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Universidad Privada Telesup Pág. 1 UNIVERSIDAD PRIVADA TELESUP Carreras: Administración de Negocios Globales Contabilidad y Finanzas Derecho Corporativo Ingeniería de Sistemas Ingeniería Civil Ingeniería Industrial y Comercial Arquitectura Psicología Semestre: 2010-II SEPARATA DE FILOSOFÍA

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UNIVERSIDAD PRIVADA TELESUP

Carreras: Administración de Negocios Globales Contabilidad y Finanzas Derecho Corporativo Ingeniería de Sistemas Ingeniería Civil Ingeniería Industrial y Comercial Arquitectura Psicología

Semestre: 2010-II

SEPARATA DE FILOSOFÍA

SEGUNDA UNIDAD DIDÁCTICA

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

Profesor del curso:

Néstor Ollais Rivera

Lima, Agosto del 2010

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PRIMERA UNIDAD DIDACTICA

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

INDICE

I INTRODUCCION Y ORIENTACION PARA EL ESTUDIO

II DESARROLLO DE CONTENIDOS

TEMA1: La Filosofía en la Antigüedad…………………………………………………4Logros Identifica a los filósofos más importantes en la historia de la Filosofía.ResumenDesarrollo

Orígenes y antecedentes históricos. Los filósofos representantes de la época.

ActividadesGlosarioAnexos y textos

TEMA 2: La Filosofía en el Medioevo…………………………………………………….7Logros Identifica a los filósofos mas representativos del medioevo.ResumenDesarrollo

Los filósofos de la época y las tendencias filosóficas.ActividadesGlosarioAnexos y textos

TEMA 3: La Filosofía en la época Moderna…………………………………………………………………….10

Logros Identificar a los filósofos y tendencias filosóficas de la época moderna.ResumenDesarrollo

Principales tendencias ideológicas en la edad moderna.ActividadesGlosarioAnexos y textos

TEMA 4: La Filosofía en la época Contemporánea……………………………………….12Logros Identificar los filósofos y tendencias filosóficas de la época contemporánea. Resumen

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Desarrollo Principales filósofos y tendencias filosóficas de la época contemporánea.

Actividades……………………………………………………………………………...16Glosario…………………………………………………………………………………19Anexos y textos

III BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………………23

IV AUTOEVALUACION PARA LA UNIDAD………………………………………………24

V RESOLUCION DEL CUESTIONARIO

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PRIMERA UNIDAD DIDACTICA

ASPECTOS GENERALES DE LA FILOSOFIA

I INTRODUCCION Y ORIENTACION PARA EL ESTUDIO

Amigo alumno:

Continuando con el desarrollo de la asignatura, ahora haremos un viaje por la historia y evolución de la filosofía.Aquí estudiaremos a los principales representantes de la filosofía en cada una de las épocas asi como sus tendencias filosóficas.Finalmente identificaremos los aportes que a nuestra vida y las ciencias han contribuido cada uno de ellos.

II DESARROLLO DE CONTENIDOS

TEMA1: LA FILOSOFÍA EN LA ANTIGÜEDAD

LOGROSConoce a los principales filósofos y sus tendencias, durante la antigüedad.

RESUMEN

La filosofía es una de las disciplinas del conocimiento mas antiguas, pero es precisamente en la antigua Grecia donde empieza a desarrollar un cuerpo de conocimientos estructurados y coherentes. A partir de entonces ha seguido una secuencia evolutiva que la ha hecho cada vez más compleja, pero que interpreta nuestra vida y nuestra forma de pensar con mayor precisión.

DESARROLLO

Los primeros filósofos cosmólogos

Lo que los movió ha filosofar: admiración, y lo que les admiro, cambio y multiplicidad de

Siglo VI AC, en Asia Menor: Tales de Mileto. Lo que estaba buscando lo encontró en el agua (agua del mar límite de la tierra, mar infinito, abajo del suelo; agua, cae del cielo, alimenta vegetales que luego alimentan animales, etc)

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Anaximandro: el principio no es el agua, sino una sustancia indeterminada, invisible y amorfa de donde el agua y todos los elementos de la naturaleza proceden. A este principio lo llamó apeirón. (lo indeterminado). Lo indeterminado se identifica con el caos según los griegos, por eso llegan a la conclusión de que el mundo (el Cosmos, ordenado) procede del caos.

Anaxímenes: el principio común de la multiplicidad y variabilidad de las cosas es el aire (medio vital, capa que envuelve la tierra, fuente de vida y porque tiene la apariencia sutil, indivisible y amorfa)

Esta meditación sobre el Cosmos sigue en el siglo V con los pluralistas: no admiten una sola sustancia o arjé, sino una pluralidad de elementos materiales irreductibles entre sí y tb suponen una fuerza cósmica q explique el movimiento o cambio de las cosas.

Los filósofos de la naturaleza

El primero es Empédocles: cosmología de los cuatros elementos (tierra, agua, fuego, aire) de cuya combinación se forman todos los cuerpos. Junto a estos cuerpos hay dos fuerzas: el amor (armoniza) y el odio (separa).

-Demócrito de Abdera: mundo material compuesto por un numero incalculable de partículas, diminutas e indivisibles: átomos. Esta teoría será el precedente de la teoría de la física cuantitativa de la Edad Moderna.

Heráclito y Parménides

Fueron llamados los padres de la metafísica. sV AC.

Heráclito tuvo percepción de la variabilidad y fugacidad de cuanto existe. Nada de lo que existe es en el momento siguiente, igual a sí mismo. No hay nada que pueda considerarse permanente, sino solo un continúo fluir. (Comparación con un río, nunca te vas a volver a bañar en las mismas aguas).

-Para el aprehender la realidad en conceptos fijos, inmóviles es como matar la realidad en lo q tiene mas puramente de real.

La razón es solo capaz de crear conceptos estáticos, muertos, lo más ajeno a la realidad y a la vida misma.

El vio en el fuego el principio de todas las cosas, pero esto es solo un símbolo representa a la naturaleza cambiante de las cosas.

Parménides fue posterior a Heráclito y va en contra de su pensamiento. El cree que para que algo fluya tiene que haber antes ese algo, es decir, algo permanente, un ser en sí. La razón es la que te permite ponerte en contacto con ese algo, con la inmutabilidad de las ideas. Con una idea que es la base de la demás, con el ser en sí. Después conozco otras ideas, y después los sentidos me informan de un mundo de individuos cambiantes, diferentes, perecederos.

Los Sofistas y Sócrates

Sofistas: maestros dedicados a enseñar retórica y dialéctica, el arte de exponer, defender y persuadir públicamente. Cobran por enseñar, o enseñan por cobrar.

Protágoras (485-411ac) "el hombre es la medida de todas las cosas". El conocimiento es algo del sujeto, el h puede crearlo y presentarlo como mejor le acomode.

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Sócrates (496-433 AC) no era sofista porque no cobraba por enseñar. Afirma la razón como medio adecuado para penetrar en la realidad. Tuvo que sostener esta afirmación frente a los sofistas (la razón bien dirigida sirve explicar alumbrar la realidad, no forja visiones a capricho sin relación con lo que es) y frente a los irracionalistas.

El iba por las calles y preguntaba a la gente de acuerdo con su oficio, ellos responden y el pregunta "porque?" así los interrogados empiezan a divagar y es por eso que Sócrates dice que no hay en ellos verdadera ciencia por que no lo adquirieron por la razón sino por la autoridad o por la memoria.

Fue condenado por el tribunal de Atenas a morir por la impiedad y corrupción de los jóvenes. El defendía lo racional contra el mito, y así muere por no ir contra las leyes, el orden político y religioso de Atenas.

Platón: (427-347 AC)

Recubrió su pensamiento con el mito y la fantasía. Huyo siempre del dogmatismo y el sistema cerrado.

Misión filosófica: reparar la desgarradura que en la concepción del universo habían abierto tanto Heráclito como Parménides. El h no podía nunca renunciar a una de sus dos facultades más importantes: los sentidos o la razón. Esto implicaría renunciar a la acción por que los dos suponen una actitud quietista.

Mito del Carro Halado: El alma es como un carro halado del q tiran dos corceles regidos por un auriga moderador:

1. El caballo blanco: ánimo o tendencia noble del alma. 2. El caballo negro: apetito o pasión baja, bestial. 3. El auriga: razón q debe regir y gobernar el conjunto.

El alma vivía en un lugar celeste o cielo empíreo. Allí no había contradicción entre la experiencia sensible y la inteligible por que solo existía la visión intelectual, en este lugar el alma contemplaba las ideas. Platón entiende por idea algo objetivo, lo que se ve, la esencia pura desprovista de toda individualidad material pero existente en si en aquel lugar donde el alma vivió en un tiempo anterior.

Aristóteles:(384-332 AC)

Perteneció a la Academia, escuela filosófica fundada por Platón.

Cuando muere Platón, Aristóteles sale de Atenas para ocuparse de la educación de Alejandro Magno.

Cuando vuelve a Atenas funda el Liceo.

Metafísica: llamada por el Filosofía primera, es la ciencia del ser en cuanto ser, la ciencia que resulta del tercer grado de abstracción.

Admite la existencia de un ser universal (igual q Platón) que es causa de las perfecciones de las cosas, pero este universal no esta en otro mundo, sino en las cosas mismas. Solo existen para el las cosas individuales, concretas, las sustancias. Pero estas realizan un universal o modo de ser general: la esencia, aquello q la cosa es y cuyo ser comparte con los demás individuos de su misma especie.

Materia prima: principio pasivo, inerte, origen de la individualización. Por ella los seres se hacen la "cosa diferente", ella misma. No es para el algo negativo, sino un principio o causa del ser que

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fundándose con la forma da origen al ser existente o sustancia. (Quedando conformado el ser q existe en su concreción individual)

TEMA 2. LA FILOSOFÍA EN EL MEDIOEVO

Nombre dado por la Iglesia católica a los autores que establecieron la doctrina cristiana antes del siglo VIII. Los escritos de los Padres, o literatura Patrística, sintetizaron la doctrina cristiana tal y como se encuentra en la Biblia, especialmente en el Evangelio, los escritos de los Padres Apostólicos, las máximas eclesiásticas y las decisiones de los concilios de la Iglesia. Facilitaron un conjunto doctrinal articulado de la enseñanza cristiana para su transmisión por todos los rincones del Imperio romano.

San Agustín (354 – 430).

Es una de las figuras más emblemáticas de su tiempo, del cristianismo y de la filosofía. Su personalidad tan original y abundante deja una huella profunda en todas las cosas donde pone su mano. La filosofía y la teología medievales, es decir, lo que se ha llamado la Escolástica, toda la dogmática cristiana, disciplinas enteras como la filosofía del espíritu y la filosofía de la historia, ostentan la marca inconfundible que les imprimió. Más aun: el espíritu cristiano y el de la modernidad están influidos decisivamente por San Agustín; y tanto la Reforma como la Contrarreforma han recurrido de un modo especial a las fuentes agustinianas.

Tesis filosóficas de San Agustín:

a. Verdad

b. Dios

c. Creación.

d. Alma.

e. El Bien.

f. La Ciudad de Dios.

a. Verdad: en encendidas controversias con los escépticos hizo triunfar San Agustín la posibilidad de conocer la verdad. Los escépticos dicen "no existe la verdad; de todo se puede dudar"; a lo que San Agustín replica "se podrá dudar todo lo que se quiere; de lo que no se puede dudar es de la misma duda". Existe pues la verdad con lo cual queda refutado el escepticismo. San Agustín busca el prototipo de la verdad en las verdades matemáticas, cuando dice, por ejemplo, que la proposición 7+3=10, es una proposición de vigencia universal para cualquiera que tenga razón. Aquí donde se ve que 7+3 tiene que ser igual a 10, halla San Agustín lo que también en otros casos debe ser verdad para todo espíritu racional, a saber, las reglas, ideas y normas conforme a las cuales registramos y leemos lo sensible y al mismo tiempo lo estimamos y rectificamos. Estas reglas son algo apriorístico, en lo cual el hombre, frente al mundo y su experiencia, se demuestra superior, libre y autónomo.

b. Dios: el mismo San Agustín que busca la verdad en el interior del hombre, dice a la vez con no menor énfasis: Dios es la verdad. San Agustín se eleva de lo verdadero singular a la

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verdad una gracias a la que todo lo verdadero es verdadero para tener participación en ella. Considera esta ascensión como prueba de que existe Dios y el mismo tiempo de lo que Dios mismo es: el todo de lo verdadero, el ser bueno de todo lo bueno, el ser de todo ser. Así Dios es todo, pero a la vez no es nada de todo, pues sobre puja a todo, ninguna categoría se le puede aplicar.

c. Creación: este concepto no es filosófico sino teológico. Por tanto, cuando San Agustín trata de pensarlo, se le ofrecen inmediatamente dificultades filosóficas. En este caso, habría que admitir también en Dios lo mutable. Por otra parte, la creación proviene de un acto libre de la voluntad de Dios, y no es por tanto, una procesión necesaria, como con frecuencia sé repitió contra la teoría de la emanación. San Agustín deja por fin la cuestión en suspenso. Ve que no se puede resolver con nuestros conceptos espaciales y temporales.

d. Alma: lo que San Agustín escribe sobre el alma, su fina intuición, su arte de ver y dominar las cosas, su penetrante análisis y otras diversas cualidades lo revelan como sicólogo de primer orden. El alma tenía para él especial interés. "A Dios y al alma deseo conocer". El alma tiene un efecto el primado frente al cuerpo. Cierto que San Agustín no es ya pesimista acerca del cuerpo: el espíritu del cristianismo y su doctrina de la creación no lo permiten. No obstante, para San Agustín el hombre es propiamente el alma. Y así, seguirá pensándose, aun después de que en la alta edad media prospere la formula aristotélica de la unidad del cuerpo y el alma.

e. El Bien: cuando San Agustín habla en lenguaje religioso, el bien no es para él otra cosa más que la voluntad de Dios. Pero cuando trata de descubrir los fundamentos más profundos, dice: "El bien se da con la ley eterna". Son las ideas eternas en la mente de Dios que, como para los platónicos, también aquí constituyen el fundamento de conocer, del ser y del bien. Son un orden eterno. No solo el hombre es bueno, también los seres son buenos y el conocimiento es verdadero, con tal que se orienten conforme a este orden eterno.

f. La Ciudad de Dios: siempre tendrá lugar en la historia del mundo la lucha entre la luz y las tinieblas, entre lo eterno y lo temporal, entre lo supra sensible y lo sensible, entre lo devino y lo antidivino. En su gran obra la Ciudad de Dios San Agustín, muestra cómo los poderes del bien tienen que luchar constantemente con los poderes del mal. Su sentido definitivo es el triunfo del bien sobre el mal.

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Santo Tomás de Aquino (1225-1274).

A veces llamado doctor angélico y el príncipe de los escolásticos, filósofo y teólogo italiano, cuyas obras lo han convertido en la figura más importante de la filosofía escolástica y uno de los teólogos sobresalientes del catolicismo.

Nació en una familia noble en Roccasecca (cerca de Aquino, en Italia) y estudió en el monasterio benedictino de monte Cassino y en la Universidad de Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte de su padre.

