Severo Sarduy: extenuación, enfermedad y muerte neobarroca - Sergio Villalobos-Ruminott

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Los esfuerzos para determinar el rol de la li-teratura en el mundo actual están frecuente-mente relacionados con el cuestionamientode su histórica función, comprendiéndolacomo institución y práctica de produccióncultural.

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    Cunto tiempo ha durado la anestesia, que llaman los hombres? Ciencia de Dios, Teodicea! Si se me echa a vivir en tales condiciones, anes-tesiado totalmente, volteada mi sensibilidad para adentro! Ah doctores de las sales, hombres de las esencias, prjimos de las bases! Pido que se me deje con mi tumor de conciencia, con mi irritada lepra sensitiva, ocurra lo que o curra, aunque me muera! Dejadme dolerme, si lo queris, mas dejadme despierto de sueo, con todo el universo metido, aunque fuese a las malas, en mi tempe-ratura polvorosa.En el mundo de la salud perfecta, se reir por esta perspectiva en que padezco; pero, en el mismo plano y cortando la baraja del juego, percute aqu otra risa de contrapunto.

    Csar Vallejo

    Heredero es el que descifra, el que lee. La heren-cia ms que una donacin es una obligacin de hermenutica.

    Severo Sarduy

    Introduccin

    Los esfuerzos para determinar el rol de la li-

    teratura en el mundo actual estn frecuente-

    mente relacionados con el cuestionamiento

    de su histrica funcin, comprendindola

    como institucin y prctica de produccin

    cultural. De tal forma, la literatura es inte-

    rrogada segn un double-bind. Por un lado,

    su valoracin estara relacionada con las

    potencialidades emancipatorias y crticas

    que habran caracterizado al imaginario

    moderno; pero, por otro lado, su funcin

    o rol ideolgico, mediador o, simplemente,

    interpelador, en la conformacin de un

    estamento de poder, burocracia o ciudad

    letrada, resultara innegable. Si esto es as,

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca

    Sergio Villalobos-RuminottUniversidad de Arkansas, Fayetteville

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    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    la literatura pareciera estar llegando a su

    n. Una suerte de agotamiento radical de

    su moderno potencial gurativo se hace

    innegable en momentos en que el poder

    pareciera articularse y operar con pres-

    cindencia absoluta de su otrora funcin

    mediadora, y en momentos en que la ima-

    ginacin moderna pareciera comparecer a

    una forma ms o menos estandarizada de

    representacin tecno-antropomrca. Ah

    donde el poder se expresa en la desnudez de

    su condicin actual, lo que segn la actual

    estrategia de seguridad norteamericana se

    ha caracterizado como doctrina de guerra

    preventiva, el rol persuasivo, educativo o

    simplemente informativo que se esperaba

    de la institucin literaria, habra quedado

    remitido a un segundo plano. El n de la

    literatura sera tanto el n de su promesa

    crtica y emancipatoria, como el n de su

    funcin ideolgica o persuasiva.

    El caso de la literatura latinoamericana, sin

    duda, resulta ejemplar. La llamada ciudad

    letrada, ya sea como categora histrico

    descriptiva de unas determinadas con-

    guraciones de saber-poder, ya sea como

    metfora de las relaciones entre literatura y

    Estado en Amrica Latina, indudablemente,

    est siendo afectada de manera dramtica

    por los procesos de des-territorializacin

    y des-referencializacin asociados con la

    globalizacin econmico-poltica y cultu-

    ral que viene desplegndose, de manera

    cada vez ms obvia, desde los aos 60s. La

    temprana elaboracin de este anlisis por

    ngel Rama (La ciudad letrada, 1984),

    esboza un cuestionamiento del papel de la

    literatura latinoamericana, y de la prctica

    letrada en general, en la conformacin del

    estamento de poder, en el periodo colonial,

    y del Estado y su consiguiente burocracia,

    en el periodo contemporneo. Sin em-

    bargo, como dispositivo de anlisis esta

    nocin va ms all del inacabado anlisis

    de Rama, pudiendo establecerse vnculos

    con el temprano enfoque de Jos Antonio

    Maravall sobre el barroco espaol (La

    cultura del barroco, 1975), e incluso con

    John Beverley y su alegato crtico contra la

    literatura (Against Literature, 1993). Recien-

    temente, Julio Ramos (Desencuentros de la

    modernidad en Amrica Latina, 1989) ha

    realizado un anlisis cercano al de Rama,

    pero ms sustantivo en sus matices hist-

    ricos y sociolgicos, donde se estudian los

    procesos de formacin del campo literario,

    su autonomizacin y profesionalizacin, y el

    consiguiente desarrollo del Estado nacional,

    las polticas modernizadoras y el periodismo

    en la regin, en el siglo XIX. En funcin de

    un enfoque ms reciente, sobre las conse-

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    cuencias del proceso de globalizacin en la

    literatura latinoamericana contempornea,

    y sobre lo que se caracteriza como declive y

    cada de la ciudad letrada, est el muy til

    y panormico libro de Jean Franco: Decline

    and Fall of the Lettered City (2002).

    Sin embargo, a pesar de la indiscutible per-

    tinencia de tales enfoques y de su utilidad

    para nuestra interrogacin, debemos ser

    muy claros en sealar algunas diferencias

    con ellos. En primer lugar, nuestra interro-

    gacin no intenta remitirse al panorama ge-

    neral de la literatura latinoamericana tal cual

    sta es presentada dentro de los lmites de los

    llamados estudios de rea metropolitanos.

    En segundo lugar, nuestro anlisis no realiza

    una rigurosa consideracin sociolgica sobre

    las relaciones entre prctica literaria y poder,

    sino que, suponiendo este anlisis como

    piso mnimo, quisiera aproximarse a un

    preguntar no sociolgico por el espacio litera-

    rio en la actualidad. Vale decir, sin intentar

    contradecir los anlisis sobre el agotamiento

    de la literatura, de su oferta de sentido y de

    su funcin ideolgica, nos interesa un tipo

    de potencialidad que escape al double-bind

    que habra caracterizado a los enfoques cr-

    ticos tradicionales. Por ltimo, el potencial

    gurativo al que intentamos aproximarnos

    no slo exige abandonar el doble vnculo de

    la tradicin crtica y universitaria moderna,

    sino que exige una consideracin que escape

    a las coordenadas humanistas de traduccin

    del evento literario en la trama de sentido

    cultural.

    Escapar a este double-bind es no quedar pre-

    so de ninguno de los de los siguientes juicios

    ejemplares: La literatura es una prctica

    cultural que reeja, expresa o representa,

    de modo alegrico y/o subversivo, las con-

    tradicciones entre primer y tercer mundo,

    entre centro y periferia o, El n de la lite-

    ratura hace posible pensar, de manera ms

    realista, en otros problemas, que la literatura

    fue incapaz de pensar, impidindonos, a su

    vez, atender a su gravedad. Pues en ambos

    juicios todava opera una reduccin del

    espacio literario a las coordenadas de una

    facultad mimtica testimonial o, alterna-

    tivamente, a una facultad mimtica expre-

    siva, relacionada con la hiper-produccin

    figurativa, significante y textual. Como

    consecuencia de este xodo crtico, el texto

    literario se nos presenta divorciado de los

    nfasis estilsticos, generacionales o comu-

    nitarios con los que se tiende a producir su

    lectura estndar.

    En un sentido complementario, algo si-

    milar puede constatarse al confrontar las

    mltiples manifestaciones de la llamada

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    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    literatura neobarroca en Amrica Latina.

    Efectivamente, aquella asociada a las obras

    ms recientes, pareciera poner en entredicho

    la proliferacin de su momento de fulgor,

    mostrndonos un reverso caracterizado por

    el agotamiento de los nfasis modernistas

    tan caros a la imaginacin literaria del

    siglo XX: yo dira dice Borges que es

    barroca la etapa nal de todo arte, cuando

    ste exhibe y dilapida sus medios (Borges

    [1954] 1994, 2911). Pruebas de ello nos

    dan: 1) el permanente recurso a los tropos

    de la enfermedad, la muerte, la precariedad

    y la pobreza, 2) el minimalismo narrativo

    del llamado post-Boom o realismo sucio

    contemporneo, 3) la renuncia a la com-

    prensin alegrico-identitaria de la funcin

    social del texto, y 4) la desarticulacin entre

    Estado y Universidad (literatura y nacin)

    en una nueva cosmopoltica marcada por la

    virtualidad y la visualidad post-hegemnica

    o post-letrada, que exime al texto de cumplir

    la clsica funcin de conguracin de los

    lmites de la comunidad nacional (Imagined

    Communities) y del sujeto soberano (correla-

    to literario del abstracto sujeto del derecho

    burgus). En este contexto, la eventualidad

    y pulsin poltica de la prctica literaria,

    no teniendo ya una funcin que incentive

    y justique sus mpetus modernistas, se

    muestra como intil actividad sin valor

    social. Ah mismo, preguntar por la litera-

    tura barroca, conlleva habitar el incmodo

    espacio abierto por escrituras que proliferan

    sin una autorizada existencia cvica.

    En lo que sigue, elaboraremos una lectura de

    Pjaros de la Playa ([1993] 1999), la ltima

    novela de Severo Sarduy, bajo este horizon-

    te. En dicha novela, el cosmlogo, personaje

    autogrco de Sarduy, est muriendo. Su

    padecimiento debilita cualquier emanatis-

    mo, desiste de los nfasis productivistas de

    la retombe escritural y postra en el lecho de

    muerte las andanzas del Seor Barroco. El

    cosmlogo sufre de una lucidez materialis-

    ta, para la que cualquier excusa, cualquier

    medicina, resulta parte de la enfermedad.

