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MINISTERIODE EDUCACIÓN

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NUEVAS FUNCIONES DE LA EVALUACIÓN

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MINISTERIO DE EDUCACIÓNSECRETARÍA DE ESTADO DE EDUCACIÓN Y FORMACIÓN PROFESIONALDirección General de Formación ProfesionalInstituto Superior de Formación y Recursos en red para el Profesorado

Edita:© SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA

Subdirección General de Información y Publicaciones

Catálogo de publicaciones del Ministerio de Educaciónhttp://www.educación.es/

Fecha de edición: 2009NIPO: 660-09-005-0ISBN: 978-84-369-4713-7

Depósito Legal: M-21868-2009

Impresión: V.A. Impresores, S.A.

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Colección: CONOCIMIENTO EDUCATIVOSerie: Aula permanente

NUEVAS FUNCIONES DE LA EVALUACIÓN

Las siguientes aportaciones tratan de acercarnos a una perspectiva de laevaluación pocas veces tratada y muchas veces olvidada por decisiones cons-cientes o inconscientes. La evaluación aparece, como otras muchas palabrasdel contexto educativo (calidad, mejora,…), como un referente obligado ydeseado; sin embargo, no todas las personas e instituciones piensan en lomismo cuando la utilizan.

Los responsables de los sistemas educativos esperan de la evaluacióninformación que clarifique y ayude a la toma de decisiones, sobre todo en loreferente a los problemas estructurales de la educación: escolarización, por-centaje de fracaso, porcentaje de inversión y retorno, ratios varios, etc.Muchos directivos y profesores la aplican con la esperanza de conocer en pro-fundidad las razones que puedan explicar algunos hechos cotidianos: desmo-tivación del profesorado y alumnado, absentismo, agresividad en las relacio-nes humanas, adaptación de la formación a las necesidades de los usuarios,eficiencia de los programas formativos, etc. Las familias la esperan y temenpor lo que supone de calificación del nivel de aprendizaje de los hijos delavance en el proceso de formación y, en su caso, de profesionalización. Lasociedad, en general, la desea como instrumento que pueda informar sobre elgrado de rentabilidad (formativa, social, profesional, de innovación del siste-ma productivo,…) que se obtiene en relación con la enorme inversión econó-mica y social que le acompaña.

Se relaciona así la evaluación con expectativas y deseos de personas einstituciones, y con las necesidades que expresan o sienten respecto a los pro-cesos de intervención educativa. En función de la misma, se solicita informa-ción, calificación de procesos, validación de propuestas u orientación para laintervención.

De todas las utilidades que podemos así encontrar, nos interesa espe-cialmente en este texto la relacionada con los procesos de autorregulación;esto es, con los procesos vinculados a la mejora permanente de la interven-ción a partir de la actuación de los propios protagonistas.

Sin menospreciar las visiones y utilidades de la evaluación como certi-ficación de instituciones, programas o resultados, o de la evaluación comoinstrumento para la validación de programas y procesos, nos parece necesa-rio recordar y reforzar también su utilidad para el autocontrol, la autoexigen-

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cia y la mejora procesual que todas las personas deben de procurar en su acti-vidad profesional e institucional. Pretendemos, al respecto, profundizar en lautilidad de la evaluación para la autorregulación.

Se aborda así uno de los aspectos menos conocidos de la evaluaciónpero más acorde con los procesos que hablan de la autonomía institucionaly de los procesos de aprendizaje autónomo. Los objetivos más destacablesson:

— Analizar los usos y abusos de la evaluación como mecanismo demejora.

— Identificar los componentes propios de procesos de autorregulación— Conocer y valorar los modelos y experiencias de la evaluación

como autorregulación

Las temáticas, en consecuencia, hacen referencia a:

— Constantes en los procesos de autorregulación.— Utilidad de la evaluación externa e interna para la autorregulación — La evaluación institucional, de programas y aprendizajes como

autorregulación— Formatos para la autorregulación institucional y de los aprendizajes— Estrategias e instrumentos para la autorregulación institucional y

de los aprendizajes.

Los destinatarios del texto son: profesorado y directivos de los centroseducativos de etapas no universitarias; también, asesores de centros y respon-sables de programas de formación del profesorado y estudiosos de temas deevaluación.

Potenciar la reflexión sobre la temática, a partir de la presentación depropuestas y experiencias, es en último extremo el propósito que guía el texto.Conseguirlo ha de ser el inicio de un proceso de cambio tan deseable comonecesario para situar la evaluación en el lugar que le corresponde como refe-rente para el cambio personal, profesional, institucional y social.

Optar por la evaluación como autorregulación enlaza así con una mane-ra de entender, que no excluye otras, los procesos de intervención, la calidadde los mismos y el funcionamiento del sistema formativo a partir de institu-ciones y profesionales autónomos y responsables.