Tomás de Aquino fue ordenado sacerdote en 1250, y empezó a impartir clases en la Universidad de París en 1252. Sus primeros escritos, en particular sumarios y explicaciones de sus clases, aparecieron dos años más tarde. Su primera obra importante fue Scripta super libros Sententiarum (c. 1256), que consiste en comentarios sobre una obra influyente relacionada con los sacramentos de la Iglesia, conocida como el Sententiarum libri quatuor, del teólogo italiano Pedro Lombardo. En 1256 a Tomás de Aquino se le concedió un doctorado en teología y fue nombrado profesor de filosofía en la Universidad de París. El papa Alejandro IV, que ocupó la silla pontificia desde 1254 hasta 1261, le llamó a Roma en 1259, donde sirvió como consejero y profesor en la curia papal. Regresó a París en 1268, y en seguida llegó a implicarse en una controversia con el filósofo francés Siger de Brabant y otros seguidores del filósofo islámico Averroes.

Estudio de Aristóteles y los averroístas para comprender la crucial importancia de esta polémica en la evolución del pensamiento de Occidente, es necesario considerar el contexto en que se produjo. Antes de Tomás de Aquino, el pensamiento occidental había estado dominado por la filosofía de san Agustín, el gran Padre y Doctor de la Iglesia occidental durante los siglos IV y V, quien consideraba que en la búsqueda de la verdad se debía confiar en la experiencia de los sentidos. A principios del siglo XIII las principales obras de Aristóteles estuvieron disponibles en una traducción latina de la escuela de traductores de Toledo, acompañadas por los comentarios de Averroes y otros eruditos islámicos. El vigor, la claridad y la autoridad de las enseñanzas de Aristóteles devolvieron la confianza en el conocimiento empírico, lo que originó la formación de una escuela de filósofos conocidos como averroístas.

Reconciliando el énfasis agustino sobre el principio humano espiritual con la afirmación averroísta de la autonomía del conocimiento derivado de los sentidos, Tomás de Aquino insistía que las verdades de la fe y las propias de la experiencia sensible, así como las presentadas por Aristóteles, son compatibles y complementarias. Algunas verdades, como el misterio de la encarnación, pueden ser conocidas sólo a través de la revelación, y otras, como la composición de las cosas materiales, sólo a través de la experiencia; aun otras, como la existencia de Dios, son conocidas a través de ambas por igual. Así, la fe guía al hombre hacia su fin último, Dios; supera a la razón, pero no la anula. Todo conocimiento, mantenía, tiene su origen en la sensación, pero los datos sensibles pueden hacerse inteligibles sólo por la acción del intelecto, que eleva el pensamiento hacia la aprehensión de tales realidades inmateriales como el alma humana, los ángeles y Dios. Para lograr la comprensión de las verdades más elevadas, aquellas con las que está relacionada la religión, es necesaria la ayuda de la revelación. El realismo moderado de santo Tomás afirmó los grandes conceptos de su sistema en el pensamiento, en oposición al realismo extremo, el cual los proponía como independientes del pensamiento humano. No obstante, admitía una base para los universales en las cosas existentes en oposición al nominalismo y conceptualismo. En su filosofía de la política, a pesar de reconocer el valor positivo de la sociedad humana, se propone justificar la perfecta racionalidad de la subordinación del Estado a la Iglesia.

Santo Tomás primero sugirió su opinión madurada en De unitate intellectus contra averroistas (1270). Esta obra volvió la tendencia contra sus oponentes, quienes fueron censurados por la Iglesia.

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Con más fortuna que ningún otro teólogo o filósofo, santo Tomás organizó el conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su fe. En su esfuerzo para reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis filosófica de las obras y enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos: de san Agustín y otros Padres de la Iglesia, de Averroes, Avicena, y otros eruditos islámicos, de pensadores judíos como Maimónides y Solomon ben Yehuda ibn Gabirol, y de sus predecesores en la tradición escolástica. Esta síntesis la llevó en la línea de la Biblia y la doctrina católica.

El éxito de santo Tomás fue inmenso; su obra marca una de las escasas grandes culminaciones en la historia de la filosofía. Después de él, los filósofos occidentales sólo podían elegir entre seguirle con humildad o inclinarse hacia alguna otra dirección diferente. En los siglos posteriores a su muerte, la tendencia dominante y constante entre los pensadores católicos fue adoptar la segunda alternativa. El interés en la filosofía tomista empezó a restablecerse, sin embargo, hacia el final del siglo XIX. En la encíclica Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el papa León XIII recomendaba que la filosofía de santo Tomás fuera la base de la enseñanza en todas las escuelas católicas. El papa Pío XII, en la encíclica Humani generis (1950), afirmaba que la filosofía tomista es la guía más segura para la doctrina católica y desaprobaba toda desviación de ella. El tomismo permanece como una escuela importante en el pensamiento contemporáneo. Entre los pensadores, católicos y no católicos, que han trabajado dentro del marco tomista, han estado los filósofos franceses Jacques Maritain y Étienne Gilson.

Santo Tomás fue un autor prolífico en extremo, con cerca de 800 obras atribuidas. Las dos más importantes son Summa contra Gentiles (1261-1264), un estudio razonado con la intención de persuadir a los intelectuales musulmanes de la verdad del cristianismo y la Summa theologica (1265-1273), en tres partes (sobre Dios, la vida moral del hombre y Cristo), de la que la última está inacabada.

TEMA 3. LA FILOSOFÍA EN LA EPOCA MODERNA

Se suele señalar a Descartes como el "Padre de la Filosofía Moderna". Fue él quien analizó críticamente las fuentes del conocimiento, en busca de algo de lo que no pudiera dudar. La Teoría del Conocimiento pasó así a ser el tema central de la Filosofía, desplazando a la Metafísica. El racionalismo —como se llamó a la corriente que Descartes inició— alcanzó su máxima expresión con Hegel, el último filósofo moderno, quien sostenía que «todo lo real es racional y todo lo racional es real».

Empirismo proviene del término latino translación o experientia, de la que se deriva la palabra experiencia. También se deriva del termino griego y romano de empírico, referiéndose a médicos que consiguen sus habilidades de la experiencia práctica, oponiéndose a la instrucción en la teoría.

Representantes:

Francis BaconThomas HobbesDavis HumeJhon Locke George Berkeley

En la filosofía, empirismo es una teoría del conocimiento, la cual enfatiza el rol de la experiencia, especialmente la percepción sensorial, en la formación de ideas. Con empirismo señalamos al conocimiento que se basa en la experiencia para validarse como tal, que significa que la experiencia es la base de todos los conocimientos. Parte del mundo sensible para formar los conceptos: lo que uno ha experimentado, lo ha experimentado (Whitehead).

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En la filosofía de la ciencia, el empirismo es una teoría del conocimiento, que enfatiza los aspectos del conocimiento científico que están cercanamente relacionados con la experiencia, o en el caso científico mediante la experimentación. Es requerimiento fundamental del método científico, que todas las hipótesis y teorías deben ser probadas mediante la observación del mundo natural, restándole importancia al raciocinio a priori, la intuición o la revelación.

Racionalismo

René DescartesBaruch SpinozaImmanuel KantFriedrich Hegel

El racionalismo es una corriente filosófica que apareció en Francia en el siglo XVII, formulada por René Descartes y que se opone al empirismo. Racionalismo (del latín, ratio, razón), en filosofía, sistema de pensamiento que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, en contraste con el empirismo, que resalta el papel de la experiencia, sobre todo el sentido de la percepción. El racionalismo ha aparecido de distintas formas desde las primeras etapas de la filosofía occidental, pero se identifica ante todo con la tradición que proviene del filósofo y científico francés del siglo XVII René Descartes, el cual creía que la geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía. Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertas verdades universales, evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado por otros filósofos europeos, como el holandés Baruch Spinoza y el pensador y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas británicos, como John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.

El racionalismo epistemológico ha sido aplicado a otros campos de la investigación filosófica. El racionalismo en ética es la afirmación de que ciertas ideas morales primarias son innatas en la especie humana y que tales principios morales son evidentes en sí a la facultad racional. El racionalismo en la filosofía de la religión afirma que los principios fundamentales de la religión son innatos o evidentes en sí y que la revelación no es necesaria, como en el deísmo. Desde finales del año 1800, el racionalismo ha jugado sobre todo un papel antirreligioso en la teología.

René Descartes

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye en Touraine, cerca de Poitiers. Desde 1967 La Haye se llama Descartes en honor al filósofo.

Él atribuye al conocimiento un enorme valor práctico, lo cree indispensable para conducirse en la vida, pues «basta pensar bien para actuar bien», se considera a Descartes como el padre de la filosofía moderna. Esto se justifica, principalmente, por su decisión de rechazar las verdades recibidas, por ejemplo, de la escolástica, y de combatir activamente los prejuicios.

Descartes aspira a «establecer algo firme y durable en las ciencias». Con ese objeto, según la parte tercera del Discurso, por un lado él cree que en general conviene proponerse metas realistas y actuar resueltamente, pero prevé que en lo cotidiano, así sea provisionalmente, tendrá que adaptarse a su entorno, sin lo cual su vida se llenará de conflictos que lo privarán de las condiciones mínimas para investigar (moral provisional). Por otra parte, compara su situación a la de un caminante extraviado, y así concluye que en la investigación, libremente elegida, le

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conviene seguir un rumbo determinado. Esto implica atenerse a una regla relativamente fija (un método), sin abandonarla «por razones débiles».

Immanuel Kant

La filosofía de Kant no niega la existencia de Dios, ni un orden moral, ni la realidad pensable de un mundo físico; lo que niega -salvo en lo moral- es que la razón humana pueda trascender y llegar a esos entes en sí mismos: sean el "mundo", "Dios" o el "alma".Además kant constituyo la idea de que el mundo, el sol y todos los planetas son complementarios unos con otro.

Kant entiende por sensación el efecto de un objeto sobre la facultad representativa, en cuanto somos afectados por él. Se entiende que se prescinde por completo de la naturaleza del objeto afectante y que solamente se presta atención al efecto que se produce en nosotros, en lo puramente subjetivo.

La intuición empírica es una percepción cualquiera que refleje a un objeto, y así el conocimiento es considerado como un medio. La intuición empírica es la que se refiere a un objeto, pero por medio de la sensación. El fenómeno es el objeto indeterminado de la intuición empírica. El árbol puede afectarnos y de él tenemos una representación fenoménica. Nada podemos saber del árbol en sí. La realidad de la cosa, en ella misma, es un número, no alcanzable.

Friedrich Hegel

Consideran muchos que Hegel representa la cumbre del movimiento decimonónico alemán del idealismo filosófico, que habría de tener un impacto profundo en el materialismo histórico de Karl Marx.

Las obras de Hegel tienen fama de difíciles por la amplitud de los temas que pretenden abarcar. Hegel introdujo un sistema para entender la historia de la filosofía y el mundo mismo, llamado a menudo “dialéctica”: una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior.

En las explicaciones contemporáneas del hegelianismo —para las clases preuniversitarias, por ejemplo— la dialéctica de Hegel a menudo aparece fragmentada, por comodidad, en tres momentos llamados “tesis” (en nuestro ejemplo, la revolución), “antítesis” (el terror subsiguiente) y “síntesis” (el estado constitucional de ciudadanos libres). Sin embargo, Hegel no empleó personalmente esta clasificación en absoluto; fue creada anteriormente por Fichte en su explicación más o menos análoga de la relación entre el individuo y el mundo. Los estudiosos serios de Hegel no reconocen, en general, la validez de esta clasificación, aunque probablemente tenga algún valor pedagógico.

TEMA 4. LA FILOSOFÍA EN LA EPOCA CONTEMPORANEA

La Filosofía Contemporánea comenzó a partir de la disolución del sistema hegeliano. Después del gigantesco esfuerzo de Hegel por lograr una síntesis que lo abarcara todo, se generó un movimiento contrario —de dispersión— que dio lugar al surgimiento de pensadores y movimientos muy diversos.

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Más exactamente, la filosofía contemporánea comienza con la crisis del Idealismo alemán (Fichte, 1762-1814, Hegel, 1770-1831 y Schelling, 1775-1854), en la segunda mitad del siglo XIX, como un intento de superación del pensamiento hegeliano. Resulta muy difícil establecer las características de esta época, como no sea la de la existencia de múltiples y opuestos sistemas filosóficos, ninguno de los cuales parece dominar sobre el resto. Dada la puntualización anterior, se puede arriesgar una caracterización común si nos limitamos a dos cuestiones:

escasa valoración de la realidad trascendente (Dios y el mundo espiritual): tal vez éste es uno de los rasgos más comunes a los sistemas filosóficos posthegelianos, pues de una u otra manera la filosofía contemporánea se despreocupa de lo trascendente (con la excepción de la fenomenología y de corrientes menores como el personalismo y  la neoescolástica), y en algunos casos parece definirse incluso por su oposición a lo trascendente (marxismo, vitalismo, filosofía analítica, ...);

crisis de la razón: es también común la duda respecto de que la filosofía pueda alcanzar una descripción racional de la realidad, al menos en el sentido fuerte de racionalidad que ha dominado durante la mayor parte de la historia de la filosofía: la razón como el instrumento para el conocimiento absoluto (objetivo, universal, informativo y explicativo); en algunos casos porque expresamente se reivindica el irracionalismo (Nietzsche), en otros porque se defiende, también expresamente, el ámbito de la finitud (marxismo, existencialismo), y, finalmente, en otros porque se declara que sólo las ciencias son capaces de obtener un verdadero conocimiento de la realidad (positivismo, neopositivismo y filosofía analítica).

POSITIVISMO

Comte (1798-1857) Stuart Mill (1806-1873) Spencer (1820-1903)

AUGUSTO COMTE

La filosofía de Comte entronca con la revuelta moderna contra los antiguos que inició Francis Bacon y extendió L'Encyclopédie francesa y que consistió, a grandes rasgos, en la asunción de la razón y la ciencia como únicas guías de la humanidad capaces de instaurar el orden social sin apelar a oscurantismos teológicos o metafísicos.

La evidente intención de reforma social de su filosofía se adhiere, sin embargo, a una postura conservadora y contrarrevolucionaria en claro enfrentamiento con las propuestas ilustradas de Voltaire y Rousseau.

Tomando como trasfondo la Revolución Francesa, Comte acusa a estos dos autores de generar utopías metafísicas irresponsables e incapaces de otorgar un orden social y moral a la humanidad.

Los problemas sociales y morales han de ser analizados desde una perspectiva científica positiva que se fundamente en la observación empírica de los fenómenos y que permita descubrir y explicar el comportamiento de las cosas en términos de leyes universales susceptibles de ser utilizadas en provecho de la humanidad.

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Comte afirma que únicamente la ciencia positiva o positivismo podrá hallar las leyes que gobiernan no sólo la naturaleza, sino nuestra propia historia social, entendida como la sucesión y el progreso de determinados momentos históricos llamados estados sociales.

Marxismo

Marx (1818-1883) Engels (1820-1895) Lenin (1870-1924)

Karl Marx

Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830 del siglo XIX) y de las revoluciones de 1848, Marx se propuso desarrollar una teoría económica capaz de aportar explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en ella activamente para producir un cambio revolucionario.

