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“SIN REMORDIMIENTO” Honey Sucrette no sabía exactamente qué hacer esa tarde. Afortunadamente su casa se encontraba en uno de los lugares más céntricos de la ciudad y todo le quedaba bastante cerca; podía ir caminando al parque, al instituto donde sus padres le dijeron que la habían inscrito, y a la zona de tiendas y almacenes. También había una cafetería a poca distancia. “Por lo menos estamos en una buena zona”, pensaba la chica. A Honey no le hacía mucha gracia el tener que cambiar de instituto, casa y ciudad, todo al mismo tiempo, y mucho menos ser la chica nueva en un instituto donde todos se conocían y las clases ya tenían tiempo de haber iniciado. Como no quería pensar en que a la mañana siguiente sería su primer día de clases en el Instituto Sweet Amoris, eligió pasar la tarde dando un paseo por los alrededores. El día era lindo, ni caluroso ni frío, con una alegre brisa que hacía bailar su larga cabellera negra. Honey era linda, pero algo torpe; así que cuando tropezó con alguien al cruzar la puerta de la cafetería y escuchar el golpe de cosas al chocar contra el suelo, inmediatamente se disculpó una y otra vez. Tanta era su pena que no pudo levantar la mirada hacia la persona que había empujado sin querer, sólo se limitó a recoger los paquetes que se encontraban esparcidos por la loseta. “Por favor que no sea un alumno del instituto al que asistiré” La chica se incorporó y vio a un muchacho de cabellos oscuros, vestido como para una representación teatral, ya que su ropa evocaba épocas pasadas, muy pasadas; sin embargo su corte de cabello era realmente moderno. El atractivo caballerito se encontraba limpiando su rostro de un espeso y cremoso líquido rosáceo intenso. Honey se dio cuenta de que la mayor parte de la malteada había caído en los ojos del pelinegro, y que este no podía verla. “Por favor, que sea alumno de mi nuevo instituto” Honey colocó los paquetes en las manos del chico y salió velozmente del lugar, quedándose en una esquina para echar un vistazo. Ese joven había impresionado a la chica, su porte y gallardía no eran algo que se viera todos los días. ¡Y eso que tenía una malteada en el rostro!

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“SIN REMORDIMIENTO”

Honey Sucrette no sabía exactamente qué hacer esa tarde. Afortunadamente su casa se encontraba en uno de los lugares más

céntricos de la ciudad y todo le quedaba bastante cerca; podía ir caminando al parque, al instituto donde sus padres le dijeron

que la habían inscrito, y a la zona de tiendas y almacenes. También había una cafetería a poca distancia.

“Por lo menos estamos en una buena zona”, pensaba la chica.

A Honey no le hacía mucha gracia el tener que cambiar de instituto, casa y ciudad, todo al mismo tiempo, y mucho menos ser la

chica nueva en un instituto donde todos se conocían y las clases ya tenían tiempo de haber iniciado.

Como no quería pensar en que a la mañana siguiente sería su primer día de clases en el Instituto Sweet Amoris, eligió pasar la

tarde dando un paseo por los alrededores. El día era lindo, ni caluroso ni frío, con una alegre brisa que hacía bailar su larga

cabellera negra.

Honey era linda, pero algo torpe; así que cuando tropezó con alguien al cruzar la puerta de la cafetería y escuchar el golpe de

cosas al chocar contra el suelo, inmediatamente se disculpó una y otra vez. Tanta era su pena que no pudo levantar la mirada

hacia la persona que había empujado sin querer, sólo se limitó a recoger los paquetes que se encontraban esparcidos por la

loseta.

“Por favor que no sea un alumno del instituto al que asistiré”

La chica se incorporó y vio a un muchacho de cabellos oscuros, vestido como para una representación teatral, ya que su ropa

evocaba épocas pasadas, muy pasadas; sin embargo su corte de cabello era realmente moderno. El atractivo caballerito se

encontraba limpiando su rostro de un espeso y cremoso líquido rosáceo intenso. Honey se dio cuenta de que la mayor parte de la

malteada había caído en los ojos del pelinegro, y que este no podía verla.

“Por favor, que sea alumno de mi nuevo instituto”

Honey colocó los paquetes en las manos del chico y salió velozmente del lugar, quedándose en una esquina para echar un vistazo.

Ese joven había impresionado a la chica, su porte y gallardía no eran algo que se viera todos los días. ¡Y eso que tenía una

malteada en el rostro!

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Sucrette pensó que tal vez se tratara de un artista conceptual local, de esos que montan su propio espectáculo. Después de unos

minutos la lluvia comenzó caer y todas las personas, que al parecer estaban acostumbradas a esos bruscos cambios de clima,

abrieron las sombrillas/paraguas que llevaban con ellos.

Honey maldijo su mala suerte, ya que no podría ver ni seguir al chico de ropas extrañas. Ella sólo quería saber dónde presentaba

su espectáculo, para poder ir a verlo en alguna ocasión. Después de meditarlo por un momento, se dio cuenta de que su suerte

no era tan mala después de todo, ya que al caer la malteada en los ojos del muchacho y nublarle con ello la visión, el chico no

pudo darse cuenta de que la culpa fue de ella; podía presentarse ante él, sin pena alguna.

Una enorme y llamativa, aunque de buen gusto, sombrilla, se dejó ver acercándose a la cafetería, Honey no pudo distinguir a la

persona que era su portadora, pero sí que pudo ver cuando el chico que tanto había llamado su atención se acercó a esa persona.

-¡¿PERO QUÉ FUE LO QUE TE PASÓ?!- se dejó escuchar una distorsionada voz por la lluvia, una voz de mujer.

El chico de extraña vestimenta se situó bajo la sombrilla, no sin antes girar un poco la cabeza hacia donde se encontraba Honey.

La chica casi juraba que sus ojos se engancharon por un instante, momento en el que se le cortó la respiración. Esos hermosos

ojos oscuros siguieron en su mente por mucho, mucho tiempo.

La pelinegra regresó a su casa, se metió a la bañera y dejó que su imaginación se divirtiera creando escenarios en donde ella se

encontraba con el extraño chico y entonces él caía rendido de amor, jurando lealtad, devoción y fidelidad por siempre.

Al otro día, Sucrette se despertó muy temprano pero, como siempre y para no faltar a su costumbre, se le hizo tarde… Pensaba

que tendría que ir a comprar ropa muy pronto; y así, entre carreras y despistes, llegó a al Instituto Sweet Amoris.

Muchas cosas pasaron desde que Honey asistía al instituto, unas graciosas, otras no tanto. Se sorprendió cuando se encontró con

Ken, un chico de su antiguo instituto, que la había seguido hasta el nuevo por creer estar enamorado de ella. O como la del

fantasma, que resultó ser Lysandro. Cuando Castiel, el chico pelirrojo a fuerza y rebelde del instituto, había presentado a Sucrette

con Lysandro, ella se emocionó demasiado, pues lo primero que vio fueron sus ropas, bastante parecidas a las del chico que había

bañado con una malteada en la puerta de la cafetería. Sin embargo, al observar los albos cabellos y ojos claros bicolores, no pudo

impedir sentir una leve decepción.

Honey había estado posponiendo la adquisición de ropa que tanto necesitaba, por la simple y sencilla razón de que no le gustaba

ir sola de compras. Siempre pensaba que era mucho más divertido ir con alguna amiga. Pero todavía no era tan cercana a una

chica del instituto como para obligarla a ir con ella.

Por fin un día se decidió a ir sola a una tienda de ropa que se encontraba muy cerca del almacén donde siempre encontraba todo.

La tienda en sí era más bien como una pequeña y elegante boutique. Entró y se llevó una grata sorpresa con la decoración. Era

sobria y elegante, un tanto victoriana pero sin caer en lo gótico, ya que muchas personas confundían esas dos tendencias.

Entró y escuchó una profunda y agradable voz, venida de la trastienda, que le comunicaba que en un momento la atendería.

Tomó varias prendas y fue directo a los cambiadores, para probarse un poco de todo y elegir lo que mejor le pareciera, tanto en

diseño como en precio.

-Madame, ¿necesita usted algo?- escucho decir a la voz de antes.

“Sí, tener algo más para rellenar mi sostén” -No gracias, todo bien por aquí, tengo lo que quiero- contestó Honey.

Sucrette, terminó de probarse cada una de las prendas, volvió a vestirse y salió para buscar dónde pagar la ropa que había

elegido. No fue difícil encontrar el sitio, ya que una gran caja registradora se encontraba ahí, junto a cajas decoradas y bolsas con

el logo de la tienda, de diferentes tamaños. Un hombre se encontraba medio cubierto y muy enredado por telas de estampados

preciosos. Cuando por fin el chico se liberó de las telas y volteó hacia Honey, la chica observó con asombro que se trataba del

mismo de la cafetería, ese de cabellos y ojos oscuros y mirar melancólico.

“¡Es él, en verdad es él!”

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Honey creyó percibir un ligero sonrojo en las mejillas del chico, sin embargo el móvil de éste se dejó escuchar. El pelinegro se

dirigió a la trastienda para atender su llamada, regresó con el móvil aun pegado a su oreja, cobró la ropa, la metió en algunas

bolsas junto con unos delicados, y deliciosos a la vista, chocolates; era algo así como tradición de la boutique regalar chocolates a

las personas que compraran sus diseños; y entregó todo a Honey, sin volver a dirigirle la mirada.

La confundida chica salió de la tienda con una tirita en el corazón, pues el hecho de que el chico que le encantaba la hubiese

ignorado, era demasiado para ella. Además estaba el hecho de que el chico, al parecer, tenía novia. Ya que las frases, “Sí mi

amor” y “Lo que tú digas, princesa”, estuvieron presentes muy a menudo en su conversación por móvil.

Decidió sobreponerse, era obvio que al chico le era indiferente y además estaba la diferencia de edades, aunque él no se miraba

muy mayor, debía serlo, ya que tenía su negocio propio y todo. Honey regresó un poco triste a su hogar pero al llegar y estar a

solas en su habitación, se propuso firmemente no pensar más en aquel chico.

“Castiel no está tan mal, aunque me haya traumado con eso de que parezco tabla”

Honey se llevaba cada vez mejor con los chicos del instituto, sin sentir especial predilección por ninguno; con las chicas también,

pero ahí sí que había diferencias, porque por más que trataba de encontrar el lado bueno de algunas, como Amber, Li y Charlotte,

pues nada más no podía.

Una chica en especial había sido bastante divertida con ella; para variar, se conocieron por un choque con empujón. La escultural

chica dijo llamarse Rosalya y le había gastado algunas bromillas cuando el asunto del fantasma.

