Sobre Le Rol de La Imaginación en El Pensamiento Humeano

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Sobre el rol de la imaginación en el pensamiento humeano ¿Qué es la imaginación? La imaginación es una facultad humana que opera en las ideas presentes en la mente en función de principios generales de asociación: semejanza, contigüidad (espacio/tiempo) y causalidad. A diferencia de la memoria, facultad encargada de conservar del modo más preciso posible el orden en que se presentan las impresiones a la percepción, la imaginación prescinde del paradigma inicial de dichas impresiones, reordenándolas o alterándolas si halla en ellas diferencias que permitan su división. Hume señala que, dada las cualidades de la imaginación, esta resulta menos vivaz que la memoria; éste juicio estriba en que la memoria no sólo conserva las ideas sino también parte de las impresiones (el recuerdo nos remite al hecho), mientras que la imaginación puede quedarse únicamente con las ideas (de la memoria), dejando de lado la impresión. A pesar de su curiosa arbitrariedad, la imaginación goza de extrema importancia en el entendimiento humano, especialmente por el sustento que ofrece a la costumbre, decisiva en el pensamiento humeano. La imaginación aparece como parte de una deliberación o reflexión que trasciende la experiencia, esto es, cierta capacidad para lograr inferencias a partir de ideas recurrentes habidas en la memoria que, bajo el supuesto de uniformidad, relacionan las ideas en la mente antes de que aparezcan o reaparezcan en la experiencia inmediata. Pero no sólo la causalidad se funda en los procesos de la imaginación, sino también las creencias, esto porque las impresiones, que otorgan vivacidad a la idea no sólo son de carácter sensible, también pueden derivarse de otras ideas que, dadas ciertas relaciones, encienden las pasiones propias del sentido interno de cada hombre; las ficciones que puede producir la imaginación, en esta medida, pueden favorecer la aparición o vivacidad de algunas pasiones

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¿qué papel cumple la imaginación en el pensamiento de hume? éste trabajo intenta dar un avance en la respuesta de esta pregunta.

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Sobre el rol de la imaginación en el pensamiento humeano

¿Qué es la imaginación? La imaginación es una facultad humana que opera en las ideas presentes en la mente en función de principios generales de asociación: semejanza, contigüidad (espacio/tiempo) y causalidad. A diferencia de la memoria, facultad encargada de conservar del modo más preciso posible el orden en que se presentan las impresiones a la percepción, la imaginación prescinde del paradigma inicial de dichas impresiones, reordenándolas o alterándolas si halla en ellas diferencias que permitan su división. Hume señala que, dada las cualidades de la imaginación, esta resulta menos vivaz que la memoria; éste juicio estriba en que la memoria no sólo conserva las ideas sino también parte de las impresiones (el recuerdo nos remite al hecho), mientras que la imaginación puede quedarse únicamente con las ideas (de la memoria), dejando de lado la impresión. A pesar de su curiosa arbitrariedad, la imaginación goza de extrema importancia en el entendimiento humano, especialmente por el sustento que ofrece a la costumbre, decisiva en el pensamiento humeano. La imaginación aparece como parte de una deliberación o reflexión que trasciende la experiencia, esto es, cierta capacidad para lograr inferencias a partir de ideas recurrentes habidas en la memoria que, bajo el supuesto de uniformidad, relacionan las ideas en la mente antes de que aparezcan o reaparezcan en la experiencia inmediata. Pero no sólo la causalidad se funda en los procesos de la imaginación, sino también las creencias, esto porque las impresiones, que otorgan vivacidad a la idea no sólo son de carácter sensible, también pueden derivarse de otras ideas que, dadas ciertas relaciones, encienden las pasiones propias del sentido interno de cada hombre; las ficciones que puede producir la imaginación, en esta medida, pueden favorecer la aparición o vivacidad de algunas pasiones de acuerdo a las ventajas que su formación proponga. La importancia de estas pasiones se verá patente más adelante con las nociones de aprobación y censura.

De la imaginación a la inclinación natural Aunque el papel de la memoria es relevante porque de ella se vale también la imaginación, es esta última la que “completa” lo que la experiencia no alcanza. Sin embargo, esta característica “de relleno” si se quiere, trae consigo dificultades importantes; surge la pregunta de si el conocimiento humano corresponde más a la ficción que a la realidad, dado que se entienden las ficciones como lo contrario a lo real o lo falso, reduciendo el entendimiento humano a estas denominaciones también. Hume considera que sólo puede hablarse con certeza bajo la autoridad de la experiencia y pone de manifiesto, en relación con lo dicho, las dificultades presentes en los que denomina ideas abstractas. Considera, en desarrollos posteriores, que la idea que el hombre tiene del Yo obedece más a una ficción que a una realidad por ejemplo, dada la ausencia de una impresión que le funde. El asunto es, que dentro de los atributos o procesos destacados de la imaginación está aquel que corresponde a la idea de la existencia de los objetos o la continuidad del Yo

