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    ndice

    INTRODUCCIN

    1. Buenas maneras

    Momentos y miradas

    Pluralidad de los mundos y divisin de s

    El vocabulario de las interacciones

    Correctivo cmico

    2. Rituales

    Normas de conjuncin y vida pblica

    El valor de la imagen: la calle y la conversacin

    Convenciones

    La arena simblica

    3. Dramas

    El pblico, el espectador, el testigo

    Del manejo de las impresiones a los marcos participativos

    4. Lugares y ocasiones

    Interacciones no focalizadas: el marco equipado del transente

    Interacciones focalizadas: el sentido del lugar

    Las perturbaciones del lugar

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    5. Competencias

    El giro lingstico

    Contextos: interpretar y dar cuentaEl modelo del reparador

    Conclusin

    El orden de la interaccin y su vocabulario

    Bibliografa

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    Introduccin

    I. Consideremos el caso de un despido. Luego de veinticinco aos en una

    empresa de informtica, Susana, ejecutiva de cincuenta aos, se encuentradesocupada. Este hecho social, banal para la Agencia Nacional para el Empleo(ANPE) y para las estadsticas ministeriales, puede admitir dos tipos de anlisissegn que uno se interese por la poblacin de quienes buscan empleo, por sudistribucin segn las ramas de actividad, las regiones, la edad o el sexo de laspersonas consideradas, o segn que uno estudie la manera como la empresa haprocedido para despedir a Susana, las pruebas y dificultades a las cuales seencuentra enfrentada en el mercado del trabajo, o su experiencia singular de ladesocupacin. Esta experiencia es sin duda subjetiva (vuelvo a mi pasado, diceSusana, con mis xitos pero tambin con mis fracasos. Buenos y malos momentos:mi nimo est en una montaa rusa),1 pero es tambin una situacin social, un

    episodio de la vida privada y pblica del despedido y de aquel que solicita unempleo.

    La microsociologa, cuya arquitectura conceptual fue construida a partir de lostrabajos de Erving Goffman (1922-1982) y de los debates que l iniciara en ladisciplina, es el objeto de este libro. Ella no ignora la primera serie de cuestionesque se refieren a la poblacin de desocupados y a la organizacin del mercado deltrabajo. Pero los fenmenos sociales que pretende estudiar se inscriben en otroorden y se encuentran ordenados de otro modo. Para retomar una oposicinintroducida por Goffman, esos fenmenos se refieren menos al orden social que alorden de la interaccin, menos a la estructura de la vida social que a la estructura

    de la experiencia individual de la vida social. Sobre todo, la microsociologapretende cuestionar la evidencia segn la cual la experiencia de Susana es subjetivae individual. Al contar su historia, Susana subraya elementos diferentes segn susinterlocutores sean ella misma, sus amigos, el consejero de la Agencia Nacionalpara el Empleo, o el socilogo; por otro lado, enmarca su narracin con ancdotassignificativas que conserva en su memoria y que organizan su experiencia y lahacen pblica. Susana recordar, por ejemplo, las falsas deferencias, las amenazasveladas, los halagos dudosos o la incomodidad de sus colegas. Recordar tambinlas modalidades por las cuales sus superiores o su entorno acompaaron su

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    despido. Esos momentos y esos contextos tienen tambin su regularidad y suorganizacin. La microsociologa pretende hacer la sociologa de esascircunstancias y analizar la organizacin social de esos encuentros como un ordende fenmenos sociales con una historia especifica. La microsociologa consideraque esos momentos (situaciones cara a cara o conversaciones) tienen susconsecuencias en la medida en que nos conducen a juzgar las maneras de hacer ode decir brutales o reconfortantes, inevitables o escandalosas, normales oindignantes.

    Cmo hacer para que esta experiencia y esos fenmenos sean reconocidos comoun verdadero campo de investigacin? No puede negarse que la manera comoSusana vive y sobrelleva su dura prueba es indisociable de su estatus, de su edad ode las solidaridades familiares que es capaz de movilizar en su favor. El problemapersiste, sin embargo, puesto que se trata de saber cmo pensar esta nodisociacin. La idea de una incorporacin de las lgicas estructurales en lasprcticas de un individuo supone procesos misteriosos (internalizacin,introyeccin), que se relacionan con la psicologa. Retendremos, por ahora, slo un

    principio que Gabriel Tarde designaba con el trmino sociomorfismo, segn el cualel socilogo debera ejercitarse en ver en cualquier cosa una sociedad, y unaconsigna provisoria propuesta esta vez por Goffman: entre el orden estructural y elorden de la interaccin, la relacin es la de un apareamiento dbil. Dicho de otromodo, y esta es una definicin por omisin del campo de la microsociologa,algunos elementos del sistema de actividades situadas dependen del sistema de losestatus y de las relaciones estructurales, pero no todos. Concretamente, estosignifica que cuando Susana va a la Agencia Nacional para el Empleo, o cuando sepresenta a una entrevista laboral, se encuentra atrapada en agrupamientos queno son del todo informales y cuya organizacin, sin embargo, no es la de un gruposocial. En esos agrupamientos, la copresencia de una mujer y de un hombre, de un

    joven y de una persona de edad, de un francs y de un extranjero, en suma, depersonas cuyos estatus son inmediatamente evidentes o pasibles de discriminacin,produce consecuencias, a menudo molestas, para los protagonistas. Esta molestiaest precisamente ligada a la mezcla del orden de los estatus y de las reglas propiasde los agrupamientos que exigen, por ejemplo, que se respete la presuncin deigualdad del universo de los servicios (se atiende primero al que primero llega), lasbuenas maneras comunes de los lugares pblicos (inatencin educada, cortesagestual, derecho a la tranquilidad) y que se entable eventualmente la conversacincon el candidato siguiente en la cola. Si se pretende describir el desarrollo de unamaana en los locales de la Agencia Nacional para el Empleo, podr constatarseprcticamente en todos lados marcas de deferencia o, por el contrario, miradas

    despreciativas, pero no se podrn interpretar sistemticamente esos fenmenoscomo la expresin de entidades sociales constituidas y ser necesario, al mismotiempo, comprender hasta que punto se acercan a bromas o tensiones que parecennacer en el espacio mismo de este agrupamiento.

    Ahora bien, si uno se interroga acerca de lo que verdaderamente cuenta paraSusana, es preciso reconocer que el orden de la interaccin no es ni lgicamenteanterior, ni constitutivo del orden estructural. Lo importante no es afirmar que losobjetos de la microsociologa usos, arreglos, procedimientos estn

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    determinados o son determinantes, sino que son constantemente emergentes: lasregularidades y las obligaciones a las que se refiere el anlisis (disciplinas de lamirada y saludos, preocupacin por mostrarse presentable, actos de presenciatiles para cualquier fin) exigen que se los reactive constantemente, que se losrepresente para otro y para s mismo. En suma, las maneras de Susana y sucapacidad para cuidar las apariencias en todos los casos constituyen el registroinmediatamente sensible y manipulable de su experiencia de buscadora de empleo.El entorno de Susana evala suposiciny los recursos de su posicin por la maneracomo maneja las impresiones de las personas con las cuales est en contacto. Ycada una de esas pruebas es una accinque puede ser descripta en su desarrollo yanalizable en sus consecuencias.

    Susana no es slo un caso entre otros, que puede ser objeto de un informe o deun comentario realizado por ella misma, por un periodista, un cineasta2 o unsocilogo. Un caso funciona como una configuracin puntual destinado a ilustraruna lgica estructural (de la reproduccin, de la dominacin o del cambio)proponindole una etiqueta local. Pero si una entrevista de trabajo est

    configurada por rasgos estructurales que especifican lo que en ella est en juego,no ocurre lo mismo en lo que se refiere al contexto espacio-temporal de laentrevista, a la disposicin de los participantes, a los equipos que constituyen laescenografa de la oficina en donde se desarrolla la entrevista, al pasaje de la simpleentrevista al examen tcnico del expediente: todos esos elementos del momentoson inditos. Ese contexto y su organizacin espacial, la tensin o la fluidez de laentrevista, los incidentes o las bromas que la han marcado sern precisamente loque Susana o el funcionario de la Agencia Nacional para el Empleo recordarn.Ellos referirn ese pequeo drama si se les solicitara contar qu ocurri y si se lespidiera juzgar su actuacin. Y es precisamente ese drama el que est ausente de losanlisis de la realidad social. Las exigencias empricas de la microsociologa van

    ms all de una simple localizacin ilustrativa de las lgicas institucionales y de lascausalidades estructurales. El anlisis de los procedimientos por los cuales losactores sociales se ponen de acuerdo entre s muestra que saben reconocer y juzgarcon precisin las situaciones para definir cules son las conductas apropiadas.Dicho de otro modo, su experiencia social no se organiza slo segn el orden de lasidentidades y de los estatus sino tambin segn su repertorio de situaciones quetienen su vocabulario y su determinismo, su espacio cognitivo de restricciones y denegociacin.

    II. La prueba que atraviesa Susana puede descomponerse en una serie desecuencias: el anuncio del despido, la partida de la empresa y la ceremonia deadis, la consulta de las rbricas de oferta de empleo, la inscripcin en la AgenciaNacional para el Empleo, etc. Cada una de ellas es un sistema de actividadessituadas cuya materia (verbal o no verbal) est hecha de interacciones. Por esetrmino entenderemos, siguiendo al filsofo y socilogo Georg Simmel (1858-1918), acciones recprocas. En este caso, Susana interacta con sus superioresjerrquicos y sus antiguos colegas, con los funcionarios de los serviciosadministrativos o los responsables de recursos humanos, con amigos y parientes.En cada una de esas interacciones, se ve comprometida en un trabajo de figuracin:cuida su imagen o hace un papel lamentable, se desacredita o reacciona y supera su

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    fracaso. Toda actividad situada permite as una parte normativa, que hace que losprotagonistas se instituyan como empresarios de moralidad: dicen el derecho ydenuncian el escndalo, toman posicin en un juego de lenguaje y evalan supertinencia. La experiencia de Susana es de este modo comparable con otrasformas de pruebas en las que se trata de reconsiderar sus recursos disponibles, suidentidad y sus relaciones. Pero la comparacin que le interesa al socilogo serelaciona menos con lo vivido subjetivamente por el individuo que con lo queconvierte a una prueba singular en una experiencia antropolgica y en una historiasusceptible de repetirse, una ceremonia pblica de degradacin, un ritual deestigmatizacin.

