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Universidad Nacional de Río Cuarto SOCIEDADES de PAISAJES ÁRIDOS y SEMI-ÁRIDOS Revista Científica del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Facultad de Ciencias Humanas Año III / Volumen IV / Junio de 2011 ISSN 1852-8783

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3Año III / Volumen III / ?¿

Universidad Nacional de Río Cuarto

SOCIEDADES de PAISAJESÁRIDOS y SEMI-ÁRIDOS

Revista Científica del Laboratorio de Arqueologíay Etnohistoria de la Facultad de Ciencias Humanas

Año III / Volumen IV / Junio de 2011

ISSN 1852-8783

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4 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

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5Año III / Volumen III / ?¿

Estimado lectorEstimado lectorEstimado lectorEstimado lectorEstimado lector :::::

La obra que Usted tiene en sus manos posee un valor singular, porque es el fruto deconocimientos, experiencia y mucho esfuerzo por parte de sus autores. La

Universidad Nacional de Río Cuarto ha procurado una presentación digna y esperaconcretar su amplia difusión y comercialización a precios accesibles.

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El respeto a los derechos intelectuales hace posible que existan mejores libros y máseconómicos.

Editorial UniEditorial UniEditorial UniEditorial UniEditorial Univvvvversidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuarersidad Nacional de Río Cuar tototototo

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6 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos6

AAAAAUTUTUTUTUTORIDORIDORIDORIDORIDADESADESADESADESADESUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONALALALALALDE RÍO CUDE RÍO CUDE RÍO CUDE RÍO CUDE RÍO CUARARARARARTTTTTOOOOO

RRRRRectorectorectorectorectorProf. Marcelo RUIZVVVVVice Rice Rice Rice Rice RectorectorectorectorectorProf. Javier SALMINISSecretario GeneralSecretario GeneralSecretario GeneralSecretario GeneralSecretario GeneralProf. Pablo GalimbertiSecretario AcadémicoSecretario AcadémicoSecretario AcadémicoSecretario AcadémicoSecretario AcadémicoProf. Claudio AsaadSecrSecrSecrSecrSecretario de Ciencia y etario de Ciencia y etario de Ciencia y etario de Ciencia y etario de Ciencia y Técnica:Técnica:Técnica:Técnica:Técnica:Prof. Alejandro LarriestraSecretario de Extensión ySecretario de Extensión ySecretario de Extensión ySecretario de Extensión ySecretario de Extensión yDesarDesarDesarDesarDesarrrrrrollo: ollo: ollo: ollo: ollo: Prof. César QuirogaSecretario EconómicoSecretario EconómicoSecretario EconómicoSecretario EconómicoSecretario EconómicoProf. Luis BaroveroSecretario de BienestarSecretario de BienestarSecretario de BienestarSecretario de BienestarSecretario de BienestarProf. María Nidia ZilettiSecretario de CoordinaciónSecretario de CoordinaciónSecretario de CoordinaciónSecretario de CoordinaciónSecretario de CoordinaciónTécnica y Servicios:Técnica y Servicios:Técnica y Servicios:Técnica y Servicios:Técnica y Servicios:Prof. Gabriel PaisioSec. de Planificación ySec. de Planificación ySec. de Planificación ySec. de Planificación ySec. de Planificación yRRRRRelaciones Institucionaleselaciones Institucionaleselaciones Institucionaleselaciones Institucionaleselaciones InstitucionalesProf. Nelso DoffoSecrSecrSecrSecrSecretaría de Petaría de Petaría de Petaría de Petaría de Posgosgosgosgosgraduación:raduación:raduación:raduación:raduación:Prof. Jorge Barral

AAAAAUTUTUTUTUTORIDORIDORIDORIDORIDADESADESADESADESADESFFFFFAAAAACULCULCULCULCULTTTTTAD DE CIENCIASAD DE CIENCIASAD DE CIENCIASAD DE CIENCIASAD DE CIENCIASHUMANASHUMANASHUMANASHUMANASHUMANASUNIVUNIVUNIVUNIVUNIVERSIDERSIDERSIDERSIDERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONALALALALALDE RÍO CUDE RÍO CUDE RÍO CUDE RÍO CUDE RÍO CUARARARARARTTTTTOOOOO

DDDDDecanoecanoecanoecanoecanoProf. Gisela VELEZVVVVVice Decanaice Decanaice Decanaice Decanaice DecanaProf. Pablo WehbeSecretaria AcadémicaSecretaria AcadémicaSecretaria AcadémicaSecretaria AcadémicaSecretaria AcadémicaProf. Ana VogliottiSecrSecrSecrSecrSecretaria etaria etaria etaria etaria TécnicaTécnicaTécnicaTécnicaTécnicaProf. Gustavo KunzevichSecrSecrSecrSecrSecretaria de Inetaria de Inetaria de Inetaria de Inetaria de InvvvvvestigestigestigestigestigacionesacionesacionesacionesacionesProf. Clide GremigerSecrSecrSecrSecrSecretaria de Petaria de Petaria de Petaria de Petaria de PosgosgosgosgosgradoradoradoradoradoProf. Diana SigalSecretario de ExtensiónSecretario de ExtensiónSecretario de ExtensiónSecretario de ExtensiónSecretario de ExtensiónProf. Carla BorghiSecrSecrSecrSecrSecretario de Gestión y Retario de Gestión y Retario de Gestión y Retario de Gestión y Retario de Gestión y RelacioneselacioneselacioneselacioneselacionesInstitucionalesInstitucionalesInstitucionalesInstitucionalesInstitucionalesProf. Fabio DandreaSubsecretario AcadémicoSubsecretario AcadémicoSubsecretario AcadémicoSubsecretario AcadémicoSubsecretario AcadémicoProf. Héctor StroppaSubsecrSubsecrSubsecrSubsecrSubsecretaria etaria etaria etaria etaria TécnicaTécnicaTécnicaTécnicaTécnicaProf. Verónica PiccoSubsecretario de ComunicaciónSubsecretario de ComunicaciónSubsecretario de ComunicaciónSubsecretario de ComunicaciónSubsecretario de ComunicaciónInst itucionalInst i tucionalInst i tucionalInst i tucionalInst i tucionalProf. Daniel Maza

Autoridades delAutoridades delAutoridades delAutoridades delAutoridades delDeDeDeDeDeparparparparpar tamento de Historiatamento de Historiatamento de Historiatamento de Historiatamento de Historia

DirectoraDirectoraDirectoraDirectoraDirectoraAlicia Lodeserto

REVISTREVISTREVISTREVISTREVISTA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PAISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS Y SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSAño III / Año III / Año III / Año III / Año III / VVVVVolumen IV / Jolumen IV / Jolumen IV / Jolumen IV / Jolumen IV / Junio de 2011unio de 2011unio de 2011unio de 2011unio de 2011

Ruta Nacional 36 Km. 601 / (X5804) / Río Cuarto / ArgentinaTel.: 54 (0358) 467 6200 / Fax.: 54 (0358) 468 0280 / E-mail: [email protected]

Web: http://www.unrc.edu.ar

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7Año III / Volumen IV / Junio de 2011

Decreto-Ley 6422/57 de Publicaciones Periódicas.

ISSN 1852-8783

REVISTREVISTREVISTREVISTREVISTA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDA SOCIEDADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PADES DE PAISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS AISAJES ÁRIDOS Y SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSY SEMIÁRIDOSAño III / Año III / Año III / Año III / Año III / VVVVVolumen IV / Jolumen IV / Jolumen IV / Jolumen IV / Jolumen IV / Junio de 2011unio de 2011unio de 2011unio de 2011unio de 2011

DDDDDirectorasirectorasirectorasirectorasirectorasAna María Rocchietti / Marcela Alicia Tamagnini

Comité EditorComité EditorComité EditorComité EditorComité EditorSecretario: Juan Manuel Chavero

Alicia Lodeserto, Ernesto Olmedo, Graciana Pérez Zavala, Flavio RiberoConsejo de RConsejo de RConsejo de RConsejo de RConsejo de Redacciónedacciónedacciónedacciónedacción

Yanina Aguilar, Yoli Martini, Martha Villa, Laura Gili, Martha TigierColaboradoresColaboradoresColaboradoresColaboradoresColaboradores

Paula Altamirano, José Luís Torres, Daniela Castro Cantoro, Gustavo Torres, Mariano Yedro,Arabela Ponzio, Germán Sabena, Mauricio Saibene

Comité CientíficoComité CientíficoComité CientíficoComité CientíficoComité CientíficoAntonio Austral (Universidad Nacional de La Plata), Rafael Curtoni (Universidad Nacional delCentro de la Provincia de Buenos Aires), Alejandro García (Universidad Nacional de San Juan),Emilio Eugenio (Universidad de Buenos Aires), Rolf Foerster (Universidad de Chile), Facundo

Gómez Romero (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires - CONICET),Arno Álvarez Kem (Universidad Federal de Porto Alegre, Brasil), César Gálvez Mora (Instituto

Nacional de Cultura, Departamento de La Libertad, Perú), Carlos Pérez Zavala (FundaciónIntercambio Cultural Alemán-Latinoamericano, Río Cuarto), Víctor Pimimchumo (InstitutoNacional de Cultura-Dirección Regional de Cultura, La Libertad, Perú), Racso Fernández

(Investigador Auxiliar Instituto Cubano de Antropología, Grupo Cubano de Investigaciones deArte Rupestre), Ludgarda Reyes (Universidad Privada Franz Tamayo, Perú), Tom Dillehay.

Evaluaron este volumenEvaluaron este volumenEvaluaron este volumenEvaluaron este volumenEvaluaron este volumenMargarita Gascón (CONICET - INCIHUSA, Mendoza, Argentina), María Mercedes González

Coll (Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, Argentina), Pablo Pozzi (Universidad Nacional deBuenos Aires), Teresa Vega (Universidad Nacional del Comahue), María Teresa Boschín (CentroNacional Patagónico - CONICET), Juan Mauricio Renold (Universidad Nacional de Rosario -

CONICET), Mirta Bonnin (Universidad Nacional de Córdoba), Liliana Barela (Directora Generalde Patrimonio Cultural e Instituto Histórico - Subsecretaría de Patrimonio Cultural. Ministerio deCultura), Inés Farias (Encargada Archivo Franciscano «Padre José Luís Padros», Río Cuarto), MirtaBonnin (Universidad Nacional de Córdoba), Mariano Ramos (Universidad Nacional de Luján),

Norberto Mollo (TEFROS), Víctor Durán (Universidad Nacional de Cuyo).

Diseño de Diseño de Diseño de Diseño de Diseño de TTTTTapaapaapaapaapa: Juan Chavero

Diagramación InteriorDiagramación InteriorDiagramación InteriorDiagramación InteriorDiagramación Interior:Germán SabenaC u r a d o r í a :C u r a d o r í a :C u r a d o r í a :C u r a d o r í a :C u r a d o r í a :

María Cecilia Stroppa (Universidad Nacional de Rosario - CIUR)Supervisión Gráfica del volumenSupervisión Gráfica del volumenSupervisión Gráfica del volumenSupervisión Gráfica del volumenSupervisión Gráfica del volumen:

Cecilia GraziniPropietario ResponsablePropietario ResponsablePropietario ResponsablePropietario ResponsablePropietario Responsable:

EDITEDITEDITEDITEDITORIAL DE LA UNIVERSIDORIAL DE LA UNIVERSIDORIAL DE LA UNIVERSIDORIAL DE LA UNIVERSIDORIAL DE LA UNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUARARARARARTTTTTOOOOORuta Nac. 36 Km. 601 / (X5804) / Río Cuarto / Argentina

Tel.: 54 (0358) 467 6332 / Fax.: 54 (0358) 468 0280 / E-mail: [email protected]: http://www.unrc.edu.ar

UNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDUNIVERSIDAD NAD NAD NAD NAD NAAAAACIONCIONCIONCIONCIONAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUAL DE RÍO CUARARARARARTTTTTO / FO / FO / FO / FO / FAAAAACULCULCULCULCULTTTTTAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANAD DE CIENCIAS HUMANASASASASASLaboratorio de Arqueología y Etnohistoria

Ruta Nac. 36 Km. 601 / (X5804) / Río Cuarto / Argentina el.: 54 (0358) 467 6297 / Fax.: 54 (0358) 468 0280Contacto:Contacto:Contacto:Contacto:Contacto: [email protected]

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ÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALÍNDICE GENERALÍNDICE GENERAL

NOTA A LECTORES ............................................................................................................ 11EDITORIAL .............................................................................................................................. 13

USO DE MATERIALES PERECEDEROS EN LA OCUPACIÓN DELDESIERTO: EL CASO DEL VALLE DE CHICAMA, PERÚ ................................. 17César A. Gálvez Mora

EL CONTROL INCAICO DE LAS TIERRAS BAJAS CUYANAS.UNA EVALUACIÓN DEL MODELO DE ENCLAVES .......................................... 39Alejandro García

ARQUEOZOOLOGÍA DEL ALERO CARRIQUEO ................................................ 63Agustín Cordero

¿UN EXORCISMO EN EL CONVENTO DE SANTA CATALINADURANTE EL SIGLO XIX (BUENOS AIRES)? ...................................................... 81Daniel Schavelzón

LAS ARMAS EN LA FRONTERA DEL RÍO CUARTO (1852-1870) ............... 93Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

EL COMBATE DE LA LAGUNA AMARILLA:UN ROMPECABEZAS HISTÓRICO........................................................................... 115Graciela Rosa Santamaría

SISTEMA DE DISPERSIÓN DE LA FORMACIÓN DISCURSIVA SOBRELOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE LASSIERRAS DE CÓRDOBA .............. 133Nicolás Debernardi

RESEÑAS .................................................................................................................................. 151

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NONONONONOTTTTTA A LA A LA A LA A LA A LOS LECTOS LECTOS LECTOS LECTOS LECTORESORESORESORESORES

RRRRReeeeevista Sociedades de Pvista Sociedades de Pvista Sociedades de Pvista Sociedades de Pvista Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridosaisajes Áridos y Semi-Áridos es una publica-ción semestral que edita el Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria (Depar-tamento de Historia - Facultad de Ciencias Humanas – Universidad Nacional deRío Cuarto). Recibe artículos originales de autores nacionales y extranjeros quedesarrollan investigaciones en: Arqueología Regional, Arqueología Latinoame-ricana, Problemas Teóricos y Metodológicos en Arqueología, Etnohistoria, An-tropología, Etnografía, Ciencias concurrentes y afines (como Geología, Geogra-fía, Historia, etc.).

Está dedicada especialmente a las investigaciones de la diagonal áridade la Argentina y de América del Sur.

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REVISTREVISTREVISTREVISTREVISTA A A A A SOCIEDADES de PAISAJESÁRIDOS y SEMI-ÁRIDOS

Año III / Volumen IV/ Junio de 2011

EditorialEditorialEditorialEditorialEditorialPaisajes es una publicación del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria,

Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto quenació al compás de la necesidad de dar a conocer investigaciones sobre las socie-dades de los paisajes áridos y semiáridos, propiciando el intercambio científicocon expertos de otros centros académicos, del país y del extranjero.

Los trabajos que éste, su cuarto volumen, contiene son una prueba de ello.Los mismos describen las encrucijadas de distintas sociedades a lo largo del tiem-po a partir de diferentes registros. El arqueológico vehiculiza indagaciones so-bre la ocupación humana de las áreas desérticas, las condiciones materiales deexistencia de los cazadores recolectores y las formas de control ejercidas porunos pueblos sobre otros antes de la irrupción de los españoles. El documental ybibliográfico, avanza sobre las luchas y tensiones que caracterizaron a los espa-cios fronterizos después de la conquista y la manera en que las sociedades origi-narias se configuraron como objeto de estudio. Un trabajo de arqueología derescate en el corazón de una gran urbe permite ver, finalmente, la interacción detodos estos registros. Los problemas y dimensiones de investigación que todosellos ofrecen enriquecen los estudios sobre las sociedades pasadas.