    Y, sin embargo, su guracin da testimonio

    de una sui generis relacin entre literatura y

    muerte, en la que la literatura no se opone a

    la muerte, sino que interrumpe su determi-

    nacin. En tanto guracin literaria, es una

    interrogacin de la biopoltica contempor-

    nea, es decir, de un poder que se ejerce ya

    no como administracin de la enfermedad,

    sino como disposicin de la muerte y su

    eventualidad. Dicha interrupcin se expresa

    como desistencia, es decir, como abandono

    de los nfasis gurativos y metafricos que

    le aseguraron a la literatura regional su tan

    reivindicada especicidad barroca2. El n

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    del texto en / de Sarduy es, tambin, el mo-

    mento de dilapidacin y extenuacin de una

    literatura puesta al servicio de la ilustracin

    cultural y del orden social.

    Neobarroco y extenuacin

    Nuestro intento por leer a Severo Sarduy, en

    tal caso, no debe confundirse con un elogio

    hoy por hoy tardo de los aspectos des-

    territorializadores y emancipatorios que su

    obra tendra, toda vez que en ella se expresan

    las claves culturales y las tendencias genera-

    les de la literatura regional, alimentndose

    de sus referencialidades y ejercindose en

    espaol, pero a la vez, afectada por la escena

    terica internacional asociada con el post-

    estructuralismo o el psicoanlisis lacaniano.

    En tal sentido, nuestra lectura intenta

    distanciarse de la operacin de traduccin

    cultural del texto literario, en la que los

    nfasis vienen dados por una determinada

    guracin antropomrca, como tambin,

    de la sobre-valoracin de las potencialidades

    diseminantes, productivas y gurativas, que

    esta obra, en cuanto expresin neobarroca

    de la literatura latinoamericana, tendra3.

    Las novelas de Sarduy pueden ser vistas

    como irrupcin de un cierto tipo de ima-

    ginacin ya no reducible, fcilmente, a los

    criterios de lectura antropomrfica que

    caracterizan a gran parte de la crtica literaria

    contempornea. Es decir, su presentacin

    de los personajes y el alambicamiento de

    sus tramas des-familiariza los cdigos de

    representacin comunitarios, tanto de la

    crtica universitaria, como de la comuni-

    dad nacional o regional. Hay, al menos,

    cinco novelas en las cuales este proceso es

    evidente: Cobra (1972), Maitreya (1978),

    Colibr (1984), Cocuyo (1990) y Pjaros

    de la playa (1993). Pero tambin su poesa

    como sus textos crticos y ensayos resultan

    de innegable pertinencia. En cualquier caso,

    remitiremos nuestras observaciones a la

    menos explorada de sus obras noveladas, P-

    jaros de la playa, pues en ella se hace posible

    leer Sarduy a contrapelo de los crticos que

    enfatizan aspectos desterritorializadores,

    hiper-productivos y deseantes asociados

    con operaciones de transguracin y meta-

    morfosis de sus personajes, abundantes en

    las obras anteriores y tambin, por cierto,

    en esta ltima.

    En principio, podra sostenerse que a

    pesar de que Sarduy residi en Francia

    desde 1960, su presencia en los debates

    literarios y crticos latinoamericanos ha

    sido permanente. En 1987 aparecieron

    dos libros fundamentales dedicados a su

    obra, se trata de La estrategia neobarroca de

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-RuminottSevero Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

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    Gustavo Guerrero y de La ruta de Severo

    Sarduy de Roberto Gonzlez Echeverra.

    Desde este momento, la presencia de Sar-

    duy en la conformacin del mapa literario

    regional y cubano se ha hecho central, no

    faltando crticos que lo ubican en un lugar

    de privilegio en el llamado post-Boom. En

    1999, la Coleccin Archivos de la UNESCO

    public dos tomos con sus obras completas,

    edicin crtica a cargo de Gustavo Guerrero

    y Franois Wahl4. La importancia de esta

    ltima publicacin estriba no slo en la per-

    tinencia de los criterios que estn en la base

    del trabajo crtico-gentico que caracteriza

    a esta coleccin, si no que tambin y por

    primera vez, porque se presenta una versin

    rigurosa y detallada de las obras de Sarduy,

    muchas de las cuales son difciles de hallar.

    Junto con ello, la edicin Archivos presenta

    lecturas crticas de los textos, historia de la

    recepcin de la obra y cuadros cronolgicos

    y bibliogrcos de invaluable utilidad.

    Adelantemos nuestro cometido respondien-

    do a la pregunta quin es Severo Sarduy?

    Obviamente la respuesta no puede ser de

    ndole biogrca, no slo porque l mismo

    se habra encargado siempre de borrar

    cualquier referencialidad biogrca como

    criterio de interpretacin de su obra5, sino

    porque en Sarduy se deja leer una escena

    crucial para la literatura en general. Como

    mnimo, determinar quin es Sarduy sera

    elucidar su lugar en la literatura latinoame-

    ricana, tanto cubana como regional, porque

    los contextos nacionales y continentales

    han sido los lugares tradicionales de inscrip-

    cin e interpretacin de esta literatura. Sin

    embargo, si esta es una petitio principi de

    la operacin crtica, con sus trabajos, esto

    resulta en extremo difcil, tanto porque

    se trata de una obra cuya relacin con la

    problemtica histrico-cultural de la re-

    gin (su elaboracin del neo-barroco y su

    relacin con Jos Lezama Lima) es oblicua

    y soterrada; como tambin porque se trata

    de una escritura en s misma sui-generis, no

    remisible a alguna generacin o a alguna

    economa de signicacin alegrico-nacio-

    nal. Si esto ya presenta agudos problemas

    para el trabajo crtico, todava debera

    destacarse la paradoja que encierra el hecho

    de que un autor cuyo nfasis gongorino en

    la catacresis como tropo de arruinamiento

    denitivo de la representacin, sea comen-

    tado masivamente, recurrindose en tales

    comentarios, a operaciones figurativas

    referenciales, alegricas o de formacin y

    recuperacin identitaria. En este sentido,

    La ruta de Severo Sarduy de Gonzlez

    Echeverra, termina siendo un muy notable

    ejemplo del contrasentido interpretativo

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    al que se llega cuando se subsume el texto

    y su dislocante economa de sentido a los

    imperativos de una lectura obviamente

    normativa.

    Sin embargo, desechar el psicologismo y

    la interpretacin biogrca en este caso,

    no puede confundirse con una supuesta

    conformidad con respecto a la crtica que

    exagera los procesos de guracin emana-

    tivos que surgen de la sintaxis a-gramatical,

    de la complejidad de las tramas y los perso-

    najes en las obras del cubano. En particular,

    Pjaros de la playa es, en la atipicidad de

    su escritura, la ms atpica de sus novelas.

    Fue escrita en momentos terminales de su

    enfermedad, justo antes de morir de SIDA,

    y en ella Sarduy cruza permanentemente

    referencias a sus obras anteriores, como si

    la enfermedad fuese un momento ptimo

    de evaluacin de su ruta, con descripciones

    en primera persona de la enfermedad y el

    desfallecimiento. Podra aventurarse que

    l no slo est enfrentando sus ltimos

    das, sino que tambin revisando cierto

    tono emanativo que habra caracterizado

    tanto su obra novelstica anterior como

    gran parte de la crtica referida a ella. Para

    decirlo de manera directa, nuestro inters

    en la novela est marcado por el intento

    de extender su crtica al antropomorsmo,

    que sera una de las caractersticas centrales

    de su obra anterior, hasta los connes de

    una inadvertida hipstasis de la nocin de

    cuerpo, deseo o produccin, con las que se

    recupera su literatura. Despus de todo, esta

    inadvertida hipstasis sigue siendo parte

    central de una tradicin de pensamiento

    (sensualismo, vitalismo, emanatismo) to-

    talmente antropomrca.

    En tal sentido, la pregunta por el potencial

    gurativo en la obra de Sarduy no debe

    entenderse como una bsqueda de las

    claves que le haran parte de un momento

    tardo-modernista, de experimentalismo

    lingstico o de des-familiarizacin refe-

    rencial. Si bien es posible argumentar que

    una de las especicidades de su escritura

    est en el proceso de des-humanizacin

    de los personajes, proceso que interrumpe

    la conversin de la trama en contexto cul-

    tural, y del personaje en sujeto; tambin

    es posible argumentar y este es nuestro

    cometido que la importancia de su lti-

    ma novela estriba en hacer patente como

    tal guracin que torna los personajes,

    mediante una descripcin que los meta-

    morfosea e indiferencia constantemente,

    hacindolos devenir des-sexuados, apelando

    a inexiones zoomrcas y a intempestivos

    cruces adjetivales, tambin llega a su n,

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

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    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    entendiendo tal n como comparecencia

    de la guracin literaria a la extenuacin

    producida por la enfermedad.

    Por ltimo, determinar el lugar de Severo

    Sarduy, de su obra, y con ello, de su ltima

    novela, no slo es un trabajo que excede los

    criterios biogrcos, historiogrcos o so-

    ciolgicos con los que sta podra clasicar-

    se. La particularidad del momento actual,

    tal cual hemos sugerido, no slo se debe a

    un cierto agotamiento del doble vnculo

    valorativo con el que se ley y comprendi

    la literatura moderna, sino que, adems,

    nos deja en un impasse respecto del cual no

    habra ninguna necesidad de tratar a Sarduy

    como exponente de un campo acotado

    geogrca (literatura latinoamericana) o

    institucionalmente (estudios de rea). Si se

    quiere, la presentacin de la enfermedad,

    en su ltima novela, converge con una

    experiencia generalizada de extenuacin y

    desfallecimiento de las claves emancipato-

    rias, gurativo-antropomrcas, y estticas

    del pensamiento moderno occidental. Con

    el desfallecimiento literario del cosmlogo

    en la novela, como con la novela misma,

    se hace posible pensar de manera distinta

    la prctica escritural, y nuestro cometido

    ser el de habitar en esta posibilidad. Pero,

    entonces qu es lo que desfallece?...

