SERIE INVESTIGACIONES · 2016. 5. 3. · Secretario de Finanzas y Tesorero General Dr. Reyes Tamez...

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SERIE INVESTIGACIONES El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral: una colonia de Monterrey María Luisa Martínez Sánchez Instituto Estatal de las Mujeres ∙ Nuevo León

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  • SERIE INVESTIGACIONES

    El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral:

    una colonia de Monterrey

    María Luisa Martínez Sánchez

    Instituto Estatal de las Mujeres ∙ Nuevo León

  • El capital social y la participación de las mujeresen la fuerza laboral: una colonia de Monterrey

    María Luisa Martínez Sánchez

    Primera edición, septiembre de 2008.

    Derechos reservados conforme a la Ley por:

    © Instituto Estatal de las Mujeres de Nuevo León

    Morelos 877 Ote., Barrio Antiguo, Tels.: (01 81) 2020 9773 al 76 y 8345 7771Monterrey, N.L., 64000

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    Impreso en México. Printed in México

  • CONSEJO DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA 2008 - 2009

    Cecilia Pérez M. de SadaPresidenta

    Jaime Alonso GómezVicepresidente

    Arnoldo Téllez

    Diana Perla Chapa

    Gonzalo Pérez Escobar

    Jaime R. Espinosa

    Maru Buerón

    R. M. Catalina Ahedo

    Rebeca Clouthier

    Susana González Z.

    INSTITUTO ESTATAL DELAS MUJERES ∙ NUEVO LEÓN

    María Elena Chapa H.Presidenta Ejecutiva

    María del Refugio ÁvilaSecretaria Ejecutiva

    María del Consuelo ChapaDirectora Operativa de Programas

    JUNTA DE GOBIERNO

    Lic. José Natividad González ParásGobernador Constitucional del Estado

    Sra. Cristina Maiz de González ParásInvitada especial

    Lic. Rodrigo Medina de la CruzSecretario General de Gobierno

    Lic. Aldo Fasci ZuazuaSecretario de Seguridad Pública

    Lic. Luis Carlos Treviño BerchelmannProcurador General de Justicia

    Lic. Rubén Martínez DondéSecretario de Finanzas y Tesorero General

    Dr. Reyes Tamez GuerraSecretario de Educación

    Dr. Gilberto Montiel AmorosoSecretario de Salud

    Ing. Alejandro Páez Aragón Secretario de Desarrollo Económico

    Lic. Alejandra Rangel HinojosaPresidenta del Consejo de Desarrollo Social

    Profra. Gabriela del Carmen Calles GonzálezDirectora General DIF Nuevo León

  • José Antonio González TreviñoRector

    Jesús Áncer RodríguezSecretario General

    Ubaldo Ortiz MéndezSecretario Académico

    José Reséndiz BalderasDirector de la Facultad de Filosofíay Letras

    Graciela Jaime RodríguezDirectora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano

  • Índice

    Mensaje del Gobernador

    Presentación

    Capítulo 1. Introducción / Problema de investigación

    2. Marco teórico y revisión de literatura2.1 La participación de las mujeres en la fuerza laboral en Monterrey, México.2.2 La explicación de los atributos personales2.3 La explicación de la organización familiar

    A. Dimensiones familiares.B. Cambios en las familias: trabajo doméstico, toma de decisiones y ciclo de vida familiar.

    2.4 La explicación del capital socialA. ¿Capital social o redes sociales?B. Capital social, educación y empleoC. Implicaciones para la política social

    3. Metodología: datos, operacionalización y análisis de los datos

    4. Resultados 4.1 Componente cuantitativo: resultados

    4.2 Componente cualitativo: resultados

    5. Discusión y conclusiones

    Referencias bibliográficas.

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    Mensaje del Gobernador

    Nuevo León se ha distinguido por su pujanza como un Estado a la vanguardia del de-sarrollo económico nacional, gracias al espíritu emprendedor de hombres y mujeres que tienen entre sus mejores características la cultura del trabajo y el establecimiento de formas de organización y relación acordes a esa visión de progreso, lo cual nos ha permitido ser calificados como una entidad líder a nivel nacional en índices de com-petitividad.

    Pero el concepto de la creación de riqueza no se circunscribe ni es exclusivo de lo material; existen factores relacionados con otro tipo de aportaciones, como el capital social, mismo que, en el caso concreto de la participación de las mujeres en la fuerza laboral, es determinante para que ellas generen recursos que impacten en el desarrollo de nuestra comunidad. Estudios como el presente nos ayudan a entender y justipreciar en toda su dimensión esa reserva solidaria tan valiosa para todas y todos.

    Lic. José Natividad González ParásGobernador Constitucional del Estado

  • EL CAPITAL SOCIAL Y LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LA FUERZA LABORAL: UNA COLONIA DE MONTERREY 9

    Presentación

    El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral: una colonia de Monterrey es una investigación realizada por María Luisa Martínez Sánchez.

    En cinco capítulos, la autora introduce el problema, presenta el marco teórico, la metodología y los resultados, culmina su trabajo con una discusión y las conclusiones.

    A diferencia de otras investigaciones que abordan argumentos teóricos, ésta presenta un hilo conductor sustantivo para el Instituto Estatal de las Mujeres: el colocar a las mujeres en el centro de todo. Así, entre el capital social y el capital humano está la disyuntiva de si se trata de estructuras o de las capacidades de agencia de las mujeres. Resulta interesante dimensionar la fuerza laboral desde la visión del capital social (como la principal contribución del estudio).

    Reconoce la inequidad de género entre la vida pública y la privada, la subordinación de las mujeres y el ejercicio de los roles tradicionales, tanto en lo productivo como en lo reproductivo. Presenta datos y ubica en la colonia Lomas de Anáhuac de Monterrey el análisis de las variables.

    Los atributos personales (capital humano), la organización familiar, el trabajo doméstico y el ciclo de vida, todo ello enmarcado en el derecho de las mujeres a decidir como respuesta autónoma y soberana a un proyecto de vida personal y del cambio de las estructuras sociales, entre otros, por el ejercicio del poder que despliegan y por la habilidad de las mujeres para asegurarse bienes o servicios gracias a las redes sociales, es parte del contenido.

    El estudio de caso plantea las redes sociales como interrelaciones familiares, laborales, de amistad, políticas, entre otras, que se desarrollan fincadas en el uso de los beneficios y en el mantenimiento de la confianza. Se trata, en suma, del capital social utilizado por las mujeres para participar como fuerza laboral.

    Respecto a la educación y el empleo se presentan algunos resultados de estudios sobre la premisa de que, a menores calificaciones escolares menor acceso al mercado laboral, que muchos empleos se consiguen por las relaciones que se tienen, aunque el mantenerlo depende del capital humano que se posee y pasa lo mismo para hombres que para mujeres.

    Las políticas públicas tienen como destino el sector formal, aunque sabemos que en el sector informal se auto emplean miles de mujeres; en ambos, reciben menor salario y las prestaciones son escasas. Un mercado laboral discriminatorio es ejemplo

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    de ello. En todo caso se reconoce que, al insertarse las mujeres como fuerza laboral, sus roles cambian al pasar del mundo privado al público y al recibir su propio salario.

    El estudio de caso comprueba las relaciones culturales no sólo en cifras sino mediante las voces mismas de las entrevistadas. Así, las mujeres que trabajan toman más decisiones que las que no lo hacen, trabajan para contribuir al gasto familiar, reciben más salario cuando tienen mayor escolaridad, la doble jornada, entre otras.

    Por la experiencia laboral, la toma de decisiones, el tamaño y la calidad de la red, es que la estadística mostrada en el estudio revela la participación como fuerza laboral de las mujeres. Otros análisis cualitativos con testimonios de mujeres son igualmente reveladores.

    Por el valioso trabajo que realizó María Luisa Martínez Sánchez y los avances que presenta, nos congratula esta publicación en coedición con la Facultad de Filosofía y Letras, dirigida por el maestro José Reséndiz Balderas; la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano, cuya directora es la maestra Graciela Jaime Rodríguez, en el marco del 75 aniversario de la UANL.

    Para el Consejo de Participación Ciudadana y para los Comités, es muy grato compartir los resultados y estimar, en su lectura, la utilidad de que hombres y mujeres continuemos luchando por la equidad y la igualdad de las mujeres como fuerza laboral.

    Lic. María Elena Chapa H.Presidenta Ejecutiva

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    Agradecimientos

    A mi madreA mi hermano

    A mis hermanasA mis amores

    El presente trabajo es producto de un esfuerzo personal que ha tenido la fortuna del acompañamiento de una serie de personas sin las cuales el alumbramiento de este libro no hubiera sido posible. Mis asesores: en México, Raúl Eduardo López, Mario Jurado y Gustavo Alarcón; en los Estados Unidos, Vijayan Pillai y Héctor Luis Díaz, han tenido un papel protagónico en esta tarea.

    A mis entrañables amigas, mi capital social, que en algún momento del trayecto me brindaron su apoyo solidario: Patricia Silva, Ana María Acosta, Sandra Mancinas y Fabiola Rentería.

    A la Universidad Autónoma de Nuevo León: al Director de la Facultad de Filosofía y Letras, maestro José Reséndiz Balderas, por su apoyo incondicional; a la Directora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano, maestra Graciela Jaime, por recibirme en su programa doctoral.

    Al Gobierno de Nuevo León, particularmente a la Presidenta del Instituto Estatal de las Mujeres, maestra María Elena Chapa, por abrirle la puerta de lo posible a este libro.

