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     Año II, No. 4, Otoño 2014  In memoriam Rogelio Paredes ISSN: 2314-1204

    ¿Después de la Historia? 

     Joan Wallach Scott 

    a historia se encuentra en la posición paradójica de crear los objetos que declara

    solo descubrir. Por crear no quiero decir hacer aparecer las cosas, sino más bien

    construirlas como objetos de conocimiento legítimos y coherentes. La construc-

    ción es un proceso complejo que tiene lugar de acuerdo a estándares de coherencia e inteligibili-

    dad que están ampliamente difundidos y por lo general desarticulados (funcionan como una espe-

    cie de sentido com!n" disciplinario# e$cepto en momentos de crisis. %n esos momentos &cuando

    el conflicto intenso rompe el consenso, cuando el cambio amena'a o es logrado, cuando el escruti-

    nio p!blico se intensifica& los historiadores se sienten llamados a justificar sus estándares, lo queno es siempre una tarea fácil.

    L

    La posición paradójica de la historia ha sido admitida hace bastante por los historiadores,

    incluso cuando escriben historia como si )sta e$istiera tal como era" en la forma en que la rela-

    tan. *ejando de lado las abundantes obser+aciones de los filósofos de la historia (quienes, debido a

    su inclinación por el pensamiento sistemático y la abstracción, eran puestos fuera del dominio de

    la disciplina en sus comien'os a fines del siglo #, no hay ausencia de comentarios por parte de

    los historiadores mismos acerca de este aspecto de su oficio. %n /0 la Harvard Guide to American

    1 2fter 3istory4", Common Knowledge, 5ol. /, 6o. 7, n+ierno 8, pp. -98. :raducción de ;laudia

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    Joan Wallach Scott

    History >?uía de 3ar+ard para la 3istoria 2mericana@ ad+ertía de esta manera en contra de la sim-

    ple creencia en la objeti+idad= Ai una máquina del tiempo estu+iera disponible para lle+ar al his-

    toriador de regreso al pasado a +oluntad, este confrontaría, al poner un pie fuera de la máquina,

    los mismos problemas de interpretación que creía haber dejado atrás" 9. 2ntes, ;rane

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    e$iste totalmente aparte de la historia que está siendo contada= >%l@ hecho nunca tiene más que

    una e$istencia lingRística (como un t)rmino del discurso#, y sin embargo todo sucede como si esta

    e$istencia lingRística fuera meramente una ScopiaT simple y pura de otra e$istencia, situada en un

    campo e$tra-estructural, lo SrealT"U. 6o solo la +o' del historiador debe ser representada como

    neutral y silenciada para lograr este efecto, su escritura tambi)n emplea un esquema semántico

    de dos t)rminos" que equipara referente y significado. *e este modo, la inter+ención problemáti-

    ca del lenguaje (la presencia del significado# en la representación de lo real es negada. %l signifi-

    cante es tomado como un reflejo fiel del referente= por lo tanto, significado y referente de+ienen

    uno= >%n@ la historia Sobjeti+aT, lo SrealT no es nunca otra cosa que un significado no formulado,protegido detrás de la omnipotencia aparente del referente. %sta situación define lo que podría-

    mos llamar el e'ecto de realidad"M.

    %l uso que

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    Eno de los aciertos de este proceso es su apertura al cambio= la b!squeda de un siempre-elu-

    si+o real" conduce a nue+os objetos de conocimiento y nue+as interpretaciones que reorgani'an

    la realidad. La reorgani'ación altera no solo nuestra comprensión del pasado, sino tambi)n nues-

    tro sentido de la posibilidad del futuro (este es seguramente el sentido del dicho de que cada ge-

    neración escribe su propia historia#. Ai la apertura al futuro es una +entaja, es tambi)n una res-

    ponsabilidad porque e$pone la inestabilidad de la realidad, su dependencia, finalmente, del dis-

    curso que la significa. 2un cuando el cambio +iene en una forma científica" con el descubrimien-

    to de nue+a e+idencia o con la introducción de nue+a documentación que apoya una nue+a inter-

    pretación, el hecho de que el conocimiento histórico puede ser re+isado es perturbador. V;uántae+idencia es necesaria para desafiar una comprensión pre+aleciente del pasado4 V;uál es la prue-

    ba de +alide' que prueba la superioridad de una nue+a historia4 6o hay respuestas rápidas para

    estas preguntas. V;uál es entonces el recurso contra el falso re+isionismo y la interpretación erró-

    nea4 Las respuestas dadas por algunos historiadores &aquellos que cit) al comien'o de este ensa-

     yo& no son definiti+asC reconocen la complejidad implicada en establecer hechosC +i+en con la +e-

    rosimilitud en +e' de con la +erdadC hacen juicios de acuerdo a los cambiantes estándares discipli-

    narios de procedimiento y coherencia.

    Pero una complejidad de este tipo no es fácil de lle+ar en momentos de acalorados debates

    políticos sobre el pasado y el futuro. %n esos momentos &y nos encontramos en uno de esos mo-

    mentos ahora& la pregunta por la +erdad se con+ierte en un camino para desterrar la paradoja

    del cora'ón del conocimiento histórico. %n respuesta a la paradoja que no puede ser resuelta

    (%ste discurso es sin dudas el !nico en el que el referente es tratado como e$terno al discurso

    aunque jamás sea posible alcan'arlo afuera del discurso"#G, algunos historiadores han buscado la

    manera de instalar la +erdad &en sus muchos disfraces como objeti+idad, realidad, e$periencia,

    autenticidad, naturale'a humana, o moralidad trascendente& como garante del conocimiento que

    de hecho ellos producen. %ste esfuer'o no solo +iolenta la práctica histórica al reprimir la inter-

    pretación que da sentido al pasado y liga al futuro sobre el cual podríamos inter+enir, sino que

    tambi)n sustituye la libertad de in+estigar por el dogma. ;uando el efecto de realidad" es dispen-

    G bid., p. 7M.