    En efecto, en la medida en que la prueba est socialmente enmarcada, no es elindividuo el que constituye la unidad elemental de la investigacin sino lasituacin. Adems de las entidades constitutivas de la sociologa, como lo colectivo(grupo, clase, poblacin) y el individuo (actor, agente, sujeto), la microsociologaintroduce as un nuevo objeto, a saber, la situacin de interaccin. Susinstrumentos (el enfoque dramatrgico, el anlisis de la conversacin) se refieren

    implcita o explcitamente, a un paradigma de la disciplina que llamaremossituacionismo metodolgico para distinguirlo de los otros dos paradigmasdominantes en las ciencias sociales: el holismo (estructuralismo, materialismohistrico) o el individualismo metodolgico.

    En el momento de su despido, Susana y su entorno cercano entran en crisis yefervescencia. La sociologa Durkheimiana dira que esas crisis se producen en lafrontera de lo religioso y de lo profano y que movilizan valores que permiten a losprotagonistas juzgar si estn o no a la altura de la situacin y saber lo que debenrespetar (de la vida privada, de la dignidad, de la tranquilidad o de la infelicidad delprjimo). La prueba de Susana es as una especie de arena simblicaen la cual ella

    misma y su entorno juzgan la consistencia o la vulnerabilidad de los lazos sociales.Esos valores morales que ejercen su influencia normativa sobre nuestras conductasreclaman imperiosamente nuestro concurso, deca Durkheim. Dicho de otromodo, esas situaciones exigen que seamos capaces de responder a Susana demanera competente aun cuando nos sintamos atenazados por la vergenza o eltemor de cometer un despropsito. La atencin que presta la microsociologa a esemalestar en la interaccin la conduce forzosamente a explorar paso a paso nuestrasms mnimas convicciones. (Por qu es preciso decir buen da? Por qu debe unodisculparse por molestar?) En la medida en que los lentes de la vida cotidianahacen aparecer una constante confusin de los territorios de lo sagrado y loprofano, ella nos invita a pensar que somos responsables, en relacin con Susana,de muchas ms cosas de las que imaginaramos si tuviramos una visinestructural de su experiencia. Pero, porque esas responsabilidades son mltiples,porque Susana es juez y parte de lo que le ocurre, cada personaje del drama hace asu manera acto de presencia y cada uno sabe que depende de s mismo reparar,confirmar o reactivar esos lazos dbiles para hacer ms clido el mundo.

    Si la lectura de Goffman es a la vez fascinante y desconcertante, es porque sinderogar jams los principios del oficio de socilogo, nos invita a comparar cosasincomparables, a cambiar constantemente de vocabulario descriptivo para

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    permanecer lo ms cerca posible de la experiencia individual de la vida social.Atento a las competencias de que disponemos para enmarcar nuestra experiencia ycontrolar las apariencias, Goffman ha intentado mostrarle a la disciplina que lamirada que le conviene no es necesariamente la mirada convencional. Al rechazarsu inscripcin en una corriente determinada, Goffman, de cuya obra ha podidodecirse que era la de un moralista influenciado por el libro de Job3y que preferaser tildado de laconismo ms que de moralismo, ha estudiado los rituales condesenvoltura y los juegos trucados con gran seriedad. En distintas oportunidades,se ha definido a s mismo sucesivamente como un etngrafo urbano o como unetologista, se hizo cargo del tema de las buenas maneras y consagr su obra a laarticulacin del orden de la interaccin con la nocin de actividad situada. Suformacin de socilogo en los aos de la posguerra en la Universidad de Chicago,su deuda con los antroplogos, los acercamientos que realiz en la dcada de 1970con los etologistas y los lingistas hacen que se encuentre en el entrecruzamientode muchas corrientes de investigacin en una posicin de esclarecedor crtico. Alburlarse de los investigadores de paradigmas, constituy, al margen de la sociologade las estructuras, un lxico descriptivo y analtico centrado sobre un principio: nodescuidar la situacin, no tratarla como la prima pobre de la sociologa.

    No es posible comprender la obra de Goffman, entonces, sin inscribirla en losdebates sobre el objeto y los lenguajes de la sociologa, sin recordar el espacio decontroversias que la constituye y el legado problemtico que la funda, a principiosde siglo, tanto en Durkheim como en Simmel. Es preciso mostrar cmo estasociologa se apoya en la temtica de las buenas maneras para liberarse de lapsicologa y construir su campo en el orden de las interacciones como accionesrecprocas (cap. 1: Buenas maneras). Es preciso luego, reconocer la herenciaDurkeimiana y de la incongruente cercana que le impone Goffman con la etologa(cap.2: Rituales).

    Este desvo por los autores clsicos de la tradicin sociolgica permite tener unaidea de la dimensin del problema y de los lmites de la metfora teatral que es, sinduda, la pgina de oro de la microsociologa, lo que se retiene de ella msfcilmente. El enfoque dramatrgico consiste en analizar las actividades situadascomo los momentos de una intriga pblica de las interacciones (cap. 3: Dramas), yluego en explorar la ecologa de los agrupamientos y su lenguaje disocindolos de lasociologa de los grupos y de los territorios (cap. 4: Lugares). Se podr entoncesreconocer los aportes de la lingstica pragmtica y de las prolongaciones que ellapropone para redefinir la competencias sociales comunes: competencia parainterpretar y tratar un contexto, para dar cuenta de un acontecimiento o parareparar una relacin (cap. 5: Competencias).

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    Notas

    1Libration, 19 de Julio de 19952Es el tema del filme de Laetitia Masson,En avoir ou pas3Paul Creelan, Erving Goffman y el libro de Job, Theory and Society,vol. 13, n 5, septiembre de 1984,

    pp. 663-695.

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    Buenas maneras

    Existen diversas maneras, todas ms o menos satisfactorias, de situar la obra deGoffman en la disciplina. La incomodidad del autor para adoptar las nociones declase social, de grupo tnico o de clase de edad lo conduce a proponer frmulasprudentes e imprecisas de su proyecto cientfico: se contenta, dice l mismo, conjuntar las piezas y los pedazos de la vida social contempornea. 1 Loscomentadores de la obra, intrigados por su xito, la explican por su pasin por eldetalle o, a veces, por su capacidad para describir nuestras sociedades de servicios yel lugar que ellas reservan a las transacciones en situacin y cara a cara.

    Ya no es posible distinguir con claridad las distintas etapas en un itinerario que,entre la tesis de 1953 sobre las conductas de comunicacin en las islas Shetland2yel discurso del presidente de la American Sociological Association en 1982,3explorael mismo problema, a saber, la relacin entre el orden de lo social y el orden de lainteraccin. En cambio, s es posible identificar una serie de lenguajes de laexploracin y notar que han sido siempre tomados prestados de disciplinas vecinas.Lenguaje de la antropologa y de la observacin participante para la tesis y paraAsiles, lenguaje de la ecologa para Behavior in public places, de la etologa paraLes relations en public, de la fenomenologa social y de las ciencias cognitivas paraLes cadres de lexprience, de la sociolingstica y de la pragmtica para Faons deparler. Entre esas obras, existe un hilo conductorel orden pblico y su lgicainteraccional as como una serie de confrontaciones con las herenciaspropiamente disciplinarias:La prsentation de soiy la herencia de Georg Simmel yde la escuela de Chicago; Encounters, Stigmate y las categoras de la psicologa

    social;Les rites dinteractiony el dilogo con Durkheim.

    Sostendremos aqu que la sociologa de Goffman ha irrumpido en el debate de lasciencias sociales por el estudio de las buenas maneras de la vida cotidiana. Al hacersuyo el tema de la presentacin de s, abundantemente descripta por la literaturanormativa de los manuales de cortesa, para transferirlo a la etnografa de la vidapblica contempornea, Goffman anunciaba dos orientaciones de investigacinparalelas: la primera planteaba, a ttulo de postulado, que vida social y vida

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    pblica se intersectan, tanto por las formas de agrupamiento instituidas de laconversacin y de la mesa como por los encuentros en la calle. Al mismo tiempo,propona volver a examinar las formas de socializacin y normalizacin de lasconductas del proceso de civilizacin4 para estudiarlos en su forma inmanente,como mecanismos de autorregulacin propios de mundos diferentes, cada uno consu propio lenguaje, su repertorio de roles y su sintaxis de conductas.El cruce deestas dos orientaciones indicaba un programa y significaba implcitamente que elsocilogo no puede ni disociar los ritos de interaccin de la vida cotidiana de losritos de institucin, ni creer que ha agotado el tema de las buenas maneras porquelas ha relacionado con fuerzas de dominacin o de imposicin de normas.

    La herencia de la sociologa urbana y la sociologa de la experiencia migratoriaque Goffman descubre en la Universidad de Chicago no ha sido irrelevante en laredefinicin del campo de las buenas maneras y en la renovacin de sus aspectoscrticos. La heterogeneidad de las poblaciones urbanas y de sus modos de vida, laexperiencia migratoria como desorganizacin social vista desde el interior, segnla frmula de Robert Park (1864-1994), plantean ciertamente nuevas preguntas al

    investigador: no la de las maneras convenientes del buen vivir, sino la de las formasde adaptar la vida pblica en el medio urbano, o la de las maneras decomprenderse en sociedades complejas que producen proximidad espacial ydensidad relacional sin reducir por ello las distancias sociales Cul es el sentidoque los actores dan a las frmulas de agradecimiento o las formas de saludos enesos contextos? Cules son las competencias sociales que resisten a los procesosde hibridacin cultural cuyo pionero es el inmigrante (personaje pblico porexcelencia)? Ese es el nuevo contexto histrico y cientfico en el cual se plantea lacuestin de la presentacin de s.

    Clsicamente, las buenas maneras se relacionan con lo que Kant llamaba una

    Antropologa desde el punto de vista pragmtico.5

    En el proyecto goffmaniano deuna sociologa de las circunstancias, las buenas maneras son una forma de abordarlas interacciones ordinarias puesto que las interroga desde el punto de vista de suspresupuestos normativos (y, en un espacio pblico, de los conflictos de normas) odesde el punto de vista de su pertinencia en situacin, de su oportunidad y de susconsecuencias. Buenas maneras de las conversaciones cotidianas y familiares,buenas maneras rutinarias de las interacciones de servicio, modos de conducirse yde hablar con un desconocido o un colega de trabajo, maneras de hacer para conquien sentimos prximo o con el extranjero, con un individuo normal oestigmatizado.

