Santa Mónica, Madre de San Agustín

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  • 7/23/2019 Santa Mnica, Madre de San Agustn

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    Santa Mnica, madre de san AgustnSanta Mnica, madre de san AgustnSanta Mnica, madre de san AgustnSanta Mnica, madre de san AgustnPor su vida personal, por su influjo en la vida de san Agustn y por sus

    posibilidades simblicas santa Mnica merece un puesto de honor en el santoral

    cristiano. Su determinacin, su entereza de nimo, su inteligencia, su amor materno y

    su fidelidad a la Iglesia resultaron decisivas en la conversin religiosa de su hijo, uno

    de los mayores padres de la Iglesia y figura cimera de la cultura occidental. Y esa

    actitud la convierte en modelo perenne de esposas y madres cristianas. La Iglesia, al

    honrar su memoria, satisface en cierto modo la inmensa deuda que tiene contrada

    con tantas mujeres annimas, que no slo han preservado la fe de sus hijos, sino

    que los han conducido al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

    Al serviciAl serviciAl serviciAl servicio del esposo y de los hijoso del esposo y de los hijoso del esposo y de los hijoso del esposo y de los hijosTodo cuanto sabemos de Mnica se lo debemos a Agustn. En sus Confesiones

    le rindi un homenaje imperecedero, amasado de ternura, admiracin y gratitud. Y con

    la misma veneracin la recuerda en los Soliloquios, en algunas cartas y hasta en

    obras de su ancianidad. En una de estas ltimas atribuye su salvacin a las

    oraciones de su madre: las ardientes splicas y cotidianas oraciones de mi buena

    madre [] evitaron mi perdicin(El don de la perseverancia,20,53).

    Mnica naci el ao 331 en Tagaste, el actual Souk-Ahrs argelino, en un

    familia acomodada, de raigambre cristiana y fiel a la Iglesia durante el cisma

    donatista. As lo indica Agustn al escribir que creci en una casa creyente, miembro

    sano de tu Iglesia (Conf. 9,8,17). Una de las criadas de la casa, que ya haba

    llevado en brazos al padre, dej una fuerte impronta en su educacin, habitundola a

    disciplinar los apetitos. Fuera de las comidas no le permita ni beber agua. Ahora

    bebis agua, porque no tenis vino al alcance de la mano; pero una vez que os

    casis y seis dueas de bodegas y despensas, le haris ascos al agua, pero

    prevalecer la costumbre de beber(Ibid).

    La realidad vino muy pronto a confirmar los temores de la sirvienta. Al quedar

    encargada de preparar el vino de la comida, Mnica tuvo ocasin de bajar a diario ala bodega de la casa y con la ocasin llegaron la tentacin y la cada. Al principio se

    contentaba con mojar sus labios con el vino, ya que su sabor no le resultaba

    apetecible, pero con el tiempo aument el gusto y con l la cantidad, llegando a

    sorber cada da un vaso casi entero.

    La sac del peligro el reproche de otra criada, que durante algn tiempo haba

    sido espectadora silenciosa de la picarda de su seorita. En el ardor de una

    discusin se lo ech en cara, llamndola borrachina. El insulto se clav en el corazn

    de Mnica y, en una reaccin muy propia de su carcter, reconoci su falta y rompi

    completamente con ella: herida con tal insulto, comprendi la fealdad de su pecado

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    y al instante lo conden y arroj de s(Conf. 9,8,18). Era la primera seal de un

    carcter resuelto, incapaz de refugiarse en falsos parapetos y dispuesto a afrontar

    cualquier dificultad; y quiz tambin una primera muestra de amor propio y de un

    innato sentido de la propia dignidad.

