Sobre Puntocero · derecho de vida y muerte sobre su población cautiva, y que, según...

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Sobre Puntocero

Bajo la conducción de Ulises Milla, director de la reconocida Editorial Alfa, este nuevo sello

promete crear un perfil más actual de lectores y escritores: ágiles, entretenidos, diferentes.

“Nacemos para publicar a las nuevas voces de Hispanoamérica; queremos cambiar el

panorama editorial venezolano con un diseño contemporáneo, contenidos universales y un

circuito de distribución regional que abarca Colombia, México, Chile, Uruguay y Argentina,

además de Venezuela”, asegura Milla, quien adelanta que en los próximos meses veremos

nuevos títulos de otros jóvenes autores.

Puntocero preparó cuatro títulos para su lanzamiento, dos de los libros son de ficción y están

escritos por los narradores Lucas García y Leo Felipe Campos, y dos de no ficción, escritos

por la periodista de TalCual Patricia Clarembaux y el biólogo uruguayo Aramís Latchinian,

experto en temas ambientales.

Con un nuevo concepto, Puntocero busca incorporarse al flujo de información global y para

distanciarse de la concepción clásica de otras editoriales, agrupará contenidos de ficción y no

ficción en un línea continua de publicaciones, sin encasillar sus títulos en colecciones

temáticas. Con un formato cómodo y una presentación gráfica actual, Puntocero pretende

conformar un catálogo de autores contemporáneos y lecturas cosmopolitas, que mezclen una

prosa depurada y un contenido entretenido y audaz.

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El Nacional

02 de Octubre de 2009

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El Nacional

03 de Octubre de 2009

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Últimas Noticias

04 de Octubre de 2009

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El Mundo

05 de Octubre de 2009

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Tal Cual

06 de Octubre de 2009

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Libro cuenta el drama de cárceles venezolanas, las "más violentas de América"

viernes, 09 octubre | 1:00 PM

Armas, drogas y homicidios tras los muros es lo que la periodista venezolana Patricia Clarembaux

recoge en su libro "A ese infierno ya no vuelvo", que cuenta el drama de las cárceles venezolanas, "las

más violentas de América".

En los 31 centros penitenciarios que albergan a

unos 24.360 presos murieron 422 reclusos en

2008, lo que convierte a Venezuela en el país

del continente con más muertes violentas

intramuros, según datos del Observatorio

Venezolano de Prisiones (OVP).

Afirma el Observatorio que el número de

muertes violentas en las prisiones venezolanas

superó en 2008 las que hubo en todas las

cárceles de México, Brasil, Colombia y Perú

juntas, y si se amplía la muestra a los últimos

diez años, se alcanza un total de 3.664 asesinados.

Desde las páginas del periódico "Tal Cual", Clarembaux se dedicó durante tres años a denunciar el

horror en el que "sobreviven" los presos de su país, totalmente "olvidados por el Estado", que les

condena a vivir en "condiciones infrahumanas".

Cárceles hacinadas, sin paredes, en las que se acumulan la basura y los excrementos, en las que los

presos están mejor armados que los guardias que los custodian y en las que se puede conseguir

cualquier droga fue lo que se encontró la periodista.

"Los penales convierten a los privados de libertad en seres imposibles para la sociedad ya que en lugar

de rehabilitarlos les dan herramientas para ser mejores delincuentes", explica en una entrevista a Efe

Clarembaux, quien nunca se refiere a ellos como presos para "no ofenderlos" y "humanizarlos".

Según la periodista, la causa principal de esta situación proviene de fuera de los muros, de una

sociedad en la que muchos niños crecen en los barrios sin figura paterna, con madres que no pueden

prestar atención a su educación por trabajar todo el día y en los que los delincuentes son el patrón

ejemplar.

"En los barrios de Caracas la figura del malandro (delincuente) es un héroe al que quieren imitar

cuando sean mayores", añade, razón por la que pueden, por delitos menores, acabar compartiendo

celda con asesinos o violadores ya que los presos en Venezuela no están clasificados por sus crímenes.

Ultimas Noticias

9 de Octubre de 2009

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En los centros de reclusión, el Estado es una mera figura administrativa sin funciones reales que tiene

que negociar todo lo que hace con los líderes de la prisión, conocidos como "pranes".

Clarembaux los compara con la junta directiva de una empresa, que toma las decisiones que acatan el

resto de los trabajadores e incluso el director del centro, que "no puede hacer nada sin conversarlo con

ellos porque puede provocar una masacre".

En las cárceles circula "mucho dinero, mucha droga y muchas armas" (sólo en 2008 se requisaron

2.148 según OVP) por los negocios "entre presos y con autoridades", lo que las convierte en "mafias

muy duras" donde los líderes concentran una gran cantidad de poder y recursos.

Sin embargo, la periodista defiende que los pranes también son los que dotan de programas de

actividades a sus centros, mantienen el orden y solucionan problemas como la basura o los conflictos

internos.

