Santiago

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Santiago el inquietante Santiago, el inquietante... 1 CHILE, CON 70 AÑOS Paginas seri 1 17/1/05 11:23 PM Página 1

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Articulo escrito por Cristian Undurraga

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● “Nuestra capital es antropófaga, se vacanibalizando a sí misma”

● El estrés santiaguino: “Más que lostacos... los hechos urbanos consumados”

● “Santiago no se resuelve con maquillajes”

Santiagoel inquietante

Santiago, el inquietante... 1

CHILE,CON70 AÑOSDEDISTANCIA

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Un balcón sobre el paisaje urbano y humano deChile hace 70 años es esta olvidada colecciónde fotografías. Sus primeras imágenes transmi-

ten el aire diáfano de Santiago al pie de los Andes o elrebullir de los peatones cruzando Ahumada. Hombresy mujeres llevan sus sombreros calados. Ellos, “hallu-llas” o “calañeses”; ellas, la última moda...Las mismas instantáneas captan el orden con que seestacionan los autos de techos tiesos a los costados dela Plaza de Armas, mientras las góndolas y los carrosavanzan por la Alameda haciéndole el quite a la Pér-gola de las Flores.Frente a la gran puerta de La Moneda retratan a DiegoPortales, quien observa, desde su pedestal, a los guar-dias de polainas y a algún huaso con “chupalla”. Muycerca del Palacio Presidencial, a metros de su fachadasur recién inaugurada y al centro de la gran plaza, unabencinera se encarga de disminuir la solemnidad.Paisaje urbano, paisaje humano... que va dejandoatrás el sueño rural de la ciudad del Centenario.Es que el ojo del fotógrafo de los años ‘30 buscó eldespertar de un Santiago remecido por la “moderni-dad”. Esta llega como una efervescencia cultural querecorre el país y empapa a intelectuales y políticos.Más tarde abre avenidas, levanta edificios en altura yprivilegia amplios espacios urbanos. Lo modernotransgrede la vida provinciana y comienza a construir-

se una capital con ilusión de monumentalidad.¿Fue sólo uno el artista de esta cruzada para mostrarSantiago y Chile “modernos”, desde Arica a Tierra delFuego?No está claro. Ninguna foto, del centenar que AugustoBruna -un apasionado por los temas urbanísticos-entregó a este diario tiene firma. En otras, que facilitóel Archivo de la Universidad de Chile, sólo un timbreacusa su pertenencia al antiguo Ministerio de Fomen-to, Sección Turismo.El testimonio gráfico asombra, da nostalgia y planteainterrogantes que responden con miradas expertasarquitectos, urbanistas, historiadores, escritores yotros ilustrados. Ese es el juego: que a brochazos apa-rezcan historias, anécdotas, calamidades y méritos deesa modernidad 70 años después, junto con alertarsobre qué valores y desastres “modernos” se verán en70 años más. Cada cual habla con nombre propio, sincontemplaciones, y con la esperanza de que la con-frontación de ideas deje patentes las preocupacionesurbanas de los ciudadanos.En paralelo, irá apareciendo Chile de ayer y de hoy,fotografiado -a veces desde los mismos ángulos- porsus ciudades y campos, bosques y desiertos, minas eindustrias, lagos y playas.Esta vez, Santiago es el inquietante... a las puertas delBicentenario.

Santiago, el inquietante...

EL PASEO QUE DESAPARECEEs la despedida de “La

Alameda de las Delicias”... Prontocaerán las casonas vecinas a La

Moneda: de Ricardo Letelier; de JulioZegers, en la esquina de Morandé y

Alameda; y también la del balcóndesde donde Arturo Alessandri lanzó

como suyo el abrigo de su ministroCornelio Saavedra a su “querida

chusma”, en la esquina con Gálvez.Más al extremo oriente, desapareceráel Convento del Carmen y la Pérgola

de las Flores. El proyecto demodernización de los años ’30

incluía demoler la colonial iglesia deSan Francisco porque torcía el eje

principal de la ciudad.

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En mi infancia ya muy remota, cuando mi madre, CarmenValdés, daba la dirección de nuestra casa, siempre decía:Delicias 520. Todavía escucho ese Delicias 520, ese verso

de ocho sílabas, cabeza de un romance posible. La Alameda, enaquellos años Alameda de las Delicias, siempre fue el eje, el cen-tro de la ciudad, la avenida más ancha. Tuvo, con sus árboles, consus terraplenes centrales, con sus edificios de altura regular, inte-rrumpidos por la torre de San Francisco, cierta belleza urbana.Sufrió dos atentados mayores, exigidos, al parecer, por el progre-so, y no se repuso nunca: la construcción del paso bajo nivel queune las calles Santa Lucía y Carmen y los trabajos del Metro. Ter-minaron los trabajos y la Alameda nunca volvió a ser lo que habíasido. Y el cerro Santa Lucía, de paso, también fue tocado. Losmuros, los enrejados, las grutas de la transformación de VicuñaMackenna, grandes misterios del Santiago antiguo, espacios de laimaginación, se levantan ahora sobre horribles cerámicas azuli-nas, siempre más o menos sucias, con un vago aspecto de bañopúblico. Y en lugar de la esquina señorial de Alameda y Carmenhay ahora un sitio eriazo, una feria que parece provisional, unapalmera vieja, polvorienta. Tenemos gran vocación para que losólido, lo definitivo, se vuelva transitorio. Santiago está lleno detinglados provisionales, de fachadas huecas, de ventanas vacías.Son memorias de una desmemoria, de un abandono, quizá sim-ples descuidos, distracciones de alguna comisión. Alguien, conperfecta ingenuidad, me explica que son monumentos, arquitec-turas históricas. Es una idea sorprendente. Imagínense ustedes quese derribara el interior del palacio de Versalles, o el del Escorial, yque se dejaran las fachadas con sus ventanas vacías, con sus hile-ras de ojos hueros. Si alguien, en aquellos comienzos accidentados de los años trein-ta, se instalaba, por ejemplo, en la torre de San Francisco, o enalgún techo de la vereda del norte, divisaba las claraboyas de laBiblioteca Nacional, creación, entiendo, del primer Centenariode la Independencia, veía los automóviles, las carretelas, los tran-vías, y se encontraba al fondo con una iglesia que parecía deminiatura, de juguete: la del convento del Carmen. Desde el bal-cón de mi dormitorio también veía el convento, y las escalinatasde la parte del frente del cerro, y la plaza de Vicuña Mackenna, dedon Benja, con su estatua y su fuente más bien modesta. Atrásestaban los minaretes enladrillados de la Escuela Italiana. Hacia elponiente, al fondo, se alcanzaba a notar el hormigueo, la agita-ción del centro de la ciudad, del cuadrilátero bancario, adminis-trativo, oficinesco. Eran años de convulsiones políticas, de trastor-nos en Chile y en todas partes. En las mañanas de domingo, mipadre seguía la guerra de España sobre un gran mapa de la Penín-sula. Las fronteras de cada bando estaban señaladas por banderi-tas de los nacionales o de los republicanos. A mí me parecía unjuego curioso, enigmático. Muchas veces me tocó ver desde mibalcón a carabineros a caballo que avanzaban al trote, con fusiles,y a soldados de infantería que se deslizaban cerca de los muros, enfila india. ¿O fue un sueño, una pesadilla? Pero escuché disparosen alguna dirección y miré a gente que huía, achicada por la dis-tancia. En aquella Alameda había muchas palomas en los techos,en las claraboyas, y los trastornos callejeros recibían explicacio-nes confusas. No sé cómo me contaron los episodios del SeguroObrero, en un día de 1938, pero antes había visto a los soldados, alos carabineros a caballo y a la gente que escapaba del sector de laUniversidad de Chile. Me acuerdo de una viejita baja y encorva-da, vestida de negro, que de repente cayó al suelo. Nunca supe sise había vuelto a levantar. Supongo que a mí me habían llevadopara adentro de una oreja.Siento que en el Santiago de esos años había más misterios que enel de ahora, más luces y sombras. Me acuerdo de las campanas,de los carillones, de carnavales en el Club Hípico. En la parte delcerro Santa Lucía que da a la Alameda, hacia el oriente, en lugarde los jardines de ahora había casas. Mi madre y yo solíamos cru-zar la calle para visitar a una pariente que era monja de clausuraen el Carmen. Ella, tía abuela de mi madre o algo así, hablaba convoz cariñosa y suave a través de un enrejado de madera. Detráshabía una sombra que vigilaba, una aparición conventual. Era laciudad de los conventos, de las inundaciones del río Mapochoque antes se llamaban avenidas, de los tranvías descubiertos, delas góndolas que rechinaban, de los mendigos que tiraban los pio-jos del tifus exantemático a las caras de los ricos. Porque se habla-ba con frecuencia de los ricos y de los pobres, y la pobreza eraprofunda, sórdida, propia de una corte de los milagros. Los pobresde solemnidad, los mendigos, hacían un ruido peculiar, ¡cui, cui!,acompañado de gestos de cortar el pescuezo. Y la gente

