¡Se acabó el año!

Aunque parezca increíble este 2010 ya se acabó.

Estrictamente hablando, aún faltan unos cuantos días para que se acabe, pero hoy que la euforia navideña esta a punto de terminarse, porque aunque para algunos resulte asombroso, todavía hay quienes acuden ‘en manada’ a los centros comerciales en busca de regalitos y chucherías para ‘corresponder’ a aquellos que por una de esas cosas incomprensibles del destino no se olvidaron de ellos.

A Gerónimo le da ‘pena ajena’ el que hayamos caído en las garras de la comercialización absurda que ha cambiado estas fechas y otras como el Día de la Madre o el Día de Muertos a hacerlas un emporio del abuso de la comercialización y el epítome de la manera de mostrar o demostrar ‘cariño’ por nuestros semejantes vivos o difuntos.

No es que se pretenda decir que ‘tiempos pasados’ fueron mejores; quizá si, quizá no, pero lo que si es seguro es que fueron diferentes y la gente demostrábamos nuestro afecto y cariño por nuestros semejantes prácticamente todos los días.

Hoy, como las cosas han cambiado, casi todos los días, se han convertido en días de algo, lo que únicamente quiere decir, se han hecho ‘comerciales’ con el fin de ‘dizque celebrar’ algo:

Había cortesía, respeto, consideración, hoy, ‘eso’ ya no se ve, ya no se practica, ya no es un modo de vida; ahora todo está revestido de un carácter comercial, lo que había en otros tiempos es o son costumbres de educación elemental que se han perdido, o que se practican en forma muy pero muy selectiva, como si fuera un tesoro que celosa y egoístamente hemos reservado para cada uno de nosotros y que se disfruta en la oscura intimidad de una soledad agobiante.

Nos hemos vuelto avaros y utilitarios con nuestros modales, nuestras costumbres, nuestra educación, nuestro cariño, nuestra propia vida.

Incluso un aspecto baladí, sin mayor importancia relativa como lo es el lenguaje diario ha sufrido tremendas distorsiones y un degenere que hasta resulta insultante.

Las denominadas (en otros tiempos) ‘palabrotas’ y groserías eran usadas, en forma específica, dignas de ser utilizadas en circunstancias especiales, en explosiones de carácter, en chispazos de temperamento, en momentos de enojo, selectiva, cuidadosamente y eran manejadas como armas de ofensa, quizá como expresiones de impotencia.

Hoy no, hoy se utilizan como parte del léxico vulgar de una sociedad eternamente ‘apurada’, que se mueve sin rumbo, sin propósito, y son frases y expresiones de diario y constante uso, monosílabos inarticulado con el que se saludan cotidianamente hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales, en todo lugar y

a cualquier hora, y que hoy por hoy, constituyen la columna vertebral de sus comunicaciones, y no solo las verbales, sino que ahora, que está tan de moda el ‘chat’ o el ‘mensajear’ a cualquier hora y por cualquier motivo, esas palabras y expresiones representan el 80% del lenguaje empleado.

Insiste Gerónimo, en que, anteriormente, esas expresiones se ilustraban con emblemas como *#+¿?’°&%={(“@ o algunos similares, y que hoy hasta resulta un tanto risible imaginar que el ‘ciberespacio’ mexicano esté repleto de esas simbologías tan modernas y avanzadas y que en vez de que se difundan ondas hertzianas, nuestros contaminados cielos estén repletos de esos símbolos.

¡Con razón en las naciones avanzadas no nos comprenden!

¡Con razón no nos devuelven el Penacho de Moctezuma!

¡Con razón la Virgencita de Guadalupe ya no hace milagros! ¡No nos entiende!

¡Con razón seguimos siendo los eternos ‘Ratoncitos Verdes!

¿Y que decir de nuestros inefables gobernantes?

¡Tampoco nos entienden!

Bueno, aquí hay que hacer una distinción, y una distinción importante, nuestros gobernantes no nos entienden simple y sencillamente porque han hecho una profesión el no entendernos; no podemos culpar al lenguaje de esto.