    Esta entrada en materia a travs de las formas de presentacin de s mismo en

    pblico (deferencia, porte, fachada) no ha sido siempre apreciada por la disciplina.El inters por el saber menor de la sociabilidad, por las formas y losprocedimientos de la hospitalidad servira, se deca, de pantalla para nuestrasalienaciones y arroja un velo pdico sobre la reproduccin inexorable de los estatusy de las condiciones.

    Se puede, en efecto, aceptar provisoriamente esta acusacin y reconocer unavocacin de minoridad de la microsociologa. Se dir as de las buenas maneras lo

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    que Goffman dice de la conversacin en les cadres de lexprience: es el depsitode la basura de la estructura. A las buenas maneras, como a los cubos de basura,puede accederse fcilmente: los de los ricos y los de las personas comunes, los delas clases medias urbanas y los de las islas Shetland, los de los restaurantes y los delos oficios de servicio. Se trata de una neutralizacin de los campos, que no deja detener su inters para el proyecto que consiste en constituir el orden de lainteraccin como un campo con pleno derecho. El estudio de las interaccionesparece as desconocer las fronteras y oposiciones entre sociedades deinterconocimiento (con sus formas de control social y su lucha por elreconocimiento) y sociedades urbanas (con sus lazos dbiles de simplecopresencia). Tanto puede desplegarse en una institucin total (Asiles) como ensituaciones incmodas de contacto-mixto (Stigmate). En cada uno de esosterrenos, adems de la descripcin de la materialidad (y de la fragilidad) del lazosocial, el estudio de las interacciones plantea a la sociologa una cuestin deapariencia Kantiana, que parece reenviarla a su prehistoria en la filosofa poltica:Cmo es posible la sociedad?6

    Dos ejemplos de buenas maneras de la vida cotidiana permiten aprehender elproyecto microsociolgico en sus aspectos clave. Primer ejemplo: lo que Goffmanllama los recursos seguros (safe supplies). Son banalidades de uso frecuente,frases hechas que se dicen cuando no se sabe qu dec ir (Qu tiempo!, Qusuerte que pronto llega el fin de semana). La sorpresa de Goffman, su pasin deinvestigador lo conducen a ver sentido all donde no vemos ninguno. Esas frases,dice, son un recurso de subsistencia para la conversacin, rompen el hielo,destruyen un silencio molesto, etc. Adems, son pronunciadas en circunstanciasprecisas: en un ascensor, dirigidas a un vecino como un gesto sociabilidad mnima;en un autobs donde se encuentra al conductor de todas las maanas a la mismahora, etc. Constituyen una apertura y dicen como en el pquer es su turno.

    Segundo ejemplo: las situaciones incmodas: delante de una mquina expendedorade caf se encuentran un empleado y su jefe jerrquico habitualmente inaccesibleCmo manejar esta accesibilidad excepcional? Quin debe pasar primero?Aprovechar el empleado la ocasin para entablar una conversacin? En esassituaciones de conflicto de normas, dice Goffman, vivimos la experiencia de lavulnerabilidad de los lazos sociales y de la incomodidad de las interacciones. Laestructura social gana en flexibilidad; el individuo no pierde ms que su calma7

    Estos dos ejemplos muestran que no se trata tanto de interrogarse acerca delorigen o del fundamento de la sociedad y de volver de este modo a las filosofas delcontrato, sino de saber si podemos hablar de la vida social en trmino de ms y demenos, si podemos atribuirle ms o menos intensidad o densidad relacional, ms omenos consistencia. Si podemos, en suma, analizar el compromiso de losprotagonistas en la organizacin de un encuentro. La herencia simmeliana de lamicrosociologa es aqu capital.

    Quienes consideran a la sociedad como un dato, deca Simmel, hablan de unorganismo que creen conocer porque han identificado en el los rganos y lasformas cristalizadas. Pero no nos dicen nada de los flujos y de los innumerablestejidos que no saben nombrar y sin los cuales esos rganos no serian rganos

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    vivientes. Sin su constante pulsacin, sin la emergencia y la interrupcin de losflujos que circulan en esos tejidos, la sociedad no sera sino una amalgama desistemas discontinuos y nuestra experiencia de la vida en sociedad seraimpensable. As, no hay sociedad en tanto tal, sino siempre un movimiento queacerca o separa las diferentes constelaciones constituidas y hace que cada uno vivapara los otros, a veces contra los otros y a veces con los otros. La frmula de esemovimiento de socializacin/des-socializacin tendr un impacto mayor en lasociologa norteamericana porque describe formalmente la posicin del extranjero,ese personaje conceptual simmeliano que no ha perdido la libertad de ir y venir. 8El extranjero es, en su experiencia ordinaria, la figura tpica de la distancia con elrol en toda situacin. La tensin socializacin/des-socializacin dice que todasociedad en acto vive de pulsaciones que acercan y alejan unos de otros a los gruposy a los cuerpos constituidos los unos de los otros y la experiencia del extranjeroconstituye la condensacin de esos movimientos y de esas interacciones, ellaboratorio de las buenas maneras en persona.

    Momentos y miradas

    Esta filosofa de la emergencia que Goffman recuerda, en el exergo de su tesis,convierte las interacciones sociales en el objeto de la sociologa como cienciaespecfica, es decir, como disciplina que se consagra a una cuestin que lepertenece de derecho y que dramatiza su relacin con el objeto. Plantear lapregunta Cmo es posible la sociedad? significa interrogarse acerca de lo queconstituye el lazo entre individuos cuya experiencia comn pasa de la intimidad ala trivialidad, de la cooperacin al conflicto. Para Simmel, esas diferentes formas

    concretas de la sociabilidad se refieren todas al principio de la accin recproca.Yasea que se examinen las interacciones en su mayor distancia, por ejemplo en el,encuentro con el extranjero, o en la trivialidad de los contactos cotidianos en lascalles de las grandes ciudades, o aun en el espacio compartido y fluido de unaconversacin amistosa; interactuar significa analizar la distancia de las relacionessociales (la alteridad estereotipada del extranjero, el anonimato del transente, lareserva puesta en juego en una conversacin) en trminos de acciones recprocas.

    Es sabido que al referirse a un paradigma completamente diferente (el del don),la antropologa estructural de Lvi-Strauss coloc el principio de reciprocidadcomo el fundamento de su anlisis de los intercambios simblicos.9Es significativo

    que sean los usos comunes de la convivialidad y los ritos de la mesa los que ilustrenpara Lvi-Strauss, bajo una forma igualmente no cristalizada, la lgica puesta enfuncionamiento en las estructuras elementales de los lazos de parentesco enparticular y en el orden simblico en general. De hecho, estructuralismo einteraccionismo se renen al menos en un punto en su anlisis de las formaselementales del intercambio social. Los dos se interesan por el intercambio msque por los actores que intercambian y privilegian las formas no cristalizadas con el

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    fin de aprehender lo que ocurre entre dos comensales o dos transentes,independientemente del contenido, la funcin o el inters del intercambio.

    Por reciprocidad no se entender pues ni la intercomprensin entre dos sujetos,ni la reciprocidad que se basa en un sistema de referencias y de creen cias comunes.En cambio, la experiencia de la conversacin social muestra con claridad, segn

    Simmel, la fuerza de una presuncin de igualdad entre los participantes Essuficiente esta presuncin para clasificar en el mismo orden las interaccionesfocalizadas y fluidas que hacen las delicias de las conversaciones entre pares o laeuforia de las veladas exitosas, la audicin de un testigo en el tribunal o elintercambio de miradas entre dos transentes?

    Sealemos primero que la afirmacin segn la cual la sociedad no es posible sinopor el flujo de las acciones recprocas supone que se atribuya a los actores socialesuna capacidad de poner entre parntesis una parte de su universo de referencia yevolucionar (o a dejarse atrapar) en lo que William James llamaba subuniverso,con sus estilos de existencia especficos y distintos. Dicho de otro modo, la

    consistencia de los lazos se organiza alrededor de regiones de significacin conreglas de pertinencia que circunscriben las interacciones. De este modo lapresuncin de igualdad de una conversacin social es una regla local que no valesino en la medida en que los participantes se han dispuesto, intelectual yespacialmente, dentro de un crculo en el que el acceso a la palabra es igual paracada uno de ellos. La regla del como s limita sus interacciones, y el contenido desus interacciones pone en suspenso las referencias y los intereses fuera de juego. Ylo que la sociedad pierde en formas cristalizadas lo gana en formas de consistenciasituada. Es esta conjuncin de emergencia localizada y de pertinencia limitada loque recubra la nocin de accin recproca en Simmel:

    Cada vez que se produce un agrupamiento de partes, cada vez que se juntanpersonas para la realizacin de una tarea comn, que comparten un mismosentimiento o una misma manera de pensar, cada vez que la distribucin de lasposiciones de dominacin o de subordinacin se expresa claramente, cada vez quecomemos juntos o que nos arreglamos para otros en cada uno de estos impulsosde fenmenos de sntesis, el mismo grupo experimenta ms de sociedad que antes.No existe la sociedad en tanto tal, es decir la sociedad que sera la condicin deemergencia de esos fenmenos particulares.10

    Como se ve, las acciones recprocas no implican ninguna simetra de losinteractuantes en su poder de interactuar. Simmel puede as hablar de lareciprocidad de las interacciones entre un superior y un subordinado, entre un

    orador y su pblico, un profesor y sus alumnos. Aun cuando la relacin parezcaestablecerse en sentido nico, todos los interactuantes son activos y pasivos almismo tiempo como puede verse en el intercambio de miradas:

    De todos los rganos de los sentidos, el ojo tiene una funcin sociolgica nica.La unin y la interaccin entre individuos estn fundadas sobre un intercambio demiradas. Es esa, probablemente, la reciprocidad ms pura que pueda existir. Sinembargo, la ms alta reaccin psquica por la cual una mirada furtiva une a los

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    hombres no se cristaliza en ninguna estructura: la unidad que surge entre dospersonas est presente en el momento y se disuelve en la funcin.

    la mirada por la cual buscamos percibir al otro es, en s misma, expresiva. Por lamirada que revela al otro, nos revelamos nosotros mismos. El acto por el cual elobservador busca conocer a la persona que observa es una reedicin por la cual

    acepta ser, l mismo, observado. El ojo no puede tomar sin dar al mismo tiempo.Lo que se produce en este intercambio de miradas constituye la reciprocidad msperfecta en todo el universo de las relaciones entre los hombres.11

    En resumen, si en la conversacin, el principio de reciprocidad exige que losinteractuantes sepan tanto hablar como callarse, en el intercambio de miradas, suvisibilidad mutua hace que sean simultneamente actores y observadores.

