Serie Filosofia Española Vol 11_1999

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    Nelson Orringer

    La corporalidad

    en Ortega y

    asset

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    NELSON ORRINGER

    LA FILOSOFIA DE LA

    C O R P O R A L I D A D E N O R T E G A Y

    GASSET

    Ser ie de F i losof ía Española

    Cuadernos de Anuario Filosófico

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    C U A D E R N O S  D E  A N U A R I O  FILOSÓFICO   •  SERIE DE FILOSOFÍA   E S P A Ñ O L A 

    Juan  C r u z  C r u z 

    DIRECTOR  

    I doya  Zo r r o z a 

    S E C R E T A R I A  

    ISSN  1138

     

    3232 

    Depós i to Legal :

     

    N 628 - 1999 

    Pamp l ona 

    № 1 1 :  Nelson  Orringer

    filosofía

      de  l

    corporalidad

      en 

    rtega  y  asset 

    1999  

    Imagen

     

    de portada:  José Ortega

     

    y Gasset. 

    ©  Nelson Orringer 

    SERVICIO

     

    DE

     P U B L I C A C I O N E S

     

    DE

     

    LA

     U N I V E R S I D A D

     

    DE

     N A V A R R A

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    EUROGRAF  NAVARRA S L Polígono Industrial Calle O nave 31 Mutilva Baja Navarra 

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    A m is hijos David

     J.

      Orringery Neal

     J.

     Orringer,

    amigos de cultivar el cuerpo y la inteligencia

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    F I L O S O F Í A D E L A C O R P O R A L I D A D

    E N O R T E G A Y G A S S E T

    1.

      L a  Filosofía de la corporalidad  en Or tega  y  G as s e t  y

    Sch e le r .  Planteamiento de la cuest ión.

    El cuerpo humano goza de preeminencia en la cultura

    postmoderna . Pedro Laín Entra lgo escr ibe de una "progres iva

    sacralización secularizada [ . . .] en la estimación del cuerpo".

    El deporte ha pasado de ser un pasatiempo a ser un «hábito

    social» . La mejora y la conservación de la salud ocupan un

    lugar extraordinar io en el presupuesto del Estado actual . Se

    ha ref inado la atención a la gastronomía en sus dimensiones

    éticas y estét icas . El yoga se ha hecho ubicuo. Hoy se estudia

    el lenguaje del cuerpo expresado a través de los gestos, de la

    cosmética y de la sexualidad

    1

    . Estas propensiones se encuen

    tran reflejadas ta m bi én en filosofía.

    A prin cip ios del siglo X X nació la antro polo gía filosófica

    contemporánea . En consecuencia , e l cuerpo humano pasó a

    primer plano. Max Scheler buscó una def inición amplia aun

    que precisa del hombre como tal , y convir t ió el cuerpo en una

    preocupación básica de la f ilosofía tras siglos de anticorpora-

    P .  La ín En t r a lgo ,  Antropología méd ica para clínicos,  Sa lva t , Barce lo

    na ,

      2

    1984, 129; y véase J . Cruz Cruz ,

      Gastronomía Medieval,

      2 vo ls . ,

    Grupo Cul tura l de las Cenas Medievales de Sangüesa , Mut i lva Baja ,

    Navarra , 1995.

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    l i s m o

    2

    . En 1926 presentó el problema de una antropología

    filosófica co m o la m ás urg ent e de la época . C om pre nd ía po r

    tal antropología una ciencia básica de la esencia y estructura

    esencial del hombre. Dentro de esa ciencia veía contenido el

    «problema psicofís ico del cuerpo y del alma»

    3

    . También Or

    tega señala la necesidad de una antropología filosófica que se

    plantee el problema de la corporalidad y espir i tualidad del

    hombre :

    "La antropología filosófica, o, como yo prefiero decir , el

    conocimiento del hombre, t iene ante s í un tema, todavía no

    tocado por nadie y que fuera incitante acometer : la tectó

    nica de la persona, la estructura de la int imidad humana.

    ¿C óm o es la figura y la anatom ía de lo que va gam ente

    so lemos l lamar «alma»? Aunque parezca ment i ra , la ps i

    cología de los úl t imos cien años no ha hecho sino alejarse

    de este asunto, al cual se ve hoy forzada a retornar. La ra

    zón de este abandono es clara. Los psicólogos del pasado

    siglo se propusieron exclusivamente hacer una f ís ica del

    alma, y por el lo se interesaron sólo en descomponer ésta

    en sus elementos abstractos y genéricos. Las leyes de la

    asociación de ideas fueron el  contraposto  de las  leges

    motus  que la mecánica de Newton había ins taurado . De

    esta manera se l legó a una psicología elemental , a una teo

    r ía de los elementos abstractos, no de los conjuntos con

    cretos. Claro es que s in esa gigante labor ser ía hoy impo

    sible dir igirse a m ayo res em presas . Pero ha llegado la ho

    ra oportuna para acometer éstas y formarnos una idea más

    total y compleja de la int imidad humana. El pr imer paso

    hacia el la es una topograf ía de las grandes zonas o regio

    nes de la personalidad. Yo creo que, por lo menos, hay que

    A. P in to r Ramos ,  El humanismo de Max Scheler. Estudio de una

    antropología filosófica,  Bibl io teca de Au tores Cr i s t ianos , M adr id , 1978,

    129.

    3

      M . Sche l er , "M ensc h un d Gesch ich t e" ,

      Philosophische W eltanscha

    uung , Späte Schriften, Gesam melten W erke,  IX, Francke Ver lag , Berna y

    Munich, 1976, 120.

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

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    dist inguir t res , cuyos contornos y caracteres se aclaran

    mutuamente . Una es esa porc ión de nues t ra ps ique que v i

    ve infusa en el cue rpo, hin ca da y fundida co n él. [ . ..] 'A

    este alm a carnal , a este cim iento y raíz de nuestra perso na:

    debemos l lamar «vital idad», porque en el la se funden radi

    ca lme nte lo somát ico y lo ps íqu ico"

    4

    .

    Influido por los escritos anteriores de Scheler, como ha re

    conoc ido José Gaos

    5

    , José Ortega y Gasset vaticinó ya en

    1924 un regreso de la f ilosofía al cuerpo. Escribió Ortega:

    "Fuera oportuno sermonear un poco a los que sermonean

    contra el cuerpo y lo hacen [ . . .] blanco de todos sus insul

    tos .

      Pero esto consti tuirá tema aparte , que he de tratar al

    gún día bajo el t í tu lo «El sentido del cuerpo». Es un tema

    de insuperable actualidad, porque el hombre europeo se di

    rige recto a una gigante reivindicación del cuerpo, a una

    resurrección de la carne "

    6

    .

    Ortega dice emplear la expresión rel igiosa para honrar al

    catolicismo como la rel igión menos hosti l a la corporalidad

    7

    .

    4

      J . Or tega y Ga sset , "V ital idad, alm a, espír i tu" ,

      Obras completas,

      II,

    Revis ta de Occidente , Madr id ,

      6

    1962 , 455-456 . Es t e ensayo de an t ropo lo

    gía fi losófica, con fecha de mayo de 1924, es el escrito más detallado de

    Ortega sobre la corpora l idad. La t r in idad vi ta l idad-a lma-espí r i tu es p la tó

    nica (aunque la

      República

      hab la de l ape t i to , no de l cue rpo) . D e m úl t ip les

    textos de Max Scheler der iva Or tega la mayor par te de su doct r ina sobre

    la v i ta l idad; de l fenomenólogo Alexander Pfánder , muchas teor ías sobre

    alma y espír i tu.

    J . Gaos , "La profec ía en Or tega y Gasse t" ,

      Sobre Ortega y Gasset y

    otros trabajos de historia de las ideas en España y en la Am érica espa

    ñola,  Imprenta Univers i ta r ia , México, 1957, 44 .

    6

      J . O rtega y Ga sset , "V ital idad, alm a, espír i tu" , 4 5 3 .

    7

      J . Orte ga y Ga sset , "V ital idad, alm a, espír i tu" , 45 3 -4 54 . A sí dice: "po r

    ser , s in duda, el catol icismo la rel igión que en su más honda corr iente ha

    hos t i l i zado menos la corpore idad" . O más adelante : "Y e l ca to l ic i smo ha

    tenido s iempre es ta lea l impres ión de que e l cuerpo nos es muy próximo,

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    Asimismo, el converso Max Scheler est ima el cuerpo, puesto

    que encuentra el eje de la vida cristiana libre de desdén hacia

    él:

      "La noción de la «resurrección de la carne» santif ica la

    carne y la idea del «cuerpo», introduciéndolo en el mismo

    re ino de Dios"

    8

    .

    ¿S ob rep asa O rtega a Sche ler en origin alidad al f ilosofar

    sobre el cuerpo humano? La cr í t ica se encuentra dividida so

    bre la cuestión. En su gran libro sobre el sistema de Ortega,

    Cir íaco Morón Arroyo lo niega, pero Laín Entralgo sost iene

    lo contrar io . Según Morón, Ortega debe su preocupación por

    el cuerpo a la obra principal de Scheler,  El formalismo en la

    ética  (1913) . Mantiene Morón que el concepto de «intracuer-

    p o » ,  acuñado por Ortega en su ensayo "Vital idad, alma, espí

    ritu"  (1 924 ) ,  traduce , al parecer , el conc epto d e la «co ncien cia

    inter ior de nuestro cuerpo» ("das innere Bewusstsein von

    unserem Leibe") , analizada por Scheler en su  Etica.  No sólo

    t anto que , por una caute la hoy menos jus t i f icada que antes , enseña a te

    mer lo [ . . . ] . E l c r i s t i anismo medi ter ráneo se hace tan ampl io , t an comple

    to ,

      tan universa l - t an «ca tól ico»- , que ha absorbido en s í e l orbe entero

    de la v ida [ . . . ] . No hay duda que es es ta comprens ión de la carne , es ta

    subl ime idea eucar í s t ica , una de las muchas super iores de l ca to l ic i smo

    sobre e l protes tant i smo [ . . . ] . Con un hondo sent ido ca tól ico , Unamuno

    demanda la sa lvac ión de su cuerpo. Se t ra ta de eso: de sa lvar todo, t am

    bién la mater ia , no de ser t ránsfugas . Neces i tamos no perder n ingún in

    grediente : a lma y cuerpo. Vamos, por f in , hac ia una edad cuyo lema no

    puede ser : «O lo uno o lo o t ro» - lema tea t ra l , só lo aprovechable para

    ges t iculac iones . E l t i empo nuevo avanza con le t ras en las banderas : «Lo

    uno y lo o t ro». In tegrac ión. S íntes i s . No amputac iones" . De es te modo se

    enfrenta a quienes no aceptan " la enorme masa de fenómenos que in te

    gran ese a lma corpora l , esa porc ión de l hombre ín t imo que se ha l la su

    mergida , fundida esencia lmente confundida con e l cuerpo. La fa l ta de

    pulcr i tud , de lea l tad in te lec tua l -que unida c ier tamente a ca l idades com

    pensa tor ias ha carac ter izado los dos ú l t imos s ig los de ' idea l i smo' euro

    p e o -  pre te ndió ocul ta r es te eviden te hec ho de nues t ra cont inuida d con la

    ca rne" .

