Servicio Bíblico Latinoamericano · 2015-06-22 · Si no lo es en la mía, ... excelente libro de...

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Servicio Bíblico Latinoamericano Domingo 13 de abril de 2014 Domingo de Ramos Martín I, papa y mártir (655) Is 50,4-7: No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado Salmo responsorial 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Flp 2,6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo Mt 26,14−27,66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo D e entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán aquí un comentario bíblico-litúrgico «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos. En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los «fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana santa»? Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy? Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas... que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»... El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios. Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso

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DDoommiinnggoo 1133 ddee aabbrriill ddee 22001144

DDoommiinnggoo ddee RRaammooss MMaarrttíínn II,, ppaappaa yy mmáárrttiirr ((665555))

Is 50,4-7: No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado Salmo responsorial 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Flp 2,6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo Mt 26,14−27,66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según san Mateo

De entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán aquí un comentario bíblico-litúrgico

«normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los «fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana santa»?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas... que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»... El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho «pecado» le infligió a Dios.

Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso

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por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

Ésta es la interpretación, la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones en curso durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia.

¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por el mundo manido de esa teología en la que tantos ya no creemos?

¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van mucho más allá. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación- deja de pasar por la redención, por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury... Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, incomprensibles, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía... pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI... estando como estamos en el siglo XXI...

Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita... Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más

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tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención...

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»... ¡y urgente! Al menos, legítima también.

No vamos a desarrollar aquí nosotros una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía... ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?

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Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación.

- La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, titulado «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión puede recogerse de http://radialistas.net/article/85-los-judios-mataron-a-cristo/ y su audio de: http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/85.mp3

Para el simple estudio de la continua sucesión de interpretaciones de las fiestas a lo largo de la historia de Israel, se puede recurrir a Fiesta en honor de Yavé, de Thierry MAERTENS (disponible en la biblioteca de Koinonía: http://servicioskoinonia.org/biblioteca).

Como bibliografía para recuperar, desde la perspectiva de la liberación, lo mejor de la visión clásica de la teología respecto a la pasión y muerte de Jesús, recomendamos el excelente libro de BOFF Pasión de Cristo, Pasión del mundo (Sal Terrae en España, Indoamerican Press en Colombia, Vozes en Brasil... disponibilizado también en varios puntos de la red). Del mismo autor, el artículo 217 en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat): Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro señor Jesucristo.

No obstante, la recuperación que la teología de la liberación (TL) hizo de esta temática se queda corta hoy. La TL releyó la visión tradicional cristiana desde la perspectiva histórica y reinocentrista y desde la opción por los pobres, sí, pero dejó simplemente a un lado lo que no creyó recuperable, y no sometió a crítica los supuestos profundos de la visión clásica; simplemente los ignoró. En ese sentido, la propuesta de la TL no fue realmente nueva, sino una «propuesta nueva pero desde los mismos fundamentos»... Hoy esos fundamentos están en crisis, y ahora sólo nos puede servir una propuesta realmente nueva, es decir, desde presupuestos nuevos, por ejemplo: sin «dos pisos», sin el histórico pecado original, sin un Dios-theos ahí fuera que se pueda ofender gravemente por un supuesto pecado humano, sin un Dios antropomórfico que pueda exigir «reparación para

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con su dignidad ofendida», sin unos mitos entendidos como narraciones históricas literales...

En este sentido, es el obispo John Shelby SPONG quien con más claridad y valentía está proponiendo reinterpretar el cristianismo desde una superación radical de este «mito básico cristiano», como lo llama él: cfr. el capítulo «Cambiando el mito básico cristiano» de su reciente libro «Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo» [http://tiempoaxial.org] (Editorial Abya Yala [htt://www.abyayala.org], Quito enero 2011). Véase un capítulo de ese libro, explícitamente sobre el tema de la redención, en la RELaT [http://servicioskoinonia.org/relat] titulado «Jesús como rescatador y redentor: una imagen que debe desaparecer» [http://servicioskoinonia.org/relat/380.htm].

También: Problemas en torno a la idea de expiación/satisfacción, de Robert J. DALY, en «Selecciones de Teología» 47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la revista «Selecciones de Teología», [http://www.seleccionesdeteologia.net]).

Acabaremos recordando que, como es obvio, la problemática de la Redención no es del Domingo de Ramos, ni siquiera de la semana santa... sino de todo el cristianismo; afrontarla -tratando de «agarrar valientemente el toro por los cuernos» no es tarea para un domingo ni para una semana, sino para todo el año... Pero un domingo de ramos es una buena ocasión para plantearlo más detenidamente. Lo dejamos en manos de ustedes, lectores individuales y comunidades lectoras...

Para la revisión de vida

Comienza la «semana mayor» de todo el año. La semana santa se ha convertido en muchos lugares en una minivacación. Sugerencia: aprovechar bien la oportunidad de la semana santa. Si tengo posibilidad, dedicar esta «vacación» a atender lo que en la agitada vida diaria me veo imposibilitado de cuidar suficientemente: mi profundidad, mi oración, mi paz interior, el respaldo de coherencia interna que quiero dar a mi compromiso externo...