    Pluralidad de los mundos y divisin de sEs fcilmente concebible que este pensamiento de la interaccin tiene

    consecuencias importantes en la definicin filosfica del sujeto que interacta yveremos que no se trata precisamente ni de un yo ni de un sujeto, sino de un smismo (self) cuya unidad es problemtica puesto que no se individualiza sinodividindose. Se trata de un argumento tomado prestado a la otra filiacin mayorde la microsociologa, el interaccionismo simblico.12 Se trata, tambin, de unafilosofa de la comunicacin y de una filosofa de la emergencia, del presente y delacto.

    En Mead, la emergencia designa la experiencia social elemental como lacapacidad para inscribirse en una pluralidad de sistemas y de puntos de vista. Lasocialidad es la aptitud para ser varias cosas simultneamente;13como tal, est yapresente en la experiencia del que habla y se escucha hablar, en el nio que se ve as mismo a travs del pensamiento, en el rol del comerciante y del cliente, de lamaestra y del alumno. Es el momento de pasaje entre dos sistemas y sus ajustesmutuos lo que define la socialidad ms que los resultados a los que arriban esosajustes.

    As, la pregunta de Simmel (Cmo es posible la sociedad?) cambia designificado en la medida en que todo acto implica la cooperacin de ms de unindividuo y que todo pensamiento subjetivo se inscribe en un mundo comn como

    una reconstruccin representada de ese mundo o de las acciones que se desarrollanen el. Para definir la socialidad, para Mead, al igual que para toda la tradicinpragmatista, es necesario comprender la experiencia del ajuste, simultneamenteacto y acto de presencia para s. El ajuste implica necesariamente y al mismotiempo una divisin de sy una forma de cooperacin.El acto de presencia para spor el cual un organismo consciente pasa de su propio sistema al de los otros nopuede ser el acto de un organismo singular.14 La objetividad de las perspectivas,condicin de una cooperacin o de una coordinacin de las actividades, se

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    construye en esta divisin recproca. El conocimiento ordinario, que consiste enpasar de una perspectiva a otra o en coordinar perspectivas en la accin, es unarealidad dinmica, simultneamente cooperacin y comunicacin.

    Mead no slo prefigura as los trabajos del interaccionismo simblico, sinotambin la tesis de Habermas15sobre el actuar comunicacional, ya que sugiere que

    el lenguaje y la comunicacin son los mecanismos de la emergencia del s y delespritu mismo como experiencia social. El s es el organismo en tanto que puedetomarse a s mismo como objeto (puede escucharse hablar); en tanto tal es unaestructura social completa que se desarrolla en una experiencia de comunicacin.

    La cooperacin de los organismos y su comunicacin son pues indisociables yslo pueden ser pensados a cambio de una serie de redefiniciones del vocabulariode la psicologa social. Primero, de la redefinicin de la nocin de persona: lapersonalidad mltiple y disociada es una personalidad normal. Luego, de laredefinicin de sus compromisos que necesariamente son plurales segn losregistros de actividad comunicativa a los cuales se ajustan. Finalmente, a cambio de

    la redefinicin de su relacin con el mundo, puesto que la divisin del s no es msque el efecto de una presencia en el mundo, de una vida social fuera de s. Porltimo y sobre todo, de una redefinicin de la relacin con los otros, puesto que lapluralidad de los mundos no se concibe si no sabemos actuar y ponernos en escena,ponernos en el lugar del otro (para adoptar su perspectiva), creernos otro (ydesempear un papel) o, punto culminante de la socializacin, dirigirnos a todos ycada uno, no importa cul sea su mundo, es decir, responder al otro generalizado.

    El interaccionismo simblico ha explotado ampliamente esos diferentes nivelesde la comunicacin, desde la conversacin por gestos en el combate de perros y enel de boxeo hasta el lenguaje y su funcin simblica. De esa doble herencia,simmeliana y meadiana, es preciso retener sobre todo la tensin que estableceentre la pluralidad de los mundos y de los compromisos en el mundo, y la lgica delos momentos. La conversacin es la metfora de la lgica de los subuniversos noen el sentido de que estaran integrados a una totalidad superior ms significativa,sino en el sentido de que son, al mismo tiempo, vulnerables o limitados, y estnaquejados por un carcter incompleto y necesitados de apoyo. Este trminoreaparecer a menudo en la literatura microsociolgica: indica que los mundos quedescribe o bien imponen o ejercen su dominio (la aventura, el juego, la pruebadecisiva) o bien estn abiertos, parasitados o rutinizados, al borde de la ruptura. Aveces momentos que tienen la fuerza de un culto capaz de movilizar a sus creyentes(la conversacin sociable como unin mstica, dir Goffman), a veces lasinteracciones no focalizadas y personas copresentes en su visibilidad mutua.

    El vocabulario de las interacciones

    Para comprender la originalidad de esta herencia en el concierto cientfico de lasociologa, se puede confrontar este modelo de la interaccin como accin

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    recproca y emergente con modelo propuesto por quienes sostienen la corrienteestructural funcionalista de los aos 60.

    Durante mucho tiempo, la tradicin sociolgica ha definido la nocin deinteraccin16 como un sistema interactivo que permite al menos cuatrocomponentes: un conjunto de unidades que interactan las unas con las otras; un

    cdigo o un conjunto de reglas que estructuran tanto la orientacin de esasunidades como la interaccin en s misma; un sistema o un proceso ordenado de lainteraccin; finalmente, un medio en el cual opera el sistema y con el cual seproducen los intercambios sistemticos. Al contrario de las hiptesis simmelianas einteraccionistas, este modelo plantea de entrada la exterioridad de las unidades queinteractan y la exterioridad del cdigo que estructura sus interacciones. Estemodelo mnimo se complica ya en Parsons cuando se trata de elaborar una teorade la accin puesto que todo actor es, al mismo tiempo, agente activo y objeto deorientacin para l mismo y para los otros. Todo agente en el sistema se orientahacia s mismo y hacia los otros y tiene como objeto una significacin para s y paralos otros. Es al mismo tiempo sujeto y objeto de conocimiento, capaz de

    instrumentar y de ser instrumentado, de aferrarse y ser objeto de aferramiento, deevaluar y ser evaluado, de interpretar los smbolos y de ser l mismo un smbolo.Esto constituye lo esencial de lo que la tradicin sociolgica resumida por Parsonsretiene del interaccionismo simblico de G.H. Mead y de la obra de Simmel.

    La dificultad mayor que persiste en este paradigma es que debe necesariamenterecurrir a una psicologa implcita y que presupone un anlisis de la accin en dosfases distintas; para citar a Parsons: lo que ocurre en el interiorde cada una de launidades que actan y lo que ocurre entreesas unidades. El primer proceso es elde la decisin; el segundo, el de la comunicacin. Dicho de otro modo, elmodelo conserva las bases de la divisin del trabajo disciplinario entre psicologa y

    sociologa: para una, el estudio de los motivos de la accin; para la otra, el anlisisde lo social como cosa exterior y mundo normativo. El proceso de soc ializacin esentonces la internalizacin de ese orden, la codificacin y el control de lasconductas que hace posible su integracin al sistema.

    Ahora bien, la nocin de sistema de actividad situada propuesta por Goffmandesde sus primeros textos remite a un paradigma totalmente distinto. Esta nocindesigna la actividad no en sus motivosy en su elaboracin subjetiva, sino en susconsecuencias y en su vocabulario, es decir, en el juego de interacciones verbales yno verbales que constituyen sus recursos. Esta es la concepcin de la actividadsituada que defiende desde los aos 40 C. Wright Mills. 17

    Partiendo de una sociologa del lenguaje, Wright Mills invita a estudiar sufuncin como coordinador de las actividades ms que su funcin expresiva o sufuncin integradora y normativa. As, un motivo no es la fuente subjetiva de laaccin, sino un acto de lenguaje que se inscribe en un vocabulario disponible paralos actores sociales y que les permite interpretar una conducta. Un motivo es,primero, una manera de responder a una pregunta acerca de lo sorpresivo de laaccin o sobre sus alternativas al presentar una excusa o una justificacin. Estambin una forma de imputar una causa utilizando las palabras convenientes (No

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    tuve otra opcin, Fue ms fuerte que yo). Y esas palabras no se refieren aelementos en los individuos: Estn all, diceWright Mills, para las consecuenciassituacionales anticipadas de una conducta acerca de la cual se plantean preguntas.Los motivos son los nombres que damos a las situaciones que conllevanconsecuencias. Un motivo es una realidad psicolgica slo por reconstruccin apartir de una pregunta. En cambio, es indisolublemente un hecho social y un hechode lenguaje. Y el lenguaje en el cual se construye no es ni la expresin directa de unsujeto o lo que l comunica a otro luego de haber deliberado en su fuero interno, nitampoco el gran integrador, la forma mayor del cdigo o del control normativo delas conductas. Si una situacin es una realidad de pleno derecho, lo es slo enrelacin con un testigo que la interroga. Una actividad situada es, entonces, unaactividad susceptible de descripcin o de ser reactuada y cuya presencia aparece enel vocabulario de los participantes a travs de justificaciones, excusas oreparaciones.

    Se encuentra all, por primera vez, la voluntad de delimitar un campo de estudiopropiamente sociolgico centrado en las situaciones, liberado de la psicologa social

    y adosado a una sociologa del lenguaje. Esta misma voluntad estar presente,veinte aos ms tarde, en ocasin de un coloquio que reuni, en 1963, aantroplogos, socilogos y lingistas.18Esta voluntad marcar el giro lingstico enlas ciencias sociales y la alianza entre la etnografa de la comunicacin y lasociologa de las interacciones. Las nociones de situacin y de sistema de actividadsituada se transformarn en nociones centrales confirmando la doble distanciarespecto de la lingstica estructural y respecto de la psicologa social.