Además, están muy ocupados ‘combatiendo el crimen organizado’, mientras en México proliferan las drogas.

Y aquí también hay que hacer una distinción importante: hay tres tipo de ‘drogas’, uno las derivaciones de sustancias químicas o sustancias químicas ‘enervantes’ y otras no menos enervantes, conformadas por las deudas a las que el léxico popular a dado en denominar drogas, y de las que México siempre ha padecido.

No es exagerado afirmar que México vive endrogado, pero quizá la peor ‘droga’ de la que padecemos es la tercera, la que no es química, sino verborréica, la que proviene no de sustancias susceptibles de manejos moleculares o de ADN, sino de las promesas y actos de nuestra clase política y muy particularmente de nuestros gobernantes.

¿Cuántas promesas han quedado en eso, en promesas?

Miles, millones, si contamos desde los tiempos de la Conquista.

Nuestros gobernantes han estado más ocupado en luchar contra ‘sus enemigos’ que en gobernar incluso se ha dado el caso que el Primer Mandatario haya tenido que recurrir a ‘andar huyendo’ para mantenerse en el poder.

A Don Hernán Cortés lo acabaron las intrigas en su contra, los envidiosos de su gloria y de su conquista, lo mismo ocurrió con Agustín de Iturbide quien tuvo la sensatez de renunciar y exilarse, a Don Porfirio le achacaron como gran defecto haberse mantenido en el poder durante 33 años y ese fue el único motivo de su repudio, sin incluir otros aspectos de índole social que -al igual que todos los gobernantes anteriores y/o posteriores-, pasó por alto.

Durante 70 años, los ‘gobiernos revolucionarios’ saquearon el país, se apropiaron de los colores patrios, salpicando aquí y allá de algunas obras de beneficio a algunas comunidades, pero la desigualdad económica y social, siguió igual, y hasta podemos decir que ‘empeoró’.

Cambiaron la dictadura de un individuo por la dictadura de un partido político, lo que benefició únicamente a los ‘privilegiados’ del partido, más no al ciudadano común y corriente.

Cuando finalmente llegó ‘la alternancia’ al ‘elegido’ no lo dejaron gobernar, o no pudo hacerlo, porque según esto, ‘le faltaba mayoría’ en el Congreso cuya actuación deja mucho que desear.

¡Lo dicho! Los gobernantes ocupan más de su tiempo en pelearse entre si que en gobernar.

¡Ah! Pero han tenido, entre otros, dos grandes ‘pecados’: mataron a la clase media, base y sostén de la ciudadanía y se ‘apropiaron’ del sistema educativo nacional.

Las consecuencias las vivimos a diario.

Quizá la expresión adecuada sería las sufrimos a diario.

Las condiciones de vida en las ciudades de este otrora bello país, ya son infrahumanas, insoportables, y con todos los defectos que puedan imaginarse: el tráfico, la inseguridad, los ambulantes, graneleros, viene/viene y demás entes modernos que asolan nuestras calles y avenidas.

Por todas partes vemos incontables ejemplos de lo que es nuestro cotidiano sobrevivir, (si a eso se le puede llamar vivir), a ciencia, conciencia y paciencia de nuestros gobernantes.

Nuestras cualidades cívicas, si algún día las tuvimos, ya

se han evaporado.

Desgraciadamente, el tan ‘celebrado’ ingenio del mexicano

tiene una forma de manifestarse que no siempre es la más adecuada, y por supuesto, la más ‘educada’ aunque ‘rebose’ de ‘doble sentido’.

Empero, sigue siendo ‘ingenio’ al que se califica como ‘muy a la mexicana’. ¿Ustedes están de acuerdo?

Para Gerónimo, que no deja de reconocer el trágico humor semi negro del mexicano, estas expresiones debían de constituir ocasiones no ser una constante, pues una cosa es una ocurrencia y otra un hábito que se vuelve costumbre.

Alguien en algún momento señaló que ‘hay un lugar para cada cosa’ y ese proverbio o dicho es muy cierto.

Quizá por eso, o más bien por una inadecuada y equivocada aplicación de lo que ese proverbio nos quiere decir, es que los políticos y gobernantes mexicanos se han ‘revestido’ de solemnidad, en olvido de la sencillez.

