Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

14

Click here to load reader

Transcript of Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

Page 1: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

Según los escritos que narran su vida, en los que es difícil distinguir entre historia y leyenda, Platón (427-348 a. C.) viajó en dos ocasiones a Sicilia, hacia el año 380 a. C., para intentar convencer a los tiranos de Siracusa, Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven, de que gobernasen de acuerdo con los principios filosóficos. Cierta o no, esta historia demuestra que en la Antigüedad Sicilia era un centro importante de la cultura y la literatura. En su día, Píndaro (518-438 a. C.), un poeta nacido en Beocia, fue invitado a la corte del tirano Terón de Agrigento donde escribió algunas de sus odas dedicadas a la gloria de la ciudad o a algún vencedor de los Juegos Olímpicos. Pero el autor siciliano más conocido de aquella época es Diodoro de Sicilia, un historiador y cronista griego del s. I a. C. Fue un gran viajero que recorrió el mundo clásico y luego se estableció en Roma. Dejó una obra considerable sobre geografía, historia y ciencias naturales. Desgraciadamente, de los 40 títulos que escribió, sólo 15 han llegado hasta nosotros.

La época bizantina, dominada por la lengua y la cultura griegas, dejó muy pocos manuscritos, dedicados en su mayoría a las vidas de santos, como Pancracio de Taormina, que al parecer vivió en el s. I d. C.

Durante el Renacimiento, el redescubrimiento de los textos griegos, vectores del humanismo, tuvo una excelente acogida en Sicilia. Gracias a las enseñanzas de Costantino Lascaris (1434-1501), la Universidad de Mesina llegó a ser, en el s. XV, la más famosa de Europa en la enseñanza del griego.

La literatura árabe, una ventana abierta a Occidente

La cultura árabe, que no dejó de extenderse después de la conquista normanda, fue especialmente brillante en Sicilia. El s. XII estuvo presidido por la figura de Al-Idrisi (1100-1166), un geógrafo nacido en Ceuta, pero que pasó casi toda su vida en la corte de los reyes normandos Rogelio II y Guillermo I. Fue el artífice del primer planisferio y escribió un tratado de geografía dedicado al rey Rogelio II, conocido como Kitab Rudjar (El libro de Rogelio). La filosofía, la literatura y las ciencias alcanzaron un desarrollo considerable, porque sus pensadores se encontraban muy por delante de sus contemporáneos europeos. Al igual que Andalucía, Sicilia fue un trampolín para el conocimiento de los textos antiguos, en particular los de Aristóteles, que se tradujeron primero del griego al árabe y después los eruditos judíos los tradujeron al hebreo, para transmitirlos a su vez a los italianos.

En la corte –o Magna Curia– del emperador Federico II de Hohenstaufen (1198-1250), la escuela siciliana de poesía imitó el arte de los trovadores provenzales y sus temas dedicados al amor cortés. Los textos estaban escritos en un siciliano desprovisto de términos populares. Este dialecto cuidado ejercería una gran influencia en la poesía italiana, sobre todo en la de Dante Alighieri (1265-1321). Entre las figuras literarias del s. XIII destacaron el propio emperador Federico II, autor de cuatro canciones, su hijo Enzo y Giacomo da Lentini, notario de la corte, considerado el inventor del soneto.

Época clásica

Page 2: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

El s. XVII fue el siglo de oro del teatro barroco, que se inspiró en temas de la Antigüedad clásica. Ortensio Scammacca (1562-1648), su principal representante, publicó comedias y tragedias en italiano y en siciliano. En el s. XVIII, permeable a las ideas del Siglo de las Luces que se extendieron por toda Europa, Sicilia se centró en su cultura y en su identidad. El sacerdote G. Battista Caruso (1673-1724) publicó una historia de Sicilia, mientras Tommaso Campailla (1668-1740), un autor ecléctico, redactó sonetos y poemas filosóficos o teológicos con influencias del pensamiento cartesiano. Giovanni Meli (1740-1815), seguidor de Jean-Jacques Rousseau (1672-1747), fue el mayor poeta de la época con sus odas bucólicas y filosófico-satíricas, como L’Origini du lu munnu (El origen del mundo).

