SIN IMPORTANCIA YOSL PARI CAMPOA

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SIN IMPORTANCIA POR YOSI CAMPOS ESPECIAL PARA RENOVACIÓN HTodos hemos sentido, sentimos siem- * pre, el afán, la necesidad de renovar- nos como un trallazo del instinto en nuestro espíritu^, que la fatiga de muchos días entregó inerte en manos del destino insobornable. Un día, la huella del tiem- po se destaca más profunda, más ame- nazadora, en la periferia blanda y sensi- ble, como de carne, agobia la pesadum- bre de la planta insistente, asusta la in- minencia del fin y todo nuestro íntimo deseo de durar se levanta en protesta queriendo borrar, con el cauterio de una nueva inquietud, cuanto hable de ayer, consumir en su fuego las escorias de las vencidas y vestir de fiesta al espíritu en- vejecido. Quien a menudo siente el te- rror del pasado y dispone de energía para forjar un futuro de contornos nue- vos, a cada momento puede obtener el milagro de la eterna juventud, de la ju- ventud que dura hasta la muerte. Ser siempre nuevos, niños, por la ingenui- dad de una esperanza reciennacida, por la tentación de una ambición candente que necesita para lograrse de la existen- cia de un porvenir. Y este es, sin duda, el sentimiento que impulsa a los literatos de las modernas escuelas renovadoras. El afán de nove- dad bajo cuyo auspicio nacieron como al amparo de un signo favorable del Zodia- co intelectual, es, con dolor de su pim- pante pretendida adolescencia, viejo, co- mo el deseo de poderle al tiempo, de sa- cudirse sus huellas y de librarse de la pesadumbre del pasado, todo lo glorioso que sea, pero pasado, vejez, corte a la vida que se teme en su ocaso. El gesto de los adscritos al movimiento vanguar- dista, tiene de existencia lo que dura la vida de los hombres desde el principio del tiempo: renovarse, nacer otra vez, sin historia, sin padres, expósito sin abolengo pero sin años, con toda una vida por delante llena de posibilidades en la que caben todas las ambiciones. Es una conquista del miedo tan grande como todas las suyas. Benéfica. Cuanto imprima un ritmo nuevo al espíritu, cuanto lo encienda, cuanto lo aliente, cuanto lo ponga en camino de nueva empresa y en ansia de otra conquista, es bueno y tiene en sus frutos su mejor jus- tificación. Y si el mejor fruto no es, no parece ser al menos, esa poesía pura—de la que apenas tienen idea los no versados —en que el poeta es químico y el léxico reactivo adecuado para despertar sensa- ciones, engendrar imágenes, conmover visceras sensibles y extasiar a iniciados boquiabiertos, es ya más que notable la aportación de aquellos de enlre los nue- vos que optaron por la actitud alerta del centinela avizorante de la lejanía sin per- der de vista la muralla. De sus plumas, sobre sus cuartillas, ha nacido la verda- dera literatura nueva, con un léxico fla- mante, rico de las conquistas del día y en que la poesía, la vieja poesía tan za- randeada, tan puesta en ridículo por los apóstoles del arquetipismo, de los es- quemas lineales sin más dimensiones que la simple longitud, la vieja poesía desbordante en cada primavera, llorona en cada otoño, se apodera de nuevos sujetos e incorpora, sin morir en la me- sura, nuevos seres y cosas a los que an- tes informaron el acervo de su inspira- ción. Se ha cantado al piojo, se ha reha- bilitado al sapo—oh, romántico, más que ningún otro romántico Lauíreamont, que así ha sentido la miseria y el horror de los pobres animalejos perseguidos o EL PINTOR FRANCISCO PRIETO visto por Bagaría E STE vigoroso artista gaditano-que moja sus pinceles en la paleta del impresionismo - está realizando en Cádiz una notable exposición de sus obras, sólidas de composición, intensas de colorido y animadas por vibraciones plenas de luz insultante, acreedoras de los más altos elogios de la crítica. RENOVACIÓN expresa su entusiasmo por el valor de los cuadros de Francisco Prieto, que revelan las múltiples sugestiones de la vida andaluza y africana. evitados—. También las cosas cotidia- nas, los hechos vulgares, los objetos sin abolengo poético —estos principalmente, la razón es clara—han sido recogidos, mimados con un poema o anotados en cuatro líneas con la ternura de un co- mentario que dibuja su perfil, fija sus ca- racterísticas y define su esencia. Conta- minados de espiritualidad por el espíritu de quienes le dieron puesto en el índice de todas las cosas que es el periódico o el libro, existencia con su palabra, que es como todo tuvo vida siempre. Así, por ellos, el arte se ha renovado, se ha hecho joven con las cosas incon- fundibles de hoy, salvado de la muerte al par que de la vejez, no por un anár- quico movimiento inédito sino por el tan repetido de defensa de que hablé al prin- cipio. Gracias a ellos, la literatura de vanguardia, hembra de matriz enferma en que el aborto malogró hasta ahora la obra maestra esperada desde su ini- ciación, mantiene vivo nuestro interés e intacta nuestra atención. Gracias a ellos, las flores que ya cosechó lo mejor del espíritu de nuestros días, infuso en la obra dada, nos dejan la ilusión del fruto, de calidad misteriosa, todavía, que cua- jará en el momento mas inesperado. De aquí mi simpatía por quienes se im- ponen la tarea entre burlona y enconada de ir haciendo ios paladares reacios a los manjares de última hora, de aquí mi expectación, no huida por defraudada, la alegría con que saludo las chispas del acierto que fulgen aquí y allá en las producciones del momento y la risa ale- gre—risa en circo—con que recibo las dislocadas acrobacias de los frenéticos. La verdad, la fórmula del día—sólida como el acero de nuestras máquinas, ru- morosa de batir de hélices, compleja y perfecta de lógica, con misterio y clari- dad de ecuación algebraica—no definiti- va, que nada en belleza es eterno—la Venus de Milo es sosa, las pirámides in- comprensibles—, la síntesis capaz de en- cerrar e interpretar todo nuestro ideario y toda nuestra sensibilidad, de enlre sus obras surgirá cualquier día. Bien, bien por ella, por lo que promete. Antes que nadie, para cuando surja jHurra! Versos por CANCION MARINERA A y, la hermana del marinero ^".pesquero, es canraora! —Mar verde, bosque derretido— (El marinero me ha dicho una palabra al oído). ¿Sabe de mar el remero? Sabe de mar y de tierra. (La hermana del marinero tiene otro hermano en la guerra.) —Sabe de mar y de viento, sabe de cielo y lucero el marinero pesquero. El agua el rostro le moja el sol le hace rubicundo. (Mar verde, hoja de parra del mundo.) Angel Mig La hermana del marinero es la novia del carrero de una huerta. fSol de domingo. Merienda con bizcochos de la tienda y boquerones asados y tomates encarnados, en cubierta.) La hermana del marinero tiene otro hermano: soldado artillero y bien plantado. Voy a comprarme un cortijo y una lancha pescadora de letrero, porque, ¿cómo será un sobrino de marinero?, vamos, un hijo de la cantaora? ¿Cantador? ¿Pescador? O, ¿coplero como yo? el Queremel FUGA L a pajarita de papel bebió en el hueco del tintero. —Por el balcón vino la brisa y abrió la jaula, sin ruido.— Bebió en el hueco del tintero la gota azul de ese poema, —pez menudito y rehacio al anzuelo de mi pluma,— y echó a volar la pajarita mensajera. ¿Dónde cantó mi inédito poema? La pajarita de papel bebió en el hueco del tintero, y echó a volar ebria de gozo bajo el cielo de mi ventana. ¿Será ese «pajarito» niña mía, quien te dijo quién te quería? E S P E C I A L PARA RENOVACION ¿DONDE? C orre el cielo en el rio —¿dónde está el río— hacia el mar distante —cielos derrumbados.— Cielo—nubes y pájaros— —¿dónde está el cielo?— azul sin azul—incoloro— mentira verdadera. Dedos del viento en mi mejilla —¿dónde está el viento?— olorvérde y rosado de los prados, canción fina de pájaros pinchando el fruto del oído. Y oyendo el color del día que nace—¿dónde está el niño?— mirando los olores redondos de los prados ubérrimos, ¿dónde subo tan alto? ¿dónde voy? iPronro, pie en tierra! jAh! Ya sé, —poesía— ¿dónde está el sueño?, ya despierto...!

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SIN I M P O R T A N C I A P O R Y O S I C A M P O S E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I Ó N

HTodos hemos sentido, sentimos siem-* pre, el afán, la necesidad de renovar­

nos como un trallazo del instinto en nuestro espíritu^, que la fatiga de muchos días entregó inerte en manos del destino insobornable. U n día, la huella del tiem­po se destaca más profunda, más ame­nazadora, en la periferia blanda y sens i ­ble, como de carne, agobia la pesadum­bre de la planta insistente, asusta la i n ­minencia del fin y todo nuestro íntimo deseo de durar se levanta en protesta queriendo borrar , con el cauterio de una nueva inquietud, cuanto hable de ayer, consumir en su fuego las escorias de las vencidas y vestir de fiesta al espíritu en­vejecido. Quien a menudo siente el te­rror del pasado y dispone de energía para forjar un futuro de contornos nue­vos , a cada momento puede obtener el milagro de la eterna juventud, de la ju­ventud que dura hasta la muerte. S e r siempre nuevos, niños, por la ingenui ­dad de una esperanza reciennacida, por la tentación de una ambición candente que necesita para lograrse de la existen­cia de un porvenir .