    María Luisa Martínez Sánchez

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    María Luisa Martínez Sánchez

    Es socióloga, con maestría en Metodología de la Ciencia (1995) y maestría en Psicología Laboral (1998) por la Universidad Autónoma de Nuevo León. En 2007 obtuvo un doble grado doctoral en Filosofía del Trabajo Social con acentuación en Políticas Comparadas de Bienestar Social por la Universidad de Texas en Arlington y por la Universidad Autónoma de Nuevo León. La Dra. Martínez Sánchez es actualmente la Coordinadora del Colegio de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León; pertenece al Sistema Nacional de Investigadores con el Nivel 1. Entre sus áreas de especialidad se incluyen tópicos en sociología del trabajo, empleo, mujeres, competencias laborales y capital social. Además de su experiencia académica ha colaborado como asesora de efectividad organizacional en grupos industriales nacionales. Su correo electrónico es: [email protected].

  • El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral:

    una colonia de Monterrey

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    Capítulo 1Introducción / Problema de investigación

    Toda sociedad es una construcción colectiva con su propia organización de subsistencia, es decir, la división del trabajo en actividades de subsistencia que hacen posible su sobrevivencia y su desarrollo (Frisbie y Poston, 1975). De acuerdo con la teoría de la modernización, (Bernstein, 1971, Sills, 1968, Steward, 1967), en la mayoría de los países donde el capitalismo es el sistema productivo, la industrialización ha sido el principal motor de dos procesos de desplazamiento con cambios en la organización de subsistencia en el siglo pasado. El primero de ellos es la concentración de la población en centros metropolitanos, con un consecuente desplazamiento de personas de las áreas rurales a las áreas urbanas. El segundo es el movimiento de personas de una actividad de subsistencia a otra, es decir, del sector primario, agrícola y ganadero, a los sectores secundario y terciario. Ambos procesos han traído como consecuencia profundos cambios sociales.

    La modernización es una de las constantes del mundo moderno: es “el proceso de cambio social cuyo desarrollo es el componente económico”, (Sills, 1968:387). La modernización también se usa para designar transformaciones socio-culturales que resultan de factores y procesos que son distintivos del mundo industrial contemporáneo1 . (Steward, 1967:4). Su proceso de desarrollo y sus transformaciones sociales han producido tanto cambios e innovaciones tecnológicas que han modificado la esfera productiva, como transformaciones en organización de subsistencia que alcanzan la esfera reproductiva en muchos países.

    El proceso de modernización2 origina transformaciones al interior de cada estructura, de cada sociedad. Como Steward señala: “esta evolución cultural implica

    1 Décadas después, en la discusión académica, algunos autores hacen una diferenciación entre modernización y modernidad. La primera de ellas involucra cambios económicos y la segunda implica cambios socio-culturales asociados al proceso de modernización. (Arriagada, 2002).2 La teoría de la modernización se originó “en el contexto del optimismo posterior a la segunda guerra mundial. Dicha teoría asume que por medio de un proceso de guía y difusión las condiciones de avance industrial de la sociedad occidental podrían ser establecidos en el tercer mundo. Esta premisa conduce esencialmente a un enfoque dicotómico para el estudio del desarrollo político, basado en la teorías evolucionistas del siglo XIX y la comparación de las variables típicas ideales: tradición y modernidad”. (Higgott, 1980:29). La teoría de la modernización cuyo creador en América fue Walt W. Rostow, asesor de Kennedy sobre política exterior para América Latina en su período presidencial. (Ish-Shalom, 2006). Aún cuando algunas premisas pudieran parecer similares a la teoría marxista sobre el Capital, como algunas citas aisladas argumentan, por ejemplo Sills (1986:386): “el país que está más desarrollado industrialmente sólo muestra a los menos desarrollados la imagen de su propio futuro” (Marx, 1987:6); realmente este determinismo sobre el futuro de la sociedad va a un final muy diferente. En Marx hay una fase obligada del capital en su tránsito a la futura sociedad socialista. Esto no se observa en el caso de la teoría de Rostow donde el medio es el fin, es decir, el tránsito es obligado para que los países subdesarrollados lleguen a ser desarrollados de acuerdo al modelo de sociedad occidental a seguir.

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    modificaciones estructurales y transformaciones que resultan de procesos internos, independientemente de que los procesos se hayan iniciado por factores internos o externos”, (Steward, 1967:20). La participación de las mujeres en la fuerza laboral (PMFL) es un fenómeno asociado al cambio social, de acuerdo con los criterios de modernidad establecidos por la teoría de la modernización de Rostow. Dicha teoría se utiliza en este estudio sólo como marco de referencia, a manera de crítica, dado que al explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral no se incluye el capital social como un factor que pudiera favorecer u obstaculizar la participación de las mujeres en la fuerza laboral, que es lo que este estudio pretende incluir en la explicación.

    El cambio social es producto de los procesos de modernización y de la modernidad en la sociedad occidental. Como resultado, el sistema patriarcal como una de las estructuras sociales pudiera haber sido modificado, a pesar de que la familia generalmente se percibe como una institución inmutable3 (Arriagada, 2002). Los roles al interior de la familia también pueden haber cambiado y el tradicional confinamiento de las mujeres a las actividades domésticas pudiera haber cambiado con su participación en la fuerza laboral. Al mismo tiempo, la PMFL puede provocar cambios en el sistema patriarcal, incluyendo modificaciones a la distribución asimétrica de poder, en una ola de transformaciones que no han sido adecuadamente estudiadas en toda su complejidad.

    Si la teoría de la modernización explica la participación de la mujer en la fuerza laboral de una manera incompleta; si las agentes desaparecen gracias a que las estructuras son determinantes, y si las mujeres solamente son “empujadas” a la fuerza laboral por los factores macro-estructurales, ¿dónde está entonces la agencia de las mujeres?, ¿responden ellas sólo cuando son educadas o cuando el tamaño de sus familias es menor?, ¿piensan ellas con la racionalidad costo-beneficio y deciden hacer lo que quieren, independientemente de las estructuras externas? Y, ¿qué acerca de los otros —familiares, amigos, vecinos— y el resto de la sociedad?, ¿qué acerca de sus lazos sociales, emanados de las relaciones sociales?, ¿qué acerca de su capital social?

    Una teoría alternativa que combina ambas teorías, estructural y actor racional, es decir, la teoría de los constreñimientos estructurales en las elecciones individuales (Folbre, 1994) se requiere para contestar las preguntas arriba mencionadas. Dicha

    3 Arriagada (2002) hace una distinción entre los cambios originados por la modernización o por la modernidad. El primero de ellos se asocia con cambios sociales y económicos por la industrialización, mientras que el segundo se refiere a lo normativo y a las dimensiones culturales como la modificación de roles y los cambios al interior de la familia. La distinción sólo se realiza para fines de análisis puesto que ambos procesos van juntos.

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    teoría es una combinación de ambas dimensiones teóricas, estructura y agencia. En esta explicación, tanto el capital social cuanto algunos factores del capital humano como la educación, pueden ser consideradas como estructuras particulares que pudieran favorecer o –en su ausencia-, obstaculizar PMFL.

    Por otro lado, en este contexto de modernización en los países en vías de desarrollo, la pobreza es un elemento importante en las agendas de las organizaciones internacionales. Las estrategias del Banco Mundial para reducir la pobreza han sido ampliamente reconocidas a lo largo y ancho del mundo. Una de las estrategias más discutidas en la última década es precisamente el capital social. Muchos estudios han demostrado que los lazos sociales son recursos adicionales para enfrentar la pobreza. (Lockhart, 2005; CEPAL, 2003; Woolcock, 2001; Rankin, 2002). Otros muchos estudios han relacionado el capital social con el empleo, (Livingston y Massey 2003; Solís, et ál., 2003), sin embargo, la mayoría de los estudios ignoran la posible relación entre capital social como un recurso que pudiera favorecer la PMFL, aun cuando los recursos que las mujeres necesitan para trabajar sean diferentes de los que los hombres pudieran pensar, dado su tradicional rol de mujeres y madres en casa.

    Muchos de los estudios en la PMFL han sido realizados en los países desarrollados como los Estados Unidos de América (Clayton, 1986; Johansen-Holt, 1993), y sus explicaciones tal vez no coincidan con las realidades de los países en vías de desarrollo. México es uno de los más importantes países en Latinoamérica en que la participación de la mujer en la fuerza laboral ha crecido en las últimas décadas, y sus peculiares estructuras patriarcales pudieran haber cambiado por medio de su particular proceso de modernización (García y Oliveira, 1994). Sin embargo, la mayoría de estudios en México han sido sobre el empleo de las mujeres y tienden a ser descriptivos y focalizados en la pobreza, es decir, el resto de las mujeres que no son las pobres son excluidas y las explicaciones para mejorar el empleo de todas las mujeres son reducidas, aun cuando la vulnerabilidad de las mujeres mexicanas en el mercado laboral es un elemento muy estudiado (Horbath, 2001).

    El tema principal en este estudio es la participación de las mujeres en la fuerza laboral puesto que se considera que, cuando la vida de las mujeres transita de la esfera privada a la pública, pudieran cambiar sus condiciones domésticas y se esperaría que incrementen la toma de decisiones en los hogares4 . La premisa es que ellas son agentes quienes pueden cambiar sus estructuras, en el sentido en que lo menciona Folbre

    4 Uno de los cambios debidos a la modernidad es la promoción de libertades sociales y procesos de individuación con un incremento en los derechos humanos, particularmente para las mujeres y los niños. Además se espera que la mujer critique o cuestione el poder patriarcal al interior de la familia, puesto que se espera un mayor facultamiento para ella (Arriagada, 2002).

