Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus, Eduardo Manzano...

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CT]ADERI\OS DE MADix¿r AL-zAHRlt voL. 3 cónooBA L99T

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Actas de las II Jornadas de Madinat al-Zahra : Al-Andalus antes de Madinat al-Zahra. Cuadernos de Madinat al-Zahra, Año 1991, Número 3. Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra.

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CT]ADERI\OSDE

MADix¿r AL-zAHRlt

voL.

3

cónooBA L99T

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CIJADERNTOS DE MADINAT AL_ZAHRÁ'

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SUMARIO. ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA

AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA

S. GUTIERREZ LLORETL;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado Islámico Pág. 9

A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA

"Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito...,E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco

de la fornución del Estado lslátnico Pá9. 23

V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROSE/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?

El caso del arrol,o del Salado, Jaín Pág. 47

M. ACIEN ALMANSA'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema bistariográfico Pá9.71

E. MANZANO MORENOSeñore¡ 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas 1, soberanía ltltejtl en Al-Andalu¡ Pág. 97

A. CANTO GARCIADe la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat al-Zabra' Pág. 111

CHRISTIAN E\)rERTPrecarsares de A'Iadlnat a/-Zahra'. Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡

de oriente 1' sa ceremonial attlico Pág. I23

PATRICE CRESSIEREl Renacin¡iento de la esutlttu'a de capiteles en la ípoca entiral:

entre occidente 1 oriente Pág. 161

ALFONSO JIMENEZLa Qibla extrauiada Pás.189

. CRONICA DEL CONJUNTO

A. VALLEJO TRIANOCrí¡uca, aña 1991 Pás.213

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ACTAS DE LAS II JORI{ADASDE MADIxar nr-znunÁ'

AL-ANDALIJS ANTESDE MADIXAT AL-ZAFIRA

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SENORES Y EMIRES: FAMILIAS ARISTOCRATICASY SOBERANIA OMEYA EN AL-ANDALUS

E, X,{ANZANO MORENO

T T nu Jr los rrros mjs imporrirnrcs qur rienrU plunr.o.los en la actualiclad la investigaciónhistórica sobre a1-Andalus consiste en revisar, yponer en tela de juicio, el discurso idealista clue ha

consagrado Lrna tortuos¿t tradición historiográficaml: 1.reocLr1.ad¿ en desrnrreñ¿r sttl.ttrsras rscnt iits

históricas que en comprender y analizar procesos

concretos. La necesidacl cle desembarazarse de taldiscurso se hace ¡odavía más evidenre cuando sc

const¿rta que la perspectiva c1r-Le de él resulta tiencle

a plantear unos problemas genéricos de muy difí-ci1 solución que, en e1 fondo, responden a unos

planteamientos del más pllro corte idealista.

Un claro ejemplo de estos "seudo-problemas"lo constituye e1 célebre clel¡¿rte sobre e1 c¿rrácter

rtrient¿/ n ¡tccidenttt/ de la formación que emerge

como consecuencia cle la concluista del 711. Se

trata de una cliscusión c1r-re ha marcado en un sen-

tido r-r otro lzr interpretación histó¡ica sobre a1-

Andalus durante más cle un siglo y que aírn hoysigue suscitando apasionaclas polémicas.

Ya c'lesde los tests s'.rnguíneos practicados en e1

siglo pasado por J. Ribera, quien trató de clemos-

tr¿rr fehacientemente el mínimo porcentaje de san-

gre árabe qr:e corría por las venas de los Omeyas

andalusíes, pasanclo por las conociclas tesis de

Simonet, hasta llegar a las argr,rment¿rciones teñi-clas cle un inaceptable r¿rcismo por p¿1rte cle Sán-

chez Alborr-roz, toda un¿r tr¿rclición l-ristoriográficaha veniclo clefendiendo la idea cle la existencia de

una "España Musulman¿r"; una "España Musul-mana)> en la clue las aportaciones .orientales,habrían quedado diluídas en el marco cle un

slrpllesto carácter hispánico capaz de neutraliz¿runos componentes totalmente extraños a slr esen-

cia.

La reacción contr¿1 estas tesis se l-ra venido pro-

cluciendo durante los últimos años. Se trat¿r, evi-dentemente, cle una reacción muy salr-rdable, clzrclo

qr-Le la propia idea contenida en 1a expresión

"Espzrña Musulmana, es un pluo dislate sin pies

ni cabeza. Sin embargo, la respuesta a semel'ante

concepción no se ha llevado a cabo cuestionando

las bases epistemológicas sobre las que se funda-

menta tan peregrin¿l interpretación, sino más bientrasiadanclo el acento hacia los denominados com-ponentes <orientales". De esta forma está comen-

zando a prevalecer la idea cliametralmente opues-

ta, esto es, clue la conquista clel año 7 1 1 supuso en

la Penínsr-rla Ibérica una total ruptura qlre consa-

gra la aparición de una .formación sociai islámi-ca" sin apenas víncr-rlos con el pasado.

E1 mayor problema que, en mi opinión, plan-tea esta interpretación es slr necesicl¿rcl cie hacer del

año 711 la fecha de r¡na ruptllra total, algo que,

sin embargo, choca con eviclencias históricas bienconocidas, y en concreto con el hecho de que 1tr

población indígena (y sobre todo la aristocraciaf-eudal visigocla) hizo pactos con ios conquistaclo-

res (1). Este escollo se ha intentado soslayar argu-

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mentanclo que l¿r sociedad de los conquistadoresposeía un¿r se rie de e lementos (fuerte carácteragr-rático, intensa endogamitr, preeminencia clebi-da a 1¿r conquista militar, etc.) qr-re le conferían unmayor ciinamismo y Llna mayor fuerza asimilacloraque la de los conquistarclos, de tal forma qr,re ésta

acabó siencrlo subsumida en acluélla.

El proceso así descrito es unívoco y, en buenamedida, súl¡ito: unívoco porclLLe descarta que l-raya

pocliclo existir una compenetración entre la socie-dad de los conquistadores y la cle los conquisra-dos, y súbito, porqLre presupone, más quedemuestra, que el entramadcl de relaciones feuda-les dominante en la sociedad visigoda se h¿rbrí¿r

venido abajo con la misma facilidad con la clLre se

produjo e1 desmoronamiento político del reino.Aparte cle 1o escasamente dialéctico que puedellegar a resultar este planteamiento, su formr-rla-

ción pienso que sigue acloleciendo de los mismospostulackrs idealist¿rs a los c1r-re ya me he referidoante¡iormente: Lrn¿1 "formación soci¿r1, previa-mente delinida sr-iplanta a la ante¡ior de fbrmamuy rápida y sin que este proceso llegue a ser

definido con clariclad.

Al hilo de estas obsen'¿rciones p¿lrece, pues,

que es preciso abandonar de r-rna vez por toclas e1

clilema continuiclad-rlrptura, ¿r todas luces inservi-ble, y c1r-re resulta necesario sustitr-rirlo por Lrna

concepción más dialéctica y, en el fondo, dinámicade la histr¡ria c1e la Penínsr,rla Ibérica a partir del

711. No se trataría, pues, de ser <continuistao o

.tupturista" -dos epítetos que rienen muy poco

sentido desde un¿r concepción materialista-, sino

de tener en cuenta por una parte e1 profunclcrimpacto de la conquista (cosa qlre a estas alturas

sería absurclo negar), y, por otra, trat¿rr de vincu-larla con los procesos históricos que habían venidoclesarrollándose desde el fin del mundo antiguo yqlre no es posible suprimir de un plumazo (2).Bien entendiclo, claro está, que no se rrata de rea-

brir el "debate genético" que trata de encontr¿rr

en c¿rda institución o rasgo social andalusí su pre-cedente visigoclo, sino más bien de llegar a enten-der cómo se conjugan elementos de muy diversaproceclencia en la compleja síntesis andalusí. Así-mismo, tampoco se pretende negar las evidenciasy conclusiones a 1as que han llegado los importan-tes traburjos de diversos investigadores que en los

últimos años han demostraclo 1zr import'.rncia quetienen los aportes orientales y norteafricanos en la

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confi¡¡uración de al-Andalus. Más bien, lo queaquí me interesa es plantear la posibiliclad de que

hayan existido elementos contradictorios y com-ple jos que e sc¿rpan al mode 1o cle .formaciónsocial" a1 que antes he alr-rclido.

A pzrrtir de estas premisas, pienso que es le¡¡í-timo pre¡¡untarse en qué medicla la sociedad feu-dai que encontraron los concluistaclores árabes y

bereberes pudo ser un elemento decisivo en 1a

configr-Lración cle la sociedacl and¿rlusí y en qué

medida también clicha sociedad pudo verse inf'lui-da por la llegada de nuevos elementos humanos y

-sobre todo zr partir cle ia instauración cle la dinas-tízr omeya-, por Ia implantación de r-rn poder con

aspiraciones hegemónicas.

Una cle las formas de aproximación a este

complejo problemtr que desde luego no pretendo

agotar, ni mucho menos solucionar acluí-, es el de

estudiar determinados linajes arisrocráticos y ana-

liz¿rr sus relaciones con el poder represenrado por

los Omeyzrs en Córdoba. He elegiclo para ello a

varios de estos linajes teniendo en cuenta dos cri-terios: por un¿l p¿rrte su dive rso origen étn.ico:indígena, árabe y bereber, y, por otra, su cliverso

origen geográfico distinguiendo así los linajes que

operan en las zonas fronterizas de aquellos clue los

hacen en zonas clel interior de al-Andalus. Así-mismo, y teniendo en cuenta las limitaciones de

las fuentes cronísticas de que disponemos -fuen-tes en su mayor parte generadas en época relativa-mente t¿rrclí¿r en r-rn medio historiográfico cordo-bés que gira obsesivamente en torno a la dinastía

omeya-, es preciso subrayar que tendremos que

circunscribirnos a1 estudio de las relaciones de

poder, dado que , ptrra 1a época emiral cuandomenos, carecemos de unos muy deseables d¿rtos

sobre otros aspectos que confi¿¡r-Lran el ent¡amaclosocial.