    Correctivo cmicoEl ttulo del artculo de Wright Mills, El vocabulario de los motivos, evoca los

    trabajos de un filsofo y crtico desconocido en Francia y cuya influencia ha sidodecisiva en la formacin de Goffman, as como de la fenomenologa social deHarold Garfinkel o de la etnografa de la comunicacin de Dell Hymes. KennethBurke (1897-1993) es el autor de una obra titulada Grammar of motives y elprimero en haber introducido la idea de un enfoque dramatista de los hechossociales. Es significativo que el artculo de Burke sobre la nocin de drama en laInternational Encyclopedia of Social Sciences figure en el mismo captulo que el deParsons y desarrolle una teora totalmente diferente de la interaccin y de la

    accin. Para Burke, todo estudio de las relaciones entre los hombres en trminos deaccin (ya sea que se trate de transacciones, de intercambio, de cooperacin o decompetencia) puede calificarse de dramtico siempre que tenga por funcin elresponder a las preguntas, clsicas desde la escolstica: Quin? Qu? Dnde?Cundo? A travs de qu medios? Por qu? De qu manera? Estas preguntaspretenden establecer una relacin entre acto y su agente, un acto y la escena sobrela que se despliega, un acto y los medios que utiliza o los fines que se asigna. Porejemplo, la relacin acto/escena examina las circunstancias de una accin y la

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    relacin acto/fin, su potencial de justificacin. Comprendido de esta manera, eldrama, lejos de ser una metfora, dice Burke, es la forma que permite comprenderla realidad de la accin y el hecho de que el lenguaje no sea ms que una especie dela accin. Dramatizar una situacin es transformarla en historia susceptible de sercontada y, al reactuarla segn la gramtica y el vocabulario de los motivos, se da deella una representacin.

    Una ancdota representativa es precisamente una rutina cognitiva ordinaria,una frmula del sentido comn por la cual se representa una situacin hacindolade cierta forma una leyenda, elevando su especificidad a la dignidad de un gnero(ver Coluche: Es la historia de un tipo). Todas las ancdotas no son, sinembargo, representativas. Para serlo, una ancdota debe tener un podermetafrico que autorice al auditorio a trasponer su significacin, que le permitesituar lo que se le cuenta y relacionar la situacin con una experiencia msgeneral y, por lo tanto, susceptible de ser compartida. Se encontrar as, toda unaserie de ancdotas representativas de las pruebas de las buenas maneras en la obrade Goffman: consolar a un perdedor, conocer a una persona estigmatizada,

    conversar con un desconocido, hacer una broma a alguien.

    Finalmente la nocin de ancdota, representativa y la Gramtica de los motivosde la que es el instrumento, pertenecen a una teora ms general de la irona comoestructura y calidad de la mirada sociolgica que invita a adoptar, en relacin conlos mundos sociales, una perspectiva por incongruencia.19 Se trata de unaperspectiva completamente crtica y desmitificadora de las categoras, que serelaciona con la irona socrtica y atraviesa toda la obra de Goffman, en particularLes cadres de lexprience. En esta teora, la capacidad de representardramticamente una experiencia o una situacin es una libertad de la que seapropia con agrado todo actor comn para adaptar el vocabulario que conviene a la

    descripcin que emprende. Por ello, a menudo adopta un punto de vista cuyaincongruencia es pertinente para lo que quiere narrar: se apropia de lasambigedades de lo real, las manipula y las acenta (es la fuerza de la broma),agrega un segundo grado a la significacin literal de una palabra o de uncomportamiento (es el cmico de repeticin), juega con las categoras y lasclasificaciones (Es la historia de un judo que encuentra a otro rabe), etc. Alhacerlo, pide a los actores que se vean actuar en la mirada de los otros e ironiza, aveces, movilizando correctivos cmicos.

    Se comprende entonces, hasta qu punto el estudio de las interacciones socialesse ha alejado del de las normas de cortesa, hasta qu punto este estudioproblematiza el orden de los usos y las convenciones en que consista el dominio de

    las buenas maneras. El carcter complejo de nuestras sociedades no se deja reducira la imbricacin y a la superposicin de las normas. Para producir sentido, cadauno de nosotros necesita corregir las situaciones en lo que posean de cristalizado,necesita liberarse del orden comunicativo esperado o convenido. El proceso decivilizacin que fabrican nuestras buenas maneras ordinarias no es el de unarepresin o el de una integracin cultural de nuestros impulsos expresivos, sinoaquel que, siempre ms inventivo, tiene en cuenta la parte de lo ya visto de las

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    situaciones a fin de responder a otra pregunta implcita: la de ms sociedad en elsentido en el que lo entenda Simmel.

    Al centralizar su atencin sobre las situaciones de extraeza y de incomodidadtpicas de los contactos entre poblaciones y culturas diferentes, el estudio de lasinteracciones que propone Goffman examina la vulnerabilidad y la pertinencia de

    convenciones locales. Al trasponer al espacio pblico de la calle el principio dereciprocidad que interviene en los intercambios entre comensales, interroga elhecho mismo de la copresencia y de la visibilidad mutua. Al privilegiar la influenciade un momento sobre las estrategias de los actores, construye subuniversos en loscuales sus identidades se fragmentan y se dividen. Finalmente, al acordar a cadasituacin los recursos de un lenguaje estratificado, atribuye a los interactuantesuna aptitud particular para sobredeterminar o reenmarcar su experiencia delmomento.

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    Notas

    1Les relations en public, p. 15.

    2 Communication Conduct in an Island Community , Universidad de Chicago, Departamento de

    Sociologa, 1953. El captulo XX de esta tesis fue traducido con el ttulo la comunicacin defectuosa, en

    Actes de la recherche en sciences sociales, n 100, diciembre de 1993, pp. 66-72.

    3Lordre de linteraction,American Sociological Review,vol. 48, n 1, febrero de 1983, pp. 1-17.4 Norbert Elias, La dynamique de lOccident, Calmann-Lvy, 1975, y La civilisation des moeurs,

    Calmann-Lvy, 1973.5Emmanuel Kant, Anthropologie du point de vue pragmatique, 1800, traduccin de Michel Foucault,

    Vrin, 1964.6 Georg Simmel, Comment la socit-est-elle-possible?, 1908, en Georg Simmel, la sociologie et

    lexprience du mondemoderne, Mridiens-Klincksieck, pp. 21-46.7Les rites dinteraction, p. 100.8 Georg Simmel, Digressions sur ltranger 1908, traduccin francesa en Y. Grafmeyer e I. Joseph,

    LEcole de Chicago. Naissance de lcologie urbaine, Aubier, 1984, pp. 53-59.9El principio de reciprocidad, enLes structures lmentaires de la parent, PUF, 1948, pp. 68-71.10Georg Simmel, Le problme de la sociologie, 1908, en Kurt Wolf (comp.) Georg Simmel 1858-1918,

    Ohio University Press, 1959, p. 320.11 Georg Simmel, Essai sur la sociologie des sens, enSociologie et pistmologie, PUF. 1981, pp. 223-

    238.12

    De G.H. Mead (1863-1931) puede leerse: Lesprit, le soi et la socit, PUF, 1963; the philosophy of thepresent, seleccin de textos presentados por Arthur E. Murphy, University of Chicago Press, 1980, y The

    philosophy of the act, University of Chicago Press, 1938.13Philosophy of the present(1932), University of Chicago Press, 1980, p. 49.14 Esta posibilidad se abre en la medida en que la actividad de un organismo es parte activa de un

    proceso organizado(ibid., p. 82)15 Jurgen Habermas, Thorie de lagir communicationnel, t. II, Pars, Fayard, 1987, pp. 7- 124; De

    lethique de la discussion, Pars, Cerf, 1992.16Vase el artculo de T. Parsons, Interaction en laInternational Encyclopedia of Social Sciences, vol. 7,

    1968, pp. 429-471.17Situated actions and vocabularies of motive, AmericanSociological Review, 6, diciembre de 1940, pp.

    904-913.18Las actas de ese coloquio en el que participaron, entre otros, Dell Hymes, John Gumperz, William

    Labov y Erving Goffman, sern publicadas en un numero especial de la revistaAmerican Anthropologist,

    vol. 66, n 6, diciembre de 1964.

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    19Vase Rod Watson, Le travail de lincongruit, en Le parler-frais dErving Goffman, Editions de

    Minuit, 1989, pp. 83-99.

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    Rituales

    El dialogo que entabla Goffman con Durkheim en Les relations en publices undialogo curioso. Comienza por expresar la preferencia por el acuerdo (s, pero).S, Goffman habla el mismo lenguaje, el de las Formes lmentaires de la viereligieuse. Aun cuando las ceremonias no sean lo que eran, cuando le pedimos lahora a alguien, no nos contentamos con formular una pregunta, hacemos unpedido: nos excusamos de molestar, agradecemos y nuestro interlocutor respondea nuestro agradecimiento. Se trata de una pequea veneracin, comn y cotidiana yesta religin requiere ser explorada.

    Por qu entonces, el acuerdo con Durkheim no es total y dnde se encuentra elpero? Los etologistas, dice Goffman, que saben observar los intercambios demiradas y el lenguaje corporal en un campo de visibilidad mutua, la percepcin delas amenazas y de las alarmas en un territorio, utilizan otro concepto de ritual. Serpreciso pues tratar las formas de la vida religiosa en las sociedadescontemporneas con anteojos bifocales y analizar nuestras devociones con ellenguaje de la copresencia en los espacios pblicos.

    El Durkheim que Goffman retoma es el que recordaba la importancia primordialatribuida por casi todos los cultos a la parte material de las ceremonias,1el quesealaba que la ritualidad generalizada es una ritualidad fragmentada y fugaz: No

    hay religin tan unitaria que no reconozca una pluralidad de cosas sagradas.22Con esta pluralidad se instala si no un relativismo de las formas elementales de lavida religiosa, s, al menos, un juego, un contagio, dice Durkheim, que hace que elcarcter sagrado, lejos de permanecer adosado a las cosas que son marcadas porellas, sea tocado por una suerte de fugacidad. Sea cual fuere el rigor de lasinterdicciones que separan lo sagrado de lo profano, se conjuga con la movilidad delas fuerzas religiosas que nada une a las cosas en las que las localizamos. 3

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    Si la separacin de lo sagrado y de lo profano est afectada por contagios ehibridaciones, es necesario estudiar la experiencia de la confusin de campos, laexperiencia de su ilegibilidad local (la molestia), las pruebas de la creencia y de laconfianza (el descrdito), la vulnerabilidad de los valores (el arte del falsificador).Las sociedades contemporneas hacer circular los valores como su moneda decambio y acentan, con la movilidad de las personas, la de los rituales y de lascreencias que las sustentan.

