SituacióN Ambiental Por Ecorregiones

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LOS PROBLEMAS AMBIENTALES ARGENTINOS A ESCALAECORREGIONAL

De los problemas ambientales que afronta el país, algunos son de escala ecorregional, es decirque tienen una magnitud tal que prácticamente cualquier sector de la ecorregión puede verseafectado por ellos. Los más importantes son:

Deforestación/transformación de ambientes naturales. Existe una importante controversia so-bre cuál era la superficie “natural u original” forestal de la Argentina. Algunos autores señalan untotal de 42.000.000 de ha de bosque y alrededor de 127.000.000 de arbustales y sabanas, es decir,un 60% de la superficie total del país (Morello y Matteucci, 1999). Sin embargo, estas estimacio-nes se basan en supuestos difíciles de corroborar hoy en día y son dependientes de lo que se con-sideró en distintos momentos históricos como ¨bosque¨. En la actualidad, persiste un total aproxi-mado de 36.000.000 (Merenson, 1992) o 28.000.000 de ha de bosque (Morello y Mateucci, 1999).El Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos, realizado en el año 2002, estimó una superfi-cie total de 33.190.442 ha entre tierras forestales y bosques rurales (SAyDS, 2003). Estos bosquesson transformados a una tasa aproximada de 250.000 ha anuales, principalmente en el Chaco Se-co (70% del total), el Chaco Húmedo y la selva pedemontana de las Yungas (Gasparri y Grau, eneste volumen). Algunos ecosistemas forestales, como la selva pedemontana de las Yungas o los“bosques de tres quebrachos” del Chaco Seco, están en una situación verdaderamente comprome-tida, dada la intensidad de los procesos de transformación para ampliar la frontera agropecuaria–principalmente, soja– (Brown et al., en este volumen y Adámoli, en este volumen). Incluso, sehabla de una “pampeanización del Chaco”, que significa la imposición del modelo industrial agrí-cola pampeano en la ecorregión chaqueña (Morello et al., en este volumen). De la ecorregión dela Selva Paranaense original que se comparte con Brasil y Paraguay, sólo resta un 7%, que se en-cuentra mayoritariamente en el sector argentino (Placci y Di Bitetti, en este volumen). También lossistemas de pastizal (ecorregiones de la Pampa y de Campos y Malezales) han sufrido importan-tes procesos de transformación. De los pastizales pampeanos en tiempos pasados, se transformómás del 60% de la ecorregión, y ésta ahora también está amenazada por el crecimiento de los es-pacios urbanos, que está alcanzando valores cercanos al 18% de la Pampa Ondulada (Morello etal., en este volumen). La Ecorregión de Campos y Malezales, por otra parte, está sufriendo actual-mente la presión de transformaciones por parte de plantaciones forestales de rápido crecimiento.Las demás ecorregiones, en cambio, presentan una superficie total muy cercana a la histórica.

El proceso de conversión de ecosistemas naturales en tierras de cultivo responde a una multitud devariables y necesidades socio-económicas, políticas, tecnológicas y hasta climáticas que induceneste comportamiento por parte de los productores agropecuarios. Ante esta situación, le correspon-de al estado planificar planificar -consensuada e inteligentemente y respetando los derechos depropiedad- el desarrollo de estos procesos, a fin de no comprometer la provisión de bienes y ser-

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vicios ambientales para las generaciones futuras. El conflicto suscitado por la desafectación de unareserva provincial en Salta para destinarla a la producción de soja y cítricos es, por un lado, unapreocupante muestra de la forma en que gran parte de la sociedad (a través de sus gobernantes) di-rime el falso conflicto entre ambiente y producción (Cruz et al., en este volumen). Por otro lado,la resolución final de este mismo caso revela que también existe una parte importante de la socie-dad que está preocupada por la sustentabilidad del crecimiento económico, y que a través del diá-logo responsable es posible alcanzar soluciones en las que todas las partes obtengan un beneficio.

