Sobre El Lobo Estepario de Herman Hesse

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Martín Peralta Castillo Teoría de la literatura V Dr. Manuel Garrido Valenzuela Sobre El lobo estepario, de Herman Hesse En el espejo estaba yo, estaba Harry, con su rostro gris, abandonado de todos los juegos, fatigado de todos los vicios, horriblemente pálido, pero de todos modos, un hombre, de todos modos alguien con quien poder hablar. Herman Hesse, El lobo estepario. En la construcción de la Modernidad, a partir de sus primeros atisbos hasta las consecuencias que aún no están presentes, importantes cambios han ocurrido en el espíritu humano. El mundo ya no es el lugar donde todas las cosas encuentran su razón en la inmediatez del existir; el mundo se nos presenta, quizá como la más notable manifestación de la naturaleza inmanente de la vida: el movimiento, la energía. No obstante, lo contingente del universo entraña valores incluso ajenos, distantes entre sí; es decir, siempre tenemos delante diferentes caminos “que se bifurcan” (algunos de ellos opuestos) y eventualmente conocemos sólo aquellos que tomamos. ¿Cómo entonces esa energía se ha puesto en acción para la formación de nuestro presente? Creo el proceso que implica la interacción de voluntad y significado de la vida en su incansable definición. Entonces, las acciones individuales se reflejan “en el río” como matices de una vasta pintura única en el universo, una obra para la cual nadie es extraño: la

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Martín Peralta CastilloTeoría de la literatura VDr. Manuel Garrido Valenzuela

Sobre El lobo estepario, de Herman Hesse

En el espejo estaba yo, estaba Harry, con su rostro gris, abandonado de todos los juegos, fatigado de todos los vicios, horriblemente pálido, pero de todos modos, un hombre, de todos modos alguien con quien poder hablar.

Herman Hesse, El lobo estepario.

En la construcción de la Modernidad, a partir de sus primeros atisbos hasta las

consecuencias que aún no están presentes, importantes cambios han ocurrido en el espíritu

humano. El mundo ya no es el lugar donde todas las cosas encuentran su razón en la

inmediatez del existir; el mundo se nos presenta, quizá como la más notable manifestación

de la naturaleza inmanente de la vida: el movimiento, la energía. No obstante, lo

contingente del universo entraña valores incluso ajenos, distantes entre sí; es decir, siempre

tenemos delante diferentes caminos “que se bifurcan” (algunos de ellos opuestos) y

eventualmente conocemos sólo aquellos que tomamos.

¿Cómo entonces esa energía se ha puesto en acción para la formación de nuestro

presente? Creo el proceso que implica la interacción de voluntad y significado de la vida en

su incansable definición. Entonces, las acciones individuales se reflejan “en el río” como

matices de una vasta pintura única en el universo, una obra para la cual nadie es extraño: la

existencia humana, que, como todo, tuvo un inicio y alguna vez dará un último aliento.

¿Cómo mirar a nuestro alrededor sin estremecerse por todos esos colores del

inacabado lienzo? Más terrible aún: ¿cómo mirar el único mundo que nos pertenece,

nuestra propia proyección en esa pintura: nuestro interior? Haller es una expresión

bellísima de este conflicto interno y externo del humano en el seno de la Modernidad,

aunque no se encuentra situado en esa visualización utópica de “lo moderno”, sino que vive

las consecuencias de esta cultura, sus imperfecciones, su posterior distopía.

La percepción de Haller dentro de la narración vuelve confusos los límites entre la

realidad y la fantasía —si acaso los hay—; su búsqueda es la de un hombre solo, arrojado a

un ritmo imparable de locura y desilusión. Cabe preguntar la razón de estos problemas

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suyos, quizá las respuestas no dejen de llegarnos desgarradoramente puesto que tal vez

nuestras vicisitudes sean las mismas: nuestro ser se gestó dentro de un marco histórico

permeado de ideas discordes al contexto real.

El desconcierto es entonces múltiple, vivido en diversos corazones y concretado en

la realidad, lo cual nos habla de algo realmente importante: las cosas en el mundo y el

universo ya no son uno solo, el hombre está solo. ¿Pero cómo puedo hablar de ese ente sin

siquiera conocerlo? ¿Acaso conozco a este que escribe estas palabras? Ante tantas

interrogantes y limitadas respuestas surge el desencanto.

La novela para mí es en esencia un autodescubrimiento, un mirar en uno, con la

probabilidad de aterrarse o de morir en el intento, por otra parte lleva en sí una consciencia

crítica de los errores de la sociedad. Dichos defectos de una sociedad cuyo discurso es un

absurdo al ser enfrentado con las acciones son un importante margen al cual Haller se

distancia, pues su espíritu pide más que simples soluciones materiales. De ahí la separación

del deseo y el correcto proceder, relación peligrosa para manejar en nuestro interior, mas al

final somos lo que hacemos, sin importar nada más. La pérdida de la razón es, a mi parecer,

el resultado de este dilema: “Sólo para locos”… sin embargo, más allá del dolor y los

juicios hirientes como risas infernales, el camino prosigue, uno puede elegir detenerse o

perderse una vez más entre lo maravilloso y el dolor, entre la felicidad y el llanto, la

respuesta entraña nuestra forma de ser. Es ahí donde uno mira el espejo y no ve a nadie más

que a uno mismo, cuyos ojos lo miran desconocido, al mismo tiempo es la primera

instancia que define el curso de ese río que es la vida.