD, Obras Completas, p. 77 (introducción).

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LA BIBLIA EN LOS ESCRITOS DE ISABEL

Isabel recibe la influencia de los santos del Carmelo, también deRuusbroec, de Catalina de Siena, de Ángela de Foligno, del P. Va-llée... 15 Sin embargo, resulta evidente que la fuente principal de suespiritualidad es la Escritura 16. En las Obras Completas de Isabel dela Trinidad se pueden encontrar aproximadamente mil citas o alu-siones a textos bíblicos 17, con un total de unos cuatrocientos ver-sículos distintos. Se trata sin duda de cifras significativas para unapersona con una formación bíblica tan limitada y que muere a losveintiséis años de edad 18.

Isabel no intenta explicar la Biblia, ni siquiera entenderla racio-nalmente. Su interés por los textos y los temas bíblicos es ciertamen-te selectivo. Incluso en los escritos más citados, como son algunascartas paulinas, prescinde de muchos capítulos que no le llaman laatención 19. Lo que busca en su contacto con la Escritura es entender-se a sí misma a la luz de la Palabra de Dios, asumida como criterioseguro de discernimiento 20. A Isabel la Biblia le sirve para confir-mar, para expresar y para alimentar su propia experiencia personal 21.

15 Cf. Daniel DE PABLO MAROTO, «Introducción a las fuentes doctrinales desor Isabel de la Trinidad», en Revista de Espiritualidad 65 (2006), 197-232.

16 Cf. Pierre BLANCHARD, «Parole de Dieu et prière contemplative: l’expé-rience de Sœur Élisabeth de la Trinité», Bible et Vie Chrétienne, 38 (1961), 73-79 (cf. p. 77).

17 FÉVOTTE, Aimer la Bible, 42-43, cuenta un total de 156 referencias delAntiguo Testamento y 769 del Nuevo Testamento. Por su parte, Denis MARION,«Elisabeth de la Trinité et saint Paul», Carmel (Venasque), 22-23 (1981), 44-68, aplica un criterio más amplio y encuentra 227 citas del Antiguo Testamentoy 829 del Nuevo (cf. pp. 49-50).

18 Es interesante la comparación con Teresa de Lisieux. Teresa tiene igual-mente un poco más de mil citas. Cita bastante más los evangelios, muchomenos san Pablo (unas 51 veces, y nunca Colosenses y Efesios, tan importantespara Isabel).

19 Cf. FÉVOTTE, Aimer la Bible, 45-46.20 Cf. Alexander VELLA, «Bl. Elisabeth of the Trinity: Disciple of St. Paul»,

Carmel in the World, 24 (1985), 207-216 (cf. p. 208).21 Cf. Giuseppe FERRARO, «Lo Spirito, il Padre e il Figlio nell’uso dei testi

biblici pneumatologici e nel pensiero della Beata Elisabetta della Trinità (I)»,Teresianum, 57 (2006), 149-184: «...i testi biblici sono adoperati semplicemen-te per descrivere ciò che Elisabetta vive ed esperimenta in se stessa in uncostante ritmo circolare: dalla Sacra Scrittura alla sua esperienza di vita e dallasua esperienza esistenziale alla rivelazione biblica» (p.184).

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Como es habitual en la tradición espiritual cristiana, Isabel apli-ca a la vida interior la mayoría de textos bíblicos. La historia dela salvación que afecta al pueblo de Israel, o a la humanidad en-tera, se repite y se actualiza en cada creyente. Por eso los textosbíblicos, incluso aquellos que no lo parecen a simple vista, se refie-ren a la relación personal con Dios. Por ejemplo, Isabel alude alepisodio evangélico de Zaqueo y siente las palabras de Jesús comodirigidas a ella misma: «Como a Zaqueo, me ha dicho mi Maestro:“Date prisa a bajar, porque es necesario que me hospede en tu casa”[Lc 19,5]. Date prisa a bajar, pero ¿adónde? A lo más profundo demí misma...» 22

Isabel tiene buen oído y ha recibido una notable formaciónmusical. Sin duda, esto influye también en su receptividad ante laPalabra de Dios. Le gusta mucho la palabra «escuchar», un términoque define realmente su propia actitud ante Dios y su Palabra, y queen sus escritos va asociado a menudo al silencio. Escribiendo a unaamiga de su edad, que quería entrar en el Carmelo, dice Isabel:«¿No le parece que a veces esta necesidad de silencio se hace sentirmás? ¡Oh! ¡Hagamos callar todo, para no oírle más que a él! ¡Es tanbueno el silencio junto al Crucificado!...» 23 En otra ocasión, yadesde el Carmelo, escribe a una amiga: «Que nuestra vida discurraen él, como decíamos el otro día, que sea verdaderamente nuestramorada en la tierra. Allí hagamos silencio, para escuchar a Aquelque tanto tiene que decirnos. Y ya que usted también tiene esapasión de escucharle, nos encontraremos cerca de él, para oír todolo que se canta en su alma...» 24

«Pasión de escucharle» es una expresión que toma del P. IrénéeVallée, el dominico de Dijon tan apreciado por la comunidad de lascarmelitas descalzas, y que aparecía ya en una carta anterior 25. Esnotable la influencia que en determinados aspectos ejerce el P. Va-llée sobre Isabel, lo cual no disminuye la autenticidad de su expe-riencia personal. Para ella es como un guía que la ayuda a avanzaren el conocimiento de la Escritura y en el camino de la interioridad

22 UE 42.23 C 50.24 C 164.25 Cf. C 158.

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y de la relación con Dios 26. También proceden seguramente en úl-timo término del P. Vallée expresiones parecidas que usa en otrasocasiones. Así, en una carta a una amiga que quiere entrar en elCarmelo, Isabel describe con entusiasmo lo que para ella es sercarmelita, y le dice: «Una carmelita... está hambrienta de silencio,para escuchar siempre...» 27

Hablando del silencio y de la escucha, vale la pena recordar queIsabel descubre en los evangelios a María Magdalena como modelode escucha del Maestro: «...yo quedaré, como Magdalena, a los piesdel Maestro en silencio y adoración...» 28 «Usted quiere, ¿verdad? Quesu pequeñita sea su adoradora, como la Magdalena, que se callabasiempre, para escuchar lo que el Maestro le decía» 29. «¿No tiene us-ted esta pasión de escucharle? A veces es tan fuerte esta necesidad decallarse que se desearía no saber hacer más que permanecer comoMagdalena, esa bella figura de alma contemplativa, a los pies delSeñor, ávida de escucharle, de penetrar cada vez más profundamenteen ese misterio de Amor que ha venido a revelarnos...» 30

Y Magdalena es el modelo de la perfecta orante, que, por esomismo, obtiene todo aquello que pide: «...hay que llegar a ser una“oración continua” y amar mucho. ¡Es tan grande el poder de unalma entregada al amor!... Magdalena es un hermoso ejemplo: unapalabra le bastó para lograr la resurrección de Lázaro» 31. La oraciónconfiada que caracteriza a la Magdalena es la que consigue queDios actúe: «¿No obtuvo ella un milagro con su ingenua y conmo-vedora confianza? Ánimo, querida señora. Redoblemos la oracióncon la paz y el abandono de los hijos de Dios...» 32

26 La influencia del P. Vallée en Isabel es comentada en: DE PABLO MARO-TO, Introducción a las fuentes doctrinales, 223-226.

27 C 133.28 C 124.29 C 150.30 C 158.31 C 225.32 C 257.

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CRISTO, EL MAESTRO INTERIOR

El silencio es el ámbito para la escucha. Y para Isabel, la escu-cha tiene un destinatario muy concreto: es a Jesús, el Maestro inte-rior, a quien hay que escuchar. En una carta a la señora Angles, enjunio de 1903, describe su vida de carmelita, y hablando de su celday del tiempo que pasa en ella, asegura: «Para mí la celda es algosagrado, es su santuario íntimo, nada más que para él y su pequeñaesposa. Estamos tan bien “los dos”... Me callo, le escucho... Es tanbueno escucharlo todo de él» 33. En una poesía escrita a finales delmismo año presenta la escucha del Maestro interior como el obje-tivo de toda su vida: «Que yo pase mi vida / escuchándote, ohVerbo... / En el silencio y el profundo misterio / me hace su cautivapara siempre. / Oh, que yo viva a tu escucha, / siempre tranquila enla fe...» 34 Escuchar al Maestro en la soledad: éste es el deseo deIsabel, y lo propone también a sus interlocutores, como la mismaseñora Angles: «¿Quiere usted que sea éste el desierto donde vaya-mos a vivir en soledad con nuestro divino Esposo, ya que es en estasoledad donde él habla al corazón? [Os 2,16])» 35.