Si tengo la suerte de encontrar una comunidad cristiana con inquietudes de búsqueda y de renovación, tal vez puedo sugerir la posibilidad de vivir una semana santa diferente, de renovación radical de la mentalidad teológica, de replanteamiento de nuestra comprensión cristiana y de reiniciación de nuestra experiencia religiosa... Si no tengo la suerte de conocer ninguna de esas comunidades, tal vez puedo hacer el esfuerzo por buscarlas...

Para la reunión de grupo

- La semana santa puede ser buena ocasión para dar un repaso a las hipótesis teológicas más conocidas sobre la muerte de Jesús y su valor salvífico. Un buen material para preparar una exposición inicial en la reunión de grupo, o un libro para tenerlo todos y estudiarlo y comentarlo es “Pasión de Cristo, Pasión del Mundo”, de Leonardo BOFF, con ediciones en varias editoriales y países ya citados…

- La semana santa es la «semana mayor», y el «triduo sacro» es el la concentración de la celebración pascual, y la vigilia pascual es el momento culminante. Será bueno preguntar a algunas personas mayores que recuerden cómo eran las celebraciones de la Semana Santa antes de la reforma de Pío XII en 1950, con sus grandes diferencias con el modo actual. Y cabe preguntar: ¿por qué la vigilia pascual no ha entrado todavía en la conciencia del pueblo cristiano como lo que es: el centro de todo el año litúrgico?

- Se puede montar diferentes reuniones de estudio sobre la pasión de Jesús y/o los temas propios de la semana santa en general tomando como base algunos de los capítulos de la serie «Un tal Jesús», principalmente del 106 al 126. Los audios y los guiones pueden ser recogidos de www.untaljesus.net

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- Los textos más arriba citados de John Shelby Spong pueden servir también para un estudio y debate sobre el tema. Muy probablemente, tales debates nos dejarán la conclusión preocupante de que si la Redención necesita ser reentendida -o abandonada, como dice Spong- es todo nuestro cristianismo el que necesita reformulación, y nos resulta por tanto urgente rehacer nuestra formación cristiana... Buena conclusión. Pero no la dejemos ahí: pongámonos en movimiento...

- Aunque no estamos acostumbrados a hacerlo, también puede ser una buena actividad de grupo escuchar la Pasión según san Mateo, de Johan Sebastian BACH, presentada y comentada previamente por un buen conocedor de la misma, incluyendo ahí sus aspectos teológicos peculiares, de Bach como músico y del texto o libreto.

Para la oración de los fieles

- Para que la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús, lleve su obediencia al Padre y su servicio a las personas hasta las últimas consecuencias. Roguemos al Señor...

- Para que los gobernantes sirvan a los intereses de los pueblos y no a sus propias aspiraciones. Roguemos...

- Para que los pobres y los oprimidos sean los primeros en obtener el respeto a sus derechos y la justicia para sus vidas. Roguemos...

- Para que mostremos nuestra devoción a Cristo crucificado siendo solidarios con los crucificados de nuestro tiempo. Roguemos...

- Para que sepamos descubrir y transmitir la fuerza del amor de Dios en medio de las dificultades, los sufrimientos, y la muerte. Roguemos...

- Para que todos los difuntos compartan la resurrección de Cristo, igual que han compartido ya con él la muerte. Roguemos...

Oración comunitaria

Dios, Padre nuestro, tú enviaste a tu Hijo entre nosotros, para que descubramos todo el amor que nos tienes. Y cuando nosotros respondemos a ese amor con nuestro rechazo, matando a tu hijo, Tú no te echaste atrás sino que seguiste adelante con tu plan de ser nuestro mejor amigo. Ablanda nuestros corazones para que sepamos responder a tu amor con el nuestro. Por Jesucristo.

O bien:

Oh Dios, Padre y Madre Universal, de todos los pueblos y de todos los hombres y mujeres, en quienes has depositado, por medio de sus culturas y religiones, la sed de encontrarse consigo mismos y contigo, Fuente Originaria. Te pedimos que en la renovación anual de estas fiestas que se avecinan, tan tradicionales y ancestrales, nos sintamos en comunión con todos los hombres y mujeres que te buscan a Ti y buscan también el sentido de su vida, entre mitos, ritos, símbolos y grandes relatos. Nosotros lo celebramos desde el seguimiento de Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, cordialmente unidos a todos los pueblos y religiones que también te buscan y contemplan. Gracias. Amén. Axé. Aleluya.

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LLuunneess 1144 ddee aabbrriill ddee 22001144

LLuunneess SSaannttoo

LLiidduuvviinnaa ((11443333))

Is 42,1-7: Este es Mi Siervo, a quien Yo sostengo, Mi escogido Salmo responsorial 26: El señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado Jn 12,1-11: María tomó una libra de perfume y con él ungió los pies de Jesús

La misión del Siervo, lleno del Espíritu, es implantar, de manera discreta, anónima e

imperceptible, la justicia: “No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará”. Él, “abrirá los ojos a los ciegos, sacará a los cautivos de su prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas”. De esta forma, su misión será “luz para las naciones”.

En vísperas de la Pascua, se suceden una serie de gestos y situaciones que no sólo preparan a Jesús para la hora final de su vida, sino que también le consolarán cuando esta llegue. Como presintiendo su partida, fue a casa de sus amigos, en Betania (la casa del pobre), y estando ahí, experimentará todo el cariño y afecto del que podía ser sujeto por parte de ellos. La amistad auténtica no es egoísta y no tiene precio, sale a luz en los momentos más difíciles de la vida y es como una fragancia que llena toda la existencia, reconfortando para los tiempos duros. El egoísmo, disfrazado de falso celo por los pobres, no lo puede entender. A ver si algún día los pobres que tenemos junto a nosotros nos ayudan a comprenderlo mejor.