Con Federico II el flujo de inmigrantes lombardos fue favorecido con una exención decenal de los tributos estatales. Volviendo a los principales rubros de gastos de la Corona – sobre todo en el periodo de los reyes Normandos – la corrupción como arma defensiva de los ataques contra la independencia siciliana absorbía muchos recursos del  presupuesto estatal. No es un misterio que la monarquía normanda siciliana financió la primera Liga Lombarda para bloquear en el norte de Italia el proyecto de invasión de Barbarroja, que consideraba parte del Regnum Italicum -  y por lo tanto bajo su jurisdicción – también al Sur de Italia. Con el matrimonio entre Enrique VI Hohenstaufen (hijo de Barbarroja) y Constanza de Altavilla (hija de Ruggero II) los antiguos enemigos se hicieron amigos y este arma defensiva no tenía más razón de ser. El último rubro de gasto político era el financiamiento de la Diplomacia  y de la “Grandeur”  Normanda. Adelaide (madre de Ruggero II) fue enviada para casarse con el rey de Jerusalén, con una dote considerable (sobre las naves que viajaban a Tierra Santa había trigo, vino, aceite, carnes saladas, armas, caballos y por último, pero no menos importante, una cantidad indeterminada de dinero). El matrimonio no tuvo buen fin,  porque el rey de Jerusalén se acordó a último momento que ya estaba casado. En el Presupuesto Siciliano, una parte considerable estaba dedicada al financiamiento de la cultura (artes, ciencias naturales). Un cordón de jardines y lagos – en el interior de los cuales había cabinas, pabellones, mosaicos, fuentes – constituían el límite sur de Palermo. El Harem real, los guardaespaldas sarracenos, el cocinero árabe, la colección de animales exóticos en la reserva real, dan al viajero Ibn Jubayr  una imagen de la corte palermitana asimilable, a pesar de ser cristiana, a un emirato en su apogeo. Como paradoja, después de la conquista de Sicilia en 1194, el emperador alemán recibió como  botín de guerra una jirafa y algunos camellos. En mérito a esta costumbre “árabe” de la reserva exótica, tanto Ruggero II como Federico II tuvieron grandes problemas con el papado. Bastante costo para el presupuesto siciliano representó incluir artistas de fama mundial en la corte palermitana. Durante el reinado de Ruggero II predominaban los poetas (Ibn Hamdis) y científicos musulmanes (al-Idrisi y su libro de geografia Kitab Rujar o Libro del Rey Ruggero). En los sucesivos reinados de Guillermo I y II se acentuó el pedido de conversión al cristianismo para muchos sabios islámicos por parte de la Corona, entonces adquirieron importancia en la corte personalidades latinas y griegas. En este período opera Enrico Aristippo, cortesano de Guillermo I, que se dedicó a la traducción de las versiones en griego y latín de numerosas obras clásicas, tradición mantenida viva por Eugenio el Emir, griego de nacimiento. Otros exponentes de la cultura greco-bizantina fueron Doxopatrios que se ocupó de los geógrafos y Theophanes Kerameus que proyectó la Capilla Palatina en Palermo.  El reinado de Federico II Hohenstaufen significó un retorno a los textos árabes traducidos por sabios hebreos que conocían la lengua, dado que gran parte de los intelectuales islámicos habían dejado Sicilia para irse a Africa del Norte en los tiempos de la latinización de Guillermo el Malo. Los textos árabes encontraron gran aplicación en las ciencias naturales.Gastos para construcción: las más importantes obras de arte normandas son la Loggia y los  Mosaicos en Cefalù, la Capilla Palatina, la iglesia de Santa Maria dell’Ammiraglio en Palermo (llamada también Iglesia de la Martorana) y la Abadía de Monreale. En estas últimas, el rey es representado mientras recibe la corona de manos del Hijo de Dios.El Stupor Mundi pasará su juventud en esta gran capital normanda que es Palermo y con estos presupuestos obtendrá primero el titulo de Rey de Sicilia y después el título de Emperador Romano. Federico es la sumatoria de dos grandes familias: una normando-vikinga (Altavilla) y una alemana (Hohenstaufen). La misma águila Hohenstaufen – que todavía hoy es el estandarte del Comune di Palermo- es considerada por sus herederos teutónicos como el simbolo viviente de  Alemania. Basta observar el escudo en su camiseta blanca.