Su convicción (y su experiencia) es que Cristo habla dentro delalma donde habita: «Y después, en el silencio de la oración, escu-chémosle. Él es el “Principio” que habla dentro de nosotros...» 36 Elsilencio es acogida, apertura, disponibilidad a la acción de Dios. Setrata de suprimir el ruido que impide escuchar la voz que habla enel interior, de remover obstáculos que impidan a Cristo actuar desdedentro. Isabel lee personalmente la Palabra de Dios o la oye física-mente, por supuesto. Sin embargo, ella habla de escuchar a Jesús enel interior. Lo que cuenta no son las palabras que le llegan externa-mente, sino la voz interior que le habla, la asimilación personal dela Palabra de Jesús: «“Sed perfectos como vuestro Padre celestial esperfecto” [Mt 5,48]. Cuando mi Maestro me hace escuchar estapalabra en el fondo del alma...» 37 Su deseo principal es vivir a la

33 C 168.34 P 88.35 C 156.36 C 250; cf. también UE 26.37 UE 25.

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escucha del Maestro interior: «Que esté toda disponible, toda des-pierta en la fe, para que el Maestro pueda llevarme adonde quiera.Quisiera estar sin cesar junto a Aquel que sabe todo el misterio, afin de oírlo todo de él» 38.

En este sentido, es significativo que llame a menudo a Cristo«Verbo de Dios». Él es el Maestro a quien escuchar en todo mo-mento: «“Mira que estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien oyemi voz y me abre la puerta, yo entraré en su casa y cenaré con ély él conmigo” [Ap 3,20]. ¡Dichosos los oídos del alma suficiente-mente despierta, suficientemente recogida para escuchar esta pala-bra del Verbo de Dios!» 39 «Le pido que él sea siempre el Maestroque la instruya en el secreto de su alma» 40. O bien, como exclamaen la conocida oración a la Trinidad: «¡Oh Verbo eterno, Palabra demi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándoos» 41.

La escucha es un primer paso imprescindible para conseguir elobjetivo, que es la unión con Cristo, la identificación vital con él:«Importa, pues, que estudie este divino modelo, para identificar-me tan perfectamente con él que pueda continuamente reproducirleante los ojos del Padre. Y, en primer lugar, ¿qué dice él al entrar enel mundo? “Heme aquí, oh Dios, que vengo a hacer tu voluntad”[He 10,9]. Me parece que esta oración debería ser como el latido delcorazón de la esposa: “Henos aquí, oh Padre, para hacer vuestravoluntad”» 42.

Cristo tiene que ir ocupando su lugar en el corazón y en la vidadel creyente. Un espacio llamado a ser cada vez mayor. En san Pa-blo encontrará expresiones muy adecuadas para expresar esta idea(cf. Ga 2,20; Fl 1,21, etc.). Una frase que le atrae es la de Juan Bau-tista: «...hay que realizar aquellas otras palabras de san Juan Bautis-ta: “Es necesario que él crezca y yo disminuya” [Jn 3,30]» 43. Y laBiblia es un lugar privilegiado para encontrar las palabras que elMaestro interior le dirige. Para ella la Escritura no es un libro de

38 C 165.39 CF 17.40 C 278.41 NI 15.42 UE 37.43 C 220, citado también en UE 39.

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estudio, ni es un escrito del pasado, sino la voz de Dios dirigida per-sonalmente a ella.

Algo parecido hacía también Teresa de Lisieux, que, por ejem-plo, traduce espontáneamente en femenino el texto evangélico sobrelos últimos que serán los primeros (Mt 20,16), para aplicarlo a lasituación de las mujeres, discriminadas y excomulgadas con de-masiada facilidad: «En el cielo demostrará claramente que sus pen-samientos no son los de los hombres, pues entonces las últimasserán las primeras» 44. También Isabel adapta, cuando conviene,el género o el número en las palabras bíblicas para que suenenaplicadas directamente a ella misma o a otras personas: «Para queyo realice perfectamente este plan divino, una vez más viene sanPablo a ayudarme y me va a trazar un programa de vida. “Caminaden Jesucristo, me dice, enraizada en él, edificada sobre él, asegu-rada en la fe y creciendo cada vez más en él por la acción degracias” [Col 2,6-7]» 45. Por esto mismo puede hacer suyas las ac-titudes e incluso las palabras de Jesús: «Comamos con amor estepan de la voluntad de Dios. Si algunas veces sus determinacionesson muy dolorosas, podemos decir sin duda con nuestro Maestroadorado: “Padre, si es posible, pase de mí este cáliz”; pero añadi-remos inmediatamente: “No como yo quiero, sino como Vos que-réis” [Mt 26,39]...» 46

En las cartas de despedida que escribe poco antes de morir, seidentifica con normalidad con el propio Jesús que está a punto depasar de este mundo al Padre: «Nunca el corazón de Cristo desbor-dó tanto de amor como en el momento en que iba a dejar a lossuyos. También yo, hermanita, nunca he sentido tan fuertemente lanecesidad de cubriros con mi oración» 47; «Se aproxima la hora enque voy a pasar de este mundo a mi Padre, y antes de partir quieroenviarle una palabra salida de mi corazón, un testamento de mialma. Jamás el corazón del Maestro estuvo tan desbordante de amorcomo en el instante supremo en que iba a separarse de los suyos.

44 Ms A 66v.45 UE 32.46 CF 30.47 C 331.

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Me parece que algo parecido pasa en el corazón de su pequeñaesposa en el ocaso de su vida...» 48

Así, pues, resulta evidente la centralidad de Cristo en la viday en los escritos de Isabel de la Trinidad. Su objetivo es la uniónplena con Cristo, y un medio necesario para lograrla es vivir a laescucha del Maestro interior. Quien mejor la acompaña en este iti-nerario es san Pablo.

2. ISABEL Y PABLO

San Pablo es sin duda el maestro preferido de Isabel. En lostextos paulinos encuentra la mejor ayuda para acceder a la verdade-ra sabiduría 49. Isabel alaba a menudo las cartas de Pablo: «SanPablo, cuyas hermosas epístolas leo con frecuencia y hacen mi fe-licidad...» 50; «Dice san Pablo, cuyas magníficas cartas leo frecuen-temente...» 51; «San Pablo, en sus magníficas cartas, no predica otracosa que este misterio de la caridad de Cristo» 52. Abundan igual-mente en sus escritos las expresiones que indican su reconocimientodel apóstol como maestro: «Voy a instruirme en el gran Apóstolpara poseer esta ciencia» 53; «Es todavía san Pablo el que me enseña,san Pablo, que acaba de penetrar en el gran consejo de Dios...» 54;«Oye hablar a mi querido Pablo» 55; «Hace unos momentos leía ensan Pablo estas palabras tan sencillas y al mismo tiempo tan profun-das» 56. Pocos días antes de morir, en una de sus últimas cartas, queya no escribe sino que dicta a la priora, parece dejar como en unaespecie de testamento las cartas de san Pablo al doctor que la ha

48 C 333.49 Junto a las cartas de san Pablo, los que más les llaman la atención son

los escritos juánicos. Cf. Francisco BRÄNDLE, «Para alabanza de su gloria», en«Alabanza de gloria». Isabel de la Trinidad (Estudios Monte Carmelo, 7),Burgos: Monte Carmelo, 1984, 59-75 (p. 59).

50 C 230.51 C 299.52 C 191.53 UE 29.54 UE 32.55 C 239.56 C 250.

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atendido: «He sido tan feliz viéndole apreciar a mi querido sanPablo que para completar su felicidad le pido que acepte como unúltimo adiós de su querida enfermita, como último testimonio de suafectuoso reconocimiento, el libro de estas Cartas, en las que mialma ha sacado tanta fuerza para la prueba...» 57

Isabel admira en Pablo a la persona apasionada por Cristo.Después de citar algunos fragmentos donde Pablo expresa que paraél no hay nada comparable al conocimiento de Cristo, Isabel comen-ta: «En estas líneas queda manifiesta el alma ardiente de san Pa-blo» 58. Para ella, Pablo es un modelo en el conocimiento profundode Cristo: «Es san Pablo quien nos comunica esta elección divina,san Pablo, que penetró tan profundamente el “secreto escondido enel corazón de Dios desde los siglos” [Ef 3,9]. Él nos va ahora a darluz acerca de la vocación a que hemos sido llamados» 59; «Es quehabía sondeado el corazón de Cristo, sabía qué tesoros de misericor-dia están encerrados en él» 60.

Isabel se siente tan unida a Pablo que quiere imitarle en susactitudes más características: «¡Oh hermanita, en el cielo me alegra-ré viendo aparecer a mi Cristo tan hermoso en tu alma. No te tendréenvidia, sino que, con orgullo de madre, le diré: soy yo, pobre ymiserable, quien ha dado a luz esta alma a vuestra vida. San Pablohablaba así de los suyos, y yo tengo la pretensión de querer imitar-lo» 61. Pablo, efectivamente, se siente padre y madre de los cristia-nos de sus comunidades. Basta recordar como dice a los cristianosde Corinto que es él quien los ha engendrado a la fe cristiana: «Puesaunque tengáis diez mil ayos en Cristo, padres no tenéis muchos:porque yo os engendré en Cristo Jesús por el Evangelio» (1Co 4,15).El texto más expresivo es el de la Primera Carta a los Tesalonicen-ses, donde compara su actitud hacia los cristianos a la de una madrecon sus hijos pequeños: «Y aunque, en nuestra condición de após-toles de Cristo, podríamos haber impuesto nuestra autoridad, adop-tamos, por el contrario, entre vosotros una actitud suave, como una

57 C 340.58 CF 28.59 UE 6.60 C 252.61 C 239.

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72 AGUSTÍ BORRELL, OCD

madre que cría a sus hijos» (1Te 2,7). Pablo llega a afirmar queha dado a luz a los cristianos de sus comunidades: «Hijos míos, aquienes de nuevo estoy dando a luz con dolor, hasta que Cristo seaformado en vosotros» (Ga 4,19). También se refiere con este mismolenguaje a Onésimo, el esclavo de Filemón con quien ha coincididoen la cárcel y que ahora es cristiano gracias a su testimonio: «Tesuplico, pues, por este hijo mío, a quien engendré entre las cadenas,Onésimo» (Flm 1,10) 62.