MarMarMarMarMarcela cela cela cela cela TTTTTamagniniamagniniamagniniamagniniamagnini

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14 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

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....Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos

Año III / Volúmen IV/ Junio de 2011

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USO DE MAUSO DE MAUSO DE MAUSO DE MAUSO DE MATERIALES PERECEDERTERIALES PERECEDERTERIALES PERECEDERTERIALES PERECEDERTERIALES PERECEDEROS EN LAOS EN LAOS EN LAOS EN LAOS EN LAOCUPOCUPOCUPOCUPOCUPAAAAACIÓN DEL DESIERCIÓN DEL DESIERCIÓN DEL DESIERCIÓN DEL DESIERCIÓN DEL DESIERTTTTTO: EL CASO DELO: EL CASO DELO: EL CASO DELO: EL CASO DELO: EL CASO DEL

VVVVVALLE DE CHICAMA, PERÚALLE DE CHICAMA, PERÚALLE DE CHICAMA, PERÚALLE DE CHICAMA, PERÚALLE DE CHICAMA, PERÚCésar A. Gálvez Mora

RRRRResesesesesumenumenumenumenumen

Se reportan dos tipos de viviendas y abrigos rurales precolombinosubicados en las tierras desérticas del valle de Chicama. Se discute el uso demateriales perecederos para la construcción de estas estructuras destacandola importancia de tener en cuenta tanto los restos no perecibles como losperecibles como un medio de comprender la ocupación humana en lasáreas desérticas. Finalmente, se utiliza la información arqueológica, históricay etnográfica disponibles para recrear la forma de algunos restosarqueológicos que han sido documentados por arqueólogos peruanos.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves:es:es:es:es: Arqueología – desierto - valle de Chicama - materialesperecederos

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

Two kinds of pre-Columbian rural houses and shelters located in desertlands of the Chicama valley are reported. I discuss the use of perishablematerials for building these satructures and remarks the importance oftaking in account both non perishable and perishable remains as a meanto understand human occupation in arid lands. Finally, I use the available

* Director de Patrimonio, Instituto Nacional de Cultura, Dpto. La Libertad, Trujillo, Perú.E-mail: [email protected]

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18 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos18

archaeological, historical and etnographical data for recreating the shapeof some archaeological remains recorded by Peruvian archaeologists.

KKKKKeyweyweyweyweywororororordsdsdsdsds: Archaeology - desert – Chicama valley – perishable materials

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónCon frecuencia, el registro arqueológico de los sitios habitacionales ubicados

en el desierto norperuano (Fig. 1) ha enfatizado la documentación dealineamientos simples y muros de piedra con plantas variadas, los cuales han sidodenominados “paravientos” (ver por ejemplo: Cárdenas 1999) sin considerarque en su construcción también se utilizó materiales perecederos e incluso adobeen los casos más elaborados (Gálvez y Becerra 1995). Estos remanentes deviviendas y/o abrigos aparecen aislados o agrupados en las terrazas del cuaternario,los bordes de quebradas (ríos temporales o ríos secos) y laderas de colinas cuyapendiente es inferior a 40° y no exceden los 40m de altura respecto al suelocircundante. Sin embargo, este tipo de estructuras sólo representó una alternativapara construir viviendas y/o abrigos en la época prehispánica.

Durante mis investigaciones acerca de los cazadores-recolectores del Paijanense(ca. 11,000 a.C.) en el valle de Chicama (1984 y 1985) (Gálvez 1992), asícomo mi participación en la Misión Francesa en Cupisnique (1988) y en laconducción del Proyecto Catastro Arqueológico de la Provincia de Ascope en(1990 y 1991)1 (Gálvez et al. 2002), identifiqué en el desierto a un tipo deestructuras habitacionales diferentes a las mencionadas. Su localización y registrose dificultaba porque no incluían a la piedra como material constructivo y,fundamentalmente, porque las severas condiciones ambientales destruyeron todaevidencia de los materiales perecederos (madera, caña brava, enea, totora, etc.).El suelo de cada una de estas unidades presentaba morfología y áreas diversas, yno mostraba la pátina característica de las superficies desérticas inalteradas por elhombre.

Este tipo de evidencias ha pasado inadvertido en la mayoría de trabajos dereconocimiento; no obstante, su inclusión o no en los inventarios arqueológicoses crucial para interpretar la magnitud del patrón de asentamiento en unadeterminada zona del desierto y sus cambios a través del tiempo. Por esta razón,el presente artículo describe la morfología de las estructuras habitacionalesconstruidas con materiales perecederos en el desierto del valle de Chicama,departamento de La Libertad (Fig. 2), y sus asociaciones. Además, considerandoel dato arqueológico (Moore 1989; Isla et al. 2003; Vera 2004; Chauchat et al.2006; Prieto 2005, 2008; Cusicanqui y Bazarrueta 2008; Muro 2008; Giersz y

César A. Gálvez Mora

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Przadka 2009; Bonavia et al. 2009; Marcus 2009; Dillehay et al. 2009),etnográfico (Camino 1945; Gillin 1945; Camino 1987; Schaedel 1988; Raddatz1990; Salazar et al.1993; Anhuamán 2008) y etnohistórico (Huertas 1993), asícomo mi documentación de construcciones rurales contemporáneas, plantearé lareconstrucción hipotética de las mismas, con la finalidad de destacar suimportancia y lo relevante de su registro.

Algunas evidencias arqueológicasAlgunas evidencias arqueológicasAlgunas evidencias arqueológicasAlgunas evidencias arqueológicasAlgunas evidencias arqueológicasLa existencia de posibles estructuras tempranas de materiales perecederos fue

planteada por Chauchat et al. (2006: 380-381) a partir de la ausencia de materiallítico en espacios de pequeña extensión que describían una planta en arco envarios talleres del Paijanense (ca. 11,000 a.C.) en Pampa de los Fósiles (desiertoal norte del valle de Chicama) (Fig. 3). Estructuras mas tardías elaboradas conmateriales perecederos y asociadas a cerámica Cupisnique, Moche y Chimú fueronregistradas por nosotros en ambas márgenes de este valle, y es del todo probableque éstas fueran ocupadas temporalmente por una sola vez.

A diferencia de estos casos del valle de Chicama, las investigaciones realizadasen un conjunto de sitios estratificados de la costa de los Andes Centrales hanpermitido identificar restos materiales de caña brava o carrizo, que formaronparte de paredes de quincha:

Costa NorCosta NorCosta NorCosta NorCosta Norte:te:te:te:te: En el sector norte del Área 35 del sitio San José de Moro(valle de Jequetepeque, departamento de La Libertad) (Fig. 1) fue registradauna ocupación temporal relacionada con cerámica Cajamarca, caracterizada porconstrucciones de adobe y quincha y evidencias de producción de alimentos(comida y bebida) para fines festivos y rituales (Cusicanqui y Bazarrueta 2008:77). Estas construcciones reflejan una mejor planificación con respecto a lasdocumentadas en momentos finales de Moche (Op.cit.: 62). Asimismo laexcavación de contextos del período Transicional Tardío, en la parte sur del Área45 reveló paredes de quincha asociadas a muros de adobe y hoyos de postes quehabrían delimitado espacios (Muro 2008: 153). Finalmente, en el Área 35 fuelocalizado un centro de producción de chicha de la época Chimú (Fase I de laocupación), que presentaba ambientes construidos con quincha (Prieto 2005:153; 2008: 113, 114).

Costa Nor Central:Costa Nor Central:Costa Nor Central:Costa Nor Central:Costa Nor Central: La información disponible tiene como escenario a lacosta del departamento de Ancash (Fig. 1): En el valle de Culebras Giersz yPrzadka (2009:7, 8, 13) documentaron ambientes habitacionales de quinchaafiliados a los períodos Ampanú (350 a.C. – 100 d.C.), Mango (100 – 400

Uso de materiales perecederos en la ocupación del desierto: el caso del valle de chicama, perú

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d.C.) y Chacuas Jirca (1450 – 1532 d.C.); y en un campamento del HorizonteMedio (PV35-4) en el valle de Huarmey se identificaron restos de hojas decarrizo y caña que posiblemente sirvieron para construir una choza temporal(Bonavia et al. 2009: 271). Además, en el sitio chimú de Manchán (valle deCasma) Moore (1989) registró la producción de chicha en barrios de gente debajo status cuyas viviendas eran de quincha y se localizaban alrededor de losconjuntos arquitectónicos del sitio (vide Marcus 2009: 310 – 311).

Costa SurCosta SurCosta SurCosta SurCosta Sur: : : : : Las excavaciones de Isla et al. (2003: 236, 237, 239, 241) en laUnidad 2 de Jauranga (valle de Palpa, departamento de Ica) (Fig. 1) permitieronubicar una pared de quincha adjunta a un muro, ambos atribuidos a la ocupaciónParacas. Además, la investigación de Cerro Los Hornos (departamento de Tacna)(ver Fig. 1) reveló la importante presencia de casas de quincha elaboradas concarrizo, asociadas a restos de alimentos y cerámica Inca en contextos domésticos(Vera 2004), las cuales son similares a las casas de Cerro Sombrero y Pampa AltoRamírez, en el norte de Chile (Op. Cit.).

Adicionalmente, debo indicar que después del abandono de las estructuras demateriales perecederos construidas en superficies muy intemperizadas sólo quedanconcentraciones de restos de alimentos (en particular moluscos acuáticos yterrestres) y/o tiestos y material lítico (Fig. 3); y cuando se trata de suelo arenosoes muy difícil verificar la morfología de las plantas de los espacios habitacionales.Este tipo de evidencias post ocupacionales ha sido reportada ampliamente en elvalle de Jequetepeque por Dillehay et al. (2009).

InfInfInfInfInfororororormación etnogmación etnogmación etnogmación etnogmación etnográfráfráfráfráficaicaicaicaicaLa tecnología del abrigo que emplea materiales perecederos es una de las

expresiones más importantes de la continuidad en la costa norte del Perú. Para laconstrucción de viviendas y refugios los habitantes de los pueblos tradicionaleshan mantenido las tecnologías de la quincha (Gillin 1945; Schaedel 1988: 79,86; Camino 1987: 28-29; Rodríguez 1997: 81, 89; Anhuamán 2008: 102–103) y la estera (Camino 1945: 146-147; Anhuamán Op. Cit.: 101–102) tantoen el litoral como tierra adentro.

El uso de la quincha fue de notable importancia en poblaciones republicanasde Lambayeque (Schaedel 1988: 79, 86; Raddatz 1990: 95), Huanchaquito(Anhuamán 2008: 102–103), Moche (Gillin 1945:37-39) y Piura (Camino1987: 28-29; Raddatz 1990: 89, 129), entre otros. Esta se vale de la caña bravaGynerium sagittatum (Fig. 4), mientras que la tecnología de esteras aprovecha ala totora Scirpus californicus para los fines de la vivienda (Gillin Op. Cit.: 37,

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39; Schaedel 1988: 79, 86; Anhuamán (2008: 102–103) (Fig. 5), para abrigos(Figs. 6, 7) así como para elaborar esteras (estera liada) (Schaedel 1988: 80-81)y petates (estera tejida) (Op. Cit.), los cuales también formaron parte de lavivienda (Gillin Op. Cit.: 39; Camino 1945: 126). Como soporte estructural delas casas de quincha y ramadas se utilizaba las maderas de árboles nativos (Camino1945: 144; Gillin Op. Cit.: 39); Camino 1987: 28-29; Schaedel 1988: 85, 86)(Figs. 8, 18). Además, la quincha se vincula al trabajo artesanal, por cuanto fuedocumentada en un horno de Mórrope (departamento de Lambayeque, nortedel Perú), correspondiendo este caso a una pared de 2m de altura que protegía alhorno del viento (Salazar et al.1993: 688; Figs. 1, 3)

El uso de petates y esteras para abrigos está demostrado en la fotografíatomada por Brüning en el panteón de Chiclayo, el 3 de noviembre de 1899(Schaedel 1988: 79) (Fig. 9), la cual muestra varios de estos refugios dispuestosen arco y en posición ligeramente inclinada para proteger del viento a las familiasque comparten el tiempo con sus difuntos.

Entre 1984 y 1985, después del Fenómeno El Niño – Oscilación Sur (ENSO)de 1982/83, al internarme en el desierto de la margen derecha del valle deChicama pude documentar una choza construida con inea Typha angustifolia L.por agricultores de la ciudad de Ascope, quienes realizaban cultivos temporalesen las nacientes de la Quebrada Cuculicote aprovechando el recurso hídrico deun manantial donde crecía esta planta; posteriormente, cuando la choza fueabandonada los agentes ambientales destruyeron los materiales perecederos.Asimismo, acompañado por Douglas Sharon en 1999 - después del FenómenoEl Niño – Oscilación del Sur de 1997/98- registré chozas de ocupantestemporales elaboradas con tallos de arbustos y madera sin transformar en lasnacientes de la Quebrada Santa María (Fig. 10). Debo indicar que en varioscasos, el abandono de este tipo de estructuras contemporáneas y la posteriordestrucción de los materiales perecederos dejó en el suelo evidencias morfológicassimilares a las de sus contrapartes prehispánicas; es decir, la superficie modificadapor la actividad humana con una planta que varía entre cuadrangular (para lascasas) u ovalada o circular (en el caso de los abrigos).

En apoyo de este argumento, mencionaré las evidencias etnográficas publicadaspor Tixier (1976) acerca de los refugios hechos con materiales perecederos, conplanta en forma de arco, en Botswana (Op. Cit: Figs. 6, 8 y 9) y otros mejorelaborados que utilizan los Tuareg de Ahaggar (Op. Cit.: 19, Fig. 10). Amboscasos demuestran cómo después del abandono de los refugios ocurre el deterioroy la ulterior desaparición de los materiales orgánicos, quedando como únicaevidencia la disposición especial de los objetos dentro del espacio de habitación.

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22 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos22

El dato etnohistóricoEl dato etnohistóricoEl dato etnohistóricoEl dato etnohistóricoEl dato etnohistóricoHuertas (1993) publica una interesante información acerca de la naturaleza

de las construcciones domésticas de los pobladores originarios de Lambayequeen el siglo XVI, precisando que las casas de los indígenas tributarios “…eran dequincha o bahareque y tenían un menaje muy modesto…” (Op. Cit.: 371).Cabe mencionar que, coincidentemente, la tecnología de la quincha predominaen un pueblo colonial de El Brujo (Franco et al. 2005: 13, 44).

En relación a la movilidad de las poblaciones en circunstancias del Niño de1578, es importante la información recibida de boca de un testigo de Lambayequepor el visitador Francisco Alcocer en 1580:

“A la segunda pregunta dixo que al tiempo que la pregunta dice este testigoestaba en Zaña y fue tan grande la tormenta que en una noche no quedo// casa enhiesta en todo el pueblo y que salieron huyendo todos a loscerros y allí hizieron abitación de choças para semeter en ellas y estabanaislados que no podían salir a una parte ni a otra de aguas (sic) que venianpor lo montes y que por donde en toda la vida no uvo rio venian rioscaudalosos a causa de lo que llovia y que los rios trayan muchos arbolesarrancados y pasadas las aguas que duraron mas de quarenta días este testigose vino a estos valles…” (Citado en Huertas 1993: 351).

Resulta muy sugerente el hecho de que en condiciones climáticas anómalas, lagente se desplazaba a las zonas marginales, en dirección a los parajes desérticosdominados por cerros, con la finalidad de ocuparlos temporalmente, para lo cualinstalaba sus chozas de materiales perecederos. Es evidente que al consumirse estosmateriales perecibles después del abandono de las viviendas no quedaran mayoresevidencias de la ocupación, conforme también sucedió en la época prehispánica.

EscenarioEscenarioEscenarioEscenarioEscenarioEl área de estudio es la zona desértica localizada dentro de dos franjas que

corren paralelas a los bordes derecho (norte) e izquierdo (sur) del río Chicama,entre 2 a 12 Km. de distancia de ambos bordes del río. En estas franjas de encuentranvarias zonas de interés: Pampa de San Ramón, Quebrada Tres Cruces y QuebradaHuáscar (o Lescano) (margen izquierda), así como la Quebrada de la Camotera,Quebrada de la Calera, Quebrada Cuculicote, Quebrada Santa María y la laderasur del Cerro San Antonio (margen derecha), entre otras (Fig. 2).