La obra de Marx ha sido leída de distintas formas. En ella se incluyen obras de teoría y crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas, cuadernos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas de sus obras las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó Marx fueron la crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política.

Durante su juventud, y tras su formación en filosofía, Marx recibió la influencia del filósofo alemán predominante en Alemania en aquel tiempo, Hegel. De este autor tomó el método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre sus pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad a una "dialéctica del devenir constante" donde la síntesis, a diferencia de Hegel, no había sido realizada. Además, sigue utilizando el método dialéctico para analizar las contradicciones en la historia de la humanidad y, específicamente, aquella entre el capital y el trabajo.

Fenomenología

Husserl (1859-1938) Heidegger (1889-1976)

Edmond Husserl

Mucho se ha discutido sobre el psicologismo en Husserl, es decir, su intento de fundar la aritmética en la psicología. Tanto en su tesis doctoral (Sobre el Concepto de Número) como en Philosophie der Arithmetik (Filosofía de la Aritmética) Husserl emplea el método de la psicología descriptiva de Brentano. Tiempo después, en su obra maestra Logische Untersuchungen (Investigaciones Lógicas), Husserl rechaza todo tipo de psicologismo. Muchos filósofos de la tradición analítica le adjudican este cambio a la reseña que hiciera Gottlob Frege a la Filosofía de la Aritmética en 1894. Sin embargo la verdadera razón de su cambio a una teoría del conocimiento platónica fue su lectura de las obras de Bolzano, Leibniz y Lotze. Evidencia de que su cambio fue antes de la crítica de Frege reside en su reseña de la obra de Ernst Schröder, Vorlesungen über die Algebra der Logik (Conferencias sobre el Álgebra de la Lógica), publicado en 1891. (J.N. Mohanty, Husserl and Frege).

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Creador de del pensamiento fenomenológico, según el cual el mundo material está a merced del interpretacionismo hermenéutico, por el cual el mundo no tiene significado, si no que el homdre se lo atribuye.

EL EXISTENCIALISMO

JEAN-PAUL SARTRE “La existencia precede a la esencia “

Sartre considera que el ser humano está «condenado a ser libre», es decir, arrojado a la acción —y responsable plenamente de la misma, y sin excusas—.

Sartre se forma en la fenomenología de Husserl y en la filosofía de Heidegger, discípulo éste de aquél. En plena guerra mundial, cuando forma parte del Ejército Francés como meteorólogo, Sartre es hecho prisionero, y en el largo periplo de ser cautivo del nazismo reformula muchas de sus ideas, elabora otras, escribe constantemente, incluso representando obras de teatro en pleno campo de prisioneros, aunque si en Heidegger el Da-sein es un «ser-ahí», arrojado, «yecto» en el mundo, «para Sartre, el humano, en cuanto «ser-para-sí», es un «proyecto», un ser que debe hacer-se».

-El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.- (Sartre: El existencialismo es humanismo)

Sartre escribe que «la existencia precede a la esencia», contrariamente a lo que se había creído tradicionalmente en la Academia Francesa. ¿Qué quiere decir esto? Sartre da un famoso ejemplo: si un artesano quiere realizar una obra, primero «la» piensa, la construye en su cabeza: esa prefiguración será la esencia de lo que se construirá, que luego tendrá existencia. Pero nosotros, los seres humanos, no fuimos diseñados por alguien, y no tenemos dentro nuestro algo que nos haga «malos por naturaleza», o «tendientes al bien» —como diversas corrientes filosóficas y políticas han creído, y siguen sosteniendo—. «Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos», que son ineludibles: no actuar es un acto en sí mismo, puesto que nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situación, ser es ser-para, ser como proyecto.

Psicología existencial

Sartre rechazó durante décadas la noción del Unbewußstein («lo inconsciente»), particularmente la planteada por Freud. Sartre argumentaba que lo inconsciente era un criterio «característico del irracionalismo alemán», y por tal motivo se oponía a una psicología que se basara en un «irracionalismo». De este modo es que Sartre intentó un «psicoanálisis racionalista», al cual llamó «psicoanálisis existencial».

Las paralogías de Sartre en esta cuestión son de perspicaz argumentación: «Un ser humano adulto no puede ni debe estar defendiendo sus defectos en hechos ocurridos durante su infancia, eso es mala fe y falta de madurez.»

Es así como Sartre intentó crear un psicoanálisis basado en una total autocrítica del sujeto, una «profundización» que eliminara la «mala fe». En el decurso de tal intento, Sartre llegó a valiosas observaciones, particularmente las atinentes a la imaginación y a lo imaginario, o a opiniones tales como «el infierno es la mirada del otro»; el mismo concepto de «mala fe» es interesante para los

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psicólogos y filósofos. En cuanto la mala fe, explica Sartre, es un autoengaño (basado principalmente en racionalizaciones) por el cual el sujeto pretende tranquilizarse y, al tratarse precisamente de "fe", el individuo cree ciegamente en estas "razones".

ACTIVIDADES

Leer resumen de la obra “Apología de Sócrates” (que se adjunta) y elaborar un mapa conceptual con su contenido.

Realice los siguientes trabajos de investigacióna. Qué etapa de la historia de la filosofía le resulta más interesante. Fundamente.b. Cuáles han sido el tema Principal de la filosofía en las diferentes etapas de su historia.c. Cuál es el tema actual y que piensa usted?

Contesta las siguientes preguntas:a. ¿Porqué crees que el asombro caracterizó a la filosofía antigua?

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..................................................................................................................................b. ¿Con quién coincides mas, con Tales, Anaximandro o Anaxímenes?

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c. ¿Qué filósofo de la antiguedad es el precursor de la teoría atómica?

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..................................................................................................................................d. ¿Qué filósofo de la antiguedad es el precursor de la dialectica?

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¿Quiénes son los sofistas?..................................................................................................................................

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Indica las diferencias entre los sofistas y Sócrates.........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................

¿Cuál es el principal pensamiento de Platón?........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................¿A qué se refiere la lógica Aristotélica?........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................¿En que diferencias los Estoicistas de los Epicureistas?........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................¿En que época tiene auge la filosofía cristina y por qué?........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................¿Cuál es el aporte de San Agustín a la filosofía cristiana?........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................¿Cuál es el aporte de Santo Tomás a la filosofía cristiana?........................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................

¿Quién es padre de la filosofía moderna?..................................................................................................................................

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Mencione filósofos empiristas.a.b.

Mencione filósofos racionalistas.a.b.

Mencione filósofos idealistas.a.b.

Cuáles son las características de:a. Empirismob. Racionalismoc. Idealismod. Marxismoe. Positivismof. Pragmatismog. Existencialismoh. Fenomenología

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GLOSARIO

A

ABSTRACCION (lat. abstractio): Operación de la mente por la que se capta un aspecto de cualquier objeto sensible o

inteligible aislándolo de otros que forman parte del mismo o se hallan con él en alguna relación. Su resultado es el

concepto. Empléase en sentido opuesto, aunque complementario, en las expresiones abstraer (penetración mental,

captación del universal implicado en la realidad) y hacer abstracción (prescindir de algo o de algún aspecto). Así, yo

abstraigo el concepto "hombre" de Juan, Pedro, etcétera; hago abstracción de lo que diferencia e individúa a Juan,

Pedro, etcétera.

AGNOSTICISMO: Actitud que niega la posibilidad de un determinado conocimiento (agnosticismo metafísico, valoral, etcétera). Se dice eminentemente en lo que se refiere al conocimiento de la existencia de Dios. Los agnósticos en ese sentido no niegan, como los ateos, la existencia de Dios, sino sólo el que pueda ser conocido sensible, racionalmente o de cualquier otra forma.

ATEISMO: Teorías que niegan la existencia de Dios.

AXIOLOGIA: Teoría de los VALORES (vid. VALOR). Según la escuela axiológica de Max Scheler, el valor es algo distinto del ser, que se capta por una intuición valoral y no por vía sensible ni intelectual.

C

CIENCIA (lat. scientia): Conocimiento de las cosas por sus causas (vid. CAUSA). O, más

limitadamente, saber que incluye alguna garantía de su validez. Se diferencia del saber vulgar o saber de

hechos, y también del saber por la fe. En su origen, ciencia y filosofía eran una misma cosa. Sólo a partir del siglo

XIV comienzan a separarse del tronco de la filosofía las ciencias particulares o ciencias de la Naturaleza.

CONCEPTO: Representación intelectual (abstracta) de un objeto. Acto o producto de la concepción intelectual o intelección. Se llama también universal, y, en su sentido objetivo, idea. La filosofía medieval se desarrolló en gran parte en torno al llamado "problema o cuestión de los universales". Se trataba en él de qué genero de realidad poseen los géneros y las especies (los universales) -el hombre, el oro-: si una realidad extramental (realismo absoluto) o sólo mental (conceptualismo), o si se trata de meras palabras (nominalismo).

CREACIONISMO: Teoría que supone el origen del mundo (y del alma humana especialmente) en el acto creador de Dios (vid. CREACION).

 D

DARWINISMO: Teoría de la evolución biológica propuesta por Darwin (vid. TRANSFORMISMO).

DEDUCCION (lat. deductio): Nexo lógico por el que una conclusión resulta de la comparación de dos o más premisas. La deducción procede de lo universal a lo particular o menos general. Su expresión se llama SILOGISMO (vid ).

DIALECTICA (lat. dialectica): En el sentido que le otorgaban Platón y Aristóteles, es el arte de la discusión o búsqueda de la verdad en el diálogo a través de diversas divisiones y precisiones conceptuales. Para los estoicos, la dialéctica se identificaba con la lógica, distinguiéndose de la retórica, que es el arte de hacer bello el discurso. Para

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Hegel y su escuela, dialéctica es la síntesis de los opuestos o el ritmo del pensamiento en su marcha constante (y creadora) a través de la tesis, la antítesis y la síntesis.

DOGMATISMO: Tendencia a apoyar en dogmas el razonamiento o a extender el dominio del orden dogmático.

 E

ECLECTICISMO: Condición de un sistema filosófico que se forma de aspectos diversos de otros sistemas, sin lograr

con ellos una armonización coherente u original.

EMPIRISMO: Escuela filosófica que no admite otro criterio de verdad que la experiencia sensible. Rechaza la suposición de ideas innatas, y también la intelección como penetración en las cosas sensibles hasta obtener de ellas su concepto o esencia. Reduce así los conceptos, de forma parecida al

ENTELEQUIA: Término que empleó Aristóteles para designar la perfección o realización plena de las potencialidades de un ser, o la expresión completa de su forma.

EPISTEMOLOGIA: Parte de la filosofía que estudia el conocimiento en los fundamentos de su verdad. Es decir, los criterios por los que podemos admitir la objetividad de los fenómenos cognoscitivos.

ESCEPTICISMO: Teoría que desespera en la búsqueda de un criterio de verdad y afirma la imposibilidad de la certeza. Los escépticos antiguos recomendaban, en consecuencia. La epojé o SUSPENSION DE JUICIO (vid.).

ESTOICISMO: Escuela de tendencia moral fundada por Zenón de Citio en el siglo III a. J. C. Su nombre procede de la puerta (stoa) de la ciudad donde se reunía con sus discípulos.

 F

FACTIBLE: Lo que puede hacerse en el campo de las cosas materiales. Aristóteles dividía el saber práctico en saber

de lo AGIBLE (vid.) y de lo factible (artes liberales y mecánicas).

FACTICO: Condición de existente o de ser "de hecho" (de facto), a diferencia de los entes de razón, los meramente posibles o los en potencia.

FALACIA (lat. fallacia): Falsedad. Sofisma o razonamiento falso presentado con apariencia de verdadero, engañoso por lo tanto.

FATALISMO: Actitud humana o doctrina que sostiene la creencia en la FATALIDAD (vid.).

FILOSOFIA: Etimológicamente, amor a la sabiduría. Originariamente, sinónimo de ciencia (conocimiento por causas). En su sentido actual puede definirse como "saber de la totalidad de las cosas por sus causas últimas adquirido a la luz de la razón".

G

GNOSTICISMO: Teoría filosófico-religiosa de la época helenística que suponía a la gnosis o razón una superioridad

sobre la fe (o pistis), de modo tal, que el contenido de ésta sería sólo una popularización de ese saber más alto, fruto

de la gnosis.

 H

HECHO: Cuanto acontece o sucede en la Naturaleza.

HEDONISMO: Teoría moral que constituye al placer (hedoné) en bien último o supremo fin de la vida humana. Se dice también de la tendencia a buscar el placer.

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HERMENEUTICA: Técnica de interpretación. Sistema interpretativo.

HEURISTICA: Arte o técnica de la búsqueda o investigación. Método heurístico, por oposición al didáctico o de enseñanza.

HOLISMO: Teoría inversa del mecanicismo, que supone a los procesos físico-químicos como dependientes o derivados de los biológicos.

  I

IDEALISMO: En sentido gnoseológico: la teoría que afirma que todo lo real es ideal o puro pensamiento (fenómeno

psíquico). Según Berkeley, esse está percipi (ser es "ser percibido"). Hay un idealismo psicológico (individual) y otro

lógico (referente a las condiciones generales del pensar). En otro sentido, se llama idealista a quien se mueve por

grandes ideas o fines desinteresados.

IDEOLOGIA: Sistema de ideas o conjunto coherente de ellas.

INDUCCION (lat. inductio): Razonamiento o procedimiento científico que de lo particular o menos general conduce a lo universal, según definición de Aristóteles. Por partir de lo más inmediato sensible, la inducción es previa a la DEDUCCION (vid.), procedimiento inverso. Cabe distinguir la inducción completa, que parte de la anunciación de todos los casos que abarcará la conclusión, y la incompleta, que se apoya solamente en algunos, metódicamente seleccionados.

INNATISMO: Teoría que supone en el espíritu humano ideas o conocimientos prácticos que nacen con el mismo.

INTELECTUALISMO: Teoría aristotólico-escolástica sobre la captación de universales o conceptos, según la cual se realiza por una especie de penetración en el objeto sensible mediante la ABSTRACCION (vid.).

  J

JUICIO: En su sentido lógico: forma del pensamiento por la que un concepto es atribuido (afirmado o negado) de un

sujeto. En sentido psicológico: facultad de juzgar. En un sentido moral: rectitud o prudencia en el juzgar (tener juicio

o ser juicioso).

 L

LENGUAJE: Conjunto, sistema (o el uso) de signos de expresión intersubjetiva. Puede ser oral, escrito, mímico,

etcétera.

LIBIDO: En lenguaje freudiano, tendencia sexual.

LOGICA: Ciencia del pensamiento en sí mismo considerado, en sus formas y en sus leyes. Aristóteles le dio el nombre de Organon por considerarla instrumento previo a todo saber. La moderna lógica matemática aspira, mediante una formalización del pensamiento, a un metalenguaje universal.

 M

MAQUIAVELISMO: Doctrina de N. Maquiavelo, según la cual el orden político es independiente del moral, y el

político no se encuentra sometido a las leyes éticas ni coartado por ellas en su acción.

