Shutter Island

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http://www.eticaycine.org/La-Isla-Siniestra Reflexiones éticas acerca de la investigación y el tratamiento en el campo de la locura por González, Sergio Julio, Navés, Flavia Andrea Título original: Shutter Island Martin Scorsese / Estados Unidos / 2010 "(…) El enfermo se siente a sí mismo como un extraño y sin embargo, no es posible darse cuenta de la experiencia patológica sin referirla a estructuras sociales (...)" Michel Foucault Sinopsis El film estadounidense “La isla siniestra”, Shutter island, fue dirigido por Martin Scorsese. La película se inicia con un viaje en Ferry que realizan los agentes federales Ted Daniels y Chuck Aule (Leonardo DiCaprio y Mark Ruffalo) hacia la isla Shutter, dónde se encuentra ubicado un sanatorio-prisión (Ashecliffe) para criminales con desórdenes mentales. Al arribar en la isla los agentes federales son recibidos por el personal de seguridad quienes les indican las medidas cautelares que deberán acatar durante su estadía. Más tarde, son dirigidos hacia el consultorio del médico psiquiatra Doctor Cawley (Ben Kingsley) quien los pondrá en conocimiento de la supuesta desaparición de una interna que asesinó a sus pequeños hijos y que ha escapado sin dejar rastros. Durante el desarrollo de la investigación ambos agentes se encontrarán rodeados de psiquiatras sagaces y peligrosos pacientes psicóticos que harán sospechar a Ted Daniels de una posible conspiración en su contra. Acercándonos al final del film se producirá un giro en el argumento de la película revelándose el secreto: Ted Daniels es un veterano de guerra y ex alguacil federal, actualmente es paciente psiquiátrico del hospital. De acuerdo con el médico psiquiatra, Ted Daniels presenta un cuadro con alucinaciones y desarrolla sucesos imaginarios para no enfrentar la realidad de sus actos. Su compañero Chuck Aule es, en realidad, su médico psiquiatra y el doctor Cawley, miembro del consejo directivo. Este último es quien pone en marcha la más radical escena simulada que se hubiera intentado

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http://www.eticaycine.org/La-Isla-Siniestra

Reflexiones éticas acerca de la investigación y el tratamiento en el campo de la locura

por González, Sergio Julio, Navés, Flavia Andrea

Título original: Shutter Island

Martin Scorsese / Estados Unidos / 2010

"(…) El enfermo se siente a sí mismo como un extraño y

sin embargo, no es posible darse cuenta de la experiencia

patológica sin referirla a estructuras sociales (...)"

Michel Foucault

Sinopsis

El film estadounidense “La isla siniestra”, Shutter island, fue dirigido por Martin Scorsese. La película se inicia con un viaje en

Ferry que realizan los agentes federales Ted Daniels y Chuck Aule (Leonardo DiCaprio y Mark Ruffalo) hacia la isla Shutter,

dónde se encuentra ubicado un sanatorio-prisión (Ashecliffe) para criminales con desórdenes mentales.

Al arribar en la isla los agentes federales son recibidos por el personal de seguridad quienes les indican las medidas cautelares

que deberán acatar durante su estadía. Más tarde, son dirigidos hacia el consultorio del médico psiquiatra Doctor Cawley (Ben

Kingsley) quien los pondrá en conocimiento de la supuesta desaparición de una interna que asesinó a sus pequeños hijos y que

ha escapado sin dejar rastros.

Durante el desarrollo de la investigación ambos agentes se encontrarán rodeados de psiquiatras sagaces y peligrosos pacientes

psicóticos que harán sospechar a Ted Daniels de una posible conspiración en su contra.

Acercándonos al final del film se producirá un giro en el argumento de la película revelándose el secreto: Ted Daniels es un

veterano de guerra y ex alguacil federal, actualmente es paciente psiquiátrico del hospital. De acuerdo con el médico psiquiatra,

Ted Daniels presenta un cuadro con alucinaciones y desarrolla sucesos imaginarios para no enfrentar la realidad de sus actos. Su

compañero Chuck Aule es, en realidad, su médico psiquiatra y el doctor Cawley, miembro del consejo directivo. Este último es

quien pone en marcha la más radical escena simulada que se hubiera intentado en psiquiatría con la finalidad de confrontar a su

paciente con su verdadera identidad “Andrew Laeddis” y con ella recuperar su historia como último intento para lograr “la cura”.

Cabe destacar que si bien la lectura del film tiene múltiples aristas nos resulta ineludible abordar las cuestiones ético-clínicas que

se ponen en juego durante el tratamiento de la locura y de la investigación psicológica. Para ello recortaremos dos escenas que

nos servirán como recurso didáctico para abordar la problemática elegida.

Ted Daniels y Chuck Aule ingresan al sanatorio-prisión, ubicado en la isla Shutter, con la finalidad de investigar la desaparición

de una reclusa. Ambos detectives son presentados al doctor Cawley, psiquiatra encargado de la institución; con la finalidad de

iniciar la investigación. Se entabla el siguiente diálogo entre los personajes:

Dr. C: Inspector Daniels…

Ted: Doctor…

Dr. C: Inspector Aule…

Ted: ¿Exactamente qué hacen?

Dr. C: Una fusión moral de la ley, el orden y el cuidad clínico…

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Chuck: Perdón doctor, pero, ¿una qué de qué y qué?

Dr. C (dirigiéndose a Ted mientras mira unas fotografías ubicadas en la pared): Esos dibujos no son ficción, hace tiempo la

clase de pacientes que llegaban aquí eran encadenados y abandonados, los golpeaban, creían que los azotes curarían la

psicosis, metían tornillos en su cerebro…los sumergían en agua helada hasta que se desvanecían o… ahogaban.

Chuck: …y ahora…

Dr. C: Los tratamos, intentamos curarlos, si eso falla al menos les damos un cierto grado de comodidad en sus vidas… calma…

Ted: ¿Todos son criminales violentos, no es verdad?, han herido personas y matado en muchos casos…

Dr. C: en su mayoría sí…

Ted: en lo personal doctor yo diría que al diablo con su tranquilidad…

Dr. C: Mi trabajo es tratar a mis pacientes, no a sus víctimas, no voy a juzgar

Ted: Y esta prisionera que escapó…

Dr. C: Paciente…

Ted: Disculpe, paciente. Eh… Rachel Solando, escapó en las últimas 24 hs.

Dr. C: anoche, entre las 10 y las 12…

Chuck: ¿la considera peligrosa?

Dr. C: yo diría que sí, asesinó a sus tres hijos. Los ahogó…

La naturaleza de la locura: una disputa discursiva

Según Zlotnik (2008) “cuando un fenómeno es desconocido se torna necesario comenzar a apropiarse de él a través de un

universo simbólico, por el cual se produce una variedad de significaciones, interpretaciones y la proliferación de las nosologías”.

Durante mucho tiempo se sostuvo la imposibilidad de determinar una causa para el surgimiento de la locura, por ejemplo, en el

siglo XVII los alienados eran consideraros los poseídos del demonio. Desde este postulado religioso “se desarrollaron en el

siglo XVII las nuevas prácticas hospitalarias, en las que “el régimen de fuerzas” no tiene el sentido de castigo sino de la

salvaguardia” (Foucault, 1961:90)

Recién en el siglo XVIII el discurso médico–jurídico instaló un dispositivo de control social y de experimentación en torno de la

locura que posibilitó el desarrollo de un nuevo campo de prácticas y saberes.

El asilo no sólo resultó el lugar de encierro del “loco” sino también de todo aquel sujeto considerado improductivo para la

sociedad. Las nuevas prácticas de control social establecieron un viraje que va “de una política de aniquilación del transgresor,

a una política de reintegración del que se ha puesto fuera del pacto social” (Varela, Sarmiento, Puhl, Izcurdia 2010:183)

En el sanatorio-prisión Ashecliffe el paciente psiquiátrico comparte el encierro con los criminales convirtiéndose en“el objeto de

la violencia institucionalizada, la que actúa en todos los niveles, (…) pues el fin es justificar el control de los antisociales en un

mundo civilizado” (Varela, Álvarez, Sarmiento 2011:11).

Durante el siglo XVIII aquel despojado de toda condición de existencia humana se transformó en la vía regia para toda una

proliferación discursiva que fue configurando un nuevo escenario circunscripto al campo de la “alienación mental” brindando las

condiciones de posibilidad para el nacimiento de la psiquiatría; ciencia que se ocupará de brindar una descripción exhaustiva del

fenómeno de la locura bajo lo que Foucault denominó como el dispositivo de “la clínica de la mirada”.

En la primera parte del film el doctor Cawley instruye a los agentes federales a cerca de las modalidades de tratamiento

psiquiátrico que se les administraba a los “alienados” en épocas pretéritas “hace tiempo la clase de pacientes que llegaban aquí

eran encadenados y abandonados, los golpeaban, creían que los azotes curarían la psicosis, metían tornillos en su cerebro…los

sumergían en agua helada hasta que se desvanecían o… ahogaban”.

Serán los siglos venideros los que, al decir de Foucault (1961), restituirán a la enfermedad mental su naturaleza humana, pero,

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enajenando al enfermo mental del mundo de los hombres y cercenándolo de la sociedad.