Sobreexplotación forestal/degradación. La sobreexplotación forestal y la consiguiente degradaciónde la estructura del bosque son procesos difíciles de medir en grandes extensiones. Esto se debe a lasubestimación de los registros vinculados con la explotación forestal, a la falta de información sobrela superficie realmente afectada por la explotación y a la ausencia de un método confiable para esti-mar la degradación a partir de imágenes de satélite en la región. Sin embargo, la degradación es unproceso reconocido y muy extendido en gran parte de las ecorregiones con bosques, particularmenteen aquellas accesibles al ser humano y al ganado. Los sistemas forestales están intervenidos en por-centajes muy elevados, y quedan muy pocos espacios sin intervenir fuera de las áreas protegidas (AP)e incluso dentro de las mismas, dado que es común la explotación previa a la expropiación para crearestas áreas. Un buen ejemplo de ello es el Parque Nacional Iguazú, que poseía mas de 200 km de ca-minos forestales internos antes de su expropiación. La excepción son, en gran medida, los bosquespatagónicos, que presentan un buen estado general de conservación y un porcentaje elevado dentrode las reservas. Sin embargo, son susceptibles a los incendios vinculados, muchas veces, con perío-dos particularmente secos, a lo que se suman los eventos de igniciones por rayos, que se triplicaronen las últimas décadas debido a incursiones de masas húmedas e inestables (Premoli et al., en este vo-lumen). Por otro lado, la Selva Paranaense tiene más del 89% de sus bosques remanentes en nivelesmedianos a elevados de degradación y fragmentación, y sólo posee menos de 40.000 ha de bosquesprístinos (Mac Donagh y Rivero, en este volumen). El sistema de explotación forestal convencionaltiene un efecto severo sobre la biodiversidad de esta ecorregión (Placci y Di Bitetti, este volumen).Los ambientes áridos como el Chaco Seco, el Monte, la Estepa Patagónica y la Puna presentan unapresión extendida y muy intensa de sobrepastoreo, actividad que, generalmente, está asociada a losincendios intencionales que contribuyen aún más al proceso de degradación (Ginzburg y Adámoli, es-te volumen; Torrella y Adámoli, este volumen). Tan sólo en la Ecorregión del Monte, en la última dé-cada, casi 10.000.000 de ha fueron afectadas por incendios (Pol et al., este volumen) lo que represen-ta cerca del 30% de la ecorregión. En el Chaco Húmedo, la superficie quemada de pastizales y saba-nas asciende a un valor entre 2 y 4.000.000 de ha anuales (Ginzburg y Adámoli, este volumen).

Estos procesos de degradación asociados al sobrepastoreo aumentan inexorablemente la deser-tificación a escala ecorregional, como ocurre en la Estepa Patagónica (Paruelo et al., en este vo-lumen), y también son observables en ecorregiones húmedas como las Yungas y los bosques pa-tagónicos. En estos últimos, el ganado ha alterado significativamente la composición florística

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y la estructura de los bosques nativos, incluso dentro de los parques nacionales, y en varios si-tios el ganado ha impedido la recuperación postfuego (Premoli et al., este volumen).

Explotación minera. Generalmente s una actividad de fuerte impacto ambiental, pero de unaamplitud geográfica muy limitada. Las principales ecorregiones donde esta actividad es impor-tante son la Estepa Patagónica (con explotación hidrocarburífera), la Puna y los Altos Andes(con explotación de minerales) y las Yungas (con explotación gasífera). En los ambientes desér-ticos como la Puna y los Altos Andes, la actividad minera genera un impacto importante en lautilización del agua, y compite severamente con las comunidades locales y la fauna que depen-den de ella (Pol et al., este volumen; Reboratti, este volumen). En las Yungas, las actividades deexplotación de hidrocarburos están concentradas en el área de Tartagal, con explotaciones me-nores en Caimancito (Brown et al., este volumen). Los impactos se reducen a la apertura de ca-minos, la construcción de infraestructura y el riesgo de contaminación de aguas superficiales.Aun así, inducen otros impactos como los de nuevas explotaciones forestales que nacen utili-zando la importante red caminera que genera y mantiene las explotaciones de los yacimientos.