Y este es, sin duda, el sentimiento que impulsa a los literatos de las modernas escuelas renovadoras . E l afán de nove­dad bajo cuyo auspicio nacieron como al amparo de un s igno favorable del Z o d i a ­co intelectual, es, con dolor de su p i m ­pante pretendida adolescencia, viejo, co­mo el deseo de poderle al tiempo, de s a ­cudirse sus huellas y de librarse de la pesadumbre del pasado, todo lo g lor ioso que sea, pero pasado, vejez, corte a la v ida que se teme en su ocaso . E l gesto de los adscritos al movimiento vanguar­dista, tiene de existencia lo que dura la v ida de los hombres desde el principio del tiempo: renovarse, nacer otra vez, sin h istor ia , s in padres, expósito sin abolengo pero sin años, con toda una v ida por delante llena de posibil idades en la que caben todas las ambiciones. E s una conquista del miedo tan grande como todas las suyas . Benéfica. Cuanto impr ima un ritmo nuevo al espíritu, cuanto lo encienda, cuanto lo aliente, cuanto lo ponga en camino de nueva empresa y en ansia de otra conquista, es bueno y tiene en sus frutos su mejor jus­tificación.

Y si el mejor fruto no es, no parece ser al menos, esa poesía pura—de la que apenas tienen idea los no versados —en que el poeta es químico y el léxico reactivo adecuado para despertar sensa­ciones, engendrar imágenes, conmover visceras sensibles y extasiar a iniciados boquiabiertos, es ya más que notable la aportación de aquellos de enlre los nue­vos que optaron por la actitud alerta del centinela avizorante de la lejanía sin per­der de vista la mural la . De sus plumas, sobre sus cuartil las, ha nacido la verda­dera literatura nueva, con un léxico fla­mante, rico de las conquistas del día y

en que la poesía, la vieja poesía tan z a ­randeada, tan puesta en ridículo por los apóstoles del arquetipismo, de los es­quemas lineales sin más dimensiones que la simple longitud, la vieja poesía desbordante en cada primavera, l lorona en cada otoño, se apodera de nuevos sujetos e incorpora , sin morir en la me­sura , nuevos seres y cosas a los que an­tes informaron el acervo de su inspira­ción. S e ha cantado al piojo, se ha reha­bilitado al s a p o — o h , romántico, más que ningún otro romántico Lauíreamont, que así ha sentido la miseria y el horror de los pobres animalejos perseguidos o

E L PINTOR F R A N C I S C O P R I E T O visto por Bagaría

ES T E vigoroso artista gadi tano-que moja sus pinceles en la paleta del impresionismo - está realizando en Cádiz una notable exposición de sus obras, sólidas de composición, intensas

de colorido y animadas por vibraciones plenas de luz insultante, acreedoras de los más altos elogios de la crítica. RENOVACIÓN expresa su entusiasmo por el valor de los cuadros de Francisco Prieto, que revelan las múltiples sugestiones de la vida andaluza y africana.

evitados—. También las cosas cotidia­nas, los hechos vulgares , los objetos sin abolengo poético —estos principalmente, la razón es c lara—han sido recogidos, mimados con un poema o anotados en cuatro líneas con la ternura de un co­mentario que dibuja su perfil, fija sus ca­racterísticas y define su esencia. C o n t a ­minados de espiritualidad por el espíritu de quienes le dieron puesto en el índice de todas las cosas que es el periódico o el l ibro, existencia con su palabra, que es como todo tuvo v ida siempre.

Así, por ellos, el arte se ha renovado, se ha hecho joven con las cosas incon­fundibles de hoy, sa lvado de la muerte al par que de la vejez, no por un anár­quico movimiento inédito sino por el tan repetido de defensa de que hablé al pr in­c ipio . G r a c i a s a ellos, la literatura de vanguardia , hembra de matriz enferma en que el aborto malogró hasta ahora la obra maestra esperada desde su in i ­ciación, mantiene v ivo nuestro interés e intacta nuestra atención. Grac ias a el los, las flores que ya cosechó lo mejor del espíritu de nuestros días, infuso en la obra dada , nos dejan la ilusión del fruto, de cal idad misteriosa, todavía, que cua­jará en el momento mas inesperado.

De aquí mi simpatía por quienes se i m ­ponen la tarea entre burlona y enconada de ir haciendo ios paladares reacios a los manjares de última hora , de aquí mi expectación, no huida por defraudada, la alegría con que saludo las chispas del acierto que fulgen aquí y allá en las producciones del momento y la r isa ale­gre—risa en c i rco—con que recibo las dis locadas acrobacias de los frenéticos. L a verdad, la fórmula del día—sólida como el acero de nuestras máquinas, ru ­morosa de batir de hélices, compleja y perfecta de lógica, con misterio y c lar i ­dad de ecuación a lgebraica—no definiti­v a , que nada en belleza es eterno—la Venus de M i l o es sosa , las pirámides i n ­comprensibles—, la síntesis capaz de en­cerrar e interpretar todo nuestro ideario y toda nuestra sensibi l idad, de enlre sus obras surgirá cualquier día. B i e n , bien por el la , por lo que promete. Antes que nadie, para cuando surja jHurra !

V e r s o s p o r CANCION MARINERA

• A y , la hermana del marinero ^ " . p e s q u e r o , es canraora!

— M a r verde, bosque derretido— ( E l marinero me ha dicho una palabra al oído) .

¿Sabe de mar el remero? Sabe de mar y de tierra.

(La hermana del marinero tiene otro hermano en la guerra.)

— S a b e de mar y de viento, sabe de cielo y lucero el marinero pesquero.

E l agua el rostro le moja el so l le hace rubicundo.

( M a r verde, hoja de parra del mundo.)

A n g e l M i g L a hermana del marinero

es la novia del carrero de una huerta.

f S o l de domingo . Mer ienda con bizcochos de la tienda y boquerones asados y tomates encarnados, en cubierta.)

L a hermana del marinero tiene otro hermano: soldado artillero y bien plantado.

V o y a comprarme un cortijo y una lancha pescadora de letrero, porque, ¿ c ó m o será un sobrino de marinero? , vamos , un hijo de la cantaora?

¿Cantador? ¿Pescador?

O, ¿coplero como y o ?

el Q u e r e m e l FUGA

La pajarita de papel bebió en el hueco del tintero.

— P o r el balcón vino la brisa y abrió la jaula, s in r u i d o . —

Bebió en el hueco del tintero la gota azul de ese poema, —pez menudito y rehacio al anzuelo de mi p l u m a , — y echó a volar la pajarita mensajera.

¿Dónde cantó mi inédito poema?

L a pajarita de papel bebió en el hueco del tintero, y echó a volar ebria de gozo bajo el cielo de mi ventana.

¿Será ese «pajarito» niña mía, quien te dijo quién te quería?

E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I O N

¿DONDE?

Corre el cielo en el rio —¿dónde está el río—

hacia el mar distante —cielos derrumbados.—

Cie lo—nubes y pájaros— —¿dónde está el c ie lo?— azul s in a z u l — i n c o l o r o — mentira verdadera.

Dedos del viento en mi mejilla —¿dónde está el viento?— olorvérde y rosado de los prados, canción fina de pájaros pinchando el fruto del o ído.

Y oyendo el color del día que nace—¿dónde está el niño?— mirando los olores redondos de los prados ubérrimos, ¿dónde subo tan alto? ¿dónde voy? iPronro , pie en tierra! j A h ! Y a sé, —poesía— ¿dónde está el sueño?, ya despierto. . . !

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Página 2 R E N O V A C I Ó N

A Paul Minelli el más español de los poetas de América.

I

Desde niño me he sentido atraído por las campanas. Recuerdo apenas, que suspendía mis juegos de colegial para seguir conmovido el repiqueteo de a lgu­na ig les ia . E r a tal mi cariño por esta música de bronce, que en la inconscien­cia de los pocos años, he llegado hasta el regocijo, cuando algún gran incendio sembraba el pánico en mi vieja c iudad. Y es que, en estas tristes ocasiones, la inmensa campana del «Señor» , agita lú­gubremente su badajo, haciendo con su voz siniestra temblar todos los corazo­nes. Entonces , este bramido que sacudía la ciudad saliendo de la torre izquierda de la catedral envolviéndolo todo, me llenaba el alma de un no se qué vo lup­tuoso que me hacía vibrar al unísono de aquel velo invisible de bronce que todo lo cubría. Y o no podía comprender por qué este monótono aviso demudaba a todo el mundo.

II

Pero por desgracia para la Iglesia las campanas hoy día sirven para bien poco. S o n raros los que sienten afecto por ellas. De todo su esplendor de otros días, de todo su gran prestigio, no que­da ni el recuerdo.

N o me chocaría que los timbres eléc­tricos o la radio acabasen de una vez con ellas. Y a empiezan por arrumbarlas en sus nidos aéreos sin dejarlas apenas hablar. E n la E d a d M e d i a , cuando cu l ­minó el poder de la Iglesia, las campa­nas no cesaban de tocar: a las horas c a ­nónicas; a Maitines y Laudes, al l legar el a lba , a Prima, al amanecer; a Tercia, a las nueve; a Sexta, a las doce; a Nona, a las tres; a Vísperas y Completas; los Angelus; sin contar los toques de pre­cepto en fiestas de guardar, antes de las misas , en las bodas, en los bautizos, en los entierros y demás sacramentos.