Rosalya era una belleza real y natural, ella lo sabía y no hacía alarde de ello, lo que la hacía más atractiva aún. Alta, de cuerpo

curvilíneo, grandes ojos dorados, larga cabellera blanca con algunos reflejos violáceos, y un gusto por la moda extremadamente

atinado. Para Sucrette, esa chica era por mucho, la más bella del instituto. Sin embargo nunca la veía con algún chico en especial.

Los días pasaron y Sucrette trataba por todos los medios de olvidar al vendedor de ropa. Hasta que un día, al llegar al instituto,

recibió una sorpresa.

*****

Leigh era un chico sumamente sensible, tímido, y no muy sociable. Su mundo estaba entre la tienda de ropa que con tanto

trabajo había logrado colocar como una de las favoritas de la ciudad, su hermano, y su novia. También estaba Castiel, amigo de su

hermano, que en ocasiones no salía de su casa y que al paso del tiempo había llegado a considerar como de la familia.

Amaba a su novia, admiraba la elocuencia que tenía ella al hablar, su forma tan extrovertida de ser y compartía con ella el amor

por la moda; con algunas diferencias, por supuesto, ya que a él, le gustaba la ropa que destacara lo mejor de cada persona; y a su

novia le encantaba destacar por sobre todos, esa era su forma de ser, no tenía poses ni nada por el estilo, era natural en ella. Y así

como le gustaba destacar, le fascinaba hacer destacar a los demás. Era apasionada, inteligente y tenía un talento enorme como

diseñadora, sin dejar de lado su extraordinaria belleza. La verdad es que también era celosa y algo posesiva, pero a Leigh le hacía

gracia esa forma de ser de su novia.

Leigh no entendía la razón por la que su chica se había fijado en él, que era exactamente lo contrario a ella, pero hacían una

buena pareja, o por lo menos era lo que todos decían. También hacían un buen equipo de trabajo, ya que ambos eran talentosos.

Sin embargo… algo inquietaba al pelinegro, el recuerdo de unos hermosos ojos de verdoso destello, que había visto un día al salir

de la cafetería donde esperaba a su novia, el mismo día que alguien había chocado con él, haciendo que la malteada que llevaba a

solicitud de su novia, cayera en su cara y nublara por completo su visión. Le tomó algo de tiempo limpiar el líquido espeso y algo

pegajoso. Su novia se puso furiosa porque el hermoso traje que había diseñado para él estaba arruinado.

“¿El traje? Que se preocupe por el traje está bien, espero que no haya notado que observé a esa chica de ojos verdes”

Por más que trataba, esos ojos no querían salir de sus pensamientos y eso lo hacía sentir culpable ante su novia. Un día, ocurrió lo

que jamás debió pasar.

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Se encontraba en su tienda, recibiendo un pedido de telas importadas, cuando escuchó que alguien entraba en su

establecimiento. Enorme sorpresa se llevó al reconocer en ese par de enormes ojos verdes, a los que le habían quitado el sueño y

la concentración últimamente. Sintió que sus mejillas comenzaban a ponerse rojas, cuando su móvil comenzó a sonar. Era su

novia, que le preguntaba si la le importaba la relación que tenían, que si la seguía queriendo y cosas por el estilo. Esa llamada fue

excelente pretexto para no mirarla más. Él tenía novia y era sumamente feliz con ella, ¿cierto?

“Era ella, era ella”

Su carácter apacible y un tanto callado era un problema en su relación, ya que no era tan romántico y detallista como su novia

deseaba. A veces envidiaba un poco a su hermano, artista nato, gran cantante que lograba plasmar toda la gama de sentimientos

conocida y hasta algunos desconocidos, en un papel, en letras que escribía e interpretaba o declamaba cuando le nacía hacerlo. Y

muchas veces también cuando no. Aunque verdad era que su hermano tampoco era muy elocuente para expresar esos

sentimientos al hablar.

Al paso de los días la relación con su novia se volvía más tensa, hasta que la hermosa chica… lo mandó a volar. Le dio un

ultimátum, o le demostraba que la quería, con detalles y palabras, o terminarían para siempre.

Leigh era el tipo de chico al que no le apetecían mucho los cambios, y el dejar a su novia sería uno muy grande, aparte de que la

amaba. Así que se dispuso a luchar por su amor. Y el que la chica de los ojos verdes no se volviera a presentar en la tienda, le

había quitado un peso de encima. Más no por eso dejaba de pensar ella.

*****

Sucrette llegó esa mañana al instituto para encontrase con alguien. Se trataba del vendedor de ropa, ese que ella quería olvidar.

La chica sintió un rápido palpitar en su corazón, ¿sería posible que él la hubiera buscado hasta encontrarla?

“¡Está aquí, no puedo creerlo, debo estar soñando!”

La realidad era otra. Leigh, que así se llamaba el vendedor, resultó ser el devoto novio de Rosalya y hermano de Lysandro. Tan

sólo dos años mayor que ella y efectivamente, era dueño de la boutique donde Honey lo había encontrado por segunda vez.

Sucrette terminó ayudando a la pareja a reconciliarse, ya que Rosalya estaba muy deprimida por haber peleado con su novio, y

Leigh se miraba muy acongojado por la misma razón. Al terminar el día la pareja ya estaba feliz y junta de nuevo, y Honey tenía

un lindo vestido idéntico al de su ahora amiga y un anillo precioso, que le recordaban que Leigh jamás sería para ella.

Los meses pasaron, aventuras iban, aventuras venían. Sucrette quedó muy impresionada con el papel que Leigh desempeñó en el

asunto de Debrah. Y desde ese día se veían más seguido, porque Rosalya insistía en que los acompañara en muchas de sus citas.

Tiempo en que Honey y Lisandro llegaron a ser excelentes amigos.

Hasta que un día…

-¡Honey, Honey!- gritó Rosalya en cuanto Sucrette puso un pie dentro del instituto.

-Vaya, qué pasa Rosalya, por qué tan… eufórica- dijo Honey a su amiga después de observar el estado de ánimo de la chica.

-¡Es increíble, es grandioso, es lo mejor que ha podido suceder en este instituto!- decía la chica de dorados ojos, al tiempo que

abrazaba a Honey y la hacía girar junto con ella.

-Eh, Castiel y Nathaniel se aman y huirán para vivir su amor… No, no, Kentin por fin le dio el sí a Alexy… No, tampoco, espera…

¡Han expulsado a Amber del instituto y ha sido exiliada del país!- aunque lo decía en broma, la verdad era que a Honey le hubiera

gustado cualquiera de aquellas noticias, o todas.

-Y te dices mi amiga- reprochó Rosalya mirando a Sucrette de forma seria.

-De acuerdo, lo siento, ahora dime la maravillosas noticia- se disculpó Honey con una sincera sonrisa, mientras acomodaba su

mochila sobre su hombro.

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-¡Es que no lo puedo creer! Una de las más prestigiosas academias de diseño y alta costura ha organizado un evento. Se trata de

un fin de semana de la moda, pero sólo podrán participar alumnos de algunos institutos y por invitación. El nuestro la ha recibido

y la directora piensa que seré una digna representante. Amber ha montado un berrinche marca diablo, pero me tiene muy sin

cuidado- explicó Rosalya.

-Wow, eso sí que es un notición. Peggy estará feliz- comentó Honey.

-¡Oh sí, más que feliz! Ella quedó designada para cubrir el evento por parte de nuestro instituto. Alexy será mi asistente. Tengo

tantas cosas por hacer, las ideas y diseños comienzan a dar vueltas en mi cabeza. Iré de compras esta misma tarde, debo elegir

telas y… ¡Oh Honey, es tan emocionante!- exclamó la chica de cabello blanco totalmente extasiada.

-Tendrás un duro trabajo amiga, sin embargo estoy segura de que tus diseños serán los mejores- aseguró la chica de ojos verdes.

-Y tú serás mi modelo, junto con Violeta y Kim- notificó Rosalya a una sorprendida Honey.

“Esta chica está loca, con trabajos pongo un pie delante del otro sin tropezarme” -No, no, no, no, no, no, no, no… no. De ninguna

forma harás que yo desfile o como se diga, soy extremadamente torpe y arruinaría tu momento- señaló apresuradamente

Sucrette con pánico en la voz.

-Jajajajajajajajajajaja, lo sé Honey, no te preocupes, era una pequeña bromita. En realidad nos proporcionarán tres modelos semi

profesionales para la pasarela. Te dejo, tengo que empezar a hacer bocetos. ¡Estoy tan feliz!- Rosalya iba hablando mientras se

alejaba.

El evento se llevaría a cabo una semana antes del inicio de vacaciones, para lo que faltaban cuatro meses. Rosalya y Alexy

trabajaban sin descanso.

Una noche Honey se encontraba haciendo la tarea cuando escuchó que llamaron a la puerta principal. Un momento después,

unos suaves golpes se dejaron oír en la puerta de su alcoba.

-Está abierto- exclamó Sucrette, segura de que era su madre. La que en ese momento estaba abriendo la puerta y asomando la

cabeza.

-Cariño, Lysandro te busca, está esperando en la sala- la mamá de Honey tenía una expresión divertida. Ya que estaba

acostumbrada a la presencia del albino, pero estaba extrañada de que hubiera llegado a la casa sin ayuda alguna.

-¿Vino solo?- preguntó Honey-

-Solito, solito, me adelanto para ofrecerle un refresco, imagino que ha caminado mucho- rió la mamá de Sucrette y luego salió de

la habitación.

-Honey, es un placer, como siempre, verte- expresó Lysandro de forma caballerosa y poniéndose de pie al ver a la chica que

descendía por las escaleras.

“Jejeje, pobre, tiene toda la cara quemada por el sol” -Hola Lysandro, un gusto que hayas venido a visitarme- contestó Honey de

forma alegre, pero segura de que algo no andaba bien. Pues en el instituto había notado al chico de ojos bicolor más distraído y

distante que de costumbre.

Después de tomar una refrescante limonada, Lysandro pidió permiso a la mamá de Honey para llevar a la chica a dar un paseo

por el parque. Salieron de la casa de Sucrette y caminaron en silencio hasta llegar al parque.

-Bien Lysandro, dime qué es lo que te preocupa.

-¿No puedo ocultarte nada, verdad? Llevas razón en lo que dices, estoy preocupado, pero no es por mi persona. En realidad no sé

si “preocupado” sea la palabra adecuada para esto. Es Leigh, él está… más apartado y callado que de costumbre. Hace mes y

medio que Rosa está concentrada sólo en lo de sus diseños, prácticamente no va a la casa, ni se ha presentado en la tienda. Leigh

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quiso brindarle ayuda, pero ella fundamentó que no estaba permitido que una persona ajena al instituto participase. Cada vez

que mi hermano intenta verla, Rosa pone mil pretextos para no hacerlo. No me gusta ver a Leigh tan decaído.