Page 3: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

Debido a su estratégica situación en el Mediterráneo, la isla de los tres vértices siempre tuvo un gran valor estratégico. En ella confluyeron las culturas europeas, norteafricanas y del Mediterráneo oriental para crear la identidad siciliana a lo largo de los siglos.

En el origen de los tiempos

Pueblos de la Antigüedad La Sicilia griega La Sicilia romana Época medieval La Sicilia árabe La Sicilia normanda Los angevinos y las Vísperas Sicilianas Tiempos modernos Sicilia y la unidad italiana Época contemporánea

En el origen de los tiempos

Los primeros pobladores de Sicilia datan del Paleolítico superior, entre 10. 000 y 15. 000 años antes de nuestra era y, sin duda, se establecieron en un territorio bastante reducido. Los dibujos rupestres de las cuevas del Addaura, cerca de Palermo, y los de Levanzo, en las islas Égadas, atestiguan su presencia. La civilización neolítica fue introducida por invasores procedentes de Oriente Próximo, hace unos 7.000 años. Al parecer llegaron a través del estrecho de Mesina, se sedentarizaron y vivieron de la agricultura en pueblos protegidos mediante fosos excavados en la piedra caliza, como en el caso de Stentinello, cerca de Siracusa.

Pueblos de la Antigüedad

A finales del Neolítico se impuso la metalurgia del cobre, importada de Oriente Próximo y también de España por los íberos. Con el desarrollo del comercio y la navegación en la Edad del Bronce antiguo (de 1800 a 1400 a. C.) surgieron brillantes civilizaciones como la de la Conca d’Oro y la de Castelluccio, cerca de Noto, en la costa sur. La Edad del Bronce medio (1400-1250 a. C.) se caracterizó por la importación masiva de cerámica y de objetos micénicos procedentes de Grecia y Creta.

Los griegos dieron nombre a los antiguos pueblos de Sicilia, a los que llamaron sículos, élimos y sicanos. Los sículos, expulsados de Italia, se impusieron por la fuerza a los primeros habitantes de la isla y luego se instalaron en la zona oriental. Tras asimilar la cultura autóctona y aceptar las aportaciones del mundo griego, establecieron una brillante civilización, sobre todo en la zona de Pantalica. En el oeste vivían los sicanos, un pueblo más antiguo, quizás de origen íbero. Aún más al oeste se instalaron los élimos que, según la leyenda, eran troyanos refugiados en Sicilia. A todos estos pueblos se añadieron las aportaciones orientales de la civilización fenicia establecida en Cartago.

Page 4: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

La Sicilia griega

Las primeras migraciones griegas hacia Sicilia, que se remontan a los ss. IX y VIII a. C., se confundieron al principio con las de los mercaderes fenicios.

Una colonización progresiva

La colonización avanzó lentamente. En el año 753 a. C., Calcis, una ciudad de Eubea, fundó Naxos, la primera colonia griega, a los pies del Etna, y luego Leontinoi y Catania. Los corintios edificaron Siracusa; los mégaros, Megara Hiblea y Selinunte; los rodios y los cretenses Gela, y luego Akragas (Agrigento). En aquella época, la colonización no era el resultado de una voluntad política centralizada, sino de iniciativas surgidas en el seno de las distintas ciudades madre, fomentadas por la degradación de las condiciones socioeconómicas locales. Tras su fundación, las nuevas ciudades se agrupaban en torno a un templo donde eran venerados los dioses griegos de la ciudad de origen. Pero enseguida las metrópolis empezaron a comportarse como auténticas entidades políticas que no tardaron en reivindicar con energía su autonomía con respecto a la madre patria. Gracias al desarrollo de los cultivos, las ciudades griegas pudieron exportar trigo a Grecia, mientras que la venta de vino y aceite a Cartago permitió comprar hierro a la isla de Elba y metales preciosos a las Galias y a España. Cuando alcanzaron la prosperidad, las ciudades empezaron a acuñar moneda.

