SANTA ANN YA LA INVASIÓN VISTOS PO BERMUDER Z DE...
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S A N T A A N N A Y L A INVASIÓN VISTOS POR B E R M U D E Z
D E CASTRO
Luis NICOLAU D'OLWER
E L CLIMA POLÍTICO creado en España a l declararse l a mayor
e d a d de Isabel I I y tomar el p o d e r los " m o d e r a d o s " c o n e l
g e n e r a l Narváez, puso término a l a legación en M é x i c o d e l
"progres is ta" d o n P e d r o Pascual de O l i v e r . A p a r t e su misión
o f i c i a l , e l n u e v o m i n i s t r o p l e n i p o t e n c i a r i o de España, d o n
S a l v a d o r Bermúdez de Castro, traía otra oficiosa: fac i l i tar l a
empresa de los políticos mexicanos que trabajaban a favor
de l a m o n a r q u í a de u n Borbón, n u n c a tan próx ima como
b a j o l a pres idencia de l general Paredes y A r r i l l a g a . Bermú-
dez de Castro fué u n o de los animadores d e l " p a r t i d o con-
servador" y m a n t u v o estrecha relación con d o n L u c a s A lamán.
E l d ip lomático español i n f o r m a a su g o b i e r n o y también
a l de F r a n c i a , de cuyos negocios estuvo encargado durante dos
largos años, después que h u b o de sal ir de esta c a p i t a l e l atra-
b i l i a r i o representante de L u i s F e l i p e , barón A l l e y e de Cyprey .
Consérvanse ambas series documentales en e l archivo de l a
E m b a j a d a de España, 1 y no carece de interés m u c h o de l o que
e n ellas se puede espigar.
T r a t a r e m o s ahora de presentar l a i m a g e n que e l m i n i s t r o
español se f o r m ó de l a a c t i v i d a d polít ico-militar d e l general
S a n t a - A n n a , que adquiere singularísimo rel ieve a l conjugarse
c o n l a invasión d e l ejército norteamericano, e l hecho más
trascendental s i n d u d a , después de l a Independencia , en l a
h i s t o r i a d e l M é x i c o m o d e r n o . Observador atento, perspicaz
y b i e n i n f o r m a d o , Bermúdez de Castro captó u n a impresión
d i r e c t a de los hombres y de los hechos d e l t r i e n i o 1845-1847
y l a refleja e n sus despachos, escritos c o n ágil p l u m a . N o en
v a n o había frecuentado las peñas l i terarias , donde adquir ie-
r o n c e l e b r i d a d sus bermudinas.
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E L 15 DE MARZO de 1845 Bermúdez de Castro presenta sus cre-denciales al presidente de la República general don José Joaquín de Herrera, y a los pocos días llega a México la no-ticia de haber aprobado el Congreso norteamericano la agre-gación de Texas. E l ministro de Relaciones Exteriores, don Luis Gonzaga Cuevas, confía en que Inglaterra y Francia querrán sostener la independencia de Texas, ilusión que el representante español desvanece por completo en una dra-mática entrevista, el día 22 de marzo. Ofrece en el mismo momento el puerto de L a Habana a la escuadra mexicana del Golfo, para que no cayera, declarada la guerra, en manos de los Estados Unidos. "Sea cual fuere el resultado de mi oferta, dice, lo que no puedo dudar es del buen efecto que c a u s ó . ' ' 2 Desvanecida también la esperanza de que Texas no admitiría el decreto tal como Washington lo había aprobado,3
otra nueva surge en el horizonte cuando, aprovechando las disposiciones independentistas del presidente Anson Jones y del secretario de Estado, Alien, los ministros de Francia y de Inglaterra en Texas consiguen que éste proponga a México unos "preliminares de paz". E l gobierno de México acepta y desea que los arbitros previstos en el artículo IV, a quienes habían de referirse "los puntos disputados respecto al territo-rio y otras materias", sean Inglaterra, Francia y España. 4
Pero entre tanto el Senado y la C á m a r a de Diputados de Texas aprueban la agregación. 5
A l optimismo de salvar la paz, sucede el más absurdo toda-vía de no perder la guerra. E l ministro Cuevas, escribe Ber-múdez de Castro, 6
me ha enumerado los medios con que cuenta el Gobierno para
hacer u n a invasión en Texas, juzgándolos, si no suficientes para
reducir definitivamente a l a obediencia aquel territorio, bastantes
a l menos para llegar a las orillas del Sabina y causar grave mal a
los texanos. . . Estos 19,000 hombres podrán, según los cálculos
del Gobierno, anular las fuerzas de Texas y de los Estados Unidos ,
dictando las condiciones de una paz digna y honrosa. Pero hay
mucho de ilusión en estas suposiciones.
Otros más sensatos, atentos a la realidad de México, visto que " la situación agitada en que se encuentra en el interior y los vicios de su administración harían sumamente arriesgada una
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l u c h a con los Estados U n i d o s " , p o n e n su confianza e n que
éstos q u i e r a n " r e d i m i r l a i n c o m o d i d a d de u n a c a m p a ñ a " avi-
niéndose a pagar u n a indemnización como r e c o n o c i m i e n t o de
d o m i n i o , y a f i jar l a f rontera e n e l r ío Nueces . 7 L o s eternos
i lusos se a n i m a n de n u e v o con e l mensaje d e l presidente P o l k
(enero de 1846), pues
los términos en que se expresa respecto a las pretensiones sobre el
Oregón les hacen creer que, no conformándose la Inglaterra con
tanta arrogancia y tan parcial justicia, estallará l a guerra entre am-
bas naciones, y encontrándose México sostenido por tan poderoso
aliado, no dudan del tr iunfo de su causa y de l a humillación de sus
vecinos del Norte.8
Prodúcese entre tanto u n c a m b i o en l a escena pol í t ica de
M é x i c o . E n efecto, l l e v a b a apenas u n año en el p o d e r e l ge-
n e r a l H e r r e r a , c u a n d o el general Paredes, que m a n d a b a e l ejér-
c i t o de reserva de San L u i s Potosí, se pronunció, o c u p a n d o
personalmente l a pres idencia e l día 2 de enero de 1846. E n
este nuevo cuartelazo los l iberales v i e r o n n o sólo u n a traición,
s i n o u n paso h a c i a l a m o n a r q u í a y l a d i c t a d u r a . 9
L a s protestas republ icanas d e l discurso de Paredes ante l a
C á m a r a n o satisfacen a l a opinión democrática, que las juzga
u n a añagaza p a r a adormecer sospechas y ejecutar más segura-
mente e l proyecto de instaurar l a monarquía . L a prensa ataca
d ía tras día a l G o b i e r n o y a l Congreso p o r sus tendencias
monárquicas, t r a t a n d o de exci tar l a a l a r m a sobre sus inten-
c i o n e s . 1 0 Presta ca lor a l m o v i m i e n t o m o n á r q u i c o l a t irante
situación con los Estados U n i d o s . T a n t o es así, que e l m i n i s -
t r o S l i d e l l , c u y a sa l ida de México , según las instrucciones da-
das a los comodoros, debía desatar e l ataque contra V e r a c r u z
y l a ocupación de las C a l i f o r n i a s , mandó, s in embargo, "sus-
p e n d e r todo acto de h o s t i l i d a d hasta consultar a su gobierno,
temeroso de l m o v i m i e n t o m o n á r q u i c o que empezaba a m a n i -
festarse en M é x i c o , y que él creía podía desarrollarse y crecer
e n e l calor de l a guerra entre ambos países". M e n u d e a b a n las
p r o n u n c i a c i o n e s e n e l Sur, Mazat lán y G u a d a l a j a r a , a l g r i t o
de ¡Muera el príncipe extranjero!11
Se r o m p e n a l f i n las relaciones diplomáticas con los Esta-
dos U n i d o s , y e n a b r i l de 1846 los norteamericanos avanzan
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del Nueces al Bravo, ocupando por tanto parte de Tamaulipas y de Nuevo León. Es ya definitavamente la guerra.
