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Looting the South’s Past* (Saqueo del pasado del Sur) por Philippe Baqué Las naciones del Sur están perdiendo rápidamente su herencia cultural en la batalla que se libra por obtener mayores utilidades en los mercados del arte y las antigüedades de países del Norte. Las leyes internacionales que buscan prohibir o, cuando menos, inhibir el tráfico de dichas riquezas, en raras ocasiones han sido ratificadas por aquellos países que se benefician más. La destrucción del legado iraquí no terminó con la caída de Bagdad el 9 de abril de 2003; el fuego y el saqueo siguieron al trabajo que comenzó con el bombardeo. El 10 de abril de ese año, el Museo Arqueológico de la ciudad fue pillado con premura inusitada; una colección única de enseres ancestrales pertenecientes a esa civilización se perdió, en tanto que el fuego consumió inmediatamente después la biblioteca y los archivos nacionales. De las 170,000 piezas catalogadas antes de la guerra fueron robadas 140,000 aproximadamente (solamente 4000 de ellas fueron localizadas o retornadas después). El 16 de abril del mismo año Jacques Chirac llamó a este ultraje y a otro ocurrido en el

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Looting the South’s Past*(Saqueo del pasado del Sur)por Philippe Baqué

Las naciones del Sur están perdiendo rápidamente su herencia cultural en la batalla que se

libra por obtener mayores utilidades en los mercados del arte y las antigüedades de países del Norte. Las leyes internacionales que buscan prohibir o, cuando menos, inhibir el tráfico de dichas riquezas, en raras ocasiones han sido ratificadas por aquellos países que se benefician más.

La destrucción del legado iraquí no terminó con la caída de Bagdad el 9 de abril de 2003; el fuego y el saqueo siguieron al trabajo que comenzó con el bombardeo. El 10 de abril de ese año, el Museo Arqueológico de la ciudad fue pillado con premura inusitada; una colección única de enseres ancestrales pertenecientes a esa civilización se perdió, en tanto que el fuego consumió inmediatamente después la biblioteca y los archivos nacionales. De las 170,000 piezas catalogadas antes de la guerra fueron robadas 140,000 aproximadamente (solamente 4000 de ellas fueron localizadas o retornadas después).

El 16 de abril del mismo año Jacques Chirac llamó a este ultraje y a otro ocurrido en el Museo Mosul, “un crimen en contra de la humanidad”1. Esta fue una buena forma para ganar el apoyo de los países que han sufrido pillajes semejantes de su herencia cultural. Pero Chirac aparentemente olvidó dos casos de saqueo de piezas arqueológicas -menores, comparados con el descarado robo de piezas de los museos iraquís- casos, en los cuales el presidente francés tuvo algo que ver.

Hacia finales de 1996, algunos de los más cercanos colaboradores de Chirac le regalaron una estatuilla de Mali. Luego que el Paris Match publicara las fotografías del presente2, oficiales del Consejo Internacional de Museos (Icom), (ONG ligada a la Unesco), reconocería la pieza. Había sido parte de la colección de objetos que la policía embargara algunos años atrás por provenir de una excavación ilegal. Una pieza que había sido robada durante su traslado al Museo de Bamako. La historia no pudo salir a flote en el peor momento, dado que Francia estaba

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a punto de ratificar la Convención de la Unesco en contra del comercio ilegal de bienes culturales.

El segundo caso coincidió con la inauguración del Salón dedicado a las artes primitivas del Louvre en abril de 2000. La intención era que el salón fuese muestrario del acervo cultural del Museo de Arte Primitivo Quai Branly de París -un pequeño proyecto que Chirac debía inaugurar en el año 2006. El periódico Liberation 3reveló que tres de las piezas expuestas en terracota de origen Nok y Sokoto, provenían de excavaciones ilegales en Nigeria. El museo había pagado a agentes del arte casi $583,000 euros por dichos objetos dos años antes.

La directora del Museo Quai Branly, Stephane Martin, defendió la adquisición: “Estas estatuas se encontraban a la venta en Bélgica bajo condiciones aceptables para las normas francesas que regían entonces. Decidimos comprarlas porque era importante mostrar a los visitantes del Louvre que, aún desde los días de Pericles, los africanos podían de hacer piezas maestras”.