recordaba las ollas comunes de la época de los alber-gues, de la crisis del salitre.Supe que un día se había incendiado el convento y quela gente se había apiñado en las casas de la ladera delcerro y en las calles, en las veredas de la Alameda, paraver el espectáculo. Llegué tarde, pero al día siguienterecorrí las ruinas y contemplé los fierros retorcidos quesalían de los gruesos muros pintados a la cal. Me pareceque tuve imaginaciones, pesadillas de lugar de encierro.Pero, claro está, no todo era tan sombrío. No todo erabarroco colonial. La gente paseaba por la calle SantaLucía y llegaba hasta el frente del Museo de Bellas Artes.Ancianos de bastón y polainas, gente madura, jóvenes.Me da la impresión de que los niños correteaban entrelos mayores y de que las mamas, que eran mamás sin elacento agudo, los llamaban a gritos y les propinaban cos-cachos. Yo andaba de punta en blanco, callado, y segúnel testimonio de mi abuela paterna no me ensuciabanunca. Extraño asunto. Tengo la impresión de que fui un

niño viejo y de que ahora soy un viejo botado a joven. Aveces, a niño. Pero todavía veo a personajes del paseo delBellas Artes. Era una ciudad donde abundaban los excén-tricos, hace largos años desaparecidos. Había un perfectoSherlock Holmes, don Marcos García Huidobro, y másde algún anciano reblandecido y que conversaba con laspalomas. El célebre Loco Marín hizo su aparición en losescenarios santiaguinos un poco más tarde. Un día pasópor el medio de la calle, vestido de negro riguroso, comoera su costumbre, llevando debajo del brazo una pesadacolección de astas de banderas. Se había dedicado a pre-parar un congreso internacional y se había autoprocla-mado auspiciador e inspirador único.Entre los excéntricos de entonces había un curioso per-sonaje marginal, hasta cierto punto mendigo, pero másbufón que mendigo. Tenía alguna enfermedad de naci-miento, una atrofia de parte del cuerpo, y era, al mismotiempo, un hombre de sorprendente agudeza. Habíaconquistado de alguna manera, quizás cómo, el dere-cho a la familiaridad con las señoras más elegantes de laépoca. Las tuteaba, las trataba por el sobrenombre y sepermitía libertades y bromas a veces bastante audaces.Era conocido como Manuelito el Tonto, pero de tonto,justamente, no tenía nada. Ahora, a la distancia de losaños, me da la impresión de la ubicuidad. Estaba entodas partes, a la salida de los bailes de la sociedad, enlas calles del centro al mediodía, en funerales y matrimo-nios. En el verano se trasladaba a los lugares de veraneo.Me acuerdo de Manuelito en el muelle de Caleta Abar-ca, en la playa de Las Salinas, a la salida del CasinoMunicipal, en las carreras del Sporting. Todavía escuchosu voz gangosa, sus saludos confianzudos, sus bromas.Era una sociedad antigua, con sus convenciones férreas,con sus divisiones implacables, y también con su gracia,

su extravagancia, su misterio.Uno de los grandes sucesos de la Alameda de las Deli-cias, más abajo de mi esquina frente al cerro, era la pro-cesión del Carmen. Yo desfilaba con mi colegio, cantan-do himnos religiosos a voz en cuello, y después corría acolocarme en el balcón de mi abuelo Luis EdwardsGarriga para mirar el paso de la Escuela Militar, con suspenachos rojos y blancos, que resguardaban el anda dela Virgen. Era una gran imagen recargada, llena de pedre-ría, y su paso provocaba una especie de locura colectiva.Las mujeres gritaban en los balcones como desquiciadasy le arrojaban ramos de flores. Primero, en medio de lamultitud, se veían los rojos de la banda de música; des-pués, un anda que vacilaba bajo una intensa lluvia declaveles, de lirios, de calas. Era un momento de emociónintensa, casi de irrealidad. He tratado de contarlo más deuna vez, en páginas de juventud y en otras más recientes.Una de mis tías abuelas, la tía Elisa, desde ese balcón dela parte norte de la Alameda de las Delicias, se desplaza-ba entre los niños, en un estado de excitación insupera-ble, y tengo la convicción de que levitaba. También levi-taba un personaje de los alrededores de la iglesia y delcolegio de San Ignacio, la famosa Beata Hidalgo. Segúntestigos razonables, volaba desde una nave lateral hastala otra, pasando por encima de los fieles arrodillados enla nave central. Se llegó a barajar la idea de una posiblecanonización, o de una beatificación formal, por lomenos, pero después de su fallecimiento se descubrió, ohubo malas lenguas que transmitieron esta noticia, quedebajo de la cama guardaba provisiones de pisco puro yde pílsener. Eran los combustibles de su vuelo, pero elproyecto de beatificación fue rápidamente abandonado.En el Santiago de ahora hay más ruido, menos campanasconventuales y menos excéntricos. Desapareció donMarcos García Huidobro, Sherlock Holmes, y desapare-ció el Loco Marín. No quedaron ni huellas de Manuelitoel Tonto y de la Beata Hidalgo. En algún sentido, a lomejor en el del tifus exantemático, entre otros, hemosprogresado. Y es probable que en los terrenos de la ima-ginación hayamos retrocedido. Nuestra ciudad es másgrande, más extendida, y mucho me temo que más fea ymás desangelada. Pero escribo en invierno, con llovizna,con cielo nuboso, y es probable que esto influya en mivisión de ahora. Estoy, para citar a Shakespeare, en elinvierno de mi descontento, y esto nunca ha sido buenopara nadie.

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“Yo andaba de punta enblanco, callado, y según eltestimonio de mi abuelapaterna no me ensuciabanunca. Extraño asunto.Tengo la impresión de quefui un niño viejo y de queahora soy un viejo botado ajoven. A veces, a niño”.

por Jorge EdwardsPremio Nacional 1994 y Premio Cervantes 2003

LA PUERTA DESANTIAGO

En el extremo poniente dela Alameda -sector que

conserva por más tiemposus árboles añosos-, está la

“Estación Central de losFerrocarriles del Estado”,

que fue por años ‘30 laprincipal puerta de entrada

y salida de la ciudad.

VIDA DE BARRIO EN LA ALAMEDALa escala “humana-urbana” de laAlameda “apenas ancha” en losaños ’30, todavía permitía comprarflores a las floristas de la Pérgola ypasear desde la Iglesia de SanFrancisco hacia el Convento delCarmen y subir por el parque delCerro Santa Lucía.

Viaje porLa Alameda

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que pronto invade la política y la toma de decisionesurbanas. Algunas innecesarias como la Avenida Améri-co Vespucio; esa avenida de cintura creada por el aus-tríaco Karl Brunner en el año ‘30 para ponerle límite yplanificar la ciudad. Lo que no ocurre…Pero en nuestro país, habitualmente las decisiones esta-tales van detrás de las realidades. Así, cuando un pro-yecto se termina de construir ya está sobrepasado…Nosotros, ahora, veremos cómo la Costanera Norte serásuperada en poco tiempo. — El “Barrio Cívico”, un exponente de modernidad,¿tampoco cumplió su objetivo?— Es otro caso. Se hicieron edificios sin el rango querequería su destino, no se instalaron los potencialesusuarios y se han ido deteriorando. Además, quedó una“avenida procesional” que fue de procesión a nada:porque no se construyó el Parlamento al final de la Ave-nida Bulnes. Algo pasa que no nos atrevemos a proyectar de untamaño magnífico necesario en el tiempo. Nadie quiereconstruir obras completas. Nacen castradas.— Del impulso de modernidad del año 30, ¿quévaloriza?— Cosas “inútiles”: el Parque Forestal, proyectado parapaseos a caballo… ¡Nunca he visto una foto de equita-dores en ese lugar!Cosas “efímeras”: el Museo de Bellas Artes, hecho paraderrumbarlo terminada la exposición del Centenario.Ahí está parchado…y esperando más parches.Yo novaloro el “barrio cívico”, que permanece a medias,aunque sigue siendo una atracción “estatista”... Merefiero al nuevo “proyecto Bicentenario” que planeahundir la Alameda y construir un museo que no se sabelo que expondrá; por el momento solo servirá de sala debanquete.— En 70 años más, ¿se volverá a remodelar? ¿Quéobras de este comienzo del siglo 21 se mirarán comoaportes a la ciudad?— Desgraciadamente van a quedar muchas de hormi-gón armado, porque es traumático demoler: es unaagresión al pasado y a la capacidad de planificar. EnSantiago sólo se ha demolido en el casco antiguo, cons-trucciones de adobillo y tabiquería. Sin embargo se vol-verá a construir la Costanera Norte, que hoy ya pareceinexplicable...— ¿Cuál es la contribución estética de la Torre ENTEL,proyectada por usted, a la Alameda?— Quisimos crear un hito urbano en torno al CentroNacional de Telecomunicaciones. Con tres dimensio-nes: un foso, un patio accesible a la vida urbana y latorre, más un edificio de oficinas. El subterráneo deexposición no se hizo; el patio se cerró con reja; el edifi-cio de oficinas lo construyó otra persona que no cono-ció el espíritu y desproporcionó la torre y todo el con-junto. ¡Es trágico! ¡Y, cómico!— La Alameda, que ya O’Higgins transformó de basu-ral en paseo, ¿podría volver a ser una avenida hermo-sa?— Con una inversión seria: uniendo ambas vías con elmejor pavimento para tráfico urbano (habría que elimi-nar la ventilación del metro y todas las esculturas) y plan-tando árboles espléndidos en sus costados. (Los álamosson adecuados para avenidas de campo... Es necesarioestudiar otra especie, el regadío, drenaje y poda.)La Alameda apenas es ancha: cerca de la mitad deChamps-Élysées y un poco más de la cuarta parte de laAvenida de Mayo. Si se reordenara, se valorizaría.En Chile, con la mejor intención, no hay diseño urbano