SANTA-ANNA , con su acostumbrada duplicidad, al mismo tiempo que desde L a Habana se ofrece a Paredes para cons-tituir un gobierno fuerte y acabar con la federación, pide al gobernador de Yucatán su neutralidad en la lucha que se propone contra Paredes para restablecer la Constitución fe-deral de 1824, y alarma al ejército con una activa correspon-dencia. Asegura en ella a los oficiales que, siendo la intención del presidente Paredes entronizar una dinastía extranjera, van a ser cómplices de la pérdida de la independencia de la pa-tria, y además, que un príncipe europeo licenciará ese ejército como un instrumento de revolución. 1 2
Por fin, el 31 de julio de 1846, Veracruz y San Juan de U l ú a se pronuncian por el retorno del desterrado Santa-Anna, y va a buscarlo a L a Habana un oficial de aquella guarnición; al mismo tiempo, el comandante general de México, gene-ral Mariano Salas, proclama la caída del Gobierno y del Con-greso "monárquicos" . Salas, que asume el mando supremo, se proponía un puro cuartelazo, pero Gómez Farías se presenta en nombre de Santa-Anna para dar una dirección política al movimiento. Santa-Anna, enarbolando ahora la bandera libe-ral y "ultrafederalista", como dice Bermúdez de Castro, lanza al desembarcar en Veracruz un manifiesto que contiene con-ceptos sorprendentes, dada la hora histórica que México vivía. Llega Santa-Anna a la Capital el 14 de septiembre; no acepta el poder ejecutivo, que seguirá en manos de Salas hasta la re-solución del Congreso constituyente, y asumiendo el mando de las fuerzas, sale hacia la frontera. 1 3
Uno de los primeros actos del nuevo gobierno —que en su proclama reiteró la acusación monárquica contra los antiguos poderes— había sido destituir al señor Valdivieso, ministro ple-nipotenciario en Madrid y luego en París, encargado por el gobierno del general Paredes de proponer la restauración bor-bónica a los gabinetes de España y de Francia. T a l afirmaba por lo menos Crescencio Rejón, alardeando de poseer las pruebas. 1 4
A fines de 1846 se había reunido el Congreso extraordina-
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r i o , cuyo g r u p o d o m i n a n t e era e l de los puros.15 S a n t a - A n n a
fué n o m b r a d o presidente i n t e r i n o de l a R e p ú b l i c a y V a l e n t í n
G ó m e z Farías fué vice-presidente, q u i e n , p o r c o n t i n u a r aquél
e n e l m a n d o d e l ejército, se h i z o cargo d e l poder ejecutivo.
" E l fanatismo polít ico d e l señor Farías —dice e l m o d e r a d o
Bermúdez de Castro—, l a exageración de sus opiniones demo-
cráticas y e l recuerdo de sus persecuciones de 1833, h a n hecho
m i r a r con temor, entre los hombres pacíficos de todos los par-
tidos, su elevación a l p o d e r . " 1 6 L a apurada situación d e l
tesoro hace que Gómez Farías, apoyado p o r e l Congreso, de-
c i d a echar m a n o de los bienes eclesiásticos, hasta entonces
s iempre respetados, p a r a hacer frente a las eventualidades de
l a guerra. E s t a m e d i d a fué e l ag lut inante de l a oposición
c o n t r a el G o b i e r n o . S i fracasó e l general V e n t u r a M o r a a l pro-
c l a m a r en Mazat lán l a d i c t a d u r a de Santa-Anna, p o r q u e e l
ejército se m a n t u v o espectador indiferente y p o r q u e " l a con-
d u c t a del G e n e r a l en esta embarazosa c o y u n t u r a fué l a que h a
s i d o siempre e n semejantes casos: denunció a sus amigos y los
entregó a su s u e r t e " , 1 7 t u v o e n c a m b i o u n a i m p o r t a n c i a deci-
s iva l a revolución que estalló en l a c a p i t a l l a noche d e l 26
a l 27 de febrero de 1847 — e l pronunciamiento de los pol-
kos, que merece todas las simpatías de Bermúdez de C a s t r o . 1 8
S a n t a - A n n a empieza p o r mostrarse enemigo d e l p r o n u n -
c i a m i e n t o de los polkos, con u n "lenguaje tan curioso como
n u e v o en b o c a d e l más a n t i g u o y constante corifeo de las
revoluciones" ; pero cuando l a cuestión polít ica se h a conver-
t i d o en cuestión social y es l l a m a d o p o r l a mayoría del C o n -
greso "exci tándolo e n n o m b r e de l a N a c i ó n p a r a que como
presidente i n t e r i n o v i n i e r a a hacerse cargo d e l poder ejecutivo
de l a R e p ú b l i c a " , entra en l a V i l l a de G u a d a l u p e e l 21 de
marzo, j u r a e l cargo y toma en seguida medidas conservadoras.