    M. Scheler ,

      Das Ressentiment im Aufbau der Moralen, Vom Um sturz

    der Werte,

      ( 4

    a

      edic ión revisada) , Mar ia Scheler (ed . ) , F rancke Ver lag ,

    Berna , 1955, 114 .

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

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    muestra el Ortega de Morón poca or iginalidad frente a Sche-

    ler, sino que emplea un «tono biologista» que falta en Scheler

    al hacer de esa vivencia de la propia vital idad la base de la

    persona. Scheler , como autor de una ét ica, ve la trascendencia

    como la esencia de la persona humana. Ortega, que en "Vita

    lidad, alma, espíritu" publica sólo el fragmento de un curso

    de Antropología filosófica, parece a Morón carecer de la pre

    cis ión posiblemente evidente en el aula de la clase

    9

    .

    Con todo, en fecha más reciente, Laín Entralgo ve de otro

    modo las relaciones entre los dos filósofos de la corporalidad.

    Laín considera que Ortega ofrece una "intuición, un nombre y

    un programa" or iginales en "Vital idad, alma, espír i tu". Reco

    noce la significación, para la antropología, de la ciencia de la

    sensación del propio cuerpo. Acuña un nombre para esta sen

    sación , e l « in t racuerpo»

    1 0

    . Formula un programa para descr i

    bir con precis ión cómo cada cual percibe el cuerpo desde

    dentro. Laín sost iene que, "no como español deseoso de ci tar

    a los suyos, s ino como test igo del pensamiento europeo de

    nuestro siglo, debo afirmar que fue Ortega quien [ . . .] por vez

    primera expuso de manera temática la necesidad de tener en

    cuenta el sentimiento del propio cuerpo para alcanzar un ca

    bal conocimiento de la rea l idad del hombre"

    1 1

    .

    Dados sus profundos conocimientos de la antropología f i

    losófica y de la de Scheler en particular, ¿puede haberse

    equivocado Laín en evaluar la or iginalidad del somatólogo

    Ortega? Sería difícil si , como el mismo Laín confesó en un

    C . M o r ó n A r r o y o ,

      El sistema de Ortega y Gasset,

      Alca lá , Madr id ,

    1968 ,

      183 .

    1 0

      J . Or teg a y Gasse t , "Vi ta l idad, a lma, espí r itu" , 45 5; enm arca e l t em a

    del  intracuerpo  den tro de un a antro polo gía f ilosófica o el con ocim iento

    del hombre , que dé una " idea más to ta l y comple ja de la in t imidad huma

    na" .

    1 1

      P . Laín Ent ra lgo ,

      El cuerpo humano. Teoría actual,

      Espasa -Ca lpe ,

    Madr id , 1989, 116-119.

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    curso público de 1988, él iba elaborando entonces nada me

    nos que seis mo nograf ías sobre el cuerpo h um an o

    1 2

    .

    El propósito del estudio presente consiste en integrar pers

    pect ivas . Quere m os m ostrar que n i M orón A rroyo n i Laín h an

    fallado el blanco. Ortega de hecho cuenta con Scheler para su

    propia idea del «intracuerpo». Es paradójico que esta deuda

    exceda a lo que Morón ha ind icado , pero que no haya d ismi

    nuido la or iginalidad y gracia insinuada por Laín. Ortega

    sintet iza una cantidad de textos escr i tos por Scheler y por

    pensadores leídos por él de tal manera, que presta a la corpo

    ral idad una importancia que todavía no reviste en Scheler , a l

    t iempo de indicar un camino teór ico a Laín, pensador actual

    sobre el cuerpo hu m ano .

    En relación con sus inf luencias , Ortega prosigue como un

    compositor vir tuoso frente al p iano. Scheler le proporciona

    un est ímulo para tocar su pieza sobre el « intracuerpo», la

    clave en la cual elabora su melodía, los motivos y la escala de

    donde sacar los. Mas la pieza es s in duda suya, no atr ibuible

    en tono, contenido y sabor a otro alguno. Su pensamiento

    sobre el « intracuerpo» emerge de una manera perfectamente

    consonante con su evolución anter ior , como una nueva var ia

    ción de un tema conocido. Vamos a explicar cómo evolucio

    na Ortega, cómo l lega a las ideas de Scheler sobre el cuerpo

    vivido o  Leib,  cómo Scheler le or ienta hacia el pensamiento

    de otros filósofos acerca del cuerpo y cómo él los emplea

    para dialogar con Scheler en la reelaboración de sus propias

    ideas .

      Las ideas en cuestión aparecen pr incipalmente en tres

    obras ,

      dos ensayos de la década de 1920, "Vital idad, alma,

    espír i tu", 1924 y "La percepción del prójimo", 1929 y un

    curso dado tan tarde como 1949 y 50  (El hom bre y la gente),

    P .

      Laín Ent ra lgo, "El cuerpo humano. His tor ia y teor ía" . («El cuerpo»

    7),

      Curso públ ico inédi to , Colegio de Emér i tos , Madr id , 1988. Hemos

    manejado e l manuscr i to de l curso .

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

    13

    y que cont iene un segmento der ivado d irec tamente de "La

    percepc ión de l p ró j imo"

    1 3

    .

    Según he mostrado en o tro lugar

    1 4

    , e l pensamiento or iginal

    de Ortega se inicia en 1913 con un intento de reconciliar la

    psicología neokantiana de su maestro Paul Natorp con la fe

    no m en olo gía de E dm un d Hu sser l . R esulta un proy ecto filosó

    fico de extraer definiciones o esencias del mundo fáctico.

    Para Ortega, mi experiencia vivida consiste en mi percepción

    de mi interacción con mi ámbito concreto o circunstancia.

    Con todo, para def inir mi interacción, no puedo, como sostie

    ne Husser l en torno a 1907, ensimismarme y adoptar una

    postura teór ica que pr ivilegie la ref lexión interna para propó

    si tos cog nosc it ivos, m ientras pon ga fuera d e ju eg o la dis t in

    ción entre la experiencia interna y la externa. Aunque afecta

    dos por Husser l como inventor del método fenomenológico ,

    tanto Scheler como Ortega cr i t ican su presupuesto de la supe

    rioridad ap od íctic a de los fen óm en os m en tal es a los físicos.

    La crítica de Scheler aparece en el artículo de 1911 titulado

    "Sobre los au toengaños" , después ampliado y republ icado

    como "Los ídolos del autoconocimiento", y ci tado por él una

    y otra vez con poster ior idad

    1 5

    . Las reservas de Ortega ante

    Husser l sal ieron publicadas por pr imera vez en una forma mal

    13

    J . Ortega y Gasset ,

      El hombre y la gente, Obras completas,

      VI I , Re

    vis ta de Occidente , Madr id ,

      2

    1964, 172 , especia lmente "Más sobre los

    ot ros y yo. Breve excurs ión hac ia e l la" , un f ragmento de un curso de

    sociología , dado en e l año escolar 1949-1950 en e l Ins t i tu to de Humani

    dades (Madr id) , donde Or tega parece s in te t izar sus apor tac iones a la

    somatología , a r remet iendo cont ra e l in te lec tua l i smo de Husser l y recupe

    rando a Bergson.

    1 4

      Vé ase nues t ro ar tículo "Or tega , ps icó logo y la superac ió n de sus

    m a e s t r o s " , Azafea,  1 (198 5) , 191 -197.

    1 5

      M . Scheler , "D ie Idole der Se lbs terke nntnis" ,  Vom Umsturz der Wer

    te ,  ( 4

    a

      edic ión revisada) , Mar ia Scheler (ed . ) , F rancke Ver lag , Berna ,

    1 9 5 5 , 4 0 1 .

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    14

    Nelson Orringer

    disfrazada en el prólogo de 1914 a una antología poética de

    su am igo José M oreno V i l la

    1 6

    .

    Scheler arguye contra el error de sostener que todas las

    apar iencias son pr imar iamente menta les . Refu ta también la

    propensión a relacionar la percepción interna y la externa con

    el «cuerpo vivido»  (Leib),  o la experien cia del cuerpo qu e nos

    es dada tan to desde dentro como desde mera

    1 7

    . La refutación

    cont inúa en  El formalismo en la ética y la ética material de

    los valores  (191 3 ) , con sus nue vas ref lexiones sobre el «cuer

    p o v iv id o »

    1 8

    . Aquí el autor subraya la aguda dis t inción que

    existe entre la percepción interna y la externa, una diferencia

    que no depende del cuerpo, s ino de la dirección perceptual .

    A un si el «cue rpo viv ido» y todo lo qu e se halla dentro y fue

    ra de él fueran puestos entre paréntesis , sustraídos de conside

    ración, la diferencia seguiría intacta entre la percepción inter

    na y la externa.

    Ortega, por su parte, acepta las ideas de Scheler, pero las

    enr iquece con o tros prés tam os. Presenta e l cuerpo hum ano en

    general como un ejemplo por antonomasia de su doctr ina del

    perspect iv ismo.

    N.R. Or r inge r ,  Ortega y sus fuentes germán icas,  Gredo s , M adr id ,

    1979,

      7 5 - 1 0 6

    1 7

      M . Scheler , "Die Idole der Se lbs terke nntnis" , 2 4 1 .

    18

    M. Scheler ,  Der Form alismus in der Ethik und die materiale W er

    tethik, Gesam melte W erke,  II , (5

    a

      edic ión revisada) , Mar ia Scheler (ed . ) ,

    F rancke Ve r l ag , Berna y M unich , 1966 , 165-167 .