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    (1994). Pero también es importante saber acerca de algunos factores que facilitan la PMFL, aquellos que la teoría de la modernización ha reconocido tradicionalmente como explicativos de la PMFL como la educación y la organización familiar, y ese particular elemento propuesto por este estudio: el capital social.

    Este estudio es importante no solo porque se prueba la teoría del capital social en un trabajo empírico en un país en vías en desarrollo, particularmente en Monterrey, la segunda ciudad industrial en México, sino también porque se trata de mujeres cuya posición de desventaja y subordinación en el mercado laboral ha sido ampliamente estudiada (Parrada y Zenteno, 2000; Folbre,1994; Johansen-Hold, 1993). La mayoría de los estudios sobre la PMFL han analizado los ciclos económicos (Parrada y Zenteno 2000, García y Oliveira 1994), los mercados laborales (Maruani, 2002; O. Martínez, 2000) o la pobreza (Mayer y Rankin, 2002), es decir, las estructuras externas de la PMFL. Pero este estudio prioriza la agencia de las mujeres en los recursos internos: familia, amigos y vecinos.

    ¿Cuáles son las estructuras que favorecen u obstaculizan la PMFL? ¿El capital social tiene alguna influencia en la PMFL? ¿Hay diferencia entre el capital social de las mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen? ¿Cuál de los dos grupos tiene un mayor poder en la toma de decisiones en el hogar?

    Algunos otros estudios se han interesado en las actitudes de las mujeres hacia la PMFL (Caballero, 2001), o en los cambios al interior de las familias (García y Oliveira, 1994), pero será interesante analizar si las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen un mayor nivel de toma de decisiones que las mujeres que permanecen en el hogar. ¿La toma de decisiones ejerce alguna influencia en la PMFL? Aun si la decisión de participar en la fuerza laboral fuera del hogar significa un cambio crucial en las características de producción de los hogares, ni los recursos utilizados por las mujeres ni los cambios en las familias al interior de los hogares han sido abordados por los investigadores de manera integral en un país en vías de desarrollo como este estudio propone.

    En suma, los objetivos son explorar la asociación entre la PMFL, organización familiar, atributos personales relacionados con el capital humano —educación y experiencia laboral—, y capital social en una comunidad en Monterrey. Las primeras dos dimensiones —organización familiar y atributos personales asociados al capital

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    humano— han sido muy estudiados para explicar la PMFL, pero la tercera dimensión —el capital social— es un enfoque original desde este estudio para comprender la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Este trabajo no sólo analiza el capital social desde sus principales exponentes teóricos sino que se incorpora a la discusión y contribuye con la propuesta de una nueva forma de observar y comprender este constructo teórico.

    Este trabajo también sostiene que es tiempo de reconocer al trabajo social como una disciplina que puede ir más allá de la práctica de identificar problemas sociales y seleccionar teorías e instrumentos disponibles para estudiar el mundo real pretendiendo que son válidos, puesto que dichas teorías tienen que ser probadas con mirada crítica, cuestionando macro teorías como la teoría de la modernización, y teorías del individuo como la teoría del actor racional, en un esfuerzo por explicar la PMFL y otros fenómenos sociales. En el fondo se trata de reconocer que los problemas sociales no son blancos o negros sino fenómenos complejos en los cuales ambos —estructura y agencia— coexisten en las vidas cotidianas de las mujeres.

    La teoría de los constreñimientos estructurales en las decisiones individuales (Folbre, 1994) tiene su origen en la teoría de estructuración de Giddens (1984), pero es una teoría mejor combinada para comprender los fenómenos sociales. En esta perspectiva el capital social puede concebirse como una de las estructuras —sin embargo, construida por las mujeres mismas— que puede favorecer su participación en la fuerza laboral, es decir, aquí ellas son agentes reales con grandes oportunidades de cambiar viejas estructuras opresivas.

    Las políticas sociales en México son diseñadas por hombres, como si las mujeres no existieran en la esfera pública. Paradójicamente, en las políticas públicas sólo son reconocidas como sujetos o agentes en el área rural, cuando son propietarias de la tierra o jefas de familia (Martínez, 2004). Este estudio, sin embargo es en Monterrey, una industrializada ciudad donde casi el 35% de las mujeres participa en la fuerza laboral, sin programas específicos de gobierno que las apoyen o que estén orientados a aminorar sus cargas excesivas de trabajo y otros obstáculos familiares como el escaso apoyo de sus parejas y la responsabilidad de cubrir sus múltiples roles de madres-esposas-trabajadoras. Los resultados de este estudio por lo tanto, tendrán implicaciones para la política social dados los cambios en las estructuras patriarcales al interior de los hogares, y la necesidad de los recursos que las mujeres pudieran

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    necesitar para participar en la fuerza laboral. Conocer un fenómeno es el primer paso para tener políticas y programas sociales mejor orientados.

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    Capítulo 2Marco teórico y revisión de literatura

    La emergencia mundial del fenómeno de participación de las mujeres en la fuerza laboral como un cambio en la sustentabilidad de la organización familiar ha traído nuevos retos a las ciencias sociales durante las últimas décadas. Dado que las mujeres son los sujetos de estudio, el marco de la teoría feminista ha demostrado ser útil para comprender la situación de las mujeres, no solo en el mercado laboral sino también en la esfera familiar.

    Hay dos importantes perspectivas teóricas de género que han dominado las explicaciones acerca de la participación de las mujeres en la fuerza laboral: las teorías macro estructurales y las del actor racional (Folbre, 2004). Las teorías macro estructurales se basan en el supuesto de que las mujeres tienen más ventajas cuando se incorporan a la producción no doméstica (Johansen-Holt, 1993). En este tipo de estudios la unidad de análisis es a nivel nacional y las explicaciones revisan variaciones en igualdad de género entre los diferentes países. La teoría del actor racional, por otro lado, se basa en las acciones racionales de agentes propositivos y la premisa de que las mujeres deciden participar en la fuerza laboral dependiendo de la oportunidad costo-beneficio para salir de sus hogares.

    Ambas perspectivas teóricas tienen como punto de partida la inequidad de género y reconocen la existencia de un sistema patriarcal basado en instituciones jerárquicas tales como la familia tradicional, donde el hombre es el jefe de familia y generalmente ejerce una gran autoridad sobre sus subordinados esposa e hijos (Folbre, 1996). En una peculiar perspectiva, Folbre (1994) propone la teoría de los constreñimientos estructurales en las decisiones individuales. Esta teoría reconoce que el proceso de desarrollo económico ha conducido a las mujeres a los empleos remunerados como resultado de decisiones individuales en estructuras determinantes. Como parte de los grupos dados o seleccionados, las elecciones de las mujeres están limitadas por factores estructurales que involucran recursos, reglas, normas y preferencias (Folbre, 1994), esto significa que factores económicos y culturales operan tanto en el mercado como en la familia, favoreciendo u obstaculizando la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

    En la dimensión económica, aun cuando “la economía de mercado se ha expandido a expensas de la economía familiar” (Folbre, 1994:1), la división social

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    entre la producción que tiene un valor y la reproducción de la sociedad que ha sido subvaluada, y el confinamiento de las mujeres a la esfera reproductiva, las ha situado en una posición de desventaja. En las esferas cultural y política, las mujeres se encuentran en medio de dos procesos contradictorios: la expansión de los derechos democráticos y los constreñimientos de sus roles tradicionales de reproducción social.

    El desarrollo económico con procesos como el de industrialización y urbanización, trasciende la esfera productiva hasta alcanzar la esfera familiar, y hay una interacción entre los sistemas productivo y reproductivo, particularmente con la participación de la mujer en la fuerza laboral. Cuando las mujeres participan en la fuerza laboral ellas son agentes quienes actúan en un tiempo y espacio diferente al de sus roles tradicionales centrados en la esfera reproductiva; tienen más oportunidades de transformar estructuras, y al mismo tiempo, influyen en los mismos cambios que ellas originan (Giddens, 1984; Folbre, 1994).

    Por lo tanto, independientemente de los motivos que llevan a las mujeres a participar en la fuerza laboral, hay oportunidades de cambiar viejas estructuras y recomponer la división de poder al interior de los hogares cuando ellas participan en la fuerza laboral (García y Oliveira, 1994; Folbre, 1997). En otras palabras, “la participación de las mujeres en la fuerza laboral incrementa su independencia económica y cuestiona la tradicional imagen de las mujeres como meras cuidadoras y criadoras de niños” (Pillai, 1999:54). También, “la habilidad para tomar decisiones —en el matrimonio, en la crianza de los niños o en cuestiones de salud reproductiva, entre otros— requiere de un sentido de autonomía personal... este sentido de persona depende fundamentalmente de tener su propio ingreso decente”, (Elder y Schmidt 2004:15). Pero, ¿cuáles son las estructuras que favorecen u obstaculizan la PMFL?

    El propósito principal de este estudio es la PMFL en Monterrey, una ciudad industrializada situada al Norte de México, cerca de los límites con Estados Unidos de América. Se considera que las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen trabajos pagados, no importa si se encuentran en el sector formal o informal, puesto que en México se considera que el empleo informal ha llegado a ser paralelo al formal, gracias a la ineficiencia de la economía mexicana para crear empleos formales (Baruch, 2003). Las preguntas centrales son: ¿Qué clase de recursos usan las mujeres para participar en la fuerza laboral? Las diferencias en la organización familiar al interior de los hogares ¿ejercen alguna influencia en la participación —o no— de las mujeres en la

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    fuerza laboral? ¿Cuál es la influencia de la educación de las mujeres en su participación en la fuerza laboral? ¿Utilizan las mujeres los beneficios de sus redes sociales o su capital social, para participar en la fuerza laboral? ¿Cuánto capital social tienen las mujeres? ¿Qué tipo de capital social influye en la PMFL? ¿Qué sucede cuando las mujeres no participan en la fuerza laboral? Estas preguntas guían el siguiente estudio.

