Septiembre 2007

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SINMURO SEPTIEMBRE 2007 - P.1 IN URO Marxismo Uno de los objetivos de este boletín es interesar a sus lectores en el conocimiento, el aprendizaje y la utilización del marxismo como herramienta para transformar la realidad. El nombre de Sin Muro hay que entenderlo también en el sentido de actualizar el marxismo y liberarlo de las interpretaciones que durante decenas de años lo convirtieron en algo acartonado, vacío y una expresión conservadora de los intereses de la burocracia estalinista, en vez de una herramienta de interpretación y acción revolucionaria de las clases trabajadoras. Algunos de esos llamados teóricos de la globalización capitalista proclamaron también el fin del marxismo y, sin embargo, conforme pasa el tiempo la ciencia del marxismo aparece como el medio más valioso, práctico y certero para comprender los procesos políticos, económicos y sociales. Algunos ejemplos. Es difícil entender la actual guerra de Irak sin los análisis marxistas sobre el imperialismo y la necesidad de los capitalistas de conquistar mercados y espacialmente tener la primacía sobre las principales materias primas. Cuando se barruntan las nubes de una crisis de la economía capitalista hay que volver otra vez los ojos a los análisis marxistas sobre la sobreproducción, sobre las crisis periódicas del capitalismo o sobre el significado de la globalización en la actual etapa del capitalismo. Y también, cuando se trata de la lucha política el marxismo nos sirve de guión para la lucha contra las clases enemigas. No caeremos en el viejo error burocrático de pensar que tenemos respuesta para todo. El marxismo no es una bola mágica que nos ofrece respuestas infalibles (cual si fuera un Papa de Roma) sino, digámoslo otra vez, las herramientas para poder conocer el mundo que nos rodea y tener la convicción de que podemos acabar con él. En realidad, el marxismo se puede concentrar en la conocida Tesis sobre Feuerbach escrita por Marx en 1845: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. REVISTA MARXISTA ELECTRÓNICA DEL PARTIDO OBRERO REVOLUCIONARIO SEPTIEMBRE 2007. VOL.2. Nº 27

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Marxismo Uno de los objetivos de este boletín es interesar a sus lectores en el conocimiento, el aprendizaje y la utilización del marxismo como herramienta para transformar la realidad. El nombre de Sin Muro hay que entenderlo también en el sentido de actualizar el marxismo y liberarlo de las interpretaciones que durante decenas de años lo convirtieron en algo acartonado, vacío y una expresión conservadora de los intereses de la burocracia estalinista, en vez de una herramienta de interpretación y acción revolucionaria de las clases trabajadoras.

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IN URO

Marxismo

Uno de los objetivos de este boletín es interesar a sus lectores en el conocimiento, el aprendizaje y la utilización del marxismo como herramienta para transformar la realidad. El nombre de Sin Muro hay que entenderlo también en el sentido de actualizar el marxismo y liberarlo de las interpretaciones que durante decenas de años lo convirtieron en algo acartonado, vacío y una expresión conservadora de los intereses de la burocracia estalinista, en vez de una herramienta de interpretación y acción revolucionaria de las clases trabajadoras. Algunos de esos llamados teóricos de la globalización capitalista proclamaron también el fin del marxismo y, sin embargo, conforme pasa el tiempo la ciencia del marxismo aparece como el medio más valioso, práctico y certero para comprender los procesos políticos, económicos y sociales. Algunos ejemplos. Es difícil entender la actual guerra de Irak sin los análisis marxistas sobre el imperialismo y la necesidad de los capitalistas de conquistar mercados y espacialmente tener la primacía sobre las principales materias primas. Cuando se barruntan las nubes de una crisis de la economía capitalista hay que volver otra vez los ojos a los análisis marxistas sobre la sobreproducción, sobre las crisis periódicas del capitalismo o sobre el significado de la globalización en la actual etapa del capitalismo. Y también, cuando se trata de la lucha política el marxismo nos sirve de guión para la lucha contra las clases enemigas. No caeremos en el viejo error burocrático de pensar que tenemos respuesta para todo. El marxismo no es una bola mágica que nos ofrece respuestas infalibles (cual si fuera un Papa de Roma) sino, digámoslo otra vez, las herramientas para poder conocer el mundo que nos rodea y tener la convicción de que podemos acabar con él. En realidad, el marxismo se puede concentrar en la conocida Tesis sobre Feuerbach escrita por Marx en 1845: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

REVISTA MARXISTA ELECTRÓNICA DEL PARTIDO OBRERO REVOLUCIONARIO

S E P T I E M BR E 2 0 0 7 . V O L . 2 . N º 27

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Sin Muro Revista marxista electrónica del POR [email protected] http://www.netpor.org Se difunde por suscripción gratuita Si deseas recibirla en tu dirección de correo electrónico, suscríbete en:http://www.netpor.org/esp/sinmuro.html Fundador: Arturo Van den Eynde ______________________________

Sumario Editorial Marxismo pág. 01 Temas Reformas y revolución pág. 03 Miguel Salas Gobernar ¿Huir del poder o huir de las responsabilidades? pág. 13 Francisco Louça La batalla de las mujeres iraníes contra la intransigencia religiosa pág. 18 Nazanín Aminán 70 años de la represión estalinista contra el POUM pág. 25 Wilebaldo Solano

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Reformas y revolución

Miguel Salas

Las particularidades de la lucha de clases en el marco de la actual etapa de globalización capitalista exigen de los marxistas revolucionarios reflexionar y poner al día las experiencias de lucha teórica y política de la historia del movimiento obrero. Una de ellas se refiere a las condiciones para preparar la lucha por la revolución, por la transformación de la sociedad capitalista, y en particular la relación entre los objetivos inmediatos, las reformas, y los de la lucha por el socialismo.

Uno de los principales y más complejos problemas de la lucha política es la relación entre las reformas y la revolución, entre la necesidad de mejorar las condiciones de vida, de trabajo, democráticas, todavía en el marco de la sociedad capitalista, y su relación con la preparación de la revolución. A lo largo de la historia del movimiento obrero ha sido, probablemente, uno de los temas de mayor preocupación para los revolucionarios y una de las cuestiones motivo de no pocas polémicas.

Esta época de globalización tampoco puede evitar este problema. Al contrario, la particularidad de esta fase del desarrollo capitalista debería situarlo en el centro de las preocupaciones políticas, al menos de la militancia de vanguardia que reflexiona sobre los problemas de la lucha para acabar con el capitalismo. Dadas las dificultades actuales para la lucha teórica, para la elaboración marxista, da la sensación de que no es actual y, sin embargo, sobre la relación entre las reformas y la revolución, entre lo que se puede hacer ahora y cómo y de que manera sirve para preparar el futuro, giran buena parte de los debates sobre las tareas políticas.

Mencionemos como excepción la aportación del economista argentino Claudio Katz en su artículo Pasado y presente del reformismo en el que comparte el tipo de preocupaciones sobre las que desde hace años reflexionamos en el POR.

Escribe Claudio Katz: “La lucha por reformas sociales ocupa el centro de la acción política de los movimientos populares en la mayor parte del mundo” para situar el centro de su reflexión en la relación entre esa lucha por reformas y la perspectiva socialista. Continúa Claudio Katz: “Pero estas acciones se desarrollan sin expectativas anticapitalistas. A diferencia de lo ocurrido en numerosos momentos del siglo XX la búsqueda de logros populares se

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encuentra divorciada del ideal socialista. La vieja conexión –que introdujo la influencia del marxismo- entre mejoras inmediatas y objetivos igualitarios de largo plazo ha perdido gravitación. La meta socialista no figura en el horizonte del grueso de los partidos, sindicatos u organizaciones sociales que participan en la acción reformista.

Este cambio presenta grandes implicaciones estratégicas. En lugar de concebir la conquista de reformas como un eslabón del proyecto anticapitalista se lucha por metas redistributivas inmediatas sin ninguna pretensión ulterior. La discusión sobre cuáles son las mejoras posibles y cuáles resultan inalcanzables bajo el capitalismo no incluye políticas para traspasar a este sistema. La consolidación de las reformas es imaginada bajo alguna modalidad de capitalismo regulado”.

Para situar el debate digamos desde el principio que lo que llamamos globalización capitalista representa una particularidad del imperialismo que ha globalizado la extensión del capitalismo, reduciendo la fuerza de los países independientes liberados del colonialismo y reintroduciéndose en la exURSS y los Países del Este y concentrado aún más el poder de unos cuantos monopolios o empresas multinacionales. Además, la caída de la burocracia estalinista, en primera instancia por la presión de las masas hartas del poder dictatorial, ha sido aprovechada por la presión globalizadora capitalista para la reconquista de nuevos mercados e indirectamente la desorganización y desorientación de importantes sectores del movimiento obrero.