Interrupción de cursos de agua. La interrupción o modificación del régimen hidrológico es elprincipal impacto directo de la construcción de represas hidroeléctricas, las cuales pueden redu-cir el rendimiento pesquero y modificar la composición de la ictiofauna (Baigún y Oldani, eneste volumen). La Argentina puede ser considerada como un país “pobre” en represas compara-da con países de larga trayectoria en su utilización. Sin embargo, los principales ríos, como elParaná y el Uruguay, presentan represas de considerable superficie. No obstante, todavía hoy, lamayoría de estas obras están en ambientes áridos, como las ecorregiones del Monte y del Espi-nal (Gabellone y Casco, en este volumen). También se ha indicado su potencial impacto sobreel régimen hidrológico de humedales vecinos, como es el caso de la Represa de Yacyretá y losEsteros del Iberá (Acerbi, en este volumen; Neiff y Poi de Neiff, en este volumen).

Comercio de fauna. La Argentina exportó durante el período 1976-1984 alrededor de24.000.000 de coipos, 11.000.000 de iguanas, 5.000.000 de zorros, 500.000 felinos menores,200.000 boas curiyú y más de 100.000 yacarés (Ramadori, en este volumen), todos provenien-tes del medio silvestre y, principalmente, de las ecorregiones del Chaco Seco, del Chaco Húme-do, los humedales de la Pampa y la Estepa Patagónica. En la década del 80, se exportaban anual-mente más de 100.000 loros como mascotas. Actualmente, el comercio de fauna ha disminuidonotablemente, debido a la disminución de la demanda, a las normativas locales e internaciona-les más restrictivas y, tal vez, a una mayor eficiencia de los controles. En algunas zonas (talescomo la Selva Paranaense y el Chaco) la crisis económica y social a comienzos de este nuevosiglo ha obligado a sus pobladores a aumentar la caza de supervivencia, lo cual puede haber ge-nerado, en algunos casos, importantes procesos de “defaunación”. Un buen manejo de la faunapuede ser una herramienta que permita llevar adelante acciones de conservación, tanto de espe-

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cies en particular como de sus respectivos ambientes, y que genere, a la vez, opciones económi-cas para las comunidades locales (Ramadori, este volumen). En ese sentido, se están ejecutan-do interesantes proyectos de uso sustentable de especies silvestres (carpinchos, loros hablado-res, yacarés, etc.), y ha sido posiblemente el más emblemático: el de la esquila de poblacionessilvestres de vicuñas (Vilá, este volumen).

Pesca marítima y fluvial. Entre 1990-1995, la actividad pesquera argentina en la Ecorregióndel Mar Argentino se incrementó en un 108%. Durante el auge de la industria en los años no-venta, el producto pesquero argentino se mantuvo en torno al millón de toneladas anuales, y lle-gó a superar los U$S 1.000.000.000 de exportación. Este panorama cambió radicalmente al ver-se seriamente comprometidos los efectivos de merluza común. Por otra parte, el calamar y ellangostino han experimentado fuertes oscilaciones de biomasa que, acopladas a una política pes-quera casi siempre oportunista, dieron lugar a reiterados ciclos “auge/ruina”, con severas secue-las económicas y sociales (Campagna et al., en este volumen; Cañete, en este volumen). Ade-más, hay que considerar el impacto negativo de ciertas artes de pesca sobre otros componentesde la biodiversidad, como las aves pelágicas (Arias, en este volumen), incluso en el Mar Antár-tico (Izaguirre y Sánchez, en este volumen) y el efecto de las redes de arrastre sobre la faunabentónica, que ocasiona la destrucción del hábitat.

Un panorama similar se observa en la pesca comercial en los grandes ríos de la cuenca del Pla-ta, donde especies como el sábalo son extraídas a una tasa anual de entre 60 y 80.000 t, sin pla-nes de manejo. Esto produce una disminución permanente de las existencias y, por consiguien-te, un deterioro en la calidad de vida de los pescadores artesanales y de subsistencia, así comotambién una merma significativa en la economía de la Ecorregión del Delta e Islas del Paraná(Peteán y Cappato, en este volumen).

