Santiago de Compostela No Século XIX. Transformación e Creación de Espazos Urbanos.

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LA TRANSFORMACIÓN DE LAS CIUDADES EN EL S.XIX 2

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LA TRANSFORMACIÓN DE LAS CIUDADES

EN EL S.XIX

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ÍNDICE

Introducción..............................................................................3

Transformación de París...........................................................3

El urbanismo en la España del S. XIX.......................................7

Los ensanches del siglo XIX en Galicia...................................11

La transformación urbana de Santiago de Compostela en el S.

XIX...........................................................................................13

Conclusión...............................................................................14

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Introducción

¿De qué modo se han producido las transformaciones en las ciudades durante el S. XIX? ¿Cuáles han sido los factores determinantes que han influido en estos cambios? ¿Qué importancia han tenido estas operaciones urbanísticas en lo que se refiere al patrimonio construido? Estas y otras cuestiones similares han sido objeto de numerosos estudios en los campos del urbanismo o la arquitectura. Revisaremos en este breve trabajo algunos de los comentarios que se han vertido al respecto partiendo para ello de cuatro artículos representativos.

En primer lugar, repasaremos un caso paradigmático y bien conocido de renovación urbanística, como es la transformación de París durante el Segundo Imperio, llevada a cabo por Napoleón III y el barón Haussmann. Seguidamente, fijaremos nuestra atención en el caso español; en la forma en que durante el S. XIX se producirán intervenciones en los cascos viejos de las ciudades y el adecentamiento de las mismas y sobre todo, el comienzo de unas actuaciones urbanísticas que marcaran la futura apariencia y estética de las ciudades hasta como las conocemos hoy en día: los ensanches. Veremos luego cómo este fenómeno del urbanismo del XIX, esta innovación que consolidará un nuevo tipo de ciudad, llega también, aunque de forma más tardía a ciudades gallegas como Ferrol, Vigo o A Coruña. Finalmente, siguiendo la estructura que nos ha traído desde lo más amplio y general, examinaremos como un caso particular, la renovación de la ciudad de Santiago de Compostela.

Transformación de París

En la ambiciosa obra que Walter Benjamin proyectó y que lleva el título Libro de los pasajes, se acumulan los apuntes, citas o comentarios que fue recopilando tras varios años de arduo trabajo y que finalmente permitieron crear un mapa con el que se pretendía

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representar y transmitir la filosofía material que comenzaba a imperar durante el S. XIX. En todo este rompecabezas documental, ocupan un lugar destacado aquellos registros que nos hablan de las ensoñaciones arquitectónicas de Haussmann.

Entre 1852 y 1870, aproximadamente, se llevó a cabo en París una reforma urbanística de tal magnitud que supuso una transformación prácticamente completa de la ciudad y de su estructura tal como se conocía hasta ese momento. Como veremos a lo largo de todo este trabajo, las reformas urbanísticas son propias de este S. XIX, y en ningún caso París es un ejemplo único, si bien si que fue un caso pionero y de gran importancia por la magnitud de las intervenciones y la gran cantidad de cambios llevados a cabo en la ciudad.

Es norma general, que las transformaciones urbanas del S. XIX tengan como telón de fondo un interés cada vez mayor por los nuevos problemas que surgen con la industrialización. A mediados de siglo, el centro de París conservaba la misma estructura y distribución urbanística que en la Edad Media, con sus características calles minúsculas que obstruían la circulación y que favorecían la insalubridad y el desorden público, aspectos estos que supusieron una obsesión en la época:

El verdadero objetivo de los trabajos de Haussmann era proteger la ciudad de una guerra civil. Quería acabar para siempre con la posibilidad de levantar barricadas en París. (…) La anchura de las calles ha de hacer imposible su construcción, y otras nuevas han de conectar del modo más expedito los cuarteles con los barrios de los trabajadores. Los coetáneos bautizan la empresa con el nombre de “El embellecimiento estratégico”.1

Todo esto impedía el pleno desenvolvimiento de la ciudad y se percibía en la época como una limitación para el desarrollo industrial, por lo que las estrategias de los planificadores urbanos se

1 Walter Benjamin: Libro de los pasajes, Rolf Tiedemann (ed.), (Madrid: Ediciones Akal, 2005).

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concentraron en acomodar el espacio al nuevo orden económico y social. Es aquí donde entra en juego la labor de Haussmann, funcionario público francés que recibiría el título de barón del emperador Napoleón III, junto con el que desarrollará su ambiciosa renovación de la ciudad de París.