LINAJES DE LA FRONTERA

El primero cle 1os linzrjes qr-re aquí se van a

an¿rlizar es el de los archiconocidos B¿rnu Qasi, la

familia de origen indígena que juc¡;a irn papel

cruci¿rl en la Frontera Superior dnrante toda 1a

época del emirato. Como es obvio, no voy a trazaraquí la enreves¿rda y compleja historia de este

linaje durante todo este períoclo conocida ya

suficientemente por otros estudios-, pero si que

querríir aplrntar una serie de consideraciones que

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me parece importante tener en cuenta a propósitocle estos caudillos fronterizos (3).

En st. Lt¡¡¡httrtr,Ibn Hazm señala que losBanh Qtrsr eran 1os descenclie ntes de C¿rsius quien,según señala explícitamente este autor, era .conde

de la frontera en tiempos de 1os godos'. Como es

eviclente, este dato clebe se¡ interpretaclo en e1

senticlo de que C¿rsius era ttn c/¡tx establecido en el

littn: qve los monarcas visigodos habí'.rn dispuesto

en el norte de la Península Ibérica para hacer fren-te a las ilcometidas de los pueblos vascones y que

ha srdo ya bien estr-Ldi¿do en trabajos previos (4).

Hay razones para pensar que 1os dominios sobre

los que Ctrsius, o cuando menos sus hi jos, ejercían

sr-r autoridad eran Arnedo, Olite, Viguera y Cala-horra (i). Todos estos lugares, que se encllentr¿rn

bien documentados para la época visigoda comofortalez¿rs que formaban parte de1 citado /ine.¡ en

el curso med io-alro del Ebro, perm:rnecieronsiempre en m¿1nos cle los miembros de la f¿rnrili¿,

a clespecho de los sucesivos vaivenes políticos ymilitares qr-re tuv.ieron por escenario lir región. Su

conquista no vino de manos de ningún ejércitocorclobés, sino de los esfr-ierzos expansivos delmonarca n¿lvarro Sancho Garcés en el primer cuar-

to del siglo X.Desgrtrciaclamente, tan sólo podemos demos-

trar las bases territoriales del poder de los Banu

Qasi. Las fuentes se revelan completamente inírti-les a la hora cle est¿rblecer qué tipo de relaciones

soci¿rles o de producción imperaban en el interiorde sus dominios. Es evidente que hay que descar-

tar cualquier tipo cle tribalismo como factorclominante ¿r la hora de explicar el predominio de

esta familia. Quedémonos, en cambio, con undato clue pienso es significativo: tanto las crónicas

latin¿rs, como las árabes se ¡efieren eventualmentea los Ban[r QasT como reÉaes o, e n árabe, muluk, loque da una idea de la fuerte autoridad que osten-

t¡b¡n Jcnt¡o dc sus Jominior.Para describir la situación en que se encontra-

ba Casius en el momento en que se produce 1a

conquista de1 7 1 1 es preciso recurri¡ a los estudios

de A. Barbero y M. Vigil, quienes ya en su día¿rn¿rlizaron 1a feudalización de la organizaciónmilitar visigoda. Tai féudaiización tiene su base

en l¿r asunción de funciones militares y fiscales porparte de jefes clel ejército como el citado Casius,

los cuales mantenían una situación de indepen-denci¿r virtr,ral. L¿r úrnica lorma clue tenía el poder

regio de man¡ener una cierta cohesión de su auto-rid¿rd era mediante la potenciación cle los vínculosde fidelidad política que unían a estos jefes mili-tares y a otros altos dignatarios del reino con la

persona del monarc¿r (6).

Después de 1a conquista árabe , y al igual c1r-re

h¿rbían hecho otros miembros cle 1a aristocr¿ci¿visigoda, Casius pactó con los conquistaclores.Según el testimonio del mencionado Ibn Hazm, el

r./ztx visigoclo marchó a Siria, clonde se convirtió al

Islam de la mano del califa al-\7ahd, pasando a

convertirse en su mawlá. Eviclentemente, es impo-sible contrastar este d¿rto aislado que ofrece IbnHazm en época tan tardía con respecto al sucescr

que narra. Sin embargo, lo que sí parece significa-tivo es qlre este autor y probablemente los cro-nistas del .medio cordobés" en que se baszrba ,

consideraran que el ancestro de los Banü Qasih¿rbía est¿rblecido vínculos d.e u'ali'con uno de los

califas on-reyas.

No contamos toclavía con Lln sr-rficiente nírrnc-ro cle estuclios sobre este tipo de r'ínculos, sobre

todo en al-Andalus. Basáncrlome en el estado de

cuestión sobre este temr y en mis propios es¡udios

sobre 1a expasión árabe en el Próximo Orientequisierzr adelantar aquí algunas icieas preliminaressobre este tem¿1 que va a tener un papel destacado

en el resto de la exposición (7).

Básicamente,Ia tL'a/d'era Llna relación queunía a un señor con un individuo, el cual quedaba

en situación de depenclencia con respecto a aquéI,

y era llamado tnatul) (plural, natcal|). Tal depen-

dencia se juscificaba por la protección que brinda-ba e1 señor a su mawlá. A cambio, éste debía pres-

tar en determinados casos diversos servicios a su

señor: pago regular de ciertas sumas de dinero,entrega cle regalos, prestaciones de trabajo, e

incluso cesión de derechos sucesorios.

Estas condiciones se cumplían especialmente

en aquellos casos en que el Tttau'/¿ era un antiguoesclavo. En rales circunstacias el señor manumitíaa1 esclavo otorgándo1e Ia libertad, pero ligándoleestrechamente a su persona mediante estos víncu-los. Estos casos debieron de ser muy numerosos en

la época posterior a las conquist¿s. yx clue nos

consta que en el curso de las campañas militareslos árabes hicieron buen número de prisioneros de

Éauerra que zrcabaron siendo convertidos enxtau,ih. Como muy bien ha plresto de manifiestoun reciente estudio de P. Crone, este tipo de r'ín-

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culos son una perduración del antiÉluo patronato

romano, tal y como éste se expresaba en e1 dere-

cho provincial que encontraron los árabes en los

territorios recién conquistados.

Ahor¿r bien, se sabe que Ia tt'a/¿' no sólo se

utilizaba p¿1ra manumiti¡ a esclavos. Los árabes

también establecieron este tipo de vínculos con

personas iibres cle las poblaciones conquistadas.Hay que tener en cuenta que cn este primeraépoca los árabes habían pasado a convertirse en 1os

dueños absolutos de un imperio, y que justifica-

ban su preeminencia por ser recipendiarios de una

religión que les dife renciaba del resto de la huma-

nidacl. ¿Qué ocurría entonces cuando un no-árabe

cleseaba convertirse a la nueva religióni' La propia1ógica de una sociedad organizada en términos de

sumisióniprotección acabó imponiéndose: el con-

verso ¡.asaba a ser .adoptado" por un árabe de1

cual pasaba a ser su nau.'/) o cliente. De esta

forma, el converso podía inte¡¡rarse en l¿r sociedacl

cle los conquistaclores, allnque qr-redaba en Llna

situLación trlgo inferior. Como es lógico, en estos

casos las condiciones en que se fijaba el vínculo de

u'a/a' dtferían mucho de las clue se establecíancuando el mawli era un antigLlo esclavo. Dehecho, era frecuente qlle miembros de l¿rs cl¿rses

dirigentes indígenas pas¿1ran a ser nnua/t de undeterminado personaje que "patrocinabao su con-

versión al Islam (!).Así pues, en todos estos casos funcionaba una

idea de depenciencia aparentemente similar: cuan-

do se trataba de i-rn esclavo manumitido, el objeti-vo era ligarle a slr antigllo amo; cuando se trataba

de un tribre cuya población había quedaclo someti-da, el objetivo era integrarle en 1a sociedad de los

conqr-ristadores, pero con un rtdt/./! en cierta formasubsidiario. Ahora bien, la posición soci¿rl cle unesclavo manumiticlo .v de un converso pertene-

ciente a 1a arisrocracia indígena en los primerostiempos de la expansión ár¿rbe no poclía ser nunca

la misma, por mucho que ambos fueran llamados

ntatú/t. El primero quedaba en una situación de

clependencia personal, mientras que el segundoaccedía a 1a élite de los conquistadores en la cual

pronto se integraba. Esto último clebió de ser, sin

duda, lo que ocLlrrió con Casius y sr-Ls descendien-

tes.

Ei carácter tan versátil de la tt,alí -sirve para

manumitir a esclavos y también para establecer

relaciones poiíticas con las pobiaciones someti-

100

das-, ayuda a entencler que este tipo de relaciones

tenÉaan una importancia tan acentuad¿r durante 1os

años posteriores a la conquista árabe. Es, pr-res,

legítimo preguntarse en qr-ré medicla los vínculosde aa/d' qr-re los conquistadores árabes establecie-

ron con los miembros cle la aristocr¿rcia indígenasirvieron para articular durante la época del emi-rato ¡elaciones políticas de fidelidad: 1a insistenci¡que ponen los cronistas cercanos a ios círculos de

la dinastí¿r omeya en poner de relieve el hecho de

que el ancestro clel linaje había establecido tales

vínculos nada menos que con e1 propio califá de

Damasco apunta ya a la imporrancia qlre se conce-

día a tales vínculos.El propio desenvolvimiento de la familia de

los Banr¡ QzrsT en época emiral nos pr-rede dar tam-

bién algunas claves a este respecto. La compleja y

enrevesada historia de est¿r familia gira en torno a

dos ejes fi-rndamentales: por r-rn lado, sus relacio-nes con el resto de poderes locales existentes en la

zona (y entre los cuales se incluyen los núcleos

precllrsores de los reinos cristianos) y, por el otro,sus relaciones con e1 poder Omeya.