¿La locura o las locuras?

El primer médico psiquiatra dedicado al diagnóstico, tratamiento y atención de quienes comienzan a ser llamados “alienados” es

el psiquiatra francés Phillippe Pinel, quien pone el acento en la observación clínica para describir lo real. En su  Traité médico-

philosophique sur l´aliénation mentale (1800) sostiene que “los alienados, lejos de ser culpables a quienes hay que castigar, son

enfermos cuyo penoso estado merece todas las consideraciones debidas a la humanidad sufriente, y hay que buscar por los

medios más simples el restablecimiento de su razón extraviada”.

Asimismo, encontramos en Pinel una mirada organicista de la locura; consideraba a la misma como una perturbación de las

funciones intelectuales y la incluía dentro de las neurosis cerebrales, siendo el cerebro el asiento de la mente. Sin embargo, no

pudo establecer una causa única y clara para la locura; admitió, además de las causas orgánicas, la existencia de causas morales

para su surgimiento. Es por esa razón que se establece un tipo de tratamiento específico para la locura “el tratamiento moral” que

consistía en aislar al alienado de sus lazos familiares y de los problemas del mundo con la idea de evitar las pasiones que agravan

la alienación mental. Sobre la base de sus fundamentos, “la locura” se introducirá en el mundo de la medicina adquiriendo el

estatuto de “enfermedad”.

En la misma escena que fue citada con anterioridad el discurso del doctor Cawley pareciera estar en sintonía con el enunciado

Pineliano al explicar el tipo de tratamiento que se realiza en la institución psiquiátrica  “Una fusión moral de la ley, el orden y el

cuidado clínico… Los tratamos, intentamos curarlos, si eso falla al menos les damos un cierto grado de comodidad en sus

vidas… tengo la idea radical de que si se trata a un paciente con respeto, se le escucha y se le entiende puede curarse…”

A partir del descubrimiento realizado por Bayle, en el siglo XIX, quien ubica en la meningitis la causa de la parálisis general

progresiva (síntoma ubicado dentro de la locura como género único) se produce un viraje en la historia de la enfermedad mental.

El descubrimiento de una causa precisa y clara que determina la enfermedad permite repensar el origen de la locura;

abandonándose la idea de la misma como género único y dando origen a “las enfermedades mentales”.

Las enfermedades mentales y sus posibles tratamientos

Adentrándonos en el siglo XX encontramos que las enfermedades mentales tuvieron nuevas formas de tratamientos sobre la base

del criterio médico para su abordaje. Sin embargo, muchos de estos tratamientos no se sostenían sobre una base científica, por

ejemplo el electroshock, usado en personas afectadas con un estado llamado melancolía o en esquizofrénicos, la insulinoterapia

usada principalmente en el caso de pacientes con esquizofrenia, la psicofarmacología, etc.

La lobotomía transorbital es otro tipo de tratamiento psiquiátrico, la misma consiste en una técnica ablativa mediante la cual se

puede producir lesiones en los lóbulos frontales. El nacimiento de este tipo de técnicas tuvo lugar en los años ´30. Los Dres.

Egas y Monitz fueron los primeros que aplicaron esta técnica en pacientes con enfermedades mentales. El surgimiento de la

psicofarmacología dio lugar a la declinación de esta práctica y comenzó a usarse la clorpromazina en el tratamiento de la

esquizofrenia. Si bien en sus orígenes la psicofarmacología no contaba con los procesos biológicos y químicos con los que

cuenta en la actualidad, permitió realizar un cambio radical en el tratamiento de las enfermedades mentales disminuyendo el uso

del electroshock en los hospitales y en las clínicas psiquiátricas, abreviando el período de internación y promoviendo el

tratamiento ambulatorio.

Sin embargo, tal como se refirió recientemente, las técnicas ablativas no fueron dejadas totalmente de lado, por el contrario, su

práctica se fue perfeccionando y actualmente el uso de la tecnología le ofrece nuevos beneficios ya que les permite incrementar

su efectividad y su seguridad.

A partir de la aplicación de las técnicas ablativas y el incipiente surgimiento de la psicofarmacología, en el campo de la

psiquiatría, se produce una tensión entre las diversas escuelas que se expresa en el discurso del doctor Cawley:“¿Saben qué está

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viviendo el campo de la salud mental, caballeros? Una guerra… la vieja escuela cree en la intervención quirúrgica;

psicocirugía, unos procedimientos como la lobotomía transorbital (…) los pacientes se vuelven razonables, dóciles, zombis… La

psicofarmacología (…) relaja a los pacientes, podría decirse que los doma… Un último recurso se usa como primera respuesta:

dales una píldora, enciérralos y se calmarán”.

Ted Daniels: de ex-aguacil federal a paciente psiquiátrico

(…) La ética nos lleva a pensar la locura como un proceso singular

Que impide o exalta excesivamente el devenir-sujeto.

La locura será entonces un límite de la experiencia, y no su negación (…).

Alain Badiou

Próximos al desenlace veremos como Ted Daniels busca desesperadamente a su compañero Chuck con la intensión de escaparse

juntos de la isla. Recientemente se había enterado, por otro recluso, que la supuesta investigación es producto de un plan

planeado con la intensión de retenerlo allí para evitar que, al salir de la isla, pueda revelar la verdad de todo lo que sucede en el

sanatorio-prisión.

Durante la búsqueda se encontrará con el doctor Cawley

Dr. C: …los temblores están peor. ¿Cómo van las alucinaciones?

Ted: no tan mal

Dr. C: empeorarán

Ted: Lo sé, la doctora Solando me hablo de los neurolépticos.

Dr. C: ¿En serio?, ¿cuándo fue?

Ted: encontré a la doctora en una cueva en los riscos, pero, jamás la encontrarán.

Dr. C: No lo dudo, considerando que no es real. Las alucinaciones son peores de lo que creí. No tomas neurolépticos. De hecho

no estás tomando nada.

Ted: ¿Qué demonios es esto? (refiriéndose al temblor de sus manos).

Dr. C: Abstinencia

Ted: ¿Abstinencia?, ¿De qué? No he bebido nada desde que llegué a la isla

Dr. C: Cloropromazina. No me gusta la farmacología, pero, la verdad… en tu caso… es el fármaco que te dimos durante los

últimos 24 meses

Ted: ¿los últimos dos años hicieron que alguien me diera drogas en Boston? ¿Es eso?

Dr. C: No en Boston, aquí. Llevas aquí dos años eres paciente de este psiquiátrico. Eras un alguacil federal, aquí está la copia

del expediente que buscabas en el edificio “C”, prueba del paciente 67. De haber salido de aquí habrías revelado toda la vedad.

Parece que no tuviste tiempo para leerlo. Hazlo ahora (le entrega el expediente)

Ted: (lee) El paciente sufre de alucinaciones, veterano del ejército, ex alguacil federal propenso a la violencia, no se arrepiente

de su crimen porque niega haberlo cometido, desarrolla sucesos imaginarios que le impiden enfrentar la realidad de sus actos…

¡Basta de estupideces! ¿¡Dónde está mi compañero?!

Dr. C: ¿Estás buscando la verdad? Andrew Leaddis, el paciente 67 de Ashecliffe eres tú Andrew.

Ted: Mentira…

Dr. C: La corte te envió aquí hace 24 meses, tu crimen es terrible, crimen que no te perdonas así que inventaste otra identidad.

Creaste una historia en la que no eres un homicida, eres un héroe, eres un inspector que estás en Ashecliffe por el caso y que

descubriste una conspiración así que todo lo que te decimos sobre quién eres y lo qué hiciste lo descartas como engaños.

Ted: me llamo Edward Daniels

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Dr. C: Llevo dos años escuchando esa fantasía, conozco todos los detalles. Ojalá pudiera dejarte vivir en tu fantasía, es en

serio. Pero estás entrenado y eres peligroso, nuestro paciente más peligroso. El director y los supervisores determinaron que

deben actuar. Se decidió que a menos que podamos curarte ahora, en esta sesión, se tomarán medidas para que no vuelvas a

lastimar a nadie. Te lobotomizarán, Andrew. ¿Lo entiendes? Le juré al consejo de supervisores que podía crear la más radical

escena simulada que se hubiera intentado en psiquiatría para curarte. Creí que si la llevábamos a cabo te haríamos ver lo

ridículo e imposible que es. Has estado libre dos días, dime ¿dónde están los experimentos nazis, los quirófanos satánicos?

Chuck: ¡Andrew escucha! si fracasamos contigo todo lo que hemos hecho aquí se irá al drenaje, todo.

Dr. C: estamos en el frente de una guerra muchacho y ahora todo está en tus manos.

Por último, Edward intenta escapar tomando el arma que se encuentra sobre el escritorio y mientras cree que le dispara al doctor

Cawley grita que su nombre es Edward y no Andrew. Por otro lado, el médico psiquiatra que se hizo pasar por su compañero

Chuck le explica que su mujer era maníaco-depresiva y que se mudaron a la casa del lago después de que ella incendió su

departamento. Frente a esta confesión del médico, Andrew agrede violentamente a los psiquiatras. El doctor Cawley le muestra

las fotos de sus hijos con la intensión de hacerle ver la realidad. Las alucinaciones de Ted continúan al tiempo que se aviva el

recuerdo de lo sucedido y grita: “Maté a mi esposa por que mató a nuestros hijos”.