Desde hace poco, en algunos templos madrileños, un timbre anuncia la sal ida del Celebrante mientras las pobres c a m ­panas permanecen mudas en las torres.

III

C a d a campana tenía como un alma propia , como una propia personalidad que las distinguía de todas las otras. L a s había dóciles como las había rebeldes; fáciles de dominar o furiosamente indó­mitas. H o y todas son iguales.

N o hace muchos lustros, en foostre Dame de París, había una campana a la que todos los campaneros temían. E r a necesario tocarla de un modo persuasi­vo , sin v io lenc ia , para que así diese el sonido más puro que se escuchaba en­tonces. De otra for­m a , no se conseguía sino acordes destem­plados o volteos pe­sados y s in g r a c i a . E n una fiesta, por enfermedad del cam­panero que siempre la t o c a b a , hubo de echarla a vuelo un mozo a sueldo, que no s a b í a realmente lo que se traía entre manos. A los prime­ros tirones de la soga que de ella pendía , como si tuviese v ida y un alma humana, comenzó a cabecear dando furiosos ron ­quidos. Aquel mozo irreverente creyó sin duda que podría do- P ' minarla por la fuer­z a . Redobló su violencia brutal alarde, la rencorosa campana tu­vo por necesidad que voltear; pero al primer descuido, cuando descendía bra­mando, con sus labios cortantes de monstruo alcanzó una pierna de su fusti­g a d o s E l mozo volteó con ella cayendo destrozado a la calle. E l choque del cuerpo humano con el bronce produjo un lúgubre y extraño eco que nadie pudo o lv idar . Fué como una infernal carca­jada.

M u c h o s hombres de ciencia dedicaron toda su v ida al estudio de las campanas, a su signif icado y a su interpretación

L A S C A M P A N A S

Y LOS CARRILLONS

D E M A L I N A S

P O R

S É R V U

G O N Z Á L E Z

D E M I G U E L

Ante este

musica l . Infinidad de tratados sobre esta materia vieron la luz en tiempos mejores: Angelo Pocca escribió «De Campanis Comeniarius»; El Abate Puitrés, «En­sayos sobre el simbolismo de las cam­panas»; y un centenario más de l ibros que podría ir citando.

¿Porqué tienen un sonido más sobre­humano las viejas campanas? M u c h a s veces me había yo hecho esta pregunta hasta que un día leí uno de estos l ibros. E r a de autor desconocido, probablemen­te un «santero» como l lamaban en la E d a d Med ia a los encargados del cuido

y manejo de las cam­panas . P a r e c e ser que en aquella época —1300 aprox imada­mente — miles de fie­les imploraban la gra­cia de San Antonio el Eremita mientras el bronce se fundía en el horno; y los más exaltados a r r o j a b a n a la fundición a lha­jas y objetos de meta­les p r e c i o s o s . L a aleación entonces se afinaba, produciendo campanas magis tra ­les de verdadera voz personal . Demasiado sabemos como se fa-b r i c a n actualmente las campanas; ni aun siquiera, con ser tan económico , se implo­

ra la grac ia de algún sanio varón... Por eso no son ya sino instrumentos dóciles a los tirones sin ton ni son de una soga . Antes los encargados de las campanas eran técnicos, artistas que consagraban su existencia a este noble arte. Inútil hacer notar aquí, la mentalidad musical de esa legión de sacristanes—zapateros , albañiles o enterradores, al dorso—que para ruina de la iglesia padecen las cam­panas.

«La campana es la imagen del predi­cador—según un liturgista del 1200—7 el vaivén que precede antes de lanzarla al vuelo indica que el sacerdote debe

L O

E S P E C

R E N O V A C O N

alzar o bajar el tono de su lenguaje se­gún la mentalidad del auditorio.» Ana-laire, interpreta el cuerpo de la campana como la boca del predicador y el badajo su lengua. E s t a es una de las interpreta­ciones más conocidas y más acertadas.

IV

Y a por sí solo es agradable el toque de varias campanas de voces distintas. Imaginemos entonces la emoción ino lv i ­dable que experimenta el viajero que v i ­sita M a l i n a s en noche de carrillons; los carrillons son conciertos musicales eje­cutados con campanas viejas.

Sobre la Grade Place se levanta titá­nica la torre de Sainte Pombaut, como una colosal columna tallada en filamen­tos, que hubiera de haber atravesado el cielo, de no haber quedado inconclusa . P o r los cientos de angostas ventanitas que circundan el campanario sale una luz pálida dando este efecto la sensación de que la luna está dentro de la torre. L a ciudad apaga sus luces y durante el con­cierto el si lencio en ella es rel igioso.

Imaginemos también toda una serie de campanas diferentes, desde la de v o z atronadora hasta la del más puro timbre argentino; toda una escala musical de notas. A l comenzar los carrillons la gen­te escucha desde la parte vieja de M a l i ­nas, sobre todo en una calle angosta, cubierta al principio por una arcada a n ­t igua.

La Marcha fúnebre de Chopín; ar ias de Bach\ trozos de música sagrada de Pierre Bonoi, Schubert, Weber, Haen-del, Mendelsson; sonatas de Beelhoven; minuetos de Hayna y Mozart, marchas de V/agner; rapsodias de Litzt... son ejecutadas en esta soberbia escala de notas de bronce.

Renuncio a expresar más claramente la impresión que produce este maravi l lo ­so espectáculo. N o podría hacerlo: es algo tan intenso, tan fuera de lo que ve­mos diariamente, tan poderosamente do­minante, que no existen palabras que puedan expresarlo, sobre todo para mí, modestísima observador de la v i d a . . .

Malinas (Bélgica) 1927.

P o e m a s I n t e g r a l e s pon C a r l o s M a r í a de V a l l e j o HISTORIA N A T U R A L

D ONDE está aquella alegría de cascabel que golpeaba entre las rejas del corazón?

P o r un descuido del A m a se escapó la otra tarde por la puerta entreabierta de mis labios en una palabra sin sentido

L a jaula cóncava de mi caja toráxica está vacía

S u esqueleto me parece el costillar de un bote náufrago perdido en la playa de lo subconsciente

N o más gorgeos en la garganta ni pamplinas sentimentales

L a red de mi ensueño se ha roto como una vieja malla de pescador y los peces de colores se fugan burlones hacia la pileta azul del mar

Inútiles los anzuelos que ofrecen su carnada de falsas promesas

Nada

Sujeto todavía por los débiles alfileres del recuerdo el pasado se descolora bajo la luz cenital en las galerías de mi Museo que permanece abierto al público los días de visita

P A N O R A M A S

E L V I E N T O

L A vela invisible del viento flamea al aflojarse la escota

golpeando las mariposas amarillas sujetas por los hilvanes del otoño a los masteleros de la ciudad amarrada como una barca sin aparejo a los murallones del puerto

U n silbido cortante nos hiere como una navaja al asaltarnos en las callejas solitarias

C o m o una buscona cómplice la noche se pone de delantal el farol rojo que señala el hospedaje del vicio descubierto por la rúbrica del relámpago

L A L L U V I A

LA lluvia pica los rostros con perversidad de morfinómana

y el pellizco del frío señala sus cardenales en las carnes

Calentadores de Siberia atenúan el instinto de lobo del invierno y las mejillas se coloran con el roo/77 de Jamaica servido en el bar que aparece a la vuelta de cada esquina

Bon-borombón-borombón bon-bon-borombón

Resuenan los palillos

al batir el parche flojo de las charcas

Bon-borombón-bon-borombón

L a regadera abre la ducha de su roseta E n el tono gris de la pantalla la cinta cinematográfica refleja la monotonía cotidiana del espectáculo invernal mientras el viento ahulla como los perros a la luna

lac - La R E P R E S E N T A N T E E X C L U S I V O E N L A P R O V I N C I A :

M A N U E L C A M A C H O

Page 3: SIN IMPORTANCIA YOSL PARI CAMPOA

R E N O V AC I ON Página S

E l ú l t imo l i b r o de E n r i q u e G ó m e z C a r r i l l o I N F O R M A C I O N E S de París, dan cuenta del sensible fallecimiento del escritor guate-?

malteco Enrique Cómez C a r r i l l o . E n prensa y a nuestro periódico cuando circuló la infausta noticia, s i rva este epígrafe que colocamos a la cabeza del breve comen­tario acerca de su último l ibro, el testimonio de nuestro hondo pesar. L a s letras es­pañolas, pierden con su muerte, uno de sus más val iosos y populares cronistas y la literatura mundial , el más inteligente y sutil de sus comentadores Hablar de la v ida inquieta y bohemia de este hombre de privi legiada capacidad creadora, impon­dría una labor que se aparta de la nota necrológica. E l prestigio que conquistó su producción en la gran capital de F r a n c i a , en España y en Sudamérica, evidencian el valor positivo de este gran cerebro que consagró su vida entera a los deleites del espíritu. Gómez C a r r i l l o , cuya amistad cultivamos en Montevideo y Buenos Aires y selláramos en París, en las tertulias de «La Rotonde», en compañía del maestro Unamuno y del novelista B lasco Ibañez,(capital en donde residía desde 1890) deja en nosotros un recuerdo imperecedero. Hace algunos meses, fué huésped grato de Cá­d i z ^ su regreso de la Argent ina . S u desaparición inesperada, tendrá un sacudimien­to en los centros intelectuales de América y de España, tan honda y dolorosa como la que produjo la muerte de Rubén Dar io . R E N O V A C I Ó N se asocia al sentimiento uná­nime que enluta las columuas del periodismo y las letras de tantos países hermanos.