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

    15

    2 .  El perspect ivismo f i losóf ico en la experiencia del cuer-

    po.

    En una síntesis de Husser l , de Scheler y de Georg Simmel,

    Ortega mantiene que la real idad se presenta a los puntos de

    vis ta ind iv iduales

    1 9

    . Así afirmará que "el punto de vista indi

    vidual me parece el único punto de vis ta desde el cual puede

    mirarse el mundo en su verdad. Otra cosa es un ar t if icio"

    2 0

    .

    E n

      La voluntad de aventura. A proximación crítica al pensam iento de

    Ortega y Gasset,  Ar i e l , Ba rce lona , 1984 , 230-237 , Pedro Cerezo Ga lán

    ras t rea e l perspect iv i smo cas i exc lus ivamente en Husser l . Lamentable

    mente , Cerezo examina sólo los años 1913 a 1916. S in embargo, l a doc

    t r ina , der ivada de Leibniz , ent ró en Nie tzsche , en e l neokant i smo marbur-

    gués de Paul Natorp y en e l neokant i smo neovi ta l i s ta de Georg S immel :

    véase nues t ro  Ortega y sus fuentes germá nicas,  cap . IX. Or tega , pe nsa do r

    sintét ico, nunca se deja afectar por un sólo f i lósofo. Su perspect ivismo

    corpora l i s ta puede def in i r se como neokant iano-marburgués en e l ensayo

    "Tres cuadros de v ino" (1911) , como scheler iano en "Es té t ica en e l t ran

    vía" (1916) y como s immel iano en "La doct r ina de l punto de v i s ta" de

      El

    tema de nuestro tiempo  (1923) .

    20

    J . Or tega y Gasse t , "Verdad y perspect iva" , en  El Espectador,  I, (fe

    b re ro -marzo , 1916) , en  Obras completas,  II , 15. En esta revista c ul tural

    suya , Or tega formula su propia doct r ina perspect iv i s ta ayudado por su

    maes t ro , e l neokant iano vi ta l i s ta Georg S immel . "La his tor ia de la c iencia

    del conocimiento nos mues t ra que la lógica , osc i lando ent re e l escept i

    c i smo y e l dogmat i smo, ha sol ido par t i r s iempre de es ta e r rónea creencia :

    e l punto de v i s ta de l individuo es fa l so . De aquí emanaban las dos opinio

    nes cont rapues tas : es as í que no hay más punto de v i s ta que e l individual ,

    luego no exis te l a verdad -escept ic i smo- es as í que la verdad exis te ,

    l uego ha de t omarse un pun to de v i s t a sobre ind iv idua l - r ac iona l i smo- .  El

    Espectador  in tentará separarse igualm ente de am bas soluc iones porq ue

    discrepa de la opinión donde se engendran" . Para ac larar su pos tura , c i ta

    Or tega a Leibni tz cuando af i rma "Comme une même vi l le regardée de

    différents côtés paraî t toute autre et est comme mult ipl iée

      perspective-

    ment,  i l arr ive de même que par la mult i tude inf inie des substances s im

    ples  -es decir de conciencias,  añad e O r teg a- , il y a co m m e autant de

    différents univers , qui ne sont pourtant que les  perspectives  d 'u n seul

    se lon les d i f férents points de vue de chaque Monade" . En e l mismo lugar

    señala que ese perspect iv i smo no es e l n ie tzscheano: "me impor ta adver t i r

    que nada t i ene de común es ta doct r ina con lo que ba jo e l mismo nombre

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    17/74

    16 Nelson Qrringer

    Estas perspectivas per tenecen a dis t intas modalidades.

    Además de la perspectiva visual y de la intelectual , existe la

    perspectiva de la est imación, que complica las demás. "La

    perspectiva visual y la intelectual se complican con la pers

    pect iva de la valoración"

    2 1

    .

    E n vez de disputar sobre las diferencias de pu nto s de v is ta ,

    la conducta óptima consta para Ortega de integrar perspecti

    vas para l legar a la verdad plena de un fenómeno

    2 2

    . De ahí su

    tra tamiento del cuerpo humano:

    "La realidad, precisamente por ser lo y hallarse fuera de

    nuestras mentes individuales , sólo puede l legar a éstas

    mult ipl icándose en mil caras o haces. [ . . . ] La verdad, lo

    real , e l un ive rso , la v ida -c o m o querá is l lam ar lo - , se qu ie

    bra en facetas innumerables , en ver t ientes s in cuento, cada

    una de las cuales da hacia un individuo. Si éste ha sabido

    ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna se

    ducción de cambiar su ret ina por otra imaginaria , lo que ve

    será un aspecto rea l de l mundo. Y v iceversa cada hombre

    tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está

    piensa Nie tzsche en su obra pos tuma

      La voluntad de poderío,

      ni co n lo

    q u e ,

      s iguiéndole , ha sus tentado Vaihinger en su l ibro rec iente

      La filosofía

    del como sí.  Es más, el párrafo t ranscr i to de Leibni tz apártese cuanto en él

    hay de referencias a un idea l i smo monadológico" .

    21

    José Or tega y Gasse t , "Verdad y perspect iva" , 19 .

    2 2

    José Or tega y Gasse t , "Verdad y perspect iva" , 19 . Sobre e l perspect i -

    v i smo puede leerse también "Tres cuadros de l v ino (Tiz iano, Pouss in y

    V e l á z q u e z ) " , e n

      Obras Completas,

      I I , 50-5 8 ; en dond e m ues t r a una

    or ientac ión cul tura l i s ta de cor te neokant iano. Toma var ias perspect ivas

    sobre un problema de la cul tura gas t ronómica , de aspecto aparentemente

    t r iv ia l (c f r . e l neokant iano vi ta l i s ta Georg S immel) , pero que involucra

    ac t i tudes hac ia los d ioses , aquí concebidos secularmente como idea les

    humanos ( c f r . e l neokan t i ano pan log ic i s t a Hermann Cohén) . También

    puede leerse "Es té t ica en e l t ranvía" ,

      El Espectador,

      I (19 16) en

      Obras

    completas,  I I , 3 3 -3 9, en dond e en vez de enfocar e l idea l universa l (de la

    be l leza) , como en e l ensayo anter ior , Or tega se une aquí a l fenomenólogo

    ant ikant iano Max Scheler en aprec iar l a norma de be l leza esencia l e in

    t r ínseca a cada individuo.

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    Filosofía de la corporalidad en O rtega y G asset

    17

    otra: lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. So

    mos insus t i tu ib les , somos necesar ios .  Sólo entre todos los

    hombres llega a ser vivido lo Hum ano  d ice Goe the . D en

    tro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada

    individuo, es un órgano de percepción dis t into de todos los

    demás y como un tentáculo que l lega a trozos de universo

    para los otros inasequibles . La realidad, pues, se ofrece en

    perspectivas individuales . Lo que para uno está en últ imo

    plano, se halla para otro en pr imer término. El paisaje or

    dena sus tamaños y sus dis tancias de acuerdo con nuestra

    retina, y nuestro corazón reparte los acentos. [ . . .] En vez

    de disputar integremos nuestras vis iones en generosa cola

    boración espir i tual , y como las r iberas independientes se

    aunan en la gruesa vena del r ío , compongamos el torrente

    de lo real".

    Ortega acentúa la var iedad de perspectivas sensoriales en

    la contemplación del cuerpo no sólo desde fuera, s ino tam

    bién desde dentro. Su conciencia de la perspectiva intelectual

    le hace adoptar de vez en cuando el punto de vis ta del médico

    diagnóstico frente al cuerpo del enfermo. Al mismo t iempo,

    permanece abier to a las apreciaciones únicas del cuerpo vivi

    das po r el niñ o, po r el atleta. . . y po r la m ujer.

    Para su información sobre estos múlt iples puntos de vis ta ,

    acude a una abundancia de fuentes secundarias . Tal vez

    or ien tado por Scheler

    2 3

    , regresa a sus viejos favoritos

    Nietzsche y Bergson, a su antiguo maestro Simmel, y hasta

    depende de escr i tores menos conocidos y menos prolíf icos,

    como el vienes Emil Lucka, f ilósofo-poeta ecléctico que ha

    le ído a Simmel sobre la sexual idad

    2 4

    . De Nietzsche, entre

    otros ,

      Ortega ha aprendido su al ta est imación del cuerpo co

    mo tema filosófico; su concepción de la vitalidad como con-

    M. Scheler nombra a Bergson, a Lucka , y a Nie tzsche en   Wesen und

    Formen der Sympathie {Gesamm elte Werke,  VII , F rancke Ver lag , Berna y

    M unich , 1973) , 17 , 28 , 3 9 , 103 .

    2 4

      Véase nues t ro

      Ortega y sus fuentes germá nicas,

      cap . IV.

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    Nelson Orringer

    tagiosa, y sus ideas de la vi tal idad ascendente y descendente.

    De Bergson provienen el vínculo entre la vi tal idad cósmica

    como un todo y el cuerpo individual , la idea del cuerpo como

    fuente de conocimiento tanto desde fuera como desde dentro,

    y la noc ión del cuerpo com o un m ím ico de es tados ín t imo s . A

    Lucka, Or tega parece deber muchas de sus propias teor ías

    sobre la corporalidad femenina.

    Tomemos, pr imero , e l cuerpo humano ta l como lo perc i

    ben los sen t idos . Comparemos e l t ra tamiento de es ta percep

    ción en Ortega y en sus influencias. Enseguida salta a la vista

    la m ay or con cisió n de O rtega, añad ida a la supe rior r iqueza

    de sus perspectivas. Como lector de la  Ética  de Scheler y

    como cr í t ico, cual Scheler , de la reducción fenomenológica

    de Husserl, Ortega recalca la diferencia entre el cuerpo exter

    no y el interno. Desde el ángulo cognoscitivo, la diferencia

    resulta para él tan innegable como es la diferencia entre las

    expresiones «yo ando» y «él anda». Escr ibe Ortega:

    "Las palabras que s ignif ican acciones corporales t ienen

    siempre doble s ignif icación, según las ref iramos a noso

    tros o al prójimo. «Andar» s ignif ica dos hechos muy dis

    t intos en «yo ando» y en «él anda»". "El sentido   andar  en

    «yo ando» y «él anda» t iene evidentemente un pr imer as

    pecto de identidad -de otra suer te no emplear íamos la

    misma raíz idiomática- . [ . . . ] Pues bien: s i f i jamos con al

    guna insis tencia, nuestra atención en cuál sea la real idad a

    que el «yo and o» alude , nota rem os cuan gran de es su dife

    rencia de la aludida por «él anda». El andar de «él» es una

    realidad que percibo por los ojos, ver if icándose en el espa

    cio :

      una ser ie de posiciones sucesivas de unas piernas so

    bre la t ierra . En el «yo ando» tal vez acuda a mí la imagen

    visual de mis p ies moviéndose; pero sobre e l lo , y como

    más directamente aludido en aquellas palabras, encuentro

    una realidad invisible y ajena al espacio, el esfuerzo, el

    impulso, las sensaciones musculares de tensión y resis ten

    cia. La diferencia no puede ser mayor. Diríase que en el

    «yo ando» nos referimos al andar visto por dentro de lo

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    Filosofía de la corporalidad en O rtega y Gasset

    19

    que él es, y en el «él anda», al andar visto por fuera, en su

    resu l tado ex ter ior"

    2 5

    .