    A los veinte aos contrajo matrimonio con Patricio, un empleado municipal. Su

    intervencin en la preparacin del matrimonio sera mnima, ya que en aquella poca

    la eleccin del esposo, el despacho del expediente y los preparativos de la boda eran

    cosa del paterfamilias. En su nueva casa iba a gozar de mayor libertad. La

    sociedad romana haba hecho algn avance en el reconocimiento de la dignidad de la

    mujer y dejaba en sus manos la administracin de la casa. Se ocupara de las

    compras, de los criados, de la educacin de los hijos, etc. La marcha de la familia

    dependera en buena parte de ella.

    La tarea no le iba a ser fcil. Tendra que convivir con un marido pagano yvoluble, tan pronto a las efusiones del amor ms tierno como a las explosiones de ira

    y a las infidelidades conyugales. Era, en palabras de su hijo, sumamente carioso

    y, a la vez, extremamente colrico. Pero nunca lleg a poner las manos sobre ella,

    lo que no dejaba de sorprender a quienes conocan la violencia de su carcter.

    Mnica, consciente de su situacin, se dispuso a sacar de ella el mximo

    partido. No entr nunca en discusiones con su marido, y slo cuando tornaba la

    calma le daba razn de sus hechos, hacindole ver que quiz se haba excitado

    ms de lo justo. Ni siquiera crey oportuno reprocharle sus infidelidades. Las toler

    con paciencia y continu brindndole su amor con la esperanza de ganarle algn da

    para ella y para el Seor: hablndole de ti con sus costumbres, con las que la

    hacas hermosa y amable y admirable a sus ojos. Por una parte, era consciente de

    que la costumbre y el ambiente haran intiles sus protestas y, por otra, esperaba

    que la misericordia de Cristo vendra sobre l y, con la fe, le dara tambin la

    castidad (Conf. 9,9.19). El ejemplo y la oracin eran sus nicas armas, y de ellas

    ech mano da tras da.

    Ms de una mujer tildar hoy su proceder de apocado y contrario a su dignidad.

    Su sacrificio slo habra servido para perpetuar un abuso intolerable. Pero esasapreciaciones olvidan que una conducta como la de Mnica exige autocontrol y

    firmeza de carcter y que con frecuencia produce fruto. Ella logr la conversin de su

    marido, no teniendo que lamentar en l siendo fiel lo que haba tolerado siendo

    infiel(Conf.9,9,20). Patricio recibi el bautismo un par de aos antes de su muerte,

    acaecida el ao 371.

    Tampoco el nuevo hogar le result agradable. Ante todo, era una casa pagana,

    con costumbres muy diversas de la suya. Luego tropez con una suegra suspicaz y

    unas criadas chismosas, dispuestas a alimentar con sus cuentos los recelos de la

    suegra. Al principio, escribe Agustn, su suegra se irritaba contra ella por los

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    chismes de las malas criadas. Pero pronto estos cuentos se estrellaron contra su

    paciencia y mansedumbre. La suegra recapacit y, tras un justo castigo a las

    culpables, las dos vivieron en dulce y amigable armona.

    La misma grandeza de nimo mostr en sus relaciones con amigas y conocidas,

    de quienes se convirti en pao de lgrimas. El xito domstico le dio un ascendiente

    que facilit su apostolado fuera del mbito familiar. Nunca se permiti comentario

    alguno que fuera en descrdito del prjimo, y mucho menos de su marido; y ese

    mismo proceder inculcaba a sus amigas.

    Las exhortaba a ser tolerantes con sus esposos y a no airear las faltas de los

    ausentes. Aborreca el comadreo y cuando sus amigas caan en sus redes, se

    aislaba, sin participar en chismes ni divulgar defectos ajenos. Lejos de ir a una con

    los cuentos de la otra, se esforzaba por limar aristas y conciliar los nimos

    encontrados.

    Se las ingeniaba para poner en juego sus dotes pacificadoras entretoda clase de personas enemistadas. [] Nunca contaba nada a la una de la otra,

    sino aquello que poda servir para su reconciliacin(Conf. 9,9,21).

    Mnica tuvo tres hijos: Agustn, que quiz fuera el primognito, Navigio y una

    hermana de nombre desconocido. Los dos ltimos no le dieron mayores problemas.