Turismo convencional y de aventura. La Argentina se ha transformado en un destino turístico in-ternacional importante, particularmente vinculado con los espacios silvestres y, en especial, conlas áreas protegidas (AP). Esto se evidencia principalmente en la Patagonia, donde se recibieronmás de 5.000.000 de visitantes en los últimos ocho años, y se ha observado un incremento de vi-sitas en todos los parques nacionales, particularmente en Santa Cruz y Tierra del Fuego. Dicho in-cremento también se registró en otras AP como Iguazú, El Palmar y Talampaya (Manzur, en estevolumen). Sitios de gran valor por su biodiversidad están siendo utilizados en forma creciente co-mo áreas de atractivo turístico; tal es el caso de los Esteros del Iberá (Neiff y Poi de Neiff, en es-te volumen). En este último caso, se debe mencionar que los esfuerzos desarrollados para la ela-boración del plan de manejo de la Reserva Natural Iberá se han visto obstaculizados por la férreaoposición de diversos sectores de la sociedad correntina (Parera, en este volumen), lo cual eviden-cia la necesidad de incluir en la planificación de las AP las preocupaciones y los intereses de losdiferentes sectores involucrados, antes de intentar adoptarlos.

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Por otra parte, lugares muy distantes como la Antártida están siendo objeto de un flujo turísticoen rápido crecimiento: en los últimos veinte años, aumentó más del 2.500%. Actualmente, se re-gistra un incremento anual del 13%. Pero la Antártida es una ecorregión de muy lenta recupera-ción con respecto al disturbio antrópico. El tema merece más atención. Está claro que la princi-pal barrera hacia un manejo sustentable del turismo en la Antártida es que esta actividad tras-ciende las fronteras reclamadas de los países y que, por lo tanto, deberá ser encarada en el mar-co de una estrategia global (Quintana, en este volumen).

Sin embargo, el turismo también aparece como un enorme aliado potencial para la conservaciónde los recursos naturales argentinos y, especialmente, para mejorar y crear más AP. Una encues-ta realizada en 2005 entre operadores turísticos extranjeros muestra que las razones por las queun turista viene a la Argentina son, en primer lugar (19%) para visitar nuestros parques nacio-nales. Entre los otros primeros diez motivos se encuentran, además, el “turismo aventura” (16%,estrechamente asociado a ambientes naturales), el turismo en sitios designados como “Patrimo-nio de la Humanidad” por la Unesco (13%), el avistaje de flora y fauna (10%), y la visita de si-tios de valor arqueológico (8%) –Secretaría de Turismo de la Nación, 2005. Con motivo de ladeclaración del 2002 como Año Internacional del Ecoturismo, la Organización Mundial de Tu-rismo realizó estudios de mercado en los principales países emisores de turistas. Las encuestasdemostraron que el entusiasmo por el turismo de naturaleza invariablemente va de la mano conel deseo de conocer y encontrar comunidades locales, y con el descubrimiento de distintos as-pectos de su cultura (gastronomía, artesanías, costumbres, etc.). Algunos casos que ejemplificanla necesidad de mejorar servicios y ordenarlos en función del recurso natural que utilizan sonlos de Puerto Pirámides, en Península Valdés, Chubut, donde el turismo de avistaje de ballenasaumentó de 70.000 a 90.000 personas entre 2000 y 2005 (con una proporción creciente de tu-ristas extranjeros), y el rápido e insuficientemente organizado crecimiento urbano en Calafate(Santa Cruz), Ushuaia (Tierra del Fuego) o Puerto Iguazú (Misiones).

El Plan Federal de Turismo Sustentable 2016 (Secretaría de Turismo de la Nación y Consejo Fe-deral de Inversiones, 2005) establece el objetivo de pasar de más de 3.000.000 de turistas ex-tranjeros que nos visitaron en 2004 a 5 o hasta 6.500.000 en 2016. Para que este incremento ocu-rra preservando los ambientes naturales, será necesario aumentar significativamente, por ejem-plo, la inversión directa del sector turístico en la creación y la consolidación de AP.

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