Honey escuchó todo lo que decía Lysandro en completo silencio. Sin embargo algo le inquietaba. Rosalya le había pedido en

varias ocasiones que la acompañara a las tiendas, o la cafetería. Dos veces fueron al cine. Sucrette pensó que su amiga sólo quería

distraerse de su dura labor, pero ahora no sabía por qué Rosalya prefería pasar el tiempo con ella y no con su novio.

-Estoy segura que es debido al estrés del evento. En la primera oportunidad que tenga, hablaré con ella y trataré de enterarme

qué sucede- prometió Honey a su albino amigo.

No hubo necesidad de que investigara nada. Esa misma noche recibió un mensaje de Rosalya en el que le decía que pidiera

permiso para pasar la noche del viernes en su casa, ya que necesitaba platicar con ella, sobre Leigh.

El viernes llegó y con él su noche. Las chicas estaban en pijama, sentadas en la mullida alfombra que cubría el suelo de la

habitación de Rosalya. La decoración de la pieza era en la gama de los morados y violetas, con toques de negro y blanco

salpicados en lugares estratégicos.

-Honey, tengo un secreto, uno bien grande y ya no sé qué hacer con él. Así que he decidido contárselo a mi mejor amiga, y aquí es

donde entras tú- reveló la peliblanca.

“Y ahora yo tendré un secreto más que guardar” -Gracias por confiar en mí, Rosalya y sabes que eres mi mejor amiga también.

-De acuerdo; escucha, yo deseo fervientemente ganar en el evento de moda…

-Espera, dijiste ¿ganar?- preguntó extrañada Honey.

-Exacto, GANAR. No es un evento cualquiera, en realidad es un concurso, una competencia. Y realmente quiero ganar. El primer

lugar obtendrá una beca para estudiar en París el siguiente semestre. ¡París! Es mi sueño desde pequeña- el rostro de Rosalya se

iluminó al decir esto –Pero me siento culpable, he descuidado mucho a Leigh… y él, al igual que todos, ignora que se trata de un

concurso. No he podido decirlo, el peso que llevo como representante del instituto es demasiado como para agregar que todos

tengan altas expectativas en mí. Sólo Alexy lo sabe, por supuesto, pero lo he obligado a guardar silencio- explicó la escultural

chica, mientras Honey se preguntaba qué clase de amenazas se cernían sobre el chico de azules cabellos.

“Alexy amenazado y Leigh ignorado, esto no tiene buena pinta” -Amiga, en verdad no entiendo la razón por la que no se lo has

dicho a Leigh, él te ama, te apoya y ayuda siempre en todo. Creo que no estás siendo muy justa con él- a pesar de todo el

esfuerzo que Honey había puesto para que Leigh no le importara, no lo había logrado, y sus palabras lo estaban demostrando.

-Estoy consciente de ello, pero quiero que mis diseños sean solamente míos. Alexy lo ha entendido y no opina a menos que se lo

pida. Si le dijera a Leigh de lo que va el asunto, seguramente estaría al pendiente de todo lo que hago y haría comentarios que no

quiero ni necesito escuchar. Me gustaría que comprendieras amiga, Leigh es realmente apasionado y perfeccionista cuando de

diseño de ropa se trata; mucho más que yo, no tardaría nada en querer que modifique algunas cosas- para asombro de Honey,

Rosalya lucía triste, con la mirada perdida en algún punto lejano.

“Me extraña que Rosalya se comporte de forma tan egoísta”

Honey tomó la mano de Rosalya y dando un ligero apretón logró que la chica la mirara a los ojos, ambas sonrieron.

-Sé que es difícil de entender, Honey. En verdad quiero a Leigh, pero él no aspira a nada más, se conforma con hacer sus diseños y

venderlos en esta pequeña ciudad. Es extremadamente talentoso y creativo; está desperdiciando todo eso, le he pedido, más

bien rogado, que me deje promover su línea de ropa, estoy segurísima que tendría un éxito enorme. Sin embargo no quiere, él es

feliz con lo que hace y tiene. No me lo tomes a mal, es que, yo quiero ver mis creaciones por todo el mundo, deseo posicionarme

como una de las mejores, no, espera… como la mejor diseñadora de todos los tiempos. Quiero crear, innovar, establecer

tendencias, implantar estilos que nunca pasen de moda. Lo deseo vehementemente… Y me siento terrible por eso, porque, es

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como si… bueno… pareciera que no me importa mi novio… pero no es así- Rosalya quedó pensativa por unos momentos, después

suspiró -A veces, en estos últimos días, me he llegado a preguntar… si no me habré enamorado sólo del talento de Leigh.

“Su carrera por encima de su amor… dónde he escuchado eso” -Rosalya, creo que esto del concurso te ha nublado la mente más

de lo que piensas. Leigh tiene muchísimas cualidades; es atento, leal, caballeroso, sincero, guapísimo. Hacen una pareja hermosa,

muchas quisieran estar en tu lugar. No creo que sólo lo quieras porque te gusta su ropa- Honey dijo esto con tanta pasión, que

Rosalya se sobresaltó un poco.

-No he dicho eso, no soy Debrah- Rosalya dirigió una extraña mirada a su amiga, luego sonrió –Honey, tú eres nueva en la ciudad,

bueno no tanto, pero no sabes ni conoces muchas cosas de nosotros. Leigh y yo nos conocimos desde pequeños, él ya

demostraba su pasión por el diseño desde ese entonces. Un día, llevé al colegio una hermosa muñeca que mis padres me

regalaron por el día de mi cumpleaños, Leigh estaba dos cursos adelante, pero se acercó durante el receso y observó en silencio

mi muñeca mientras yo hacía un gran escándalo al presumir mi juguete a mis amiguitas. Al otro día, Leigh volvió a acercarse

durante el receso y me dio una bolsa adornada primorosamente. “Con esto se verá tan hermosa como tú”, fue lo que dijo y se

retiró. Inmediatamente saqué el contenido de la bolsa, era un precioso vestido para mi muñeca. El más hermoso que hubiese

visto jamás- Honey se dio cuenta que Rosalya estaba perdida en sus recuerdos.

-En aquella época- continuó la peliblanca -tanto Leigh como Lysandro vivían en el campo, pero sus padres los mandaron a

estudiar a la ciudad donde residía una de sus tías, no tengo que decirte en que ciudad vivía esa tía. Al terminar el colegio, ambos

regresaron a su casa, pero ya no les gustaba tanto como antes, así que Leigh volvió a la ciudad y comenzó con su tienda. Cuando

pudo establecerse, Lysandro vino a vivir con él. Desde que Leigh regresó por cuenta propia a la ciudad, hemos sido pareja; de eso

hace ya tres años- concluyó Rosalya regresando al presente.

-Wow, eso es… mucho tiempo- Honey consideraba que si Rosalya tenía diecisiete años, entonces su relación con Leigh había

iniciado cuando la chica tenía catorce años, o tal vez trece.

-Siempre he sabido lo que quiero, y por lo general lo obtengo- dijo Rosalya con una gran sonrisa –Sin embargo en este momento

estoy muy confundida, sé que quiero a Leigh, pero no quiero su pasividad en algunos asuntos, ni la forma en que se conforma en

otros- Rosalya parecía frustrada.

“Creo que estás confundida, amar y admirar no es lo mismo; se debe amar a la persona no a lo que hace” -No quiero parecer algo

que no es, amiga, pero, quizás, y no me lo tomes a mal; no será que Leigh y tú están juntos más por amistad y… tal vez…

costumbre- se aventuró a opinar Sucrette.

Rosalya suspiró profundamente y se dejó caer en la alfombra, tomó una almohada enorme y la puso por debajo de su cabeza y

cuello.

-No lo sé, es lo que me tiene tan mal. Adoro a Leigh, pero creo que necesitamos poner un poco de distancia entre nosotros, para

ver realmente qué es lo que sentimos el uno por el otro- Rosalya se incorporó súbitamente, haciendo que Honey diera un

pequeño saltito.

-¡Estoy segura de que si gano y voy a París, Leigh se animará a ir también y entonces podremos comenzar nuestro ascenso en el

mundo de la alta costura!- casi gritó Rosalya, pero la alegría que intentaban demostrar sus palabras, no llegó a su mirada.

“Podría ser, aunque creo que es más probable que Lysandro deje de perder su libreta”

Rosalya hizo que Sucrette prometiera guardar su secreto.

Honey trató de tranquilizar a Lysandro diciendo que la actitud de Rosalya se debía sólo al estrés que representaba su

participación en el evento. El chico no quedó muy convencido pero no insistió.

Dos semanas después Rosalya la convenció para que la acompañara a una cita con Leigh, prometiendo que también iría Alexy

para que no se sintiera incómoda.

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*****

Leigh se encontraba un poco nervioso por la cita de esa noche, no entendía a su novia, hacía tanto tiempo que no estaban juntos,

y ahora quería que salieran acompañados. Suspiró mientras abrochaba los múltiples botones de su camisa estilo victoriano. Él y

su hermano amaban la ropa de ese estilo.

El enfado era una sensación no grata para él, y en ese momento se sentía un poco contrariado, ya que Rosalya se había opuesto

rotundamente a que pasara por ella y por Alexy a casa de la chica, que era donde había improvisado un pequeño, pero bien

abastecido, taller de diseño y costura. Leigh pensaba que si Alexy no fuera total y completamente gay, quizás los celos estuvieran

jugando con su mente.

Se quedó inmóvil un momento, dando vueltas a la idea de los celos; él nunca había sentido celos de y por Rosalya. De hecho era

un sentimiento desconocido para él… hasta que su novia le había pedido que fingiera ser quien no era para dar una lección a una

señorita un poco… bueno, no iba a utilizar el vocablo que había salido de los labios de Rosalya, así que lo dejaría en que era una

chica con un proceder poco fiable.

Se trataba de hacer ver a Castiel que la señorita en cuestión no era sincera con él. Apreciaba a Castiel y estuvo de acuerdo, pero

casi se niega a participar cuando supo que realmente era Honey quien había tenido problemas por causa de la chica embustera…

y todo por tratar de ayudar a Castiel.

Al recordar eso, Leigh comenzó a sentir como se tensaban cada uno de sus músculos, su temperatura subió un poco, logrando

que gotas de sudor brotaran por su frente. Se acercó a la ventana de su habitación y la abrió para dejar entrar una ligera brisa.

Leigh pensaba en Castiel como el chico pelirrojo que era como un imán para las señoritas, y para los problemas. Para gusto de

Leigh, Castiel no sabía tratar a una dama. En ocasiones había escuchado la forma en que se expresaba de ellas y no le agradaba

mucho que fuera tan… tan… insolente. Quizás fueran sus maneras desenfadadas, su aspecto rebelde y malhumorado lo que atraía

a las chicas.