    2.1 La participación de las mujeres en la fuerza laboral en Monterrey, México

    El derecho al empleo está definido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Éste es un derecho para todo ser humano, sin condiciones de género o clase social. La participación de las mujeres en la fuerza laboral ha sido atribuida a un incremento en industrialización, un decremento en la tasa de fertilidad5 y a mayores oportunidades de educación para las mujeres (Johansen-Holt 1993). Sin embargo, cada país tiene su propio proceso de desarrollo, de acuerdo a su propia historia. En el caso de México, ha tenido su propia historia socioeconómica y los factores internos involucrados en su organización y sustentabilidad pudieran tener su propio perfil. La participación de las mujeres en la fuerza laboral ha crecido en las últimas décadas6 . Desde un punto de vista económico hay dos cambios mayores que facilitaron la inclusión de las mujeres al mercado laboral. Primero, el modelo orientado hacia las exportaciones en el país desde los años 80 promovió el establecimiento de industrias internacionales llamadas “maquiladoras”, con posiciones de trabajo disponibles principalmente para mujeres. Segundo, el crecimiento del sector informal, en el cual las mujeres participan como estrategia de sobrevivencia familiar durante las crisis económicas. (De Oliveira, 1997). Como resultado, la participación de las mujeres en la fuerza laboral se ha incrementado constantemente en el tiempo, y las mujeres casadas con hijos tienen el más alto incremento de participación entre 1993 y 2000. (Pedrero, 2003).

    La entrada de las mujeres casadas al mercado laboral también ha sido asociada a las crisis económicas. (Parrada y Zenteno 2000; García y Oliveira, 1994). En situaciones de crisis se ha dado en llamar “estrategias de sobrevivencia” a la participación de las mujeres en la fuerza laboral cuyo objetivo es mantener el ingreso familiar y enfrentar la recesión económica y el decremento en los salarios de los esposos (Ward, 1997;

    5 Resultados de algunas investigaciones han encontrado una asociación negativa entre la tasa de fertilidad y la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral (Becker, et ál., 1990). En América Latina y el Caribe, por ejemplo hubo un incremento en la PMFL de 46.5 a 49.0 y un decremento en la tasa de fertilidad (nacimientos por mujer), de 2.9 a 2.7 en 1995 y 2000, respectivamente (Elder y Schmidt, 2004).6La tasa de participación económica de las mujeres se incrementó de 31.5% en 1991 al 37.5% en 2004. (INEGI, 2005).

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    Salas, 2002; Pedrero, 2003). Sin embargo, esta necesidad de participación se refiere mayormente a las mujeres en situación de pobreza. En la dimensión socioeconómica, un decremento en la tasa de fertilidad y un incremento en educación han producido un movimiento favorable de las mujeres hacia el mercado laboral. De 1970 a 2000 hubo una reducción de 6.8 a 2.4 nacimientos por mujer en México, (INEGI, 2003), y desde 1991 a la fecha las mujeres mexicanas han alcanzado mayores niveles de educación que los hombres. En 2004 las mujeres tuvieron un promedio de 8.4 años de escuela mientras que los hombres tuvieron 8.1 años de escuela en promedio (INEGI, 2004). México es un complejo mosaico de diferentes regiones económicas y distintos grupos sociales; con una alta concentración de la población en tres áreas metropolitanas urbanas, su herencia de colonización y su desproporcionada concentración de riqueza en pocas personas lo hacen un caso particular7. Por ejemplo, a pesar de que algunos autores americanos afirman que “las proscripciones normativas contra el empleo de las mujeres madres que se emplean, virtualmente ha desaparecido” (Clayton 1986), en México el patrón tradicional de interrupción del empleo mientras ocurre la crianza de los hijos se sostiene gracias a valores conservadores. Ribeiro (2000) afirma que “aun cuando en México la participación de la mujer en la fuerza laboral ha llegado a ser más ‘normal’, la oposición de los esposos aún es uno de sus obstáculos más significativos”. En un estudio en Monterrey, la segunda ciudad industrial en México y nuestro objeto de estudio, el 35.3% de los hombres entrevistados dijeron que ellos nunca aceptarían que sus esposas trabajaran fuera del hogar (Ribeiro, 2000). El mismo investigador encontró que la oposición es también por parte de las propias mujeres, puesto que el 64% de las entrevistadas consideraron que una mujer que no tiene necesidades económicas no debería trabajar fuera del hogar (Ribeiro 2000). Estos hallazgos dan fundamento a la afirmación que hace Ribeiro sobre la hostilidad hacia el trabajo de las mujeres. Pero, al mismo tiempo, otros estudios observan algunos cambios en los patrones de participación como es el caso de Pedrero (2003:738): “Las jóvenes que entran al mercado laboral no dejan sus empleos después del matrimonio ni aun con el primer nacimiento de sus hijos, como lo hacían antes”. La modernización impacta el sistema socio económico de producción debido a que hay cambios en los valores, en la organización familiar —a menudo reflejados 7 La posición geográfica de Nuevo León al norte de México fue uno de los factores que influyeron en que se establecieran las “maquiladoras”, con sus posiciones de trabajo para mujeres, particularmente en la industria electrónica, la participación de las mujeres en la fuerza laboral en 2004 fue de 34.4%, menos que la media nacional, 35.3%(INEGI, 2005).

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    en cambios en los tipos de familias o disminución del tamaño de las familias— y transformaciones en la estructura de poder al interior de éstas. Adicionalmente a los cambios en la organización familiar, la modernización contribuye a que haya una demanda por niveles más altos de educación debido a los cambios en la organización de la producción y el consumo de bienes y servicios. Por lo tanto, hay un incremento en la demanda de nuevas tecnologías y por ende, de nuevas habilidades. Es así como la educación, producto inmediato de los cambios asociados a la modernización es un factor determinante en la participación de la fuerza laboral.

    La teoría de la modernización provee dos explicaciones generales para la participación de las mujeres en la fuerza laboral: la explicación basada en la educación y la explicación que se refiere a la organización familiar. (Sills, 1968). Una de las premisas del proceso de modernización relacionadas con el aspecto económico es que las mujeres son forzadas a obtener mayores niveles educativos y por lo tanto, al ser más educadas participan más en la fuerza laboral y tienen más experiencia laboral, es decir, ellas poseen los atributos personales relacionados con la explicación del capital humano: mayor educación y más experiencia laboral.

    La explicación sobre la organización familiar, por otro lado, considera que la participación de las mujeres en la fuerza laboral se debe a un decremento en las tasas de fertilidad, lo que origina familias de menor tamaño; esto disminuye el trabajo doméstico de las mujeres, quienes tienen más tiempo libre para poder participar en la fuerza laboral.

    Sin embargo, hay un elemento que no ha sido incluido en las explicaciones de la teoría de la modernización, cuya existencia en un grupo social depende de su historia y su cultura: el capital social. (Figura 1). Esta explicación será la contribución particular de este estudio para la comprensión de la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

    Modernización

    Organización familiar

    Atributos personales

    Capital social

    PMFL

    Macro-estructural

    Actor racional

    Constreñimientosestructurales en

    elecciones individuales

    Figura 1. Modelo teórico para la participación de las mujeres en la fuerza laboral

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    2.2 La explicación de los atributos personales

    Los atributos personales —educación y experiencia laboral— son las características que tiene un individuo y que lo hacen financieramente productivo, es decir, tanto la educación como las habilidades y la experiencia que posee una persona y que pudieran facilitar su entrada y permanencia en el mercado laboral. (Becker 1964). A pesar de que la teoría inicial de Becker sobre el capital humano incluía inversiones a futuro en la persona como cuidado médico, escolaridad, entrenamiento en el trabajo, migración y búsqueda de información acerca de precios e ingresos, (Becker 1964:2), sus propios estudios posteriores redujeron el concepto de capital humano a cuestiones de educación y de experiencia laboral, y precisamente ese es el sentido en que dicha teoría fue utilizada por investigadores posteriores a Becker. Por lo tanto, los atributos personales están relacionados con el capital humano, que es una explicación lineal que se refiere a la educación y las habilidades que un individuo posee. La premisa de Becker es que “a mayor educación y habilidades posee una persona, casi siempre tiende a tener salarios más altos que otros”8 (Becker (1964:2).

    Becker, et ál., (1990) también aplicaron la teoría del capital humano a nivel nacional. Ellos estudiaron la relación entre el capital humano y la fertilidad para comprender las diferencias del crecimiento económico entre las naciones. Él encontró que invertir en capital humano, elecciones acerca del tamaño de la familia y el número de nacimientos, interacciones entre capital humano y capital físico, la existencia de estados estables y el rol crucial de la suerte en el pasado explicaban las diferencias entre países desarrollados y en vías de desarrollo (Becker, et ál.., 1990).