    Para percibir la vivencia directa del cuerpo vivido, según

    Scheler , sólo necesitamos suprimir las funciones de todos

    nuestros sentidos externos. Lo que queda es "una conciencia

    interna de la cual carecemos con respecto a nuestros cuerpos

    inanimados" . Con o tras palabras , puedo tocar y ver mi mano

    derecha, pero también sentir la desde dentro cuando me duele

    como consecuencia del f r ío invernal . Entonces, la diestra se

    m e convier te en par te de m i conciencia del cuerpo i n te rno

    2 6

    .

    Al insistir en la dualidad del cuerpo externo o «cuerpo-

    cosa» y del cuerpo interno o «cuerpo viviente», Scheler se

    muestra heredero de Bergson. El vi tal is ta f rancés, en

      Matiére

    et memoire

    21

    ,

      escribe qu e, al f ingir igno ranc ia de las teorías

    de la mater ia y del espír i tu , me encuentro en presencia de

    «imágenes» que interaccionan entre s í . Entre el las , una en

    part icular "decide sobre todas las demás, en cuanto no conoz

    co sólo el exter ior a través de percepciones, s ino también el

    interior mediante los afectos: ella es mi cuerpo".

    J . Or tega y Gasse t , "Vi ta l idad, a lma, espí r i tu" , 456; "Ensayo de es té t i

    ca a manera de p ró logo" ,  Obras completas,  VI , Rev is ta de Occiden te ,

    M a d r i d ,

    6

    1964 , 251 ( e s t e e s e l s egmento p rop iamente me ta f í s i co de l p ró

    logo de estét ica a la antología poét ica

     El pasajero

      (1914 ) de José M oren o

    Vi l la . Or tega in tenta compat ib i l i zar e l neokant i smo marburgués (de l

    ps icólogo Paul Natorp) con la fenomenología (de Husser l y de Scheler ) .

    En ambos lugares la ci ta es muy similar , pero en el segundo de el los el

    autor acentúa que " la unidad de l andar como ín t imo suceso y e l andar

    como acontec imiento externo con ser pa lmar ia , inmedia ta y presentárse

    nos s in exigi rnos t rabajo a lguno no impl ica la menor semejanza ent re

    ambas sus caras" concluyendo que " toda una c lase de verbos se carac ter i

    za por ser su s ignif icación pr imaria y evidente la que t ienen en pr imera

    persona . Yo deseo, yo odio , yo s iento dolor . E l dolor o e l odio a jenos

    ¿quién los ha sent ido?" . E l t exto nos l l eva a l problema del conocimiento

    del

      otro,

      que se mencionará más adelante .

    6

      M . Scheler ,

      Der F ormalismus in der Ethik,

      3 9 9 - 4 0 0 .

    2 7

      H . Bergson ,

      Œuvres,

      Presses Univers i ta i res de France , Par i s ,

      2

    1 9 6 3 ,

    169.

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    20

    Nelson Orringer

    Ortega combina a Scheler y a Bergson en una doble in tu i

    ción del cuerpo más dinámica que la suya. A diferencia de

    el los ,

      Or tega no imagina n inguna supres ión por mot ivos me

    tód ico s: de la teoría en el caso de .Berg son, de una intuic ión

    externa en el de Scheler . En cambio, permite Ortega que sus

    lectores experimentemos la plenitud de la vida a cada instan

    te .

      Así , pues, de una forma pasmosa, se anticipa a la especie

    de percepción hoy posible en la ciencia médica mediante los

    estudios ultrasónicos, que emplean la vis ión sonar de los ór

    ganos abdominales . Es ta contemplación pos ib i l i ta una ser ie

    constan tem ente c am biante de perspect ivas , un a que se des l iza

    sobre otra, s in perder ninguna de vis ta , contr ibuyendo todas

    al conocimiento del fenómeno en su total idad aquí, del cuer

    po entero:

    "Si caminamos desde la f igura exter ior humana hacia

    adentro, no es propiamente el hombre ínt imo la pr imera

    estación que encontramos. Porque es el cuerpo del hombre

    el único objeto del universo del cual tenemos un doble co

    nocimiento , formado por not ic ias de orden completamente

    diverso. Lo conocemos, en efecto, por fuera, como el ár

    bo l ,  el cisne y la estrel la; pero, además, cada cual percibe

    su cuerpo desde dentro, t iene de él un aspecto o vis ta inte

    rior"

    28

    .

    El conocimiento exter ior del cuerpo, implica Ortega, pre

    senta una var iedad de aspectos, que dependen de la dis tancia

    teór ica . Podemos examinar un cuerpo ex terno como podr ía

    mos examinar algo tan familiar y próximo como un árbol , o

    J . Or tega y Gasse t , "Vi ta l idad, a lma, espí r i tu" , 456. Para Or tega y

    Gasse t : "S i que remos desc r ib i r puramente - an t e s de aven tu ra rnos a exp l i

    ca r - l os f enómenos ps íqu i cos , neces i t amos p r imero d ibu ja r l a g ran topo

    graf ía de nues t ra in t imidad. No somos una sola cosa , un área monótona , y

    como un espac io homogéneo , donde cada pun to e s i dén t i co , o poco me

    n o s ,

      al otro. Hay en nuestro inter ior zona, est ratos, orbes diversos, cuya

    di ferencia no es , de sobra , aparente" , 453. La descr ipc ión de la

      vitalidad

    se rea l iza , po r tanto apeland o a una t r in idad de e lem entos .

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    Filosofía de la corporalidad e n Ortega y Gasset

    2

    asumir una acti tud más dis tante y estét ica hacia él en un es

    pejo ,

      así como contemplar íamos a un cisne en el agua, o to

    mar una máxima d is tancia teoré t ica midiéndolo como un as

    trónomo mide una estrel la . De ahí que el conocimiento de

    penda para Ortega de un concreto punto de vis ta . La persecu

    ción de la verdad sobre un fenómeno exige la integración de

    todos los puntos de vis ta posibles sobre él . Además, la bús

    queda de la verdad sobre el cuerpo, cuando uti l iza los senti

    dos ,  no necesita l imitarse a los cinco tradicionales . Ortega

    sabe que los f is iólogos han dis t inguido por lo menos once

    2 9

    .

    A la vista, al oído, al olfato y al gusto, deben agregarse la

    sensibilidad laberíntica y vestibular del oído, la presión del

    contacto, el dolor, el fr ío, el calor, la kinestesia ( las sensacio

    nes musculares , tendinosas y ar t iculares) y la cenestesia ( la

    sens ib i l idad v iscera l )

    3 0

    .

    J . Ortega y Gasset ,  ¿Qué es filosofía?, Obras completas,  VII , Rev is ta

    d e O c c i d e n t e , M a d r i d ,

    2

    1 9 6 4 , 3 5 1 .

    3 0

      P . Laín Ent ra lg o,

      El cuerpo humano. Teoría actual,

      134 .

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    22 Nelson Orringer

    3 .  La noción de intracuerpo.

    Visto desde dentro, el cuerpo ofrece a cada individuo vir-

    tualmente todo un «paisaje interno», para emplear la imagen

    d e O r teg a

    3 1

    . Esta metáfora incluye la descr ipción que ha he

    cho Scheler de la conciencia del cuerpo y de mucho más.

    Scheler  rechaza por imprecisa  la interpretación acostum brad a

    de la conciencia in t racorporal como meramente " la suma o

    producto de la fusión de las l lamadas  sensaciones orgánicas

    (v .g . , las sensaciones de los músculos, de las ar t iculaciones

    móviles , del dolor , de la comezón)", por oposición a las sen

    saciones que suelen asociarse, como las del color y del soni

    d o ,

      a los sen t idos ex ternos

    3 2

    .

    Lo que Scheler cal if ica como conciencia del cuerpo vivido

    no equivale -d ice- a un conglomerado de sensaciones perc i

    bido como «localizado en órganos específ icos». En cambio,

    el hecho de la conciencia del cuerpo vivido consiste en "la

    conciencia de un todo que está más o menos vagamente ar t i

    culado, y que es dado con independencia de, y  previo a,  la

    dadidad de cualquier complejo especial de «sensaciones or

    gánicas»". La conciencia del cuerpo vivido es a las sensacio

    nes externas como la forma al contenido: "El cuerpo vivido

    es,

      pues, la forma subyacente mediante la cual todas las sen

    saciones orgánicas están vinculadas, y a través de la cual son

    sensaciones orgánicas de  este  cuerpo v iv ido y no de o t ro "

    3 3

    .

    Por el lo puede Ortega dis t inguir el « intracuerpo» del cuer

    po externo, puesto que éste t iene una forma y color def inido,

    mientras que aquél es vago por comparación. Es verdad que

    encuentra Ortega el « intracuerpo» consti tuido por "sensacio

    nes de movimiento o táct i les de las visceras y los músculos,

    por la impresión de las di lataciones y contracciones de los

    3 1

      J . Or teg a y Gass e t , "Vi ta l idad, a lma , espí r i tu" , 45 6.

    3 2

      M . Scheler ,

      Der Fo rmalismus in der Ethik,

      397-398 ; véase t ambién C .

    M o r ó n A r r o y o ,

      El sistema de Ortega,

      182 -183 , nota 7 .

    3 3

      M . Scheler ,

      Der F ormalismus in der Ethik,

      4 0 1 .

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

    23

    va s os ,

      por las menudas percepciones del curso de la sangre en

    venas y arterias, por las sensaciones de dolor y placer, etc. ,

    etc." .