    Normas de conjuncin y vida pblica

    El ritual es un acto formal y convencionalizado a travs del cual un individuomanifiesta su respeto y consideracin hacia un objeto de valor absoluto o hacia surepresentacin.4

    Luego de haber tomado prestada esta definicin de Durkheim, Goffman destacaen una nota que el trmino ritualizacin es muy empleado en etologa en unsentido derivado que designa, dice, un modelo de comportamiento adaptativo,desplazado de su funcin original, rigidizado en cuanto a su forma y transformadoen seal o disparador dentro de la especie.5

    Para explicar la manera como se combinan estas dos referencias a la sociologade las religiones y a la etologa animal y humana, puede destacarse ya laproximidad de dos conceptos: la convencionalidad, la robustez y el hecho de quela funcin del rito no agota ni sus usos ni su eficacia. De todos modos, queda anpor elucidar la distancia entre la consideracin por lo sagrado y los valores quetrascienden una relacin y las simples normas de conjuncin que rigen demanera inmanente la copresencia banal de dos pasajeros en el metro.6

    Si la etologa aporta nuevas ideas a la sociologa es porque los grupos sociales queella estudia bandas, rebaos, manadas o bandadastienen la particularidad deque sus miembros permanecen en el campo de una percepcin mutua. Lavisibilidad mutua especifica un orden de la vida pblica y, para nuestrassociedades, eso significa que los ritos positivos o confirmativos ms comunes sonlos saludos y las despedidas. El principio fundamental de este orden quiere quecada participante se cuide de destruir la imagen de los otros. Los procedimientosy las competencias de apaciguamiento se reducen todos a esta prohibicinfundamental, a este noli tangereque es la condicin de posibilidad del cara a cara.

    La forma elemental de la violacin es as la ofensa al principio de reciprocidadprctica que rige la vida pblica: una persona debe poder estar segura del tacto yde la probidad del otro para cuidar la imagen y la representacin que tiene de ellamisma.7

    La circulacin de transentes puede as ser descripta como una sucesin dearreglos de visibilidad completamente ritualizados. Por ejemplo, cuando dospersonas estn conversando o manifiestan de una u otra manera que estn

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    juntas, la regla dice que hay que evitar molestarlas al pasar entre ellas y respetaras un espacio protegido de coorientacin. Del mismo modo, cuando se atraviesauna fila, existe un lenguaje corporal que indica a las personas que hacen la cola queuno no busca infiltrarse sino pasar a travs de ella. De esta forma, la fila en tantoorden visible de derechos, permanece inviolada.8

    El orden de la vida pblica (lo que lo distingue de un orden escolar, por ejemplo)es, en principio, el orden del acomodamiento. Acomodamientos espaciales yterritoriales, pero tambin transacciones acerca de un objeto de una naturalezatotalmente distinta de la de un cuerpo o un espacio, como la imagen. Elacomodamiento es un principio del orden espacial de circulacin en el que lafluidez est asegurada por una suerte de disuasin cooperativa pero que tambin seencuentra en el corazn del orden negociado y emerge de los encuentros que exigende cada participante mtodos y procedimientos de justificacin a travs de loscuales cada uno da cuenta de sus actividades delante de los otros, protege suimagen y la del otro.

    Esta doble dimensin del orden pblico orden de circulacin y dejustificacin resume el principio de acomodamiento. Rige los arreglosterritoriales (entre unidades vehiculares o pompas de pertinencia enmovimiento) y remite a la dimensin dialgica de todo ritual: toda prestacinexige una contraprestacin. Aun ms, nos dice Goffman: lo que la etologa aporta aldispositivo clsico del anlisis de los ritos es, junto con la atencin al espacio, lacomprensin del primado de los intercambios reparadores sobre los intercambiosconfirmativos. Esto merece una explicacin.

    Desde el momento en que la copresencia es tratada por s misma, dibuja unasocialidad que se preocupa a menudo ms por despejar la va pblica, por nocrear problemas que por sancionar a los contraventores. Puede pensarse aqu entodas las formas de arreglos que rigen la circulacin de peatones o en las diferentesmaneras de cerrar los ojos en relacin con comportamientos que uno repruebapero que son considerados sin gravedad o respecto de los cuales uno se contentacon sealar su ambivalencia. (Cul es la diferencia entre alguien divertido y unborracho? Entre un chiste verde y un acoso sexual? Cmo distinguir un hinchaferviente de un vndalo consumado?).

    En una sociedad compleja, la desorganizacin social no es ms que eldesmoronamiento de uno de los componentes del todo; pero el todo, no est tanfrreamente integrado como para que por ello se desmorone totalmente.9

    Dicho de otro modo, la sintaxis de las conductas se acomoda a toda una serie dedialectos que se organizan en regiones de significacin discontinuas; por ms quelo que ocurra en esas regiones sea visible, ello no siempre nos concierne. Secomprende entonces que el principio de orden de ese modelo consiste ms encontener los desbordes que en controlar la ejecucin de una regla. El trabajo de lasociedad sobre ella misma no es tanto un trabajo de integracin de individuos y degrupos sino ms bien un proceso de movilizacin que coordina conductas y reparaofensas. An queda por saber, sin embargo, cmo se conjugan el modelo de lacirculacin cuya funcin es la de contenerlos incidentes y el de la justificacin (de

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    la respuesta) destinado a apoyarla actividad ritual. En el primer modelo, repararsignifica restablecer el curso de accin; en el segundo, reparar significa proteger lareciprocidad de las perspectivas y el carcter pblico del orden.

    El valor de la imagen: la calle y la conversacin

    es muy posible que la aptitud general para estar ligado por reglas moralespertenezca al individuo, pero las reglas particulares que hacen de ese individuo unser humano provienen de las necesidades inherentes a la organizacin de losencuentros sociales.

    Qu son esas necesidades inherentes a la organizacin de los encuentrossociales? Puede llegar a decirse que la condicin humana est hecha dedisposiciones interaccionales que van ms all de las diferentes culturas? Es claro,

    en cualquier caso, que la microsociologa ya no est ms tentada por las diversasformas del relativismo cultural: los hombres son parecidos en todas partes, diceGoffman sin dudar, aun cuando la naturaleza humana universal no es muyhumana.10Los hombres son ellos mismos sus propios carceleros y por lo tanto esnormal que sus disposiciones rituales varen. Pero para comprender la fuerza de losrituales no es preciso seguir a las personas en s mismas sino pensar los ritos comodispositivos de socializacin y defiguracin.

    La imagen y el valor de la imagen son los que mejor nos hablan de las formaselementales de la religiosidad. Es indispensable analizar el cara acara, esta dadahumana elemental, para construir el vocabulario de las interacciones. Es difcildisociar en este punto la obra de Goffman de los trabajos que l ha inspirado11y quehan contribuido a sostener empricamente sus conceptos. Por ejemplo, si loesencial de las buenas maneras y de las formas de cortesa se presenta como guaspara la atencin, es posible preguntarse cmo se retiene y cmo se llama laatencin del otro. Todos sabemos que el hecho de manifestar nuestradisponibilidad de escucha afecta el desempeo de un hablante y que todas lasmodificaciones de la mirada del oyente modifican el compromiso de quien habla.Del mismo modo, un hablante normalmente competente, que cuenta una historia,por ejemplo, sabe cmo demorar una frase para sincronizar su produccin con laactividad de quien lo escucha y que, la mayor parte del tiempo, hace otra cosa.Manifestar una orientacin mutua o conjunta es entonces a veces hablar mirando alo lejos (uno comienza a hablar o duda en continuar), a veces dirigir la mirada aldestinatario (uno se apresta a darle la palabra), a veces mirar atentamente, a vecesdejar flotar la mirada (se busca recordar un nombre o una palabra y se esperaayuda), etctera.

    Dicho de otro modo, el programa Durkheimiano de una investigacin rigurosasobre la materialidad de las ceremonias requiere de instrumentos de anlisis de lacomunicacin verbal y no verbal que el anlisis de la conversacin y la etnografade la comunicacin han desarrollado para el estudio de las situaciones ordinarias

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    de cara a cara. Evidentemente, siempre se trata de la imagen, pero se trata menosde su sacralidad simblica que del vocabulario del respeto ordinario.12

    En el universo de la cortesa, en sus usos ordinarios y con la evidencia de lasguas del buen vivir que quieren explicitar sus normas, se presupone un orden delugares y de imgenes. En cambio, y se trata precisamente de lo que las paradojas

    de la cortesa permiten introducir, en todas las situaciones sociales en las que loslugares no son atribuidos de oficio se desarrolla un drama que llamaremos:malestar en la interaccin. Su intriga principal, ya formulada por Durkheim yLvi-Strauss se relaciona con la doble conminacin que deben respetar loshumanos: la persona humana es algo sagrado cuyos lmites no deben violarse y, almismo tiempo, el soberano bien ordena abolir esos lmites y comulgar con el otro.Para obedecer a esas dos conminaciones, para mostrarse igualmente competentedelante de un intruso o en posicin de solicitud frente a un superior, es precisodarse un principio radical (una ficcin diplomtica, dice Levinson), el de laofensa virtual, que se enuncia de la siguiente manera: Considera que siempre hayuna interpretacin de tus actos peor de la que podras imaginar. Esteprincipio de

    la peor interpretacinpuede comprenderse en un universo de manipulaciones y deconfusin en el que el acuerdo reposa sobre la atribucin de intenciones porcualquiera que observa lo que hacemos y, entonces, en ltimo extremo, sobre eljuicio del loco. La cortesa y los ritos de proteccin de la imagen son entonces,disposiciones preventivas contra el travieso genio de las interacciones. No contraaquel que nos engaara sistemticamente, como el travieso genio de Descartes,sino aquel que juzgara al menos con justicia y, por lo tanto, del peor modo. Es poresta razn que el orden de la interaccin se preocupa sin duda menos por la justiciaque por la imagen.

    Pero la fuerza de la ofensa virtual tiene un efecto innegable de desagregacin. Si

    es preciso evitar las molestias y premunirse contra las peores interpretaciones, elderecho a la tranquilidad servir de gua primordial para la atencin. En efecto,podran ponerse uno detrs del otro los anlisis de Simmel sobre el deber dereserva social de los habitantes de las grandes ciudades y los de Goffman sobre laevitacin para elaborar una suerte de carta del privatismo bien temperado en quelos nicos valores sagrados que resistiran a las amenazas inherentes a laexposicin de s, seran la seguridad y la intimidad del hogar.