L a Nueva Literatura F r a n c e s a

Muerto Jean Lorrain—decía Rubén Dario — no hay entre los mismos franceses un escritor más impregnado de París que el meteco Enrique Gómez Carri l lo . Y ese juicio acertado y definiti­vo puede repetirse en la hora actual después de la lectura de su reciente ohra «La Nueva L i t e ­ratura Francesa». A raíz de la publicación hecha en España de una serie de artículos acerca de «Los Poetas Franceses de las Nuevas Genera­ciones» y su capitulo marginal «Un Poeta que se me había olvidado», relativo a León Paul Far -gue, Gómez Carrillo nos ofrece.este bello y su­gestivo libro en el que realiza, no una critica sobre sus raros valores, sino un documento for­midable de exposición por el que desfilan, con intenso relieve, todos los aspectos de los escrito­res del vanguardismo francés.

Por conceptuarlo de utilidad para el sosteni­miento de nuestras teorías ideológicas en el am­biente literario, encarecemos su lectura a todos aquellos que deseen conocer el proceso de evolu­ción renovadora, en su moderna aportación.

«La Nueva Li teratura Francesa»—dice el i n ­teresante critico A . Rodríguez de León—como todas las nuevas literaturas del Mundo, requiere espectadores insensibles, rebeldes, mejor, al me­dio más ancho—y más estepario, por tanto—, donde se debaten los prejuicios de la rutina que ha tenido acobardado al mundo durante varios siglos, y , principalmente, durante el siglo X I X y comienzos del X X . Cualquier contacto, y mu­

cho peor cualquier concesión con ese medio, em­paña la pureza de intenciones con que se ha de atender, y amparar, y compartir, si es posible, el anárquico y reivindicativo zarpazo con que lo nuevo—ahora más nuevo que nunca—tunde y, precipita lo viejo, y, sobre todo, lo viejo con ges­tos de falsa novedad.

«Coge la elocuencia y retuércele el pescuezo», dijo Verlaine. Y la invitación no ha quedado en arabesco elegante, sino que se ha trocado, se trocó, en realidad implacable. Y se pasó incluso

sobre Samain, y sobre el Pauvre Le l ian , y sobre P a u l Val lery , y sobre Claudel, quizá por algu­nos con aires irreverentes, para llegar a los L a u ­tréamont, a los Rimbaud, a los Laforgue, a los Toulet, a los Apoll inaris, donde todavía gratas e intimas sonoridades verlainianas sostienen la audacia de las novísimas estéticas de los novísi­mos Ivan Gol l , Ribemont, Dessaignes, Soupault, Ar land , Reverdy, Tzara , Cendrars, Cocteau, quienes—según ellos mismos—«no escribimos más que para los ojos»; pero para los ojos que no

lloraron con las mieles y los empalagos líricos del romanticismo, agreguemos nosotros...

«Gómez Carri l lo , conocedor de la vivisección, a trozos aislados, con habilidad manipuladora, brinda esquemas, volutas, estampas incluso del arte de Morand, magnifico y opulento y deseon-certantemente inquietante. A l rato nos habla de las nuevas tendencias de la novela, con Renda, Henriot, Cocteau, Gide, Careo, Giraudoux, para luego dedicarse a recorrer algunos teatros donde se agitan obras de Bernard, de Jean Sarment, de Jacques Deva l , de Denys A m i e l , de Veynes y Regis, de Zimmer, de Marcel Achard , de L e -normand, de Charles Vi ldrac , de Maurice Ros-tand, de Gu i t ry , de Marcel Sauvage, de André L a n g , de Dieudonné, de Boubelier, de Careo, de Demasy, de P a u l Claudel...»

«Por último con «el arte de escribir para el cinematógrafo» y «el carácter literario de la Prensa parisiense»,—agrega Rodríguez de León —cierra Gómez Carril lo su interesaute obra. Ambas modalidades de la l i teratura, singular­mente la periodística, sugieren al cronista co­mentarios y ejemplos—sin aires críticos—de fina agudeza, de perspicacia gentil , de ironía siem­pre elegante. Los diarios de París y sus perso­nalidades más empinadas sirven de pretexto a l autor de «La Nueva Li teratura Francesa» para que su retablo animado—no otra cosa es su ac­tual libro—se complete y adquiera más densidad, no sólo por la disposición de los muñecos, sino para la donosa intención de su ilustre t ru ja ­mán.»

ATLAS LITE L a Editorial París-América del Boulevard

Poissonnière, acaba de publicar en un elegante y bien impreso volumen esta nueva obra del es­critor uruguayo José G . Antuña, que ocupa el cargo de Miembro del Instituto de Altos Estudios Internacionales de París. E l reputado escritor y poeta, ha reunido en Palabra, sus conferencias y discursos pronunciados desde 1915 a 1927. L a pulcra labor de este estilista se afirma rotunda en este nuevo libro que dará justo renombre a la sanción que y a ha sabido otorgarle la critica con motivo de sus valiosas obras anteriormente apa­recidas. Vendemos y remitimos contra reembolso y al precio de 6 pesetas ejemplar, las tres últi­mas puestas en circulación: «Los viejos ritmos», «Litterae» y «Palabra». Los pedidos a la Admi ­nistración de este periódico.

E l difundido escritor peruano Felipe Sassone, en un articulo publicado e n i ñ C con el titulo «Inquietud Li terar ia de Otoño», en un diálogo amable que sostiene con un beligerante de las modernas inquietudes líricas, nos dispensa un agradable comentario al verbo caratular, em­pleado en «Nuestra Plataforma», en paralelo, que nos honra, con aquel otro creado por Rubén Dario , del substantivo pirueta en los célebres versos y vestido de rojo piruetea el bufón. Es con­veniente que se nos discuta y se nos tenga en cuenta, pues de este modo podremos constatar la excelencia de nuestra campaña.

Renovarse es v i v i r , decimos nosotros parafra­seando al ilustre Rodó. Lamentamos el destino de «Los Peregrinos de Piedra».

Desde la aparición del primer número de nues­tro periódico, la prensa gaditana y especialmen­te nuestros ilustrados colegas Diario de Cádiz y El Noticiero Gaditano, han venido comentan­do en forma favorable nuestra orientación de vanguardia, consagrándonos expresivos sueltos que alientan la prosecución de nuestro esfuerzo de proveer a Cádiz—con vistas hacia Europa y Sudamérica,—de un órgano destinado a exponer el valor de las nuevas tendencias literarias.

Estimamos en todo lo que valen sus alentado­ras palabras.

Informaciones de París, notician que para muy en breve será estrenada en la «Maison de

L'Oeuvre», bajo la dirección de Lugné-Poe, la obra dramática «Tic-Tac», original de Claudio de la Torre. L a gran significación de Lugné-Poe, testimonia el valor literario del drama escrito por el joven poeta, novelista y comediógrafo que ha logrado destacarse con personalidad entre la generación novecentista.

«Tic-Tac» consta de tres actos y seis cuadros, y su escenografía estará a cargo de un exquisito pintor español, joven y nuevo: el vasco Ucelai de quien poseemos un interesante boceto escéni­co que publicaremos en nuestro próximo núme­ro extraordinario.

Ultimamente se ha representado en «L'Oeu­vre», el famoso misterio de P a u l Claudel «Anon-ce faite á M a r i o Eki el mes entrante, será re­puesto en escena « L e cocu magnifique » , de Crommelynk.

Para Enero del año próximo venidero, R E N O ­VACIÓN publicará un número doble extraordina­rio con colaboraciones de escritores españoles, sudamericanos y europeos y un importante ma­terial gráfico, confiando en la cordial y unánime

R A R I O simpatía que le han consagrado sus innumera­bles lectores desde su número in i c ia l , que fué agiotado en los primeros días de su circulación.

H a salido con rumbo Madrid-París, donde se afincará por larga temporada, el poeta Eugenio Montes, que dicta en (Jádiz la cátedra de filosofía en el Instituto provincial. Montes, que es uno de nuestros más prestigiosos colaboradores, va i n ­vestido con amplios poderes de R E N O V A C I Ó N , re­suelto a entrevistarse con todos los literatos que forman el valioso elenco del cuadro vanguardis­ta, en la afortunada tierra de Marcel Proust. Sería inocuo detallar la importancia que tiene para nuestro periódico triunfante, el raid que realizará nuestro ilustre camarada. Que las po­tentes antenas de la Torre Eiffel , reciban el mensaje de nuestro saludo y los votos de buen éxito que le enviamos.

Editado por R E N O V A C I Ó N , en Enero del año próximo, el poeta uruguayo Carlos María de Vallejo, publicará un nuevo libro de poemas de vanguardia, titulado «Disco de Señales».