Los deseos de Pablo hacia sus comunidades, los hace suyosIsabel para las personas conocidas. Dice a su madre, hermana ysobrinas: «Que él os llene, según las riquezas de su gracia, “queJesús habite por la fe en vuestros corazones y que seáis enraizadasy fundadas en el amor” [Ef 3,17]. El deseo de san Pablo para conlos suyos brota en mi corazón para vosotras» 63. También a unapersona amiga: «Querida Antoinette, hago por usted la oración quehacía san Pablo por los suyos: pedía “que Jesús habite por la fe ensus corazones...”» 64. Igualmente, pide a otros que se comporten conella como Pablo con los creyentes de sus comunidades: «Puedeusted, señor abate, hacer por mí esta oración que subía del grancorazón del Apóstol por los suyos de Éfeso: “Que el Padre...”» 65

Esta sintonía cordial con Pablo lleva a Isabel de la Trinidad, sindecirlo y quizá sin saberlo, a captar algunos de los ejes principalesde la teología paulina. Por ejemplo, la importancia de la fe comocamino único de relación con Dios, como medio de salvación, unidaa la gratuidad de la justificación ofrecida por Dios en Jesucristo 66.En una carta a una amiga, Isabel escribe: «San Pablo dice clara-mente: “Él nos ha justificado gratuitamente, por la fe en su sangre”

62 Cf. Miguel VALENCIANO SANTOS, «Isabel de la Trinidad: Una espirituali-dad ofrecida a los laicos», Monte Carmelo, 114 (2006), 515-544, donde obser-va con razón que esta conciencia de maternidad espiritual muestra que Isabel,«En esto, como en tantas otras cosas, es “paulina” hasta la médula» (p. 532).

63 C 243.64 C 261.65 C 244.66 Sobre la importancia de la fe en la vida y los escritos de Isabel de la

Trinidad, se puede consultar el estudio de María del Puerto ALONSO FERNÁNDEZ,«Isabel de la Trinidad: “Como si viera al Invisible”», en Revista de Espiritua-lidad 65 (2006), 233-264.

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[Rm 3,24-25]» 67. En una carta a su madre, escrita al mismo tiempoque la anterior, insiste en la importancia de la fe: «Creo que lacarmelita saca toda su felicidad de esta fuente divina: la fe (...).Todo esto, querida mamá, no es sentimentalismo o imaginación. Esla fe pura...» 68 Más adelante, escribiendo también a su madre, afir-ma: «Basta, dice san Pablo, con creer. Dios es espíritu y a través dela fe nos acercamos a él» 69. La alusión concreta de este último textoes en realidad a la Carta a los Hebreos (He 11,6), pero se trata deun pensamiento típicamente paulino (por otra parte, Isabel, siguien-do los conocimientos bíblicos de su tiempo, atribuye la Carta a losHebreos a san Pablo) 70.

Especialmente en los dos últimos años de su vida, el pensamien-to y el lenguaje de san Pablo la dominan totalmente. Incluso cuandoescribe a sus dos pequeñas sobrinas, parece hablar con palabraspaulinas: «...Dios, desde toda la eternidad, os “tenía en su pensa-miento. Él os predestinaba a ser conformes con la imagen de su hijoJesús, y por el santo bautismo os ha revestido de él, haciéndoos asísus hijas al mismo tiempo que su templo vivo“ (San Pablo). ¡Ohqueridos pequeños santuarios del amor...» 71

Isabel se siente identificada con la experiencia de Pablo, y hacesuyo el lenguaje del apóstol para expresar lo que ella misma vive.Vale la pena subrayar que se trata de un caso particular en la his-toria de la espiritualidad cristiana 72. Una y otra vez encuentra refle-

67 C 238; cf. también CF 35.68 C 236.69 C 273.70 Para un estudio sobre la relación de Isabel de la Trinidad con la Carta

a los Hebreos, cf. María Pilar HUERTA ROMÁN, «La Carta a los Hebreos. Unalectura desde Sor Isabel», en Revista de Espiritualidad 65 (2006), 77-99.

71 C 240.72 Como afirma Giovanni Helewa, «Raramente nella storia della spiritualità

qualcuno è riuscito a rivestire di linguaggio paolino la propria esperienza conla sicurezza d’istinto che vediamo emergere presso Suor Elisabetta della Trini-tà» («Per me, vivere è Cristo», en Elisabetta della Trinità: Esperienza e dot-trina [Fiamma Viva 21], Roma: Teresianum 1980, 59-75 [cf. p. 61]). TambiénA. VELLA destaca que el mensaje de Isabel está revestido de lenguaje paulino(«Bl. Elisabeth of the Trinity: Disciple of St. Paul», 207). Por su parte, Marion(«Elisabeth de la Trinité et saint Paul», 50), observa que la identificación conel lenguaje de Pablo va creciendo progresivamente, hasta que Isabel llega a«s’assimiler le langage de Paul et à s’effacer toujours plus derrière lui».

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74 AGUSTÍ BORRELL, OCD

jado en los escritos paulinos lo que ella siente en su interior. Porejemplo, dice en una carta al canónigo Angles: «¡Oh, cuanto aprecioel pensamiento de san Pablo que me ha enviado! Me parece que serealiza en mí...» 73 Isabel encuentra en Pablo el lenguaje que mejorexpresa lo que ella vive y quiere vivir 74.

3. LA UNIÓN CON CRISTO

El momento fundamental de la vida de Pablo es su encuentrocon Cristo, que divide radicalmente su biografía en dos etapas. Pablosiente la evidencia de una aparición personal de Cristo resucitado,que le convierte de perseguidor en apóstol. La transformación quese produce en Pablo es profunda, aunque no se trata de un cambiode religión, sino todo lo contrario: Pablo sigue creyendo en el Diosde Israel y mantiene la fe de su pueblo. Simplemente, descubre porexperiencia que Jesús de Nazaret no supone ningún peligro para lafe en el Dios verdadero, sino que es precisamente el Mesías espe-rado, el que Dios ha enviado al mundo para salvar a Israel y a lahumanidad entera. Sobre todo, descubre que Jesús, después de moriren la cruz, ha vencido a la muerte y ha resucitado, vive para siem-pre. El encuentro de Pablo con Cristo es una experiencia mística. Ylo más importante es que no se trata de un acontecimiento único yaislado. A partir de aquel momento, Pablo vive con la certeza deque Cristo está en relación permanente con él. Para él comienza unavida nueva, que tiene como característica fundamental la uniónpersonal con Cristo, vivo y presente en el interior del creyente.

Uno de los textos que expresa de forma más elocuente estaexperiencia paulina se encuentra en la Carta a los Gálatas: «...ya novivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). No tiene nada desorprendente que Isabel de la Trinidad descubra este texto y loconvierta en uno de los más significativos para ella. Resuena ya enuna carta escrita poco tiempo antes de su entrada en el Carmelo:«Desprendámonos de todo. Que no quede más que él solo... que ya

73 C 294.74 Cf. MARION, «Elisabeth de la Trinité et saint Paul», 57.

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SAN PABLO, MAESTRO Y MODELO DE ISABEL DE LA TRINIDAD 75

no vivamos nosotras, sino que él viva en nosotras» 75. A menudo usaesta frase para expresar su deseo de abrirse completamente a lapresencia y a la acción de Cristo en ella: «...para ser tomada deltodo por Cristo, que no viva yo, sino que él viva en mí» 76.

Isabel parece comprender realmente la teología paulina de laparticipación del creyente en el misterio pascual de Cristo, quecomporta la muerte al hombre viejo para renacer con la vida delhombre nuevo. Pablo lo expresa en la Carta a los Romanos, hablan-do del bautismo como incorporación sacramental al misterio pas-cual de Cristo: «¿Ignoráis acaso que a todos a quienes el bautismoha vinculado a Cristo hemos sido vinculados a su muerte? En efec-to, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedandovinculados a su muerte, para que así como Cristo ha resucitado deentre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros lle-vemos una vida nueva» (Rm 6,3-4).