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En esta área hay tres zonas de vida: desierto superárido-Premontano Tropical(ds-PT), desierto perárido-Premontano Tropical (dp-PT) y matorraldesértico.Premontano Tropical (md-PT) (ONERN 1976), donde destacanrecursos florísticos que fueron útiles para la ocupación prehispánica del desierto:caña brava Gynerium sagittatum, carrizo Phragmites australis, espino Acaciamacracantha, algarrobo Prosopis pallida), sapote Capparis scabrida Kunth, chilcohembra Baccharis glutinosa Pers., chilco macho Baccharis salicifolia (Ruiz &Pav.) Pers., guayabito de gentil Capparis avicennifolia Kunth, cactáceas (gigan-tón Neoraimondia arequipensis, chimbil Melocactus sp., rabo de zorroHaageocereus sp, inea Typha angustifolia L.; etc.

Debo indicar que como el valle de Chicama está localizado en la zona nortedel Perú, ha venido siendo impactado de manera recurrente por el Fenómeno ElNiño – Oscilación del Sur {ENOS, por sus siglas en castellano) que ocasionaintensas lluvias e inundaciones (Bonavia 1991: 29-30). Las observaciones realizadasacerca del impacto de los eventos ENOS 1982-83 y 1997-.98, a posteriori de lasfuertes precipitaciones pluviales y riadas, permitieron verificar el ascenso del nivelfreático materializado en la aparición de fuentes de agua (lagunas) y la presencia deagua corriente (Fig. 11) durante cuatro años, factores que propiciaron laexhuberancia de la flora y la presencia de la fauna nativa, lo cual favoreció laocupación humana en estos parajes (Gálvez y Briceño 2001). Un trabajo etnográficoposterior realizado en el valle de Moche (Gálvez y Runcio 2009), corroboró laocupación temporal del desierto con fines agrícolas, de caza y pastoreo.

Finalmente, es importante indicar que el paisaje primigenio de la antigua áreadesértica ubicada junto al río Chicama ha sido afectado extensa e intensamentepor la remoción de suelos para el cultivo de caña de azúcar, lo cual alcanzó sumáxima expresión durante la vigencia de la antigua Hacienda Casa Grande, hastafines de la década de los 60´s {siglo XX). En este proceso no sólo fueron des-truidos numerosos sitios arqueológicos (vide Kosok 1965; Leonard y Russell1992), sino también extensos montes y la fauna asociada a ellos, por lo cual seríaun error metodológico analizar las ocupaciones prehispánicas del actual vallecultivado a partir de la configuración del nuevo paisaje.

TTTTTipos de estripos de estripos de estripos de estripos de estructurasucturasucturasucturasucturasEstructuras con elementos de piedraEstructuras con elementos de piedraEstructuras con elementos de piedraEstructuras con elementos de piedraEstructuras con elementos de piedra

Localización:Localización:Localización:Localización:Localización: En las terrazas aluviales que bordean las quebradas, asimismo-con menor frecuencia- en las laderas de las elevaciones de pendiente suave.Ocasionalmente pueden ocupar la cima de colinas bajas, cuando éstas presentan

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una superficie que puede ser nivelada sin mayor trabajo para levantar las estructu-ras. Estas últimas pueden estar aisladas (Fig. 12) o formando conjuntos (Fig. 13).

Planta:Planta:Planta:Planta:Planta: Por lo general adoptan la forma de “C”, “U” y “E”, y la partefrontal está orientada en dirección opuesta a la del viento. En el sitio PV23-545(Quebrada Tres Cruces, margen izquierda del Chicama), las evidencias de unaacumulación lineal de gravilla a lo largo de la parte frontal de una estructura conplanta en “U” indicaba que en esta parte habría existido una pared de materialesperecederos, donde se ubicaba el vano de ingreso.

Materiales:Materiales:Materiales:Materiales:Materiales: Fueron utilizados en diversas proporciones: en los casos mássimples se empleó cantos rodados y/o piedras de campo, predominando el áreaconstruida con materiales perecederos (caña brava Gynerium sagittatum, totoraScirpus californicus, inea Typha angustifolia L.; carrizo Phragmites australis, espinoAcacia macracantha, algarrobo Prosopis pallida). (Fig. 14). En los casos máscomplejos presentan un sobre cimiento de piedra, grava y tierra que soportómuros de adobe, mientras que los materiales perecederos fueron utilizados parala cubierta.

Las piedras son de procedencia local (cerros, cauces de quebradas y -en menorproporción- terrazas aluviales del Cuaternario). Los materiales perecederos estándisponibles en diversos ecosistemas del entorno del desierto: la caña brava, elcarrizo y el espino crecen en el monte ribereño del río Chicama, aunque elespino también se encuentra en los valles interandinos hasta los 2500 – 2700m.s.n.m. (Fernández y Rodríguez 2007: 58, 105); la inea es propia de los vallescosteños y andinos y se asocia a fuentes de agua (acequias, charcos, lagunas pocoprofundas) (Op. Cit. 53-54), la totora crece en las zonas costeñas húmedas ytambién en los lagos y lagunas andinas, aunque es cultivada en tierras húmedas(huachaques) (Op. Cit.: 63) y, finalmente, el algarrobo tiene una ampliadistribución en las zonas áridas, semiáridas, dunas y médanos localizados entre lalínea de playa y 1900 m.s.n.m. (Op. Cit.: 127). Para el caso del valle de Chicama,proponemos el traslado de estos recursos florísticos al desierto utilizandocamélidos o llevándolos al hombro.

Estructuras:Estructuras:Estructuras:Estructuras:Estructuras: Los casos más simples conservan una hilera de piedras de campo(Fig. 12) y/o cantos rodados ordenados en una sola fila (continua o discontinua)para formar líneas rectas o arcos de longitud variable. Esta hilera de piedrasfuncionó como elemento de fijación de las paredes de quincha o estera, puesevita la acción del viento y la erosión (Fig. 14). Las estructuras más elaboradas(Fig. 15) corresponden a sobre cimientos bajos y angostos de doble paramento,constituidos por piedra y relleno de gravilla y tierra, cuya altura es generalmentemenor de 0.50m y el ancho inferior a 0.30m., o también sobre cimientos bajos

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y anchos de doble paramento y relleno que son mayores a 050m de altura y0.50m de ancho. Estas son bases preparadas ex profeso con el fin de superponeradobes unidos con argamasa de barro hasta lograr la altura deseada. Sin duda, lasestructuras fueron complementadas con materiales perecederos (Fig. 14) paraelaborar las cubiertas, de manera similar a las viviendas rurales contemporáneasde un solo ambiente (Fig. 8).

Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Estructuras de piedra aisladas o agrupadas se localizanen las quebradas y pampas del valle de Chicama (Gálvez et al. 2002). Susasociaciones son diversas: Estructuras de materiales perecederos (Qda. Tres Crucesy Qda. Huáscar o Lescano); caminos (Qda. de la Camotera y Cerro Tres Cruces),canales y estructuras de materiales perecederos (Qda. de la Calera), evidenciasrupestres, terrazas habitacionales y estructuras de materiales perecederos (laderasur del Cerro San Antonio), entre otros.

A los restos de estas estructuras se les ha venido llamando “paravientos”, bajoel supuesto que fueron ocupadas por temporadas cortas por lo cual no se habríarequerido mayor elaboración. Este término desestima a priori el uso e importanciade los materiales perecederos que no se han conservado, pero que es evidente enlos casos etnográficos donde juegan un rol excepcional en las casas de campodebido a su resistencia y durabilidad. Por eso el término “paravientos” conllevaa lecturas deficientes de la naturaleza, duración y complejidad de la ocupacióndel desierto. Aún más, estas estructuras -aisladas o agrupadas- suelen ser consideradascomo “sitios” independientes y desarticulados del plan del asentamiento de unárea y una época determinadas, y en pocas ocasiones se ha descrito sus asociacionesespaciales (caminos, edificaciones más complejas y de mayor escala, sectores conevidencias rupestres, fuentes de agua, etc.).

Estructuras de materiales perecederosEstructuras de materiales perecederosEstructuras de materiales perecederosEstructuras de materiales perecederosEstructuras de materiales perecederos

Localización: Localización: Localización: Localización: Localización: Se encuentran en las terrazas aluviales y, muy en particular,en las laderas de las elevaciones de pendiente menor a 45°. Eventualmente ocupanla cima de colinas bajas cuando existe una superficie plana. Pueden estar solas oformando conjuntos que sobrepasan los 500m² (Fig. 16), y su ubicación esestratégica para evitar la acción del viento.

Planta:Planta:Planta:Planta:Planta: Puede ser ovoide, semicircular, circular y –a veces- cuadrangular, lamisma que se define a partir de las evidencias de espacios ligeramente más profundosy más claros que el suelo circundante. Hay casos en que éstos presentan un desnivelimportante (>10cm. de profundidad) en relación a la superficie natural(Quebrada de la Camotera). El área de las estructuras a veces supera los 4m²,

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generalmente cuando tienen planta cuadrangular. El suelo de estas estructuras fueadecuado aplicando técnicas extractivas similares a las empleadas para elaborargeoglifos. Para ello se eliminaron las piedras características del suelo de las terrazasaluviales (Fig. 17), luego el área útil fue modificada en mayor medida por el usocontinuo.

Materiales:Materiales:Materiales:Materiales:Materiales: Es del todo probable que en estos casos se haya empleado cañabrava Gynerium sagittatum, totora Scirpus californicus, inea Typha angustifolia L.;carrizo Phragmites australis, apoyados en estructuras de madera sin transformar (espinoAcacia macracantha, algarrobo Prosopis pallida, sapote Capparis scabrida Kunth).

EstrEstrEstrEstrEstructuras:ucturas:ucturas:ucturas:ucturas: Se propone la elaboración de paredes formadas por esteras (esteraliada), petate (estera tejida), quincha, así como la existencia de ramadas de materialesperecederos, como aún se acostumbra hasta el presente (Figs. 7, 10.18).

Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Casos y asociaciones: Estas estructuras se localizan en las pampas y quebradasdel desierto del valle de Chicama (Gálvez et al. 2002) (Fig. 2). Pueden tener lassiguientes asociaciones: Campos de cultivo y senderos angostos de la época Chimú(Pampa de San Ramón); estructuras de piedra de gran escala con planta en “U”de afiliación Chimú (margen derecha de la Qda. Tres Cruces); estructuras depiedra de menor escala (margen izquierda de la Quebrada Tres Cruces, laderaSur del Cerro San Antonio) (Fig. 19); estructura ceremonial de la épocaCupisnique (Cerro Tres Cruces, margen izquierda de la Quebrada Huáscar);camino ceremonial utilizado desde la época Cupisnique a la Chimú (Quebradade la Camotera) (Fig. 16); estructura ceremonial de la época Salinar y canales(Quebrada de la Calera); evidencias rupestres y terrazas habitacionales de diversasépocas (Cupisnique, Lambayeque, Chimú) (noreste del Cerro Gasñape).

En las estructuras que tienen menos de 2m² de área, la dimensión del espacioparece indicar su uso como refugio, y sugiere que sus ocupantes desarrollaban lamayor parte de sus actividades al aire libre, conforme ocurre con las viviendasrurales contemporáneas que están asociadas a parcelas de cultivo. En el caso deaquéllas que sobrepasan los 4m² es posible plantear su uso como viviendas amodo de chozas. En este último caso, las estructuras de planta cuadrangularsuelen diferenciarse de las otras por su localización a mayor altitud.

Consideraciones FinalesConsideraciones FinalesConsideraciones FinalesConsideraciones FinalesConsideraciones FinalesLa ocupación del desierto en el valle de Chicama se dio en dos escenarios. El

primero se configura en un solsticio de verano normal con lluvias estacionariascuya incidencia en estos parajes debió beneficiar la flora y fauna nativa. Si bienno fluía el agua en los cauces de las quebradas, los afloramientos (“ojos de agua”)

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habrían facilitado el abastecimiento del recurso hídrico. Los sistemas de riegolocalizados en las laderas de los cerros más próximos al río Chicama, que soncanales secundarios y terciarios, derivados del Canal de Ascope -margen derecha-y del canal Chicama-Moche –margen izquierda- tuvieron gran actividad en elverano, que es la época de las avenidas de agua, y del riego de los campos decultivo asociados a éstos. En tales condiciones se explica la instalación de gruposhumanos en el desierto, los cuales vivieron en casas de materiales mixtos (piedrasy materiales perecederos). Si bien las construcciones más cercanas a los canales ycampos de cultivo se vincularon a las faenas agrícolas, las del interior resultanestratégicas para las actividades de pastoreo, caza y aprovisionamiento de leña yotros recursos (moluscos terrestres, frutos silvestres, etc.). Además, las quebradasson espacios importantes para la comunicación intervalles (Quebrada Tres Cruces)y costa – sierra (Quebradas de la Camotera y Quebrada Santa María) y por lotanto para el flujo de bienes, de ahí que la instalación de facilidades para eldescanso, el aprovisionamiento de los viajeros y el control fue imprescindible.

El segundo escenario es el desierto florecido a causa del Fenómeno El Niño-OscilaciónSur (ENOS), al cual me he referido anteriormente. En primer lugar acontecen lluviasintensas que favorecen la proliferación de la flora y fauna nativas. Luego de las inicialesavenidas de agua que al desembocar por las quebradas tienen consecuencias desastrosaspara la infraestructura productiva, los centros ceremoniales y los asentamientos, el volumenhídrico disminuye y fluye moderadamente durante unos cuatro años después deacontecidas las lluvias (Gálvez y Briceño 2001; Gálvez y Runcio 2009). El ascenso delnivel freático genera la aparición de nuevos afloramientos de agua, y permite prolongarla práctica de faenas agrícolas a cargo de grupos humanos que han migrado del valle. Esdel todo probable que en tales condiciones se hayan construido estructuras de materialesperecederos, correspondiendo las de materiales mixtos a las chozas con arcos de piedrassimples. Asimismo que la caza (venado y otros) y la recolección se vieran favorecidas,conforme sucede en el presente. Después del período de precipitaciones pluviales esposible la construcción y/o rehabilitación de las instalaciones más formales (con sobrecimientos de piedra) y la progresiva construcción de casas de materiales mixtos, comoexpresión de las diferencias de status, correspondiendo a la gente de menor rango losconjuntos aglutinados de casas de materiales perecibles.

Otro aspecto relacionado a la ocupación del desierto es el mundo ceremonial.Como se mencionó anteriormente, el camino de la Quebrada de La Camotera(margen derecha del valle de Chicama) se asocia al Cerro Cuculicote, a un conjuntode viviendas con bases de piedra ubicadas en el borde de una quebrada y a otroformado por estructuras de materiales perecederos. Es probable que el caminohaya sido usado en épocas normales paralelamente a las viviendas con bases depiedra cuando la quebrada estaba seca; además, la instalación de estructuras

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aglutinadas de materiales perecederos se justifica en épocas de estrés ambiental(ENOS). Estas dos evidencias sugieren que los ceremoniales vinculados a lamontaña tuvieron lugar en ambos escenarios temporales. Asimismo, la estructurade pequeña escala articulada a un camino y escalinatas en el Cerro Tres Cruces(margen izquierda del valle de Chicama) (ca. 1300a.C.) se asocia a un grupo deestructuras de materiales perecibles ubicadas en la ladera de esta elevación, cuyamorfología permite proponer la misma interpretación que para el caso anterior.La realización de actividades ceremoniales en el desierto se explica por ladestrucción de los templos y espacios afines del antiguo valle cultivado. Es decir,en tales condiciones las montañas y los paisajes desérticos donde moran los animalestotémicos son espacios de congregación y de culto.

En suma, una visión mas amplia de la tecnología del abrigo en el desierto encondiciones normales y de estrés ambiental, nos presenta a grupos humanosdinámicos, que habrían ocupado recurrentemente el desierto como un mecanismode respuesta habitual a lo largo de generaciones, el mismo que aún se dio en laépoca colonial (Huertas 1993) y aún en el presente, con las particularidadespropias de cada tiempo y espacio.