    La novela de Sarduy

    Antes, sin embargo, indiquemos unos m-

    nimos antecedentes de esta lectura: desde

    los leprosos en Carpentier o Roa Bastos,

    hasta el tumor lezamiano o el tumor de

    conciencia de Vallejo, la experiencia de

    extenuacin producida por la enfermedad

    ha implicado una suerte de interrupcin

    reexiva del curso habitual de la trama,

    mostrando la impotencia no slo de un

    pueblo enfermo (brbaro o incivilizado), sino

    tambin la sustraccin del pensamiento a la

    lgica establecida de la historia, como salud

    y progreso. Funes, el memorioso, tambin

    est postrado, enfermizo, desistiendo, en su

    claridad tormentosa, de los nfasis vitalistas

    de la economimesis moderna. Minimalismo

    y precariedad, fragilidad y caresta aparecen

    como interrupciones del productivismo

    moderno. Tambin la nordestina, seudo-

    personaje de La hora de la estrella de Cla-

    rece Lispector (1984), en cuanto precaria

    guracin de la pobreza (equivalente al

    naufrago de Dittborn), desactiva el relato

    heroico y redentorista del realismo literario

    engaged y nos muestra un minimalismo

    que indigesta el banquete del culturalismo

    latinoamericano (ese que va desde la raza

    csmica y la antropofagia hasta el elogio

    de la hibridez como sntesis cultural a

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    la carta). Obviamente, no cabe ac un

    trabajo sostenido con estos y otros lugares

    de pensamiento, pero sirvan ellos entonces

    para abonar una lectura acotada a la novela

    de Sarduy. Con ella algo o alguien muere,

    y todo el ejercicio escritural de la novela

    consistir en narrar dicho desfallecimiento.

    Pero, qu es lo que desfallece?

    En uno de los captulos llamado Diario

    del cosmlogo, Sarduy da con la siguiente

    formulacin: [h]abra que escribir un bre-

    viario: De la dicultad de morir (968). Se

    tratara de un breviario sobre las relaciones

    entre escritura y enfermedad, entre literatu-

    ra y muerte. Le ocurre al personaje llamado

    el cosmlogo, al nal del captulo trece de

    la novela, pero tambin le ocurre a Sarduy,

    el escritor cubano que muere el mismo

    ao de esta novela de SIDA en Francia.

    Convalece el cosmlogo, muere Sarduy, y,

    sin embargo, hay algo ms:

    Qu desfallece junto con Sarduy y el

    cosmlogo? Y, por qu la dicultad de

    morir? O, para hacer la pregunta en otros

    trminos, cules seran estas posibles rela-

    ciones, cuando la muerte es, precisamente,

    el cese de cualquier relacin? Salvo una, la

    no-relacin de la herencia. Entonces, qu

    nos heredan estas reexiones autogrcas de

    Sarduy?, cmo se relacionan estas anotacio-

    nes noveladas, que habitan inciertamente

    entre ccin narrativa y verdad testimonial

    (pues se trata, habra que destacarlo, de una

    novela en la que se yuxtaponen referencias al

    padecimiento de la enfermedad y ejercicios

    de guracin ccional) con la cuestin de

    la muerte, de la literatura y de una cierta

    experiencia literaria de la enfermedad? En

    este contexto, pensar las relaciones entre

    literatura y muerte, es hacer sucumbir las

    sostenidas diferencias entre testimonio y

    ccin, y con ello, es quedar expelidos a un

    espacio que hace inevitable la pregunta por

    la verdad. Veamos:

    Pjaros de la playa es una novela escrita en

    estado de convalecencia. Se trata del desfa-

    llecimiento de un conjunto de personajes

    muchos de los cuales aparecen ya en no-

    velas anteriores de Sarduy en un sanatorio

    ubicado en una isla indeterminada. El sana-

    torio es llamado la casona, en explcita alu-

    sin al prostbulo de la novela Colibr. En

    esta casona se encuentran viejos y enfermos

    de SIDA, quienes durante el da se acercan al

    patio de luz llamado el pentgono, donde,

    gracias a su techo de vidrio, contemplan el

    decurso del da y los vuelos de los pjaros

    de la playa, algunos de los cuales, a veces,

    caen moribundos y se azotan contra los

    vidrios del techo. Pjaro es, por otro lado,

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    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    en el uso comn cubano, una manera de

    referirse a los homosexuales, como si fueran

    estos sujetos, ya sindicados e identicados,

    quienes se azotan en los vidrios aspticos de

    la inmunologa. Sin embargo, no se trata de

    una referencia temtica, pues Sarduy cruza

    la ordenacin biopoltica de las tres h

    (heroinmano, homosexual, haitiano) con

    la que en los aos 80 el departamento de

    Estado norteamericano dena las fuentes

    del SIDA, con las tres s de Severo Sarduy-

    Siempreviva, pero tambin las tres s que

    marcan el peligro de contagio: sangre, saliva

    (sudor) y semen.

    En el sanatorio trabajan Auxilio y Socorro,

    conocidos personajes anteriores; el caimn,

    doctor homepata que tambin pertenece a

    la familia de sus invenciones; el caballo, un

    enfermero que llega a la casona y que entabla

    una relacin con el personaje autogrco

    Siempreviva. La novela est compuesta de

    veintin captulos, en los primeros veinte

    se describe la casona; la situacin de los

    enfermos; el arribo de caimn al hospital

    y de su cruzada yerbatera para aliviar a

    Siempreviva de los achaques de la vejez y el

    mal; el arribo del enfermero caballo y sus

    relaciones con Siempreviva; la muerte del

    arquitecto de la isla; y los captulos once,

    trece y quince, llamados todos por igual,

    diario del cosmlogo, presentan las ano-

    taciones de un enfermo sobre la muerte y

    el mal (el SIDA). Estas secciones son de

    carcter advertidamente autogrco, direc-

    tas, y en ellas el uso de la primera persona

    es exclusivo, no habiendo personajes como

    en los dems captulos.

    Estos diarios tambin funcionan en su

    misma condicin de diarios como in-

    terrupcin de la coherencia narrativa de

    la trama, como una suerte de infeccin

    viral que recorta la historia y adultera su

    linealidad: se trata de inseminaciones que

    malogran cualquier posible clasicacin

    que inscribiera al texto en la condicin de

    testimonio o de ccin. La ccin es testi-

    monial, el testimonio es el testimonio del

    acaecer del mal en y a la literatura: [m]e

    tiemblan las manos. Cuando escribo, y en

    cualquier posicin que me ponga, las letras

    son pataleantes garrapatas (979).

    El ltimo captulo, incorporado en el segun-

    do borrador que fue mandado a la imprenta

    y se transform en la versin denitiva de la

    obra, segn las indicaciones de Guerrero, a

    pesar de su forma versada, es propiamente el

    nal del libro, descartando versiones acerca

    de su supuesta inconclusin. De cualquier

    modo, su carcter ajeno al formato de los

    captulos anteriores convive perfectamente

  • 231

    con un coro de voces narrativas que dicul-

    tan entender la trama segn una secuencia

    lineal. Esto indica la dicultad de comentar

    a Sarduy, pues el comentario tendra que

    evitar la produccin de un meta-texto que

    subordine las permanentes digresiones

    enunciativas en sus novelas. stas se resisten

    a una lectura lineal porque difcilmente

    hay un plano narrativo central, y la trama

    siempre aparece cruzada por detalladas

    descripciones ornamentales. En Cobra, por

    ejemplo, el personaje central sufre varias

    metamorfosis, viaja y se desplaza, fallece

    y reaparece despus, adulterando la ms

    mnima lgica secuencial. As, no habra

    una trama central en Pjaros de la playa,

    una historia a la que se pudiese echar mano

    para referir, ilustrar o ejemplicar una idea.

    Habra que leerla tal cual se nos da, en su

    condicin de novela capitular, pero subordi-

    nada a la secuencia impuesta por mltiples

    anotaciones fragmentarias. O, cuestin que

    es lo mismo, las andanzas de Siempreviva y

    las alusiones a su juventud (de Siempreviva,

    de Sarduy, tanto el captulo ocho como el

    catorce apelan a una historia que habra

    ocurrido cuarenta aos atrs) sus relaciones

    erticas con caballo, su ingreso y fuga del

    sanatorio, su deambular, medio loca, por

    las playas hasta perderse en el mar y ser

    rescatada por las gemelas albinas (Auxilio y

    Socorro); son presentadas, sin ningn privi-

    legio, junto con la descripcin de la casona

    o de los personajes, con la batalla campal

    entre caballo y caimn (que era el ttulo

    tentativo de la novela), con la farmacopea

    terapia que caimn le aplica a Siempreviva,

    y con los fragmentos del cosmlogo.

    La primera imagen de la novela deja entrever

    un plano de convergencia entre potencia-

    lidad y agotamiento. Se trata de los atletas

    que corriendo en la playa, hacen relucir

    sus cuerpos sudorosos. Desde aqu Sarduy

    comienza su descripcin de la casona como

    un edicio antiguo, de altos muros, que

    sirve como sanatorio o lugar de reclusin

    de los enfermos. De estos ltimos Sarduy

    comenta: [N]o eran viejos caquxicos,

    amarillentos y desdentados, las manos tem-

    blorosas y los ojos secos, los que, envueltos

    en anchas camisolas, estaban sentados en los

    bancos de hierro adosados a las paredes del

    pentgono; eran jvenes prematuramente

    marchitados por la falta de fuerza, golpeados

    de repente por el mal (920). De esta forma,

    al comienzo del segundo captulo aparece la

    primera alusin al SIDA: el mal.