En este sentido, Isabel escribe: «Que el reino del amor se esta-blezca plenamente en su reino interior y que el peso de ese amor laarrastre hasta el olvido total de usted misma, hasta esa muerte mís-tica de que hablaba el Apóstol cuando gritaba: “Vivo no yo, esJesucristo quien vive en mí”» 77. Cuando cita este texto, suele hablarde olvidarse a sí misma, de perderse en Cristo, de dejarle sitio a él.Por ejemplo: «Me parece que los santos son almas que se olvidande sí siempre, que se pierden de tal manera en aquel a quien aman,sin volver sobre sí mismas, sin mirar a las criaturas, que puedendecir con san Pablo: “No soy yo quien vivo; es Cristo quien vive enmí”» 78. De nuevo, una intuición profundamente paulina. El trabajodel cristiano no es otro que dejar actuar a Cristo en él, quitar obs-táculos a su presencia activa. Hay que morir al «hombre viejo» parapermitir que la vida del «hombre nuevo», la vida de Cristo resuci-tado, dé sus frutos.

También comprende muy bien Isabel que no se trata de unadisolución de la propia identidad en la de Cristo. El objetivo es launión por amor con Cristo: «Renovémonos, entonces, en el interior

75 C 49.76 C 150.77 C 264.78 C 179.

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de nuestra alma, “despojémonos del hombre viejo y revistámonosdel hombre nuevo, hecho a imagen de aquel que lo ha creado” (SanPablo) [Col 3,9-10] (...) Entonces el alma no tiene temores ni de-seos, su voluntad está enteramente perdida en la de Dios, y como esesto lo que hace la unión, puede decirse: “No vivo yo, es Cristoquien vive en mí”» 79. La unión total con Cristo, hasta ser uno conél, es el único deseo de Isabel, porque esto y no otra cosa es lasantidad a la que aspira: «Pídale que no viva yo, sino que él vivaen mí, que “el Uno” se consume cada día más, que quede yo siem-pre bajo la gran visión. Me parece que está en ello el secreto de lasantidad, y es tan sencillo» 80.

Otro texto paulino que transmite la conciencia de una presenciaviva y vivificadora de Cristo en el creyente se encuentra en unfragmento exhortativo de la Carta a los Efesios: «que habite Cristopor la fe en vuestros corazones» (Ef 3,17). Se trata nuevamente deun texto conocido y recordado con frecuencia por Isabel de la Tri-nidad. La seguridad de que Cristo habita en el creyente es esencialen su experiencia, y así lo recoge con frecuencia en sus cartas: «...esnecesario que nos dejemos enraizar en la caridad de Cristo, comodice san Pablo en la hermosa epístola de hoy. Y ¿cómo será esto?Viviendo sin cesar, a través de todo, con Aquel que habita en no-sotros y que es caridad» 81; «Querida Antoinette, hago por usted laoración que hacía san Pablo por los suyos: pedía “que Jesús habitepor la fe en sus corazones para que fuesen enraizados en el amor”.Esta expresión es tan profunda, tan misteriosa... Oh, sí, que el Diosdel amor sea su morada inmutable, su celda y su claustro en mediodel mundo. Recuerde que él mora en el centro más íntimo de sualma como en un santuario donde él quiere ser amado hasta laadoración» 82. Escribe a su madre: «He leído algo muy hermoso ensan Pablo. Él desea a los suyos que “el Padre les fortifique encuanto al hombre interior, para que Jesucristo habite por la fe en suscorazones y que sean enraizados en el amor”. He aquí mi ramilletepara mi madrecita. ¿No te parece fuerte y magnífico? ¡Oh!, que el

79 C 224.80 C 107.81 C 179.82 C 261.

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SAN PABLO, MAESTRO Y MODELO DE ISABEL DE LA TRINIDAD 77

Maestro te revele su divina presencia. Es tan suave, tan dulce, datanta fuerza al alma. Creer que Dios nos ama hasta llegar a habitaren nosotros, a hacerse nuestro compañero de exilio, el confiden-te, el amigo de todos los momentos...» 83 A menudo se refiere connaturalidad a esta presencia permanente de Cristo en el interior:«...Adiós, hermanita, permanezcamos en el centro de nuestra alma,allí donde él habita» 84. «...estáis en mi alma, en ese santuario íntimodonde vivo día y noche con aquel que es mi amigo de todos losinstantes» 85.

4. TEMPLOS DE DIOS

Así pues, en la experiencia y, como consecuencia, en la teologíade Pablo, constituye un elemento central la unión personal conCristo. Por medio de la fe y del bautismo, cada uno de los creyentesempieza a participar de la vida nueva de Cristo resucitado. A partirde Cristo, se ha producido un cambio radical en la situación delhombre ante Dios. Ya no se trata de una relación exterior, a distan-cia, a través de las mediaciones institucionales (el templo de Jeru-salén, la Ley, los sacrificios...), sino que ahora Dios está presente enel interior de cada uno de los creyentes.

Un recurso característico para expresar esta realidad, muy com-prensible en el mundo judío y perfectamente aprovechado por Pa-blo, es la imagen del templo 86. Según los relatos bíblicos, desde queDavid unificó el pueblo de Israel y situó la capital en Jerusalén,alimentó la intención de construir una casa digna de Dios, de lamisma forma que él residía en un palacio real. Su hijo Salomónllevó a término este proyecto, y desde entonces el templo de Jeru-salén se convirtió en el centro neurálgico de la vida religiosa ysocial del pueblo de Israel.

83 C 305.84 C 233.85 C 243.86 Cf. el estudio clásico de Yves M. CONGAR, El misterio del templo. Eco-

nomía de la presencia de Dios en su criatura, del Génesis al Apocalipsis(Ecclesia 6), Barcelona: Estela, 1964 [original francés, 1958].

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El elemento fundamental del templo era que se trataba de lacasa de Dios, su residencia en la tierra. Los israelitas eran conscien-tes de que un edificio de piedra no podía contener a Dios (cf. 1Re8,27), pero al mismo tiempo sentían el orgullo de pensar que Dioshabía escogido aquel lugar único para residir en él (cf. Sl 132,14).Aquel era el ámbito privilegiado de presencia de Dios en la tierra.El templo de Jerusalén era sagrado, porque en el centro del santua-rio se hallaba el lugar santísimo, habitado por la presencia misterio-sa de Dios. El templo era el centro de las celebraciones cultuales delos israelitas, que acudían delante del santuario, es decir, se presen-taban ante Dios, para ofrecerle todos los sacrificios prescritos paralas diversas situaciones personales y colectivas.

A partir de Jesucristo, los cristianos comprenden que el tem-plo de Jerusalén como lugar físico de presencia de Dios ha de-jado de tener sentido. No porque Dios se haya alejado de la hu-manidad, sino todo lo contrario. Dios sigue residiendo en la tierra,pero ya no en un edificio de piedra, sino en el interior de los cre-yentes. Ahora los que están unidos a Cristo forman el verdaderotemplo de Dios.

TEMPLOS DE DIOS EN LA TEOLOGÍA PAULINA

Esta visión del cristiano como templo de Dios o del Espíritues típicamente paulina. Los textos más explícitos se encuentran enlas cartas a los Corintios: «¿No sabéis que sois templo de Dios yque el Espíritu de Dios habita en vosotros?» (1Co 3,16); «¿O nosabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que estáen vosotros, que lo habéis recibido de Dios y que no os pertenecéisa vosotros mismos?» (1Co 6,19); «¿Qué compatibilidad entre eltemplo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo de Diosvivo, como lo dijo Dios: Habitaré y caminaré en medio de ellos; yoseré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (2Co 6,16).

Isabel de la Trinidad retoma esta idea y la convierte prácticamen-te en el centro de su espiritualidad. Ella sabe que, si san Pablo lo afir-ma, tiene que ser verdad: «Le voy a comunicar mi “secreto”: pienseen ese Dios que habita en usted, del cual es usted templo; es san Pa-

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blo el que habla así, podemos creerlo» 87. Incluso antes de entrar en elCarmelo, Isabel ya era plenamente consciente de la presencia de Diosen el interior del cristiano. Escribe al canónigo Angles en junio de1901: «...Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí. Meparece que lo poseo igualmente. ¡Es tan buena esta presencia de Dios!Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle,pues nunca me abandona. “Dios en mí, yo en él”» 88. Y cuando estállegando al final de su vida, lo formula como un resumen de todo loque ha vivido: «Es esto lo que ha hecho de mi vida —se lo confie-so— un cielo anticipado: creer que un Ser, que se llama el Amor,habita en nosotros todos los instantes del día y de la noche, que nospide vivir en comunión con él...» 89

Saber que Dios está en el propio interior, y buscarle allí: éstees para ella el camino de la verdadera santidad, y el secreto de la fe-licidad, y lo recomienda a sus interlocutores: «Piense que está enél, que él es su morada aquí en la tierra. Y además que él estáen usted, que lo posee en lo más íntimo de usted misma, que a cual-quier hora del día y de la noche, en las alegrías o en las penas, lepuede encontrar ahí, muy cercano, muy dentro. Es el secreto de lafelicidad, el secreto de los santos. Ellos sabían muy bien que eran “eltemplo de Dios”...» 90

Según la concepción de los israelitas en tiempos del AntiguoTestamento, en el templo de Jerusalén, en el lugar más interior delsantuario, residía Dios. En el alma del creyente, en el centro másprofundo, es donde habita ahora Dios: «...entrarás en el centro de tualma, allí donde mora el Huésped divino. Podrás pensar en la her-mosa palabra que te había dicho: “Vosotros sois el templo de Diosque habita en vosotros” [1Co 6,19], y en aquella otra del Maestro:

87 C 249.88 C 62. En realidad, esta intuición la tenía al menos desde el día de su

primera comunión (19 de abril de 1891), cuando la priora del carmelo, partien-do de una supuesta (aunque inexacta) interpretación del término hebreo, le diceque su nombre («Elisabeth») significa «casa de Dios» (en realidad, habría quetraducirlo por «mi Dios es plenitud», o bien «Mi Dios ha jurado»). Cf. BrunoMORICONI, «Prolungare Cristo. Col. 1,24 e la “Elevazione” di Elisabetta dellaTrinità», en Rivista di Vita Spirituale 44 (1990), 262-275, p. 265.