En este marco es la clase capitalista quien tiene la iniciativa, merced a la gran acumulación de capital que le está representando la globalización, y la clase trabajadora se ve obligada a defenderse de los ataques, a defender ciertas conquistas arrancadas en etapas anteriores y, por lo tanto, hoy no están reunidas las condiciones para una ofensiva obrera contra el capitalismo, para un nuevo impulso por el socialismo. Esto no niega situaciones concretas en un país concreto en el que por determinadas circunstancias pueda abrirse una crisis revolucionaria. Que la iniciativa esté en manos de la clase capitalista tampoco debe interpretarse como que tiene las manos libres para cualquier política. Como hemos visto en numerosas ocasiones suele ser prudente en sus ataques y algunas veces hasta tiene que retroceder (como recientemente ante el intento de imponer una Constitución europea o la retirada en Francia del contrato basura para jóvenes)

Son estas circunstancias las que obligan a la izquierda a volver a reflexionar, o a seguir reflexionando, sobre la relación entre la lucha por las reformas y la perspectiva de la revolución social. En la medida que la revolución no está a la orden del día la lucha por reformas, por las exigencias más inmediatas para las clases trabajadoras, la defensa de derechos democráticos, etc., se convierte en el primer objetivo de la lucha. La cuestión consiste en saber establecer su relación con los objetivos de la emancipación social, para reforzar la conciencia, la confianza y la fuerza de la clase trabajadora. Veamos como algunos clásicos del marxismo afrontaron este problema.

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Rosa Luxemburgo: contra el revisionismo

A finales del siglo XIX el capitalismo vivía una etapa de desarrollo y acumulación de capital. Fue la época en que el capitalismo anunciaba su etapa imperialista, de conquista de los mercados africanos, asiáticos, de exportación de capitales, de conquista del mundo. Al mismo tiempo, en ciertos países europeos, Inglaterra, Alemania, Francia, la clase obrera y sus organizaciones crecían sin cesar y conseguían ciertas ventajas producto de las migajas que ofrecía el desarrollo capitalista.

La socialdemocracia alemana (en esa época la corriente revolucionaria del movimiento obrero) era el principal partido obrero del mundo y ejemplo para el resto de obreros de otros países, y fue la que vivió el debate más serio sobre si bastaba con conseguir reformas bajo el capitalismo o seguía en vigor la máxima de Marx de que la revolución era necesaria para alumbrar una nueva sociedad.

Bernstein, uno de los intelectuales de la socialdemocracia alemana, empezó a teorizar que las nuevas condiciones del capitalismo ya no hacían necesaria la revolución. “Toda su teoría –escribió su oponente Rosa Luxemburgo- se reduce, en la práctica, al consejo de abandonar la revolución social, el fin último de la socialdemocracia, y convertir las reformas sociales, de medio de la lucha de clases en fin de la misma. El propio Bernstein ha formulado del modo más exacto e incisivo sus opiniones al escribir: “El objetivo último, sea cual sea, no es nada; el movimiento lo es todo”.”

En nuestra época en que el reformismo socialdemócrata se ha convertido en el gestor del capitalismo, incluso aunque haya matices entre la política de Blair o la de Zapatero, no son muy diferentes los argumentos que se utilizan para defender el mantenimiento del capitalismo. “La capacidad de adaptación del capitalismo se manifiesta, según Bernstein, en: 1) la desaparición de las crisis generales, gracias al desarrollo del sistema crediticio, las alianzas empresariales y el avance de los medios de transporte y comunicación; 2) la resistencia demostrada por las clases medias, a consecuencia de la creciente diferenciación de las ramas de la producción y del ascenso de amplias capas del proletariado a las clases medias; 3) y finalmente, la mejora de la situación económica y política del proletariado, como resultado de la lucha sindical.” (Del libro Reforma o Revolución de Rosa Luxemburgo)

Si uno se detiene con atención en tales argumentos comprobará que no son tan distintos a los que ahora se utilizan. La supuesta desaparición de las crisis generales del capitalismo sigue siendo uno de los argumentos de ciertos economistas burgueses para defender las bondades de la globalización. La existencia de una fuerte clase media es siempre presentada como un elemento de estabilidad del sistema y los defensores del capitalismo siempre alegan que las clases trabajadoras siguen mejorando sus condiciones de vida. La realidad desmiente todos esos argumentos. Por ejemplo en lo que respecta a los salarios de los trabajadores en España “el salario medio se redujo un 0,5% en el primer trimestre del año y ya acumula seis trimestres consecutivos de descensos, de forma que el poder adquisitivo de los españoles sólo ha aumentado un 0,4% desde 1997”, que en realidad representa una fuerte

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pérdida de poder adquisitivo. No es diferente respecto a las clases medias, a pesar de los años de bonanza económica en España, se agudiza la tendencia a lo que Marx llamó la proletarización de las capas pequeño burguesas, el menor peso de esos sectores en la economía y el aumento de su distancia respecto a la gran burguesía. En cuanto a las crisis económicas, por más que el capitalismo haya mejorado la forma de afrontarlas y en parte prevenirlas, son intrínsecas a su existencia. La capacidad de generar beneficio está ligada a la producción de mercancías y su desarrollo lleva inevitablemente a una sobreproducción que genera una crisis que el capitalismo no puede evitar.

Rosa Luxemburgo se ocupó de rebatir esas ideas que revisaban la tradición marxista en el libro Reforma o Revolución. En el prólogo escrito en 1899 escribe: “A primera vista, el título de esta obra puede resultar sorprendente: reforma o revolución. ¿Puede la socialdemocracia estar en contra de las reformas? ¿Puede considerar como opuestos la revolución social, la transformación del orden establecido, su fin último, y las reformas sociales? Por supuesto que no. Para la socialdemocracia, la lucha cotidiana para conseguir instituciones democráticas y reformas sociales que mejoren, aún dentro del orden existente, la situación de los trabajadores constituye el único camino para orientar la lucha de clases proletaria y para trabajar por el fin último: la conquista del poder político y la abolición del sistema de trabajo asalariado. Para la socialdemocracia, existe un vínculo indisoluble entre reforma y revolución: la lucha por las reformas sociales es el medio, mientras que la lucha por la revolución social es el fin.” La cita es meridianamente clara: los marxistas revolucionarios defendemos y exigimos las reformas necesarias como un medio para avanzar en la preparación de la lucha final contra el capitalismo.

La perniciosa idea de que la suma o acumulación de reformas permitiría una mejora progresiva de las condiciones de vida de la clase trabajadora ha sido desmentida por la historia y por nuestra realidad más inmediata. La historia no es una línea recta cuyo final está predeterminado, tiene sus saltos adelante (por ejemplo una revolución) pero también retrocesos (como lo fue el estalinismo) Sucede lo mismo con los procesos de reformas, pueden mantenerse en una etapa de desarrollo o crecimiento del capitalismo o, en no pocas ocasiones, como respuesta de los capitalistas para evitar un proceso revolucionario, pero no resuelven ni la explotación de las clases trabajadoras ni una continua mejora de sus condiciones.

Un ejemplo es lo que pasa con el llamado Estado de Bienestar. Se trata de un conjunto de reformas (sanidad y enseñanza públicas, pensiones a la jubilación, ayudas familiares, etc.) establecidas después de la II Guerra Mundial como respuesta de las burguesías europeas a los procesos revolucionarios que se vivieron en muchos países. Son unas conquistas enormes que hay que defender porque son los mismos capitalistas quienes las están recortando, a veces mediante gobiernos socialistas o socialdemócratas. Las reformas son necesarias e imprescindibles pero no llegan a resolver el avance de la humanidad, porque, evidentemente, las clases poseedoras las rechazan y combaten y las echan para atrás si les es favorable la coyuntura de la lucha entre las clases. Son un medio las reformas para acercar el objetivo, no pueden ser un objetivo en sí mismo.

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Casi un siglo después sigue actual la tesis de Rosa Luxemburgo: “...siguiendo las concepciones políticas del revisionismo se llega a la misma conclusión que estudiando sus teorías económicas: no busca la realización del socialismo, sino la reforma del capitalismo, no busca la supresión del sistema de trabajo asalariado, sino la disminución de la explotación. En resumen, no busca la supresión del capitalismo, sino la atenuación de sus abusos.”

Lenin y las reformas

En muchas ocasiones se tiene una visión deformada de la política de Lenin y los bolcheviques, especialmente porque se tiende a verla sólo en el momento de la victoria de la Revolución de Octubre de 1917, y no en su proceso. El mismo Lenin tuvo que llamar la atención en numerosos escritos de que a la hora de analizar y conocer el bolchevismo había que hacerlo a través de la historia de su construcción y no sólo mediante una foto fija que desvirtuaba la visión.

El proceso por el que el bolchevismo logró conquistar la mayoría de la clase trabajadora fue un proceso complejo en el que lo más importante fue su confianza en la capacidad de la clase trabajadora para dirigir una revolución socialista, complementada con la flexibilidad necesaria para poder avanzar en las muy variadas situaciones en las que se encontró. Su lema de que el marxismo es “el análisis concreto de una situación concreta” es una lección que muchas veces se ha olvidado o convertido en cliché para quienes son capaces de repetir los mismos análisis o consignas en una situación o en la contraria.