Con respecto al primero de estos ejes, fue cle

especial relevancia la alianza que los Banfr Qasrestablecieron a mediados clel siglo IX con la fami-lia vascona de los Arista qr-re clominó en el re ino

de Navarra hasta el ano c)01 , fecha en 1a que fr-re

desplazada por la dinastía Jimena. No cleja de ser

muy significativo qlre los descendientes del dux

visigodo encargado de combatir a los vascones lle-garan a establecer una duradera altanza con los

miembros de un linaje surgido de dich¿rs pobla-ciones. Igualmente interesante es el hecho de que

la alianza se estableciera a través de una comúnascenclencia materna: la m¿rdre del soberano nava-

rro, Iñigo Arista, fue también la madre de un biz-nieto de Casius: el famoso Mus) b. Musi (m. 862

después de una agitada carreÍa cle más de veinteaños). Esta manifestación de pervivencias matriar-cales en la sociedad vascona fue con toda probabi-lidad lo que dio a 1a alianza un carácter especial-

mente fuerte y duradero (i 0).

Es evidel-rte que clicha altanza creó irna sitr-ra-

ción muy ambigua con respecto al segundo de los

ejes en torno al cual gravitaban las re1¿rciones

políticas de la familia muladí. En época del men-

cionado Mlrse b. Musá es cuando adquieren espe-

cial relevancia el rosario de rebeliones que van a

jalonar la historia cle esta familia hast¿r bien entra-

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do el siglo X. La primera de las sublevaciones(descritas en las fuentes como "salidas de la obe-

diencia") sobre la que tenemos suficiente número

de cl¿rtos tiene lugar en el año 8'12: durante una

expedición omeya Musá perrticipa en calidacl de

lefe de la vanguardia (:¿hib al-nutcladdinta),lc' cual

debe ser entendido en el sentido de que el caudi-

1lo fronterizo prestó sus obligaciones militares al

poder cordobés. En esta expedición, sin embargo,

surgen problemas con uno de los integrantes de

dicho ejército y Musá inicia un distanciamientocon el emir omeya. No llega a romper del toclo

con éste,1o que da una idea de la fuerza de las

relaciones de fidelidad. Sin embargo, al año si-

guiente una nueva expedición omeya sale contra

tierras de Pamplona, y esta vez Musi deja de cum-

plir sus obligaciones militares enviando, en cam-

bio, a su hijo Furtün al frente de su caballería. El

general que manda 1a expedición, a la sazón uno

cle los hijos clel propio emir'Abd al-Rahmán II,se irrita ¿rnte esto y despide a Furtun sin recibiriesiquiera. Puede deducirse, pues, que ei hiio del

emir no aceptó que Mls) enviara a un slrstitutop¿1ra clrmplir con las obligaciones militares que

debía prestar. En estas circunstancias, Mus) debió

de considerar roto el vínculo de fidelidad que leunía con los Omeyas y ello fue la señal para el ini-cio de su rebelión (1 1).

Esta subievación, apoyacla por 1os Arista, se

mantiene durante Lrn par de años o tres, al cabo de

los cuales Mus) capitula ante el emir omeya, Abdal-Rahm¿n II. Poco después, hacia el 846, octrce

.,n interesante inciclente que sólo recoge al-'Udrl:dos gobernadores omeyas que etercen en Zaragoza

y Tudela se dedican a destruir los molinos de

Musá, tala¡ sus cosechas, saquear sus bienes y des-

jarre tar sus caballos. En consecuencia Mus) se

retrae cle su obediencia e inicia una nueva rebelión(.12).

Realizar comparaciones pr,rede sef a veces muyaventurado, pero este episodio no deja de recordar

disposiciones existentes en el vecino reino carolin-gio en las que se señala que la apropiación de los

bienes de un vasallo daba lugar a la ruptura de los

vínculos entre éste y su señor (13). Thl vez, la evi-

clencia es mlry tenue y la comparación algo arries-

gada, pero creo qLre merece la pena explorar laposibilidad de que nos estemos moviendo en un

munclo donde las relaciones políticas se articulan

en torno al juramento de fidelidacl de forma simi-

lar a lo que ocurría en los cercanos territorloscarolingios.

Tal ltipótesis puede adquirir miryor fuerza tise tienen en cuenta algunos datos más. En el año

8i0, después de una sumisión previa y algo sospe-

chosa, Musá se encuentra de nuevo sublevadofrente a Córdoba. lJna nueva expedición le obliga

a someterse y, según el testimonio de lbn Hayyln,esta vez el emir Abd ul-Rut-t t-tán II le obliga a que

preste juramento de fidelidad (bay'a) y garantías,

así como la entrega de rehenes (14). Este dato es

importante y creo que encaja bien en el entrama-

do de relaciones de poder que se han dibuiadoaquí: después de la ruptura del vínculo de fideli-clad y de una rebelión que es sofocada, el propio

emir obliga al caudillo muladí a que renueve su

juramento, lo que en laprácttca slrpone una reno-

vación del vínculo roto. Las consecuencias de esto

no se cle jan esperar: en el 852 Mus) aparece

luchando junto a 1os .musuimanes> en la batalla

de Albelda, en el 8i4 envía apoyos militares al

emir Muh¿rmmacl en su campaña contra la rebelde

ciuclad de Toleclo, en el 855-8i 6 pattrcipa en una

expedición omeya contra Alava, etc... Todo esto

quiere decir, por tanto, que después de prestarjuramento de lidelidad Musá volvió a clrmplir con

sus obligaciones militares en los ejércitos omeyas.

De hecho, en los territorios fronterizos el con-

trol omeya no podía realmente competir con la

autoriciad de los señores de Ia frontera, como mLly

bien pone de manifiesto la historia subsigr'riente

de los Banu Qasl y de la propia región (11). Es

precisamente en esta i ncapacidad del pode rOmeya de imponer su dominio en la frontera en

la que hay que entender el surgimiento dei si-

guiente linaje al que quie ro referirme en esta

intervención. Se trata en este caso de un linaie

árabe, y quiero en este caso subrayar la palabra

linaje: a través de los datos que a continuación se

van a exponer podrá comprenderse que se trata de

trna familia aristocrática q:ue afianza desde la

segr-rnda mitad del siglo IX su pocler en la .Fron-

tera Superiorr, en detrimento, precisamente, de

los Banu Qas1.

Los Banü Muháiir, o Tuflbíes como general-

mente se les conoce, descendían de un personaje

árabe venido a al-Andalus en la époczr de la con-

quista. Parece ser que este Personaje llegó a ser

gobernador de Barcelona en esta época, pero sus

descendientes se oscurecieron durante algo más de

I0t

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un siglo. Casi nada sabemos a ciencia cierta sobreesta familia hasta la segunda mitad del siglo IX,cuanclo en una fecha indeterminada el emir de

Córdoba Muhammad confió a uno de sus miem-bros, llamaclo'Abd al-Rahmán b. 'Abcl aI-'Aziz,l.afortaleza de Calatayucl, el tiempo que e nrregaba a

sus hermanos las fortalezas de Sumit, Daroca yFurti5 con 1a misión expresa de hostigar desde

ellas a los Banu QasT. El emir asignó además a los

Tuyibíes Lrn estipendio (nu'arif) cle cien dinarespor cada campaña que llevaran a cabo (16).

Pero aún hay más: Ibn Hayyán en su Aluqtabi.rnos habla taml¡ién clel establecimiento de esras

condiciones para con los miembros del lina jeTuyibí y añade que el emir Muhammad fue el pri-mero que les .be nefició .. Ei verbo irabe qucdicho texto ttiliza para describir esra acción de.beneficiar" es istana'a (17). Este verbo es muyinteresante y bien'merece que nos detengamos unmomento para analizarlo. La raíz de esta palabraárabe tiene un signficado general que expresa.hacerr, <entrenar>, .educar, o <cfiar>. La formaVIII del verbo urilizada por Ibn Hayyán en esre

pasaje es traducicla por el "Vocabulisra in Arabi-co> con el sentido "beneficere" que es la t¡aduc-ción clue me aparece más acertada en este contexto(18).

Creo muy probable el hecho de que comoconsecuencia de esta acción de "beneficiar" o

i.rf ana'd cada uno de los miembros del linajeTuilbí así beneficiaclos se convirrier¡ en sanl a delos Omeyas. Las fuentes árabes, que no son preci-samente un dechado cle exactitud rerminológica,só1o permiten comprobar este exrremo a través deuna mención aislada en 1a que se señala qlre unhijo del citado 'Abd al-Rahmán al-Tuiibí llamado'Abd al-'Azr z era san7, áel emir ¡rl-Mun.Lr (elslrcesor de Muhammacl) a quien acompañó envarias expedicilnes en la Frontera Suferior yPamplona, así como conrra Bobastro (19).

De nuevo, ante la figura clel sanl'a nos vemosabocados a una palabra que parece tener un senri-do ambivalente. Es bien conociclo cllre en Oriente1os califas 'abbásíes recurrieron a esre tipo de vín-culos para integrar a los elementos turcos qllepasaron a engrosar sus ejérciros a partjr de la pri-mera mitad del siglo IX. La vinculación de unsanJ'a con su señor se justificaba por cuanro queeste úrltimo había eclucado, manrenido e inregradoen su propia familia a aquéI, 1o cual generaba una

102

relación muy estrecha. Sin embargo, también se

daban casos en que esre ripo de lazos se establecí-an entre dos personas de similar condición quecontr¿1ían una serie de obligaciones mutuas (20).

Este úrltimo puede haber sido el caso de losTuylbíes y del vínculo que creó con el1os el emirMuhammad. La entrega de un beneficio consis-tente en una serie de fortalezas y Lln esripendioadicional por las campañas que realizaran conrralos irreductibles Banu QasT pudo haber jugado unpapel decisivo en la creación de un ripo de rela-ciones de fidelidad basadas fundamentalmenre enla entrega del mencionado "beneficio, y que,como ya hemos visto, en este caso concreto almenos, son descritas mediante el verbo árabeistana'a.

Si esta interpretación es correcra, la historiade ias relaciones de los TuiTbíes con 1os Omeyaspuede ser analizada rambién a la luz de unos vín-culos de fidelidad qlre en esre caso se articulan entorno al beneficio concedido y que rienen, una vez

más, su manifestación más clara en la presraciónde obligaciones militares. Es posible que hubieraotros elementos vinculados con dicha relación,pero éstos son mucho menos aparentes con losdatos de que disponemos.