NotasNotasNotasNotasNotas1 Este proyecto fue realizado como una actividad del Instituto Departamental

de Cultura-La Libertad, entre mayo de 1990 y diciembre de 1991.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosDeseo agradecer a Claude Chauchat y Ana María Hoyle, por facilitar mi

participación en los trabajos de reconocimiento arqueológico del valle de Chicamaen las décadas del ‘80 y ‘90 respectivamente. Asimismo a Tom Dillehay, KaryStackelbeck y Greg Maggard por su apoyo con la bibliografía y su especial amistad.

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César A. Gálvez Mora

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Uso de materiales perecederos en la ocupación del desierto: el caso del valle de chicama, perú

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32 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos32

AneAneAneAneAnexxxxxo de Figuraso de Figuraso de Figuraso de Figuraso de Figuras

Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1.Mapa del Perú con la ubicación de los departamentos mencionados en este trabajo

(Fuente: Ediciones Lexus 1998)

Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Sectores de interés en el valle de Chicama, Dpto. de La Libertad.

César A. Gálvez Mora

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33Año III / Volumen IV / Junio de 2011

Figura 3.Figura 3.Figura 3.Figura 3.Figura 3.Basural precerámico (ca. 11000 a.P.).

Los materiales perecederos de las viviendas han desaparecido.

Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Vivienda tradicional de quincha en el valle de Chicama (Foto: Claudia Grimaldo).

Figura 5.Figura 5.Figura 5.Figura 5.Figura 5.Vivienda de totora en Huanchaquito, valle de Moche (Dpto. La Libertad)

(Foto: Víctor Piminchumo).

Uso de materiales perecederos en la ocupación del desierto: el caso del valle de chicama, perú

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34 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos34

Figura 6.Figura 6.Figura 6.Figura 6.Figura 6.Restos de una «caleta» o refugio elaborado con un arco de piedras y totora en la playa

El Brujo, valle de Chicama.

Figura 7.Figura 7.Figura 7.Figura 7.Figura 7.Refugio de totora en la playa El Brujo, valle de Chicama.

Figura 8.Figura 8.Figura 8.Figura 8.Figura 8.Casa de quincha con ramada en la campiña de Paiján, valle de Chicama.

César A. Gálvez Mora

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35Año III / Volumen IV / Junio de 2011

Figura 9.Figura 9.Figura 9.Figura 9.Figura 9.Refugios de petates y totora en el cementerio de Eten, 1913 (Fuente: Schaedel 1993).

Figura 10.Figura 10.Figura 10.Figura 10.Figura 10.Casa elaborada con madera y tallos de arbustos en la época del ENSO de 1997/98.

Quebrada de la Camotera, valle de Chicama.

Figura 11.Figura 11.Figura 11.Figura 11.Figura 11.Riachuelo en la Quebrada Cuculicote (valle de Chicama) un año después de las lluvias del

ENSO 1997/98.

Uso de materiales perecederos en la ocupación del desierto: el caso del valle de chicama, perú

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36 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos36

Figura 12.Figura 12.Figura 12.Figura 12.Figura 12.Remanente (arco de piedras) de vivienda arqueológica aislada en la Quebrada Cuculicote,

valle de Chicama.

Figura 13.Figura 13.Figura 13.Figura 13.Figura 13.Aldea (casas aglutinadas) en la Quebrada de la Camotera, valle de Chicama. Se conservan los

sobre cimientos de piedra que definen espacios cuadrangulares y ovalados.

Figura 14.Figura 14.Figura 14.Figura 14.Figura 14.Reconstrucción hipotética de refugio y vivienda de materiales mixtos

(piedra, caña y/o totora).

César A. Gálvez Mora

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37Año III / Volumen IV / Junio de 2011

Figura 15.Figura 15.Figura 15.Figura 15.Figura 15.Remanente (sobre cimiento de doble pared) de vivienda de piedra y adobe. Quebrada Tres

Cruces, valle de Chicama.

Figura 16Figura 16Figura 16Figura 16Figura 16Remanentes (pisos) de estructuras construidas con materiales perecederos en ladera de terraza,

asociadas a un camino. Quebrada de la Camotera, valle de Chicama

Figura 17.Figura 17.Figura 17.Figura 17.Figura 17.Remanentes (pisos) de viviendas elaboradas con materiales perecederos. El suelo fue adecuado con la

técnica extractiva para eliminar las piedras de la superficie natural. Quebrada Tres Cruces, valle de Chicama.

Uso de materiales perecederos en la ocupación del desierto: el caso del valle de chicama, perú

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38 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos38

Figura 18.Figura 18.Figura 18.Figura 18.Figura 18.Ramada elaborada con madera y tallos de arbustos en la época del ENSO de 1997/98.

Quebrada Santa María, valle de Chicama.

Figura 19.Figura 19.Figura 19.Figura 19.Figura 19.Remanentes (pisos) de viviendas elaboradas con materiales perecederos asociadas a restos de

estructuras construidas con materiales mixtos. Quebrada Tres Cruces, valle de Chicama.

César A. Gálvez Mora

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39Año III / Volumen IV / Junio de 2011

EL CONTREL CONTREL CONTREL CONTREL CONTROL INCAICO DE LASOL INCAICO DE LASOL INCAICO DE LASOL INCAICO DE LASOL INCAICO DE LASTIERRAS BTIERRAS BTIERRAS BTIERRAS BTIERRAS BAJAJAJAJAJAS CUYAS CUYAS CUYAS CUYAS CUYANANANANANASASASASAS.....

UNUNUNUNUNA EVA EVA EVA EVA EVALALALALALUUUUUAAAAACIÓN DELCIÓN DELCIÓN DELCIÓN DELCIÓN DELMODELMODELMODELMODELMODELO DE ENCLAO DE ENCLAO DE ENCLAO DE ENCLAO DE ENCLAVESVESVESVESVES

Alejandro García

RRRRResesesesesumenumenumenumenumen

Para explicar el control incaico de las tierras bajas de San Juan y Mendozase han propuesto dos esquemas generales. Uno afirma que el dominio deestos sectores fue efectivo y ejercido a través de la delegación del poder alos diaguitas chilenos (García 2009, 2010). El otro propone que el dominioefectivo se restringió a un sector del Valle de Uspallata, donde se ubicabael límite político incaico, fuera del cual se ejercía una fiscalización de laspoblaciones locales a través de un sistema de enclaves (e.g. Bárcena 1992,Cahiza y Ots 2005, Parisii 2005). En el presente artículo se analizan loscasos de estudio vinculados con este segundo modelo y se señalan diversosinconvenientes en su formulación y desarrollo. Como resultado se sugiereuna profunda reelaboración del modelo de enclaves o la adopción de unaalternativa que se articule mejor con el registro arqueológico regional.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves:es:es:es:es: Inca – San Juan – Mendoza – Tierras bajas - Enclaves

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstract

Two general frameworks have been proposed to explain the Inca controlof the lowlands of San Juan and Mendoza. One of them asserts that the

* CONICET (FCEFyN) – UNSJ (FFHyA) – UNCuyo (FFyL). E-mail: [email protected]

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40 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos40

Alejandro García

dominance of these areas was effective, and was carried out through thedelegation of power to the Chilean diaguitas (García 2009, 2010). Theother one proposes that the effective control was restricted to UspallataValley, where stood the Inca political boundary, outside which the controlof local populations was exercised through a system of enclaves (e.g.Bárcena 1992, Cahiza and Ots 2005, Parisii 2005). In this paper, the casestudies linked to this latter model are analyzed, and several problems in itsformulation and verification are detected. As a result, a deep reworkingof the enclaves model or the adoption of an alternative that fits betterto the regional archaeological record are suggested.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords:ds:ds:ds:ds: Inca – San Juan – Mendoza – Lowlands – Enclaves

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónLa cantidad de estudios sobre la frontera meridional oriental del Tawantinsuyu

ha aumentado considerablemente en los últimos 20 años (e.g. Bárcena 1992,Bárcena et al. 2008, García 1996, 1999, 2010, 2002, Cahiza 2009a, 2009b,Cahiza y Ots 2005, Ots 2009). Como consecuencia, algunos aspectos del temahan mostrado adelantos significativos, fundamentalmente el registro de sitioscorrespondientes al período incaico, mientras que otros han alcanzado undesarrollo más discreto. El análisis del control incaico en las tierras bajas de SanJuan y Mendoza constituye uno de estos últimos aspectos. Esta situación escomprensible si se tiene en cuenta la escasez de evidencias arqueológicas de esteperíodo en la zona baja (si bien en cierta forma esto se debe a la consideraciónsesgada del registro arqueológico tardío –García 1999) y al bajo grado dediscusión y de propuestas alternativas sobre el tema.

Actualmente pueden observarse dos modelos que tratan de explicar el dominioincaico de la región cuyana. El primero propone que el límite del dominio efectivode la región se situaba en el Valle de Uspallata, mientras que en los territoriosubicados hacia el sur y el este se establecieron “avanzadas” o “enclaves” a fin depromover el control de las zonas bajas (Bárcena 1992). Algunos sectores de estazona, que habría sido controlada a través de diversos enclaves (como los de AguaAmarga y Acequión), presentarían además algunos cambios demográficos yeconómicos importantes, vinculados con el dominio estatal, como una concentraciónde población y una mayor explotación agrícola (Cahiza y Ots 2005).

El segundo modelo propone un dominio efectivo de gran parte del centronorte de Mendoza y sur de San Juan (García 1999), con presencia discontinua yheterogénea de las evidencias incaicas en el territorio (sumando algunos sitios alpatrón disperso existente y/o concentrando algunos asentamientos previos), con

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41Año III / Volumen IV / Junio de 2011

El control incaico de las tierras bajas cuyanas. Una evaluación del modelo de enclaves

una delegación del dominio de la zona mendocina en los diaguitas chilenos(García 2010) y con diferencias en la constitución y distribución del registroarqueológico vinculadas con la funcionalidad, consolidación del dominio, ycaracterísticas del mismo en los distintos sectores1.

A fin de contribuir al conocimiento de los mecanismos de control incaico enlas tierras bajas de Mendoza y San Juan, en el presente artículo se evalúan ydiscuten los argumentos presentados para sustentar el modelo de enclaves y laexistencia de cambios (aumento demográfico, concentración de población,producción de excedentes, etc.) originados por aquel dominio. Al respecto, sesostiene aquí que tales argumentos no se apoyan debidamente en un conjuntosólido de evidencias, y por lo tanto, al contrario de lo sostenido reiteradamenteen diversos trabajos, no constituyen conclusiones firmes sino que básicamentecontinúan conformando una serie de supuestos básicos de investigación del temaderivados de una determinada perspectiva.

PrPrPrPrPropuestas vinculadas con el modelo de encopuestas vinculadas con el modelo de encopuestas vinculadas con el modelo de encopuestas vinculadas con el modelo de encopuestas vinculadas con el modelo de enclalalalalavvvvvesesesesesAlgunos aspectos del modeloAlgunos aspectos del modeloAlgunos aspectos del modeloAlgunos aspectos del modeloAlgunos aspectos del modelo

Como ya se ha mencionado, Bárcena (1992) propuso la existencia de “avanza-das del tipo enclave incaico” destinadas a “fiscalizar” las áreas ubicadas fuera delsector de dominio efectivo del estado, esto es, al Este y Sur de la frontera políticaubicada en la línea de tambos de los valles de Uspallata y Calingasta. Según Cahiza(2009:50), “la frontera política es el límite del ejercicio de la soberanía de unEstado, discernible en el registro arqueológico a través de la infraestructura carac-terística”. Este mismo autor (Cahiza 2009b:50; Cahiza y Ots 2005:219) señalaque los enclaves son “sitios de menor envergadura y menor estructuración respectoal sistema general, que las fuentes documentales (Espejo 1954; Bibar 1966; entreotros) establecen en los valles de Caria, Acequión, Huentota y Uco”.

El intento de probar la existencia de enclaves y de algunos procesos de cam-bio en la demografía y la organización territorial promovidos por el poderincaico ha ocupado un lugar de privilegio en la agenda de trabajo de los discípu-los de Bárcena (e.g. Parisii 1992, 2005: Cahiza 2009a, 2002, 2009; Cahiza yOts 2005; Ots 2005, 2008, 2009).

Parisii intentó definir las diferencias entre las situaciones que según Bárcena(1992) se daban entre los territorios del Valle de Uspallata y los situados al estey sur del mismo. Para ello propuso que en el valle de Huentota la relación entreel estado incaico y las poblaciones locales debió “encuadrarse en un intercambiode bienes y posiblemente servicios, que no significa una dominación incaica netadel valle, sino una orientación de los excedentes agrícolas de la población local

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42 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos42

en beneficio de una estructura política más compleja” (Parisii (1992:58; el resal-tado es mío). De esta forma, la existencia cercana a la ciudad de Mendoza detierras en las que se cultivaba para el inca -Espejo 1954 (I):18- es interpretadacomo reflejo de aquella interacción (Parisii 1992:57-58). Además, las personasinvolucradas en tales intercambios pudieron trabajar “en algún proceso demanufactura cerámica en los sitios del valle de Uspallata” (Parisii 1992:67).

Esta idea fue compartida por Ots (2009:143), para quien “la dominaciónincaica regional se basó, principalmente, en la extracción de dos tipos de recursos:mano de obra y productos agrícolas”. Lo llamativo es que tal extracción derecursos se realizaría fuera del límite político y del dominio efectivo del estado,dentro del territorio que habría quedado definido por una frontera “económica,social y cultural” (Cahiza y Ots 2005). En este sector, en lugar de un controlestatal efectivo se habría dado una “interacción de la sociedad local y el estadoexpansivo incaico” que habría afianzado “en la población del Valle de Ucoalgunas transformaciones que venían desarrollándose a nivel regional, y queobservamos principalmente en la concentración espacial y en la organizacióntecnológica, en relación con la intensificación de la producción” (Ots 2009:145).

Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1. Ubicación de las fronteras política y económica-demográfica-cultural

(según Cahiza y Ots 2005:225).

Alejandro García

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43Año III / Volumen IV / Junio de 2011

Las tierras bajas ubicadas fuera del límite político propuesto por Bárcena sonconsideradas como un espacio periférico por Parisii, quien sostiene también que“la apropiación de tierras y de trabajo humano fue el objetivo [del estado], aúnlográndose fuera de los tradicionales mecanismos de integración incaicos:tripartición de tierras y rebaños, censo decimal de población, difusión del idioma,existencia de gobiernos de base decimal y/o dual, etc. (Parisii 2005:102).

Por su parte, Cahiza y Ots (2005) opinan que puede establecerse otro límite,externo con relación al político, de carácter económico, social y cultural, queencierra un sector de la zona baja del centro-sur de Mendoza y sur de San Juan(Figura 1). La frontera económica “indica hasta dónde un Estado controla losmedios de producción (recursos naturales, mano de obra); cuál es la poblacióndominada –aunque pueden tener composición étnica y demográfica diversa- yhasta dónde se imponen determinados rasgos culturales –incluyendo aspectossimbólicos como la religión y la lengua, y materiales-“ (Cahiza 2009b:50). Dentrode este esquema “la frontera económica en este sector del Kollasuyu adquirióuna configuración de zona transicional, determinada por el espacio de producción,quedando delimitada hacia adentro por la apropiación del territorio en funciónde los criterios de utilización, en nuestro caso, principalmente la intensificaciónde la explotación agrícola” (Cahiza y Ots 2005:224). Finalmente, “la fronterademográfica podría corresponder al área donde el estado organizó –total oparcialmente- el espacio humano de los dominados” (Cahiza y Ots 2005:226).