Fuerte influencia cultural

La floreciente economía siciliana provocó la aparición de una clase social de propietarios ricos pero despóticos. Hacia el s. VII se produjo una crisis social que dio origen al primer sistema legislativo griego, promovido por Zaleucos de Locres y Carondas de Catania. Sus leyes, destinadas a moderar el poder de la aristocracia, influyeron en los futuros legisladores de Atenas. Desde el punto de vista arquitectónico, las ciudades griegas, como Selinunte, Agrigento y Siracusa, se llenaron de templos y teatros inspirados en el estilo dórico (ver “Arquitectura”).

La amenaza africana

En el s. V a. C. la independencia política de las diferentes ciudades se vio seria y repentinamente afectada por las ambiciones de Cartago. Para combatir la amenaza, los jefes políticos y militares, es decir, los tiranos, intentaron que las ciudades se aliasen. Gelón, tirano de Gela, y más tarde de Siracusa, que se había hecho famoso tras vencer en una competición de carros en Olimpia, derrotó a los cartagineses en la batalla de Himera (480 a. C.). Previamente se había aliado con Terón, tirano de Agrigento entre 488 y 472. Estas hazañas militares acrecentaron el poder político de los tiranos que, por otra parte, contaban con cortes fastuosas en las que brillaban artistas y poetas como Píndaro, poeta del olimpismo (ver “Literatura”), y el filósofo y hombre de ciencia Empédocles de Agrigento (hacia 484-424). Cuando los cartagineses dejaron de ser una amenaza, los tiranos dejaron de ser indispensables y fueron depuestos para ser sustituidos por regímenes democráticos de corte ateniense.

Siracusa contra Cartago

Page 5: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

El repentino poder de Siracusa empezó a preocupar a las ciudades vecinas y en particular a Egesta –la futura Segesta–, que pidió ayuda a Atenas. Poco después, una expedición de más de 50.000 hombres procedente de Grecia puso cerco a Siracusa. Aunque la aventura se saldó con una catástrofe para Atenas, Siracusa quedó agotada tras la batalla. Con la complicidad de Egesta, Cartago envió a Sicilia un ejército de 100.000 hombres bajo el mando de Aníbal Giscón (hacia 471-406), que se apoderó de Selinunte y de Himera en el año 409 a. C., antes de derrotar a Agrigento y Gela. Cuando Siracusa se vio amenazada, Dionisio el Viejo (430?-367) firmó un tratado con el invasor y le cedió la tercera parte de la isla. A pesar del acuerdo hubo otras guerras y los siracusanos decidieron emprender una expedición contra Cartago. Pero la ciudad púnica resultó inexpugnable y no tardó en permitirse el lujo de apropiarse algunos dioses griegos y de acuñar moneda en Sicilia.

La edad de oro

de la Sicilia griega

A pesar de las guerras recurrentes, el s. V fue un período esplendoroso. Las ciudades crecieron rápidamente y la población aumentó, hasta el punto de que Siracusa llegó a tener 300.000 habitantes. Por todas partes surgieron nuevos templos, entre los que destacó el Olimpeion de Agrigento. Las artes triunfaron y las monedas griegas de Sicilia tenían fama de ser las más bellas del mundo. También fue la época de dominación de Siracusa, dirigida por el tirano Dionisio el Viejo. A su muerte, las ciudades rivales recuperaron la independencia y Siracusa eligió un nuevo caudillo, Agátocles (361-289), que se convirtió en el primer rey de Sicilia.

La Sicilia romana

La presencia romana en Sicilia coexistió con otras influencias y no llegó a reducir las particularidades de la isla.

Primera Guerra Púnica

Después de la salida de Pirro, Sicilia se convirtió en punto de fricción de los imperialismos cartaginés y romano. Los romanos, amenazados por Cartago en Cerdeña y Córcega, iniciaron la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), que se saldó con una serie de victorias en Sicilia antes del fracaso de la expedición del general Régulo (256) en África. A pesar de todo, gracias al apoyo de Siracusa, los romanos acabaron por ganar en las islas Égadas (241) y Cartago tuvo que reconocer su derrota. Salvo Siracusa y Agrigento, que conservaron su independencia, toda Sicilia cayó en manos de Roma, que la declaró provincia de la República en el año 227.