L o s polkos h a n t r i u n f a d o . S a n t a - A n n a regresa a l frente, y
o c u p a l a pres idencia i n t e r i n a e l general P e d r o M a r t í n A n a y a . 1 9
A L EMPEZAR E L AÑO 1847, ^ a l ínea de las fuerzas americanas
—escribe Bermúdez de C a s t r o — se ext iende ahora desde T a m p i -
co a Aguas Nuevas , p o r V i c t o r i a , L i n a r e s , M o r e l o s , S a l t i l l o y
M o n t e r r e y , o c u p a n d o además en e l Pacífico las C a l i f o r n i a s
y en el Seno M e x i c a n o a M a t a m o r o s , T a m p i c o , F r o n t e r a y
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L a Laguna". 2 0 Sucédense luego la derrota de Angostura, 2 1 la
ocupación de Chihuahua, 2 2 la de Veracruz, 2 3 y la rendición
de San Juan de U l ú a . 2 4 Seguidamente, con la derrota de Cerro
Gordo se disloca el ejército y los invasores ocupan Jalapa y
Perote.2 5
E n abril de 1847 parece probable y próxima la ocupación
de la Capital. E l ministro español no piensa salir de ella,
aunque este hecho se produzca, y pide instrucciones a su go-
bierno:
Acreditado cerca del gobierno mexicano, m i deber es, por regla
general, seguirle; pero este deber tiene límites, y l a regla general
tiene excepciones. Ocupada la Capita l , dominada por los america-
nos l a mitad de l a República, independientes de hecho o de derecho
los Estados restantes, ¿cuál es la posición del ministro de España al
lado de u n poder que a nadie manda, huyendo con u n gobierno
fugitivo? Si a l menos se hallase ese gobierno seguro de su existencia,
si tuviese fuerza para hacer respetar las inmunidades y considera-
ciones diplomáticas, si contase con una plaza fuerte donde defen-
derse y resistir, pudieran acompañarle las legaciones extranjeras,
pero según todas las probabilidades, ha de suceder precisamente lo
contrario; y en esas escenas que se preparan, ridiculas o vergonzo-
sas, no tiene posición útil y digna el representante de Su Majestad.
H e hablado extensamente de este asunto con el ministro de In-
glaterra, el cual está resuelto a permanecer en México sean cuales
fuesen las circunstancias del país, mientras llega la licencia que ha
pedido hace dos meses a su Corte. E n cuanto a mí, resuelto a no
rebajar n i comprometer la dignidad del puesto que Su Majestad me
h a confiado, seguiré observando el giro que tomen los asuntos
públicos, para obrar con arreglo a mis deberes y a l a situación de
los negocios.26
Contéstale don Joaquín Francisco Pacheco que
si llegase el caso de que las fuerzas de los Estados Unidos obliguen
a ese gobierno a abandonar l a Capita l , dejando de hecho de ser go-
bierno de la República, vuestra señoría debe limitarse a retirar de
la puerta de la casa de l a Legación las armas de España, poniéndose
de acuerdo con los representantes de los demás países en cuanto su
conducta posterior, y absteniéndose de dar ningún paso que coloque
al gobierno de Su Majestad en una posición especial, n i le compro-
meta a desviarse en lo más mínimo de l a estricta neutral idad que
ha adoptado como norma de su conducta y que tanto ha recomen-
dado a sus agentes desde que estalló la guerra.27
De la ocupación de Puebla por las tropas del general Scott,
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que marcan u n ja lón decisivo en l a h i s t o r i a de l conf l icto, d a
u n a impresión v i v a y d e p r i m e n t e u n o de los más interesantes
despachos de Bermúdez de Castro:
A las 1 0 y media de l a mañana entraron el día 15 [mayo de 1 8 4 7 ]
las tropas invasoras. . . A l anuncio de su llegada se había sobre-
puesto la curiosidad al temor; las mujeres se hallaban en los balco-
nes y el pueblo discurría por las calles o llenaba las azoteas. Las
exageraciones de los fugitivos acerca de su aire marcial y de sus
estaturas habían excitado fuertemente l a atención. Creían ver u n
ejército de gigantes, perfectamente equipado y vestido, adornado de
l a mayor instrucción, sujeto a la más rigurosa disciplina, provisto
de armas superiores a las usadas en la República; y grande fué l a
sorpresa de los curiosos a l notar el triste aspecto de aquellas afama-
das tropas. A l lado de hombres robustos y altos, formaban otros
pequeños y enfermizos, l a mayor parte sin uniformes, muchos casi
desnudos y todos sumamente maltratados por el cansancio y el des-
aseo. Seis u ocho m i l individuos del populacho los rodeaban, exa-
minando y .ocando los cañones y los fusiles para asegurarse de que
eran semejantes a los conocidos entre ellos. N o les manifestaban n i
simpatía n i odio; los recibían más bien como viajeros que como
enemigos.. .
Los jefes americanos... temen las querellas personales y tratan
de evitar una reacción. P o r esto se conducen con la mayor circuns-
pección y mesira, mostrándose con los naturales afables y corteses;
por esto pagan cuanto necesitan y no permiten género alguno de
vejaciones; por l a misma causa también afectan cuidadoso respeto
hacia la religión y acuden a oír misa con el más devoto recogimien-
to. E l general V o r t h pidió permiso a l obispo para visitarle, y a l
devolverle el prtlado su cortesía, l a guardia formada en l a puer-
ta d e l jefe americano batió marcha y le presentó las armas, con gran
aplauso y satisfaíción de los habitantes de Puebla. E l Clero se ha
manifestado desee el p r i n c i p i o ajeno a esta cuestión. Amenazado
del completo desojo de sus propiedades, único recurso con que se
está manteniendo la guerra, sin participación en los negocios públi-
cos, n o alcanzanio tampoco esperanza alguna de remedio para las
continuas revoluciones de este país, ha preferido a la autoridad de
su gobierno el yigo de los invasores. 2 8
BERMÚDEZ DE CASTRO, q u e descontaba desde el p r i m e r mo-
m e n t o l a ocupaciói de las C a l i f o r n i a s y e l b l o q u e o de ambos
l i torales, se sorpreide, s i n embargo, de "los progresos de u n
ejército t a n corto ^ tan desorganizado como e l de los Estados
U n i d o s " . 2 9 Es que e l ejército m e x i c a n o , si tiene buenos sol-
dados q u e hubieran p o d i d o ser guerr i l leros excelentes, carece
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en cambio de oficiales con espíritu militar. "Aquí ocurre lo contrarió que en otras partes: la oficialidad huye en el mo-mento de peligro; los soldados, aunque abandonados, perma-necen en sus puestos..." 3 0
Soldados capaces de disputar la victoria a las fuerzas america-
nas, si contasen, como éstas, con oficiales pundonorosos e instruidos.