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y los demás objetos externos en ausencia de un espectador. ¿Son estas ideas irreales? Y si es así ¿todos los fundamentos epistemológicos del hombre, en la medida de que están mediados por la imaginación, lo son igual? La respuesta adelantada sería: necesariamente. El objetivo de éste trabajo es mostrar que Hume ofrece una salida a éste dilema, apelando a la naturaleza del hombre: cada individuo posee ciertas disposiciones naturales que le disponen de cierta manera a actuar, así como a asentir o disentir en función del placer. El giro ahora parece obedecer a una suerte de naturalismo que predetermina de cierto modo al hombre. Es un hecho, que todo hombre puede aceptar sin problemas, que no se asiente de igual manera en todos los casos y esto ocurre de modo afortunado, tal vez, porque si el hombre obedeciera a todas las producciones de la fantasía, sin reprochar ninguna, el absurdo sería una constante y la razón desaparecería sin más. Pero no puede decirse, y vale la aclaración, que no se ha incurrido en falsas creencias o ficciones absurdas y, por ello, no está mal andar precavido. Los contrafácticos son fantasías que han servido al hombre para expandir su conocimiento, borrando las fronteras de la sensación para lograrlo, pero el problema parece cada vez más grueso al admitir que si se parte de fantasías para determinar las dimensiones del conocimiento. En la última sección del primer libro del Tratado, Hume se muestra melancólico ante sus diversas limitaciones que parecen condenar su investigación, obligándolo a resignarse con un “barco agrietado” destinado, aparentemente, al naufragio. Pero nota que ciertas inclinaciones aperan en el hombre y considera que dichas disposiciones, dadas por la naturaleza pueden ser la cura de su melancolía: “si debo ser un loco, como lo son ciertamente todos los que razonan o creen en algo, mis locuras deben ser por lo menos naturales y agradables” (HUME, pág. 202). El trabajo de Hume ofrece todo un proceso filosófico, en el tránsito se vislumbra un método y los razonamientos constituyen, según parece, la prueba y el error que toda investigación filosófica comprende. Ahora, con la idea de las inclinaciones naturales, se reescribe la naturaleza humana. Antes, la imaginación, entendida como una facultad, ofrecía sustento y apoyo a la naturaleza del entendimiento; pero con el dilema de la posible ilusión que podía llegar a ser el conocimiento del hombre aparece un nuevo aspecto, que no parece ser una facultad, es, más bien, una propensión que opera como una determinación a obrar de acuerdo a inclinaciones. El asentimiento y la censura vienen, según aclara Hume, de la coincidencia o no coincidencia entre la inclinación y la razón, agregando que las creencias son favorecidas por dificultades a la hora de pensar de otra manera. Hume termina su exposición naturalista afirmando que el origen de su filosofía radica en tales disposiciones y que siendo consecuente con ellas logrará conseguir el placer que la naturaleza le otorga por obedecer sus propensiones. No parece descabellado afirmar, partiendo de lo dicho, que el lado bestial del hombre, su parte animal impera a tal punto, que la misma razón, que suponía una distinción, se ve relegada a éste instinto o tendencia natural. Es por ello que ahora parece haber un fundamento nuevo que puede derribar, por lo menos parcialmente, la duda sobre las ficciones de la imaginación, porque si los hombre actúan de acuerdo a ciertas disposiciones

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naturales puede soportarse la idea de que muchos de los procesos de la razón o la imaginación están influenciados de tal modo que en sus resultados o investigaciones puede palparse un fundamento real. Tal vez, la última afirmación sea acelerada, las observaciones de Hume parecen orientadas más hacia el hombre y sus maneras de comprender el mundo que le circunda. Pero cabe la pregunta de si, esta nueva premisa en aporta un nuevo criterio de verdad o sólo define un marco de acción, por qué no, adaptado a una ficción1. Alguien podría preguntarse si esta propensión nueva obedece también a las condiciones precedentes, es decir, que para ser considerada debe poseer una impresión. Para este caso Hume relaciona dicha inclinación con una serie de sentimientos y parece ver que su existencia es evidente y demostrable empíricamente2.

Bibliografía

HUME, D. (s.f.). www.dipualba.es. Obtenido de http://www.dipualba.es/publicaciones/LibrosPapel/LibrosRed/Clasicos/Libros/Hume.pm65.pdf

1 El mismo Hume dice que si se puede pensar es posible.2 Esta explicación puede verse mucho mejor en el Tratado sobre los principios de la moral de Hume donde, siguiendo éste razonamiento, propone una moral natural fundada en una inclinación y caracterizada en la obra por los sentimientos morales.