    A nivel individual, de acuerdo a Coleman (1994), la gente que invierte el tiempo y los recursos en construir esta clase de capital tendrá beneficios como más altos salarios en los trabajos, mayor satisfacción o más altos estatus en el trabajo, o aun el placer de un mayor entendimiento del mundo que lo rodea. El capital humano retornará sobre lo invertido, asegurando mejores posiciones de trabajo con mayores salarios9 (Norwood 2001; Aguilera, 1999). Esta afirmación implicaría que aquellos que alcanzan

    8 La explicación de Becker es útil cuando se trata de un estudio general o como en este caso, cuando se trata de las mujeres, sin incluir a los hombres puesto que la teoría de Becker no considera las diferencias de género: “las mujeres típicamente, en cualquier lugar del mundo, reciben menos paga que el hombre” concluyen Elder y Schmidt (2004:12) en un reporte global de la Organización Internacional del Trabajo.9 Sin embargo, aun cuando desde 1991 a la fecha, las mujeres mexicanas han alcanzado mayores niveles de educación que los hombres, la mayoría de ellas se concentran en los salarios más bajos. En 2004 las mujeres mexicanas tenían un promedio de 8.4 grados de escolaridad mientras que los hombres tuvieron 8.1 años en promedio durante el mismo año. (INEGI, 2004). Sin embargo, en 2004, 47.6% de las mujeres trabajadoras recibieron menos de dos salarios mínimos ( $7.5 dólares por día), mientras que solo el 35.8% de los hombres trabajadores recibieron dicho salario. Los hombres se encuentran concentrados en los más altos salarios.

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    mayores niveles de educación —sean mujeres u hombres— obtendrán los mejores trabajos.

    Algunos estudios han demostrado también que los atributos personales como la educación es un predictor en el hecho de mantener un trabajo (Preston, 2003; Bynner, 2001; Becker, 1990), y en tener salarios más altos (Parrado y Zenteno, 2003; Norwood 2001; Aguilera, 1999; Clayton,1986; Becker, 1964). La perspectiva educacional también ha sido corroborada en México por Parrado y Zenteno (2000), y García y Oliveira (1994). Ellos midieron los atributos personales como años de escolaridad y experiencia, tal como este estudio pretende hacer, y encontraron que las mujeres con más altos niveles completos de educación tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que aquellas que son menos educadas.

    Las políticas sociales en México han dado importancia a la educación como una manera de incrementar las oportunidades de bienestar para todos. Como resultado de ello, el nivel promedio de educación en el país se incrementó de 6.6 años en 1991 a 8.2 años en 2004 (INEGI, 2005). Nuevo León10 es el segundo estado de la República Mexicana en niveles educativos, puesto que su promedio de escolaridad es de 9.5 años. En Monterrey, la capital del estado, el 39.08% de la población de doce años y más posee un nivel educativo entre medio y superior, mientras que a nivel nacional las mujeres en el mismo nivel educativo son sólo el 28.41% (INEGI, 2006). En síntesis, Monterrey es un buen caso para probar la explicación educativa en México ya que nuestro estudio se enfoca a probar los atributos personales —años de escolaridad y experiencia laboral de las mujeres— para conocer las probabilidades de que altos niveles educativos y de experiencia laboral pudieran influenciar la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

    2.3 La explicación de la organización familiar

    De acuerdo a la economía, en toda sociedad hay una división de actividades de sustentabilidad: por un lado hay un sistema productivo donde los bienes y servicios son producidos para su venta en el mercado y cualquier actividad en esta esfera es valuada en términos de costo y precio. Pero hay otra esfera, que es la familia, donde se lleva a cabo la reproducción del sistema en la cual las mujeres están tradicionalmente a cargo de actividades no pagadas de cuidado, nutrición y labores domésticas. La

    10 En Nuevo León hay varias instituciones de educación de reconocimiento nacional e internacional: una de ellas es la Universidad Autónoma de Nuevo León, la segunda universidad más grande del país, con más de 120,000 estudiantes, y otra institución importante es el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

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    familia es quien provee los futuros trabajadores para el sistema de producción. Sin estas actividades, ningún grupo social podría sobrevivir.

    “En la familia patriarcal del siglo XX se estableció una clara diferenciación entre las esferas pública y privada, con una división del trabajo por género”, (Arriagada, 2002: 146). El hombre, con la autoridad y a cargo de la esfera pública proveería, protegería y guiaría a la familia. La mujer como mero complemento del hombre, es confinada a ser colaboradora en los espacios privados. Hasta el día de hoy, este es el modelo tradicional que prevalece en la mayoría de los países latinoamericanos.

    Aun cuando la familia es una sólida institución, no es una estructura social inmutable y, de acuerdo con Arriagada (2002:146) “la familia es muy permeable a la intervención del exterior”. Por lo tanto, cambios en la organización familiar se esperan cuando las mujeres participan en la fuerza laboral. Para entender los cambios en la organización familiar en este estudio se incluyen cinco variables: a) tipo de familia, b) tamaño de familia, c) trabajo doméstico, d) ciclo de vida familiar y e) toma de decisiones. El tipo de familia: nuclear o extensa, la cantidad de hijos, la distribución de las labores domésticas y la toma de decisiones, son producto del proceso de modernización, pero también de la acción colectiva y del intercambio de valores entre ambas esferas —producción y reproducción— del sistema (Folbre, 1994).

    A. Dimensiones familiares

    Las familias nucleares mantienen su predominancia en América Latina en nuestros días tanto en las áreas rurales como en las urbanas, a pesar de los cambios demográficos y la emergencia de nuevos tipos de familias, como parejas sin niños, hogares sin núcleo u hogares con jefatura femenina (Arriagada, 2002:152). La familia nuclear está formada por una pareja y sus hijos. La familia no-nuclear o familia extensa, por otro lado, incluye más de una generación o más parientes o personas viviendo bajo el mismo techo y posee una dinámica familiar y una distribución de labores domésticas distintas de las que se presentan en la familia nuclear.

    En México, tres de cada cuatro familias son nucleares, por lo tanto, una de cada cuatro familias es extensa o no nuclear, mientras que en Nuevo León el 71% de familias son nucleares (INEGI, 2000). Sin embargo, en este estado, en diez años, de 1990 a 2000, las familias extensas han crecido más del doble que las familias nucleares.

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    Esto pudiera ser uno de los efectos de esta década crítica por el lado económico, pero también la participación de las mujeres en la fuerza laboral pudiera haber incidido en este fenómeno.

    Otro importante cambio demográfico en América Latina en las últimas dos décadas es el tamaño de la familia, que se ha reducido gracias al decremento en los nacimientos y a un mayor espaciamiento de tiempo entre ellos (Arriagada, 2002). En México, en las últimas tres décadas se ha llevado a cabo una política estatal muy exitosa que se ha orientado al control natal y a convencer a las personas acerca de las ventajas de tener familias pequeñas. García y Oliveira (1994) han estudiado la asociación entre fertilidad y la PMFL y ellas consideran que es la fertilidad la que influye en la participación de la mujer en la fuerza laboral, particularmente cuando hay una reducción en el número de hijos, lo cual incrementa el tiempo libre de las mujeres. Por lo tanto, la reducción en la tasa de fertilidad pudiera ser un factor importante para que las mujeres participen en la fuerza laboral, dado que los períodos de crianza de los hijos dependen del número de hijos y del tiempo y el espacio entre ellos (Young, 1978). El tamaño de la familia o el número de residentes en el hogar ha sido estudiado en México como un posible factor que facilita u obstaculiza la participación de las mujeres en la fuerza laboral (García y Oliveira, 1994). En un estudio realizado a nivel nacional, las autoras encontraron que hay una correlación negativa entre el número de hijos y la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

    B. Cambios en las familias: trabajo doméstico, toma de decisiones y ciclo de vida familiar

    Cuando las mujeres participan en la fuerza laboral, cuando tienen su propio ingreso es posible esperar cambios en las actitudes de ellas hacia la organización de las familias al interior de los hogares. Esto se debe a que combinan las esferas pública y privada, es decir, intervienen tanto en la esfera productiva como en la reproductiva. De acuerdo a Folbre11 (2000), a medida que las mujeres ganan autonomía económica y política, sus constreñimientos colectivos por sus derechos humanos enfatizan la liberación sexual. La premisa es que las mujeres incrementan su independencia cuando ellas participan en la fuerza laboral, y esa clase de autonomía cambia la distribución de poder al interior de la familia. García y Oliveira (1994) mencionan que el tener empleos pagados ayuda a las mujeres a ser más conscientes de su subordinación y a buscar sus propios espacios.

    11 De acuerdo con Valle (2002) la autonomía de las mujeres tiene un doble sentido: económico y personal.

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    Estudios previos han demostrado que las mujeres prefieren trabajar en vez de tener muchos niños si, entre otras condiciones, “el empleo de las mujeres es satisfactorio o tiene cierto estatus, de tal forma que las mujeres tengan el control sobre el ingreso y los recursos, y una mayor toma de decisiones en la familia, incluyendo decisiones sobre fertilidad” (Elder y Schmidt, 2004). Una de las evidencias de igualdad de género o facultamiento de género —derivada de la PMFL— es la toma de decisiones de las mujeres. De acuerdo con Pillai (1999: 54): “las relaciones igualitarias favorecen que la mujer tome decisiones de manera independiente en relación al comienzo, espaciamiento y término de la formación de la familia”. Dicho investigador encontró —en un estudio internacional— que la igualdad de género tiene un efecto fuertemente positivo en los derechos reproductivos de las mujeres.

    Posiblemente haya una nueva forma de vida para las mujeres que participan en la fuerza laboral en una sociedad como lo señala Valle (2003), quien además afirma que la autonomía de las mujeres tiene un doble valor: económico y personal. La autonomía económica es el resultado esperado de la participación de las mujeres en la fuerza laboral, pero la autonomía personal es un constructo complejo relacionado con el proceso de individuación12 de una persona cuya evidencia se encuentra en la toma de decisiones. La toma de decisiones es un proceso psicológico que refleja la autonomía y la individuación de una persona. El resultado de ese proceso es la selección de una opción que guiará las acciones de un individuo, en este caso, de la mujer. La premisa es que los agentes sociales son individuos con estrategias y objetivos personales, y son capaces de cierta autonomía, independientemente de los constreñimientos estructurales a las que son sujetos. Por lo tanto, ellos tienen la posibilidad de cambiar no sólo su situación personal, sino también, por medio de sus prácticas sociales, pueden transformar estructuras, tal como lo asume Valle (2002). Consecuentemente, las mujeres que participan en la fuerza laboral serán más que contribuidoras al bienestar del hogar y la familia en el sentido económico. Es posible que ellas estén alterando la estructura de poder al interior de las familias, particularmente en lo que tiene que ver con la toma de decisiones.