      Con todo, lejos de identif icar el «intracuerpo» con estas

    sensaciones , lo concibe como una " imagen in terna de nues t ro

    cuerpo que arrastramos siempre con nosotros".

    Sobre esa imagen van montados "nues tra v ida ps íquica y

    nuestro mundo exter ior". En pocas palabras, el « intracuerpo»

    consti tuye para Ortega "el marco dentro del cual todo nos

    aparece". Insis te en el hecho de ser el « intracuerpo» una ima

    gen: comenta que, a todas luces, "es muy dist inta la imagen

    que cada uno t iene del in ter ior de su cuerpo"

    3 4

    .

    Esta perspectiva individual , no acentuada por Scheler ,

    apunta a otro influjo sobre Ortega: el de Henri Bergson. El

    vital is ta de París enr iquece la concepción or teguiana de «in

    tracuerpo», ofreciéndole matices no encontrados en la con

    ciencia del cuerpo inter ior postulada por Scheler . Bergson,

    recordamos, equipara al p ie de la letra el cuerpo con una ima

    gen en el sentido de un objeto perceptual que se mueve:

    "Bien veo cómo las imágenes externas inf luyen en la ima

    gen que l lamo mi cuerpo: le transmiten su movimiento. Y

    veo también cómo ese cuerpo inf luye en las imágenes ex

    ternas: les rest i tuye algún movimiento. Mi cuerpo, pues,

    dentro de la total idad del mundo mater ial , es una imagen

    que actúa sobre otras imágenes, dando y recibiendo mo

    vimiento, con la única diferencia de que mi cuerpo parece

    elegir , hasta cier to punto, el modo de dar lo que recibe"

    3 5

    .

    Puesto que el cuerpo puede afectar a otros objetos alrede

    dor de él , Bergson le atr ibuye una "si tuación pr ivilegiada"

    con respecto a e l l os

    3 6

    . H e aqu í, pu es, los tres m atices d e s igni

    ficación qu e B erg so n ha pres tado a la som atolo gía de Orteg a:

    la idea del cuerpo como un motor (muscular , v isceral , vascu-

    3 4

      J . Orte ga y Ga sset , "V ital idad, alma, espír i tu" , 45 6- 45 7.

    35

    H. Bergson ,  Matière et mémoire,  171 .

    3 6

      H . Bergson ,  Matière et mémoire,  172.

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    24

    Nelson Orringer

    lar),

      la noción del cuerpo como una imagen interna móvil y la

    concepción del cuerpo como un lugar de pr ivi legio en rela

    ción con el resto de la experiencia.

    Para hacer just icia a Scheler , s in embargo, hay que reco

    nocer que él también incorpora a su vis ión del cuerpo vivido

    la noción de Bergson del cuerpo como selector o analizador

    de la exper iencia

    3 7

    . Ortega toma también esta idea de Scheler ,

    aunque una vez más vuelve a Bergson para enr iquecer e l pen

    samiento de Scheler . Scheler , que ci ta de Matière et mém oire

    d e B e r g s o n

    3 8

    , sost iene que "la «naturaleza» nos es dada como

    un  todo  indeterminado en cada acto de percepción externa;

    provee el fondo contra el cual los contenidos sensoriales del

    momento p resen te se des tacan con mayor r e l ieve"

    3 9

    . El cuer

    po vivido nos es dado en la percepción externa como un

    "cuerpo co rpóreo" (Kôrperleib)

    40

    .  Or tega com bina a B ergson

    con Scheler para su propia vis ión de la percepción externa,

    según la expresa en "La percepción del pró j imo"

    4 1

      diciendo

    que perc ib imos del mundo ex ter ior "un pequeño t rozo , un

    reducido paisaje o escena" debido a que en nuestra percep-

    M. Scheler , "Die Idole der Se lbs terkenntnis" , 245.

    3 8

    M. Scheler , "Die Idole der Se lbs terkenntnis" , 245, nota 2 .

    M. Scheler , "Die Idole der Se lbs terkenntnis" , 244 .

    4 0

      M . Scheler , "D ie Idole der Se lbs terke nntnis" , 2 4 3 .

    4 1

      J . Or teg a y Gasse t , "La perc epc ión de l pró j imo " ,  Obras com pletas,

    V I,  159 . Es t e ensayo pub l i cado en  La nación  de Buenos Ai res en agos to

    de 1929, enriquece a Scheler sobre la percepción del yo ajeno con las

    teor ías de Bergson y de Lucka . "Del mundo exter ior no perc ibimos en

    cada momento s ino un pequeño t rozo , un r educ ido pa i sa j e o e scena que

    se nos presenta destacado sobre la vaga total idad, difusa y latente, del

    un ive r so ma te r i a l . ¿Por qué pe rc ib imos en cada momento e se t rozo , y

    sólo é l , en tan de terminada perspect iva? S in duda porque nues t ro cuerpo

    -cosa ent re cosas- [e l "cuerpo cós ico" de Scheler ] ocupa un c ier to lugar y

    en él recibe unas cier tas inf luencias f ís icas que lo modif ican. Entre el

    universo y nosot ros se in terca la nues t ro cuerpo como un cedazo o re t ícula

    que se lecc iona por medio de sus sensac iones e l cúmulo inmenso de obje

    tos que in t egran e l m un do " .

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

    25

    ción se "intercala nuestro cuerpo" como un cedazo que selec

    ciona lo que va a ser percibid o para n osotro s.

    Está aquí patente la gran medida en que Ortega integra a

    Bergson con Scheler . Bergson escr ibe que el psicólogo toma

    su cuerpo como su punto de par t ida, y puesto que las impre

    siones recibidas en la periferia del cuerpo le parecen adecua

    das para la reconstrucción de todo el universo mater ial , é l no

    tarda en reducir el universo a su propio cuerpo

    4 2

    . Ahora bien,

    según Scheler , la percepción exter ior t iene lugar por la me

    diación de las funciones sensoriales, que constituyen una

    "sens ib i l idad ex terna"  {äussere Sinnlichkeit)  que se interca la

    entre el acto y el contenido perceptual

    4 3

    .

    Sintet izando, Ortega atr ibuye a la psicología una preocu

    pación pr imaria por el problema de la percepción externa, que

    parece exigir el estudio del papel del cuerpo. Investigación

    sobre el cuerpo que en Ortega t iene una concreta or ientación,

    como lo expresa el propio Ortega en "Sobre la expresión fe

    n ó m e n o c ó s m i c o "

    4 4

    :

    "Cuando vemos e l cuerpo de un hombre , ¿vemos un cuer

    po o vemos un hombre? Porque e l hombre no es só lo un

    cuerpo, sino, tras un cuerpo, un alma, espíritu, conciencia,

    psique, yo, persona, como se pref iera l lamar a toda esa

    porción del hombre que no es espacial [ . . . ] . Dicho de otra

    manera: el cuerpo humano ¿es, por su aspecto, cuerpo en

    el mismo sentido en que lo es un mineral?". La diferencia

    H. Bergson ,  M atière et mém oire,  2 0 1 .

    4 3

      M . Scheler , "D ie Idole der Se lbs terkenn tnis" , 24 3 .

    4 4

      D e m od o m uy s imi lar escr ibe Or tega en  El hombre y la gente,  158,

    "cuando ent re minera les , vegeta les y animales me aparece un ser cons is

    tente en c ier ta forma corpora l , l a que l l amo «humana», aunque me es sólo

    presente ésta , se me hace com-presente en el la algo que por s í es invisible

    y, más en general aún, insensible , a saber , una vida humana, [ . . . ] . Esta

    com-presencia de a lgo que no puede por s í ser presente se funda incues

    t ionablemente en que aquel cuerpo que es carne me hace pecul ia res se

    ña les hac ia una in t imidad, es un campo expres ivo de « int imidades»" .

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    Nelson Orringer

    entre am bo s resu lta de que "ni por el colo r ni po r su figura

    se diferencian esencialmente: lo visible en ellos es, en

    principio igual. La diferente actitud nuestra ante la carne y

    ante el mineral estr iba en que, al ver la carne, prevemos

    algo má s que lo que vem os; la carne se nos presenta, desde

    luego, como exter ior ización de algo esencialmente interno.

    [ . . .] En el caso del hombre, esta intimidad de lo vital se

    potencia y se enr iquece desmesuradamente merced a la r i

    queza de su alma. El hombre exter ior está habitado por un

    ho m bre in terior . Tras e l cuerpo está em boscada e l a lm a "

    4 5

    .

    Está Ortega hablando del cuerpo como

      expresión,

      el cuer

    po no es mera mater ia como lo es la de una realidad inanima

    da, el cuerpo vivo señala algo que sólo se presenta a través de

    él,

      el

      alma,

      lo

      vital:

      "La carne nos presenta de golpe, y a la

    vez, un cuerpo y un alma, en indisoluble unidad". El cuerpo

    es expresivo del alma, y a su vez, el alma es el configurador

    del cuerpo: "la f igura es expresión del carácter, y el carácter,

    escultor de la f igura, la cual representa un gesto petrif icado,

    donde se enuncia la índole profunda y perenne del sujeto"

    4 6

    .

    J . Or tega y Gasse t , "Sobre la expres ión fenómeno cósmico" ,  Obras

    completas,  II , 57 7 (este ens ay o de ago sto de 1925 intenta arm on izar a

    Bergson con Scheler sobre la expres iv idad corpora l ) .

    4 6

      J . Or tega y Gasse t , "Sob re la expres ión fenóme no có sm ico" , . Or tega

    int roduce e l t ema de la expres ión o com-presencia de lo animado en lo

    corpora l de un modo des tacado cuando se enf renta a l problema del cono

    c imiento de l o t ro , e l reconocimiento de l o t ro como ser humano. Así , en

    "La percepción de l prój imo" discute var ias t eor ías que cons idera inco

    r rec tas en la cues t ión de "¿có m o l legam os a la not ic ia de que exis ten ot ras

    personas , o t ros seres como nosot ros , dotados de ps ique , es to es , de una

    conciencia , de un yo, capaces de pensar y sent i r . . . ?" . No conocemos a l

    o t ro por analogía con nues t ra expres ión en cuanto no conocemos

      inme

    diatamente

      nue s t ros prop ios ges tos , "Lejos pu es , de con ocer los ges tos

    pr imeramente en nosot ros y luego en los demás , l a verdad es lo inverso" ,

    tenem os un conocim iento inm edia to de e l lo , jun to con Scheler , entonces

    va cont ra dos impor tantes pre ju ic ios : "se em pieza po r supo ner que pr i

    mar iamente no perc ibimos más que nues t ro yo, y sólo después [ . . . ] cons

    t ru imos más o menos hipoté t icamente e l yo de los demás . E l segundo

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

    27

    Orientado una vez más por Bergson, Scheler l leva a Orte

    ga a admitir no sólo una percepción externa

    4 7

    , sino a postular

    la existencia de un fenómeno que designa como «el sentido

    interno» («der innere Sinn») , una percepción íntima.