Finalmente, sobre el final del film el espectador presencia el último diálogo que Ted mantiene con su psiquiatra a quien le dice

que “este lugar hace que me pregunte ¿qué sería peor, vivir como un monstruo o morir como un buen hombre? Se levanta y se

dirige hacia los médicos que lo acompañarán al faro donde le van a realizar la psicocirugía conocida con el nombre de

lobotomización.

De la posición de saber a la posición de testigo. Un lugar para la transferencia

Lacan trata en el Seminario 3, la distinción estructural de la neurosis y la psicosis a partir de la inscripción o la forclusión del

significante primordial nombre del padre. En el primer caso, nos encontramos frente a una estructura neurótica, en la cual operó

la metáfora paterna, y con ella la significación fálica. En el segundo caso, al no haberse inscripto el significante primordial

nombre del padre, dicha metáfora no opera, estableciéndose de esta manera una estructura psicótica. Como consecuencia de esto,

no hay una ley que permita regular el goce, quedando éste desregulado y produciéndose un empuje al mismo.

Este autor sostiene que no es posible pensar un psicoanálisis en función de una estandarización a priori de los modos de

intervenir en una terapia analítica, incluso ante las psicosis. Sin embargo, resultará decisivo plantear claramente una postura que

procure delimitar las coordenadas que orienten la terapéutica psicoanalítica, permitiendo, así, pensar un lugar posible para el

analista en el tratamiento de las psicosis.

El lugar del analista habilita en el paciente una posición de sujeto ubicándose el mismo en posición de objeto, autorizando en

este gesto la transferencia. Si bien, el lugar del analista es el mismo para cualquier estructura, es necesario tener presente que en

la clínica de las psicosis encontramos el testimonio abierto de las posiciones subjetivas sin el velo pegajoso de la significación

fálica; en ellas, el síntoma se articula a la estructura (Lombardi, 2010:81).

Ted Daniels, se presenta con la certeza de saber qué le sucede y las intervenciones realizadas por su médico tratante lo

convierten, a éste, en un oráculo que legisla lo que a Ted le ocurre; de este modo queda ubicado en el lugar de su perseguidor,

lugar que Fleschig ocupó dentro del delirio de Schreber [1]. Con sus intervenciones, el Dr. Cawley, da muestras de que no le es

posible entender que, en el discurso de Ted, se presentan fenómenos intuitivos, del tipo de la interpretación delirante, en que el

sujeto experimenta un sentimiento de significación invasivo (Lombardi; 2010:82).

Dice Colette Soler (2012:15) que “mientras que el trabajo de la transferencia supone el vínculo libidinal con otro hecho objeto,

en el trabajo del delirio es el propio sujeto el que toma a su cargo, solitariamente, no el retorno de lo reprimido, sino los retornos

en lo real que lo abruman. Mientras que no hay autoanálisis del neurótico, el delirio sí es una autoelaboración en la que se

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manifiesta con toda claridad lo que Lacan denomina “eficacia del sujeto””.

Por esta razón, podríamos decir que sin duda, desde una perspectiva psicoanalítica, el lugar del médico no debería ser otro que el

de un testigo, “esto es poco y es mucho, porque un testigo es un sujeto al que se le supone no saber, no gozar y presentar un

vacío en el que el sujeto podrá colocar su testimonio” (Soler, 2012: 10)

Entre el tratamiento y la experimentación. Un lugar para la ética

Sobre el final del film escuchamos al doctor Cawley revelarle a Ted Daniels, su paciente psiquiátrico, que todo lo vivido por él

en las últimas 48hs. es producto de “la más radical escena simulada que se hubiera intentado en psiquiatría para curarlo”. Esta

actitud del médico psiquiatra nos suscita el siguiente interrogante ¿Cuál fue la razón que lo motivo a tomar esta decisión? El

doctor Cawley, pareciera brindarnos una respuesta cuando le dice a Ted Daniels: “Llevo dos años escuchando esa fantasía,

conozco todos los detalles. Ojalá pudiera dejarte vivir en tu fantasía, es en serio. (…) El director y los supervisores

determinaron que deben actuar. Se decidió que a menos que podamos curarte ahora, en esta sesión, se tomarán medidas para

que no vuelvas a lastimar a nadie. Te lobotomizarán, Andrew. ¿Lo entiendes? Le juré al consejo de supervisores que podía

crear la más radical escena simulada que se hubiera intentado en psiquiatría para curarte. Creí que si la llevábamos a cabo te

haríamos ver lo ridículo e imposible que es. Has estado libre dos días, dime ¿dónde están los experimentos nazis, los quirófanos

satánicos? (…) estamos en el frente de una guerra muchacho y ahora todo está en tus manos”.

Desde nuestra perspectiva, el doctor Cawley sostiene la posición de quien posee un “saber”. El delirio visto como una ridiculez

involucra una voluntad de saber que lleva implícita la intención de desestimar la construcción delirante como un proceso de

reconstrucción de la realidad, es decir, desprecia el valor del delirio como un intento de curación para el paciente. Esta

intervención experimental provoca en el paciente un sentimiento de extrañeza acompañado de un cuadro sintomático con

alucinaciones, excitación motriz y un agravamiento en el estado delirante que empuja a Edwards a realizar conductas violentas

que ponen en riesgo su integridad y la de terceros.

Por otra parte, Leibovich de Duarte (2000) nos dice en su texto La dimensión ética en la investigación psicológicaque “cuando

se planea una investigación se debe tener presente que siempre las necesidades, derechos y bienestar de los participantes están

por encima de cualquier requerimiento de diseño investigativo”. ¿Cuáles fueron las necesidades que priorizó el Doctor Cawley

para realizar su experimento? ¿Qué pautas éticas fueron consideradas durante el mismo? ¿Cuáles fueron las consecuencias

derivadas de su procedimiento?

Frente a este escenario nos proponemos pensar cuales son las cuestiones relacionadas con la bioética que se ven avasalladas.

Para esto tendremos en cuenta la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO  (2005) ya que la

misma nos permitirá interrogar las decisiones tomadas por el médico psiquiatra.

De acuerdo con el enunciado del Artículo 3 Principio de Dignidad humana y derechos humanos según el cual: “los intereses y el

bienestar de la persona debería tener prioridad con respecto al interés exclusivo de la ciencia y/o la sociedad”, se observa que el

mismo se contrapone con el ejercicio de la práctica médica realizado por el doctor Cawley, tanto en la dimensión clínica como

en la práctica de investigación ya que su intención es demostrarle al concejo de supervisores que llevando a cabo su experimento

es posible obtener la cura de su paciente sin medir las consecuencias de sus actos.

En esta misma dirección es posible leer el Artículo 4 Principio de Beneficios y efectos nocivos ya que el mismo establece

que “Al aplicar y al fomentar el conocimiento científico, la práctica médica y las tecnologías conexas, se deberían potenciar al

máximo los beneficios directos e indirectos para los pacientes, los participantes en las actividades de investigación y otras

personas concernidas, y se deberían reducir al máximo los posibles efectos nocivos para dichas personas . La salud mental de

Ted Daniels no se vio beneficiada por este experimento, por el contrario, padece de una serie de sensaciones y fenómenos que no

puede afrontar y, como consecuencia de ello, decide su lobotomización.

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En la misma línea podemos leer el Artículo 5 sobre Autonomía y responsabilidad individual el cual sostiene que “(…) Para las

personas que carecen de la capacidad de ejercer su autonomía, se habrán de tomar medidas especiales para proteger sus

derechos e intereses”, en la trama del film podemos observar que la voluntad del médico por llevar adelante su experimento

produce un aplastamiento en la subjetividad de su paciente.

Por último, desde esta misma perspectiva es posible abordar los Artículos 6 Consentimiento y el Artículo 7 Personas carentes de

la capacidad de dar consentimiento. El primero de ellos en sus incisos 1 y 2 declara que: “Toda intervención médica preventiva,

diagnóstica y terapéutica sólo habrá de llevarse a cabo previo consentimiento libre e informado de la persona interesada,

basado en la información adecuada. Cuando proceda, el consentimiento debería ser expreso y la persona interesada podrá

revocarlo en todo momento y por cualquier motivo, sin que esto entrañe para ella desventaja o perjuicio alguno. La

investigación científica sólo se debería llevar a cabo previo consentimiento libre, expreso e informado de la persona interesada.

La información debería ser adecuada, facilitarse de forma comprensible e incluir las modalidades para la revocación del

consentimiento. Las excepciones a este principio deberían hacerse únicamente de conformidad con las normas éticas y jurídicas

aprobadas por los Estados, de forma compatible con los principios y disposiciones enunciados en la presente Declaración” . El

segundo establece lo siguiente: “De conformidad con la legislación nacional, se habrá de conceder protección especial a las

personas que carecen de la capacidad de dar su consentimiento (…)”.