“A veces quisiera ser como él, no dar importancia a nada, despreciar todo”

Sólo no entendía qué veía una niña como Honey en ese chico. Se sintió fatal por sentir celos de Castiel. Celos, sí, él había

experimentado esa detestable sensación en su ser cuando supo que Honey se interesaba en Castiel… Y se sintió despreciable por

ello.

Porque él tenía una hermosa novia a la que adoraba, su relación, a pesar de no ser perfecta y de no cumplir con las expectativas

de Rosalya, era todo para él. No podía imaginarse sin la chica de cabellos blancos a su lado.

“Es como si Lysandro me abandonara”

Sin embargo estaba liado ante la situación, Rosalya parecía no querer saber nada de él, Y entonces aparecía Honey en su mente.

Su sonrisa, sus ojos que desde que los contempló por primera vez no había podido sacar de sus pensamientos. Sabía que la

damita era la mejor amiga de su novia, pero no podía evitar que su cuerpo reaccionara a ella cuando Rosalya la invitaba a alguna

de sus citas. Le gustaba la chica, era cierto, pero amaba a su novia.

“¿Realmente amo a Rosalya o sólo creo que lo hago?

Porque el estar más de tres años con ella no se iban a desvanecer así como así, se conocieron siendo unos niños, luego ya

adolescentes iniciaron un tierno noviazgo, hasta que la curiosidad y pasión de Rosalya los llevaron a algo más intenso. Él era un

caballero y tenía pensado comprometerse con su novia cuando esta terminara el Instituto, si quería seguir estudiando, estaba

bien, si quería casarse enseguida, también.

“¿Es realmente lo que quiero?”

Su problema real media 1.63m y tenía largos cabellos oscuros, llevaba por nombre Honey Sucrette. Esa doncella lograba ponerlo

nervioso.

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Leigh miró su reloj dándose cuenta de que era la hora de acudir al compromiso. Al contrario de su hermano, él era muy puntual,

ya que consideraba una tremenda falta de respeto el hacer esperar a las personas.

Quedaron de verse frente a un lujoso restaurante de comida internacional. Cuando estacionó el automóvil se percató de Honey

estaba sentada en uno de los lugares de espera que tenía el establecimiento para que sus clientes no se cansaran mientras

esperaban su turno. Leigh se apresuró a llegar junto a la chica, que volteaba para todos lados, tratando de localizar a alguno de

sus amigos.

-Hola Sucrette, disculpa el que hayas tenido que esperar- fue lo primero que dijo Leigh mientras estrechaba la pequeña mano de

la niña.

-Hola Leigh- saludó Honey con ese brillo en los ojos que tanto gustaba a Leigh, retirando la mano precipitadamente de entre las

suyas –No llegas tarde, más bien se me hizo temprano. Decidí estar un poco antes de la hora, porque de alguna forma, siempre

me demoro un poco- explicó la damita sonriendo pero con el ceño fruncido.

“Es tan linda” -Oh, ya veo, sin embargo supongo que sólo te demoras unos minutos y no horas, como mi hermano- bromeó Leigh

y tomó asiento junto a Honey.

-Jajajajajajajajaja, definitivamente no puedo competir con Lysandro, es el ganador indiscutible. Por cierto, ¿no viene con

nosotros?- quiso saber Honey.

-No, al parecer tiene planes con Castiel- confirmó Leigh, observando detenidamente la reacción de la joven.

-Lástima- fue lo único que pronunció Honey.

“Me pregunto si eso fue por mi hermano o por Castiel”

Quedaron en silencio durante algunos minutos, para luego dar inicio a una conversación que oscilaba entre cómo le iba a Honey

en el instituto y los nuevos diseños que estaba preparando Leigh para la siguiente temporada.

El joven empezaba a desesperarse, pues ni Rosalya ni Alexy hacían acto de aparición. Leigh miraba su reloj disimuladamente, para

no incomodar a Sucrette.

“Hace tanto que no nos vemos y ahora no puede llegar a tiempo”

-Lysandro y Castiel estarán ensayando a esta hora- escuchó decir a la damita, que estaba seguro, había manifestado sus

pensamientos en voz alta.

Leigh estaba a punto de cometer el error, desde su perspectiva, de preguntar qué era lo que la chica sentía por el chico pelirrojo,

pero fue interrumpido por una conocida voz.

-¡Hey chicos! Lo siento, parece que la cena queda pospuesta, algo salió mal con uno de los diseños principales y Rosalya está

hecha una furia, ya que tendremos que comenzar desde el principio. Me ha enviado a comprar algunas cosillas que nos faltan y

de paso a decirles que lo siente, pero que se los recompensará de alguna forma. Ahora me marcho, que si me tardo un poco más,

Rosalya me despelleja vivo- Alexy se acercó a ellos, dando un saludo a Leigh y un medio abrazo a Honey, después de exponer la

situación volvió por donde había aparecido.

“No es verdad, no puede hacerme esto”

Leigh sacó su móvil y marcó inmediatamente. Esperó un momento y lo guardó.

-No contesta, debe tener el móvil apagado- su tono de voz demostraba lo molesto que se encontraba –Quiero pedirte una

disculpa real, en nombre de Rosalya, Honey; a mi parecer, está llevando esto del evento muy lejos. No tiene tiempo para nadie, ni

para mí- Leigh respiró profundamente –Ahora te pido disculpas por mi exabrupto- dijo algo avergonzado por no poder ocultar su

descontento.

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-Leigh, en verdad no tienes que disculparte por nada. Rosalya debe sentirse muy presionada, ahora sólo necesita nuestro apoyo y

comprensión. Y está bien expresar nuestras emociones- terminó Honey con una sonrisa.

Leigh la observó por un momento, sin poder evitar que sus mejillas se sonrojaran.

-Eres muy tierna- comentó en voz baja “¿En verdad acabo de decir eso?”

-Eh, esto, bueno, creo que no habrá cena, así que será mejor marcharnos- ahora la sonrojada era Honey.

“Creo que sería un error el proponerle que cenemos sólo nosotros dos, definitivamente no lo haré, si Rosa se entera podría

malinterpretar las cosas” -Espera, las reservaciones están hechas. ¿Me harías el honor de acompañarme a cenar?- preguntó

Leigh, deteniendo a Honey de un brazo. “Si alguna vez mi pensamiento estuviese coordinado con mis acciones…”

Honey pareció considerar la propuesta de Leigh.

-Realmente este tipo de sitios tan elegantes no son lo mío, pero tampoco quiero perderme la oportunidad de conocerlo, todo

mundo habla de este lugar- Honey ya se encontraba de pie y Leigh ponía una mano en su espalda para indicarle el camino.

“Tan diferente de Rosalya”

La cena transcurrió de forma amena, la conversación fluía y el tiempo se pasaba sin notar.

Los chicos comprobaron que era mucho más tarde de lo que pensaban, Leigh se ofreció a llevar a Honey hasta su casa, ya que no

permitiría que anduviera sola en las calles, siendo tan noche.

Hicieron el viaje hasta la casa de Honey en poco tiempo, ya que no se encontraban tan lejos. Cuando llegaron, Leigh descendió

primero para abrir la portezuela y ayudar a bajar del carro a la damita. La acompañó hasta la puerta y se despidió de ella con un

ligero beso en la mejilla.

“Si su cabeza hubiese girado un poco, yo… “

*****

Los días pasaron, luego fueron semanas, para convertirse en meses. Por fin había llegado el tan esperado día del evento de alta

costura, al que habían dado el nombre de “Fashion Show Teenage Weekend”.

Rosalya prácticamente no había tenido contacto con nadie, sólo con Alexy, que ya se notaba muy cansado, pero feliz.

El evento tendría lugar en la academia organizadora, la que ya se encontraba totalmente preparada para la ocasión: La pasarela

era idéntica a las que se veían en los desfiles profesionales. Los asientos eran cómodos, la sala se encontraba iluminada por una

tenue luz, música new age se escuchaba de fondo.

Todos estaban listos, tras bastidores era la locura total; arreglos de último minuto, que si las modelos no sabían en qué lugar

saldrían, que los zapatos eran muy chicos, que si faltaba esto, que si lo otro no estaba.

El show dio inicio y entonces…

-¡Un concurso!- Exclamaron varios alumnos del Instituto Sweet Amoris, que al parecer eran los únicos que no tenían idea de que

se trataba de una competencia.

Castiel había tomado el asiento junto a Honey, y aunque trataba de molestar a la chica, esta no podía quitar la vista de la

expresión que Leigh tenía en su rostro. Esperaba que todo esto, no terminara mal, para nadie.

Y como era de esperar, el evento fue un éxito total, y obviamente Rosalya y Alexy ganaron el primer lugar. La directora estaba

feliz, los chicos celebraban, y una alta figura abandonaba el recinto sin dirigir la palabra a nadie, pasando desapercibido.

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La academia de diseño tenía preparada una fiesta para después del evento. Honey se preguntaba si Rosalya estaría feliz por

ganar, o preocupada por la ausencia de Leigh. Algunos chicos de otros institutos se acercaron a Sucrette y sus amigas, pero Castiel

y Kentin se situaron al lado de las chicas, logrando con ello ahuyentar a los “intrusos”, y que nadie hiciera el intento de acercarse

de nuevo.

Lysandro llegó hasta ellos y pidió a Honey que lo acompañara; llevando a la chica hasta el camerino designado para Rosalya y

Alexy. El albino tocó la puerta y Alexy asomó la cabeza con una expresión compungida en el rostro. Abrió la puerta,

permitiéndoles el paso.

“Esto no está nada bien”, pensó Honey.

-Está inconsolable, no ha querido hablar con nadie, al principio creí que las lágrimas eran de felicidad, pero pronto me di cuenta

que no era por ello que lloraba tanto- susurró Alexy a los recién llegados.

-Creo que en este momento eres la única a la que dejará acercar- concluyó Alexy, empujando a la chica para que fuera detrás de

un enorme biombo.

Lysandro y Alexy salieron para ir a reunirse con sus amigos.

-No puedo creer, lo que me hizo Leigh- hipeo Rosalya –Y-yo, esta-ba, tan feliz, t-tan con-ten-ta, y él, si-simplemente, se va. S-sin

decir nada, sólo se fue, sin más. No esperó a que le explicara, no se puso feliz por mí. Ahora me odia- a pesar de haberse calmado

un poco, al terminar de hablar Rosalya no pudo evitar comenzar a llorar de nuevo

“¿Lo que te hizo? Y lo que le has hecho a él, qué. En verdad que no logro entenderte amiga. Lo alejas sin explicar nada y ahora

lloras porque se fue después de enterarse que le ocultaste la verdad”

Honey suspiró, se acercó para luego envolver en sus brazos a su amiga, que inmediatamente refugió su rostro entre los cabellos

de la pelinegra e intensificó su llanto, llegando a humedecer el hombro de la ojiverde.

