socialismo_siglo_XXI

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socialismos de siglo xxi

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a construcción de una nueva democracia recu- pera la condición de si- nónimo de socialismo y democracia como gobier- no del pueblo, por el pue- blo y para el pueblo, en-tendiendo que el ser humano, como animal racional, busca construir históricamente su sentido sobre la base de lo que se identifique con la verdad, la bondad y la belleza de cada momento.

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a construcción de unanueva democracia recu-pera la condición de si-nónimo de socialismo ydemocracia como gobier-no del pueblo, por el pue-blo y para el pueblo, en-

14. A modo de resumen:socialismos del siglo XXI(la interminable búsquedade la verdad, la bondad y labelleza)190

Requiere más coraje la alegría que la pena. A la pena, al fin y alcabo, estamos acostumbrados.

Alfredo Zitarrosa

Somos alegría, somos mayoría.Consigna de marchas populares Latinoamericanas

Aquellos que primero inventaron y después nombraron las conste-laciones eran narradores. Trazar una línea imaginaria entre raci-

mos de estrellas les otorgó imagen e identidad. Las estrellas tejidasen esa línea fueron como los sucesos tejidos en una narración.

Imaginar las constelaciones no cambió las estrellas, por supuesto,ni el vacío negro que las circunda. Lo que cambió fue la forma en

que la gente leyó el cielo nocturno.John Berger

tendiendo que el ser humano, como animalracional, busca construir históricamente susentido sobre la base de lo que se identifiquecon la verdad, la bondad y la belleza de cadamomento. La verdad, la bondad y la bellezano son construcciones nuevas, sino que vancondensando sucesivamente experiencias an-

190 Estas reflexiones vienen creciendo desde el artículo inicial Socialismo del siglo XXI: modelo para armar y desarmar, publicado en larevista venezolana Question, en agosto de 2005. Posteriormente volvió a ser repasado en algunas de sus partes para el artículo Verdeizquierda desbordante: propuestas para un socialismo posmoderno, en Ángel Valencia, Izquierda verde, Barcelona, Icaria, 2006.

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teriores, reformulándolas, desechando aspec-tos, inventando otros nuevos, manteniendootros. Los seres humanos, pues, nunca parti-mos de ninguna hora cero. Muy al contrario,nos resistimos a perder los peldaños de eman-cipación alcanzados y recordados, aunque noes menos cierto que han existido momentosen donde no peldaños, sino tramos enterosde la escalera han sido retrocedidos. Los ma-yores retrocesos tienen que ver con la pérdi-da de la memoria que sucede a la pérdida dela batalla. Pero la noticia de los levantamien-tos de esclavos produjo levantamientos deesclavos; la noticia de las luchas campesinasgeneró luchas campesinas; las historias deresistencia a la ocupación de los conquista-dores levantaron más resistencias contra losconquistadores. Los que son negados siem-pre están moviendo la Historia alentados porconstruir lo que piensan que podrían tener siotros no se lo usurparan.

El siglo XXI incorpora mucha informaciónque pertenece ya al código genético de lasreconstrucciones de la democracia. La socie-dad de la información también opera dandocuenta de las luchas de ayer, de las derrotasy también de las victorias. Israel recuerda elHolocausto para que no se repita, y Palestinay Líbano recuerdan las agresiones de Israel,denominándolas, con especial suspicacia ymemoria, nuevo genocidio. En Irán se recuer-dan las sucesivas traiciones que Inglaterra yEstados Unidos cometieron y que desembo-caron en la dictadura del Sha. América Lati-na recuerda las más de cien ingerencias nor-teamericanas en el continente, de la mismamanera que recuerda el ejemplo de Zapata,de Sandino, de Gaitán, del Che Guevara, deSalvador Allende o la resistencia cubana albloqueo. La Europa del Este tiene aún frescala tutela, a menudo militar, de la Unión So-viética, en Berlín, en Hungría, en Praga, enPolonia, de la misma manera que Rusia,Ucrania, Bielorrusia y los demás territoriosde lo que fue la URSS recuerdan los veinte

millones de muertos de la Segunda GuerraMundial. Japón recuerda los bombardeos deHiroshima y Nagasaki, y China recuerda lainvasión japonesa de su territorio. TambiénAlemania recuerda los bombardeos de casti-go y la destrucción total de Dresde, al igualque en Indonesia se recuerda el asesinato de500.000 izquierdistas por la dictaduraproamericana de Suharto. Armenia no olvi-da el genocidio turco, de la misma maneraque en Camboya no se olvida el genocidio delos jemeres rojos. Los vietnamitas, que nece-sitarían 60 Muros como el del Memorial Centerde Washington para escribir a sus caídos enla guerra, no olvidan el genocidio norteame-ricano. México se acuerda de la pérdida desu territorio en manos norteamericanas,mientras Estados Unidos se empeña en re-cordar las 2.863 muertos del 11-S. África re-cuerda la esclavitud y el racismo y el colonia-lismo y el apartheid y las guerras inducidaspor el Norte para seguir obteniendo las ma-terias primas. Los laicos recuerdan el amablecomportamiento de la Iglesia católica con elfascismo, y los salvadoreños recuerdan a losjesuitas asesinados por los escuadrones de lamuerte. La democracia española recuerda loscuarenta años de dictadura franquista, aligual que Chile se acuerda de Pinochet, Ar-gentina de Videla y Massera, Paraguay deStroessner, Brasil de los militares gorilas. Ytambién hay olvidos que se suman al recuer-do con más recuerdo, como si no se hubieraaprendido nada: la guerra de Yugoslavia; lasguerras tribales, religiosas o económicas enÁfrica o en Asia, la invasión de Irak…El si-glo XX lega mucha memoria y esa memoriava a formar parte de la reconstrucción de lademocracia en el siglo XXI. Bastaría con te-ner fresca la memoria para que la democra-cia se acercara a formas más profundas, másavanzadas, más tolerantes, igualitarias, pa-cíficas, ecológicas.

Ahora bien, esa democracia, ese socialismo,tiene nuevos contornos. Como se ha venido

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explicando, la fase de transición en que vivi-mos, más la ruptura de las lógicas lineales ysimples, dificulta perfilar los contornos delfuturo. Frente a la tradicional desmesurahumana, es tiempo de prudencia. Por eso, elnuevo socialismo sabe muy bien de lo quehuye, y, modesto, se conforma con caminar,paso a paso, en pos de la abolición de cual-quier tipo de traba que frene la emancipa-ción humana. Cada paso que huya del capi-talismo y consiga reconstruir una nueva ra-cionalidad económica, va en el buen camino.Al igual que cada devolución exitosa de po-der desde el Estado al pueblo. De la mismaforma que la superación de la lógicaproductivista, colonial, patriarcal y utilitaristade la Modernidad, transformada en un pen-samiento emancipador que no acepte comoobvia ni como inevitable la falta de libertad.

Por todo eso, hablaremos de socialismos y node socialismo. Por todo esto, no habrá otra for-ma de crearlo que a través de un diálogo in-terminable. Si es cierto que es tiempo de diálo-gos quijotescos y no de monólogos hamletianos,he aquí propuestas para mantener vivo el diá-logo desde una utopía concreta. En un brevecuento de Betinho, un pequeño colibrí regresaa coger una gota de agua del río para echarlaen el fuego. Los demás animales, que habíanhuido despavoridos, le increpan incrédulos«¡eso no sirve para nada!», a lo que el peque-ño colibrí contesta contundente: yo estoy ha-ciendo mi parte. He aquí mi modesta aporta-ción a este urgente debate.

1. El socialismo del siglo XXI debe, comopautas previas a toda discusión, encontraruna nueva definición de la naturaleza hu-mana que no se base en falsos supuestosde bondad o maldad, e, igualmente, debeseñalar e interpretar el momento históricoy geográfico desde y para el que habla.

La noción de límite es aún más evidente en elsiglo XXI. El segundo principio de la termo-dinámica -la tendencia a la entropía en lossistemas cerrados- se sabe válido tanto parael mundo de la naturaleza (todo tiende aldesorden y al enfriamiento térmico), comopara el mundo social (siempre hay conflictosbuscándose la plena inclusión social), y el in-dividual (la psique humana, como dijeraFreud, tiene pulsión de muerte, cuya razónde ser es lograr el descanso frente a la angus-tia del fin inevitable). Todos los cuerpos vi-vos pierden energía pero, a cambio, recibenla información necesaria para buscar solucio-nes a esa pérdida de energía (arroparse, be-ber, comer, dialogar). No convertir esta in-formación en neguentropía, es decir, en cons-tructora de orden, es condenarse al enfriamien-to, a la muerte térmica (algo válido para unanimal, un ser humano, una pareja, un régi-men político o un partido).

El ser humano es una animal que, parapoder perseverar en su ser, se halla en unabusca permanente de sentido. En cualquierotro ámbito es igualmente válido que todo loque es lucha por desarrollar su ser. Si a loshombres y mujeres se les permite desplegarsus potencialidades, tienden a ser en toda sucapacidad, otorgando a su vida sentido, pen-sándose, haciendo de su paso por la vida unareflexión marcada constantemente con el es-tigma de la finitud191. Esa voluntad de super-vivencia es lo que nos permite hoy, vivos comoespecie, seguir pensándonos a nosotros mis-mos, y, de ahí, reconstruir permanentemen-te los lazos sociales. De lo contrario, con todaprobabilidad habríamos desaparecido comoocurrió a otras ramas de homínidos (losneandertales, menos evolucionados que loscromagnones, se extinguieron pese a que yaenterraban a sus muertos, curaban a sus he-ridos, comerciaban, tenían ceremonias ritua-

191 Incluso el suicidio, cuando es una opción libre, es una apuesta por ser frente a circunstancias que, se entiende, denigran la vida.

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les y construían herramientas). Es en nuestracondición racional integral en donde reposanuestra presencia en el mundo.

En el caso de los humanos, esa perseveranciaen el ser significa que, como homo sapiens,utilizaremos nuestra inteligencia para: (1)sobrevivir accediendo a alimento, vivienda,vestido, agua, etc., y reproducirnos; (2) nomatarnos entre nosotros; (3) lograr un buenvivir gracias al excedente social; (4) suminis-trar remedios simbólicos para burlar la muerte(religiosos o de cualesquiera otra condiciónsiempre que sirvan para la construcción desentido). Visto en contrario, nadie elegiría elmal vivir si pudiese escoger una alternativa.Sabemos que sin castigo no fue posible la es-clavitud, de la misma forma que toda formade opresión ha necesitado formas de repre-sión. Allá donde prime la participación detodos los miembros de una comunidad nopueden existir permanentemente normas queimpidan a todos y cada uno ese buen vivir.Puede haber alianzas o presiones para quealgunos sacrifiquen su vida en servicio deotros. Pero, para que esa dominación no ter-mine, a los sometidos no se les dejará opinarsobre su sujeción. Por eso, en situaciones dedesigualdad, los «menos» –privilegiadossiempre han negado la participación a los«más» –sometidos-. La grandeza legada porel mundo griego a la humanidad supuso pre-cisamente una igualación en la plaza públi-ca que desde entonces pertenece a lo másgenuino de la palabra democracia.

La principal certeza del ser humano es quesu existencia es finita. Su principal cometidoen esta vida, angustiado por este destino, esburlar la muerte. La tensión lleva a que esteproblema se solucione de manera colectiva.Primero, en términos de organización mate-rial de la vida (la división técnica del trabajoque permite un uso más eficiente de los re-cursos al crear la especialización). En esteámbito, la vida colectiva garantiza alimento,

cobijo, reproducción, y todo esto según losparámetros de lo que es esa comunidad sedefina como «vida buena». En segundo lu-gar, en forma de organización política (el usode la violencia pasa a pertenecer a la colecti-vidad o a su representación y no puede usar-se arbitrariamente por nadie). Por último, enforma de organización cultural (todos los se-res humanos participan de alguna forma detrascendencia, de la creencia en algo que nossupera como seres humanos particulares). Laúnica manera de no morirse que tiene el homosapiens es disolverse, de alguna manera, enalgo que permanezca. Una vez solventadoslos problemas materiales inmediatos, una vezgarantizada la paz tanto en el grupo comofrente a otros grupos, restan los «remediossimbólicos». Tradicionalmente ha sido la reli-gión la que ha ofertado esa reducción de an-gustia, pero también sirven la nación, la fa-milia, la memoria colectiva, la identidad cul-tural o la construcción de un sentido trascen-dente que se comparte.

Esas formas de trascendencia configuran lasformas de lo sagrado y se resumen principalmen-te en la verdad, la bondad y la belleza (frente ala falta de permanencia y finitud de sus opues-tos, la mentira, la maldad y la fealdad). Estostres elementos, encarnados en un dios o creen-cia, en la nación, en una ética o moral, en larevolución, en un clan, en el apellido y los hijos,en la solidaridad o en la memoria que las gene-raciones siguientes tengan de uno, pertenecena lo más íntimo del ser humano. Por estos prin-cipios se muere y se mata. Por eso, quien creeque defiende cualquiera de estas formas de losagrado cree que forma parte de una razón su-perior que orienta la marcha de la humanidad.No deja de llamar la atención que, con frecuen-cia, aquellos que menos permitían a la mayoríavivir siempre mantenían el monopolio de la or-todoxia religiosa.