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Dirección editorial del volumen Nuevas funciones de la evaluación:Joaquín GAIRÍN SALLÁNCoordinación: DÍEZ ARCOS, PerlaAutores:

BAUTISTA GARCÍA-VERA, AntonioCANO GARCÍA, ElenaDÍEZ ARCOS, PerlaESTEFANÍA LERA, José LuisGAIRÍN SALLÁN, JoaquínLÓPEZ MARTÍNEZ, JuanMONEREO FONT, CarlesSANMARTÍ PUIG, NeusSANTOS GUERRA, Miguel Ángel

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ÍNDICE

Usos y abusos en la evaluación. La evaluación como autorregulación 11Joaquín Gairín Sallán

Evaluación externa y mejora de los centros educativos ....................... 45José Luis Estefanía Lera

La evaluación institucional como autorregulación ............................... 61Miguel Ángel Santos Guerra

La enseñanza de tareas de autorregulación a través de tareasauténticas ............................................................................................... 73Carles Monereo Font

La evaluación vista como un proceso de autorregulación .................... 93Neus Sanmartí Puig

Evaluar para mejorar los programas de atención a la diversidad ............ 127Perla Díez Arcos

Evaluación participativa de programas educativos .............................. 169Antonio Bautista García-Vera

Estrategias e instrumentos para la autoevaluación de aulae instituciones ........................................................................................ 195Elena Cano García

MATERIAL COMPLEMENTARIO

Las competencias básicas del currículo en la LOE .............................. 227Juan López Martínez

Ediciones del Instituto Superior de Formación y Recursos en Red parael Profesorado ........................................................................................ 257

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USOS Y ABUSOS EN LA EVALUACIÓNLA EVALUACIÓN COMO AUTORREGULACIÓN

Joaquín Gairín SallánDepartamento de Pedagogía Aplicada Universidad Autónoma de Barcelona

La presente aportación retoma, revisa y amplía aportaciones anteriores(Gairín, 1998, 1999a, 1999b, 2002 y 2007) en relación con la temática tratada y enel marco que la presentación del texto sitúa.

1. LA EVALUACIÓN: UN ESPACIO NECESARIO

La intervención sobre personas e instituciones se supone que procura ypretende la mejora; esto es, organizamos y gestionamos la intervención paralograr cambios en la realidad, cambios que creemos convenientes y necesa-rios: personas con mayor formación, procesos más efectivos y que generanmás satisfacción, funcionamiento institucional de calidad, más comprensivi-dad en el sistema formativo, etc.

La consecución de los propósitos mencionados y la superación desituaciones insatisfactorias nos lleva a delimitar objetivos, utilizar determina-

1. LA EVALUACIÓN: UN ESPACIO NECESARIO

2. LA COMPLEJIDAD DE LA EVALUACIÓN

3. LA UTILIZACIÓN DE LA EVALUACIÓN: USOS Y ABUSOS

4. LAS CARACTERÍSTICAS DE UN BUEN PROCESO DEEVALUACIÓN4.1. Evaluación externa e interna, dos caras de una misma moneda4.2. Superar la evaluación superficial

5. LA EVALUACIÓN COMO AUTORREGULACIÓN

6. A MODO DE CONCLUSIÓN

REFERENCIAS

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dos procedimientos y gestionar de una manera determinada los procesos. Detodas maneras, precisamos conocer si nuestras formas de actuar son o no efec-tivas, sirven o no a los propósitos explícitos o implícitos que buscamos, hastaqué punto favorecen los resultados que pretendemos, etc. al mismo tiempoque precisamos conocer las razones que avalan las respuestas.

Surge así la evaluación como una necesidad ligada a la ordenación ydesarrollo de la realidad. La necesitamos para saber si avanzamos y cómo lohacemos, conocer en qué avanzamos, averiguar los efectos directos o indirec-tos de la intervención, comprender las razones que favorecen o no determina-dos desarrollos; en definitiva, situarnos en el centro de la intervención, com-prenderla y posibilitar las rectificaciones que se precisan.

La evaluación se relaciona así con la información, la emisión de juiciosde valor, la calificación, la mejora de los procesos, la rendición de cuentas, latoma de decisiones, el desarrollo profesional y otros tantos conceptos siemprepresentes en el mundo educativo; esto es, la necesitamos y la necesitamospara muchas cosas.

De todas maneras, analizamos en este texto su utilidad como mecanis-mo de autorreflexión para la mejora y el cambio. Una opción como la señala-da es coherente como mínimo con dos referentes propios de nuestra realidadeducativa.

