Simbiosis Del Encuentro

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C C O O S S T T A A R R I I C C A A CARMEN NARANJO Nació en Cartago en 1931 y es hoy considerada una de las más destacadas intelectuales de su país. Ha desempeñado el cargo de Embajadora en Israel, Ministra de Cultura, Juventud y Deportes, y Directora del Museo de Arte Costarricense. Su pluma ha incursionado por la poesía, el teatro y la narrativa. Sus novelas Los perros no ladraron (1966), Camino al mediodía (1968) y Diario de una multitud (1974) han alcanzado varias ediciones. Entre sus libros de cuentos sobresalen Hoy es un largo día (1974), Ondina (1983) y Otro rumbo para la rumba (1984). SIMBIOSIS DEL ENCUENTRO os amamos. Mi nombre es Ana. El de él es Manuel. No nos conocimos casualmente. Alguien le habló a Manuel de mí. De esa extraña forma de vivir que siempre he tenido. Que si me gustan los gatos callejeros, que si sueño con un mundo distinto, si la noche me abre los ojos y me embellece, si hablo poco unas veces y otras nadie me calla, si me embriago con caras expresivas y hago novelas de monólogos interminables. Ese mismo alguien me habló de Manuel, de sus fracasos amorosos, su soledad, su pensar neurótico en la profundidad de lo corriente, esa enfermedad constante que lo debilitaba por ser un sensible patológico. Después ese alguien concertó un encuentro casual. Llegué de primera. Esa maldita puntualidad, que me hace sentir abundante. Supe que había llegado. Reconocí su voz y esa forma de saludar con un hola alegre. No era de esos que abrazan sin fuerza y dan palmadas en la espalda, frías, inexpresivas, o se acercan a las mejillas con un sonoro beso lejano. Cuando creí que debía terminar la reunión, me fui sin verlo, sin hablarle. Me despedí del grupo cercano, con el que hablé, entre otras cosas, de recetas culinarias y de la forma en que se aprovecha el perfil de las piedras abisinias. Alguien me gritó cerca de la puerta: ¿cómo te podés ir cuando apenas se está poniendo bonito? Pag. 1 N

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Cuento Centroámericano

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  • CCOOSSTTAA RRIICCAA

    CCAARRMMEENN NNAARRAANNJJOO

    Naci en Cartago en 1931 y es hoy considerada una de las ms destacadas intelectuales de su pas. Ha desempeado el cargo de Embajadora en Israel, Ministra de Cultura, Juventud y Deportes, y

    Directora del Museo de Arte Costarricense. Su pluma ha incursionado por la poesa, el teatro y la

    narrativa. Sus novelas Los perros no ladraron (1966), Camino al medioda (1968) y Diario de una

    m u l t i t u d ( 1 9 7 4 ) han alcanzado varias ediciones. Entre sus libros de cuentos sobresalen Hoy es

    un largo da (1974), Ondina (1983) y Otro rumbo para la rumba (1984).

    SSIIMMBBIIOOSSIISS DDEELL EENNCCUUEENNTTRROO

    os amamos. Mi nombre es Ana. El de l es Manuel. No nos conocimos casualmente. Alguien le habl a Manuel de m. De esa extraa forma de vivir que siempre he tenido. Que si me gustan los

    gatos callejeros, que si sueo con un mundo distinto, si la noche me abre los ojos y me embellece, si hablo poco unas veces y otras nadie me calla, si me embriago con caras expresivas y hago novelas de monlogos interminables. Ese mismo alguien me habl de Manuel, de sus fracasos amorosos, su soledad, su pensar neurtico en la profundidad de lo corriente, esa enfermedad constante que lo debilitaba por ser un sensible patolgico. Despus ese alguien concert un encuentro casual.

    Llegu de primera. Esa maldita puntualidad, que me hace sentir abundante.

    Supe que haba llegado. Reconoc su voz y esa forma de saludar con un hola alegre. No era de esos que abrazan sin fuerza y dan palmadas en la espalda, fras, inexpresivas, o se acercan a las mejillas con un sonoro beso lejano.

    Cuando cre que deba terminar la reunin, me fui sin verlo, sin hablarle. Me desped del grupo cercano, con el que habl, entre otras cosas, de recetas culinarias y de la forma en que se aprovecha el perfil de las piedras abisinias. Alguien me grit cerca de la puerta: cmo te pods ir cuando apenas se est poniendo bonito? Pag. 1

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    gaboTexto escrito a mquinaProfr.Gabriel Hurtado Cen.Telesecundaria Arq.Manuel Amabilis.Xcanatn, Mrida, Yucatn.

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  • Le contest sin verlo, tengo otra cosa que hacer y que gocen como locos y adis. Me dio gusto llevarme mi leyenda de aguafiestas y comprobar por los comentarios que ni siquiera lo haba conocido, a pesar de los preparativos. Te lo presentar y s que ambos harn nido, es una cosa fcil de presentir.