    De Siempreviva se nos entrega la siguiente

    descripcin: Siempreviva era una verda-

    dera anciana, y no una joven avejentada,

    garabateada en la cara por la senectud del

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 232

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    mal. Tena el pelo lacio, teido con zana-

    horia y alhea; las cejas, perfectas curvas,

    recalcadas de negro brillante, los prpados

    plateados y la boca Art Dco (925). Ella

    ingresa al hospital, y la misma escena de su

    llegada sirve para poner de maniesto la

    inutilidad del ornamento: [Siempreviva]

    se haba instalado, como en un hotel de

    lujo, en la casona colonial. Haba expedido

    sus muebles y trado, para su reclusin

    benigna, toda su panoplia cosmtica. Y su

    coleccin de Harpers Bazaar (925). Como

    si ella ignorase que su reclusin, su estada,

    era denitiva. Como si pudiese ignorarse

    que la enfermedad el mal, como lo llama

    Sarduy opera mediante un desnudamiento

    radical, volviendo superua cualquier ape-

    lacin ornamental.

    A la vez, la relacin entre Siempreviva y el

    caballo sirve para exacerbar, en clave narrati-

    va similar a las declaraciones del cosmlogo,

    la sensacin de cansancio que corroe toda

    la novela; as, ella cuenta: [m]e unt de

    su saliva. Sent su asco al contacto de mis

    arrugas, de las manchas rugosas y oscuras

    que me cubren, de mis venas visibles e

    indolentes, sin el golpetazo brutal del ujo

    morado y espeso, arroyos empantanados,

    muertos (930).

    Al comienzo del captulo seis, aparece una

    imagen intertextual, cuyo contexto es la

    impresin que caballo caus sobre Siempre-

    viva: [l]o imagin envuelto en un crculo

    de animales que se devoraban unos a otros.

    Un caimn verdoso y voraz se atragantaba

    con una cobra que ondulaba en las manos de

    un dios indio [Maitreya], sta se tragaba a un

    colibr ingrvido en el aire sobre un terrn

    de azcar, y el pjaro a su vez, atrado por

    la fosforescencia, ingurgitaba de un solo bo-

    cado a un cocuyo (936, cursivas nuestras).

    Texto en el que comparecen, alusivamente,

    las novelas anteriores del autor. Como si a la

    casona concurriesen Siempreviva, el cosm-

    logo, el arquitecto de la isla, los enfermos,

    los otros personajes ya conocidos, y toda

    la obra de Sarduy, como si el mal fuera el

    pre-texto para una comparecencia generali-

    zada de su obra, de sus personajes, de sus

    nfasis, al dispositivo de la enfermedad. Por

    supuesto, no estamos sugiriendo que haya

    algo as como el sistema-Sarduy, cuya cul-

    minacin, elaborada y premeditada, est en

    esta novela, gracias a un meticuloso ejercicio

    escritural. La comparecencia de Sarduy y

    de su obra a la casona, y a la experiencia de

    la enfermedad, por de pronto, indisponen

    tal hiptesis. Por el contrario, la intertex-

    tualidad de esta novela, sus referencias a

  • 233

    las novelas, poemarios y ensayos anteriores

    (La simulacin [1982], Big Bang [1974], La

    nueva inestabilidad [1987], etctera) mues-

    tra no un nal framente planeado sino una

    desilusin sin contrapeso:

    Perd. Apost al ser humano. Cre que en l haba

    una parte de Dios. Hoy me encuentro enfermo

    y slo.

    Al menos algo cierto habr quedado de todo esto:

    la desilusin (978).

    Una desilusin que quisisemos pensar

    como no-humanista, ya denitivamente

    en retirada del moderno investimiento en

    la conciencia o en el cuerpo. Una desilu-

    sin que marca la extenuacin absoluta de

    cualquier intento refundacional que bus-

    case recuperar la trama, para dotarla de un

    sentido que trascienda la facticidad misma

    de la muerte, de su experiencia literaria: la

    descripcin de la enfermedad.

    Por otro lado, ms all de las escaramuzas

    que se desarrollan en la novela, la importan-

    cia de los fragmentos reunidos en los diarios

    del cosmlogo, dotan a la narracin de una

    cierta desazn, de una cierta pasividad radi-

    cal que puede ser equiparada al desasosiego

    de los personajes existenciales de la novela

    moderna, pero slo una vez que se lea a

    esta imaginacin literaria a contrapelo de

    su recepcin epocal.6 En estos fragmentos

    se encuentra la ms cruda descripcin del

    mal, los padecimientos y achaques que ste

    implica, y varias reexiones que desbordan

    su contexto inmediato. El cosmlogo est

    obviamente enfermo, y no ser necesario

    enfatizar las relaciones entre Sarduy y la

    cosmologa cuando se sabe de los intereses

    que ste tena en ella y que lo llevaron a

    escribir un par de tratados: el poemario Big

    Bang y el ensayo Nueva inestabilidad. As,

    se nos indica:

    Estar enfermo signica estar conectado a distintos

    aparatos, frascos de un lquido blanco y espeso

    como el semen, medidas de mercurio, grcos

    uorescentes en una pantalla [...] Los astrnomos

    vean cuerpos celestes, esferas incandescentes

    o porosas, recorridas por cataclismos de nubes

    carbnicas, rodeadas de anillos, esplendentes o

    vidriosas; para los cosmlogos fue como para los

    enfermos: nos conectaron con aparatos en que

    los astros son cifras que caen, invariables y parcas

    noticias del universo (955).

    El cuerpo del enfermo no slo est co-

    nectado a muchas mquinas, sino que se

    convierte, mediante la operacin del cui-

    dado de s, en una maquina de precisin:

    [c]ortarse las uas, y an ms afeitarse, se

    convierten aqu en una verdadera hazaa de

    exactitud, a tal punto es grande el miedo a

    herirse, a derramar el veneno de la sangre

    sobre un objeto, sobre un trapo cualquiera

    que pueda entrar en contacto con otra piel

    (956). Las posibilidades de comentar en

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 234

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    extenso este texto, de ponerlo en relacin

    con la descripcin de la peste que, por

    ejemplo, Foucault nos da en La historia de

    la locura en la poca clsica (1961), o con

    la conguracin biopoltica de la mirada

    mdica y del surgimiento del hospicio en El

    nacimiento de la clnica (1963), son obvias.

    An as, deber notarse una diferencia,

    pues las epidemiologas y operaciones de

    reclusin que se constituyen en el surgi-

    miento de la episteme moderna, llegaran

    ahora a un momento de plena realizacin.

    En todas ellas, lo que se produce junto

    con la individualizacin del sujeto es su

    sujecin por medio de dispositivos espe-

    cialmente sealados para segregar, inscribir

    y ordenar a las poblaciones y a las personas.

    Pero en todas ellas, conviva el dispositivo

    anatomopoltico y biopoltico con las

    hipotecas e investimientos en el hombre

    como eje conformador de tales prcticas.

    Se trataba de una administracin de la

    enfermedad. Pero hoy, la conguracin de

    saber que est en la base del SIDA, opera

    como sentencia de muerte anticipada que

    seala, sin equivocacin, la fecha precisa

    del deceso. Se trata de una administracin

    de la muerte en la que se suspende su

    condicin inanticipable. En este sentido,

    habitamos el acontecimiento del n del

    acontecimiento.

    Y este mismo cuerpo, que puede ser celebra-

    do en su exacerbacin, en su retombe trans-

    gresiva y deseante, que se ha transformado

    en fetiche de un nietzscheanismo juvenil

    todava humanista, este cuerpo que se des-

    plaza y reinventa con y como escritura, com-

    parece nalmente a su propia extenuacin,

    transformndose en una especie de enemigo

    interior, de explosivo cronometrado que

    no se detiene: [e]l cuerpo se convierte en

    un objeto que exige toda posible atencin;

    enemigo despiadado, ntimo, que sanciona

    con la vida la menor distraccin, el receso

    ms pasajero (975).

    Sin embargo, a pesar de que en el captulo

    diecisis acaece la muerte del arquitecto, el

    verdadero escultor de la isla, no sera fcil

    sostener que la muerte hace presencia en la

    trama. La muerte es pensada, elaborada y

    asumida, con desilusin e incluso es busca-

    da por Siempreviva, antes de ser rescatada

    desde un barranco en los alrededores de la

    casona. Pero, en cuanto tal, la novela no

    escenica sino reexiones en torno a ella,

    en las cuales Sarduy citando La inteligencia

    mstica de Juan Baruzi, o al poeta portugus

    Verglio Ferreira, la concibe como una

    solucin posible al padecimiento: [e]l ver-

    dadero inerno consistira en que hubiera

    algo cualquier cosa que fuera despus de

  • 235

    la muerte, en que esta no fuera una cesacin,

    un reposo total (968). La muerte no llega,

    incluso cuando ya est sentenciada, se de-

    mora, se mantiene en reserva, aunque todo

    el texto est escrito bajo la insobornable

    certeza de su pronta ocurrencia, se demora,

    dejando morar a Sarduy, y a sus personajes,

    en un extrao interregno. Extrao porque

    an cuando se sabe de su pronto venir, no se

    puede determinar con exactitud su acaecer.

    El SIDA es una sentencia de muerte, pero la

    escritura, en la novela de Sarduy, funciona

    como su extenuada interrupcin. Suspensin

    no de la muerte, sino de su sentencia.