Por una parte, la evaluación como autorregulación es una prácticanecesaria en contextos educativos con una alta autonomía profesional e insti-tucional. La posibilidad y realidad de que los profesores y centros educativosdesarrollen proyectos propios, contextualizados y adecuados a los usuarios dela educación, debe acompañarse de medidas estructurales (formación adecua-da, apoyos para el proceso, recursos en función de las necesidades contextua-les,…), de medidas procesuales (firma de compromisos, responsabilidad enlos agentes implicados, ética en la actuación,…) y de mecanismos de mejoracontinua.

Por otra parte, los nuevos retos que plantea la educación exigen intro-ducir mecanismos de revisión complementarios a los tradicionales. Así, nopodemos avanzar en compromisos como la igualdad de oportunidades, la edu-cación para la vida, la escuela inclusiva, la formación en y para la sociedaddel conocimiento, el desarrollo de la ciudadanía u otros valores sociales oeducativos (formación integral, atención individualizada,…) sin establecermecanismos “finos” que nos permitan profundizar en el sentido, significadoy realidad cambiante de la práctica educativa. Su dinámica exige no sólo pro-fundizar en los análisis sino también acompañar los procesos, ámbito en elque la evaluación como autorregulación tiene mucho que aportar.

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La evaluación como instrumento de aprendizaje y mejora se relacionaasí con la búsqueda de una determinada idea de calidad educativa. La calidadque implica a todos los procesos y a todas las personas, la calidad que está enlas formas de hacer antes que en los resultados, la calidad que prioriza lamejora real sobre la etiqueta social. Como ya se señalaba:

“Delimitar lo que conviene hacer y verificar el grado de reali-zación exigen de procesos en los que la evaluación, también implícitaen el proceso organizativo, juega un papel central y la calidad es unreferente obligado. El reto es mejorar la calidad y para lograrlo se pre-cisa conocer lo que pasa (evaluar, consecuentemente) e introducir apartir de allí los cambios pertinentes.

La referencia a la calidad es, por tanto, también una referencia ala evaluación. Sin embargo, no podemos olvidar que detrás de estos tér-minos hay opciones ideológicas que cabe conocer, pactar y explicitarpreviamente y de las que no siempre se habla. El objetivo es conseguirmejorar la calidad y la evaluación debe informar de si se ha logrado,tratando de responder a los variados interrogantes que sobre calidad(¿de qué calidad hablamos?, ¿calidad en qué y para quién?, ¿quiéndetermina los niveles de calidad?, etc.) y evaluación (¿qué visión de laevaluación aplicamos?,¿los instrumentos son idóneos a los propósitosmanifestados?, ¿la contrastación de instrumentos, fuentes y momentos essuficiente?, ¿la valoración ha considerado e integrado los condicionan-tes contextuales, etc.?) nos podamos plantear” (Gairín, 2007: 270).

Situarnos en la perspectiva que apuntamos obliga, necesariamente, adelimitar claramente la finalidad de la evaluación que perseguimos y a revi-sar lo que debería ser una programa de ejecución pertinente, Algunas ideas,retomadas de Gairín (2007: 270-271) nos aproximan a posibles respuestas.

Es imprescindible delimitar la orientación que deseamos y definir cla-ramente nuestras prioridades, para poder determinar si avanzamos. Sólo sidefinimos las finalidades podremos determinar los criterios que nos permitanevaluar los logros. No es lo mismo tener como criterio la satisfacción delcliente que atender la diversidad. Bajo el primer supuesto, la evaluación delos logros puede hacerse a partir de un cuestionario o escala que mida los gra-dos de satisfacción; bajo el segundo, la evaluación contemplaría, mas bien, elavance realizado entre la situación actual y la de partida y podría exigir deotros instrumentos y procedimientos de evaluación.

Tampoco sería lo mismo evaluar para conocer los logros que hacerlo enla perspectiva de la mejora, exigiendo este último caso procesos de participa-ción y complicidad e instrumentos que analicen las causas y orientaciones, nosiempre necesarios en el primer supuesto.

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Estamos así obligados a entender y explicitar el marco de referenciapara la evaluación, si queremos que sirva a procesos de información y decambio. Así, por ejemplo, un programa de promoción participativa, dirigido amejorar el nivel de asociacionismo entre los ciudadanos, se calificará de efec-tivo si después de su desarrollo detectamos una mayor y mejor dinámica aso-ciativa y no tanto cuando los que participan afirman que las actuaciones rea-lizadas les han satisfecho personalmente. Si la oferta institucional sólo se diri-giera, en este caso, a cubrir las expectativas individuales, seguramente deja-ríamos al margen propuestas colectivas de interés social (dirigidas a potenciarprocesos de colaboración ciudadana, de solidaridad humana,...) o demandasindividuales minoritarias, poniendo en duda principios tan asumidos como laigualdad de oportunidades o el desarrollo integral de la persona.

