SESIÓN 4: ENCONTRANDO EL AMOR VERDADERO

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1 Juan 4 Todos nosotros tenemos una profunda necesidad muy válida de amar y ser amados. Realmente, ésta es una de las búsquedas más intensas que experimenta el ser humano a lo largo de la vida. Muchos confundimos el enamoramiento con el amor verdadero, otros pensamos que el amor es que nos den o nos hagan sentir de cierta manera, y lo vemos en términos de lo que podemos lograr u obtener de otros. Hoy que vamos a estudiar el Capítulo 4 de 1 de Juan, se nos presenta la fuente verdadera del amor y nos da a conocer las pruebas y el fruto de ese amor. Para iniciar debemos mencionar que la Biblia habla de 4 tipos de amor: 1. El amor Storgé, palabra griega que es el fraternal que es el que se da en la familia. 2. El amor Eros, en griego que es el erótico que es el que sucede entre una pareja a nivel sexual. 3. El amor Phileo que es el amor al prójimo o 4. El amor Ágape que es el amor de Dios que llena todo más puro e incondicional que existe. Se refiere a un amor que nutre, generoso, consciente de sus deberes, un amor espiritual y profundo cuya prioridad es el bienestar del ser amado. Aquí hablaremos del amor Ágape. “Queridos amigos, sigamos amándonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.” 1 Juan 4:7-8 (NTV) Todo amor tiene su origen en el corazón del Dios que nos ama. El amor es un atributo, una característica de quien es Él. Cuando conocemos ese amor, nuestra vida tiene que ser transformada y saciada por Él. El amor nos hace sentir que valemos, que somos alguien. Éstos son pensamientos de gran valor, cuando surgen las dudas sobre si Dios es realmente un Dios amoroso. Los que no creen, miran el mundo y concluyen muy rápido que Dios no tiene poder, que es malo o es imaginario. En realidad, la evidencia parece abrumadora: ¿cómo puede haber un Dios amoroso ante el polio, el COVID, la diabetes, el cáncer, la SESIÓN 4: ENCONTRANDO EL AMOR VERDADERO

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1 Juan 4 Todos nosotros tenemos una profunda necesidad muy válida de amar y ser amados. Realmente, ésta es una de las búsquedas más intensas que experimenta el ser humano a lo largo de la vida. Muchos confundimos el enamoramiento con el amor verdadero, otros pensamos que el amor es que nos den o nos hagan sentir de cierta manera, y lo vemos en términos de lo que podemos lograr u obtener de otros. Hoy que vamos a estudiar el Capítulo 4 de 1 de Juan, se nos presenta la fuente verdadera del amor y nos da a conocer las pruebas y el fruto de ese amor. Para iniciar debemos mencionar que la Biblia habla de 4 tipos de amor:

1. El amor Storgé, palabra griega que es el fraternal que es el que se da en la familia. 2. El amor Eros, en griego que es el erótico que es el que sucede entre una pareja a nivel

sexual. 3. El amor Phileo que es el amor al prójimo o 4. El amor Ágape que es el amor de Dios que llena todo más puro e incondicional que

existe. Se refiere a un amor que nutre, generoso, consciente de sus deberes, un amor espiritual y profundo cuya prioridad es el bienestar del ser amado.

Aquí hablaremos del amor Ágape. “Queridos amigos, sigamos amándonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.” 1 Juan 4:7-8 (NTV) • Todo amor tiene su origen en el corazón del Dios que nos ama. El amor es un atributo, una

característica de quien es Él. Cuando conocemos ese amor, nuestra vida tiene que ser transformada y saciada por Él. El amor nos hace sentir que valemos, que somos alguien.

• Éstos son pensamientos de gran valor, cuando surgen las dudas sobre si Dios es realmente

un Dios amoroso. Los que no creen, miran el mundo y concluyen muy rápido que Dios no tiene poder, que es malo o es imaginario. En realidad, la evidencia parece abrumadora: ¿cómo puede haber un Dios amoroso ante el polio, el COVID, la diabetes, el cáncer, la

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guerra, el divorcio, la violación y el abuso sexual de menores? Dios, en verdad, preparó la respuesta más grande posible a toda la miseria humana, al desamor: ha encontrado una forma de permitirnos vivir en su mundo. Gratuitamente. Por medio de Jesús.

• Sigámonos amando unos a otros, porque el amor viene de Dios. La orden en sigan amándose. No es un evento, sino un proceso. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” Juan 13:35 (RVR1960) El amor estimula más amor, y así en el corazón humano, el odio se derrite, las heridas sanan, los resentimientos se olvidan, también los motivos de queja, se perdonan las ofensas, se comparte la esperanza, el vacío ya no existe y la soledad se alivia. “Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él.” 1 de Juan 4:9 (NTV) • Dios envió a su Hijo para tomar nuestra carne humana, humillarse a sí mismo y presentarse

como la propiciación por nuestros pecados, para que podamos vivir por medio de él. Cuanto más conscientes seamos de la misericordia que Dios ha tenido para con nosotros, más motivación tenemos para tener misericordia con las otras personas.