MARXISMO: Teoría económica, política y filosófica de K. Marx que aplica la dialéctica hegeliana a un materialismo económico. Fundamento teórico del régimen socialista extremo o comunismo.

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MATERIALISMO: Teoría que atribuye sólo causalidad a la materia, o que cons1dera a ésta como la sustancia única de todo cuanto es. Es notorio en la modernidad el materialismo histórico o dialéctico, que es la filosofía del MARXISMO (vid.).

METODO (lat. methodus): Etimológicamente, "camino hacia". Todo sistema o técnica para la investigación de lo que es o del hacer. Se divide en deductivo e inductivo, y también en heurístico y didáctico. Descartes comenzó su replanteamiento de la filosofía estableciendo el método de la "duda universal metódica".

METODOLOGIA: Parte de la lógica que estudia los métodos (y sus formas lógicas especiales) para la investigación.

MITO: En un sentido vulgar, mentira (de aquí, mitomanía: tendencia a mentir u ocultar la verdad). Histórica y filosóficamente, un saber (o expresión del mismo), en forma predominantemente plástica o imaginativa, con un sentido metafórico de inspiración generalmente religiosa. Saber del primitivo.

 N

NIHILISMO: Término que se aplica a algunas teorías para indicar que sus consecuencias, directamente o por

"reducción al absurdo", conducen a la negación de la realidad o a su no inteligibilidad (ej.: "el fenomenismo de Hume

esuna forma de nihilismo").

 O

OBJETIVIDAD: Condición de lo que es objeto, como opuesto a lo subjetivo (vid. SUBJETIVIDAD). Se dice también

de la intención de ver o expresar la realidad tal como es.

OBJETO (lat. objectum): El término de una acción u operación, sea práctica, lógica o gramatical.

  P

POSITIVISMO: Teoría fundada por A. Comte, según la cual el único saber posible es el de las ciencias

experimentales o físico-matemáticas (por él llamadas positivas), con exclusión de la metafisica y la teología.

PRAGMATISMO: Sistema filosófico que establece como criterio de verdad la utilidad en orden a la acción (pragma). Cosas o proposiciones son verdaderas en la medida en que sirven o muestran su eficacia práctica.

PRAXIS: Término de origen marxista con que se alude a la acción, connotando su superioridad sobre la especulación o el conocimiento puro. Reacción del hombre a las condiciones materiales de la existencia, determinante de toda superestructura teórica.

 R

RACIONALISMO: Tendencia a creer racional la esencia o estructura de todo lo real, o a la razón el instrumento

adecuado para penetrar toda realidad. Hay que distinguir un racionalismo antiguo (grecolatino) que destaca

simplemente la inteligibilidad de las leyes naturales contra el irracionalismo mítico, y un racionalismo moderno que

pretende reducir la existencialidad y la contingencia del mundo a la necesidad racional.

RAZON (lat. ratio): Facultad distintiva del hombre (animal racional) que le permite llegar a la esencia o verdad de las cosas a partir de la intelección y por medios discursivos. Dícese también razón a la prueba o demostración de algo.

S

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SABIDURIA (lat. sapientia): Conocimiento de las cosas que produce en el sujeto un recto y ponderado juicio para la

dirección de la vida (vid. PRUDENCIA). En el ideal del sabio se cifra el objetivo de algunos sistemas morales, como

el estoicismo y el epicureismo.

SER (lat. ens): Aquello que todos los seres, existentes o posibles, tienen en común, y a lo que compete existir de alguna manera "Id cui competit esse". Es el objeto de la Ontología general o ciencia del ser en cuanto tal, y del tercer grado de ABSTRACCION (vid.) o abstracción metafísica.

SILOGISMO (lat. syllogismus): Expresión del razonamiento deductivo categórico. Aristóteles hizo de su estudio la parte principal de su lógica.

SOFISTICA: Movimiento filosófico-social surgido en Atenas en el siglo IV a. J. C. Los sofistas eran originariamente maestros de retórica con fines jurídicos o de abogacia. Derivaron a un relativismo o escepticismo según el cual la verdad o la justicia de una causa dependía de la habilidad de quien la defendiera. Sócrates fue el principal adversario de la sofística por cuanto ésta negaba la verdad objetiva.

SUSTANCIAL: Lo que constituye y connota la sustancia. Lo importante en una cuestión.

  T

TAUTOLOGIA: Definición inútil o viciosa por incluir el término definido, o demostración que se apoya en lo que ha

de demostrarse.

TEOLOGIA (lat. theologia): Ciencia o tratado de Dios. Se distingue la teología revelada, que parte de los

 U

UTOPIA: Lo que está fuera del espacio, o, por su carácter imaginario, no se refiere a ningún sitio concreto (vid.

UCRONIA).

 V

VERDAD (lat. veritas): En su sentido primario, condición del juicio (o de la proposición) por la cual expresa lo que

realmente es (adecuación del pensamiento con la cosa). En sentido ontológico, se dice que la verdad es un

TRASCENDENTAL (vid.) puesto que cuanto tiene ser es verdadero al ser manifestable a un entendimiento que

rectamente lo conozca (eminentemente al de Dios). Es, en definitiva, la cognoscibilidad de todo cuanto es. A la verdad

en el primer sentido se opone el error; a la ontológica, la nada.

 

III BIBLIOGRAFIA

ABBAGNANO, W “Historia de la filosofía”. Edit. Montaner y Simon. Barcelona. 1984. (109-A-11)

ABUGATTAS,Juan BALLÓN, C

“Filosofía y Sociedad”. IPA- Instituto de Pastoral Andino. Cuzco. Perú. Lima 1995.

AFANASIEV, Víctor “Manual de Filosofía” Edic. Estudio. Buenos Aires, 1997

FERRATER MORA José

“Diccionario de Filosofía”. Alianza Editorial. Madrid 1999

GARDER Jostein “El Mundo de Sofía” Ediciones Ciruela. Madrid 1994 (Novela dirigida a público juvenil)

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IV AUTOEVALUACION PARA LA UNIDAD

Explique los principales ideas del:a. Empirismob. Racionalismoc. Idealismod. Marxismoe. Positivismof. Pragmatismog. Existencialismoh. Fenomenología

Adjunto, resumen de lectura “LA APOLOGÍA DE SOCRATES” de Platón

APOLOGIA DE SOCRATESPLATON

PRIMERA PARTE

¡Ciudadanos atenienses! Ignoro qué impresión habrán despertado en vosotros las palabras de mis acusadores. Han hablado de forma tan seductora que, al escucharlas, casi han conseguido deslumbrarme a mí mismo.

Cualidades de orador

Sin embargo, quiero demostraros que no han dicho ninguna cosa que se ajuste a la realidad. Aunque de todas las falsedades que han urdido, hay una que me deja lleno de asombro: la que dice que tenéis que precaveros de mí y no dejaros embaucar, porque soy una persona muy hábil en el arte de hablar.

Y ni siquiera la vergüenza les ha hecho enrojecer ante la sospecha de que les voy a desenmascarar con hechos y no con unas simples palabras. A no ser que ellos consideren orador habilidoso al que sólo dice y se apoya en la verdad. Si es eso lo que quieren decir, gustosamente he de reconocer que soy orador, pero jamás en el sentido y en la manera usual entre ellos. Aunque vuelvo a insistir en que poco, por no decir nada, han dicho que sea verdad.

Y, ¡por Zeus!, que no les seguiré el juego compitiendo con frases redondeadas ni con bellos discursos bien estructurados, como es propio de los de su calaña, sino que voy a limitarme a decir llanamente lo primero que se me ocurra, sin rebuscar mis palabras, como si de una improvisación se tratara, porque estoy tan seguro de la verdad de lo que digo, que tengo bastante con decir lo justo, de la manera que sea. Por eso, que nadie de los aquí presentes espere de mí, hoy, otra cosa. Porque, además, a la edad que tengo sería ridículo que pretendiera presentarme ante

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vosotros con rebuscados parlamentos, propios más bien de los jovenzuelos con ilusas aspiraciones de medrar.

Estilo del alegato

Tras este preámbulo, debo haceros, y muy en serio, una petición. Y es la de que no me exijáis que use en mi defensa un tono y estilo diferente del que uso en el ágora, curioseando las mesas de los cambistas o en cualquier sitio donde muchos de vosotros me habéis oído. Si estáis advertidos, después no alborotéis por ello.

Pues ésta es mi situación: hoy es la primera vez que en mi larga vida comparezco ante un tribunal de tanta categoría como éste. Así que -y lo digo sin rodeos- soy un extraño a los usos de hablar que aquí se estilan. Y si en realidad fuera uno de los tantos extranjeros que residen en Atenas, me consentiríais, e incluso excusaríais el que hablara con la expresión y acento propios de donde me hubiera criado.

Por eso, debo rogaros, aunque creo tener el derecho a exigirlo, que no os fijéis ni os importen mis maneras de hablar y de expresarme (que no dudo de que las habrá mejores y peores) y que, por el contrario, pongáis atención exclusivamente en si digo cosas justas o no. Pues, en esto, en el juzgar, consiste la misión del juez, y en el decir la verdad, la del orador.

Así, pues, lo correcto será que pase a defenderme.

En primer lugar, de las primeras acusaciones propaladas contra mí por mis antiguos acusadores; después pasaré a contestar las más recientes.

 Las Primeras acusaciones

Todos sabéis que, tiempo ha, surgieron detractores míos que nunca dijeron nada cierto, y es a éstos a los que más temo, incluso más que al propio Anitos y a los de su comparsa, aunque también ésos sean de cuidado. Pero lo son más, atenienses, los que tomándoos a muchos de vosotros desde niños os persuadían y me acusaban mentirosamente diciendo que hay un tal Sócrates, sabio, que se ocupa de las cosas celestes, que investiga todo lo que hay bajo la tierra y que hace más fuerte el argumento más débil. Éstos, son, de entre mis acusadores, a los que más temo, por la mala fama que me han creado y porque los que les han oído están convencidos de que quienes investigan tales asuntos tampoco creían que existan dioses. Y habría de añadir que estos acusadores son muy numerosos y que me están acusando desde hace muchos años, con la agravante de que se dirigieron a vosotros cuando erais niños o adolescentes y, por ello, más fácilmente manipulables, iniciando un auténtico proceso contra mí, aprovechándose de que ni yo, ni nadie de los que hubieran podido defenderme, estaban presentes.

Los acusadores anónimos

Y lo más desconcertante es que ni siquiera dieron la cara, por lo que es imposible conocer todos sus nombres, a excepción de cierto autor de comedias. Ésos, pues, movidos por envidias y jugando sucio, trataron de convenceros para, que una vez convencidos, fuerais persuadiendo a otros. Son, indiscutiblemente, difíciles de desenmascarar, pues ni siquiera es posible hacerles subir a este estrado para que den la cara y puedan ser interrogados, por lo que me veo obligado, como vulgarmente se dice, a batirme contra las sombras y a refutar sus argumentos sin que nadie me replique.

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Convenid, pues, conmigo, que dos son los tipos de acusadores con los que debo enfrentarme: unos, los más antiguos, y otros, los que me han acusado recientemente. Por ello, permitidme que empiece por desembarazarme primero de los más antiguos, pues fueron sus acusaciones las que llegaron antes a vuestro conocimiento y durante mucho más tiempo que las recientes.

Aclarado esto, es preciso que pase a iniciar mi defensa para intentar extirpar de vuestras mentes esa difamación que durante tanto tiempo os han alimentado, y debo hacerlo en tan poco tiempo como se me ha concedido. Esto es lo que pretendo con mi defensa, confiado en que redunde en beneficio mío y en el vuestro, pero no se me escapa la dificultad de la tarea. Sin embargo, que la causa tome los derroteros que sean gratos a los dioses. Lo mío es obedecer a la ley y abogar por mi causa.

Remontémonos, pues, desde el principio para ver qué acusación dio origen a esta mala fama de que gozo y que ha dado pie a Meletos para iniciar este proceso contra mí.

El origen de la mala fama

Imaginémonos que se tratara de una acusación formal y pública y oímos recitarla delante del tribunal: "Sócrates es culpable porque se mete donde no le importa, investigando en los cielos y bajo la tierra. Practica hacer fuerte el argumento más débil e induce a muchos otros para que actúen como él".

Algo parecido encontraréis en la comedia de Aristófanes, donde un tal Sócrates se pasea por la escena, vanagloriándose de que flotaba por los aires, soltando mil tonterías sobre asuntos de los que yo no entiendo ni poco ni nada. Y no digo eso con ánimo de menosprecio, no sea que entre los presentes haya algún aficionado hacia tales materias y lo aproveche Meletos para entablar nuevo proceso contra mí, por tan grave crimen.

La verdad es, oh, atenienses, que no tengo nada que ver con tales cuestiones. Y reto a la inmensa mayoría para que recordéis si en mis conversaciones me habéis oído discutir o examinar sobre tales asuntos; incluso, que os informéis los unos de los otros, entre todos los que me hayan oído alguna vez, y publiquéis vuestras averiguaciones. Y así podréis comprobar que el resto de las acusaciones que sobre mí se han propalado son de la misma calaña.

Referencia a los sofistas

Pero nada de cierto hay en todo esto, ni tampoco si os han contado que yo soy de los que intentan educar a las gentes y que cobran por ello; también puedo probar que esto no es verdad. Y no es que no encuentre hermoso el que alguien sepa dar lecciones a los otros, si lo hacen como Gorgias de Leontinos o Pródicos de Ceos o Hipias de Hélide, que van de ciudad en ciudad, fascinando a la mayoría de los jóvenes y a muchos otros ciudadanos, que podrían escoger libremente y gratis la compañía de muchos otros ciudadanos y que, sin embargo, prefieren abandonarles para escogerles a ellos para recibir sus lecciones, por las que deben pagar y, aun más, quedarles agradecidos.

Y me han contado que corre por ahí uno de esos sabios, natural de Paros, que precisamente ahora está en nuestra ciudad. Coincidió que me encontré con el hombre que más dinero se ha gastado con estos sofistas, incluso mucho más él solo que todos los demás juntos.

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A éste - que tiene dos hijos, como sabéis - le pregunté:

-Calias, si en lugar de estar preocupado por dos hijos, lo estuvieras por el amaestramiento de dos potrillos o dos novillos, nos sería fácil, mediante un jornal, encontrar un buen cuidador: éste debería hacerlos aptos y hermosos, según posibilitara su naturaleza, y seguro que escogerías al más experto conocedor de caballos o a un buen labrador. Pero, puesto que son hombres, ¿a quién has pensado confiarlos? ¿Quién es el experto en educación de las aptitudes propias del hombre y del ciudadano? Pues me supongo que lo tienes todo bien estudiado, por amor de esos dos hijos que tienes. ¿Hay alguien preparado para tal menester?

- Claro que lo hay - respondió.

- ¿Quién?, ¿y de dónde?, ¿y cuánto cobra? -le acosé.

- ¡Oh, Sócrates! Se llama Evenos, es de Paros y cobra cinco minas.

Y me pareció que este tal Evenos puede sentirse feliz, si de verdad posee este arte y enseña de forma tan convincente. Pues si yo poseyera este don, me satisfaría y orgullosamente lo proclamaría. Pero, en realidad, no entiendo nada sobre eso.