     Rey Desnudo, Año II, No. 4, Otoño 2014. ISSN: 2314-1204 http://www.reydesnudo.com.r

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    sado en su totalidad o bien se ofrece como +erdad incontestable, hemos alcan'ado el fin de la his-

    toria.

    V%l fin de l histori 4

    %n M Krancis KuIuyama publicó un artículo en The National /nterest  cuyo título se pregun-

    taba si el triunfo de los principios de la democracia liberal y del capitalismo de libre mercado (re-

    cientemente en la e$ Enión Ao+i)tica y %uropa del %ste# significaba el fin de la historia". 3acia

    9, había e$pandido el artículo en un libro cuyo título ya no planteaba una pregunta, sino que

    establecía un hecho. Ae llamó -l 'in de la historia y el 0ltimo homre 1 ;on el lenguaje del e+angelis-

    mo cristiano, KuIuyama anunciaba las buenas nue+as" de que la democracia liberal era el punto

    final de la e+olución ideológica de la humanidad" y la forma final del gobierno humano"9C que el

    progreso tecnológico tambi)n había garanti'ado la creciente homogenei'ación de todas las so-

    ciedades"7. La humanidad estaba ahora a las puertas de la :ierra Prometida", y así la historia,

    entendida como un proceso !nico, coherente, e+oluti+o", llegaba a su fin0.

    Por supuesto, concedía KuIuyama, los e+entos grandes y pequeHos continuarían ocurrien-do, y no todos los países alcan'arían la democracia liberal estable", mientras que otros podrían

    caer nue+amente en otras formas más primiti+as de gobierno como la teocracia o la dictadura mi -

    litar". 6o obstante, el ideal de la democracia liberal no podía ser mejorado"C/ el futuro era ahora.

    Au +isión de la historia, enrai'ada en el idealismo hegeliano, no miraba hacia la e+idencia empíri-

    ca para +alidarse, sino hacia un estándar permanente y transhistórico"= el hombre como hom-

    bre". La +erdad del 3ombre ha sido puesta en la naturale'a por una amplia +ariedad de filósofos.

    ncluía un deseo por el reconocimiento" como mejor que otros, una necesidad de esfor'arse y lu-

    KuIuyama, Krancis= The -nd o' History and the ,ast 2an , 6ue+a orI, 2+on 5ersión en espaHol= -l 'in dela historia y el 0ltimo homre,

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    char con un propósito, y una necesidad de comodidad espiritual en alguna forma de comunidad.

    Los e$cesos de igualdad y tolerancia minaban esta naturale'a, creando el ciudadano burgu)s com-

    placiente, d)bil, que 6iet'sche llamaba el !ltimo hombre". %l argumento central de KuIuyama es

    que el final de la historia no necesita producir el !ltimo hombre". La democracia liberal, el mer-

    cado capitalista, la jerarquía social, la desigualdad y la injusticia, la familia y la religión son las

    condiciones que permiten que el primer hombre" &el hombre natural& prospere.

    Ai eso suena como una descripción del  statu 6uo, lo es. Pero KuIuyama se libera de la carga

    de un alegato e$cepcional al in+ocar una +erdad más alta. La historia como es practicada normal-

    mente no puede presentar sus argumentos porque está siempre plagada de incertidumbre= La

    S3istoriaT no está dada, ni es meramente un catálogo de todo lo que ocurrió en el pasado, sino un

    deliberado esfuer'o de abstracción en el que separamos los e+entos importantes de aquellos sin

    importancia"8. %l relati+ismo que esto podría implicar debe ser e+itado, ad+ierte, porque el en-

    foque historicista" no puede protegernos de la ilusión, no puede garanti'arnos que nuestras e+a-

    luaciones son correctas. %n +e' de eso, necesitamos una medida transhistórica, una 3istoria Eni-

    +ersal" como garantía de inteligibilidad. La historia cristiana es un ejemplo de lo que KuIuyama

    tiene en mente=

    La primera de las 3istorias Eni+ersales +erdaderas en la tradición occidental fue cristianaB La;ristiandad, por otra parte, introdujo el concepto de una historia que era finita en el tiempo,comen'ando con la creación del hombre por *ios y terminando con su sal+ación finalB ;omo el relatocristiano de la historia deja claro, un fin de la historia" está implícito en la escritura de todas las3istorias Eni+ersales. Los acontecimientos particulares de la historia pueden +ol+erse significati+ossolo con respecto a alg!n fin o meta más grande, cuyo logro necesariamente lle+a el proceso histórico aun cierre. %ste fin !ltimo del hombre es lo que hace que todos los acontecimientos particulares seanpotencialmente legiblesU.

    2rmado con alg!n tipo de saber indisputable, el historiador uni+ersal debe estar preparado

    para descartar pueblos y tiempos enteros como pre- o no-históricos, dado que no aportan a la tra-

    ma central de su historia"M. ;uando la trama ha sido anunciada, es la !nica realidadC los aconteci-

    mientos, hechos acciones contingentes, an)cdotas no necesitan tener la condición de referentes

    cuya pree$istencia afirma la trama. 6o hay ilusión referencial" necesaria aquí. Dás bien, alusio-

    8 bid., p. 7M.

    U bid., p. /8.

    M bid., p 7.