• Aquí Juan nos da la prueba de amor más grande un Dios infinito que da lo mejor de si para alcanzarnos, es un amor que se sacrifica que da, a pesar de que el objeto de su amor no merezca ese sacrificio.

“En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados. Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros.” 1 Juan 4:10-12 (NTV) Todos los que creen en Jesús han nacido de nuevo. Eso quiere decir que ahora el Espíritu Santo vive en ellos, y está generando pensamientos, palabras y obras de amor hacia otra gente. Cada vez que le mostramos amor a otra persona, le estamos diciendo a Dios, a la gente que nos rodea, y especialmente a nosotros mismos, que en realidad hemos nacido de nuevo, que el Espíritu está vivo en nosotros, que conocemos a Dios y que Él nos conoce.

Nadie ha visto a Dios cara a cara, pero la gente, desde luego puede ver su amor en acción en los actos que salen de nosotros. A la inversa, podemos suponer que la gente sin amor, también está sin fe. “Y Dios nos ha dado su Espíritu como prueba de que vivimos en él y él en nosotros. Además, hemos visto con nuestros propios ojos y ahora damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para que fuera el Salvador del mundo. Todos los que declaran que Jesús es el Hijo de Dios, Dios vive en ellos y ellos en Dios. Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor.” 1 Juan 4:13-16 (NTV) La prueba del amor de Dios en nosotros es que tenemos al precioso Espíritu Santo. No dependemos de nuestra propia capacidad para amar porque no es suficiente. En la persona del Espíritu Santo, Dios vive en nosotros y va a amar por medio de nosotros. Es interesante hacer un estudio en la Biblia de los lugares de morada de Dios, porque ahí se manifestaba su amor y presencia. En el principio, Dios tenía comunión con el hombre en forma personal y directa (Génesis 3:8), pero el pecado destruyó esa comunión. Fue necesario que Dios derramara sangre de animales para cubrir los pecados de Adán y Eva, de modo que pudieran volver a tener comunión con él. Una de las palabras claves del libro de Génesis es caminó. Dios caminó con los hombres, y los hombres caminaron con Dios. Enoc (Génesis 5:22), Noé (Génesis 6:9) y Abraham caminaron con Dios (Génesis 17:1; 24:40). Pero para la época de los eventos registrados en Éxodo, había tenido lugar un cambio: Dios simplemente no caminaba con los hombres, sino que vivía o moraba con ellos. El mandamiento de Dios a Israel fue: “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos” (Éxodo 25:8). El primero de esos santuarios fue el tabernáculo. Cuando Moisés lo dedicó, la gloria de Dios descendió y entró en la tienda (Éxodo 40:33–35). Dios moraba en el campamento, pero no lo hacía en el cuerpo de su pueblo. Pero esto cambio. Juan 1:14 nos dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria)”.

Ahora la gloria de Dios, vive en el cuerpo de los hijos de Dios. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19). Con este trasfondo, podemos entender mejor qué nos está diciendo 1 Juan 4:12–16. Dios es invisible (1 Timoteo 1:17), y ningún hombre lo puede ver en su esencia. Pero también la Biblia dice, que Jesús es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Jesús nos revela el amor de Dios al tomar un cuerpo humano. Pero Jesús ya no está más aquí sobre la tierra. ¿Cómo, pues, se revela Dios al mundo en este tiempo? Se revela a través de la vida de sus hijos. Los hombres no pueden ver a Dios, pero nos pueden ver a nosotros. Si permanecemos en Cristo, nos amaremos los unos a los otros y nuestro amor unos por otros, revelará el amor de Dios a un mundo necesitado. El amor de Dios será experimentado en nosotros y luego se expresará a través de nosotros. “Y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto. Por lo tanto, no tendremos temor en el día del juicio, sino que podremos estar ante Dios con confianza, porque vivimos como vivió Jesús en este mundo. En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios.” 1 Juan 4:17-18 (NTV) Es un amor, en el que podemos estar confiados. Hay amores tormentosos, me quiere, no me quiere, me hará daño, me dejó de amar... Pero podemos vivir como creyentes confiados en la seguridad del amor de Dios. Aquí se introducen dos palabras en el vocabulario de Juan: temor y castigo. ¡Y esto se les está escribiendo a los creyentes! ¿Es posible que los creyentes puedan vivir realmente en temor al castigo? Sí. Desafortunadamente, muchos creyentes experimentan día a día el temor al castigo. Y la razón es que no están creciendo en el amor de Dios. Un creyente que experimenta el perfeccionamiento del amor, crece en su confianza en Dios. Tiene un temor reverente de Dios y no miedo al castigo. En nuestro vocabulario español, hemos adoptado la palabra griega fobia para referirnos al temor. En los libros de sicología se enumera toda clase de fobias. Por ejemplo, arachnophonia (miedo a las arañas), claustrofobia (miedo a los lugares cerrados o pequeños), acrofobia, “temor a la altura” e hidrofobia, “miedo al agua”.