    Ya en la calle me respir libre. Qu gusto da el respirar libre. Sent que era mejor el monlogo al dilogo, el sentimiento a la sensacin, el escoger al ser escogido. Casi en la esquina, su brazo me detuvo. Se me escapaba, pero vine por usted y no quiero perderla. Nos podemos tomar un caf?

    Su voz fue imperativa y convincente. No dej alternativa. En la cafetera, sentados uno al frente del otro, nuestros pies tropezaron y sent esa energa cautivante, estaba lista, definitivamente lista. Vi su boca y no supe medir distancia entre palabra y beso. Me bes con olor de caf y de cigarrillo. Lo bes hasta que la mesa estorb mi cintura.

    Nos fuimos con las manos unidas, paso y beso, hasta mi apartamento. Nos quedamos ah toda la semana, sin distinguir el da y la noche, hasta que nos molestaron las migajas en las sbanas, el olor de las latas de atn y la necesidad de contestar el telfono, que al principio no oamos pero que se convirti al final en una obsesin de sobresaltos.

    Te quise y te quiero, Manuel, debs comprenderlo. Claro que las cosas cambiaron por el efecto natural de las variaciones concertinas, que tambin son parte de las relaciones humanas. Todos los conciertos acaban y quedan en la memoria.

    Fuimos reducindonos a los fines de semana. Al principio, gloriosos como si hubiramos ayunado largo tiempo. Despus ms cotidianos y menos continuos, por ltimo casi imperceptibles por lo planeados y esa pregunta qu penss vamos a hacer sbado y domingo.

    Agotamos todo, la sorpresa, la violacin, la seduccin, la comedia, el fingir situaciones, los celos, el suponer que haba otro, el traer realmente al otro.

    Records de lo que hablamos. Hablamos siempre de nosotros, de lo sinceros que ramos, de lo felices y afortunados, de nuestras sensibilidades encontradas, distintos a los otros, necesitbamos un mundo especial, y de que en asuntos polticos nadie nos entenda porque an creemos en que la utopa es realizable si nos proponemos los cambios necesarios. En literatura lo raro por imprevisto nos atraa con locura.

    Un da una amiga me pregunt sobre el color de los ojos de Manuel. Con rapidez contest que azules, un hermoso azul ingenuo, sensitivo y firme. Despus dud. A veces medio verdes, el azul de tanto ver montaas se enverdece un poco. Me encontr con la realidad de que no saba el color de sus ojos. Nunca lo haba visto ojo a ojo, las caricias nos perdieron en un mundo de humedad.

    En ese tiempo discutamos quin daba ms. Yo dije que con el aporte del apartamento amueblado, el alquiler, luz y telfono, ya era suficiente para garantizar mi independencia y libertad. El asegur que entre la comida, el vodka, los cigarrillos, la gasolina y las extras de comer fuera, slo dispona de unos centavos que se me van en propinas. Esto no puede ser, nunca he vivido ms mal. Con casa gratis, mujer gratis y charla gratis. Qu clase de hombre hipoteca he adquirido! Bendito sea Dios y su arte de repartir regalos. En los sorteos, slo me gano las desgracias.

    Me dijiste que no conozco la austeridad ni la economa, que era esencialmente derrochadora. Realmente no s del camino al ahorro, ese que domina los esfnteres y da el producto sobrante de rumiar lo ya digerido. Es el fruto de la enseanza que pretende duplicar la energa de lo que no se siembra ni cosecha.

    Vaya discusin que armamos. Entonces te vi claramente. Tus ojos sobre mis ojos. Los tuyos sobre los mos. No s por cunto nos estuvimos mirando con fijeza y curiosidad. Descubr el color: amarillo

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  • sucio, que todo lo refleja y cambia; con furias de miradas locas y una honda frialdad que hiela cuanto ve. Exceso de detalles, un detallista completo, hasta en eso del ahorro y de la censura al despilfarro. Nos seguimos mirando y en los ojos haba como un desfile: dulzura, asombro, reproche, resentimiento. Fue el ltimo acto de amor entre nosotros. Cuando nos dejamos de mirar, as de fijo y tenso, estbamos temblando. Sudorosos, el orgasmo haba pasado.

    Recobr la voz para decir que nos habamos sumergido en insignificancias. El pidi perdn, no volver a pasar, hoy fue mi da de mala leche. Decidimos separarnos una semana, despus todo iba a ser diferente, porque la ausencia y echarnos de menos dan verdaderas dimensiones a la relacin humana. Lleg a la semana con su valija y ropa sucia, con cara de goma y mal aliento. Se sinti mal y le hice falta. No pude mentir ni decir la verdad, por eso call.

    Nos hicimos rincones. Cada uno en su espacio, igual a los animales que miden sus fuerzas.