Por el contrario, son los centros más populosos, en los que hay varios pranes, los más violentos ya que

la prioridad es "imponerse unos sobre otros" y de allí resultan la mayoría de las muertes intramuros,

destaca.

Sin embargo, lo que más impactó a Clarembaux en sus sucesivas visitas a los distintos penales del país

fue el mundo de "las brujas", presos que defraudaron la confianza de alguien y a los que nadie quiere

recibir.

Un mundo que, según ella, es "en blanco y negro" y lo protagonizan "los hombres más tristes que

jamás haya visto".

Ni siquiera la religión sirve para redimir a este sector, ya que los evangélicos, que tienen pabellones

especiales y que son las personas más respetadas dentro de los penales, exigen verdaderas pruebas de

fe para aceptar a sus miembros.

Clarembaux aclara que jamás entraría en un penal sin la compañía de evangélicos, que "caminan por

cualquier pabellón o celda, se abrazan a todos y son respetados" a diferencia de los católicos, que "no

tienen ninguna credibilidad" en las cárceles.

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El Mundo

19 de Octubre de 2009

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Tal Cual

20 de Octubre de 2009

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Un editor celebra con escritores

El mundo editorial vuelve a ser motivo de otro encuentro social, esta vez el anfitrión fue Ulises Milla,

director de Editorial Alfa y conductor de Ediciones Puntocero, nuevo sello que promete crear un perfil

contemporáneo de lectores y escritores. Para dar a conocer esta propuesta se presentaron cuatro

novedosos títulos: Payback, de Lucas García; Sexo en mi pueblo, de León Felipe Campos; A ese

infierno no vuelvo, de Patricia Clarembaux y Globotomía, de Aramís Latchinian.

La presentación tuvo lugar en la terraza del mercado de Chacao, donde hubo palabras y felicitaciones

de parte de los invitados. Se brindó por el éxito de la distribución, que incluye Colombia, México,

Chile, Uruguay, Argentina y Venezuela, así como por los nuevos autores.

Fotos: Eduardo Fuentes

Carolina Saravia, directora de Editorial Alfa;

José Antonio Blasco y Anna Monge

El editor Ulises Milla con los autores de los

primeros títulos: Aramís Latchinian, Lucas García,

Patricia Clarembaux y Leo Felipe Campos

Aymara Lorenzo y Guillermo Suárez con dos

jóvenes escritores: Albinson Linares y

Salvador Fleján

El Universal

21 de Octubre de 2009

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Tal Cual

07 de Noviembre de 2009

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Frontera

07 de Noviembre de 2009

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Todo en Domingo

10 de noviembre de 2009

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El Librero

18 de noviembre de 2009

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Últimas Noticias

02 de diciembre de 2009

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Elio Gómez Grillo: El infierno de Patricia

Cuando uno ter mina de leer este libro, ha logrado el

conoci- miento cabal, sensorial, de lo que es una

cárcel venezolana. Es decir, la ha tocado, visto, oído,

gustado y olfateado. La ha sentido, porque la ha

respirado.

Este libro, que acaba de aparecer, se llama "A ese

infierno no vuelvo" (Ediciones Puntocero, Caracas,

2009) y lo ha escrito la joven y bella periodista

Patricia Clarem- baux. Lo único objetable de la obra,

es su título, pues Patricia sí debe volver a ese infierno

para seguir contándonos las cosas de este

ignominioso averno nacional.

La primera y gran virtud de este libro, es que él es testimonial. Su autora es testigo presencial de todo

cuanto consta en estas páginas, porque ella ha realizado "un viaje a las entrañas de las cárceles

venezolanas", como subtitula la obra, ha visto cuántas miserias sin grandezas- hay que ver en ellas y ha

conversado con los protagonistas, sean reclusos o autoridades.

Por eso ofrece la imagen fiel y escalofriante de lo que conoció: Corrupción, ociosidad, armamento,

drogas, argot, comidas, hacinamiento, retraso procesal, extorsión, visitas, requisas, condiciones de

vida, soledad, violencia, muerte...

La misma Patricia es una "explicación necesaria" preliminar, asienta que "las cárceles venezolanas me

quitaron el sueño, el apetito y hasta el equilibrio emocional... los internos aseguran que de las prisiones

salen convertidos en monstruos, en seres salvajes... La vida es la calle transcurre como si nada pasara

detrás de las rejas, como si los privados de libertad no existieran". (p. 12).

Pocos libros como éste han sido publicados en Venezuela. Se trata de un documento periodístico

objetivo y veraz que ofrecer la imagen real de nuestros penales. Quien quiera conocerlos, que lea estas

páginas.

Últimas Noticias

09 de diciembre de 2009

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Con los días contados

En su libro A ese infierno no vuelvo, Patricia Clarembaux explora el mundo de las cárceles venezolanas

Por: Mario Szichman/Especial para TalCual

Miami.- Cuando a Auguste Rodin le criticaban la forma en

que había diseñado los ojos en una escultura, él corregía el

error sin tocar los ojos. Tal vez usaba el cincel para reducir

o ampliar el tamaño de la nariz, o cambiaba el contorno de

las cejas, o abultaba las mejillas.