    Las teorías tradicionales conciben la toma decisiones como una función primaria de los hombres, puesto que se supone que ellos son los jefes de familia, los proveedores, los racionales y los pensadores. Por el contrario, las mujeres son

    12 Este incipiente “proceso de individuación” en Latinoamérica se refleja en la selección de los derechos individuales sobre los derechos familiares que las mujeres están empezando a asumir como parte de los cambios culturales en el proceso de modernización. (Arriagada, 2002:158).

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    dependientes, subjetivas y guiadas por los sentimientos y el corazón en mayor medida que los varones. Sin embargo, el punto de partida de las teorías feministas es que hay una desigualdad en las estructuras de poder de acuerdo al género; y esta tradicional división entre los roles de hombres y mujeres con sus comportamientos esperados son sólo expresiones de la reproducción de esa estructura de poder.

    El enfoque de curso de vida —una aproximación feminista— asume que las mujeres toman sus decisiones a lo largo de sus vidas de acuerdo a sus roles sociales esperados, sus deseos particulares, motivos, expectativas y situaciones. La toma de decisiones de las mujeres estará condicionada, a lo largo de sus vidas, por su situación familiar particular y por su edad. Por ejemplo, en un estudio exploratorio acerca de la toma de decisiones de las mujeres, Nancy W. Veeder (1992) incluyó a cien mujeres de tres cohortes generacionales en las mismas familias. Veeder analizó los cambios en concepciones como la familia, la educación, el matrimonio y el trabajo, pero particularmente observó el incremento en los sentimientos de poder de las mujeres de una generación a otra. Ella concluyó que “las mujeres poseen considerable poder, particularmente en los dominios de sus propias vidas, su desarrollo y la maximización de sus potencialidades”, (Veeder, 1992:128). Por otro lado, los resultados de un estudio cualitativo en México también a lo largo de tres generaciones de mujeres demostraron que en la segunda generación, las mujeres podían decidir cuántos hijos tendrían. (Caballero, 2001). Por lo tanto, la toma de decisiones es un proceso personal, en un contexto social y cultural particular, y la toma de decisiones de las mujeres está asociada con relaciones más igualitarias, el facultamiento de las mujeres, en este caso, derivado de su participación en la fuerza laboral. Por ejemplo, como resultado de un estudio de caso en Monterrey, las mujeres tuvieron un mayor poder de decisión en asuntos reproductivos que en cualquier otra dimensión en la vida familiar. Sin embargo, hay una tendencia en los hombres a detener la libertad de las mujeres porque “muchas mujeres aún tienen que pedir permiso para trabajar, para pertenecer a asociaciones o para visitar a algunas amigas o familiares, y además hay algunas decisiones exclusivamente de los hombres, como la compra de bienes mayores y la elección del lugar para vivir”, (García y Oliveira, 2001, citadas por Arriagada, 2002:159).

    Con la participación en la fuerza laboral de las mujeres hay algunas transformaciones al interior de los hogares. Uno de los cambios esperados es la

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    distribución de las labores domésticas. A pesar de que las actividades domésticas son socialmente asignadas a las mujeres, cuando ellas salen a trabajar fuera del hogar para obtener recursos económicos para la familia, es de esperarse una división del trabajo doméstico más equitativa. Además de la redistribución del trabajo doméstico, las mujeres podrían incrementar su poder en la familia. La toma de decisiones de las mujeres se relaciona no sólo con el contexto social y cultural, sino con sus trayectorias personales, particularmente las que están relacionadas con sus familias (Caballero, 2001). Esto significa que sería una utopía pensar en mujeres con tan alto grado de autonomía e independencia que no tomaran en cuenta a sus familias en el momento de tomar sus decisiones.

    El ciclo de vida familiar es otra forma de analizar los roles de las mujeres. Este enfoque incluye algunos estadios en la vida familiar de acuerdo a los nacimientos y la crianza de los hijos. La primera etapa es cuando los niños nacen; la segunda etapa, denominada de consolidación, es cuando no hay más nacimientos en la familia, y finalmente, la etapa del “nido vacío” es cuando los hijos se van del hogar a iniciar sus propias familias. Esta tipología se basa en la edad de los hijos, puesto que son ellos quienes demandan mayor atención de sus madres en casa (Arriagada, 2002).

    La mayoría de las familias en América Latina13 se encuentran en la segunda etapa de crecimiento y expansión, es decir, con niños menores de los 12 años de edad. Dado el tradicional rol de las mujeres, confinadas a las actividades domésticas, el enfoque de ciclo de vida familiar debe ser considerado. Este estudio se enfocará en los primeros tres estadios del matrimonio: antes de tener hijos; cuando los niños están en edad pre-escolar y cuando los niños están en la escuela. Se considera el período de crianza de los niños como crítico para la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Investigaciones que relacionan al ciclo de vida familiar con la PMFL han encontrado que cuando las mujeres son más educadas tienden a abandonar la fuerza laboral mientras se encuentran en la segunda etapa del matrimonio (Young, 1978; Rexroat, 1985). Young ha encontrado, sin embargo, que cuando las familias de escasos recursos empiezan a experimentar un recorte de ingresos mientras que los niños progresan en sus años escolares, las mujeres regresan a la fuerza laboral. Por lo tanto, el tiempo y la continuidad del empleo entre las mujeres se comprende con mayor claridad utilizando el enfoque del ciclo de vida familiar (Van Velsor, 1984).

    13 Argentina, Chile, Uruguay y Panamá son excepciones: la mayoría de sus familias se encuentran en la etapa de consolidación , con hijos mayores de 13 años, o bien se encuentran en la etapa de “nido vacío”, ya sin niños en casa. (Arriagada, 2002).

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    De acuerdo con Omori (2003) en su curso de vida las mujeres pueden tomar diferentes patrones de participación: 1) trabajar antes del matrimonio o hasta el primer nacimiento; 2) trabajar después de la crianza de los niños; 3) trabajar antes del matrimonio o hasta el primer nacimiento y regresar a trabajar después de la crianza de los hijos, y 4) trabajar continuamente. Como el enfoque de curso de vida se basa en la edad de las mujeres, el del ciclo de vida familiar se basa en la edad de los niños. Ambos enfoques son necesarios para entender la toma de decisiones de las mujeres en medio de estructuras que las constriñen: roles y familia. Las preguntas son: ¿hay diferencia en la toma de decisiones de las mujeres cuando participan en la fuerza laboral y cuando no lo hacen? ¿Hay alguna influencia de la edad de los hijos o de la etapa del ciclo de vida familiar en la toma de decisiones de las mujeres?

    2.4. La explicación del capital social

    En las últimas décadas las teorías del capital humano y del capital social se han utilizado para explicar y entender el empleo (Livingstone y Massey, 2003; Norwood, 2001). Ambas teorías tienen distintos supuestos, diferentes perspectivas. Bordieu (1986) fue el pionero en definir el capital social como una de las formas de capital además del capital económico y el capital cultural. En enfoque teórico, Bordieu considera que el capital social está compuesto por obligaciones (“conexiones”) que pueden reconvertirse, en ciertas condiciones. En sus propias palabras:

    El capital social es el agregado de los recursos reales o potenciales ligados a la posesión de una red social duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de mutuo apoyo y reconocimiento —o en otras palabras, a la membresía de un grupo— que provee a cada uno de sus miembros con el respaldo de la colectividad —capital poseído, una “credencial” que los habilita para un crédito, en los varios sentidos de la palabra. (Bordieu, 1986:249)

    El volumen del capital social poseído por un agente dado, por lo tanto, depende del tamaño de la red de conexiones que él o ella pueden efectivamente movilizar para obtener beneficios particulares. Un individuo o un grupo invierte, conscientemente o inconscientemente, en establecer relaciones para ser utilizadas en el futuro. El capital social es intangible, y su teoría tiene contradicciones internas debido a sus supuestos. Por ejemplo, algunos teóricos aplican este concepto a nivel social y otros a nivel individual (Portes, 2000), por lo tanto, podría tratarse de un bien público o de un bien privado (Ecclestone, 2003), (Walters, 2002).

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    Considerando al capital como un bien público, los estudios de Putman en Italia se refieren a las implicaciones de recursos sociales diferenciados en las instituciones políticas. En el mismo sentido Preston (2003) y Walters (2002) consideran el compromiso cívico y la confianza social en las democracias liberales. Algunos estudios correlacionan las características del capital social con los niveles de bienestar en diferentes países (OECD, 2001)14

    El capital social como un bien privado se define como “una clase de recurso particular disponible para un actor” (Coleman,1988: 4). Pero el recurso está contenido en la estructura social, y la función del capital social es facilitar ciertas acciones de los actores, dentro de la estructura. El capital social también asume una ganancia máxima individual para aquellos cuya actividad asociativa, bajo ciertas circunstancias, puede ser una inversión —de ahí la metáfora del “capital”.