de proporciones.— Esa falta de un mejor diseño, ¿es una de las causas del“desalojo” del centro de la ciudad?— El primer piso de los edificios del centro de Santiagohan sido rentados en una forma abusiva: charquéando-los. Hasta los “pasajes”, que constituyen en aporte muyinteresante a la arquitectura urbana, están deteriorándoseporque no hay un incentivo para mantenerlos usables.Tampoco se sabe cuanto le paga el Estado a cada uno delos santiaguinos para vivir en esta ciudad… Esa cifra per-manece oculta. ¡Es muchísimo más que lo que da a otrosen el resto del país en infraestructura y servicios!Santiago no debiera crecer más para que progresen Val-paraíso, Concepción, Temuco. Y previendo esos des-arrollos con eficiencia, dignidad, atractivo.— La revitalización de Santiago la verán, entonces,otras generaciones…— Mientras no se estabilice la densidad del Centro,nadie puede acotar lo que se puede hacer por él. Lasseñales que dan el Estado y la Municipalidad son con-tradictorias. No hay planteamiento conocido por laopinión pública que señale objetivos de valorización.La primera muestra de que por ahí va el camino, fue elproyecto Bellavista que hizo florecer ese barrio. Peroahora comienzan a cambiar las disposiciones y se va adestruir. Eso es lo que se hizo con El Golf, uno de losmejores barrios residenciales de Sudamérica, donde seautorizó el peor barrio de construcciones en altura delhemisferio, sin estacionamientos, edificios en terreno

de casas. ¡Es de locos!Lo mismo ocurrirá con Pedro Valdivia Norte si lo cru-zan con más avenidas. Está bien que hagan un túnel,pero sin perforar el barrio habitacional.Y la Avenida Vitacura es otro horror, cuando era uncamino de campo con bellos árboles y hoy día es unasucesión de innobles ventas de vehículos incluyendorepuestos de autos.— Entonces, del embellecimiento urbano, ¿ni hablar?— Es hablar de un botón en un traje… Mientras, leechan a Santiago todo el humo de una fundición.

¿Cómo se entiende que sea el Estado que lo permite,cuando es el mismo que paga sus consecuencias? Es elEstado que se tira el humo sobre sí mismo.La pátina del tiempo quizás pueda hacer algo por labelleza de esta ciudad...¡Hemos tenido recursos limitados y pocos grandes capi-tales! Entonces, para satisfacer las necesidades del mer-cado, se ha construido el máximo en el mínimo deterreno y con el mínimo de costo, primando el negocio

inmobiliario por sobre el convencimiento de construiruna hermosa ciudad.— ¿A Santiago le falta gracia?— Santiago es una ciudad encerrada en sí misma, conpoquísimos espacios urbanos magníficos. Mantieneárea verdes, como el Cerro San Cristóbal o el ParqueForestal, donde la gente se arriesga a visitarlas por pro-blemas de seguridad. Cada habitante vive en lo suyo ylos malls surgen como una alternativa insólita depaseo.El crecimiento de Santiago es tan acelerado que elsucesivo desplazamiento de los barrios los ha ido

deteriorando. Nuestra capital es antropófaga, se vacanibalizando así misma.— Ese canibalismo urbano, ¿qué o quién puede dete-nerlo?— Hay que dar espacio para trabajar un consenso.Para el problema en que estamos no bastan losgobiernos centrales. Este siglo XXI requiere de pro-yectos globales. Y está las personas para realizarlos.Los mejores, entre los más jóvenes. Hay que haceresos proyectos con chilenos y extranjeros; los quesean más capaces. Hay hitos que lo demuestran:como el Aeropuerto de Pudahuel, donde se dejó tra-bajar a gente que sabía sin importar su origen. Losproblemas en Santiago serán tan irreversiblementegraves que van a despertar la conciencia de los san-tiaguinos. La gente todavía no alcanza a ver la dimen-sión del problema urbano. Tal vez ocurra como conlas guerrillas de Colombia: al principio se dejaronestar esperando que el tiempo resolviera todo; hoyson prioridad número uno.— ¿Cuál es el primer antídoto para esa guerrilla san-tiaguina?— Crear un orden. Respetable y respetado. E inscri-birlo en nuestra conciencia. Entonces se amará estaciudad y no se querrá burlarla violando las densida-des aceptadas, los antejardines exigidos, etc., etc.Porque hoy crece burlando normas ciudadanas.Espero que a futuro, Chile desarrolle empresas de

otra magnitud. El ingreso per capita ya llegará a los15 mil dólares y habrá conciencia para consensuarel destino de Santiago. Hoy estamos en otra escala:haciendo las carreteras discutiblemente con plataajena… y pagándolas en cantidades mayores que laspresupuestadas. ¡Son muchos los alcaldes caóticos,las direcciones de obras caóticas, y hasta la legisla-ción es caótica!Y no soy un francotirador, pero…

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No concibe sueños para Santiago, porque mira larealidad, con crudeza: “El actual drama se va aprobar, lamentablemente, en un terremoto, o

cuando la ciudad sea inoperable…”, sentencia CarlosAlberto Cruz sin temor a exagerar. Porque observa. Y,estudia.Sí, no sueña… Sí, imagina soluciones para hacer unaciudad notable. Tal como dedica mucho tiempo paraelegir el mejor emplazamiento para sus obras: un rincóndel San Cristóbal para vivir; o la ladera oriente para laTorre Santa María, donde está su oficina. Con la mismavisión y prolijidad decide sus colecciones: busca lapieza precolombina más escasa; sigue una pintura delSiglo de Oro español por el Viejo Mundo; consigue unaantigua placa que completa cierta época del conjuntode fotografías antiguas que ya ha expuesto en NuevaYork, o el ejemplar para su colección de libros dadaístasy surrealistas.Entonces, al ver el montón de fotos desconocidas sobreChile, rápidamente deduce el mensaje de modernismoque conllevan. Y comenta: “La modernidad fue la ilu-sión del siglo XX. Tal como en el XIX fue el estatismo,hasta que el hombre se percata que atenta contra sulibertad y es antagónico al humanismo. Los movimien-tos de vanguardia intentaron arroparse con una nuevatoga: la modernidad. Son rupturistas; agreden. El movi-miento dadaísta, por ejemplo, trató de disparar dentrodel teatro para que el drama en el escenario fuesemenos importante”.— ¿También en la arquitectura?— En su afán por crear obras insospechadas, asimétri-cas, inéditas, la “arquitectura moderna” no consiguió elapoyo social. Hoy quedan pocas obras de Le Corbusiero de Mies van der Rohe. Unas fueron víctimas de laguerra, otras fueron demolidas por su mala construc-ción y su descrédito.— ¿Es una paradoja que se identifique la “arquitecturamoderna” a partir de esas obras que juegan novedosa-mente con la luz (Le Corbusier) y con hormigón arma-do (Mies van der Rohe)?— Es una paradoja. Porque el cauce de la arquitecturaanónima sigue siendo el que recibe la aprobaciónmayoritaria de los usuarios. Estos valoran el confort, lasimplicidad y lo cómodo. Las experiencias estéticassiguen los vaivenes de la moda en su aceptación.— ¿Y cómo impacta la “modernidad” en el desarrollourbano?— Las ciudades sufren algo inesperado: el impacto desu crecimiento demográfico, por los avances de lamedicina y sumados a la inmigración de la poblaciónagrícola. La crisis se agudiza con el aumento sin pro-porciones y la movilidad urbana de los habitantes quese desplazan dentro de la ciudad. Antes, gran parte dela población era estable, vivía y trabajaba en suvivienda.— ¿Esa crisis trae aparejada la picota?— Se demuele... se demuele tanto para abrir avenidascomo para hacerlas efectivas para la seguridad y la poli-cía. Así ocurrió en París y en las ciudades que la imita-ron.— En nuestro país, el aterrizaje de la modernidad ¿fuesólo una imitación?— A Chile la modernidad llega rápido a las letras. En ladécada del ‘20, hay autores que la detonan: por ejem-plo, los 20 Poemas de Amor y una Canción Desespera-da de Neruda es una de ellas; también Gabriela Mistrales oída y leída en los teatros y aulas. Se produce una fie-bre por ser moderno y sentir que el país cambia. Idea

“A Santiago le echan todo el humode una fundición. ¿Cómo se

entiende que sea el Estado que lopermite, cuando es el mismo que

paga sus consecuencias? Es elEstado que se tira el humo sobre

sí mismo”.