Siracusa entre Roma y Cartago

Con el fin de conservar su independencia, Siracusa fomentó la rivalidad entre Cartago y Roma, que por aquella época se enfrentaron una vez más en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.). Tras permanecer fiel a Roma, la ciudad siciliana reanudó las relaciones con Cartago por iniciativa de su rey Hierónimo, nieto y sucesor de Hierón II

Page 6: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

(270-215). El cónsul romano Marcelo asedió entonces la ciudad, que cayó en el año 212 a pesar de las máquinas de guerra inventadas por el ingenioso matemático siracusano Arquímedes (287-212), que murió durante el cerco. Desde el punto de vista político, la Sicilia griega había dejado de existir. Simultáneamente, para hacer frente a Cartago, el cónsul Escipión (235-183) reunió una flota que resultó vencida en la batalla de Zama, en el año 202. Dos generaciones después, la Tercera Guerra Púnica (149-146) terminó con la destrucción total de Cartago.

La “despensa” de Roma

La República romana solía adaptar el régimen que imponía a las provincias sometidas a la postura que éstas habían mantenido con respecto a Cartago. Las que habían sido aliadas de Roma, como Segesta y Mesina, tenían que pagar muy pocos impuestos. Por el contrario, los territorios de Siracusa y Erix se repartieron entre las ricas familias romanas. De hecho, en tiempos de la República, Sicilia fue la “despensa” de Roma, según escribió Catón el Viejo: “Con sus pieles, túnicas y cereales, vistió, alimentó y equipó nuestros ejércitos”.

La rebelión de los esclavos

Con el fin de explotar sus grandes dominios, los romanos importaron esclavos de Oriente Próximo que, como sistemáticamente eran maltratados, acabaron por sublevarse en el año 135 a. C. encabezados por Euno, un pastor de Enna. Con el apoyo de los campesinos libres, éstos mantuvieron una guerra terrible, en la que se realizaron numerosas atrocidades, antes de ser derrotados. En el año 104 se produjo otra sublevación encabezada por Trifón, que se proclamó rey al frente de un ejército de 30.000 hombres. Pero una vez más los romanos consiguieron controlar la revuelta y mil insurgentes fueron trasladados a Roma para ser pasto de las fieras.

Época medieval

En su conjunto la Edad Media fue una época brillante y próspera para Sicilia, dominada sucesivamente por los bárbaros, los bizantinos, los árabes y los normandos.

De los bárbaros a los bizantinos

En el año 468 d. C., la caída del Imperio romano favoreció la entrada de las tropas del rey vándalo Genserico (400?-477), procedente del norte de África. Más tarde, en el 491, la isla cayó en manos del rey ostrogodo de Rávena Teodorico el Grande (455?-526). Como consecuencia de las conquistas militares de Justiniano (483-565), que intentaba reconstruir la unidad del antiguo Imperio romano, Sicilia quedó incorporada al Imperio bizantino tras rendirse al general Belisario, en el año 535. Durante casi cuatro siglos. Sicilia permaneció en la órbita de Bizancio, que respetó la cultura griega, pero que estableció importantes impuestos y la empobreció hasta que cayó en manos de los árabes.

Page 7: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

La Sicilia árabe

Las incursiones musulmanas comenzaron en el año 652, pero los árabes, o mejor dicho las tropas de bereberes, cretenses musulmanes y persas no desembarcaron en Mazara hasta el año 827. La conquista de la isla duró casi ochenta años. Palermo cayó en 831 y Siracusa en 878, pero Taormina resistió hasta el 902. Por su parte, las poblaciones cristianas del nordeste nunca llegaron a someterse totalmente (ver “Religión”), de modo que la isla quedó dividida en dos: la Sicilia occidental “africanizada”, permeable a la cultura árabe y controlada enseguida por la dinastía de los Kalbitas, fieles a los califas de El Cairo, y la Sicilia oriental, nostálgica de la cultura griega, que nunca aceptó completamente la dominación musulmana.