El encEl encEl encEl encEl enclalalalalavvvvve incaico del Acequión y las tiere incaico del Acequión y las tiere incaico del Acequión y las tiere incaico del Acequión y las tiere incaico del Acequión y las tierras bajas del sur de San Jras bajas del sur de San Jras bajas del sur de San Jras bajas del sur de San Jras bajas del sur de San Juanuanuanuanuan

Cuando fue planteado como posible enclave, el “fuerte del Inca” del Acequión,del que se tenían noticias a través de documentación del siglo XVII, no habíasido aún hallado. La mención documental señalaba que se otorgaba una merceda Gabriel de Urquizo “en el asiento y tierras del Azequion junto aun serrillo qpareceaver sido fuerte del Inga y de un manantial que alli junto esta…” (Michieli1996:137), por lo que la búsqueda de sus restos siempre se dirigió al casco de laEstancia El Acequión, donde precisamente existía una naciente de agua. Michieli(2001:364) concluyó que “la gran alteración que sufrió toda el área vinculadacon la surgente natural de agua que da origen a la estancia ha atentado contra laposible existencia de ruinas “, por lo que parecía irrelevante continuar la búsquedaen ese sitio. Por eso resulta comprensible que los posteriores esfuerzos por hallarevidencias incaicas en la región por parte de Cahiza (2009a, 2002) se centraranen el piedemonte oriental y la zona de lagunas adyacente. En el piedemonte, apartir de la observación de materiales de superficie, propuso un aumento demo-gráfico, una concentración poblacional y un uso novedoso de cauces de mayor

El control incaico de las tierras bajas cuyanas. Una evaluación del modelo de enclaves

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44 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos44

caudal, elementos que se explicarían por la acción del estado incaico sobre laspoblaciones locales (Cahiza y Ots 2005). En este esquema jugaba un papel con-trolador el ya mencionado “fuerte del Inca”, cuya existencia en la época incaicase vinculaba con las poblaciones pedemontanas orientales (Cahiza y Ots2005:220).

La propuesta de Cahiza se apoya fundamentalmente en:

1) La comparación de los “patrones de uso del espacio” entre los períodosdenominados “medio” (“Agrelo”, 600-1200 d.C.) y “tardío” (“Viluco”,1200-1700 d.C.). El uso del espacio se refleja en la cantidad y ubicaciónde las concentraciones de cerámica observadas. El número de éstas en elpiedemonte es de 12 para el “componente medio”, 23 para el “compo-nente tardío” y 3 multicomponentes, mientras que en el área lagunera esde 1 para el “medio”, 1 para el “tardío” y 9 multicomponentes (Cahiza2002). En el piedemonte, el bajo grado de reocupación de los mismoslugares de habitación es interpretado como una respuesta a la “inestabili-dad en las fuentes de los recursos” o al “impacto negativo sobre la estruc-tura local de ciertos elementos del paisaje, tornándolo poco atractivopara una nueva ocupación” (Cahiza 2002). Por su parte, la marcadareocupación de los sitios de las lagunas estaría vinculada con la estabilidadde los recursos (agua, fauna ictícola, aves, desdentados, etc.) y su localiza-ción favorable en zonas elevadas no inundables. Además, “el notable in-cremento de áreas de ocupación agroalfarera tardía frente a las ocupacio-nes agroalfareras medias en el área de piedemonte, estaría indicando nosólo un aumento demográfico de poblaciones del sector sino también lacentralización de personas de zonas cercanas, pudiendo ser el poder inkael autor de dicho fenómeno”. Por el contrario, “el crecimiento más lentodel área lacustre y la ocupación idéntica del área por las poblaciones por-tadoras de cerámica Agrelo y Viluco, podría indicar que allí la presiónpolítica de la dominación fue menor” (Cahiza 2002).

2) La utilización de la razón m²/año para medir la “intensidad de ocupa-ción del espacio”. “Los m² están dados por la superficie de las concentra-ciones, en tanto que los años vienen del rango máximo (…) de los fecha-dos radiocarbónicos de los componentes medio y tardío del área”. Esteíndice es de 606 m²/año para el componente medio y de 2196,84 m²/año para el componente tardío en la zona pedemontana, lo que indicaríauna mayor intensidad de ocupación en tiempos tardíos. En relación a loanterior, el autor entiende “que las áreas de mayor superficie de disper-

Alejandro García

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45Año III / Volumen IV / Junio de 2011

sión de elementos representan una ocupación más intensiva del lugar deasentamiento, como producto de una mayor densidad poblacional o deuna ocupación más prolongada” (Cahiza 2002). Por otra parte, “si supo-nemos que una mayor cantidad de conjuntos arqueológicos implica másdensidad demográfica podemos hipotetizar que el área pedemontana es-tuvo más poblada en el período agroalfarero tardío (2197 m²/año) queen el período agroalfarero medio (600 m²/año)” (Cahiza 2002). En elárea lagunera los índices son de 144,41 y 251,16 m²/año para los com-ponentes medio y tardío, lo que indica una menor intensidad de ocupa-ción y un crecimiento poblacional menor en relación al piedemonte.

3) Los cambios en la ocupación de la zona estudiada pueden ser representadospor mapas con círculos de distintos tamaños que muestren la superficie de lossitios de los períodos agroalfareros medio y tardío, en rangos de 1-1.000,1.000-10.000, 10.000-100.000 y >100.000 m². De esta forma, en elpiedemonte los asentamientos del período medio son representados por uncírculo de >100.000, 9 de 10.000-100.000, 4 de 1.000-10.000 y 1 de 1-1.000 (ver figura 2). Los del período tardío son a su vez representados por 4círculos de >100.000, 10 de 10.000-100.000, 4 de 1.000-10.000 y 7 de 1-1.000, a los que se suman 11 lugares de hallazgos aislados (ver figura 3).

Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Conjunto de sitios del “Período Medio” hallados en las tierras bajas del sector limítrofe entre

San Juan y Mendoza (según Cahiza y Ots 2005:222).

El control incaico de las tierras bajas cuyanas. Una evaluación del modelo de enclaves

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46 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos46

4) Para Cahiza (2002), “la hipótesis del aumento demográfico tiene sustentomacroregional (sic)”, fundamentalmente brindado por el avance del urbanismo endiversos sitos del NOA durante el Período de Desarrollos Regionales (Raffino 1991)y por la alta densidad de población propuesta por Laguens (1997) para el Valle deCopacabana y valles vecinos (Córdoba) en momentos previos a la conquista española.

5) Finalmente, el autor opina, al igual que Bárcena (1992) que el control delas áreas de piedemonte y de lagunas de Guanacache se ejerció desde el “cerrillofuerte del inga” que las fuentes documentales situaban en la zona de Acequión.

El enclave de Agua AmargaEl enclave de Agua AmargaEl enclave de Agua AmargaEl enclave de Agua AmargaEl enclave de Agua Amarga

Otro de los candidatos a la categoría de “enclave” es el sitio Agua Amarga,ubicado en el centro de Mendoza. En el mismo se habían hallado algunas vasijasde estilo Viluco y posteriormente el sitio y las zonas adyacentes fueron estudia-dos por María José Ots (Cahiza y Ots 2005; Ots 2008, 2009). En este caso seaplicó una metodología similar a la utilizada en el sur de San Juan: relevamientosuperficial y análisis de hallazgos aislados y concentraciones de materiales enorden a postular aumento y concentración de población en tiempos incaicos.Dirigidos a tal fin fueron los supuestos básicos considerados para el estudio:

Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Figura 3Conjunto de sitios del “Período Tardío” hallados en las tierras bajas del sector limítrofe entre

San Juan y Mendoza (según Cahiza y Ots 2005:222)

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• Como en el caso de Acequión, el registro arqueológico se divide en dospartes: Agroalfarero Medio (600-1200 d.C.) y Agroalfarero Tardío(1200-1700); ambos grupos se identifican por la presencia de los estiloscerámicos Agrelo y Viluco, respectivamente.

• También en este caso se propone que la “intensidad de ocupación” de unazona está dada por el cociente entre la superficie ocupada y el rangotemporal máximo de duración de tal ocupación (Cahiza y Ots 2005:223).A su vez, el incremento de la cantidad de conjuntos arqueológicos implicaríaun aumento de la densidad demográfica, que también puede medirse enm²/año.

• De la misma manera, la ocupación de la zona estudiada puede serrepresentada por mapas que muestren la superficie de los sitios de losperíodos agroalfareros medio y tardío, en rangos de 1-1.000, 1.000-10.000,10.000-100.000 y >100.000 m². Según Ots (2009:138), es válida la“hipótesis operativa” de que “la superficie de un sitio estará en relacióndirecta con el tamaño de la población”.

A partir de lo anterior, Ots propuso que

“En el sector estudiado, la cuenca del río de las Tunas, los cambios en elpatrón de asentamiento indican aumento y concentración demográfica(reocupación y mayor superficie de los sitios) por parte de las poblacioneslocales tardías contemporáneas a la dominación incaica regional.Interpretamos el incremento del tamaño de estos sitios con respecto a losdel período anterior en relación a la concentración de la población en lastierras óptimas para la agricultura con irrigación, que suponemos obedecea la coacción del Tawantinsuyu” (Ots 2009:144).

Estos cambios fueron reflejados en un mapa general del área (Figura 4), endonde se observa claramente que las principales diferencias entre la ocupación“Agroalfarera Media” y la “Tardía” están dadas por la aparición de 11 sitiospequeños tardíos2 y por la presencia de 2 sitios de grandes dimensiones, uno enla confluencia del Arroyo Santa Clara y el Cortaderas y el otro en Agua Amarga(Ots 2005; ver Figura 4). Se observa entonces que “las concentraciones queadscribimos al agroalfarero tardío, en cambio, son menos numerosas (…). Estepatrón de asentamiento corresponde a poblaciones más densas e integradas, con-centradas en el piedemonte” (Ots 2009:140). Agua Amarga es clave para la

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interpretación general del período incaico de la zona, ya que allí

“Es probable la producción mediante la irrigación por acequias y el aprove-chamiento de la pendiente del terreno, como evidencian las herramientas delabranza, los productos agrícolas registrados y los bienes asociados con el alma-cenamiento y transporte de los mismos [aribaloides]. Como en otros sectores dela provincia, no se identifican en el terreno los espacios cultivados o restos deantiguas acequias (…) cuya visibilidad suponemos dificultada por lastransformaciones en el paisaje agrícola” (Ots 2009:145).

En definitiva, “la apropiación de tierras de cultivo y su infraestructura hídrica,colocarían a la extracción de productos agrícolas en una escala de relativaimportancia para el estado inka en la periferia austral y oriental del Tawantinsuyu,bienes que seguramente estarían orientados al mantenimiento de la infraestructurade tambos y caminos” (Cahiza y Ots 2005:224).

Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Patrón de asentamiento del Río de las Tunas en los períodos medio y tardío

(según Cahiza y Ots 2005:223).

DiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónUna mirada detallada al conjunto de información y a las propuestas en torno

a la ocupación del piedemonte del sur sanjuanino y del Valle del Río de las Tunas

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permite observar algunas inconsistencias en el panorama propuesto para com-prender la evolución de la ocupación humana prehispánica tardía de la zona.

Acerca del dominio incaico en Agua Amarga y en el piedemonte sanjuaninoAcerca del dominio incaico en Agua Amarga y en el piedemonte sanjuaninoAcerca del dominio incaico en Agua Amarga y en el piedemonte sanjuaninoAcerca del dominio incaico en Agua Amarga y en el piedemonte sanjuaninoAcerca del dominio incaico en Agua Amarga y en el piedemonte sanjuanino

Con respecto a las propuestas tendientes a comprender el control incaico enlas tierras bajas sanjuaninas, el análisis de varios elementos básicos brinda unpanorama diferente.

• En principio, el esquema elaborado para identificar los cambios tardíosen el piedemonte oriental se basó fundamentalmente en observaciones desuperficie, que no permiten evaluar la situación sub-superficial. Por lotanto la base de datos inicial muestra un sesgo significativo, ya que sedesconoce la distribución de sitios previos al control incaico y su posiblecoincidencia espacial con los de este período. Es cierto que Cahiza(2009a:150) señala que en tres sitios tardíos se realizaron excavacionesque no arrojaron evidencias de reocupación en los períodos medio y tardío,pero no parece conveniente aplicar automáticamente este resultado a lasrestantes 22 concentraciones de material. En Agua Amarga sólo se hamencionado la ejecución de sondeos en el lugar homónimo y en La Isla(Ots 2009), dos sitios de grandes dimensiones que presentan restos deocupaciones de ambos períodos cuya evolución sólo puede abordarse através de excavaciones sistemáticas de mayor envergadura.

• Un segundo punto está estrechamente vinculado con lo anterior: la ideade que el tamaño de una población está vinculado con el de los sitios nosiempre resulta defendible, sobre todo en casos como el analizado, en elque los límites originales del sitio y de sus estructuras y sectores internosno son observables. También resulta difícil admitir a priori la propuestade una correlación directa entre cantidades de conjuntos arqueológicos ydensidad poblacional (Cahiza 2002) sin contar con un control cronológicoal menos aproximado, y con información sobre el volumen de aquellosconjuntos y sobre los procesos de formación que los afectaron (dado queno todos los conjuntos corresponden a sitios habitacionales ni requierenpara su formación la presencia de un gran número de personas, indepen-dientemente de su tamaño). De la misma manera, y a fin de aclarar confu-siones conceptuales, es importante señalar que las relaciones analizadas eneste punto constituyen supuestos de investigación que no alcanzan la cate-goría de “hipótesis operativa” propuesta.

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• En tercer lugar, se observa cierta confusión en torno a los términos “inten-sidad de ocupación” y “densidad demográfica”: ambos han sido medidosen m²/año, pero en realidad la densidad debería expresarse en habitantes/km². Es cierto que ante las dificultades para estimar la cantidad de pobla-ción, una aproximación válida puede ser la de medir el grado de actividaden una zona a través de su reflejo cuantitativo en los conjuntos artefactuales.Sin embargo, en ambos casos (piedemonte sanjuanino y Agua Amarga), laintensidad se ha relacionado con la superficie de dispersión del registro ycon el tiempo, pero en ningún momento se ha especificado un aspecto su-mamente importante: la cantidad de restos arqueológicos. En este sentido,un conjunto numeroso de restos puede presentar una dispersión reducida,mientras que un grupo menor de elementos puede abarcar una gran área. Enrealidad, dado que es esperable que la intensificación del uso o producciónde bienes y recursos en un mismo espacio se refleje en una mayor cantidad deelementos arqueológicos, sí podría suponerse que una mayor cantidad dematerial en la misma superficie y tiempo sea indicativa de intensificación dela ocupación de un período con respecto a otro. De esta forma, laintensificación del uso del espacio podría tentativamente expresarse comonúmero de artefactos por área por tiempo. Sin embargo, la cantidad deelementos de cada concentración no ha sido brindada en ninguno de losartículos referidos al tema (Cahiza 2002, 2009a, 2009b; Cahiza y Ots2005; Ots 2008, 2009) ni tenida en cuenta para medir la evolución de laintensidad de la ocupación del área, por lo que en este caso parece no haberseutilizado el instrumento adecuado para medir los aspectos deseados.

• Cuarto, a priori la diferencia entre 23 y 12 concentraciones de materialpara los períodos tardío y medio en el piedemonte sanjuanino pareceríaser importante. Pero si tenemos en cuenta los sitios con superficies mayores,con áreas de entre 10.000 y 100.000 y de más de 100.000 m², la cantidadpara los períodos medio y tardío es de 9 y 1 para el primero y 10 y 4 parael segundo, lo que evidentemente no refleja el significativo aumento desitios propuesto (ver Figuras 2 y 3). Algo similar se observa en Agua Amarga,ya que si se consideran los sitios cuya extensión supera los 1.000 m², pareceobservarse la presencia de 7 para el período medio y 3 para el tardío. Enel mismo sentido, la observación de las figuras 2 y 3 sugiere que la concen-tración de sitios (y, en términos de Cahiza, de población) era mayor en elperíodo medio que en el tardío.

• Por otro lado, es esperable que la selección de los límites consideradospara elaborar la escala de superficies surja de los datos empíricos registradosen los sitios, ya que la imposición arbitraria de una escala de tamaños

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diseñada previamente podría llevar a una apreciación muy tergiversada dela realidad. Por ejemplo, no es lo mismo registrar 10 sitios de ca. 15.000m² que 10 de ca. 90.000 m², pero si se aplica la escala utilizada por losautores todos ellos caerían dentro del mismo rango de tamaño. Al respecto,el uso de la misma escala tanto en el sur sanjuanino como en Agua Amarga,y el hecho de que no se hayan brindado los datos acerca de las áreasindividuales de los sitios relevados, inclina a pensar que en ambos casos seaplicó la segunda alternativa. De cualquier manera, la ausencia de datos nopermite evaluar si la escala escogida es la más conveniente o no (aunque asu vez la falta de verificabilidad afecta las bases de la argumentación).