89 C 330.90 C 175.

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80 AGUSTÍ BORRELL, OCD

“Permaneced en mí y yo en vosotros” [Jn 15,4]» 91; «¿Conoces,hermanita, tu riqueza? / ... / Con mirada simple, contempla, Guitamía, / el misterio oculto que se obra en tu corazón: / El EspírituSanto te escoge por su templo, / ya no te perteneces... Y esa es tugrandeza» 92.

Esta presencia del Dios trinitario en el creyente no es circuns-tancial ni efímera; se trata de una realidad permanente. Así lo siguerecordando Isabel a su madre, en una carta escrita pocos mesesantes de morir, siempre basándose en el pensamiento paulino: «Pien-sa que tu alma es el templo de Dios. Es también san Pablo quien lodice; en todo instante del día y de la noche las Tres personas divinasmoran en ti. Tú no posees la Santa Humanidad, como cuando co-mulgas, sino la Divinidad. Esa esencia que los bienaventuradosadoran en el cielo está en tu alma» 93.

También en sus breves tratados espirituales cita los textos pau-linos para reforzar la idea de que el creyente es templo de Dios. Enlos Últimos Ejercicios afirma: «El alma que quiere servir a Diosnoche y día en su templo, es decir, en el santuario interior de quehabla san Pablo cuando dice: “El templo de Dios es santo, y esetemplo sois vosotros” [1Co 3,17], debe estar resuelta a participarefectivamente de la pasión de su Maestro» 94. En este último texto,por otra parte, se insinúan claramente las consecuencias prácticasque tiene para el cristiano la unión con Dios: tiene que estar dis-puesto a compartir los sentimientos y las actitudes de Cristo, a quienestá íntimamente unido.

También es totalmente paulina la afirmación de que el Espírituhabita en nosotros. La Carta a los Romanos expresa de esta formala presencia permanente de Dios en el creyente (Rm 8). Isabel de laTrinidad no deja de citar estos textos 95, y se fija, por ejemplo, en lacondición de hijos de Dios que recibimos gracias a la inhabitacióndel Espíritu en nosotros 96. No es infrecuente que ella recuerde esta

91 C 239.92 P 93.93 C 273.94 UE 13.95 Cf. FERRARO, Lo Spirito, il Padre e il Figlio, 151-161.96 Cf. CF 31.

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presencia del Espíritu en su interior: «...me retiro y me recojo hastael fondo de mi alma, allí donde habita el Espíritu Santo» 97.

«HAREMOS MORADA EN ÉL» (SAN JUAN)

El evangelio de Juan, sin usar explícitamente la imagen deltemplo, expresa una idea parecida a la de Pablo. Según el cuartoevangelio, Jesús habla de la «morada» de Dios en el creyente: «Siuno me ama, guardará mi palabra, mi Padre lo amará y vendremosa él para fijar morada en él» (Jn 14,23). Isabel de la Trinidad conoceigualmente este lenguaje y lo aprovecha para reforzar su pensamien-to. El texto de Juan es citado por ella en diversas ocasiones, tantoen sus escritos espirituales como en las cartas. Así, en una ocasiónexhorta a una persona amiga a no descuidar la atención a Cristo enel interior: «Él está siempre vivo. Vivo en el tabernáculo, en su ado-rable sacramento, vivo en nuestras almas. Es el mismo que ha di-cho: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amaráy vendremos a él y haremos morada en él”. Ya que está allí, acom-pañémosle como un amigo a aquel a quien ama» 98.

La cita reaparece en sus dos escritos espirituales mayores. En elprimero, para destacar la fuerza incomparable del amor, que es capazde atraer a Cristo hacia el interior del creyente: «“Si alguno me ama,guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y hare-mos en él nuestra morada”. He aquí el Maestro que nos manifiestanuevamente su deseo de habitar en nosotros ¡“Si alguno me ama”! Elamor, eso es lo que atrae, lo que arrastra a Dios hacia su criatura» 99.En los Últimos Ejercicios pone el acento en la inhabitación trinitaria:«Al que observa su palabra, ¿no ha hecho él la promesa: “Mi Padre leamará, y vendremos a él, y haremos morada en él”? ¡Toda la Trini-dad habita en el alma que le ama de verdad, es decir, observando supalabra!» 100 En estos textos resulta interesante la insistencia en elamor como aquello que atrae a Dios hasta el interior del alma.

97 C 226.98 C 184.99 CF 9.

100 UE 28.

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No hay que olvidar que la relación personal con el Dios presen-te en el interior de la persona es uno de los grandes ejes de la es-piritualidad carmelitana de todos los tiempos. Dice Teresa de Jesús:«En fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creerque adonde está Su Majestad está toda la gloria. Pues mirad quedice san Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino ahallar dentro de sí mismo» 101. Y también para Teresa de Jesús elobjetivo de esta presencia cercana, interior, de Dios en el alma esla unión: «...pasa esta secreta unión en el centro muy interior delalma, que debe ser adonde está el mismo Dios...» 102

A pesar de todo, Isabel es consciente de que en el fondo elmismo lenguaje de la inhabitación es una forma de expresión quetampoco hay que absolutizar. A ella le resulta muy elocuente, perolo que cuenta realmente es el mensaje que intenta transmitir: laproximidad total de Dios con el creyente, y la posibilidad extraor-dinaria de vivir en relación con él. Escribiendo a su madre dice: «Siprefieres pensar que el Señor está cerca de ti mejor que en ti, siguetu inclinación, con tal que vivas con él» 103.

5. EL AMOR EXCESIVO DE DIOS

Isabel de la Trinidad ha captado por experiencia el núcleo de larevelación cristiana, que no es otro que el amor de Dios. Cita confrecuencia la expresión juánica: «Dios es amor» (1Jn 4,16), a vecesen la forma latina «Deus caritas est». En los últimos meses de vida, lasitúa al principio de muchas de sus cartas. Sabe que esta es la carac-terística que mejor define a Dios, y afirma: « ...la caridad es la esen-cia misma de Dios. San Juan lo define así: “Deus charitas est”» 104.Ella, como todos los místicos, se descubre amada personalmente porDios. No se trata sólo de un amor global y genérico a toda la huma-nidad. Dios ama a cada persona en particular. Isabel se siente amadade este modo por Dios, y entra en la dinámica del enamoramiento, de

101 Camino de Perfección 28,2.102 Las Moradas 7,2,3.103 C 273.104 C 257.

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la respuesta enamorada a un amor apasionado. Amar y dejarse amarse convierte en una especie de programa de vida personal. Escribe alcanónigo Angles: «Es tan hermoso dar cuando se ama, y yo amomucho a este Dios que está celoso de tenerme toda para sí. Sientotanto amor sobre mi alma. (...) No tengo más que amarle, dejarmeamar siempre, a través de todas las cosas: despertarse en el amor,moverse en el amor, dormirse en el amor, el alma en su alma, el co-razón en su corazón, los ojos en sus ojos...» 105

También en los escritos paulinos encuentra textos que confir-man la primacía del amor en la relación de Dios con la humanidad.Isabel comprende justamente que el resumen de la teología paulinaes el amor extraordinario de Dios, manifestado en Cristo. Así loformula en una carta al abate Chevignard: «Señor abate, ¿compren-deremos nosotros algún día cuánto somos amados? Me parece queesa es la ciencia de los santos. San Pablo, en sus magníficas cartas,no predica otra cosa que este misterio de la caridad de Cristo» 106.El amor de Dios es, pues, la clave de lectura de los escritos pauli-nos. Isabel entiende que Pablo habla continuamente del «programa»de Dios: «San Pablo en sus escritos lo repite sin cesar: es el “amorexcesivo”, el exceso de caridad...» 107 En este sentido, le llama po-derosamente la atención una frase de la Carta a los Efesios (Ef 2,4-5). En las traducciones actuales, que siguen el original griego, eltexto dice así: «Dios, sin embargo, rico como es en misericordia,por el mucho amor con que nos amó, también a nosotros, muertospor nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo». La ver-sión francesa del Manuel que usaba Isabel estaba basada en la tra-ducción latina de la Vulgata, donde se lee: «Deus autem qui divesest in misericordia propter nimiam caritatem suam qua dilexit noset cum essemus mortui peccatis convivificavit nos Christo...» Eltexto francés que lee Isabel traduce «propter nimiam caritatem» por«trop grand amour». La traducción se aleja un poco del originalgriego, pero tiene el valor de destacar la inmensidad del amor deDios, que supera cualquier límite. Isabel se siente atraída, diríaseque fascinada por este amor «demasiado grande», «excesivo», de

105 C 177.106 C 191.107 P 89.

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Dios, y citará de forma directa o indirecta este texto paulino ennumerosas ocasiones.