Acaso ante eso alguno de vosotros me interpele: "Pero entonces, Sócrates, ¿cuál es tu auténtica profesión? ¿De dónde han surgido estas habladurías sobre ti? Porque si no te dedicaras a nada que se salga de lo corriente, sin meterte en lo que no te concierne, no se habría originado esta pésima reputación y tan contradictorias versiones sobre tu conducta. Explícate de una vez, para que no tengamos que darnos nuestra propia versión".

Esto sí me parece razonable y sensato, y por ser cuerdo, voy a contestarlo, para dejar bien claro de dónde han surgido esas imposturas que me han hecho acreedor de una notoriedad tan molesta.

La sabiduría de Sócrates es simplemente humana

Escuchadlo. Quizá alguno se crea que me lo tomo a guasa; sin embargo, estad seguros de que sólo os voy a decir la verdad. Yo he alcanzado este popular renombre por una cierta clase de sabiduría que poseo. ¿De qué sabiduría se trata? Ciertamente, de una sabiduría propia de los humanos. Y en ella es posible que yo sea sabio, mientras que, por el contrario, aquellos a los que acabo de aludir quizá también sean sabios, pero en relación a una sabiduría que quizá sea extrahumana, o no sé con qué nombre calificarla. Hablo así porque yo, desde luego, ésa no la poseo ni sé nada de ella, y el que propale lo contrario o miente o lo dice para denigrarme.

El testimonio del dios de Delfos

Atenienses, no arméis barullo porque parezca que me estoy dando autobombo. No voy a contaros valoraciones sobre mí mismo, sino que os voy a remitir a las palabras de alguien que merece vuestra total confianza y que versan precisamente sobre mi sabiduría, si es que poseo alguna, y cuál sea su índole. Os voy a presentar el testimonio del propio dios de Delfos. Conocéis sin duda a Querefonte, amigo mío desde la juventud, compañero de muchos de los presentes, hombre democrático. Con vosotros compartió el destierro y con vosotros regresó. Bien conocéis con qué entusiasmo y tozudez emprendía sus empresas.

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Pues bien, en una ocasión, mirad a lo que se atrevió: fue a Delfos a hacer una especial consulta al oráculo, y os vuelvo a pedir calma, ¡oh, atenienses! y que no me alborotéis. Le preguntó al oráculo si había en el mundo alguien más sabio que yo. Y la pitonisa respondió que no había otro superior. Toda esta historia la puede avalar el hermano de Querefonte, aquí presente, pues sabéis que él ya murió.

Veamos con qué propósito os traigo a relación estos hechos: mostraros de dónde arrancan las calumnias que han caído sobre mí.

Cuando fui conocedor de esta opinión del oráculo sobre mí, empecé a reflexionar: ¿Qué quiere decir realmente el dios? ¿Qué significa este enigma? Porque yo sé muy bien que sabio no soy. ¿A qué viene, pues, el proclamar que lo soy? Y que él no miente, no sólo es cierto, sino que incluso ni las leyes del cielo se lo permitirían.

La ignorancia de los políticos

Durante mucho tiempo me preocupé por saber cuáles eran sus intenciones y qué quería decir en verdad. Más tarde y con mucho desagrado me dediqué a descifrarlo de la siguiente manera. Anduve mucho tiempo pensativo y al fin entré en casa de uno de nuestros conciudadanos que todos tenemos por sabio, convencido de que éste era el mejor lugar para dejar esclarecido el vaticinio, pues pensé: "Éste es más sabio que yo y tú decías que yo lo era más que todos".

No me exijáis que diga su nombre; baste con decir que se trataba de un renombrado político. Y al examinarlo, ved ahí lo que experimenté: tuve la primera impresión de que parecía mucho más sabio que otros y que, sobre todo, él se lo tenía creído, pero que en realidad no lo era. Intenté hacerle ver que no poseía la sabiduría que él presumía tener. Con ello, no sólo me gané su inquina, sino también la de sus amigos.

Y partí, diciéndome para mis cabales: ninguno de los dos sabemos nada, pero yo soy el más sabio, porque yo, por lo menos, lo reconozco. Así que pienso que en este pequeño punto, justamente, sí que soy mucho más sabio que él: que lo que no sé, tampoco presumo de saberlo.

Y de allí pase a saludar a otro de los que gozaban aún de mayor fama que el anterior y llegué a la misma conclusión. Y también me malquisté con él y con sus conocidos.

Pero no desistí. Fui entrevistando uno tras otro, consciente de que sólo me acarrearía nuevas enemistades, pero me sentía obligado a llegar hasta el fondo para no dejar sin esclarecer el mensaje del dios. Debía llamar a todas las puertas de los que se llamaban sabios con tal de descifrar las incógnitas del oráculo.

Y ¡voto al perro! -y juro porque estoy empezando a sacar a la luz la verdad- que ésta fue la única conclusión: los que eran reputados o se consideraban a sí mismos como los más sabios, fue a los encontré más carentes de sabiduría, mientras que otros que pasaban por inferiores, los superaban.

Permitid que os relate cómo fue aquella mi peregrinación, que, cual emulación de los trabajos de Hércules, llevé a cabo para asegurarme de que el oráculo era irrefutable.

La ignorancia de los poetas

Tras los políticos, acosé a los poetas; me entrevisté con todos: con lo que escriben poemas, con los que componen ditirambos o practican cualquier género literario, con

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la persuasión de que aquí sí me encontraría totalmente superado por ser yo muchísimo más ignorante que uno cualquiera de ellos. Así, pues, escogiendo las que me parecieron sus mejores obras, les iba preguntando qué querían decir. Intentaba descifrar el oráculo y, al mismo tiempo, ir aprendiendo algo de ellos.

Pues sí, ciudadanos, me da vergüenza deciros la verdad, pero hay que decirla: cualquiera de los allí presentes se hubiera explicado mucho mejor sobre ellos que sus mismos autores. Pues pronto descubrí que la obra de los poetas no es fruto de la sabiduría, sino de ciertas dotes naturales, y que escriben bajo inspiración, como les pasa a los profetas y adivinos, que pronuncian frases inteligentes y bellas, pero nada es fruto de su inteligencia y muchas veces lanzan mensajes sin darse cuenta de lo que están diciendo. Algo parecido opino que ocurre en el espíritu de los poetas. Sin embargo, me percaté de que los poetas, a causa de este don de las musas, se creen los más sabios de los hombres y no sólo en estas cosas, sino en todas las demás, pero que, en realidad, no lo eran.

Y me alejé de allí, convencido de que también estaba por encima de ellos, lo mismo que ya antes había superado a los políticos.

La ignorancia de los artesanos

Para terminar, me fui en busca de los artesanos, plenamente convencido de que yo no sabía nada y que en éstos encontraría muchos y útiles conocimientos. Y ciertamente que no me equivoqué: ellos entendían en cosas que yo desconocía, por tanto, en este aspecto, eran mucho más expertos que yo, sin duda.

Pero pronto descubrí que los artesanos adolecían del mismo defecto que los poetas: por el hecho de que dominaban bien una técnica y realizaban bien un oficio, cada uno de ellos se creía entendido no sólo en esto, sino en el resto de las profesiones, aunque se tratara de cosas muy complicadas. Y esta petulancia, en mi opinión, echaba a perder todo lo que sabían.

Estaba hecho un lío, porque intentando interpretar el oráculo, me preguntaba a mí mismo si debía juzgarme tal como me veía - ni sabio de su sabiduría, ni ignorante de su ignorancia - o tener las dos cosas que ellos poseían.

Y me respondí a mí mismo y al oráculo, que me salía mucho más a cuenta permanecer tal cual soy.

La verdad del oráculo

En fin, oh atenienses, como resultado de esta encuesta, por un lado, me he granjeado muchos enemigos y odios profundos y enconados como los haya, que han sido causa de esta aureola de sabio con que me han adornado y que han encendido tantas calumnias. En efecto, quienes asisten accidentalmente a alguna de mis tertulias se imaginan quizá que yo presumo de ser sabio en aquellas cuestiones en que someto a examen a los otros, pero, en realidad, sólo el dios es sabio, y lo que quiere decir el oráculo es sólo que la sabiduría humana poco o nada vale ante su sabiduría. Y si me ha puesto a mí como modelo es porque se ha servido de mi nombre como para poner un ejemplo, como si dijera: Entre vosotros es el más sabio, ¡oh hombres!, aquél que como Sócrates ha caído en la cuenta de que en verdad su sabiduría no es nada.

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Por eso, sencillamente, voy de acá para allá, investigando en todos los que me parecen sabios, siguiendo la indicación del dios, para ver si encuentro una satisfacción a su enigma, ya sean ciudadanos atenienses o extranjeros. Y cuando descubro que no lo son, contribuyo con ello a ser instrumento del dios.

Ocupado en tal menester, da la impresión de que me he dedicado a vagar y que he dilapidado mi tiempo, descuidando los asuntos de la ciudad, e incluso los de mi familia, viviendo en la más absoluta pobreza por preferir ocuparme del dios.

Los discípulos

Por otra parte, ha surgido un grupo de jóvenes que me siguen espontáneamente, porque disponen de más tiempo libre, por preceder de familias acomodadas, disfrutando al ver cómo someto a interrogatorios a mis interlocutores, y que en más de una ocasión se han puesto ellos mismos a imitarme examinando a las gentes. Y es cierto que han encontrado a un buen grupo de personas que se pavonean de saber mucho pero que, en realidad, poco o nada saben. Y en consecuencia, los ciudadanos examinados y desembaucados por éstos se encoraginan contra mí - y no contra sí mismos, que sería lo más lógico -, y de aquí nace el rumor de que corre por ahí un cierto personaje llamado Sócrates, de lo más siniestro y malvado, corruptor de la juventud de nuestra ciudad.

Cuando alguien les pregunta qué enseño en realidad, no saben qué responder, pero para no hacer el ridículo echan mano de los tópicos sobre los nuevos filósofos: "que investigan lo que hay sobre el cielo y bajo la tierra, que no creen en los dioses y que saben hostigar para hacer más fuerte los argumentos más débiles". Todo ello, antes que decir la verdad, que es una y muy clara: que tienen un barniz de saber, pero que en realidad no saben nada de nada. Y como, en mi opinión, son gente susceptible y quisquillosa, amén de numerosa, que cuando hablan de mí se apasionan y acaloran, os tienen los oídos llenos de calumnias graves - durante largo tiempo alimentadas.

El origen de las denuncias

De entre éstos es de donde han surgido Meletos y sus cómplices, Anitos y Licón. Meletos, en representación de los resentidos poetas; Anitos, en defensa de los artesanos y políticos, y Licón, en pro de los oradores.

Así, pues, me maravillaría -como ya dije antes- de que en el poco tiempo que se me otorga para mi defensa fuera capaz de desvanecer calumnias tan bien arraigadas.

Ésta es, oh atenienses, la pura verdad de lo sucedido, y os he hablado sin ocultar ni disimular nada, sea importante o no. Sin embargo, estoy seguro que con ello me estoy granjeando nuevas enemistades; la calumnia me persigue y éstas son sus causas. Y si ahora, o en otra ocasión, queréis indagarlo, los hechos os confirmarán que es así.

Por lo que hace referencia a las acusaciones aducidas por mis primeros detractores, con lo dicho basta para mi defensa ante vosotros.

 

El Interrogatorio a Meletos

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Ahora, pues, toca defenderme de Meletos, el honrado y entusiasta patriota Meletos, según el mismo se confiesa, y con él, del resto de mis recientes acusadores.

La acusación de corrupción

Veamos cuál es la acusación jurada de éstos - y ya es la segunda vez que nos la encontramos- y démosle un texto, como a la primera. El acta diría así: "Sócrates es culpable de corromper a la juventud, de no reconocer a los dioses de la ciudad y, por el contrario, sostiene extrañas creencias y nuevas divinidades".

La acusación es ésta. Pasemos, pues, a examinar cada uno de los cargos.

Se me acusa, primeramente, de que corrompo la juventud.

Yo afirmo, por el contrario, que el que delinque es el propio Meletos, al actuar tan a la ligera en asuntos tan graves como es convertir en reos a ciudadanos honrados; abriendo un proceso so capa de hombre de pro y simulando estar preocupado por problemas que jamás le han preocupado. Y que esto sea así, voy a intentar hacéroslo ver.

¿Quién hace mejores a los hombres?

Acércate, Meletos, y respóndeme: ¿No es verdad que es de suma importancia para ti el que los jóvenes lleguen a ser lo mejor posible?

-Ciertamente.

-Ea, pues, y de una vez: explica a los jueces, aquí presentes, quién es el que los hace mejores. Porque es evidente que tú lo sabes, ya que dices tratarse de un asunto que te preocupa. Y, además, presumes de haber descubierto al hombre que los ha corrompido, que, según dices, soy yo, haciéndome comparecer ante un tribunal para acusarme. Vamos, pues, diles de una vez quién es el que los hace mejores. Veo, Meletos, que sigues callado y no sabes qué decir. ¿No es esto vergonzoso y una prueba suficiente de que a ti jamás te han inquietado estos problemas? Pero vamos, hombre, dinos de una vez quién los hace mejores o peores.

-Las leyes.

-Pero, si no es eso lo que te pregunto, amigo mío, sino cuál es el hombre, sea quien sea, pues se da por supuesto que las leyes ya se conocen.

-Ah sí, Sócrates, ya lo tengo. Ésos son los jueces.

-¿He oído bien, Meletos? ¿Qué quieres decir? ¿Que estos hombres son capaces de educar a los jóvenes y hacerlos mejores?

-Ni más ni menos.

-¿Y cómo? ¿Todos? ¿O unos sí y otros no?

-Todos, sin excepción.

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-¡Por Hera!, que te expresas de maravilla. ¡Qué grande es el número de los benefactores, que según tú sirven para este menester...! Y el público aquí asistente, ¿también hace mejores o peores a nuestros jóvenes?

-También.

-¿Y los miembros del Consejo?

-Ésos también.

-Veamos, aclárame una cosa: ¿serán entonces, Meletos, los que se reúnen en asamblea, los asambleístas, los que corrompen a los jóvenes? ¿O también ellos, en su totalidad, los hacen mejores?

-Es evidente que sí.

-Parece, pues, evidente que todos los atenienses contribuyen a hacer mejores a nuestros jóvenes. Bueno; todos, menos uno, que soy yo, el único que corrompe a nuestra juventud. ¿Es eso lo que quieres decir?

-Sin lugar a dudas.

-Grave es mi desdicha, si ésa es la verdad. ¿Crees que sería lo mismo si se tratara de domar caballos y que todo el mundo, menos uno, fuera capaz de domesticarlos y que uno sólo fuera capaz de echarlos a perder? O, más bien, ¿no es todo lo contrario? ¿Que uno sólo es capaz de mejorarlos, o muy pocos, y que la mayoría, en cuanto los montan, pronto los envician? ¿No funciona así, Meletos, en los caballos y en el resto de los animales? Sin ninguna duda, estéis o no estéis de acuerdo, Anitos y tú. ¡Qué buena suerte la de los jóvenes si sólo uno pudiera corromperlos y el resto ayudarles a ser mejores! Pero la realidad es muy otra. Y se ve demasiado que jamás te han preocupado tales cuestiones y que son otras las que han motivado que me hicieras comparecer ante este Tribunal. Pero, ¡por Zeus!, dinos todavía: ¿qué vale más, vivir entre ciudadanos honrados o entre malvados? Ea, hombre, responde, que tampoco te pregunto nada del otro mundo. ¿Verdad que los malvados son una amenaza y que pueden acarrear algún mal, hoy o mañana, a los que conviven con ellos?