L a obra llevará un interesaute prólogo del es­critor español Eugenio Montes, con un análisis completo de la producción lírica de Vallejo, que lleva publicada en siete volúmenes de poesías.

Desde T u r i n , donde ejerce su función consu­lar, el vigoroso cuentista A . Montiel Ballesteros que según el juicio de Javier de V iana , es el más intenso y genial de los narradores del campo sud­americano», nos remite sus dos últimos libros t i ­tulados «Alma Nuestra» y «Luz Mala». L a per­sonalidad de Montiel Ballesteros se consagra de­finitivamente en estas páginas llenas de colorido y de agudo pensar, dignificador de la l i teratura criolla de los centros rioplatenses.

H a sido designado Corresponsal-Literario de R E N O V A C I Ó N , en Madrid, el joven y dinámico es­critor Raimundo Díaz-Alejo Tori ja . Le recomen­damos la conveniencia que existe de no dormirse sobre los laureles.

Nuestro corresponsal literario en Montevideo el poeta Jul io S i lva , nos acaba de remitir su úl­timo libro rotulado «Oriental». E l gran tempera­mento lírico que singulariza a este cerebro que fija ideas originales dentro del momento renova* dor, se evidencia en esta obra con éxito ponde-rable.

Está obteniendo gran difusión el primer vo lu ­men de la Antología de Poetas Americanos dedi­cado a «Los Mejores Poetas de la Argentina» que acaba de publicar el escritor español Eduardo de Ory, en la editorial Compañía Ibero-Ameri­cana de Publicaciones, de Madrid. A este tomo, recientemente aparecido, seguirá el segundo de­dicado a los poetas uruguayos, organizado por Benjamín Fernández y Medina, publicista de significación prestigiosa.

Hemos recibido el número 105 de la interesan­te revista «Vida Femenina» que se publica en Montevideo bajo la prestigiosa dirección de la celebrada escritora María Teresa L . de Sáenz. Su material literario es excelente y nutrido. De­dica dos planas a los poetas que se destacan de i i j

tro de los nuevos valores. «Vida Femenina», reproduce, en sitio prefe*

rente, nuestro programa de acción.

E l número 182, de la revista «España y Amé­rica», correspondiente a Octubre, trae un inte­resante material gráfico y de amena lectura. Agradecemos al colega, los elogiosos conceptos que dedica a R E N O V A C I Ó N , alentaudo nuestro esfuerzo.

Este número ha sido visado por la censura

A P U N T E D E L N A T U R A L por José Luís Rey

Rene Arquís y Compañía C O N S I G N A T A R I O S D E B U Q U E S

CADIZ Salidas mensuales por vapores directos con destino a

Francia, Noruega y Suecia, Cuba, Antillas, Estados Unidos, Uruguay, Argentina y Brasil , Centro América y Pacífico.

Dirección Telegráfica y Telefónica: A R Q U I S C A D I Z Teléfono Urbano 231

E n S E V I L L A : Paseo Cristóbal Colón, 14 — Teléfono Urbano 824

R E N O V A C I O N A R T E • C I E N C I A • L I T E R A T U R A

S E D E S O C I A L : P U B L I C A C I Ó N M E N S U A L

P L A Z A D E A R G U E L L E S , C Á D I Z ( E S P A Ñ A )

3 C T E R C E R O )

L a correspondencia a nombre del Director. S e aceptan colaboraciones pero no se devuelven los originales , sean

o nó publicados. L a Dirección no se so l idariza con las opiniones particulares de sus co la ­

boradores, siendo éstos responsables de las mismas. Corresponsales literarios en E u r o p a y en Sudamérica. S e autoriza la reproducción de nuestros originales , siempre que se haga

constar su procedencia. N o se publican trabajos que no sean inéditos.

Page 4: SIN IMPORTANCIA YOSL PARI CAMPOA

Página 4 R E N O V A C I Ó N

R A P I D A E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I Ó N

/ ^ Ü A L mágica visión: Pálida, muy páli-^ ' d a ; hierática; retadora; erguida y a d ­mirada , atravesó el hal l del suntuoso Hote l ; al pasar en el nítido y vaporoso crujir de sus sedas, cual s i fuera pode­roso imán, atrajo pupilas ardientes, que con lujuriante br i l lo , la envolvía en aro­mas del más ardiente amor; fué ilusión; no: fué mejor: cual , una; su nombre el de todos y para todos conocida; fué co­mo la Sulami fa que a todos ofreció su amor, y cual si fuera la Reina de B i z a n -cio un día un hombre la comprara , al

igual que otro hombre otro día la ven­diera; su v ida fué pasión de amor y muerte; en sus r isas paganas, nacarinas, fugaces y armoniosas ; fueron cataratas de amor, en la que hizo crear a muchos; ensueños, paraísos div inos ; delirantes ya en ella quedaban prendidos en sus ojos, ojos inquietos, cual s i fueran dos l lamas de potente haz ; fascinó a muchos que sentían ansiedad, inquietud, angustia, cual si sintieran el brutal aletazo que en los cristales produjera un pájaro agore­ro ; fué en sus intimidades eplébtica; y en

sus lúbricos espasmos, su divino cuerpo, cuerpo de diosa pagana quedaba pálido, como los mármoles del Templo de A f r o ­dita; en sus labios finos, sangrantes, en los que se marcaba rictus de intenso p l a ­cer, muchos bebieron hálitos de Dantesco amor, y siempre bel la, estatuaria, fué como la Magda lena de Jerusalén, y por todos y por todos fué arrastrada y redi­mida .

M a s un día renovó su a lma, y purificó su cuerpo; fué al clarear el a lba , tras una noche de infernal festín; oyó de pronto una voz que nacía de las grutas misterio­sas del subconsciente; v io de pronto su pasada v ida ; escuchó misteriosa voz que

J O S E L U I

le l l amaba ; lejos, muy lejos hacia los ar­canos misterios de la subconsciencia; s i ­guió a tan armoniosa voz , y de nuevo allá en las laberínticas regiones abstrusas de su consciente yo, se vio que en rítmi­ca danza su alabastrino cuerpo ardía en aromas de mística luz; ¿dónde v o y ? y en el misterio de la luz naciente se vio tendida, he lada , divinamente pálida; gla­c i a l ; pronto se esfumaba en rojo penacho de intenso humo; de pronto y en la ne­grura letárgica de su a lma , borró su pa ­gana v ida , y aquellos labios que un día fueron heráldica de amor y muerte, solo muestran hoy palabras de sacrificio y c a ­r idad.

S M A D E R O

B A R C O , P A S A G E R A Y C A P I T A N

E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I Ó N

U n gran barco en el mar una almeja en medio de la gran paella a z u l .

Capitán con gorra blanca muy rojo y con una p ipa , huele a inglés. P a s a g e r a que nos muestra la marca de sus l igas , hermellon. B a r c o , pasagera y capitán ¿a donde va is? ¡ jCosmópol is í !

P E D R O Q U E R O L T Cádiz, 1927.

Jlñ <P0RR£ 6RI5 E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I O N

D a s a una nube, pasan dos, en un s i -* lencio ágil: V a n sin rumbo y sin luz, engendrando nubes y más nubes.

Pero una se ha disuelío y ha ido a alo­jarse, para siempre, a un rincón de la torre de los recuerdos.

Y nacieron nuevas nubes y nació otro cielo. Y murmulló una voz y el murmullo se hizo río.

Y nació una flor en cada onda y bro­taron flores y más flores.

Entonces las estrellas besaron a las flores y cada flor se puso del color de cada estrella.

E n la pupila de c j d a estrella juega la imagen de la flor, y del bril lo del amor que envían las estrellas llega el reflejo al río.

y más nubes y más recuerdos reposan en la torre gr i s .

París, 1927.

S A R I T A M A N O V A

E L P E R D O N E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I O N

U n brazo estaba tendido:

cubría la tierra,

partía el mar.

E l rostro no pude verlo ,

pero en el de Jesús pensad.

E r a aquel brazo tan inmenso

que no alcancé a ver más.

F E R N A N D O N E B E L

Montevideo, 1927.

D J U A N C A R L O S W E L K E R B I E R K E L L E R

(A mis grandes amigas Zelmira y Elena Barros Daguerre. C a r i ­ñosamente.)

ME lo dijo un viejo alemán una noche de invierno: W E L K E R E N MI IDIO­

M A S I G N I F I C A T R I S T E Z A . y la W de mi apell ido, desde esa no­

che, me empuja al Bier Keller. T o m o cerveza rubia , hasta que los gruesos v a ­sos , con sus asas dobladas, forman a mi alrededor una guard ia , con la pierna le ­vantada, como paso de ganso . M i cora ­zón comienza a saltar por tierras germa­nas y mis labios entonan una canción con un poco del Die Washt A m Rhein y otro poco del tango Ca landria . . .

E l Bier Keller, esa noche, está lleno de vientres hinchados de cerveza. L a s lenguas pastosas hacen más imcompren­sible el id ioma. L a s interjecciones ger­manas me mortifican el o ido.

P ido más cerveza, que la bebo con avidez, hasta terminarla. M e limpio la boca con la palma de la mano y miro estúpidamente a todos. Todos me miran estúpidamente a mí...

E n un rincón, un grumete alemán, en­tona un canto triste, que concluye por molestarme. Le estoy tomando rabia y siento deseos de pegarle. S e me ocurre

que el pobre, dejó la novia en Alemania y desde mi América le rinde el homenaje amoroso de su canto. . . L o miro con des­precio. . . L a veo a ella enamorada de otro. . .