“Las decisiones estatales van detrás de las realidades. Así, cuando unproyecto se termina de construir, ya está sobrepasado… Nosotros, ahora,

veremos cómo la Costanera Norte será superada en poco tiempo”.

“Los problemas en Santiago serántan irreversiblemente graves que van

a despertar la conciencia de lossantiaguinos. La gente todavía no

alcanza a ver la dimensión delproblema urbano”, alerta Carlos

Alberto Cruz.

“Nuestra capital es antropófaga, se va canibalizando a sí misma”

Carlos Alberto Cruz:“Algo pasa que no nosatrevemos a proyectarde un tamaño magníficonecesario en el tiempo.”

LA ALAMEDA cuando era de las Delicias...

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calles París y Londres.Y los claustros de las Agustinas llegaban hasta la Alameda.Esa demolición partió en 1910, cuando se construyó la calle La Bolsa y después elClub de la Unión.— Ambos sectores tienen hoy su carácter. Entonces, ¿la picota puede ser tambiénuna aliada valiosa?—La modernidad resulta valiosa cuando construye, por ejemplo, un importanteCentro urbano homogéneo –eje social, político y económico–, en ciudades quenacieron con Plaza de Armas.El Centro de Santiago es un ancla que hay que potenciar.Pero, me temo que en 70 años más los jóvenes no lo van a identificar.En el último tiempo la velocidad del cambio es incontrolable: se desaloja Santiago

Centro; se desarma Providencia; y se rearma Las Condes. La misma vorágine ocurreen barrios del Poniente y al Sur de la capital. Sólo el Metro marca algunos límites.— Y, como alguien dijo, hacemos de Santiago una ciudad difícil de amar… — No estoy tan seguro de que no sea fácil de amar. Quizás, como matrimonio malavenido, lo seguimos queriendo porque reconocemos el Cerro Santa Lucía o elSan Cristóbal, La Moneda o la torre de San Francisco. Nos retrotraen vivencias.En ese sentido, agradecemos cuando el extranjero lo describe como una capitallimpia, estructurada, aprehensible y en una geografía espectacular.Los arquitectos y los urbanistas, como guerrilleros independientes, podemos hacerdisparates, pero ahí está la cordillera… su fuerza nos da una estructura sólida.— Esos “guerrilleros”, ¿podrán dialogar algún día, y de alguna forma constructi-va, con los ciudadanos?— Hay crítica literaria, plástica, de ballet, pero sobre arquitectura y urbanismo estáenclaustrada.Todo el tema de la Costanera Norte muestra la frágilidad con que la ciudad enfren-ta su día a día. No alcanza a haber un tiempo de reflexión o de información cuan-do ya las cosas quedaron hechas. Tampoco hay espacios donde los proyectos,como tales, puedan exponerse.¡No existe cultura urbana!Así como hay una educación para el deporte o para las matemáticas, necesitamoseducación para abordar con conocimiento y opinión los proyectos urbanos.Cuando se hizo la canalización del Mapocho y se liberaron nuevos terrenos, hubovoces para lotearlos; no obstante, se impuso el argumento que dio origen al ParqueForestal. ¡Santiago, sin ese parque, costaría mantenerle el cariño! (Y, ¡ojo!: sus plá-

tanos orientales, que llegaron a edad adulta con riego tendido, se están secandopor el shock de alimentación que les produjo la manguera…).— ¿Cuántas generaciones se calculan para que sea rentable crear y manteneráreas verdes, invertir en ornato y en rescates patrimoniales?— Caminamos cada día más rápido hacia un mundo globalizado, en donde ladiferencia es el atractivo valorizable. Las avenidas Gertrudis Echenique o IsidoraGoyenechea, en Las Condes, fueron intervenidas por Carlos Larraín, cuando fuealcalde por unos pocos meses. Con hileras de rosas y tuliperos, veredas anchas ypoco más, ¿cuánto le agregó al valor del metro cuadrado?¿Sabemos cuáles son las políticas que se implementan en el municipio propio, enel del frente, o en la gran ciudad?Los santiaguinos vivimos estresados por los tacos … pero mucho más por loshechos urbanos consumados.¿Qué piensa Santiago respecto de sus próximos 5 o 10 años? ¿Dónde lo averiguo?— ¿Es un imposible soñar con una suerte de Museo de Santiago para conocer esefuturo de la ciudad?— Siempre tuve el sueño que se habilitara en la Casa Colorada… Peropuede ser en cualquier lugar.¡Un Museo de la ciudad dinámica, con pasa-do, presente y futuro! Con maquetas, fotografías y conferencias para tradu-cir el lenguaje, a veces hermético, de la arquitectura, o contar la historia delos barrios y hablar de los proyectos a 10 o 50 años más.Sería una instancia notable para aprender a ser ciudadanos válidamenteopinantes.

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“¡Estas fotografías son un testimonio inédito de una época que nosmarca! Con su lente, el fotógrafo retrata un ideal de ciudad y de país“moderno”… de hace 70 años. Es esa modernidad que supone apor-

te de calidad, independientemente del momento en que se hace…” .Una tras otra, las fotografías pasan por sus manos y mirada, mientras Hernán Rodrí-guez Villegas, un arquitecto de profesión e historiador por vocación, las comentasin saber que está en un ágora virtual, desde donde después disparará…“Está también la idea de mirar Santiago como un todo urbano –agrega todavía conla vista sujeta a las placas fotográficas–. Surgen las avenidas… esas intervencionesnovedosas de los urbanistas extranjeros; y aparece la monumentalidad, el salto enla escala de la ciudad con los primeros ‘rascacielos‘ que dan carácter de Centrohomogéneo”.“Y es notable como la ciudad se ve disminuida en relación con su entorno geo-gráfico, posada en el valle al pie de la cordillera gigantesca. Hoy la percepciónes tan distinta: Santiago se adueñó del valle; la cordillera permanece tan veladapor el esmog; y hasta el río tiende a desaparecer...”.“Asimismo, me sorprende que esta intención de fotografiar la ciudad se detieneen determinados edificios que, como hitos, sobreviven. Lo cual contradice lapercepción de que nuestra ciudad ha destruido su pasado. ¡Este es un desmenti-do!”, asegura.Desde que su proyecto de título lo hizo atravesar umbrales por las calles de San-tiago, buscando fórmulas para rescatar del abandono los vestigios patrimoniales,Hernán Rodríguez sigue en esa “cruzada”. Hace 11 años que, con la FundaciónAndes, impulsa proyectos para “proteger nuestra identidad” y “enriquecer el paíscon belleza y cultura”. Con ese mismo ánimo permaneció 16 años dirigiendo elMuseo Histórico Nacional y es uno de los arquitectos que restauró La Moneda, elPalacio Cousiño, la Municipalidad de Santiago y supervigiló la remodelación dela Estación Mapocho.— Entonces, ¿esos “testigos urbanos” de hace 70 años permanecerán otros 70?— Van a permanecer. Creo que se realizará cualquier esfuerzo porque subsistanmás allá de los terremotos o de las exigencias del progreso. Hay conciencia de ello.— Al irrumpir la modernidad en la década del ‘30, ¿qué valores pierde Santiago?— Ala vista de estas imágenes, Santiago se compromete con la ambición de marcarsu modernidad aspirando ser una ciudad monumental. De alguna manera lo logra,porque los vestigios de otras épocas, en los 400 años de historia, son pocos.Otras ciudades del mundo logran defender los barrios que cuentan su historia… No hace tanto, un arquitecto español escribió sobre la joya que tenía Santiago ensus claustros. Describía los de San Agustín, la Merced, Santo Domingo, y los propo-nía como una malla complementaria a los famosos pasajes que ya tenía la ciudad.Hace 30 o 40 años los claustros eran un valor... hoy, destruido.— ¿Subsistirá el de San Francisco? — El Convento de San Francisco botó 12 claustros el año 30 y allí se abrieron las

Para contrarrestar las decisiones entre cuatroparedes: “¡Un Museo de la Ciudad, con pasado,presente y futuro! Con maquetas, fotografías yconferencias para traducir el lenguaje, a veces

hermético, de la arquitectura, o contar lahistoria de los barrios y hablar de los proyectos a10 o 50 años más”, propone crear el arquitecto e

historiador Hernán Rodríguez.

“Más que los tacos... los hechos urbanos

consumados”

El estrés del santiaguino:

Hernán Rodríguez:“Un arquitecto español escribió sobrela joya que tenía Santiago en susclaustros. Describía los de San Agustín,la Merced, Santo Domingo. Hace 30 o40 años los claustros eran un valor…hoy, destruido”.