• Se observan además claras dificultades relacionadas con la caracterizaciónde algunos sitios según su tamaño. Por ejemplo, en el mapa citado el sitioubicado en la confluencia de los arroyos Cortaderas y Santa Clara parececorresponder a la categoría de +100.000 m²; sin embargo, el sitio seubica en una placeta cuya superficie no excede los 70.000 m², y losmateriales fueron rescatados de un área menor a 20.000 m², extensiónalcanzada debido a la dispersión de los fragmentos de cerámica a través depequeños cauces y al declive de la superficie, y no a la ocupación efectivade ese espacio, ya que el sitio habría sido simplemente una parada en laruta cordillerana que vinculaba las vertientes oriental y occidental (Saccheroet al. 1991). Lo anterior implica un evidente sobredimensionamiento delsitio. El otro caso importante es el de Agua Amarga, en cuya superficie seregistró tanto cerámica gris incisa (asignada al período Agroalfarero Medio)como fragmentos pintados de época tardía. En este caso el mapa muestraun sitio tardío de grandes dimensiones (tiene más de 500.000 m²) pero enrealidad el mismo sitio habría sido ocupado en tiempos anteriores, sin quepuedan determinarse los límites de las distintas ocupaciones, dado que ladistribución de los materiales se debe a la acción de agentes de alteraciónpostdepositacional:

“El sitio Agua Amarga se encuentra en un espacio que ha sido sometido a laexplotación agrícola durante los últimos treinta años, situación que dificultala posibilidad de reconocer patrones de asentamiento y de uso del espacio.(…) Observamos que el sitio adquiere la forma del espacio agrícolasuperpuesto, y los límites y la superficie de las concentraciones se confundencon las sucesivas intervenciones agrícolas. El tamaño notable de la superficiede distribución de material arqueológico (52.3 Ha) debe ser atribuido afactores posdepositacionales antrópicos, en este caso relacionados con lasoperaciones agrícolas. Características como alta fragmentación de los arte-factos, disminución de la densidad y gran dispersión de los materiales en

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superficie y límites indefinidos de las concentraciones sugieren que el sitio seencuentra en un grado de alteración muy avanzado en la superficie y hastalos 35 cm de profundidad” (Ots 2005:53).

Pero más allá de la acción de agentes perturbadores, se destaca el hecho deno poderse establecer el tamaño original del sitio ni comparar el áreaocupada en tiempos tardíos con la correspondiente a momentos previos.Por lo tanto, corresponde en realidad marcar en el mapa un sitio de gran-des dimensiones correspondiente a los dos períodos considerados. Si tene-mos en cuenta los cambios que deberían operarse en torno a la informa-ción de Agua Amarga y Confluencia Cortaderas/Santa Clara, y que losonce sitios tardíos pequeños del área (1 a 1.000 m²) pueden correspondera diversas actividades o situaciones coyunturales no vinculables con la ocu-pación permanente (por ejemplo, la rotura de una vasija y su dispersión en50 m²), el mapa de la ocupación del valle del Río de las Tunas no puedeinterpretarse confiadamente como el reflejo de una mayor densidad yconcentración de población en los tiempos tardíos. En consecuencia, lasevidencias disponibles no indican la presencia de la defendida “mayorconcentración demográfica en un sector apreciado por las condicionesclimáticas, de suelo y agua” (Ots 2009:145).

• Existe un problema insalvable con los rangos temporales adoptados, yaque son muy generales, no compartidos a nivel regional, y no aplicablesapriorísticamente a todos los sitios (cuya cronología específica puede sólocomprender un segmento de los rangos máximos adoptados). Por un lado,es evidente que un sector con cerámica asignada al período “medio” pue-de haber sido ocupado en cualquier momento de ese período y no a lolargo de 600 años. Por otra parte, para el análisis de ambas localidades(Agua Amarga y piedemonte sanjuanino) se toma como fecha de iniciodel período tardío al año 1200 d.C., pero lo cierto es que la arqueologíaregional ha mostrado cada vez más claramente en los últimos 15 años queel inicio del uso de la cerámica Viluco debió estar relacionado con ladominación incaica (García 1996, 1999, 2009) y por lo tanto carece desentido utilizar una cronología previa a 1400-1480 d.C. Más aún, estaposición es seguramente apoyada en la actualidad por uno de los autores,ya que en un trabajo reciente llevó el límite inferior del “período tardío”a 1400 d.C. (Cahiza 2009b:51), lo que de por sí desacredita el uso de lacronología previa en los artículos anteriores.

• Otro elemento de duda se vincula con la elaboración de algunas argumen-taciones. Las evidencias, indicadores o ideas presentadas a favor de ciertasargumentaciones carecen del valor de prueba o aval que se les otorga. Un

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ejemplo de lo anterior es la idea de que la mayor “concentración demo-gráfica” que se habría observado en Agua Amarga confirmaba a su vez “lainterpretación del sitio en relación con un incremento en la producciónagrícola en el área durante este momento” (Ots 2009:145). Como ya seha demostrado que no existen bases firmes para postular una mayor con-centración demográfica en Agua Amarga, ésta no puede ser utilizada paraapoyar a su vez un incremento en la producción agrícola. De cualquiermanera, una eventual concentración poblacional mayor tampoco indica-ría por sí misma un aumento de producción agrícola. Otro caso análogoes el de la búsqueda de sustento en casos del NOA o del centro argentinopara un aumento demográfico en el piedemonte sanjuanino. Claramente,el eventual aumento de población en tiempos tardíos en sitios de Tucumán,Jujuy o Córdoba no puede interpretarse como un “sustento macrorregional”para un posible aumento demográfico en un sector del piedemontesanjuanino, aun cuando éste efectivamente haya ocurrido.

• En relación a lo anterior, existen también algunos inconvenientes con lasideas concernientes a una mayor producción agrícola. En Agua Amargafundamentalmente hay que tener en cuenta que la eventual irrigación y elaprovechamiento del terreno en el sitio bien pueden haberse desarrolladoigualmente en tiempos previos (dificultando en extremo la identificacióndel postulado incremento productivo), y que en definitiva, “como en otrossectores de la provincia, no se identifican en el terreno los espacios cultivadoso restos de antiguas acequias (…) cuya visibilidad suponemos dificultadapor las transformaciones en el paisaje agrícola” (Ots 2009:145). En otraspalabras, la propuesta de uso agrícola de este espacio se basa en sus cualidadesy potencialidades y en su uso actual, no en el registro arqueológico. Algosimilar sucede en el piedemonte sanjuanino, donde no se han podido detectarevidencias de uso agrícola del espacio (Cahiza 2002).

• Por otra parte, la ausencia de estructuras de almacenamiento, de grandescantidades de vasijas destinadas al transporte, de evidencias de esta actividady de una clara vinculación con el norte de Mendoza, dificultan extrema-damente que los restos de vasijas domésticas y de aribaloides hallados en elsitio puedan ser interpretados en relación al depósito y traslado de laproducción agrícola para el mantenimiento de la infraestructura vial yarquitectónica del Valle de Uspallata. Adicionalmente, cabe destacar queel aríbalo era utilizado fundamentalmente para el transporte de líquidos,por lo que la presencia de restos de estas vasijas no avala la idea de trans-porte de productos cultivados. Las similitudes de estilo y tecnología entrela cerámica de Agua Amarga y la de los tambos de Uspallata no constitu-

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yen evidencia de un vínculo tan fuerte entre ambos sectores como parasustentar la idea de abastecimiento desde uno hacia el otro. Sin indicadoresde mayor concentración demográfica, aumento de producción agrícola ytransporte de excedentes, las propuestas sobre Agua Amarga como encla-ve incaico vinculado estrechamente con el sostenimiento de la infraestruc-tura estatal del noroeste de Mendoza carecen totalmente de sustento.

• Finalmente, el hallazgo en 2003 del sitio mencionado en la documentacióndel siglo XVII como posible “fuerte del Inga” (García 2005) permitióanalizar su funcionalidad y papel en el sistema local de asentamiento estatal.Los estudios señalan que en realidad no se trata de un único sitio sino de unconjunto de cinco (García 2007), que no se hallaron en torno al casco de laestancia sino en los confines septentrionales de lo que en el siglo XVII eranlas tierras de El Acequión (García 2005). Tres de ellos (dos estructuras aproxi-madamente rectangulares localizadas en las cumbres de dos de la lomas, y deun posible sector con dos o tres niveles de escalones en una cima adyacente)se encuentran en un sistema de lomas bajas ubicado sobre la margen izquier-da del Río del Agua. Frente a estas lomadas, sobre la margen derecha delrío, se encuentran los otros dos sitios. Uno está directamente enfrente, a 500m de distancia, en una zona arada que hace algún tiempo sirvió para elcultivo de zapallo y que actualmente ha sido plantada con almendros. Elotro se ubica unos dos kilómetros aguas arriba, sobre la misma margen. Setrata de un sitio habitacional, en el que se pudieron observar restos de nume-rosos “hornillos” de tierra, artefactos líticos, fragmentos de cerámica, hue-sos de animales, evidencias de acequias, etc.

A partir de esta información se ha diseñado una estructura del asenta-miento incaico de la zona. Según este esquema, pudo establecerse unaprimera división jerárquica entre los sitios de control ubicados en laslomadas de la margen izquierda y los localizados en la derecha. En segun-do lugar, en base a las proporciones de cerámica de estilos local y estatalespuede establecerse una segunda jerarquía entre el sitio enfrentado a laslomas y el ubicado hacia el oeste, según la cual el primero podría habersido habitado por dirigentes locales (aunque no puede descartarse la pre-sencia de jefes externos) y el segundo lo habría sido por los grupos locales(García 2007). La observación del todo el conjunto sugería en principiola reestructuración del espacio y la relocalización de las poblaciones loca-les, hipótesis apoyada posteriormente por tres fechados radiocarbónicosque confirmaron la correspondencia de estos sitios a la época del domi-nio incaico en la región.

La información actualmente disponible permite una evaluación de la pro-

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puesta de que este lugar era un enclave para fiscalizar la zona baja. En prin-cipio, no parece probable que pudiera fiscalizarse el área de piedemonte yllanura desde esta zona, desde la cual ni siquiera puede tenerse un controlvisual directo debido a la presencia de una cadena montañosa precordillerana.Por otra parte, no se han observado depósitos que pudieran vincularse conla recolección de tributos; y si bien uno de los sitios ha sufrido una afectaciónimportante y tales depósitos pudieron ubicarse allí, las características delregistro arqueológico (fundamentalmente cerámica doméstica) sugieren suutilización como sector de habitación. Tampoco se han registrado indicadoresde la presencia importante de mano de obra mitmaq en los sitios de la zona,uno de los elementos fundamentales de los enclaves (LaLone y LaLone 1987).Además, en contraste con la cerámica tardía predominante en la llanura y elpiedemonte, correspondiente al estilo Viluco, en estos sitios apenas aparecenunos pocos fragmentos adscribibles a este estilo, lo que no indicaría unaintensa relación con el sector de tierras bajas. Finalmente, no se han registradorestos de vialidad estatal que permitan sostener que desde la zona se establecíaun intenso transporte o una activa comunicación con otros sitios incaicos dela región, por lo que no puede considerarse estratégica desde el punto devista de estas actividades.

En conclusión, no parece apropiado considerar al sector del “fuerte delInga” de la zona del Acequión como un enclave administrativo estatal, asícomo tampoco puede sostenerse (en base a la información actual) quedesde allí se hayan controlado administrativamente las tierras bajas del surde San Juan.

Acerca de los enclaves y de otros aspectos del control estatal de la región

• En diversas oportunidades los estudios etnohistóricos han sido una ricafuente de ideas y conceptos utilizados por los arqueólogos como basepara elaborar interpretaciones sobre el registro arqueológico del períodoincaico. El de enclave es precisamente uno de esos conceptos, y su aplicaciónen el caso concreto de la región cuyana permite realizar algunasconsideraciones sobre su instrumentación y efectividad.

La existencia de enclaves fue propuesta en relación a la producción agrí-cola, la organización de la mano de obra correspondiente y la recepciónde tributos, en vista de la necesidad del estado de producir excedentes quepermitieran sostener la expansión imperial y el sistema económico. LaLone

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y LaLone (1987:48-49) destacan la necesidad estatal de abastecimientode alimentos, ropa y provisiones militares, que había dado lugar a un sistemade almacenamiento a gran escala, en el marco de la expansión estatal incaica.Para ello, además de las “tierras del estado” establecidas en cada comunidady de su trabajo como obligación tributaria, el estado habría establecidositios especiales denominados “enclaves”, que consistían en territoriosrelativamente extensos aislados específicamente para dar cuenta de lasnecesidades productivas y administrativas estatales (LaLone y LaLone1987:49). Estos enclaves podían ser productivos, dirigidos a la producciónagrícola intensiva y a gran escala, o administrativos, localizados en lugaresestratégicos desde el punto de vista del transporte y la comunicación, dela recolección tributaria o del control militar. Ambos tipos de enclaveshabrían sido mantenidos por colonias de mitmaq. De ahí que las doscaracterísticas básicas de los enclaves fueran la expropiación de grandesterritorios para fines estatales y la movilización de cantidades importantesde mitmaq para servir en los mismos como mano de obra estable (LaLoney LaLone 1987:49). De los ejemplos identificados etnohistóricamentepor estos autores, el mayor habría sido el del Valle de Cochabamba, adondese habrían trasladado 14.000 mitmaq que habrían constituido la fuerzade trabajo permanente para la producción de maíz a gran escala, queluego era almacenado en depósitos ubicados a lo largo del valle yfundamentalmente en Cotapachi, donde se registraron 2.400 depósitos ocollcas (Gasparini y Margolies 1980:118, cit. por LaLone y LaLone1987:51). Al igual que en otro enclave, el de Abancay, los mitmaq nousaban los productos del enclave, sino que recibían otras tierras para atendera su subsistencia (LaLone y LaLone 1987:50, 52).

• En principio, queda claro que el uso observado en los casos de Agua Amargay Acequión no responde estrictamente a la propuesta inicial, y que lascaracterísticas de aquellos sitios distan mucho de las establecidasoriginariamente: no existen allí evidencias de extensos territorios aisladosy apropiados por el Estado para su provecho, ni de la presencia de comu-nidades numerosas de mitmaq encargados de su sostenimiento, ni de pro-ducción agrícola a gran escala, ni de las numerosas estructuras de depósitoque sí aparecen en otros sitios. Tampoco la conceptualización de los enclavescomo sitios de menor envergadura y estructuración respecto al sistema(Cahiza 2009b:50) parece adecuada, ni existen en la región fuentes docu-mentales que hagan alusión a la existencia o presencia de “enclaves” en losvalles de Caria, Acequión, Huentota y Uco (a diferencia de lo que afir-man los autores locales –Cahiza 2009b:50, Cahiza y Ots 2005:219).

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• Con respecto a la caracterización del espacio “externo” al límite políticoy de las relaciones que allí se habrían establecido, hay diversos aspectosque merecen ser revisados. En primer lugar, resulta muy difícil comprendercómo los incas pudieron extraer “mano de obra y productos agrícolas”(Ots 2009:143), trasladar personas para trabajar en el Valle de Uspallata(Parisii 1992:67), apropiarse del territorio para impulsar la intensificaciónde la explotación agrícola (Cahiza y Ots 205:224), organizar “el espaciohumano de los dominados” (Cahiza y Ots 2005:226), obligar a lapoblación local a concentrarse en el piedemonte sanjuanino y en AguaAmarga (Ots 2009:144; Cahiza 2002), y trasladar desde este sitioexcedentes agrícolas para mantener la infraestructura de tambos y caminos(Cahiza y Ots 2005:224) sin tener un dominio efectivo del área. Más aún,no se han integrado a la lista anterior algunos elementos no consideradosen las propuestas aquí analizadas (ver infra) que tornarían másincomprensible la situación.