Como es habitual, Isabel entiende que también este texto se rea-liza en ella de forma concreta y personal. Es ella misma quien se sabeamada «en exceso» por Dios, y así lo proclama en más de una oca-sión. Por ejemplo, pide al canónigo Angles: «¿No vendrá usted abendecir a su pequeña carmelita, a dar gracias junto a ella a Aquelque la ha “amado demasiado”?» 108 Al mismo Angles le comenta enotra ocasión: «...es verdad lo que dice san Pablo: “Ha amado dema-siado”, amado demasiado a su pequeña Isabel» 109. Pocos meses antesde morir, en una carta a su madre, le asegura que esta breve frase desan Pablo es el resumen de toda su vida: «Esta misma mañana decíaa nuestra buena Madre: “Oh, ya ves, hay una frase de san Pablo quees como un resumen de mi vida, y se podría escribir sobre cada unode sus instantes: Propter nimiam caritatem”. Sí, todas estas oleadasde gracia son “porque él me ha amado demasiado”» 110.

Es precisamente en los últimos meses de su vida cuando más amenudo recuerda este amor sin límites de Dios. Dice en una cartaa su hermana escrita en julio de 1906: «Oh, Guite, al escribirte estanoche mi alma se desborda, porque siento el “amor excesivo” de miMaestro y quisiera hacer pasar mi alma a la tuya, para que creassiempre en él, sobre todo en las horas más dolorosas» 111.

EL AMOR MATERNAL DE DIOS

Isabel ha sabido pasar de la imagen ambiental de Dios comojuez estricto a la de alguien que ama con ternura. En este sentido,llama la atención la abundancia de rasgos maternales en su descrip-ción de Dios. Como Teresa de Lisieux, conoce el texto del últimocapítulo del llibro de Isaías, donde se dibuja a Dios como una madreque acaricia afectuosamente a su hijo (cf. Is 66,10-14), al que aludeen El cielo en la fe: «En efecto, “todo el cuidado de Dios parece ser

108 C 169.109 C 219.110 C 280.111 C 298.

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llenar al alma de caricias y de señales de afecto como una madreque cría a su hijo y le alimenta con su leche”» 112. En una carta a suhermana, le insinúa que viéndola con su hija en brazos se siente ellamisma en brazos de Dios: «¡Oh, cuanto quiero a tu ángel! Tantocomo a ti, que es decirlo todo. Me invita a hacer oración verla entus brazos. Pienso que así hace Dios conmigo. Dejémonos llevar porél, hermanita, para que nos fije en su amor» 113. Más explícitamenteaún en la carta del día siguiente: «Él ama a los pequeñuelos. Hagá-monos sus niñitos y dejémonos llevar en sus brazos» 114. La confian-za en el amor maternal de Dios es una invitación al abandono en él:«Cuando Sabeth y Odette están en los brazos de su querida mamá,me parece que se inquietan poco de si hace sol o llueve. Imitemosa las queridas pequeñitas y vivamos en los brazos de Dios con lamisma sencillez» 115.

Una manifestación especialmente interesante del gran amor deDios que Isabel siente sobre ella es el pequeño escrito Déjate amarque Isabel, poco antes de morir, escribe para su priora Germana deJesús 116. Este es seguramente uno de los textos donde se revela conmayor claridad la sintonía de Isabel con el pensamiento de sanPablo. Aquí se expresa, por ejemplo, cómo la vida cristiana consisteen dejar actuar a Dios, en quitar obstáculos a su acción, y no enacumular méritos personales. La salvación es un don que Dios ofre-ce por medio de Jesucristo y que es acogido por la fe, no un obje-tivo que hay que alcanzar a través de las propias obras. Isabel es-cribe: «Él se alegra de construir en vos por su amor y para su gloria,y es él solo el que quiere obrar, aunque no hayáis hecho nada paraobtener esta gracia, sino lo que hace la criatura: obras de pecadosy de miserias... Él os ama así» 117. Y poco después añade, para re-forzar la importancia de la fe y la confianza en el amor salvador de

112 CF 34.113 C 221.114 C 222.115 C 239; cf. también C 46, 89, 263, 285.116 Cf. Luciniano LUIS LUIS, «Déjate amar. El testamento espiritual de la

Beata Isabel. Una espiritualidad para el siglo XXI», Monte Carmelo 114 (2006),655-670.

117 DA 5. Cf. ALONSO FERNÁNDEZ, «Isabel de la Trinidad: “Como si viera alInvisible”», 253.

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Dios: «Pero en las horas que no sintáis más que el decaimiento, elcansancio, le agradaréis todavía, si sois fiel en creer que él obraaún, que os ama de todos modos...» 118

ELEGIDOS POR DIOS

El amor «excesivo» de Dios se manifiesta en la elección que élha hecho de cada persona desde toda la eternidad. Así lo formulala Carta a los Efesios: «...nos ha elegido en él antes de la creación delmundo, para ser santos e inmaculados en su presencia. En su amornos había predestinado a ser hijos adoptivos suyos por medio deJesucristo...» (Ef 1,4-5). El himno inicial de la Carta a los Efesiosdescribe poéticamente el proceso de salvación universal realizado porDios en Jesucristo. El punto de partida es la libre iniciativa de Dios,descrita con la terminología de la elección, clásica en el ambientebíblico para hablar de las relaciones de Dios con su pueblo. La elec-ción de Dios es presentada aquí como anterior a la creación del mun-do. Más que una indicación temporal, se trata de poner en evidenciala gratuidad y la grandeza del don de Dios. La salvación realizada porJesucristo está prevista desde siempre por el amor de Dios.

Lo que impresiona a Isabel, y lo que le interesa, es precisamenteque dicha elección es fruto y es demostración del amor de Dios. Porejemplo, ella sitúa Ef 1,4 al inicio de la reflexión del día 7 en Elcielo en la fe 119. Siguiendo su costumbre, entiende que esta afirma-ción genérica del texto bíblico se aplica concretamente a cada per-sona. Así se lo dice a Françoise de Sardon, su joven amiga destina-taria del breve escrito La grandeza de nuestra vocación: «Acuérdatede que “él te ha elegido en él antes de la creación para que seassanta e inmaculada y pura en su presencia, en el amor.” Es tambiénsan Pablo el que dice esto» 120.

Por supuesto, Isabel se siente destinataria directa de la eleccióneterna de Dios, como se desprende de la reflexión contenida en losÚltimos Ejercicios: «“A los que Dios conoció en su presciencia, los

118 DA 6.119 Cf. CF 22.120 GV 12.

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ha predestinado también a ser conformes con la imagen de su divinoHijo”, el crucificado por amor. Cuando yo esté completamente iden-tificada con este ejemplar divino, toda transformada en él y él enmí, entonces cumpliré mi vocación eterna; aquella para la que Diosme ha “elegido en él” “in principio”, la que yo continuaré “in ae-ternum” cuando, sumergida en el seno de mi Trinidad, seré la ince-sante alabanza de su gloria, “Laudem gloriae eius”» 121. Isabel, pues,se siente elegida desde siempre por Dios y llamada a dejarse trans-formar para que el Padre pueda ver en ella la imagen del Hijo 122. Eneste sentido habla de llegar a ser «una humanidad complementaria»para Cristo 123.

En diversas ocasiones Isabel unirá al texto de la Carta a losEfesios otro pensamiento de la Carta a los Romanos: «...a los quede antemano conoció, también de antemano los destinó a reprodu-cir la imagen de su Hijo, para que éste fuera el primogénito entremuchos hermanos» (Rm 8,29). Lo cita en una carta al abate Chevig-nard, a quien le recuerda que él ha sido elegido desde siempre porDios para su ministerio sacerdotal: «San Pablo, en su Carta a losRomanos, dice que “a los que él ha conocido en su presciencia, losha predestinado también a ser conformes con la imagen de su Hijo”.Me parece que se trata de usted aquí. ¿No es usted ese predestinadoa quien el Eterno ha elegido para ser su sacerdote?...» 124 Comosiempre, Isabel de la Trinidad sigue haciendo una aplicación con-creta e inmediata a cada persona de los textos bíblicos. La Palabrade Dios se cumple en cada creyente.

Vale la pena destacar que el contenido concreto de la eleccióneterna de Dios es ser imagen del Hijo. Esta es la vocación a la que sesiente predestinada Isabel, y es la que reconoce igualmente en todoslos creyentes. Como en el resto de temas, ella vive totalmente almargen de las polémicas teológicas sobre la predestinación que se

121 UE 1.122 HELEWA, «Per me, vivere è Cristo», 74: « La sua vocazione è quella di

esprimere Cristo agli occhi del Padre, diventando così la lode della gloriadivina».