    Navigio, joven de salud delicada, introvertido y amigo de indagar el por qu de las

    cosas, debi de contraer matrimonio, al igual que su hermana. sta enviud pronto y

    luego fue abadesa del monasterio de Hipona. En l ingresaron tambin algunas

    sobrinas de Agustn, sin que conste si eran hijas de Navigio o de su hermana. Lo

    mismo sucede con Patricio, clrigo de la iglesia de Hipona, y con su hermano,

    subdicono de la de Milevi.

    Fue Agustn quien absorbi la atencin de Mnica. Su genio requera cuidados

    especiales y ella nunca se los regate. Sufri con l, le acompa en sus dudas, le

    previno contra el peligro de la lujuria muy preocupada me amonest en privado que

    no fornicase y, sobre todo, que no adulterase(Conf.2,3,7) y le reproch sus errores

    doctrinales y sus extravos morales, llegando hasta expulsarle de casa. Otras veces

    adopt mtodos ms suaves, echando mano de las riquezas de su corazn maternal.

    Solicit el consejo de personas doctas que crea capaces de despejar las dudas desu hijo y conducirle al buen camino, y, sobre todo, le record da y noche ante el

    altar del Seor. La lucha se arrastr durante tres lustros y en ella Mnica dio

    muestras insuperables de amor maternal, de constancia, de sagacidad y de espritu de

    fe. El resultado de su esfuerzo fue una obra maestra.

    De recin nacido le llev a la iglesia, le inscribi en el registro de los

    catecmenos y le inculc el amor a Jesucristo. Un da Agustn confesar que ningn

    libro, por elegante y erudito que fuera, le llenaba totalmente si en l no hallaba el

    nombre de Jesucristo, cuya dulzura haba mamado con la leche de mi madre

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    (Conf. 3,4,8). Sin embargo, de acuerdo con la prctica de su tiempo, Mnica no sinti

    la necesidad de bautizar a su hijo.

    En perfecto acuerdo con su esposo se desvivi por darle una educacin

    esmerada, y no la interrumpi ni cuando la muerte del marido debilit el presupuesto

    familiar ni cuando el despertar de las pasiones el amor maternal la llev a subordinar

    el bien espiritual de su hijo a su carrera profesional. Temi que el matrimonio diera al

    traste con sus estudios y, en consecuencia, comprometiera tambin su porvenir

    profesional.

    Algunos bigrafos han visto en este proceder de la santa una prueba de su

    perspicacia. Agustn no era de ese parecer. A pesar del afecto con que rodea a su

    madre, en las Confesioneslo censura y lo atribuye a la debilidad de su fe: Ni mi

    madre carnal, que ya haba comenzado a alejarse de Babilonia, pero que en lo

    dems iba despacio, cuid [] de contener con los lazos del matrimonio aquello quehaba odo a su marido de m []. Tena miedo de que con el vnculo matrimonial se

    frustrase la esperanza que sobre m tena. No la esperanza de la vida futura, que mi

    madre tena puesta en ti, sino la esperanza de las letras, que ambos, padre y madre,

    deseaban ardientemente. Ella crea que los estudios, lejos de embarazarle, habran

    de serle de no poca ayuda para alcanzarte a ti(Conf. 2,4,8).

    Su fe necesitaba el abono de la tribulacin. Y sta no le iba a faltar. Del 371 al

    386 Mnica sufre un autntico calvario. Un da Agustn se va a vivir con una mujer,

    otro abandona la Iglesia y da su nombre a los maniqueos, una secta que la combate,

    y otro cae en las redes del escepticismo. Ella sufre y llora, pero no se desmorona.

    Un sueo en que ve a su hijo en la misma regla en que se halla ella la reconforta y

    le da la seguridad de la victoria. Un da su hijo compartir su fe.