    Subrayemos que los puntos de contacto entre lo sagrado y la locura eran muydiferentes en Durkheim. La vida religiosa, deca, no puede alcanzar un ciertogrado de intensidad sin implicar una exaltacin psquica que no es ajena a unarelacin con el delirio y no hay representacin colectiva que, en un cierto sentido,

    no sea delirante.13Este modelo del agrupamiento efervescente tiene su traduccinemprica, en Durkheim, en la idea de la masa como una asamblea que mantieneenardecida una pasin comn. Este modelo que describe creencias fuertes,obtenidas por fusin de entusiasmos y vividas por un individuo en comunin yfuera de s, est muy lejos de este entendimiento prctico de la religiosidadelemental, que segn Durkheim organizaba las clasificaciones y los juiciosordinarios y deba mantener, de manera positiva, el curso normal de la vida.14Encambio, en la tradicin pragmatista norteamericana, la efervescencia y la pasin se

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    deslizan a un segundo plano en beneficio de formas de contagio comunicativo delas conductas. Es entonces el rumor el que deviene en fenmeno social emergente,una forma de definicin de la situacin que se sustituye por una visin de las cosasy del mundo que no se encuentra disponible localmente.

    El anlisis de los ritos de interaccin, en la medida en que elige simultneamente

    como terreno de observacin los lugares pblicos y el crculo de la conversacin, seatribuye como programa la exploracin de las formas intermediarias desocializacin que se sitan entre esos dos extremos que son las rutinas comunes dellazo social y el arrebato de las masas, entre el acuerdo unsono y la anomia. En esasformas banales y sin brillo del comercio entre los hombres se conjuganregularmente intensidad y tensiones, incidentes menores y risas liberadoras,olvidos de s y divisiones de s. Esas formas constituyen la consistencia y lafragilidad del lazo social a veces sacralizado y otras profanado.

    No alcanza, entonces, con decir que la microsociologa opera un cambio de escalapasando de las ceremonias instituidas a las pequeas veneraciones de la vida

    cotidiana. La microsociologa destrona la efervescencia y se despoja as de todo elaparato de lo psicolgico que la sociologa naciente heredaba precisamente de esemodelo que consideraba a la masa como una manifestacin del resplandor de laenerga mental. Cuando Durkheim invita a ir ms all de la mecnica mstica delas unciones, de las abluciones y de las comidas que son la materia de los ritosreligiosos, agrega: Esas maniobras materiales no son ms que el envoltorioexterior bajo el cual se disimulan las operaciones mentales. 15 El anlisis de lassituaciones y de las actividades rituales restituye a esas operaciones mentales unamaterialidad social que no es slo mecnica. As, opta por un enfoque msrealista que intelectualista y evita presuponer una transparencia expresiva de loslenguajes rituales que slo beneficia al mbito todopoderoso de las

    representaciones y a una causalidad psquica cuya serie de frmulas explicativas(introyeccin, identificacin, apropiacin simblica) ha hecho que la sociologa notermine de pagar su deuda a los productos mentales.16

    Podra resumirse la maniobra microsociolgica en el campo de los ritualesdiciendo que abandona la masa sin dejar la calle. La calle es un terreno muy alejadode la experiencia religiosa y, si se exceptan las grandes ceremonias que son lasmanifestaciones, ella da lugar a encuentros que estn lejos de organizarse sobreuna pasin comn. En cambio, la calle es el terreno perfecto para la observacinetolgica y etnogrfica de los rituales. En efecto, es un territorio donde lacopresencia y la visibilidad mutua constituyen la estructura y los recursos de lacoordinacin entre actores. Y se trata de un mbito en el que el etngrafo no

    encuentra, en las descripciones que acumula, ni comunidades con sus miembros, nilas categoras de la sociologa tradicional (individuos, colectivos).

    En la conversacin entablada entre el microsocilogo y Durkheim, surge unanueva cuestin: es verdad que toda sociedad supone una organizacin conscientede s que no es otra cosa ms que una clasificacion?17Si aceptamos considerar quela calle es una sociedad, cul es la organizacin consciente de s que mejor seadapta a ella? Y si somos participante autocontrolados, cules son las

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    clasificaciones que ponemos en marcha para contribuir a la definicin de la callecomo sociedad? Cmo respetamos, en esas cimas de lo trivial y de lo profano, lasreglas de la copresencia y el principio de la ofensa virtual?

    Convenciones

    Para responder a este problema, Goffman hizo dos veces este trabajo: el deletngrafo y el del socilogo. Goffman describe detalladamente los ritos en vigor enese sistema de actividades situadas que es una calle y, sobre todo, haproporcionado la frmula de su organizacin social. Desde el momento en que sesustituyen las actividades por los actores y las unidades participativas por losmiembros, el impulso central de los encuentros reside en la coordinacin de lasactividades, es decir, en la accin conjunta. Por lo pronto, el solo hecho de lavisibilidad mutua impone hacer acto de presencia: del mismo modo como en una

    conversacin, los participantes son siempre activos aun cuando no hablen, lostransentes co-pilotean el encuentro y cooperan para hacer que transcurra sinmolestias para ellos y sin daos para la consideracin que deben a los transentescon quienes se cruzan. He ah la razn que explica que la circulacin de peatones,terreno ciertamente familiar pero siempre extico para el etngrafo, sea un terrenoprecioso para el estudio de una sociedad, de sus usos y de sus dispositivos declasificacin:

    A pesar de su mala reputacin, las calles de las ciudades constituyen un marcoen que las personas que no se conocen se manifiestan en todo momento unaconfianza recproca. En las calles, se lleva a cabo una coordinacin voluntaria de las

    acciones en la que cada una de las partes posee su concepcin de la forma desolucionar las cosas, en la que las dos concepciones concuerdan, en la que cadaparte piensa que este acuerdo existe y en la que cada una estima que la otra piensalo mismo. En sntesis, se encuentran all las condiciones estructurales previas de unreglamento basado en la convencin. La capacidad de evitar los choques, no es msque un ejemplo, deriva de ello.18

    El hecho de la coordinacin autoriza al socilogo de las interacciones a concebirlas situaciones que observa como sistemas de actividad. Pero esta coordinacin nodebe comprenderse slo como un efecto de las restricciones sistmicas. Dicho deotro modo, si el socilogo no es simplemente un agente de la circulacin, es porqueconsidera que la coordinacin de las actividades no es posible sin una suerte deconsideracin mnima en relacin con el transente copresente. Si pensara deotro modo, se perdera y se contentara solamente con la regla de evitacin y con lafrmula de los cdigos de circulacin segn la cual la ausencia de choques entre lagente y los vehculos que circulan hacen de la gestin de las interferencias elprincipio de una masa ordenada. Al borde de la metfora, el socilogo deprincipios de siglo propona, del siguiente modo, una teora del orden social:

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    Los miembros de una comunidad ordenada no se apartan de su ruta paraagredirse mutuamente. Y aun ms, cada vez que sus trayectos interfieren, hacen losajustes necesarios para escapar a la colisin y lo hacen segn una cierta reglaconvencional19

    Lo inconsistente en esta representacin del orden social como orden de

    circulacin basado slo en el principio de evitacin es que conduce a un modelosistmico muy pobre, que no dice nada de lo que rige (la tolerancia, el consenso, losarreglos con fines tiles), ni de cmo se construyen las prioridades. En ese modelo,podran manejarse las interferencias sin tener en cuenta la reciprocidad de lasperspectivas. Ahora bien, es imposible hablar de una convencin slo teniendo encuenta el flujo que estudia la gestin de los espacios de transporte. Es precisoconsiderar, adems, que quienes circulan lo hacen como participantes de lasituacin de fluidez o de obstruccin, y disponiendo, adems, de concepcionessobre la forma de resolver las cosas, concepciones susceptibles de sercompartidas o contrarrestadas por otros participantes. De suerte que lasrestricciones rituales se agregan a las restricciones sistmicas, del mismo modo que

    ocurre con la comunicacin elaborada de una conversacin.

    La estructura dialgica de los rituales est presente en todas partes y puedeobservarse entre dos transentes que se cruzan: uno se entrega a alardes deintencin y el otro a un barrido visual. Del mismo modo como una conversacincara a cara supone reguladores (aprobaciones, meneos de cabeza, gruidos) lacopresencia en un espacio de visibilidad mutua reposa sobre intercambiosrecprocos que permiten observar toda la paleta convencional de acuerdos yarreglos o de repulsiones y de reservas inherentes a la organizacin de los usos delespacio pblico.

    Podra decirse a Durkheim que los transentes, participantes ocasionales de esosagrupamientos que se desarrollan en la calle, saben clasificar, pero que clasificancomo los etlogos nos han enseado que hacen los monos: atribuyen intenciones,aprecian situaciones (apariencias normales o situaciones de alarma), percibencoaliciones o colisiones, saben quines, en su campo de visibilidad, van juntos, etc.Se sirven de esas apariencias concertadas, adems para orientarse en su actividad.En pocas palabras, existe un lenguaje de la calle, lenguaje corporal destinado aquien no hace ms que cruzar o al otro generalizado, pero lenguaje al fin.

    La arena simblica

    La estructura dialgica de los intercambios establece un continuo entre laconversacin y la calle. Ms generalmente, el enfoque formal de la vida social queinculcamos a los nios dice que todas las relaciones, importantes o no,prolongadas o momentneas, entre conocidos o desconocidos, mediatizadas o caraa cara, de trabajo o de juego, se tratan como similares y aislables, puesto que sedesarrollan todas en el interior de parntesis rituales.20

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    Esta definicin formal de la arena simblica, inspirada en el modeloconversacional de Simmel, ser retomada por W. Labov para describir los insultosrituales que practican entre s los jvenes negros norteamericanos que,subraymoslo, son tanto prcticas de la calle como conversaciones. Esosadolescentes, y es esto lo que interesa en particular al sociolingista que losobserva, se entregan a concursos de insultos y pullas En qu sentido esosconcursos son rituales y cmo distinguir insultos rituales de insultos personales?Cmo se combinan las referencias a la sociologa y a la etologa en el ejemplosiguiente?21

    El hierro es hierro y el acero nunca se oxidaPero la c. de tu vieja esun verdadero tranva.

    Tu vieja, toma pis,Tu viejo, morfa m

    En principio, el insulto se define en sus consecuencias: a diferencia de lo que

    acontece con un insulto personal, dice Labov, un insulto ritual no es seguido de unadenegacin, de una excusa o de una atenuacin, sino de una respuesta que se calcasobre el insulto que lo precede y que llama a uno nuevo. Este relanzamientotraduce la competencia de los locutores y el hecho de que han comprendido el ludoldico de lo que dicen. Como en la conversacin social de Simmel, lo importantepara los participantes, es que la palabra circule y que el juego contine. Pero paraasentar esta condicin de saber compartido es imprescindible borrar todaambigedad acerca del estatus del insulto. La exageracintiene precisamente porfuncin sealar que lo que se dice no tiene valor de verdad. Las exageraciones, diceLabov, aslan el intercambio de sus consecuencias. Lo extrao y lo extravagantetienen por estatus la preservacin del santuario.22 Finalmente, la audienciadesempea un papel importante: los insultos no son proferidos sobre el modo de laconversacin sino que son lanzados, levantando la voz, como para ser evaluadospor un pblico real o imaginario. Aun cuando el concurso de pullas se desarrolla enausencia de todo pblico, esta condicin de teatralidad es respetada. Ella confirmay refuerza el parntesis ritual.