    Debemos ser muy cuidadosos en este punto,

    no se trata de una interrupcin diseminante,

    ni de una interrupcin armativa; por el

    contrario, se trata de un padecimiento para

    el cual se hace necesario comprender que el

    SIDA no slo es el nombre de una enferme-

    dad, sino un dispositivo de administracin

    de la muerte. Frente a ello, la literatura

    de-sujetada de su condicin disciplinaria,

    convaleciente de la enfermedad terminal

    de su inscripcin moderna, podra devol-

    vernos su expropiada indeterminacin. La

    novela concluye su captulo veinte con una

    muy rpida alusin a las posibilidades de

    desarrollar un desenlace otro, ms all de la

    apertura constitutiva de la trama: [e]nlaces

    y desenlaces que tornar a contaros. Si la

    Pelona [la muerte], siempre presta a golpear,

    me concede una tregua (999).

    Entonces, qu es lo que desfallece junto

    con Sarduy y con el cosmlogo? Qu es lo

    que esta novela hace desfallecer, ms all de

    la obvia certeza de la muerte de su autor?,

    cmo es posible entrar en relacin con

    esta obra de Sarduy, tan ajena a su lectura

    epocal? Y, despus de todo, cul es la no-

    relacin de herencia que nos impone este

    texto? Cmo entrar en relacin con l, sin

    repetir el artilugio crtico de devolverla a

    una historia referencial de la cultura? Es-

    tas preguntas interrogan la relacin entre

    literatura como evento material, y muerte

    como nitud no dialectizable. Sin embar-

    go, dicha nitud tambin comparecera

    hoy ante la elaboracin de un sosticado

    dispositivo, que se presenta novedosamente

    bajo la produccin de un cierto saber sobre

    la muerte. Todo ello nos enviara a una in-

    terrogacin de las condiciones de extenua-

    cin de la economa moderna del sentido,

    advirtindonos de un insobornable agota-

    miento. La imaginacin literaria (slo en

    cuanto forma histrica de la imaginacin),

    una vez expurgada su funcin ideolgica

    y su promesa emancipatoria, nos enva,

    inevitablemente, a la mundaneidad sin

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 236

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    contrapeso de un mundo ya fcticamente

    articulado. Cmo habitar ah?

    SIDA y biopoltica

    Qu es lo que nos permite ver, a travs de

    esta guracin literaria, el cese de cualquier

    emanacin signicante? Bsicamente, la

    convergencia del dispositivo jurdico, tec-

    nolgico y mdico en la produccin de un

    concepto de inmunidad que, por primera

    vez, se disemina en las diversas esferas de

    la vida social, hasta converger radicalmente

    con la utopa moderna de la comunidad.

    Esta convergencia entre inmunidad y comu-

    nidad invalida cualquier recurso al archivo

    utpico de la imaginacin moderna y nos

    obliga a interrogar la guracin literaria

    ya no desde las premisas que entienden

    el texto como recipiente cargado con

    un potencial emancipatorio, simblico y

    signicante el cual, gracias a su vibracin

    vanguardista, mantendra en vilo, como

    bandera de su poltica, la promesa de

    un mundo nuevo. Interrogar la prctica

    escritural ya des-in-vestidos del ropaje de

    la crtica tradicional demanda un lcido

    materialismo cuya primera pregunta sera:

    cmo es posible pensar la comunidad por

    venir, cuando la imposible comunidad

    existente exige, como condicin de su pro-

    mesa, aquello que impide su realizacin? Si

    la comunidad ha llegado a converger con la

    inmunidad, entonces la prometida realiza-

    cin de dicha comunidad descansa en un

    inmunizante diferimiento al innito, que

    se expresa como exclusin de la otredad,

    y como otricacin de aquello percibido

    como amenaza.

    Una de las primeras consecuencias de dicha

    articulacin biopoltica, entonces, es la

    convergencia jurdico-mdico-tecnolgica

    entre comunidad e inmunidad y ello ra-

    dicalizara la llamada hiptesis hobbesiana

    del orden social. Esta hiptesis est referida

    a toda explicacin del orden cuyo nfasis

    est puesto en la necesaria exclusin y/o

    delimitacin del conflicto, una vez que

    ste ha sido diagnosticado como nefasto

    para la sociedad. En trminos histricos, la

    hiptesis hobbesiana ha recibido distintas

    formulaciones (desde la misma identica-

    cin de la multitud como peligro para el

    Estado por Hobbes; pasando por la nocin

    de anomia en Durkheim; conducta desviada

    en la sociologa del control social americana;

    hasta la nocin de disfuncin sistmica en

    la teora de sistemas contempornea); el

    presupuesto que est a la base de esta com-

    prensin patologizante (e inmunolgica) del

    conicto es totalmente hobbesiano, pues

    tiende a comprender dicho conicto como

  • 237

    manifestacin pasional de las tendencias

    naturales del hombre (presupuesto bsico de

    la antropologa hipottica del XVII, inclu-

    yendo su inversin humanista en Rousseau).

    Recordemos que en El Leviatn [1651] se

    ha fundado la concepcin moderna del

    Estado, en cuanto monopolio de la fuerza

    y la violencia, sobre la hiptesis que enfatiza

    cmo los hombres viven inseguros y en per-

    manente miedo en su condicin natural (el

    hombre es el lobo del hombre), cuestin que

    los lleva a la rma (tcita) de un pacto cuyo

    cuidado est encargado al Estado. Es decir,

    en su condicin natural, el miedo aigira

    tanto al hombre que lo llevara a buscar

    algn tipo de proteccin (inmunidad) en

    la aceptacin del pacto social. Con dicho

    pacto se constituye el orden (articial) de

    la poltica, cuya funcin principal ser con-

    trolar y prevenir cualquier amenaza sobre

    la vida, sobre todo aquellas que provienen

    de sus inclinaciones naturales. Lo que se

    radicaliza aqu es el carcter inmunolgico

    de la poltica, cuestin evidente en la actual

    poca del SIDA. La biopoltica no nombra

    un nuevo tipo de poder, sino la obviedad de

    su actual manifestacin planetaria.

    Haber sealado esto es uno de los aportes

    ms importantes del terico italiano Ro-

    berto Esposito, particularmente en su libro

    Immunitas, proteccin y negacin de la vida

    (2005). Desde el comienzo, Esposito ad-

    vierte la convergencia entre los dispositivos

    que estn en la base del sistema jurdico,

    mdico y computacional contemporneos,

    mostrndonos como la amenaza de conta-

    minacin en cuanto presencia de entidades

    extraas al organismo pone en marcha to-

    dos los mecanismos de control inmunitario

    posibles. El virus computacional, el virus

    biolgico (cuyo caso emblemtico es el SIDA)

    y el inmigrante como virus para la sociedad,

    encarnan la forma en que la comunidad se

    hace posible sobre la base de un sistema

    generalizado de inmunidad. La aproxima-

    cin de Esposito, en cualquier caso, no se

    limita solamente a la proposicin de un

    nuevo juego de conceptos que matizan las

    concepciones clsicas del orden social, sino

    que, por el contrario, hace posible percibir

    las especicidades de la biopoltica contem-

    pornea: la total ocupacin del cuerpo como

    campo de batalla.

    Esta convergencia de dispositivos que ago-

    tan el potencial redentor del cuerpo, que

    politizan la vida, y que Esposito elabora des-

    de otros ngulos (la diferencia entre odisea

    y teodicea, la diferencia entre encarnacin e

    incorporacin, la referencia al problema del

    phrmakon platnico y la mirada mdica

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 238

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    moderna, etctera) permite comprender la

    biopoltica como una poltica dirigida prin-

    cipalmente al concepto moderno de vida, y

    as, a travs de una interrogacin sostenida de

    los presupuestos teolgicos, psicolgicos, an-

    tropolgicos y biolgicos que estn a la base

    de las diversas versiones de la comunidad en

    la tradicin occidental de la losofa poltica,

    Esposito concluye que le es caracterstico del

    paradigma inmunitario el uso ambivalente de

    la inmunologa, no como aquello que mata

    el peligro, sino como aquello que se erige

    gracias a su permanente amenaza. El paradig-

    ma inmunitario constituye una sosticada e

    innita forma de control social:

    Resulta demasiado evidente el presupuesto ho-

    bessiano del que se origina este razonamiento: la

    sociedad humana cualquiera que esta sea no esta

    en condiciones de durar ms que en presencia de

    un orden articial capaz de neutralizar el potencial

    de violencia que la atraviesa naturalmente. Pero

    he aqu su intrnseco valor inmunitario este

    orden no puede dejar de llevar dentro de s un

    fragmento de esa violencia que debe impedir. Lo

    negativo no es eliminable, sino slo domesticable

    en una forma que haga soportable sus consecuen-

    cias patgenas (Inmunitas 142. Cursivas mas).

    Entonces, volvamos a plantear la pregunta

    por la comunidad, cmo pensar la vida en

    momentos en que su politizacin radical y

    su consiguiente inmunizacin, la territo-

    rializan en un dispositivo inmunitario ex-

    pandido? La importancia de este interrogar

    est relacionado, a la vez, con la desistencia

    en el emanatismo contemporneo para el

    cual la vital armacin de la vida, una ar-

    macin energtica y antrpica, funcionaba

    como instancia capaz de re-elaborar el ciclo

    natural de la destruccin, enfatizando el ili-

    mitado momento de la produccin. En esta

    desistencia se lee, a su vez, el ms importante

    desplazamiento desde el dispositivo mdico

    moderno que Foucault analiz en los casos

    de la locura, la peste, el surgimiento de la

    clnica, del hospicio, etctera para el cual,

    la produccin de un saber sobre la enferme-

    dad resultaba crucial; hacia la conguracin

    biopoltica actual, que no opera sobre un

    concepto orgnico de vida, cuestin cons-

    tatable en los nfasis en el cyborg y el andr-

    gino hbrido, y que no necesita de un saber

    efectivo de la enfermedad, sino que se basa

    en una determinacin de las consecuencias

    de la misma enfermedad (virus y contami-

    nacin), es decir, en un control poltico de

    la vida (para prevenirla del potencial de

    violencia que la atraviesa naturalmente), y

    una determinacin de la muerte: un saber

    del lmite del saber, pero no como n del

    saber, sino como determinacin.