Al leer el Libro de los pasajes, enseguida nos damos cuenta de que existen dos perspectivas sobre el barón: una que nos lo muestra como el hombre que destruyó el París antiguo y otra como el que creó el Nuevo París. Quizás sea la primera perspectiva, la del urbanista “destructivo” la que ha marcado más profundamente al autor. Y no es para menos, ya que resulta significativo el que la reforma urbana del centro de París, que sería la más imitada en Europa durante el S. XIX, fue de entre todas las propuestas, si no la única, quizás la más destructiva con la estructura urbana prexistente:

Donald J. Olsen, comparando las ciudades de París, Viena y Londres ha indicado que los tres programas compartían un número importante de características. Entre ellas hay que señalar que fueron producto del interés de un gobierno central, dependían del interés de inversores privados, intentaban embellecer las residencias reales o imperiales, mezclaban edificios públicos (civiles y religiosos) y privados, creaban parques públicos y facilitaban el tráfico mediante amplias y suntuosas avenidas. Pero solamente Londres (parcialmente) y París implicaron la destrucción de propiedad comercial o residencial.2

Y sería de este modo como la Haussmanización (así se denomina su actuación) condujo a la destrucción del centro histórico de la ciudad, eliminó calles antiguas y derribó casas que remplazó por los anchos bulevares que a día de hoy son seña de identidad de la ciudad. Así, Haussmann transforma el centro de la ciudad creando una

2 Joan-Antón Sánchez de Juan: “La destrucción creadora: el lenguaje de la reforma urbana en tres ciudades de la Europa mediterránea a finales del Siglo XIX (Marsella, Nápoles y Barcelona)”, Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Nº 63 (Universidad de Barcelona, Mayo, 2000).

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gigantesca encrucijada que completa con nuevos ejes que conectan los bulevares a este centro, impone la creación de plazas y acondiciona y habilita otras, consigue parcialmente su sueño de interconectar las estaciones parisinas entre sí, debiendo contentarse con facilitar en gran parte su acceso mediante importantes ejes viarios e inicia la realización de un nuevo sistema de abastecimiento de agua, así como también impulsa la modernización de la red de alcantarillado de la ciudad.

Estas y otras intervenciones, suponen un cambio radical en los planteamientos de la urbanización moderna que, desde un punto de vista que resulta muy interesante y atractivo, algunos autores perciben como en gran parte heredados del legado intelectual de la Ilustración:

“Sangre” circulando por “arterias” y “venas” era la metáfora asociada con las nuevas intervenciones urbanas: la ciudad moderna era entendida como un sistema de elementos circulando en libertad, debidamente asentados en modelos de pensamiento económico coetáneo. Pero si la circulación de la sangre, era la imagen sugerida para el nuevo ambiente urbano, los “intestinos” o el “vientre” eran las metáforas más utilizadas para caracterizar a la estructura urbana prexistente que debía ser transformada; y “destripar” se convirtió en el proceso más veces descrito para conseguir la total restructuración de la ciudad moderna.3

Como es lógico, una intervención tan ambiciosa como la de Haussmann, sería inviable sin una política estatal que la respaldase. La política llevada a cabo en este caso fue la de la expropiación a los propietarios de los terrenos incluidos en los planes de renovación, la destrucción de los edificios y finalmente la construcción de los nuevos ejes y equipaciones. La financiación era obtenida mediante préstamos masivos de dinero que luego el Estado recuperaba revendiendo el nuevo terreno en lotes separados. Como siempre sucede en estos casos, la puerta quedaba abierta para la 3 Ibid.