Y gracias a esa técnica, cambiaba la forma de los ojos. Si

alguien quiere saber qué anda mal en Venezuela, puede

aplicar la técnica de Rodin: en lugar de cincelar a los seres en libertad, puede tallar la vida de los seres

encerrados.

Y un excelente lugar para empezar es A ese infierno no vuelvo, de Patricia Clarembaux (Ediciones Puntocero,

2009). Gracias a ese libro, el lector podrá descubrir todo lo que anda mal en el país de la Revolución Bonita.

Clarembaux señala que de acuerdo a las últimas estadísticas, hay 16.808 procesados y 7.552 reclusos en las

cárceles venezolanas. Un procesado es aquel acusado de un delito que no ha sido condenado por organismos

administradores de justicia.

Un recluso es aquel que ha recibido una sentencia firme, y está cumpliendo su condena. Eso indica que casi un

70 por ciento de la población penal integrada por procesados está en el limbo, ignorando qué sentencia recibirá

por su delito.

Y esa situación no se resuelve en semanas. Puede demorar años. La autora menciona casos de presos que

aguardan desde hace seis años a ser condenados. Y en ese lapso, las cárceles se convierten en escuelas muy

superiores a la regenteada por Monipodio, ese esteta del robo que enseñó su técnica a Rinconete y Cortadillo.

Los parámetros penitenciarios indican que los procesados no pueden coexistir con los penados, dice

Clarembaux. Pero nadie hace caso a esa norma.

Del mismo modo, “los detenidos en prisión preventiva deben estar separados de los condenados y los jóvenes

de los adultos, así como los presos por delitos civiles deben estar confinados en espacios distintos a quienes

incurrieron en infracciones penales.

Nada de eso ocurre en Venezuela, donde un preso imputado por robo es internado en la misma celda de otro

culpado por homicidio intencional calificado”.

Tal Cual

15 de diciembre de 2009

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La incertidumbre procesal se combina con la coexistencia de presos de diferentes categorías y con la

corrupción en la administración de justicia para ir creando la cultura de la arbitrariedad.

Si a eso se suma que la mayoría de las prisiones son controladas desde adentro por bandas armadas con

derecho de vida y muerte sobre su población cautiva, y que, según declaraciones a la autora de ex funcionarios

y de presos, muchas de las armas son vendidas por miembros de la Guardia Nacional, se tendrá una idea del

infierno en que viven los detenidos.

Los monarcas de esas cárceles son los pranes, delincuentes de prestigio que administran justicia y prebendas de

manera omnímoda, aunque no disfrutan de la reelección indefinida y en ocasiones cometen un error que les

cuesta la vida.

Y Clarembaux, que sabe narrar historias, va trazando personajes que merecerían un tratamiento

cinematográfico, como es el caso de “Jesús Gregorio” (seudónimo de un pran real).

En sus modales y en sus monólogos, Jesús Gregorio es un rotundo ser de carne y hueso, todavía preocupado

por los compañeros que dejó en prisión (“No puedo dejar que tomen malas decisiones”, dice a la periodista.

“Los tengo que orientar”).

Además, Jesús Gregorio tiene la virtud más importante de un caudillo: sabe desconfiar de las personas que se

han ganado su confianza. Y por eso, cuando estaba en prisión, solía poner a esas personas a prueba.

“Por ejemplo”, dice Jesús Gregorio, “alguien que siempre te dice que todo lo que tú haces es perfecto es

alguien en quien yo no confío”. Y para colocar al futuro traidor en evidencia, es necesario “ponerlo en

situaciones extremas”, tentarlo “para conocerlo”.

Combinando las austeras y amañadas estadísticas con la realidad, y la ficción institucional con la verdad

carcelaria, A ese infierno no vuelvo va desnudando un submundo que es el retrato en negativo del mundo que

circula de la prisión hacia afuera.

Un submundo donde las buenas intenciones son socavadas por una cultura penitenciaria de violencia incesante

y que se auto perpetúa gracias a la complicidad institucional. Miguel Ángel Morales, ex director de la cárcel El

Rodeo II, señala amargamente que sólo pudo ejercer su cargo durante tres meses pues “las mafias no me

dejaron hacer mi trabajo. Están en la Guardia Nacional y dentro del propio ministerio de Interior y Justicia. El

régimen se ha perdido por culpa de las propias autoridades”.

Y entre tanto, una enorme población de presos sigue viviendo precariamente entre rejas, sin esperanzas y sin

valores para enfrentar la libertad. Tal vez la mejor síntesis de esa situación la ofreció un detenido, quien señaló

que si vuelve al mundo de “los de afuera”, su intención es “tener puros amigos malandros”.

Con amarga filosofía, el procesado dijo: “Acá uno tiene los días contados. En cualquier momento te pueden

volar del mapa por cualquier equivocación que cometas, pero entre todo, sabes que no hay persona más fiel

que un malandro”.