La historia de los Tuf rbíes pone bien demanifiesto esto: en un primer momento se centraen Ia lucha contra los Banu Qasr, 1o que permirióun perfecto entendimienro enrre los caudillos ára-bes y los emires de Córdoba que se hizo patentesobre todo en 890 cuando el emir Abd Ailah con-ceclió a Muhammad b. Abd al-Rahman al-TufrbIla ciudad ,ie Zurap4ctzu i2 J ). La rel¿ción entreTuyIbíes y Omeyas siguió funcionando en tiem-pos de 'Abd al-Rahmán IIL En e1 año 924 u.na

expedición del todavía emir se dirigió conrraPamplona y los distintos caudillos TufTbíes quegobernaban Calatayud, Daroca y Zaragoza se

unieron a ella.

A medida que pasan los años el recién auto-proclamado califa va aumentando su pocler, y enel año 93 1, tras haber acabado con rodas las rebe-liones internas, se decide a d¿rr un paso importan-te: convoca en Córdoba a los Tuyrbíes y a orrosmiembros de linajes fronterizos, y consigue queaccedan a enviarle 1as sumas de dinero proceden-tes de 1a recaudación de impuesros. Resulta impo-sible dilucidar si esra exigencia era un aspecromás incluido en las relaciones entre Omeyas y

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Tufrbíes que había caíclo en desuso durante los

años de la crisis interna del emirato, o si bien fi-reLrna práctica nLreva introd ucida ¡or Abd al-Rahmán III en un momento cle particular ptjanzapolítica. Sea como fuere , al-'Udri nos info¡m¿ de

que durante los dos años siguientes se enviaronregularmente las contribuciones a Córdoba, lo que

da una idea de lo excepcional de tal práctica antes

y después cle esas fechas (22).

Ahor¿r bien, es más que probable que talimposición fuera muy ma1 recibida por unos cau-

diilos fronterizos que durante todo el períoclo

anterior habían venido consolidando una situación

cle independencia virtual. Sin entrar en un reclren-

to exhaustivo cle los aconrecimientos posreriores,

señalemos que este episodio marca el inicio de

una serie cle revueltas tuiTbíes que, sobre toclo en

el caso del señor d,e Zaragoza, Muhammad b.

Há5im al-TuiibT, opusieron una feroz resistencia

frente a las pretensiones hegemónicas omeytrs.

Nuevamenre es preciso significar qr-re 1a rupturade las relaciones con el poder central se consuma

cu¿rndo e1 rebelde se niega a cumplir con las pres-

taciones militares. Esto es lo que ocurre en el año

93i, fecha en la que Muhammad b. HáSim rehusa

partiti¡ar en l.r rxpecliciórr qur el ,a1ifu dirig.contra el norte. Tras un¿r efímera sumisión, qlre se

concretó, evidentemente, en la prestación de ias

obligaciones militares por parte de Muhammad b.

Ha5im, éste volvió a rebelarse contra el poderomeya en el año 935. Poco tiempo después los

miembros del linaje Tuyibí estableciclos en Daroca

y Calzrtayucl se unieron t¿rmbién a su pzrriente(23).

Tras diversas vicisitucles cuya narrzrción haría

demasiado larga esta exposición, el califa consi-

guió nuevamente acaba¡ con la sublevación de los

Tr,riTbríes en el año 931 , fecha en la clue se produ-ce la capitulación de Zaragc:za ante los eiércitos

c¿rlifales. Su victori¿r fue total entonces, pero no

quiso o, probablemente, no pr-rdo acabar de una

vez por todas con el poder de los Tuilbíes: por el

contrario concertó un pacto con el seño¡ de Zara-

goza en el cual se intentaban regularizar las rela-

ciones de éste con el poder cordobés. El texto cie

este pacto ha sido conservado en el tomo V del

lltrr¡tttbi.r de Ibn Hayyán y su interés es enorme .

El pacto contiene dos tipos de cl¿rúsulas: unas

de carácter temporal, clue son disposiciones que

regulan la rendición de Muhammad b. Ha5im, yotras en las que se est"blec. .l¡ fr-,rma en qr,re e1

señor de Zaragoza habrá de clominar a partir de

entonces la ciudad. Entre estas írltimas hay algu-

nas que ponen bien de manifiesto e1 contenido de

las relaciones de fidelidad. Así, por ejemplo, el

compromiso a renovar el juramento de fidelidadal califa (.ba1'a) va unido a la obligación a partici-par en las campañas militares de aquéI, a enviar

las contribuciones a Córcloba. a no mantener rela-

ciones y combatir a los reyes cristianos, y, en fin, a

no dar amparo a ningún libre o s.iervo que fuera

tránsfuga del c¿rlifa. A cambio de todo esto,Muhammad seguía manteniendo la ciudad du¡an-

te toda su vida sin que se le pudiera destituir de

ella y pudiendo legar su gobierno a quien le suce-

cliera (24).

Er-r mi opinión creo qlre el pacto que recoge la

"capitulación" de Zaragoza puede ser entendido

como Lrn pacto que consagra unas relaciones de

tipo político en las que el juramento de fidelidadlleva aparejad¿rs unas obli¡¡aciones mutuas a las

que se atienen ambas partes: por parte del califá

existe el compromiso a reconocer de por vida la

posesión de Muhammad y sr-rs clescendientes sobre

Zaragoza, mientras que los Tuilbíes aceptan cum-

plir con 1o que se espera de ellos y que es, ni más

ni menos, realizar prestaciones milit¿rres y remirirlas contribuciones principalmente (2i). E1 pacto

fue confirmado con in¡-rmerables juramentos porlos dos lzrdos y de Muhammad b. Ha5im se nos

dicc tlur se comprom.rió a abr,rz,trlo como si

fuera su propia religión". Desde |-re¡¡o, de lo <1ue

no cabe duda es que los Tuilbíes se tomaron tan

en serio su papel como señores de la .FronteraSr,rperior" que acabaron fundando en ella un reino

de taifas después de la disolución de1 califato.

El tercer linaje que quiero me ncionar aquí es,

a diferencia de los dos anteriores, de origen bere-

ber. No cabe duda de que en los últimos años la

investi¡¡ación sobre grr,rpos norteafricanos asenta-

clos en la Península Ibérica ha experimentadoLrnos avances espectaculares, fruto de unos traba-jos que han demostrado -de forma creo clue indis-cutibie-, la importancia, distribución geográfica e

inicial encuadramiento en estructuras de tipo cri-

bal cle algunos cle estos grupos bereberes que

pasan a la Penínsu1a Ibérica después de la con-

quista (26). Partiendo de estos datos, creo que es

importante poner de relieve dos aspectos, a mi

10i

Page 12: Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus,  Eduardo Manzano Moreno.

juicio, fundamentales: la adscripción de algunoscle estos grupos a los séquitos militares de la ar.is-

tocracia árabe (algo que se pone de manifiesro en

ias menciones a contingentes bereberes en las filasde los ejércitos de los Fihríes, Omeyas, Tuflbíes,etc.) y, por otra parte , el hecho cle que, al menosen ciertas zonas, se produjo un asentamienro de

grllpos bereberes sobre los que en un primermomento los datos son más llue osclrros, pero de

los que ac¿rban emergiendo linajes aristocráticossurgidos cle un medio tribal, pero que claramenteacaban trascend iéndo.Lo.

Santaver es Lrna cle 1as regiones doncle mejorpuecle comprobarse este proceso. Situado en lazona central de ¿r1-Andalus, esre exrenso territoriofue escenario del asentamiento de diversos Élruposbereberes: los Banü Gazlr,u'r, pertenecienres a unafracción de la tribu de Nafza, establecidos enTeruel y Villel, unos Awsaia que dejaron inclusosu nombre zr r-rna región conocida con el nombrede bil¿cl Awsai'a, miembros de l¿r tribu de Saddrna,

de la tribu de Ulhasa, de la tribti de Malzr,rza y de

Madyünzr, así como elementos perrenecientes a latribu cle Hawwára que van a ser los que acabarán

teniendo un papel más significado.En efecto, en la segunda mitad del siglo IX el

<panorama tribal" cle Santaver va a experimentarunos caml¡ios muy profundos (21 ). Es en esra

época cuando irrumpen en escena 1os hawwáríesBanü Zannu-r, los cuales se nos presentan en unprimer momento como un grupo indiferenciado,que por estas fechas arabtza su nombre convirtién-dolo en Banü Di l-Nun y al que es legítimo talvez definir en esta fase como una familia extensa oun clan que desciende de un personaje que habíaentrado en al-Andalus en época de la conquistaestableciéndose en 1a qarlta de Aqáqala.

En algún momento de su gobierno, el emirMuhammad entró en contacto con estos BanuDfl-N¡n, y más en concrero con uno cle susmiembros, llamado Sulaymán b. Dtl-Nnn. Segírn

e1 relato de Ibn Hayyán, esto se habría producidoen el camino de vuelta de una expedición de1 emiren la que uno de los criados de éste se habríapuesto enfermo: como la expedición se encontral¡ade paso por Santaver, se decidió que el enfermoquedarzr en casa de Sulaymán b. Drl-N¡n, el cualle habría ¿rtendido hasta su recuperación. Agrade-cido por: este servicio, el emir Muhammad habríacolmado a Sulaymán cle regelos, le Labría concecli-

t04

do un diploma sobre su territorio al riempo cluctomaba a uno de sus hijos como rehén (28).

Evidentemente, se puede dar un valor muyrelativo a esta historia del sirviente enfermo y de

la hospitalidad del jefe bereber. No obsranre, loque más interesa de este relato es que muestra c1a-

ramente que en r-Ln determinado momento, losBanü D fl-Nnn establecieron relaciones con e1

poder omeya y que este hecho supuso ei reconoci-miento de su autoridacl. Sin embargo, dicha auto-ridacl ya no se va a e1'ercer sobre un grupo tribal,sino clue es una ¿rutoridad que ahora se asienr¿r

sobre bases plrramente territoriales. Ibn Hayyánes en este sentido muy claro cuando señala que e1

emir Muhammad concedió a Sulaymán b. D fl-Nun un .liplome sobre ,, ,.rri,orio 1 , ¿,¡o/., /t-D// Lzld ndD/)af /-/)/ ).