“De que se nos da el drama, se nos da” -Rosalya, Leigh no te odia, pienso que está muy feliz por ti, pero también que está un poco

dolido porque le ocultaste que era un concurso y más que eso, que si ganabas te irías a París. No creo que le haya gustado mucho

escucharlo de la persona que mencionó a los ganadores y los premios.

-Se lo oculté a todos, no fue el único- refutó Rosalya.

“Simplemente no estás siendo sincera, ni con él ni contigo” -Sí amiga, pero él no es todos, él es tu novio. Tal vez lo que realmente

le molestó es que no le hayas confiado algo tan importante, tanto si le parecía bien, como si no.

Rosalya quedó en silencio un momento, luego limpió sus lágrimas para después tomar a Honey del brazo y salir detrás del

biombo. Se miró al espejo y comenzó a retocar su maquillaje.

-¿Sabes qué? Es mi momento, es mi triunfo, bueno y el de Alexy, pero me encargué de casi todo y puse mi corazón en ello, no

dejaré que la incomprensión de Leigh, lo arruine- Honey sabía que la actitud y palabras de su amiga, era sólo para sobreponerse a

la tristeza que la abrumaba.

Esa noche los chicos decidieron ir festejar en casa de Armin y Alexy, Honey se disculpó con cualquier excusa y se fue directo a su

casa.

Ya en la cama, Honey se sentía exhausta emocionalmente. Desde el día en que ella y Leigh tuvieron esa cena, algo había

cambiado. Rosalya era su amiga, la amaba como tal. Sin embargo no podía sacar a Leigh de su corazón y mente.

Era el primer chico que le gustaba realmente. Recordaba el tierno beso con el que se despidió al ir a dejarla a su casa. Cerraba los

ojos y podía sentir el aliento, la suavidad y calidez de los labios del chico en su mejilla. Honey enterró el rostro en su almohada.

Su móvil comenzó a llamar, era un número que no conocía. Atendió la llamada.

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-¿Quién es?

-Buenas noches Honey, soy Leigh, espero no estar siendo inoportuno.

“¡Mi corazón se saldrá de mi pecho!” -Hola Leigh, claro que no, sólo me pareció extraño porque no conocía el número.

-Creo recordar que nunca hemos intercambiado números. La verdad es que mi hermano olvidó su móvil en la casa y me tomé la

libertad de buscar el tuyo. Pido disculpas y espero no te moleste demasiado.

-No, no, para nada; está bien si tienes mi número. ¿Lysandro no ha llegado a casa?

-No, al parecer están festejando en casa de Alexy, ¿es posible que a ti no te hayan invitado?

“Oh, por supuesto que me invitaron, pero no tenía nada de ganas de ir, porque mi mente está en conflicto por tu culpa” –Me

invitaron, pero preferí regresar temprano a casa.

-Te estarás preguntando la razón de mi llamada, verdad. Es por un motivo muy mundano. Necesito hablar con alguien, y sólo

pensé en ti.

“Necesito estabilizar mi respiración o se dará cuenta que está a punto de darme algo” –Me alegra que lo hayas hecho, “Qué

demonios se supone que debo decir”, y bien, te escucho “Claro, la originalidad y yo somos íntimas”.

-Soy consciente de lo tarde que es, ¿sería desconsiderado de mi parte solicitar tu consentimiento para ir a tu casa?

-Por supuesto que no, quiero decir, no es desconsiderado y puedes venir. “Qué diablos estoy haciendo”

-Gracias, entonces… nos veremos en un rato- Leigh terminó la llamada.

Honey se levantó, vistió y arregló en tiempo record. “Si así fuera por las mañanas, tendría medalla de puntualidad y asistencia”,

pensó.

Minutos después, Leigh tocaba a su puerta.

-Hola, pasa por favor- Honey abría la puerta para cederle el paso.

-Gracias, espero que tus padres no se molesten por el hecho de que un chico mayor esté en tu casa a estas horas.

“Mis padres lamentan que esté en casa esta noche, creo que tenían preparada una velada romántica o algo así, ewww” –No te

preocupes, además no están en casa, salieron al cine y a cenar, mi tía se queda esta noche pero está inmersa en su lectura de una

novela de la época medieval. “Quieres callarte de una buena vez, como si le interesaran los gustos literarios de mi tía”.

-Tu tía tiene buen gusto para la lectura, pocas son las personas que prefieren los relatos de época.

-Eso creo, siéntate por favor.

-Honey, ¿tú sabías de qué se trataba todo esto?- preguntó Leigh sin rodeos.

-No desde un principio, pasó un poco de tiempo antes de que Rosalya me contara la verdad, sólo que me hizo prometer que no

diría nada. Sólo Alexy yo sabíamos todo, sin embargo debo decir a favor de Alexy que él estaba amenazado de sufrir espantosas

torturas si decía algo. Lo siento Leigh, no me gusta mentir y comprendo si te disgustas conmigo por ocultar algo así.

-No te disculpes, las cosas son o no son. No tengo razón alguna para enfadarme contigo, eres amiga de Rosa y de ninguna forma

pediría a alguien que rompa una promesa, no te correspondía a ti, ni a Alexy decirme nada. Rosalya era quien tenía que hablar

conmigo, sin embargo me hizo a un lado, sin esclarecimiento alguno. Me evitó, prácticamente me sacó de su vida.

La voz de Leigh reflejaba tristeza, irritación, desilusión. Honey no pudo soportarlo e hincándose frente a él, tomó sus manos;

manos de artista, largas, estilizadas pero firmes y fuertes; entre las suyas, tomando por sorpresa al joven.

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-Leigh, no sé qué decirte, pero no quiero que estés así. No estuve de acuerdo en la decisión de Rosalya, pero soy su amiga y como

tal, respeto su proceder.

Leigh envolvió, a su vez, las pequeñas manos de Honey en las suyas.

-Eres tan linda.

“¿Linda? ¡Linda! Me ve como si fuera un estúpido patito” Honey retiró sus manos y se puso en pie con el pretexto de ir a

conseguir unos refrescos.

“No entiendo por qué voy a decir lo siguiente, pero creo que es lo mejor para todos” –Leigh, creo que deberías hablar con Rosalya

y arreglar este embrollo. No entiendo por qué actuó como lo hizo, pero estoy segura de que si hablas con ella, te dará una buena

explicación y arreglarán las cosas… como siempre- el tono de Sucrette era un poco decaído.

-Si te soy sincero, esta vez no estoy seguro de querer que las cosas “se arreglen”- Leigh suspiró –Sé que nuestra relación dista

mucho de ser perfecta, pero he tratado de complacer a Rosa en todo lo que me ha pedido, salvo una cosa. Ella quiere que me dé

a conocer como diseñador, que mi firma sea famosa y prestigiosa. Y la realidad es que no me interesa eso, soy feliz con lo que

tengo, con lo que soy. Si eso no es suficiente para ella, entonces no sé si valga la pena seguir.

Honey tenía sentimientos encontrados, por un lado sabía que lo que decía Leigh era verdad; por otro, no quería que su amiga

sufriera, y por otro, cada vez estaba más segura de estar enamorándose de Leigh.

-Leigh… yo…

-No digas nada, comprendo que te he puesto en una situación incómoda y lo lamento mucho- se disculpó Leigh, mirando a los

ojos a la chica.

-No es eso…

Honey se interrumpió cuando una mano de Leigh se posó en su mejilla.

-Siento tanto ser tan egoísta, te he incomodado, a ti, que siempre eres tan tierna, que siempre estás ayudando a los demás.

“Si me acerco un poco podré besarlo, está vulnerable y puedo decir que fue el momento”

-Leigh, no digas eso, no me incomodas ni nada, es sólo que no quiero que ni tu ni Rosalya salgan lastimados por esta situación-

explicó Honey mientras se retiraba del contacto del chico.

“¿Alguna maldita vez en la vida haré lo que tengo pensado?”

-Hablaré con Rosa mañana mismo. No sabes de qué forma estoy agradecido contigo, el que me hayas escuchado significa mucho

para mí- Leigh se puso de pie y ambos fueron hacia la puerta.

-Espero que todo se solucione de la mejor forma- deseó Honey.

-Será como deba ser- contestó Leigh y se inclinó para besar la mejilla de Honey.

Sucrette estaba distraída pensando en que ambos hermanos utilizaban frases similares, que no se percató de lo cerca que estaba

el rostro de Leigh, así que cuando elevó el rostro para mirarlo…

*****

“¡No puedo creer que lo haya hecho! Qué pensará de mí, que soy un infame, un canalla, un tipo vulgar, sin escrúpulos que se

aprovecha del momento. Pude detenerme, pero no lo hice. Ella estaba distraída y yo utilicé eso cómo un pretexto”

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Leigh manejaba un poco más rápido de lo acostumbrado. Llegó a su casa y entró precipitadamente en ella. Lysandro estaba

sentado en uno de los sillones, escribiendo algo en su libreta, levantó la vista para mirarle mientras atravesaba la estancia, sin

pronunciar palabra. Se dirigió a su alcoba, entró y se sentó en el borde de la cama, poniendo la cabeza entre las manos.

“Fue una imprudencia imperdonable, perdí la cabeza, me perdí en sus ojos y sólo me dejé llevar, no pude contener mi impulso;

mis ganas de probar sus labios. Estaba llorando, lágrimas resbalaban por sus mejillas sonrojadas cuando la liberé…Pero… ella

correspondió; no, ella simplemente no supo cómo reaccionar”

Poniéndose de pie, pasó los dedos por sus cabellos, se desvistió lentamente y se metió en la cama. Después de una noche

tortuosa, llena de arrepentimiento y remordimientos, logró levantarse; luego de un baño que ayudó a despejar un poco su

mente, fue a desayunar.

Lysandro estaba sentado bebiendo jugo, Leigh tomó asiento frente a él, después de prepararse una taza de café.

-Anoche… -comenzó a decir Lysandro.

-Anoche sucedió algo que no debió pasar, es todo lo que te puedo decir- terminó Leigh, se levantó dejando su café a medio

terminar.

“Debo hablar con ella. No, tengo que hablar con Rosalya primero, luego disculparme y explicar mi comportamiento a Honey…

quizás sólo disculparme”

Se encontraba en su tienda y la distracción hacía mella en el joven, había cocido mal un traje y cortó de forma incorrecta un

patrón en tela. La campanilla que anunciaba la entrada de alguien al establecimiento se dejó escuchar. Leigh salió de la

trastienda, esperando ver un par de verdes orbes.

Rosalya estaba parada delante de él.