Pero los oficiales de la República han salido de la escoria de l a so-
ciedad; sin valor, sin conocimientos n i discipl ina, deben los fáciles
ascensos de su carrera a los escándalos de miserables revoluciones.
Lástima causa al ver u n ejército como el improvisado por Santa-
A n n a , pensar que será irremediablemente batido. Pero no hay en
sus filas u n jefe; no hay u n oficial que sepa dirigir l a puntería de
los cañones. Sólo de fuerzas semejantes pudiera sei vencedor lo que
se l lama ejército americano.31
Si esta última frase indica el poco aprecio que el ministro de España tenía por el ejército de los Estados Unidos, no pa-rece mayor el que le merecía su armada:
. . .una escuadra con mucha menos disciplina de lo que se juzga en
E u r o p a , con tripulantes poco experimentados, con artilleros sin
instrucción n i ejercicio. L a tentativa del comodoro Cunner sobre
Alvarado, el ataque del comodoro Perry sobre Tabasco, la pérdida
de siete buques de guerra en costa tan conocida y con tan sencillas
evoluciones, dan tristísima idea de la apt i tud narinera y mi l i tar de
las fuerzas navales de los Estados Unidos.32
Como siempre, la derrota despierta suspicacias acerca de la lealtad de los jefes militares, y cierto es jue la extraña con-ducta de Santa-Anna parece adrede para alimentar toda suerte de rumores. L a conferencia que, se decía, :uvo en L a Habana con emisarios de los Estados Unidos; la cor esía de los oficiales norteamericanos que permitieron la entrada en el bloqueado puerto de Veracruz al barco que conducía a Santa-Anna y le ofrecieron sus respetos; el misterioso viaje de su antiguo mi-nistro de Hacienda Haro y Tamariz a Washington y, sobre todo, aquellas palabras de su Manifiesto dt Veracruz aludien-do a vagas amenazas de intervención europea recogidas por el Times de Londres —". . .si se tratara de realizar semejantes enormidades, sería fácil hacer callar los intereses de raza, para dejar hablar los de todo un Continente, y no sorprendería entonces que un mundo se enfrentara al oto"—, 3 3 acaso la pri-mera afirmación "rnonroísta" de Hispanoimérica; todo ello
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hace escr ib ir a l m i n i s t r o de España: "Sospéchase que viene
S a n t a - A n n a de acuerdo con los Estados U n i d o s / ' 3 4
L a s sospechas n o tardan e n t o m a r cuerpo:
[El abandono de Tampico] ordenado por Santa-Anna bajo el f r i -
volo pretexto de la dif icultad de su defensa, y su fácil ocupación por
los Estados Unidos, han dado nuevos visos de probabi l idad a los
rumores que atribuyen la inexplicable conducta de aquel general a
su connivencia con el gobierno de Washington. L a importancia
de tan interesante punto valía l a pena de disputar su pose-
sión, y no se concibe cómo se manda evacuar sin tener u n solo
enemigo a la vista, y contando con guarnición suficiente para impe-
dir u n desembarco.35
O r d e n a d a a q u e l l a evacuación y también l a de C i u d a d V i c t o -
r i a , e l general en jefe permanece " indi ferente a los adelantos
de los invasores; no se ocupa, a l parecer, de otra cosa que de
r e c l a m a r remesas continuas de d i n e r o . E n vano censuran agria-
m e n t e los periódicos su i n e x p l i c a b l e i n a c c i ó n . . . Según las
cartas d e l cuarte l general, poco se piensa allí en l a guerra; r a r a
vez se hacen ejercicios n i evoluciones, y e l juego consume
g r a n parte de l t iempo p a r a los jefes y p a r a los soldados." 3 8 Y
c u a n d o S a n t a - A n n a a b a n d o n a su inacción y sale de San L u i s
Potosí , se m i r a n con recelo y desconfianza sus movimientos :
" T e m í a s e que fuera su m a r c h a u n m e d i o de a b r i r a las tropas
invasoras las puertas de l a C a p i t a l y los caminos d e l inte-
r i o r . " 3 7 T a l e s cosas se m u r m u r a n d e l general en jefe. Y de
los generales M o r a l e s y L a n d e r o , responsables de l a capitula-
c i ó n de V e r a c r u z y de San J u a n de U l ú a , e l p r o p i o m i n i s t r o
de Relac iones , d o n M a n u e l B a r a n d a , asegura a Bermúdez de
C a s t r o " q u e se h a l l a m o r a l m e n t e convencido de l a traición,
c o m p r a d a con oro a m e r i c a n o " . 8 8 ¿Cómo podría ser de otra
manera? Se sabe que e l Congreso de los Estados U n i d o s h a
votado tres mi l lones de pesos p a r a gastos secretos de l a cam-
paña, los cuales " a y u d a n marav i l losamente a l a r u i n a y des-
moral ización de esta triste R e p ú b l i c a : los partidos se acusan
m u t u a m e n t e de hallarse vendidos a l enemigo; se desconfía de
los gobiernos, se desconfía de los generales, y en este revuelo
general todos los esfuerzos se p a r a l i z a n " . 3 9
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L A VERDAD ES QUE, paralela a la acción militar, los Estados Unidos emprenden contra México una doble ofensiva, diplo-m á t i c a y política.