Este leve m¿rtiz me parece fundamental. Apartir de ahora,la antiÉlua jefatura tribal deja paso

a una auto¡idad c1r-re se basa en un dominio terri-torial. H¿r pasado e1 momento de los grupos triba-les, e incluso taI vez clánicos, y nos encontramosahora ante un linaje aristocrático que cada vez se

perfila con más claridad sobre unas bases terriro-riales que pasan a ser las hegemónicas en Santaver.

De esta forma, no puede extrañar clue el hos-pitalario Sulaymán sea suceclido por slrs hi1os, de

uno cle los cuales, llamado Müsi, sabemos quetenía en e1 castillo de Huélamo el centro de supoder y que podía reunir un considerable ejércitoque las fi-rentes cifran en veinte mi1 hombres.Dentro cle sus territorios se incluían tambiénHuete y Uclés. Cuando muere Müsi' en 908 sus

dominios se reparten entre sus hijos, lo que da

una idea de hasta c1ué punto se ha consolidado ya

el linaje. Para enronces, en efecro, los BanüD l1-N¡n se comportan como señores territorialescon amplias prerrogativas: según el testimonio de

Ibn Hayyán, impiden la entrada en sus dominiosa los ejércitos del emir o de sus enemigos, levan-tan en é1 castillos y fortalezas (basin uu-nta'aqil),crean alquerías y asentam tentos \qtrra u,a-ntattazil)y, en fin, oprimen violentamente a 1as gentes (2!;.

El testimonio dei autor cordobés da una ideadel largo camino que para enronces han recorridolos Banh D rl-N¡n: de ser un grupo más en undifuso conjunto de grupos bereberes esrableciclos

en Santaver, pasan a convertirse siglo y mecliodespués de la conquista en un linaje asenradosobre bases territoriales muy sólidas. Cabe pre-

Page 13: Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus,  Eduardo Manzano Moreno.

guntarse si Ia alianza con la autoridad omeya fue

decisiva en este proceso. Hay que volver a insistiren qlle los datos de que disponemos son mlly esca-

sos para contestaf a esta Pregunta, pero, comomera hipótesis, pienso que la respuesta debe ser

afirmativa. El problema reside en que, pese a Llue

se puede considerar que existieron unos vínculosque ligaron a los Omeyas con estos caudillos bere-

beres -como muy bien se pone de manifiesto en

al¿¡unas precisiones sobre el no cumplimiento de

obligaciones militares que en ocasiones señalan las

crónicas-, lo cierto es clue en estos cirsos es impo-sible precisar la nat¡rr¿rleza concreta de dichos vín-culos. Lo qlre , en cambio, sí que está claro es que

en al-Andalus los Hawwára Banr,r Dl l-Nün acaba-

ron convirtiéndose en un linaje aristocrático cuyo

papel clave en e1 territorio que ocupaban es rese-

ñado en el célebre pasaje de Ibn Hayyán que narra

el cambio de política de Abcl al-Rahmán III des-

|t¡és Jcl drs,rsr rc dr A lhind.¡,.r ( J0l

LINAJES DEL INTERIOR DEAL-ANDALUS

Con los datos que hasta aqr-rí se han examina-cio, es posible concluir que los Omeyas de Córdo-ba se vieron obiigados a establecer unas relaciones

políticas muy especiales con los linajes fronterizosque se han citado. Estas relaciones parecen haber

tenido en el vínculo de fideiidad su principalcomponente. En este sentido, e1 que un grupodeterminado tuviera orígenes étnicos distintosacabó siendo a la larga irrelevante, dado que par-tiendo de circr-rnstancias muy distintas su situa-ción en la práctica acabó siendo muy similar mer-cecl a unas bases territoriales muy bien definidas y

a una relación con el poder cordobés que estaba

siempre mediatizada por la capacidad de este últi-mo para oponerse a las veleidades independentis-tas que siempre conservaron estos linajes.

Ahora bien, ¿es esto todo? Ciertamente, no.

Existen otros casos de linajes aristocráticos cuya

hegemonía territorial no l-ra sido tan acentuada

como 1a que muestran los fronterizos o que, al

menos, dan la impresión cie haber sido más ase-

quibles al poder político omeya. De especial inte-rés puede ser en este sentido ¿rnalizar algunos de

1os linajes cle los que nos const¿ ,r ciencia ciertaque pertenecieron al fand árabe con el fin de exa-

minar su traryectoria.

Un caso significativo es e1 de la familia clue

qrocede de Ta'laba b. 'Ubayd b. MubaSSir al-Vud-a-r, contemporáneo de'Abd al-Rahmán I, yde quien se nos dice que era nno cle los homl¡¡es

principales del imd de Palestina, aunque ya porentonces no contaba con mando a1¿¡uno debido a

que había sido suplantado por otros hombres de

sLr grupo (qau,xi) (31). Este dato es muy interesan-te ya que es posible constatar que, en efecto, los

antecesores de este Ta'laba b. 'Ubayd habían teni-do a su mando las tropas del iand de Palestina en

Oriente (32). Tal vez, la circunstancia de contarcon pocos apoyos dentro de su propio fttnd fuese

decisiva para que al-Andalus nlrestro personajedecidiera convertirse en Llno de los apoyos más

sólidos con los clue contó el primer emir omeya.

Diversas noticias nos presentan a Ta'laba, en efec-

to, avisando o ab¿ al-Rahmán I de una conspira-

ción de elementos yemeníes urdida contra é1,

aconsejándole sobre el canclidato más adecuado

p¿lr¿l convertirse en mariclo cle Sara la Goda, e

incluso comanclanclo una expedición contra larebelde ciudad de Zaragoza en el curso de la cual

es apresado y enviado posteriormente a Carlomag-no; rescatado más tarde, acabó sus días en Córdo-ba ya en época del emir Hi5ám I (J3).

Los descendientes de Ta'laba continlraron al

servicio de los Omeyas cordobeses clesempeñando

cargos en la administración cordobesa y ejerciendocomo jefes militares y gobernadores de provincias(34). Un aspecto, sin embargo, llama poderosa-mente la atención sobre ellos: Ta'laba b. 'Ubayd

era sin duda un árabe perteneciente a la tribuyemení de Yudám, como bien pone de relieve su

ya citada adscripción aI iund y la mención expresa

que a é1 hace Ibn Hazm en su Yanthara (35). En

cambio, algunos de sus descendientes son desig-

nados como ruaaah omeyas. Así, un bisnieto del

fundador del linaje en al-Andalus liamado 'Amr

b. 'Amr b. Kulayb b. Ja'laba es descrito por IbnHayyán como uno de los principales "maaa/i" del

ejército dei emir Muhammad (36). Otro descen-

diente de ese linaje, Muhammad b. Abd al-Salám

tb. 'Abd Alláhl b. Kulayb b. Ja'laba, aparece en el

grupo de rtau'a/I qLre testifican en el ya citadopacto de la rendición de Zaragoza del año 937

Q]).Aunque, evidentemente, estos datos no son

muy esclarecedores cabe deducir de ellos aigunas

conclusiones. Si se acepta, como parecen apuntar

10t

Page 14: Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus,  Eduardo Manzano Moreno.

las fuentes, que la falta de apoyos con que conrabaTa'laba b. 'Ubayd dentro de su propio itmd fu,e Ia

causa de que éste pasara a engrosar la lista de par-tidarios del primer emir omeya, tendríamos uncaso en que el poder político de esta dinastía con-si¡¡ue atraer a un miembro destacado de la aristo-cracia árabe convirtiendo a sus descendientes en

elementos adscritos a la administración cordobcsa.El hecho de que, al menos dos descendientes de

este Ta'laba sean designaclos como rnatta/7, tal vez

pueda tener alguna relevanci¿r en una fase final de

este pfoceso, pero desgraciad¿rmente los escasos

datos con qlre contamos impiden 1leva¡ demasiadolejos 1as conclusiones a este respecto (38).

Un caso algo distinto, y a todas luces más

complejo, lo proporciona el linaje de al-Husayn b.

al-Dain al-'Uqayh, otro árabe en esre ceso qaysí-perteneciente al iunr/ de QinnasrTn establecido en

Jaén. Los datos más interesantes que poseemos

sobre este personaje 1e señalan como jefe de su

tribu en dicho fund, ¡ivalizando con el poderadquirido por ai-Sumayl b. Hatim. Es segr-rro queesta riv¿rliclad es también la clave que explica queal-Husayn decidiera prestar su apoyo a Abd a1-

Rahman b. Mu'awiya en su lucha por asegurarse el

gobierno de a1-Andalus frente a Yusuf al-FihrT yal-Sumayl (39).

El haber sido uno de los escasos apoyos qaysí-es con que contó el pretendiente omeya fue contoda seguridad lo qr-re valió a al-Hr-rsayn el nom-bramiento sobre su kn'a y su ittnc/ después de 1a

derrota del ejército de Yüsuf a las puertas de Cór-doba. En efecto, poco tiempo después la inrentonadel ex-gobernador de al-Andalus de combatir alnuevo emir omeya se dirigió inicialmente contra

Jaén y forzó a al-Husayn a encastillarse en Mente-sa (nadTnat A'Iant7ía) (,10). Puede sr-rponerse, por lot^¿1nto, que como en el ya citado caso de Ta'laba a1-

Yudáml, nos encontramos anre un ¡ersonaje queafianza su autoridad ¡¡racias a su colaboración conel primer emir omeya -como pone de relieve en

su nombramiento como lefe del frnd de Qin-nasrJn y de la kn'a de Jaén-, y que se encuenrra,además, plenamente establecido en rorno a Lrn

núcleo ter¡itorial centrado en Mentesa.