Trascender, por tanto, es el principal objetivode los seres humanos toda vez que pueden

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dejar de pensar en sobrevivir (en otras pala-bras, cuando hay excedente social y no sededica todo el tiempo y el esfuerzo a la merareposición de energías). La política es tanimportante porque, detrás de su nombre, tratade la organización social de la vida y de lamuerte. La política es la articuladora de losasuntos colectivos. Y nada mejor para su cre-dibilidad que sostener que siempre progre-samos. Aunque no sea verdad. El ser huma-no es un animal que necesita esperanzas.

Herencia de la Ilustración, que creó el concep-to de Progreso (al tiempo que creaba la idea decálculo infinitesimal), el socialismo ha cometi-do el error de pensar que el ser humano no so-lamente era «bueno» sino que, además, era«perfectible». Esto no quiere decir que lo con-trario sea cierto, esto es, que, como planteóHobbes o casi todo el pensamiento cristiano, elhombre sea «un lobo para el hombre». El serhumano tiene un fuerte instinto de superviven-cia que se satisface tanto de forma individualcomo de forma grupal (sólo sobrevivimos engrupo). Todo ser humano está biológicamentecondicionado a mirar por sí mismo –base delegoísmo- y a mirar por los demás –base de lasolidaridad-. Es la tensión entre el deseo y lasatisfacción del mismo. Sólo los bebés y los tira-nos creen que todos sus deseos deben ser satis-fechos de inmediato. Son las diferentes circuns-tancias sociales las que nos llevan a comporta-mientos egoístas o a comportamientos solida-rios. No es lo mismo la existencia de excedenteque la escasez de recursos. No es lo mismo verpeligrar la propia trascendencia (dioses, cam-posantos, lengua) que compartir remedios sim-bólicos desde la confianza. No es lo mismo te-ner un nosotros construido con lazos económi-cos, políticos, normativos y culturales, que par-ticipar simplemente con otros de la misma con-dición humana. De ahí que el desarraigo, la se-paración de nuestras raíces, al tiempodeshumaniza. La mejor forma de humanizar alser humano es arraigarle. Arraigar es devolverel sentido.

Hoy sabemos que son las circunstancias nue-vas las que hacen por la transformación y noel supuesto «hombre nuevo». Éste, como he-mos visto durante el siglo XX, cae constante-mente en vicios viejos en cuanto se relaja lasanción social. Por el contrario, la fuerza delas condiciones sociales es más firme. No sóloporque reparte recompensas y castigos degran fuerza (en forma material o en formasimbólica), sino que el desarrollo de una co-munidad puede, incluso, llevar a modifica-ciones genéticas. Como se dijo atrás, hay pue-blos en arrozales que se han hecho más in-munes que otros pueblos al paludismo. Y otrotanto ocurre con lo que comemos (pueblosmás tolerantes a unos productos u otros envirtud de la disposición de los mismos en lazona). La biología es una constante respues-ta al entorno. La naturaleza del ser humanoes eminentemente social.

De la misma manera, el momento histórico ygeográfico no es generalizable. Cada país tie-ne un grado diferente de consecución de de-rechos, de satisfacción de necesidades, de con-ciencia ecológica, de existencia de institucio-nes, de grados de politización, que obliga adiferentes diagnósticos y diferentes praxis. Hayelementos comunes a toda la humanidad, quepueden marcar tácticas y estrategias simila-res. Pero también hay especificidades que di-ficultan la comparación y, aún más, la pro-puesta homogénea de modelos. El socialismodel siglo XXI no es igual en Venezuela que enEspaña, en Malasia que en Mali. Mientras queen América Latina o África se sufren los efec-tos devastadores del neoliberalismo, Europa opartes de Asia han sido beneficiarias de esemodelo en la división internacional. Mientrasque la crítica al capitalismo es frontal en lospaíses arrasados por la globalizaciónneoliberal, en los países desarrollados se re-quiere una crítica sutil al haber más beneficia-rios del proceso. La mayor inclusión en unasociedad necesita poner menos esperanzas entransformaciones políticas severas.

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192 Esto no quita que, en términos generales sea válida la tesis de desbordar el capitalismo. Desbordarlo porque no hay modelo quepermita superarlo de una vez. Desbordarlo porque sólo si se satisfacen las necesidades humanas de manera más eficiente y conmayor dignidad colectiva, el capitalismo quedará arrumbado en la esquina de los despropósitos humanos. Desbordarlo porquesus cuatro siglos de implantación reclama una estrategia de reconstrucción de hegemonía que no puede basarse sólo en discursos.Desbordarlo porque así se desmantelarán sus justificaciones y quedará al descubierto su inmoralidad.

Por eso se equivocan los que, desde Occiden-te, quieren para los países empobrecidos lí-deres acordes con el modelo «sobrio» euro-peo. Igual que se equivocan los que quierentrasladar a países con un fuerte Estado sociallas fórmulas comunitarias que intentan abrir-se paso con urgente necesidad desde el Sur.Si, como veremos, es verdad que al capitalis-mo es mejor desbordarlo que negarlo, las es-trategias de desbordamiento serán necesariashijas de cada lugar y momento192.

La apertura de la condición de la naturalezahumana y de su peculiar espacio y tiemposon categorías a incorporar al análisis del so-cialismo del siglo XXI. Es momento de sacarconclusiones correctas de lo que fue la pues-ta en marcha de la NEP, la Nueva PolíticaEconómica que puso en marcha Lenin en laUnión Soviética después de constatar que laconstrucción del socialismo tenía que aten-der a las especificidades de la Rusia de suépoca y no a ningún modelo teórico que, sibien puede servir a orientar, no debe nuncaconvertirse en una jaula conceptual que fre-ne los desarrollos reales. Al igual que la NEPsignificó poner en marcha una estrategia deconfrontación y diálogo con el modelo capi-talista mundialmente hegemónico, desde laperspectiva de la construcción del socialismoen un solo país, cada esfuerzo de construc-ción del socialismo en el siglo XXI deberá aten-der a su circunstancia y especificidades.

En conclusión, estos dos principios marcannuevos rumbos a la izquierda. Al renunciarsea la polémica acerca de la bondad o maldaddel ser humano, se insistirá más en construirarticulaciones sociales –instituciones, valores-

que entiendan que sin responsabilidad social,se retrocede 4 millones de años a una condi-ción «pre sapiens» . E igualmente hará enten-der que, pasado el relámpago de fuertepolitización del momento revolucionario o detransición, la ciudadanía tenderá a dedicarmayor tiempo a los asuntos más particulares.Superar la discusión acerca de la bondad omaldad del ser humano evita decepciones quese quieren luego cobrar con creces, de la mis-ma forma que ahorra el uso de medios autori-tarios. Y, principalmente, ayuda a diseñar for-mas sociales de participación y defensa per-manente de los valores bajo el presupuesto deque sólo la constante politización es garantíatanto de mantener los logros emancipatorioscomo de alcanzar nuevas metas.

Porque todavía no somos «humanos» (o,como decía Nietzsche, somos «demasiadohumanos»), se hace necesario reforzar losmecanismos sociales para que caminemos enesa senda evolutiva que nos permita alcan-zar ese estadio superior que es el socialismo.Porque no hay un modelo universalizable, eseestadio superior carece de modelo cerrado,es relativo (pero nunca relativista respecto alos valores) y sólo puede entenderse compren-diendo el momento y el lugar en donde esesocialismo del siglo XXI va a ocurrir.

2. El socialismo del siglo XXI no se definedesde las vanguardias ni desde los parla-mentos, sino que se construye con un diá-logo social abierto y real alentado y posibi-litado por los poderes públicos.

La suma de las reivindicaciones eman-cipatorias de los movimientos sociales (aque-

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llas que no incorporen nuevos privilegios),constituye el fresco general de la tarea pen-diente del socialismo a comienzos del sigloXXI. Ya han pasado los tiempos donde unavanguardia que se definía como tal a sí mis-ma dictaba los contornos del futuro. La inte-ligencia real genuina es la colectiva (el len-guaje es colectivo y la experiencia conscienteprobada más duradera es la de las comuni-dades), que se construye no forzando a unahomogeneidad obligatoria, sino a través delencuentro voluntario entre las distintasemancipaciones. Hacen falta pensadores,equipos de gente que proponga ideas, exper-tos y técnicos que posean certezas acerca dela viabilidad de las propuestas en el corto, elmedio y el largo plazo; pero solamente lospueblos tienen la inteligencia colectiva nece-saria para saber qué es lo que quieren, cómolo quieren y cuándo lo quieren. No hay certe-za alguna de que los pueblos acierten en sudiagnóstico. Aún más entendiendo que larazón moderna, la forma hegemónica de pen-samiento occidental, a menudo incapacitapara ver qué se esconde detrás de los juegosde poder. En esa tarea de deconstrucción esimportante que estén personas con capaci-dad de ayudar a salir de esos laberintos deconfusión. Pero ayudar a salir no implica di-rigir sino facilitar.

El socialismo del siglo XXI se debe armar através de un diálogo abierto con la sociedad,los movimientos sociales, los partidos políti-cos, las administraciones públicas, y tambiéncon los poderes reales que aún gobiernancada una de las distintas sociedades. Por esose estará también desarmando constante-mente. El socialismo es un modelo para ar-mar y desarmar. Esa pluralidad significa tam-bién que cada colectivo, pueblo, nación tienesus propias características. El Estado no esigual en Europa que en África o AméricaLatina; la iglesia no responde a las mismasinquietudes en España o Roma que en El Sal-vador o Colombia. No es igual el clero de los

barrios de Caracas, Chiapas o de Medellínque la que representa a la jerarquía venezo-lana, Mexicana o Colombiana. Los partidospolíticos o las reglas electorales no operan dela misma manera en todos los países. CadaEstado tiene sus reglas de comportamientopropias, así como especificidades que recla-man comportamientos diferentes (la presen-cia de paramilitares y narcotraficantes, demafias, de tramas consolidadas de corrup-ción, la existencia de guerrilla, la cercanía alos Estados Unidos, el tipo de países a los quese orientan las inversiones, la dependencia oindependencia de las Cortes de justicia, lalealtad constitucional del gobierno o de la opo-sición, la base económica, los conflictos socia-les, la mayor o menor inclusión social, etc.).Pero también es cierto que el capitalismohomogeneiza comportamientos y globaliza suactuación. El socialismo del siglo XXI es, al tiem-po, global y local: se construye desde las pro-pias especificidades y articula su alternativaen un mundo crecientemente interdependien-te. Se orienta en el desempeño local, y se es-fuerza por encontrarse con sus iguales en elresto del planeta.

Una de las tareas de la administración públi-ca es coordinar esa gran empresa de articu-lación de las diferentes emancipaciones, dedefinición pública del socialismo del siglo XXI.Para ello puede impulsar las redes ciudada-nas, universitarias, políticas, sindicales, pro-fesionales y sociales para construir el«mapa» que cartografíe ese nuevo socialis-mo. La conclusión es que el socialismo del si-glo XXI es dialéctico, está en constante cons-trucción, está sometidos a la contraloría cons-tante del pueblo y al escrutinio de los técni-cos y de los responsables políticos (que haránver que no es lo mismo el sueño que la reali-dad y que confundirlo le corta las alas a lautopía). Esto supondrá, como obligación delEstado, una constante transparencia pública(que ya iniciara la socialdemocracia escandi-nava a comienzos del siglo XX como el sector

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más avanzado de la socialdemocracia euro-pea), pero en modo alguno reducirá la refor-ma democrática a formas de transparencia.

La puesta en marcha de una definición co-lectiva en donde participe el conjunto de cadapaís, donde la gente exprese cómo debe serese socialismo, construye una cultura políti-ca de la transparencia que ya supone un pasoen la dirección que se busca. Participar es tra-bajar de más, pero también es el principalrecurso para que la ciudadanía asuma lasdecisiones políticas como propias, algo cadavez más alejado en las formas de democraciarepresentativa crecientemente aquejadas de«burocratismo» y con una fuerte tendencia aalejarse de los electorados. A comienzos delsiglo XX los conflictos sociales se solventaronparcialmente con parlamentarizar la con-frontación. Ese modelo está hoy agotándosecrecientemente con la propia crisis de los par-tidos políticos. Ni los partidos ni los parla-mentos ni los gobiernos agotan la represen-tación de lo político. La legitimidad se consi-gue hoy a través de formas participadas quese afirman como poder constituyente, de nue-vas formas de gobierno sostenidos por la ar-ticulación de las redes sociales organizadasen interrelación con las instituciones. Nuncafue más cierto que hoy que la democracia sólopuede ser el gobierno del pueblo, por el pue-blo y para el pueblo. Valga también recordarque la experiencia soviética, al igual que laexperiencia jacobina durante la RevoluciónFrancesa demostraron que una propuesta demayor moralidad, de una democraciasustantiva, puede desembocar en una dicta-dura que crea más problemas de los que sol-venta. La tentación totalitaria que, histórica-mente, ha venido detrás de los aislados intér-pretes del interés colectivo debiera prevenir decualquier intento en esa dirección. La demo-cracia no tolera depositarios de su esencia, yla única vacuna es una participación ampliaen donde se permita siempre a la disidenciapoder convertirse, en igualdad de condicio-

nes y recursos, en pensamiento hegemónico.