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especulación que a la vista de los escritos se convirtió en práctica habitual:

“(…) ¡Qué maravilloso terreno para la especulación! ¿Quién no habría querido su parte? Había abogados especializados en la materia; agencias que aseguraban, mediante comisiones, un beneficio importante; procedimientos para simular un arrendamiento o una industria, para trucar los libros de comercio.” Georges Laronze, El barón Haussmann, París, 1932, pp. 190-191.4

Esta política de expropiaciones precisaba forzosamente de una legislación que la amparase y es así como, en 1852 y por decreto se asientan los instrumentos jurídicos adecuados a través de la expropiación forzosa “por causa de utilidad pública”. Esta innovación supone un cambio fundamental que permitiría “condicionar el derecho de propiedad privada con el fin de permitir la intervención pública para la restructuración del espacio urbano”.5

Como es lógico, una política urbana tan intervencionista no podía estar exenta de críticas. Algunas de ellas, como hemos visto, acusan al proyecto de haber ocultado, bajo preocupaciones sociales e higienistas una finalidad esencialmente policiaca, que facilitase la prevención o sofocamiento de motines y revueltas; otras se dirigen hacia la extensión de las especulaciones y la corrupción e incluso el enriquecimiento del propio Haussmann:

“Se crearon fortunas escandalosas en el entorno del prefecto. Una leyenda le otorga a la señora de Haussmann, en un salón, una ingenua reflexión: “Es curioso: cada vez que compramos un inmueble, pasa por allí un bulevar”.” Dubech-D’Espezel, Historia de París, p. 423.6

4 Walter Benjamin: Libro de los pasajes, Rolf Tiedemann (ed.), (Madrid: Ediciones Akal, 2005).5 Joan-Antón Sánchez de Juan: “La destrucción creadora: el lenguaje de la reforma urbana en tres ciudades de la Europa mediterránea a finales del Siglo XIX (Marsella, Nápoles y Barcelona)”, Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Nº 63 (Universidad de Barcelona, Mayo, 2000).6 Walter Benjamin: Op. Cit., p. 158

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Otro tipo de críticas son aquellas que denuncian los efectos nocivos de las renovaciones sobre la composición social de la ciudad y es que, cuando antes todas las clases sociales coincidían en un mismo lugar, ahora se produce una repartición del hábitat debido principalmente a la subida que se produjo en los alquileres tras las renovaciones del centro de la ciudad, que forzó a las familias pobres a trasladarse hacia los distritos periféricos y por otra parte, al hecho de que finalmente se produjo un desequilibrio en la composición de París; un desequilibrio que conformó una parte oeste rica y otra al este desfavorecida, donde se concentrarían los habitantes más pobres y las actividades industriales.7

Aun así, es innegable que las transformaciones haussmannianas mejoraron, al menos para una parte de sus habitantes, la calidad de vida en la ciudad: la circulación mejoró, se construyeron mejores inmuebles y desaparecieron algunas epidemias y enfermedades que asolaban a la población, aspectos estos que provocarían el resurgimiento de estas ideas urbanísticas a lo largo de los siglos XIX y XX.

El urbanismo en la España del S. XIX

Como hemos visto, a lo largo del S. XIX cobran importancia una serie de ideas relativas al urbanismo, a la necesidad de reformar y mejorar las ciudades. Así pues, el estudio de la transformación de París, caso paradigmático donde los haya, nos ha permitido identificar tres principales puntos que de alguna manera caracterizaron los procesos de transformación de las ciudades en ese momento: en primer lugar, la obsesión higienista de la época, la necesidad de sanear aquellas ciudades antiguas con calles estrechas y sucias que se percibían como focos de infecciones y epidemias; en segundo lugar, el deseo de adaptar la ciudad a la era industrial, integrando los nuevos medios de transporte y configurando nuevos espacios y finalmente,

7 http://es.wikipedia.org/wiki/Transformaci%C3%B3n_de_Par%C3%ADs_durante_el_Segundo_Imperio (última consulta: Abril de 2012).

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un necesario compromiso político-administrativo cuya función fue la de legislar de manera que, mediante la expropiación forzosa, estos proyectos pudiesen ser llevados a cabo.

Probablemente, de entre todos los factores que provocaron las grandes reformas urbanísticas, el más relevante fuese el gran incremento demográfico que se produjo en las ciudades a partir de su industrialización. En ocasiones, esta relación causa-efecto se considera tan importante y fundamental que incluso se establece una relación de proporcionalidad:

La dimensión de las intervenciones urbanas será directamente proporcional al grado de desarrollo industrial.8

En el caso español, esta revolución industrial llega con retraso con respecto a otros países, en consecuencia, el proceso definitivo de transformación de la ciudad será también tardío.