     Rey Desnudo, Año II, No. 4, Otoño 2014. ISSN: 2314-1204 http://www.reydesnudo.com.r

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    nes a acontecimientos y hechos que son reconocidos como significantes, la demostración o ilus-

    tración de la +erdad *i+ina o Eni+ersal=

    Ain un concepto subyacente de la naturale'a humana que postulaba una jerarquía de las característicashumanas esenciales y no-esenciales, sería imposible saber si una aparente pa' social representaba una+erdadera satisfacción de los anhelos humanos, antes que el trabajo de un aparato policíacoparticularmente eficiente, o meramente la calma antes de una tormenta re+olucionaria.

    %l concepto subyacente de la naturale'a humana" pro+ee una enorme comodidad y certe-

    'a. %s inmune tanto al desafío empírico como )tico. %sto se debe a que las cuestiones empíricas

    solo se +uel+en significati+as al interior de un esquema pre-ordenado (la realidad objeti+a no es

    nada más que la reali'ación del concepto# y ese esquema descansa sobre sus propios fundamentos

    morales absolutos9G.

    6o queremos ser des+iados por objecionesB por ejemplo, por seHalamientos acerca de este o aquelgrupo social o indi+iduo que está demostradamente insatisfecho por serle negado igual acceso a lasbuenos bienes de la sociedad debido a su pobre'a, racismo, y así sucesi+amente. La cuestión másprofunda es uno de los primeros principios, es decir, si los buenos bienes" de nuestra sociedad son+erdaderamente buenos y satisfactorios para el hombre como hombre"9.

    ;uando la +erdad es el estándar, los historiadores son liberados del dilema de e+aluar las in -

    terpretaciones competidoras, o de justificar sus principios de selección. *e hecho, su práctica se+uel+e irrele+ante= 6i el historiador diplomático ni el historiador social pueden e+adir la elección

    entre lo importante y lo insignificante, y de ahí la referencia a un estándar que e$iste en alg!n lu -

    gar SafueraT de la historia (e, incidentalmente, afuera de la esfera de competencia de los historia-

    dores profesionales 6ua historiadores#"99. %se !ltimo comentario entre par)ntesis (e, incidental-

    menteB"# sugiere un sentido adicional para el fin de la historia"= con la hora de nuestra sal+ación

    a mano, no hay ning!n rol para los historiadores profesionales. Los estándares uni+ersales están

    afuera de la historia, los historiadores no están entrenados para +erlos. La +erdad uni+ersal llegadesde otro lugar, el lugar más alto de la religión o la filosofía. %l trabajo del historiador se con+ier-

    te entonces en una especie de e$)gesis bíblica, que discierne los signos del presente en el pasado.

    bid., p. 7U.

    9G 5)ase ;rosby, ;hristina= *ealing Oith *ifferences", en esp. p. 70@.

    9 KuIuyama, op. cit., p. 7.

    99 bid., p. 7.

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    a no escriben con un ojo en el futuroC en +e' de eso (en palabras de un crítico de estos a+ances#,

    ellos proporcionan a la sociedad de los +encedores con la enciclopedia de su prehistoria"97.

    %ste enfoque deja fuera de consideración lo que KuIuyama refiere como un malestar popu-

    lar en las sociedades del mundo real de, digamos, ?ran ,os nomres de la historia: una 3o9tica del saer ,

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    La proclamación de KuIuyama de el fin de la historia" puede ser leída como un documento

    conser+ador (cuando no reaccionario#. *escalifica la política como una fuer'a constructi+a en el

    mundo, ya que el fin de la historia es tambi)n el fin de la política. (2quí pienso en el comentario

    del historiador ingl)s %dOard Kreeman, repetido incansablemente por los fundadores de la 2meri-

    can 3istorical 2ssociation >2sociación 3istórica 2mericana@, de que la historia era la política del

    pasado, y la política, la historia del presente"#. N al menos, el fin de la historia reduce a la política

    a un orden secundario de acti+idad dirigida no al cambio fundamental sino a resol+er la mejor

    manera de cru'ar el umbral hacia la :ierra Prometida. 2unque es demasiado fácil desechar el li-

    bro debido a que se trata de un publicista conser+ador haci)ndose pasar por un intelectual p!bli-

    co, pienso que el libro de KuIuyama debe ser entendido como sintomático de una creencia más

    general que se ha desarrollado a fines del siglo en la sociedad americana, que &sea que est)

    asociada a la anticipación jubilosa de la llegada del Jedentor o a un profundo sentido de desespe-

    ran'a& no busca más la posibilidad de un futuro diferente y mejor. Ai tomamos el fin de la histo-

    ria" para significar una p)rdida de por+enir, entonces el libro ejemplifica una de las consecuencias

    de esa p)rdida= cuando el tiempo se detiene, la +erdad puede ser declarada.

    VXui)n es el propiet rio de l histori 4

    La cone$ión entre +erdad y cese del tiempo es e+idente en toda una serie de conflictos re-

    cientes que algunos han bauti'ado como las guerras de la historia". %stos conflictos oponen cues-

    tiones de hecho a las interpretaciones, pero no como preocupaciones susceptibles a las diferencias

    de opinión o de enfoque. Dás bien, tomando a la historia como legado limitado, estos debates son

    acerca de los derechos de propiedad sobre las historias que los historiadores cuentan.