-Sin lugar a duda.

-¿Existe algún hombre que prefiera ser perjudicado por sus vecinos, o todos prefieren ser favorecidos? Sigue respondiendo, honrado Meletos, porque, además, la ley te exige que contestes: ¿hay alguien que prefiera ser dañado?

-No, desde luego.

El daño hecho ¿fue voluntario o involuntario?

-Veamos pues: me has traído hasta aquí con la acusación de que corrompo a los jóvenes y de que los hago peores. Y esto, ¿ lo hago voluntaria o involuntariamente?

-Muy a sabiendas de lo que haces, sin lugar a duda.

-Y tú, Meletos, que aún eres tan joven, ¿me superas en experiencia y sabiduría hasta el punto de haberte dado cuenta de que los malvados producen siempre algún perjuicio a las personas que tratan, y los buenos, algún bien? ¿Y me consideras en tal

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grado de ignorancia, que no sepa si convierto en malvado a alguien de los que trato diariamente, corriendo el riesgo de recibir a la par algún mal de su parte, y que incluso haga este daño tan grande de forma intencionada?

Esto, Meletos, a mí no me lo haces creer y no creo que encuentres quien se lo trague: yo no soy el que corrompe a los jóvenes y, en caso de serlo, sería involuntariamente y, por tanto, en ambos casos, te equivocas o mientes.

Y si se probara que yo los corrompo, desde luego tendría que concederse que lo hago de manera involuntaria. Y en este caso, la ley ordena advertir al presunto autor en privado, instruirle y amonestarle, y no, de buenas a primeras, llevarle directamente al Tribunal. Pues es evidente, que una vez advertido y entrado en razón, dejaría de hacer aquello que inconscientemente dicen que estaba haciendo... Pero tú has rehuido siempre el encontrarte conmigo, aunque fuera sólo para conversar o para corregirme, y has optado por traerme directamente aquí, que es donde debe traerse a quienes merecen un castigo y no a los que te agradecerían una corrección. Es evidente, Meletos, que no te han importado ni mucho ni poco estos problemas que dices te preocupan.

¿Existen los dioses?

Aclaremos algo más: explícanos cómo corrompo a los jóvenes. ¿No es -si seguimos el acta de la denuncia- enseñando a no honrar a los dioses que la ciudad venera y sustituyéndolos por otras divinidades nuevas? ¿Será, por esto, por lo que los corrompo?

-Precisamente eso es lo que afirmo.

-Entonces, y por esos mismos dioses de los que estamos hablando, explícate con claridad ante esos jueces y ante mí, pues hay algo que no acabo de comprender. O yo enseño a creer que existen algunos dioses y, en este caso, en modo alguno soy ateo ni delinco, o bien dices que no creo en los dioses del Estado, sino en otros diferentes, y por eso me acusas o, más bien, sostienes que no creo en ningún dios y que, además, estas ideas las inculco a los demás.

-Eso mismo digo: que tú no aceptas ninguna clase de dioses.

-Ah, sorprendente Meletos, ¿para qué dices semejantes extravagancias? ¿O es que no considero dioses al Sol y la Luna, como creen el resto de los hombres?

-¡Por Zeus! Sabed, oh jueces, lo que dice: el Sol es una piedra y la Luna es tierra.

-¿Te crees que estás acusando a Anaxágoras, mi buen Meletos? ¿O desprecias a los presentes hasta el punto de considerarlos tan poco eruditos que ignoren los libros de Anaxágoras el Clazomenio, llenos de tales teorías? Y, más aún, ¿los jóvenes van a perder el tiempo escuchando de mi boca lo que pueden aprender por menos de un dracma, comprándose estas obras en cualquiera de las tiendas que hay junto a la orquesta y poder reírse después de Sócrates si éste pretendiera presentar como propias estas afirmaciones, sobre todo y, además, siendo tan desatinadas? Pero, ¡por Júpiter!, ¿tal impresión te he causado que crees que yo no admito los dioses, absolutamente ningún dios?

-Sí, ¡Y también, por Zeus!: tú no crees en dios alguno.

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-Increíble cosa la que dices, Meletos. Tan increíble que ni tu mismo acabas de creértela. Me estoy convenciendo, atenienses, de que este hombre es un insolente y un temerario y que en un arrebato de intemperancia, propio de su juvenil irreflexión, ha presentado esta acusación. Se diría que nos está formulando un enigma para probarnos: "A ver si este Sócrates, tan listo y sabio, se da cuenta de que le estoy tendiendo una trampa, y no sólo a él, sino también a todos los aquí presentes, pues en su declaración, yo veo claramente que llega a contradecirse".

Es como si dijera: "Sócrates es culpable de no creer en los dioses, pero cree que los hay". Decidme, pues, si esto no parece una broma y de muy poca gracia. Examinad conmigo, atenienses, el porqué me parece que dice esto. Tú, Meletos, responde, y a vosotros -como ya os llevo advirtiendo desde el principio- os ruego que prestéis atención, evitando cuchicheos porque siga usando el tipo de discurso que es habitual en mí.

¿Hay algún hombre en el mundo, oh Meletos, que crea que existen cosas humanas, pero que no crea en la existencia de hombres concretos? Que conteste de una vez y que deje de escabullirse refunfuñando. ¿Hay alguien que no crea en los caballos, pero sí que admita, por el contrario, la existencia de cualidades equinas? ¿O quien no crea en los flautistas, pero sí que haya un arte de tocar la flauta? No hay nadie, amigo mío.

Y puesto que no quieres, o no sabes contestar, yo responderé por ti y para el resto de la Asamblea: ¿Admites o no, y contigo el resto, que puedan existir divinidades sin existir al mismo tiempo dioses y genios concretos?

-Imposible.

-¡Qué gran favor me has hecho con tu respuesta, aunque haya sido arrancada a regañadientes! Con ella afirmas que yo creo en cualidades divinas, nuevas o viejas, y que enseño a creer en ellas, según tu declaración, sostenida con juramento. Luego, tendrás que aceptar que también creo en las divinidades concretas, ¿no es así? Puesto que callas, debo pensar que asientes.

Y ahora prosigamos el razonamiento. ¿No es verdad que tenemos la creencia de que los genios son dioses o hijos de los dioses? ¿Estás de acuerdo, sí o no?

-Lo estoy.

-En consecuencia, si yo creo en las divinidades, como tú reconoces, y las divinidades son dioses, entonces queda bien claro que tú pretendes presentar un enigma y te burlas de nosotros, pues afirmas, por una parte, que yo no creo en los dioses y, por otra, que yo creo en los dioses, puesto que creo en las divinidades. Y si éstas son hijas de los dioses, aunque fueran sus hijas bastardas, habidas de amancebamiento con ninfas o con cualquier otro ser -como se acostumbra a decir-, ¿quién, de entre los sensatos, admitiría que existen hijos de dioses, pero que no existen los dioses? Sería tan disparatado como admitir que pueda haber hijos de caballos y de asnos, o sea, mulos, pero que negara, al mismo tiempo, que existen caballos y asnos.

Lo que pasa, Meletos, es que, o bien pretendías quedarte con nosotros, probándonos con tu enigma, o que, de hecho, no habías encontrado nada realmente serio de qué acusarme. Y dudo que encuentres algún tonto por ahí, con tan poco juicio, que piense que una persona pueda creer en demonios y dioses y, al mismo tiempo, no creer en demonios o dioses o genios. Es absolutamente imposible.

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Así, pues, creo haber dejado bien claro que no soy culpable, si nos atenemos a la acusación de Meletos. Con lo dicho, basta y sobra.

La Conducta de Sócrates

Pero, como he dicho machaconamente, hay mucha animadversión contra mí, y son muchos los que la sustentan. Podéis estar seguros de que eso sí es verdad. Y eso es lo que va a motivar mi condena. No esas incongruencias de Meletos y Anitos, sino la malevolencia y la envidia de tanta gente. Cosas que ya han hecho perder demasiadas causas a muchos hombres de bien y que las seguirán perdiendo, pues estoy seguro de que esta plaga no se detendrá con mi condena.

Quizá alguno de vosotros, en su interior, me esté recriminando: "¿No te avergüenza, Sócrates, verte metido en estos líos a causa de tu ocupación, que te está llevando al extremo de hacer peligrar tu propia vida?"

A éstos les respondería, y muy convencido por cierto: Te equivocas completamente, amigo mío; un hombre con un mínimo de valentía no debe estar preocupado por esos posibles riesgos de muerte, sino que debe considerar sólo la honradez de sus acciones, si son fruto de un hombre justo o injusto. Pues, según tu razonamiento, habrían sido vidas indignas las de aquellos semidioses que murieron en Troya, sobre todo el hijo de la diosa Tetis, para quien contaba tan poco la muerte, si había que vivir vergonzosamente; éste despreciaba tanto los peligros que, en su ardiente deseo de matar a Héctor para vengar la muerte de su amigo Patroclo, no hizo caso a su madre, la diosa, cuando le dijo: "Hijo mío, si vengas la muerte de tu compañero Patroclo y matas a Héctor, tú mismo morirás, pues tu destino está unido al suyo". Al contrario, tuvo a poco la muerte y el peligro y, temiendo mucho más el vivir cobardemente que el morir por vengar a un amigo, replicó: "Prefiero morir aquí mismo, después de haber castigado al asesino, que seguir vivo, objeto de burlas y desprecios, siendo carga inútil de la tierra, arrastrándome junto a las cóncavas naves". ¿Se preocupó, pues, de los peligros y de la muerte?

El honor

Y así debe ser, atenienses. Quien ocupa un lugar de responsabilidad, por creerse que es mejor, o bien porque allá le han colocado los que tienen autoridad, debe mantenerse firme, resistiendo los peligros, sin tener en cuenta para nada la muerte ni otro tipo de preocupaciones, excepto su propia honra.

Así, pues, vergonzosa y mucho peor sería mi conducta, si yo, que siempre permanecí en el puesto que mis jefes me asignaron, que afronté el riesgo de morir, como tantos otros hicieron, obedientes a los estrategas que vosotros elegisteis en las campañas de Potidea, Anfipolis y Delión, ahora, que estoy plenamente convencido de que es un dios el que me manda vivir buscando la sabiduría, examinándome a mí mismo y a los demás, precisamente ahora, me hubiera dejado vencer por el miedo a la muerte o cualquier otra penuria y hubiera desertado del puesto asignado. Sería, sin discusión, mucho más deshonroso, y con ello sí que me haría merecedor de que alguien me arrastrara ante los tribunales de justicia por no creer en los dioses, porque desobedecía al oráculo, por temer a la muerte y por creerme sabio sin serlo.

El temor a la muerte

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En efecto, el temor a la muerte no es otra cosa que creerse sabio sin serlo: es presumir de saber algo que se desconoce. Pues nadie conoce qué sea la muerte ni si, en definitiva, se trata del mayor de los bienes que pueden acaecer a un ser humano. A pesar de ello, los hombres la temen como si en verdad supieran que es el peor de los males. ¿Y cómo no va a ser reprensible esta ignorancia por la que uno afirma lo que no sabe?

Pero yo, atenienses, quizá también en este punto me diferencio del resto de los mortales, y si me obligaran a decir en qué soy más sabio, me atrevería a decir esto: me siento más sabio porque, desconociendo lo que en verdad acaece en el Hades, no presumo de saberlo. Antes, por el contrario, sé y me atrevo a proclamar que es malo y vergonzoso vivir injustamente y desobedecer a un ser superior, sea dios o sea hombre. Temo, pues, los males que sé positivamente que son tales, pero las cosas que no sé si son bienes o males, no las temeré, ni rehuiré afrontarlas.

Sócrates no reniega de su conducta

Así que, aunque me absolvierais, desestimando las acusaciones de Anitos, que ha exigido mi comparecencia ante este Tribunal y ha pedido mi condena a muerte, diciéndoos que, si salía absuelto, vuestros hijos correrían el peligro de practicar mis enseñanzas y todos caerían en la corrupción; si a mí, después de todo esto, me dijerais: "Sócrates, nosotros no queremos hacer caso a Anitos y te absolvemos, pero con la condición de que no molestes a los ciudadanos y abandones tu filosofar; si en otra ocasión te encontramos ocupado en tales menesteres, entonces te condenaremos a morir". Si vosotros me absolvierais con esta condición, os replicaría: Agradezco vuestro interés y os aprecio, atenienses, pero prefiero obedecer antes al dios que a vosotros, y mientras tenga aliento y las fuerzas no me fallen, tened presente que no dejaré de inquietaros con mis interrogatorios y de discutir sobre todo lo que me interese, con cualquiera que me encuentre, a la usanza que ya os tengo acostumbrados.

Y aún añadiría: Oh tú, hombre de Atenas y buen amigo, ciudadano de la polis más grande y renombrada por su intelectualidad y su poderío, ¿no te avergüenzas de estar obsesionado por aumentar al máximo tus riquezas y, con ello, tu fama y honores, y de descuidar las sabiduría y la grandeza de tu espíritu, sin preocuparte de engrandecerlas? Y si alguno de vosotros me lo discute y presume de preocuparse por tales cosas, no le dejaré marchar, ni yo me alejaré de su lado, sino que le someteré a mis preguntas y le examinaré, y si me parece que no está en posesión de la virtud, aunque afirme lo contrario, le haré reproches porque valora en poco o en nada lo que más estima merece, y a ello prefiere las cosas más viles y despreciables.

Éste será mi modo de obrar con todo aquel que se me cruce por nuestras calles, sea joven o viejo, forastero o ateniense, pero preferentemente con mis paisanos, por cuanto tenemos una sangre común. Sabed que esto es lo que me manda el dios. Enteraos bien: estoy convencido de que no ha acaecido nada mejor a esta polis que mi labor al servicio del dios.

En efecto, yo no tengo otra misión ni oficio que el de deambular por las calles para persuadir a jóvenes y ancianos de que no hay que inquietarse por el cuerpo ni por las riquezas, sino, como ya os dije hace poco, por conseguir que nuestro espíritu sea el mejor posible, insistiendo en que la virtud no viene de las riquezas, sino al revés, que las riquezas y el resto de bienes y la categoría de una persona vienen de la virtud, que es la fuente de bienestar para uno mismo y para el bien público. Y si por decir esto corrompo a los jóvenes, mi actividad debería ser condenada por perjudicial; pero si alguien dice que yo enseño otras cosas, se engaña y pretende engañaros.

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Resumiendo, pues, oh atenienses, creáis a Anitos o no le creáis, me absolváis o me declaréis culpable, yo no puedo actuar de otra manera, aunque mil veces me condenarais a morir.

