Se juega como se entrena: la intensidad es un hábito

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Se juega como se entrena: la intensidad es un hábito By Jaume Sabate Seguramente habrás oído esta frase en referencia al fútbol millones de veces. “Se juega como se entrena”, dicen todos. Especialmente, cuando un equipo no juega con lo que se considera un nivel de intensidad, concentración o agresividad aceptable para el emisor de la expresión. Como veremos en esta serie de artículos, “se juega como se entrena” tiene muchas caras, y reflexionar sobre todas ellas nos puede ayudar en nuestro trabajo como entrenadores. Pero hoy vamos a centrarnos únicamente en lo que llamamos intensidad. La intensidad es considerada habitualmente como el grado de voluntad que pone el futbolista en su actividad, sea un partido o un entrenamiento. Un jugador que pone mucho esfuerzo en lo que hace es llamado un jugador intenso. ¿Cómo conseguir un equipo intenso? Podemos intentar motivar a nuestro equipo para que lo sea puntualmente. Seguro que conoces muchos vídeos motivacionales. Al Pacino o Rocky son personajes recurrentes en ellos. Pero con eso no basta para conseguir un equipo intenso, si no sería tan fácil como poner un vídeo de este tipo a nuestros jugadores y sentarnos a ver cómo ocurre la magia. El problema que plantean este tipo de actuaciones puntuales (vídeos, charlas…) es que precisamente sus efectos también son puntuales. Una vez pasado el pico emocional de pulgada a pulgada o de levantarse después de recibir golpes, el equipo vuelve a su intensidad habitual. E incluso puede ocurrir algo peor, que la sobre-excitación momentánea les deje fundidos y esa fatiga les lleve a un nivel incluso inferior. ¿Entonces, cuál es la solución? ¿Cómo “programamos” los cerebros de nuestros jugadores para que manifiesten un alto nivel de intensidad de forma continua? Sencillo.

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Se juega como se entrena: la intensidad es un hábito By Jaume Sabate

Seguramente habrás oído esta frase en referencia al fútbol millones de veces. “Se juega como se entrena”, dicen todos. Especialmente, cuando un equipo no juega con lo que se considera un nivel de intensidad, concentración o agresividad aceptable para el emisor de la expresión.

Como veremos en esta serie de artículos, “se juega como se entrena” tiene muchas caras, y reflexionar sobre todas ellas nos puede ayudar en nuestro trabajo como entrenadores. Pero hoy vamos a centrarnos únicamente en lo que llamamos intensidad.

La intensidad es considerada habitualmente como el grado de voluntad que pone el futbolista en su actividad, sea un partido o un entrenamiento. Un jugador que pone mucho esfuerzo en lo que hace es llamado un jugador intenso.

¿Cómo conseguir un equipo intenso?

Podemos intentar motivar a nuestro equipo para que lo sea puntualmente. Seguro que conoces muchos vídeos motivacionales. Al Pacino o Rocky son personajes recurrentes en ellos. Pero con esono basta para conseguir un equipo intenso, si no sería tan fácil como poner un vídeo de este tipo a nuestros jugadores y sentarnos a ver cómo ocurre la magia.

El problema que plantean este tipo de actuaciones puntuales (vídeos, charlas…) es que precisamente sus efectos también son puntuales. Una vez pasado el pico emocional de pulgada a pulgada o de levantarse después de recibir golpes, el equipo vuelve a su intensidad habitual. E incluso puede ocurrir algo peor, que la sobre-excitación momentánea les deje fundidos y esa fatiga les lleve a un nivel incluso inferior.

¿Entonces, cuál es la solución? ¿Cómo “programamos” los cerebros de nuestros jugadores para que manifiesten un alto nivel de intensidad de forma continua?

Sencillo.

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Haciendo lo que quiere el cerebro, lo que al cerebro le funciona.

Lo que le representa un mínimo gasto.

El cerebro está preparado para sobrevivir, por eso siempre opta por la opción menos costosa, la que tiene más asumida.

Hay que crear un hábito. La intensidad es un hábito.

Sitúa el estándar y no permitas nada por debajo de él

Para crear un hábito, hay que repetir la misma acción o comportamiento muchas veces. Hay autores que hablan de 21, 30 o incluso 60 veces para que quede fuertemente “cableada” en nuestro cerebro y se convierta en la opción menos costosa, la que el cerebro tiende a elegir.

Así pues, hay que elegir el nivel mínimo de intensidad que queremos que nuestro equipo presente y no permitir nunca ningún comportamiento por debajo de este nivel. Este estándar debe ser el mínimo exigible en cualquier actividad que realices con tu equipo.

Empieza hoy.

Sigue mañana.

Continúa al día siguiente.

Otra vez.

Sigue igual.

Así hasta que no tengas que insistir en ello, hasta que los cerebros de tus jugadores no presenten resistencia. Hasta que el nivel de intensidad deseado sea la opción menos costosa para los cerebros de tus jugadores.

De esta forma, cada vez que tus jugadores se calcen las botas en el vestuario, o cada vez que vean las caras de sus compañeros, sus cerebros se predispondrán para el nivel de intensidad exigido por ti. Sin necesidad de Rockys, ni de Al Pacinos.

En ese momento tendrás un equipo intenso. A trabajar.