    VXui)n es el propietario de la historia4" preguntaban los críticos de los %stándares de 3is-

    toria 6acional cuando denunciaron el negati+ismo" y multiculturalismo políticamente correc-

    to" que amena'aba con soca+ar nuestro" sentido colecti+o de la identidad nacional. %l e$ direc-

    tor del 6%3, Lynne ;heney, lan'ó la acusación de que los estándares habían sido secuestrados"

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    por feministas y acad)micos minoritarios con un gran odio por la historia tradicional" 98. La no-

    ción de una historia tradicional" sacrosanta implicaba que la 6ación" no era la comunidad

    imaginaria" de

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    fueron referidas como los hechos probados en el momento de la decisión"#. untos, hecho y arte -

    facto, constituían la !nica e+idencia aceptable de una historia justa e imparcial"77 (esto es una in-

    +ersión del historicismo especulati+o" de KuIuyama. 2quí, en cambio, tenemos operando el his -

    toricismo empirista"C los conceptos son inherentes a los objetos reales y por eso están determina-

    dos por ellos#70. La noción de proyectar la historia sobre el futuro" del senador Kord significaba

    algo como la transmisión de un legado fijado o qui'ás la sujeción de una gran propiedad. %l punto

    era colocar la historia fuera del tiempo, preser+arla contra la erosión" y la interpretación" (en

    ocasiones equiparadas con algo que el historiador ha in+entado"#7/. Los propietarios determina-

    rían los significados y los usos de su propiedad por siempre. %l patriotismo e$igía ni más ni menosque eso.

    *el otro lado de la gran di+isoria política, no hay una preocupación menor con la propiedad

    como un modo de pre+enir la apropiación y distorsión de nuestras historias, y por lo tanto de no-

    sotros mismos. %l 8 de enero de /, el New (or) Times informó sobre una disputa entre la fami-

    lia de Dartin Luther Wing y el 6ational Aer+ice ParI acerca del monumento a ser construido en

    honor al líder de los derechos ci+iles asesinado. %l problema, seg!n *e$ter Wing, porta+o' de la fa-

    milia Wing, era qui)n interpretará la historia del pueblo". Danteniendo que la historia del mo+i-

    miento por los derechos ci+iles era muy importante para ser controlada por una agencia del ?o-

    bierno, insistía en cambio que su historia y el legado del *r. Wing permanecerá por siempre bajo

    cuidado y custodia de la familia Wing". %n el mismo artículo, un e$ acti+ista por los derechos ci+i-

    les describía la creación de la Dississippi ;ommunity Koundation >Kundación de la ;omunidad de

    Dississippi@ en reacción a la película 2ississi3i en llamas, que glorificaba el rol del K

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    de la gualdad Jacial@. Ai nosotros no contamos la historia o no tenemos alg!n control sobre el

    relato, entonces ya no se trata de nosotros"78.

    %n estos ejemplos, así como en muchos otros que han hecho erupción en los meses pasados

    (el más reciente de los cuales fue acerca de qui)n tenía el derecho de representar la historia de los

    irlandeses-americanos en una e$hibición en el Duseo de la ;iudad de 6ue+a orI#, el problema

    ostensible han sido los límites de la interpretación. Los historiadores han sido acusados de re+i-

    sionismo" (que ya no es más el t)rmino neutral o incluso positi+o que supo ser, ahora in+oca una

    asociación con aquellos que deniegan el 3olocausto#, de manipulación con puntos de +ista co-

    m!nmente aceptados"7U, y de imponer especulaciones acad)micas esot)ricas a las audiencias po-

    pulares. *urante las audiencias por el %nola ?ay, la senadora por ;alifornia, *ianne Keinstein, lle-

    gó a culpar a la propia interpretación. ;uando ella era estudiante de grado de 3istoria en Atan-

    ford, recordó, la historia era esencialmente un recitado de hechosB 2hora lo que se +e es la in-

    terpretación de un escritorB De pregunto acerca de la sabiduría de presentar una

    interpretación"7M. Pienso que sería concederle mucha sofisticación al comentario de Keinstein si se

    lee como una crítica no de la interpretación  3er se, sino de su +isibilidad (ahora lo que  se ve es la

    interpretación de un escritor"#, y por lo tanto como una llamado a los historiadores contemporá-

    neos a seguir las reglas de procedimiento disciplinarias y apegarse a la retórica del hecho y la rea-

    lidad.

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    plicaban complejas negociaciones entre la interpretación y los hechos. 2sí que la pregunta acerca

    del estatuto y la +alide' de la interpretación no es nue+a= puede ser que nuestra propia familiari-

    dad nos lle+e &demasiado rápidamente& a comprender los debates recientes en esos t)rminos. %l

    nue+o giro que encuentro destacable es el modo en que la propiedad es in+ocada como la autori-

    dad para los reclamos de +erdad, como si la posesión fuera el antídoto definiti+o para la re+isión

    incesante del pasado que nosotros asociamos con la interpretación.

    qui'ás lo es. Xui'ás es el sentido de que hemos alcan'ado el fin de la historia" lo que pro-

    +oca el deseo de reclamar el conocimiento final de nuestros seres colecti+os e indi+iduales. %sta es

    ciertamente la consecuencia que la teórica política Fendy

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    tes que estatus o posiciones históricamente +ariables, cuando el objeti+o es reparar el dolor que

    produce la e$clusión, entonces hemos perdido nuestro sentido del tiempo y por lo tanto la posibi -

    lidad de la diferencia y el cambio. %l tiempo", escribe Dichel de ;erteau, es precisamente la im-

    posibilidad de una identidad fijada por el lugar"09. Aer capa' de atrapar un tro'o del pasado como

    si fuera nuestro nos permite sostener un espacio significati+o en el presenteC no hay ning!n futu-

    ro a imaginar o a la +ista. La historia se con+ierte entonces en la e$presión y la garantía de la

    identidad= re+isar o reinterpretarla es amena'ar la cosa misma (la autenticidad, la +erdad, la esen-

    cia, la realidad# de un ser nacional o racial o )tnico o se$ual o indi+idual.