Parte del asunto es que se nos ha olvidado o hemos querido olvidar el encanto de la sencillez.

A los mexicanos, nos gusta, nos encanta lo solemne, lo ‘rebuscado’, lo complicado, porque en él escondemos nuestra falta de educación – que íntimamente reconocemos con una simplicidad envidiable- y creemos que en la soberbia, la altanería y la prepotencia se encuentra la fuerza que tiene la verdad y la sencillez; y en la verborrea solemne, demagógica, altisonante, encontramos nuestra forma de expresión pública, hueca, sin significado pero sonora, retumbante.

Mentalmente nos ‘medimos’ con los demagogos, político y empresarios y erróneamente consideramos que ellos han ‘alcanzado’ el éxito porque tienen altos ingresos y una posición social que ‘sentimos’ fuera de alcance de las mayorías.

En la ingenuidad que propicia la ignorancia los mexicanos creemos que ser solemne significa ‘algo’

Así nos han acostumbrado las crónicas sobre los ‘próceres’ de la Patria, o sobre los gobernantes y así ‘oímos’ a diario a nuestros gobernantes.

La demagogia política, la gente ‘exitosa’ se ha encargado de difundirlo como si fuera un dogma y como si fuera verdadero.

Si no es porque resulta imposible ‘reclamar’ el lenguaje oral y escrito utilizado por los mexicanos si podemos afirmar que es digno de un extenso tratado de ‘algo’ (no sabríamos definir de qué: sociología, psicología, etimología, sintaxis, redacción, aritmética, algebra,….ustedes escojan), pero si no es susceptible de reclamo si lo es de cambio.

Cualquier inauguración, cualquier acto público está revestido de larguísimos discursos que nadie escucha ni nadie entiende, en donde se utilizan palabras que quizá ya ni en el diccionario existen, se invocan nombres, apellidos títulos y profesiones de cualquier ínfimo servidor público o ‘prelado’ que inviten a la ceremonia, (no importa que tengamos un Estado ‘laico’) como si se estuviera en la presencia de alguien ‘importante’.

En la mayoría de las ocasiones, gracias Al Altísimo, no se incluye la extensa biografía y descripción de estudios y logros de tan destacado funcionario porque tal hacer significaría terminar hasta el día siguiente ya que es imposible en 24 horas hacer una adecuada descripción de los méritos de tan insigne personaje con el que hemos tenido la fortuna de convivir o que se ha dignado compartir su vida con nosotros pobres y simples mortales.

El encargado de estos actos considera imprescindible establecer un paralelo entre la vida u obras de nuestros próceres nacionales y las cualidades del personaje distinguido con el que se realizará la ceremonia, consistente simple y sencillamente en cortar un trozo de listón utilizado en otras inauguraciones (pues hay que ahorrar) pero como es ‘indispensable’ ‘hacer tiempo’ y hacérselo perder a los demás, se incluye una indefectible sesión de discursos.

Fácilmente es comparado con Miguel y Dalgo o con el Generalísmo Morelos, Juárez o hasta el malogrado Candidato Colosio, y en medio de incontables elogios es invitado a cortar el listón y por supuesto a pronunciar unas breves palabras, en donde informa a los asistentes que se identifica más con la figura de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, porque en su casa también se servía mole poblano.

Y como el amable lector podrá observar, esto es muy fácil de corregir…..si se quiere…..lo que pasa es que la fuerza motivadora debe surgir ‘desde adentro’, desde el interior de cada individuo.

De afuera, nadie nos la va a proporcionar y como ya lo hemos dicho, al Estado {a cualquier Estado} no le conviene ni interesa tener un pueblo educado bajo su gobierno porque no lo podrá ‘manejar’ a su antojo y es por eso que el gobierno de los mexicanos se ha ‘ocupado’ de escribir una historia llena de falsedades y exageraciones.

Siguiendo quien sabe que inconfesables complejos, los mexicanos actuales, los mexicanos del Siglo XXI, imitamos indiscriminadamente a los extranjeros, olvidamos nuestros valores y nos ‘minimizamos’ a nosotros mismos.