    En el paso que va desde un saber de la

    enfermedad hacia una determinacin de la

    eventualidad de la muerte, determinacin

  • 239

    que le resta eventualidad a su acaecer, est

    la clave de conguracin de la inmunologa

    contempornea, pues ya no sera necesario

    repetir la amenaza hobbesiana del hombre

    como predador del hombre; habra que

    reformularla para hacer comprensible cmo

    es la vida misma la que tiende a ser autodes-

    tructiva. De esta manera, la determinacin

    de la vida y la consiguiente administracin

    del momento de la muerte su sealamien-

    to, su anticipacin vuelve a instalar un

    plano meta-fsico cuya particularidad viene

    dada por su total focalizacin en el cuerpo

    (en cuanto inteligible biolgico). Con ello,

    todos los investimientos vitalistas en la

    corporalidad, comparecen ante la dramtica

    extenuacin que produce el contagio.

    Si la nueva articulacin biopoltica hace

    aparecer la inmunidad como condicin

    de la misma comunidad, entonces no slo

    el cuerpo queda radicalmente politizado

    [aunque esta politizacin funcione inme-

    diatamente como des-politizacin, como

    biologizacin], sino que precisamente por

    esta valoracin operada por una poltica

    plenamente orientada a la vida misma, el

    cuerpo no puede seguir funcionando como

    argumento para un vitalismo que enfatiza

    las emanaciones signicantes como crtica

    al poder. Por ello, si la enfermedad todava

    poda aparecer para Nietzsche como inte-

    rrupcin armativa de la salud, ahora en

    cambio, el SIDA trasciende la transvalora-

    cin nietzscheana, obligndonos de paso a

    preguntar si dicha transvaloracin como tal

    no ha sido plenamente realizada en un con-

    cepto post-humanista de cuerpo. De cual-

    quier manera, el SIDA no sera simplemente

    una interrupcin armativa o negativa de la

    vida, sino que es su extenuacin radical, la

    determinacin del instante de su cesura.

    SIDA, extenuacin y cesura entonces, aparecen

    como instancias que interrumpen lo que,

    tomando una nocin derridiana [1981],

    podramos llamar la economimesis7 moder-

    na, mostrando con ello que el recurso a la

    produccin deseante, todava concebida al

    interior de la imaginacin vitalista, no escapa

    a la efectiva inmunologa contempornea. Y

    ello es muy signicativo desde el punto de

    vista de la lectura estndar de Severo Sarduy,

    quien ha sido frecuentemente asociado a la

    productividad rutilante de la imaginacin

    barroca: el elogio de la diseminacin, la des-

    territorializacin del sentido, la metamorfosis

    innita de sus personajes y la adulteracin

    de las relaciones signicantes lineales en sus

    obras. Por ello, pensar la imaginacin literaria

    en retirada de los nfasis de la crtica moder-

    na, en tiempos de biopoltica e inmunologa

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 240

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    extendida, conlleva una desistencia con res-

    pectos a las formas en que se ha pensado a la

    comunidad moderna, conlleva la pregunta

    por la posibilidad de un comunismo que

    no sea sino el debilitamiento permanente

    de cualquier pretensin de soberana, un

    comunismo que habite en el lmite de cual-

    quier trampa teolgica o antropolgica, un

    comunismo de la forma sin gura y de la

    imaginacin sin imagen.

    Demeure: morar en la demora de la muerte

    De una cosa si estamos ciertos: no hay saber

    del ms all. El habla misma cesa cuando su

    habitar en este espacio se diluye con el paso

    nal. No hay posibilidad de una voz del ms

    all, aunque toda nuestra actividad consista

    en darle sentido a esta cesura. (Por lo mis-

    mo, historiografa y espectrologa convergen

    en la interrogacin del pasado, diriendo en

    el grado de su ventrilocuismo).

    La verdad sobre el caso del seor Valdemar,

    famoso cuento de Edgar Alan Poe, sirve

    para ejemplicar los peligros que conlleva

    el intento de saber sobre la muerte, de os-

    tentar un saber sobre su inslito misterio.

    Recordemos que Valdemar, un tuberculo-

    so terminal, acepta la propuesta de P. de

    ser hipnotizado momentos antes de que

    acontezca su muerte. Y la muerte llega

    sin acontecer, pues Valdemar o su cuerpo

    atado al interregno de la no-vida y la no-

    muerte, permanece impertrrito, por seis

    meses, hasta el momento en que P., despus

    de titubear por un largo tiempo, decide

    despertarlo de la hipnosis. Pero el mismo

    despertar es imposible cuando la muerte

    parece haber acontecido, aunque demore

    su presencia, pues su huella, la nica noticia

    que de ella tenemos, an no se ha expresado

    como cadver.8 El seor Valdemar ha estado

    ah, postrado e inconsciente, en su lecho

    de muerte y, apenas hablando, suplica que

    le dejen morir... (De la dicultad de morir),

    pidiendo que la muerte, por n, acontezca

    y se retire dejando la sea de su paso:

    Mientras ejecutaba rpidamente los pases hipn-

    ticos, entre los clamores de Muerto, Muerto!,

    que literalmente explotaban desde la lengua y no

    desde los labios del sufriente, bruscamente todo su

    cuerpo, en el espacio de un minuto, o an menos,

    se encogi, se deshizo... se pudri entre mis manos.

    Sobre el lecho, ante todos los presentes, no qued

    ms que una masa lquida de repugnante, de abo-

    minable putrefaccin (Poe 1970, 126).

    As pues, la muerte aparece como lmite

    absoluto, inapropiable e incognoscible, es

    decir, como lmite de toda sustantivacin de

    la voz y su huella. Cuando Heidegger piensa,

    en Ser y Tiempo ([1927] 1997), la muerte

  • 241

    como experiencia fundamental y exclusiva

    del Dasein, para el que sta acontece como

    diferencia con respecto al animal el cual

    simplemente deja de vivir, no piensa esta

    diferencia en trminos de una psicologa

    existencialista o una gnoseologa de la -

    nitud; la muerte acontece al hombre como

    experiencia fundamental de tal nitud, pero

    no biogrca ni psicolgicamente, sino en

    cuanto experiencia que hace posible pensar

    al hombre mismo (no en su condicin

    genrica indiferenciada: el hombre de la

    mediana, el uno, sino en su insistente y

    responsable confrontacin con la munda-

    neidad del mundo) como Dasein del ser.

    Si este hombre, arrojado al mundo, es el

    Dasein del ser, todava habra que entender

    esta posibilidad como una renuncia radical

    a las pretensiones por determinar la muerte,

    por ostentar un saber sobre la condicin

    radical de su negatividad.

    Si el Dasein es el lugar una forma del habi-

    tar, por cierto en el que la pregunta por el

    sentido (o la verdad) del ser es posible, dicha

    posibilidad, entonces, va inextricablemente

    unida a una negatividad no dialctica ni re-

    cuperable mediante algn artilugio recons-

    tructivo, narrativo o redentor. La muerte es

    el n de la voz, es decir, el acontecimiento

    al que la voz se dirige, desde donde surge y

    donde termina. El acontecer de la muerte,

    sin embargo, se expresa como abominable

    putrefaccin, y todo lo que nos queda es

    el recuerdo de la voz, como nica seal de

    que alguna vez hubo presencia.

    Sin embargo, habra que insistir en el ca-

    rcter no psicolgico del ser-para la muerte

    heideggeriano, en cuanto no se trata de

    una consideracin de la muerte motivada

    por la certeza de su acaecer. La muerte es

    tan inexorable como inanticipable, ello le

    da su condicin eventual, y ello tambin

    complejiza las relaciones entre escritura y

    fallecimiento. Pues no hay escritura de la

    muerte, sino desfallecer en el texto y del

    texto. Con las ltimas energas que le restan,

    Sarduy escribe lo siguiente:

    La voz fallece antes que la persona y permanece

    despus. No su textura fsica, que se degrada,

    resquebraja y cae, sino su imagen mental, prxima

    del habla, que asciende, como atrada por el cenit

    de un invisible sol (977).

    Entonces, la voz no puede ser concebida

    como voz del espritu, y como sospecha

    Agamben (Language and Death: The Place of

    Negativity, 1991) contra y a pesar de Hegel,

    las relaciones entre voz y muerte no prueban

    la permanente reproduccin de la natura-

    leza, que imposibilitada de alcanzar algn

    estado denitivo, se mueve constantemente

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 242

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    motivada por una dinmica de destruccin-

    creacin (trascendencia y emanacin). Si la

    muerte apunta a una negatividad radical,

    sta no puede ser dialectizada e incorporada

    a la interioridad de la historia, sta sera el

    cese de la historia, el n de la narracin. La

    obra, en tal caso, no viene dictada al genio

    por la naturaleza, para producirse como

    segunda naturaleza, ajustada desde siempre

    a las reglas de la economimesis, y tampoco

    sera posible leerla como prueba de la sub-

    suncin de la naturaleza a las dinmicas del

    despliegue del espritu absoluto. La obra,

    des-obrando su inscripcin funcional sera, en

    cambio, el testimonio de la cesura. Por ello,

    la ltima novela de Sarduy no est escrita en

    tono festejante y adscrita a las andanzas del

    Seor Barroco, es, ms bien, su extenuacin:

    [a]sumir la fatiga hasta el mximo: hasta

    dejar de escribir, de respirar. Abandonarse.

    Dar paso libre al dejar de ser (964).

