Santiago 1_5_8

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Santiago 1:5-8 ¿Dónde puedo. yo encontrar la sabiduría y la inteligencia que necesito para usar estas experiencias probatorias de la manera debida?» La respuesta de Santiago es: « Si uno se da cuenta de que no tiene la sabiduría necesaria para usar debidamente las experiencias de la vida -y no hay nadie que la posea por sí mismo-, que se la pida a Dios.» Vimos anteriormente que el correcto resultado de las pruebas es que nos lleva a ser perfectos, entendiendo la perfección como una madurez espiritual. LA SABIDURIA Necesitamos alcanzar ese tipo de perfección cristiana que es la madurez y ahora Santiago nos introduce a un tema que va a tratar con más profundidad en un capítulo más adelante. El tema de la sabiduría. En este pasaje no se habla de la sabiduría extensamente y solo quiere aclarar quien es la fuente de esa sabiduría y qué relación tiene con la fe. Si a alguno de ustedes les falta sabiduría. En griego presupone la realidad de la premisa. Entonces lo que quiere decir es que efectivamente a todos nos falta sabiduría. Inmediatamente dice lo que hay que hacer. Pedírsela a Dios, que sería Pídala de Dios o de Parte de Dios. Santiago distingue dos tipos de sabiduría. La que desciende de lo alto (3:17 y la terrenal diabólica 3:15. Para tener la verdadera sabiduría hay que pedirla de Dios, Dios es su fuente y quien la da. Solo Dios la puede dar porque sólo ´l la tiene. Ël mismo es la sabiduría, ella es parte de su ser. La verdadera sabiduría de la vida no se alcanza por méritos o esfuerzos humanos. Lo único que se requiere para obtenerla es la humildad de pedirla, y el reconocimiento de la soberanía y majestuosidad de Dios. Lo interesante del caso, dice Santiago, es que Dios le da a todos con generosidad (liberalidad ) y sin reprochar. La palabra liberalidad, japlos, significa “sencillamente, abiertamente, francamente, sinceramente”. Así es como Dios la da.

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Santiago 1:5-8¿Dónde puedo. yo encontrar la sabiduría y la inteligencia que necesito para usar estas experiencias probatorias de la manera debida?» La respuesta de Santiago es: « Si uno se da cuenta de que no tiene la sabiduría necesaria para usar debidamente las experiencias de la vida -y no hay nadie que la posea por sí mismo-, que se la pida a Dios.»

Vimos anteriormente que el correcto resultado de las pruebas es que nos lleva a ser perfectos, entendiendo la perfección como una madurez espiritual.

LA SABIDURIA

Necesitamos alcanzar ese tipo de perfección cristiana que es la madurez y ahora Santiago nos introduce a un tema que va a tratar con más profundidad en un capítulo más adelante. El tema de la sabiduría.

En este pasaje no se habla de la sabiduría extensamente y solo quiere aclarar quien es la fuente de esa sabiduría y qué relación tiene con la fe.

Si a alguno de ustedes les falta sabiduría. En griego presupone la realidad de la premisa. Entonces lo que quiere decir es que efectivamente a todos nos falta sabiduría.

Inmediatamente dice lo que hay que hacer. Pedírsela a Dios, que sería Pídala de Dios o de Parte de Dios.

Santiago distingue dos tipos de sabiduría. La que desciende de lo alto (3:17 y la terrenal diabólica 3:15. Para tener la verdadera sabiduría hay que pedirla de Dios, Dios es su fuente y quien la da. Solo Dios la puede dar porque sólo ´l la tiene. Ël mismo es la sabiduría, ella es parte de su ser.

La verdadera sabiduría de la vida no se alcanza por méritos o esfuerzos humanos. Lo único que se requiere para obtenerla es la humildad de pedirla, y el reconocimiento de la soberanía y majestuosidad de Dios. Lo interesante del caso, dice Santiago, es que Dios le da a todos con generosidad (liberalidad ) y sin reprochar. La palabra liberalidad, japlos, significa “sencillamente, abiertamente, francamente, sinceramente”. Así es como Dios la da.