No obstante, el código ético de Icom establecía que sus miembros (15,000 restauradores y curadores), no debían adquirir objetos cuya excavación puediese ocasionar “daños o destrucción reciente, intencional o no científica a sitios arqueológicos”. Cuando Chirac intervino solicitando al presidente de Nigeria un documento oficial para amparar la compra, el asunto se convirtió en un escándalo para las dos naciones. El museo tuvo que restituir la propiedad de las estatuillas al gobierno de Nigeria, y éste, declarar que las tenía en Francia en calidad de depósito.

Aunque es muy difícil cuantificar el comercio mundial de bienes culturales robados, éste se calcula que involucra cifras que van de 2 a 5.8 billones de euros anuales, (tan sólo después del tráfico de drogas y de armas). Este mercado refleja las relaciones presentes en otros mercados mundiales y opera similarmente, drenando las riquezas del Sur para ser colocadas en galerías de arte y colecciones privadas del Norte. Buena parte de los objetos más valiosos proviene de zonas de guerra. En Afganistán, el Museo de Kabul ha sufrido pillajes en diversas ocasiones, mientras que el Instituto de Museos Nacionales del Zaire fue saqueado a la caída del régimen de Mobutu. Una de las naciones más afectadas es Cambodia. Los dos bandos que participaron en la última guerra vendieron riquezas culturales invaluables para financiar la compra de armas, causando daños terribles a los bajorrelieves de los templos y palacios de Angkor. No obstante que la Unesco declarara a Angkor “Patrimonio del mundo”en 1992, el saqueo de esa zona continúa hasta la fecha.

En Africa, las redes locales de comercio de antigüedades aprovechan las guerras en tanto que oportunidades para hacer rapiña de lo que encuentren en los territorios de pueblos en peligro o que emigran. Aun en tiempos de paz, el comercio de objetos culturales florece; la falta de seguridad combinada con la corrupción y la pobreza facilitan esta actividad ilegal: 90% de los sitios arqueológicos de Bura en Nigeria, por ejemplo, han sido dañados por excavaciones no autorizadas desde 1994. A principios de los años 90 en Mali, un equipo de científicos alemanes descubrió que el 45% de los 834 sitios arqueológicos registrados habían sido saqueados. Las estatuas de terracota originarias de Nok, Sokoto y Katsina empezarían a aparecer en grandes cantidades en el mercado mundial de artes primitivas a inicios de los 90. Habían sido extraídas de sitios prohibidos con la complicidad de las autoridades locales.

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“Un artefacto que sea excavado sin tomar nota o registro apropiado del estrato arqueológico del sitio al que pertenece se convierte en un huérfano de la cronología”, expresa Roderick McIntosh, (arqueólogo que trabaja en un sitio con vestigios de Mali llamado Djenné-Djeno). “Más aún, si el objeto es exhibido entonces sin los datos que definen su procedencia arqueológica, se le priva de su contexto histórico, económico, ideológico y social -datos sin los cuales el arte antiguo resulta impenetrable”4. Las piezas de la civilización de Komaland, (sitio arqueológico localizado en Ghana), por ejemplo, fueron extraídas en los años 1980. Actualmente son expuestas en exposiciones itinerantes con el membrete “piezas originarias de un pueblo sobre el cual no sabemos nada”5. En Perú, 100,000 tumbas, la mitad del total conocido, han sido pilladas. En Chipre, 16,000 íconos y mosaicos han desaparecido de las iglesias. En China, 15,000 de las llamadas tumbas Hongshan han sido saqueadas. Entre el año 2001 y 2003 el sitio arqueológico iraní de Jiroft fue seriamente ultrajado: miles de vasos Chlorite, herencia de una gran civilización de 5000 años de edad aproximadamente, inundaría los mercados de arte de Europa, Norteamérica y Asia antes de que las autoridades iranís intervinieran y autorizaran la realización de las excavaciones oficialmente reputadas como científicas.

Ahora bien, el comercio de objetos culturales funciona con la misma lógica que cualquier otro comercio encubierto: los saqueadores locales extraen las piezas y las venden a intermediarios locales, quienes a su vez, son los que las exportan. A merced de los art-dealers y los coleccionistas, dichos objetos adquieren entonces pedigree. Se les incluye en vistozas exhibiciones itinerantes por diferentes naciones del Norte, mucho antes que la Icom y la Unesco se enteren o puedan reaccionar. Al concluir las exposiciones, los precios se elevan desmesuradamente, multiplicados por un factor de por lo menos 10 veces al cubierto, si no es que de 100 o de 1,000.