Polemizando con otras tendencias del movimiento obrero ruso Lenin escribió en 1913 un pequeño folleto titulado Marxismo y reformismo en el que abunda sobre las relaciones entre las tareas revolucionarias y la lucha por las reivindicaciones inmediatas. Escribe: “… los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital…Los marxistas realizan una labor constante sin perder una sola “posibilidad” de conseguir reformas y utilizarlas, sin censurar, antes bien apoyando y desarrollando con solicitud cualquier actividad que vaya más allá del reformismo tanto en la propaganda como en la agitación, en las acciones económicas de masas, etc.”

Lo importante de la tesis de Lenin es que los marxistas deben apoyar toda lucha, incluida la lucha por reformas, y que lo hacen sin ilusiones en que las reformas puedan resolver la explotación capitalista. Pero justamente en esa contradicción está uno de los problemas complejos en una coyuntura difícil como la actual, dominada por la política burguesa, incluso cuando gobiernan los socialistas, y con un bajo nivel de movilización de masas.

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Lo más importante es participar en toda y cada una de las luchas, animarlas para que puedan obtener sus reivindicaciones y den fuerza y confianza a la clase trabajadora. Apoyar que sea lo más amplia y unitaria posible, defendiendo la participación del máximo de organizaciones sindicales, políticas, asociativas, etc. Se trata, en la mayoría de ocasiones, de exigencias de reformas, mejorar el salario o las condiciones de trabajo, reforma de la Constitución monárquica, defensa de derechos, como el de autodeterminación, mejora o cambio de leyes, etc. La abstención o la neutralidad sobre estas luchas es la peor de las actitudes. Por muy pequeñas o mínimas que sean las exigencias si hay movilización siempre será positiva. La crítica, cuando sea necesaria, deberá estar orientada a mejorar las propuestas o la acción y siempre tendrá muy en cuenta diferenciar la posición de los dirigentes reformistas de la que exprese la gente movilizada. Lenin lo expresa así en el folleto mencionado: “Los reformistas pretenden dividir y engañar con algunas dádivas a los obreros, pretenden apartarlos de su lucha de clase. Los obreros, que han comprendido la falsedad del reformismo, utilizan las reformas para desarrollar y ampliar su lucha de clase” Sectarismo e izquierdismo

De los numerosos libros y artículos escritos por Lenin su principal objetivo fue combatir el oportunismo y la adaptación de los partidos al sistema capitalista. En las diferentes etapas por las que pasó el proceso revolucionario ruso la lucha política contra los que negaban el papel de la clase obrera como clase capaz de encabezar la revolución, contra la idea de que los trabajadores no estaban preparados para vencer a la burguesía, contra los que simplemente querían adaptarse a un régimen democrático sin revolución obrera, fue el eje principal sobre el que se educó y formó el partido bolchevique de Lenin.

Pero eso no le impidió, bien al contrario, ocuparse de los impacientes, de los que querían ir más deprisa que las masas, los que pretendían resolverlo todo con cuatro consignas o denuncias de los dirigentes oportunistas sin acompañar el proceso de conciencia y organización de la clase trabajadora. Repasar hoy en día su libro La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo es un ejercicio de reflexión política muy necesaria, muy práctica y muy actual.

Hoy la política conciliadora de los grandes sindicatos domina a la clase obrera y también que unos cuantos años de bonanza económica ha estabilizado el empleo, a costa de una gran precarización y de un sector importante de inmigrantes sin derechos y bajos salarios, no es fácil orientarse a la hora de combinar las luchas inmediatas, por reformas, con la perspectiva revolucionaria, en estos momentos de tiempo incierto.

Lo más importante es hacer el esfuerzo para acompañar a los trabajadores y trabajadoras en sus luchas, sin por eso ceder a las presiones o a la política de los dirigentes sindicales o políticos; aprovechar cada ocasión para dar pasos adelante, por pequeños que puedan parecer; utilizar todos los medios con el objetivo de organizar y de elevar la conciencia de la clase trabajadora, desde

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las instituciones burguesas hasta cualquier movilización por limitada que sea. Dar importancia a toda exigencia democrática que pueda unir a todo el pueblo contra el enemigo. No abjurar del parlamentarismo, cuando a través de las elecciones se deciden luchas políticas y quien gobierna, especialmente cuando no se tienen medios para ofrecer otras alternativas; no retirarse de los sindicatos que agrupan a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras sólo porque los dirigentes son unos traidores.

Lamentablemente, en estos tiempos difíciles hay gente que no ha aprendido del pasado y sigue reproduciendo los mismos errores que Lenin denunciaba. Hoy también nos encontramos con quien frente a las dificultades de la lucha de clases reacciona rechazando el lento y duro trabajo en los sindicatos, creyendo que se puede construir un sindicalismo “revolucionario” al margen de donde está la mayoría de la clase trabajadora; o que una consigna, la mejor de todas incluso, podría resolver el que los trabajadores se pongan en acción; o que no se puede luchar por reformas porque eso no es revolucionario, o que es mejor ser cuatro muy revolucionarios que buscar el camino de agruparse y trabajar juntos en terrenos más amplios, la mayoría de las veces más imprecisos y no tan revolucionarios.

Empecemos descartando la idea tan poco marxista de que la revolución sería una especie de putsch, de un golpe por el que de un día para otro las masas trabajadoras se hacen conscientes de la explotación capitalista y deciden iniciar una revolución. No pocas revoluciones, por no decir la mayoría, se han iniciado exigiendo una serie de reformas y sólo la negativa de los gobernantes, o la represión, lograron convencer a las masas de que la única salida era la revolución, la subversión del régimen imperante por uno nuevo que representara las exigencias populares.

La revolución rusa de 1905 se inicia tras una manifestación duramente reprimida por el ejército del zar. Ese día, 22 de enero de 1905, conocido como el Domingo sangriento, el manifiesto de los obreros de San Petersburgo decía: “Nosotros, obreros, vecinos de Petersburgo, acudimos a Ti (el zar) Somos tus esclavos desgraciados y escarnecidos; el despotismo y la arbitrariedad nos aplastan… Merced a la obra de Tus funcionarios estamos reducidos a la condición de esclavos” y acababa diciendo “¡Señor! ¡No niegues la ayuda a tu pueblo! Dispón, júranoslo, que nuestros ruegos sean cumplidos y harás la felicidad de Rusia; si no lo haces, estamos dispuestos a morir aquí mismo. Sólo tenemos dos caminos: la libertad y la felicidad o la tumba”. Para varios miles el zar eligió la tumba, pero fue el inicio de la libertad para el pueblo ruso. El manifiesto exigía las siguientes reivindicaciones: amnistía, libertades sociales, salario normal, entrega gradual de la tierra al pueblo, convocatoria de una asamblea constituyente a base de sufragio universal e igual para todos. El manifiesto está muy lejos del espíritu revolucionario o anticapitalista y sin embargo fue una palanca para dar el salto a la revolución.

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El Programa de Transición de la IV Internacional

Otro momento en la historia del movimiento obrero en que se plantea el debate sobre las reformas y la revolución es en la elaboración del Programa de Transición, el programa que dio luz a la IV Internacional.

Situémonos en el tiempo. 1938. Hitler y Mussolini están en el poder. Las nubes de una nueva guerra mundial otean sobre el horizonte. La revolución española está perdiendo la guerra contra Franco y liquidando las conquistas revolucionarias de 1936. Stalin gobierna en la URSS. Ha asesinado o encarcelado a la mayoría de los dirigentes de la revolución de 1917. Un puñado de revolucionarios, algunos miles todavía resisten en la URSS, se agrupan en torno a León Trotsky para continuar defendiendo la política revolucionaria del marxismo. La III Internacional de Stalin ha sido incapaz de evitar y reaccionar a la victoria de Hitler (de hecho en 1939 se firmará un acuerdo de no agresión entre la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin) y por eso los revolucionarios marxistas deciden proclamar la IV Internacional.

Son tiempos sombríos, de guerras y revoluciones, que tampoco pueden evitar el debate sobre las reformas y la revolución. El Programa de la IV Internacional contiene un apartado denominado “El programa mínimo y el programa de transición” en el que se dice que hay que “superar la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la falta de madurez del proletariado y su dirección” y que hay que “encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista” (o sea, entre las reformas y la revolución) El Programa de Transición define ese puente como “un sistema de reivindicaciones transitorias” que permita relacionar las reivindicaciones actuales con la lucha por el poder de la clase trabajadora.