    En cualquier caso, este n de la narracin ya

    habra sido destacado por Benjamin, quien

    reexionando sobre el desplazamiento del

    narrador por la novela burguesa, menciona

    la reclusin y privatizacin de la experiencia

    colectiva que implicaba el fallecimiento:

    Antes no haba casa, apenas si alguna habitacin,

    en que no hubiese muerto alguien... Hoy los

    burgueses viven en habitaciones que estn puras

    de muerte alguna, secos habitantes de la eternidad

    que, cuando el n se aproxima, son remitidos

    por los herederos a sanatorios o a hospitales (El

    narrador, [1936] 1986, 198).

    La remisin de la muerte al sanatorio o al

    hospital est relacionada con la remisin de

    la literatura al nicho universitario. La muerte

    de la narracin, para Benjamin, anticipa la

    emergencia de la novela burguesa indivi-

    dualista; la muerte en la narracin, para el

    cosmlogo, precede la extenuacin denitiva

    del momento burgus en literatura, expul-

    sndola de su cmodo nicho universitario

    hacia un insoportable afuera. Por ello, en la

    novela de Sarduy, salir de la casona es aven-

    turarse a un habitar sin inmunidad.

    Por otro lado, si la imagen mental de la

    voz es lo nico que nos queda, cualquier

    intento de recuperacin que la devuelva a

    la presencia en cuanto corpus y en cuanto

    cuerpo, es decir, en cuanto canon (por muy

    tercer mundista que ste se quiera), no

    responde sino a una obstinada voluntad

    reconstructiva. Por ello, la insoportabilidad

    de la muerte, de su indeterminable aconte-

    cer, nos impone la innita elaboracin de

    mediaciones culturales, ropajes y accesorios

    con los que opera el investimiento en la

    cultura, en la literatura. Estar a la altura

    de la facticidad es, por de pronto, des-(in)-

    vestirse, es renunciar tanto a la mimesis

  • 243

    representacional como a la mimesis pro-

    ductivista (al llamado double-bind) y asumir,

    materialistamente, que la muerte ha llegado,

    expresndose desnudamente en la conver-

    gencia entre inmunidad y comunidad. Slo

    una vez que dicha renuncia materialista se

    haya realizado, estaremos en condiciones de

    pensar una poltica del habitar, en la cual,

    la misma guracin no-humanista de la

    literatura latinoamericana, esencialmente

    referida a este habitar, se mostrar como un

    paso decisivo en el xodo desde la antropo-

    mrca imaginacin moderna.9

    As, la conguracin de una biopoltica in-

    munitaria, la convergencia entre inmunidad

    y comunidad, y la determinacin del carc-

    ter esencialmente indeterminable del acae-

    cer de la muerte, terminan por extenuar las

    apelaciones modernas al acontecimiento, es

    decir, terminan por mostrar la misma ruptu-

    ra (vanguardista, modernista) ya totalmente

    alojada en la matriz historicista del tiempo.

    Ello es correlativo al agotamiento de la tra-

    dicin moderna revolucionaria, es decir, es

    manifestacin no de la imposibilidad de re-

    volucin, sino de su inscripcin axiomtica

    en la adaptacin autorreferencial del poder.

    El poder, en su misma autorreferencialidad,

    no necesita de losofa de la historia, pues

    hace comparecer las heterclitas rupturas

    a un plano de autorregulacin orgnico.

    Dicha organicidad, por otro lado, se dis-

    tancia radicalmente del concepto moderno

    de vida, y con ello se mueve, hbrida y

    exiblemente, a travs de las clasicaciones

    epistmicas modernas que Foucault estudi.

    As, el elogio de la hibridez y del articio

    tecnolgico del organismo andrgino, no

    son alternativas sino manifestaciones del

    paradigma inmunitario. Sin embargo, es

    cierto que la determinacin inmunolgica

    de la vida, junto a su hibridacin (y clo-

    nacin), son situaciones ya sentenciadas?

    Un anlisis de las discursividades jurdicas,

    polticas, mdicas y tecnolgicas, dara esta

    impresin fuertemente. Pero qu pasa

    si pensamos la guracin literaria como

    instancia reexiva distanciada, por un lado,

    de la imaginacin antropolgica occidental,

    pero a la vez, distanciada tambin de la

    imaginacin tecnolgica que la reemplaza

    (y contina)? Se tratara, en cualquier caso,

    de una consideracin no-humanista sobre

    la guracin literaria en la que el dolor, la

    desolacin, el desfallecer, el padecimiento,

    la desnudez y el abandono no queden presos

    de un nimo nihilista ya totalmente entre-

    gado a la administracin global. Pero, y esto

    es lo delicado, que tampoco operen como

    vulgar reiteracin del emanatismo emanci-

    patorio moderno (abioticismo, vitalismo,

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 244

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    culturalismo). Se trata de un tour de debilita-

    miento, que afecta los nfasis productivistas

    y re-signicantes (retombe y neo-barroco),

    pero a la vez, remite la sentencia de muerte

    a una situacin de interregno.10

    Jacques Derrida (Demeure, 2000) poco

    antes de morir ha insistido en la impo-

    sibilidad de determinar el instante de la

    muerte (el mo, el del otro), como si alguien

    pudiese decir: estoy muerto. Y, sin em-

    bargo, si puede decirse esto: voy a morir.

    Es precisamente sobre esta conciencia

    del morir que se hace plausible la hipnosis

    del seor Valdemar, pero tambin, se hace

    verosmil una relacin literaria con el pro-

    ceso de fallecer: la enfermedad. Y esto es as

    porque Derrida, comentando a Blanchot,

    habita la demora, el retardo del instante de

    la muerte, como si el condenado lograse,

    a ltimo momento, escabullirse, no de la

    muerte sino de ese instante injustamente

    sentenciado. Demeure, demorar y morar el

    instante de la muerte, antes de que sta se

    ejecute, antes de que acontezca, cuando ya

    ha sido dictaminada. Parece un cuento. Pues

    Derrida, otra vez, desplaza y malogra las

    rgidas fronteras que separan el testimonio

    de la literatura, la verdad de la ccin. Pero

    no slo para mostrar la ccionalidad de la

    verdad o la testimonialidad de lo literario,

    sino que, y de manera mucho ms compleja,

    para llamar la atencin sobre nuestro extra-

    vo de la verdad. Pues moramos en la demora,

    sin tiempo, sin anticipacin, de la muerte.

    De esta forma, la muerte como inevitable

    acaecer, en la medida que funda nuestra ex-

    periencia mundana, y avisa de nuestro arro-

    jo a la temporalidad a la intemperie que

    Blanchot llam el afuera es tambin la

    confrontacin (polemos) con su inexorable,

    pero inanticipable acontecer. Es la muerte

    la que nos precipita a la verdad, pues slo

    hay verdad de la muerte y no, verdad en

    ella. Y, sin embargo, la desnudez absoluta

    en la que estamos, conlleva la gravedad de

    la mentira: contarse cuentos.

    Decamos al comienzo de este texto que

    el cosmlogo padece de una lucidez ma-

    terialista, para la que cualquier medicina

    queda evidenciada como parte de la en-

    fermedad, su lucidez interrumpe la lgica

    diseminante del phrmakon (escritura), y

    nos deja confrontados radicalmente con

    la facticidad del SIDA. Alexander Garca

    Dttmann (At Odds with AIDS, Thinking

    and Talking About a Virus, 1996) advierte

    sobre una cierta desnudez radical, cuando

    pone en escena las paradojas de la enferme-

    dad: saber que te vas a morir y antes de

    tiempo. Siempre antes de tiempo. Tanto

  • 245

    el enfermo terminal, como el condenado,

    saben que la muerte, el no-saber radical,

    les ha sido prescrita. El saber sobre ella,

    el haber odo la voz que la dictamina es,

    pues, el n del no-saber, momento en el

    que la verdad de la muerte comparece a la

    narracin de su acontecer. Signica esto

    que hay un saber sobre la muerte, no sobre

    tu muerte o la ma, no sobre la muerte de

    una determinada poblacin o grupo, sino,

    en general, un saber determinativo de la

    muerte? Si este saber existiese, si se operase

    en el mundo en posesin de l, con la

    decisin a disposicin, no llamaramos a

    esto el ocaso, el predomino absoluto de la

    inmunologa, an a riesgo de ella misma?

    Pues se tratara no de cualquier saber, no de

    una mediacin cultural que inscribiese a la

    muerte en un plexo narrativo para expurgar

    su eventualidad, sino que se tratara de una

    saber determinativo: poltica sin tiempo, sin

    advenir (necropoltica).

    Lo que un saber de este tipo pone en

    escena es la muerte misma del moderno

    investimiento en cualquier forma moderna

    de mediacin narrativa entre facticidad

    desnuda y elaboracin simblica. La biopo-

    ltica no requiere ningn vestido, ninguna

    mediacin (saber, cultura, literatura, ideo-

    loga). Ella es la expulsin radical desde la

    morada, a un espacio donde no habra ms

    demora. La muerte habra llegado, dejando

    de acontecer.