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MMaarrtteess 1155 ddee aabbrriill ddee 22001144

MMaarrtteess SSaannttoo

TTeellmmoo ((11224400)) Is 49,1-6: Tú eres Mi siervo, Israel, En quien mostraré Mi Gloria Salmo responsorial 70: Mi boca contará tu auxilio Jn 13,21-33.36-38: Jesús declaró: les aseguro que uno de ustedes me entregará

El profeta, elegido desde el vientre materno, realiza su misión, entre la desazón (yo

pensaba: “En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas”), y el consuelo de su Señor (“en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios”). Su fidelidad, forjada con dolor, es motivo de orgullo para su Dios.

Para el evangelista Juan, la Pascua es para Jesús, la hora de su glorificación y la de su Padre: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él”. Jesús desea consumar la voluntad del Padre y pareciera apresurar ahora los acontecimientos: “Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”, disipando cualquier duda sobre la firmeza de su decisión. Ni su conmoción inicial ni el banquete que comparte, son suficientes para disuadir al que le traiciona, pero tampoco lo será para el resto de la comunidad. La determinación de Jesús contrasta con la de sus discípulos, incluso con la de los que dicen estar dispuestos a seguirle hasta las últimas consecuencias. Sólo después de vencer sus propios miedos y temores, estarán preparados para seguir a Jesús en los mismos términos que él se los plantea.

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MMiiéérrccoolleess 1166 ddee aabbrriill ddee 22001144

MMiiéérrccoolleess SSaannttoo

BBeenniittoo JJoosséé LLaabbrree,, rreelliiggiioossoo ((11778833))

Is 50,4-9: Ofrecí mi espalda a los que me herían Salmo responsorial 68: Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor Mt 26,14-25: ¿Qué me dan si lo entrego a ustedes?

En medio de su propio abatimiento, el profeta mantiene su integridad y por ello, es

capaz de dar palabras de aliento a los abatidos como él. En su fidelidad, no se ahorra nada: “Yo no resistí ni me eche atrás”. Le sostiene la confianza en la cercanía y ayuda de su Señor: “El Señor me ayuda…tengo cerca a mi defensor”.

El deseo de Jesús de celebrar la Pascua con sus discípulos, contrasta con los planes de quien le va a traicionar. Si para Jesús, aquel momento sagrado de comensalidad fue la ocasión para dejarles a ellos, un memorial de su amor y fidelidad, para quien le traiciona, fue la ocasión para finiquitar sus intenciones. La pregunta de los discípulos sobre ¿quién será el que le va a traicionar? deja entrever que Judas no era el único que no estaba claro respecto de Jesús. El egoísmo y la ambición terminan por romper la comunidad y la comunión con Jesús. Es inútil la comunión de mesa si no hay comunión de vida. Tampoco es suficiente llamarle Maestro (“¿Soy yo acaso, Maestro?”), sino nos dejamos conducir por él, si no somos dóciles a su voz.

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JJuueevveess 1177 ddee aabbrriill ddee 22001144

JJuueevveess SSaannttoo

BBeeaattaa MMaarrííaa ddee llaa EEnnccaarrnnaacciióónn,, mmaaddrree ddee ffaammiilliiaa ((11661188))

Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual Salmo responsorial 115: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo 1Cor 11,23-26: Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo

Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de sus discípulos,

probablemente también en compañía de las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él. Fue esa tarde, la tarde de una fiesta pascual? Parece superflua la pregunta. Sin embargo hay razones para establecerla. Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que se deba hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del Señor.

Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus discípulos se reunieron para celebrar una cena pascual, entonces conviene que recordemos los pormenores de esta celebración. En Num 9,13 se deja entrever la seriedad que reviste para un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no pertenecer ya al pueblo. Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta familiar. La inmolación y el ofrecimiento del cordero, que debía ser realizada por algunos de los miembros de la familia en representación de la comunidad, debía tener lugar en el atrio de los sacerdotes "entre las tardes", es decir, en el tiempo que precedía al comienzo de la puesta del sol. (cfr Ex 12,6). La Haggada pascual orientaba la celebración, en el sentido de la memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,26s). Comer las carnes del cordero, beber el vino, compartir el pan sin levadura, que debía recordar con las hierbas amargas la miseria vivida en el Egipto, constituían el ritual que estaba acompañado de bendiciones y de la recitación de los salmos del Hallel.

En la cena festiva, el ambiente estaba impregnado por el recuerdo alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre una eficacia esperanzadora en épocas difíciles. En estas circunstancias Jesús tenía conciencia de su muerte y habló de ella. Los textos de Mc 14,25 y Lc 22,18 constituyen una profecía de la muerte. Jesús expresa, ante la probabilidad de su muerte, la confianza y la confirmación de su mensaje del Reino. No es necesario señalar que en esta sentencia de Jesús hubiera otras intenciones que tener en cuenta. Es suficiente y fundamental pensar, al leer estos textos, la intención escatológica de Jesús, que él relaciona estrechamente con la convicción de la posibilidad de su muerte.

