Serial Bassqro

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Torneo de Pesca

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La experiencia del Séptimo Serial Bassqro Torneo del Bicentenario en Zimapán,Tzibanzá Qro.

Por:Rafael Malpica

El sedal cortó el aire ya menos frío a esa hora de la mañana y el señuelo de plástico en arreglo Texas cayó apenas a unos cen-tímetros de la pared de roca. Esperé. Con cautela recuperé la línea y moví la caña con peque-ños tirones de muñeca para dar-le vitalidad a la lombriz. En ese momento recordé la plática de Yaisa Corrales y de Juan Anto-nio Pérez que sólo unas semanas antes habían brindado su curso de pesca finesse en Umécuaro y nos habían mostrado la forma de escanear nuestro sitio de pesca. ¡Claro que sirvió! La lombriz de plástico se movió hacia abajo de la pared escalonada. Por un ins-tante se trabó en las ramas ocul-tas de un árbol sumergido pero logré zafarla. De pronto sentí un leve toque al señuelo y espe-ré una vez más para mover con energía la vara al sentir a ple-nitud el strike. La caña entera se dobló ante la fuerza del pez en

retroceso. De inmediato sentí mi pulso acelerado. Bajé la punta a la altura de la superficie del agua y recuperé línea, pero sentí una vez más la acometida. Recuperé más sedal. La bobina del carrete pareció atascarse pero funcionó. Tuve un pensamiento para Mau Franco del Viejo Bass de More-lia que me vendió el equipo. De pronto el lomo de un verde bri-llante apareció en el agua oscu-ra de la presa Zimapán. Pero de inmediato la lobina se sumergió. Cerca del costado de la lancha de Abel Cruz, nuestro guía, la destreza de mi compañero Ab-delaxis con la red permitió subir a bordo a una hermosa golona que al pesar registró 1 kilogra-mo y medio de puro vigor. 1.575 Kg. para ser exactos… Bueno, casi exactos porque en la publi-cación en línea de los resultados apareció con 1.580. Abdelaxis mira el reloj de pulsera y son las 11:17 horas.

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Allí, en medio de la nada, en una presa inmensa en el estado de Querétaro y casi encima de los límites de Hidalgo, el sábado previo al inicio de la primavera del año 2010, Abdelaxis y yo nos volteamos a sonreír mientras Abel movía la cabeza de arriba a abajo. Y es que para estar en este Torneo del Bicentenario, en el Séptimo Serial Bassqro en la presa Fernando Hiriart Valde-rrama debieron pasar muchas cosas y tuvimos que visitar a po-tenciales patrocinadores. Sólo la confianza del club deportivo Britania Las Américas de More-lia y de dos dependencias del gobierno de Michoacán hicieron posible nuestra participación en esta primera fecha del serial. Y allí estábamos con una lobina en el vivero, digna de un torneo.

Esa mañana había empezado tranquila. El viernes, después de casi cuatro horas y media de viaje en la camioneta de Abde-laxis llegamos a la comunidad de Tzibanzá para completar el registro en la Federación Mexi-cana de Pesca Deportiva y nues-

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tra inscripción. Ya los pagos los había hecho desde antes en Morelia con la guía de David Peruyero. Francisco Venegas representante de la empresa Crane Care de México (responsa-ble de toda la logística del torneo) terminó de llenar el formato y listo: Embarcación número 16. ¡Estábamos adentro!

Pero tenía aún una cosa pendiente. Subí al hos-tal pero estaba vacío. Sin embargo al bajar allí estaba la figura irrefutable de Mario. Lo reconocí enseguida por las pistas que me brin-dó César Villarias, el Galápagos de Anglers Bass House de México, quien me ayudó a con-tar con una bolsa para torneo que me envío precisamente con Mario. Luego de darle las gracias, ahora sí, nos sabíamos dentro.

Antes de irnos a refugiar a la casa que renta-mos, una botella de Torres 10 se nos unió a la amena charla que teníamos ya los integrantes de los cuatro equipos michoacanos inscritos en el torneo, frente a las escaleras de acceso al hostal y el restaurante El Anzuelo de la comu-nidad. Allí junto a un bote de basura rebosante ¡Que nunca se movió por cierto! Descubrimos que el contenido de un brandy como éste es inversamente proporcional a los chistes, a la

“carrilla” y a las horas transcurridas. No sin algunos temores propios de la convivencia con más de 25 personas que ya dormían o estaban por hacerlo, Shadi, Mario, Alejandro y Sáenz se fueron a dormir. Ya al otro día nos contarían las peripecias para respirar y descansar a la mitad de esa pesada atmósfera repleta de aromas y de texturas. O lo que es lo mismo de olores a sudor, a extremidades y flatulen-cias.