A los pocos meses de empezada la campaña, en septiembre de 1846, habla Bermúdez de Castro de una proposición ame-ricana de negociaciones de paz, sin previo armisticio; 4 0 Ingla-terra ofrece su mediación para un arreglo pacífico y honroso, y el gobierno mexicano agradece la oferta que traslada al Con-greso, donde continúa estancada en mayo de 1847. 4 1 " L a falta de actividad del ministro de Inglaterra—escribe el de España— le ha dejado tomar un giro que era sumamente fácil evitar, y su gobierno debe estar muy poco satisfecho de no haber podido alcanzar en el largo espacio de nueve meses ni la aceptación ni la repulsa de la mediación ofrecida." 4 2 E n marzo de 1847 n a D i a traído una propuesta de negociación Ale-jandro Atocha, turbio individuo de origen español y ciuda-dano de los Estados Unidos, después de haberlo sido de Mé-xico; 4 3 pero Gómez Farías se niega a tratar "mientras un soldado norteamericano hollase el territorio"; actitud que explica Bermúdez de Castro por razones de política interior: "Amenazado por la revolución, temió dejar su puesto sin deci-dir este asunto y, recelando de las intenciones de Santa-Anna, se apresuró a desvanecer con los términos de su respuesta toda esperanza de negociaciones con los Estados Unidos." 4 4 E n junio del propio año, y esta vez por el honorable conducto del ministro de Inglaterra Mr . Buchanam, se presentan condicio-nes de paz, sustancialmente idénticas a las que impondrá el Tratado de Guadalupe Hidalgo: frontera en el río Bravo y en el paralelo 32 latitud Norte. 4 5 E l gobierno mexicano no responde a tales proposiciones, pero "el Diario Oficial—ob-serva el ministro de España—ha dejado sus declaraciones beli-cosas para discutir las condiciones de la paz; sus artículos han causado sensación al público, considerándose como un medio de explorar y preparar la opinión para próximas y formales negociaciones... Existen fundadas esperanzas de una paz me-nos lejana de lo que se creía. No es fácil anunciar de ante-mano las condiciones de un arreglo, pero siempre han de ser costosas y humillantes para la República . " 4 6
¿Había sugerido alguien la mediación de España? E n todo
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caso, Bermúdez de Castro se alegra de que n o sea ésta l a acti-
t u d a d o p t a d a p o r su gobierno. " L a única polít ica previsora
— d i c e — es l a seguida p o r e l gobierno de S u Majestad. A l p r i n -
c i p i o p u d o hacerse otra cosa; pero h o y u n a part ic ipación acti-
v a en estos negocios, s in traernos l a m e n o r ventaja, perju-
dicaría nuestros intereses y comprometería nuestra naciente
i n f l u e n c i a e n todas las Repúbl icas de o r i g e n español. L a
reserva y l a n e u t r a l i d a d son, en m i entender, u n a necesidad y
u n a c o n v e n i e n c i a p a r a España." Más explícitamente, escribe
c o n fecha 29 de enero de 1847 a su colega en W a s h i n g t o n (mi-
n i s t r o que fué e n México) d o n Á n g e l Ca lderón de l a Barca ,
q u i e n le tras lada las instrucciones de d o n Francisco J a v i e r
Is tur iz :
Si b ien me parece noble y lúcida tarea l a de reconciliar a los
pueblos enemigos entablando las gestiones preliminares de l a paz,
miraría como u n verdadero infortunio que fuese admitida por
las dos Repúblicas la mediación de España. Entre las exigencias
altaneras de los vencedores y la resistencia suspicaz de los vencidos,
l a justicia de la nación mediadora sería posiblemente u n título de
desconfianza y de resentimiento de ambos; y preciso es conocer a
fondo l a índole de este país para comprender la incalculable d i f i -
cultad de hacerle consentir en los sacrificios indispensables para l a
terminación de la guerra.
L e satisface que l a polít ica adoptada p o r su gobierno n o le
i m p o n g a " l a obl igación de i n t e r v e n i r en tan in justo c o m o i n -
evitable d e s p o j o " . 4 7
P a r a e l f u t u r o , las previsiones d e l m i n i s t r o Bermúdez de
C a s t r o c o i n c i d e n con las de su antecesor d o n P e d r o Pascual
de O l i v e r :
E l desmesurado engrandecimiento de los Estados Unidos puede
llegar a ser fatal para los intereses marítimos y coloniales de Espa-
ña. L a extensión cada vez mayor de su dominio en el Seno mexica-
no amenaza nuestras Anti l las , mientras la adquisición de l a A l t a
C a l i f o r n i a va acercándolos a nuestras posesiones del Asia. Sus desig-
nios sobre l a Isla de Cuba forman u n objeto de discusión en su
t r i b u n a y en sus periódicos, y algo me h a sido dable revelar a
vuestra excelencia acerca de los planes de su gabinete 48
L A OFENSIVA POLÍTICA l a e m p r e n d e n los Estados U n i d o s p o r
dos c a m i n o s : el p r i m e r o de ellos, l a disgregación territo-
-
5 8 LUIS NICOLAU D'OLWER
rial . Con fecha 28 de agosto de 1846, Bermúdez de Castro observa que los americanos excitan los departamentos del Nor-te a la independencia.
Con el f in de promover la agregación de aquellos territorios a los
Estados Unidos, se han fundado en Matamoros dos periódicos, e l
uno intitulado La República del Río Bravo y el otro La Diana de
Matamoros. E n ellos se ofrece toda clase de ventajas a las comar-
cas que se separen de México para incorporarse a la Unión, y se
procura introducir la división en los pueblos de l a frontera. 4^
U n mes más tarde, da cuenta de la ocupación de Nuevo México :
E l ejército americano enarboló su pabellón en Santa Fe. E l cle-
ro, todas las autoridades políticas y judiciales, las tropas que se
pasaron y los más notables habitantes de l a ciudad prestaron jura-
mento solemne de obediencia al gobierno de los Estados Unidos.