Ahora bien, la investigación que el Dr. Cawley llevo adelante no sólo desestimó el consentimiento de Ted para realizarla, sino

que además decidió suspender la medicación de su paciente, produciéndose severas consecuencias en la integridad psicofísica

del mismo. En síntesis, los resultados obtenidos del experimento ponen en evidencia que el procedimiento llevado cabo ignora

las pautas ético-deontológicas establecidas en la presente declaración, produciéndose la abolición de la autonomía de su

paciente.

Una cuestión de consentimiento

Según Ormart (2010) “el psicólogo está doblemente determinado en su proceder profesional: por un lado, por el conjunto de

principios deontológicos que determinan su práctica y el campo jurídico, que establece las obligaciones a las que la ley social

lo somete, en su carácter de profesional de la salud. Por el otro las consideraciones propias de la clínica psicológica que lo

conminan a decidir desde la ética profesional las tácticas y estrategias que mejor orienten la cura del paciente. Ambos campos

no se agotan en su propio discurso sino que están llamados a interceptarse. El segundo de estos campos suplementa al primero,

aportando a la lógica general que guía la práctica psicológica la consideración de la dimensión ética-clínica que aborda la

singularidad de cada caso”.

De acuerdo con los códigos de ética, el profesional de la salud mental tiene la obligación de obtener el consentimiento de su

paciente respetando su autonomía “en este sentido, la normativa del consentimiento es un medio, un instrumento; mientras que la

autonomía es un fin en sí mismo. Esta obligación que los científicos tienen de obtener consentimiento de los sujetos (obligación

para el científico, derecho inalienable para el sujeto), si bien fue inicialmente determinada por el Código de Nuremberg para la

práctica de la investigación científica con personas, se extiende luego a toda práctica profesional de la salud, aún a la asistencial,

dando consistencia al principio de autonomía” (Calo, 2002:30)

En el Código de Ética de la APA (2002) Capítulo: Investigación y Publicación. Artículo 8.07 Engaño en la Investigación,

establece que los psicólogos no podrán llevar a delante un estudio que involucre consignas engañosas, a menos que el uso de las

mismas esté justificado por el valor científico. Su administración dependerá de la no existencia de procedimientos alternativos

eficaces que no sean engañosos, además no se administrarán consignas engañosas a los eventuales participantes en

investigaciones que les pudieran causar dolor físico o un severo malestar emocional. Por último, establece que los psicólogos

deberán dar a conocer, a los participantes, las técnicas engañosas utilizadas como parte integral del diseño y aplicación de un

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experimento tan pronto como sea posible, preferentemente al término de su participación.

En consonancia con lo dicho en el artículo antes mencionado, el Código de Ética de la Federación de Psicólogos de la República

Argentina (Fe.P.R.A.) en Normas deontológicas Artículo 4. Investigación Incisos 4.1, 4.5 y 4.6 establece que la investigación

psicológica perseguirá el avance del conocimiento científico y/o el mejoramiento de las aplicaciones profesionales, siempre que

estas se subordinen a la obtención de resultados humanitariamente benéficos y al respeto por los derechos de los sujetos que

participen en la investigación. En el caso de que por las características de la investigación sea desaconsejable, al comienzo de la

misma, se brindará la información completa lo antes posible, explicando las razones de la misma. De cualquier modo, el

psicólogo no deberá omitir información, ni deberá recurrir a técnicas engañosas sin asegurarse que no existan procedimientos

alternativos a las mismas y que el uso de estas justifique el valor científico o profesional. Finalmente aclara que no se llevarán a

delante proyectos de investigación que impliquen consecuencias desagradables o riesgo de ellas para los sujetos participantes.

¿Qué estatuto tuvo la aclaración del Doctor Cawley hacia la finalización del experimento? De acuerdo con los resultados de su

experimento, podríamos inferir que, las palabras del Doctor Cawley, no son compatibles con la necesidad de dar una

información clara y acabada de la investigación para obtener el consentimiento de su paciente. Por el contrario, responden a los

intereses de su investigación, produciéndose efectos iatrogénicos en la integridad psicofísica del mismo.

Para concluir, tendremos en cuenta el Código de Ética (Psicoética) y deontológico de la Asociación Argentina de Psiquiatras. El

punto 2. Principios Éticos define que “el vínculo psiquiatra-paciente con trastorno mental, presenta con respecto al resto de las

especialidades de la medicina, una diferencia fundamental. La relación en las ciencias que se basan en lo biológico supone, por

lo general, la posibilidad de una participación activa y racional del sujeto-paciente, que posee el discernimiento para tomar sus

propias decisiones, situación que no se cumple en el paciente psiquiátrico (…) En el caso del paciente con trastorno mental,

donde la índole misma de la enfermedad afecta la capacidad o competencia, parcial o total, de asumir con plenitud y criterio la

decisión sobre sus actos, se establece un vínculo distinto, pues se halla afectada precisamente el área noble del sujeto, el cerebro,

donde se elaboran las ideas, los afectos, etc.; en resumen, la libertad de ser persona capaz y autónoma (…) hay que luchar por

lograr el “bien posible; la autonomía, definida como la capacidad de toda persona de comportarse de acuerdo al principio de

independencia, emancipándose de otras personas, y la justicia, que comprende la aceptación de los derechos y las obligaciones

de los individuos, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde”

Asimismo, establece, entre otras, como normas Psicoéticas mínimas necesarias para determinan las condiciones que deben

respetarse durante el vínculo profesional, la accesibilidad comprendida como “la forma de realizar la comunicación o

intercambio de información, de modo tal que resulte comprensible al nivel del paciente” y elconsentimiento entendido como el

“planteo con responsabilidad y conocimiento, de los alcances, consecuencias o posibles complicaciones del tratamiento, en

forma racional, de modo tal que el paciente acepte el mismo, manifestando su voluntad sin limitaciones”.

Sobre el final Ted le hace saber a uno de sus médicos psiquiatra que: “este lugar hace que me pregunte ¿qué sería peor, vivir

como un monstruo o morir como un buen hombre?; levanta y se dirigiéndose hacia los médicos que lo acompañarán al faro

donde se realizará la psicocirugía conocida con el nombre de lobotomización.

Referencias

BADIOU, Alain (2000) “Ética y psiquiatría”. En Reflexiones sobre nuestro tiempo. Ediciones del Cifrado. Buenos Aires.

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NOTAS

[1] Ver al respecto el análisis de Freud, Sigmund (1911 [1910]) En “Puntualizaciones psicoanalítica sobre un caso de paranoia

(Dementia paranoides) descrito autobiográficamente” (Caso Schreber). En Obras completas. Tomo XII. Cap. III Buenos Aires,

Amorrortu (2005)

Page 10: Shutter Island

http://revista.escaner.cl/node/2020

SHUTTER ISLAND: ENTRE LA RAZON Y LA LOCURA

Fernanda Bargach-Mitre

[email protected]

Bajo la batuta impecable de  Martin Scorsese, con un elenco de lujo, y un excelente guión de  Laeta Kalogridis, basándose en la

novela de Dennis Lehane, también autor de las míticas  Mystic River de Clint Eastwood y la sorprendente  Gone baby Gone de Ben

Affleck, esta película promete quedarse impregnada en la retina del espectador. Con el mejor terror psicológico, con referencias al

cine de Alfred Hitchcock, Scorsese construye un film que impacta y provoca, en un ejercicio de paranoia  y de cornisa entre la

cordura y la locura que resulta imposible de olvidar.

Shutter Island cuenta la historia de los agentes judiciales Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo)  que son

destinados a una remota isla del puerto de Boston para investigar la desaparición de una peligrosa asesina ,recluida en el hospital

psiquiátrico Ashecliffe, un centro penitenciario para criminales perturbados dirigido por el siniestro doctor John Cawley (Ben

Kingsley). La desaparición parece no viable. La  joven madre que ahogó a sus tres hijos, de alguna manera se ha esfumado de una sala

de vigilancia las 24 horas del día, con su puerta cerrada desde el exterior. Los agentes pronto descubrirán, que el centro guarda

muchos secretos, y que la isla esconde algo más peligroso que los pacientes.

Se trata de una cinta con profundos giros y continuada tensión, muy bien lograda por el director, acompañado de un excelente trabajo

de fotografía a cargo de Robert Richardson que le da un toque  impresionista, destacando las escenas de alucinaciones, saturadas, muy

teatrales, con cambios cromáticos y  fuertes luces, que nos permiten incursionar en la complicada mente de Teddy (DiCaprio). Vale

destacar que este actor brinda una actuación memorable, de las mejores hasta la fecha, donde cada expresión de su rostro nos hace

penetrar en la piel de su personaje.

Según Peter Travers: de la revista  Rolling Stone, "Scorsese hace magia negra en esta alucinación hipnotizadora. Nadie que viva y

respire cine debería siquiera ni soñar con perdérsela…” Sin duda se trata de un film para amar u odiar, es una cinta categórica en su

estilo narrativo, con una cinematografía impactante, una historia sobrecogedora, extraña, por momentos incomoda, desasosegante,

cargada de adrenalina y voracidad, que los amantes de este género querrán ver por segunda vez, para disfrutar de cada detalle de esta

poderosa historia.

Es de tomar en cuenta el montaje de Thelma Schoonmaker: fluido y perfecto terreno de juego, y nunca hace que la película pierde el

foco. La música también es totalmente adecuada y logra que la escenas de suspenso sean aún más inquietantes e inolvidables.