La conclusión, es que, desde presupuestosdemocráticos, no cabe pensar en ningún tipode organización sobre la base de un partidoúnico, sea de hecho (por ejemplo, como ocu-rrió con el PRI en México) o de derecho (laexperiencia de partido único marxista-leni-nista del socialismo realmente existente). Lo quepudo justificarse, aun con dificultades, entiempos de la guerra fría, hoy está amplia-mente superado. En tiempos de lógicareticular, pensar de nuevo en vértices y je-rarquías es dar marcha atrás. Nuestras so-ciedades son redes que, en determinadosmomentos, concentran la presión en un nó-dulo, tensándose alrededor los demás. Perocuando la tensión desaparece, lahorizontalidad se recupera. Y no se sabe quénódulo va a concentrar la tensión en la si-guiente ocasión. Las revoluciones son tam-bién estados de ánimo, y nadie puede homo-geneizar las formas de amor a los demás. Lasreglas sociales compartidas, establecidas enel respeto a los textos constitucionales, mar-ca el límite de la exigencia política y, con fre-cuencia, ni siquiera, pues la emancipaciónnunca se ha dejado históricamente enjaularen las cárceles jurídicas, en los reduccionismosfilosóficos o en las directrices políticas.

3. El socialismo del siglo XXI ha aprendidode los errores del siglo pasado y ya nointercambia justicia por libertad

Desde hace cinco siglos el capitalismo ha im-puesto su lógica depredadora por todo el pla-neta, sometiendo a pueblos, naturaleza, cla-ses, mujeres, indígenas, etc. a todo tipo demiserias y reduciendo los intercambios hu-manos a intercambios de mercancías. La opo-sición más elaborada al capitalismo fue elsocialismo del siglo XX, pero cometió erro-res que alejaron a los pueblos del mismo. Sa-bemos que el capitalismo nunca haráautocrítica, pero el socialismo, por su pro-

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193 Véase G.W.Hegel, Fundamentos de la filosofía del derecho, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1994.

pia raíz crítica y su compromiso de sentidocon la verdad, tiene que hacerla. El socialis-mo del siglo XXI ayudó a muchos pueblos yese ejemplo sigue siendo válido. Pero mal seasumiría el esfuerzo de emancipación si, pre-servando la luz, no se hiciese un gran es-fuerzo para desterrar las sombras.

Al final del capítulo II de El Manifiesto comu-nista escribían Marx y Engels:

El lugar de la antigua sociedad burguesa, consus clases y sus contradicciones de clase, seráocupado por una asociación en la que el libre de-sarrollo de cada uno será la condición del libredesarrollo de todos...

La libertad individual como base de la libertadcolectiva, muy al contrario de la deriva totali-taria en que desembocó el socialismo en mu-chos países que enarbolaron su bandera. Enotras palabras, en nombre de la libertad futurano puede abolirse la libertad presente. Eso es loque dicen Marx y Engels, y no lo contrario, comointerpretó la lectura colectivizante y elmecanicismo simplista. El socialismo del sigloXXI refuerza el desarrollo de las personas, y altiempo garantiza los derechos de los pueblos yde los colectivos. El socialismo del siglo XXI esincompatible con los planteamientos represivosy disciplinarios que en el siglo XX asumió la iz-quierda, especialmente la comunista. En con-clusión, ni el egoísmo debe impedir el desarro-llo colectivo, ni el colectivismo debe ahogar lalibertad individual. Por eso necesitamos valo-res muy fuertes que formen e informen. La mejoridentificación de los pueblos debe ser con losproyectos que hay detrás de los valores. Los va-lores son los mapas con los que las sociedadesse orientan. Si las sociedades tienen muy des-piertos sus valores, ni el egoísmo individualistani la pérdida de libertad individual se haránfuertes en nuestras sociedades. Una sociedad

«politizada» es una sociedad que defiende ensu vida cotidiana los valores que la informan.Siendo una tarea de todos, se hacen menosimportantes las vanguardias, los gendarmes dela doctrina, los sacerdotes de la ortodoxia. Lademocracia de todos es el mejor antídoto con-tra la dictadura de cualquier tipo, incluida ladel proletariado o cualesquiera otras actuali-zadas. Y democracia es ciudadanía formada,consciente y responsable siempre ante la mira-da despierta –pero no inquisidora- de todos losdemás miembros de la comunidad que nos re-claman día a día nuestro compromiso comomiembros de una colectividad.

4. El socialismo del siglo XXI es alegre, puesha aprendido que un socialismo triste es untriste socialismo

Como se ha dicho, participar es trabajar demás. Pero esa participación no debe nuncaarticularse como forzar a participar. Son losmismos valores sociales los que recuerdan, san-cionando moralmente, la equivocación de losque renieguan de los intereses colectivos. Setrata de conseguir individuos libres que en-cuentran el sentido de la vida con los demás,pero no necesariamente en la disolución en losdemás. Hegel fue astuto al explicar que ese«dejar de ser para ser más» que implicaba elamor no era un «disolverse en el otro», sinocomplementarse para crear más libertad. Launión amorosa no funde los cuerpos, sino quelos perfecciona en una dimensión donde nodesaparece la memoria de cada cual sino quese incrementa con una memoria del nosotros.La unidad de la identidad y la diferencia193.

Los griegos clásicos se referían a los desintere-sados por lo público como idiotes, los que te-nían una carencia (ilion), precisamente la delinterés por lo público. De ahí proviene la pa-labra idiota, que se aplica concretamente a

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quien tiene una privación194. En realidad, nohay nada más idiota, que pensar que somosRobinsones en una isla en la que sobrevivimospor nuestra inteligencia y no porque hemossido socializados, porque podemos disfrutarde lo que ha creado la sociedad y acerca de locual nos ha instruido. El individualismo es unaideología impulsada por un sistema, el capita-lismo, que necesitaba individuos dispuestos avender su mano de obra de manera particu-lar en el mercado de trabajo, para así poderacumular capital para poner en marcha larueda imparable del beneficio constante. Poreso el capitalismo se impuso rompiendo todoslos lazos sociales (comunidades, mutualidades,redes de solidaridad), de manera que las per-sonas sólo tuvieran la salida de laproletarización para sobrevivir. Apenas sal-vaguardó el capitalismo la red familiar comoinstitución funcional para la reproducción deltrabajo y garantía de la transmisión de la pro-piedad, transformándola en una unidad deproducción y consumo carente de democra-cia interna para los hijos y las mujeres. El ca-pitalismo definió la escasez como si se tratarade un principio ontológico, esencial, de mane-ra que la lógica adecuada era la competencia,mientras que el compartir se convertía en unadepravación que negaba ese hecho existencialde la escasez. Por el arte, por la expresividad,por el sentimiento se han encontrado a menu-do vías de escape desde espacios sociales quesólo estaban pensados para permitir el desa-rrollo del sistema capitalista.

Somos pasión y razón, individuos y sociedad,anhelantes de felicidad particular y predispues-tos, si el contexto lo permite, a compartir nues-tra vida con aquella comunidad que nos per-mite ser humanos (está demostrado por lospaleontólogos que las primeras experiencias desolidaridad coinciden con el uso compartido deinstrumentos que permitieron un uso más efi-

ciente de las capturas en la caza). El socialismodel siglo XXI no puede repetir una promesa debienestar futuro a cambio de todos los sacrifi-cios hoy. Cada vez que se alcanza un logro, unniño que sana o aprende, una persona que ac-cede a un trabajo digno y no alienante, una per-sona mayor que puede vivir en libertad porquetiene cubiertas las necesidades mínimas, unamujer que recupera su cuerpo, un ser humanoque encuentra armonía con la naturaleza, ahíestamos construyendo felicidad y alegría y, portanto, estamos accediendo al socialismo del si-glo XXI. El militante de una organización no esquien se somete a una imposición oscura, teñi-da de dolor e inmolación. El trabajo colectivoes un esfuerzo pero también es una satisfac-ción de la tarea bien hecha. Interesarnos porlos demás, tener compasión, dar amor no pue-de ser algo obligatorio, pero sí debe ser algo quetodos sepamos que nos hace más humanos (dela misma manera que es menester entender queel individualismo nos deshumaniza). La alegríano puede reposar en la mera acumulación debienes, por mucho que haya una construcciónfilosófica que pretenda ligar acaparamiento yfelicidad (¿para qué servirían las riquezas ma-teriales en una isla?), sino en acumular respe-to, autoridad, amigos, satisfacción de la tareabien hecha. El capitalismo acumula riquezasmateriales; el socialismo del siglo XXI acumulapueblos contentos y alegres. No existe un so-cialismo científico opuesto a un socialismo utó-pico. La utopía es concreta, nace de hoy, sueñasueños con los pies en el suelo. Pero sueña.

Por eso, este socialismo incorpora las artes asus formas de protesta. Sabe que la música,el teatro, la literatura, la pintura, las expre-siones populares (aquellas en las que caben yse pueden ver representados todos) son for-mas de construir la alternativa. La risa es re-volucionaria, de la misma manera que el llan-to formará parte de esa lucha. Pero el llanto

194 Giovanni Sartori, Elementos de teoría política, Madrid, Alianza Editorial, 1992.

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viene, no debe buscarse (pertenece a laentropía del mundo), mientras que la alegríay la risa son objetivos políticos. La condicióngris del capitalismo, de la guerra, de la de-predación de la naturaleza, del hambre, dela explotación del hombre por el hombre debecontrastar con la explosión de vida mejor quepromete el socialismo. No hay sacrificio aho-ra para una supuesta felicidad luego. Perono hay que confundir este contrato social dealegría con el necesario esfuerzo que todo lo-gro reclama. Para ver de más lejos hay quehacer el esfuerzo de subirse al árbol. Pero debeentenderse que cada vez que el socialismorecurra a la fuerza es porque habrá fracasa-do a la hora de encontrar los métodos que leson propios: los de la vida, los del diálogo, losde la alegría. Un socialismo alegre, amable,respetuoso, será alegría, amabilidad y respe-to. Todo lo que no puede ser un sistema, elcapitalismo, basado en la lucha, más o me-nos elegante, más o menos oculta o justifica-da, de todos contra todos.

5. El socialismo del siglo XXI apuesta porla educación como objetivo esencial a labúsqueda de una nueva subjetividad.

El dolor es el impulsor de la transformación.Si no duele nada cambia. Si no se identifica eldolor ¿para qué hacer mudanza?195. Todocambio social va por la senda: doler-saber-que-rer-poder-hacer. Una vez identificado el dolory su causa, hay un mayor conocimiento, quellevará a querer cambiar la situación y, paraello, buscar las fuerzas necesarias para esecambio. Finalmente se intentará la transfor-mación, como decantado lógico de ese proce-so. Pero al ser los seres humanos animales ra-cionales, el dolor también es una construcción.Dependiendo de la consciencia que se desa-rrolle, el mismo dolor puede parecer normal oinaceptable en un colectivo. De ahí que los quese benefician de los demás en cualquier ámbi-to (sexual, laboral, social, personal) han inten-tado siempre anestesiar el dolor, principalmen-te acallando las voces de los dolientes.

195 No se le escapará al lector conocedor de la filosofía alemana que detrás de esta idea está la «conciencia desdichada» que Hegeldesarrolló en su Fenomenología (IV, B 3). Se trata de la consciencia del hombre o mujer que reconoce que no es libre. Esa concienciase piensa a sí misma y capta su falta de dominio de su vida. Se hace así «autoconciencia» y conduce a una subjetividad críticaque no acepta esa falta de libertad. Sin embargo, y a diferencia de Hegel, esa libertad no tiene una dirección que puedapredeterminarse. Sí cabe afirmar que esa consciencia desdichada inaugura la posibilidad de la acción. El resultado final depende,sin embargo, de los contextos históricos y los desarrollos concretos.

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lxxii. Hominización: Proceso de evolución que conduce al ser humano actual, esto es, al Homo Sapiens.