“La IV Internacional no rechaza –dice el Programa de Transición- las del viejo programa “mínimo” en la medida en que ellas han conservado alguna fuerza vital. Defiende incansablemente los derechos democráticos de los obreros y sus conquistas sociales, pero realiza este trabajo en el cuadro de una perspectiva correcta, real, vale decir, revolucionaria. En la medida en que las reivindicaciones parciales –“mínimum”- de las masas entren en conflicto con las tendencias destructivas y degradantes del capitalismo decadente –y eso ocurre a cada paso, la IV Internacional auspicia un sistema de reivindicaciones transitorias, cuyo sentido es el de dirigirse cada vez más abierta y resueltamente contra las bases del régimen burgués. El viejo “programa mínimo” es constantemente superado por el programa de transición cuyo objetivo consiste en una movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria.”

No se trata de reivindicaciones mágicas, ni de una varita que pueda resolver las complejidades de la lucha de clases, sino de analizar y establecer una relación entre el nivel de conciencia y de organización de la clase trabajadora y el futuro revolucionario; es decir orientar los objetivos y la acción para que la satisfacción de las necesidades de la población trabajadora entre en contradicción con el mantenimiento del poder capitalista.

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En realidad el Programa de Transición no hace más que actualizar la vieja discusión sobre la relación entre reformas y revolución, adaptándolo a una etapa de convulsiones revolucionarias, las de antes y después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en el movimiento trotsquista las reivindicaciones transitorias se han interpretado en no pocas ocasiones como contrapuestas a las reformas, como si por ellas mismas fueran una superación del programa mínimo. Hay algunos que aún llegan más lejos y deducen que las reformas no son posibles bajo el capitalismo y confunden reformas (mejoras para la población arrancadas mediante la lucha o presión política) con reformismo (tendencia política que sólo se limita a intentar mejorar el sistema capitalista) Buena parte del sectarismo e izquierdismo encuentra en estas supuestas teorías caldo de cultivo para su confusión.

Digamos que en épocas como la que vivimos, de preparación, de agitación y propaganda, de organización, y que todavía no están planteadas tareas revolucionarias, la única vía posible para avanzar es la lucha por conquistar objetivos parciales, transitorios, que permitan reunir las condiciones para una crisis política, económica y social que facilite de nuevo poner en el orden del día la lucha por construir una nueva sociedad que liquide la explotación capitalista e instaure la solidaridad, la cooperación y la democracia plena como normas de funcionamiento de la sociedad socialista.

Bibliografía: Pasado y presente del reformismo (Claudio Katz) http://katz.lahaine.org/articulo.php?p=10&more=1&c=1 Reforma o revolución (Rosa Luxemburgo) www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion Marxismo y Reformismo (Lenin) www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/12-ix-13.htm La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo (Lenin) www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html Programa de Transición http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/prog-trans/index.htm Compromisos Un elemento complementario del debate sobre reformas y revolución es el de los compromisos que los revolucionarios están obligados a hacer en una etapa como la actual. Los compromisos pueden ser de diferentes niveles y, lo que es importante, es si tales compromisos ponen en cuestión la lucha por los principios o son necesarios y complementarios para un momento de lento desarrollo de la lucha de clases.

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Algunos ejemplos. Las elecciones son un terreno de lucha política, difícil y complejo pero donde la lucha es necesaria, no sólo porque a través de ellas se eligen gobiernos y se deciden ciertas políticas sino también porque es una manera para que la juventud y la clase trabajadora puedan distinguir (y es verdad que no siempre es fácil) las distintas tendencias políticas existentes. La abstención o la neutralidad (a las que algunas tendencias políticas se apuntan con el argumento de que los partidos que se presentan no gustan o no defienden ciertas reivindicaciones) es una posición que aparta de la política a la población trabajadora. Supuestamente es una política “sin compromisos” que sólo consigue dejar que la política de otros sea la que se imponga. Nosotros preferimos el compromiso de participar y votar a través de la tendencia política en la que militamos (Izquierda Unida-EUiA-EBB). Para exigir, para organizar, para pedir cuentas, para desarrollar la experiencia en la que participan unos cuantos cientos de miles de electores. Otro compromiso. Estamos comprometidos con IU-EUiA-EBB. Es un movimiento amplio, abierto, que reúne unas cuantas tendencias del movimiento obrero opuestas al neoliberalismo y al capitalismo globalizado pero que no todas son partidarias del socialismo. Es un movimiento que, más allá de todas sus debilidades, luchas fraccionales y limitaciones, agrupa a la mayoría de los sectores opuestos al social-liberalismo que representa el PSOE. Para trabajar en IU, para desarrollarla, para que sus políticas se acerquen cada vez más a sectores obreros y populares, el compromiso entre las diferentes tendencias es casi siempre necesario. Es un compromiso obligatorio para poder avanzar y construir. A veces, ese compromiso es una imposición de la tendencia mayoritaria, o una imposición de lógica institucional, si no estamos de acuerdo no nos sentimos comprometidos pero tampoco rompemos la baraja. Seguimos trabajando para afiliar a más gente y para ganar la confianza de más afiliados. Porque nuestro compromiso consiste en la convicción de que en una etapa como la actual la suma es mejor que la resta; las alianzas mejor que las divisiones y que reorganizar el movimiento obrero y popular no se puede hacer de la noche a la mañana, necesita de organización, experiencias, movilización y de la combinación de todas ellas podrá surgir la política y las tareas para un nuevo impulso revolucionario. Podríamos extendernos en ejemplos, en la vida sindical, en la asociación de vecinos, en la reunión del movimiento antiglobalización y hasta la vida misma está llena de compromisos (aunque siga habiendo gente que cree que se puede hacer política sin ellos). Uno de los revolucionarios conocido por su intransigencia en cuanto a los principios pero siempre con los pies en el suelo escribió: “Engels estaba en lo cierto cuando en su crítica del manifiesto de los blanquistas de la Comuna ridiculizaba la declaración de éstos: “¡nada de compromisos!”. Esto es una frase –decía él- pues los compromisos de un partido que lucha son a menudo impuestos inevitablemente por las circunstancias y es absurdo renunciar de una vez para siempre “a cobrarse la deuda por partes”. El deber de un partido auténticamente revolucionario no consiste en proclamar una renuncia imposible de todo compromiso, sino en saber cumplir, a través de todos los compromisos –en cuanto sean inevitables- fielmente con sus principios, su clase, su misión revolucionaria, su obra de preparar la revolución y de educar a las masas populares para triunfar en la revolución… Por ejemplo: participar en la III y IV Duma (Parlamento en la época del zar) era un compromiso, una renuncia temporal a las reivindicaciones revolucionarias. Pero era un compromiso absolutamente forzoso, pues la correlación de fuerzas descartaba para nosotros, por un cierto tiempo, la lucha revolucionaria de masas, y para su larga preparación era necesario saber trabajar aun desde adentro de una “pocilga” semejante.” (Lenin. Acerca de los compromisos. Septiembre 1917)

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Debate sobre los gobiernos de izquierda GOBERNAR, ¿HUIR DEL PODER O HUIR DE LAS RESPONSABILIDADES?

Francisco LOUÇÃ*

La experiencia de gobiernos dirigidos por partidos de izquierda y la actitud que ante ellos debe tomar la izquierda revolucionaria es uno de los debates más importantes entre las distintas tendencias del movimiento obrero. Uno de los dirigentes del Bloco de Esquerda de Portugal reflexiona sobre la base de su experiencia.

SI, PARA LA IZQUIERDA, LA CUESTIÓN DEL PODER ES LA DECISIVA, ¿CUÁL DEBE

SER LA POLÍTICA DE ESTOS GOBIERNOS Y DE QUIEN LOS INTEGRA? ¿CÓMO DEBE

MEDIRSE EL ÉXITO O EL FRACASO DE ESA POLÍTICA? ¿CÓMO SE PUEDEN

TRANSFORMAR LAS OPORTUNIDADES EN REALIDADES? LAS RESPUESTAS QUE SE

PRESENTAN AQUÍ SON REFLEXIONES E INDICIOS, SON ARGUMENTOS Y RAZONES Y

SON DISCUTIBLES, COMO TODAS, SIN EMBARGO SE BASAN EN LA EXPERIENCIA

CONCRETA DE ESTOS GOBIERNOS Y, A PARTIR DE ESTA EXPERIENCIA,

CONTEMPLAN LOS DEBATES QUE SE DESARROLLAN EN LA IZQUIERDA SOBRE EL

ASUNTO.

COMBATE decidió no volver ahora a otros casos anteriores, que son muy ilustrativos y que nos enseñan mucho. Pero ya fueron tratados aquí a lo largo de los años: la Unión de la Izquierda en Francia entre el PS y el PCF, el gobierno coaligado de la socialdemocracia y la derecha en Alemania o incluso anteriores gobiernos Prodi en Italia. También se escribió ya aquí mucho sobre el gobierno Lula en Brasil y sobre otros gobiernos de partidos de izquierda en Venezuela, en Bolivia, en Uruguay. Ahora, se tratan las situaciones más recientes y tan diferentes como la de Italia o la de Nicaragua. Y se discuten las consecuencias de estas opciones. Estudiando estas situaciones y los debates de las izquierdas de estos países, no se puede huir de la pregunta

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fundamental: ¿será que la izquierda, para ser coherente, nunca puede estar en el gobierno o será que tiene que estar en el gobierno mismo, dejando de ser coherente? Sin escapar de estar paradoja, no hay estrategia para la izquierda en la lucha por el poder.