En estas circunstancias, Jesús ha realizado una verdadera interpretación teológica de su propia muerte, en un sentido salvífico, indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. Y, de nuevo, en este contexto tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece entre su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa de vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente comprensible en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que ver con la interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece. Jesús debió haber dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con sus discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a la

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última, no sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias copas. La tradición cristiana recuerda, en todo caso, la utilización de una sola copa como característica de la cena del Señor (cfr 1 Cor 10,16).

Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de la expiación y de la representación ("morir por", "para el perdón de los pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.

Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus seguidores.

Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor.

Participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los otros.

Y la cena Pascual cristiana fue originalmente una pascua judía. Para los cristianos es el modelo de la celebración eucarística, el modelo de la celebración del misterio de la Pascua. Cada uno de nosotros somos los protagonistas de la Cena del Señor. Y cuando celebramos hoy una comida juntos, tenemos que hacerlo con la mentalidad de Jesús, una comida que anticipa el reino de Dios, una comunidad dispuesta al servicio que la fortalece y enriquece, pero sobre todo una comunidad de todos los hombres unidos por el lazo más fuerte: el amor.

Primera lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14: De la esclavitud a la libertad

La Pascua siempre ha sido una fiesta de liberación cuyos orígenes se remontan a costumbres anteriores a la Pascua del pueblo judío. En efecto, los pastores nómadas antes de emprender su viaje, en busca de mejores pastos para sus rebaños en la noche de luna llena, más cercana al equinoccio de primavera, sacrificaban un cordero o un cabrito nacido el año anterior, macho, sin defecto; para que no perdiera su energía vital, al comerlo no podían romperle ningún hueso. Además como estaban en una región desértica, sin agua, el animal no era cocido en agua, sino asado al fuego. Con su sangre rociaban las entradas de sus tiendas de campaña para evitar la entrada de los espíritus malignos portadores de enfermedades y desgracias. Como debían partir antes de la salida del sol, comían de prisa, calzadas las sandalias, el bastón en la mano y listos para partir. El sacrificio y la comida tenían como fin asegurarse la protección de sus dioses en el camino que iban a emprender, donde podían encontrar salteadores y otros peligros.

Estos mismos ritos fueron adoptados por los israelitas cuando celebraron la Pascua; pero para ellos cambiaron de significado. Con la sangre del cordero marcan sus puertas para evitar la entrada del ángel exterminador; el cordero no sólo era inmolado, sino también comido; de esta manera los comensales se comprometían aún más con el misterio de la fiesta. La Pascua entre los judíos, unida indisolublemente a la liberación de Egipto, se

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reactualizaba en la liturgia, es decir se hacía presente como si ellos fueran los protagonistas y de esta manera el pasado se mantuvo vivo y los proyectaba hacia el futuro.

La mención de la sangre nos introduce en pleno sacramentalismo del Antiguo Testamento y por ella se opera la continuidad entre la Pascua judía y la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega una función redentora; más aún, como Egipto en el Antiguo Testamento es la tierra del pecado, la salida de Egipto es una liberación de la esclavitud material y de la del pecado. La Biblia concibe la salvación a medida que se desarrolla la revelación como una salvación del pecado. San Pedro desarrollando esta idea nos dice: habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de nuestros padres, no con plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha ( 1Pe 1,18b-19).

Salmo 115 (116): Señor, yo soy tu siervo, hijo de esclava, pero rompiste mis cadenas.

Este salmo es un cántico de acción de gracias y de confianza en el Señor que le ha librado de las cadenas de la esclavitud. Este salmo lo podemos leer a tres niveles: el canto del pueblo de Israel que en la libertad sabe que el Señor lo ha librado de la esclavitud en que vivía en Egipto. También es el canto de Cristo resucitado, que sabe que su Padre lo ha liberado de las cadenas de la muerte. Pero también es el canto de toda la Iglesia cristiana, liberada de las cadenas del pecado por la Pascua de su Salvador.

La respuesta del orante a la liberación con el voto de alabanza y sacrificio de acción de gracias, parece privilegiar la alegría y el agradecimiento del pueblo cristiano liberado definitivamente del pecado, de la muerte y de la ley, que celebra esta reconciliación en la eucaristía en presencia de su Señor muerto y resucitado por él.

Segunda lectura:

1Cor 11,23-26: Cada vez que comen de ese pan y beben de esa copa, proclaman la muerte del Señor.

Encontramos aquí el testimonio más antiguo de la celebración eucarística. Pablo transmite la tradición que él recibió de los discípulos de Jesús, al mismo tiempo que muestra que la eucaristía no es una celebración que recuerda un hecho pasado, sino que está abierta al futuro, a todos los tiempos, porque en ella anunciamos la muerte del Señor, la obra salvífica de Dios que ofrece a todos, en todas las épocas.

La Pascua judía tiene para los cristianos un nuevo sentido; como el texto del éxodo narraba la celebración litúrgica judía, Pablo muestra la celebración litúrgica cristiana como una nueva pascua, con el anuncio de la liberación bajo el signo de la sangre que ahora se ha transformado en pan y vino. Es el mismo rito de la alianza y de la reconciliación, con paralelos que permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de la Pascua judía:

la noche de la salida de Egipto/la noche de la Pasión

el cordero del éxodo/el cordero pascual

memorial de las pruebas del desierto/memorial del sacrificio de Jesús

Pablo dirige su atención sobre todo a la asamblea y muestra como una celebración indigna de la Eucaristía desemboca en el menosprecio del Cuerpo místico de Cristo constituido por la asamblea y cómo ésta es el símbolo de la reunión de todos los hombres y mujeres en el reino y en el Cuerpo de Cristo. Una comunidad dividida por el odio y el desprecio a los demás no puede dar testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.