PORTALES... DESDE SIEMPRE MIRAA LA MONEDA

La figura de Diego Portales selevantaba justo al centro del

Ministerio de Guerra y al frente de laentrada del Palacio de Gobierno,

por la calle Moneda. La mismaestatua del estadista ahora sólo se haretirado algunos metros para presidir

la Plaza de la Constitución.

CUMBRE DELNEOCLASICO

Veinte años trabaja Toescaconstruyendo la Casa de

Moneda y muere antes determinar ésa que será su obra

más notable: de fábrica deamonedar -pintada a la cal-,

se transforma en Palaciodurante la presidencia de

Manuel Bulnes.

“El Centro de Santiago es un ancla que hay quepotenciar. Pero, me temo que en 70 años más los

jóvenes no lo van a identificar”.

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Descifrar qué significaron los austeros edificios delBarrio Cívico, que empiezan a proyectarse justodos años antes de la gran crisis mundial del año

30, y explicar el momento histórico de su improntaarquitectónica, es el desafío que se plantea Diana Wil-son Searle, en su tesis — “El Barrio Cívico de Santiago deChile: Crónica de una Gestión”— para licenciarse enHistoria, con honores.Imbuida, al mismo tiempo de arquitectura, por ser lamujer de Cristián Boza, afirma que esa construcción“fue un hito en Latinoamérica y un símbolo de vanguar-dismo”, y que el plan del arquitecto e ingeniero austría-co Karl Brunner von Lehenstein, en 1928, es una de laspropuestas más importantes como idea de ciudadmoderna en el continente. La aplicación de éste y otrosmodelos urbanos realizados por extranjeros en AméricaLatina obedece tanto a una moda como a la necesidadde racionalizar el crecimiento desmesurado de las capi-tales. Mientras Brunner —que trabajó también paraColombia— viene a Chile por segunda vez en el año1933, Le Corbusier está en Buenos Aires…Los automóviles invadían las otrora tranquilas calles dela capital. En 1924 se importan 1.800 vehículos, mien-tras en 1929 la cifra alcanza los 12.000. Incluso, debidoal gran movimiento que adquiere la ciudad, se llega aplanificar la construcción de un ferrocarril metropolita-no, cuyo objetivo es facilitar los accesos al cada vez máscongestionado centro de Santiago...Asimismo, Diana hace ver que, tras la idea de crear unBarrio Cívico, existe primero una decisión política delgobierno dictatorial de Carlos Ibáñez: “encantar” a laciudadanía con proyectos de “modernidad”. Quiereacallar a la oposición (destierra a Arturo Alessandri yGustavo Ross, entre otros) y para ello dispone del abulta-

do crédito que le otorga Estados Unidos.El emblemático proyecto no es el único; está incluidodentro de un sinnúmero de obras públicas que imple-menta el aparato estatal para generar empleos, mientrascrece también la burocracia del Estado.— ¿Ibáñez asume el “modernismo” sólo dentro de unaestrategia política?— Carlos Ibáñez siembra esa ilusión “modernista”cuando contrata al famoso arquitecto austríaco e iniciala expropiación de las primeras casas para construir elBarrio Cívico (que va a ser contemporáneo al de Was-hington y a otro que se hace en París); cuando difunde la

idea de crear un “centro laico” tan importante como laPlaza de Armas, con la Catedral y la casa del Arzobispo;pero, al mismo tiempo, comparte la intención que tie-nen otros políticos en el mundo y es dar más coordina-ción física y protección a las dependencias del gobier-no, agrupándolas.— ¡ Amplias y breves ilusiones!— La crisis de Wall Street, afectó rápidamente a nuestropaís, cuya prosperidad artificial dependía de los présta-mos adquiridos con Estados Unidos. Chile entra en una

profunda recesión; se declara insolvente, e Ibáñezrenuncia.Como lo consigna el libro “Chile en el siglo XX”, en elinforme de la Liga de las Naciones, Erl Economic Survey1922-33, se da cuenta del impacto de la depresión en elcomercio mundial, y Chile aparece como el país másgolpeado por la crisis. Allí se señala que, en promedio, elvolumen del comercio mundial cae en un 26,5% entre1929-32, mientras que para Chile esa caída es cercanaal 70%. En ese mismo período el valor total de la pro-ducción salitrera cae en un 95%. A ello se agrega la dis-minución de los créditos externos, desde 682 millonesen 1930 a 54 millones, en 1931, a 22,4 millones en1932 y a cero en 1933.— ¿Cómo se configura la paradoja de que un país insol-vente retome el proyecto y construya finalmente suBarrio Cívico?— Lo hereda el segundo gobierno de Arturo Alessandri y esGustavo Ross Santa María, su ministro de Hacienda, el“hacedor”. El Barrio Cívico empieza a construirse el año 34.— ¿Es efectivo que Ross aplica la Ley de Ferrocarrilespara hacer las expropiaciones, sosteniendo que seconstruirá una estación en la Plaza Bulnes? — Ross echó a andar el motor de la economía imple-mentando un mecanismo cuyos documentos y minu-tas guarda su hijo Jorge, quien me permitió estudiar-los. El ministro ocupó los fondos de las Cajas de Aho-rros para construir y dar trabajo a los cesantes.El, que no tenía título profesional (hizo aprendizajefinanciero en la Bolsa de Comercio de Valparaíso yvivió en Paris exiliado), depositó su bagaje culturalcon maestría en ese plan urbanístico, obligando a losdistintos arquitectos –Carlos Vega y Josué Smith, entrelos más famosos– cumplir con las disposiciones seño-riales de los edificios.Le faltó trasladar el Congreso, que habría quedado awalking distance de La Moneda... Claro que tal comoestá la política hoy, con las protestas, no sé si habría sidotan conveniente…Hoy el ojo del urbanista podrá aprobar o desaprobar laestética del conjunto, pero no puede negar su armonía.El Barrio Cívico es una importante muestra de cómo lamodernidad fue asumida por el Estado, creando unnuevo tipo de “sobriedad” opuesta a las formas clásicas,y que va a caracterizar la arquitectura predominantehasta la primera y segunda década del siglo XX.

Diana Wilson: “El ojo del urbanistapodrá aprobar odesaprobar la estética delconjunto, pero no puedenegar su armonía”.

El barrio que fue símbolode “sobriedad”

y “vanguardismo”

“Las fotografías de Santiago hace 70 años producen nostalgia... La cordi-llera omnipresente, los espacios públicos amplios y el claro dominio delpeatón sobre el auto, una ciudad más humana...”, dice al verlas Cristián

Undurraga, quien con su grupo de arquitectos “diseñó” las plazas de La Moneda(ganando ambos concursos). En 1980 remodeló la Plaza de la Constitución y ahoraconstruye la Plaza de la Ciudadanía.— Esa “escala humana” que añora, ¿no queda sobrepasada justamente en ese pro-yecto emblemático del Bicentenario para el Barrio Cívico, al pretender inclusohundir la Alameda?— La construcción del Barrio Cívico en 1937 significó un cambio de escala en elcentro histórico de Santiago. La escala humana tiene que ver con la relación entre elcuerpo y el espacio. Creo que esa relación aquí se da de una manera feliz. Ahoranuestra propuesta de construir esta “plaza parque” procura recuperar el equilibrioentre el peatón, cada día más postergado, y los vehículos.— ¿Equilibrio que se recuperó con ese diseño?— La Alameda ha ido perdiendo, sistemáticamente, su carácter de paseo, y eje histó-rico, hasta convertirse sólo en un eje de transporte donde circulan 1.200 buses porhora. ¡Es un muro amarillo...! 600 buses en cada sentido a la hora de más congestión.Propusimos hundirla, haciéndonos cargo de esa realidad. Así la circulación se hacemás fluida, liberando el suelo, que se transforma en una gran superficie de pasto. Deesa forma, queda consagrada la unidad del espacio previsto por el urbanista KarlBrunner y materializado por el arquitecto chileno Carlos Vera.Como la ciudad no se hace por decreto —se construye en el día a día y en la expe-riencia—, si funciona un plan de transportes (nuestro proyecto es anterior al Transantiago, del cual tengo esperanzas...) que racionalice el número de buses, laAlameda podrá seguir pasando por la superficie de la plaza. Por eso creo que unavez que estén construidas las dos primeras etapas de la plaza (la norte inmediata a LaMoneda y la sur donde hoy está el Altar de la Patria), se podrá analizar sin apasiona-miento y de manera responsable e informada si es necesario o no hundir la Alameda.Hay que esperar que se implemente un plan que se haga cargo de una vez por todasde un transporte público digno y eficiente, además de los temas de tráfico, y no sóloen la Alameda sino en todo Santiago.— Pei, con su pirámide frente al Museo del Louvre, ¿inspiró desde París la remo-delación de esta nueva plaza?— El vacío de la Plaza del Louvre es similar al del Barrio Cívico, futura Plaza de laCiudadanía. Son de dimensiones muy similares en el plano. Nuestros edificios sonmás altos; de allí que la proporción se lea distinta. A mí me gusta el proyecto de Pei,lo encuentro muy inteligente. Pero la lógica de nuestro proyecto puede estar máscerca de lo que sucede en el Palacio Real de Madrid —diseñado por Sabattini,maestro de Toesca—, la lógica barroca de la ante-plaza, sucesión de patios, y luegola terraza donde se domina una gran extensión de pasto, un parque.— Leoh Ming Pei y Joaquín Toesca Ricci —norteamericano de origen chino del sigloXX, uno; e italiano del XVIII, otro— hacen, a lo menos, una conjunción notable...— Uno siempre aprende de la historia y de los maestros.Yo tenía 25 años cuando nos ganamos el concurso de la Plaza de la Constitución, ylo que más agradezco de ese minuto es haber tenido el buen criterio de pedir ayuda

El vacío de laPlaza del Louvre

es similar al de laPlaza de laCiudadanía

¿Pei, con su pirámide, inspiró desde París laremodelación del Barrio Cívico? A mí me gusta

—responde Cristián Undurraga, arquitecto de lanueva plaza—. Pero la lógica de nuestro proyecto

está más cerca del Palacio Real de Madrid ,diseñado por Sabattini, maestro de Toesca.