    Detrás de la definición de capital social de Coleman se encuentra la teoría del actor racional, en la cual cada actor tiene control sobre ciertos recursos. Las estructuras sociales contienen recursos y facilitan ciertas acciones de los actores dentro de la estructura. El valor del capital social es que los actores pueden usar los recursos en la estructura para conseguir sus intereses. Como otras formas de capital , el capital social es productivo; hace posible la consecución de ciertos fines que en su ausencia no serían posibles. (Coleman, 1994). Las formas de capital social en la teoría de Coleman son: obligaciones y expectativas, canales de información y normas sociales. La esencia de la visión de Coleman es que el capital social es un recurso que se encuentra en la estructura social para ser usada por los actores, pero él enfatiza las normas sociales, y aplica la teoría del capital social a temas de educación.

    Algunos teóricos consideran que el capital social podría ser intencionalmente construido (Ecclestone, 2003; Abreg, 2000), mientras que otros consideran que el capital social es un resultado de las interacciones cotidianamente repetidas entre las personas (Bordieu, 1986; Raju, 2004). La mayoría considera que la confianza es el factor básico en el que se desarrollan las redes sociales. Sin embargo también, hay que tomar en cuenta los efectos negativos del capital social15. Para Bordieu, por ejemplo, el acceso al capital social, es desigual, porque depende del estrato social y del tipo de

    14 Este tipo de capital social es un recurso colectivo criticado por Portes como “un llamamiento que oculta, disimula, pero no remueve su circularidad lógica básica”... “¿Por qué hay algunas ciudades mejor gobernadas y más ricas que otras? Porque son “bendecidas” con existencias sustanciales de capital social”, esto es, la existencia de capital social –como una propiedad de las ciudades y naciones, medible en “stocks”-, “se infiere del propio resultado”: (Portes 2004:4).15 En el esquema teórico de Bordieu, el capital social es parte del capital cultural.

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    recursos que posee una red social. Esto explicaría la reproducción de desigualdades socioeconómicas que incluyen las desigualdades en acceso a la educación (Preston, 2003), (Bordieu, 1986, citado por Eclestone, 2003), (Abreg, 2000).

    Portes (1998) analizó tanto el enfoque teórico de Coleman como el de Bordieu, sobre capital social. Portes criticó a Coleman por confundir los recursos en la estructura con la habilidad de los actores para utilizar dichos recursos. Para ser sistemáticos en el tratamiento del concepto de capital social, Portes propone distinguir entre: a) los poseedores del capital social (los que demandan apoyos); b) las fuentes del capital social (los que proveen lo demandado); y c) los recursos en sí mismos. De acuerdo a Portes, el capital social es la habilidad de los actores para asegurarse beneficios gracias a su membresía en redes sociales o en otras estructuras sociales”, (Portes 1998:6).

    A. ¿Capital social o redes sociales?

    El enfoque de redes sociales ha sido muy utilizado como herramienta metodológica para estudiar las relaciones sociales desde principios del siglo pasado. Los estudios sobre redes sociales se asociaban al apoyo que los individuos o las familias pudieran recibir de quienes los rodeaban, particularmente en temas como la salud mental y el desarrollo comunitario. Chadi (2000) define red social como un grupo de personas, miembros de una familia, vecinos, amigos y otras personas que proveen apoyo mutuo a individuos o familias. En el mismo sentido, por Sluzki (1998) las redes sociales son la suma de todas las relaciones que un individuo percibe como significativas. Sluzki utiliza el enfoque de redes sociales como una herramienta clínica para intervenir terapéuticamente en la comunidad en el área de salud mental. De manera similar, Warren (1981) utilizó el enfoque de redes sociales en salud mental, como relaciones de apoyo para quienes han estado en hospitales mentales. Este autor considera que un individuo es parte de un sistema de redes, y este sistema puede proveerle algunos recursos de apoyo y analizó las diferencias entre las actividades de apoyo social y las que tienen que ver con retroalimentación emocional y la reducción del estrés. Existe una metáfora del universo como una red o mapa de relaciones, donde los individuos son nodos de tal red, dice Dabas (1995). El hombre, por lo tanto, es parte de múltiples redes con sus propias interacciones (familiar, laboral, de amistad, políticas, entre otras), por medio de lazos sociales afectivos, el lenguaje y los patrones de

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    comportamiento que tienen los individuos en sus vidas. Sluzki (1998) incluye tamaño, densidad, composición, dispersión y homogeneidad como características estructurales de las redes sociales. Por otro lado, las funciones de la red son: multidimensionalidad, reciprocidad, intensidad, frecuencias de contacto e historia de la relación. Las tres líneas básicas de influencia en el enfoque de redes sociales son la sociometría, la antropología y los estudios de organización en Harvard y Chicago durante los años 30, y en la Escuela de Manchester, posteriormente (Sluzki, 1998). Por otro lado, el capital social se origina en el análisis conceptual de Bordieu (1986), como una de las tres formas de capital, además del económico y el cultural. Para Bordieu el capital social es un recurso ligado a la posesión de una red duradera, con relaciones como la membresía de grupo, donde cada elemento tiene el respaldo del resto de la colectividad. Bordieu se refiere a las relaciones de una red como “el producto de las estrategias de inversión, individual o colectivo, consciente o inconsciente, que anima a establecer o a reproducir relaciones sociales que son directamente utilizables a corto y largo plazo” (Bordieu, 1986:249). El valor del capital social de un individuo depende del tamaño de su red y sus conexiones, es decir, su capital social potencial16; pero no se trata de capital social efectivo hasta que él o ella movilizan recursos necesarios para obtener beneficios particulares. En otras palabras, aun cuando el capital social es un recurso relacionado a la posesión de una red social, no es la red en sí misma sino los beneficios particulares que un individuo puede obtener gracias a sus contactos. Ambos enfoques, redes sociales y capital social, se basan en las relaciones sociales como el corazón de la vida social. Sin embargo, el capital social enfatiza los intercambios en las relaciones sociales, particularmente aquellos recursos que puedan ser traducidos en beneficios personales: bienes o servicios. Ambos enfoques, redes sociales y capital social, se centran en las relaciones, no en los atributos de los elementos o personas que conforman la red. Aun cuando la idea principal de capital social es que las relaciones sociales poseen valor (Ecclestone, 2003), este valor sólo puede intercambiarse cuando hay fines comunes que lograr, en el caso de acciones de grupo o con beneficios personales en el caso de un individuo. Los resultados de la transacción de este tipo de relaciones sociales posee una racionalidad lógica similar al valor de una transacción en el mercado de valores, donde los que intervienen esperan recibir una ganancia, es decir, una manera de pensar de tipo costo-beneficio. Al final,

    16 Zhao (2002) hace una diferenciación entre capital social individual como a) poseído y b) usado; sin embargo, poseído asume certeza en la propiedad; potencial o latente indica sólo la posibilidad de llegar a convertirse en real. La premisa del capital social potencial es que es posible movilizar ese capital puesto que está disponible para acceder a él.

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    lo central en el capital social no es ni la red social en sí misma, ni la expectativa de reciprocidad sino su uso en la consumación de un beneficio para alguien. El capital social no son los recursos en la estructura, como lo expresa la definición de Coleman, ni la habilidad individual para asegurarse beneficios, como lo propone Portes. Porque una red puede tener recursos, pero si dichos recursos no son utilizados, no se trata de capital social; una persona puede tener la habilidad para asegurarse beneficios de una red, pero si su red no tiene recursos, él o ella no pueden asegurarse ningún beneficio. Si un individuo tiene una gran red con fuertes lazos y no puede asegurarse ningún beneficio o servicio cuando lo requiere, en una necesidad particular, esto significa que no tiene capital social, por lo tanto no es posible hablar de la existencia del capital social hasta que es canjeado por un beneficio en una transacción social. La existencia de una red social con todas sus características sólo es la presunción de capital social potencial. Si el resultado de su uso no es un beneficio para un individuo o un grupo, entonces el capital no existe, o se encuentra en estado latente17 . No es posible poseer ninguna forma de capital si no se puede utilizar en una transacción para obtener un bien o un servicio. Por lo tanto, el capital social efectivo es el uso de los lazos sociales para adquirir algún beneficio, ya sea individual o colectivo. Los resultados en el uso del capital económico son las mercancías; los resultados en el uso del capital social efectivo son los beneficios obtenidos sin otro pago que las interacciones previas y las experiencias compartidas con otros. Estas relaciones sociales en un tiempo y espacio comunes, son construidas con reciprocidad y confianza, pero también con simpatía y afecto —estos elementos han sido ignorados en las teorías previas sobre capital social. Todos estos elementos pueden producir la acción-reacción del individuo para brindar sus posesiones (bienes materiales o servicios personales) como apoyo y en beneficio de otros. Cuando los otros usan sus posesiones y reciben un beneficio, están poniendo en marcha el capital social. La cantidad y calidad de los recursos a utilizar depende no sólo de los poseedores de los lazos sociales sino particularmente de los recursos que poseen los otros integrantes de la red. Este es un círculo beneficio-uso-beneficio que no tiene fin, mientras se mantengan la confianza y la reciprocidad.

    17 Este capital social “latente” o “potencial” de alguna manera ya se encuentra incluido en la definición de Bordieu cuando él se refiere a “los recursos reales o potenciales...” (Bordieu 1986:248).

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    El capital social es un constructo teórico que se utiliza para explicar el desarrollo económico individual, en grupos o en naciones. La revisión de literatura ha demostrado que hay una variedad de métodos que han sido utilizados para medir el capital social en estudios empíricos (Schuller 2000). Esto se debe a los diferentes usos que se le ha dado al concepto. Como los portadores del capital social pueden ser tanto los individuos como las comunidades, las organizaciones y aun los países, el capital social puede medirse a nivel individual (Zhao, 2002; Lamba, 2003; Barbieri, 2003) o a niveles grupales o sociales (Inkeles, 2000; Narayan, 2001).