Tomé tanta cerveza que me quedé dor­mido, y durmiendo, soñé que ahogaba en cerveza, la tristeza germana de mi apel l ido. . .

T R A N V I A D E L N O R T E

(A Emil io Frugoni , mi rival en el

cariño a Montevideo.)

. . .y una mañana, Montevideo , esperó en vano al tranvía del Norte . . .

Medio s iglo de recuerdos que se toni­ficaban de S o l , en el sanatorio rodante del tranvía del Norte ; cajita de madera lustrada que llevaba en su interior, al P a s a d o , para enterrarlo en la estación del O l v i d o ; vías de hierro, que se est ira­ban por la ciudad como si fueran de go­ma, esperando al extranjero en el puerto, para l levarlo al P a s o del M o l i n o y entre­garlo allí al cr iol lo ; purgatorio que pur i ­ficaba al gr ingo , antes de dejarlo entrar en el paraíso del campo americano; pa ­

ñuelo que secaba las lágrimas morriño­sas del gallego y lo mecía—como a un niño huérfano—en una cuna rodante; c i ­cerone que mostraba a la ciudad por unos vintenes; víctima dulce y resignada del soberbio sajón que lo expulsó del c a ­mino del ensueño, con sus motores ne­gros , que inundaron la ciudad de ruidos europeos.. . (Hasta los motines revolu­c ionarios , en señal de protesta, por los motores europeos, lloran en las noches de fogón, su prestigio perdido.. . )

Montevideo fué ingrata con el tranvía del Norte . C o m o esas hijas cursis que reniegan del padre, que en sus moceda­des fué mercachifle, la c iudad, ocultó con desprecio al hijo bohemio, que por soñar demasiado, ni siquiera se preocupaba en pensar que los años pasan y que la vejez, molesta a la juventud presumida. . . . . .y una mañana, Montevideo, esperó en vano al tranvía del Nor te . . .

A L M A C E N D E B A R R I O

I A S barricas de yerba, se levantan en pila a la izquierda de la puerta; los

barriles de caña hacen una columna ne­gra a la derecha, y entramos al almacén de mi barr io , bajo el arco triunfal de los vic ios cr io l los : el mate y la caña.

E n los estantes, los frascos de cara ­melos de todos colores, provocan mis recuerdos de niño mimado y mis ojos se endulzan de añoranzas.

Contemplo en el espejo de los frascos , mi cara—que el dolor amoroso le dejó c icatr ices—y dos lágrimas agr ias , rué dan por el riel de las arrugas y caen so ­bre el mostrador. Parecen perlitas de menta... Quizá algún niño las parta y en­cuentre dentro de ellas un verso amar­go . . .

Entra una mujer con el vieníre hincha­do victoriosamente de maternidad. S o ­bre sus senos, caídos y blandos como almohadas de plumas, la miseria duerme una siesta.

C o m p r a yerba y azúcar. Pienso que su alimento consistirá en unos mates y tiem­blo por el botija, que antes de ver la luz del s o l , ya está pagando su tributo a la maldad humana.

U n a pena amarga me l laga el corazón. P i d o caramelos , b izcochos, y dulces. Avergonzado y temeroso se lo ofrezco to­do. E l l a asombrada me pregunta: ¿Para quién es esto?. . . Le respondo: para el hermanito l indo, que usted l leva en su estuche de madre. . .

E l almacenero, gozoso por la compra que yo había hecho, se restregaba las manos . . .

J O Y E R I A L U I S M E X I A LA MAS ANTIGUA D E ANDALUCIA

COLUMELA y ROSARIO AV an C A D I Z

Page 5: SIN IMPORTANCIA YOSL PARI CAMPOA

R E N O V A C ! ON Página 5

LA V I S U A L D E L P E R I S C Ó P I C O AUTORES - LIBROS - COMENTARIOS El Conlralo Social, de Rousseau.

, Hé aquí un libro que como el presente ha in ­fluido de una manera decisiva en la marcha de la humanidad. Colaborador Rousseau de la «En­ciclopedia» con d'Alambert y Diderot, no sólo de­jaron sus ideas huellas en aquel libro inmortal, sino que, aun en nuestros días, son fuente de inspiración para los pensadores y los políticos avanzados.

El Contrato Social, dice uno de los biógrafos de Rousseau, tuvo un éxito grandioso y sirvió de base a la Revolución Francesa. L a causa de este éxito no está sólo en la osadía de sus ideas, sino también en la perfección de la forma, en el tono profético, en la habilidad de su raciocinio y en la violencia de sus ataques.

Esta obra célebre, ha sido, en la edición q'.e tenemos a la vista, hecha por la Casa Maucci , ae Barcelona, con todo el esmero que merece, y lle­va al frente un prólogo biográfico escrito por José Brissa, y el retrato de Rousseau, elegido entre los 62 que se conocen del famoso pensador.

E l precio del ejemplar es de 2 pesetas.

«Esquiniia de mi Barrio»

Juan Carlos Welker dedica con fervor de ena­morado su lírica atención a su ciudad:—Monte­video—en estos dos aspectos: la ciudad: el arra­bal .

Bajo su capa de Don J u a n su corazón se en­sancha de optimismo sano, claro, y mira a su Montevideo en dos figuras de mujer: la ciudad: la señorita; el arrabal: la criolla.

Moderno—humorista a ratos—su prosa, rica en gracia l igera y honda, hace pensar en los plie­gues elegantes de su capa española, bien lleva­da, en un sentido de desenvoltura, de superiori­dad en el gesto y en el movimiento.

Esquinita de mi Barrio, tiene notas de color, de sabor y de amargor, de verdadero mérito, entre las cuales se destacan «Bier Keller», «El Circo», «Purrete Arrabalero» y otras.

Un nuevo libro de Azaróla Gil

Hé aqui un hombre—Luis Enrique Azaróla G i l — c u y a obra, ampliamente conocida en Amé­rica, ha seguido el camino de la consagración en su aspecto histórico. Después de la publicación de Veinte linajes del siglo XVIII, se nos presen­ta ahora con un concienzudo estudio sobre los documentos inéditos de los siglos X V I I y X V I I I , referentes a «Crónicas y Linajes de la Goberna­ción del Plata.»

Este l ibro, valioso en sus contenidos, afianzan su reputación de historiador, unida a la del so­ciólogo.

Prometemos consagrar al ilustre escritor Luis Enrique Azrro la G i l , un comentario detenido co­mo el que merece su labor.

Ciencias Sociales

L a Asociación Española para el Progreso de las Ciencias acaba de editar en Madrid el discur­so inaugural pronunciado en el Congreso de Cádiz por el catedrático Eugenio Montes, sobre «El concepto epistemológico de la Sociología».

El Sol, refiriéndose a ese interesante folleto, consignó hace algunos días, el suelto que trans­cribimos a continuación:

«Se trata de un trabajo ejemplar, donde se registra la feliz alianza del arte con la ciencia. Eugenio Montes, joven escritor de los más auto­rizados en la generación actual, estudia ia tra­yectoria de las modernas teorías sociológicas desde los postulados de Comte, «que parte de múltiples prejuicios», hasta el actual punto de vista de Simmel, «la mente más ágil y exquisita que conoció el mundo filosófico contemporáneo». Según Montes, el primer Congreso alemán de Sociología, celebrado en 1910, «no deseubrió ningún concepto que unifique y coordine las d i ­versas posiciones de la pléyade de investigado­res». Pero allí aparece Simmel, y «con Simmel surge en l a Sociología la unidad, la cohesión». Montes toma una vista sintética de la doctrina de este sociólogo revolucionario, y la presenta con la máxima clarividencia a los lectores. Cla ­rividencia a que ayuda el estilo vigoroso y apa­sionado del joven escritor gallego».

ESCRITORES SUDAMERICANOS:

Confiad la venta y propaganda de vuestros

libros en España, a este periódico.

Anión i o Alvarez Lletas

E l cerebro de este hombre que ha venido de Bogotá, capital de la República de Colombia, es un cerebro provisto de interesante idiologia. Dentro de la difícil e inquietante vida teatral, en la que ha desarrollado su mejores facultades creadoras, Alvarez Lleras trae un bagaje repleto y seleccionado que le permiten ser recibido con los más altos honores de critica, en el suelo es-panol.

Compenetrados de ese relieve en el que se des­taca la figura de este escritor que ha venido a Cádiz hace algunos meses con investidura con­sular, nuestros brazos fueron los primeros en abrirse en gesto acogedor y fraterno, y a que con su presencia y su cooperación l iteraria, veíamos en él un elemento útil y de val ia para integrar nuestras filas revolucionarias.

Nadie se atemorice ante semejante declara­ción. E l temperamento subversivo de que hace­mos alarde, no arma nuestras manos mas que con la pluma Las piedras y demás elementos de que se muñen los impotentes que buscan entor­pecer por envidia y despecho el esfuerzo de los que experimentan una necesidad de transforma­ción en el terreno de las letras y del pensamiento contemporáneos, quedan para uso exclusivo de los fracasados.

