Sobre Alamiro de Adolfo Couve

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1 Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Letras Escuela de Postgrado Literatura Hispanoamericana (Narrativa) Profesor: Sebastián Schoennenbeck Alumno: Héctor Hernandez Montecinos ALAMIRO: Operación novelesca del trauma Pensando en tres modos, tres agenciamientos, tres materialidades en que puede ser leída la novela. Primeramente, como objeto cultural, es decir, la novela como constructo genealógico con sus tecnologías inherentes al género, con su propio sistema y horizonte de expectativas. La novela como la conocemos y conoceremos a pesar de los cambios estructurales, editoriales e incluso comerciales. Luego, la novela como obra, esto es, la estilización de alguno o algunos de sus elementos llevados al desborde de su propia normalización bajo una premisa o coeficiente estético determinado, incluso al límite de dejar de parecerse a sí misma. Finalmente, la novela como conjunto de operaciones donde el texto más bien es una excusa para, punto uno, suspender lo más posible la idea de autoría, género y estilo; punto dos, perder al lector en un laberinto en el cual él es una operación ficcional más; punto tres, se des-representa incluso como género y permite un vértigo textual en el cual no hay afuera ni adentro, ni verdad ni mentira: la operación excede al libro, al autor y al lector. Se convierte en una performance de escritura, un devenir- novela que no es la novela en sí.

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Pontificia Universidad Catlica de ChileFacultad de LetrasEscuela de PostgradoLiteratura Hispanoamericana (Narrativa)Profesor: Sebastin SchoennenbeckAlumno: Hctor Hernandez Montecinos

Alamiro: Operacin novelesca del trauma

Pensando en tres modos, tres agenciamientos, tres materialidades en que puede ser leda la novela. Primeramente, como objeto cultural, es decir, la novela como constructo genealgico con sus tecnologas inherentes al gnero, con su propio sistema y horizonte de expectativas. La novela como la conocemos y conoceremos a pesar de los cambios estructurales, editoriales e incluso comerciales. Luego, la novela como obra, esto es, la estilizacin de alguno o algunos de sus elementos llevados al desborde de su propia normalizacin bajo una premisa o coeficiente esttico determinado, incluso al lmite de dejar de parecerse a s misma. Finalmente, la novela como conjunto de operaciones donde el texto ms bien es una excusa para, punto uno, suspender lo ms posible la idea de autora, gnero y estilo; punto dos, perder al lector en un laberinto en el cual l es una operacin ficcional ms; punto tres, se des-representa incluso como gnero y permite un vrtigo textual en el cual no hay afuera ni adentro, ni verdad ni mentira: la operacin excede al libro, al autor y al lector. Se convierte en una performance de escritura, un devenir-novela que no es la novela en s.

As, separando la novela en estas tres materialidades, acotando su densidad de ficcin e intervencin se me ocurre que es posible no slo armar una nueva cartografa sino que a la vez un nuevo barmetro del desgaste de la ficcin como tal, de la mera historia, la ancdota y pensar en los inslitos alcances a los que se podra llegar cuando dichas operaciones pudieran converger en flujos ms amplios hasta poder subvertir la historia como discurso lineal, la economa como cuerpos en deuda y la moral como discurso no tan slo de lo bueno y lo malo, sino de lo verdadero y lo falso. La novela, creo yo, al igual que el museo es la sntesis de la modernidad. Como de algn modo la fotografa lo es de las identidades. Dispositivos de auto-lectura, auto-intervencin y por lo dems, auto-vaciamiento.

En este flujo novelesco, que en s es una novela de la novela, podemos no slo pensar fenmenos paralelos al de su propia historia desde Cervantes sino que a la vez sintomatizar procesos constitutivos al de la propia modernidad que sin exagerar podemos reconocer en esta triple fluctuacin: la modernidad como objeto, como obra de s (autoreflexiva: contemporaneidad) y como operaciones, sta ltima posiblemente entendida como posmodernidad. Es en estas tensiones que el propio modo de entender, y leer, la literatura ha cambiado. La novela es el rostro de esas transformaciones. No son lo mismo las novelas de Rulfo que las de Reinaldo Arenas, o las de DHalmar y Mario Bellatin, pero s lo son. Es en esas intermitencias que una obra como Alamiro (1965) de Adolfo Couve plantea varias cuestiones interesantes. Desde las escasas reseas sobre la obra hasta la venta de la primera edicin en pginas de anticuarios su clasificacin es esquiva. Se habla de poema largo, de relato, de novela corta e incluso de cuento. Csar Aira[footnoteRef:1] seala que Alamiro hace de la fragmentacin un efecto del laboratorio de la prosa y es justamente pensando en ese sentido de laboratorio, ms lo dicho previamente ac en cuanto a la operacin novelesca, que no rehyo de ciertas metforas que podramos llamar mdicas. Es ms, Gilles Deleuze en Crtica y clnica[footnoteRef:2] dice que la salud como literatura, como escritura, consiste en inventar un pueblo que falta. Es propio de la funcin fabuladora inventar un pueblo. No escribimos con los recuerdos propios, salvo que pretendamos convertirlos en el origen o el destino colectivos de un pueblo venidero todava sepultado bajo sus traiciones y renuncias. [1: Aira, Csar. Cuentos de fantasmas: Adolfo Couve, Narrativa completa. Artes y Letras de El Mercurio, 1 de Junio de 2003.] [2: Deleuze, Gilles. Crtica y clnica: Barcelona: Anagrama, 1996. P.15. ]