UNA MIRADA SOBRE ITALIA

Mucha gente en la izquierda portuguesa ha seguido con atención y preocupación la formación de la coalición y la política del gobierno Prodi. No tengo la intención de juzgar o de valorar los debates italianos sobre ese tema central, incluido lo que éste nos indique al respecto -aprendemos con las victorias y con las derrotas, con las respuestas movilizadoras y con las políticas desmovilizadoras. Habrá tiempo para esa reflexión a partir de esos debates italianos.

Quiero partir simplemente, para esta apreciación, de lo que parecen ser dos hechos que no se pueden desmentir. El primero es que la gran mayoría de los trabajadores organizados y del movimiento social italiano defendió y apoyó la formación de este gobierno de coalición entre partidos de izquierda y de centroderecha para interrumpir el gobierno de Berlusconi. Aún hoy, eso parece ser un sentimiento muy mayoritario. Quien ignore este hecho de la realidad se vuelve incapaz de responder a la dificultad de la política. El segundo hecho es que tanto la política del gobierno como su programa están en tensión o en contradicción con partes importantes del movimiento social. Esto es particularmente evidente respecto al movimiento antiguerra, que adoptó en Italia proporciones de millones de manifestantes, y que exigía el final de la intervención imperialista en Irak o en Afganistán, y que reclamaba pasos importantes para la paz en Oriente Medio, con el reconocimiento de los derechos de los palestinos. Ahora bien, si es cierto que la política exterior del gobierno italiano no ha estado en la línea de la de los Estados Unidos en muchas declaraciones y actitudes en relación al Oriente Medio, es igualmente un hecho que, una vez retiradas las tropas de Irak conforme se había comprometido Berlusconi, Prodi optó por mantener la intervención militar en Afganistán, donde la insurgencia ha crecido. Las manifestaciones contra la ampliación de una base militar norteamericana y a favor de la retirada de las tropas tuvieron tal expresión que no dejaron indiferentes a algunos de los partidos del gobierno, que las apoyaron, a pesar de que se mantendrían fieles en el Parlamento y en el Senado a la elección de Prodi.

Pero las tensiones con el movimiento social son aún más profundas que las que se derivan de la política exterior. Después de su reconducción como primer ministro, en la secuencia de la crisis de febrero, Prodi volvió a centrar su programa de gobierno para excluir algunas de las críticas y para reafirmar sus objetivos, en una maniobra de ajuste a la derecha y de aislamiento de la respuesta social. El nuevo programa de gobierno (resumido en 12 puntos que son la base de la coalición) reafirma el refuerzo de los poderes de Prodi, el “empeño en la misión en Afganistán”, pero también la “continuación de las

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acciones de liberalización” de servicios públicos (con la justificación de que el consumidor pasará a tener más poder de decisión), la “reducción significativo del gasto público” y la “reforma del sistema de prevención”, esto es, del sistema de seguridad social. En su Presupuesto para este año, el gobierno Prodi ya había impuesto un recorte de 3.000 millones en la salud y la creación de un impuesto moderado sobre las urgencias hospitalarias, un recorte de 3.500 millones en la financiación de las regiones al mismo tiempo que una disminución de 5.000 millones en la carga tributaria de las empresas, al tiempo que los gastos militares subían en un 11%. Al pensar en estas medidas desde el punto de vista de la experiencia del Bloco de Esquerda, que es la de la lucha contra las medidas de liberalización que son inducidas y justificadas por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, estoy convencido de que se puede afirmar sin margen de dudas que el Bloco rechazó siempre y continúa rechazando medidas de reducción ciega del gasto público, de beneficios fiscales injustificados, de privatización de la seguridad social o de militarización.

ALGUNAS IDEAS SOBRE LA IZQUIERDA Y EL PODER

Así, no me parece que el “caso italiano” -o el francés o el brasileño- nos enseñen mucho sobre como desarrollar la lucha por el poder a partir de una perspectiva de izquierda, a no ser por la parte negativa. En los ejemplos de los gobiernos europeos de los últimos años, la participación de partidos de izquierda condujo a derrotas sin excepción, y de ninguno de esos gobiernos se puede afirmar que produjese una gran reforma socialmente duradera o una alteración de políticas que mejorase la vida de los trabajadores, que cambiase la relación de fuerzas o que venciese las fuerzas de los adversarios sociales.

Por el contrario, fue cuando más partidos socialistas y socialdemócratas estaban en el gobierno que se inventó y se aplicó el pacto de Estabilidad y Crecimiento, que se concretó como lo que era, una máquina de guerra para la liberalización y privatización, con los ataques más profundos a las funciones sociales y a los servicios públicos. De este modo, confrontados con la experiencia concreta, los defensores de las opciones socialdemócratas prefieren discutir otro tema. Prefieren por eso un debate más metafísico del debate basado en opciones políticas concretas. De este modo, nos preguntan normalmente los socialdemócratas: ¿acaso la izquierda nunca puede llegar al poder, no debe tener ese objetivo, debe huir de él? ¿De qué sirve al trabajador apoyar a un partido de izquierda, si éste sólo quiere protestar y nunca contribuir a las decisiones? Mi respuesta es que los partidos de izquierda deben hacer de todo para ganar la confianza, para conseguir las movilizaciones, para cambiar las conciencias y la experiencia de la mayoría de los trabajadores. Deben así luchar para llegar al poder. El objetivo de la política es el poder. No se puede huir del poder ni de la lucha por el poder. Pero el objetivo de la izquierda es cambiar el poder. Por eso mismo, la lucha por el poder es una responsabilidad. Y no se puede huir de la responsabilidad -esa sería la peor forma de responder a la dificultad de la lucha política. No se

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debe ni se puede huir del poder. La lucha por el poder es la lucha por el socialismo y ésa es la lucha de la izquierda. Por ello, toda la política de la izquierda se debe resumir en la lealtad en relación a sus compromisos. Pero los compromisos son compromisos.

Si la izquierda defiende los servicios públicos, no se puede desarticularlos ni privatizarlos. Si la izquierda se opone al imperialismo, no puede aceptar las guerras en Irak o en Afganistán, o la ocupación militar con la creación de protectorados. Si la izquierda defiende una política de creación de empleo, no puede aceptar los despidos en la función pública. Si la izquierda defiende el sistema de seguridad social público, no puede aceptar el aumento de la edad de jubilación o la estrategia de las aseguradoras privadas. No se puede luchar por conseguir representación parlamentaria con compromisos de izquierda para aprobar después medidas de gobierno a la derecha. En este sentido, lo que el Bloco de Esquerda hizo, a diferencia de otros partidos europeos, fue asumir en las elecciones un programa de compromisos que es alternativo al del PS y que, por ello, imposibilitaría siempre un acuerdo gubernamental que violase tales políticas -y es por ello que el Bloco fue, es y será oposición a la estrategia liberal y socialmente agresiva que el gobierno Sócrates (el primer ministro portugués) ha llevado adelante.

PREGUNTAS SOCIALDEMÓCRATAS

Imaginen los lectores, por unos minutos, a un socialdemócrata que haga las preguntas más difíciles, incluso sin querer discutir las opciones estratégicas. Y que pregunte cuántos años más se puede esperar para enfrentarse a la tarea de gobernar, si no es mejor influir en el gobierno y mejorar sus políticas que permanecer siempre en la oposición, si los cuadros políticos no deben ser llamados a tomar decisiones, si no es mejor conducir a un gobierno de centro hacia la izquierda que aceptar que un gobierne de centro permanezca en la derecha, si al Bloco no le compete evitar la aproximación del PS a Cavaco Silva y al PSD.

Imaginemos que el Bloco se entusiasmara con estas ideas y que decidiera que su política fuese la de llegar al gobierno y por tanto a una coalición con el PS. Y que esa política se concretara y, tras unas elecciones, se invitara a nombrar un ministro, por ejemplo el Ministro de Sanidad -pero el ejemplo puede ser cualquier otro cargo de gobierno. ¿Qué haría dicho Ministro? Si quisiese defender precios aceptables para los medicamentos, chocaría con la industria farmacéutica. Si defendiese farmacias hospitalarias públicas, tendría guerra con la Asociación Nacional de Farmacias. Si aplicase la separación de carreras entre la medicina pública y la privada, la guerra sería con el Colegio de Médicos. Si quisiese desarrollar un Servicio Nacional de Salud que respondiera a las necesidades de las personas, la guerra sería con su colega de Finanzas -y obsérvese que todos estos puntos sin excepción forman parte de los compromisos del Bloco. ¿Cómo podría entonces este ministro vencer todas estas guerras? La respuesta es evidente: sólo podría vencer estas guerras si

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hubiese tanta fuerza social que se derrotasen a los grupos de interés que gobiernan la economía de la sanidad. Si hubiese tantos profesionales de sanidad comprometidos con esta política al punto que se pudiese aplicar en cada centro de salud y hospital. Si hubiese tanta acumulación de conocimiento y de capacidad, juntando mucho de lo mejor que hay en las profesiones de la salud, para poder escoger las opciones más informadas y competentes. O, en otras palabras, si el Bloque ya hubiese conseguido construir la fuerza necesaria para determinar un cambio social.