En una primera fase, a partir de la regencia de María Cristina (1833) y debido a los procesos de desamortización, que tendrían una importante repercusión en la transformación urbana, gran parte de los solares que pertenecían a conventos fueron transformados en plazas o mercados. Fueron sin duda, en nuestro país, estas particulares condiciones históricas, con la desamortización como telón de fondo, las que propiciaron las transformaciones de los núcleos históricos y su giro hacia un nuevo concepto de ciudad. Esto tendrá mayor relevancia, influencia y proyección en ciudades pequeñas (como Palencia), ya que su crecimiento demográfico nunca será muy grande, mientras que en grandes núcleos urbanos como Madrid, esta circunstancia pronto se verá superada por el rápido crecimiento de la ciudad y la creación de nuevos espacios.

Otro factor relevante en el retraso de las modificaciones urbanas en las ciudades españolas, fue la habitual reticencia por parte de la burguesía a la expansión de la ciudad fuera de las murallas que la

8 Javier Hernando: Arquitectura en España 1770-1900, (Madrid: Cátedra, 2004)

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rodeaban, de tal manera que siempre se optaba por la reforma antes que por el ensanche.9 Así pues, junto con el retraso con que la industrialización llegó al país, el conservadurismo propio de la burguesía y por supuesto los intereses económicos y especulativos que tenían en los solares desamortizados, serán factores muy influyentes en el ritmo con el que se irán adoptando las reformas.

Fruto de esta especulación, los precios del suelo no dejarán de subir al mismo tiempo que lo hace el índice demográfico, de tal modo que hacia la década de los cuarenta comienza una auténtica fiebre constructiva, lo cual hace necesario elaborar los planos geométricos de las ciudades sobre los que se aprobarán los diferentes planes de alineaciones. Estos planos, desgraciadamente no siempre fueron ejecutados con el rigor necesario, de tal modo que en algunos casos hicieron más mal que bien a los cascos históricos que se vieron mutilados en aras de la obsesión geométrica que se identificaba, una vez más, con la higiene y salubridad.

Dado que durante esta época las ciudades todavía se encontraban en su mayor parte encerradas entre murallas, estas serían las modificaciones más importantes que se realizarían. Cuando en estos pequeños núcleos urbanos surge la necesidad de espacio vital, comienza el derribo del cinturón amurallado, lo que sucederá a partir de la década de los sesenta aproximadamente, y se comienzan a proyectar nuevas vías en las periferias, con los mismos criterios de las alineaciones.

En las grandes ciudades, sin embargo, esto no será suficiente para satisfacer las necesidades que se han creado tras el desarrollo industrial, lo que exigirá actuaciones de mayor calado. Estas soluciones que surgen de los requerimientos de ampliación de las ciudades serán los ensanches. Para comprender de qué modo se configuran, es preciso tener en cuenta que nacen a la sombra de una sociedad burguesa, de acuerdo a las nuevas ideas de una sociedad

9 Ibid.

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liberal que valora la propiedad privada y persigue el beneficio económico. Se entienden como un “ciudad nueva”, como concepto opuesto a la ciudad antigua; una ciudad en la que imperase el orden, la regularidad y la higiene. La idea inicial era que las ciudades creciesen en ese ensanche proyectado, si bien en la práctica esto no siempre fue posible ya que, de modo inevitable, el suelo se convirtió en objeto de negocio. Era habitual que los propietarios especulasen con el terreno en lugar de construir (algo que la legislación les permitía), de modo que el precio del suelo acabó siendo tan alto que provocó que los ensanches solo fuesen habitados por las clases altas y medias, de forma que los habitantes menos solventes o la clase obrera acabarían siendo segregadas a zonas ajenas a la planificación (los suburbios). Una consecuencia directa de esta reducción de habitantes sería que estas zonas planificadas tardasen muchos años en llenarse de población, en ocasiones hasta muy entrado el S. XX.

Podríamos resumir los principios básicos sobre los que se asentaba el planeamiento de los ensanches:

1- Mejorar la higiene y la calidad de vida dotando a la “nueva ciudad” de infraestructuras adecuadas (alcantarillado, espacios verdes, pavimentación, etc.).