Estamos armados en guerra, pero nuestra guerra se circunscribe a la vieja retórica que venia oprimiendo el talle esbelto de la Musa Nueva. Volvamos sobre nuestros pasos. Es decir, volvamos al comentario que nos inspira la pre­sencia de este dramaturgo que conquistó en tie­rras de India, el laurel y la palma.

E n esa convicción y no en otra, hemos prendi-

Agregamos a las obras ya citadas, «Vivoras Sociales», «El Fuego Extraño» y «El Angel de Navidad», esta úlcima, dentro del teatro infanti l .

Asistieron a esta fiesta intelectual en unión del actor Francisco Morano, que ponderó con los demás concurrentes el valor escénico de la misma y las salientes cualidades de autor que se revelaron con la lectura del drama hondo y de interesante conflicto psicológico desarrollado con gran técnica, los señores Carlos María de Valle-jo, Eugenio Montes, doctores Mañas, Bonet y Gámez de las Cuevas, Juan Joly , Francisco G . Villaescusa, Rafael García y José de Barrasa.

E l autor Alvarez Lleras invitó con unas copas de Jerez y unos fiambres, brindándose por los nuevos éxitos que seguramente le aguardan en el arte dramático.

El Paraíso perdido, de Millón. Numerosas han sido las ediciones que en todas

las lenguas se han hecho de esta obra inmortal. Agotadas actualmente las de idioma español, la Casa Maucci , de Barcelona, acaba de prestar un buen servicio a las letras, dando a la luz una es-n«radisimamente presentada, en un tomo en cuarto de cerca de 600 páginas, ilustrada con las célebres láminas de Gustavo Doré.

Entre las diversas traducciones del gran poe­ma inglés cautiva por su fiel contexto y poética píosa, sin duda alguna, la de don J u a n Esco-quiz, tan alabada por la critica de todos los tiempos. Esta versión ha sido la escogida por la Editorial Maucci , anteponiendo a la obra una biografía de John Milton y el prólogo insustitui­ble del propio Escoiquiz.

Lejos de nuestro ánimo el intento de «descu­brir» tan maravilloso libro, que con otros pocos más constituyen la gloria de la l iteratura uni ­versal, y del que dijo critico tan eminente como Menéndez Pelayo: «Es Milton el mismo sombrío y terrible poeta puritano que grabó con bur i l de fuego los combates de los ángeles y las desespe-

fciones de Satanás vencido. Milton, precursor las más audaces doctrinas religiosas y políti­

cas que desde el siglo X V I I han conmovido el mundo, sospechoso de unitarismo o arrianismo, acérrimo contradictor de la jerarquía episcopal, apologista del tiranicidio, de la soberanía popu­lar omnímoda, de la absoluta libertad de i m ­prenta y del divorcio, es, por un fenómeno nada infrecuente en la historia l i teraria, clásico puro y conservador rígido de la tradición l iteraria asi en el fondo como en la forma».

«Sin otras armas que la pluma—dice acertada­mente el critico José Brissa:—combatió Milton por bus ideales levantando tempestabas de pro"3"" testas y siendo perseguido por las leyes de su patria, no arredrándole el mismo rey, a quien acusó sin misericordia.

El actor Morano, Alvarez Lleras y sus amigos (Magnesio de Leonardo;

do unos fuegos artificiales en homenaje de A lva* rez Lleras, E l aplaudido autor de «Como los Muertos», ha querido demostrar sus reconoci­mientos al medio, reuniendo a un grupo intimo de escritores y amigos, alrededor del actor F r a n ­cisco Morano, tomando como pretexto la lectura de «Los Mercenarios», drama en tres actos estre­nado en el Teatro Municipal de Bogotá, con éxito brillante. L a renombrada compañía argen­tina de la actriz Camila Quiroga, conserva en su repertorio su vigoroso drama «El Zarpazo», que mereció los honores y el premio de un certamen.

«Recordemos también que tan incesantes lides e improbo trabajo minaron su existencia y per­turbaron su vista, que acabó de perder en Mayo de 1652. En 16o0 fué encarcelado. Puesto des­pués en libertad, pobre y abandonado por sus amigos, halló su soledad consuelo en el amor de Isabel Minshul l , joven de veinticinco años, ca­sándose con ella en terceras nupcias, cuando contaba ya cincuenta y cinco años. Entonces fué cuando escribió El Paraíso perdido, la obra cumbre que le habia de abrir las puertas de la inmortalidad.»

«De las Academias»...

H a n sido electos académicos de número de la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes, entidad que dirige el ilustre polígrafo D . Pelayo Quintero y A t a u r i , los señores José de Barrasa y doctor José Mañas, que pi'oyectan para muy en breve, pronunciar sus discursos de recepción.

Nuestro periódico, que honró sus columnas con la firma de tan conocidos escritores, se congra­tula de esta merecida distinción de que se les ha hecho objeto, tanto más cuanto que su ingreso en la docta corporación, fué real zado a propues­ta de nuestro director don Carlos Maria de Val le -jo, actual Secretario de la Sección de Asuntos Hispano-Americanos.

E n esta sección daremos cuenta de todos los libros que se nos remitan

en número de dos ejemplares.

En honor de Paco Morano

E n la clásica terraza de la «Cervecería Ingle­sa» el prestigioso actor Francisco Morano, fué obsequiado por un escogido grupo de escritores y amigos íntimos, con motivo de la feliz tempo­rada que realizó en Cádiz, con un típico frito,

. después de la representación formidable que h i ­ciera su homogénea compañía de l a obra de P i -randello, «El Placer de la Honradez».

E l ágape resultó animadísimo y fué realzado con la presencia de la reputada actriz Teodora Moreno que asistió en compañía de su esposo el actor Joaquín P u y o l

Esta demostración al ilustre actor Morano, revela el sentimiento de justicia que anima el espíritu de algunos hombres que conviven en el medio, dispuestos siempre a exteriorizar sus en­tusiasmos y sus preferencias en el terreno de la vida cul tural .

Asistieron al acto intimo y cálido de este ho­menaje los señores J u a n Joly , uno de los Direc­tores de Diario de Cádiz-, D . Francisco de la Viesca, el Dr . Joaquín Gámez de las Cuevas, el dramaturgo colombiano Antonio Alvarez Lleras, el director de R E N O V A C I Ó N Carlos Maria de V a ­llejo, el periodista Rafael García, Corresponsa\ de El Sol y de La Voz de Madrid, y los señores Francisco Villaescusa, Marino, Cueto y otros ^an^aradas.

Se brindó por el buen éxitolmlasl^las Cana­rias de la buena compañía, y por las brillantes condiciones del gran actor español.

El Teatro de Campa

«Un hombre sin carácter», «La madre de to­dos», «Herido de muerte», «Felisona quiso a un hombre», «Bahía y Pascual», «El delirio de los delirios», «Juan Carlos», «La señorita princesa», y «Deber cumplido».

Todo esto contiene el libro de Joaquín Campa, publicado en Buenos Aires por la Imprenta Con-treras. Todo esto en ciento veinte páginas,

Intencionalmente hemos trascrito, los títulos de las comedias, monólogos, cuentos escénicos, que Campa ha compilado eu un volumen No se puede negar que la mayor parte son sugestivos y que el autor ac;erta a presentarnos un ejem­plar que a primeia vista intr iga . Campa nos re­cuerda a Benavente en esto de titular. Pero, francamente, en nada más Aparte de su tenden­cia costumbrista que con gusto le ponderamos, no hemos encontrado en los trabajos dramáticos de Campa, nada que realmente valga la pena y merezca el honor de la edición Ignoramos si el autor ha querido hacer teatro represeutable. Parece que nó. Parece que si. Pero si no vale la pena leerlo, algo menos valdrá representarlo. ¿No es verdad? Sin embargo, hemos de hacer constar que Campa posee bastante dominio del diálogo y facilidad para la presentación de los caracteres, pero como no se propone otra cosa que hacer hablar a sus personajes y cubre su falta de ideas con su intención de demostrar que es un realista, su producción se disuelve en un tonel de vulgaridades. De esto Campa no tiene propiamente la culpa. Este lenguaje tomado de la hez popular es, el que está de moda en el saí­nete argentino.

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PLAZA DE ARGUELLES, NUM. 3 C A D I Z

PEÑAS A C E I T E S F I N O S

DUQUE DE TETUAN, 1 1

Page 6: SIN IMPORTANCIA YOSL PARI CAMPOA

R E N O VA C 1 0 fi A R T E I C I E N C I A • L I T E R A T U R A

C A D I Z D I C I E M B R E D E 1 9 2 7

D I R E C T O R : C A R L O S M A R I A D E V A L L E J O

P U B L I C A C I Ó N M E N S U A L . — A R O I — N . ° 3

U N periódico tan vanguardista, dígase me­jor, tan ultramoderno como R E N O V A C I Ó N ,

há menester de alguna cita, historia, esclareci­miento o cosa que se le parezca, relativo al Mah-jong. U n a persona que presuma de «¡medio bien» siquiera, no puede ignorar la técnica aburrida y aristocrática do, los vientos, caracteres, drago­nes, et sic de coeteris. Hoy, este juego chino, es un deber social, como otros entretenimientos más aburridos y menos chinos.