Es muy posible que una de las bases de esta situación sea la forma dedefinir la frontera política, la cual, según ya se ha advertido (García 1999),mantiene la concepción tradicional sobre el tema y no permite interpretaradecuadamente todo el registro arqueológico regional del período incaico.En efecto, el requisito de la “infraestructura característica” para delimitarla frontera política (Bárcena 1992, Cahiza 2009b:50) no permite apreciary analizar la flexibilidad que el Estado debió tener para integrar losterritorios cuyanos. Este contraste entre la rigidez de la propuesta de estudioy la flexibilidad de la realidad analizada hace que no sea considerado unconjunto de información que permite observar un control efectivo delEstado en las tierras bajas (García 2009). Entre estos elementos se cuentanla imposición de un nuevo estilo cerámico (el denominado “Viluco”),una gran difusión del quechua en la región, los indicios de un sistemapolítico dual -con caciques y principales-, la probable existencia de “tierrasdel inca” y “acequias del inca”, una significativa dispersión de cerámicadiaguita chilena inca (cuya presencia no es explicable fuera de la esfera dedecisiones del Estado) y la confirmación documental del sometimientode las poblaciones locales al Estado (Bibar 1966; García 1999, 2009).

Por lo tanto, lejos de reflejar una ausencia de dominio estatal, la variabilidad(incluida la falta de infraestructura clásica) y distribución discontinua del registroincaico regional deben entenderse como una respuesta a las condicionesambientales de los ecosistemas áridos y semiáridos (en los que prevalecen lasinstalaciones en los oasis, sin que ello implique ausencia de control sobre losespacios intermedios), a las características de la ocupación previa del territorio

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58 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos58

y de sus pobladores, al desarrollo de mecanismos específicos destinados a ga-rantizar la anexión, y al grado de avance concreto del proceso de integración.

• Por otra parte, la existencia de “tierras (…) donde se sembraba para elInga” (Espejo 1954:18) ha sido interpretada como probable presenciade “tierras del inca” (Bárcena 1992:37-38; Michieli 1994:47-51), lo quea su vez puede claramente vincularse con la tripartición de tierras; ademásse observan en el idioma huarpe palabras tomadas o derivadas del quechua,como mita (“turno”, “vez”; Canals Frau 1946:42) y pataka (“cien”;Valdivia 1940:69), que sugieren una vinculación con los mecanismostradicionales de administración incaica (Julien 1982). Sumados a la yamencionada difusión del quechua (Lizárraga 1937:207; Morales Guiñazú1938:201) y a los indicios de gobiernos duales en el área huarpe (Michieli1983:160-162), estos elementos constituyen una alternativa que eviden-temente apoya la presencia de los “tradicionales mecanismos de integra-ción incaicos” negada por Parisii (2005:102).

• Finalmente, la diferenciación de diversas facetas (económica, social y cul-tural) de la frontera incaica del área no resulta del todo clara (ver Figura1). Según Cahiza y Ots (Cahiza 2009b:50; Cahiza y Ots 2005:226) lafrontera económica demarca el territorio apropiado por el Estado, en elque éste controla los medios de producción, domina a la población eimpone determinados rasgos culturales (ver citas supra). En estos térmi-nos, no es fácil comprender cómo la frontera económica puede desligarsede la frontera política y de un dominio efectivo. Lo mismo sucede con la“frontera demográfica”, que correspondería al “espacio humano de losdominados” organizado por el Estado. Analizada en contexto, la formu-lación de esta frontera externa puede haber sido vista como un instrumen-to útil para completar el modelo tradicional de dominación, ya que arti-cula ordenadamente la presencia de un sector con registro estatal caracte-rístico, de un límite preciso que separa ese sector de una realidad externa,y de un espacio más o menos discreto manejado por enclaves en el quecabe suponer el desarrollo de diversos procesos de cambio. Sin embargo,esta percepción multifacética de la zona de frontera evidentemente pre-senta algunas contradicciones internas y no logra contribuir a un mejorentendimiento de las evidencias arqueológicas locales ni de las actividadesque les dieron origen.

En definitiva, estas subdivisiones vinculadas con la frontera suroriental delTawantinsuyu no parecen claras ni operativas, no se han originado a partirde la evaluación del conjunto global de evidencias relacionadas con eldominio incaico a nivel regional y evidentemente requieren una mayor

Alejandro García

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59Año III / Volumen IV / Junio de 2011

elaboración teórica, una redefinición y una adecuada integración con elregistro arqueológico.

ConclusionesConclusionesConclusionesConclusionesConclusionesLos argumentos esgrimidos para sustentar la formulación del modelo de en-

claves externos a una frontera política pero localizados dentro de una fronteraeconómica, demográfica y cultural presentan notables contradicciones internas ydebilidades relacionadas con la metodología utilizada, con la base de datos ma-nejada y con su interpretación.

Como consecuencia de lo anterior, dicha propuesta continúa siendo una ela-boración fundamentalmente teórica conformada por un conjunto de supuestosde investigación a partir del cual no se ha podido ofrecer una explicación ade-cuada del registro arqueológico incaico regional.

Esto no significa que durante el control incaico no se hayan producido pro-fundos cambios en la cultura material y en la organización social, económica yterritorial de las poblaciones locales, o que no haya habido aumento demográ-fico o concentración de poblaciones, sino simplemente que los intentos de iden-tificación de tales cambios y la contrastación arqueológica de la presencia deenclaves en el piedemonte sanjuanino y en Agua Amarga no han brindado resul-tados positivos.

En consecuencia, en vista de la evaluación general del modelo aquí desarrolla-da y de la comprobación de sus inconvenientes teóricos y prácticos, parece acon-sejable abordar una profunda reformulación del mismo, elaborar una posicióndistinta y superadora, u optar por la perspectiva alternativa vinculada con eldominio estatal efectivo de la región.

NotasNotasNotasNotasNotas1 No es objetivo de este trabajo la presentación detallada de este modelo, para lo cual

se remite al lector a las publicaciones pertinentes (García 1999, 2009 y 2010).2 El mapa de Cahiza y Ots 2005:223 muestra discrepancias importantes con

respecto al aparecido en Ots 2009:139, lo que impide disponer de cantidadesprecisas de los sitios hallados en la zona.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosEl presente trabajo forma parte de las investigaciones desarrolladas con apoyo

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60 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos60

de CONICET, SECTYP (UNCuyo), CICITCA (UNSJ) y la ANPCYT(PICTO 2007-00054). Agradezco las observaciones realizadas por el evaluadoranónimo del manuscrito.

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ARARARARARQQQQQUEOZOOLUEOZOOLUEOZOOLUEOZOOLUEOZOOLOGÍA DELOGÍA DELOGÍA DELOGÍA DELOGÍA DELALERALERALERALERALERO CARRIQO CARRIQO CARRIQO CARRIQO CARRIQUEOUEOUEOUEOUEO

Agustín Cordero

RRRRResumenesumenesumenesumenesumenEn el tránsito de los últimos 2.000 años la cantidad de especies explotadasaumentó significativamente junto con la diversidad. La circunscripciónterritorial de los grupos, que comenzaron a diferenciarse interétnicamente,redujo los rangos de acción e incrementó la cantidad de especies explotadas.La incorporación de la tecnología cerámica permitió diferir el consumode recursos, extraer más eficientemente la grasa de los huesos y procesarvegetales. Estas condiciones materiales de existencia son interrumpidas porla conquista española.

Los resultados del análisis de una muestra del conjunto óseo del sitio aleroCarriqueo (provincia de Río Negro, Argentina) son un ejemplo de estepanorama. A partir de ellos discutiremos aspectos como la movilidad y lasubsistencia de las sociedades cazadoras-recolectoras y la estacionalidadde sus ocupaciones. Alero Carriqueo muestra una alta riqueza y diversidadde especie, si bien el recurso que más aportó a la dieta fue Lama guanicoefue complementado con caza menor y recolección. Es importante lacantidad de Conepatus sp. identificada, así como la presencia de: cánidos,félidos, edentados, aves y sus huevos. Además exploramos varias líneas deevidencia que dan cuenta de la explotación de grasa ósea en el sitio.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves: es: es: es: es: subsistencia, cazadores recolectores, guanaco, caza menor,grasa ósea.

* UBA - Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural – CONICET. E-mail:[email protected]

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64 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos64

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstractIn the last 2.000 years the amount of the exploited species increasedsignificantly together with the diversity. The territorial constraints ofthe groups, who began to differ interethnically, reduced the home actionranges and increased the quantity of exploited species. The incorporationof the ceramic technology allowed, differing the consumption of resources,extracting bone´s grease more efficiently and processing vegetables. Thesematerial conditions of existence are interrupted by the Spanish conquest.

The analysis results of Carriqueo´s rock shelter sample bone ensamblage(province of Río Negro, Argentina) is an example of this panorama.Starting from them we will discuss aspects like the mobility and subsistenceof hunter-gatherers societies and the seasonality of their occupations.Carriqueo rock shelter shows a high value of richness and diversity,although the resource that more contributed to the diet was Lamaguanicoe, it was supplemented with smaller hunt and gathering. It´ssignificant the amount of hog-nosed skunks identified, as well as thepresence of: canids, felids, armadillos, birds and their eggs. We also exploreseveral evidence lines that allows us corroborate the exploitation of bonyfat in the place.

Key words: Key words: Key words: Key words: Key words: subsistence, hunters-gatherers, guanaco, small hunt, bone grease

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónDurante la última parte del holoceno las sociedades cazadoras recolectoras se

encontraban transitando cambios mayúsculos que los llevaron a la complejizaciónde sus relaciones interétnicas y una mayor diferenciación social. Este hechorepercutió profundamente alterando sus circuitos de movilidad, otrora más laxos.Este nuevo panorama cambió la forma en la que tradicionalmente se explotabanlos recursos. Hacia el final de la secuencia hubo una mayor diversidad de especiesincorporadas a la dieta; y el guanaco, recurso principal desde mediados delHoloceno, fue complementado en mayor medida con recursos provenientes dela caza menor y la recolección. Además, las nuevas tecnologías como la cerámicapermitieron el consumo diferido de carne, la extracción de grasa ósea y elprocesamiento de vegetales.

El objetivo de este trabajo es caracterizar el conjunto óseo recuperado ydiscutir aspectos como la subsistencia y la movilidad de los cazadores recolectoresy la estacionalidad de la ocupación de alero Carriqueo. Por lo tanto, se estudiaaquí la estructura de los conjuntos arqueofaunísticos desde una perspectiva

Agustín Cordero

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tafonómica (Lyman 1994) para poder determinar cuáles fueron los principalesagentes y procesos que los formaron (Gifford-Gonzalez 1991).

DiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónDiscusiónEn el presente estudio, en general, se siguió la metodología planteada por

Mengoni Goñalons (1999), complementada con la bibliografía general del análisisfaunístico (Binford 1978, 1981; Grayson 1984; Lyman 1994; para un mayordesarrollo ver: Cordero 2009).

Alero Carriqueo está situado en plena estepa, a los 40º 37’ 27” de latitud sury 70º 31’ 42” de longitud oeste, junto a la margen oeste del cañadón La Oficina,un afluente del río Limay, Depto. Pilcaniyeu, Río Negro (Figura 1). Se orientahacia el este-nordeste. Si bien es un alero pequeño, tuvo una intensa utilizacióndel espacio (Crivelli et al. 2007).

Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1. Ubicación y plano de excavación.

Se obtuvo un fechado de LP-1829 610 ± 50 años AP (edad radiocarbónicacalibrada AD 1323, 1350, 1390; edad radiocarbónica calibrada AP 627, 600,560. calibrado por el programa CALIB 4.1.2), época en la que ya se utilizabacerámica en la zona (sitio La Marcelina 1, Sanguinetti de Bórmida et al.2000:355-6). En efecto, el sitio sirvió a fines culinarios, de reparación deproyectiles, de preparación de cueros y tal vez, de refugio y descanso. Se recupe-ró de este sitio un alto porcentaje de puntas de proyectil (Figura 5). AleroCarriqueo constituye un sitio especializado y articulado con otros sitios. Comoenfatizan Crivelli y otros (2007:343) “estos distintos lugares fueron utilizadoscontemporánea y aún conjuntamente pero de manera diferenciada, reflejarían

Arqueozoología del Alero Carriqueo

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una intensificación y una organización en el uso del espacio infrecuentes en épo-cas más antiguas. Esta conducta se ajusta a lo esperado en el marco del crecimien-to demográfico que tuvo lugar en la región durante el período ceramolítico yque se expresó asimismo en el incremento tanto de las superficies ocupadas comodel número de artefactos, de ecofactos y de estructuras”.

El registro óseoEl registro óseoEl registro óseoEl registro óseoEl registro óseoDebido a la gran cantidad de restos óseos que tenemos de este sitio, por

razones operativas, hemos decidido procesar el material de la cuadrícula G13,que consideramos estadísticamente representativo. Se recuperaron de esta cua-drícula un total de 5.582 restos óseos, de los cuales se identificaron 1.139especímenes que representan un 20,4% del total (Tabla 1). El 50,7% del NISPcorresponde a guanaco, mientras que la caza menor compone el 49,3% de lamuestra. También hemos podido registrar la presencia de cáscara de huevo deñandú (n=387).

TTTTTabababababla 1.la 1.la 1.la 1.la 1.Frecuencia del NISP identif., NISP no identif. y NISP.

Además del NISP de guanaco, identificamos un 16,1% de restos de Conepatussp., un 15,8% de C. villosus, un 9,9% de Z. pichiy, un 1,6% de P. pennata, un1,4% de L. culpaeus y mamífero indeterminado mediano-pequeño, un 0,8% deL. griseus, un 0,3% de Felis sp., ave indeterminada y ave indeterminada pequeña,0,2% de Diplodon sp. y un 0,1% de Carnívora indeterminada (Tabla 2). Sitenemos en cuenta el número mínimo determinado, los zorrinos son la especie másabundante en la muestra, con un 33,3%, y luego el guanaco, con 11,1%. Le sigueel choique (11,1%). El resto sólo cuenta un individuo cada uno.

Lama guanicoeLama guanicoeLama guanicoeLama guanicoeLama guanicoeDe los 1.239 especímenes óseos identificados, el NISP de guanaco suma 577

restos e incluye: 45 fragmentos de dientes sueltos, 161 fragmentos del esqueletoaxial, 176 del apendicular y 195 astillas óseas. El conjunto axial está dominadopor las vértebras cervicales, torácicas y lumbares, con una abundancia relativaalta. Las vértebras cervicales son el hueso más frecuente con el 100% del MAU(Tabla 3). El atlas también tiene una alta presencia, no así el axis.

Agustín Cordero

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TTTTTabababababla 2.la 2.la 2.la 2.la 2.Especies identificadas.

La zona del costillar cuenta con varios fragmentos de la porción media de lacostilla y escasas porciones proximales, con una baja abundancia relativa general. Laregión pélvica está representada moderadamente. El acetábulo del isquion es laregión más abundante, con dos fragmentos derechos y dos izquierdos. Tambiénhay restos del cuerpo del ilion, de la espina isquiática y el acetábulo del pubis y elpubis-ilion. El cráneo se compone mayormente de fragmentos de la región occipital,nasal, orbital y del maxilar. De la mandíbula se recuperaron varios fragmentos perosu abundancia relativa es moderada a comparación con el cráneo.

En el esqueleto apendicular (Tabla 4) predominan las primeras falanges y lasrótulas, que presentan la abundancia relativa más alta. El MNE se calculó sobrela base de las epífisis proximales fusionadas y no fusionadas. El mismo procedi-miento se tomó para la 2da falange. Se identificaron varios fragmentos pertene-cientes a la zona de la diáfisis y de la epífisis del metapodio. Sobre éstas secalcularon los MNE. Sólo se pudieron reconocer dos fragmentos pertenecientesa un metatarso y un metacarpo. De la escápula se identificaron varios fragmentoscorrespondientes al borde anterior, posterior y cavidad glenoidea. Hay que des-tacar el hallazgo de una escápula casi completa de un individuo nonato. El húmerose encuentra bien representado en su extremo proximal y la diáfisis. Se identifica-ron escasos fragmentos distales. También se diferenciaron partes de la tróclea y lafosa radial. El MNE resulta de los cómputos de la tuberosidad del redondomayor y la tuberosidad deltoidea. El MNE del radio-cúbito se calculó sobre labase de los bordes laterales. También encontramos espacios interóseos proximalesy distales, apófisis coronoides y superficie articular del carpo. El extremo proximal

Arqueozoología del Alero Carriqueo

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68 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos68

del fémur está mejor representado que el diáfisis y la parte distal. Hay variosfragmentos de tróclea, línea áspera, epífisis sueltas y diáfisis distales y proximales.