Juan está escribiendo acerca de la crisisfobia, el “temor al juicio”. Si la gente tiene miedo, se debe a que algo del pasado le persigue, algo del presente le molesta o algo del futuro le amenaza. O quizá sea una combinación de estas tres cosas. Un creyente en Cristo Jesús, no tiene que tener temor del pasado porque está perdonado, tampoco del presente, porque camina con Cristo, ni del futuro, porque ahí estará Cristo, y ha experimentado el amor de Dios, y este amor es perfeccionado en él día tras día. Pasado “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” Hebreos 9:27 (RVR1960). Pero un creyente no le teme al juicio futuro porque Cristo ha sufrido el juicio por él en la cruz. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” Juan 5:24 (RVR1960) “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.” Romanos 8:1a (RVR1960). El juicio para el creyente no es cosa del futuro, sino que pertenece al pasado. Sus pecados, ya han sido juzgados en la cruz y nunca se volverán a colocar en su contra. Pasado “En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.” 1 Juan 4:10 (NTV) Si Dios nos amó cuando estábamos fuera de su familia, desobedeciéndole, ¡cuánto más nos amará ahora que somos sus hijos! Presente No hay necesidad de que temamos al presente, porque “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18).

“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13 (RVR1960) “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1 Juan 2:1 (RVR1960) A medida que crecemos en el amor de Dios, dejamos de tener miedo a lo que Él hará. Desde luego, hay un “temor de Dios” correcto, pero esta no es la clase de temor que produce castigo. “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Romanos 8:15 (RVR1960) “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” 2 Timoteo 1:7 (RVR1960) “Nos amamos unos a otros, porque él nos amó primero. Si alguien dice: «Amo a Dios», pero odia a otro creyente, esa persona es mentirosa pues, si no amamos a quienes podemos ver, ¿cómo vamos a amar a Dios, a quien no podemos ver? Y él nos ha dado el siguiente mandato: los que aman a Dios deben amar también a sus hermanos creyentes”. 1 Juan 4:19-21 (NTV) Vuelve a enfatizar que el amor que Dios nos dio, y así nosotros debemos dar de ese amor a los demás. “Él nos amó primero.” Es un gran alivio saber eso cuando Dios nos ordena amar a otros (a pecadores, que no lo merecen), no tenemos que producir ese amor completamente por nosotros mismos; sólo tenemos que recoger, usar y desarrollar lo que ya está allí. Dios no está diciendo: “¡Vengan y tengan amor!” Sólo espera que usemos lo que tenemos. El Espíritu que nos ha convertido ha dejado un depósito de su amor en nuestro corazón, y cuanto más damos, más recibimos nuevamente del Espíritu. Es un gran consuelo saber que no tenemos que salvarnos a nosotros mismos, regenerar nuestros propios corazones muertos, transformar nuestras mentes hostiles, subir hasta donde está Dios, ni ganar su aprobación. ¡Dios ha tomado la iniciativa en todo! ¡Él nos ha dado las habilidades que espera que usemos! Dios no está ordenando lo imposible. Es natural, hasta automático, que cuando la gente crece en la conciencia del amor de Dios por ella, aumenta el deseo de mostrar amor a otra gente. “Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros” (versículo 16).

El amor de Dios es diferente del de Hollywood. La televisión y las películas presentan el amor, como una fuerza emocional misteriosa a la que simplemente se responde y se tiene que obedecer. Cuando esa fuerza misteriosa se desvanece, ya no se necesita sentir ningún vínculo con otra persona ni sentirse obligado a ella. El amor de Dios es más una decisión de la mente, que una reacción emocional. Es cerebral, no glandular. Jesús quiso tomar nuestra carne, pero no porque le encantó la idea de nacer en un pesebre. Jesús decidió hacer una propiciación por nuestros pecados, pero no porque quería experimentar los clavos y las espinas. Un pastor cristiano dijo una vez: “El amor piadoso es la voluntad de incomodarse uno mismo, para proporcionarle algún beneficio a otra persona.” Con las palabras fuertes e inflexibles del versículo 20, Juan regresa a otro tema clave de su libro: hay una conexión invisible entre la fe real y las acciones amorosas; ninguno de ellos existe sin la otra. Nadie puede amar a Dios si el odio a su hermano lo está consumiendo. Es muy fácil fingir que se ama diciendo de vez en cuando las cosas debidas. Pero eso no es más que palabras; las obras son la realidad. El hecho es que la forma de tratar a otra persona (a quien se puede ver) demuestra lo que realmente se piensa de Dios (a quien no se puede ver).

Preguntas para dialogar 1 de Juan 4:9 (NTV) dice: “En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados”.

• ¿Qué piensas acerca del siguiente enunciado? “Aquí, Juan nos da la prueba de amor más grande, un Dios infinito que da lo mejor de sí, para alcanzarnos. Es un amor que se sacrifica, que da a pesar de que el objeto de su amor no merezca ese sacrificio”

Para orar: Dios, tu amor nunca cambia, ya nos has mostrado tu amor al enviar a Jesús a morir por nosotros. Hoy y por la eternidad podremos seguir disfrutándolo. Muchas gracias. En el nombre de Jesús. Amén.

Para hacer: Memoriza el versículo de hoy. 1 de Juan 4:9 (NTV) dice: “En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados”.

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