Desde 1991, 4,000 objetos de interés arqueológico serían robados de los museos de Iraq. En el año de 2001 un gran número de bajorrelieves fueron arrancados del Palacio de Sennacherib. Al grado que, John Russell, un arqueólogo del Massachusets Art College de Boston, calificaría ese pillaje como “el último saqueo de Niniveh”6. Tal como el arqueólogo iraquí Donny Georges lo anticiparía a principios del 2003: “Si los norteamericanos nos atacan, el saqueo de sitios históricos será infinitamente peor que el sufrido desde 1991...Los saqueadores tendrán tiempo de organizar su red y construir su clientela con anticipación. Son poderosos y están armados”7.

Para julio de 2003 la periodista y arqueóloga Joan Farchakh confirmaría esos temores: “Jokha, lugar donde apenas 4 años antes se había desenterrado la prestigiosa ciudad sumeria de Umma, parece ahora un campo de batalla”8. De acuerdo con el arqueólogo norteamericano McGuire Gibson, casi todos los sitios arqueológicos al sur de Iraq están siendo todavía saqueados. Al norte del país, en cambio, los soldados norteamericanos ya protegen los sitios de mayor valor (cuando menos oficialmente). No se molestaron en hacerlo sino después de haber permitido que los saqueadores extirparan los bajorrelieves de la zona de Hatra y Nimrud y, una vez que los de Niniveh habían sido ya desencajados de su sitio.

Se guarda la sospecha de que el Consejo Americano de Política Cultural (ACCP), que es la principal asociación de coleccionistas en los Estados Unidos, pudo haber ayudado a asegurar el fracaso de las labores de protección de estos tesoros por parte de las tropas estadunidenses.

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Algunos de los miembros de dicho Consejo se entrevistaron con oficiales de alto rango del Pentágono y del Departamento de Estado el 24 de enero de 2003 -pocos días antes de la invasión a Iraq. Es posible que hayan conseguido cierto relajamiento de las normas de exportación para facilitar la salida de piezas del territorio irquí. Por fortuna, todas esas maniobras serían de algún modo obstaculizadas por la resolución especial que el Consejo de Seguridad de las UN emitió el 22 de mayo de 2003, la cual, obliga a todas las naciones a retornar a Iraq cualquier pieza de valor histórico robada a partir de 1990 y prohibe toda clase de comercio con ellas. Ésta fue la primera vez que la comunidad internacional reaccionó unánimamente para impedir un comercio ilegal de objetos culturales tan abierto.

Cabe decir que, desde 1954 la Unesco contaba ya con un instrumento en contra de este tipo de comercio: la Convención de la Haya para la Protección de Propiedad Cultural en Casos de Conflicto Armado. Dicha norma, sin embargo, estaba restringida a zonas de guerra. Un protocolo adicional prohibía la exportación de bienes culturales provenientes de zonas ocupadas, y preveía que cualesquier piezas de valor histórico exportadas fueran retornadas al país de origen. No obstante, sólo 105 países habían ratificado dichas normas9 ; Estados Unidos y Gran Bretaña obviamente no se encontraban entre ellos. En 1970 la Unesco formularía una nueva convención para ser aplicada en tiempos de paz, sobre la base de “prohibir y prevenir la importación, exportación y transferencia de dominio de toda pieza de propiedad cultural”, urgiendo a los países signatarios a expedir legislación protectora y a catalogar sus colecciones. Aunque el documento era más bien de carácter ético que jurídico, la Convención era de algún modo, de acuerdo con Guido Carducci (Jefe del Departamento de normas y estándares de la Unesco), “un texto pionero que firmemente establecía una serie de principios, tales como la necesidad de que todo bien cultural contara con un certificado de exportación a fin de poder reclamar su retorno al país de origen”. Sin embargo, el predecesor de Carducci, Lyndel V.Prott, había hecho notar que : “las asociaciones de art-dealers constituyen grupos de presión extremadamente poderosos que han descarrilado con éxito todo intento de iniciativa que imponga controles más serios o estrictos a sus actividades”.

No es de sorprender, que las naciones que ratificaron rápidamente la Convención de la Unesco de 1970 hayan sido las del Sur; aunque las naciones del Norte que lo hicieron eran las que tenían mucho que perder: España, Italia y Grecia. Los Estados unidos ratificarían la Convención hasta 1983, incorporando sin embargo muchísimas reservas al Tratado. Prefirieron concertar sobre el particular acuerdos bilaterales con unas cuantas naciones.