La película se sitúa en el año 1954,  en el corazón de la Guerra Fría, época de una teoría de la conspiración en cada esquina. La

amenaza de la bomba atómica está siempre presente, los recuerdos de los campos de exterminio nazis persisten y los rumores de

experimentos científicos dudosos por los médicos del sanatorio están circulando. Todos estos factores combinados, le agregan a la

cinta un toque extra de clima paranoico.

Page 11: Shutter Island

Sin duda estamos frente a un film que rescata un género que ha sido muy  abusado, con exceso de gore y mujeres semi desnudas,

volviendo a la  esencia del mejor cine negro, del exquisito suspenso psicológico, con la complicidad de un realizador que sabe lo que

hace.

La película se estrenó en el 60o Festival Internacional de Berlín, Abrió número 1 en la taquilla con $ 41 millones, según estimaciones

de los estudios. La película se mantuvo # 1 en su segundo fin de semana con $ 22,2 millones. A partir del 21 de mayo 2010, ha

recaudado $ 127 860 427 en Usa y un estimado de $ 166.5 millones en los mercados extranjeros, por un total de 293.796.367 dólares,

siendo una de las películas más taquilleras de Scorsese.

En resumen, se trata de una obra maestra y aterradora psicológicamente, que genera miedo y reflexiones en la audiencia, dejando a su

paso una huella en el séptimo arte que será difícil de olvidar.

Imperdible.

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http://ivan-diariopsicoanalitico.blogspot.com/2009/06/breve-analisis-de-cinco-ideas.html

Diario Psicoanalítico

Miércoles, 10 de junio de 2009

Breve análisis de cinco ideas principales del libro: “Enfermedad Mental y Personalidad” escrito por Michel Foucault.

Para los que leyeron el análisis de estas ideas con anterioridad, les comento que me vi en la necesidad de realizar muchos cambios.

Espero les guste el nuevo artículo. Cabe destacar que el otro lo tuve que suprimir por completo.

Primera: “La psicosis, perturbaciones de la personalidad global”.

En primer lugar desglosaremos esta oración en dos partes con la intención de encontrar un definición lo más acertada y objetiva

posible. Cuando se habla de psicosis nos estamos refiriendo a: “un grupo de trastornos psicológicos graves, que comprenden la

esquizofrenia, que se caracterizan por delirios y alucinaciones” (Barlow, 2001). Ahora bien, las perturbaciones de la personalidad

global suelen tener distintas acepciones si nos avocamos a una base psiquiátrica en donde la normalidad se definiría como lo que

realiza la mayoría y la anormalidad se facultaría para lo que se sale de la norma. Recordemos que si bien, las psicosis son una

perturbación para la psiquiatría, los analistas como Freud y Lacan han establecido conocimiento más propicio en lo tocante a las

psicosis como una forma de gozar para dar acceso a una estructura sin simbolización. De ahí que las perturbaciones dependen

totalmente de la anormalidad como un estado fuera de lo natural pero que es a la vez completamente individual.

Segunda: “El paranoico se caracteriza sobre todo por los mecanismos de proyección, introyección y es delirante, perseguido y

perseguidor…”.

La psicología como ciencia de la conducta y del proceso mental está totalmente relacionada con el acontecer del ser humano. Por

tanto, ¿la paranoia es una enfermedad destinada al fatalismo? Grandes autores de la psiquiatría como Kraepelin, Bleuler, entre otros;

han tratado de clasificar y tratar esto a lo que se le llama paranoia. Recordemos que incluso S. Freud con su teorización del caso

Schreber en 1911 y J. Lacan con su propuesta inicial del caso Aimée en 1932 (propuesta que él mismo corregirá en su seminario III

‘Las Psicosis’ gracias a la aportación de los tres registros de la subjetividad como son: el real, simbólico e imaginario) han abordado

distintas acepciones que van más allá de unos conceptos como solo proyectivos-introyectivos y delirantes. Freud propone a la paranoia

como una forma de defenderse de las tendencias homosexuales y J. Lacan como una forma de autocastigo. Si bien nos encontramos

ante una enfermedad mental que creemos causa daño tanto a nivel individual como social, esto no quiere decir que nos enfrentemos

ante una patología devastadora ni satánica y mucho menos a un estado fatalista. Si bien nos encontramos ante un aspecto bio-psico-

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social nos deja claro que el tratamiento apuntaría a algo mucho más multidisciplinario que individualizado.

Tercera: “Finalmente, la enfermedad puede atacar al hombre en la esfera individual en la que se desarrolla la experiencia de

su propio cuerpo”.

Es importante señalar que la angustia desborda una sintomatología clásica para con el cuerpo del sujeto. Todo lo que se refiere a la

historia del hombre va en relación con la angustia y con la enfermedad. Por ello, a la angustia se le ha visto como patológica, pero esto

en realidad no es así, ya que ésta realiza una función estabilizadora; e incluso se ha determinado que ésta en bajas proporciones suele

ser motivadora para la realización de eventos importantes que pueden llevar al sujeto al éxito.

Cuarta: “El enfermo acepta reconocer esta oposición al mundo real, o más bien la irreductible yuxtaposición de éstos dos

mundos reales…”.

La enfermedad propiamente dicha es sin duda lo que la psiquiatría observa como síntomas positivos; es decir, alucinaciones y delirios

para los trastornos esquizofrénicos. El sujeto en este sentido al inmiscuirse en esos síntomas, se tiene que enfrentar a lo que el autor

llama los dos mundos, desde mi punto de vista el irreal por una parte y el real por otra. El primero de éstos va en relación con la

alucinación en sí, es decir, se tiene que adaptar a un mundo nuevo y anormal incluso desde su delirio como ese agujero sin llenar para

dar acceso al registro de lo simbólico desde una perspectiva lacaniana. El segundo por su parte, es el del mundo simbolizado capaz de

incluir metáforas y metonimias que le permiten al sujeto ser un ser-hablante. Los sujetos entonces se crean esa nueva realidad para

tratar de introducirse a un mundo por demás complicado para inscribirse en un intento de reconstrucción con el mundo desde una

teorización freudiana.

Quinta: “Existe un tipo de condición fundamental en lo que respecta a la psicología del conflicto, la cual dice que éstos son

sociales e históricos”.

En realidad el autor establece una especie de fundamento o base estructural en lo que se refiere a los conflictos psicológicos. Es bueno

que analicemos como es que se presentan estos conflictos en los seres humanos. Muchas veces los sujetos que están en conflicto

consigo mismos se lo deben en gran parte a su historia y a su experiencia, pero en otra gran parte, a la forma de su interacción social.

Socialmente nos han enseñado que hagamos tales o cuales cosas, sin poder cuestionar ni una de esas cosas con las cuales nos

involucramos, es decir, los individuos estamos pensando más en que dirán los demás y no alcanzamos a visualizar que lo más

importante es el sujeto en sí, como ser-hablante. De ahí que podemos establecer lo siguiente: un individuo es individuo en tanto se

conoce a sí mismo como lo establecería el filósofo Sócrates hace ya miles de años.

Publicado por Ivan Arellano Covarrubias   en 9:24 

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http://www.protestantedigital.com/ES/Blogs/articulo/2324/La-locura-de-shutter-island

La locura de Shutter Island

03 DE MAYO DE 2010

La nueva película de Scorsese te atrapa desde el primer momento –la niebla, el barco, la sirena, la música–, la tensión del mundo febril

y enigmático de Shutter Island te engancha como una retorcida tela de araña. Esta isla infernal nos lleva a los registros religiosos

habituales de este director italo-americano, que estudió teología en el seminario de la catedral de Nueva York. Enviados, sacrificio,

redención, culpa, expiación, inmolación, aquí está el católico Scorsese en estado puro…

En la bahía de Boston hay una isla escarpada, en la que antaño se construyó una fortaleza, convertida en los años cincuenta en un

penal psiquiátrico de máxima seguridad. Es imposible que un demente criminal pueda burlar la vigilancia, sobrevivir en los

acantilados y llegar a la lejana costa a nado sin morir de frío. En el  ferry  que lleva a Shutter Island han embarcado sin embargo dos

agente federales (Leonardo di Caprio y Mark Ruffalo), para investigar la imposible fuga de una psicópata (Emily Mortimer), una

joven viuda que asesinó a sus tres hijos.

Las primeras imágenes de la isla maldita y el inquietante director del hospital (Ben Kingsley), son todo un homenaje al cine de serie

B, que ha fascinado al director desde que era niño. Los géneros se mezclan en esta historia de policías, conspiraciones y terror.

Doctores sospechosos, noches tormentosas, escaleras de caracol, la trama es todo un parque temático de referencias al cine negro,

el  misterio gótico y el terror psicótico que produjo la RKO en los años cuarenta y cincuenta. 

 Martin Scorsese adapta aquí la maravillosa novela de Dennis Lehane, un apasionante escritor, cuya obra ha sido llevada con

bastante acierto al cine por autores como Clint Eastwood ( Mystic River ) o Ben Affleck ( Adiós, pequeña, adiós ) y la televisión ( The

Wire ). Esta es una película tensa, compleja e hipnótica, que nos absorbe en el mundo enigmático de una isla azotada por tormentas y

tempestades.