*****

Casi una semana había pasado desde que Leigh la besó, y Honey aun sentía el palpitar de sus labios. Cerraba los ojos y podía ver

la oscura mirada acercándose a ella, lentamente, como dando tiempo para que evitara lo que se avecinaba. Ella se confundió por

un momento, pensó que Leigh la besaría en la mejilla, como la última vez, pero cuando sintió el roce de esos deliciosos labios

sobre los suyos, fue como si la poca cordura que le quedaba hubiese salido huyendo. Primero se quedó inmóvil, esperando que

Leigh se retirara súbitamente, disculpándose por el “accidente”. Sin embargo para sorpresa de la chica, no sólo no se retiró, sino

que sujetó su rostro con ambas manos para intensificar el beso. Ella había correspondido, pero de pronto la imagen de Rosalya se

hizo presente y el encanto del momento estaba roto, empañado por la sensación de estar traicionando a su mejor amiga. Leigh

sintió el cambio y detuvo el beso para mirarla; Honey pudo observar el deseo empañando los ojos del chico, pero también se dio

cuenta el momento exacto en que su cerebro recobró la sensatez. Leigh la soltó entonces y murmurando algo, se fue. Lágrimas

brotaban de los ojos de Sucrette, y no sabía si eran de felicidad, frustración, vergüenza o una mezcla de todo eso.

La última semana de clases había sido un martirio, Honey no estaba acostumbrada a engañar, y en varias ocasiones quiso

confesar a su amiga lo ocurrido, pero como si Rosalya presintiera que se trataba de algo que no quería escuchar, siempre ponía

un pretexto para interrumpirla, o simplemente cambiaba de tema sin consideración alguna.

Honey no había tenido noticias de Leigh, le preocupaba lo que estuviera pasando por la mente del chico, no quería que se sintiera

tan culpable como ella.

El día que Rosalya y Alexy partieran con destino a París, llegó. Ella, Armin, Lysandro, Castiel, Violeta, Kentin… y Leigh, estaban en

el aeropuerto para despedir a sus amigos. Leigh la miraba desde la distancia, se había apartado un poco y conversaba con

Rosalya.

“Si me pongo bajo las llantas de un avión sería menos doloroso”

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La hora del abordaje llegó, lágrimas, buenos deseos, bromas, y muchos *Te extrañaré*, se dejaron escuchar entre abrazos y

besos.

-Rosalya, no quiero que te vayas sin que sepas… - un dedo de Rosalya se posó sobre los labios de Honey.

-Que eres mi mejor amiga y que te adoro, no he podido agradecer todo lo que has hecho por mí- Rosalya abrazó a Honey tan

fuerte, que la chica sintió que no podía respirar.

“Después de todo, parecía que desde que le notificaron lo del concurso, ya no era novia de Leigh; ajá sigue pensando para tu

conveniencia”

Todos los que se quedaron en tierra, observaron al avión despegar.

Leigh, Lysandro, Castiel y Rosalya habían llegado juntos en el carro del primero. Armin, Alexy, Kentin, Violeta y Honey, al no

contar con carro, llegaron en transporte público. Comenzaban a despedirse cuando Leigh ofreció llevar a todos a sus respectivas

casas. Honey quería negarse, pero Violeta aceptó por ambas.

“Quizás si me concentro, logre invocar a las fuerzas oscuras y lograré desaparecer”

Llegaron al estacionamiento y al auto de Leigh, que a pesar de no ser tan pequeño, tampoco era para siete personas. Castiel jaló a

Lysandro para ocupar el asiento de la parte de enfrente, dejando a los demás que se acomodaran en la parte de atrás. Leigh les

obsequió una dura mirada y ambos descendieron del auto para posicionarse en los asientos posteriores. El hermano de Lysandro

mantuvo la portezuela abierta para que Violeta y Honey se situaran en el asiento del copiloto. Como Violeta sería la primera a la

que pasarían a dejar, se quedó junto a la puerta, dejando a Honey en medio de ella y Leigh.

Primero dejaron a Lysandro y Castiel en el departamento del pelirrojo, que se notaba enfadado por dejar a Honey en compañía

de tantos chicos. Después Armin y Kentin pidieron a Leigh que los dejara cerca de una tienda de videojuegos, ya que Kentin tenía

que comprar un juego a Armin, por una apuesta o algo así.

En el trayecto de camino a casa de Violeta, Honey se las ingenió para que la niña la invitara a pasar a su casa, ya que no quería

quedarse a solas con Leigh.

Llegaron a la casa de Violeta, Leigh salió del carro para abrir la puerta como todo un caballero, cuando Violeta descendía, sus

padres salieron de casa.

-¡Violeta! Al fin llegas, hubo una emergencia en casa de tu tía, tenemos que ir, sólo te esperábamos- la madre de Violeta se veía

realmente consternada.

-L-lo siento Honey, tengo que ir con mis padres- se disculpó la chica y subió al automóvil de su padre, junto con ellos.

-Espero que no sea nada grave- comentó Honey observando alejarse al carro de la familia de Violeta.

-Espero lo mismo- la voz de Leigh sobresaltó a Honey, que por un momento se había olvidado de él.

Leigh cerró la portezuela y volvió a ubicarse detrás del volante. Arrancó el motor poniendo en marcha el auto. Honey

contemplaba las calles solitarias, ya que el vuelo asignado a sus amigos era de los primeros en el día, más bien de la madrugada.

Una canción de rock suave salió del autoestéreo.

-¿*Stairway to Heaven*?- inquirió Honey, con una ceja levantada y una pequeña sonrisa bailando en los labios.

Leigh la miró y sonrió.

-¿Tan extraño te parece? Esperabas música barroca, tal vez- bromeó el chico.

-No barroca pero pensé que eras más de Vaughan Williams o algo así- rió Honey.

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-¿Conoces de música victoriana?- quiso saber Leigh.

-No tanto, tuvimos un trabajo en clase de música y me correspondió hacer algo sobre ese compositor- explicó la chica.

“Genial, hagamos como que nada pasó”

-Te debo una disculpa- comenzó a decir Leigh.

“¡Dije nada pasó!” –Leigh, escucha, lo siento, sé que fue un accidente y sólo pasó, no tienes idea de lo avergonzada que me sentí

cuando te fuiste, y no podía dar la cara a Rosalya. Pero comprendí que sólo fue un mal entendido, la situación, algo en el

ambiente, qué se yo. Estamos bien, seguimos siendo amigos. Quería decirle a Rosalya, pedirle perdón aunque me desollara viva,

pero nunca me lo permitió, es como si supiera que lo que tenía que decir era algo que ella no quería escuchar. Sé que no

comentaste nada, porque ella me sigue considerando su mejor amiga. Por favor, finjamos que nada pasó y estará todo bien- las

palabras salieron atropelladamente de la boca de Honey.

Ya se encontraban frente a la casa de la chica. Leigh se giró hacia Honey y la contempló por un minuto. Una tímida sonrisa hizo

que sus labios formaran un arco invertido. Honey juraba que un pequeño atisbo de una chispa de diversión pasó como estrella

fugaz en la siempre melancólica mirada del joven.

-Entonces somos amigos- confirmó Leigh, para tranquilidad de la ojiverde.

-Bien, tan amigos como siempre- reafirmó Honey.

Esas palabras las recordaría muchas veces, durante el siguiente semestre.

*****

Rosalya y Alexy habían partido el primer sábado de vacaciones, ya que, aunque el premio indicaba que la beca contaba a partir

del primer día de clases, uno de los patrocinadores, al quedar prendado de los diseños de Rosalya, se ofreció a pagar su estancia

durante las dos semanas de vacaciones. Quería que Rosalya y Alexy se familiarizaran con su firma de ropa, pues tenía pensado

realizar una oferta de trabajo temporal durante su estadía en la Ciudad Luz.

El lunes siguiente, Leigh había llegado más temprano que de costumbre a su negocio.

“Una semana, es el tiempo preciso, ni un día más, ni un día menos”

El miércoles se reprendía a sí mismo por faltar a su acuerdo personal, ya que estaba marcando el número de Honey en ese

preciso momento.

-¿Hola?- la voz de Honey delataba nerviosismo.

Leigh sonrió al imaginar la ruborizada cara de la niña.

-Buenos días Honey, espero que no sea improcedente que llame a esta hora.

-No, claro que no- contestó la pelinegra.

-Llamo para pedirte un enorme favor. El cumpleaños de mi madre será pronto, y el día de hoy tengo tiempo para ir a buscar un

regalo para ella. Mi contrariedad es porque soy fatal en mis decisiones referentes al regalo adecuado. ¿Sería demasiado

atrevimiento de mi parte pedirte me acompañes a la ciudad vecina para buscar algo en el gran almacén que tienen ahí? Hay

muchas tiendas para elegir, y confío en ti para que mi madre disfrute por una vez el regalo que le doy.

-Pero eres un gran diseñador, ¿Por qué no le confeccionas algo hermoso?

-Un simple y sencillo sastre es lo que soy, y a mi madre nunca le han agradado las prendas que elaboro. Sus preferencias son muy

diferentes.

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“Es tan natural hablar con ella, como si el simple hecho de saber que me escucha, lograra que las palabras salgan sin complicación

alguna”

Un suspiro se escuchó a través del móvil.

-Muy bien, a qué hora nos vemos.

-Paso por ti en diez minutos, estoy en la tienda terminando de poner en orden unos papeles. Y gracias.

-No es nada, te espero.

“Sí, en diez minutos, tiempo que ocuparé en terminar con esto”. Leigh estaba en su auto, degustando un delicioso y aromático

café, estacionado frente al parque, a dos cuadras de la casa de Honey.

-Hola- dijo Honey mientras acomodaba detrás de su oreja un mechón de rebelde cabello que no quería estar en su lugar.

-Hola, ¿Nos vamos?

-Sí, estoy lista.

-¿No llevas bolso?

-No, no me gustan, cuando llego a salir con uno, lo dejo en alguna parte.

“Rosalya salía con la mitad de su casa en el bolso, hasta mi madre lleva alguno cuando sale” –Eres la primer señorita que conozco

que no le gustan los bolsos.

-Eso es malo- dijo medio en broma, medio preguntando la damita.

-No es malo, sólo es… diferente.

La conversación giró nuevamente en torno a la tienda de Leigh, sus planes para incrementar las ventas, y alguna anécdota de los

olvidos de Lysandro.

Ya en las tiendas, Leigh invitó a tomar algo a Honey en el área de descanso. La chica pidió una malteada de moka con almendras,

Leigh se decidió por un frapucchino, también pidió una variedad de galletas.

Leigh tomó la bandeja con las bebidas y fue a sentarse a la mesa que Honey había elegido. Colocó los altos vasos frente a ellos y

dejó la bandeja a un lado.

Uno de los chicos que se encontraba detrás del mostrador, llamó a Leigh para que recogiera su orden de galletas. Honey se

ofreció a ir por ellas, levantándose el vaso de malteada con ella. Al regresar, con el plato de galletas en una mano y la malteada

en la otra, de alguna forma se atoró con la bandeja que estaba en la mesa y la malteada terminó en la cara de Leigh, de nuevo.