TRES PLAZAS PARA EL MISMO ESPACIOLa remodelación de la fachada sur delPalacio de Gobierno -que hizo JosuéSmith- fue el primer paso en laconstrucción del Barrio Cívico - hito de“modernidad”- en la década del ’30. Esemismo espacio que une a La Moneda y ala Alameda -con plaza y marco deedificios de una misma altura- se planteahoy como la Plaza de la Ciudadanía, elemblema más futurista del Bicentenario.

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al Padre Gabriel Guarda, el arquitecto que más sabe de Toesca en elmundo. En ese entonces nadie podía soñar que 25 años más tardeestaríamos construyendo la plaza al sur de La Moneda.Detrás de estas obras hay muchos nombres; al fin de cuentas, la arqui-tectura es una obra colectiva.— Y, ¿cómo aparece la escala humana en la monumentalidad de lanueva plaza?— Antes hablábamos de la relación entre el cuerpo y el espacio... Eseespacio de la caja cívica es de una proporción notable, es monumen-tal; no obstante, nadie se siente doblegado por esa monumentalidad.Ahora la estrategia es complementar el espacio con árboles, escaños,y fuentes de agua que animen la plaza. También es importante aco-ger la belleza a veces marginada de la ciudad. Entonces, bajo la terra-za sur que extiende los patios interiores de la casa de gobierno haciala Plaza de la Ciudadanía estará el centro cultural Palacio de laMoneda con sala de exposiciones, cineteca y biblioteca de arte.— De rebote, ¿se logrará, esta vez, revalorizar los sobrios edificiosdel Barrio Cívico?— Son estupendos, amplios y con vestíbulos finos como algunos enNueva York de la misma época. Sería interesante que las corporacio-nes se animen y se instalen allí. No me cabe duda que la importanteinversión del gobierno redundará positivamente. Bastará que un“grande” invierta, para que otros se animen. Los estacionamientossubterráneos para 560 autos serán un beneficio para el sector. ElBanco del Estado y el Teatro de la Universidad de Chile, vecinos alproyecto, están alertas.—¿Cuánto le duele al proyecto que la Avenida Bulnes no acabe enel Congreso?— Que esos terrenos se hayan vendido a una universidad privada, espara no creerlo. Duele.Pero algo vamos a hacer. En la Plaza Almagro se levantará un asta de70 metros de alto para instalar una bandera monumental que da unremate digno al eje de la Av. Bulnes.

También estamos trabajando en la remodelación de la tumba deO’Higgins, que podrá visitarse, junto a un pequeño museo. O’Higginscontinuará en su lugar. Lo que allí hacemos es construir el mismonivel de suelo que el resto de la plaza, recuperando así la relaciónentre la plaza y el Paseo Bulnes, algo que nunca debió perderse.— Una apuesta: ¿qué de ambas plazas permanecerá en 70 añosmás?— La ciudad evoluciona. De ésta que estamos viendo, prevalece latraza fundacional, “el damero”, que prueba su eficiencia acogiendo lastransformaciones que los distintos procesos modernizadores exigen.La Plaza de la Constitución surge del propósito de destacar el Palaciode La Moneda. Allí antes estaba enfrentando el edificio Toesca, otroneoclásico: el Ministerio de Guerra. Detrás del ministerio, habíancasas y allí vivían los Carrera. Hoy el vacío celebra el Palacio deGobierno. En ese vacío nosotros intuimos la recuperación del crucepor el interior del Palacio. Mi padre, que trabajaba para el Estado,cuando yo era niño, me llevaba a La Moneda, lo que era algo normalpara cualquier ciudadano. Cuando el Presidente Lagos reabre lospatios de La Moneda está haciendo un gesto de cultura urbana y civi-lidad que enaltece al país. Eso me gustaría que prevaleciera: quesiempre se pueda cruzar por los patios de La Moneda.—¿Sin temor que la Plaza de la Constitución se transforme en unmausoleo de Presidentes?— Antes de instalar esos monumentos, las tres fundaciones —deAlessandri, Frei y Allende— nos consultaron. Ese gesto da cuentaque esa plaza está más allá de las contingencias, porque los santia-guinos ven ahí un pedazo de su ciudad y no la celebración de undeterminado partidismo.Soy un inveterado optimista y pienso que estas obras son pequeñosgrandes aportes que contribuyen a sensibilizar a los habitantes consu ciudad. No se le puede pedir a la gente sensibilidad con su ciudad,cuando la ciudad no es sensible con su gente. Las ciudades que cui-dan a su gente contribuyen a que la gente cuide su ciudad.

Una niña que peina su trenza a diario cerca de la ventana, esuna figura romántica que aparece ligada a los inicios delBarrio Cívico.

Su casa, en la calle Morandé, mira a La Moneda. Y, desde el Pala-cio Presidencial, un hombre la descubre.El es un viudo joven, pero se acerca a la edad de la que llegará aser su suegra.El padre de la niña es un exitoso abogado talquino, ex parlamentarioliberal, admirador de Balmaceda, al igual que su yerno, quien recibi-ría la banda presidencial del mandatario derrotado el 91, comosigno de que encarnaba esos mismos principios presidencialistas.Quien trenza estos detalles históricos es bisnieto de don RicardoLetelier, el padre de doña Graciela que entró vestida de novia a LaMoneda y, también, por otro lado de su familia materna, tataranietode José Manuel Balmaceda. Como decía Benjamín Vicuña Macken-na, ‘Santiago siempre ha sido una ciudad de parientes‘.Aunque Alfredo Jocelyn-Holt Letelier está por estos días en otra etapade la historia de Chile –con el segundo volumen de su Historia Gene-ral, ‘Los Césares Perdidos‘– se detiene en esta otra época para señalarque la expropiación de esa casona familiar de calle Morandé coinci-dió con la muerte del bisabuelo. ‘Mi bisabuela, abuelos y tíos, todospartieron a ese barrio nuevo que se construía... en Avenida Repúbli-ca. Dudo que les haya gustado mucho el cambio. Seguramente fuealgo forzado. A los dictadores no se les puede discutir‘, agrega.— ¿Y quién es el personaje que empujó al Presidente Ibáñez a con-tratar a Karl Brunner?— Fue Rodulfo Oyarzún Philippi quien, estudiando en Viena, lo trae aChile en 1929. Al urbanista vienés se le encarga proyectar el entornodel palacio, la hoy avenida Bulnes y, más tarde, las bases del Plan Regu-lador de Santiago, que trazará junto a Roberto Humeres. En el fondo, esBrunner quien plantea, por primera vez, mirar a la ciudad entera comoun gran edificio. Su plan de remodelación del casco antiguo y público

de Santiago se hace bajo condiciones económicas todavía óptimas. Elpaís aún no sabía lo que se le venía encima. La gran depresión, unosaños después, resultaría feroz.Según Jocelyn-Holt incidirá en todo esto “la imagen de la recons-trucción de Europa, después de la Primera Guerra Mundial, y losmodelos constructivistas que cierto progresismo reaccionario, muyde los años 20, gustaba auspiciar (pensemos en Mussolini y luegoHitler). Una modernidad muy distinta al legado progresista liberaldel siglo XIX. Había que volver a hacerlo todo de nuevo. No olvi-demos que Ibáñez fue un dictador, contrario a la oligarquía parti-dista tradicional. Su propósito era realizar un proyecto nacionalliderado por las Fuerzas Armadas con oficiales provenientes desectores medios, recientemente profesionalizados gracias a las pla-tas del salitre. La modernidad así planteada fue un intento revolu-cionario sumamente autoritario, tímido ensayo de lo que volvería aocurrir en los años 70”.— ¿Así define usted la modernidad?— La modernidad no tiene definición. En Arabia Saudita ser moder-no supone que las mujeres dejen de usar velos; en Sudamérica, con-siste en querer salir de la pobreza. La modernidad, por tanto, lasemprende contra todo aquello que no es tradicional, incluso brutal-mente. En el ámbito urbano, esta brutalidad es un viejo cuento.Recordemos que Napoleón III junto a Haussmann redibujan París.Hacen desaparecer la ciudad medieval en aras de un gran proyectourbanístico con propósitos políticos, incluso militares, construyendograndes avenidas desde donde apuntar los cañones y así evitar quese armaran barricadas.Es más, la modernidad suele comerse la cola. Esto de hacer desapare-cer lo que viene de antes puede, incluso, cobrar como víctima lo quehasta hace poco se pensaba ultra moderno. De ahí, que desde laSegunda Guerra Mundial, se cuestione la modernidad por parte deuna supuesta ‘contra-modernidad‘ que pretende rescatar elementosde la tradición que el modernismo ilustrado-liberal, en su momento,pasó a llevar. Por ejemplo, quienes plantean la necesidad de rescatar