    El 374 alcanza a su hijo en Cartago y durante nueve aos vive con l, hasta el

    383, en que sufre una de las grandes desilusiones de su vida. Agustn, insatisfecho

    de los estudiantes de Cartago, quiere probar suerte en Roma y, para hacerlo con ms

    libertad, abandona a su madre en la playa y embarca furtivamente para Roma.

    Mnica acusa el golpe. Llega a llamarle mentiroso y mal hijo. Pero contina rezando

    por l y en la primera ocasin cruza el mar y le alcanza en Miln.Agustn segua sumido en la duda, sin certeza alguna y buscando

    desesperadamente algo en que creer: Haba venido a dar en lo profundo del mar y

    desesperaba de hallar la verdad (Conf.6,1,1). Decepcionado de los maniqueos, se

    haba echado en manos de los escpticos, de los que no tardara en pasarse a los

    neoplatnicos para terminar de oyente de san Ambrosio y lector de san Pablo.

    Mnica celebr el cambio, pero sin entusiasmo. Su alegra no sera completa

    hasta la plena conversin de su hijo. Pens entonces que el matrimonio quiz podra

    serenarle y le busc una novia de su misma clase social. Agustn cedi a las

    conveniencias sociales, a las presiones de su madre y quiz tambin a los designios

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    de la Providencia, y con inmenso dolor de su alma mi corazn, sajado por aquella

    parte que le estaba pegado, me haba quedado llagado y manaba sangre, despidi

    a la mujer con la que haba convivido durante 15 aos. Pero antes de que su

    prometida alcanzara la edad nbil, lleg la gracia y tras ella el bautismo y la renuncia

    al matrimonio, a los honores, a las riquezas y a toda esperanza de este siglo. Mnicapudo cantar victoria. Su hijo ya se haba subido a la regla del sueo.

    El ao que le quedaba de vida lo pas al lado de su hijo saboreando la miel

    del triunfo. En Casiciaco cuida de Agustn y sus amigos como si fuera la madre de

    todos. Interviene en sus dilogos filosficos suscitando su admiracin. En marzo del

    387 est de nuevo en Miln, a donde Agustn ha vuelto para inscribirse en la lista de

    los catecmenos. Ocurri entonces el enfrentamiento de Ambrosio con la emperatriz

    Justina, que exiga la entrega a los arrianos de una iglesia de la ciudad. Mnica se

    puso al lado del obispo y se encerr con l en la iglesia para impedir el atropello.

    Finalmente, la noche de Pascua, asiste llena de jbilo al bautismo de su hijo, de su

    nieto Adeodato y de Alipio, el amigo del alma de Agustn.

    A las pocas semanas estaban todos en Ostia, a la espera de una nave que les

    devolviera a frica. En la patria les sera fcil dar con un lugar apropiado para servir

    a Dios. Un da, mientras descansan del viaje, madre e hijo experimentan el llamado

    xtasis de Ostia. Asomados a la ventana discurren juntos sobre cmo sera la vida

    eterna de los santos [], llegando a tocar con el mpetu de su corazn aquella regin

    de la abundancia indeficiente en la que t apacientas a Israel eternamente con el

    pasto de la verdad.

    Mnica presinti la cercana de la muerte. Hijo mo, nada me deleita ya en

    esta vida [] Una cosa deseaba y era el verte cristiano catlico antes de morir. Dios

    me lo ha concedido con creces, puesto que, despreciada la felicidad terrena, te veo

    siervo suyo. Qu hago ya aqu(Conf.9.10,26). A los cinco das cay en cama y

    tras breve enfermedad expir: a los nueve das de su enfermedad, a los 56 aos

    de su edad y 33 de la ma, fue libertada del cuerpo aquella alma religiosa y pa

    (Conf. 9,11,28).

    Agustn, plegndose a su ltima voluntad, enterr a su madre en Ostia:enterrad este cuerpo en cualquier parte, ni os preocupe ms su cuidado; slo os

    ruego que os acordis de m ante el altar del Seor [] Nada hay lejos para Dios ni

    hay que temer que ignore al fin del mundo dnde estoy para resucitarme (Conf.