    V%$iste l histori despu)s del fin de l histori "4

    Ducho se ha escrito !ltimamente acerca de la historia despu)s del giro lingRístico". VPuede

    )sta e$istir sin fundamentos4 VAon realmente reales los referentes4 %n estos debates, los historia-

    dores han gastado una buena cantidad de tiempo tratando infructuosamente de romper la cone-

    $ión inseparable entre realidad e interpretación, defendiendo la +erdad, la facticidad y la objeti+i-

    dad, o buscando especificar los límites de la interpretación. La cuestión más difícil de todas &

    aquella acerca de la práctica de la historia despu)s del fin de la historia"& ha recibido mucha

    menos atención. Xui'ás esto es porque no ha habido una disminución de la demanda de ser+icios

    de los historiadores como pro+eedores de certificados de nacimiento y títulos de propiedad para

    las identidades politi'adas. Xui'ás es porque el acentuado inter)s p!blico en la historia (parques

    temáticos, re+istas especiali'adas, museos, sociedades locales, un canal de tele+isión, e incluso los

    debates acerca de la interpretación y la propiedad# ha sido malinterpretado como una confirma-

    ción de la +italidad de la historia que toda+ía mira hacia el futuro. Xui'ás es simplemente porque

    hemos tomado cada in+ocación de historia" como si significara la misma cosa.

    VXu) significaría pensar acerca de nuestra práctica de cara al declarado fin de la historia"4

    V;ómo podríamos rescatar el tiempo (y de ese modo alg!n sentido de futuro# sin reintroducir la

    teleología4 V;ómo podemos argumentar en fa+or de la +alide' de un relato por sobre otro4 V;ómo

    09 *e ;erteau, Dichel= 3istory= Acience and Kiction", en Heterologies: Discourse on the "ther , trad.

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     22Dossier Joan Wallach Scott

    Para Koucault, el a'ar" es una sustitución para la determinaciónC introduce la contingencia

    en la historia= Xueremos que los historiadores confirmen nuestras creencias de que el presente

    descansa sobre intenciones profundas y necesidades inmutables. Pero el +erdadero sentido histó-

    rico confirma nuestra e$istencia entre incontables e+entos perdidos, sin un hito o un punto de re -

    ferencia"00. La ausencia de sentidos inherentes no nos arroja a un abismoC antes bien, hace de la

    producción de sentido una acti+idad humana, aun cuando sea históricamente +ariable y disputa-

    da. Ai no hay nada ine+itable acerca de la dirección del cambio, no obstante sucede y lo hace por-

    que la inter+ención humana, entendida no como una aserción de la +oluntad autónoma, sino

    como un desafío a las normas +igentes discursi+amente situado y como una perturbación de las jerarquías e$istentes. Ai no e$isten hitos o puntos de referencia inherentes, esto no ha impedido a

    los humanos establecerlos. %n efecto, la lección de la historia" es que la agencia humana consiste

    en imponer sentido, de modo diferente y mutable, sobre nuestros mundos.

    La discontinuidad postula rupturas fundamentales y, por ello, diferencias profundas entre el

    pasado y el presente. 6o e$isten diferencias que funcionen (como lo hace cualquier relación de

    contraste# estableciendo simplemente el presente como un tiempo distinti+o. 2quellas son dife-

    rencias más decisi+as, más disrupti+as. 6o e$iste la transmisión continua imaginada desde el pa-

    sado al presente, ya sea de identidad, de antepasados, o de humanidad= La historia Sefecti+aT difie-

    re de la historia tradicional por ser sin constantes. 6ada en el hombre &ni siquiera su cuerpo& es

    lo suficientemente estable para ser+ir de base para el auto-reconocimiento o para la comprensión

    de otros hombres"0/. Las historias de Koucault mostraban que las diferencias en los conocimientos

    de la locura, la enfermedad, la se$ualidad, y la ilegalidad hacían a las diferencias en los fenómenos

    mismos, tal como eran percibidos por los obser+adores y subjeti+amente e$perimentados. Los lo-

    cos y los delincuentes del pasado no tenían nada (e$cepto el nombre, qui'ás# en com!n con aque-

    llos del presente. 2l pri+arnos del consuelo del auto-reconocimiento, la historia efecti+a" no solo

    establece la diferencia del pasado, su eliminación en el tiempo, sino que tambi)n sir+e a su cone-

    $ión &como antecedente o precedente directo& al presente. 2quello que más damos por sentado

    pierde su dimensión uni+ersal o trascendente. *epende solamente del tiempo presente. *e este

    00 bid., p. //.

    0/ bid., p. /7.

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    Joan Wallach Scott

     23

    modo, el presente es histori'ado.

    %sta histori'ación del presente abre el camino para un futuro. 6o uno preordenado o cuyas

    dimensiones son predecibles, sino uno que e$cederá &de maneras indeterminadas y contingentes

    & los límites del presente. La diferencia del pasado desafía la certe'a del presente (su compren-

    sión de sí mismo como la culminación de la e+olución, por ejemplo# y tambi)n introduce la posibi-

    lidad del cambio. Ai ni los sentimientos, ni los instintos, ni los cuerpos han sido siempre como

    creemos que son ahora, entonces la pretensión de KuIuyama de conocer al hombre como hom-

    bre" no puede ser sostenida como una intuición uni+ersal. *ebe ser leída como un gesto político

    teniendo lugar en un tiempo particular. La insistencia de la historia efecti+a" sobre la temporali -

    dad de nuestras categorías conceptuales niega el poder totali'ador de cualquier sistema de pensa-

    miento, cualquier r)gimen de +erdad. %l resultado no garanti'a el procesoC pero sostiene la creen-

    cia en el por+enir.