“La defensa delpatrimonio es casi

siempre una beatería hipócrita” “La tradición es auténtica, algo aún vivo que

persiste dificultosamente en medio de unamodernidad que amenaza con avasallarla”,

dice el historiador Alfredo Jocelyn-Holt.

JOYAS EN SANTIAGOLos claustros de los conventos, como el de San Francisco, eran joyas que podrían haberse engarzado en unamalla urbana muy única, pero la mayoría fueron destruidos. Igual suerte corrió parte del ábside del Templode Santo Domingo.

Cristián Undurraga:“En la Plaza Almagro selevantará un asta de 70 metrosde alto para instalar unabandera monumental que daun remate digno al eje de la Av. Bulnes”.

Alfredo Jocelyn-Holt:“El resguardo del "patrimonio"no es más que un barnizcosmético que encubre, casisiempre, un muy buen negocio,por lo general, turístico.”

MILLONES QUE MANDANCuando cambia la densidad de la ciudad en millones de habitantes, Ahumada y La Bolsa -con su rascacieloAriztía (el primero para oficinas construido en altura)- rechazan los automóviles; los mismos que podíanestacionarse en la plazuela del Teatro Municipal. Y… tanto debe crecer el edificio del Banco Central que hasta suentrada cambia de lugar.

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Cuando Pedro de Valdivia vio este río maravilloso,acompañado de una cordillera magnífica, no le cupoduda que aquí fundaría la ciudad. Durante siglos, fue elalma de Santiago. Hoy está venido a menos: corre comouna cloaca a tajo abierto o como torrente y, todavía, nosabemos qué va a significarle la Costanera Norte.—¿Ese proyecto sería realizable en 20, 30 años más?—Benjamín Vicuña Mackenna había muerto cuando su“Camino de Cintura” funcionó... El pensó en grande.Desde la Intendencia, junto con convertir el peñasco delSanta Lucía en un jardín, es el primero en planificar ave-nidas límites para densificar Santiago.Se va a París; camina los bulevares; se inspira en el Barónde Haussmann... y proyecta conceptualmente -haciendoalgunas expropiaciones- su camino, que parte en lo queserá la Plaza Italia, sigue por una avenida que tomará sunombre -Vicuña Mackenna-, baja por Avenida Matta,llega a lo que sería el Parque Cousiño, se va por la líneadel tren -Exposición-, cruza la Alameda hacia al borde dela Quinta Normal -Matucana-, sube por Balmaceda yllega nuevamente a la Plaza Italia, recorriendo lo que untiempo después será el Parque Forestal, de Dubois.— Su “golpe urbano”, tanto como de expropiaciones¿requeriría de picota?— Yo tiraría la picota hacia el oriente y la pre cordillerasalvando los parques y algunos conjuntos de calidad. Esazona se ha convertido en el anti barrio. Está intrínseca-mente mal planteada. La entrada a La Dehesa con esasucesión de malls adornados con palmeras a lo Miamino constituyen ciudad ni conforman barrio.La destrucción del barrio El Golf es la anti ciudad. Sepudo haber respetado parte de él.Ya viene el tiempo enque familias habitantes en barrios pulverizados de bun-

galows están descubriendo el barrio Yungay.— ¿Es tiempo de fortalecer la indentidad de los barrios?¿O aquello contradice el desarrollo urbano moderno?— Santiago es una ciudad de barrios.El barrio es una unidad socio-espacial con una medidaantropométrica dada por el trayecto a pie de una madreque va con su hijo. (Está demostrado empíricamente queesa mujer no puede caminar más de 12 minutos soste-niendo de la mano a la criatura.) Eso define un perímetrocon un corazón (plaza, escuela, iglesia, centro comer-cial, y edificios cívicos). En nuestra capital existen, conesa identidad, 46 barrios.¡Es la dimensión humana queno se puede perder!¡Las autoridades urbanas no pueden permanecer senta-das en sus escritorios esperando lo que traen los promo-tores inmobiliarios para ponerles el visto bueno! ¡Debencrear, convocar e incentivar propuestas de interés, cons-truir un pedazo de ciudad...!Suturar la gran herida que sufrió Santiago con la Norte-Sur es otro “golpe urbano” que desde hace diez añosvengo proyectando: hay que construir edificios cruzandosobre la carretera.—¿Otro “golpe urbano” será la remodelación del BarrioCívico?— ¡Esa Plaza de la Ciudadanía va a ser espectacular!— ¿Boza es un enamorado de su ciudad?— ... que tiene el mayor de los gustos al mostrar suscalles, plazas y edificios notables. Sin embargo, no hayseñas concretas para recuperar el Centro. Se han hechoesfuerzos, pero de maquillaje. Y duran como un maqui-llaje. Santiago no se resuelve con maquillajes.

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nuestro ‘patrimonio‘ colonial hispanista.— ¿A qué apunta esa discusión tan sofisticada?— A repudiar, desde luego, el progresismo ilustrado-liberal decimonónico porquehabría ocultado nuestro pasado mestizo, barroco y católico, según algunos, nues-tro ‘ethos‘ propiamente hispanoamericano. Esa palabreja ‘patrimonio‘, tan soco-rrida últimamente, apunta a querer restaurar ese acervo cultural anterior a la arre-metida secularizante. Algo que sabemos es técnicamente posible; no olvidemosque después de la Segunda Guerra Mundial, se han logrado reconstruir ciudadesenteras luego que fueran destruidas casi por completo.En el fondo, este afán patrimonialista aspira a reconstruir. Cuestión que, sinembargo, yo desconfío y critico, no por un afán provocador o porque me guste serun francotirador, sino porque pienso que posturas ideológicas burdas como elpatrimonialismo deben debatirse públicamente.“La defensa del patrimonio es casi siempre una beatería hipócrita –declara conénfasis el historiador–. Los sectores que lo defienden y se llenan la boca con la‘conservación‘ han sido muchas veces grandes destructores. Pensemos en esosespeculadores inmobiliarios que arrasaron con el barrio El Golf. Son los nietosque echaron abajo la casa del abuelo, así como en los años 60 se encargaron deexpropiarle el fundo. Yo, en cambio, pienso que lo que hay que defender es la tra-dición, no el ‘patrimonio‘”.“En Chile, hay quienes nos quieren convencer de que tuvimos mucho barroco.Lo cual es más que dudoso. Chile era un país miserable en el siglo XVII, no habíaoro, y para qué decir violines, los cuales sólo llegaron en el XVIII. ¿Cómo ha-bríamos de tener barroco si no había suficientes cellos para montar un conciertode Vivaldi? Lo que, en realidad, tuvimos fue neoclasicismo. He ahí Toesca, y esoscorredores con columnas que encontramos en las casas de fundo. Quienesdefienden un ‘patrimonio‘ barroco inexistente ‘inventan tradiciones‘ (término deEric Hobsbawm)”.— La tradición, ¿dónde la fundamenta?— La tradición no es más que una resistencia a duras penas en el tiempo. Latradición es auténtica, algo aún vivo que persiste dificultosamente en medio deuna modernidad que la amenaza con avasallar. El ‘patrimonialismo‘, en cam-bio, es una suerte de rescate falso que hace la modernidad, cuando ya ha ope-rado la destrucción, reviviendo, a lo Walt Disney, una ‘invención‘ cosméticaque nunca existió, por motivos estrictamente lucrativos. Digamos que es comoesa Roma recreada por Hollywood con la Elizabeth Taylor haciendo las vecesde Cleopatra. Para el vulgo, ésa es toda la ‘historia‘ que sabe de Roma.— ¿En esta ciudad, descubre señales de interés por la tradición?— Para ser franco, no muchas. Estamos más bien dando la espalda a todas nues-tras tradiciones. La vorágine del crecimiento económico, el pulpismo financieroneoliberal, el culto a todo lo que viene de los EE. UU., la fantasía suburbana tipoMiami, va en detrimento de nuestro sentido de ciudad, desubicándonos. En losaños 20 había tantos cafés en Santiago como en Buenos Aires. Algo pasó y siguepasando. Se corre el riesgo que de tanto emular a los yankees perdamos nues-tros modelos europeos. Preferimos las autopistas a los bulevares, los supermer-cados y malls a las ferias instaladas en las plazas, los multicines a los cine-artes.— Pero algo tiene Santiago que no se lo abandona...— Es que si abandonamos Santiago, es casi como si nos fuéramos de Chile.Un tercio de la población chilena, y el 50% del electorado vive en laRegión Metropolitana. Y eso que tenemos un territorio inmenso y totalmen-te despoblado. El imán que hay debajo del Valle Central es superpotente. He vivido 16 añosfuera de Chile y siempre he vuelto…“Santiago es un imán y trampa –agrega–. Pensemos en todas esas masas queemigran de las zonas rurales, ya en los años 20, y de nuevo en los 50 y 60, y queterminaron viviendo en una indigencia que jamás conoció el siglo XIX. En nues-tros días el crecimiento inorgánico de Santiago es un asunto sobre el cual no noshemos sentado a reflexionar. Hace unos años intenté hacer una investigaciónsobre La Florida. Envié a mis ayudantes para que averiguaran cuánta gente vivíaallí, y me trajeron datos absolutamente dispares: que tenía medio millón dehabitantes, o bien, que no, que estaba alcanzando el millón y medio. Un mar-gen de error de tal envergadura, en supuestamente la concentración poblacio-nal más alta en este país, exige un mayor conocimiento. Más aún, cuando sabe-mos que el nuevo tipo de carrera política parte desde las alcaldías”.Como “una ciudad que se desborda, que crece inorgánicamente, que se agi-ganta sobre la base de una especulación inmobiliaria sin fiscalización alguna,y que ha ido destruyendo mucho más que lo que otrora echara abajo un terre-moto fuerte”, describe Santiago. Luego Jocelyn-Holt se pregunta: “¿Qué deraro entonces que ésta sea una ciudad que tose, que sus habitantes lleguenestresados a sus casas, que escapen a oxigenarse durante los fines de semanaslargos, que nuestra seguridad dependa de un Plan Cuadrante totalitario-poli-cial, que para no mezclarnos unos a otros nos segreguemos cada vez mássegún cuan Infantes y Machucas somos? Si alguna vez pensamos que vivir enuna ciudad era señal de civilización, hoy día, aquí en Santiago, ésa es unamás de nuestras múltiples ingenuidades”.