PEDIR CON FESi alguno pide de Dios esta sabiduría, dice Santiago, le será dada. La afirmación es tajante y positiva. No tiene visos de duda. No hay un “quizá” o un “tal vez”.

Dios da su sabiduría a todos, es decir, a todo aquel que se la pida y la requiera. Dios no la da a quien no la pide, a quien vive engreídamente en sus propios caminos sin tomar en cuenta a Dios. Dios la da al que la pide con fe, no dudando nada. La fe, como decía el autor de Hebreos (11:6), es la actitud fundamental sin la cual no se puede agradar a Dios. La fe en este caso representa la seguridad del que pide que Dios le conceda el tan ansiado bien de la sabiduría.

Cuando una persona Le pide a Dios esta sabiduría, debe tener presentes dos cosas.

Debe recordar cómo da Dios: da generosamente y sin humillar a nadie.

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Debe recordar cómo debe pedir el necesitado: Debe pedir sin dudas. Debe estar seguro, tanto de que Dios puede, como de que tiene voluntad de dar.

Pedir sin dudar. Que Dios puede dar, que da abundantemente (Salomón) Pedir con fe.

EL HOMBRE DE DOBLE ÁNIMOEl que no lo hace así es como las olas del mar. De un lado a otro agitadas por el viento.

Habla de un hombre que se deja dominar por la incertidumbre de no saber si Dios nos dará lo mejor. Un hombre dividido en su mente que no sabe que pensar ni en que afirmarse. Un hombre que no está persuadido por la eficacia de la fe.

La expresión que se traduce como doble ánimo, dipsujos, es una expresión peculiar y característica de Santiago, quizá acuñada por él. Aparece sólo aquí y en 4:8 en todo el NT. Compuesto de dis, doble, doblado, y psuje , alma, mente, corazón, por lo que podría traducirse: “mente doble”, “alma dividida”, “corazón doblado”. ¿A quién se refiere Santiago? Evidentemente a los hipócritas de su tiempo. Jesús había atacado fuertemente a la hipocresía, especialmente en el Sermón del monte (Mat. 6:2, 5, 16; 7:5, Luc. 6:42; [P. 197] 12:1; 13:15). La palabra “hipócrita” es una palabra importada por Jesús desde la prevalente cultura griega de su tiempo. Se refería al actor que, cubriéndose la cara con una máscara, representaba en el teatro griego más de un personaje a la vez. Santiago, siendo un purista de la lengua hebrea y escribiendo fundamentalmente para judíos, quiere evitar la palabra, por eso acuña la palabra dipsujos.

Para Santiago el hipócrita es una persona “de doble ánimo”, alguien que tiene dos almas; la una extendida hacia lo malo y la otra extendida hacia lo bueno, algo imposible de coexistir en una sola persona (Stg. 3:11). Así es el hombre de doble ánimo, alguien que tiene dos caras, que quiere asegurarse lo mejor de los dos mundos, que no quiere abandonar las cosas terrenales, pero tampoco puede asegurarse las celestiales.

Esa persona de ánimo dividido, de dos caras, es inestable en todos sus caminos. La palabra que se traduce inestable, acatastatos 142, o inconstante, aparece otras dos veces en Santiago (3:8, 16), una vez en los Evangelios (Luc. 21:9), donde se traduce “insurrecciones” o “revoluciones”; y dos veces en Pablo (1 Cor. 14:33; 2 Cor. 6:5, ;12:20) donde se la traduce desorden, tumultos. Sólo una vez aparece en el AT, en Isaías 54:11, donde se la traduce fatigada. Así está el alma dividida: inestable, inconstante, en desorden constante, en tumulto continuo, fatigada, dividida contra sí misma. Como dijo Jesús: “Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado” (Mat. 12:25; Luc. 11:17).