    O en la noche sus vmitos. Todo le caa mal. Se le antojaban ciruelas y pedacitos de ciruelas medio digeridas adornaron la tapa del escusado y el lavatorio.

    Lo mismo le pas con guayabas, cubaces, frijoles fritos, tortillas con queso, macarrones a la boloesa y pizzas de cuanta cosa caba en la pasta.

    Fui detestando sus detalles, el exceso de ellos, la parquedad de algunos, lo amanerado de otros, lo femenino de varios.

    Estaba delgado, por lo que se fue asombrando de cmo le crecan los pechos y se le abultaba el vientre. A los seis meses tena, el pobre Manuel de mis confusiones, el cuerpo ms horrible que se puede concebir en un hombre: una barriga casi puntiaguda, unos pechos enormes y cados, un andar despacio y cansado, un doblar la espalda para esconderse. Las nuseas seguan interrumpiendo desayunos, almuerzos, comidas, conversaciones.

    Propuse la visita al mdico. El pobre no quera salir, ni trabajar, slo le dio por tejer y tejer incansablemente. Teja bufandas y suteres, porque debido a su baja presin temblaba y temblaba, sin que nada lo calentara.

    Lo aguant ms all de la repugnancia que me daba su aspecto, ademanes, detalles y conversaciones que volvan a lo mismo: me estoy muriendo, ya no sirvo para nada, ste es el caso de una senilidad precoz. Quiso probar el sexo, pero no pude resistirlo. Al comenzar a toquetearme, le quit las manos de encima, le dije que me daba asco y empec a vomitar yo tambin.

    Cuando fuimos al mdico, despus de examinarlo desnudo y or sobre su vientre, exprimir los pechos y ver el derrame de agua, nos pregunt si ramos travests. Le dije que no, an no habamos llegado a eso. Entonces repuso: el nio est bien, nacer en diciembre, se le har cesrea y si me dan la exclusiva para un trabajo cientfico, no les cobrar honorarios.

    Yo? Madre de un hijo de Manuel? O padre de un hijo de l? Eso no poda ser posible. Ambos coincidamos en que no, porque adems de inaudito, era ridculo, patticamente ridculo, seramos la burla de conocidos y desconocidos. Propusimos de comn acuerdo un aborto. El mdico dijo que sera un suicidio de parte de Manuel y un asesinato en cuanto al nio, y de ambos sera yo responsable, la sobreviviente. Al fin y al cabo un nio no se hace solo, yo tena invertida una buena parte.

    Pedimos tiempo para pensar.

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    gaboTexto escrito a mquinaProfr.Gabriel Hurtado Cen.Tvsec.Arq.Manuel Amabilis.Xcanatn, Mrida, Yucatn.

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  • Revisamos actos, partes, posiciones, actitudes, juegos. Y nada que explicara lo inaudito. Brujera? Quizs, siempre queda la duda, aunque no se crea. Lo seguro cada vez ms fuerte: aquel orgasmo de miradas con que nos desnudamos, la verdad nos lleg y jug algn horrible ente diablico un enredo de papeles tradicionales sobre la simple y automtica divisin sexual.

    Despus de cavilar hasta el infinito y consultar una biblioteca sobre casos raros y hechos increbles, que nos hizo eruditos en esas materias y no nos aclar nada, decidimos viajar por tierra al pas vecino y ah convertirnos en la curiosidad de un pueblo extrao.

    Cmo se quej durante el viaje, cmo molest, no caba en ninguna parte con sus ya a punto nueve meses. Si lo detestaba desde antes, en esos momentos quera neciamente que desapareciera. Estuve tentada a abrir la puerta y tirarlo en un tramo solitario de la carretera.

    Al final llegamos. Lo dej en el portn del hospital y que se arreglara como mejor pudiera. Al da siguiente me present en la hilera de visitas. Me acerqu de mala gana al saln de maternidad. Pregunt por Manuel, s. Manuel el fenmeno. Nadie supo darme razn de l.

    En el hospital nunca se haba atendido a un hombre embarazado. Lo busqu por todas partes, en la morgue, en el cementerio, en los hoteles, en las casas de pensin, en las clnicas privadas, en las cantinas. Me desesper, al fin y al cabo era mi hijo. Ese mi hijo me sali con voz ronca. Empec a sentir el peso de un bigote mientras hablaba. Visit parteras, curanderos, brujos. Nada. Me convenc de que haba robado a mi hijo. Esto lo deca como el bajo de la pera, mientras me pesaban barbas movidas por el viento.

    Regres a mi apartamento con todas las caractersticas de un padre estafado. La soledad se present espesa, porque me senta trunca, alguien andaba por alguna parte con algo muy mo. La soledad se me hizo dura, igual que mi cutis, tan azotado por esa navajilla, y que ya exiga dos afeitadas diarias.

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