    El autor de

      Matiére et mem oire

      traza una analogía entre la

    percepción externa y la interna. Si el cuerpo selecciona repre

    sentaciones externas para la percepción, s irve no para alma

    cenar los recuerdos, s ino para elegir los recuerdos úti les . Los

    trae a la vista mental con el propósito de esclarecer el pre

    sente en vis ta de la inmediata acción futura

    4 8

    . La misma idea

    de selección o cr iba atr ibuida a la percepción inter ior queda

    expresada por Or tega en "La percepción del pró j im o":

    "¿no acontece lo propio en la percepción ínt ima? En cada

    m om ento n o perc ib imos de nues tro yo s ino un cor to nú m e

    ro de pensamientos , imágenes y emociones que vemos pa

    sar como flujo de un río por delante de nuestra mirada in

    ter ior . Y ese brev e trozo de nuestra perso na se no s p resenta

    destacando sobre el resto oculto de nuestro yo total . El

    hombre [ . . . ] no percibe en cada instante s ino una mínima

    pre juic io cons is te en creer que de l prój imo solo nos es dado pr imar ia

    mente la apariencia f ís ica de su cuerpo, color , forma y movimientos, de

    suerte que la existencia de un yo en ese cuerpo es s iempre una añadidura

    que noso t ros ponemos" . Desde e s t a s pos i c iones "no l l ega remos nunca

    has ta e l prój imo: será és te s iempre un fantasma que nues t ro yo proyecta

    prec isamente cuando cree rec ibi r de fuera un ser d i s t in to de s í mismo" . E l

    prob lem a de la perc epc ión d e l prój imo qued a insoluto si no nos dam os

    cuenta de que "no es tamos más le jos n i más cerca de l prój imo que de

    noso t ros mi smos" , en cuan to no nos conocemos a noso t ros mi smos de

    modo tan inmedia to o ín tegramente , s in mediac ión de t rámi te corpora l

    como se nos ha hecho pensar .

    J . Or tega y Gasse t , "La percepción de l prój imo" , 160. "En la percep

    ción externa inf luyen, claro está , preferentemente, las funciones corpora

    les de ojos, oídos y tactos per i fér icos; esto es , los sent idos o sensibi l idad

    exter ior"

    48

    H. Bergson ,

      Matière et memoire,

      3 3 6 .

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    28

    Nelson Orringer

    porción de él . [ . . . ] El cuerpo posee también una sensibil i

    dad interna mucho más rica, variada y de fina textura que

    la externa, constituida por el repertorio innumerable de las

    sensaciones musculares y de movimiento , los contactos

    internos [ . . . ] . Todo ese pueblo incalculable de estados

    sensitivos intracorporales, con sus incesantes y exquisitas

    modif icaciones , nos acompañan desde la concepción y es

    el teclado maravil loso sobre el que se apoya directamente

    la percepc ión que de noso t ros mism os ten em os"

    4 9

    .

    Asimismo, Scheler comenta que, como la percepción ex

    terna, la percepción interna no va directamente al yo y a su

    experiencia, s ino que se halla mediatizada por un «sentido

    i n t e r n o »

    5 0

      del qu e dice qu e es no sólo un  analizador de la

    percepción   s ino tam bién un  mediador de ella,  en cuanto "se

    lecciona e i lumina" lo que vaya a tener "importancia para la

    actividad e interés del cuerpo"

    5 1

    .

    Con la noción bergsoniana de la selectividad corporal a la

    vista , asevera Ortega, que esa sensibil idad interna t iene tam

    bién esa función de tamizar, presentar o en su caso ocultar a

    la percepción los es tados ín t i m os

    5 2

    .

    Una vivencia ínt ima se hace perceptible por pr imera vez,

    nota Scheler , cuando pasa a las intenciones del movimiento y

    J . Or tega y Gasse t , "La perce pción de l prój im o" , 159-16 0.

    5 0

      M . Scheler , "D ie Idole der Se lbs terken ntnis" , 24 3 .

    5 1

      M . Scheler , "Die Idole der Se lbs terken ntnis" , 24 5, "El sent ido in terno

    es,  como e l sent ido externo, sólo un  analizador  de la perc epc ión, no a lgo

    que proporc iona de manera pos i t iva e l contenido de la in tu ic ión. Sólo la

    percepción in terna hace es to . Del contenido de la percepción in terna , e l

    sent ido interno selecciona e i lumina de manera br i l lante sólo lo que t iene,

    en la exper iencia menta l , un grado cor respondiente de impor tancia para la

    act ividad e interés del cuerpo".

    52

    J . Or tega y Gasse t , "La percepción de l prój imo" , 160, "Como los

    sent idos exter iores son el aparato selector , e l tamiz que en cada caso de

    t iene o deja pasar los objetos del mundo exter ior , así la sensibi l idad intra-

    corpora l subraya o apaga nues t ros es tados ín t imos y hace que perc ibamos

    ahora éstos y no los otros; luego, los otros y no éstos" .

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset 29

    M. Scheler ,  Wesen und Formen der Sympathie,  2 4 5 .

    a las tendencias expresivas. La comprensión está tan vincula

    da al d iálogo con uno mismo, según Scheler , que l igar la len

    gua d ificu lta la comprensión de un pe r iód ico

    5 3

    . La alegría o el

    amor cuya expres ión queda cohib ida no permanece igual para

    la expresión interna, sino que desaparece. Ortega, que cita de

    Ser y forma de simpatía,  repite las teorías de Scheler, pero

    ofrece algunos ejemplos concretos hallados ni en Scheler ni

    en Bergson: s i ponemos la boca en la posición apta para la

    pronunciación de la  b,  experimentamos dif icultad en pensar

    la  a.  Para ver una idea con clar idad, necesi tamos puntuali

    zarla entre los músculos frontales. Por eso fruncimos el ceño

    al meditar . Un bebedor turbado no al ivia su tr is teza con el

    alcohol, s ino que lo emplea sólo para anublar su propia vis ión

    inter ior de esa melancolía:

    "Para que un pensamiento l legue a destacarse ante nuestra

    percepción int ima, esto es , para que nos demos cuenta de

    lo que pensamos, es preciso que se produzca su expresión

    verbal , s iquiera en forma embrionaria , merced a minúscu

    los movimientos de lengua y boca. Con la lengua l igada, o

    por otro cualquier procedimiento paral izada, no podréis ,

    s in enorme dif icultad, leer con comprensión una página. Si

    ponemos nuestro aparato bucal en la act i tud de pronunciar

    la be, nos cuesta sumo esfuerzo pensar la a . Para ver con

    claridad una idea necesitamos sujetarla, por decirlo así,

    entre los músculos frontales; de aquí la contracción de la

    frente en el hombre que atiende y medita. En un estado de

    atonía muscular , los actos de voluntad se ocultan a nuestra

    mirada interior y la exaltación de la sensibilidad orgánica

    que produce el alcohol no nos deja ver nuestra tr isteza. El

    hombre punzado por grave pena que recurre a la botel la de

    licor espirituoso, ciertamente que no deja de estar tr iste;

    pero al modif icar ar t if icialmente sus impresiones corpora-

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    3 0

    Nelson Orringer

    les obtura la ventana psicológica por donde ve, en ínt ima

    v is ión , su amargo sen t imien to"

    5 4

    .

    La patología del cuerpo y de la mente, pues, l lama la aten

    ción a Ortega. El médico Laín Entralgo est ima la aproxima

    ción de Ortega a la corporalidad neurasténica como un méto

    do para la exploración del «intracuerpo» en general

    5 5

    . Ortega

    bien puede deber esta dimensión de su somatología, en su

    mayor par te , a sugestiones leídas en el ensayo de Scheler ,

    "Los ídolos del autoconocimiento", modif icadas con infor

    mación sacada de Bergson . En un examen de las a lucinacio

    n es ,

      Scheler dis t ingue d os t ipos, el norm al y el pato lógic o. En

    el pr imero, el sujeto proyecta sus percepciones internas sobre

    objetos físicos situados fuera de él; en el segundo, invierte la

    dirección de sus proyecciones de modo que para Scheler "la

    dirección predominante de la i lusión se invier te en todas las

    psicosis que involucran un aumento de agitación, sobre todo,

    cuando el enfermo sigue enfocando la condición del yo cor

    poral [ . . . ] . Todo el ámbito , junto con los eventos contenidos

    dentro de él , son «dados» aquí sólo como una suma de cam

    biantes estímulos de las sensaciones, y, en especial, de las

    sensaciones sensoriales , corporales , del enfermo"

    5 6

    .

    Por tanto, Ortega cree un error de la ciencia médica des

    cartar por infundadas las ansiedades del neurasténico tan sólo

    J . Or tega y Gasse t , "La percepción de l prój imo" , 160. E l t exto cont i

    núa: "Para adver t i r los pensamientos concre tos de o t ra persona neces i ta

    mos que ésta los exprese, es decir , que nos hable. [•••] Pero exactamente

    lo mismo nos acontece con nues t ros propios pensamientos . Sol ía c i ta rse

    como e jemplo de ingenuidad ps icológica que Homero, a l quedarse solo

    Aqui les en dramát ica medi tac ión, d ice que Aqui les se hablaba a s í mismo.

    No era tan grande la ingenuidad de Homero como se ha cre ído. Cier ta

    mente , e l pensamiento es un ac to puramente ps íquico y nada corpora l ;

    pero la percepción de nues t ro pensamiento exige , en efec to , su expres ión

    inter ior , movimientos embr ionar ios de la l engua , in ic iac ión de cont rac

    ción y dis tensiones en la boca".

    5 5

      P . La ín En t r a lgo , "E l cue rpo hu m an o" (Curso) , 5 1 .

    5 6

      M . Scheler , "Die Idole der Se lbs terken ntnis" , 25 7-2 58 .