-¡Ay no, no, otra vez no!- dijo Honey tratando de limpiar el rostro de Leigh con servilletas de papel.

-Soy un imán para esto…- comenzó a decir Leigh, interrumpiéndose al escuchar la palabras de Honey.

-Lo siento tanto, Leigh, espera, no te muevas y no abras los ojos, te lastimarías demasiado se te llegara a entrar un pedacito de

almendra. Soy tan torpe, es vergonzoso ser tan patosa como yo.

-Tranquila, no te preocupes-dijo Leigh en cuanto tuvo libre la boca de malteada.

-Debes estar arrepentido de invitarme a venir contigo- se lamentó la chica mientras terminaba de limpiar al caballerito.

-Por supuesto que no, esto es un incidente sin importancia- Leigh se limpiaba dentro de uno de los oídos, porque no escuchaba

nada de ese lado.

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Se disculpó con Honey y fue a los sanitarios, para terminar de limpiarse. Cuando regresó la chica seguía con la cara totalmente

roja. Leigh no pudo contenerse y la tomó de la barbilla para obligarla a que lo mirase.

-No pasa nada, es sólo malteada.

-Pero si se te irritan los ojos, o si respiraste algo y te llega a los pulmones.

-Jajajaja, no pasa nada, mis ojos están bien y mis pulmones también. Olvida lo sucedido, por favor. Pidamos otra malteada para ti,

porque tengo la sensación de que de la primera no queda mucha.

Honey sonrió y aceptó. Después se enfocaron en conseguir un lindo obsequio para la mamá de Leigh y Lysandro.

-Bien, creo que primero me debes decir qué es lo que le gusta a tu mamá- pidió Honey.

Leigh estaba algo confundido.

-¿Lo que le gusta a mi madre?

-Pues sí, si vas a regalarle algo, debe gustarle mucho para que lo use, utilice o tenga siempre con ella.

“Rosalya nunca preguntó eso, ella elegía ropa a su gusto o joyas, que mi madre colecciona, guardadas en algún cajón de un

mueble olvidado”

-A ella le gusta mucho cocinar, es feliz en la cocina, preparando… lo que sea.

-Entonces…

Al terminar el día tenían una linda colección de utensilios varios para cocina y algunos libros con recetas. El viaje de regreso fue

más ameno y menos tenso.

*****

Conforme pasaban los días, las salidas y visitas de Leigh se iban incrementando. Paseos por el parque, acompañarlo a comprar

telas e implementos, a veces pasaba la tarde con él en la tienda. Honey no sabía nada de diseño ni costura, así que no trataba de

ayudar, simplemente le gustaba ver a Leigh haciendo lo que amaba. En ocasiones Leigh pasaba por Honey al instituto y la llevaba

a su casa.

La amistad con Lysandro se reforzaba día con día, sin embargo Castiel no veía con buenos ojos el trato y atención que Leigh le

prestaba a Honey.

Alexy hablaba con Honey por videoconferencia, cada semana, sin falta. Y a veces antes, si sucedía algo que el chico considerara

importante para contar; como el día que conoció al modelo masculino que más le gustaba.

Rosalya, en un principio, la llamaba o chateaba con ella casi a diario, pero poco a poco fue distanciando las llamadas y ya casi no

se conectaba. La escuela y el trabajo la absorbían por completo.

*Leigh y yo decidimos que la distancia arreglaría lo que hubiese que arreglar*, había dicho Rosalya en una de las primeras

llamadas nocturnas.

Los meses pasaron sin que los chicos lo sintieran. Un día Leigh se presentó en casa de Honey para que lo acompañara al día

siguiente a casa de sus padres. Honey estaba tan acostumbrada a la compañía de Leigh, que no dudó en decir que sí. Leigh pidió

permiso a los padres de Honey, ya que el viaje les tomaría el día entero.

Era un domingo soleado, a pesar de ser tan temprano, el astro rey se encontraba brillando y otorgando calor a quien lo quisiese

disfrutar.

-Cada cuánto ves a tus padres- quiso saber Honey.

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-Cada que quiero verles, o tengo tiempo. Esta vez vamos, porque mi madre quiere conocerte.

“No acaba de decir, lo que acaba de decir”

-Estás de broma, verdad.

-No, en verdad quiere conocer a la que tan atinadamente eligió sus regalos de cumpleaños. No me mires así, mi madre siente que

ya te conoce. Lysandro habla mucho de ti con ella, y yo igual.

“Los dos hablan de mí con su mamá, siento ganas de vomitar, odio ser la charla de sobremesa”

La visita resultó de lo más divertida, los padres de Leigh eran personas sencillas y cariñosas. Su madre les tenía preparada una

comida exquisita y dio las gracias varias veces a Honey por acompañar a Leigh por su regalo. Después de la comida, Leigh invitó

Honey a dar un paseo por la extensa propiedad de sus padres, que eran más tierras de cultivo que otra cosa, pero estaban

rodeadas por un hermoso bosque.

Honey contemplaba a Leigh mientras se acercó a levantar un nido de ave caído de un árbol. El gallardo joven resaltaba en aquella

campiña.

Caminaban uno al lado del otro, Leigh tomó de la mano a Honey para guiarla hacia un área que deseaba mostrarle.

Llegaron a una pequeña laguna, el agua, ni tan cristalina ni tan turbia, ondeaba ligeramente al ritmo que la brisa le imponía.

“Esto es tan hermoso, me siento serena en este sitio, con mi mano sintiendo el calor de la Leigh, es un momento perfecto”

-Honey, hace días que una idea permanece en mi mente. Cuando me honraste con tu presencia al acompañarme por los regalos

de mi madre… y acaeció aquel pequeño incidente de la bebida; una frase expresada por ti me hizo entender que no era la

primera vez que sucedía, es decir, me hiciste pensar que ya habías volcado una malteada en mi persona.

“¡Perfecto… qué diablos entienden por PERFECTO! Alguna fuerza superior e invisible me odia en algún lugar del universo”

El rostro de la chica competía con las fresas maduras en color. Leigh la tomó de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.

-Hace tiempo, un poco antes de que te conociera, alguien me empujó cuando iba saliendo de la cafetería que se encuentra en el

centro de nuestra ciudad, recuerdo que llevaba varios paquetes resultado de una tarde de compras con Rosalya, y una malteada

que me envió a comprar y que precisamente por ello me encontraba ahí. La malteada se vertió al completo en mi rostro y ropa,

una voz apenas audible susurraba disculpa tras disculpa al tiempo que ponía los paquetes entre mis brazos- Leigh suspiró y

obsequió a la chica con la más tierna sonrisa –Ese alguien que me empujó, esa persona que se disculpaba y ayudaba a recoger

paquetes, esa chica que salió corriendo, ocultándose en una esquina… Eras tú.

“Lo peor es que ni siquiera me ha preguntado, lo ha afirmado”

La respiración de Honey era algo descontrolada, sentía arder su rostro y aunque deseaba explicarse, las palabras se negaban

tercamente a salir, decidiendo formar un nudo en su garganta.

-Desde ese día- continuó Leigh –Me hechizaste, cuando salí de la cafetería ya estaba lloviendo, pero algo me obligó, literalmente,

a girar la cabeza para buscar esa fuerza misteriosa que me atraía; a lo lejos pude ver una carita con expresión avergonzada, y los

más hermosos ojos que jamás contemplé.

Honey estaba con la boca entreabierta, su mentón seguía preso entre los dedos de Leigh, sus miradas estaban enganchadas y sus

alientos comenzaban a mezclarse, así de cercanos estaban sus rostros.

El beso llegó primero con un ligero roce, sus labios apenas se tocaban. Pero el deseo contenido por tanto tiempo, los

sentimientos guardados y escondidos salieron en tropel de ambos cuerpos, para llevarlos al límite. Se fundieron uno en otro. Se

interrumpían sólo para medio respirar. A Honey le hubiera gustado tener más de una boca y como seis manos. Sentía que a Leigh

le faltaban como diez pares de brazos. Lo quería sentir por todas partes.

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*****

Leigh simplemente cedió a su instinto, al deseo que esa chica despertaba de forma tan espontánea. Algo debajo de su ropa

empezaba a lastimar. Agarró a Honey por la cintura y la elevó, la chica entendió perfecto y envolvió sus piernas alrededor de él.

Leigh conocía el terreno como así mismo, podía caminar libremente aunque no viera, y ¡vaya que no veía! Sus párpados se

negaban a abrirse, así de intenso era lo que estaba sintiendo.

Entró en el lugar que buscaba abriendo la puerta con una fuerte patada y cerrándola con otra igual.

Depositó a Honey sobre un montón de paja/heno y se tomó su tiempo para deleitarse en sus labios, acarició el rostro de la chica

con manos, labios y lengua. Besaba su cuello, lo mordía, respiraba en él. Lamía detrás de sus orejas y dentro de ellas; sus diestras

manos indagaban sobre el cuerpo de la chica, acariciaban las piernas que seguían enroscadas en su cuerpo, recorría muy despacio

sus brazos una y otra vez. Dedos y dientes trataban de encontrar la forma más rápida para deshacer a los cuerpos de las

estorbosas ropas. Él lo quería todo, de inmediato, pero notaba algo inexperta a Honey, aunque muy espontánea y dispuesta a

aprender y dejarse llevar.

Leigh tomó una mano de Honey y la colocó encima de su excitado miembro, sobre las ropas que se negaban a dejar libre su

cuerpo. La chica comprendió y acarició aquella parte de él, que dolido, parecía decirle en cada palpitación que lo liberara de su

prisión.

Notaba un poco mojada su ropa interior, quizás su pantalón también lo estuviese, el cosquilleo que recorría su cuerpo con cada

caricia era más de lo que soportaba, quería arrancar aquellas benditas ropas, pero temía espantar a la delicada chica.

La boca de Leigh volvió a buscar a la de Honey y entre cuatro manos lograron por fin, quitar aquello que no los dejaba sentirse

piel con piel.

Leigh retiró con los dientes la ropa interior de Honey, tomándola luego en su mano para acercarla a su nariz e inhalar el aroma de

la chica, pasó su lengua por el lugar exacto donde se notaba una mancha de humedad. Dejando a un lado la prenda, buscó los

pechos de la chica, para perderse en ellos. Honey lo acariciaba, en la espalda, el pecho, las piernas, todo lugar que sus brazos,

manos y piernas lograran alcanzar, eran explorados y mimados por la chica.