Lástima que en muchos casos, si seamos ‘inferiores’ {lo que no hemos querido reconocer} porque no hemos querido educarnos para ser ‘superiores’ pero de que hay ‘malinchismo’, de que somos ‘malinchistas’, lo somos.

Pero también somos ‘patrioteros’ que no es lo equivalente ni parecido a nacionalismo o patriotismo.

Y esta es una de las mayores ‘desgracias nacionales’ que nos han inflingido nuestros gobernantes, pues han degenerado el concepto de nacionalismo, de patriotismo, de amor a la Patria hasta llegar al Patrioterismo en que se busca a ultranza como obligación el ‘sentirse orgulloso’ de la Patria que nos vio nacer y eso es razón suficiente para amarla.

¡Que poco conoce lo que es el amor y que el amor se nutre, no se impone!

Lo trágico del asunto es que estos conceptos emanan de los gobernantes que tan poco ha hecho por el ciudadano común y corriente.

Un ‘ejemplito: Hoy día, por todo y para todo enarbola la bandera y ‘toca’ el Himno Nacional.

Lo mismo sea en eventos ‘oficiales’ sin trascendencia que en eventos deportivos o en simples concursos televisivos o informales reuniones sindicales, las notas del Himno Nacional desgraciadas por un infame agregado de Banda de Guerra resuenan por doquier acompañadas con los colores patrios venga o no al caso.

Estúpido ejemplo copiado a nuestros vecinos del norte que como siempre, lo han llevado al plano comercial quitándole toda significación, convirtiéndolo en una simple y barata ‘mercancía’, que dicho sea de paso, allá se recibe y ejecuta con respeto y en silencio, exactamente igual a como no se hace aquí en donde se aprecia enfado y desinterés.

En México, cuando viene al caso, el himno ya no ‘suena’ como debería, la incesante y absurda repetición hace que cuando es adecuado que se escuche se ‘oiga’ como música cualquiera, como una canción más en la cacofonía citadina, desgraciadamente lo han convertido en un himno que ha perdido su significación.

Hasta en las escuelas se ha impuesto el tocar el himno por todo y para todo, los niños crecen acostumbrados a oír el himno sin ton ni son, sólo por obligación, sin ninguna solemnidad ni significado, (y eso que nos encanta la solemnidá), únicamente por el temor de la ‘sanción’ de la SEP, sin entender siquiera porque o lo que se pretende y solamente están esperando a que acabe para poder reanudar sus juegos.

Para ‘acabarla de componer’ hasta la más triste y miserable estación de radio debe empezar y terminar sus transmisiones con los acordes del Himno.

¿Porque? y ¿Para qué?. Nadie lo sabe, nadie lo entiende, a nadie le importa, se peca de exageración y supuesta solemnidad cuando lo que se requiere es moderación y dignidad.

Lo que si se sabe -y es lo más triste y lamentable- es que ya ha perdido su significado y categoría, ahora es una cancioncita más que es obligatorio ‘tocar’; y se sigue ‘tocando’ por el temor a las sanciones gubernamentales en las que se incurre al infringir la norma que lo establece pues parece que solo para eso están: para aplicar sanciones, no para ‘gobernar’.

Y a pesar de tanta ‘difusión’, tanta ‘obligación’ y demás, pocos somos los mexicanos de hoy que ‘sabemos’ la letra del Himno.

Y estamos seguros que de una forma u otra esos resultados nunca fueron la intención de imponer el Himno como si fueran señales de tránsito.

Sin saber porque o de qué el mexicano actual –aborregado y sujeto a la propaganda ‘oficial’-, dice y repite visceralmente que se ‘siente orgulloso’ de ser mexicano, cuando momentos antes ha proclamado con mas orgullo (si es posible) que es michoacano, jalisquillo, o nayarita.

O sea, lo mexicano viene después, primero está el regionalismo chabacano y absurdo porque la mayoría ha abandonado su terruño por la falta de oportunidades y tal vez un oscuro complejo de culpa nos orilla a proclamarnos orgullosamente ‘provincianos’ antes que orgullosamente mexicanos.