    *e ;erteau liga esta creencia al proyecto )tico de la historia, un proyecto en el cual el tiem-

    po establece la diferencia no solo entre pasado y presente, presente y futuro, sino tambi)n entre

    lo que es y lo que debe ser"C

    Di análisis de la historiografía (es decir, de la escritura de la historia o práctica histórica# debe sersituado en el conte$to de una cuestión muy amplia para ser tratada plenamente aquí, a saber laantinomia entre )tica y lo que, por falta de una palabra mejor, llamar) dogmatismo. La )tica esarticulada a tra+)s de operaciones afecti+as, y define la distancia entre lo que es y lo que debe ser. %stadistancia designa un espacio donde tenemos algo que hacer. Por el otro lado, el dogmatismo estáautori'ado por una realidad que pretende representar, y en el nombre de esa realidad, impone su ley. Lahistoriografía funciona a mitad de camino entre esos dos polos= pero siempre que intenta separarse dela )tica, regresa hacia el dogmatismo08.

    Para ir de lo que es a lo que debe ser" no se requiere que equiparemos la historia con el

    progreso ine+itable, sino que entendamos que los límites y las normas (en todas las esferas con-ceptuales= política, económica, est)tica, religiosa, se$ual, etc.# han sido siempre, y toda+ía lo son,

    susceptibles al cambio. *esde esta perspecti+a, el malestar" no es (como quiere tratarlo KuIuya-

    ma# una distracciónC es, como )l tambi)n reconoce, un signo de que el mo+imiento en el espacio

    (tiempo# es toda+ía posible, que, en otras palabras, la historia no ha llegado a un final.

    08 *e ;erteau, op. cit., p. .

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     24Dossier Joan Wallach Scott

    Procesos de diferenci ción

    2l contrario de las historias que establecen las raíces de las identidades politi'adas en cultu-

    ras y e$periencias distinti+as y de ese modo esenciali'an esas identidades, estoy sugiriendo que

    producimos historias que enfocan sobre la producción de identidades como un proceso tanto de

    homogenei'ación como de diferenciación.

    Ai bien tal enfoque se aplica de manera más ob+ia a los grupos marginali'ados, tambi)n se

    refiere al estudio de las identidades dominantes, incluyendo las identidades nacionales. 2sumir

    que lo americano o lo franc)s consiste solamente en un conjunto perdurable de rasgos o creen-cias establecido (digamos# en UU8 o UM, es aceptar los t)rminos ideológicos de la identidad na-

    cional antes que escribir la historia de las formas repetidas y cambiantes en las cuales las comuni-

    dades imaginadas fueron consolidadas. ;on el primer enfoque, los historiadores se confabulan con

    el proyecto nacionalista abstrayendo la 6ación de los procesos que continuamente la producen y

    reproducenC con el segundo enfoque, desmitifican la identidad nacional y e$ponen las di+ersas di-

    ferencias que han sido usadas para balancearla y contenerla.

    %n el caso de los así llamados grupos marginales, la historia ha sido usada para mo+ili'ar laprotesta, pero a menudo ha tenido un efecto análogo al de las historias nacionales celebratoriasC

    +uel+e a la historia algo estático y la in+ierte en el pasado. %n estas historias de los grupos margi-

    nados, el dolor del presente es mostrado como de larga duración, y por lo tanto como mucho más

    intenso, mucho más inmoral. Aus demandas se +uel+en más legítimas a la lu' de su larga historia.

    2l mismo tiempo, pasado y presente son fusionados y la identidad es reificada como una narra-

    ción uni+ersal, ahistórica de e$clusión y sufrimiento. ;uando la identidad se +uel+e sinónimo de

    la e$clusión y el sufrimiento, la inclusión y el fin del sufrimiento auguran el fin de la identidad.*esde esta perspecti+a, el futuro es inimaginable. @nstala su dolor sobre su historia irredenta en lapropia fundación de su reclamo político, en su demanda por el reconocimiento como identidadB Laidentidad politi'adaB se enuncia a sí misma, hace demandas por sí misma, solo para afian'ar,reformular, dramati'ar e inscribir su dolor en la política= no puede resistir sin un futuro &para sí o paraotros& donde no triunfe sobre su dolor. La p)rdida de dirección histórica, y con ella la p)rdida de

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    por+enir característica de la modernidad tardía, es así homológicamente reconfigurada en la estructuradel deseo de la e$presión política dominante de la )poca= las políticas identitarias0U. 

    %n la medida en que las historias de diferentes grupos producen tanto como reflejan las po-

    líticas identitarias contemporáneas, contribuyen a lo que

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     26Dossier Joan Wallach Scott

    to la homose$ualidad como la heterose$ualidad. N, para tomar la cuestión de la identidad nacio-

    nal nue+amente, si preguntamos no qu) significa ser un americano, sino cómo lo americano ha

    sido definido &y por qui)n& a lo largo del tiempo, podemos escribir la historia de los %stados Eni-

    dos no como la reali'ación de una esencia, sino como la historia en marcha de la lucha política

    acerca de los t)rminos y las prácticas que son a la +e' durables y cambiantes.