Leigh comenzó a acariciar con su lengua cada uno de los pechos que Honey le ofrecía, entreteniéndose un buen rato en cada uno

de los pezones, chupando, mordiendo, lamiendo, succionando cada uno de ellos. Comenzó a mover su cuerpo, parecía una

elegante y hermosa serpiente tratando de hipnotizar a su presa. Acariciaba con todo el cuerpo el de la chica, sus movimientos

fueron recompensados con largos quejidos, gemidos y suspiros. Regresó al cuello, para morderlo suave, una y otra vez. Su lengua

comenzó a recorrer cada centímetro del cuerpo de Honey, rostro, cuello, hombros, brazos, pechos, abdomen, manos, dedos,

espalda, nalgas, piernas, pies. Todo fue repasado una y otra vez por la lengua del joven. Cuando notó que Honey estaba lista, que

ella misma lo deseaba, llevó su lengua a explorar la intimidad de la chica. Separando un poco su cara de la entrepierna de Honey,

pasaba la lengua de arriba abajo, de lado a lado, en círculos, en línea recta y en diagonal. Contemplaba extasiado lo que ella tenía

para él, la preparaba lo mejor que podía.

-Honey, va doler, podría decirte que un poco, pero no sé cómo reaccione tu cuerpo- informó Leigh a una muy excitada Honey.

La chica asintió y recibió los labios de Leigh en los suyos.

-¡A-a-aghh, es, es, oh dios!- fue lo único que pudo expresar Leigh al empezar a entrar en el cuerpo de Honey.

“Esto es realmente el cielo, estar dentro de ella, disfrutando su cuerpo, su esencia. Debo ser cuidadoso, pero es tan difícil

contenerse”

-¡Aaaahhh!- se quejó Honey

-L-lo siento.

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-No, no pares.

***

“Sólo sigue y no te atrevas a detenerte”

Honey sentía que ella y Leigh eran uno mismo, su cuerpo, torpe en un principio, se acopló al del chico de forma natural, siguiendo

el ritmo, dejando que la guiara. Pero Leigh sólo la había encaminado, por así decirlo, porque dejó que fuera ella la que marcara el

ritmo. Cuando el dolor se convirtió en ardor y luego sólo en una pequeña molestia; sus cuerpos estuvieron en entrega y

comunión. Ambos pedían y ambos daban.

Honey sintió cuando Leigh la tomó por las caderas y giró junto con ella, para posicionarla por encima de él. Sus estilizadas pero

fuertes manos, marcaban los movimientos que deseaba. Honey era creativa por naturaleza, y esa creatividad hacía que la

fogosidad oculta de Leigh se mostrara sin pena alguna.

Honey alcanzó con los dientes una de las tetillas de Leigh, escuchó gruñir al chico y eso la encendió aún más. Los movimientos de

su cadera eran lentos y luego rápidos, se mecía, hacía movimientos circulares, subía y bajaba sintiendo el miembro de Leigh

moverse, entrar y salir.

La chica había leído en una revista de su madre sobre unos ejercicios para los músculos pélvicos, recordándolos en ese momento,

los puso en práctica.

-¡Woooowwww! Qué me hiciste- respiró Leigh en sus pechos.

Honey repitió el apretón que de alguna forma había dado al miembro de Leigh.

¡Aaaaagghhh! Eso se siente maravillosa y delicio… ¡Aaaaaaggghhh!

Honey repetía una y otra vez eso que lograba sacar pequeños gritos de Leigh.

La mirada siempre melancólica del chico, ahora estaba cargada de pasión, erotismo, deseo, sensualidad.

Honey apretó un poco más fuerte y se movió más rápido, sintió endurecer el miembro de Leigh, el chico le rogó que dejara de

hacer eso, que quería complacerla primero, pero Honey lo ignoró y siguió moviéndose, regocijando a Leigh con la vista de sus

pechos bailando y brincando.

-Ho- Honey, estoy a punto d-de… ¡Ooooggggrrrrrrhhhhhhaasssssdddddmmmmm!

Los gruñidos de Leigh eran amortiguados por el cuello de Honey, La chica no se interrumpió en ningún momento. Jadeos y

quejidos se dejaron escuchar. Leigh sudaba copiosamente, su cuerpo seguía con algunas convulsiones esporádicas. Abrió los ojos

y sonrió.

Honey sintió los dedos del chico en su intimidad, separando, buscando y penetrando. La otra mano de Leigh y su boca, hacían lo

suyo con los torturados pezones de la chica. Sintió un humedecido dedo en su pedacito de carne erecto, aquél que era tan

parecido a lo que los chicos tanto presumían.

Leigh encontró el ritmo preciso, la intensidad correcta, trabajó en ello. Honey se movía, gritaba, quejaba, pero Leigh era

indomable, seguía proporcionándole aquel doloroso placer, hasta que la chica sintió que todo daba vueltas, que su respiración

estaba atorada por algún sitio, los oídos se le taparon y entonces sintió que era presa del placer. La devoraba y consumía por

completo. Apretaba los dientes para no gritar, pero no era suficiente, estaba segura que la escucharon a mucha distancia de ahí.

Los días que siguieron a ese encuentro fueron felicidad pura. Lysandro los felicitó y comentó que se habían tardado mucho en

darse cuenta de que se amaban. Castiel por su parte, estalló en cólera, por 5 minutos. Después sólo los ignoró.

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Una noche Honey recibió la llamada de Armin, confirmando que el vuelo de Alexy y Rosalya llegaría el siguiente viernes por la

tarde. Seis meses habían pasado ya, en tres días, Rosalya estaría de regreso y ella no tenía idea de cómo confesar lo que había

pasado.

Honey lloró y lloró, y volvió a llorar. No quería ver a nadie, no contestaba llamadas, no se conectaba a internet. Su mamá la llevó

al médico, pensando que algún tipo de extraño virus estaba invadiendo el cuerpo de su hija.

“El virus de la vergüenza, traición y deslealtad. Sólo quiero desaparecer”

-Que no es nada, mamá, sólo un resfrío o algo así- el oponerse no sirvió de nada, regresó del doctor con varias medicinas que

nunca se tomaría, o por lo menos no por el momento.

Leigh la había buscado por todos los medios posibles, pero ella no sabía cómo decirle que ya no podía verlo. El saber que estaba

enamorada del novio de su mejor amiga era una cosa, pero llevar a esa fantasía a la realidad, otra muy diferente.

El día que el vuelo de Rosalya y Alexy tocó tierra en su ciudad, Honey estaba metida bajo las mantas, llorando a más no poder.

Se sentía totalmente desdichada, tanto por haber traicionado a su amiga, como por el hecho de que iba a perder al chico que

amaba. Porque seguir con Leigh, estando Rosalya presente, era impensable para Honey, eso en caso de que la peliblanca la dejara

viva después de que se enterara de lo sucedido.

Llegó la noche y Honey seguía llorando.

“De dónde me sale tanta agua, a estas alturas ya debería estar muerta por deshidratación”

Escuchó un golpe en el cristal de su ventana, luego otro y otro más. Decidió ver de qué se trataba. Casi se cae del susto que

recibió al ver a Alexy asomado a su ventana, que se encontraba en el segundo nivel.

Abrió rápidamente la ventana para que el chico de azules cabellos y ojos lila rosáceo, pudiera entrar.

-¡¿Qué haces en mi ventana?!

-Hazte a un lado, que Armin está moviendo la escalera y me voy a caer- exclamó Alexy entrando precipitadamente y cayendo de

bruces en el piso de la alcoba de Honey.

“Seguro que me quedé dormida y mamá me dio la medicina sin que me diera cuenta, estoy alucinando”

Alexy se levantó y se dirigió al escritorio donde se encontraba la lap de Honey.

-Rosalya tiene algo que decirte- Alexy encendía la lap, mostrándose impaciente.

-Calla, eres producto de mi drogada imaginación, así que no te haré caso.

-Eres un desastre- dijo con voz tierna Alexy mientras acariciaba el rostro de la chica.

“Qué maldita medicina me dio mi madre, esta alucinación tiene las manos muy frías”

-Eres algo creado por mi imaginación. Por fin sucedió, oficialmente estoy loca, desquiciada. Estoy cien por ciento segura de que

Alexy jamás se colaría por la ventana a mi habitación, él simplemente tocaría a la puerta y pediría a mamá que me llamara.

-He estado haciendo eso, desde exactamente dos horas después de que llegué de París. También he intentado por teléfono,

móvil, y Armin ya quería tomar un alta voz y venir a gritar tu nombre frente a tu casa hasta que salieras- Alexy sonreía de esa

forma tan dulce que Honey tanto había extrañado.

Honey corrió a meterse bajo las mantas de su cama, cuando al moverse Alexy, pudo ver en la pantalla de su lap la cara de

Rosalya. El gemelo había iniciado una video conferencia.

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-Honey, amiga, en verdad no tengo tiempo para niñerías, sal de debajo de esas mantas en este momento- la voz de Rosalya

demostraba que la chica estaba acostumbrada a que la obedecieran.

Honey asomó la cabeza, tenía el rostro color granate, sus ojos llenos de lágrimas. La imagen de Rosalya suspiró.

-Honey, tranquila, no pasa nada. Escucha y entiende bien esto: Estoy en París, aquí me voy a quedar. Nos ofrecieron una beca

completa para concluir aquí nuestros estudios. Alexy declinó, pero yo acepté. No llores amiga, si alguien se merece un buen chico,

esa eres tú. Tenías razón, Honey, lo que nos unía a Leigh y a mí era más camaradería y costumbre que amor. Los dos lo sabíamos

pero ninguno lo aceptaba. Lysandro habló conmigo y después lo hizo Leigh, estaban realmente preocupados por ti. Y yo también.

Te quiero amiga, y quiero a Leigh, pero es un amor fraternal. Hace mucho que no existía otra clase de amor entre nosotros. Lo

admiro y respeto, pero esto es lo mejor que pudo pasar. Necesitábamos poner distancia entre nosotros para dar el paso final. Fin

del asunto. Me voy que me están esperando. Te quiero y luego hablamos para darte algunos consejos- la sonrisa de Rosalya era

genuina, y detrás de ella apareció la imagen de un chico guapísimo.

La video llamada había finalizado.

“Definitivamente me he vuelto loca, esto no está pasando… ¿Lo está?”

-Duerme y descansa, me voy, que Armin es capaz de irse con todo y escalera- la voz de Alexy llegó lejana a los oídos de Honey,

que estaba cayendo, exhausta emocionalmente, en un profundo sueño.

A lo lejos escuchó un golpe y luego risas. Eso fue todo.

*****

Leigh se apresuró a llegar a casa de Honey, no podía esperar más para verla. La encontró algo demacrada, pero feliz.

-Estoy pensando en contratar a alguien que me ayude en la tienda. ¿Sabrás de casualidad si una hermosa y sexy chica está

disponible?

Honey rió, con esa risa franca y algo aniñada que tanto gustaba a Leigh.

-Ensartaré el hilo en las agujas y eso será todo, si me pincho un dedo, tendrás que curarme.

-Oh sí, claro que te atenderé- confirmó Leigh, mientras observaba a Honey con esa mirada en los ojos, que pasaba de tierna y

melancólica, a seductora y peligrosa.

FIN