2- Sobre la idea que surgió a partir del plano geométrico, se buscó un trazado uniforme morfológica y arquitectónicamente: el trazado ortogonal, de gran tradición histórica, con manzanas cuadrangulares, uniformes, abiertas y ajardinadas, ordenadas en calles rectas, anchas y amplias.

3- Preveer el futuro crecimiento de la ciudad.

Sin embargo, estos fundamentos con frecuencia fueron distorsionados: el precio del suelo y la especulación obligaron a reducir jardines y equipamientos; la anchura de las calles con frecuencia hubo de reducirse, así como, por las mismas razones especulativas, se aumentó el tamaño de los edificios. Básicamente, se crea una “ciudad residencial” en una zona muy atractiva de la ciudad

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y lo que comienza como un proyecto igualitario socialmente, acabará evidenciando las diferencias de clase.

Barcelona será la primera ciudad española que verá ejecutado su plan de extensión de la ciudad, denominado “Proyecto de Reforma y ensanche de Barcelona”. El proyecto, ideado por Cerdá, se elabora como respuesta a diferentes problemas que veía él mismo observaba. En primer lugar, trata de solucionar el problema de superpoblación que sufría la ciudad encerrada en las murallas, pero fue mucho más allá y quizás el aspecto más llamativo de su proyecto es el intento de integrar los medios de comunicación en la ciudad. Pretendía totalizar en un mismo esquema el ensanche, el puerto y la ciudad antigua, teniendo en cuenta la circulación del tráfico rodado y el ferrocarril, de modo que la conexión entre el campo y la ciudad quedase también asegurada. Asimismo, era un gran investigador de los problemas urbanos, lo que le llevó a establecer una relación entre la mortalidad en el casco antiguo y la forma y disposición de las calles del mismo, a lo cual trataría también de aportar una solución. En sus propias palabras:

La abertura de estas grandes vías al través de la Ciudad antigua según las direcciones de los vientos más saludables, proporcionará ancho paso a la luz, al aire, a los hombres y a las mercancías, y traerá la salubridad, el bienestar y la riqueza a toda la población. Aumentando la prosperidad en todos los barrios para los cuales la mala disposición de las calles es hoy día una barrera para el Comercio y la circulación. (…)10

El ensanche de Madrid, llamado también plan Castro en honor de Carlos María de Castro, uno de sus promotores, es un poco posterior al de Barcelona y es característica la diferencia de concepto con que nace: desde un principio se plantea un crecimiento de la ciudad ordenándola por zonas o barrios diferenciados según las clases que

10 Ildefonso Cerdá: Teoría de la construcción de las ciudades. Cerdá y Barcelona.(Madrid: Ministerio para las administraciones públicas/Ajuntament de Barcelona, 1991), pag. 406

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constituían la sociedad en la época. Otros puntos, sin embargo, sí se adecúan al modelo de Cerdá, como la concepción de la manzana (que incluía jardines en su interior) como elemento básico o la creación de espacios verdes y edificios de servicios (mercados, hospitales, etc.), pero aun así, al compararlo con el ejemplo barcelonés, el madrileño parece no salir bien parado:

(…) El ensanche (en Madrid), no aparece integrado en la ciudad vieja, sino adosado. Y aunque el ensanche de Cerdá responda a la misma concepción, la falta de barreras periféricas y sobre todo la existencia de los ejes, abrían la ciudad al exterior, previendo el futuro crecimiento de la ciudad (…).11

La “teoría de ciudad” que se consolida en estos proyectos de ensanche de Barcelona primero (1858) y Madrid después (1860), se convertirá en punto de referencia y modelo de urbanización para todas aquellas ciudades que más tarde emprenderían la misma tarea (Bilbao en 1863, San Sebastián en 1864, Pamplona en 1881, Zaragoza en 1894, etc.).