Evangelio:

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Juan 13,1-15: ¿Comprenden lo que hecho por ustedes?

Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena, describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.

El lavado de los pies era un gesto que en la antigüedad mostraba acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o una mujer, la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe con la tradición: no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella, realiza el lavatorio de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que pudiera ser el primero; la comunidad de sus discípulos se conforma en la igualdad y en la libertad como fruto del amor; y el Señor se convierte en el servidor, porque la verdadera grandeza no está en el honor humano sino en el amor que transforma a los hombres y mujeres en la presencia de Dios en el mundo. Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero el gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo en Lc 22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos "tienen parte con" su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en cuanto tal.

Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena porque cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que Jesús va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de servicio. Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado su vida, la vida que él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que usaban los sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.

Jesús niega la validez de los valores que el mundo ha creado; al ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre los hombres, destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio sino que comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por el hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y el amor produce libertad.

Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, ya que la grandeza y el poderío humanos no son valores a los que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.

Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo que indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la

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igualdad. Aún no sabe lo que significa amor, pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos identificamos con él. Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.

No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro.

También Jesús nos enseñó que hay más gozo en dar que en recibir; hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: "Dormí y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría".

También hoy es la fiesta de los ministros en la Iglesia. Es el día de recordar el espíritu del Señor en el servicio. El no vino para ser servido sino para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará siempre cerca de los que aspiran a una liberación material y espiritual, de los que han emprendido el camino del éxodo.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 110, «La Cena de la Pascua», que puede ser escuchado aquí (http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/110.mp3) y cuyo guión –con un comentario bíblico-teológico incluido- puede ser recogido aquí (http://radialistas.net/article/11o-la-cena-de-pascua/). También el capítulo siguiente se refiere al Jueves santo.

La serie «Otro Dios es posible» [http://radialistas.net/category/otro-dios-es-posible/], de los mismos autores, tiene un capítulo, el 64, que se titula «¿El Cuerpo y la Sangre de Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.

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Is 52,13−53,12: Él fue traspasado por nuestras rebeliones Salmo responsorial 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu Heb 4,14-16; 5,7-9: Se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación Jn 18,1−19,42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según San Juan

Is 52,13-53,12: Cuarto canto del Siervo de Yavé.

El cuarto poema del siervo muestra un personaje paciente y glorificado. Se trata de la narración que se hace de la pasión, muerte y triunfo del personaje, enmarcada por una introducción y epílogo que el autor pone en boca de Dios.

El contenido es clarísimo. Un inocente que sufre, dejando de lado la doctrina de la retribución que considera el sufrimiento como consecuencia del pecado; mientras que los culpables son respetados. Más sorprendente es aún, que el humillado triunfe y que un muerto siga viviendo. El mismo texto proclama que se trata de algo inaudito.

La biografía del siervo se presenta de una manera escueta: nacimiento y crecimiento (15,2), sufrimiento y pasión (3,7) condena y muerte (8), sepultura (9) y glorificación (10-11a). Los que narran los acontecimientos participan en ellos; son transformados y dan cuenta de esta transformación.

Dios confirma el mensaje con su oráculo. Anula el juicio humano declarando inocente a su siervo. Este sufrimiento del inocente servirá para la conversión de los demás. Su vida, pasión y muerte han sido como una intercesión por los demás y el Señor lo ha escuchado. El triunfo del Siervo es la realización del plan del Señor (v. 10).

Si después de leer el texto nos preguntamos ¿quién es este personaje que sufre hasta la muerte y sigue vivo? ¿a quién nos recuerda? Sin duda que la figura se parece a Moisés, o a Josías, quizás a Jeconías el desterrado, o al profeta Jeremías. Algunos piensan que es el mismo siervo de los cantos precedentes, otros que el profeta Isaías II, otros lo identifican con el pueblo judío o el pequeño resto. Una cosa si es evidente. Jesús, el Mesías quiso modelar su vida de acuerdo con el siervo de Is 53.

Cristo tenía muy clara la idea que Él debía sufrir y morir y estos eran elementos de su misión redentora. Su identificación con el siervo de Yahveh en Mc 14,24 y sus paralelos, sacrificado por todos, es evidente. El Hijo del Hombre viene a cumplir su misión de Siervo de Yahveh. Desde qué momento se reconoció Cristo como Siervo de Yahveh? Desde el Bautismo (Mc 1,11 par. Is 42,1). En San Juan también aparece mucho la idea de la identificación de Cristo con el Siervo. Entonces no es una identificación posterior que hizo la comunidad cristiana, sino que es anterior. Es posible que el autor no hubiera comprendido la significación completa y total, tal vez no pensó en Cristo, pero sí en un personaje posterior que haría la intercesión total.

El Siervo de Yahveh es una personalidad corporativa. Es Cristo que actúa personalmente y su actuación repercute en toda la comunidad.

Salmo 30 (31): A ti Señor me acojo, no quede yo nunca defraudado.

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Se trata de un salmo de súplica y una acción de gracias. En medio de la angustia, el salmista mezcla los gritos de socorro con las expresiones de confianza porque está seguro de que el Señor es su roca y su fortaleza. Esta confianza del salmista en el momento de la prueba nos invita a evocar en nosotros ese mismo sentimiento, seguros de que Dios escuchará nuestras súplicas.