    Por otro lado, Garca Dttmann seala

    como una caracterstica de la poca del

    SIDA la medicalizacin de la vida, su des-

    politizacin (cuestin que Esposito habra

    llamado inmunizacin preventiva). Es

    decir, no se trata de concebir el SIDA como

    problema apoltico, sino como indicio de

    una politizacin radical de la vida desnuda,

    an cuando esta politizacin se presente en

    el lenguaje autorreferencial de la despoliti-

    zacin: lo que no est sujeto a debate. La

    confrontacin con esta situacin, entonces,

    es la re-politizacin de la misma politizacin

    im-poltica de la vida, y conlleva una des-

    identicacin del enfermo con respecto a

    la ubicacin que este saber biopoltico le

    otorga, una deslocalizacin, sin embargo,

    que no puede ser pensada como abandono,

    sino como politizacin o confrontacin

    radical con ella. En ingls se ha traducido

    Un-eins-sein como Being-not-one, es

    decir, como ser-no-uno (y como at odds,

    estar en estado de oposicin, desacuerdo

    con, en el sentido que le da Rancire, por

    ejemplo) con el dispositivo del SIDA. En

    espaol, no obstante, este ser-no-uno con

    el SIDA (ser-no-ah), todava hace posible

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

  • 246

    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    estar-ah-sin-ser-uno. La posibilidad de una

    poltica por venir, no sujeta al imaginario

    de la ruptura ya agotado, ni subordinada a

    los imperativos inmunolgicos del sistema,

    debe comprenderse, por lo tanto, ni como

    presencia plena ni como total ausencia,

    sino como confrontacin con la misma

    identicacin des-politizante (impoltica)

    del saber. [T]enemos que armar el irre-

    ducible ser-no-uno de la vida [su radical

    heterogeneidad] mientras la transformamos

    (Garca-Dttmann, 45). En vez de sealar

    las claves de su posible transformacin,

    esta posibilidad de ser-no-uno estando

    ah, nos invita a una reexin ms sustan-

    tiva sobre la cuestin del habitar. Cmo

    imaginar un habitar que trascienda la

    representacin utpica moderna y, a la vez,

    estando ah, sea-no-uno con la biopoltica?,

    cmo re-politizar el asptico lenguaje de los

    saberes inmunolgicos contemporneos sin

    repetir el llamado a una subjetividad sobe-

    rana y emancipatoria?, cul es la poltica

    minimalista del contagio?, Qu se enferma

    con la extenuacin literaria? Estas mismas

    preguntas se leen en la novela, y en esta

    ltima frase, de Severo Sarduy:

    Y SI CAMBIAMOS de fondo? Y si este enre-vesado relato se desarrollara en un lugar distinto al desinfectado hospital, fuera de esos muros de gaviotas compulsivas sobre las olas? Se ahoga uno en ese mundo de anemia, de fetidez y encierro, en

    que cada personaje sigue un declive irreversible ha-cia su caquexia, hacia su desencarnamiento nal: la enfermedad atroa y reseca los msculos, que caen bajo los huesos, como trapos (981).

    Y si nosotros empezamos a entender a

    Sarduy de otro modo? No como el epgono

    del neobarroco diseminante y productivista,

    transgresivo y postmoderno, sino como el

    escritor cuya autografa debilita los nfasis

    todava modernistas en la simbolizacin,

    llevando la diseminacin a diseminar preci-

    samente un virus mortal para los momentos

    emanatistas del imaginario antropomrco

    moderno. Y si cambiamos de espacio y

    accedemos a una lucidez materialista que

    nos permita sopesar en todo su peso un

    peso sin medida el don reexivo de la

    guracin no-humanista contempornea?

    Se ahoga uno en este mundo de armacin

    productivista e irreexiva, que atroa al

    pensamiento y nos impide pensar lo ms

    bsico, pero tambin lo ms delicado: el

    habitar, cmo estar-ah-sin ser-uno?

    Fayetteville, 2007

  • 247

    Bibliografa

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    Notas1 Utilizar el parntesis cuadrado para sealar el ao

    de publicacin original del texto, siempre que sea pertinente.

    2 Y esto sera una condicin esencial para entreverarse con la imaginacin literaria sin obliterar su leve respiracin utpica. A ello le conocemos por comunismo literario (Jean-Luc Nancy, 1999), es decir, por comunidad por-venir. Todo nuestro inten-to de lectura no hace sino habitar esta posibilidad: [A]caso habr que aprender que la comunidad, la muerte, el amor, la libertad, la singularidad son los nombres de lo divino, porque lo sustituyen no lo relevan o lo relanzan, y porque en esta situacin nada hay de antropomrco ni de antropocntrico, y no da lugar a ningn devenir-humano de lo divino. La comunidad ser desde entonces el lmite de lo humano y tambin de lo divino (18-19).

    3 Creo que el nfasis en la performance transgenrica y en la produccin deseante, desde el barroco tradicio-nal al neobarroco caribeo y el neo-barroso del Ro de la Plata adolece, por lo mismo, de un antropologismo de suyo ya capitalizado por la biopoltica contempo-rnea. Lo mismo puede decirse de las utopizaciones tecno-identitarias del cuerpo andrgino y del in-consciente como maquina deseante que se deben

    Severo Sarduy: extenuacin, enfermedad y muerte neobarroca / Sergio Villalobos-Ruminott

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    Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mmesis y poltica

    ms a la traduccin circunstancial del AntiEdipo de Deleuze y Guattari y a los nfasis de la academia norteamericana, que a ellos mismos. La desistencia con respecto a los nfasis humanistas y vitalistas nos permitira atisbar un pensamiento post-enftico, un pensamiento ligado a la posibilidad de lo que con Nancy hemos llamado comunismo literario, ya en retirada de cualquier refundacin soberana prefor-mativa y andrgina del sujeto, y sus derivaciones en la insistente cuestin de la identidad.

    4 Para todos los efectos, esta es la edicin que hemos utilizado aqu.

    5 En tal sentido, la primera seccin en la edicin Archivos, llamada Autorretratos, y que rene sus trabajos de carcter autogrco, pone en escena la forma de des-referencializacin con la cual Sarduy se opone a la posibilidad de una conversin inmediata de su obra a los parmetros de la crtica biogrca o psicologista. Por ello las diferencias entre auto-biografa y autografa, si bien todava requieren una extensa explicacin, son, sin embargo, constitutivas de una estrategia escritural que quiere adulterar la pretenciosa unidad de voz, conciencia y cuerpo, que constituiran al sujeto cartesiano moderno. Suerte de descentracin radical (que va de Marx y Freud a Lacan), la autografa es la produccin de efectos corporales de supercie, sin interioridad psquica ni sntesis trascendental, y que se maniesta, en cuanto cicatriz, sobre la piel y sobre la pgina. Ver El cristo de la Rue Jacob, en la edicin Archivos (1999).

    6 Por lo mismo, la innidad de referencia cruzadas con la tradicin literaria occidental, hacen del problema en cuestin (la figuracin de la enfermedad, la muerte, etc., todos momentos de la extenuacin) un asunto no privativo de la literatura latinoamericana: pienso en la respiracin entrecortada de Pereira, en la novela de Antonio Tabucchi; los fragmentos sobre la gracia de Simone Weil; la metamorfosis y el hambre en Franz Kafka; el problema del cncer en Tiempo de Silencio, de Luis Martn-Santos; las reexiones sobre el insomnio en Fernando Pessoa; la noche des-astrada de Maurice Blanchot; el rostro sin identidad en Emmanuel Levinas; el Corpus en Jean-Luc Nancy; la interrupcin de la imagen en el cine de Abbas Kiarostami; el diario de la enfermedad y la convalecencia de Franz Rosenzweig, etc.

    7 Referida al sistema kantiano y, en particular a la crtica romntica del juicio esttico, la economime-sis es el double-bind o doble rendimiento de una operacin interpretativa todava anclada en las nociones de genio, obra, aura, naturaleza, destruc-cin y creacin. En este texto, la adaptamos para evidenciar el doble rendimiento de la crtica literaria

    que, todava habitada por las nociones modernas de autor, obra, funcin, tradicin, canon e identidad, sigue interrogando la escritura como Literatura, y sigue evaluando midiendo el valor de una obra segn su potencial representacional su realismo o testimonialidad o segn su potencial expresivo su experimentalismo o vanguardismo. Leer a contra-pelo de esto requiere des-obrar (dsoeuvrement, Blanchot) las categoras de la crtica moderna.

    8 Si el cadver es la huella de la muerte, entonces habra una dimensin desconocida del interregno asociada a la muerte sin cadver. Como si fuera posible matar sin huella. En las post-dictaduras latinoamericanas, aquellas marcadas por una conminacin institucional a hacer el duelo por los detenidos desaparecidos, dicho duelo se encuentra en permanente estado de suspenso, toda vez que el extravo del cadver, su brutal asesinato e insensible desaparicin, demoran la clausura de una insopor-table espera, prolongando el rapto y el dolor en una suerte de hipnosis colectiva que se reconoce en las peroratas de la imposible reconciliacin. No se puede pedir perdn, tanto como no se puede otorgar, en dicho interregno. El nudo est abierto.

    9 Todava pareciera necesario insistir en la centralidad de la obra de Sarduy para la elaboracin de esta lectura reexiva. Ella viene dada no slo por la relacin entre literatura y SIDA en su ltima novela, sino por el lugar de esta novela y sus implicancias para la lectura epocal de Sarduy y de la literatura regional (neobarroco, post-Boom, neo-barroso del Ro de la Plata en Perlongher, Echavarren, etc.) Otros ejemplos posibles estn dados por la breve novela del escritor peruano-mexicano Mario Bellatin, Saln de Belleza (2000), cuya descripcin no-adjetival del padecimiento y su paralelismo entre el marchitamiento de los enfermos y la muerte de los peces en los acuarios que adornan el saln, resulta de extrema pertinencia. Una versin liviana, con las particularidades tragicmicas de la crnica urbana, orientada de manera ms maniquea est en Pedro Lemebel, Loco afn: crnicas de sidario (1996).

    10 Y dicho tour de debilitamiento, nihilismo crtico, es pues la renuncia con respecto a cualquier deter-minacin categorial del ser (ontologa tradicional) y/o de la existencia. La muerte como nitud y la nada como agotamiento del pensamiento atributivo (como extenuacin de los atributos), nos dejan en el peligroso terreno del nihil, donde crece lo que salva. En tiempos de paradigma inmunitario, el nihilismo no es un horizonte terico, es una condicin mate-rial del pensamiento.