Hemos llegado al extremo de apoyarnos psicológica y sociológicamente en un falso sentido nacionalista, muy mal entendido, chabacano, absurdo y barato, obligatorio, presuntamente solemne y contraproducente, coercitivo, dictatorial que resulta en patrioterismo, no en auténtico patriotismo.

Los mexicanos seguimos empecinados en celebrar supuestos triunfos y victorias pasadas, empecinados además en odios seculares sin aplicación o vigencia, sin sentido ni actualidad.

Por una tradición malsana y retrógrada o por la imposición oficial o por lo que sea, pero ‘todo lo aceptamos’, ‘todo lo imitamos’.

Seguimos culpando a los judíos por la Crucifixión y a los españoles por la Conquista.

Rechazamos a Cortés y a Iturbide, porque no eran indígenas.

No perdonamos a los gringos por la compra de casi la mitad del territorio nacional.

Hemos olvidado a los mismos mexicanos que lloriquearon y rogaron a Napoleón III por Maximiliano y Carlota y a los mismos mexicanos que ‘vendieron’ a los gringos el territorio que habían

descuidado y que no tuvieron ‘las agallas’ de saber defender, ‘le cargamos’ la mano al extranjero que supo y pudo aprovechar las circunstancias históricas que les tocó vivir.

Se sigue denostando a Don Porfirio porque permaneció 33 años en el poder, sin reconocer ninguna de las obras que realizó a favor de México, lo que no pueden atribuirse ninguno de los gobernantes que le sucedieron.

Tal parece que al acabarse Don Porfirio se acabó el progreso de México.

En el diario devenir y sin admitir la poca importancia que tiene, muchos mexicanos seguimos celebrando los añejos, escasos y poco trascendentes triunfos de ‘las chivas’ , no porque se sepa mucho o poco de futbol, (que no es el caso) sino tan sólo porque en ese equipo no ‘milita’ ningún jugador extranjero y seguimos dando el Grito el 15 de Septiembre porque significa momentos de euforia inducida, desorden y desafío en los que podemos expresar nuestras represiones y dar rienda suelta a nuestros instintos gregarios animales.

Nunca nos acordamos de la Consumación de la Independencia sólo de su inicio porque así nos le enseñaron, así nos ‘educaron’ en las ‘glorias patrias oficiales’ deformadas, selectivas e incompletas divulgadas por lambiscones cronistas.

¿Alguien ve difícil corregir estos despropósitos y re colocar las cosas en su adecuada perspectiva?

Según Gerónimo, solo hacen falta ganas o ‘aquello’ que hizo

falta en la verdadera defensa de nuestro territorio y soberanía y que hoy día Bachoco comercializa con singular éxito.

Todos los problemas sociales {de conducta, aspecto o convivencia} o casi todos los queremos resolver con Leyes, para todas las situaciones invocamos el tan llevado y traído concepto de ‘Estado de Derecho’ y de una forma u otra encontramos entre los miles y miles de legajos jurídicos alguna Disposición, Acuerdo, Decreto, Bando, Reglamento, Norma o Ley que apoya y supuestamente legaliza cualquier reclamo.

Ni por asomo vayan a pensar que respetamos la Constitución, misma que ha recibido mas de 300 modificaciones, reformas y contrarreformas, adiciones, revocaciones, modificaciones y demás ones que ya ni el mismito de Don Venus la reconocería.

Los ‘legisladores’ están más ocupados viendo como pueden modificar la Constitución que buscando el que se respete.

Y si por alguna bendita casualidad esa Ley no la encontramos entre esos amarillentos y olvidados legajos, nos las ingeniamos para que los legisladores partidistas y lambiscones las incluyan en la normatividad vigente.

El resultado es que las leyes o la Ley es ignorada en el mas absoluto silencio, los mexicanos hemos aprendido en primer lugar que casi todas las Leyes son obsoletas, que casi todas son inaplicables o aplicables a conveniencia de ‘los poderosos’, y que son tantas y tan contradictorias que siempre encontraremos alguna que convenga a nuestra situación, o alguna ‘laguna legal’ en la que podamos ‘apoyarnos’ por lo que poco o nada nos preocupa o nos importa cumplir con lo dispuesto en ellas.