Dirá nuestro socialdemócrata: pero es por eso mismo que sería necesario aceptar la invitación a formar gobierno, porque es a partir del gobierno que se hacen estos cambios. Está equivocado, porque hay además la guerra más importante que era necesario ganar: contra la política del PS. La fuerza social transformadora sería precisamente necesaria para derrotar las políticas del mismo PS para la sanidad, porque conducen a la liberalización y privatización disgregadora del Servicio Nacional de Salud. Son esas mismas políticas a las que hoy se enfrenta el Bloco y quiere derrotar. Por ello, lo que no consigo ver es cómo se puede desarrollar un programa de cambio si la condición para ocupar ese lugar es una coalición que tiene como programa rechazar cualquier cambio que no sea la privatización de la sanidad. De todo esto trata la política, de construir la fuerza.

Y la experiencia, tan diferente de país a país, es por lo menos idéntica en una cuestión esencial: en todos los casos, las coaliciones que comenzaron a la izquierda acabaron a la derecha y su política fue la de los recortes presupuestarios, por tanto la de las restricciones, la austeridad y el desempleo. Esa deriva no es la consecuencia de la perversidad de los socialdemócratas en el gobierno o de las malas inclinaciones de sus ministros, es simplemente la consecuencia política de la política. El PS gobierna para el mantenimiento de la sociedad de explotación y de las injusticias sociales y es para ello que se aplica su mayoría. Esta es la razón por el que la política de coalición desiste de la política socialista y es una mala estrategia. No huir del gobierno y la lucha por el poder implica no huir de la responsabilidad del compromiso con el pueblo.

* Francisco Louçã es diputado y dirigente del Bloco de Esquerda de Portugal. * Traducción del portugués de Juan Antonio Herrero

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La igualdad de derechos en los países islámicos

La batalla de las mujeres iraníes contra la intransigencia religiosa

Nazanín Amirian

La defensa de Irán frente a la presión y/o agresión del imperialismo americano no puede tapar los graves ataques a los derechos democráticos de su población y particularmente de las mujeres, a las que se les niega los más básicos derechos democráticos y a quienes se persigue, a veces como excusa para ocultar problemas graves de la sociedad iraniana.

"Unas nueve mil personas han sido arrestadas en Teherán, la capital, por no respetar correctamente la normas sobre la vestimenta islámica. Sólo en la pequeña ciudad de Arak el 60% de las estudiantes han sido expedientadas por el Plan Contra Mal Velo."

Estas son algunas de las noticias que estos días abundan en la prensa oficial iraní informando sobre la campaña del gobierno de Mahmud Ahamdineyad contra mujeres y hombres que "se visten inapropiadamente", pasando por alto el estricto código islámico. Algunos jóvenes han sido golpeados en las calles, como solía suceder en los años que vivía el Ayatolah Jomeini.

Las autoridades de la República Islámica (RI) realmente están desesperadas. Ya no saben qué más pueden hacer para que los iraníes –hombres y mujeres- se sometan a las normas de vida y de vestimenta de los beduinos de la península arábiga que conquistaron Persia en el siglo VII. Pues, hay que aclarar que el hijab no es una prenda iraní. Cada una de las doce comunidades étnicas que componen este gran país, como la persa, kurda, azerbaijana, guilani, turkmana, baluch, árabe, entre otras tienen su propia indumentaria, que por cierto son muy coloridas.

El segundo intento de arabizar Irán vía islamizarlo, ésta vez por iniciativa del clérigo chiita a partir de la toma del poder en 1979 y establecer un régimen teocrático oscurantista, tampoco está funcionado. Curiosamente, este aspecto, el del choque frontal entre una sociedad con una identidad nacional forjada y arraigada durante miles de años, contra la nueva elite política que se identifica

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más con el panislamismo que con Irán, ha sido poco estudiado por los analistas políticos. En su hostilidad contra todo lo iraní no islámico, los agentes de la RI en marzo de 1980 empezaron por destruir las figuras del histórico monumento de Persépolis, fundado en el siglo V a.C., y que si no fuera por las protestas de toda la población así como por la UNESCO aquellas obras de arte hubieran tenido la misma suerte que las estatuas de Buda de Bamian en Afganistán1. Acto seguido fue la creación de nada menos que un Gabinete de Hijab junto al del primero ministro cuya competencia consistía en reprimir cualquier resistencia a una fórmula inventada de indumentaria, con ordenanza como: "El uniforme de la mujer consiste en una túnica y unos pantalones sencillos, amplios, largos y de una tela gruesa monocolor que deben de ser azul marino, negro, marrón o gris", o "la mujer debe tocarse con un magnae (pañuelo sencillo), monocolor, sin dibujos ni adornos, los calcetines oscuros y los zapatos sin tacón y de colores adecuados". Se prohibió así mismo el maquillaje, usar perfume, hablar con algún compañero masculino, fumar, reír, hablar en voz alta, montar en bicicleta, bailar, cantar, hacer ejercicios deportivos en público, entre otros.

No fue por casualidad que la primera protesta contra el nuevo régimen la protagonizaron miles de mujeres frente al ministerio de Justicia en Teherán, contra este primer paso para excluir, discriminar, humillar y controlar la mitad de la población.

Pero la lucha contra "lo iraní" no terminaba allí, cualquier nombre persa, como el de la autora de este texto, se ha prohibido. Por lo que los iraníes empezaron a poner dos nombres a sus retoños: uno árabe-islámico para registrarlos (Fatima y Mohammad, por ejemplo) y otro iraní para llamarlos (Susan, Anahita, Darío, etc.).

Aunque lo más grave de estos atentados contra la identidad iraní fue dejar fuera de la legalidad la fiesta pagana de Nouruz, Nuevo día, que se celebra el primer día de la primavera desde hace unos cinco mil años en esta tierra, y es el inicio del calendario solar iraní. El afán de los mandatarios del país fue sustituirlo por el calendario lunar árabe, cuyo año cero es la emigración del profeta Mahoma de Meca a Medina. Sólo a partir de la presidencia de Mohmamad Jatami (1997) los iraníes consiguieron dejar de celebrar en clandestinidad esta entrañable fiesta. Aun hoy, el Charshanbe suri, la Fiesta del Fuego, preludio de Nouruz sigue siendo prohibida, por ser pagana.

Para imponer estas normas, absolutamente ajenas a la cultura iraní, redactaron una serie de leyes que preveía durísimos castigos a quienes las infringían. 75 Hadde Shari, latigazos religiosos, para las mujeres y hombres que no respetan la vestimenta islámica y en caso de reincidencia, su reclusión en los Centros de reeducacion islámica; una ley apoyada por los paramilitares llamados Hezbolah, armados de cadenas, ácido y puños de hierro que atemorizaban a la población.

1 Este año, la RI ha decidido construir una presa sobre el río Sivand, al lado del mausoleo del Ciro el Grande, levantando las protestas de todos los expertos que prevén la desaparición de esta emblemática seña de identidad de la Persia preislámica.

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Hoy, después de nada menos que 28 años, los dignatarios de la RI aun no han podido obligar a las mujeres a vestirse como ellos establecen ¡Un fracaso total en domar y moldear según sus ideas medievales a todo un pueblo!

En la nueva campaña contra El Mal Velo, y sólo en Teherán, el gobierno ha lanzado a las calles a 300 patrullas. Además, las fuerzas del Orden, Ansar.e Hezblah y Basiy, dos grupos paramilitares, serán encargadas de velar por la nueva norma. En las comisarías se ha creado un batallón llamado "brigada operativa de mujeres" que decidirá qué hacer con aquellas que llevan el Mal Velo.

La actual cruzada para imponer el velo utiliza el argumento de que quiere regresar a los orígenes del Islam (sueño para ellos y pesadilla para ellas), olvidando que en los primeros años de la religión mahometana las mujeres no llevaban el velo y que fue en la Edad Media cuando los hombres utilizaron esta vestimenta para excluirlas de la escena social y someterlas en el ámbito familiar. Por otra parte, esta reivindicación sirve para legitimar la desigualdad de género, silenciar las exigencias del pueblo entero y desviar la atención de graves problemas sociales y económicos.

