Semana Santa · 2015-08-23 · Un amontonadero de turistas con sed de montaña, ... al micro, al...

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· 65 Semana Santa El Calafate, provincia de Santa Cruz, es nuestro punto de partida. A las ocho de la mañana salimos en el bus de Chaltén Travel, que hace honor al afamado pobla- do. Un amontonadero de turistas con sed de montaña, tapa radicalmente el acceso al micro, al mejor estilo latino. Botas de trekking, bastones, mochilas, gorras, eran las pinceladas de aquella fantástica pintura que inspiraba aventura, descubrimiento… El viaje comienza y paisajes infinitos se presentan ante nuestros ojos. Desiertos, mesetas, lagos, hasta que un murmullo de exitación va increscendo hasta con- vertirse en aplausos espontáneos, como cuando el piloto realiza un aterriza- je exitoso en medio de una tormenta. Ahí, recortando el horizonte, de golpe, como mágico, se yerguen desafiantes los picos más famosos de América: el cordón del Cerro Torre, y el monte Fitz Roy, los picos deseados, la manzana prohibida de todo andinista. Misteriosos, terrorífi- cos, poéticos, nos marcan el fin del viaje. Lentamente ingresamos a El Chaltén, y el primer descenso es en la oficina de Par- ques Nacionales, donde ofrecen una char- la explicativa de los distintos trekkings, y de los cuidados y reglas propias del par- que. Ante una amplia gama de salidas para hacer en el día, nos decidimos por la que nos llevaría a admirar el Cerro Torre. Paramos en Rancho Grande, un pintores- co hostel donde no se habla de otra cosa que no sea montaña, y donde la minoría lo hace en español. Allí nos esperan nues- tros amigos de Fitz Roy Expediciones, con Freddy a la cabeza, nuestro guía. Partimos hacia la hostería El Puma, una de las más acogedoras de El Chaltén, donde nos espe- raban con nuestras box lunch. No es por nada que El Chaltén es conside- rada la capital nacional del trekking. Todas las rutas hacia los grandes colosos e in- creíbles lugares, incluso el campo de hielo patagónico, comienzan caminand, desde el pueblo. Uno se levanta en el hotel, de- sayuna , se calza la mochila,los bastones y comienza la aventura hacia lo imponente. Esto lo hace único y exclusivo. Sin perder más tiempo nos embarcamos en la aventura. Freddy es cayado, y demuestra rasgos de experto. Su mochila deruída por el clima, denota muchos años de servicio. EL TREKKING COMPLACIENTE El Chaltén, tierra de los colosos de piedra, de desafíos, de montañas, capital nacional y porque no mundial del trekking, custodiada por los picos más famosos de la Patagonia: el Cerro Torre, y el Fitz Roy, entre muchos otros, y agujas de granito que hacen hervir la sangre de cualquier andinista, o aventurero que guste de la montaña, como nosotros. Trekking! Texto: Andres Peña / [email protected] Fotografías: Claudio Corazza 64 · XXXIII · NOTA: ESCAPADAS DE OTOÑO

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Semana Santa El Calafate, provincia de Santa Cruz, es nuestro punto de partida. A las ocho de la mañana salimos en el bus de Chaltén Travel, que hace honor al afamado pobla-do. Un amontonadero de turistas con sed de montaña, tapa radicalmente el acceso al micro, al mejor estilo latino. Botas de trekking, bastones, mochilas, gorras, eran las pinceladas de aquella fantástica pintura que inspiraba aventura, descubrimiento…El viaje comienza y paisajes infi nitos se presentan ante nuestros ojos. Desiertos, mesetas, lagos, hasta que un murmullo de exitación va increscendo hasta con-vertirse en aplausos espontáneos, como cuando el piloto realiza un aterriza-je exitoso en medio de una tormenta. Ahí, recortando el horizonte, de golpe, como mágico, se yerguen desafi antes los picos más famosos de América: el cordón del Cerro Torre, y el monte Fitz Roy, los picos deseados, la manzana prohibida de todo andinista. Misteriosos, terrorífi -cos, poéticos, nos marcan el fi n del viaje. Lentamente ingresamos a El Chaltén, y el primer descenso es en la ofi cina de Par-ques Nacionales, donde ofrecen una char-la explicativa de los distintos trekkings, y de los cuidados y reglas propias del par-que. Ante una amplia gama de salidas para hacer en el día, nos decidimos por la que nos llevaría a admirar el Cerro Torre.Paramos en Rancho Grande, un pintores-co hostel donde no se habla de otra cosa que no sea montaña, y donde la minoría lo hace en español. Allí nos esperan nues-tros amigos de Fitz Roy Expediciones, con Freddy a la cabeza, nuestro guía. Partimos hacia la hostería El Puma, una de las más acogedoras de El Chaltén, donde nos espe-raban con nuestras box lunch.No es por nada que El Chaltén es conside-rada la capital nacional del trekking. Todas las rutas hacia los grandes colosos e in-creíbles lugares, incluso el campo de hielo patagónico, comienzan caminand, desde el pueblo. Uno se levanta en el hotel, de-sayuna , se calza la mochila,los bastones y comienza la aventura hacia lo imponente. Esto lo hace único y exclusivo.Sin perder más tiempo nos embarcamos en la aventura. Freddy es cayado, y demuestra rasgos de experto. Su mochila deruída por el clima, denota muchos años de servicio.

EL TREKKING COMPLACIENTE

El Chaltén, tierra de los colosos de piedra, de desafíos, de montañas, capital nacional y porque no mundial del trekking, custodiada por los picos más famosos de la Patagonia: el Cerro Torre, y el Fitz Roy, entre muchos otros, y agujas de granito que hacen hervir la sangre de cualquier andinista, o aventurero que guste de la montaña, como nosotros.

