Siguiendo a Las Estrellas
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8/3/2019 Siguiendo a Las Estrellas
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Siguiendo alas estrellas
Nayra Ginory
8/3/2019 Siguiendo a Las Estrellas
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© Copyright Nayra Ginory
Todos los derechos pertenecen a su autora.
Este texto no puede ser copiado o reproducido de cualquier forma sin la
autorización expresa de su autora.
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8/3/2019 Siguiendo a Las Estrellas
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Salgo por la puerta del dormitorio, que han dejado entreabierta, como siempre. Asomo la
cabeza al pasillo, casi con miedo. Sólo hay una extraña oscuridad. Oigo los sonidos del
sueño de mi nueva familia, un ronquido, un murmullo inconexo, una sutil respiración.
Camino despacito, temiendo despertarles, asustado de que un mal movimiento frustre mis
sueños de libertad. Me asomo por última vez al cuarto del bebé, el único al que me da pena
abandonar. Chupetea ansioso cuando me ve llegar, tiene los ojos abiertos, pero sé que no
me delatará. Acaricio sus nudillos con mi nariz, a través de los barrotes de la cuna,
maravillándome por última vez de su suavidad.
Me alejo y voy a la puerta trasera, la única por la que puedo salir. Me escurro por la
apertura inferior, que estaba hecha para otro más pequeño que yo, otro del que soy
improvisado sustituto. Bajo las escalerillas que dan al jardín de atrás y me quedo un
momento quieto al sentir la hierba húmeda contra mi piel, embriagado como una criatura
ante la belleza de la noche. Hace frío, pero no hay nubes, la luna se esconde, pero eso sólo
hace que se vean más las estrellas. Siento enormes deseos de desatar las emociones
atávicas que me espolean, de honrar a mis antiguos, que merodeaban los bosques
nocturnos buscando una presa, de gritar y de aullar, pero no lo hago para no delatarme.
Doy un gemido lastimero como toda señal de la frustración que me embarga y empiezo a
caminar hacia la verja. Paso con dificultad por entre unos maderos rotos y medio podridos
y salgo a la calle, abandonando la casa en la que he pasado las últimas semanas.
Estoy desorientado, no sé muy bien dónde estoy ni cómo llegar a mi hogar. Me
trajeron aquí enfermo y en un automóvil, y yo siempre confié en que mi estancia aquí sería
pasajera, que me devolverían a casa en cuanto me hubiesen curado, pero no fue así. Lo
siento por el bebé de nuevo, porque adoro jugar con él y hacerle estallar en carcajadas,
pero recuerdo que yo tengo a mi propio bebé, quizás un poco mayor, que también ríe con
mis juegos. Lo que no sé es cómo llegar hasta él.
Miro de nuevo hacia las estrellas, buscando un punto de referencia, huelo el aire de
la noche, pero no me llega ningún aroma familiar. Aun así, tengo la sensación de que mi
casa está hacia el norte. “Norte”, me dice mi instinto y camino acera arriba, siguiendo a la
estrella más brillante del cielo. Ya estoy recuperado, mi pata ya está curada, puedo andar
durante días y días, y pienso perdonar a mi antigua familia, que me olvidó herido en un
descampado. Al fin y al cabo, eso es lo que me hace ser un buen perro.