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    Filosofía de la corporalidad en O rtega y Gasset

    31

    porque carecen de una causa externa. Lo que parece «patoló

    gico» al médico son las ansiedades. Pero el perspectivis ta

    Ortega razona que, desde el punto de vis ta del paciente, ser ía

    anómala la ausencia de tales temores. Como Ortega ha apren

    dido de Scheler , no solemos tomar nota de nuestros «intra-

    cuerpos». Cuando ocurren sensaciones insóli tas , " la atención

    comienza a retraerse del mundo externo y a f ijarse con fre

    cuencia e insis tencia anormales en la inter ior idad de nuestro

    cuerpo. Esta inversión hacia dentro es caracter ís t ica de todo

    n eu r a s t én ico "

    5 7

    .

    J . Or tega y Gasse t , "Vi ta l idad, a lma, espí r i tu" , 457. Sobre los resul ta

    dos favorables de un es tudio de l in t racuerpo en la comprens ión de la

    rea l idad humana, Or tega y Gasse t nos d ice en e l mismo lugar (457-458) :

    "El carácter at r ibi l iar io se ha l lamado así de la

      aira bilis,

      de las bi l is ne

    gra, e indica que ya la sabiduría popular ha puesto en cier tas sensaciones

    int racorpora les de l hepát ico e l or igen de su temperamento malhumorado.

    Más de una vez , hablando con los doctores Lafora y Sacr i s tán , nues t ros

    ps iquia t ras notábamos que es un er ror de la c iencia usual cons iderar los

    ter rores de l neuras ténico como imaginar ios e infundados , s implemente

    por no encont rar causa exter ior para e l los . Es to l l eva a l médico a c reer

    que lo pa tológico en ta les neuras ténicos son esos te r rores , esas angus t ias ,

    cuando, a mi ju ic io , lo anormal ser ía que no las s in t ie ran . E l neuras ténico

    suele padecer pequeños t ras tornos c i rcula tor ios , desórdenes vasculares ,

    que susci tan en el inter ior del cuerpo sensaciones insól i tas . Al l levar cada

    cual su in t racuerpo cons igo, en perenne compañía , no solemos parar

    mientes en él . Es el personaje invariable que interviene en todas las esce

    nas de nues t ra v ida , y , por lo mismo, no a t rae la a tención. Mas cuando en

    él se producen esas insól i tas sensaciones, la atención comienza a ret raerse

    del mundo externo y a f i jarse con frecuencia e insis tencia anormales en la

    inter ior idad de nuestro cuerpo. Esta inversión hacia dentro de la atención

    es carac ter í s t i ca de todo neuras ténico . Empieza a ser problema para é l lo

    que en el hombre saludable no lo es nunca: su cuerpo inter ior . Y l lega,

    con e l hábi to , a ser un vi r tuoso de l escucharse a s í mismo. Normalmente

    no sent imos , por e jemplo, ese te r r ib le , pavoroso acontec imiento que es e l

    f luir de la sangre por las venas; el sent i r la l legar , ta l vez con esfuerzo, al

    extremo de los dedos en manos y pies; e l notar el mart i l leo fat ídico de la

    pulsac ión en las s ienes . Pues b ien; he aquí uno de los s ín tomas más ca

    racter ís t icos de la neurastenia: sent i r la ci rculación de la sangre. Al poco

    t iempo, esta función, tan inadvert ida por el sano, se convier te en el hecho

    de má s bul to y más de pr imer p lan o en la perspec t iva de l enferm o" .

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    3 2 Nelson Orringer

    Para aclararlo, Ortega enfoca la aguda sensibilidad del

    neurasténico hacia su propio s is tema circulator io . El ejemplo

    muestra no sólo la proximidad de Ortega a Scheler , s ino tam

    bién su independencia f rente a él . "La psicopatología", escr i

    be Scheler , "no trata las per turbaciones mentales , s ino las

    perturbaciones de la comprensión a través del «sentido inter

    no» (co rpora l ) "

    5 8

    . Scheler rechaza por tr iviales tales perturba

    ciones como desviaciones de la conciencia hacia dentro, para

    atender a los dolores pectorales, "en el caso de prestar aten

    ción continua a la sensación de la palpitación cardíaca"

    5 9

    .

    Mas el perspectivis ta Ortega, por el contrar io , pondera la sen

    sación de la circulación de la sangre, tan poco atendida por el

    sano,

      como el hecho más s ignif icante de la perspectiva vital

    del neurasténico. Ortega penetra vir tualmente en la piel del

    neurasténico para ver como en él se opera una dolorosa inver

    s ión hacia lo in terno

    6 0

    , donde, al mismo t iempo que lo exte

    rior queda borroso, se aleja, lo interior adquiere una palpi

    tante presencia, donde los fenómenos fisiológicos normal

    mente no percibidos cuando se está sano son ahora advert i

    dos :  las palpitaciones, el f luir de la sangre. . .

    M. Scheler , "Die Idole der Se lbs terkenntnis" , 244 .

    5 9

      M . Scheler , "D ie Idole der Se lbs terkenn tnis" , 264 .

    6 0

      J . O rtega y Ga sset , "V ital idad, alma , espír i tu" , 4 5 8 . "E l resto del

    mundo parece alejarse borroso, perder real idad, y en su lugar se instala ,

    g igantesco, formidable , e l l íquido drama de la sangre c i rculante , e l golpe

    r í tmico de l corazón, que da su mágica pulsac ión, sos tén de la v ida - su

    mágica pulsac ión, que s iempre parece que va a ser l a ú l t ima. ¿Cómo

    puede parecer ext ravagante n i pa tológico que a tan insól i tas sensac iones

    rea les ,

      autént icas , reacc ione e l enfermo con pánicos , t e r rores y lamenta

    bles angus t ias? Vaya es to sólo como e jemplo de las fecundas consecuen

    c ias que una inves t igac ión de la imagen de l cuerpo puede proporc ionar

    n o s .  Así , en e l caso mismo del neuras ténico nos pone sobre la p i s ta de un

    ingente problema, que tampoco he v i s to nunca a t i sbado, a saber : cómo se

    produ jo y se pro du ce la invers ión de la a tención hac ia lo ín t im o" .

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    Filosofía de la corporalidad en O rtega y Gasset

    3 3

    Ortega elogia la cultura de Occidente por aprovechar lo

    que desde el punto de vis ta biológico es una anomalía. Con

    vencido de que el ser humano vive en un diálogo intermina

    b le con su contorno inmedia to

    6 1

    , Ortega ve la concentración

    hacia dentro como re la t ivamente anormal . Con todo , e l exa

    men inter ior ha posibil i tado el descubrimiento de la int imidad

    hu m an a y todo valor anejo a el la y venerado c om o superior:

    "[ . . . ] naturalmente y en plana salud la atención ir ía s iem

    pre hacia lo de fuera, hacia el contorno vital más allá del

    organism o. Qu e el hom bre desat ienda e l m edio , en d iá logo

    con el cual vive, y , haciendo virar la atención se vuelva de

    espaldas a aquél y se ponga a mirar en su interior, es rela

    t ivamente anómalo. Y, s in embargo, gracias a esta anoma

    lía se ha descubier to el hombre ínt imo y todos los valores

    anejos a él que son considerados como los superiores. Si

    se compara a Píndaro con Sócrates , se advier te la clara di

    ferencia de un hombre para quien el mundo inter ior no

    La vida, para Ortega y Gasset , ( f rente a las teorías de Spencer , Darwin

    o Lamarck, a l as que cr i t i ca en "La expres ión fenómeno cósmico" , 581 y

    ss.

      y en "El

      Quijote

      en la escu ela") no es la "pro gre siva ada ptac ión de

    relaciones inter iores a relaciones exter iores" , s ino que s iguiendo las ideas

    contemporáneas en biología (c i ta a Uexkül l en su apoyo) es una re lac ión

    con e l

      medio

      do nde "N o sólo e l orga nism o se adapta a l m ed io , s ino que

    el m ed io se adapta a l orga nism o, has ta e l pu nto de q ue es un a abs t racc ión,

    cuando se habla de un ser v ivo, a tender sólo a su cuerpo. E l cuerpo es

    sólo la mitad del ser viviente: su otra mitad son los objetos que para él

    existen, que le inci tan a moverse, a vivir . De aquí se desprende que para

    entender una vida , sea e l la l a que quiera , humana o animal , habrá que

    hacer antes el inventar io de los objetos que integran su medio propio o,

    como yo pref iero decir , su paisaje" , J . Ortega y Gasset , "El

      Quijote

      en la

    escuela" , 298; c f r , 284-298. Unas páginas más adelante (301) a f i rmará :

    "Porque e l hombre entero con todo su cuerpo y toda su a lma viene a ser

    un órgano recept ivo, v iv iente antena radiote legráf ica que recoge e in ter

    cepta los inf ini tos temblores de la real idad circunstante" . En el texto pu

    bl icado bajo el t í tulo "Más sobre los otros y yo. Breve excursión hacia

    el la" , en  El hombre y la gente,  154 y ss . , int rod uce en ese entorn o vi tal la

    presencia de l  otro,  de l  prójimo  y anal iza el m od o de su pre sen cia y su

    reconoc im ien to com o t a l.

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    Nelson Orringer

    existe y un hombre vuelto del revés, quiero decir , vuelto

    hacia adentro . A m bo s se preocup an de los jóv en es ; pero e l

    po eta ap en as ve en ellos otra co sa qu e la apa riencia [ . ..]

    mientras el moralis ta les induce a recogerse en s í mismos,

    a ensimismarse. [ . . . ] La percepción del in tracuerpo, moti

    vada por anomalías f isiológicas, ha sido probablemente el

    pedagogo que ha enseñado al hombre a revert ir la direc

    ción espontánea de su fuerza atencional. Iniciada así la

    conversión, educada y af inada, pudo luego penetrar hasta

    lo psíquico y lo espiritual. No es un azar que casi todos los

    hombres de intensa y r ica vida inter ior -el míst ico, el

    poeta, el filósofo- son un poco enfermos de su intracuer

    p o .

      En éste, como en tantos otros casos, la cultura se ha

    logrado mediante el aprovechamiento de lo que biológi

    camen te es pa to lóg ico"

    6 2

    .