La clase obrera no dio su principal salto a laciudadanía hasta que no desarrolló la pren-sa obrera, las casas del pueblo, las universi-dades populares. Hasta que se pensó a sí mis-ma con su propias categorías, y no con lascategorías que le brindaba la racionalidadburguesa. Uno de los principales obstáculosactuales a la emancipación es la generaliza-ción a todos los grupos sociales (clases, ra-zas, géneros, edades) de la lógica capitalista,de la confianza en el mercado, del sueñoconsumista y de la asunción de la moralidadde la estratificación social sobre la base labo-ral (la división social del trabajo que reparteel lugar social que cada uno ocupa). El incre-mento, principalmente en las sociedades oc-cidentales, de las sociedades de clases medias,ha ayudado en esa dirección. Si ayer la obe-diencia estaba vinculada a la promesa delparaíso de los creyentes, hoy la sumisión secentra en la asunción de que es posible real-mente entrar de botones en una empresa ysalir de director general de la misma. Los con-cursos «populares» o los juegos de azar sonel otro gran recurso. La televisión es la granescuela de esa enseñanza.

Es muy relevante saber que los pueblos cultostienen más probabilidades de ser pueblos libres.Subdesarrollo e incultura vienen de la mano.La educación de los niños y, dando un pasomás, la educación permanente de los adultos,es una herramienta para los pueblos que debeser cuidada pues constituye su principal cau-dal de inteligencia y libertad. En esta dirección,un nuevo socialismo tiene que plantearse unatarea principal que ya fue abordada, en su ver-tiente, por el socialismo del siglo XX: la alfabeti-zación y, como correlato, la formación crítica(no el adoctrinamiento, que deja a los pueblosa merced de la siguiente dictadura).

Ahora bien, si en el siglo XX la alfabetización

tenía que ver con leer y escribir, hoy debe in-corporar también aprender a ver a los me-dios de comunicación y a entender el mundode la informática. Alfabetizar en los mediosforma parte de las tareas esenciales para crearciudadanía «armada» frente al «terrorismoinformativo». La existencia de pueblos aúnanalfabetos no debe ser obstáculo para incor-porarse a esta posibilidad de comprensiónaudiovisual. El fuego tardó en socializarse300.000 años. El bronce, apenas 20.000. Com-partir los avances humanos en tecnología,medicina, ciencia, conocimiento es una señalde hominizaciónlxxii. Conforme se acorten losplazos, más humanización. (¿Debenrestringirse las nuevas medicinas, las nuevastécnicas quirúrgicas, los nuevos elementos deseguridad vial, las más avanzadas medidasde previsión, etc. a los más ricos de cadasociedad?¿Bajo qué argumento?).

Los nuevos avances corresponden a la hu-manidad, pues son inventos sociales pordefinicion. Restringirlos a quienes puedenpagar un precio alto los convierten en privi-legio y los aísla de la sociedad en donde na-cieron. Rompe la idea de inclusión y siembrala fragmentación social. El argumento capi-talista es el contrario: sólo el privilegio alimen-ta la investigación que genera esos nuevosdesarrollos. Si no se cobra extra, no se haráinvestigación extra. Es ahí donde entran lospoderes colectivos, ahora mismo encarnadosen un Estado que vele por los intereses co-munes presionado por la ciudadanía crítica.Cualquier inventor siempre necesitó a alguienque esa noche le permitiera comer su cena.¿Por qué dejar a esa persona fuera de losavances tecnológicos?.

En la misma dirección, hay que reconstruiruna cultura alejada del enterteinment, de la«cultura» del espectáculo o del dinero fácil

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cuyo único fin es la mercantilización y el de-bilitamiento de valores solidarios fuertes. Lacultura del ocio ha devenido en mera distrac-ción e intoxicación mercantilista al serviciode la multiplicación de la índole consumido-ra de los seres humanos, al tiempo que se lesdebilita su capacidad crítica. Y si distraerseforma parte de la sal de la vida, transformar-lo todo en distracción es una trampa paracrear pueblos distraídos. Los medios, pues-tos al servicio de la mercantilización del ocioy de los intereses privilegiados, son «armasde distracción masiva» contrarias al socialis-mo del siglo XXI.

Por otro lado, la apuesta tecnológica, obliga-toria en un socialismo avanzado, debiera in-corporar acceso a la informática. Esto haceobligatorio fórmulas de software libre que ha-gan accesible a todo el mundo los avancestecnológicos, así como la libre disposición dela cultura existente en la red por parte de to-dos aquellos que quieran disfrutar de ella.

En esa dirección, las patentes suponenconstantes frenos a un saber que, por defini-ción, es popular, es de construcción social, sólopuede existir cuando existen comunidades. Pa-tentar los logros colectivos es reducir a la so-ciedad a un apéndice de las empresas. El ma-yor beneficio de quienes aporten algo a la so-ciedad es el reconocimiento de los suyos. Lamercantilización del reconocimiento es trans-formar al ser humano en mercancía. Hay «re-tornos sociales» que no pueden simplificarsecomo «retornos económicos». Y otro tanto ocu-rre con la democratización del saber médico.Los remedios tradicionales, al igual que lasmedicinas genéricas son un bien de la huma-nidad que no pueden restringirse por los inte-reses lucrativos de las grandes farmacéuticas.

6. El socialismo del siglo XXI es tan profun-damente respetuoso con la naturaleza quese torna en ecosocialismo o no podrá ser.

El delito de lessa humanidad es aquel que nie-ga la humanidad a las personas. Cegados porel ansia consumista, vamos construyendopaulatinamente, y no siempre siendo cons-cientes de ello, un inmenso campo de con-centración caracterizado por la degradaciónde los ecosistemas y la contaminación de labiosfera. Rotas las posibilidades de una rela-ción equilibrada con nuestro entorno, queda-mos condenados a esa malversación absolu-ta de nuestra humanidad: el desarraigo, esdecir, la ruptura de los lazos sociales y la quie-bra de los lazos con el medio ambiente.

En este contexto, no es extraño que la ofertaque se hace a la humanidad, una vez debilita-da la fuerza del más allá, sea «viajar a Marte»,promesa lejana de un bienestar que con máscerteza, seguridad y bienestar podríamos cons-truir aquí196. Los intentos de devolver la sen-satez al planeta a través de la idea de un desa-rrollo sostenible, lanzada en la Conferencia deRío de 1992, se ha saldado con un incrementoconstante del deterioro medioambiental. De-sarrollo sostenible es una antinomia, unoximoron, y, como el bufón, desactivan latransformación. El respeto a la naturaleza esincompatible con el productivismo que hacreado la conjunción explosiva de Estado, ca-pitalismo y Modernidad.

El capitalismo separó a los científicos de lanaturaleza. Como ya se ha dicho, hasta el si-glo XX, después del uso de armas nuclearescon fines bélicos, los científicos no fueronconscientes de que había una responsabilidaden lo que investigaban, no entendieron que

196 Es la propuesta de futuro que lanzó Georg W. Bush en enero de 2004 a los americanos. Véase Jorge Riechmann, Gente que noquiere viajar a Marte, Madrid, Catarata, 2005.

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no era cierto que ellos dejaban su responsa-bilidad cuando abandonaban el laboratorio,no terminó de asumirse que el ser humanotambién es naturaleza. La ciencia, que fue elcorazón del movimiento ilustrado a partir delsiglo XVII, prometió una emancipación queluego fue hurtada cuando se desligó del res-peto a la naturaleza. El capitalismo hizo dela ciencia una mercancía más al servicio delcapital (a la larga, la más importante) y des-trozó la naturaleza. El medio ambiente no eraalgo para convivir, sino algo para dominar ysometer. El capitalismo, en la búsqueda de lamaximización del beneficio, procura tambiénahorrar en las resistencias, de manera que elprimer objetivo para extraer riqueza siemprees el más desvalido, la parte que menos dejaoír su malestar y transformar ese dolor cons-ciente en transformación. Naturaleza, niños,mujeres, pueblos más débiles, inmigrantes,esclavos son los que han garantizado que lospoderosos vivieran cómodamente sin esfuer-zo. Pero hoy, en la renovada consciencia queha despertado el siglo XX, tambien la natu-raleza ha dejado salir su grito.

El primer mundo ha agotado las reservas na-turales, la biodiversidad, y ha puesto sus ojosen los países del tercer mundo que aún man-tienen esa reserva de naturaleza. Pero sólo hayun planeta tierra sobre el que todos tenemosuna responsabilidad de supervivencia. El prin-cipio de precaución es obligatorio: si no se sabeel efecto de alguna novedad, usarlo por elmero ánimo de lucro implica una impruden-cia inmoral. Es evidente que en este campo,los transgénicos son verdaderas armas de des-trucción masiva. Multinacionales comoMonsanto encarcelan a los campesinos a lassemillas que la multinacional vende en cadacosecha (sólo sirven para una vez y funcio-nan exclusivamente con abonos que suminis-tra la misma firma), contaminan a las semi-llas naturales, necesita pesticidas y fertilizan-tes enemigos de lo natural y de altísimo coste.La naturaleza ha empezado a quejarse y no

escuchar su grito hace cierta la reflexión deEinstein sobre unos medios tan desarrolladoscomo desacompasados de la certeza moral. Elmero productivismo en el que pensó el socia-lismo en los siglos XIX y XX ya no es válido.

En profunda relación con el cuidado de lanaturaleza está la reforma agraria que desdehace decenios se reclama desde las masascampesinas de América Latina (y que, par-cialmente realizada, fue la base del impulsoenorme que recibieron los llamados dragonesasiáticos). Una reforma agraria que garanticela alimentación de los pueblos y que reviertala transformación mercantil de ese derechohumano que es la posibilidad de alimentar-se. Las grandes empresas de alimentaciónesquilman la tierra, agotan los caladeros,desertizan, hacen a los campesinos depen-dientes y, por encima de todo, condenan alhambre. Nunca como hoy fue tan posible ali-mentar al mundo entero, y nunca esa posibi-lidad se ha visto tan férreamente negada porlos intereses de las transnacionalesenquistados en la política institucional. Lareforma agraria, que termine con laagroindustria de las multinacionales, es unode los principales retos del socialismo en elsiglo XXI, pues es la garantía de que la super-vivencia de los individuos y de la especie seauna realidad, hoy puesta en peligro por lamercantilización de los alimentos, el uso detransgénicos y pesticidas, así como la utiliza-ción del hambre como un arma de guerra porlos países ricos o por grupos poderosos. Enprofunda relación con la reforma del agro,está el problema creciente del agua. Frente alos intentos –y logros- de su privatización, elagua debe ser declarada un bien público uni-versal, al margen de su mercantilización, de-rroche o uso ineficiente. La prevención de laescasez del agua con que amenaza el sigloXXI formará parte de la mayor inteligenciahumana del socialismo que viene.

Por último, frente al principio neoliberal de

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la liberalización de fronteras, que parte delsupuesto de que los países deben especiali-zarse en la exportación, un principio de pru-dencia ecológica nos invita a consumir pro-ductos de la zona en donde uno vive. Unainteligencia «endógena» para un socialismoproductivo pero no productivista (es lo queexpresó Gandhi con el swadeshi, es decir, ladecisión inicial de consumir lo que se produ-ce en cada zona). Resulta profundamenteabsurdo, como está ocurriendo en Europa,que se consuman productos supuestamenteecológicos que se desplazan miles de kilóme-tros del lugar de producción para ser consu-midos en otros países bajo el supuesto del res-peto a la naturaleza. E, igualmente, es absur-do el uso abusivo en los países cálidos de apa-ratos de aire acondicionado que compiten conlas calefacciones en deterioro medioambiental(repitiéndose ahí el disparate contrario: enEuropa, renuncia en las casas a cualquiervestido en invierno, en América Latina, usode prendas de abrigo para soportar losclimatizadores).

7. El socialismo del siglo XXI es profunda-mente femenino, consciente del mal uso odel uso insuficiente del caudal de las mu-jeres cometido durante toda la historia.

La madre tierra, la que renueva el ciclo de lanaturaleza, la que trae la vida constantemen-te, ha tenido en las mujeres su más hermosametáfora y su más castigado grupo. Las mu-jeres, desde tiempo inmemorial, han visto sutrabajo denigrado, su tarea minusvalorada,su esfuerzo rechazado, su cuerpo ultrajado.Trabajan el doble, en casa y fuera, siguensufriendo la brutalidad de los hombres, lamayor carga de la familia, el abuso de su in-tegridad física, menores sueldos, sometimien-to sexual por parte de los hombres, ausenciade libertad para estudiar, para investigar,para crecer, para ser dueñas de su cuerpo.Son «la mitad del cielo», más de la mitad dela humanidad, pero su trabajo es desperdi-

ciado porque los hombres (y también las pro-pias mujeres), educados en un patriarcadoegoísta se empeñan en mantener el privilegioque tienen sobre ellas. Ninguna sociedad li-bre puede sostenerse sobre el desprecio a lamitad de su ciudadanía; ninguna sociedadlibre puede permitirse el lujo de infrautilizara la mitad de su gente, a la mitad de su inte-ligencia y su coraje. Y por que los anterioressiglos han sido siglos de los hombres, es dejusticia, como compensación que abra víasinéditas. En otras palabras, que el siglo XXIsea el siglo de las mujeres.