Hebreos 4,14-16; 5,7-9: Dios lo proclamó sacerdote en la línea de Melquisedec.

El autor de la carta a los Hebreos presenta a Jesús como Sumo Sacerdote, no solamente como el responsable del sacrificio como lo era en el antiguo testamento, sino como el hombre lleno de misericordia, que asumió todos los sufrimientos del ser humano hasta la muerte, de tal manera que se convirtió en el modelo para todos los hombres. Su vida estuvo siempre condicionada a la voluntad del Padre, aún en el sufrimiento.

A este sumo sacerdote podemos acercarnos con libertad, sin miedo, porque en su trono abunda la gracia y por su misericordia conseguiremos el apoyo necesario.

Cristo fue llamado por Dios de la misma manera que Aarón y según el orden de Melquisedec, pero ya no para ofrecer el sacrificio y las oblaciones, porque él mismo es la víctima. Es un nuevo tipo de sacerdote que proporciona la salvación a cuantos se aproximan a él y su gran tarea es conducirlos al Padre.

Lectura de la Pasión: Jn 18,1-19,42

La narración de la pasión según San Juan nos presenta la imagen de Jesús que el evangelista ha querido forjar a través de todo su evangelio: un Jesús que es la revelación del Padre, al mismo tiempo que en él se revela la plenitud del amor. Aún pendiente de la cruz su vida y su muerte es una victoria, porque "todo se ha cumplido" como era la voluntad del Padre.

Las oraciones comunitarias

Las oraciones que la liturgia nos propone expresan los sentimientos que mueven a la comunidad cristiana. La universalidad de esta oración incluye aún a las personas que no pertenecen a la Iglesia y que no creen en Dios. La muerte de Jesús es una propuesta para que todos unidos participemos realmente de la nueva historia que surge de la cruz victoriosa.

Reflexión para hoy

La muerte ha sido el gran misterio que ha preocupado al ser humano a través de toda su historia. Porque aunque éste ha pretendido negar todas las verdades, sin embargo hay una que siempre le persigue y nunca ha podido rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los ateos más recalcitrantes se han atrevido a negar que ellos también han de morir.

Para el pagano la muerte era toda una tragedia; no tenían ideas claras sobre el más allá, por eso no obstante que admitían una existencia más allá de la tumba, dicha existencia estaba rodeada de oscuridad y enigmas. Además no todos admitían una vida después de la muerte porque ésta era un desaparecer total, el fin de todas las esperanzas, la frustración de todos los anhelos. Los mismos judíos aceptaban la resurrección pero la dilataban hasta el fin de la historia.

Para los discípulos la situación era muy desalentadora; ellos esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias del reinado de David y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron como la espuma. Esa sensación de desaliento está claramente expresada en uno de los discípulos de Emaús:

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Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; más con todo, van ya tres días desde que sucedió esto. (Lc 24,21)

La muerte de Jesús había sido un acontecimiento trágico; sus enemigos habían logrado lo que querían: quitarlo de en medio; los fariseos, porque había desenmascarado su hipocresía, los sacerdotes porque había denunciado la vaciedad de un culto formalista; los saduceos porque había refutado la negación de la resurrección; los ricos porque les había echado en cara la injusticia de sus actuaciones; los romanos porque pensaron que era un sedicioso.

Jesús murió abandonado por todos; sus discípulos huyeron, los judíos lo despreciaban; el Padre se hizo sordo a su clamor; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor; el poder sobre la debilidad de un hombre; la tinieblas sobre la luz; la muerte sobre la vida. Aquella tarde cuando las tinieblas cayeron sobre el monte Calvario parecía que todo había terminado y los enemigos de Jesús podían por fin descansar tranquilos.

Pero he aquí que en lo más profundo de los acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor.

Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero esto no significa que podamos cruzarnos de brazos y contentarnos con enseñar que la muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia de los crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo contra la injusticia porque no solo condena la explotación de los oprimidos, sino que nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido.

Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.

Jesús sigue muriendo en nuestros barrios marginados, en los soldados y guerrilleros que yacen en las selvas, en los secuestrados y prisioneros, en los enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos toca hacer que se grito de desesperación que Jesús pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Siendo el evangelio de hoy todo el relato de la Pasión según san Lucas, pueden ser muchos los episodios de la serie «Un tal Jesús» que podrían ser escuchados. Puede elegirse en la página habitual: www.untaljesus.net

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, que se titula «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión y su audio puede recogerse en www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=180085 Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.