Los ensanches del siglo XIX en Galicia

Como ya hemos visto, la industrialización se reveló como una de las principales causas de las reformas urbanísticas del S. XIX y el retraso de la misma en España fue la razón de que esas reformas llegasen a nuestro país relativamente tarde. Este retraso será si cabe mayor en el caso de Galicia, que tradicionalmente había sido una región eminentemente agraria y en la que abundaban las ciudades pequeñas y con escaso progreso económico. Hasta ese momento, destacaban como núcleos urbanos Santiago de Compostela por ser centro religioso y punto final de peregrinos de toda Europa; Ferrol, que había conocido un importante desarrollo urbano desde que en el siglo XVIII se había convertido en base marítima de la Armada y las ciudades costeras de A Coruña y Vigo, debido en este caso a las

11 Javier Hernando: Arquitectura en España 1770-1900, (Madrid: Cátedra, 2004), pag. 464

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posibilidades mercantiles que les ofrecían sus puertos, lo cual las convirtió en pocos años en ciudades prósperas y receptoras de una gran cantidad de inmigración que acudía a ellas atraída por las posibilidades laborales.

A lo largo de todo el siglo se fueron produciendo mejoras en estas ciudades: se planearon cementerios, se construyeron teatros, se crearon paseos y jardines, se renovaron equipamientos, se mejoró la higiene, etc. También se construyeron numerosos edificios públicos, institutos, asilos, etc. Todo esto ocurría en las ciudades gallegas que gozaban de mayor dinamismo y prosperidad, si bien, estas todavía se encuentran encorsetadas en sus murallas, cuyo derribo es el paso previo y necesario a la realización de los ensanches a los que aspiraban.12

Si entendemos el concepto de ensanche en sentido estricto, como propuesta global de ordenación de una nueva ciudad, se puede afirmar que en Galicia solo existen dos ejemplos durante el siglo XIX: el ensanche de la Magdalena de Ferrol y el de la ciudad de Vigo. Completando estas actuaciones urbanísticas, se puede añadir un ensanche de menor escala que se proyecta en A Coruña en 1879 como continuación del barrio de la Pescadería.13

En el caso de la ciudad de Ferrol, las reformas urbanísticas se concentran en el barrio de La Magdalena, que es donde se va asentando el ensanche proyectado y que se consolida durante el siglo XIX como el más bello y completo de Galicia, aunque, una vez más, lo que nace como una necesidad y con una intención social, se acaba convirtiendo en algo totalmente diferente:

(…) la distancia social se reproducía a través de una segregación espacial que pasaba a tomar la forma de la oposición ciudad-periferia. A finales del S. XIX las autoridades municipales intentarán obligar a los obreros que accedían de madrugada a los arsenales y

12 El derribo de las murallas en las principales ciudades gallegas comenzó en la segunda mitad del S. XIX. 13 Galicia terra única (Xunta de Galicia).

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astillero, desde el puerto comercial o desde la periferia oeste de la ciudad, a transitar fuera de las calles centrales de La Magdalena y paralelamente al muro del Arsenal, para que sus voces o el ruido de sus pisadas no molestaran a los vecinos que aún seguían durmiendo.14

En el caso de la ciudad de Vigo, se plantean diversos proyectos de ensanche a lo largo de todo el S. XIX, si bien nunca alcanzarán el éxito esperado. Durante la segunda mitad del siglo, la ciudad experimenta una gran aceleración económica vinculada a la industria conservera y los astilleros y las inversiones del capital comienzan a centrarse en la propiedad inmobiliaria. Durante la década de los 60 comienza el derribo de la muralla que constriñe a la ciudad con la finalidad de dar solución a los problemas de desbordamiento y al caos urbanístico que habían dado lugar al nacimiento desordenado de varios barrios extramuros, que se fueron desarrollando coincidiendo con los ejes viales de comunicación mas importantes.

A finales de siglo, el crecimiento de la ciudad continúa y exige nuevas medidas urbanísticas para las que resulta necesaria la cooperación entre la iniciativa pública y privada, pero lo que podría convertirse en un modelo de colaboración, termina siendo un ejemplo de la expresión “morir de éxito”:

La nueva burguesía enriquecida con las actividades económicas no entendía otra política urbana que el crecimiento como progreso y por ello cualquier regulación era una limitación al logro de sus objetivos económicos. Aquí está el fracaso de la burguesía viguesa en el proceso de “hacer ciudad”.15

Donde sí se supo “hacer ciudad”, en cambio, fue en la ciudad de A Coruña. Al ser derribadas las murallas de la Pescadería (1869), se proyecta, como continuación de la misma, una retícula de manzanas que supondrá un diseño de ampliación muy bien integrado en la

14http://journals.cambridge.org/fulltext_content/supplementary/UHY/supp1/esp/ Articulos/articulo2.html (última consulta: Mayo 2012)15 Galicia terra única (Xunta de Galicia).