La Unesco encargaría entonces al Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado (Unidroit) formular una convención con mayor peso legal que la de 1970. La Convención de Unidroit sobre Objetos Culturales Robados o Ilegalmente Exportados sería expedida en 1995. Dicha norma internacional otorga a los Estados afectados el derecho de reclamar a los compradores extranjeros la devolución de sus objetos culturales a través de jucio ante los tribunales del país en que el objeto o los objetos aparezca(n) o sea(n) localizado(s).

La Convención define los bienes culturales en una forma más amplia que los textos de las convenciones anteriores y ampara cualquier pieza exportada ilegalmente “que tenga una importancia cultural significativa” para la nación que la reclama. No importa quién esté en posesión (un museo, un coleccionista privado, una galería, etc.); tiene obligación de retornarla a la nación que la reclama, a menos que el que se encuentre en posesión, pruebe que tomó los

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procedimientos necesarios para asegurarse de que el objeto no era robado, ni era ilegalmente exportado. El país reclamante tiene un término de 50 años para para presentar la demanda. La convención no puede invocarse, eso sí, retroactivamente. Esta nueva Convención (de Unidroit) se aparta un tanto de las leyes de algunas naciones europeas, ya que establece un término para hacer la reclamación mucho más largo que lo que prevén la mayoría de las normas (solamente 3 años en el caso de Francia); más aún, deja de reconocer la protección habitual de que goza todo comprador que actúa de buena fé al hacer la compra.

Para Jean-Yves Marin, quien actualmente es director del Comité Internacional de Museos de Arqueología e Historia de Icom, “la Convención de Unidroit es una herramienta poderosa...una piedra de toque para el proceso de protección del legado cultural de todos los pueblos”10. Sin embargo, el mundo de art-dealers no está muy contento con ello. Hace actualmente todo lo posible para resistirse u oponerse a ella. Jean-Paul Chazal, por ejemplo, abogado de la Unión de anticuarios franceses, reclama que algunas de las cláusulas de la Convención violan la Declaración de Derechos del Hombre de 1789. Por su parte, Alexander Joles, abogado de la Asociación de Coleccionistas Suizos, también se opone a la Convención y opina “que es contraria a las concepciones universales de cultura y del intecambio internacional que priva en las esferas políticas, económicas y sociales”11. Los art-dealers de París se han unido para luchar contra de ella. Para Bernard Dulon “Unidroit es una extensión del neo-colonialismo”. Reginald Groux cree que “no debemos imponer nuestra forma de pensamiento a países que no piensan de la misma manera”. John Levy va más allá: “Las convenciones han sido diseñadas por occidentales idealistas. Pero cuando el idealismo no es práctico se convierte en facismo”.

En fin, sólo 11 países han signado y ratificado la Convención a la fecha, sin incluir uno solo de los principales países importadores. Doce más se han adherido a ella sin ratificación todavía. Sin embargo, en el mes de febrero del 2002, el Parlamento francés decidió suspender su trabajo sobre otras leyes para ratificar finalmente la Convención de Unidroit. Gran Bretaña, obviamente, no es signatario de la misma.

*Le Monde Diplomatique, febrero 2005, p.14

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1 Icom ha publicado una Lista Roja de las antigüedades iraquíes en riesgo, www.icom.museum/redlist2 Paris Match, París, N° 2481, diciembre 12, 1996.3 En los artículos de Vincent Noce, publicados entre el 13 y el 23 de abril, 20034 Roderick J. McIntosh y Susan Keech McIntosh, “Dilettantism and plunder: Dimensions of the illicit traffic in ancient Malian art”, Unesco Museum, Paris, N° 149, 1985.5 Arts d’Afrique Noire, Artsa Premiers, Arnouville, invierno 19986 Andrew Lawler, “The Nouveau Sac de Ninive”, Courier Internacional, Paris, octubre 31, 2001.7 Archeologia, Dijon, febrero 2003.8 Ibid.9 Un segundo protocolo fue adoptado en 1999. Ver www.unesco/org/cultura/laws.10 “Oeuvres d’Art: Halte au Pillage”, Le Monde, Paris, mayo 7, 2003.11 Ver www.staechehn.ch/unidroit/johest.html