De ahí que sea una obligación que todas laslistas electorales a cargos públicos (tanto in-ternos como externos) incorporen la alternan-cia hombre-mujer, de manera que se vayandisminuyendo las distancias y se puedan su-primir las dificultades. El fin último de esetipo de cuotas es desaparecer, algo que se lo-grará cuando la igualdad hombre-mujer seauna realidad que limite el acceso a un cargoa la mera capacidad. Pero en tanto en cuan-to las estructuras sociales sigan primando alos hombres, las cuotas son un elemento dejusticia cuya inexistencia niega la condiciónigualitaria que incorpora el socialismo.

Sólo cuando las sociedades incorporen losvalores femeninos del cuidado, el respeto, laconsideración a las generaciones futuras, lacooperación y el diálogo estaremos en condi-ciones de avanzar en un socialismo que me-rezca tal nombre.

8. El socialismo del siglo XXI no tiene unaalternativa total práctica al capitalismo delos siglos anteriores, si bien ha desarrolla-do un conocimiento claro sobre qué es loque no le gusta.

El socialismo apuesta para que todos susmiembros puedan desarrollarse en libertadhacia cotas más altas de humanidad. EsteSocialismo es una forma de organización so-

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cial donde la libertad de cada cual es la con-dición para la libertad de todos, de maneraque esa emancipación individual construyala emancipación colectiva. El socialismo, pesea anclarse en reivindicaciones tan antiguascomo la historia, encuentra su faz modernaen la respuesta a la promesa incumplida delibertad, igualdad y fraternidad de la Ilustra-ción, originariamente postulada para todo elpueblo y posteriormente restringida a unnuevo grupo de privilegiados.

El socialismo, desde su perspectiva histórica,siempre ha apostado por la emancipación delos menos favorecidos, contando en esta lu-cha a menudo con el compromiso de aque-llas y aquellos que, aún no perteneciendo alos sectores más desfavorecidos, no quierenformar parte de una sociedad que los con-vierte, aún involuntariamente, en verdugosde los que financian pagan con su trabajo ysometimiento el bienestar. El comunitarismode Platón en La república, el sermón de lamontaña de Jesucristo, el levantamiento delos esclavos dirigido por Espartaco contraRoma; la oposición a las Cruzadas, los movi-mientos campesinos del siglo XVI, la resisten-cia indígena contra la conquista española yportuguesa, la Revolución Francesa, la inde-pendencia de América, el levantamiento delos negros en Curaçao, las revoluciones enEuropa en 1830 y 1848, la Comuna de París,la revolución rusa, la lucha contra el nazismo,la revolución cubana y sandinista, el movi-miento de las sufragistas, los diferentes mayosdel 68, el levantamiento zapatista, el movimien-to por otra globalización, la defensa popularde la V República en Venezuela, las revueltasindígenas en defensa de sus derechos y sus bie-nes naturales en Bolivia, Ecuador o Perú, laresistencia iraquí, libanesa y palestina…sontodos hitos que comparten un mismo princi-pio: la resistencia a la dominación de las ma-yorías por parte de unos pocos.

Hoy se sabe que no es tan sencillo saber de

manera absoluta cómo es el socialismo delsiglo XXI. Como en Machado el camino seestá creando al andar, según se está pensan-do y se está practicando. No tiene contornosfijos, es flexible, mezcla modelos, no se pue-de entender con una lógica lineal. Pero tam-poco significa que sea ecléctico. Recordemosque el socialismo entiende que aun siendocierto que las respuestas modernas no valen,por el contrario sigue siendo válida su pre-gunta, el reto de la emancipación. El socialis-mo, por tanto, responde con urgencia a losproblemas económicos, pero no es solamenteuna respuesta económica, sino que se ocupatambién de encontrar alternativas integralesen lo político, en lo normativo, en lo cultural.Tiene como profunda referencia la memoriadel siglo XX. No es modelo cerrado, catecis-mo, canon a seguir fielmente. Sabe, graciasal siglo pasado, que cualquier filosofía puedeservir para justificar cualquier delito de lessahumanidad (como demuestran Marx con elestalinismo, Carl Schmitt y Heideger con elnazismo, el Vaticano con las dictaduras mili-tares, Leo Strauss con los neoconservadoresnorteamericanos). No tiene más faro que unabuena memoria y la obligación de diagnósti-cos certeros. No tiene el manual de instruc-ciones, pero ha incorporado, como gran ayu-da, la absoluta certeza de cómo no debe ser.

El capitalismo es culpable, desde el siglo XV,de las mayores atrocidades que ha cometidoel ser humano. Su propia fuerza, alabada conentusiasmo por Marx y Engels en El manifies-to comunista, era capaz de derribar cualquiermuralla china, cualquier frontera, cualquierorden. Con el problema menos atractivo deque arrasa igualmente con la gente que no lees funcional. El capitalismo es el culpable delas invasiones, de las cruzadas, de la conquistade América, de la esclavitud de África, delcolonialismo, de las guerras mundiales, de lacondena al hambre de más de la mitad de lahumanidad, de la transformación del medioambiente en una mercancía. Un sistema que

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condena al hambre, a la miseria, a la enfer-medad y a la guerra a más de la mitad de lahumanidad desde hace siglos. Las fórmulassocialistas no siempre han funcionado, aun-que también se sabe que el capitalismo nuncalas ha dejado funcionar. Cualquier levanta-miento contra el orden establecido desde hacecinco siglos, cualquier queja, cualquier alter-nativa, sean los esclavos, los campesinos, losindios, los negros del Caribe con el influjo dela revolución Francesa, la Comuna de París,la revolución rusa, la resistencia contra los na-zis o los miles de levantamientos popularesanónimos, han sido aplastados y masacrados.Por eso, como primer paso para la construc-ción de la alternativa, hay que recuperar esahistoria de resistencia, esa historia que siem-pre se ha pretendido ocultar pues sembrabaejemplo para el presente y el futuro. El socia-lismo del siglo XXI tiene a mano el ejemplo deresistencia, de protesta y de propuesta de lossiglos anteriores. El socialismo del siglo XXInecesita tener muy fresca la memoria.

No hay certeza de cómo será el socialismofuturo, pero puede saberse cómo no debe ser.Esta afirmación en negativo proporciona unaeficaz herramienta para caminar en pos de laemancipación: todo lo que supere al capita-lismo, logrando transformarse en una hege-monía social alternativa, va en la direccióncorrecta. No hace falta un gran diseño. Bastacon que se satisfaga en libertad y con consen-timiento de los implicados cualquier exigen-cia de inclusión económica, política, norma-tiva y cultural de una comunidad para queahí esté pasando el socialismo. Por eso, su es-trategia consiste en «desbordar» al capitalis-mo, acentuar su condición contradictoria,acelerar sus callejones sin salida, usar sus re-cursos para demostrar su inhumanidad, suineficiencia, su carácter depredador o, en elmejor de los casos, su despotismo ilustrado.

Pero no hay que confundir este desborda-miento con el «cuanto peor mejor» que puso

en marcha determinada izquierda en el sigloXX. No se trata de agravar las condicionesde pobreza, miseria, enfermedad o analfabe-tismo pretendiendo que así llegará antes elsocialismo. Las avenidas del nuevo socialis-mo son grandes alamedas, y ya hemos sabidoque cuando se usan las mismas armas queaquél a quien se combate, se termina pare-ciendo uno demasiado a ellos. Se trata, portanto, de acentuar las limitaciones del capi-talismo en aras de que la población entiendaque ese sistema es incapaz de construir unmundo igualitario, libre, solidario y susten-table. La propia construcción jurídica de lasdemocracias liberales, usada de manera ri-gurosa, puede abrir esas brechas (de ahí quelos Estados Unidos se opongan a la reformade Naciones Unidas, al Tribunal Penal Inter-nacional, al Protocolo de Kyoto y a tantosotros acuerdos internacionales). De igualmanera, obrar con reciprocidad también rom-pe con su lógica (como ocurrió en Cancún en2005, cuando el G77 exigió a los países ricoslo que los países ricos exigían a los pobres,rompiéndose la posibilidad de una Cumbrede la OMC favorable a los intereses del Nor-te). Es tiempo de experimentación. Por eso,el socialismo del siglo XXI tiene que ser inge-nioso y, prudente, pues no hay modelo y loserrores siempre se pagan.

En muchos países, parece más eficaz usar laley, sus vacíos, sus propias armas para lo-grar la reversión del sistema antes que utili-zar recursos de violencia que, cuando care-cen de cualquier apoyo y comprensión social,se convierten en mero terrorismo incompati-ble con la condición humanista del socialis-mo del siglo XXI. Habrán, como se dijo, espa-cios donde se podrán probar alternativas ra-dicalmente ajenas al capitalismo (y se eva-luarán sus resultados), pero habrán otrosmuchos espacios donde deberán convivir lavieja lógica con la nueva (por ejemplo, enmuchos países se está demostrando cómo esasfórmulas mixtas de cooperativismo, merca-

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do y Estado han dado resultados mejores quefórmulas estrictas de intervención estatal enla construcción de vivienda popular). La con-dición «experimental» de las nuevas fórmulases una obligación cuando se carece de modeloalternativo (la solución, como se ha insistido,no puede ser «más de lo mismo»). Pero se debeser muy cuidadoso para que el avance no sehaga sobre el sistema de «ensayo y error» quesiempre tendrá damnificados. Las autoridadeschinas, sobre la base de esa mezcla de capita-lismo y comunismo chinas, y apoyadas en suspeculiaridades políticas, realiza esa experimen-tación con ciudades enteras, obteniendo unarica experiencia pero con enormes sacrificios,especialmente de aquellos que, habiendo ser-vido de conejillos de indias, han probadometodologías alternativas que no funcionan.Siendo cualquier vida humana insustituible,estas tareas de ingeniería con personas son aje-nas a una moral socialista.

En tanto en cuanto se vayan visualizando lasnuevas vías, el socialismo del siglo XXI debegarantizar los elementos mínimos para quelas actuales generaciones no vean sacrificadasu posibilidad de una vida digna. Para ello,los poderes públicos deben hacer un gran es-fuerzo para garantizar, en primer lugar, unpuesto de trabajo digno para todos (el des-empleo es contrario a la idea de socialismo e,incluso, de humanidad) o bien, en su defecto,fórmulas de renta básica garantizadas paratodos los ciudadanos (incluidas las mujeresque realizan un enorme trabajo no remune-rado como es el doméstico), camino de lacreación de un trabajo no alienante que, pordefinición, no puede mantener la diferenciaentre trabajo manual y trabajo intelectual nitener como telón de fondo la explotación delser humano por otros seres humanos. La pro-ducción debe, por tanto, orientarse a la crea-ción de valores de uso, y no de valores de cam-bio. Y para no caerse en los cuellos de botellaya conocidos, hay que elaborar incentivos quesirvan para ocupar el equivalente funcional

del mercado y de las diferencias salariales.Por último, si el trabajo debe ser digno y conuna jornada que permita el desarrollo huma-no, el ocio debe entenderse como ociocreativo, al servicio del desarrollo humanoque, en última instancia, no contrapone alindividuo, a la sociedad y, en última instan-cia, el género humano.

El socialismo del siglo XXI empieza a pensar-se desde unos mínimos que son el piso paraempezar a pensar el nuevo sistema. En tantolos mínimos de educación, sanidad, vivien-da, vestido, agua potable, luz, cultura no es-tén cubiertos, no se puede hablar de una so-ciedad que siquiera pueda entenderse comotal (sino un conjunto de personas con débileslazos entre ellos). Y para garantizar estos as-pectos, es indispensable una institucionalidadque ejecute y fiscalice en relación con el mo-vimiento social. Una nueva dialéctica es ur-gente. Tan falsa como la «mano invisible» delmercado es una «mano invisible» de los mo-vimientos sociales. En el frontispicio del so-cialismo del siglo XXI está la satisfacción deestos bienes que serán considerados bienespúblicos y cuya satisfacción es un compro-miso del que debe responder toda la comuni-dad. Repensar el Estado es parte del conteni-do teórico del socialismo de nuevo cuño.Reinventar el Estado es parte de la prácticadel socialismo del siglo XXI.

Requisitos indispensables serán, para poderimpulsar el nuevo socialismo, la recuperaciónde una capacidad financiera pública de aho-rro y préstamo, de la misma manera que debeponerse freno al movimiento especulativo decapitales en forma de un gravamen al capi-tal no rentable que se impondrá necesaria-mente de manera global (como medida paraimpedir las fugas de capitales productivos).Dentro de este esquema, las formas de plani-ficación deben ser repensadas, de manera queel flujo de información sea más continuo yeficiente. El intercambio social va más allá del

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lxxiii. Gramsci: Teoría de Antonio Gramsci, político italiano de la primera mitad del siglo XX.

intercambio de productos y aún más lejos delintercambio de mercancías (productos crea-dos para el mercado capitalista). El mercadopuede encargarse de suministrar bienes queno sean de interés general (estos últimos de-berán suministrarse de manera pública, aun-que no necesariamente de manera estatal),encargándose diferentes formas de contraloría(tanto popular como administrativa) de ga-rantizar el correcto suministro de los bienes.