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Abdelaxis y yo cenamos las tortas que sobraron del viaje y luego a dormir. A las 5:15 de la mañana sonó la alarma de los móviles. Después de evacuar (¡Bendito sea Dios!), bañarnos y desayunar, nos presentamos en el embarcadero de Tziban-zá uniformados con las camisas blancas del club Lobineros de Michoacán perfectamente plan-chadas (al menos la de mi toca-yo) y pantalones cortos. Luego lamenté por qué caramba no me había llevado una chamarra li-gera.

Prácticamente a las 6:30 de la mañana estábamos arriba de la panga de Abel. Los acordes y la letra del Himno Nacional nos enchinaron la piel, y creo que a

todos. Una a una las embarca-ciones se acercaron a la revisión de rutina de los viveros y a las 7 en punto salió la primera, la de César y Carlos Jimeno del equi-po Genoma Bass.

El viento frío de la mañana nos sumió a los tres en callado tránsi-to hacia el primer punto de pes-ca marcado por Abel. Él redujo la velocidad y nos aproximamos lentamente hacia una pequeña punta de piedra. Un pajarillo co-lorado se sobresaltó y salió en estampida de entre unos mato-rrales. Después de eso…nada. Silencio. Sólo el chapoteo del agua al entrar el remo. La estra-tegia era simple: Pegados a la pared de piedra resquebrajada tiramos los plásticos en arreglos Texas y drop shot que mantuvi-mos a lo largo de la jornada, aunque Abdelaxis también pro-bó suerte con un paletón y un popper. A las 9:22 la cuota de cinco ejemplares de más de 30 centímetros estaba completa. Y seguían los piques.

En el mismo sitio terqueamos un rato más hasta que le pedimos a Abel un nuevo destino. Recorri-mos ensenadas, paredes, “palo-teras” y una zona de bajos.

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En uno de esos lugarcitos ensarté mi golona que de inmediato, junto a las dos más grandes del vivero, presentamos para registro. Los aireadores funcionaron de maravilla: Uno que nos prestó Adalberto Perusquía y el otro de Miguel Luna del zoológico Juárez de Morelia.

Para festejar la cuota completa, Abdelaxis se empeñó en abrir unas sardinas que acometió con singular gusto hasta que se dio cuenta que eran enchiladas. Discreto, guardó en la hielera de los refrescos los pescaditos sobrantes aún enlatados con tan mala fortuna que todo el aceite se derramó en el interior dejando una pestilencia que fue creciendo a lo largo del día. Refrescos y cervezas tenían el aroma monumental de un barco de escama anclado en el muelle de Alva-rado. Quizá por eso se salvaron las Tecate. Bueno, casi se salvaron. (Ya de regreso en casa, en Morelia, yo sí entré aunque mi mujer me mandó a bañar inmediatamente. Hoy es viernes pero las dos hiele-ras siguen afuera con su pestilencia. ¡A ver mañana si les toca baño!).

Con otras capturas mejoramos peso y al final del día, asolea-dos, cansados, con una cajetilla completa de cigarros en los pul-mones, cuatro cervezas con cla-mato (¡Lo juro!) y en la panza los sandwiches sobrantes que llevé de casa, nos reportamos en el área de registro. Nada mal para cerrar en la posición 12 con 3.52 kilogramos, a poco menos de 3 kilogramos de Michoacán Bass que totalizó 6.195 Kg. con las dos golonas de Alejandro Pérez. Este primer día de competencia el registro de lobinas se cerró a las 4 de la tarde. Aparentemen-te todas las embarcaciones, las 68, llegaron a tiempo. No hubo

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mayores incidentes aunque los agentes de la Comisión Nacional de Pesca desarticularon por la mañana el intento de unas per-sonas armadas que pretendían pescar con red desde la orilla de la presa.