El velo no es sólo un trapo que cubre la cabeza, sino como afirma el Antiguo Testamento "la mujer ha de tener una señal de autoridad sobre su cabeza" (I Corintio11:3-10). Por lo que es un indicio de la sumisión que la mujer debe mostrar primero frente a la autoridad varonil y luego ante Dios –y en caso de la RI, ante los mandatarios del país- toda una seña de identidad que reduce a la mujer a un bulto oculto, una entidad sin personalidad tan alejada de su manifestación externa que puede ser sustituida por cualquier otra mujer. Por lo tanto, las autoridades de la RI conciben, y con razón, que el no llevar el pañuelo es signo de rechazo de las mujeres a la autoridad del varón sobre su cuerpo y su alma.

Desde el punto de vista sociológico, uno de los principales motivos por el que los integristas insisten en "velar" la mujer es por la incertidumbre que sienten ante la crisis de los modelos de identidad sexual, el cambio de roles, la dificultad para definir el espacio de ambos géneros y la "virilización" del papel femenino. Frente a esta realidad que obliga al cambio, los fundamentalistas toman resoluciones simples: si la barba ha significado la virilidad del hombre, el velo identificará la feminidad oculta. A partir de tal paralelismo, argumentan que ellas están hechas para cuidar la casa, criar los hijos y gratificar sexualmente al esposo, mientras que los varones han de dirigir la comunidad y proteger la familia. “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres” (El Corán, azora IV:34).

La crisis económica que envuelve Irán fuerza a un cambio de papeles difícil de digerir en ciertos sectores; que una mujer trabaje fuera de casa y el hombre esté en paro les perturba.

Los dignatarios de la RI orgullosos de su visión discriminatoria hacia la mujer, la han plasmado en un sin fin de leyes. Según el Código Penal, la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre. En caso de asesinato, el homicida

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debe depositar una indemnización llamada diya, "precio de sangre" a la familia de la víctima. El valor de la vida de un hombre se ha determinado equivalente a 21.500 dólares, mientras que el de una mujer es la mitad de esta cantidad. Esta forma de mirar a la mujer como "medio humano" también se refleja en la vida de día a día. Una mujer recibe una parte de herencia contra las dos que corresponden a un hombre. En caso de divorcio, una madre tiene la potestad sobre sus hijos hasta los dos años si son varones y hasta los siete si son mujeres, para sacarlos adelante. Pasada esa edad, la potestad regresa al padre o a la familia de éste. La edad nupcial que en la era del Sha era de 18 años ha sido reducida a los nueve años para las niñas y a los niños de 15. Las relaciones sexuales que anterior a la llegada de los islamistas al poder eran consideradas asuntos personales, ya entran dentro del ámbito del Estado. El Código Penal establece que si una pareja tiene relaciones sexuales sin estar casados la condena es de cien latigazos, si el hombre no es musulmán y ella sí, la pena para él es la muerte. En caso de adulterio de personas casadas se les condenan a muerte por lapidación. Las víctimas de violaciones sexuales son declaradas culpables de adulterio, castigadas a la pena capital.

En el terreno familiar, una mujer está absolutamente desamparada. Un hombre puede reclamar y obtener fácilmente el divorcio, incluso sin avisar a su esposa, y contraer matrimonio con cuatro mujeres a la vez y tener infinitas concubinas. Mientras ella, para librarse del infierno que se convierte su matrimonio, debe demostrar que su marido es sexualmente impotente, drogadicto, incapaz de afrontar los gastos del hogar, o que ha abandonado el hogar familiar hace más de seis meses. Los malos tratos no son motivo para solicitar el divorcio. También ella es considerada una menor cuando desea salir del territorio nacional, y debe de tener la autorización de su marido o de su padre si aún no está casada o de un tutor varón.

Y curiosamente todo eso sucede cuando las mujeres iraníes son el 53% de los titulados universitarios. En algunos centros superiores, como en la ciudad de Isfahan, esta cifra alcanza el 75%. Aún así, ellas representan tan sólo el 12% de la población activa, una cifra que no ha variado desde 1970. El apartheid oficial prohíbe que las mujeres ocupen algunas profesiones como la de magistrado que preside un tribunal o imparte justicia. Cargo que ocupó la premio Nóbel iraní, Shirin Ebadi en el 1969.

La Constitución islámica excluye a las mujeres a aspirar a la Presidencia de la República. Hasta hoy ninguna mujer ha sido nombrada ministra, ni siquiera en el gobierno de Jatamí que presumía de la "democracia islámica", mientras en Irán desde 1969 hasta 1979 había dos ministras en los gobiernos del Sha, que fueron ejecutadas nada más la instalación de la República islámica.

Hoy por hoy, millones de mujeres están rompiendo esquemas, irrumpen en la esfera pública, cuestionan los fundamentos del sistema teocrático y piden la separación de la religión del poder político.

En 2006, 125 activistas pro derechos de la mujer fueron encarceladas, 2 mujeres ejecutadas y lapidadas y hay 10 condenadas a lapidación y a la horca.

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Este año en la celebración del 8 de marzo –ilegal desde 1984-, las fuerzas de seguridad dispersaron en Teherán las concentraciones pacíficas en conmemoración del Día de la Mujer, golpeando y arrestando a unas 300 participantes, algunas procesadas por “actuar en contra de la seguridad nacional".

Pero, el hecho de que las mujeres carezcan de derechos iguales a los hombres, no significa que los hombres disfrutan de libertad y democracia.

Pues, este totalitarismo no sólo interviene en los aspectos más íntimos y personales de la vida de los ciudadanos, sino abarca todos los aspectos de su existencia. A causa de la ilegalización de todos los partidos políticos de la oposición, los iraníes no pueden elegir libremente a sus propios representantes políticos, y el concurso electoral por un escaño en el parlamento o en el gabinete suele organizarse desde el gobierno entre diferentes facciones de la RI, mientras los cuerpos no electos que controlan el poder como El Consejo Guardián de la Constitución; Asamblea de Expertos o el Consejo de Discernimiento de Conveniencia del Sistema, con poderes para declarar inválida cualquier acción o ley gubernamental anulan cualquier intento de que las voces de los ciudadanos sea escuchada a través de canales legales. Por si fuera poco, encima de estos órganos se sitúa el Velayat fagih, el Gobierno del sabio, encarnado en el Ayatolah Jameneí como jefe del Estado, a cargo de la política nacional, exterior y de seguridad quien sigue sin rendir cuentas a nadie salvo a Dios.

La desigualdad jurídica entre los ciudadanos es uno de los fundamentos de la RI, y sin dudad uno de los motivos de la hostilidad de las autoridades hacia las exigencias de las mujeres, la igualdad de derechos.

Este peculiar sistema político-religioso divide a los ciudadanos en categorías, a saber:

1. Hombres o mujeres: ellas en la mayoría de los artículos del código penal y civil son consideradas "medio persona", seres con la mitad de los derechos que se ha concedido a los varones.

2. Creyentes y no creyentes: los ateos y los herejes son condenados a la pena capital. De este modo, miles de marxistas han sido ejecutados.

3. Musulmanes y no musulmán: las tres únicas religiones reconocidas por la RI, -la cristiana, la judía y la zaratustriana-, carecen de derechos políticos esenciales, como empleos estatales y las restricciones de libertades sociales, culturales, lingüísticas y religiosas. Sólo pueden elegir y ser elegidos en las elecciones al parlamento dentro de su propia comunidad. Cada una tiene derecho a tener un representante, que además debe de ser fiel a la RI.

4. Chiitas y sunnitas: siendo el 10% de la población, los sunnitas carecen de los mismos derechos y oportunidades que los chiitas. No pueden aspirar a puestos altos en la administración, ni presentarse como candidatos en las elecciones generales. Desde la fundación de la RI no se ha construido ninguna mezquita para esta comunidad en Teherán.

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Lo que cubre el Plan del Velo

Ahora bien. La primera función del Plan del Velo es la "Pedagogía del miedo", o sea, perseguir a un sector de la población, las mujeres, para atemorizar al resto. No es casual que los medios de comunicación del régimen hayan difundido las noticias relacionadas con esta campaña e incluso informando diariamente sobre el número de detenidas, mientras, no se difundió en ningún medio la noticia de las protestas sin precedentes de decenas de miles de profesores frente al parlamento en el mes de marzo.

El segundo motivo de convertir el velo en una cuestión del Estado es que mujeres cubiertas con una sábana negra de pies a cabeza hoy por hoy son la única manifestación de lo que queda de la "sociedad islámica" prometida e idealizada por el régimen, que iba imponer la justicia, promover la igualdad de las oportunidades, la supremacía de la ética, el bienestar y el respeto hacia los derechos humanos. La realidad dista tanto de la utopía que ya ni se puede disimular. El país gobernado por la RI es el primero del mundo en número de ejecuciones, en proporción a su población. Amnistía Internacional registró 177 ejecuciones en 2006, casi el doble del año anterior. Dos fueron lapidaciones. Cuatro, ejecuciones de menores. Sólo en enero de 2007 se sumaron 19 ejecuciones más.