EN ARAS DE LA MODERNIDADCon “150 varas” por lado, en 1541, traza Pedro de Valdivia la Plaza de Armas. Sobre esecorazón fuerte y empedrado, se levantan el Cabildo, la Real Audiencia y la Catedral. En 1830,árboles y flores transforman el lugar. Dos conceptos para la misma plaza que la últimaremodelación intenta unir en aras de la modernidad...

“Santiago no se resuelvecon maquillajes”

“Las autoridades urbanas no pueden permanecer sentadas ensus escritorios esperando lo que traen los promotores

inmobiliarios para ponerles el visto bueno. ¡Deben crear,convocar e incentivar propuestas de interés, construir ciudad!”

declara el arquitecto Cristián Boza.

Cristián Boza:“Tiraría la picota hacia eloriente y la precordillerasalvando los parques yalgunos conjuntos decalidad. Esa zona se haconvertido en el antibarrio. Asimismo, ladestrucción del barrio ElGolf, es la anti ciudad.”

Aunque a esta remota y pobre capital de “finisterrae” no llegó el valioso barroco, y se construyóacumulando adobes descomunales para generar

gruesos muros con ventanas pequeñas que hicieran elpeso a los terremotos… “Santiago tiene una arquitecturade mérito…”, asegura Cristián Boza, afianzado en esatrayectoria suya por las aulas universitarias y como arqui-tecto de los edificios Fundación, Las Américas, Codelco,y ahora la Ciudad Judicial, entre un centenar de obrasrepartidas por el país.“La aldea de muros blancos y tejas de arcilla, sin gestocultural, toma un cariz distinto cuando aparece Ambro-sio O’Higgins”, observa.El gobernador sabe que está instalado en Lima JoaquínToesca –el arquitecto romano que viene arrancando deEspaña por conquistar a la hija del rey (cosa que antes yahabía hecho en Italia…)– y lo contrata (1780) para quetraiga el neoclásico a Chile.Otra versión dice que es el obispo Manuel de Aldayquien sabe del distinguido profesional por su amigo elabate Pietro Toesca y lo consigue para modificar la facha-da de la Catedral en estilo “barroco clasicista”. El caso esque don Joaquín diseña también el templo de SantoDomingo; realiza obras de restauración en La Merced;marca el estilo de la Aduana (hoy Museo Precolombino),del Cabildo (actual Museo Histórico Nacional) y del Hos-pital de San Juan de Dios; acomete los tajamares delMapocho; e interviene en el diseño del camino de Santia-go a Valparaíso, donde busca las curvas en función de labelleza del paisaje.Por veinte años Toesca trabaja en lo que se constituirá enla obra cumbre de la arquitectura civil de la América

colonial, la Casa de Moneda. Pero muere antes de verlaterminada.Aquel irlandés y el italiano no sólo dejaron a la ciudadenriquecida en una dimensión sin par con otras del conti-nente, sino que abrieron los ojos a los santiaguinos y losempujaron, hasta en décadas posteriores, a seguir conentusiasmo la novedad: venga del beaux arts, del art nou-veau , del art déco y, entremedio, desde tantos otros esti-los europeos.Así se construye una ciudad que ya al correr de un siglo,es decir a fines del siglo XIX o comienzos del siglo XX, “esextraordinariamente ecléctica, culta y ordenada; porqueesa sucesión de estilos, plasmados por constructores anó-nimos o arquitectos ilustrados de la Academia de Francia,se basa en la cuadrícula impuesta por Pedro de Valdivia,las Leyes de Indias y el alarife Gamboa”.—Esos calificativos de “ecléctica, culta y ordenada”,¿persisten?— Se han perdido... por este afán chileno de la moda y dela modernidad mal entendida. Con los años ‘40 llega elbungalow que viene de las teorías de Howard, un inglésque impone la ciudad jardín, en Inglaterra y después enEstados Unidos, con casas aisladas en un predio de tama-ño mayor. Esa avalancha rompe el orden, la urbanidad deesta ciudad.—¿Produjo también el paulatino abandono del centrode la ciudad?— Neruda en un poema cuenta que “se fueron todos loschilenos con tarros, bacinicas y ollas hacia la cordillera telú-rica...‘ y describe ese abandono de la manera más gráfica.Pero la ciudad, como el río, es inteligente: vuelve a sucauce. Poco a poco crece la inquietud de sus habitantes,los estudios, los golpes urbanos que la revalorizan yredensifican.—¿Cuál “golpe urbano” le daría hoy?— Santiago en torno al Mapocho. “Acercando” la Plazade Armas hacia el río y al cerro Santa Lucía… Imaginé-monos saliendo de la Plaza de Armas por un hermosoboulevard peatonal - 21 de Mayo y Diagonal Cervantes-hasta la plaza Artesanos, atravesar el Mapocho, que poresclusas, se ha convertido en un río de verdad, con vida;y desde el Cerro Santa Lucía avanzar por el boulevardJosé Miguel de la Barra y Parque Forestal (pasando frenteal Museo de Bellas Artes), para cruzar el Mapocho y lle-gar a Bellavista.Las avenidas Santa María y Bellavista constituyen un parvial que entre Loreto y la Plaza Artesanos contienen unárea de desarrollo de gran potencialidad. Se trata, por lotanto, de unir ambos bulevares descritos por una nuevaárea de desarrollo urbano a lo largo del río, que incluiráun centro de negocios, hoteles, vivienda, equipamientogastronómico recreacional y cultural.Así, un sin número de edificios en altura mirando el mag-nífico panorama de un río con sus aguas contenidas, unnotable parque como el Forestal con su Museo de BellasArtes, la gran cordillera de los Andes, el cerro Santa Lucía yel “sky line” del Santiago Centro producirían el impactoque Santiago necesita. Ese proyecto tiene ya 28 maquetas.El Mapocho es el elemento ordenador de Santiago.

Director: Cristián Zegers A. Editora Servicios Informativos: Pilar Vergara T. Editora: María Teresa Alamos Z. Periodistas: Elena Prieto L. y Mónica Domínguez H. Diseño: Pedro Ossa E. Editora de producción:M. Eugenia de la Jara G. Fotos: Alfonso Díaz S. Fotos históricas: Colección Augusto Bruna, Colección Sara Vial, Archivo Fotográfico Universidad de Chile. Diagramación: Jorge Aguirre V. y Marisol Sandoval V.

PRIMERA OBRA DE TOESCAPara construir la nueva fachada de la Catedral llegó a Chile elarquitecto italiano Joaquín Toesca en 1780.

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