La postura legalista es ha sido y será la base de cualquier campaña política en la que se proclama y reclama el Estado de Derecho {inexistente de facto} y se borda a su alrededor toda una filigrana de posibilidades que quedan en promesas que nunca se cumplen.

Si por algún imperdonable olvido se llegaran a cumplir, pronto se encontrará la forma de hacerlas obsoletas o de obstaculizar su cumplimiento a través del imprescindible Reglamento que o tardará años y más años en redactarse o nunca se redactará por completo, o en el mejor de los casos, el tiempo hace inaplicable la Ley, precisamente por falta del Reglamento respectivo.

Empero, al fin de cuentas siempre se busca una solución y un respaldo legal para cubrir y proteger todo tipo de barbaridades.

Con la creencia y suprema fe en que la Ley es la Ley y terminará por imponerse.

Todo aquello que implique un lapso prolongado para llegar a su término de 5 o más años, automáticamente es rechazado por los mexicanos.

Ya se nos olvidó que en otros tiempos, las grandes obras como el Templo Mayor, Teotihuacan, Chichen Itza, Tula, y otras maravillas antiguas mexicanas -de las que deberíamos sentirnos orgullosos- se hicieron en plazos mayores a 5 o 6 años.

Nuestra corta memoria sólo va hasta el establecimiento del maligno, del perverso e inútil Plan Sexenal que con propósitos electorales ha dejado una secuela de males a cual mas peor que el siguiente

Permítase nos un poco de historia y de antecedentes, o sea de los aspectos de ‘endenantes’.

Resulta que a algún ‘iluminado’ se le ocurrió el Plan Sexenal con los ojitos puestos en una equivocada apreciación de los principios de Sufragio Efectivo y su consecuencial No Reelección {antes de que estos dos ‘ciudadanos morales’ se apropiaran del poder y rubricaran los documentos oficiales y aunque sin saber porqué méritos al buen Sufragio no le han hecho su calle’, pero a No Reelección, la Revolución ‘ya le hizo justicia’},

y los aplicaron a los denominados Planes dizque Globales de Desarrollo que cubren teóricamente periodos largos pero que en la práctica solo comprende las acciones o proyectos que pueden ser ejecutadas por el régimen del presidente en turno.

{Antes nuestros historiadores se regodeaban con los Planes políticos, hoy lo hacen con los Planes de Desarrollo, y nuestro país ya parece ‘zopilote’: nomás planea pero nunca ‘vuela’}.

En realidad, el Plan Sexenal fue una mala copia y una pésima adaptación del plan Quinquenal bolchevique que se pensó ‘funcionaría’ igualmente que en Rusia en estos Estamos Desunidos Mexicanos.

Allá tenía otra función y otra aplicación, aquí, ni se copió correctamente ni se aplicó adecuadamente.

Con eso del límite en ‘la Silla’ (que milagrosamente casi por debajo de la mesa se extendió de 4 a 6 años) y de la No Reelección, a ningún gobernante que tuviera respeto por si mismo se le ocurriría ni en la más feroz borrachera iniciar alguna obra, cualquier obra pública o privada que llevara más de 4 o 5 años en su realización.

En su obtusa mente llena de desparramado incienso y auto elogio no cabía la posibilidad de que ‘alguien’ más se adornara con

la ejecución de esa o cualquier otra obra que él había iniciado o que se hubiera iniciado en su ‘período’ (a pesar de que él mismo, elegía a ‘su sucesor’).

Por lo mismo, cualquier cosa, cualquier obra que requiriera un plazo mayor al período de ‘su gobierno’ era y es, automática, silenciosa y furiosamente rechazada.

Se empezó a acostumbrar al mexicano a obras intrascendentes “al corto plazo”, y si ese plazo era inmediato, mejor que mejor.