    9,11,27-28).

    Por la senda de la santidadPor la senda de la santidadPor la senda de la santidadPor la senda de la santidad

    La Providencia dot a Mnica de una naturaleza sana y la coloc en una

    familia creyente que la enderez hacia el bien desde su ms tierna infancia. Era

    inteligente, sensible, decidida y segura de s misma. Pero como hija de Adn, tambintuvo defectos. Era posesiva, de porte solemne y con una clara conciencia de su

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    dignidad. Otras debilidades de su adolescencia y su excesivo inters por el triunfo

    profesional de su hijo ya quedan reseadas. Quiz tampoco fuera totalmente limpio su

    dolor ante la partida del hijo.

    A los 40 aos Dios no era an el nico objeto de su vida. La tribulacin, la

    oracin continua, la Eucarista diaria, el ayuno, la limosna, la obediencia filial a la

    Iglesia y el respeto y amor a sacerdotes y monjes iran despegndola da a da de su

    egosmo y asimilndola ms a su Divino Maestro.

    El cultoEl cultoEl cultoEl culto

    Mnica se despreocup de su cuerpo. Pero los cristianos no lo olvidaron. Anicio

    Auquenio Basso mand esculpir en su tumba una inscripcin mtrica (408). El 9 de

    abril de 1430 Martn V traslad sus restos a la iglesia romana de San Agustn y los

    deposit en una hermosa capilla, en la que siguen esperando la resurreccin de la

    carne.

    Las Confesionesde Agustn preservaron su memoria en la Iglesia, pero su culto

    slo comenz a difundirse tras el traslado de su cuerpo a Roma. Eugenio IV (1431-

    47) instituy en su honor una cofrada de madres cristianas y desde entonces su

    nombre siempre ha ido unido a ellas. En el siglo XVI Baronio la introdujo en el

    Martirologio Romano. Poco ms tarde san Francisco de Sales ensalz sus virtudes en

    su Introduccin a la vida devota. En 1551 los agustinos ya celebraban la deposicin

    del cuerpo (4 de mayo) y su traslado (9 abril). La ltima reforma litrgica ha

    subrayado su conexin con su hijo al trasladar su memoria al da 27 de agosto,vspera de la fiesta de san Agustn.

    En el siglo XIXsu culto se generaliz. En 1850 surgi en la baslica parisiense

    de Nuestra Seora de Sin una asociacin de madres cristianas, que, tras ser

    aprobada por Po IX (1856), se difundi por todo el orbe. En 1858 ya haba 317

    uniones en Francia y 19 fuera de ella. A la asociacin de Roma, en la que nuestra

    santa comparta el patronato con Nuestra Seora del Parto, se le agregaron entre

    1884 y 1902 694 uniones radicadas a lo largo y a lo ancho de Italia. Otras 696 lo

    hicieron desde 1913 a 1930. En 1865 Bougaud public una afortunada biografa de la

    santa, traducida inmediatamente a varios idiomas.

    En 1982 el padre Lorenzo Infante (1905-1997) fund en Madrid la Comunidad

    Madres Cristianas Santa Mnicacon el fin de formar madres, que, convencidas

    de que la fe es el mayor tesoro que pueden legar a sus hijos, defiendan con eficacia

    la fe de los mismos. Ya cuenta con miles de inscritas en varios pases de Europa,

    Amrica y Asia.

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    BibliografaBibliografaBibliografaBibliografa

    Mons. BOUGAUD, Historia de santa Mnica, Len 1877; A. SNCHEZ CARAZO,

    Santa Mnica. La madre, Marcilla (Navarra) 1991; U. LVAREZ, Santa Mnica. Retrato

    de una madre cristiana, El Escorial 1994; I. OJEDA, Comunidad Madres Cristianas

    Santa Mnica,Caracas 2000.

    ngel MARTNEZ CUESTA