Cabe precisar, asimismo y claramente, las condiciones (tiempo, respon-sable, coste, etc.) en que se mueve la evaluación, pero también el papel y pro-tagonismo que damos a la negociación y la forma de vencer las resistenciasal cambio: ¿cuáles son los límites de la negociación?, ¿cómo el responsabletiene conciencia del problema?, ¿podemos y debemos funcionar con sólodinamizadores internos?, ¿cómo evitar implicarse afectivamente en procesosde evaluación participativa?, etc. son algunas de las preguntas que necesaria-mente deberemos plantearnos.

2. LA COMPLEJIDAD DE LA EVALUACIÓN

Una revisión de las preguntas clásicas de la evaluación (qué, cómo,cuándo, quién informa, quién evalúa, por qué y para qué se evalúa, entreotras), nos permite una primera aproximación a la complejidad de la evalua-ción.

La evaluación como actividad sistemática, frecuentemente aplicada eintegrada en el proceso educativo, puede tener variados objetos de atención. Sepuede focalizar en el proceso de aprendizaje, en sus agentes, en el centro edu-cativo o en el sistema educativo, sin olvidar, en todo caso, las relaciones quecada foco mantiene con los demás y la naturaleza de la interrelación existenteentre ellos. Cada foco permite, a su vez, variadas cuestiones que pueden enfa-tizar en aspectos tan diferentes como el proceso, los resultados, los efectos olas interrelaciones y ser objeto de preocupaciones temáticas muy diversas.

La toma de datos que conlleva la evaluación puede realizarse tambiénen diferentes momentos (antes, durante, después o al cabo de un tiempo de laintervención), con instrumentos diversos (evidencias escritas, visuales, perso-nales,...) y de naturaleza diversa (cuantitativos, cualitativos); asimismo, lasfuentes de información pueden ser diversas y los agentes evaluadores estar

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más o menos implicados en el objeto de evaluación. Y todo ello buscando lacoherencia con la finalidad y las causas que originaron la evaluación.

Las anteriores referencias justifican nuestra insistencia en señalar quelas posibilidades de abordar y realizar la evaluación son muchas y variadas,justificando el dicho. “dime qué quieres que se obtenga y lo obtendré”. Se tra-taría en este caso de seleccionar los elementos de la evaluación que supuesta-mente favorecen un determinado resultado. No obstante, un buen desarrollotécnico de la evaluación trata de evitar esas prácticas inadecuadas, que sonconsideradas como evaluaciones falsas por no cumplir algunos de los requi-sitos mínimos deseables.

La complejidad también exige clarificar y justificar los supuestos departida, que actuarán como marco de referencia para la interpretación de losresultados obtenidos. Supone, en último extremo, considerar cuestionescomo: ¿A quién debe de servir o para quien deben de ser útiles los resulta-dos de la evaluación?, ¿qué proceso es el más adecuado para realizarla?,¿qué procedimientos son más sensibles para recoger la información másveraz?, ¿qué criterios nos permitirán delimitar el mérito o la importancia dealgo?, ¿cuáles son los límites de la propia evaluación?, etc, al mismo tiem-po que considerar la historia, contexto y efectos de la actividad evaluativaque se realiza.

Actuar en la complejidad, y tratar de evitar la paralización ante la incer-tidumbre del valor de la evaluación que pretendemos, conlleva riesgos demuchos tipos, si bien los primeros que debemos de evitar serán los técnicos:evitar evaluaciones muy focalizadas, poco contextualizadas y técnicamentepoco defendibles. Debemos también considerar que la evaluación no sólo esuna cuestión técnica, también lo es personal, social, profesional o los adjeti-vos que deseamos poner, al tener repercusiones en muchas de la realidadesmencionadas.

Por una parte, preocupa a los técnicos (supervisores, directivos o pro-fesores) que la aplican, tanto en su diseño como en su práctica, al percibirlacomo una realidad no exenta de dificultades técnicas y como un espacio parala confluencia de intereses, intenciones, valores, ideologías y principios muydistintos e incluso contradictorios entre sí (Álvarez, 2003).

Por otra parte, preocupa a los que la reciben, afectando a cuestionespersonales (autoestima), pedagógicas (condiciona los estilos educativos quese desarrollan en el aula), sociales (preocupación por los resultados escola-res), laborales (insatisfacción por los niveles de preparación que proporcionael sistema formativo), familiares (preocupación y efectos de los malos resul-tados educativos) e incluso administrativas (¿cuál es el grado de regulación a

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realizar?1). Se muestra así como un motivo de intranquilidad (profesores insa-tisfechos, aulas problemáticas, deterioro de la imagen social de la educa-ción,…), más que como una esperanza y un apoyo a la mejora.

Y es precisamente esta situación la que explica y justifica nuestrademanda de profundizar en la cultura de la evaluación, en los problemas yposibilidades que presentan, en las prácticas evaluativas y en los efectos delas mismas, con la convicción de que es necesario conocer y reflexionar paracomprometer y cambiar.