Palermo, rica, comercial y brillante, se convirtió en capital de la isla. En aquella época tenía 300 mezquitas, jardines y numerosos mercados. Gracias a la influencia de Al-Ándalus y de Oriente Próximo, la cultura, la poesía y las ciencias alcanzaron un gran desarrollo. La agricultura progresó considerablemente tras la implantación de nuevas técnicas de irrigación y la importación de nuevas especies: algodón, lino, caña de azúcar, arroz, cítricos, henna...

La división administrativa estableció tres distritos coincidentes con otros tantos valles: Mazara al oeste, Noto al sudeste y Demone al nordeste.

La Sicilia normanda

En su origen, los normandos eran los “hombres del norte”, o vikingos, que se establecieron en Normandía (Francia). Después de fundar en la desembocadura del Sena una colonia muy sólida, no tardaron en firmar un acuerdo con el rey carolingio, que les cedió un feudo. A pesar de todo, los normandos no renunciaron a sus ambiciones de conquista, tanto al otro lado del canal de La Mancha como en el Mediterráneo. Como participaron en calidad de mercenarios en las guerras que disputaron el Papa y los diferentes soberanos italianos, aprovecharon los conflictos para afianzar su poder. En 1059, el acuerdo de Melfi estableció que los normandos pasaban a ser vasallos del Papa, con derechos feudales en la Italia meridional. Así, el conde Roberto Guiscard de Hauteville (1020?-1085) sometió Bari y Salerno y luego su hermano Roger o Rogelio (1031-1101) se apoderó de Palermo en 1071 y se erigió en representante del Papa en la isla.

Una sociedad multicultural

El segundo hijo de Roger de Hauteville, Rogelio II (1095-1154), proclamado rey de Sicilia, de Apulia y de Calabria en 1130, reinó también en el sur de Italia y creó un complejo sistema administrativo. Puesto que estaba a las órdenes del Papa, una de sus misiones era erradicar el Islam, pero se negó a emplear la fuerza y favoreció las conversiones sin obligar a las élites musulmanas y judías. De hecho, la dominación normanda permitió la fusión de las civilizaciones griega, latina y árabe, lo que aportó a la isla prosperidad económica, social y cultural. Paralelamente, el francés que hablaban los normandos se integró en el idioma siciliano.

Page 8: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

Federico II, “stupor mundi”

El nieto de Rogelio II, Guillermo II (1153-1189), nombró heredera a su tía Constanza de Hauteville (1154-1198). Cuando en 1186 esta última se casó con Enrique VI, hijo del poderoso emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico I de Hohenstaufen, llamado Barbarroja (1122-1190), aportó el trono de Sicilia a la Casa de Suabia. El hijo de ambos, Federico II (1194-1250), llegó a ser el representante más ilustre de la nueva dinastía reinante. El emperador fue coronado en la catedral de Palermo, a los cuatro años de edad, en un contexto político difícil. Cuando llegó su hora, tuvo la habilidad de aprovechar la política pontificia en Alemania para ser consagrado emperador del Sacro Imperio en 1220. Político brillante, legislador y administrador inteligente, Federico II fue también un hombre culto y tolerante. Hablaba nueve idiomas, se rodeó de consejeros de todas las religiones y se interesó tanto por la ciencia –matemáticas y medicina– como por el arte. Entre otros proyectos, colaboró en la fundación de la Universidad de Nápoles, en la renovación de la Escuela de Medicina de Salerno y en la eclosión de la escuela poética siciliana (ver “Literatura”). Muchos de sus contemporáneos cantaron las alabanzas de este soberano excepcional, stupor mundi, estupor del mundo.