Aunque el resultado fuera una porquería, el asunto era ‘inaugurar’, ‘adornarse’, lograr ‘puntaje político’, ‘trascender’ ante ‘el partido’, ‘entrar’ en la historia, ‘figurar’ en los relatos oficiales y así quisieron acostumbrarnos durante 71 años, y todavía pretenden ‘volver’ a lo mismo o repetirlo con otro nombre.

Por eso los mexicanos no tenemos ni entendemos de ‘continuidad’, de ‘largo plazo’, de ‘posteridad’, y por lo mismo las ‘obras’, los ‘avances’ son intrascendentes, efímeros, superficiales, momentáneos y la actitud general hacia el trabajo, hacia proyectos, hacia el futuro es mucho pero muchísimo más que limitada.

Y nunca hemos querido reconocer que esto -económicamente hablando (de economía, no de supuesto ahorro comercial) es un terrible restrictivo para la inversión, tanto nacional como extranjera, y no solamente constituye un freno para el progreso, sino que en realidad es un retroceso pero a nuestros insignes diputados, senadores y gobernantes, les importa un cacahuate.

Y en la iniciativa privada sucede lo mismo (quizá por derivación).

Con eso de que el Estado tiene que intervenir en todo y para todo -y de todo y para todo ‘debe’ obtener ‘tajada’ desde que se proclamó Rector de la Economía- hasta para hacer un mísero hoyo se requieren ‘permisos’, ‘licencias’, trámites y mas trámites y la forzosa contratación de personal sindicalizado.

Además de muchísimo tiempo para que cualquiera de los doscientos subempleados siquiera ‘se dignen’, ‘nos hagan el favor’ ver los planes o proyectos, y les ‘den entrada’, ya no

digamos la enorme cantidad de ‘desayunos’ necesarios para lograr que ‘el Jefe’ vea siquiera el voluminoso expediente (que aunque cumpla con todos los requisitos nunca estará completo y siempre le faltará ‘algo’ que obligue a una posterior ‘visita’ o ‘desayuno’).

Por lo mismo, los planes a largo plazo, ya ni se intentan y los trámites gubernamentales por todo y para todo se multiplican exponencialmente.

Hoy, nuestros gobernantes en plena embriaguez o ‘cruda’ de tecnologismo (o ¿será tecnología?) atrasada o ‘modernidad’, revestidos de la absurda solemnidad y obligatoriedad que les es característica hasta inventan trámites a través de Internet como si fuéramos más del 2 % de la población actual quienes tenemos acceso (por una cierta cuota mensual, no es gratis, ni ‘obsequio’ del gobierno), a esos recursos diabólicos del know-how extranjero que se han adoptado como si no hubiera Infierno.

Pero claro, somos cerca de 212,000 mexicanos a quienes ‘tienen cautivos’ mientras las grandes corporaciones se benefician de todas las facilidades inimaginables que el mismo gobierno ha establecido para no pagar los impuestos que les corresponden.

Además, como quien no quiere la cosa, han permitido y hasta promovido el establecimiento de una ‘economía informal’ o economía paralela con la que sobreviven miles, ---no eso está mal---, son millones de mexicanos los que sobreviven ‘gracias’ a la economía subterránea que carcome todas nuestras instituciones y todas nuestras economías.

Sin embargo, el mexicano ¡no aprende! y permite que le sigan explotando en esos ‘comercios’ o por esos ‘comerciantes’ que para poder ‘operar’ han elevado a extremos etéreos ‘la mordida’ que es simple y llanamente el alimento y sustento de la corrupción y la impunidad.

Como dijo alguien ‘por eso estamos como estamos’ y eso no es lo ‘pior’; lo pior es que muchos quieren que sigamos así.

Por eso y otros muchos conceptos, ¡que bueno que se acabó el año!

Ojala, y el año que viene sea diferente a este que termina, ojala que el ciudadano común y corriente despierte y reflexione que ese México que vivimos en el 2010, no es el México que queremos para nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos.

Gerónimo agradecerá muy sinceramente sus comentarios, críticas y sugerencias en su correo electrónico: geronimoelciudadano@hotmail.com o en la misma página de este escrito que puede ser encontrada en http://jeronimoel ciudadano.wordpress.com