3. LA UTILIZACIÓN DE LA EVALUACIÓN: USOS y ABUSOS

El desarrollo histórico de la evaluación bien se podría relacionar conlos enfoques que progresivamente han permitido organizar la información yla práctica sobre la intervención educativa. La aportación anterior (Gairín,2007: 279-304) relacionaba los formatos de la evaluación con los enfoques yparadigmas como se puede analizar la realidad.

La evaluación, desde la perspectiva tecnológica, suele enfatizar en lavaloración de acuerdo a un modelo preestablecido y aplicado de una manerauniforme a todas las situaciones independientemente del contexto en el que sesitúan. La verificación se realiza a partir de indicadores, base para la construc-ción de una instrumentalización variada.

Las realizaciones existentes que se puedan calificar de propuestas tec-nológicas han sido variadas y muy coincidentes con la mayoría de las pro-puestas de evaluación externa de programas e instituciones. Más allá de lasvariadas aportaciones que se pueden ver en la literatura sobre evaluación (ver,por ejemplo, algunas referencias señaladas en Gairín, 2007) y que se basan eninstrumentos e indicadores genéricos, las Normas ISO y el Modelo Europeode Calidad pueden considerarse como ejemplos de evaluación tecnológicamuy formalizada.

La mayor utilidad de este tipo de propuestas se encuentra en los proce-sos de evaluación externa, dirigidos a la clasificación y normalización de ins-tituciones, de gran interés para las administraciones educativas. Sus limitacio-nes, sobre todo en lo que afecta a la utilización de indicadores y a la falta decontextualizació, pueden verse en Gairín (1996a:296-302). La posibilidad deutilizar estas propuestas como referentes para la autoevaluación institucional

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1 La aportación de Cabello (2007), referida a la evaluación en las leyes educativas,evidencia la preocupación normativa por regular o impulsar determinadas prácticasevaluativas.

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queda muy limitada, por cuanto las variables e indicadores utilizados tienenun sesgo importante hacia los resultados y los procesos medibles; además, laforma de aplicar la instrumentalización enfatiza el carácter pasivo de los par-ticipantes y su única utilidad como informantes.

Las opciones que puede presentar la evaluación externa están tambiéncargadas de ideología, representando prioridades que no siempre tienen encuenta los que la aplican sin un mínimo análisis sobre su sentido y utilidad.Así, por ejemplo, si tratamos de verificar la calidad de una formación, debe-mos decidir previamente lo que entendemos por ella. Muchas veces se consi-deran los resultados finales como expresión de la calidad educativa, obvian-do la importancia que tienen los procesos o el significado que podemos atri-buir al compromiso de un centro con todos los estudiantes (incluyendo inclu-so los alumnos con problemas). El referente utilizado en cada caso dará unarespuesta distinta a lo que se entiende por institución de calidad.

La evaluación desde la perspectiva cultural enfatiza en su valor comoinstrumento para comprender una determinada realidad. Configuradas las ins-tituciones como marcos que tienen significados precisos para las personas, sufuncionamiento queda condicionado por las imágenes, ideas, concepciones,etc. que sugieren a las personas que en ellas trabajan. La evaluación sirve, alrespecto, como un medio y excusa para intercambiar puntos de vista, compar-tir criterios y participar en la elaboración de propuestas.

La perspectiva socio-crítica enfatiza en la naturaleza política de las ins-tituciones, considerándolas como estructuras de poder, y en su capacidad parapromover y transformar la realidad. La evaluación debe evidenciar, al respec-to, las disfunciones existentes y ser el prólogo a un proceso de cambio quepermita mejorar el valor y sentido social de las organizaciones.

Las realizaciones existentes sobre enfoques culturales o críticos sonescasas y no siempre se pueden encuadrar en los enfoques que analizamos.Pueden citarse como realizaciones el Proyecto GRIDS (Guidelines forReview and Internal Development in School), el modelo etnográfico deSabirón y el Modelo Administración/96, citados por Cardona (1997) o elmodelo de evaluación participativa aplicado por el Grupo EDO de laU. Autónoma de Barcelona (Gairín y Gimeno, 1994a 1994b, 1996; Gairín yNavío, 1996).

La mayor utilidad a este tipo de propuestas se relaciona con los proce-sos de evaluación interna, dirigidos a mejorar los procesos y prácticas educa-tivas con gran repercusión en el desarrollo profesional de los docentes y en lamayor utilidad social de lo que son y hacen los centros educativos. Sus limi-taciones afectan, sobre todo, a la falta de propuestas prácticas sobre su apli-

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cación en contextos educativos y a la falta de implantación de una culturacoherente con la naturaleza y sentido de las propuestas.