Nada sabemos sobre este linaje durante algomás de un siglo, pero ya en época de la fitna deIemirato una noticia de Ibn Hayyán nos habla de

un Ishacl b. Ibráhim b. Arráf b. al-Husayn al-Uqayh, descendiente clirecto del caudillo qaysí, y

i06

de quien se nos dice que había formado parre de

las personas que tenían derecho a sentarse en elconsejo del emir Muhammad, dirigiendo arengas

en 1as reuniones y ante las expediciones militares(,11). No obstante, este mismo cronista añzrde queal producirse la firna, Isháq se retiró ¿rl casrillo(/citn) de Mentesa fortificándolo y defendiéndose.teide ¿l contra'Umar b. Hafsün. Apoyado por los'ununa/ de la zona, la obediencia que prestaba alpoder central parece haberse ido ciiluyendo a

medida que trvanzaba la disgregación del podercentral.

Resulta, plres, muy si¡¡nificativo que más de

un siglo más tarde un descencliente de a1-Husaynal-'UqaylT aparezca e ncastillándose en el -irrnolugar que había ocupado su ancestro. Con losescasos datos con que contamos no es mucho loque puede declucirse de esto, pero también es

muy tentador pensar que Mentesa l-rubiera estado

a lo largo de todo este período en manos de este

linaje. Sea como fuere, Io que parece haberse man-tenido sin ninguna duda a lo largo del períodoprevio es la sumisión al poder corclobés: hasta 1a

época de la fitna no hay noticias cle rebeliones y sí,

en cambio, de contingenres milirares de esta kardintegraclos en ejércitos emirales y, probablemente ,

de contribuciones fiscales enviadas a Córdoba(42). A todo ello se añade la mencionada noticiaque l-iabla de Ishaq b. Ibráhlm formando parte de

los círculos palatinos del emir Muhammad.La época de la prime ra firna cambió esra

situación. Como se acaba de ver Isháq b. Ibrahrmal-'Uqaylf se encasrilló en Menres" desligíndosede la obediencia al poder central. M. Acién hademostrado que el caso de Menresa es muy signi-ficativo en lo que este autor denomina .la crea-

ción de un país de bus.an". El paso de lo que en unprincipio es c'lenominado como wadTna a un bisn

ejemplifica un proceso cle reorganización .lel teiri-torio que va unido a 1a aparición cle "linajes ára-

bes aristocratizados> qr-re basan su poder en Llna

acción depredatoria sobre las poblaciones vecinas(43)

Es muy posibie que este proceso se vier¿acompañado de un cambio de lealtades por pame

del linaje. Sabemos, en efecto, que la amenaza de'Umar b. Hafsün y la incapacidad cada vez más

eviclente por parte de la dinastía omeya de hacerlaf¡ente favorecieron la aparición de caudillos loc¿r-

les enfrentados contra el jefe muladí. Uno de estos

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caudillos fue el bien conocido S¿rwwár b.Hamclun, quien en el año 888-889127t H. asu-

mió la jefatr-rra de los árabes de Elvira. Pues bien,una inapreciable referencia recogidzr por Ibn a1-

JatTb precisa que fue este Sawwár b. Hamdunquien construyó Mentesa para los Banu 'Attaf(44;. Este daro concuerda muy bien con lu .roriiiu''de Isá ¿l-Rázr qr,rien señala que Sawwár se atralo a

1os linajes (btqltat) árabes de Elvira, Jaén y Rayyo(.i5). PLrede, pues, slrponerse que ante la falta de

un pocler central suficientemente fuerte estos lina-jes optaron por aglutinarse en torno a un caudilloárabe carismático que supo allnar en un momentode profunda c¡isis a 1os principales elementos del

¡ rutd .

En esre sentido, nuesrros Uqaylíes de Qin-nasrTn parecen haber actuado de forma muy simi-lar a otros linajes como los Hamdáníes Banu Adhaestablecidos en Elvira y, probablemente, u.lscriiásil. imd de Hims (46). De nuevo, en este caso esta-

mos ante una familia establecida con el iund siriode la que sabemos que apoyó a Abd al-Rahm;n b.

Mu'áwiya a su llega<1a a ¿l-Andalus y de Ia cua1,

allnque no consta que nin¡¡uno de sus miembrosocLrp¿rra cargo alguno en la corte cordobesa, pode-

mos suponer qlre se mantuvo también dentro de

la "obediencia omeya, (41). En época de la fitnasí que es seÉiuro qlle este linaje también se sumó aSawwár b. Fhmd¡n y también parece haber afloja-do sus vínculos con e1 pocler cordobés (48).

El núcleo territorial sobre el qlre se asental¡a

esta familia se dibuja también con cierta claridad.Algunas filentes nos hablan, en efecto, de que este

linaje procedía de la Tclt'1ta¡ ¡7urrrr, que es identi-ficada con Alhendín, al sur de Granada (49).Ahora bien, en la época d.e la fitna este linaje no se

mantuvo en dicha qary,a sino que, por el contra-rio, las referencias que poseemos sobre los BanuAdha en esta época nos los muestran en dos hn¡7n'.

por Lrn lado el hisn B¿lti, cuyos habitantes se nos

dice que llamaron a Muhammad b. Adha para que

1os defendiera y, por otra parte, en el hisn d/-Hdmna donde este personaje se encuentr¿ ya

cuando Abd ol-Ruhrnán III le somete (50).

Puede verse, por lo tanto, que también los

datos que poseemos sobre los Banü Adha concuer-

dan con la trayectoria de los 'Uqaylíás a los .1,-r.

¿1ntes nos referíamos: en ambos casos se trata de

dos linajes árabes que durante buena parte delemirato se encuentran sometidos a la autoridad

central, pero que llegada la época de Ia fitna aflo-jan sus lazos con éste. Tal ruptura va acompañada

cle una ocupación de hastTn, fortalezas que les per-miten un mejor control del territorio y sus pobla-ciones como mr-ry bien ha señalado M. Acién.

Ahora bien, la recuperación de la autoridadcentral llevada a cabo po. Abd al-Rahmán IIItuvo para estos linajes unas conseclrencias muydistintas a las clue habíamos visto en e1 caso de ios

fronterizos. Ishaq b. Ibráhlm al- UqaylT fue redu-cido en 9131300 H. y conducido a Córdoba mien-tras en su fortaleza y en las de otros rebeldes el

emir omeya estableció como "caícles a hombres de

su confianza" (t1). A partir de ese momento el

linaje desaparece de nuestras fuentes y casi nada

más volvemos a saber sobre elios. Es imposibleprecisar si sus miembros continuaron viviendo en

Córdoba o bien regresaron a Mentesa. Sus nom-bres no vuelven a aparecer ligados a actividadmilitar alguna y, significativamente, tan sólo es

posible aportar noticias sobre un il.faqú oriundotambién de Jaén que murió en dicha ciuclad en

t146-rt47 ti4r H. (52).

Po¡ sr-r parte, 1os Banü Adha también fueronreducidos por ,tbd al-Rahmán iII en 9:l /lu9 H.En este caso, sin emburgo, sabemos que el sobera-

no omeya optó por encomendar a uno de sus

miembros -concretamente a Ahmad b.

Muhammacl b. Adha-, la jefatura dei ¡ttrnd rle

DoÁusco e incluso'pu..." haberle permiticlo rete-

ner la fortaleza de a/-Hautnta. Más tarde. sinembargo, nuestr¿1 fr-rente añade que ei mencionadoAhmad fue mandado veni¡ a Córdoba dondedeiempeñó pLrestos en la administ¡ación y gobier-nos de provincias (j3).

También a partir de este momento nuestras

noticias sobre estos Hamdáníes se hacen más esca-

sas. Significativamente, ya no les volveremos a ver

ocupando una fortaleza y desafiando a la autoridadcentral. Cuando teaparezcan miembros de es¡a

familia en nuestras fuentes 1o harán dedicándose a

tareas muy distintas: así, un 'Umar b. MuSrif l¡.Muhammad b Ac]lp aparece en Granada en época

de los reinos de taifas como visir y alfaquí, mien-tras qlre un primo suyo ejercía también como alfa-

quí en Almería (14). Por su parte, un Ah b.'Umar b. Adha al-Hamdánl (nacido en Almería en

492 H.) fue' cadí de esta ciudad y fueron las tur-bulentas circunstancias del periodo de desintegra-ción del poder almorávide las que 1e llevaron a

desempeñar un papel político en esa época (55).

107

Page 16: Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus,  Eduardo Manzano Moreno.

Haciendo una recapitulación de los datos que

hasta aquí se han presentado se puede concluirque durante el siglo X/IV H. se produce una rein-tegración de los linajes de 1a aristocracia militarárabe dentro de las estructuras de la ar-rtoridad

corclobesa. En este sentido, la reacción protagoni-zada por'Abd al-Rahmán III tlrvo pleno éxito en

la sumisión de los señores clue habían consolidadojefatr,rras locales durante la época de la fitna. Elproblema reside en que no sabemos exactamente

cómo se produjo este proceso. ¿Perdieron estos

linajes árabes sus antiguos dominios territorialesen favor de un renovado pocler centrai como pare-

cen indicar cie rto número de indicios? Desdeluego, ésta parece ser la hipótesis más plausible,pero ello no explica del todo en qué situaciónquedaron los miembros de unos linajes que tansólo unos años ¿rntes se habían mostrado capaces

de movilizar recursos milirares propios y de con-trolar clominios territori¿rles más o menos exten-sos. Se¿r como se¿1, lo que sí que es preciso subra-

yar es qLre este Proceso de asimilación al poder

central contrasta vivamente con 1a trayectoria que

hemos visto que siguieron los linajes fronterizos.Tai contraste tiene una plasmación tan evidentecomo que estos últimos lograron sobrevivir en

muchos casos a la propia dinastía omeya conser-

vando sus bases territoriales intactas y, en cambio,los ya mencionados linajes árabes aparentemente

no. Más trúrn, después de su sumisión a La autori-dad califal cordobesa las familias que descendían

de la trntigua aristocracia del 1t und parecen haber

ido perdiendu progresivamente su pr(emrnenci¿militar. A este respecto conviene recordar qlle Iapolítica militar cle 1os califas cordobeses estuvomarcada por una tendencia cada vez mayor a favo-

recer la entrada en el ejército de contingentesforáneos venidos sobre todo del norte de Africa;una tendencia ésta que tiene su culminación en la

reforma militar de Almanzor. Esto tuvo impor-tantes consecuencias para las familias de la anti-gua aristocracta áral:¡e que fueron perdiendo su

antiÉaua función milita¡ en favor de estos nuevos

elementos. En pleno siglo XI este proceso es ya

más que notorio: para entonces, un miembro de

los citados BanuAdha, descendiente de un caudi-l\o del. iund que dos siglos antes se había encasti-

llado en una fortaleza granadina, no figura en las

fuentes como Lrn señor con un dominio territorial,sino como un alfaquí que lle¡5a a ostentar el visi-rato al servicio, precisamente, de 1os bereberes

Sinháya, señores de la taifa granaclina. Como se ha

visto, este caso no es único y marcJ LrnJ lreutJ que

siguen otros lina,es árabes. Los ejemplos que aquíse han dado podrían multiplicarse y en todos ellos

se constataría que la tendencia es la misma.