    De este modo podra decirse: 1) que una pulla abre un terreno en el cual sesupone que se desarrollar el intercambio y se acompaa de otra que puedeinspirarse en ella en el plano formal. Dicho de otro modo, las secuencias del ritualobedecen a una organizacin inmanente ms o menos formal. 2) La presencia deuna tercera parte es necesaria junto con los dos jugadores iniciales. La clausura dela arena simblica se hace, pues, delante de testigos, y el acontecimiento adescribir, simblicamente marcado, es, sin embargo, un acontecimiento pblico

    (un estado de palabras abierto) en el que quien asiste puede transformarse enparticipante. 3) Finalmente, una organizacin formal inmanente, combinada con elcarcter pblico del acontecimiento permite comprender que la forma ritual no seajams una buena manera: su influencia sobre los participantes permanecerelativa y remite a una escala de participacin y de compromiso.

    La nueva alianza del socilogo y del etologista permite ahora al primerocontinuar aun ms. El lenguaje corporal observable en una vereda (o en un andn

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    de metro, un ascensor, un banco pblico) y formalmente aislado por parntesisrituales se conecta con los puntos centrales antropolgicos de todo intercambiosocial, y para el microsocilogo se transforma en un criterio del juicio que aplica alas formas institucionales de control social y a los esquemas explicativos de lasocializacin. La vulnerabilidad de los territorios y de las normas, el hecho de quelos participantes instalen vallas de clausura que cada uno de ellos sabe franquear,la lgica de las circunstancias que ya no deja ms tiempo al testigo para instruir elasunto en curso, la obligacin de pertinencia que conduce a los actores a proceder ainferencias inmediatas, todo esto conduce a una justicia sumaria.23 Pero esprecisamente en este nivel de jurisdiccin que la microsociologa introduce, en elarsenal tradicional de la disciplina, una serie de dispositivos crticos que ponen enduda los enfoques estructurales y su concepcin decorativa de las interacciones.

    Hemos visto que las conductas observadas por el etngrafo del orden pblico nopodan ser consideradas como configuradas objetivamente. Ellas son prefiguradasy transformadas en legibles por los participantes. Esas conductas estn, entonces,dirigidas. En cuanto a las reglas y a las normas, si se admite que no se aplican de la

    misma manera segn los sitios (un mingitorio no es una estacin de tren y lasdisciplinas de la mirada no son las mismas), es preciso admitir que el estudio de losritos deber reconciliarse no slo con la materia sino tambin con el espaciode lasceremonias y dar lugar as a una microecologade las interacciones, tan atenta alas disposiciones interaccionales como a los entornos en los cuales se despliega ellenguaje corporal de los participantes. Procediendo paso a paso, deber partir de loespacial hacia las materias que se le escapan, del espacio personal hasta lasreservas de informacin pasando por la plaza, el espacio til, la excursin, elterritorio de la posesin. La tarea de hacer encajar los territorios y regiones designificacin mezcla lo material y lo inmaterial, lo visible y lo virtual, ndices einterpretaciones. Esta gran mezcla, esta gran hibridacin son precisamente las

    huellas del orden simblico puestas en funcionamiento en una situacin. El voto depobreza original de la sociologa del cara a cara se mantiene en este doble rechazo:no tomar las situaciones como ejemplos decorativos de la lgica estructural ytampoco considerar que la comunicacin que se desarrolla all hace llegar mensajesinmediatamente interpretables en el lenguaje de las estructuras.

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    Notas1Emile Durkheim,Formes lmentaires de la vie religieuse, PUF, 1979, p. 48.2Ibid., p. 57.3Ibid., pp. 455-462.4Les relations en public, p. 73.5Esta definicin est tomada de Julian Huxley: Le comportement rituel chez lhomme et lanimal,

    Pars, Gallimard, 1971.6 o de dos macacos en un mismo territorio. Vase el libro de F. de Waal: De la rconciliation chez

    les primates, Flammarion, 1992. Sobre los aportes de la etologa cognitiva a la sociologa, vase Bernard

    Conein, Ethologie et sociologie. Contribution de lthologie la thorie de linteract ion sociale, Revue

    franaise de sociologie, XXXIII, 1992, pp. 87-104. Recordemos tambin que, para Tarde, la forma sutil y

    civilizada de la conversacin es la laicizacin de las visitas que se hacan al soberano o al superior para

    ofrendar regalos y en las cuales era indispensable intercambiar halagos y agradecimientos protectores.

    De este modo, el origen de la conversacin sera el ruego, aun cuando su forma ms desarrollada la

    empariente con el cantocomo arte de las disonancias y de las armonas. Gabriel Tarde, Lopinion et la

    foule, PUF, 1987, pp. 1-62.7Les rites dinteraction, p. 39.8John Lee y Rod Watson, Regards et habitudes des passants; les arrangements de visibilit de la

    locomotion,Annales de la recherche urbaine, n 57-58, pp. 101-109.9Les rites dinteraction, p. 13.10Ibid.,p. 41.11Por ejemplo, Adam Kendom, Conducting interaction.Patterns of behavior in focused encounters,

    Cambridge University Press, 1990; Charles Goodwin, Conversational Organization. Interaction between

    Speakers and Hearers,Academic Press, 1981.12Para una formalizacin de este vocabulario, vase P. Brown y S. Levinson, Politeness, Cambridge

    University Press, 1988.13Les formes lmentaires, pp. 324-325.14Ibid.,p. 39.15

    Ibid.,p. 599.16VincentDescombes, La denre mentale, Minuit, 199417Les formes lmentaires, p. 633.18Les relations en public,p.32.19E. Ross, citado por Goffman,Les relations en public, p. 21.20Ibid., p. 138.21William Labov,Le parler ordinaire. Minuit, 1978, pp. 223-288.22Ibid., p. 288.

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    23Les relations en public, pp.110-112.

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    Dramas

    El trabajo de figuracin divide los espacios sociales segn un eje derepresentacin. De un lado, la regin de exposicin donde los actores seencuentran bajo la mirada o en presencia de un pblico; del otro, la regin dondese prepararon para la representacin. La metfora teatral propone as una primerafrmula de la organizacin social de la experiencia que distingue dos regiones deactividad: la escena y las bambalinas. Tomemos el ejemplo de un saln deremates. En el saln propiamente dicho (la escena), se exponen objetos cuyo valordepende del trabajo del rematador y de la participacin de los clientes. En latrastienda (bambalinas), esos mismos objetos son preparados, evaluados,arreglados para eventuales compradores. Esta divisin fsica del espacio puede

    complicarse por la actividad y la movilidad de los participantes. Por ejemplo, enciertos momentos dos compradores pueden apartarse a un rincn de la sala paranegociar una transferencia y as transformar su aparte entre bambalinas para losotros participantes. Del mismo modo, entre bambalinas, un amateur conocido oiniciado puede poner en escena su presencia, mostrarse antes de la venta y hacersaber as que el rematador debe contar con l.

    El sealamiento de los espacios puede ser tambin hecho por ciertos equipos.Ciertos salones de subasta han suprimido todos los relojes para hacer saber a susclientes que estn fuera del tiempo y de sus responsabilidades habituales. Ademsde estas medidas destinadas a proteger la arena simblica, la orquestacin y elritmo de la venta organizan el ambiente y mantienen la tensin indicando a cadamomento a los participantes en qu etapa del proceso se encuentran. Al comienzode la ceremonia, el subastador intenta ganar la confianza a travs de algunoscomentarios humorsticos. Se esfuerza por despertar a una concurrencia pocoanimada arrojndole un objeto de valor o la castiga por su apata adjudicandorpidamente un objeto por debajo de su valor. En cuanto a los clientes, participanconstantemente en el juego de la subasta. Saben que estn en escena y debenhacerlo saber: un gesto desafortunado (rascarse la nariz por ejemplo) puedecostarles caro si es mal interpretado por el subastador.1

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    Ese es un ejemplo de lo que puede decirnos el enfoque dramatrgico de unconjunto de actividades instituidas y del ambiente en el cual se desarrollan. Talcomo est expuesto en La prsentation de soi, el enfoque dramatrgico de la vidasocial ha contribuido significativamente a hacer conocer la obra y las hiptesis deGoffman ms all de los lmites acadmicos de la disciplina. Tambin hadespertado un cierto nmero de controversias y de crticas, precisamente porqueha sido percibida como una facilidad retrica, una escritura ciertamente brillantede las prcticas de la vida pblica pero que permaneca tributaria de unaconcepcin instrumental del trabajo de las apariencias.

    Hemos recordado ya lo que este enfoque debe a los trabajo de Kenneth Burke y alas categoras de anlisis dramatista que propone.2 Sin embargo, uno puedepreguntarse cmo hacer coherente el legado Durkheimiano que conduce a lamicrosociologa a estudiar las situaciones de la vida cotidiana como ceremoniasreligiosas con una concepcin de esas situaciones comoescenasque se desarrollandelante de un pblico y en las cuales se atribuye al actor un poder aparentementeestratgico de gestin de apariencias o de recomposicin de imgenes. Dicho de

    otro modo, cul es la razn comn a las devociones de la vida cotidiana y a lo queGoffman llama la comedia de la disponibilidad?

    Ulf Hannerz, al analizar esta parte de los cuentos de Goffman!,3ha resumido eldebate oponiendo dos interpretaciones del enfoque dramatrgico de las actividadesy de la moral que ella nos propondra: por una parte, un actor perpetuamente bajola mirada de una audiencia y, por la otra, un manipulador que intenta dominarimpresiones cuyo inters simblico estara dado por la gestin estratgica de lacredibilidad.

    Es posible escapar a esta alternativa, a la vez psicologista y moralizadora,

    habitual en las filosofas de la autenticidad, haciendo tres observaciones. Laprimera consiste en recordar que la grilla de lectura etolgica, que hace de losrituales manifestaciones de intencin, nos previene contra la psicologizacinsumaria de la vida social y nos invita a mantenernos