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estructura urbana. Si bien, por sí mismo, únicamente es un pequeño ejemplo de ensanche, no comparable con los grandes ensanches proyectados en otras ciudades durante este siglo, se revelaría como resultado de una eficaz gestión y transformaría A Coruña en una ciudad burguesa y moderna con una gran calidad urbana.16

La transformación urbana de Santiago de Compostela en el S. XIX

Podría decirse que el caso compostelano es un caso particular, diferente a los que hemos repasado hasta ahora en este trabajo. La razón viene dada por la esencia misma de la propia ciudad, una ciudad con unas particularidades y unas necesidades muy concretas. Debemos tener en cuenta que el asunto de la restructuración espacial de una ciudad ya es muy delicado de por sí, pero lo es más si cabe en un caso como Santiago de Compostela, donde existe un casco histórico presidido por una catedral que crea un entorno muy particular a su alrededor y que exige un tratamiento especial. No se puede (o no se debe) planificar una ampliación de la ciudad que rompa el trazado histórico y el entorno catedralicio, de ahí la especial dificultad que han planteado todas intervenciones urbanísticas llevadas a cabo en Santiago.

A lo largo del S. XIX se acometieron diversas tareas urbanísticas en la ciudad, en la línea de lo que venía sucediendo en las demás. Algunas de estas tareas serían actuaciones encaminadas a la reforma del casco histórico como la supresión de manzanas que entorpecía el tránsito y el paso de la luz o el derribo de los restos de la muralla y sus puertas, a la vez que se producía una renovación en el tejido residencial y se rehabilitaba el trazado histórico.

Otras actuaciones fueron más agresivas, lo cual no implica que hayan sido incorrectas o que tuviesen menor éxito. Destaca entre todas ellas la construcción del Mercado de Abastos, que supuso una

16 Ibid.

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ruptura con el entramado medieval a la vez que “la aportación de un nuevo trazado urbano decimonónico”17 y que contribuyó en gran medida a restructurar el entorno así como a incrementar la actividad comercial en el casco histórico.

Otra de las actuaciones más importantes encaminada a la transformación y embellecimiento de la ciudad en este siglo fue la creación del parque urbano la alameda, que actúa “como contrapunto verde diametralmente opuesto a la dureza granítica del casco histórico en su permanente diálogo de luces y vistas”.18

Conclusión

Hemos repasado en este trabajo las principales renovaciones urbanísticas llevadas a cabo en las ciudades y que son características del S. XIX. Para ello, nos hemos valido de cuatro textos a través de los cuales hemos podido realizar un recorrido por ciudades europeas, españolas y gallegas hasta llegar finalmente a Santiago de Compostela.

A lo largo del trayecto hemos comprobado que la razón que hizo necesaria una completa renovación de las ciudades fue casi siempre la misma: la necesidad de ampliación del espacio residencial por la llegada masiva de gente a los núcleos urbanos, todo ello provocado por la industrialización de los mismos. También hemos visto cómo los efectos de estas intervenciones no siempre fueron los deseados, ya que en numerosas ocasiones la especulación y la avaricia truncaron la verdadera finalidad social que debían tener. En cualquier caso, es innegable que la importancia de estas actuaciones en las ciudades tal y como hoy las conocemos es mayúscula y podemos afirmar que es quizás durante este siglo cuando se produce la mayor transformación en los núcleos urbanos.

17 C. Martí Arís: Santiago de Compostela, la ciudad histórica como presente (Santiago de Compostela: Consorcio de Santiago, 1995), pag. 11318 Ibid.

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Finalmente, si algo hemos aprendido en este viaje es que las ciudades que hoy visitamos o en las que vivimos son el producto de las diferentes renovaciones que han ido sufriendo a lo largo de su historia y cuyos efectos han podido ser muy diferentes, desde la destrucción de lo antiguo frente a lo nuevo, como en el caso de París, hasta la búsqueda del equilibrio entre ambos, como vemos en Santiago, pero que en cualquier caso ha contribuido a enriquecer los lugares que habitamos.

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