Trekking!

Texto: Andres Peña / [email protected]ías: Claudio Corazza

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COMPLACIENTE

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Nos explica de forma escueta, que el que emprenderemos es un trekking corto, y muy pintoresco. Son unas dos horas y media hasta el mirador del Torre. Agua, no hace falta, solo botellas plásticas va-cías para llenar en el camino con el agua pura de los arroyos que surcan el valle.Ni bien nos internamos en la montaña, me llama la atención lo profundo de la senda por donde caminamos. La erosión del sue-lo causada por el tránsito, es por lo menos de unos 50 cm de ancho, por 20 de pro-fundidad. Tiñendo de color el paisaje, aparecen más arriba un guía con 4 llamas. Freddy nos ex-plica que son usadas para portear el equipo de los escaladores a los campamentos bases de las grandes montañas.Luego de 1 hora de tranquila caminata, llegamos a lo que se denomina el primer mirador del Torre. De a poco comenzá-

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Panorámica de la ciudad de El Chaltén, capital nacional del trekking.

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bamos a ver las fi losas torres de granito macizo que forman la cadena homónima : Cerro Torre, Torre Egger, Punta Herron, y Cerro Standhart. Cerro de ensueño y pesadillas, el Torre fue considerada por mucho tiempo la monta-ña más difícil de escalar del mundo. Prin-cipalmente porque, por cualquiera de las rutas conocidas, es necesario encarar un paredón de granito de más de 800 metros. Por las pésimas condiciones climáticas, y la variabilidad del clima, es casi imposi-ble planifi car un ascenso de muchos días. Unos paso más y casi sin darnos cuenta lle-gamos al mirador del Torre, donde un cielo por momentos sin nubes nos dejaba apre-ciar toda la magnifi cencia del cordón. Más de 50 personas de distintas nacionali-dades observaban el paisaje. Se veían emo-cionadas, algunas lloraban, admiraban, otras simplemente almorzaban; pero todas mantenían su voz muy baja, o no hablaba, como en actitud de respeto hacia la obra maestra de la naturaleza.

Sobre la izquierda, el cartel de madera co-locado por parques nacionales señalaba el mirador.En medio del éxtasis, vemos a Freddy que nos hace una seña para que lo sigamos. El guía de Fitz Roy Expediciones se interna entre arboles bajos saliéndose del grupo y nos dice: “ahora vamos al mejor mirador del Torre, el que no está señalizado” ; y nos señala la cima de un pequeño cerro escon-dido tras los árboles.Sin dudarlo comenzamos a subir nue-vamente una pendiente sin senda y más pronunciada. Los arboles se convirtieron en arbustos y luego sólo vimos piedra. El nuevo cerro se llamaba Dos Cóndores. No es popular. Sólo los guías especializados y per-sonal de Parques Nacionales lo frecuentan. Luego de 20 minutos llegamos a su cima, unos 700 msnm. Al mirar hacia atrás, descubrimos por qué Freddy nos había hecho subir… Una vista mucho más im-presionante aún del Cerro Torre y toda la cadena, de izquierda a derecha: el Ce-rro Solo, el cordón del Cerro Grande, El Doblado, el cordón del Torre, Torre Egger, Punta Herron, y Cerro Standhart. Más a la derecha el Techado Negro nos separa de la aguja Poincenot, el Cerro Fitz Roy, la Marmoth, la aguja Guillaumet, y el Cerro Eléctrico. Si continuamos más a la derecha divisamos el cordón del Bosque, y debajo de ese cordón, el Lago del Desierto.

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Almuerzo frugal al pie del Torre

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Detrás nuestro, el Lago Viedma. Por delante y debajo se abría el cañadón del río Fitz Roy, que al recorrerlo con la vista nos mostraba al fi nal, la par-te derecha del pueblo de El Chaltén. Resultaba increíble todo lo que esos 20 mi-nutos más de ascenso nos habían regalado a la vista, gracias a Freddy. Este tipo de cosas, entre otras relacionadas fundamen-talmente con la seguridad, justifi ca am-pliamente la opción de contratar un guía de montaña. Por más sencillo que sea el trekking, realmente el valor agregado que le impone un guía a un paseo vale la pena.Degustando nuestras box lunch a la som-bra de los árboles, y con la vista de todo ese despliegue de colosos, comenzamos a pre-pararnos para descender lentamente hacia El Chaltén...

Cerro TorreEl cerro Torre, de 3.102 msnm, se encuentra en el área determinada entre los paralelos de latitud Sur 49°10’00” y 49°47’30” y los meridianos de lon-gitud Oeste 73°38’00” y 72°59’00”, correspondiente a un territorio rec-tangular que va desde pocos kiló-metros al sur de la cumbre del Cerro Fitz Roy hasta el cerro Murallón.Sus laderas guardan una historia particular y tumultuosa, ya que decenas de escaladores que intentaron la cima vivieron dramáticas jornadas, increíbles accidentes y rescates que fueron dando al Torre fama mundial de “montaña imposible”.Ya el padre De Agostini, uno de los pioneros exploradores de la Patagonia describió este cerro como una “ formida-ble pared de granito tallada verticalmen-te sobre el glaciar”.Durante cuatro décadas una polémica alpinística se instaló en torno al Torre y la primera ascensión a la cima real. En 1959, el alpinista italiano Cesare Maestri afi rmó haber alcanzado la cumbre por una ruta a través de su cara este. Su compañero austriaco, Toni Eg-ger, falleció durante el descenso en una avalancha y el propio Maestri debió ser rescatado unos días después por Cesare Fava al pie de la montaña. Desde entonces, la ausencia de fotos o alguna fi lmación que demostrara realmente la consecución de la cima y los vagos relatos del protagonista han puesto en duda esa ascensión.