En este artículo se han anahzado algunoslinajes aristocráticos en su relación con los Ome-yas. Se ha hecho especial l-rincapié en la época del

emirato, pero se ha trascendido este marco tem-poral para analizar determinadas trayectorias dig-nas de ser mencionadas. En este sentido, ha que-

dado bien perfilada la diferencia entre los lin.rjes

fronterizos que articulan sus relaciones con el

poder omeya sobre unos vínculos de fidelidacl y

los linajes árabes de1 interior cuyos vínculos con

el poder central parecen haber sido más só1idos

durante el emirato. Estos víncuios se quebraron

en la época de la primera.f itna coinciclienclo, pre-

ciszrmente, con una incapacidad de dicho poder

central para hacer frente a amenazas tan graves

como la de 'Umar b. Hafsun y, sus aliados. La

recuperación llevada a cabo por 'Abd al-Rahmln

III afectó también de una manera muy distinta a

unos linajes y a otros: mientras que en el caso de

1os fronterizos se consolidaron los vínculos que ya

existían previamente sin que ello afectara a sus

bases cerritoriales, en el caso de los linajes áral¡es

descendientes del iund dicha recuperación marcó

su integración en las estructuras del poder cen-

tral, algo qr-ie, probablemente, fue acompañado de

un desarraigo con respecto a sus dominios territo-riales. La dife¡encia entre unos casos y otros ten-

dió a acentuarse con el paso del tiempo. Los lin¿-jes fronterizos sobrevivieron a 1a propia dinastíaomeya manteniendo intacta su capacidad miiitar,mientras que los descendientes de los linajes del

iuncl árabe se vieron progresivamente desplazados

de su función militar por la política del podercentral que tendía a apoyarse en contingentesforáneos. La consecuencia más clara de este proce-

so fue que los miembros de estos linajes clejaron

de ser protagonistas de los sucesos de las crónicas

y pasafon a engrosar las poco excitantes listas de

los ditt ionarros biográficos.

108

Page 17: Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus,  Eduardo Manzano Moreno.

NOTAS

El calificativo de "leuclal" para Ia sociedad visigo<1a se

b¿s¿ en las conclusiones cle la obra clásica de A. Barbcro y

NI. Vigil, It fortutiítt dt/ JtrJdli.rnn et /¿ Penhutt/a lhíri,¡,pp. 2l y ss., Barcclona, 197fi. Soy consciente cle qtte en

los úrltinros ¿ños ha haL¡ido algttnas críticas ¿1 esta caracte-

riz¿ción. Sin embargo, y cle monrento, tales crític¿s sólo

se ¡esuelven cn Lr¡eves notas a pie de página, en aclietiva-

ciones gencrricas clue se clcslizan en el contexttl cle a1gún

párrafir suelto o en blrrclas clcsc¿lificacioncs carentes del

nírs nínimo rigor. Sería cle desear que, en el caso cle que

hal'a quc cllestionilr talcs concLusioncs, los autorcs que de

eLlo sc ocupen Io hicieran con los propios textos en la

rnano )'con alguna closis de rigor cicntífico.2. El clebatc entre .traclicionalistas" ¡ "¡npttLrist¿rs" relerido

a l¿ invasión á¡al¡e clel l1 L ¡ecuercla mucho ¿ Ia célebre

polémica e ntre .roman jstils' v (germanistas, .lue donr i

nó clurante Iargos años los estuclios sobre cl derecho

nreclieval y clLLc csi en su planteamiento y contenido. Lrn

típico clebate clecimonónico.

l. EI estuclio más completo en estc sentido es cl c1e M. J

Vigncra, r\ragítt ttlstr/rl,í1, 2a, Zaragoza, l!88.'i. Ibn Hazm, \',nul:ar,t/ ,/itr¡l) nl Ltr¿/ú, c<l. A. S. IIamn, p.

i0l, El (.¿iro, 1961. Sobre el limcs contra los vascones A.

Barbero y Nl. Vigil, Sthre /o: orlgares .totia/t: tlc /t Retonqt)s-

l,r. pp. 51 1 ss., Blrcelona, l!71.5. E. Nlanzano Morcno, La.frunlert fu ¿/ Andaltt tt í¡ota t/t

lo.; ()ue1rrs. pp. 1L0 r' ss., Nl¿dricl, 199 I.

6. A. Barbcro y Nf . VigiL, Solre lo.r u'ígerus stic)ale.r. , pp. lO1

t.

8

10.

Li.

12.

11.

E. Nlanz¿rrro N{o¡eno. IIi:torit de /¿s sqtitd¿le¡ tttst/¡¡¡atta.t

eu /¡ Ec/¡l lIeJi'2, -N{aclrid, 1992.

P. Crone, Rorttttr, ftrot itttitr/ ¿ud L¡l¡tn¡ir /¿u. Th" urigias uf

fLte !.\lLlt)ti. Ptltrlildfe, p. ()(), Cambriclgc, l!87.P. ( r,,il., L. L ), .. r nt.rrr 1.,.

A. B¿rbero I' M. Vigi1, Lt .fintt;ttirh t/e/ .ftila/isttto.... 1>p.

lll y ss.

E. Lévi Provengal y E. García Gómez, "Textos inéclitos

del MLLcltrbis cle Ibn Hayl'an sobrc los orígenes clel ¡eino

cle Pamplona,, tr I - A t t th / r r.t, XIX, pp. 29 6 -29c), I t) i 1t.

¿l tJdri, Ttr:1 al-ajbr7r, ed. al-Ahrrani, p. 2!, Madricl,

L!65. Scguimos la cronología proprlcsta para estos hechos

¡',r' \1..1. Vilrr, r... U¡. t /.. l'. xr'.

t\l01tt//titt, (;{t)t./ilitt H i¡tori¿tt. Capittldria Regtn F rdtttt-

urtt, I. p. ll5. Hav quc recordar allre otras causas que se

contcnrplan en las capitularias carolingias como motivos

para la ruptrLra clcl vínculo clc fideLiclacl incluyen, entre

otros, el intentar cometer adultcrio con la mujer del v¿sa-

llo, golpearle o inten¡¿L m¿tarle. lJn¿ lectura ¿r¡enta de la

,'br., ,1. .rl- I Jn mrlr.tr.r .ltlr r\l.r.. ir.tllr.l.Ln,.J\ ' r,ni ll

rren en algrLnos episociios qlle est¿ fucnte narra pata la

19. al Lldri, e<1. cit., p. 5i.20. R. N{<rttaheclch, Lolal4 atttl Lndu:hip in at Earl1 Irlattic

.lar;af'. pp. 82 r'ss., Prince¡on, 1980.

2L Solrre esta entle:l¿ \' las ultelts.Ltttcs (jrLullst]nejJ\ clLtc

concurren en ella cti'. las versiones conrraclictorias clue

ofiecen Ibn al QLrtiyva, '1 a'rt1 iJriill: t/-Atfu1t;, ed. y

tracl. .J. Ribera, pp. l ll 1f i v 97, M¿cl¡icl, 181¡8 c Il¡n

24

2t

Hayyán, ltrytahi.r, ec1. M. Antuña, p. 86.

al- Udrl, ecl. cit., pp. 44.68 y 69.

Sobre esta rebelión v sus alternativas cfr' E N{anz¿rno

Morcno, Lafrnttera dta/-Atdah.;..., pp. 351 v ss

Ibn Flayvan, t\lrqtabis !', ecl. P. Ch¿lmeta, F. Corricnte y

trI. Sobh, Maclricl, 1979t t¡¿cl. M. J. Viguera.v F. Corrien

te, pp. 2li-279,Zartrgoza, I)81.La palabra clue picnso que criadra mejor para clefinir este

tipo de rclaciones políticas es lt c)e ta:a//aja, un concepto

con Llna definición bien clara 1'c1tte permite, además,

com¡rrenclet mcjor a clrLé nos est¿mos refirietlclo. No obs-

tante su utiljzacirin para .socieclacles islámicas. provoca

gran<Jes recelos, por Io clLLe tal vez hat'a que esltcrar a Llna

mayor clepuración cle los conceptos,v términos pirra ttsarla,

algo quc da una iclca del largo camino que quecla por

recofrer cn este campo de estuclios. QrLiero agraclecer mtLv

'jn,cr..n rntr ¡ V. A, i.r''rt. prr, i'iolrc. J r\tr r(\P((1,'.

Cfr. sobre todo la obra clásica cle P. GrLich¿rd, ¡l-And¿ltt¡

E¡fr//Ltt/ra autrQolígict ¿le tnt sociu|¿J i.¡/'i¡tiu et O¡¡idcnl,

Barcelona.1976.Sobre esta evoltrción cfl-. E. Manzano Moreno, "Bereberesde al-Anclalus: los factores clc untr evolución histórica",

al-Qaatara, XI, pp. 39r-.i28, 1990.

Ibn l{ayyán, i\Irqtdhi:, ed. M. Anturla, p. 18.

lbidurt, p. La .