Las diferentes propuestas han generado, como hemos visto, diferentesrealizaciones que concretan usos de la evaluación vinculados con la evalua-ción externa:

— Evaluación (utilización social), como calificación en relación a laevaluación final o sumativa de un proceso formativo que compor-ta, normalmente, la clasificación de personas entre los que supera-ron o no determinado listón.

— Homologación (utilización administrativa), como resultado de unreconocimiento administrativo normalmente resultado de acuerdossindicales- sociales y desde la Administración pública.

— Acreditación (utilización profesional), normalmente en referenciaal reconocimiento profesional (asociaciones profesionales) y admi-nistrativo de una determinada formación.

— Certificación (utilización social), normalmente en referencia alreconocimiento oficial por parte de una instancia externa (adminis-tración educativa u otra).

También los procesos de evaluación interna, más centrados en la mejo-ra, generan utilizaciones diversas:

— Autorregulación, centrada en conocer los errores, aprender de ellosy evitarlos.

— Formación, cuando la evaluación se utiliza como guía para la refle-xión sobre nuestro proceder.

— Promoción del conflicto, dirigido a crear una cultura favorable alcambio.

— Autojustificación de procesos realizados.— Etc.

Podemos hablar así de muchos usos de la evaluación, muchos de ellosinterrelacionados. La búsqueda de relaciones se considera así natural en proce-sos complejos pero tiene el riesgo de generar contradicciones y dañar su propiaeficiencia, Así, ¿tiene sentido hablar de una evaluación externa para la mejora?,¿aplicar procesos de autoevaluación propios de una institución a otras?, ¿utili-zar instrumentos estandarizados en procesos de evaluación interna?, ¿generargrupos de discusión para obtener datos para la certificación?, etc.

Todos son procesos necesarios y útiles; sin embargo, su diferente ori-gen y significado no siempre se relaciona con el proceso formativo directa-mente.

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Quizá el proceso que más se relaciona es el proceso de evaluacióncomo calificación, al poner a prueba los resultados de una persona respecto alas exigencias académicas establecidas.

“Además, es necesario cuando hay que seleccionar a las perso-nas más idóneas para la realización de determinados estudios conmucha demanda, o para ejercer una profesión” (Sanmartí, 2007:181)

Precisamente, por las consecuencias y efectos que tiene, sólo deberíade plantearse cuando la persona tiene grandes probabilidades de éxito o laorganización considera que está preparada para la revisión. Las consecuenciasemocionales a nivel personal o las institucionales, cuando afecta a programaso centros, así lo aconsejan.

Podemos hablar asimismo de una función llamada psicológica o socio-política, relacionada con los mecanismos de aprendizaje social, y relacionadacon la toma de conciencia sobre determinados temas (¿qué es importante o noen educación?) o con el desarrollo de determinadas estrategias ligadas al cam-bio de cultura, la participación, la responsabilidad, la motivación por el cam-bio u otros relacionados.

También podemos encontrar utilizaciones que identifican la evaluacióncomo sistema de control o como mecanismo para ejercer autoridad. Se daesto cuando se utiliza la evaluación sólo con la finalidad de comprobar ocomo mecanismo para imponer determinados planteamientos.

Finalmente, podemos considerar la función de información públicade los resultados, muy ligada a la rendición de cuentas (“accountability”),y con claras connotaciones de rentabilidad económica y presupuestaria, ensu primera época, y con un significado actual más político y vinculado alderecho de la sociedad y de las autoridades a recibir información sobre laactuación y el rendimiento de determinadas actuaciones. No obstante, se hade reconocer que los factores que más determinan un posicionamiento posi-tivo en esta dirección son (Calatayud, 2007: 26, citando de Stuffebeam,1996): a) el declive económico y el fracaso de la educación para mejorar eldeclive industrial; b) el descenso de niveles y la pérdida de roles e incre-mento de costes; c) el fracaso de la enseñanza en cuanto instrumento demejora social; d) la desconfianza de la autoridad y el escepticismo respectoa la competencia; e) la aplicación de los sistemas de gestión económica alos servicios públicos; y f) el desarrollo de grupos de intereses concretos,entre otros.

La utilización indiscriminada de uno u otro sentido, con la mezcla deinstrumentos, procesos y resultados es, sin duda, uno de los factores que más

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ha contribuido a desprestigiar los procesos evaluativos y a aumentar las dudassobre la evaluación auténtica.

Muchos de los problemas que cabría evitar los señalaba ya SantosGuerra (1994) cuando hablaba de las patologías de la evaluación. El cuadro 1recoge una síntesis de sus aportaciones, que se explica por sí misma, y quehacen referencia a abusos de la evaluación.