T a l es la situación de esta República en el Norte. Sin espíritu públi-
co, sin medios de defensa . . . , aquellos departamentos reciben con
resignación, si no con gusto, a las fuerzas americanas. Este gobier-
no, entre tanto, no sabe protegerlos contra l a invasión n i ampararlos
de los indios bárbaros que, a favor de l a confusión de la guerra,
renuevan en todas partes sus sanguinarias y desastrosas invasiones. 5 0
E n marzo siguiente, al entrar en la ciudad de Chihuahua, el comandante americano propone al Congreso del Estado su neutralidad en la guerra, lo que equivale a su separación de M é x i c o . 5 1
No es esto sólo. Después de la ocupación de Puebla, los trabajos del general Scott no son de índole puramente militar. Sus agentes siguen a la par dos intrigas: una secreta, con cier-tos miembros del gobierno y con algunos individuos del parti-do moderado, que siempre desearon evitar o concluir la con-tienda; y otra, que se exhibe a la luz del día, en el manifiesto firmado por el General y escrito por un tal Campos, ciudadano mexicano y español de origen, "aventurero que no tiene patria n i reconoce principios". 5 2 Afírmase allí que el gobierno del general Paredes "desconoció los intereses nacionales así como los del continente americano, y eligió, además, las influencias extrañas más opuestas a estos intereses y más funestas para el porvenir de la libertad mexicana y del sistema republicano que los Estados Unidos tienen el deber de conservar y prote-
-
SANTA-ANNA Y LA INVASIÓN 59
ger" . L a d o c t r i n a de M o n r o e i b a a c u b r i r así l a desmembra-
c i ó n de México . E l párrafo ú l t imo sintetiza e l tenor de l a
campaña h e c h a de cara a los elementos democráticos:
¡Mexicanos! Dejad correr de una vez esos hábitos de colonos y
sed verdaderamente libres, verdaderamente republicanos, y m u y
pronto podréis ser muy ricos y muy felices, pues tenéis todos los
elementos para serlo; mas pensad que sois americanos y que no ha
de venir de E u r o p a vuestras felicidad.53
T a l era l a consigna o f i c i a l . " P a r a parecer desinteresados en
esta l u c h a —escribe e l m i n i s t r o español, en mayo de 1847—, l ° s
oficiales de los Estados U n i d o s p r e d i c a n cont inuamente ideas
de f r a t e r n i d a d entre las Repúbl icas americanas, mani festando
q u e el p r i n c i p a l objeto de su v e n i d a es l a salvación d e l p r i n -
c i p i o democrático, amenazado p o r los planes de m o n a r q u í a
q u e p r e p a r a n los gabinetes de E u r o p a . Sea afectación o rece-
l o , se o c u p a n m u c h o de esta cuest ión. , ,
A j u i c i o de Bermúdez de Castro, las intrigas de los norte-
americanos en e l p a r t i d o que él l l a m a ultrademocrático h a b í a n
s u r t i d o su efecto, pues
los jefes de esta comunión, bien sea por interés o bien por fanatis-
mo, desean a todo trance el triunfo definitivo de los principios repu-
blicanos; y convencidos de que, acabada la guerra, no puede México
existir por sí solo, prefieren l a intervención americana y democrá-
tica de los Estados Unidos a l a influencia monárquica y europea de
las naciones del antiguo mundo. L a base de su plan es una revolu-
ción para derribar al gobierno y, apoderados de la dirección de los
negocios, pretenden en seguida celebrar l a paz por medio de u n tra-
tado en que garanticen los Estados Unidos l a constitución demagógi-
ca que tienen formada de antemano y ha de insertarse en el tra-
tado mismo, para que forme parte de sus disposiciones. Hasta qué
punto obran de buena fe los agentes americanos al consentir estos
insensatos propósitos, no es fácil conjeturar.54
C o n t a b a , efectivamente, e l general Scott " c o n u n a revolución
que le abriese las puertas de l a C a p i t a l , y para fomentar la
t rabajaban c o n más celo que f o r t u n a sus agentes. E n l a d i -
solución de esta R e p ú b l i c a — c o n c l u y e Bermúdez de Castro—,
n i n g ú n p l a n es temerar io n i peligroso, siendo ciertamente hoy
m u c h o más fácil sojuzgarla que p u d o ser p a r a H e r n á n Cortés
l a conquis ta d e l i m p e r i o de M o c t e z u m a " . 5 5
-
6o LUIS NICOLAU D'OLWER
DESACREDITADO SANTA-ANNA por sus derrotas, sabe manejarse y, con autorización de la junta de guerra celebrada en el cuar-tel general de San Martín Texmelucan, entra el día 14 de mayo en la Capital, "al frente de una división de seis mil hombres, en el estado más miserable posible"; apréstase a ejercer el poder supremo, 5 6 y aborta con ello el movimiento esperado por el general Scott. Con el desenlace de la revolu-ción de febrero (la de los polkos), Santa-Anna
había roto los vínculos de su pasajera alianza con los demagogos; y,
representando ahora las ideas de guerra, rodeándose exclusivamente
de sus hechuras, se había enajenado las simpatías de los jefes mode-
rados. Su insensata resolución de defender la Capital contra las tro-
pas de los Estados Unidos le incitaba el odio de todos sus habitantes;
y las clases acomodadas y el clero sabían que, para intentar una
resistencia desastrosa e inútil , tendría el gobierno que atacar l a pro-
piedad o acudir al ruinoso medio de los préstamos forzosos.
Ante esa hostilidad de unos y de otros, el general Santa-Anna envía su renuncia al Congreso el día 28 de mayo, recurriendo, para que no le fuera aceptada, a la maniobra de presentarse "como una víctima de su irrevocable decisión por la guerra", pero cinco días después (2 de junio), ante el temor de que la maniobra fracase, retira su renuncia. 5 7 E l ministro de España lo entrevista seguidamente, y "por todas sus confusas explica-ciones sobre los sucesos de la Angostura, Cerro Gordo y Pue-bla, me fué fácil comprender —escribe— que sólo el temor inspiraba sus declaraciones belicosas, no pudiendo entablar negociaciones de paz ni, sin arriesgar su vida, renunciar en tan críticas circunstancias a la presidencia de la R e p ú b l i c a " . 5 8
Bermúdez de Castro llega a esta conclusión:
Arrastrado por tantos elementos de desorden, falto de medios
para seguir la guerra y de facultades para hacer la paz, el general
Santa-Anna h a seguido l a opinión común, fortificando a México y
creando u n nuevo ejército con que guardar l a ciudad y defender su
persona. Su p l a n es hacerlo salir para disputar el paso al general
Scott, convencido de que será batido completamente, pero deseando
acabar de u n a vez con l a r i d i c u l a y embarazosa situación en que
se halla.59
Es de excepcional interés el despacho reservado en que el ministro de España da cuenta a su gobierno de una larga en-
-
SANTA-ANNA Y LA INVASIÓN 61
trevista de tres horas tenida e l 25 de j u l i o de 1847 con e l
g e n e r a l Santa-Anna. Sincero hasta rayar e n e l c inismo, e l ge-
n e r a l se confiesa "resuelto a arrojar de u n a vez l a máscara de
l i b e r a l i s m o e n que se v i o o b l i g a d o a cubrirse para volver a su
p a t r i a " . S u resent imiento contra los moderados que l o echaron
d e l poder en 1844 fué l a causa de que f i r m a r a e l manif iesto
democrát ico de 16 de agosto de 1846. Pero, apoyándose e n e l
ejército, que, " a pesar de su desmoralización y de su cobardía
se había convert ido en l a única esperanza de la N a c i ó n " , se
p r o p o n e "acabar con l a federación instaurando l a d i c t a d u r a
m i l i t a r , ú n i c o r e m e d i o p o r ahora. Es indispensable, afirmó,
u n g o b i e r n o fuerte, u n gobierno p u r a m e n t e m i l i t a r que re-
organice e l país, que ciegue las fuentes de desmoralización y
restablezca e l orden en esta nación desgraciada; y después
veremos l o que p a r a su es tab i l idad conviene hacer, pues todos
estos planes son precarios y efímeros". ¿Hay que ver en estas
últ imas palabras u n desahucio cortés o u n a esperanza d i f e r i d a
a las intr igas monárquicas?