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Recomendamos: "¿Cómo predicar hoy la cruz de nuestro Señor Jesucristo?", de Leonardo Boff, en "Pasión de Cristo, pasión del mundo" (ediciones en Sal Terrae de España, Indoamerican Press de Bogotá 1978, original portugués en Vozes, Petrópolis 1977). Es un texto corto que se presta muy bien para una reunión de estudio o reflexión del grupo bíblico o de toda la comunidad. Está disponible en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, RELaT, nº 217: servicioskoinonia.org/relat/217.htm

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VVIIGGIILLIIAA PPAASSCCUUAALL

Génesis 1,1−2,2: Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno Salmo responsorial 32 La misericordia del Señor llena la tierra Segunda lectura: Rom 6,3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más Salmo responsorial: 117: Aleluya, aleluya, aleluya Mt 28,1-10: Ha resucitado y va por delante de ustedes a Galilea VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA Gen 1, 1: La creación Sal 103: Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra Gn 22, 1-18: El sacrificio de Isaac Salmo 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti Ex 14, 15 – 15, 1: Paso del Mar Rojo Interleccional: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18: Cantaré al Señor, sublime es su victoria. Is 54, 5-14: Las aguas del diluvio no volverán a cubrir la tierra Salmo 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado Is 55, 1-11: Venid por agua, trigo, vino y leche de balde Interleccional: Is 12, 2-3.4.5-6: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación Bar 3, 9-15.32 - 4,4: Escucha, Israel, mandatos de vida Salmo 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna Ez 36, 16-28: Derramaré sobre vosotros un agua pura Salmo 41: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío Rom 6, 3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más Salmo 117: Aleluya, aleluya, aleluya

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Mt 28, 1-10: Resurrección de Jesús según san Mateo

La vigilia pascual se inicia con la experiencia del fuego nuevo, y la luz que con este

fuego va iluminando poco a poco el recinto sagrado. Nuestra historia ha sido una historia de tinieblas y de muerte, una historia que parece no poder ver un camino de salida. Pero de la tumba vacía surge la luz, de la muerte surge el fuego-luz que anuncia que podemos creer en la vida, que podemos encontrar el camino en medio de la oscuridad, que la muerte no es la última palabra para el hombre. Por el fuego nuevo, por la luz del Cirio Pascual, por la luna llena que ilumina el firmamento en esta noche pascual, empezamos a experimentar en nuestra vida las consecuencias de la Resurrección de Jesús.

Las lecturas nos conducen desde la experiencia de la creación hasta la tumba vacía, porque Resurrección es agradecer los hermosos dones gratuitos de Dios que rodean nuestra existencia. Es vivir como el pueblo de Israel, la experiencia de la salida de la esclavitud a la libertad, una experiencia que pasa por el contacto con el agua del Mar Rojo y para nosotros por la de las aguas bautismales; un camino guiado por la columna de fuego y por la nube que conduce a Israel de la experiencia de muerte a la de la vida.

La Bendición del fuego nuevo

En medio de las tinieblas del pecado y de la muerte, la bendición del fuego nuevo tiene como finalidad proporcionar la llama para encender el cirio pascual, que representa a Cristo Resucitado. A medida que el cirio avanza se va iluminando el templo, y de la llama del cirio se van encendiendo las velas de los presentes en el templo; se disipan las tinieblas cuando se propaga la salvación a partir del Resucitado. El Cirio Pascual permanecerá todo el año en el templo, como símbolo memorial de la celebración pascual.

La proclamación de la Resurrección

El canto del Pregón pascual (Exultet), es el punto culminante de la liturgia de la luz. En él se proclama la propagación de la luz en el mundo que disipa las tinieblas del pecado, guía a los hebreos en la salida de Egipto, vuelve a los hombres a la gracia, devuelve la inocencia a los caídos y a los tristes la alegría, destierra los odios, prepara la concordia y doblega el orgullo.

La Liturgia de la Palabra

Las diferentes lecturas del Antiguo Testamento permiten contemplar a través de la historia de Israel cómo se ha propagado la luz salvífica desde la creación. Estas lecturas nos recuerdan también que la historia de la salvación es nuestra propia historia y exhortan al compromiso de todos y cada uno con esta historia.

Primera lectura: Génesis 1,1-2,2a: La Creación

El primer relato de la creación

Toda la creación es la obra del amor de Dios Padre que quiso preparar para el hombre un lugar hermoso y adaptado a su dignidad de imagen de Dios. Al ser humano le corresponde el compromiso de continuar y conservar esta creación.

Desde nuestra sensibilidad ecológica actual, esta lectura debería asumir de alguna manera toda la inabarcable visión que la ciencia nos ha dado sobre la naturaleza. Una buena

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proyección, que recorra las etapas del desarrollo de la cosmogénesis (hay muchos, y fácilmente localizables en internet) puede reemplazar con ventaja la simple proclamación oral de esta lectura. También, se puede sustituir, con ventaja, debidamente justificada la sustitución ante el público, por la lectura de la página neobíblica «Génesis 1, narrado hoy», de Manuel Gonzalo (http://servicioskoinonia.org/neobiblicas/articulo.php?num=022).

Segunda lectura: Génesis 22,1-18: El Sacrificio de Isaac

La lectura de la salvación de Isaac nos coloca frente a las exigencias de la experiencia de fe de Abraham: aceptar que sólo Dios sabe cómo dirige la historia de salvación. De la misma manera que para el pueblo de Israel, para nosotros nuestra historia se funda única y exclusivamente en la voluntad de aquél que libremente dispone de la historia, y en virtud de esa libertad dejó vivir a Isaac.

Tercera lectura: Éxodo 14,15-15,1 El Paso del Mar Rojo

Los israelitas eran esclavos en Egipto, eran un pueblo sometido a otro pueblo. Pero Dios vio la miseria y las penalidades del pueblo, escuchó sus clamores y le abre un camino de salvación al pueblo esclavo y salva a Israel del poder del faraón.

Cuarta lectura: Isaías 54,5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor

El Profeta Isaías nos describe con bellas figuras una vida nueva, esa nueva creación que Dios Padre llevó a su plenitud en su Hijo Jesús Resucitado.