La pobreza, en un país que es la segunda reserva del petróleo y del gas del planeta, ha tomado dimensiones sin precedentes en la historia moderna del país. Mohammad Bagheri, miembro del Colegio de Economistas de Irán confiesa que actualmente hay más de 10 millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza absoluta, y entre 10-20 millones sobreviven inmersos en una pobreza relativa. Por increíble que parezca, estas cifras, según la prensa oficial, se han duplicado desde la instalación de la República Islámica2 en 1979. Mientras la inflación es de 25-30%, los principales afectados por esta situación son los jubilados, obreros, funcionarios e incluso los jóvenes profesionales (como médicos y abogados) que, a causa del aumento espectacular de los costes de la vida, se han visto inmersos en la exclusión más trágica. Dice el Dr. Eghlimi, profesor de economía de la Universidad de Teherán, que alrededor del 40% de los jóvenes con una carrera universitaria están sin empleo y, si la situación sigue así, habrá un aumento del 10% anual3. La revista de Estudios Económicos de Oriente Medio afirma que el 34% de los iraníes de entre 20-29 años –unos 11 millones- no consiguen hacerse con un puesto de trabajo.

Una de las consecuencias directas de este despropósito económico es la masiva huida de cerebros. Uno de cada cuatro iraníes con estudios superiores ha emigrado de su país. Cada año entre 150 a 180 mil personas con un título universitario buscan otro lugar en el mundo para ejercer su preparación

2 http://www.nosazi.ir/comments.asp?id=59, 3 http://www.hambastegimeli.com/node/25744

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profesional e intelectual, colocando a su país en la cabeza de lista de los países en vía de desarrollo con mayor huida de cerebros (de entre un total de 91 países). El aumento de casos de corrupción ha colocado a la RI en el puesto número 88 a nivel mundial, en la lista de la organización Transparencia Internacional (TI), en cuanto a la transparencia en sus cuentas y el cuarto país con más nivel de corrupción de entre los 13 países Oriente Medio, después de Irak, Palestina y Yemen. Los negocios del petróleo y el gas son los principales responsables, ya que producen los mayores sobornos después de los contratos del sector armamentístico4 a nivel mundial.

Un conjunto de factores que ha provocado protestas de diferentes sectores de la sociedad. Actualmente cinco mil trabajadores de la empresa azucarera de Haft Tape, están en huelga, y uno de sus líderes, Mahmud Salehi, ha sido condenado a 5 años de prisión por "incitación al sindicalismo y atentar contra la seguridad nacional". En este contexto, también se ha intensificado la persecución a las minorías religiosas y étnicas del país –el 60% de la población. La región de Kurdistán está prácticamente tomada por el ejercito, bajo el pretexto de la lucha contra los separatistas.

La lucha contra El Mal Velo, desvía la atención hacia los verdaderos problemas del país y le da la oportunidad a la RI a reprimir a los opositores, y disuade a otros activistas de organizar protestas.

Pero, aun hay más motivos: Dar una buena lecciones a las mujeres en venganza por el auge espectacular del movimiento feminista en favor de la igualdad de derechos, que se presenta como uno de los más políticos y mas radicales movimientos sociales del Irán actual; el nerviosismo de las autoridades del país originada por la presión internacional por el programa nuclear y por fin, intentar impedir la formación de la llamada "Tercera opción", que consiste en el esfuerzo de los iraníes en demostrar que fuera de la RI, así como de la intervención de EEUU y sus peculiares maneras de "democratización de los países invadidos" (¡Irak como espejo!) existe la posibilidad de formación de una alternativa independiente desde el mismo seno de la sociedad iraní.

Cuanto más el régimen islámico se siente amenazado por un ataque militar de ISRAEL-OTAN, el sector militarista y duro de la RI representado por el propio Ahmadineyad recurre más a mano dura contra la población. Algo que sin duda beneficiaría a los enemigos de Irán, ya que separaría a los ciudadanos del gobierno y dejaría frágil la agresión planeada.

Muy compleja situación para el pueblo iraní que se encuentra en medio de la batalla de un sistema político absolutamente anti democrático y las fuerzas imperialistas criminales.

4 http://www.transparency.org/content/download/8101/51449/file/TIAR2005.pdf

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70 años de la represión estalinista contra el POUM

ASALTO ESTALINISTA DE LA VIRREINA

Wilebaldo Solano

Durante varios meses la Fundación Andreu Nin ha organizado diferentes actividades en torno al 70 aniversario de los Hechos de Mayo de 1937 y la posterior desaparición de Nin y la represión contra el POUM. Un emotivo acto tuvo lugar en el Palacio de la Virreina de Barcelona en el que Wilebaldo Solano explicó los hechos sucedidos hace 70 años.

El 16 de Junio de 1937 un comando policiaco creado por el general Orlov, jefe de la GPU rusa, pasó al asalto del Palacio de la Virreina de Barcelona con el objetivo de detener a los dirigentes del POUM. Desde los sucesos de Mayo, allí, se reunían todos los días Nin y sus camaradas para preservar su trabajo en condiciones de seguridad. Entre otras razones porque el gran escritor Víctor Serge, que residía en Bruselas y estaba bien informado, sabía que Stalin reclamaba la liquidación del POUM, partido que había tenido el valor de denunciar los crímenes contra la vieja guardia bolchevique en Moscú.

Como no había en Cataluña ningún policía para detener a Nin y sus compañeros, Orlov (de la policía secreta de Stalin) reclutó polizontes en Madrid para operar. El 16 de Junio, terminada la reunión del Comité ejecutivo, Nin, Gironella y yo salimos de la Virreina, Al parecer, Andreu Nin quería hacer algo en el local central del POUM de Barcelona y yo fui a la imprenta de la calle Baños Nuevos donde salían nuestros periódicos. Los obreros me dijeron en seguida que la policía buscaba a Gorkín y a Solano y me llevaron al sótano, donde me disfrazaron de linotipista. Fue mi salvación. Pero Nin fue el primer detenido en el local del POUM de la Rambla. La detención de Juan Andrade, de Pere Bonet y de Julián Gorkín fue realizada por los policías de Orlov poco tiempo después en su asalto a la Virreina, donde ya funcionaba un Centro político literario internacional que había creado el POUM y al que habíamos designado Instituto Joaquín Maurín. (Uno de los dirigentes del POUM que estaba en Galicia en el momento del golpe de Estado de Franco)

SINMURO – SEPTIEMBRE 2007 - P.26

El asalto a la Virreina tuvo consecuencias terribles. Lo más grave fue el secuestro de Andreu Nin y su asesinato en Alcalá de Henares por un grupo de torturadores rusos y españoles desenmascarados en los Archivos de la GPU cuando se realizó el film “Operación Nikolai”. Nin, Juan Andrade, Julián Gorkín, Pere Bonet fueron trasladados a Madrid, donde recorrieron varias “checas” estalinistas durante unos días. Hasta que el eco de una campaña internacional en la que se destacaron André Gide y la Izquierda laborista determinó que el gobierno de Negrín los trasladara a la cárcel de Valencia. Destaquemos que durante esos días varios militantes del POUM murieron en las trincheras de la Moncloa defendiendo Madrid en el batallón que mandaba nuestra Mika Etchebehere.

Algunos historiadores se han permitido el lujo de explicar que el POUM fue destruido. Pero se equivocan. En la misma tarde del 17 de Junio comenzó a funcionar un nuevo Comité Ejecutivo formado por militantes de valor como Jordi Arquer, Gironella Molins y Fábrega, Josep Rodes, Joan Farré Gassó y yo mismo y el equipo de nuestra Juventud Comunista Ibérica lanzó en seguida una prensa clandestina con los semanarios La Batalla y Juventud Obrera y desarrolló una campaña internacional que desesperaba al Kremlin, como hemos podido comprobar en los archivos de Stalin. Falló el proceso que la GPU quería montar en Barcelona. Falló la campaña de calumnias y la represión. Y nadie pudo evitar que el POUM continuara su labor en los frentes de guerra, en los puestos de trabajo y en las prisiones con la bandera de la lucha contra el fascismo y por el socialismo revolucionario.

Wilebaldo Solano. Ex-secretario General del POUM PD.- La falta de Lluís Companys. Unos días después de que se supiera el crimen cometido con Andreu Nin, Lluis Compays, presidente de la Generalitat, pidió que se le facilitara una entrevista con los dirigentes del POUM. Tarradellas se puso en relación con nosotros y Jordi Arquer y yo nos presentamos en el palacio y tuvimos una larga conversación. Companys estuvo muy amable con nosotros y nos prometió que trataría de que la represión no se agravara en Cataluña.Y al despedirse nos dijo:”Cometí un error al enviar a Miravitlles (Consejero de la Generalitat) a Valencia. Tenía que haber ido yo mismo”. Jordi Arquer y yo salimos protegidos por los “mossos” hasta el coche que nos esperaba. Unas horas después, la Radio declaró “el President de la Generalitat ha recibido hoy a una delegación del POUM.”