9. El socialismo del siglo XXIes «violentamente pacífico»

El poeta inglés John Donne enseñó que nohabía que preguntar por quién doblan lascampanas, pues siempre doblan por uno mis-mo. Cada muerte violenta siempre será unamarca en la tablilla de la humanidad. En esadirección, el socialismo es pacífico porque laviolencia va contra el sentido de la vida (tan-to en las relaciones internacionales como enel orden interno). La violencia, un elementopensado y usado tradicionalmente desde laizquierda en oposición a la violencia concre-ta o estructural del Estado, debe serreplanteado tanto en su condición ética comoen su utilidad o inutilidad histórica. Es máspropio vencer convenciendo, construyendohegemonía (Gramscilxxiii), utilizando herra-mientas más humanas que desbordan a la vio-lencia de los poderosos (Gandhi). Es más pro-pia del socialismo en el siglo XXI la desobe-diencia civil que la lucha armada. Un análi-sis riguroso de los conflictos bélicos durantelos últimos dos siglos demuestra que, salvoexcepciones en donde la población legitimaesa resistencia de manera amplia, el recursoa las armas genera una espiral que no cons-truye sino odio y más violencia. Las piedrasde las intifadas terminan siendo más fuertesque los tanques israelíes. Los rifles de made-ra zapatistas demostraron más fuerza que lascarabinas reales. Las comunidades de paz

colombianas, con su rechazo a las armas, fre-nan la locura de guerrillas, de paramilitaresy narcotraficantes y del ejército. De partida,el socialismo del siglo XXI apuesta por la pazy entrega la responsabilidad de la soluciónde conflictos a los organismo de unas Nacio-nes Unidas reestructuradas.

Pero al tiempo, su condición pacífica debe sereficaz para salvaguardar su modelo de viday para defenderse de las agresiones. La vio-lencia es un recurso último, pero, en ocasio-nes, también es un recurso. La experienciadel siglo XX ha demostrado que la fuerzasiempre es la última razón del capitalismo encrisis. Frente a esta terrible experiencia, con-viene sacar conclusiones. La lucha contra laopresión española en el siglo XIX, contra lasinvasiones norteamericanas durante el sigloXX, la resistencia al nazismo, la guerra con-tra el franquismo en España… en definitiva,la contención de la violencia de los podero-sos es legítima. «Prefiero la violencia a la in-diferencia» dijo Gandhi. Al socialismo le re-pugna el uso de la fuerza, pero le repugnaaún más que una minoría con acceso a la fuer-za impida la felicidad a los demás. La demo-cracia debe defenderse y, aún más, debe de-jar claro, como fórmula preventiva, que tie-ne la posibilidad de defenderse. Por eso es«violentamente pacífica». Nadie puede tenerla posibilidad de abusar de los pueblos pací-ficos. Por eso se arman también las democra-cias. Y en este sentido, la mejor defensa de lademocracia está en el pueblo armado (que noes lo mismo que el pueblo con armas) y no enlos ejércitos. La existencia de ejércitos impli-ca la existencia de fábricas de armamento y,por ello, existen guerras. Incluso, en el mejorde los casos (donde existe un compromisosocial del ejército), el monopolio de las armases un potencial que nunca debe dejarse enmanos de ningún colectivo, pues terminaatrayendo comportamientos poco acordes

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con el interés general. El pueblo armado es elpueblo consciente de que su libertad tambiénse defiendo con las últimas ratios.

Todo conflicto, toda guerra, toda agresión, seaofensiva o defensiva, es un fracaso del socia-lismo del siglo XXI. Al igual que la buena me-dicina debe ser preventiva, la mejor violenciaes la que nunca se usa. Por eso, es importantetodo el esfuerzo que se haga para prevenirconflictos, así como para reconstruir la Orga-nización de Unidas como una organizacióncapaz de luchar y de usar la violencia en nom-bre de la paz y de la democracia. Para eso, esnecesaria la reforma integral de la ONU, elreplanteamiento de la carrera armamentista(verdadera responsable del auge de las gue-rras), del negocio de la guerra y de la existen-cia de supuestos gendarmes mundiales queactúan como bomberos pirómanos.

Como criterio general, la mejor arma es la queno existe; la mejor de las que existen, es laque no se usa; y la mejor de las que se usan,aquella que limita el daño a conseguir el úni-co fin que legitima las armas: defenderse delos que quieren asentar su privilegio sobre loshombros de los demás.

10. El socialismo del siglo XXI debe recons-truir y reinventar las fronteras territoriales,políticas y culturales, propugnando a su vezun nuevo orden internacional.

La globalización neoliberal es la utopía delcapitalismo. Un mundo sin fronteras, unajungla sin reglas para beneficio del más fuer-te. La gran mentira del capitalismo es decirque todo puede expresarse en forma de mer-cancías y que el mercado es capaz, alautorregulárse, de organizar la sociedadmundial. El capitalismo neoliberal –comocualquier variante del capitalismo- necesitaabolir las fronteras, las leyes laborales, la pro-piedad comunal, cualquier cosa que pongafreno a su deseo de individualizar, de trans-

formar el mundo y todo lo que lo habita enmeras mercancías que puedan venderse ycomprarse en el mercado. Pero la ineficienciay la desigualdad que construye el mercadoautorregulado es proverbial. El resultado sonprofundas desigualdades.

Como dijo Rousseau, ninguna democracia exis-te cuando un ser humano es lo suficientementepobre como para venderse o suficientemente ricocomo para comprar a otro hombre. El capitalis-mo sin fronteras es el territorio ideal de los asal-tadores de caminos, de bancos, de personas ynaturaleza. Roban aquí y allá y huyen sin mo-verse de su espacio controlado. Las fronteras delEstado nacional han sido superadas por el desa-rrollo tecnológico, la complejidad social y laglobalización. El Estado nacional ha sido sobre-pasado en no pocos aspectos por abajo y porarriba. De ese Estado nacional hay que mante-ner algunos aspectos, liquidar otros e ir más alláen muchos. Proclamar el fin del Estado es unanovedosa mentira del capitalismo cuando el Es-tado, convertido en Estado social y democráticode derecho, suponía un freno para la expansióndel capital y el aumento del beneficio.

El Estado ha sido sobrepasado por abajo por-que los ámbitos locales pueden desarrollarmejor determinadas tareas al estar más cer-ca de la gente. En la globalización, cuandolas decisiones se alejan de la ciudadanía, hayque recuperar en todo su rigor el principiode subsidiariedad: lo que pueda hacer el ni-vel inferior que no lo haga el superior, garan-tizándose siempre que, cuando el nivel infe-rior no pueda cubrir algún aspecto, siempreestará atento el nivel superior para cubrir susatisfacción. En aspectos de gran relevancia,a menudo abandonados por la izquierda, elámbito local es esencial, por ejemplo en lalucha contra el narcotráfico o la corrupción.Es en ese nivel de cercanía donde resulta máseficiente combatir las redes de corrupción queafectan a los propios cuerpos del Estado (fun-cionarios, policías, políticos), ya que el grado

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de información es mucho más alto. E igualocurre con la planificación de la educación,de la sanidad e, incluso, del empleo. No dejatambién de ser cierto que le resulta más fácila algún contrapoder (mafias, narcos, gruposarmados, caciques) controlar un ámbito lo-cal que uno central. Una vez más, la escalaadecuada dependerá de las circunstancias.En este caso, la subsidiariedad deja claro queel ámbito local no podría satisfacer las nece-sidades y, por tanto, le correspondería alámbito superior garantizarlas.

Por arriba, la superación del Estado tiene quever con determinados asuntos que ya no pue-den solventarse en el breve espacio de un Es-tado. Pero ahí coincide el desarrollo políticocon los deseos de los capitales internaciona-les. La teoría de las ventajas comparativasneoclásica dejaba de lado muchas cosas, prin-cipalmente las necesidades internas de lospueblos. Producir sólo para exportar no des-emboca necesariamente en un mayor bienes-tar nacional. Crea elites exportadoras quecondenan a los pueblos al hambre y al atraso.Por eso, hay que reconstruir las fronteras delsiglo XXI, que necesariamente van a ser regio-nales. Esas nuevas fronteras deben ir por en-cima de las tradicionales fronteras políticas.Europa vio facilitada esa tarea debido a unaterrible guerra que asoló el continente. En otrossitios hace falta un ejercicio de humildad paraentender la necesidad de rebajar el naciona-lismo al tiempo que se ensalza y respeta lanación. Se está más cerca de los que trabajanpor la emancipación en otro país que los quelos nacionales que luchan contra ella. Por esohacen falta conexiones supranacionales yliderazgos supranacionales compartidos.

Para ello, hay que reconstruir nuevas identi-dades que integren más acá y más allá de loque englobaban los estados nacionales. Laconstrucción de los Estados homogeneizósensibilidades, sometió a pueblos, razas, len-guas y los obligó a una única identidad. Y los

Estados nacionales sobrevivieron alimentan-do las diferencias con los Estados más cerca-nos. El socialismo del siglo XXI debe superaresas diferencias basadas en intereses de par-ticulares y encontrar los elementos comunesde zonas geográficas. Debe prestar especialatención a lo que puede sumar cuando su-mar emancipe, y debe prestar atención a lasdiferencias cuando igualar descaracterice. Laconstrucción de esas nuevas identidades debehacerse de manera participada y para ello esde gran relevancia la posibilidad de armaruna «opinión pública regional», algo más sen-cillo cuando se comparte el mismo idioma(aunque, en cualquier caso, siempre seránnecesarios ejercicios profundos de traduc-ción). En esta dirección, deben ir pensándosela creación de redes regionales que compar-tan objetivos, de la misma manera que Amé-rica Latina debiera ir construyendo formasde encuentro entre partidos que puedan re-presentar esa nueva opinión pública regio-nal (partidos políticos que pertenezcan a unamisma línea ideológica pero que operan endiferentes estados). La posibilidad de crearuna opinión pública regional pasa, evidente-mente, por crear medios de comunicaciónregionales (algo en lo que está avanzandomás América Latina con Telesur que la UniónEuropea, que apenas comparte el canal Artey no de manera integrada).

Las nuevas fronteras deben protegerse de losataques de los que, en nombre del libre comer-cio, amenazan a la industria, el campo o losservicios nacionales. No se trata de construirninguna forma de autarquía, sino de enten-der, frente a la gran mentira de la apertura defronteras (algo que nunca han hecho los paí-ses ricos), que determinadas formas de pro-tección interna son una garantía de bienestar.

Dentro de esa reconstrucción de las fronte-ras políticas, la democracia local es uno delos elementos sociales, donde debereinventarse una nueva alianza entre formas

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representativas y formas de democraciaparticipativa (los presupuestos participativosson un fórmula avanzada en esa dirección).En sociedades complejas -sociedades dondecada persona es un mundo que merece serreconocido como tal- las respuestas de la ad-ministración no pueden ser «simplificado-ras». El socialismo del siglo XXI da respues-tas complejizadoras a problemas complejos,lejos del «síndrome del príncipe de la ceni-cienta» (aquél príncipe caprichoso que quie-re calzar a todas las ciudadanas del reino lazapatilla de cristal que a él le gusta). Simpli-ficar significa en este caso ignorar que cadapersona tiene una horma particular.Complejizar –lo que también «complica», di-ficulta, la tarea política- es entender que nopuede meterse a toda la población en un mis-mo recipiente, por mucho que eso facilite latarea a los responsables políticos.

De la misma manera, es obligatorio terminarcon esos lugares «sin fronteras» que condenana tantos países a la pobreza: los paraísos fisca-les y las empresas transnacionales. Al tiempoque se postula desde el neoliberalismo un mun-do sin fronteras, se crean reinos feudales prote-gidos por nuevos castillos y enormes fosos –losentramados jurídicos-financieros- cuya entra-da está vedada a los pueblos. Al igual que losderechos humanos dejaron de ser considera-dos como «asuntos particulares» de los Esta-dos, los asuntos financieros, que condenan a lapobreza a continentes enteros, deben dejar deser asuntos propios de las empresas, organis-mos internacionales o Estados que reclaman sudominio para mantener su privilegio.

11. El socialismo del siglo XXI tiene que po-ner en marcha la reconceptualización de lacreación de la riqueza y la pobreza, crean-do para ello un Tribunal Internacional quesiente las bases teóricas, políticas y mora-les para enfrentar el problema.

El orden internacional actual, bajo hegemo-

nía norteamericana y con un desarrollo pla-netario del capitalismo, el estatismo y la Mo-dernidad, condena a la miseria a tres cuartaspartes del planeta, al tiempo que ahonda ladeuda ecológica al trasladar a los países delSur tanto residuos generados en el Norte comocultivos que arrasan la tierra (por ejemplo,de la soja que se exporta para forraje del ga-nado que se cría en los países ricos yexportadores de carne). Tradicionalmente seha explicado el desarrollo del Norte como unproceso autoreferenciado y virtuoso que en-contraba las razones de su progreso en clavesinternas. Pero, como bien demuestran los lla-mados estudios culturales a partir de los añossetenta del siglo pasado, no es posible conce-bir el desarrollo del Norte sin ponerlo en es-tricta conexión, desde el siglo XV, con el Surque le brindó sus posibilidades de acumula-ción al precio de empobrecerse a sí mismos.No es solamente que para que exista un Cen-tro tiene que haber una Periferia, sino que esla condición particular de centro la que con-dena a otros muchos países a ser periferia.