TORMENTA INTERIOR

 Scorsese narra con maestría el angustioso acorralamiento de este universo desasosegante, que nos ofrece sutiles pistas que nos

indican que aquí nada es lo que parece. Esta historia nos hace bucear en la locura de un mundo en el que la pesadilla se mezcla

con la realidad. Estamos al límite de la delgada frontera que separa la enfermedad de la cordura, el sueño de la vigilia… 

En  Corredor sin retorno  (1963) de Sam Fuller, una de las películas más inquietantes sobre manicomios, junto a tal vez  Alguien voló

sobre el nido del cuco  (1975), aparecía en los títulos de crédito inicial esta temible frase: “A quien los dioses se empeñan en destruir,

primero lo vuelven loco”. Esta obra indaga en los más violentos y perturbadores rincones de la psique humana.

 El personaje de Leonardo di Caprio (Teddy Daniels) es un veterano de la Segunda Guerra Mundial, que participó en la liberación del

campo de concentración de Dachau. Ha visto en la guerra innumerables horrores y se ha enfrentado al mal de muchas maneras, pero

las más turbadoras son las que ha encontrado en su propio corazón.

KAFKA EN LA ISLA INFERNAL 

Estamos en la postguerra, una época desestabilizadora, llena de miedo y sospecha, en un ambiente paranoico de   guerra fría. En una

entrevista realizada en 1962, a propósito de su adaptación de  El proceso  de Kafka, Orson Welles explicaba sus razones para resituar

su “pesadilla” en 1963, como una historia más cercana a la postguerra. 

La obra kafkiana “permitía al cineasta hablar de la alienación de ese hombre moderno surgido de la Ilustración” –dice Ángel Quintana

en  Cahiers du Cinema –, “ese individuo atrapado en sus propios laberintos cuya existencia había desembocado en el horror de los

campos de exterminio nazis”.

Teddy Daniels es un hombre herido por los efectos de la barbarie, pero es también un ser humano que se enfrenta con sus propios

demonios. Si en  El castillo  el agrimensor de Kafka intenta penetrar en un mundo ajeno, el protagonista de  El proceso, Joseph K, es

alguien atrapado en un mundo al que cree que pertenece.

Page 15: Shutter Island

Lo que le interesa a Scorsese no es el problema legal del crimen, sino la tenue frontera moral que separa la bondad de la

monstruosidad. Al igual que el personaje de Sam Fuller en  Corredor sin retorno, Teddy Daniels no se da cuenta de que está perdido

en el interior del laberinto y nunca podrá llegar a encontrar la salida.

CONCIENCIA ATORMENTADA 

Una de las pesadillas recurrentes del personaje de Di Caprio en  Shutter Island  le recuerda su entrada en el campo de Dachau,

como soldado de las tropas aliadas. Las montañas de cadáveres judíos parecen salidas de un grabado infernal de Doré o una

pintura negra de Goya. 

 El mayor horror que produce la pesadilla no viene sin embargo de la barbarie nazi, sino de su participación en la venganza

que supone la ejecución sin proceso de los guardias que encuentran en el campo, suplicando perdón. 

“Dios ama la violencia”, dice el guardián que le encuentra perdido en el bosque, después de la tormenta. “No hay un orden moral tan

puro como el temporal que acabamos de tener”. La violencia, le recuerda a Teddy, “está en nosotros, sale de nosotros, tan natural

como respiramos”. Según el cínico vigilante, lo único que hacemos es seguir el ejemplo de Dios. El problema no es sin embargo de

Dios, sino de nosotros. 

Nuestra culpa nos recuerda que nuestro mal tiene consecuencias. La depravación es una parte de nosotros que nunca abandonamos, ni

podemos conquistar. ¿Cómo nos enfrentamos entonces a nuestros traumas, fracasos y pecados? Como dice uno de los médicos, “la

clave para cualquier tipo de curación es reconocer la verdad de las heridas que hemos producido o hemos recibido”. Esto no es sólo

verdad para la psicología moderna, sino también para la teología bíblica.

SANIDAD PROFUNDA

Dios es el Médico divino, que hace una obra misericordiosa y sobrenatural en nuestras vidas. “Os lavaré con agua pura, os

limpiaré de todas vuestras suciedades y pondré en vosotros un corazón nuevo y un espíritu nuevo”, dice Ezequiel 36:25-26.

“Os libraré de todo lo que os manche” (v. 29). ¡Él puede sanar nuestro interior!

“Cuando os acordéis de vuestra mala conducta y vuestras malas acciones, sentiréis vergüenza de vosotros mismos por vuestros

pecados y malas acciones” (v. 31). Esa conciencia nos impedirá creer que su perdón es algo que nosotros merecemos –nuestra es la

vergüenza y la confusión (v. 32) –, pero ¡lo que para nosotros es imposible, para Dios es posible! 

A lo largo de la investigación de Teddy, vemos repetidamente la necesidad de enfrentarnos a la verdad de nuestro pasado, nuestras

heridas y pecados. Unida a ella está sin embargo la mentira de que por algo que hayamos hecho, estamos condenados a ser un fracaso,

un monstruo, un mal marido, un inepto padre o alguien terriblemente malo.

 Es evidente que la atrocidad nos rodea y el mal nos paraliza. Puede parecer locura creer en un perdón dado por gracia, que

nos limpia de todo pecado. La verdadera cordura nos ha de hacer desechar toda noción de mérito, pero debemos actuar sobre

la base de ese amor que nunca decrecerá. Fuera de la gracia y el perdón, sólo hay mecanismos de defensa, mentiras, dolor y

una culpa que nos consume.  ¡Necesitamos una sanidad profunda! Sólo ella podrá saciar nuestra sed de redención.

 

Autores: José de Segovia Barrón

Page 16: Shutter Island

http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_36394_1.html

La isla siniestra: el lugar del enfermo ("mental")

Gabriel Galli es psicólogo, docente, periodista y crítico cultural.

  La isla siniestra (Shutter Island. USA, 2010) utiliza los recursos tradicionales del suspenso para narrar una historia de la

locura en la época moderna. El filme es una adaptación del libro homónimo del escritor y productor Dennis Lehane (Desapareció

una noche, Río Místico). La anécdota transcurre en un mundo aquejado por la “psicosis delirante aguda” de la guerra fría, mientras la

psiquiatría sufría otra crisis (de la que no se ha recuperado del todo), todavía atrapada (y tomando partido por uno de los polos) en la

división platónica alma-cuerpo y su correlato, el dualismo “herencia-cultura” y/o “biología-socialización”.

  A pesar de su recepción dispar, la nueva película de Scorsese me pareció excelentemente contada, con personajes bien planteados y

actuaciones igualmente buenas. La película dura dos horas y 18 minutos que pasan volando.

  Aquí nos encontramos lejos de una trama original. Por el contrario, se trata de los mismos ingredientes que el cine y la literatura

utilizan desde que imaginamos y mezclamos detectives, locura y crímenes en lugares cerrados. Ciertamente, no se trata tanto de

originalidad como del pulso y la precisión en el relato, del ritmo en el manejo de los recursos al servicio de una historia que ha

sido contada muchas veces.

  Una película vale por lo que es y por lo que nos despierta y provoca. Personalmente,  La isla siniestra me resultó una fuente de

estímulos intensa y permanente, provocando todo tipo de asociaciones ideicas (y emociones esporádicas más bien escuálidas: he aquí

uno de sus posibles puntos débiles).

 

INTERTEXTUALIDAD: LA MELANCÓLICA ISLA SINIESTRA

  La película comienza con un plano de niebla densa y gris de la que emerge una nave que lleva al protagonista, descompuesto, hacia

la isla Shutter. Cuando ésta se avizora bajo un cielo plomizo y amenazante, no puedo evitar recordar las primeras líneas del cuento de

Poe:

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  “Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a

caballo, una región singularmente lúgubre del país; y al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la

melancólica Casa Usher.”

  A bordo, el protagonista sufre mareos, está enfermo y las escenas, aunque en un ambiente diferente, recuerdan a los ataques de

pánico del maestro encarnado por James Mason en Delirio de grandeza (Bigger than life. Nicholas Ray. USA, 1956). También tienen

en común la alteración del humor y la personalidad inducidos por el consumo de medicamentos.

  Como el mismo Scorsese ha señalado, son muchas las películas que vieron y tuvieron presentes como referentes para la realización

de este filme (Shock Corridor de Samuel Fuller; La invasión de los usurpadores de cuerpos de Don Siegel; Laura de Otto

Preminger; Retorno al pasado, de Jacques Tourneur; producciones de Val Lewton como La marca de la pantera, Yo dormí con un

fantasma; Encrucijada de odios, de Edward Dmytryk; los documentales de la Segunda Guerra de John Huston) y, aunque no lo

menciona, también se siente la presencia de Corazón satánico (Angel Heart. Alan Parker. USA, 1987) y Carretera perdida (Lost

Highway. David Lynch. USA, 1997).