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Cuadro 1. Las patologías de la evaluación

1. Sólo se evalúa al alumno.2. Se evalúan solamente los resultados.3. Se evalúan sólo los conocimientos.4. Sólo se evalúan los resultados directos,

los pretendidos,5. Sólo se evalúan los efectos observables.6. Se evalúa principalmente la vertiente

negativa.7. Sólo se evalúan las personas.8. Se evalúa descontextualizadamente.9. Se evalúa cuantitativamente.10. Se utilizan instrumentos inadecuados.

10. Se evalúa de forma incoherente con elproceso de enseñanza y aprendizaje.

11. Se evalúa competitivamente.12. Se evalúa estereotipadamente.13. No se evalúa éticamente.14. Se evalúa para controlar.15. Se evalúa para conservar.16. Se evalúa unidireccionalmente.17. No se evalúa desde fuera.18. No se hace autoevaluación.19. Se evalúa distemporalmente.20. No se hace paraevaluación21. No se hace metaevaluación.

Otras problemáticas que se podrían señalar serían las que afectarán aldel diseño, desarrollo e incluso procesos de evaluación, además de lassiguientes:

— Que no tenga efectos en la práctica educativa y que se convierta enun mero requerimiento administrativo a los muchos que el centrorecibe.

— Que no transcienda la propia realidad evaluadora, obviando lainfluencia de los marcos contextuales, administrativos y políticos.

— Que no conecte con procesos de comprensión y mejora de la reali-dad educativa.

— Que sólo se considere tarea de los directamente implicados yno tarea de la institución que afecta a toda la comunidad edu-cativa.

Se trata de superar la utilización de la evaluación como instrumento declasificación de centros, de personas, de situaciones, etc. y base o no para laexplicitación de procesos de jerarquización, clasificación y selección, con losmecanismos de exclusión que a veces comportan. En definitiva, profundizaren el carácter instrumental (no sólo) de la evaluación, para conocer la reali-dad, valorarla y mejorarla.

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4. LAS CARACTERÍSTICAS DE UN BUEN PROCESO DEEVALUACIÓN

La conceptualización de la evaluación no es unívoca. De hecho, la ideay práctica de la evaluación ha ido evolucionando con el tiempo, identificán-dose con la medida, la adecuación a objetivos, el análisis de procesos, la res-puesta a usuarios, instrumento para la toma de decisiones, etc., y planteandola posibilidad de que convivan diferentes enfoques y prácticas evaluativas(Mateo, 1995; Gairín, 1996b). Se considera actualmente posible la conviven-cia de enfoques cuantitativos y cualitativos, dependiendo de las necesidadesde la evaluación y de la investigación y se potencian propuestas que asumenla triangulación de varios métodos e instrumentos a la hora de recoger infor-mación.

Partiendo de las consideraciones realizadas, podemos inicialmente con-ceptualizar la evaluación como el proceso sistemático de recogida y análisisde información destinado a describir la realidad y emitir juicios de valor sobresu adecuación a un patrón o criterio de referencia explícito o implícito, comobase previa para la toma de decisiones. Siguiendo a la aportación clásica deScriven, podemos distinguir la concepción metodológica de la evaluación dela aplicativa. Desde la perspectiva metodológica, evaluar siempre implicadeterminar el mérito o valor de alguna cosa; desde la aplicativa, el conceptovaría según sea el contexto donde se usa (campo educativo o fuera de él, pro-ductos o procesos; planificación, rendimientos o efectos, etc.).

Más allá de entender la evaluación como un mecanismo regulador diri-gido a describir, valorar y reorientar las actuaciones que se dan en el marcode una realidad educativa definida, se pueden apuntar referencias que nosiempre se toman en cuenta:

a) Caracterizamos la evaluación como un proceso sistemático de inda-gación sobre la realidad. Frente a las valoraciones asistemáticasque continuamente se emiten en nuestra actividad diaria, la evalua-ción presupone una actuación planificada, con mayor o menor rigor,que incluye como mínimo una delimitación previa de la finalidad yde la metodología que se va a utilizar. Esta actuación no es teórica,sino que se basa en la realidad y busca actuar sobre ella.

b) El análisis de la realidad supone algo más que la radiografía estáti-ca de lo que pasa. Al producto conocido (sean resultados académi-cos, proyecto curricular,...) se añaden elementos como: criterios decalificación usados, papel de los protagonistas, responsables de laactuación, proceso de toma de decisiones, efectos secundarios de laactividad desarrollada, etc. Y es que, a menudo, la evaluación tien-de a centrarse exclusivamente en lo explícito, externo y pretendido,

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olvidando lo implícito, interno o efectos secundarios y abusa demecanismos estereotipados que olvidan el necesario proceso decontextualización.