Hacen falta tribunales internacionales queexpliquen cómo la existencia de países pobresestá íntimamente ligada a la existencia depaíses empobrecedores, a la manera del Tri-bunal Russell que investigó los crímenes dela guerra de Vietnam. Estos tribunales debenevaluar, con todas las partes, el costo del co-lonialismo, de las invasiones, del robo dematerias primas, de la esclavitud, del comer-cio desigual, de la exportación de desechostóxicos, del fomento de guerras y dictaduras,de las imposiciones de pautas exportadoras.Con urgencia debe enfrentarse el tema de ladeuda externa y de la deuda ecológica. Sinun replanteamiento de esa desigualdad his-tórica, que aún hoy sigue lastrando en formade deuda social el posible avance de los paí-ses empobrecidos, es imposible pensar formasde democracia -y aún menos de socialismo-para el siglo XXI. Como se ha señalado, elpago de la varias veces desembolsada, «in-

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moral y odiosa» deuda externa evita sembrarlas bases, el sustento mínimo de suministrode bienes básicos sobre los que sustentar lapuesta en marcha del nuevo socialismo. Lapobreza y la miseria que han creado y creanlas diferentes deudas la hacen rea de un deli-to continuado de genocidio.

Como ha insistido la teología de la liberación,

Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatemoc he venido aencontrar a los que celebran el encuentro.

Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron laAmérica hace cuarenta mil años, he venido a en-contrar a los que la encontraron hace solo qui-nientos años.

Aquí pues, nos encontramos todos. Sabemos lo quesomos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.

El hermano aduanero europeo me pide papel es-crito con visa para poder descubrir a los que medescubrieron. El hermano usurero europeo me pidepago de una deuda contraída por Judas, a quiennunca autoricé a venderme.

El hermano leguleyo europeo me explica que todadeuda se paga con intereses aunque sea vendien-do seres humanos y países enteros sin pedirlesconsentimiento.

Yo los voy descubriendo. También yo puedo recla-mar pagos y también puedo reclamar intereses.Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel,recibo sobre recibo y firma sobre firma, que sola-

no hay perdón sin restitución. Pese al discur-so complaciente de buena parte de las teo-rías del conflicto, no es posible un lugar ·»ga-nador-ganador» sin la reintegración de lorobado, roto, evitado o impedido. Esta peti-ción tiene una contundente expresión en lassupuestas palabras del Cacique GuaicaipuroCuatemoc a los Jefes de Estado de la Comu-nidad Europea el 8 de febrero de 2002198:

198 Es más que probable que nunca haya existido ni tal cacique ni tal exposición (no hay fuentes que lo confirmen y algunos errorescon los que circula el texto por la red así parecen indicarlo). Sin embargo, valga decir que «se non é vero, e ben trovato». Que el autorfuera un indígena, es decir, una víctima, le da fuerza moral al relato, de la misma manera que la posibilidad de obligar a los líderesmás poderosos del mundo a escuchar una queja tiene un fondo romántico. Pero lo realmente relevante es que texto es totalmenteplausible y su verdadera fuerza radica en la contradicción que pone encima de la mesa, más allá de contextos y autorías.

mente entre el año 1503 y 1660 llegaron a SanLucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 mi-llones de kilos de plata provenientes de América.

¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensarque los hermanos cristianos faltaron a su SéptimoMandamiento.

¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarmeque los europeos, como Caín, matan y niegan lasangre de su hermano!

¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumnia-dores, como Bartolomé de las Casas, que califi-can al encuentro como de destrucción de las In-dias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afir-ma que el arranque del capitalismo y la actual civi-lización europea se deben a la inundación de me-tales preciosos!

¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilosde plata deben ser considerados como el primerode muchos otros préstamos amigables de Améri-ca, destinados al desarrollo de Europa. Lo contra-rio sería presumir la existencia de crímenes deguerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la

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devolución inmediata, sino la indemnización pordaños y perjuicios.

Yo, Guaicaipuro Cuatemoc, prefiero pensar en lamenos ofensiva de estas hipótesis.

Tan fabulosa exportación de capitales no fue másque el inicio de un plan «»MARSHALLTESUMA»»,para garantizar la reconstrucción de la bárbaraEuropa, arruinada por sus deplorables guerras con-tra los cultos musulmanes, creadores del álgebra,la poligamia, el baño cotidiano y otros logros supe-riores de la civilización.

Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Em-préstito, podremos preguntarnos:

¿Han hecho los hermanos europeos un uso racio-nal, responsable o por lo menos productivo de losfondos tan generosamente adelantados por el Fon-do Indoamericano Internacional?

Deploramos decir que no.

En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas deLepanto, en armadas invencibles, en terceros reichsy otras formas de exterminio mutuo, sin otro destinoque terminar ocupados por las tropas gringas de laOTAN, como en Panamá, pero sin canal.

En lo financiero, han sido incapaces, despuésde una moratoria de 500 años, tanto de cancelarel capital y sus intereses, cuanto deindependizarse de las rentas líquidas, las mate-rias primas y la energía barata que les exporta yprovee todo el Tercer Mundo.

Este deplorable cuadro corrobora la afirmación deMilton Friedman según la cual una economíasubsidiada jamás puede funcionar y nos obliga areclamarles, para su propio bien, el pago del capi-tal y los intereses que tan generosamente hemosdemorado todos estos siglos en cobrar.

Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a

cobrarle a nuestros hermanos europeos las viles ysanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por cientode interés, que los hermanos europeos le cobran alos pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos aexigir la devolución de los metales preciosos ade-lantados, más el módico interés fijo del 10 por cien-to, acumulado solo durante los últimos 300 años,con 200 años de gracia.

Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea delinterés compuesto, informamos a los descubridoresque nos deben, como primer pago de su deuda, unamasa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata,ambas cifras elevadas a la potencia de 300.

Es decir, un número para cuya expresión total, se-rían necesarias más de 300 cifras, y que superaampliamente el peso total del planeta Tierra. Muypesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuántopesarían, calculadas en sangre?

Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podi-do generar riquezas suficientes para cancelar esemódico interés, sería tanto como admitir su abso-luto fracaso financiero y/o la demencial irracionali-dad de los supuestos del capitalismo.

Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nosinquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimosla firma de una Carta de Intención que discipline alos pueblos deudores del Viejo Continente, y quelos obligue a cumplir su compromiso mediante unapronta privatización o reconversión de Europa, queles permita entregárnosla entera, como primer pagode la deuda histórica...»

Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civiliza-ción está en una bancarrota tal que les impide cum-plir con sus compromisos financieros o morales.

En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaranentregándonos la bala con la que mataron al Poeta.

Pero no podrán. Porque esa bala es el corazón deEuropa.

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12. El socialismo del siglo XXI tiene que re-construir la idea de los derechos humanossobre la base del respeto a todas las culturas

Occidente ha sido siempre una fuerza colo-nial imposibilitada, por la llamada razón mo-derna que construyó, para comprenderse,humildemente, como sólo una parte de laverdad. La forma de pensar de Occidente(la Modernidad) le ha llevado a que, inclusocuando ha propuesto valores de carácteruniversal, haya impuesto directa o indirecta-mente sus valores propios (a partir del sigloXVIII, contaminados, además, de capitalis-mo voraz y estatismo homogeneizador). Losderechos humanos no son los derechos indi-viduales del liberalismo que terminan, ennombre de una buena causa, siendo otro ins-trumento de opresión de unos países sobreotros o de unas ideologías sobre otras. Losderechos humanos deben reconstruirse comoun diálogo entre los diferentes pueblos y cul-turas, entre las diferentes opciones políticasy las diferentes religiones. Frente a propues-tas de choque de civilizaciones, basadas enla supuesta incompatibilidad de valores yderechos humanos, el socialismo del siglo XXIdebe hacer un esfuerzo en la línea del diálo-go de civilizaciones, que reconozca lainterculturalidad y la más eficaz construcciónde la emancipación desde diferentes perspec-tivas que comparten, pese a los distintos pre-supuestos, un compromiso con unaglobalización alternativa. Frente a lamercantilización del mundo de vida puestoen marcha por la globalización neoliberal,existe una rica variedad de respuestas (pro-venientes de culturas indígenas, religiones,sensibilidades sexuales) que deben sumarsepara recuperar ese espacio humano hurtadopor la mercantilización neoliberal.

Esos nuevos derechos humanos deben tenercomo orientación compartida la recuperaciónde un aspecto dejado de lado por la concep-ción liberal occidental de los derechos huma-

nos: el derecho a la propia alimentación, jun-to a un correlato directo: el derecho a poderdisponerse de los medios de producción bá-sicos para el desarrollo personal. El derechoa la vida se conculca de manera aberrantecuando tres cuartas partes de la humanidadno pueden alimentarse. De poco sirve el re-conocimiento formal de la libertad cuandoesa libertad no puede ejercerse porque faltanel alimento y la instrucción necesarios paraconstruir una vida digna. De igual manera,el libre acceso a los medicamentos necesariosdebe formar parte de una concepción de losderechos humanos que debiera ser defendi-da por la ONU, completada con el acceso ala cultura que permita disponer de las herra-mientas conceptuales necesarias para poderpensar y construir alternativas.

13. El socialismo del siglo XXI necesita ar-ticular sus propios medios de comunica-ción, orientados por los valores que debensostenerlo

No hay salida posible del túnel si no se sabeque afuera hay luz. Podría pensarse que bas-ta un golpe de azar para salir de las sombras,pero eso sólo sería posible si no existieran be-neficiarios de las tinieblas. Esto ha dificulta-do una superación sobria de ese conflicto. Labatalla de las ideas es la que hace encarniza-das el resto de las batallas.

Las alternativas durante el último tercio delsiglo XX han sido, básicamente, o la indife-rencia absoluta o la militancia total. La de-rrota de, prácticamente, todos los intentos detransformación radical del capitalismo y lademocracia representativa, así como el férreocontrol de la creación de hegemonía, ha po-larizado a las sociedades entre amplias ma-sas conformistas y pequeños núcleosconcienciados a los que les corresponde lacarga total del discurso y la prácticatransformadoras. Esto, a menudo, lleva a queesas minorías que sostienen todo el peso de

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la propuesta emancipadora terminen sinfuerzas, ingresando finalmente en las filas deldesánimo o construyendo pequeñas islas don-de escaparse de la hegemonía neoliberal. Laemancipación, o se sostiene poramplios sectores de la pobla-ción o se convierte en una ta-rea «ciclópea» sólo asumiblepor gigantes que pueden ter-minar perdiendo su condiciónhumana y, por tanto, sencilla.

Desde los años treinta del si-glo XX, los medios de publici-dad de masas (inicialmente laradio y después la televisión)se convirtieron en elementosesenciales tanto de propuestasreaccionarios (el nazismo fueexperto en su uso) como de pro-puestas con rasgosemancipadores (los inicios delNew Deal de Roosevelt tuvie-ron como principal vocero las«charlas al calor de la lumbre»que dictaba semanalmente elPresidente). En los años 60 y70, los medios se pusieron demanera general al servicio delsostenimiento de la sociedadcapitalista y su necesidad cons-tante de incrementar la deman-da camino de las sociedadesde consumo. La publicidad,como artífice de la incorpora-ción de los trabajadores a pau-tas consumistas, así como elresto de producciones audio-visuales (sin olvidar los noticie-ros), han ayudado sobremanera a construirun mundo individualista, centrado en la dis-tracción, pivotando en torno al consumo,conformista y desarmado intelectualmentepara enfrentar el esfuerzo de la transforma-ción. Un mundo basado en valores de cam-bio, determinados por la propaganda publi-

citaria, y no en valores de uso, respecto delcuál se dificultan las mentiras. El silencio porparte de los medios de los estragos causadospor el capitalismo, así como el ocultamiento

de las protestas frente al mis-mo debilitan el nacimiento deotras resistencias. Nunca hasido más cierto el aserto del lí-der nazi Goebbels de que unamentira repetida cien vecestermina siendo vista como unaverdad. Los adolescentes delprimer mundo creen que si notienen el último modelo de te-lefonía celular son pobres e in-felices. Y los anuncios no ex-plican que la soledad y la in-comunicación no son menorescon esos nuevos artilugios.