Cul es el enfermo? Cul es el pueblo? Cul es la novela? Las tres cuestiones que se desprenden para preguntar de fondo por el triple eje del cuerpo, el territorio y el discurso respectivamente. Suponemos que Alamiro es el nombre de quien enuncia, con esa A desdoblada en la sincdoque del autor. Suponemos que sus recuerdos son la explicacin de un presente, no obstante ada uno de esos recuerdos es un trauma. El enfermo, el sictico, es el que no cierra la herida, el que selecciona las vietas de su memoria, de su vida, para perpetuarlas. Cada una de las experiencias desde las ms infantiles hasta las de pber tienen que ver con un fracaso de cierta expectativa. Caerse de la bicicleta, temerle al sapo, la zapatilla y la miga de pan que sus padres le arrojan, las vergenzas vividas en la escuela por orinarse, la muerte, el alejamiento de la casa familiar, el atropello de la mascota, el miedo al primer beso, la censura del sacerdote por leer, la censura del padre por escribir en la ventana contra l. Cada una de las vivencias tiene que ver con la simbiosis del miedo y el deseo, fusionndose y creando un estado de desajuste que se expresa en su imposibilidad de comunicacin con los humanos y en la identificacin con las flores y rboles que menciona con fruicin o con la yegua Aurora, el perro Copetn o los bueyes Florido y Clavel, nicos con un nombre, es decir, una identidad. Hay un tal N. de quien no se sabe ms que su propio secreto. Este mismo devenir no humano, de despersonalizacin, de renuncia a ser un sujeto, y a estarlo: su incomodidad es el punto que Deleuze menciona en torno a un pueblo, Llay-Llay; luego el balneario. Un pueblo que se pregunta por su naturaleza y naturalidad en cuanto a la trasformacin a pequea urbe. La historia familiar que se narra en su negativo es a la vez la historia de una modernidad que incomoda metaforizada en el telfono y el telegrama como portadores de malas seales. El paso de una economa agrcola a una semi industrial es tambin el paso de una infancia nostlgica rural a una tecnologizacin que adolece. Ese es el presente desde donde se recuerda el trauma de dicha modernizacin, la enfermedad de la modernidad que para Couve ser ciertamente una obsesin.

Esta es la materia textual, el lenguaje enfermo sobre el cual se efectan ciertas operaciones novelescas como, por ejemplo, el cambio de persona gramatical, el registro de sub gneros como el epistolar, la sinestesia narrativa y sobre todo la metatextualidad que se traduce en el hecho del castigo por leer novelas como Los tres mosqueteros o Bellarion de Rafael Sabatini que es la referencia de donde aparece la princesa Valeria. Alamiro no se ajusta a la novela como genealoga del gnero en pleno boom del Boom en los aos sesenta, como tampoco por las estructuras ms menos constitutivas y menos ante las expectativas del lector. Si hubiese que pensar en una obra paralela a sta sera Celestino antes del alba de Reinaldo Arenas que se concluye en 1964 y se publica tres aos ms tarde. Un nio, Celestino, es el protagonista de una vida en primera persona en un mundo de adultos ante el cual no encaja y ese desajuste se convierte en lenguaje a tal modo que algunos han ledo el libro tambin como un poema largo, pico, una microepopeya.

El escritor como un desadaptado es ya un lugar comn, pero ciertamente comn para muchos quienes en la escritura encontraron la posibilidad de estos nuevos pueblos imaginarios o estas lenguas menores para seguir con Deleuze. Alamiro como primera obra publicada de Couve no deja de ser el sntoma traumtico de toda su obra posterior. Una primera visin de sus obsesiones y manas, pero sobre todo la herida de una infancia que tuvo que buscar en la de otros poder reparar la suya, o de algn modo poderla volver a vivir no tan slo en su literatura. Sintomtico es el final, Los eplogos, que no es ms que la reiteracin de ciertas frases, tal como una vida es la reiteracin de ciertos hechos. Toda obra es un cadver exquisito, pero en este caso lo es mucho ms.