Sócrates se define como el "tábano"

No os pongáis nerviosos, atenienses, y dejad de alborotar, por favor, como os he repetido tantas veces, para que podáis escucharme, pues sigo convencido de que os beneficiaréis si no me interrumpís. Tengo que añadir aún algo que quizá os provoque tanto que tengáis que manifestaros gritando, pero evitadlo si podéis.

Si me matáis por ser lo que soy, no es a mí a quien castigáis ni infringís el más mínimo daño, sino a vosotros mismos. Pues a mi, ni Meletos ni Anitos pueden ocasionarme ningún mal, aunque se lo propusieran. ¿Cómo pueden hacerlo, si estoy plenamente convencido de que un hombre malvado jamás puede perjudicar a un hombre justo? No niego que puedan lograr mi condena a muerte, el destierro, o la pérdida de derechos ciudadanos; penas que para muchos de ellos puedan tratarse de grandes males, pero yo pienso que no lo son en modo alguno. Más bien creo que es mucho peor hacer lo que él hace ahora: intentar condenar a un hombre inocente. Por eso estoy muy lejos de lo que alguno quizá se haya creído: de que estoy intentando hacer mi propia defensa. Muy al contrario, lo que hago es defenderos a vosotros para que, al condenarme, no cometáis un error desafiando el don del dios. Porque, si me matáis, difícilmente encontraréis otro hombre como yo, a quien el dios ha puesto sobre la ciudad, aunque el símil parezca ridículo, como el tábano que se posa sobre el caballo, remolón, pero noble y fuerte, que necesita un aguijón para arrearle. Así, creo que he sido colocado sobre esta ciudad por orden del dios para teneros alerta y corregiros, sin dejar de estimular a nadie, deambulando todo el día por calles y plazas.

Un hombre como yo no lo volveréis a encontrar, atenienses, por lo que, si me hicierais caso, me conservaríais. Si, enojados y como sobresaltados por el aguijón de un molesto tábano, dóciles a las insinuaciones de Anitos me matáis impulsivamente de una fuerte palmada, pasaréis el resto de vuestra vida tranquilos sin que nadie perturbe vuestros sueños, a no ser que el dios, preocupado por vosotros, os mande a otro como yo.

La prueba de pobreza

Os podéis convencer de que yo soy un don del dios para esta ciudad por lo siguiente: no parece muy humano el que haya vivido descuidado de todos mis asuntos e intereses y que durante tantos años haya tenido abandonados mis bienes y, en cambio, haya estado siempre ocupándome de lo vuestro, interesándome para que cada uno se ocupe del bien y de la virtud, como si yo fuese su padre o hermano mayor. Y si de estas actividades sacara alguna ganancia o hiciera estas exhortaciones mediante paga, aún tendría algún sentido que justificaría lo que hago. Pero vosotros mismos podéis comprobar que a pesar de tantos reproches acumulados contra mí por esa caterva de acusadores, no han tenido el atrevimiento de insinuar que yo haya cobrado alguna vez remuneración alguna. Y de que estoy diciendo la verdad presento al mejor y al más fidedigno de los testigos: mi pobreza y la de los míos.

La voz del "daimon"

Quizá encontréis un contrasentido el que yo me haya pasado la vida exhortando a los ciudadanos en privado y que me haya metido en tantos líos, sin haberme atrevido a

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intervenir en la vida pública ni a participar en vuestras asambleas por el bien de la ciudad.

La explicación está en lo que me habéis oído decir tantas veces y en tan diversos sitios: se da en mí una voz, manifestación divina o de cierto genio, que me sobreviene muchas veces. Incluso se habla de ella en la acusación de Meletos, aunque sea en tono despectivo. Es una voz que me acompaña desde la infancia y se hace sentir para desaconsejarme algunas acciones, pero jamás para impulsarme a emprender otras. Ésta es la causa que me ha impedido intervenir en la política, cosa que me ha desaconsejado, creo yo, muy razonablemente. Porque lo sabéis muy bien: si me hubiera metido en política, hace tiempo ya que estaría muerto y, así, no habría sido útil, ni a vosotros, ni a mí mismo.

El apartamiento de la política

Y no os irritéis contra mí porque os diga la verdad, una vez más. No hay nadie que pueda salvar su vida, si se opone con valentía a vosotros o a cualquier otra asamblea y se empeña en impedir las múltiples injusticias e irregularidades que se cometen en cualquier ciudad. En consecuencia, quien quiera luchar por la justicia debe tener muy presente, si quiere vivir muchos años, que se conforme con una vida retirada y que no se ocupe de los asuntos públicos.

Y voy a daros pruebas contundentes de ello, no con palabras, sino con lo que tiene mayor fuerza ante cualquier auditorio, con los hechos. Dejadme contaros un episodio de mi vida, que pondrá de manifiesto que yo nunca cedería a la injusticia por temor a la muerte y que el miedo a morir es impotente para hacerme desistir de algo que sea contrario a la justicia. Os voy a relatar cosas tal vez pesadas y aburridas, a la manera de los abogados, pero todas ciertas.

El caso de las Arginusas

Yo no he ejercido cargos públicos más que en una ocasión: fui miembro del Consejo cuando mi tribu, la de Antióquida, presidía el juicio contra los diez estrategas que no habían recogido los cuerpos de los soldados caídos en la batalla de Arginusa; vosotros queríais juzgarlos a todos juntos, lo cual estaba en contra de nuestras leyes, como después se demostró. Entonces yo solo y en contra de todos los Prítanos, me opuse a que hicierais algo en contra de la ley y voté en contra de todos. Y a pesar de que los oradores, alentados por vuestras protestas y vuestro apasionamiento, exigían abrirme un proceso para llevarme ante los tribunales, creí que era mucho mejor estar de parte de la ley y de la justicia, aunque eso me supusiera graves peligros, que ponerme de vuestra parte en busca de seguridades, si por ello debía ir en contra de la justicia o era movido por el temor de la muerte o del encarcelamiento. Esto ocurrió cuando Atenas era gobernada por un régimen democrático.

El caso de Leon de Salamina

Más tarde, bajo el régimen oligárquico de los Treinta, fui requerido, juntamente con otros cuatro, a que me presentara en el Tolos; allí nos ordenaron que fuéramos a Salamina para buscar León, el estratega, y colaborar así en su muerte. Misiones de este tipo encomendaban a muchos otros para comprometer a cuantos más pudieran en su criminal gestión de gobierno. Y entonces volví a demostrar, no con palabras, sino con los hechos, que la muerte, lo digo sin ambages, no me importa lo más mínimo, mientras que no cometer acciones injustas es para mí lo más importante. Ni siquiera aquel régimen, que presumía de duro, y en verdad lo era , pudo doblegarme para que cometiera un acto injusto. Cuando salimos del Tolos, los otros cuatro se

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dirigieron a Salamina para cumplir tan injusta orden y traer a León, pero yo me fui tranquilamente a mi casa. Por este motivo es muy posible que ya hubiera encontrado entonces la muerte, pero aquel régimen cayó poco después. De todo esto muchos de vosotros sois testigos.

La tarea educativa

Y bien: ¿acaso creéis que yo hubiera vivido muchos años si me hubiera dedicado a la política, si, portándome como es propio de quien antepone su honradez a sus intereses, hubiera hecho de la defensa de la justicia mi compromiso, poniéndolo, como debe ser, por encima de todo? Ni mucho menos, atenienses, como tampoco ningún otro que lo intente de esta manera.

Pero yo, durante toda mi vida, tanto en las cuestiones de interés público en que he intervenido como en las privadas, he sido siempre el mismo y jamás he actuado contra la justicia, ni les he permitido hacerlo a los que mis acusadores denominan mis discípulos, ni a los demás.

Pero, aunque jamás he sido maestro de nadie, si alguien, joven o mayor, ha sentido deseos de oírme u observarme, nunca se lo he rehusado. No soy hombre que hable por dinero o que calle si me lo dan. Estoy a total disposición tanto del rico como del pobre, para que me pregunten cuanto deseen, y todos podéis contrastar lo que digo. Jamás me he negado a dialogar. Y si alguno, por todo ello, se convierte en un hombre mejor o peor, no se me adjudique a mí el mérito ni la culpa, ya que jamás prometí a nadie ningún tipo de enseñanza ni de hecho la impartí. Por ello, si alguien dice que ha aprendido algo porque ha recibido lecciones mías, sean particulares o públicas, podéis estar seguros que os está mintiendo.

Pero me preguntaréis: "¿Por qué a las personas les gusta conversar conmigo?" Ya os los he dicho, atenienses, y ésta es la única verdad: les resulta intrigante ver cómo interrogo a los que presumen de sabios, pero que de hecho no lo son. Sostengo que ése es el mandato que he recibido del genio, en sueños, por medio de oráculos o por cualquiera de los medios normales de los suele servirse un dios para asignar a un hombre una misión. Ésa es la verdad y no es nada difícil probarla. Pues si yo hubiera dejado una estela de jóvenes corrompidos, y aún ahora los fuera corrompiendo, es natural que alguno, o todos, estarían aquí presentes para acusarme y exigir el castigo; y si ellos no se atreviesen, sus padres o hermanos vendrían en su lugar, por considerar que se ha causado daño a alguien de su familia.

Testimonio de los familiares

Por el contrario, veo a muchos de ellos sentados entre vosotros: primero a Critón, de mi misma edad y del mismo demos, padre de Critóbulo, también aquí presente; después a Lisanias, del distrito de Esfeto, padre de Esquines, que está aquí también; ved a Antifonte, del distrito de Cefisia, padre de Epigenes, y a esos otros cuyos hermanos han estado presentes en las conversaciones aludidas: Nicóstrato, hijo de Teozótides, y hermano de Teódoto -Teódoto murió y, por tanto, no puede testimoniar-; Paralio, hijo de Demódoco, cuyo hermano era Téages; Adimanto, hijo de Aristón, hermano de Platón, ahí presente, y Ayantodoro, hermano de Apolodoro, ahí presente. Y podría citaros a muchos más, que incluso el propio Meletos hubiera podido presentar como testigos de su pleito, y si no lo hizo por descuido o por olvido, que lo haga ahora, a ver si encuentra a alguien que corrobore alguno de sus puntos. Pero comprobaréis todo lo contrario, atenienses: todos están dispuestos a declarar a favor del que ha sido su corruptor, el que ha destrozado sus familias, según Anitos y Meletos aseguran.

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Cabría la posibilidad de que los ya corrompidos tuvieran alguna secreta razón para auxiliarme y compartir mi responsabilidad, pero los no corrompidos y que tienen más edad que ellos, sus parientes, ¿qué motivos pueden tener para ayudarme, sino que Anitos y Meletos están mintiendo y que yo estoy en la verdad?

Ya he dicho bastante, atenienses. Todo lo que pueda añadir en defensa propia no añadiría nada a lo ya expuesto; podría añadir otras cosas pero, más o menos, serían del mismo estilo.

Sócrates se niega a emplear recursos sentimentales

Quizá alguno se indigne al recordar que en otros casos de menos monta el acusado rogó y suplicó a los jueces con lágrimas, haciendo comparecer ante el Tribunal a sus hijos para despertar compasión, y si se terciaba, a sus parientes y familiares, mientras que yo, en cambio, no hago ninguna de estas cosas, a pesar de que estoy corriendo, como se ve, el mayor de los peligros. Puede ser que alguno, recordando esos casos, tome hacia mí una actitud de despecho e, irritado por mi forma de actuar, deposite su voto con cólera.

Pues bien: si en alguno de vosotros se da esta situación (no afirmo que se dé, sólo analizo esta posibilidad), ya tengo preparada la respuesta. Amigo mío -le diría-, también yo tengo una familia y también puedo aplicarme aquello de Homero: "No he nacido ni de una encina ni de las rocas", sino de hombres. Tengo familiares e, incluso, tres hijos, uno adolescente y dos de corta edad. Y, sin embargo, a ninguno de ellos permitiré que suba a este estrado para suplicar vuestro voto absolutorio.

¿Por qué no quiero hacer nada de todo esto? No es por fanfarronería ni, mucho menos, por falta de consideración hacia vosotros. Que después afronte la muerte con firmeza o con flaqueza, ésa es otra cuestión. Pero, por mi buen nombre y por el vuestro, que es el de nuestra ciudad, a mi edad no me parece honrado echar mano de ninguno de estos recursos, y menos todavía frente a la opinión generalizada de que Sócrates se diferencia de la mayoría de los hombres. Si alguno de los que destacan por su valentía o por su inteligencia o por cualquier otra virtud se comportase de este modo, cosa fea sería. Alguna vez he visto a algunos de los que son considerados importantes, cuando se les está juzgando y temen sufrir alguna pena o la misma muerte: su conducta me resulta inexplicable, pues parece que están convencidos de que, si logran que no se les condene a muerte, después ya serán por siempre inmortales. Éstos son la deshonra y el oprobio de nuestra ciudad, porque pueden hacer creer a los extranjeros que los ciudadanos que distinguimos con honores y que elegimos para que ocupen las magistraturas no se diferencian en nada de las mujeres. Esas escenas, atenienses, no debemos hacerlas los que tenemos cierto prestigio, y en caso que ocurran, vosotros no debéis permitirlas: más bien debéis estar dispuestos a demostrar que condenaréis a quien ofrezca el triste espectáculo de suplicar la compasión de sus jueces, dejando en ridículo a la ciudad.

Pero, aparte de la cuestión de mi buen nombre, tampoco me parece digno suplicar a los jueces y salir absuelto por la compasión comprada; hay que limitarse a exponer los hechos y tratar de persuadir, no de suplicar. Pues el jurado no está puesto para repartir la justicia como si de favores se tratara, sino para decidir lo que es justo en cada caso; y los que tienen que juzgar han jurado interpretar rectamente las leyes, no favorecer a los que les caigan bien.

Por tanto, no podemos permitirnos el perjurio a nosotros mismos, ni a los demás, porque nos convertiríamos en reos de impiedad. No esperéis, pues, de mí que recurra a artimañas o acciones que no sean rectas ni justas, y menos ahora, ¡oh, por

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Zeus!, que estoy aquí acusado de impiedad por Meletos. Pues es evidente que si con súplicas llegara a convenceros u os forzara a faltar a vuestro juramento, os enseñaría a pensar que no hay dioses y, así, con mi defensa, lo que haría de hecho sería condenarme a mí mismo por no creer en los dioses.

Pero no es así, ni mucho menos: yo creo en los dioses, como cualquiera de mis acusadores. Por eso, atenienses, dejo en vuestras manos y en las de los dioses el decidir lo que va a ser mejor para mí y para vosotros.

 

 

S e g u n d a p a r t e

Sócrates es declarado culpable.

Comentario de la sentencia

No me ha sorprendido ni indignado, oh atenienses, esta condena que acabáis de sellar con vuestro voto. Entre otras muchas razones, porque no me ha resultado inesperada; más bien me sorprende que haya habido un número tan elevado de votos a mi favor; no sospechaba que se resolvería así, sino que esperaba muchos más votos en mi contra. Podéis ver que los resultados se habrían trastocado si sólo treinta personas más hubieran votado mi absolución.