Respecto a l a paz, que S a n t a - A n n a desea c o n c l u i r si en-
c u e n t r a u n a c o y u n t u r a favorable y honrosa, sus condiciones
son tajantes:
N o tengo inconveniente en ceder la A l t a Cal i fornia, que nosotros
no podemos poblar n i defender, pero no consentiré nunca que sea
el río Bravo el límite entre ambas Repúblicas. Es indispensable u n
desierto entre los dos países. Exigiré el río Colorado, y, en último
caso, l a corriente de las Nueces. Pero cualesquiera que sean las
condiciones de l a paz, pediré a la España, a l a Inglaterra y a l a
Francia que garanticen nuestros límites, y espero que si va usted a
E u r o p a , podrá y querrá apoyarnos en el arreglo definitivo de esta
cuestión.
T a l fué l a ú l t ima impresión d irecta que Bermúdez de
C a s t r o rec ibió de S a n t a - A n n a , y c o n su sensatez h a b i t u a l l a
c o m e n t a así:
N o veo tan clara como él su situación. Podrá establecer negocia-
ciones de paz, podrá proclamar l a dictadura; pero para hacer u n
tratado duradero y razonable con los Estados Unidos, para constituir
u n gobierno, tendrá que luchar con gravísimos obstáculos. Para re-
solver ambas dificultades necesita el apoyo de Europa; él lo recono-
ce y no lo dis imula. P o r otra parte, en u n hombre de su carácter y
de sus pasiones es siempre peligroso el ejercicio del poder supremo.60
-
6 2 LUIS NICOLAU D'OLWER
Bermúdez de Castro sale de México el día 22 de agosto de 1847, dejando la ciudad en estado de sitio, y el i ° de sep-tiembre, a diez meses fecha de la orden de su regreso a Europa, embarca en Veracruz rumbo a L a Habana. Quedaba como en-cargado de negocios el secretario don R a m ó n Lozano de Ar-menta. 6 1 F u é él y no el ministro quien hubo de presenciar el desenlace de la tragedia: la entrada de los norteamericanos en el Valle, sus victorias de Padierna, Churubusco, Chapulte-pec, la salida del gobierno hacia Guadalupe Hidalgo y la re-nuncia de Santa-Anna el 16 de septiembre, cuando las tropas enemigas izaban su bandera estrellada en el Palacio Nacional de México.
N o DEBEN CERRARSE ESTAS NOTAS sin hacer referencia a un juicio perentorio de Bermúdez de Castro: " L a invasión y la guerra no eran en México cuestiones nacionales, porque no existía el patriotismo." 6 2 A l observar la conducta de los polí-ticos, de los militares y del pueblo, la primera parte de tan dura afirmación parece exacta; la segunda, en perspectiva his-tórica, exige muchas reservas.
E l México de hace cien años acaba apenas de nacer a la independencia; sus territorios periféricos, escasamente pobla-dos, tienen difícil relación con la Capital; sus diversos elemen-tos étnicos no han sido amalgamados todavía, y la cosa pública continúa siendo monopolio de los criollos, cuyos partidos tra-tan de plasmar, cada uno a su manera, una patria situada más en el futuro que en el presente. L a triste realidad del presente es que los hombres del pueblo "no comprenden que pueda defenderse una patria que sólo ha sido un nombre vano para ellos"; 6 3 que los territorios del Norte "no conocen de su na-cionalidad otra cosa que la pobreza, el atraso y los trastornos políticos"; 6 4 que el espíritu de partido y los intereses económi-cos ofuscan el sentido patriótico de ios medios dirigentes. T o d o ello es verdad; pero, asimismo, lo es que la experiencia del último conflicto mundial nos muestra cómo la guerra y la invasión tampoco fueron "cuestiones nacionales" —es decir, provocadoras de reacción unánime— en países milenarios de la vieja Europa, cuyo patriotismo se pondera como ejemplo.
E l general Santa-Anna es la figura central de aquel período
-
SANTA-ANNA Y LA INVASIÓN 63
de l a v i d a mexicana . Sus contradictorias actitudes le h a n va-
l i d o l a acusación de traidor. ¿Traidor? S u único idea l era e l
e jerc ic io d e l poder supremo; p a r a lograr lo y mantenerse e n
é l j u g ó c o n los ideales ajenos. Federación, democracia , acer-
c a m i e n t o a E u r o p a . . . , sólo fueron naipes de baraja política
e n las m a n o s de aquel jugador empedernido . P r e s u m o que
los despachos del m i n i s t r o Bermúdez de Castro habrán de
a r r o j a r n u e v a luz sobre tan d i s c u t i d o personaje, y también, l o
q u e más i m p o r t a , sobre el proceso f o r m a t i v o de l espíritu
n a c i o n a l m e x i c a n o .
N O T A S
1 Los documentos a que vamos a referirnos serán publicados íntegros
en e l tomo 3 de Relaciones diplomáticas hispano-mexicanas (1839-1898),
colección de l a cual han salido a luz el tomo 1, Despachos generales,
I. 1839-1841, y el tomo 2, Despachos generales, II . 1841-1843 (El Colegio
de México, 1 9 4 9 y 1952).
2 Despacho para M a d r i d (abreviaré en adelante D M ) número 13.
fecha 2 9 - I I I - 1 8 4 5 (Caja 4 2 , legajo 4 ) .
3 D M núm. 15, 3 0 - I I I - 1 8 4 5 (Caja 4 2 , leg. 4 ) .
4 D M núm. 2 3 , 1 5 - I V - 1 8 4 5 (Caja 4 2 , leg. 4 ) .
5 D M núm. 9 0 , 2 9 - V I - 1 8 4 5 (Caja 3 4 , leg.. 2) . 6 Ibidem.
7 D M núm. 9 3 , 2 9 - V I - 1 8 4 5 (Caja 3 4 , leg. 2) ; Despacho para París
(abreviaré en adelante DP) núm. 5 , 2 5 - X - 1 8 4 5 (Caja 4 3 , leg. 3) .
8 D M núm. 1 8 9 , 2 9 - I - 1 8 4 6 (Caja 3 8 , leg. 3 ) ; D P núm. 12, 2 9 - 1 - 1 8 4 6
(Caja 4 3 , leg. 3 ) .
9 D P núm. 7 , 2 2 - I - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 3 ) .
1 0 D M núm. 2 1 8 , 2 9 - I I I - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 2 ) ; D P núm. 17, 29-III-
1 8 4 6 , y D P núm. 3 0 , 2 8 - V I - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 3 ) .