Sólo con espejos del nuevo so-cialismo se podrán reflejar losnuevos valores, que deberánser sostenidos por el conjuntode la sociedad y no por unaminoría consciente (aunque,mientras tanto, le correspondaa esa minoría trabajar de máspara extender esos valores). Yesos valores igualitarios debenir acompañados de opcionesigualitarias, de manera quesean unos recursos similares(de tiempo, dinero, herramien-tas intelectuales) los que per-mitan una participación simi-lar. Y esa nueva realidad debereflejarse para construir subje-tividades afines a esa nueva

realidad. Sólo con medios de comunicaciónajenos a los grandes entramados empresaria-les-financieros-políticos puede explicarse,proponerse, defenderse el nuevo socialismo.Sólo con medios que compartan los nuevosvalores puede educarse a la ciudadanía en ladefensa colectiva de formas de convivencia

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basadas en otros principios éticos. La infor-mación no puede consistir en el consumopasivo de mensajes e imágenes provenientesde un único proveedor. Es un diálogo de iday vuelta donde deben incrementarse los emi-sores, de la misma manera que son pluraleslos receptores. Los medios alternativos, loca-les, descentralizados y el libre acceso son re-quisitos para que el nuevo socialismo no cai-ga en el adoctrinamiento dirigido por unaelite económica o política. También seránnecesarias referencias colectivas que constru-yan el grupo amplio que, a día de hoy, se iden-tifican en los Estados nacionales. Sólo unarelación dialéctica entre lo local, lo nacionaly lo global puede construir ciudadanía queno caiga en la fragmentación y que evite tam-bién el error común de la homogeneización yla negación de las identidades. La propia ex-periencia que se vaya articulando marcarálas estrategias adecuadas para lograr unidady diversidad, para garantizar la deseadaemancipación y la necesaria regulación de lavida social.

Sólo con medios de comunicación ajenos alos intereses particulares podrá, como se apun-tó, construirse opiniones públicas regionales(latinoamericanas, africanas, europeas, me-diterráneas) que construyan la globalizaciónalternativa y extraigan de las posibilidadesde acercar el tiempo y el espacio elementospara ahondar en la emancipación.

14. El socialismo del siglo XXI sabe que amayor participación popular, menor poderparticular.

La democracia representativa ha construidoentramados alejados de la ciudadanía. Laausencia de formas de democracia directa haenfriado la democracia hasta convertirla enun procedimiento que termina ignorando sucondición de gobierno «por el pueblo» y«para el pueblo». El reforzamiento de la de-mocracia local devuelve a un nivel práctico

la gestión de la política, hurtada por el Esta-do central que es el que hace y deshace en losorganismos financieros internacionales y enlas instituciones supranacionales.

Conforme se aleja el centro de toma de deci-siones, más se debilita la democracia. La ma-yor información concreta siempre está aba-jo, aunque la visión de conjunto siempre tie-ne que hacerse con una visión que integretodas las partes. La labor de coordinacióndel Estado, necesaria, tiene que articularse,como se ha dicho, desde el principio de lasubsidiariedad, de manera que las institucio-nes centrales sirvan como garantes -y ten-gan recursos- para poder cubrir aquellos as-pectos que se brinden insuficientemente enel ámbito local, por ejemplo, los bienes de ca-rácter universal. Si bien es cierto que hay as-pectos que tienen que enfrentarseregionalmente (el Estado nacional se ha que-dado pequeño para tratar pandemias, crisisecológica, movimientos financieros, conoci-miento científico, etc.), hay otros para los quela administración central queda demasiadolejos (asuntos locales, vida cotidiana, parti-cipación, conocimiento integral de las comu-nidades). La organización de la vida comu-nitaria es un elemento central de lareinvención del socialismo.

Para evitar la fragmentación, es igualmenteimportante reconstruir el cemento social, losagrado (la verdad, la bondad y la bellezacompartidas) que se asume como propio porparte de un colectivo, la identificación queconstruye una ligazón con los que se sientencomo parte de una aventura histórica común.Puede afirmarse que el principal error del so-cialismo del siglo XX fue no confiar en la par-ticipación popular, asumiendo el Estado todala responsabilidad al respecto. Tan fue así, queel Estado se creyó con la legitimidad comopara declarar enemigo del pueblo al que fue-ra enemigo de ese Estado que copió muchoserrores del Estado burgués del que procedía.

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Compensar ese defecto de participación es elcamino más seguro para evitar los errores quela lucha por la emancipación cometió en elpasado. Si la derecha orientó toda su políticaa acabar con lo que denominaron «exceso departicipación» (Samuel Huntington), la iz-quierda debe armar su propuesta guiándosepor superar el «déficit de participación» enparlamentos, empresas, hospitales, adminis-traciones, escuelas, universidades, organis-mos financieros, medios de comunicación ycualesquiera lugares donde la ley, el conoci-miento, la fuerza o la tradición crean situa-ciones de poder y dominación.

15. El socialismo del siglo XXI debe conju-gar reforma, revolución y rebeldía paraconstruir un mundo más justo

«De nada en demasía», viejo axioma délfico,también es válido para la política real. La des-mesura, esa tendencia humana a la hybris, alexceso, conviene aplicarla a esa parte socialfáustica -capaz del mayor bien y del mayormal- que es la política. Las utopías deben serconcretas, llenas de voluntad pero alertas anteel voluntarismo. Y asumiendo, como dijoHegel, que la negación siempre formará partede la síntesis. El viejo paradigma del capitalis-mo neoliberal está en crisis, pero el nuevo pa-radigma del socialismo aún no ha llegado.Habrá zonas en donde nos situemos con fuer-za en la lógica del nuevo paradigma, pero tam-bién habrá situaciones en donde nos ubicare-mos en la zona de transición. Sólo en la derro-ta deberá aceptar el socialismo del siglo XXIsituarse amablemente en el viejo paradigma.Las formas de la llamada «tercera vía» hanformado parte de esa deserción que tuvo comoúnica consecuencia que la izquierda hiciera,desde su legitimidad, el trabajo de ajuste al sis-tema que nunca hubiera podido hacer la de-recha debido a la enorme oposición social quehubiera generado.

Frente a las enormes distancias entre los di-

ferentes grupos de la izquierda, más atentosa lo que les separa y, por tanto, en constantedebilidad frente a los sectores privilegiados,el socialismo del siglo XXI debe esforzarse porencontrar aquello que une a los que luchanpor la emancipación. Cada grupo debe ex-poner ante los demás grupos en qué consistesu emancipación concreta, debe hacer com-prensible a los demás el porqué su estrategiaayuda a mejorar el mundo. En vez de la críti-ca y el enfrentamiento entre supuestos intér-pretes canónicos de la verdad, hacen faltagentes más humildes dispuestas no a hacersefuerte en sus diferencias sino cooperativos enlo que se comparte. En vez de monólogos,diálogos. En vez de negaciones del otro,complementariedades con el otro. Inclusocuando el otro niega el propio desarrollo, lamejor estrategia es la que desborda al que noquiere hablar porque lo fuerza al diálogo.

De esta manera, hay grandes posibilidadesde que se den saltos y esos grupos que hacenesa tarea de traducción construyan síntesisque superen tanto el problema como las dife-rencias que tienen entre ellos. La traducciónse transforma en transducción, en un saltohacia formas superiores de emancipación. Laexistencia del Foro Social Mundial, a diferen-cia de la proliferación de Internacionales So-cialistas con sus diferentes credos e identi-dades, es un ejemplo de reconstrucción delsocialismo del siglo XXI. Frente a los que, comodecía el poeta alemán Erich Fried, quieren darcon su Marx en la cabeza de los que les hangolpeado con otro Marx en la suya, el ForoSocial Mundial asume que el lema es «Unmundo en el que quepan muchos mundos».

Pero ni se puede cambiar todo ni es necesa-rio reinventarlo todo. Las sociedades llevanpeleando, con mayor o menor fortuna, siglosy siempre existen aspectos que forman partede sus victorias. Renunciar a ellos es entre-gar fortalezas que nunca fueron rendidas. Poreso hacen falta dosis de reformismo, de ges-

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El gobierno de las palabras: De la crisis de legitim

idad a la trampa de la gobernanza

tión cotidiana de lo ya logrado. El ser huma-no no puede reinventarse todo todos los días.Un voluntarismo excesivo conduce a la me-lancolía. Hay cambios sociales que sólo seránposibles en dos o tres generaciones.

Pero gestionar en una suerte de equilibrio to-tal conduce a la cristalización. Como enseñala segunda ley de la termodinámica, todos loscuerpos vivos pierden constantemente energía,pero obtienen a cambio información. El cuer-po que no recibe información –de que hace frío,calor, sensación de hambre, sed, peligro- ter-mina muriendo pues no recibe estímulos pararenovar la energía que siempre pierde. La cla-ve de los cuerpos vivos es mantenerse siempreen un equilibrio inestable, en constanteinteracción con su entorno. Los fuertes valo-res sociales deben encargarse de que esa ges-tión de los logros no se revierta, pero hay espa-cios que no pueden estar en constante lucha.Son logros sociales que deben compartirse ycuidarse, pues pretender cambiarlos constan-temente conduce a un gasto de energía muyalto. En sociedades complejas, las respuestascorrectas son las que complejizan.

Pero el reformismo sin revolución no vale.Revolución es el programa de máximos, elcambio profundo y urgente de aquello quefrena la emancipación, el faro que orienta eltrabajo diario aun sabiendo que ese cambiono va a llegar de inmediato. Revolución es lautopía máxima, es la construcción urgente ya veces desesperada de lo que podría estar yfalta. Pero necesita anclarse en lo real paraque pueda hacerse concreta. Ambos, refor-ma y revolución, separados durante todo elsiglo XX, ahora deben unirse aprovechandola experiencia de los errores de su divorciodurante el siglo que acaba de marcharse. Peroambas deben igualmente entender que hayun tercer alma de la izquierda que tambiéndeben incorporar. Se trata de rebeldía, el almalibertaria que siempre genera preguntas in-cómodas y cuestiona cualquier conformismo.

Frente a reforma y revolución, rebeldía es elimpulso espontáneo, sin jerarquías, atento alas identidades, irreverente, propio de movi-mientos sociales que nacen y desaparecen conla misma rapidez una vez cumplida su fun-ción. Rebeldía es la pelea perdida por Bakuninfrente a Marx, por Rosa Luxemburgo frentea Lenin, por Trotsky o Gramsci frente a Stalin,por Roque Dalton frente al ERP, por la poe-sía frente al catecismo. Es la aportación res-catada por el zapatismo, el mandar obede-ciendo, la desconfianza respecto de las estruc-turas, la apuesta por la asamblea, la partici-pación de todos, el absoluto poder popular,el control social que frene la corrupción, unade las principales lacras de la democracia enel siglo XXI. Rebeldía no es quitar una sillapara sentar a otro, sino poner más sillas en lamesa. No es sustituir el poder ni repartir elpoder, sino negar el poder. Es el recordatoriode la tendencia inexorable de las estructurasa la esclerosis, de la transformación repetidade los revolucionarios en burócratas, de losemancipadores en guardadores suspicaces deesencias, de los radicales en nuevos ricos delos tesoros revolucionarios.

Pero rebeldía también tiene que aprender dereforma y de revolución, de la necesidad,pese a todo, de estructuras, de partidos y sin-dicatos, de la necesidad de la gestión de so-ciedades complejas, de un orden interna-cional que no puede ahormarse en zapatillade cristal alguna, de las dificultades de lograruna total politización de toda la ciudadaníatodo el tiempo, de la necesidad de técnicosque orienten la realidad, de conjugar intere-ses globales, de la necesidad de articular elbosque una vez que ya existe quien cuide decada árbol, de la obligación de contar simul-táneamente con formas de democracia repre-sentativa y con elecciones, de rescatar aque-llos elementos de la democracia liberal queno pueden dejarse como patrimonio de lospoderosos porque fueron también los puebloslos que los lograron (los derechos civiles, po-

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líticos y sociales, la división de poderes, laslibertades individuales y la justicia social).

En definitiva, lejos de vanguardias ydoctrinarismos, el socialismo del siglo XXI ten-drá que defender las reformas, tendrá queorientarse por la revolución, tendrá que en-tenderse rebelde. Tendrá que saber que exis-te el eje «conversión-perversión» y tendrá queinventar, al apostar por la emancipación, eleje «subversión-reversión». Una izquierdaverde desbordante que se impulsa a un nue-vo estadio con los pies haciendo fuerza en elmundo. Por eso, insistimos, se armará y de-sarmará, como un puzzle cambiante, de ma-

nera permanente. Sólo así crecerá más alláde los errores y los fracasos del siglo XX, sóloasí podrá cierta la promesa de emancipaciónque sembró el pensamiento ilustrado y que aúnno ha sido cumplida, sólo así podrá devolverel sentido al mundo, haciendo de la verdad,de la bondad y de la belleza el programa hu-mano que nos explique quiénes somos y quié-nes queremos ser, sin necesidad de mercade-res de trascendencia, de buhoneros del bien-estar, guardianes de la felicidad ni comercian-tes codiciosos que quieren olvidar que, al fin yal cabo, sigue siendo cierto tanto que para fi-losofar hay que tener el estómago lleno comoque no sólo de pan vive el hombre.