Los angevinos y las Vísperas Sicilianas

A la muerte de Federico II en 1250, la sucesión se presentó muy complicada. Carlos I, conde de Anjou y de Provenza (1227-1285), hermano de San Luis, rey de Francia (1215?-1270), aprovechó las maniobras del Papa para imponerse en tierras sicilianas, a cambio de su apoyo en contra de los príncipes germánicos, Conrado IV y Manfredo. Después de vencer en la batalla de Benevento en 1266, se apoderó de Sicilia y del reino de Nápoles y mandó decapitar a Conradino, el último heredero de los Hohenstaufen, que sólo tenía 15 años. Pero, debido a su comportamiento cruel, los franceses no tardaron en hacerse odiar. Se organizó una conspiración y el lunes de Pascua de 1282, la revuelta que estalló en Palermo, y que pasó a la historia con el nombre de Vísperas Sicilianas, degeneró en una gran matanza de franceses.

Tiempos modernos

A finales de la Edad Media comenzó el declive irremediable de la isla. Cambió de nuevo de manos y hasta el s. XIX permaneció incorporada a la corona de España, salvo un breve período de pertenencia a la casa de Saboya.

Sicilia y Nápoles (ss. XIII-XV)

Cuando la revuelta de las Vísperas Sicilianas llegó a Mesina, sede del Gobierno angevino, los insurgentes pidieron ayuda a Pedro III de Aragón (1239-1285), casado con la princesa suaba Constanza, nieta de Federico II, aspirante a la corona de Sicilia. Finalizada la Guerra de las Vísperas en contra de los Anjou, que seguían estando en posesión del reino de Nápoles, los aragoneses consiguieron el control de Sicilia en 1302

Page 9: Sicilia De la Antigüedad al Renacimiento

y Federico de Aragón, hijo de Pedro, se proclamó rey de Trinacria, con el nombre de Federico III (1272-1337), tras la Paz de Caltabellota.

La Sicilia aragonesa se incorporó a España en 1409, durante el reinado de Alfonso V de Aragón (1396-1458). Este último no tardó en enfrentarse a los Anjou de Nápoles, cuyo reino quedó incorporado a Sicilia bajo una misma corona en 1442.

La Inquisición, que se introdujo en Sicilia en 1482, destruyó las mezquitas y sinagogas y provocó la conversión forzada o el exilio de los últimos judíos y musulmanes, que fueron expulsados definitivamente diez años después.

Españoles y austriacos (ss. XV-XVIII)

Aunque las revueltas eran frecuentes, Sicilia y Nápoles, gobernadas por virreyes, permanecieron unidas a la corona española hasta la Guerra de Sucesión (1701-1713), que provocó el acceso al trono de Felipe V (1683-1746). El conflicto terminó en 1713 con el Tratado de Utrecht, que confirmó a Felipe V como rey de España, y otorgó Sicilia a la casa de Saboya y Napóles a Austria. Siete años después, Víctor Amadeo II de Saboya (1666-1732) cedió Sicilia a Austria a cambio de Cerdeña.

En 1734, el hijo de Felipe V, Carlos de Borbón (1716-1788), futuro Carlos III, invadió Nápoles y Sicilia. En 1735 fue coronado rey de Nápoles y Sicilia. Durante la dominación española, Sicilia vivió un período de paz y logró grandes progresos administrativos, económicos y educativos. La Inquisición quedó abolida en 1786.

El paréntesis inglés (ss. XVIII y XIX)

Cuando accedió al trono de España en 1759, Carlos III cedió sus derechos sobre Nápoles y Sicilia a su hijo Fernando I de las Dos Sicilias (1751-1821). Durante el período revolucionario, este último se enfrentó a Francia. Más tarde, después de que las tropas napoleónicas invadieran Nápoles en 1799, los ingleses desembarcaron en Sicilia, donde se había refugiado la corte de los Borbones, para prevenir un posible ataque francés. La economía y la administración fueron desde el primer momento las principales preocupaciones de los británicos, que promovieron la exportación de cítricos y la producción de vino de Marsala con destino al Reino Unido, mientras que una nueva constitución liberal puso fin al feudalismo en 1812. Sin embargo, después del Congreso de Viena, Sicilia y el reino de Nápoles se reunieron de nuevo bajo el nombre de reino de las Dos Sicilias y fueron devueltos a los Borbones. Simultáneamente, en Palermo surgía un movimiento autonómico y republicano