Por de pronto, de la acusación de Meletos, según las cuentas que yo me he hecho, he quedado plenamente absuelto; no sólo eso: sin la comparecencia de Anitos y Licón, parece evidente que Meletos habría sido condenado a pagar la multa de mil dracmas por no haber alcanzado la quinta parte de los votos exigidos.

La contrapropuesta

Ahora, este hombre propone la pena de muerte para mí. Bien, ¿y qué contrapuesta os voy a hacer, atenienses? Ciertamente, voy a proponer la que creo merecer. ¿Que cuál es? ¿Qué pena o castigo tengo que sufrir por haberme empeñado tozudamente en no querer una vida tranquila y cómoda, por descuidar lo que preocupa a la mayoría de las personas -sus bienes, sus intereses personales, la dirección de los ejércitos, los discursos en la Asamblea, el ejercicio de cargos públicos-, por permanecer neutral ante coaliciones y revueltas, por considerar que soy demasiado honrado para poder salir ileso si intervengo en la política? Jamás me he ocupado de cosas que no pudieran reportar alguna utilidad a vosotros o a mí, y siempre he preferido hacer el máximo bien a cada uno, tratando de convencerle de que aplicara sus energías a buscar la sabiduría antes que sus propios intereses, y que se ocupara del Estado antes que de los intereses del Estado, y que así procediera en todos los asuntos.

Mantenimiento a costa del Estado

Ahora bien, ¿qué debo sufrir por todo esto? Ciertamente, algún bien, atenienses, si de verdad hay que ser ecuánimes y actuar con arreglo a los merecimientos. ¿Y qué bien puede ser más apropiado para un pobre benefactor que necesita todo el tiempo posible para dar consejos a sus conciudadanos? Sin duda sólo hay una recompensa que haga justicia a esos merecimientos: mantenerle a costa del Estado en el

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Pritaneo, y con mayores merecimientos que cualquiera de los ganadores de alguna carrera de caballos o de carros por parejas o de cuadrigas que se celebran en Olimpia. Pues mientras éstos os hacen creer que os dan la felicidad, yo os hago felices de verdad y, por otro lado, ellos no necesitan vuestras pensiones y yo sí. En resumen, si de verdad debo proponer la condena que merezco según la justicia, ésa es la que propongo: ser mantenido a costa del Estado en el Pritaneo.

¿Cuál sería el castigo justo?

Tal vez al oír esta proposición y ver el tono que uso, se repita en vosotros la misma impresión que cuando hablaba de recurrir a lágrimas y súplicas: que os parezca arrogante mi comportamiento. Pero no es esta mi intención, atenienses; ésta es la única verdad: no tengo conciencia de haber hecho nunca voluntariamente mal a nadie, aunque no he podido convenceros a la mayoría de vosotros, porque no ha habido tiempo suficiente para ello.

Pues creo que si entre vosotros fuera ley lo que es costumbre en otros pueblos, es decir, en cuestiones de pena capital no dictar sentencia en el mismo día del juicio, sino uno o varios días después, estoy persuadido de que os lograría convencer; pero ahora no es fácil rechazar tan graves cargos en tan corto espacio de tiempo.

Estando convencido, como estoy, de no haber hecho mal a nadie injustamente, es lógico que tampoco me lo haga a mí mismo hablando como si mereciera un castigo o me condenara a mí mismo.

¿Qué tengo que temer? ¿Tal vez sufrir lo que Meletos propone contra mí, cosa que, repito, aún no sé si es un bien o un mal? ¿Voy a decantarme hacia las cosas que sé que son malas y proponer contra mí algún castigo concreto? ¿Tal vez la cárcel? ¿Y por qué tengo que encerrarme en una cárcel, a merced de los que vayan ocupando anualmente el cargo de los Once, que son los vigilantes?

¿O debo tal vez proponer una multa y prisión hasta que no haya pagado el último plazo? Estamos en lo mismo: debería estar siempre en la cárcel, pues no tengo con qué pagar.

¿Me condenaré al exilio? Quizá sea ésta la pena que a vosotros más os satisfaga. Pero debería estar muy apegado a la vida y muy ciego para no ver que si vosotros, mis paisanos, no habéis podido soportar mis interrogatorios ni mis tertulias, sino que os han resultado molestos hasta el extremo de querer libraros de ellos, ¿cómo voy a esperar que unos extraños los soporten con más generosidad?

Es evidente que no lo soportarían, atenienses. Y, ¡vaya espectáculo el mío! A mis años escapando de Atenas, vagando de ciudad en ciudad, convirtiéndome en un pobre desterrado. Bien sé que en cualquier parte vendrían los jóvenes a escucharme con agrado, igual que aquí. Pero si los rechazara, serían ellos los que rogarían a sus ancianos que me exiliaran de su ciudad, y si los acogiera, serían sus padres y familiares los que no pararían hasta hacerme la vida imposible y tendría que volver a huir.

Oigo la voz de alguien que me recomienda: "Pero Sócrates, ¿no serás capaz de vivir tranquilamente, en silencio, lejos de nosotros?" Éste es el sacrificio mayor que podéis pedirme, pues se trataría de desobedecer al dios y yo jamás podría quedarme tranquilo si renunciara a mi misión. Y aunque no me creáis y penséis que hablo con evasivas, debo deciros que el mayor bien para un humano es mantener los ideales

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de la virtud con sus palabras y tratar de los diversos temas, examinándome a mí mismo y a los demás, pues una vida sin examen propio y ajeno no merece ser vivida por ningún hombre, me creáis o no. Las cosas son así, aunque sé lo difícil que es convenceros.

Oferta de una multa

Tampoco soy de los que aceptan con agrado condenas injustas. Si me sobrara el dinero, me habría puesto una multa soportable, que no representara un perjuicio para mí. Pero como no lo tengo, sois vosotros los que debéis tasar la multa. Tal vez, rebuscando, podría pagaros hasta una mina de plata. Ésta es la suma que os propongo. Algunos de los presentes, como Platón, Critón y Critóbulo, me instan a elevar la multa hasta treinta minas, de las que ellos se hacen fiadores. Propongo, pues, esta nueva suma. Y tendréis en ellos a unos fiadores de total solvencia.

 

T e r c e r a P a r t e

Sócrates es condenado a muerte.

Valoración de la sentencia

Por no querer aguardar un poco más de tiempo, os llevaréis, atenienses, la mala fama de haber hecho morir a Sócrates, un hombre sabio, pues para avergonzaros os dirán que yo era un sabio, aunque no lo soy. Si hubierais esperado un poquito más, habría llegado el mismo desenlace, aunque de un modo natural; considerad la edad que tengo y cuán recorrido tengo el camino de la vida y qué cercana ronda la muerte. Lo dicho no va para todos, sino sólo para los que me habéis condenado a morir.

Y a éstos aún tengo algo más que decirles: quizá penséis, atenienses, que he sido condenado por falta de razones o por la pobreza de mi discurso; me refiero a la clase de discurso que no he usado, aquel que se sirve de todo tipo de recursos con tal de escapar del peligro. Nada más lejos de la realidad. Sí, me he perdido por una carencia, pero no de palabras, sino de audacia y osadía, y por negarme a hablar ante vosotros de la manera que os hubiera gustado, entonando lamentaciones y diciendo otras muchas cosas indignas e inesperadas en mí, aunque estéis acostumbrados a oírlas en otros. Pero yo nunca he creído que hacía falta llegar a la deshonra para evitar los peligros, y ahora no me arrepiento de haberme defendido así; pues prefiero morir por haberme defendido como lo he hecho que vivir recurriendo a medios indignos en mi defensa.

Es evidente que muchos en los combates se escapan de la muerte porque abandonan sus armas e imploran el perdón de los enemigos. Todos los peligros pueden evitarse de muchas maneras, sobre todo por quienes están dispuestos a claudicar. Pero lo más difícil no es escapar de la muerte, sino evitar la maldad, que corre mucho más deprisa que la muerte. A mí, que ya soy viejo y ando algo torpe, me ha pillado la muerte, mientras que mis acusadores, que aún son jóvenes y ágiles, van a ser atrapados por la maldad. Yo voy a salir de aquí condenado a muerte por vuestro voto, pero vosotros marcharéis llenos de maldad y vileza, acusados por la verdad. Yo me atengo a mi condena, pero vosotros deberéis soportar también la vuestra. Tal vez así tenían que suceder las cosas; y pienso que así están bien, tal como están.

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La predicción

Ahora dejadme predecir lo que os va a suceder a vosotros que me habéis condenado, pues estoy a punto de morir y en estos momentos es cuando los hombres están más dotados del don de profetizar. Os predigo que después de mi muerte caerá sobre vosotros, ¡por Zeus!, un castigo mucho más duro que el que me acabáis de infringir. Me habéis condenado con la esperanza de quedar libres de responder de vuestros actos, pero os profetizo que las cuentas os van a salir muy al revés: cada día aumentará el número de los que exijan explicación de vuestros actos, a quienes hasta ahora yo he podido contener, aunque vosotros no lo advertíais, y tanto más duros serán cuanto más jóvenes y, por ello, más exigentes; por eso viviréis aún mucho más enojados. Estáis muy equivocados si creéis que la mejor manera de desembarazaros de los que os recriminan es matarlos. No es éste el modo más honrado de cerrar la boca a quienes os inquietan; hay otro mucho más fácil: no perjudicar a los demás y mejorar la propia conducta en todo lo posible.

Con estas predicciones, como si fueran de un oráculo, me despido de los que han votado mi muerte. Y ahora quiero dirigirme a quienes me han absuelto, conversando sobre lo que aquí ha sucedido, a la espera de que los magistrados acaben de trajinar con estos asuntos y me conduzcan al lugar donde debo esperar la muerte. Permaneced, atenienses, conmigo el tiempo que esto dure, pues nada nos impide platicar. Querría comentar con vosotros, como amigos que sois, mi interpretación de lo que acabamos de vivir.

 

El último mensaje

¡Oh jueces!, y os llamo jueces con toda propiedad, por haberlo sido conmigo. Algo sorprendente me ha sucedido hoy: aquella voz del daimon, que antes se me presentaba con tanta frecuencia para oponerse a cuestiones, incluso mínimas, si creía que iba a actuar a la ligera, hoy no me ha alertado de la presencia de ningún mal, a pesar de que me he encontrado con la muerte, que según la mayoría es lo peor que puede ocurrir a una persona. Ni al salir de casa esta mañana, ni cuando subía al Tribunal, ni en ningún momento de mi apología me ha impedido seguir hablando, dijera lo que dijera, cuando en otras ocasiones llegó a quitarme la palabra en mitad del razonamiento, según lo que estuviera hablando.

¿Cómo se explica todo esto? Dejadme daros mi interpretación: considero esto una prueba de que lo que me acaba de suceder es para mí un bien y que, por tanto, no son válidas nuestras conjeturas cuando consideramos la muerte como el peor de los males. Ésta es la razón de más peso para convencerme de ello; de lo contrario, si lo que me iba a ocurrir fuera un mal y no un bien, esa voz del genio se habría opuesto al curso de los acontecimientos.

¿Qué es la muerte?

Todavía puedo añadir nuevas razones para convenceros de que la muerte no es una desgracia, sino una ventura. Una de dos: o bien la muerte nos deja reducidos a la nada, sin posibilidad de ningún tipo de sensación, o bien, de acuerdo con lo que algunos dicen, simplemente se trata de un cambio o mudanza del alma de este lugar hacia otro.

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Si la muerte es la extinción de todo deseo y como una noche de sueño profundo, pero sin ensoñaciones, ¡qué maravillosa ganancia sería! En mi opinión, si nos obligaran a escoger entre una noche sin sueños pero plácidamente dormida, y otras noches con ensoñaciones u otros días de su vida; si después de una buena reflexión tuviéramos que decidir qué días y qué noches han sido los más felices, pienso que todos, y no sólo cualquier persona normal, sino incluso el mismísimo rey de Persia, encontrarían pocos momentos comparables con la primera. Si la muerte es algo parecido, sostengo que es la mayor de las ganancias, pues toda eternidad se nos aparece como una noche de ésas.

Por otro lado, si la muerte es una simple mudanza de lugar y si, además, es cierto lo que cuentan, que los muertos están todos reunidos, ¿sois capaces, oh jueces, de imaginar algún bien mayor? Pues, al llegar al reino del Hades, liberados de los que aquí se hacen llamar jueces, nos encontraremos con los auténticos jueces, que, según cuentan, siguen ejerciendo allí sus funciones: Minos, Radamanto y Triptólemo, y toda una larga lista de semidioses que fueron justos en su vida. ¿Y qué me decís de poder reunirnos con Orfeo, Museo, Hesiodo y Homero? ¿Qué no pagaría cualquiera por poder conversar con estos héroes? En lo que a mí se refiere, mil y mil veces prefiero estar muerto, si tales cosas son verdad.

¡Qué maravilloso sería para mí encontrarme con Palamedes, con Ayax, hijo de Telamón, y con todos los héroes del pasado, víctimas también ellos de otros tantos procesos injustos! Aunque sólo fuera para comparar sus experiencias con las mías, ya me daría por satisfecho. Mi mayor placer sería pasar los días interrogando a los de allá abajo, como he hecho con los de aquí durante mi vida terrena, para ver quiénes entre ellos son auténticos sabios y quiénes creen que lo son, sin serlo en la realidad. ¿Qué precio no pagaríais, oh jueces, para poder examinar a quien condujo aquel numeroso ejército contra Troya, o a Ulises o Sísifo, o a tantos hombres y mujeres que ahora no puedo ni citar? Estar con ellos, gozar de su compañía e interrogarlos, ése sería el colmo de mi felicidad. En cualquier caso, creo que en el Hades no me llevarían a juicio ni me condenarían a muerte por ejercer mi oficio. Ellos son, allá, mucho más felices que los de aquí, entre otras muchas razones, por la de ser inmortales, si es verdad lo que se dice.

Vosotros también, oh jueces míos, debéis tener buena esperanza ante la muerte y convenceros de una cosa: que no hay mal posible para un hombre de bien, ni durante esta vida, ni después en el reinado de la muerte, y que los dioses jamás descuidan los asuntos de los hombres justos. Lo que me ha sucedido a mí no es fruto de la causalidad; al contrario, veo claramente que morir y quedar libre de ajetreos era lo mejor para mí.

Por esa razón en ningún momento me ha disuadido la voz del genio; también por esa razón yo no estoy enojado contra mis acusadores ni contra los que me han condenado, aunque ninguno de ellos quería hacerme un bien, sino un mal, lo que les echo en cara.

Petición por los hijos

Y ahora debo pediros un último favor: cuando mis hijos se hagan mayores, atenienses, castigadles, como yo os he incordiado durante toda mi vida, si pensáis que se preocupan más de buscar riquezas o negocios que de la virtud. Y si presumen de ser algo, sin serlo de verdad, reprochádselo como yo os he reprochado, y exigidles que se cuiden de lo que deben y que no se den importancia, cuando en realidad nada valen. Si hacéis esto, ellos y yo habremos recibido el trato que merecemos.

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No tengo nada más que decir. Ya es la hora de partir: yo a morir, vosotros a vivir. ¿Quién va a hacer mejor negocio, vosotros o yo? Cosa oscura es para todos, salvo, si acaso, para el dios.