123 Así lo expresa en la oración a la Trinidad: «Que yo sea para él unahumanidad complementaria en la que renueve todo su misterio» (NI 15).

124 C 231.

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habían sucedido a lo largo de la historia 125. Ella, simplemente, se sien-te cautivada por las palabras de san Pablo, y se ve retratada en ellas.

GLORIARSE EN LA CRUZ DE JESUCRISTO

Hablando del amor, puede resultar sorprendente la alusión alsufrimiento que se vuelve frecuente en los últimos escritos de Isa-bel 126. Hay que reconocer que el jansenismo ambiental ha podidoinfluir en su acercamiento a este tema 127, aunque ella se ha liberadode la exaltación del dolor expiatorio que era característica de deter-minados planteamientos piadosos de su tiempo. Es cierto que hablade ofrecer sus sufrimientos para obtener la conversión de los pe-cadores o de salvar almas con el sufrimiento 128, con un lenguajeinfluenciado por la espiritualidad de su época, al menos antes desu entrada en el Carmelo 129. Sin embargo, en Isabel no se tratade una visión dolorista, típica del planteamiento postjansenista, si-no de una concepción profundamente teológica, basada en el NuevoTestamento, donde el sufrimiento de Cristo es entendido como unamanifestación suprema de amor.

El sufrimiento tiene sentido si es expresión de amor. Por ellono es extraño que Isabel cite a menudo otro texto fundamental delos escritos paulinos. En la Carta a los Gálatas, Pablo afirma: «Aho-ra, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios, que meamó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Isabel se aferra a esta últi-ma frase: «Sí, mi pequeña Germaine, la vida es una cadena desufrimientos, y creo que los felices en este mundo son los que hanescogido la cruz por su porción y su herencia, y esto por amor deAquel de quien dice san Pablo: “Él me ha amado y se ha entregadopor mí”. Me parece que toda la doctrina del amor, del amor verda-

125 Cf. FÉVOTTE, Aimer la Bible, 105.126 Cf. Francisco BRÄNDLE, «Resonancias bíblicas», en Isabel de la Trini-

dad. Figura y mensaje de hoy (Cuadernos de Espiritualidad, 2), Madrid: Ins-tituto de Espiritualidad a Distancia, 1984, pp. 41-59, especialmente pp. 52-55.

127 Sobre el posible influjo del jansenismo en Isabel de la Trinidad, cf. DE

PABLO MAROTO, «Introducción a las fuentes doctrinales», 207-209.128 D 9; cf. C 259.129 Cf. BRÄNDLE, Para alabanza de su gloria, 65.

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dero y fuerte, está contenida en estas breves palabras» 130. En rea-lidad, pues, se trata de entrar en la lógica del amor, y del amordivino. Cristo nos ha amado hasta el extremo, hasta dar su vida pornosotros (cf. Rm 5,8, aunque es un texto no citado por Isabel).Quien toma conciencia de esta realidad, debe responder tambiéncon un amor concreto, «real», que acepte igualmente la propia do-nación: «...es tan bueno contemplar al Maestro, que también hasufrido todo esto porque nos ha “amado demasiado”, como dice sanPablo. Entonces se desea devolverle amor por amor. En el Carmelohay muchos sacrificios de este género, pero ¡son tan dulces cuandoel corazón está poseído por el amor!...» 131

El sufrimiento es consustancial a la vida humana, pero no tienesentido por sí mismo. Sólo el amor le confiere un valor positivo.Isabel de la Trinidad, como Juan de la Cruz, como Pablo, todos losmísticos, no busca el sufrimiento, sino que lo asume como expre-sión de amor y de unión con Cristo. Ya desde antes de la entradaen el Carmelo, ella había sabido situar el sufrimiento en el ámbitodel amor a Jesucristo y de la solidaridad enamorada con él. Escribeen su Diario en marzo de 1899: «¡Oh, envíame sufrimientos; quierocompartir tus dolores... Jesús, mi supremo amor, no puedo vivir mássin sufrir, cuando tú sufres» 132. Y algunos años más tarde, afirmaen una carta: «me parece que el sacrificio no es más que el amorpuesto por obra» 133. Siempre en relación a la entrega por amor deCristo, recuerda la unión inseparable entre amor y sacrificio: «Perono olvide que el amor, para ser verdadero, tiene que ser sacrificio:“Él me ha amado y se ha entregado por mí”» 134.

Isabel es hija de su tiempo, y se expresa en ocasiones con ellenguaje de su tiempo también en lo que respecta al sufrimiento.Pero lo supera en muchos aspectos. Ella sabe que el sufrimiento ensí mismo no es bueno, que no hay que buscarlo sin más: «Estoyocupada con la pasión, y cuando se ve todo lo que él ha sufrido pornosotros en su corazón, en su alma y en su cuerpo, se siente como

130 C 252.131 C 156.132 D 111.133 C 250.134 C 278.

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una necesidad de devolverle todo esto; parece que se quisiera sufrirtodo lo que él ha sufrido. No puedo decir que ame el sufrimiento ensí mismo, pero lo amo porque me hace semejante a Aquel que es miEsposo y mi Amor. Oh, ya ves, todo esto pone en el ama una paztan dulce, una alegría tan profunda, que se acaba por poner la feli-cidad en todo lo que nos contraría» 135.

Así pues, el sufrimiento tiene sentido, y puede ser aceptado, sise enmarca en el amor a Cristo, como respuesta a su amor primero.En una carta a una joven amiga, le dice: «Para llegar a esta trans-formación, sin duda es necesario inmolarse, pero, ¿verdad?, her-manita, usted ama el sacrificio, porque ama al Crucificado» 136. Efec-tivamente, en el pensamiento paulino, el sufrimiento forma partede la configuración con Cristo. Isabel cita Fil 3,8-10, un texto apa-sionadamente cristológico de Pablo donde, entre otras cosas, se lee(tal como lo cita Isabel): «Lo que quiero es conocerle a él, la co-munión en sus padecimientos y la conformidad con su muerte», yañade: «En estas líneas queda manifiesta el alma ardiente de sanPablo» 137. La unión con Cristo, la configuración total con él, es eldestino y el privilegio de los elegidos, y esto incluye también lacruz. Isabel escribe en la primera página de los Últimos Ejercicios:«“A los que Dios conoció en su presciencia, los ha predestinadotambién a ser conformes con la imagen de su divino Hijo”, el cru-cificado por amor...» 138

En un texto parecido que había escrito en El cielo en la fe 139

comenta que esta conformidad con el crucificado supone imitarle enGetsemaní y en el Calvario, es decir, en su aceptación sincera de lavoluntad del Padre, por difícil que se presente, y en la serenidad yfortaleza de la vía dolorosa hacia la cruz 140. Por supuesto, siempreque todo ello sea expresión de amor. Lo que desea y busca Isabel

135 C 317.136 C 179.137 CF 28. F. BRÄNDLE habla en este contexto de «la gran lección paulina de

la cruz», que es «asimilada a través de toda su vida y maravillosamente expuestaen la doctrina de Isabel de la Trinidad» («Para alabanza de su gloria», 68).

138 UE 1.139 Cf. CF 30.140 Cf. BRÄNDLE, «Para alabanza de su gloria», 64: «Es necesaria una mís-

tica de la cruz, que Isabel ha vivido y ha sabido enseñar maravillosamente».

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es la configuración con Cristo, con una actitud de esposa enamora-da 141. Y vivir en plenitud el gozo de la presencia interior de Diossólo es posible si se asume con todas las consecuencias la identifi-cación con Cristo que da su vida por los demás: «El alma que quiereservir a Dios noche y día en su templo, es decir, en el santuariointerior de que habla san Pablo cuando dice: “El templo de Dios essanto, y ese templo sois vosotros”, debe estar resuelta a participarefectivamente de la pasión de su Maestro. Es una rescatada quedebe rescatar otras almas a su vez, y para eso cantará con su lira:“Yo me glorío en la cruz de Jesucristo”. Estoy clavada con Cristoen la cruz. Y todavía: “Sufro en mi cuerpo lo que falta a la pasiónde Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”...» 142

La reflexión sobre el texto de la Carta a los Colosenses le llevaa sentirse ella misma en la cruz, como continuación de la pasión deCristo: «Y ahora que él ha vuelto al Padre, que él me ha coloca-do en su lugar sobre la cruz para que “yo sufra en mi cuerpo loque falta a la pasión por su cuerpo, que es la Iglesia”...» 143 Isabelcita con frecuencia este texto en los escritos de los últimos mesesde su vida. Por supuesto, ella no piensa, como tampoco san Pablo,que la donación de Cristo no haya sido suficiente para obtenerla salvación de la humanidad y haya que completarla. Se trata másbien de vivir totalmente unidos a Cristo y a la Iglesia que es ahorasu cuerpo, y de compartir incluso su pasión redentora 144. Siem-pre, lógicamente, en la dinámica del amor 145 y con la gran alegríade sentirse llamada a acompañar al esposo Cristo también en el ca-mino hacia la cruz. En esta configuración a Cristo que pasa por laaceptación del sufrimiento, Isabel encuentra un modelo especial-mente adecuado en María, que se mantiene con serenidad y confortaleza al pie de la cruz, y que sigue allí «para enseñarme a sufrircomo él» 146.