    %ste tipo de historia requiere una cierta desidentificación con los objetos de nuestra in+esti-

    gación, un esfuer'o deliberado para separarnos a nosotros mismos de otros que parecen ser como

    nosotros. La relación entre la identidad y la identificación cambia. 5ol+er a la identidad un e+ento

    contingente, histórico, no una propiedad fijada, crea la distancia analítica no solo entre nosotros

    mismos y nuestros objetos, sino tambi)n sobre nuestro propio sentido del yo. La historia se +uel-

    +e Sefecti+aT al grado que produce discontinuidad en nuestro propio serB *esarraigará sus funda-

    mentos tradicionales e interrumpirá sin descanso su pretendida continuidad" /G. La identidad, en

    otras palabras, no es un conjunto fijado de atributos en los cuales uno ha nacido= antes bien, tiene

    aspectos m!ltiples y contradictorios que están conte$tualmente articulados y que cambian. esta

    reconceptuali'ación de la identidad problemati'a la pregunta de la identificación al complicar los

    t)rminos del (auto#reconocimiento. Ai las mujeres" no han sido siempre las mismas, Vqu) aspec-

    tos de mí misma puedo encontrar en las mujeres" del pasado4

    %l análisis de los procesos de diferenciación no se trata de aplicar una grilla predeterminada

    a los e+entos del pasadoC no se trata de asumir que las diferencias (nacionales, )tnicas, raciales, re-

    ligiosas, de clase, se$uales, etc.# que ordenan nuestras relaciones sociales siempre han sido o serán

    las mismas. Por esta ra'ón, es necesario histori'ar los t)rminos mismos de la diferencia. %sta his-

    tori'ación nos remite a la cuestión de la discontinuidad (de los diferentes sentidos de palabras

    aparentemente similares# y nos trae la cuestión de la interpretación. Porque si el análisis histórico

    de la diferenciación que propongo tiene como premisa la discontinuidad, tiene a la interpretación

    como uno de sus objetos. La interpretación es el medio por el cual participamos en la configura-

    ción de la realidad.

    /G Koucault, op. cit., p. /0.

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    Joan Wallach Scott

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    3istori' r l interpret ción

    VXu) ocurriría si en +e' de pensar la interpretación como algo que los historiadores (y

    otros# hacen a los hechos de la historia, pensáramos la interpretación como un hecho de la histo-

    ria4 ;on esto no quiero decir simplemente que ning!n hecho puede ser conocido sin interpreta-

    ción (es decir, para ponerlo en otros t)rminos, que los historiadores producen conocimiento#, sino

    que la interpretación es inherente al fenómeno social &en instituciones, relaciones, sistemas polí-

    ticos, mercados, así como en di+ersas formas de te$tos escritos&. %l estudio de la historia de estos

    fenómenos es, en su forma más profunda, un análisis de las interpretaciones cambiantes. ;omo

    dice Koucault=

    Ai la interpretación fuera la lenta e$posición del sentido escondido en un origen, entonces solo losmetafísicos podrían interpretar el desarrollo de la humanidad. Pero si la interpretación es la +iolenta osubrepticia apropiación de un sistema de normas, que en sí mismo no tiene un sentido esencial, con elfin de imponer una dirección, para doblegarlo a una nue+a +oluntad, para for'ar su participación en un

     juego diferente, y para sujetarlo a normas secundarias, entonces el desarrollo de la humanidad es unaserie de interpretaciones. %l rol de la genealogía es registrar su historia= la historia de la moral, losideales, y los conceptos metafísicos, la historia del concepto de libertad o de la +ida asc)ticaC en tantorepresentan la emergencia de interpretaciones diferentes, ellos deben reali'arse para que apare'cancomo e+entos en el escenario del proceso histórico/.

    %ste tipo de historia entiende los hechos como objetos de conocimiento puestos a la +ista o a

    los que se les concede importancia en un sistema conceptual= son datos que proporcionan una

    idea de determinada operación interpretati+a. Por supuesto, la comprensión obtenida desde el

    análisis genealógico" no es más fija que cualquier otra. :ampoco dispensa del efecto de reali-

    dad" ya que las interpretaciones son tratadas como hechos" de la historia, incluso si ellas produ-

    cen otro tipo de hechos. :ambi)n seguirá habiendo debates acerca de cómo son leídos los siste-

    mas de conocimiento así como acerca de sus causas y efectos. 3acer de la interpretación un objeto

    de indagación no e+ita ni el juicio ni la necesidad de estándares de e+aluaciónC la disciplina tendrá

    que continuar suministrando formas de distinguir las lecturas persuasi+as de las poco persuasi-

    +as. %l cambio de foco hacia la interpretación implica, sin embargo, al menos otras dos consecuen-

    cias. Aignifica que la atención a los hechos" requiere atención a la significación como medio por

    el cual los sujetos y sus objetos de conocimiento son constituidos. (Jegresar) a este punto más

    / Koucault, op. cit., pp. /-/9.

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     28Dossier Joan Wallach Scott

    adelante#. :ambi)n +uel+e +isibles las interpretaciones de los historiadores, puesto que no pode-

    mos leer diferencias conceptuales sin distinguirlas de las nuestras.

    La conciencia histórica es en este enfoque siempre dobleC es un proceso de confrontación

    entre dos o más interpretaciones. Jeconoce que el recuento de hechos" de otra )poca sin anali-

    'ar los sistemas de conocimiento que los produjeron o bien reproduce (y naturali'a# las ideologías

    pasadas o bien las deshistori'a al imponerles categorías del presente. Jeconoce que el descubri-

    miento" de nue+os materiales es de hecho una inter+ención que e$pone los t)rminos de inclusión

     y e$clusión en los conocimientos del pasado. (La historia de las mujeres, desde esta perspecti+a,

    no es la simple adición de información pre+iamente ignorada, ni una corrección empírica del re-

    gistro, sino un análisis de los efectos de las interpretaciones dominantes del g)nero en el pasado,

    una lectura crítica que en sí misma tiene el efecto de producir otra realidad"#.