  En sus propias palabras: “Me interesaba usar la historia del cine como vocabulario -el thriller psicológico, el horror, el film noir, el

expresionismo alemán que es de donde vienen todos esos géneros-, para contar todo a través de la cabeza del personaje de Leo. Pero

no las vemos para imitarlas. La idea es tomar en cuenta una historia del cine que lleva cien años: Griffith, De Mille, Ford, Welles,

Lubitsch, Preminger, Siodmak. Es una continuidad...” (Diego Lerer, Martin Scorsese: "No creo en la normalidad" en Clarin)

 

LAS POBLADAS ISLAS DESÉRTICAS

  Desde la Odisea hasta Shutter Island, pasando por La tempestad de Shakespeare, Robinson Crusoe de Daniel Defoe, Los viajes de

Gulliver de Swift, Erewhon de Buttler, El señor de las moscas de Golding, La isla misteriosa de Verne, La isla del doctor Moreau de

H. G. Wells o La invención de Morel de Bioy Casares (por mencionar apenas unos pocos ejemplos literarios ilustres), las islas son

ámbitos para la revisión y redefinición del concepto de realidad. Los náufragos y viajeros que llegan a ellas se ven obligados a

reconstruir sus relaciones con el mundo y a revisar o recrear los rudimentos de la cultura de tierra firme, es decir, la dimensión

psicosocial del yo y su desempeño sociodinámico. Como diría Deleuze, “ya no es la isla la que se separa del continente sino el

hombre que se encuentra separado del mundo al estar en la isla”(Gilles Deleuze, Causa y razones de la isla desierta).

  Pero Shutter Island no es una isla desierta y acaso ninguna isla lo sea. Ésta es soporte de dos de las funciones que tradicionalmente

hemos dado a las formaciones insulares: sostener faros y albergar sitios de encierro (fortalezas, prisiones,   hospitales). Así, la isla del

filme es inexpugnable, un bloque de piedra cortado a hachazos que se eleva hosco y duro sobre el mar. Esto confirma la unidad de

imaginación y geografía: “La isla no es otra cosa que el sueño de los hombres y los hombres la mera conciencia de la isla”. (Deleuze,

Op. Cit.)

 EXPRESIONISMO Y TORMENTA

  La conciencia de la isla pasa por su separación del mundo por medio del agua como elemento aislante. Toda isla es un micromundo

con su clima insular característico. Así, la  experiencia de la isla es de naturaleza climática y viene condicionada por la inmersión del

visitante en la atmósfera insular (Peter Sloterdijk, Espuma). El cielo amenazante del comienzo depara una tempestad huracanada que

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confirma el clima agobiante, inhumano y arbitrario que allí se vive. Ante el accidente climático, todo refugio es un encierro dentro del

encierro general de la isla.

  El aspecto expresionista del filme radica en que la amenaza es ubicua y toda sospecha parece estar justificada.  Aquello que

protege, da confort y seguridad es, a su vez, fuente de indefensión, stress e inquietud. Las relaciones están deshumanizadas,

cosificadas y sometidas a protocolos médicos y legales que se descubren progresivamente a través de la emergencia sucesiva de

obstáculos y límites. Acantilados, muros, rejas, puertas, trancas así como normas, guardias y chalecos de fuerza químicos. La isla es

un espacio kafkiano donde las líneas de fuga se curvan y vuelven sobre sí mismas.

 CONFINAMIENTO CONTINUO

  De todos modos, el insulamiento relativo es parte del diagrama de mundo de la guerra fría (con sus muros, simulacros,

espionaje,comentario de actos y experimentos de brutalidad física y psíquica). Esta isla es una extensión del continente y reproduce el

“final” de un mundo sometido al totalitarismo disciplinario (cuyos antecedentes son ilustrados por las cárceles de Piranesi; su

esplendor, por el Panóptico de Bentham y su declinar por las tecnologías bioquímicas y electromagnéticas que redefinen las relaciones

de cada uno “individual” con el “todo” social) y un derecho alejado de la justicia (otra vez Kafka y su lógica del sobreseimiento

aparente como diagnóstico de un tiempo que dura, más o menos, hasta la caída del muro de Berlín).

  La guerra fría fue el síntoma principal de la bipolaridad planetaria que siguió a la Segunda Guerra Mundial.  De hecho,

significó la continuación de la “guerra total” por medios “pacíficos” (o, cómo se sugiere en  Mil Mesetas, invirtiendo la frase de

Clausewitz: la política es la continuación de la guerra por otros medios). La disuasión fue la continuidad del fascismo por medios

“democráticos” a través de una carrera armamentista que tomó de rehenes a las poblaciones del mundo y muy especialmente, a las del

continente europeo. La insistencia en el enemigo externo e interno, exigía la movilización paranoica permanente. Así, el hospital

carcelario de Shutter Island y su eventual laboratorio, sería financiado por el senador republicano McCarthy y la siniestra Comisión de

Actividades Antiamericanas, para que técnicos “ex” nazis y sus “hermanos” norteamericanos, experimentaran medios justificados por

el fin de la derrota del mal mayor. Esta es la atmósfera que se respira en Shutter Island.

 ATAQUES DE PÁNICO: LA INTERIORIZACIÓN DE LA LOCURA

  La película comienza mostrando la locura del mundo a través del delirio espeluznante de la psiquiatría, tal como aparece

ilustrada en los cuadros que decoran el estudio del  Dr. Cawley (Ben Kingsley). Su despacho parece un pequeño museo de arte

clásico y antiguo, con todo tipo de esculturas, bustos, cuadros y libros de finas encuadernaciones. El espacio está dominado —

artísticamente hablando— por una estatua del dios Pan (del griego, "todo" o "hijo de todos" o "alegría de todos"). Éste era

representante de la naturaleza salvaje y formaba parte del culto de Dionisos. Con apetito sexual insaciable, perseguía a ninfas y

muchachos por igual. Era capaz de provocar un miedo enloquecedor y está en el origen de la palabra pánico.

  Caricaturalmente, la película sugiere que, si la locura del mundo comienza como pánico real (campos de concentración, guerra

fría, carrera armamentista, espionaje, etc.), éste se continúa en los delirios paranoicos de personas que absorben, como esponjas,

las fuerzas violentas, cósmicas y políticas. El “afuera” histórico social se interioriza y reproduce en el “adentro” psicológico de

pacientes capaces de encarnar la violencia impersonal. De este modo, los flashbacks aparecen como puesta en escena de este

proceso en el que el todo penetra en cada una de sus partes.

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  Narrativamente, el filme de Scorsese sitúa al espectador en el lugar de la locura. Nos pone en su centro mismo para, en un

momento dado, llevarnos a la dudosa exterioridad que llamamos realidad y que, en este caso, funciona, literalmente, como des-

ilusión.

MÚSICA MODERNA

  En el plano sonoro Scorsese, a través de su colaborador Robbie Robertson, realiza una selección de  obras de música

contemporáneaque incluye composiciones de Morton Feldman, John Cage, Penderecki, Ligeti, Scelsi, John Adams, Ingram Marshall,

Max Richter, Philipp Vandrae, Nam Jun Paik y Brian Eno. Muchas de las piezas seleccionadas cumplen con algunas de las

características de la “música culta contemporánea” tras su alumbramiento traumático a manos de uno de sus ginecólogos de confianza,

el compositor vienés Arnold Schönberg.

  Parte de las obras empleadas, aún cuando no sean atonales, están compuestas con armonías extrañas, a menudo inquietantes, que no

resuelven de acuerdo a la sintaxis tradicional y, por lo mismo, abren a una expectación que es funcional a los regímenes de misterio y

suspenso.

  La fina sensibilidad del obsesivo y angustiado compositor bohemioGustav Mahler, tiene su momento para introducir al ominoso Dr.

Naehring (Max von Sydow). Baladas como Cry de Johnnie Ray, Wheel of fortune interpretada por Kay Starr o Tomorrow night de

Lonnie Johnson, aportan los toques melódicos y tonalidades epocales que las composiciones eruditas escamotean.

Page 20: Shutter Island

http://www.psychologytoday.com/blog/reel-therapy/201002/shutter-island-separating-fact-fiction

Shutter Island: Separating Fact from Fiction

The history of psychology is dissected and distorted in Shutter Island

Published on February 23, 2010 by Jeremy Clyman, Psy.D in Reel Therapy

***Warning: This blog entry is one big spoiler alert, so if you haven't seen "Shutter Island" but want to then please refrain from

reading this until you've paid your ten dollars and fifty cents.

"Shutter Island" is one of those films that rips the rug out from under your expectations with the frequency and intensity of a

magican's act. Initially, we think we are watching a well-intentioned U.S. Marshall named Teddy enter an insane asylum/prison

hoping to uncover the whereabouts of a recently-disappeared patient/inmate. Later, our strangeness barometer begins to beep and we

recalibrate our assumptions. Now we think we are witnessing a brave and bereaved soul searching for damning evidence that will

expose Shutter Island as an expensive, cutting-edge torture chamber. Only during the final act (unless you've connected the

foreshadowing dots), when our barometer falls off the charts, do we realize that the narrative is really about tragic psychosis and

elaborate role play.

Overall, I found the film to be a very intense, somewhat entertaining discussion of lines - the kind of elusive, easily blurred lines that

exist between perception and reality, normalcy and insanity, even exceptional and subpar filmmaking. There is another extremely

relevant though largely ignored line of which I'd like to discuss, the line between realistic and melodramatic portraits of clinical

psychology. Although issues like delusions and 20th century inpatient treatment are aggressively examined within the plot, many of its

exclamation points are in fact question marks that warrant further discussion:

Does Teddy suffer from an actual psychological disorder?