El canto del Gloria

La alegría de la comunidad por la resurrección del Señor se expresa con el himno del Gloria, himno de acción de gracias que el pueblo entona al mismo tiempo que resuenan las campanas del templo y vuelve a escucharse la música. Con el canto de los ángeles estamos confesando que Jesús, el Mesías que fue crucificado, sigue viviendo porque fue resucitado por Dios quien lo ha glorificado por siempre.

Epístola, Romanos 6,3-11: Cristo, una vez resucitado ya no muere más

En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos enseña que por el bautismo también el cristiano pasa de la muerte a la vida. Ese misterio pascual de Jesús, misterio de muerte y resurrección es nuestro propio misterio, porque el cristiano, mediante el bautismo, está muerto al pecado y vivo para Dios. En Cristo Jesús el cristiano vive el misterio de Cristo muerto y resucitado cada día en los momentos de tristeza y gozo, de enfermedad y salud, cuando pecamos y sentimos que Dios Padre nos acoge con misericordia. Lo vivimos especialmente en los sacramentos. Cada sacramento que recibimos es una reactualización del misterio Pascual, y esto lo vemos muy clara en el texto de Romanos que acabamos de escuchar.

Salmo 117,1-2.16-17.22-23

Sólo sentimientos de gratitud a Dios se experimentan al considerar su obra en Jesucristo. La piedra angular del templo de Jerusalén reconstruido, fue piedra de escándalo. Ahora un universo nuevo construido sobre la piedra angular, Cristo, se ha establecido el día en que Jesús resucitó.

Evangelio: Lucas 24,1-12: No está aquí, ha resucitado.

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La narración de la tumba vacía del Evangelio de Lucas pone en la boca de los ángeles vestidos de blanco, el significado de la Resurrección de Jesús para las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana, y para todos nosotros: no podemos buscar a Jesús entre los muertos, porque está vivo, en medio de nosotros. Sólo nos corresponde descubrir el rostro de Jesús en las miles de personas que pasan por la calle, en los niños tristes y desnutridos, en las mujeres que necesitan un trozo de pan para ellas y sus hijos; en el hombre maloliente que está a nuestro lado en el templo, en todos los hombres y mujeres que por diferentes caminos buscan a Jesús.

La tumba vacía no es una prueba de la resurrección de Jesús, sino la pregunta que sólo tendrá respuesta cuando se logre vivir la experiencia de Jesús resucitado.

Los apóstoles no creyeron en lo que las mujeres les narraron. Entre los judíos las mujeres no eran personas creíbles: mucha mujer, mucha mentira, se afirmaba entre los judíos. Mientras habían vivido la experiencia de Jesús vivo, Pedro comprueba que la tumba está vacía, se asombra, pero no ha logrado vivir la experiencia pascual.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» (http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/) de los hermanos López Vigil, en el capítulo 124. También el capítulo 123 sirve.

La liturgia bautismal

¿Qué mejor ocasión para ser incorporados a Cristo y para hacer memoria de nuestra incorporación a él, que la vigilia pascual? La Vigilia Pascual es también celebración bautismal: celebramos los bautismos, renovamos las promesas bautismales.

En este momento tenemos que tener en la mente la mejor explicación del bautismo, que se pueda dar, la que nos ofrece el apóstol Pablo en la epístola a los romanos que se ha leído en la liturgia de la Palabra en la vigilia. San Pablo nos enseña que ser bautizados significa pasar con Cristo de la muerte a la vida y señala las consecuencias éticas de esta conformación con el destino histórico de Cristo: si hemos muerto con Cristo, ya no debemos pecar más, porque hemos entrado en una nueva vida.

La liturgia eucarística

Con los sentimientos de alegría que nos embargan, compartimos la Eucaristía, por medio de la cual realizamos el mandamiento que recibimos del Señor de hacer memoria de él: Haced esto para recordarme.

El recuerdo que ahora hacemos de Jesús, el Señor, no consiste en la pura evocación de una historia perdida en el pasado. Recordar ahora significa para nosotros hacer la experiencia de la vida nueva: Jesús, aunque ha muerto, vive para siempre. Jesús, así resucitado, está vivo desde Dios, el Padre, en medio de todo el cosmos. Cada vez que compartimos este pan y esta copa, como hermanos, queremos comulgar con la vida que Él vive y que Él quiere también para todos para siempre.

En el hemisferio norte, al que pertenece el escenario de la vida histórica de Jesús, la primavera llega ahora a su plenitud: estamos en lo que se llama el equinoccio de la primavera. La celebración de la resurrección de Jesús tiene por eso sabor a primavera; a agua fresca; a retoños que revientan por todas partes en las plantas; y olor a flores de todos los colores. La naturaleza nos quiere regalar también ella la impresión de un mundo en el que comienza a germinar la vida nueva. La celebración de la resurrección de Jesús tiene lugar también en el día de la luna llena: es la fiesta de la luz.

Servicio Bíblico Latinoamericano

Con los cristianos de todos los tiempos queremos ver amanecer en esta fecha un mundo nuevo, que podrá hacerse realidad si nosotros asumimos el proyecto de Jesús de Nazaret, que es el evangelio. Dios es el fundamento de la permanencia de la vida aún desde la muerte, de una forma que no conocemos, y que no es expresable