c) Pero, sobre todo, la evaluación es el resultado de una actitud positivahacia la reflexión, el análisis de las propias actuaciones y la flexibili-dad hacia los cambios que exige cualquier la mejora de la realidad.Desde esta perspectiva, puede considerarse que la evaluación vieneligada a un proceso actitudinal mediante el cual se aplica un espírituindagativo que, a través de la reflexión constante, procura mantenerla calidad de las actuaciones. De hecho, si hubiera que elegir, entre laexistencia de unas actitudes de reflexión y cambio, una buena confi-guración técnica de la evaluación, se prefiriría lo primero, pues sólodesde esta perspectiva se garantiza la utilidad de la evaluación.

d) Frente a propuestas tradicionales, donde se le asigna a la evaluaciónun sentido terminal de valoración de resultados o de análisis de pro-cesos, se plantea como un proceso de apoyo permanente al procesode planificación y ejecución de la intervención educativa, acordecon la naturaleza dinámica del hecho educativo.Esta actitud de permanente reflexión se refleja ya en el proceso deplanificación. Delimitar las grandes líneas de actuación no puedeeludir la evaluación del contexto de actuación, la delimitación deintereses, problemas y necesidades de los destinatarios o la valora-ción de la viabilidad de las actuaciones que se proponen. Respuestaspositivas justifican el que se realice el diseño de acción, que tam-bién se somete a controles sobre sí mismo (coherencia interna yexterna) y sobre su utilidad (evaluación de la calidad del diseño y dela evaluabilidad).La aceptabilidad del diseño y la posibilidad de evaluarlo justificanel que se aplique. Mientras se realiza, la evaluación nos informa delos progresos que se obtienen y de los problemas y disfunciones quese detectan, con el fin de poder introducir los cambios pertinentes.De esta forma, se hace realidad el proceso de evaluación como pro-ceso de apoyo a la búsqueda de una mayor calidad de la prácticaeducativa.

e) La búsqueda constante de la intersubjetividad colectiva acompañaal proceso evaluador. La relatividad que acompaña a la selección oaplicación de los instrumentos de medida y la importancia dada aunos u otros criterios de valoración justifican el carácter ideológi-co y subjetivo con que a veces se identifica la evaluación. Superaresa subjetividad tan sólo puede hacerse desde la intersubjetividadcolectiva, multiplicando los juicios emitidos o las medidas efectua-das. Se justifica así la existencia de equipos de evaluación, la ela-boración de criterios consensuados o la contrastación de fuentes deinformación.

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Nuevas funciones de la evaluación

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f) Bajo este último planteamiento, también se justifica la participaciónque debe acompañar a todo proceso de evaluación: por ser ideoló-gica, por encuadrarse en un contexto democrático que exige com-partir criterios y estándares de calidad y como garantía de la nece-saria intersubjetividad.

g) Por último, el proceso evaluativo no puede eludir el conflicto. Elcarácter ideológico y subjetivo de la evaluación y la necesidad téc-nica de optar ante la complejidad del proceso ponen en evidencia losmecanismos de poder y los valores dominantes existentes en uncontexto determinado. El conflicto aumenta, además, si considera-mos que no hay una cultura evaluativa y que siempre existe resis-tencia a los cambios que una buena evaluación debe propugnar.

La auténtica evaluación se acompaña pues, de una opción clara pordeterminadas situaciones, superando algunos dilemas, no necesariamentecontrapuestos ni incompatibles, que a menudo hay que considerar (cuadro 2).

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Fuente: Gairín, 1996c: 78-82

Cuadro 2. Dilemas en los procesos de evaluación

a) Sistematismo versus asistematismo.b) Proceso estandarizado y centrado en variables explícitas versus contextualizado y que

también considera las dimensiones implícitas.c) Evaluación sectorial versus evaluación global.d) Perfección versus rigor y utilidad.c) Proceso técnico versus actitud reflexiva.e) Proceso puntual versus proceso permanente.f) Lo subjetivo versus lo intersubjetivo.g) Lo impuesto versus lo participativo y negociado.h) Proceso mecánico versus proceso ético y valorativo.i) La evaluación como justificación versus la evaluación como propuesta de cambio.A ello habría que añadir:— Cualquier planteamiento evaluativo ha de ser viable, objetivo y defendible.— La evaluación no sólo ha de considerar los resultados explícitos o implícitos, también

los procesos y la situación de partida y siempre desde la contrastación de contenidos,métodos, agentes e instrumentos de evaluación.

Optar entre los dilemas planteados permite caracterizar la evaluacióncomo un proceso reflexivo, sistemático y riguroso de indagación sobre la rea-lidad, que atiende al contexto, que considera global y cualitativamente lassituaciones, que atiende tanto lo explícito como lo implícito y efectos secun-darios y que se rige por principios de utilidad, participación y ética.

Nos situamos así en el marco de las últimas perspectivas y aportacio-nes, que insisten en la evaluación como propuesta democrática, comunicacióne instrumento de cambio.