Teddy is a strange case. In retrospect he presents as an intelligent, high functioning individual, so much so that

his traumatic experiences during WW II merely dented, rather than overwhelmed, his coping resources. However, the mild and (then)

socially acceptable alcoholism and workaholism he exhibited as a family man provided just enough emotional detachment to blind

him from the murderous insanity bubbling up within his bipolar wife. One Saturday, an unsuspecting Teddy arrived home from a work

trip to his three drowned children and a creepy, suicidal wife (whom he promptly put out of misery). Although such an experience

would seem to virtually guarantee the development of Post-Traumatic Stress Disorder, somewhere along the way his symptoms tipped

into the very real but much less common psychiatric condition known as Delusional Disorder.

According to the DSM-IV you can be high functioning - cognitively, socially and emotionally - and not only suffer from delusions

(fixed, adamant beliefs that run contrary to clear, consensual evidence) but experience such a state without clear mental hiccups.

Teddy also meets this diagnosis, according to the manual, because he experiences the delusions for more then one month (don't ask me

to explain the time cutoff) and not as the result of mood issues (he is not particularly depressed or anxious) drug addictions (the bottle

is no longer a problem) or schizophrenia (much too socially savvy, and his delusions are not bizzare - "aliens landed in my kitchen").

As the DSM-IV further classifies Delusional Disorder via content of the delusion, a psychologist might also note that Teddy suffers

from a Mixed Type. His mind generates themes of grandiosity (I'm going to uncover a mass conspiracy!) and persecution (I'm going

to be prevented from ever leaving this island!)

Is the film's diatribe against the mental health field warranted?

Page 21: Shutter Island

Suffice it to say that "Shutter Island" is not the most encouraging cinematic portrayal of mental health. Two main points that need to

be addressed are the ‘cave scene' and the ‘final scene.'

Cave Scene: In the early seventies - in real life, not fantasy - a researcher named David Rosenhan conducted an experiment that

attempted to examine just how well the psychiatric community diagnosed craziness. It did not go well. A handful of research

confederates posed as "fake" schizophrenics, entering an inpatient hospital with reports of hallucinations. Once inside they proceeded

to act like their normal, high achieving selves every single moment leading up to discharge. Unfortunately they were not allowed to

leave without a schizophrenia label and prescription for psychoactive medications.

You may recognize remnants of this study in the cave scene, as a psychologist, a.k.a figment of Teddy's imagination, rails against the

catch-22 of being pronounced insane despite being sane. Of course, this scene is a major melodramatic leap from reality. Paranoid if

not vindictive psychiatrists, outdated if not illogical treatment approaches and helpless if not martyred patients is the stuff of the

distant past if not absurdist conspiracy. The current reality is that diagnosis remains a complex mixture of art and science with

psychological training consisting of gold standard scientific measures and astute, non-judgmental clinical perspectives. In fact, the

field has entered unchartered territory with regard to patient rights, a balanced power dynamic between treator and treatee and well-

reasoned, empirically-supported treatment. If only the reality was as edge-of-your-seat suspenseful...

Final Scene: Are we really to believe that the likable and accomplished Teddy (no prior history of mental illness on top of a clear

pattern of resiliency), goes crazy from a familial trauma, then repeatedly breaks through his delusional mindset during treatment, only

to revert back to crazy mode like a music CD stuck on repeat? Although individual differences and the delicate, volatile blend

of genes, environment and personality can make the prognosis of persistent illness an erratic, sometimes chronic endeavor, the stuck-

on-repeat ending does not make sense. Once again "Shutter Island" is in need of an update, as mental illness is presented in the archaic

medical model format in which a psychic "virus" arises, sneaks up on the mentally healthy mind with relative ease, causes irreversible

damage and refuses to ever let go. If you ask me this final scene is the craziest thing in the whole movie, and that's saying something...

Do places like Shutter Island really exist?

Without first-hand knowledge I think it's safe to say that Shutter Island is a caricature. But it is a caricature inspired by the "snake pit"

mental hospitals of the '50s and '60s in which many chronically ill patients suffered a lifetime of filth and mistreatment. When public

outrage finally caught up to the reality a national deinstitutionalization commenced during the 70's that did little more then demote

mental patients from marginalized status to homelessness status. The movie also discusses the "ice pick" frontal lobotomy. Before you

dismiss this as horror movie fiction you should know that approximately sixty years ago over five thousand procedures were

performed in the U.S. Yes, the procedure was performed with an ice pick-like instrument. Yes, the surgeon could be seen jamming the

pick through the eyeball before proceeding with a frenzied wiggling motion. Yes, my attempt to save the image of psychiatric history

from cinematic misrepresentation is backfiring...

Why did the movie receive surprisingly poor reviews?

You've got a Dennis Lehane novel (penned "Mystic River" and "Gone Baby Gone"). You've got Martin Scorsese behind the lens and

Leonardo DiCaprio in front of it. Yet the studio's post-academy award nominations release date implies a lukewarm ambivalence

about its box office prognosis that is consistent with my audience's reaction. As the end credits rolled I overheard viewer comments

ranging from, "That was amazing" to "I don't understand..." to "I paid over ten dollars for that..." And critics have largely been, well,

critical. To me, some of the stated flaws are undeniable. Teddy is kept at arms-length from us, we are hit over the head with the dark,

Page 22: Shutter Island

ominous tone and there are a few too many of those inherently aimless hallucination sequences. But critics of the general narrative

structure should step back and realize that the narrative arc is perhaps the most accurate and admirable aspect, psychologically

speaking.

Everything seems melodramatic as nothing is as it seems. Random moments are punctuated with inexplicably intense emotions.  Goals

constantly shift as disorganization triumphs. To watch this film is to become physically exhausted and cognitively frustrated. But

everything makes perfect sense in retrospect once we realize we've enter the mind of a delusional patient with unblinking vividness. A

risky but worthwhile ambition.

What is this film's overall verdict?

On the one hand, indictments of the mental health field in this movie range from unfortunate accuracies to melodramatic

exaggerations to head-scratching distortions. On the other hand we are provided with ultimately well-intentioned psychiatrists and

memorable demonstrations of mental anguish. As far as this film's portrayal of clinical psychology is concerned, please email with

your verdicts.

Page 23: Shutter Island

http://encuentra.com/sin-categoria/la_isla_siniestra_resena_cine16923/

La Isla Siniestra (Reseña cine)

16 marzo 2010

Sección: Sin categoría

Dos agente federales son asignados para investigar el caso de una interna que escapó de un reclusorio para criminales dementes.

Título Original: Shutter Island 

Director:  Martin Scorsese

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Michelle Williams, Ben Kingsley, Max von Sydow

Año: 2010, Paramount

Género: Suspenso psicológico

Contenidos Específicos: Lenguaje crudo constante, referencias sexuales, violencia gráfica e imágenes perturbadoras de un campo de

concentración.

Clasificación MPAA*: R  (RESTRINGIDA Sólo para mayores, los menores de 17 años requieren ser acompañados por alguno de sus

padres o un adulto con criterio)

*MPAA: The Motion Picture Association of America

Reseña:

Estamos en 1954 y los agentes federales Ted Daniels y Chuck Aule (Leonardo DiCaprio y Mark Ruffalo) son enviados

a la Isla Shutter, un sanatorio-prisión para criminales con desórdenes mentales. Allí deberán investigar la desaparición

de una reclusa que asesinó a sus pequeños hijos y que ha escapado sin dejar huella. Serán apoyados en su búsqueda por

los psiquiatras encargados del lugar, los doctores Cawley (Ben Kingsley) y Naehring (Max von Sydow). La atmósfera

opresiva y los efectos de una fuerte tormenta pondrán a prueba la estabilidad emocional del agente Daniels, perseguido

además por los recuerdos de la muerte trágica de su esposa y de su experiencia en la guerra cuando liberan el campo de concentración

de Dachau.

Trabajando con un guión basado en la novela de Dennis Lehane, el director Scorsese entrega una cinta de suspenso psicológico

absorbente. Aunque tiene algunas incongruencias, éstas no se notan mucho gracias al género mismo de la película. La escenografía es

escalofriante y la combinación de temas secundarios de gran dramatismo hacen la narrativa intrigante y acentúan la sensación general

de incertidumbre mental. A mitad de la historia parece que todo mundo oculta algo. La conclusión es igualmente desconcertante. Fiel

a su estilo, Scorsese usa con profusión el lenguaje vulgar y es explícito en las escenas escabrosas y violentas, aunque debemos admitir

que, a diferencia de lo que sucede con otras de sus producciones, la violencia en “Shutter Island” sirve bien al propósito de la cinta y

no se siente que se abuse de ella. El equipo de actores encabezado por DiCaprio es magnífico y hacen todos un trabajo excepcional, en

esta que viene a ser una buena cinta de suspenso, un género en el que la producción de Hollywood ha sido más bien mediocre en los

años recientes. La duración de 140 minutos pudiera parecer excesiva, pero el suspenso que genera impide que se sienta cansada.