Luego de subir las cosas a la ca-mioneta, y de despedirnos de Abel, nos enfilamos a la casa en que se hospedaron Carlos y Cé-sar donde ya esperaban el resto de los integrantes de los equipos michoacanos.

Hago una pausa. Son poco más de las 5 de la tarde. En unos mi-nutos más, a las 17:32 horas será el equinoccio de primavera, el momento en que el día y la no-che en el hemisferio norte tienen la misma duración. No soy dema-siado afecto a los asuntos místi-cos pero en ese momento doy gracias al Gran Arquitecto del Universo por estar allí. La tarde se vuelca luminosa y reflexio-no sobre la maravilla que es la naturaleza, ésa que nos estamos acabando. Pienso en mi familia y se que están bien. Estoy relajado y en paz.

En casa de doña Cele todo está listo y tal como lo prometió,

Sáenz sacó y armó un asador nuevecito, prendió el carbón y empezó a preparar la arrache-ra que llevó el Genoma mayor y el choricito de pollo que lleva-mos nosotros. La segunda botella de Torres 10 que se salvó la no-che anterior duró poco y las cer-vezas nos refrescaron la tarde. Algo para destacar fueron los aguacates que nos convidó Sha-di. Una botella de Bacardi blan-co entró al quite pero ya mejor todos nos recluimos a descansar.

Es domingo. Son las 5:15 nueva-mente. Preparo mis cosas para emprender más tarde el regre-so. Y tras repetir la rutina del día

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anterior (evacuación, baño, vesti-da, desayuno, y lavado de dien-tes otra vez) nos presentamos en el muelle para abordar. Ya Abel, con su sonrisa discreta y los cha-lecos en naranja fosforescente, nos espera en la orilla.

Empezamos en el mismo sitio de pesca del sábado. Nada. Cam-biamos de lugar. Nada. Pasan los minutos, las horas y sólo lo-binas de talla pequeña, de talla “umecuariana” diría alguno de los compañeros que postean en el foro de los Lobineros de Mi-choacán, en clara referencia a las lobinas que habitan la presa de Umécuaro de Morelia. Más minutos y ya la desesperación es evidente al menos en mí. Abde-laxis consume un cigarrillo más (yo me excedía el día anterior y como en realidad ya no fumo siento la boca pastosa y decido parar allí mi otra excursión, la del tabaco).

Son las 12 del día y ya van al-gunos cientos de lances entre mi tocayo y yo, y sólo cuatro lobi-nas flacas aunque con la talla mínima del torneo. Sin mucho convencimiento nos acercamos a otro punto de pesca pero estaba ocupado. Nos lanzamos algunos

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metros más allá y nada. Luego de unos 15 minutos la lancha aquella ya no estaba. Abel se enfiló de inmediato y nos po-sesionamos del pequeño lugar-cito. Más lances. Nada. Ya casi a las 12 y media y con algunos kilómetros por recorrer hasta la zona de pesaje Abdelaxis tensó sus músculos y se concentró en la línea. ¡Allí estaba! Prácticamen-te sobre la hora una lobina que nos permitió completar la talla. ¡Ufffffff!

Sin mayor complicación llegamos al muelle. Un pequeño inconve-

niente se presentó pues se que-daron con mi gafete (de hecho el de todos los capitanes que llega-ron en ese momento) y la confu-sión en la báscula con los respon-sables se hizo evidente porque nada sabían. Ellos querían peces y gafete.

Al final todo se arregló y tomaron nota de las capturas y el peso. Luego de la llegada de todos los pescadores, poco antes de las 2 de la tarde los resultados fi-nales estaban completos: Bichos Bass con un peso acumulado de 10.08 kilos en los dos días de la

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competencia en pri-mer sitio; Michoacán Bass con 8.625 ki-los en segundo si-tio; Genoma Bass con 8.04 kilos; Bass Raptos con 7.97 ki-los en cuarto sitio y en quinto Brasil ADT con un acumulado de 7.69. Los cinco

equipos con 10 piezas vivas pre-sentadas en total. ¡Felicidades!

Desde el principio Mario y Ale-jandro estuvieron cerca de la zona de pesaje. Un poco de-cepcionados César y Carlos, con el apoyo de Sáenz, se habían apresurado a sacar la lancha del agua y estaban ya en la casa de doña Cele haciendo los preparativos para el regreso a Apatzingán, y es que les espera-ba una larga jornada de entre 6

y 7 horas.