Su origen se pierde tan a lo lejos, que, y a se cita en las crónicas de la 2. a dinastía egipcia, por ser el preferido del rey Kabón que se hacia l lamar, «el macho de los machos y el buey de los bueyes». E r a un hombre con condiciones para llegar a la posteridad, y asi ha llegado. Mas con todas ellas, él no inventó el juego que me ocupa. E l juego es chino. Y para buscar su origen, un individuo inadaptado, ligero y falto de tacto, se dispondría a ir a Pekín. Error . Allí pondría ma­no en la mejor enciclopedia que encontrase. Nuevo error. Muy apesar de tener ésta 78.731 tomos, cuando hubiera acabado el capitulo de Ritos que tiene 2.000, vería con la natural sor­presa que nada había escrito sobi'e los juegos.

S U M A J E S T A D E L M A H - J O N G E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I O N

Y volvería desalentado, pero con un quitasol verde, y quizás con ideas conservadoras, lo cual y a es algo.

Si el individuo era serio, pacienzudo e incon-tumaz, entonces se dirigiría a Londres. No falta­ría algún técnico que se lo apuntara. En Lon­dres se encuentra todo, y si no se encuentra de­bería encontrarse, según dice mi sastre. Allí en el British Museum existe la enciclopedia abre­viada llamada «Tu-Shu» (3. a edición Shanghai 1885-88, que estoy escribiendo en serio.) Se com­pone de 1.620 tomos y ocupa unos 60 metros de estantería.

L a obra se divide en seis partes. Cielo, T ierra , Hombre, Ciencia, L i teratura y Política ¿En 4ue parte se encontrarán los juegos?

No habiendo ninguna que se titule «Casint 3 » , lo lógico sería que estuvieran en el de «Hombre», pero no es asi. En dicha división trata solo del Emperador, su famil ia, los gobernadores, man­darines, jueces, maestros, guardias . Y a después

de los guardias se acaban los hombres. Para el chino legislador y enciclopedista, el hombre es esencialmente un funcionario. Esa idea la tienen muchos mandarines y aplicada al matrimonio, la practican las damas. Se debió importar con los abanicos.

No estando, pues, los juegos en la parte «Hom­bre» deberían estar en la «Política» que dicen ser un juego de ajedrez, al menos en las come­dias antiguas. Pero tampoco se hallan allí. E n cambio se encuentra en la «Política», una sub­división titulada «ecbpses, inundaciones, mons­truos y prodigios diversos» Nadie será osado a negar la originalidad chinesca, o acaso, acaso, la profecía. Porque hay más. L a parte «Política» se abre con una enumeración curiosa de artículos manufacturados, empezando por l a sombrilla. De aquí debe proceder nuestro refrán, «En Fe­brero busca la sombra el perro». E l perro chino, que no es peludo, como se sabe.

Muy contadas personas pueden adivinar que

ias diversiones se encuentran en el capitulo «Ciencia», idea muy útil, para adquirir por me­dio de los recreos una noble alcurnia intelectual. L a vejez de la idea nos ordena rumiarla y deglu­t i r la . Y más aún, porque la ciencia, para los chinos, se divide en agricultura, adivinación, astrologia, fisionomía (hoy se llama mensalidad), qxiiromancia. geomancia, pronosticación, magia, pintura, dibujo, boxeo... y al fin, «Juegos diver­sos» entre los que está el Mah-jong. Allí, en aquella enciclopedia de 1620 tomos, que no es Espasa, sino Sobres pasa.

Yo no quisiera ofender a los autores innúmeros del «Tu-Shu», especie de matadores de Meco, pero con los respetos salvos, creo que eran un tanto bromistas. ¡Abrir la política con un quita­sol, y las tertulias de pollos pera, con caracteres! Otro tema de meditación. Meditando hay que hacer en el juego, tres familias y un par... ¿de qué? Las familias de las más productivas, y el par de lo que caiga.. . E l juego es digno de ser resucitado.

Y perdón, porque en juego, escriba de juegos, ya que la cuestión es pasar el íalo.

J u N M I N O

EL A/AOR EN EL T E A T R O - A . ALVAREZ LLERAS E S P E C I A L P A R A R E N O V A C I Ó N

Algu ien me dijo que gustaría de una pieza dramática de la cual se excluyera el amor , y fuera, sin embargo, una gran pieza.

Y o me quedé pensando en aquello y estuve a punto de desvelarme.

¿El teatro sin amor? ¿Acaso no es a l ­go como decir el teatro sin v ida?

P e r o , con todo, me puse a darle vuel ­tas a la imaginación con el objeto de idear el modo como pudiera hacerse una obra tan or ig ina l , que por ninguna parte se viesen la pasión del amor ni sus deri ­vadas .

Ante necesitaba un tema. L s pri mero que se me ocurrió fué una trama pol ic iaca , pero tropecé con que prec isa­mente por pol ic iaca y a no podía ser una gran pieza. Imaginé entonces una lucha política intensa, terr ib le , implacable . . . E s e era el tema! V i a los contendores esgrimir todas sus armas nobles e inno­bles; a uno de ellos paseándose angus­tiado en su habitación o redactando sus planes bajo la luz del quinqué durante una noche en ve la ; al otro, marchando desenfadadamente entre una multitud en ­tusiasta al salir del parlamento, g lor ioso y confiado. E r a el momento oportuno para prepararle un asalto . . . S e oye un disparo . . . E l hombre cae herido . . . S e lo l l evan . . . ¿A dónde?. . . He aquí el instante preciso para el efecto dramático... ¿A dónde?. . . A su casa . . . Bueno ; pero ¿quién lo espera en su casa? Necesar ia ­mente tiene que esperarlo alguien, por­que si l lega a su casa herido y no le re­cibe nadie, al público no le importará un bledo. Le doy una vuelta más al manu­brio de mis imágenes. V e o al hombre tendido sobre un diván, lívido, desenca­jado. . . Le rodean los amigos aterrados. . . S e habla del cr imen, del atentado; hay exclamaciones, maldiciones. Pero el pú­blico escucha y nada más. . . De pronto veo surgir en la penumbra unas líneas borrosas que por fin forman unas m a ­nos , después el contorno de un busto. . . V e o luego dos puntos de fuego.. . unas pupi las . . . D o s diamantes deslumbrado­res que son dos lágrimas... L a s manos

restañan la herida, las lágrimas caen so­bre la frente de aquel hombre. . . S e oye un beso suave, el beso del consuelo, el beso del a l iv io , el beso.. . del amor . . . ! Y siento al público, frío hasta entonces en la lucha ante la desesperación del políti­co, ante el estallido del d isparo , estreme­cerse levemente... aplaudir con frenesí después.. . ¿Por qué? Porque llegó el amor!

Tampoco sirve ese tema porque de él no puede excluirse el amor.

Vue lvo al pol ic iaco. C a r a m b a ! ¿Por qué no se podría escribir una gran pieza pol ic iaca , de veras? Imagino las astucias de un Sher lock Holmes genial .

Pongámoslo taciturno como Hamleí, para mayor efecto. A l público le gusta a veces los taciturnos porque hay misterio en ellos. Este taciturno acaba de robar

A P U N T E S D E L N A T U R A L P O R

J O S E L U I S R E Y

al mil lonario Jackson. S e le persigue. E l trepa por una escala, desciende por la esquina de una muralla teniéndose en los codos. . . A l g o muy cinematográfico,algo emocionante. . . Vuelvo a mirar al público y el público ve aquello con ansiedad, con interés... Pero necesito que estal le . . . S u b o de nuevo al ladrón por la mural la , lo meto por una cueva, lo saco después... N a d a ! N o estalla! S e me ocurre ponerlo en un peligro inminente. L o cogerán y lo ahorcarán... iQué horror! Pero su amigo F r i a n d viene en su auxil io en el momento menos pensado, l legando con los pies destrozados; le arroja "una escala y lo sa lva . N a d a , el público no dice nada . . . Quito a F r i a n d de enmedio; el efecto se­ría bueno s i . . . hagamos el ensayo, por probar. E s E l e n a , la desheredada, la amante de Ho lmes , quien tira la escala; son sus brazos los que lo reciben: sus pies han sangrado por salvarle , sus ma­nos se han retorcido de angustia. Y cuando la ventana se abre y su faz lívida aparece, y el hombre asciende por la es­cala y cae en brazos de la adorada, el público, el indomable público, estal la . . . C l a r o , ¡el amor! . . . P o n g o en lugar de E lena a la madre. E l público aplaude. . . j E l amor también! P o n g o al padre. . . E l público aplaude menos. H a y menos amor. P o n g o al amigo otra vez . E l público se queda frío. C l a r o , no hay amor.

¿Qué hacer? . . . Recurro a Shakespea ­re, a Calderón, a los modernos, a los grandes triunfadores.

¿Qué es lo que han hecho? Hablar del amor, hablar siempre del amor y a todas horas , hacer sentir el amor y tr iun­far!

Entonces me resigno, río muy alegre del buen burgués or iginal que me dio tan or ig inal consejo y, s in pensar más, s in cavi lar más sobre aquello, me duermo tranquilo, resignado.

jQué hemos de hacer! E n el teatro, en el arte, el todo es el amor. Lástima!

M i querido burgués, muchas gracias y buenas noches.

Tip. "Ordúftez"-C. del Castillo, 7.-Cádlz

A U T O M O V I L E S R E P R E S E N T A N T E G E N E R A L P A R A E S P A N A :

FRANCISCO DE LA VIESCA B e n ) u m e d a , 3 0 O A D I 25