    Según expresa Nietzsche, los grandes sabios son «tipos

    descendentes». El mismo Sócrates def ine el v ivir como el

    estar enfermo durante un largo rato. Sócrates y Platón pare

    cen a Nietzsche mostrar s ín tomas de decadencia . En  El naci

    miento de la tragedia,  los ha calif icado de seu do grieg os o de

    antigr iegos, hosti les a la vida helénica

    6 3

    . La obra temprana de

    Nietzsche sobre la tragedia presenta a Sócrates como a la

    figura que por su propia cuenta desheredó el genio griego,

    admirado "como Homero , Píndaro y Esqui lo , como Fid ias ,

    como Pér ic les , como Pi t ia y Dionysos"

    6 4

    . El joven Nietzsche

    des cub re la clav e del carác ter de Só crates en su famoso de

    monio. Este demonio, en opinión de Nietzsche, representa la

    conciencia cr í t ica, que se opone al inst into normal y natural

    6 5

    .

    6 2

      J . Or tega y Ga sset , "V ital idad, alma , espir i tu" , 4 58 .

    6 3

      F . N ie t z sche ,

      Götzen=Dämmerung. Werke in zwei Bände,

      I I , Hausen,

    Munich, 1967, 166.

    6 4

      F . N ie t z sche ,  Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik,

    Werke in zwei Bände,  I , Al f red Kröner Ver lag , Leipz ig , 1930, 19 .

    6 5

      F . N ie t z sche ,  Die Geburt der Tragödie,  19-20.

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

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    Ortega, que combina los var ios textos nietzscheanos aquí

    aludidos, contrasta la cosmovisión de Sócrates con la de Pín-

    daro :  para el poeta, el mundo inter ior parece no exist ir ; para

    el f ilósofo, el mundo exterior. Los dos intelectuales tratan a la

    juventud. Pero Píndaro pinta la apar iencia animosa, el p ie

    ágil , e l puño seguro del at leta . El moralis ta Sócrates , por otra

    parte , anim a a los jóv en es a entregarse a la introspección . El

    demonio se le antoja a Ortega una señal segura de que Só

    crates es neurótico, susceptible a las extrañas sensaciones de

    su «intracuerpo», las cuales le parecen voces internas

    6 6

    .

    El perspectivismo de Ortega, en fin, le motiva a concluir

    que la atención al propio cuerpo es anormal en el varón. Pero

    sostiene lo contrario en el caso del sexo femenino de nuestra

    especie. Habrá leído en el ensayo de Scheler, "Sobre el senti

    do del movimiento de las mujeres" ("Zum Sinne der Frauen-

    bewegung") que para el hombre y la mujer su vivencia del

    cuerpo dada al yo es no sólo distinta, sino que contiene una

    "diferencia insuperable , esencia l"

    6 7

    .

    El perspectivis ta Ortega omite la humorada de Scheler y

    expresa la comparación en términos más favorables para la

    mujer a quien le atr ibuye una

      sensibilidad interna más viva

    J . Ortega y Gasset , "Vital idad, alma, espír i tu" , 458: "Sócrates t iene

    todo e l a i re de un neurót ico , habi tado por ext rañas sensac iones in t racor -

    pora les , l l eno de voces in ter iores ( su «demonio»)" .

    6 7

      M . Sche l er , "Zu m S inne de r F raue nbew egun g" ,  Vom Umsturz der

    Werte,  ( 4

    a

      edic ión revisada) , F rancke , Berna , 1955, 205-206. "La manera

    en que e l cuerpo vivido de uno es dada a l yo ps íquico de l hombre y de la

    mujer (es dec i r , e l d i s tanciamiento en ambos casos) , seguramente cont ie

    ne una diferencia insu pera ble, esencia 1. En relació n con el m od o en q ue

    la mujer exper imenta cons t i tu t ivamente su propio cuerpo vivido - la ma

    nera cómo se s iente dentro de él y lo sabe- , e l hombre l leva el suyo por

    doquier mient ras mant iene su d i s tancia de é l como s i és te fuera un cacho

    r ro a tado con una cuerda

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    Nelson Orringer

    en re lac ión con e l hombre

    6 8

    , y una percepción

      más fina

      del

    intracuerpo que en el varón

    6 9

    .

    Volviendo a su vis ión de la vida como un diálogo con el

    en torno inmedia to , Or tega contras ta de modo contundente a l

    hombre con la mujer . La coexistencia del hombre normal con

    su cuerpo equivale a la ausencia de sensación salvo en los

    infrecuentes momentos de placer o dolor . La experiencia de

    la mujer , por otro lado, es notable por la constancia con que

    su cuerpo le l lama la atención a vivas sensaciones intracorpo-

    rales .  De aquí, lo que Scheler ha dicho del cuerpo masculino,

    puede Ortega decir lo del femenino, aunque en un sentido

    totalmente diferente: el la s iempre l leva su cuerpo "delante de

    sí,  a la vez como escudo que def iende y rehén vulnerable".

    Saca Ortega una consecuencia sorprendente. Escr ibe que toda

    la vida psíquica de la mujer se despliega en un estado de ma

    yor fusión con el cuerpo que en el caso del hombre

    7 0

    .

    J . Or teg a y Gasse t , "La perce pción de l pró j imo " , 16 1, en e l apar tado

    t i tu lado "Cómo nos vemos a nosot ros . La mujer y su cuerpo" : "En igual

    dad de las demás condic iones , l a mujer posee más vida in ter ior que e l

    hombre, y yo he creído forzoso insinuar la relación entre este hecho y la

    más f ina percepción que de su in t racuerpo t iene e l ser femenino" .

    6 9

      J . Orte ga y Ga sset , "V ital idad, alma, espír i tu" , 4 58 : "Es u n he ch o

    notor io que e l cuerpo femenino es tá dotado de una sens ibi l idad in terna

    más viva que e l de l hombre , es to es , que nues t ras sensac iones orgánicas

    in t racorpora les son vagas y son como sordas comparadas con las de la

    mujer" .

    7 0

    J . Or tega y Gasse t , "La percepción de l prój imo" , 161-162 . "La re la t i

    va hiperestesia de las sensaciones orgánicas de la mujer t rae consigo que

    su cuerpo exis ta para e l la más que para e l hombre e l suyo. Los varones ,

    normalmente , o lv idamos nues t ro he rmano cue rpo ; no sen t imos que lo

    tenemos si no es a la hora fr ígida o tórr ida del extremo dolor o el extremo

    placer . Ent re nues t ro yo, puramente ps íquico, y e l mundo exter ior no

    parece interponerse nada. En la mujer , por el contrar io, es sol ici tada

    cons tantemente la a tención por la v ivac idad de sus sensac iones in t racor

    pora les : s iente a todas horas su cuerpo como in terpues to ent re e l mundo y

    su yo, lo l leva s iempre delante de s í , a la vez como escudo que defiende y

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    Filosofía de la corporalidad en Ortega y Gasset

    37

    Para probarlo , Ortega enriquece el pensamiento de Scheler

    sobre la mujer con teor ías sacadas de una fuente no nombra

    da, la monograf ía de Emil Lucka t i tu lada  Las tres etapas de

    lo erótico.  "E n e l caso de la mujer - so s t ie ne L u ck a - e l p r ima

    r io impulso sexual permea todo su ser ; se ha ref inado y depu

    rado sin grandes fluctuaciones ni cambios; en el caso del

    hombre, s iempre se ha restr ingido a cier tas regiones de su

    vida f ís ica y psíquica, y una experiencia enteramente nueva

    fue exigida antes que [ese impulso] lograra su forma final del

    amo r p e r so n a l "

    7 1

    .

    Esta diferencia entre los sexos ha producido un resultado

    curioso: el erotismo masculino t iene una his tor ia , mientras

    que el erotismo femenino carece de el la . El hombre vio a la

    mujer , pr imero, como a un mero medio para saciar sus senti

    dos ;  des pué s, co m o a un ser superior a quien había qu e adorar

    desde lejos, y , en la actualidad, como a una compañera con

    quien aspira a la igualdad en una relación que fusione sexua

    l idad y espir i tualidad. La mujer , empero, vive para Lucka

    "ajena" al dualismo del hombre de modo que el la t iene por

    naturaleza esa fusión  o  unidad  entre sexualidad y espirituali

    dad que el varón sólo consigue (si lo hace) con mucho esfuer-

    rehén vulnerable . Las consecuencias de es to son c laras : toda la v ida ps í

    quica de la mujer está más fundida con su cuerpo que el hombre; es decir ,

    su a lma es más corpora l -pero , v iceversa , su cuerpo convive más cons

    tante y est rechamente con su espír i tu; es decir , su cuerpo está más t ransi

    do de a lma. Ofrece , en efec to , l a persona femenina un grado de penet ra

    ción entre el cuerpo y el espír i tu mucho más elevado que la varoni l . En el

    hombre , compara t ivamente , sue len i r cada uno por su lado; cuerpo y a lma

    saben poco uno de o t ro y no son sol idar ios ; más b ien ac túan como i r re

    conci l iables enemigos" . Ahí encuent ra jus t i f icac ión a l hecho "e terno y

    enigmát ico que cruza la h i s tor ia humana de punta a punta , y de que no se

    ha dado sino expl icaciones estúpidas o superf iciales: me ref iero a la in

    mor ta l propens ión de la mujer a l adorno y orna to de su cuerpo" .

    E . Lucka ,

      Die drei Stufen der Erotik,

      Schuster & Loeff ler , Berl ín y

    Le ipz ig , 1913 , 292 .

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    Nelson Orringer

    zo . Po r eso "a la m ujer norm al el fenóm eno del amor du a

    l is ta le parece inintel igible, hasta insaludable. La unidad del

    amor (entre cuerpo y alma) es para el la una cosa común y

    co r r i en te "

    7 3

    .

    En Or tega descubr imos la misma d is t inción de Lucka en

    tre la sexualidad masculina y la femenina. La ínt ima y natural

    unión en la mujer, a diferencia del varón, de cuerpo y alma se

    deja ver con gran claridad en su forma de enfrentarse al amor.

    Or tega habla de una  diferente actitud ante el erotismo

    14

    .  E n la

    mujer , escr ibe Ortega, el grado de penetración entre cuerpo y

    espír i tu excede con mucho al que se encuentra en el hombre.

    En el hombre puede encontrarse una oscilación entre dos ex

    t remos: e l sensual ismo, la v ivencia de un amor meramente

    carnal y e l p la tonismo, o un amor "puramente ps íquico"

    7 5

    .

    Es tos ex tremos, s i