    La conciencia histórica asume la responsabilidad de sus interpretaciones, del lugar desde el

    cual habla. ;onectar la historia a un lugar es la condición de posibilidad de cualquier análisis so-

    cial", escribe de ;erteau/9.  con eso quería decir menos una confesión de los compromisos políti-

    cos indi+iduales de un historiador que un e$amen de las relaciones sociales (o discursi+as# de la

    producción de la historia en las cuales )l o ella está enredada. %stas relaciones no determinan el

    impacto político inmediato de las interpretaciones (Vson buenas o malas para alg!n electorado u

    otro4#, sino cómo sir+en o no para proteger al tiempo de la forclusión ideológica y así mantienen

    abiertas las posibilidades para el cambio. Para de ;erteau, una historia que pierde la dimensión

    del tiempo no es historia en absoluto. una historia comprometida con el tiempo es necesaria-

    mente una historia crítica=

    >:@omar el lugar (del historiador# seriamente es la condición que permite que algo que sea afirmado nosea ni legendario (o edificante"# ni atópico (sin rele+ancia#. La denegación de la especificidad del lugares el principio mismo de la ideología, e$cluida toda teoría. 2!n más, al despla'ar el discurso a un no-lugar, la ideología prohíbe a la historia hablar de la sociedad y de la muerte, en otras palabras, de serhistoria/7. 

    /9 *e ;erteau, Dichel= The 5riting o' History4 trad. :om ;onley, 6ue+a orI, ;olumbia Eni+ersity Press, MM, p. 8 >,aescritura de la historia, D)$ico, Eni+ersidad beroamericana, 7@.

    /7 bid., p. 8.

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    Joan Wallach Scott

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    2sumir la responsabilidad por las propias interpretaciones tambi)n significa reconocer su

    lugar en las e+aluaciones de otras interpretaciones, otras historias con las cuales una acuerda o

    no. 6o me refiero aquí a la aplicación de una prueba de corrección política, sino a reconocer la

    parte que la interpretación (de acuerdo a sistemas de conocimiento, estándares de coherencia#

     juega en la apreciación. %ste reconocimiento no hace más difícil que antes recha'ar las rei+indica-

    ciones re+isionistas acerca de la no e$istencia del 3olocausto, incluso si no hace que el conoci-

    miento dependa de la +erdad. %n cambio, la fidelidad es establecida de acuerdo a procedimientos

    históricos establecidos. entonces puede haber una lectura crítica de las especulaciones ideológi-

    cas re+isionistas, un conjunto de cuestiones acerca de los sitios discursi+os de sus interpretacio-nes y de los efectos que buscan producir. *el mismo modo, los trabajadores por los derechos ci+i-

    les de Dississippi pueden refutar los efectos de los relatos que otorgan una agencia heroica a los

    agentes del gobierno ofreciendo sus propias lecturas de lo que ocurrió, sin pretender la posesión

    e$clusi+a. Ai esto significa que los relatos históricos son siempre refutables, que así sea. La alterna-

    ti+a (+ol+er al comentario de *e ;ertau que cit) antes# es el dogmatismo. Aolamente una historia

    que es a la +e' el estudio y la práctica de la interpretación permite las operaciones efecti+as" que

    *e ;erteau llamaba )tica"= *efine una distancia entre lo que es y lo que debe ser. %sta distancia

    designa un espacio donde tenemos que hacer algo"/0. 

    La histori'ación de la interpretación es necesariamente la histori'ación de la significación, y

    este es el +ínculo de regreso a la discontinuidad y la diferenciación. Porque es a tra+)s de la aten-

    ción a la significación que los historiadores practican la historia, que traen a la e$istencia el pasa-

    do, el presente y el futuro como funciones del tiempo. %n su reciente crítica de la historia cultural

     y de la escuela de los  Annales en particular, JanciYre ofrece la po)tica" como alternati+a a la

    creencia cientificista" que )l asocia con el fin de la historia". Jecomienda que la historia se inte-

    rese en

    la e$ploración de los m!ltiples caminos en las intersecciones impre+istas mediante la cual uno puedeaprehender las formas de la e$periencia de lo +isible y lo decible, lo que constituye la singularidad de la)poca democrática y tambi)n permite repensar otras )pocas. Ae interesa en las formas de escritura quela hacen inteligibles en el entrela'amiento de sus tiempos, en la combinación de n!meros e imágenes,de palabras y emblemas. Para hacer esto consiente la propia fragilidad, el poder que tiene de suparentesco +ergon'oso con los creadores de historias y los narradores de cuentos//. 

    /0 *e ;erteau, op. cit., M8, pp. G9-G7.

    // JanciYre, op. cit., pp. G9-G7.

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     30Dossier Joan Wallach Scott

    %n respuesta a aquellos que temen una in+asión de las t)cnicas de la literatura en los domi-

    nios de la historia, JanciYre responde en t)rminos más elocuentes que cualquiera que yo podría

    pro+eer como final para este ensayo. Le dar) entonces la !ltima palabra=

    >6@ada amena'a la historia e$cepto su propia lasitud en relación con el tiempo que la ha hecho o sumiedo ante eso que hace a su material sensible a su objeto= el tiempo, las palabras, y la muerte. Lahistoria no tiene que protegerse a sí misma de ninguna in+asión e$tranjera. Aolo necesita reconciliarsea sí misma con su propio nombre/8.

    V*espu)s de la historia4 Z3istoria[

    /8 bid., p. G7.

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