    Por otro lado, el enfoque de redes sociales puede ser utilizado para medir el capital social a nivel individual (Zhao, 2002; Lamba, 2003); sin embargo, como se enunció en el capítulo anterior, y de acuerdo a la definición utilizada por este estudio sobre capital social, la red social es una estructura que podría utilizarse para medir el capital social potencial de alguien, pero hay una distinción entre este tipo de capital social y el capital social efectivo cuya medición tendría que ser en beneficios obtenidos.

    El enfoque de redes sociales puede ser utilizado para conocer el capital social potencial porque mide la cantidad y calidad de una red personal (densidad, tamaño, lazos fuertes o débiles) tal como lo define Zhao (2002). Sin embargo, este tipo de medida enfatiza más las relaciones sociales que los recursos sociales. Aquí no se trata de capital social efectivamente utilizado sino de capital social potencial o latente (Van Der Gaag y Snijders, 2005). El capital social es más que la estructura de la red porque está relacionado con los resultados de los intercambios interpersonales, por ello, en el presente estudio el uso de lazos sociales en beneficios personales —bienes o servicios— por las mujeres para participar en la fuerza laboral es su capital social, emanado de sus redes sociales. Por lo tanto, el capital social potencial será incluido con la premisa de la disponibilidad de su uso cuando sea requerido.

    El consenso acerca del contenido del capital social es que está formado por lazos sociales que construyen redes basadas en la confianza y la reciprocidad18. Pero dichas redes poseen un valor que los poseedores pueden usar para obtener metas y logros

    18 La reciprocidad es un mecanismo de intercambio mutuo. De acuerdo con Nanda (1980:164-168) hay tres formas de reciprocidad: 1) Generalizada, cuando la persona que brinda bienes o servicios lo hace sin esperar nada a cambio; 2) Balanceada, cuando hay una clara obligación de retorno por el bien o servicio por algo de similar valor; y 3) Negativa, cuando una persona recibe algo por nada. La reciprocidad balanceada, por lo tanto, es la que se relaciona con el concepto de capital social.

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    individuales o colectivos. La diferencia es que en metas comunitarias o nacionales, la medida es por un lado en resultados esperados como cifras sobre crecimiento económico, educación y bienestar, y por el otro lado, lo que Putnam llama “redes de involucramiento cívico”, es decir, normas de reciprocidad y confianza social (Putnam 1995:69). Por otro lado, a nivel individual, las medidas son la cantidad y calidad de la red social que posee una persona, es decir, los recursos que serán utilizados para obtener resultados personales que podrían convertirse en beneficios económicos.

    De acuerdo con Barbieri (2003), hay tres formas que el capital social actúa en la vida de los individuos: 1) Puede actuar como un recurso de información19; 2) Puede actuar como un recurso de influencia y apoyo activo que efectivamente ayuda a los individuos a obtener objetivos personales que de otra manera no alcanzarían; y 3) Puede actuar como un recurso de socialización y reconocimiento al transmitir a los individuos los valores, patrones de comportamiento, estándares y competencias sociales a todo el sistema de expectativas de reciprocidad y roles de obligación “forzada” al interior de una comunidad. En este estudio se utiliza el segundo enfoque: el capital social como un apoyo activo que ayuda a las mujeres a mantener su participación en la fuerza laboral.

    En México, el capital social ha sido estudiado por organizaciones internacionales como el Banco Mundial, principalmente en las áreas rurales; como participación política —en el mismo sentido de Putnam— (Klesner, 2003); como facilitador de la migración de México hacia los Estados Unidos (Phillips y Douglas, 2000), y como apoyo familiar o social para los niños de la calle (Ferguson, 2003). No ha sido posible localizar ningún estudio acerca del capital social ni en relación al empleo ni en relación con las mujeres. Esto posiblemente se debe a que en México los beneficios asociados a las redes sociales han sido estudiados para explicar las estrategias de sobrevivencia de las personas en pobreza (Lomnitz, 1984), o como una estrategia de apoyo de las mujeres para participar en la fuerza laboral, dado su doble rol de madres-trabajadoras (García y Oliveira, 1994). Pero aun cuando el contenido del concepto podría ser similar, los investigadores mexicanos rara vez utilizan el término de capital social. Para este estudio, la premisa es que los beneficios, en términos de apoyo instrumental, apoyo material o económico y apoyo psicológico para mantener la participación de las mujeres en la fuerza laboral, son el resultado de lazos sociales de las redes que las mujeres han construido con otros en sus vidas. Por un lado, las

    19 La mayoría de los estudios de empleo utilizan esta forma explicativa, particularmente como el intercambio de información que se utiliza para obtener un empleo.

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    redes sociales de las mujeres se utilizan en este trabajo para medir su capital social potencial. El acceso disponible es la premisa que subyace a este constructo de capital social potencial. Y, por otro lado, los beneficios obtenidos serán un indicador del capital social efectivo de las mujeres.

    En resumen, para este estudio, con base en Las formas del capital de Bordieu, consideramos una definición alternativa: el capital social efectivo es el uso de lazos sociales para adquirir algunos beneficios ya sea individuales o comunitarios. Por lo tanto, capital social efectivo será cualquier apoyo de la red social —bienes o servicios— proveídos a las mujeres que participan en la fuerza laboral. En otras palabras, capital social son tanto las redes sociales (familiares o sociales) cuyos recursos son utilizados —o podrían ser utilizados— por las mujeres para favorecer su participación en la fuerza laboral.

    B. Capital social, educación y empleo

    Un buen número de resultados de investigaciones empíricas sostiene la correlación entre educación y empleo. Por ejemplo, en un estudio longitudinal, Bynner (2001) demostró que “la posesión de calificaciones y habilidades numéricas son protectoras contra el desempleo” (Bynner, 2001:279). La escasez de calificaciones en términos laborales, de acuerdo con Bynner, conduce a la exclusión del mercado laboral. Él concluyó que el proceso de exclusión social de los mercados laborales se acelera a través de las generaciones. Como lo opuesto a la exclusión, Brown (2003) define la empleabilidad como las oportunidades relativas de adquirir y mantener diferentes tipos de empleo. Abreg (2000) sugiere que esa empleabilidad se apoya en la premisa de que el bienestar económico de los individuos ha llegado a depender de sus conocimientos y habilidades, es decir, de lo que se conoce como capital humano.

    Al comparar el capital social con el capital humano, Prestone (2003) concluye que: “a manera general, si el capital humano describe las capacidades económicas individuales, el capital social captura la calidad de la experiencia y los modos en que las relaciones entre individuos y grupos dan forma a dicha experiencia”. Esto significa que, si el capital humano asume linealidad porque es un atributo personal, el capital social es interactivo y circular debido a las relaciones sociales que intervienen en su construcción.

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    Algunos resultados de estudios empíricos que tratan de explicar el empleo por medio de las teorías del capital social y el capital humano. Norwood (2001), en su estudio de tesis examinó los datos de la encuesta denominada Multi City Study of Urban Inequality (MCSUI) de 1992 y 1994, cuya población incluye 5,326 participantes en la fuerza laboral, demuestra que las mediciones del capital humano tienen mucho más impacto en los salarios que las medidas de capital social. Esto significa que para obtener empleo, el capital social parece ser más importante, pero la calidad del empleo de una persona, medido en salarios y beneficios parece depender más de los atributos del capital humano. Como conclusión general, el capital social es un elemento importante para encontrar un trabajo pero el capital humano es necesario para mantenerlo y para ascender en la escala laboral.

    En otro estudio, Aguilera (1999) examinó los resultados del mercado laboral en inmigrantes comparando capital social con capital humano. Los datos corroboraron la teoría del capital humano, es decir, a medida que los inmigrantes poseen más altos niveles de capital humano, ellos son capaces de obtener salarios más altos. Él encontró, igual que Norwood (2001) que gracias al capital social los inmigrantes tenían más altos salarios, movilidad de ingreso positiva y trabajos de mayor permanencia. En general, el acceso de los inmigrantes al uso del capital social está relacionado positivamente con el éxito en el mercado laboral. Aguilera incorporó la economía informal en su discusión y él concluyó que los resultados del mercado laboral para inmigrantes no sólo son determinados por el nivel de capital humano, sino también por medio de una serie de relaciones influenciadas por la comunidad, los amigos y la familia, es decir, el capital social.

    El capital social es importante para adquirir un empleo, pero podría ser esencial para las mujeres cuyas responsabilidades tradicionales del cuidado de los hijos y del hogar no han cambiado, aun con su participación en el mercado laboral. Desafortunadamente, la mayoría de los estudios de capital social y de capital humano no incluyen la visión de género. Por lo tanto, ésta es una buena meta que alcanzar, considerando al capital social, más que al capital humano, como la alternativa que incrementa las posibilidades para que las mujeres participen en la fuerza laboral.

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    C. Implicaciones para la política social

    En México los problemas que llegan a ocupar un espacio en la política social han seguido dos caminos distintos o una combinación de ambos: 1) Provienen de demandas populares, o, 2) Se originan como una condición internacional —moral o económica— que las instituciones mundiales demandan a los países en vías de desarrollo. El Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) en 1988-1994 es un ejemplo del primer caso, puesto que fue creado desde el gobierno federal para enfrentar la pobreza de una manera integral y continúa hasta nuestros días con distintos nombres de acuerdo al gobierno en turno: Progresa (1994-2000) y Oportunidades (2000-2006). En el segundo caso se encuentran programas orientados hacia grupos vulnerables particulares, por ejemplo Pro-equidad, un programa cuyos objetivos se relac