11 D M núm. 2 1 8 , 2 9 - I I I - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 2 ) ; D P núm. 2 1 , 2 8 - I V -
1 8 4 6 ; y D P núm. 3 0 , 2 8 - V T - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 3) .
12 D P núm. 2 1 , 2 8 - Í V - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 3 ) .
1 3 Despacho núm. 4 3 4 del ministro P. Pascual de Oliver, 3 0 - V I I - 1 8 4 4
(caja 3 0 , leg. único).
14 D P núm. 5 0 , 2 8 - Í X - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 3) .
15 D P núm. 5 7 , 2 7 - X I I - 1 8 4 6 (Caja 4 3 , leg. 3) .
16 D P núm. 5 8 , 2 7 - X I I - 1 8 4 . 6 (Caja 4 3 , leg. 3) .
17 D M núm. 4 3 8 , 2 7 - I I - 1 8 4 7 , y D M núm. 4 5 9 , 3 1 - I I I - 1 8 4 7 (Caja 4 2 ,
leg. 3)-
18 D M núm. 4 4 6 , 3 - I I I - 1 S 4 7 (Caja 4 2 , leg. 3 ) ; D P núm. 6 4 , 2 - I I I - 1 8 4 7
(Caja 43> leg. 3 ) .
-
0 4 LUIS NICOLAU D'OLWER
19 D M núm. 472, 24-IV-1847 (Caja 42, leg. 3).
20 D M núm. 428, 28-I-1847 (Caja 42, leg. 3); D P núm. 6o, 28-I-1847
(Caja 43, leg. 3).
21 D M núm. 445, 2-III-1847 (Caja 42, leg. 3) ; D P núm. 63, 2-V-1847
(Caja 43, leg. 3 ) .
22 D M núm. 461, 31-III-1847 (Caja 42, leg. 3) .
2 3 Ibidem.
24 D M núm. 471, 24-IV-1847 (Caja 42, leg. 3) . 25 D M núm. 482, 29-IV-1847 (Caja 42, leg. 3 ) ; D P núm. 69, 2 9 - l V -
1847 (Caja 43, leg. 3 ) .
2 6 D M núm. 482, 29-IV-1847 (Caja 42, leg. 3) .
27 R e a l orden del Minister io de Estado, 5-VII-1847, anexa al Despacho
e ú m . 482 (Caja 42, leg. 3) .
2 8 D M núm. 498, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3) .
29 D M núm. 371, 29-X-.1846 (Caja 38, leg. 3) ; D P núm. 53, 39-X-1846
(Caja 43, leg. 3 ) .
30 D M núm. 237, 28-IV-1846 (Caja 38, leg. 3) ; D P núm. 27, 29-V-1846 (Caja 43, leg. 3 ) .
31 D M núm. 517, 29-VI-1847 (Caja 42, leg. 3 ) ; D P 73, 29--VI-1847 (Caja 43, leg. 3 ) .
32 D M núm. 445, 2-III-1847 (Caja 42, leg. 3). 53 D P núm. 41, 28-VIII-1846 (Caja 43, leg. 3). 34 D M núm. 318, 28-VIII-1846 (Caja 38, leg. 3); D P núm. 39, 28-
VIII-1846 (Caja 43, leg. 3).
35 D M núm. 392, 28-XI-1846 (Caja 38, leg. 3); D P núm. 55, 2 8 - X I -1846 (Caja 43, leg. 3).
36 D M núm. 428, 28-1-1847 (Caja 42, leg. 3); D P núm. 60, 28-1-1847 (Caja 43, leg. 3).
37 D M núm. 443, 28-II-1847 (Caja 42, leg. 3); D P núm. 63, 2 - I I I -1847 (Caja 43, leg. 3).
38 D M núm. 471, 24-IV-1847 (Caja 42, leg. 3). 39 D M núm. 498, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3). 40 D M núm. 322, 7-IX-1846 (Caja 38, leg. 3); D P núm. 44, 7-IX-.
1846 (Caja 43, leg. 3).
41 D M núm. 323, 7-IX-1846 (Caja 38, leg. 3); D M núm. 496, 2 8 - V -1847 ( C a J a 42> l e &- 3)' D P n u m - 43> 7-IX-1846 (Caja 43, leg. 3).
42 D M núm. 496, 28-V-1847 (Caja 42, leg. 3). 43 D M núm. 444, 1-III-1847 (Caja 42, leg. 3); D P núm. 62, i-^III-,
1847 ( C a J a 43, ^ g . 3).
44 D M núm. 463, 1-IV-1847 (Caja 43, leg. 3). 45 D M núm. 518, 29-VI-1847 (Caja 42, leg. 3); D P núm. 75, 2 8 - V I U
1847 (Caja 43, leg. 3).
46 D M núm. 534, 28-VII-1847 (Caja 42, leg. 3); D P núm. 76, 3 - V I I I -1847 (Caja 43, leg. 3).
47 D M núm. 518, 29-VI-1847 (Caja 42, leg. 3).
48 ibidem.
-
SANTA-ANNA Y LA INVASIÓN 65
49 D M núm. 318, 28-VIII-1846 (Caja 38, leg. 3); DP núm. 39, 28-VIII-1846 (Caja 43, leg. 3).
50 D M núm. 344, 27-IX-1846 (Caja 38, leg. 3); DP núm. 49, 28-IX-1846 (Caja 43, leg. 3).
51 D M núm. 461, 31-III-1847 (Caja 42, leg. 3). 52 D M núm. 498, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3). 53 Ibidem. 54 Ibidem. 55 D M núm. 517, 29-VI-1847 (Caja 42, leg. 3). 56 D M núm. 498, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3). 57 D M núm. 499, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3); D M núm. 515, 28-VI-
1847 (Caja 42, leg. 3).
58 D M núm. 499, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3). 59 D M núm. 517, 29-VI-1847 (Caja 42, leg. 3); DP núm. 73, 29-VI-
1847 (Caja 43, leg. 3).
60 D M núm. 530, 27-VII-1847 (Caja 42, leg. 3). 61 D M núm. 534, 28-VII-1847 (Caja 42, leg. 3); Nota de Bermúdez
de Castro al ministro de Relaciones Exteriores, 20-VIII-1847 (Caja 42,
leg. 2); DP núm. 76, 3-VIII-1847; DP núm. 77, 30-VIII-1847 (Caja 43,
leg. 3).
62 D M núm. 498, 29-V-1847 (Caja 42, leg. 3). 63 Ibidem. 64 D M núm. 344, 27-IX-1846 (Caja 38, leg. 3).