141 Cf. FÉVOTTE, Aimer la Bible, 78.142 UE 13.143 UE 41.144 MORICONI, Prolungare Cristo, 270-271.145 MORICONI, Prolungare Cristo, 274: «Portare a compimento i patimenti

di Cristo non è tanto assunzione del suo dolore, quanto della sua carità».146 UE 41. Cf. BRÄNDLE, Para alabanza de su gloria, 71.

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Por cierto, que en las reflexiones de Isabel de la Trinidad sobreel sufrimiento hay que tener muy en cuenta que no habla en teoría,sino que está viviendo la experiencia real y terrible de la enfer-medad que la llevará a la muerte, y que le provoca momentos deverdadero dolor físico. Ella no se enfrenta al sufrimiento con temorni con resignación, sino con verdadera alegría, porque se sabe unidapor amor a Cristo y se siente partícipe de su pasión salvadora. Dosmeses antes de su muerte, en plena enfermedad, escribe a su amigaFrançoise de Sourdon: «“Cumplo en mi carne lo que falta a la Pasiónde Jesucristo por su Cuerpo, que es la Iglesia”. He aquí lo queconstituía la felicidad del apóstol. Este pensamiento me persigue yte confieso que experimento una alegría íntima y profunda al pensarque Dios me ha escogido para asociarme a la Pasión de su Cristo,y este camino del Calvario que subo cada día me parece más bienla ruta de la felicidad» 147. Y un mes antes de morir, cuando mayoresson su debilidad física y sus sufrimientos, escribe: «Si supiese lafelicidad inefable que goza mi alma pensando que el Padre me hapredestinado para ser conforme a la imagen de su Hijo crucificado...[Rm 8,29]. Es san Pablo quien nos comunica esta elección divina,que parece ser mi porción...» 148

La confianza absoluta en el amor de Dios le ofrece la perspec-tiva adecuada para superar el peligro de una exaltación enfermizadel dolor 149. Efectivamente, la aceptación del sufrimiento está total-mente empapada de confianza. En un billete a la priora, a finales deseptiembre de 1906, escribe: «Vuestra pequeña alabanza de gloriasufre mucho, mucho; es el “amor excesivo”, la dispensación divinadel dolor... Estoy totalmente cobijada en la oración de mi Maestroy llena de confianza en su poder todopoderoso» 150. No hay, pues,lugar para el temor, sólo para la confianza. Incluso ante la perspec-tiva de la muerte, el amor de Dios es argumento suficiente paraevitar cualquier inquietud: «“Dios nuestro Señor es rico en miseri-cordia, a causa de su inmenso amor”. No tema usted, pues, nada esa

147 GV 7.148 C 324.149 Cf. C 263, donde intenta apartar a la señora de Sourdon de una visión

expiatoria del sufrimiento y orientarla hacia la confianza.150 C 319.

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hora por la que todos debemos pasar. La muerte, querida señora, esel sueño del niño que se duerme sobre el corazón de su madre» 151.

Otra dimensión que conlleva la confianza en el amor de Cristoes la aceptación gozosa de la propia debilidad, pues de esta formaactúa en el creyente la fuerza de Cristo y se hace más evidente yeficaz su presencia. Se trata igualmente de una idea inspirada en losescritos paulinos. Isabel comenta en una carta a Germaine de Ge-meaux: «¿Se acuerda de este hermoso desafío del apóstol: “¿Quiénme separará del amor de Cristo?” [Rm 8,35] ¡Ah! Es que habíasondeado el corazón de Cristo, sabía qué tesoros de misericordiaestán encerrados en él, y exclama lleno de confianza: “Me glorío enmis debilidades, porque cuando soy débil habita en mí la fortalezade Jesucristo” [2Co 12,9-10]» 152. Más adelante, en plena enferme-dad, escribe a su hermana: «Dios dijo a san Pablo: “Te basta migracia, pues la fortaleza se perfecciona en la debilidad”, y el gransanto lo había comprendido tan bien que decía: “Me glorío en misdebilidades, porque cuando soy débil la fuerza de Jesucristo habitaen mí”. ¿Qué importa lo que sintamos? Él es el inmutable, el queno cambia nunca. Te ama hoy, como te amó ayer, como te amarámañana...» 153

6. ALABANZA DE GLORIA

Por supuesto, no es posible hablar de la influencia de san Pabloen Isabel sin referirse a la expresión que Isabel convierte en lamejor definición de sí misma: «alabanza de gloria». El majestuosohimno que abre la Carta a los Efesios es uno de los textos preferidosde Isabel. Diversos fragmentos del mismo aparecen a menudo ensus escritos. En un determinado momento de su vida, Isabel extraedel himno una expresión que hace suya hasta asumirla como la des-cripción de su propia vocación personal. Al final del himno se ex-presa la idea de que la voluntad de Dios es que los elegidos sean

151 C 224, una carta donde abundan los ecos de Teresa de Lisieux, comoesta imagen maternal de Dios.

152 C 252.153 C 298.

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«alabanza de gloria» (Ef 1,12). Isabel lo cita a menudo en latín, talcomo lo oye en el texto litúrgico, y sin cambiarle ni siquiera ladeclinación: «Laudem gloriae». La primera vez que usa esta expre-sión latina es cuando asegura que ha descubierto su vocación en estetexto de san Pablo: «¿Quiere usted... consagrarme al poder de suamor para que sea de verdad “Laudem gloriae”? He leído esto ensan Pablo y he comprendido que ésta era mi vocación desde eldestierro, esperando el Sanctus eterno» 154.

Pocos días después repetirá algo muy parecido en otra carta:«Le voy a hacer una confidencia muy íntima: mi sueño es ser “laalabanza de gloria”. He leído esto en san Pablo, y mi Esposo meda a entender que ésta es mi vocación en el destierro, mientrasespero ir a cantar el Sanctus eterno en la ciudad de los santos» 155.Anteriormente ya había leído y citado el texto paulino, porejemplo en enero de 1904: «Unámonos para hacerle olvidar todoa fuerza de amor y seamos, como dice san Pablo, “la alabanza desu gloria”» 156.

A partir de enero de 1906 considera que «Laudem gloriae» es sunombre propio y usa esta expresión para firmar sus cartas. Además,la identifica con el nombre nuevo del que habla el libro del Apoca-lipsis: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.Al vencedor le daré de comer del maná escondido, y le daré unapiedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cualnadie conoce sino el que lo recibe» (Ap 2,17). Así lo formula Isabelal final de El cielo en la fe: «En el cielo de nuestra alma seamosalabanzas de gloria de la Santísima Trinidad, alabanza de amor denuestra Madre Inmaculada. Un día se descorrerá el velo, seremosintroducidas en los atrios eternos y allí cantaremos en el seno delAmor infinito. Y Dios nos dará el nombre prometido al vencedor.¿Cuál será?... Laudem gloriae» 157.

Según Isabel, ser alabanza de gloria tiene que ver directamen-te con el amor: «...Ser enraizado y fundado en el amor: Tal es, meparece, la condición para desempañar dignamente su oficio de “lau-

154 C 250.155 C 256.156 C 191.157 CF 44.

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dem gloriae”» 158. Más aún, ser alabanza de gloria es lo único quedebe hacer el creyente, todo lo demás hay que dejarlo a Cristo: «Ynosotras desaparezcamos. Olvidémonos, seamos sólo la “alabanzade su gloria”, según la bella expresión del Apóstol...» 159

CONCLUSIONES

La influencia de la Biblia en Isabel es determinante. La presen-cia de citas bíblicas en sus escritos es realmente abundante. Escierto que en términos absolutos son pocas, y muchas veces repeti-das. Es posible reconocer una serie de ideas fundamentales, en tornoa las cuales gira la experiencia y la espiritualidad de Isabel, y hayque reconocer que se trata de elementos de gran importancia en larevelación bíblica y en concreto en la espiritualidad paulina. Isabel,a partir de su propia experiencia de Dios, ha sabido descubrir en lostextos de la Escritura la expresión adecuada de su vivencia interior.

No hay en ella grandes aportaciones teológicas, pero sí unavivencia personal de elementos fundamentales de la espiritualidadcristiana. El punto de partida es la centralidad del amor de Dios, quenos ha amado, nos ha elegido y se ha hecho tan cercano que resideen el interior del creyente. La experiencia de la inhabitación de Diosen ella lleva a Isabel de la Trinidad a una vida de amor, de confian-za y de alabanza. Mantiene una atención constante a Cristo comoMaestro interior, y avanza en la identificación progresiva con él,hasta llegar a sentirse copartícipe de su pasión.

Isabel de la Trinidad descubre en los escritos paulinos un len-guaje por el que se siente cada día más atraída, hasta hacerlo propio.Algunas de sus cartas son poco más que un florilegio de textospaulinos. Sin duda, san Pablo es para Isabel el modelo y el maestroen su vida interior y especialmente en su unión con Cristo.

158 UE 20.159 C 220.