Ibn Hayyan, Alrytab)s f, ed. y tracl. cits pp. 2!6 291 .Las

repercusiones cle Ia clerrota de Alhándega h¿rn sido ¿n¡rli-

zadas por P. Ch¿lme¡a, .Siu¿ncas y Alhánc1ega", fllr¡a-zl¿, XXXVI, pp. 396-398, 1916.

Ajbir llairú a, ecl. v ¡racl. E. Lafucnte AIcántara, pp. !ly 87,I{acbd. 1867.

P. Crone, S/L/l.ar ril horses. The etnlntioil rtl the ls/tút polit1.

p. l0O, Cambridge , 1lti0.

26.

ll. Ajbrtr '\Idinl a. ed. y tracl. cits. pp. $r y !1. Ibn a1-

Qutiyva, T,z'rf1 iftith al-Atdalu, ec1. y tracl. cits. I y 6;

at-'Udr; ed. cit. p. 25.

)1 lJna rclaci<in bast¿nte complcta de estc linaje puede verse

en ias .Not¿s, de M. Makki a su eclición cle Ibn Hayván,

al-llttqttb).r t¡in ¿trb,t' alL/ ,t/-r\ula/tts, pp. 10(r-'107, El

Cairo.1393/1973.i\ ll.n H,'zm. Y.,.. /..,t !..,1. , ir.. ¡'. ,-..16. Ibn Hayyan, Alrqtahi:. ed. M. l\{akki, p 157.

.17. Ibn Ha1'yan, lltr¡taúts \', ed. ) trad. cits. p. 278.

38. Un nietr¡ cle Ta lal¡a llam¿do 'Abc'l Allah b Kulayb apare-

ce mencion¿clo en los textos epigráficos de la constnLcción

de 1¿ alcaz¿ba cle lvfer¡ida en 8lii220 Il. E. Lévi-Pro-

vengtl, lnscrip)tril: L/rctber de I'Esptgue, pp. 5O i3, París,

19.1 L. Pese a l¿r exactitud cie cste tipo clc textos en la defi-

nición del ¡lalls ¿e los personaies qrLc citan, eL mencion¿-

do'Abd All¿h cs nombraclo stilo como'ánil clel .rnir'AL¡d al-R¿l¡min ll en clicha ciuLcl¿d. Cabc Pensar, PortantoJ clLlc si se est¿rbleció una relacicin de urtl¡l'entre esta

22.')1.

21

28

2r)

.i0

3L

a2

"FtonteLa Superior".

11. "T exros clcl N,fucitabis...", lrp. .10.i-10i.Li. E.ltfanzano l{oreno. It fruttlera d.e al Anda/n..., p 116 }

SS.

l(r. al- Lidri, ecl. cit. p. '11.

Ir. Ibn Hayvan, dl t\hrJttl:is fl t,t r|j riitil ¿/ An¿Ltltts, ecl M

-N{ar¡íne z Anturia, p. 20, París, l!.ir.1 8. \'oc¡btt/i¡¡t ir Ar,tbictt. cc1. C. Schiaparelli, p. Lii, Floreu.i¡

tsTl.

109

Page 18: Señores y emires: familias aristocráticas y soberanía omeya en al-Andalus,  Eduardo Manzano Moreno.

)r)

familia y los emires omeyas, tal relación hubo de c<¡n-

( lurr\r, orl 1'o.r.ri,,riJ¡J ., .1,.1'¡ le.h¡.Ajú,tr \lainut a, ed. y tracl. cits. pp. 65-68,7ó y ti3 de laed.69-71,77 y ill cle la rr¿d. Ibn al-Qutiyya, ZaizTift)tth a/-Ant/a/n, ed. y trad. cits. pp. 22 y 11 , donde se

puntuaLiza qrLe al-Husayn b. al,Dain no conró para ellocon el apoyo de su tribLL queJ en su m¿voría, se inclinabapor al-Sumayl.

AjbtTr Xlainr a, ed. y trac1. cits. pp. 92 y 88; Mentesa era

Lrn anti:juo oppidum romano. Sobre esto v su idenrifica-ción con Ia actual Laguarclia, cfr. F-. J. Aguirre Sáclaba y

M. C. Jinénez NLata, Ittroclrctiín al Jaín isl¡h¡¡)co (Estiliogutgr,ífin-bi.;ttírit?), pp. 10, ll y .i0, Jaén, 1979.

Ibn Hayyan, NIrqtdbi.;, ed. M. Antuña, p. 2!. Para iaexpresión "Ldna l¡)u ah/ a/ nu'a.qid" sigo el sentido suge-

riclo por R. Dozl' enSQpl. Di¡, Ar,,II, p. 151.

Así lo denuestra la célebre lista de contingentes militaresaportados por cacla Lira en época del emir MrLhammad y

ent¡e los cuales se incluyen los de Jaén, Ibn Idd'I, r/tsa1,in dl-Iltgriú, ed. G. S. Colin y E. Lévi Provencal, II,p. 10!, Leyde, 19.18'-I9tl.M. Acién, "Poblemiento y fortilicación en el sur cle al-Anclalrrs. La firrmación de un país de Ifusun", Atta.¡ tle/ lIlCortgre.ro fu Arqrtologít )[alitul E.;laíio/a, pp. 1.1J y ss.,

Ovieclo. 1990.

Ibn al .fatTb, tl Ih.rr,t li d1b'tr Gart¡Lz. ecl. -Nf . A. Inan, IV,p. 2r0, El Ct¡o, l9111-19,17.

Recogiclo por Ibn Hayyán en lfutltabis, ccl. M. Antuña,pp. 5J-55.Sobre esta adscripción cfr. Ibn ai-Kalbl, iorrLroro, ecl. Cas-

kel, II, p. l,l. Cfr. también Ibn Hazrn, Yantbara, ecl. crt.,

P. j97Ibn al-Qutiyy¿, Td't4 iftiAhal-Andalus, ed. y trad. pp. 22r I-: ¡i ) r,¡i ,lon.l*e , ir¡ cl numbrc Je Adllr b. Al¡J¡l-L.rrrr ror¡o urr Iuribir , ¡ntliJ¡ro prr- ,""-1'¡ar.,r., ,'nsecretario cristiano ¿l servicio de 1 emir Muhamnad.A'i l,,Jrnrrr¡rr¡ ilrrJ rcleren(i- ¡ A,llr.t b. AbJ ¡l-Lruf en

l-,¡rr. '- Jc.it.' enrre Io' l'-rr idrriu. Je 5.,rsrr,1u. '.encontraban sitiaclos en Elvira, Ibn Ha1'yán, llrytabi:, ed.

Antuñ¿, p. 61. No es nuesrra inrención entrar aquí en unrecuento de los complejos sucesos de Ia fina en Elvira.Baste señalar que tras la súbita muer¡e de Sawrvár lajefa-trrr¡ J. lo. ir.rbe' r., r1 o rn S¡ iJ b. sulrl mJn h. YuJi.

otro jefe qaysí perteneciente aI itnd cle Damasco y nieto

-la simili¡ucl en las tral'ectorias cle todos estos linajes es

digna cle ser reseñada-, de un antiguo lefe de Ia .ítrta cot.

dobcsa en tiempos del cmir al,Hakam, lbiclett, p. 1.2J.

Con este nuevo caudillo los Banü Aclha manrrLvieron rela-

ciones hostiles y a slr muerte Almacl b. Muhammacl b.

Adha pasó a ser ¡econocido como c¿rudillo de los árabes,

Iúidun, p.3Ll Cfr. también. Ibn al-Al¡l¡ar, ¿/-ÍLt/la a/-Sryara',etl.IJ. Mu-nis, I.pp.228-229, El Cai¡o, 1963.

Ibn al Jatib, al-Iháta f7 djbdr Gdnla.id, ed. cit. i, p. 156;

al MarrakuSi, a/-Da1,/ ua /-T¿Lni/¿, ed. NL Bensherifn, I,p.403, al-'Udri recoge un iqlnt Honda.a cn srL clescrip-

ción de Elvrra, ed. cit., p. 9l).

Ibn Hayyan, lltqtah).;, ed. Nf. Antuña, p. 31. El primerode clichos topónimos aparcce corregido en csra edición

cono Nau,a/i.í, ¿un cLranclo en el manuscrito aparece como

Bau'ilii. Pienso, sin embargo, que es más ¿ce¡r¿do leer

Bilrri quc Jp.r(' c ( irrLJu ¡ur ¡l- UJrr rJ. , it. ¡. ,ttr ,o6¡un iq/m de Elvira y por Ibn ai-Jatib como hisn cf¡. M.Sánchez Ma¡tínez, "La cora cle Elvira en 1os sigios X v XIsegírn al- Uclri", Cta¿/.ernos de IIis¡r.ia de/ ls/atn, VII, pp.

i6, n. ll0,1975-1976. Sobre a/-H¿n¡na. cfr. IbnIIaylán, ,\Iuqtubis V, cd. I' tracl. cits. pp. 1 11 1 15.

Ibn Hay'yán, t\ln¡tab)s [, ccl. y tracl. cits. p. 10. lbn ld¿r],tl Bal,art al-t\|ryrib, ed. cit. II, p. 126.

Ibn al Abbar, Tatttila, ed. Husayni, El Cairo, I, p. 53,1956.

Ibn Hayyán, Altqtabi: V, ed.y trad. cits. pp. 11,1 115.

Según este c¡onista tales mercedes les fueron concediclas a

los Banu Aclha después de que el citado Ahmad realiza¡aun encendido discurso de apoyo al soberano omcya; dis

curso éste que es reproducicio por Ibn Hayyan y por orros

autores posteriores.

Ibn al Zubayr, Si/et a/-..\ild, ed. E. Lévi-Provengal, p.62,n. 10! y 1 10, Rabat, 1918. Es muy probable qrLe el pri-mero de ellos sea el vrsir Ibn Adha citaclo por el monarca

zirí 'Abcl Atlth .b. Buluggin en sus <memorias", cfr.Tib1a1t, trad. A. T. Tibi, pp. 81-tl2 y n. 212, Leiclen,

1 986.Ib¡ al-Abb¡r, Hill¿, etl. cit. II, pp. 2Il -211 .

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