Por eso no estuvieron en la sesión de fotos de las golonas. Alex y el doc sí se lucieron. Tras la libe-ración de todos los ejemplares la voz de Rodolfo Herrera nos concentró en el estacionamiento para la premiación. Abdelaxis y yo nos encaminamos a la casa donde estaban los Genoma que ya venían trepados en su camio-neta. Desde lejos les hice la señal de tres con los dedos. Ni siquiera

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se pararon. ¡Y cómo si habían obtenido un honroso sitio en esta pri-mera fecha del serial Bassqro!

Todos los ganadores recibieron sus premios en efectivo y los tres pri-meros lugares sendos diplomas. Tras los agradecimientos de rigor a los patrocinadores, a don Alejandro Treviño, al representante de la comunidad y las autoridades municipales de Cadereyta y la Sagar-pa, Rodolfo nos invitó a todos a la foto grupal. Las doce personas de la comunidad que integraron el equipo de jueces nos veían desde lejos. Habían cumplido inobjetablemente su trabajo.

Más fotografías, risas, emociones en evidencia hasta el momento de la partida. Poco a poco el estacionamiento quedaba vacío. Ya al-gunos pescadores habían arriado con maletas, lancha y aparejos y regresaban a sus lugares de origen. En total 69 equipos de los mejores pescadores deportivos de agua dulce de Guanajuato, Que-rétaro, México, Hidalgo, DF, Puebla, San Luis Potosí, Aguascalientes, (creo que Jalisco también), Tlaxcala, y Zacatecas. Y los michoacanos ¡Claro!

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En Zimapán, en este embalse construido apenas en 1995 en el que confluyen los ríos Tula, San Juan y Moctezuma y los manantiales In-fiernillo y La Ortiga, se había desarrollado sin contratiempo esta primera fecha del serial Torneo Bicentenario y había llegado a su fin sin incidentes.

Abdelaxis y yo recogimos las cosas pendientes en la casa y nos despedimos de Abel y su esposa, con la certidumbre de regresar

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en mayo. Bajamos hasta el mue-lle donde habíamos quedado en tomarnos la “foto oficial” de los Lobineros de Michoacán. Los Ge-noma ya se habían adelantado. Con las camisetas de Mylake (el patrocinador del doc) bien pues-tas nos plantamos frente al agua. Unas cuantas tomas y nosotros también nos despedimos. Shadi, Sáenz, Alex y Mario habían lle-gado juntos en la camioneta de Geothlypis pero querían exten-der el festejo unos minutos más. Nos despedimos con un abrazo y un apretón de manos. Allí los dejamos.

Al doblar la camioneta Honda Passport de Abdelaxis sobre el camino polvoriento, ya casi fren-te al hostal, veo la figura delga-da y la cara morena y grandes ojos negros de Elías, un mucha-chito que nos ayudó desde la primera vez que llegamos a Tzi-banzá, una semana antes del se-rial. Me sostiene la mirada y los dos asentimos al mismo tiempo en señal de despedida. Creo ver cierta tristeza en su rostro pues él y todos los habitantes de esa co-munidad ribereña regresan a lo mismo de todos los días. A su co-tidianidad. Y nosotros a la nues-tra, lo que también nos aprieta

el pecho allí donde dicen que palpita el corazón. Por un instan-te me llena una sensación de va-cío que se corta unos metros más adelante al reconocer algunas voces y los acordes de una me-lodía harto conocida: Caminos de Michoacán. Volteo y en toda su plenitud se muestra el espejo de agua de la presa Zimapán. Un par de graznidos anuncian el vuelo de un cuervo, dos de he-cho. Y los admiro en contraste con el cielo perfectamente azul y despejado.

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Mucho más lejos, pegado a una pared rocosa ya en zona de som-bra, el agua se sacude y las ondas denotan la presencia de un pez que se zambulle. Es una lobina. Un bello ejemplar de Micropterus salmoides de más de 8 libras de peso se esconde en una hoquedad debajo de la superficie. Pienso. La imagen debe ser increíble. Mi encuentro con ella en mayo es inminente. Sonrío... Vamos de regreso a casa.

Morelia, Michoacán, México, 26 de marzo de 2010

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