TTTTTabababababla 3.la 3.la 3.la 3.la 3.Representación de partes esqueletales axiales de guanaco.

El MNE resultó de la combinación de varias zonas diagnósticas diferenciadaspor lado y estado de fusión. Se recuperaron cuatro rótulas, dos derechas de juvenily una izquierda pertenecientes a un adulto. La tibia está moderadamente represen-tada en su conjunto, aunque es menor su parte distal. De la zona proximal se iden-tificaron tres foramen nutricio, dos izquierdos y un derecho. El MNE surge deestos fragmentos. De región de la diáfisis y distal tenemos escasos especímenes.

Se identificaron 17 carpianos y 4 tarsianos. Entre los carpianos contamos: uncuboides derecho, cuatro escafoides (tres izquierdos y un derecho), dos lunaresizquierdos, un unciforme izquierdo, tres magnum izquierdos, cuatro trapezoides(tres derechos y uno indet), dos pisiformes (un izquierdo y un derecho) y unnavicular izquierdo. Los tarsianos son: tres maleolares (un derecho y dos izquier-dos), y un cuboides derecho. Los astrágalos son tres, dos derechos y un izquierdoy se pudo identificar un fragmento de un individuo juvenil. Del calcáneo tene-mos varios fragmentos que alcanzan para contabilizar dos derechos y un izquier-do pertenecientes a un adulto y un juvenil.

NúmerNúmerNúmerNúmerNúmero mínimo de indio mínimo de indio mínimo de indio mínimo de indio mínimo de individuos y cviduos y cviduos y cviduos y cviduos y clases de edadlases de edadlases de edadlases de edadlases de edadEl número mínimo de guanacos es de tres individuos. El cálculo está basado

Agustín Cordero

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en primer lugar en las vertebras cervicales y en segundo lugar en los carpianos,como el escafoides y el trapezoide. Las falanges también dan cuenta de por lomenos un individuo juvenil y dos adultos. Resaltamos también una escápula deun individuo nonato casi entera.

TTTTTabababababla 4.la 4.la 4.la 4.la 4.Representación de partes esqueletales apendiculares de guanaco.

El resto de una mandíbula que conserva casi todos sus molares nos informaacerca de la edad al momento de la muerte. Según la secuencia de erupcióndentaria de Raedeke (1976), este individuo pertenecería a la clase 5 y según elestado del tercer molar su edad sería de 23 meses, lo cual indica que la edad demuerte habría ocurrido en primavera-verano.

Procesamiento de las reses y alteracionesProcesamiento de las reses y alteracionesProcesamiento de las reses y alteracionesProcesamiento de las reses y alteracionesProcesamiento de las reses y alteracionesLa (Figura 2) nos informa sobre las marcas de procesamiento identificadas

Arqueozoología del Alero Carriqueo

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70 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos70

por elemento esqueletal. Registramos un total de 49 marcas de corte individua-les. Las vertebras torácicas tienen más del 22% de las marcas, que mayoritariamenteson longitudinales, profundas y largas, en los procesos espinosos. Se registraronvarios casos que coinciden con lo que Binford (1981: Tabla 4.04) describe comoTV-1 y 2. El propósito principal habría sido retirar la carne fileteándola. Lasvertebras lumbares registran las mismas marcas de corte que las torácicas y elmismo grado de fragmentación. El esqueleto axial evidencia porcentajes altos demarcas de corte. Esto prueba que en el sitio se realizó la desarticulación y eldescarne de la columna vertebral. Entre los fragmentos de las costillas predominanlos cortes orientados al descarne y en segunda instancia, los de separación delcostillar de las vértebras y del esternón.

Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Frecuencia de marcas de corte por parte esqueletaria de guanaco.

Entre los huesos de las extremidades predominan las marcas de descarnadosobre todos los huesos largos, mientras que las los tarsianos y carpianos muestranmarcas de desarticulación. En un calcáneo pudimos registran una marca (TC-3)que Binford (1978: fig. 4.27) define como fileteado o colgado de la carcasa. Lasmarcas de cuereado son escasas y acotadas a las falanges (Figura 2). Las marcas demachacado se ubican principalmente en las 1ras falanges y las escápulas. Losnegativos de impactos se ubican en los huesos largos, como el húmero, la tibia ylos metapodios. Estos últimos registran raspado en tres especímenes. Entre lasastillas óseas contamos 17 marcas de corte, una de raspado, una lasca adheridasobre cara interna y un negativo de impactos en forma de escotadura semilunar.

La alteración térmica alcanzó a un 36,2% de los huesos de guanaco identifi-cados (incluyendo las astillas). La acción de animales fue escasa: piqueteados yhoyuelos – pits (0,9%) y roedor (0,3%). El pisoteo registra sólo 2 casos. Lasuperficie de los huesos está escasamente alterada por proceso postdepositacionales.

Agustín Cordero

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Lo que más afecto al conjunto fueron las raíces (2,6%). El resto presenta:agrietamientos superficiales y profundos (1,7%), exfoliación (0,9%),cuarteamientos (0,2%) y sustancias adheridas (0,7%). Un 92,5% de los huesosno está meteorizado, el 4,9% presenta estadio 1, el 1,7% estadio 2, el 0,7%estadio 3 y el resto (0,2%) presenta un estadio 4 (Tabla 5).

TTTTTabababababla 5.la 5.la 5.la 5.la 5.Principales alteraciones de sobre huesos de guanaco.

RRRRReeeeeprprprprpresentación de paresentación de paresentación de paresentación de paresentación de par tes esqueletalestes esqueletalestes esqueletalestes esqueletalestes esqueletalesLa historia tafonómica (Lyman 1994, Gifford-Gonzalez 1991) de los restos

de guanaco muestra evidencias claras del papel del hombre en su formación. Sinembargo, nos resta verificar cuáles pudieron ser las causas de la distribucióndiferencial de las partes esqueletales. Aquí procederemos a verificar si por unlado existe una correlación entre la abundancia de partes esqueletarias (%MAU)y la densidad ósea (tomado de Elkin 1995), 34 pares correlacionados, y por elotro el índice de utilidad de carne (GMUI) (tomado de Borrero 1990), 26pares correlacionados. Partimos de la hipótesis nula de que no existe correlaciónentre las variables y aplicamos las siguientes pruebas estadísticas (Tabla 6):

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72 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos72

TTTTTabababababla 6.la 6.la 6.la 6.la 6.Correlaciones densidad ósea e índice de utilidad de carne / MAU%.

Como podemos ver no existe una correlación significativa entre el %MAU yel índice de utilidad de carne, ni tampoco entre %MAU y la densidad ósea. Porun lado, esto indica una ausencia de selección de partes con carne, y por otro, losprocesos postdepositacionales no alteraron el conjunto significativamente.

Si analizamos el esqueleto por región (Figura 3) vemos que la relación entreel MNE observado y el esperado muestra un predominio de la columna y lospies y manos (sensu Stiner 1993). Las extremidades superiores y medias son abun-dantes y son acompañadas por la cintura. La cabeza y el costillar no son abun-dantes, lo que estaría indicando que no fueron del todo aportados al sitio.

En conclusión, al sitio se habrían aportado principalmente los cuartos ente-ros, pero en mayor proporción se trajo el esqueleto axial. La cabeza y el costillarno están bien representados, lo que indicaría que fueron dejados en las localida-des de caza. Las marcas de corte indican que en el sitio hubo un procesamientosecundario (desarticulación y descarnado), y que posteriormente el conjunto fueafectado por la fragmentación de los huesos. Esto último condicionó el estadode los restos.

Figura 3.Figura 3.Figura 3.Figura 3.Figura 3.Zonas esqueletales generales de guanaco.

Agustín Cordero

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El registro de fauna menorEl registro de fauna menorEl registro de fauna menorEl registro de fauna menorEl registro de fauna menorComo en Epullán Grande (Cordero 2009) y en Cueva y Paredón Loncomán

(Pérez et al. 1999), el zorrino (Conepatus sp.) se destaca entre todas las demásespecies menores.

Tabla 2). En este caso pudimos identificar al menos nueve individuos a partirde la escápula, el húmero y el radio. Los restos de ramas mandibulares y delcráneo también son abundantes (Tabla 7). Se registraron 15 marcas de corte yuna de raspado en diferentes elementos esqueletales de este animal; siete en elhúmero, dos en el fémur (Figura 5), el cúbito y el peroné, y una en la tibia y elradio. En un fragmento de cúbito tenemos raspado. Estas marcas indican no sólola desarticulación sino también el descarne del animal. En la mayoría de loshuesos largos, en especial el fémur, observamos marcas oblicuas y cortas a lolargo de la diáfisis y es alta la cantidad de huesos quemados (n=70). La activi-dad de roedores se pudo verificar en dos fragmentos y otros dos registran improntasde roedores, siguiendo el patrón general de los restos del guanaco. Los restos consignos de meteorización son cuatro, tres en estadio 1 y el uno en estadio 2.

Entre los fragmentos de zorro colorado (Lycalopex culpaeus) la mayor par-te corresponden al esqueleto apendicular (n=11), en especial al cuarto delante-ro y a una tibia. Encontramos marcas de corte sobre la tibia y en acetábulo delíleon. Solamente seis sobre 16 restos están quemados, de ellos 5 carbonizados.La meteorización sólo alcanzó el estadio 1 en un espécimen.

El zorro gris (Lycalopex griseus) cuenta con por lo menos los restos de unindividuo. Identificamos un fragmento de arco cigomático, un atlas, un calcá-neo, una cavidad glenoidea de escápula, un fémur, un metapodio, un radio, unatibia y una vértebra caudal. No hay marcas de corte, pero sí tenemos un negativode impacto en forma de escotadura semilunar sobre el fémur. Los fragmentosquemados son sólo tres. No hay registros de especímenes meteorizados y la acti-vidad de carnívoros en nula, así como los procesos postdepositacionales.

Los edentados -Chaetophractus villosus (Tabla 7) y Zaedyus pichiy- están mejorrepresentados por el peludo, tanto en el esqueleto axial como en el apendicular. Seregistraron 156 placas dérmicas pertenecientes a esta especie. Las marcas de corte seencuentran en un astrágalo, una 1ra falange y en dos placas dérmicas. La alteracióntérmica afectó solamente 85 registros, entre los cuales 80 son huesos dérmicos. Nohay meteorización y sólo dos con improntas de raíces. El piche (Z. pichiy) estárepresentado por partes del esqueleto apendicular: fémur, húmero, radio, calcáneo,metapodios y falanges. También tenemos una costilla, un ángulo mandibular y maxi-lar con dientes. Las marcas de corte se ubican en una costilla, un metapodio y doshuesos dérmicos. La alteración térmica suma 60 registros, de los que 53 son placas.No hay meteorización y sólo hay un resto con marcas de roedor.

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Los restos de Rheiformes (Pterocnemia pennata) son escasos. Predominan losfragmentos del tibiotarso, tres derechos, dos izquierdo y uno indeterminado.Este hueso da cuenta de al menos tres individuos. El tarsometatarso también dacuenta de esto, ya que identificamos tres fragmentos derechos y uno indetermi-nado. También identificamos dos fragmentos de fémur (uno izquierdo y otroderecho) y tres peronés, uno de ellos con marcado perimetral (Figura 5). Hayuna segunda falanges y una costilla. Junto con estos restos tenemos 387 fragmen-tos de cáscara de huevo, de los cuales 201 están quemados. Registramos sobre lostibiatarsos: un machacado, una huella de corte y un negativo de impacto enforma de escotadura semilunar, y sobre el fémur, un machacado y una huella decorte. La alteración térmica alcanzó a 4 restos y la meteorización tiene dosespecímenes en estadio 1 y dos en estadio 2. Además tenemos un fragmento conimprontas de radículas, uno con pit y tres con agrietamientos profundos.

Los mamíferos indeterminados están representados principalmente por frag-mentos de falanges (n=13), vértebras (n=8) y huesos largos (n=8), con eviden-cias de marcas de corte y de alteración térmica.

TTTTTabababababla 7.la 7.la 7.la 7.la 7.Elementos esqueletales de Conepatus sp., Ch. villosus y Z. pichiy.

Agustín Cordero

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Por último, destacamos la presencia de un fragmento de húmero (carboniza-do), un radio y un parietal asignado a Felis sp., un fragmento de carnívoro inde-terminado y dos de molusco.

Entre los especímenes no identificados (n=4.056) encontramos que 1.520(37,5%) no están quemados, con quemado incipiente tenemos 363 (8,93%),con quemado avanzado hay 935 (23,1%) restos, están carbonizados 488 (12%)y 751 (18,5%) están calcinados.

Grasa óseaGrasa óseaGrasa óseaGrasa óseaGrasa ósea

En trabajos y reuniones científicas recientes se ha enfatizado el estudio de lagrasa, del aceite, de la leche y de los productos lácteos (Outram 2001, Outramy Mulville 2002). La grasa en las sociedades cazadoras recolectoras que se ubicanen altas latitudes es muy importante para la sobrevivencia, en especial cuando loscarbohidratos están ausentes. Esta carencia se hace más notoria hacia fines delinvierno y principio de la primavera debido a que las reservas de grasas en losanimales empiezan a mermar (Speth y Spielmann 1983).

Para el estudio de la explotación de la grasa ósea son necesarias varias líneas deevidencia independientes (Outram y Mulville 2002). A los estudios realizadossobre el material óseo, los estudios de química orgánica sobre tiestos cerámicos(Capítulo 6), el relevamiento de la bibliografía etnohistórica agregaremos, comoenfatiza Outram (2001), la utilización del tamaño de las astillas como un indi-cador más de la explotación de la grasa ósea.

En la (Tabla 1) podemos observar la cantidad de especímenes óseos que fue-ron identificados de un total de 5.582 restos. De los 577 fragmentos óseospertenecientes a guanaco, 195 son astillas no diagnósticas asignables a este taxón.Entre las astillas asignadas a guanaco podemos ver que la mayoría se ubica en elintervalo entre 31 a 40 mm., con un valor medio de 37 mm. (Figura 4).

Tenemos que destacar que los fragmentos que no pudieron ser identificadosrepresentan más de un 68% (n=4.056). La gran mayoría de ellos no sobrepasalos 20 mm y un 37% no está quemado, mientras que el resto presenta algún signode alteración térmica (predominando el quemado avanzado con un 23%).

También entre las astillas de guanaco se determinó que el 51% presenta frac-tura espiral y el 49% fractura longitudinal. Entre los tipo de fractura secundaria(sensu Mengoni Goñalons 1999), el 86% es simple o regular y solamente seidentificó un 14% de fractura astillada. El 97% de los huesos se fracturaron enestado fresco.

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ConclusionesConclusionesConclusionesConclusionesConclusionesLas unidades anatómicas refieren a las instancias finales del procesamiento de

las carcasas. Varias líneas de evidencia sugieren que el procesamiento de las mismasse orientó al consumo de carne y el aprovechamiento de la médula. La fragmen-tación de los huesos, además de permitir la extracción de médula, sugiere laexplotación de la grasa contenida en los huesos largos a través del hervido. Porotro lado, los estudios de química orgánica de las adherencias en tiestos cerámicosde este sitio demostraron que las vasijas sirvieron para hervir materia de origenanimal (Cordero 2010). Como podemos ver en la (Figura 5), se recuperaronfragmentos de cerámica que pudieron ser remontados y conformar una gran ollacuyo diámetro se calculó en 24 cm (Vitores conv. pers.).

El sitio alero Carriqueo nos demuestra que se consumieron, por lo menos,tres guanacos, nueve zorrinos, tres choiques, además de zorro colorado, zorrogris y un félido. También hay evidencia de la explotación de huevos de ñandú yrecursos fluviales. La ocupación del sitio se realizó durante la primavera-verano,aunque no tenemos pruebas que demuestren la no utilización del sitio en otoño-invierno. La información etnohistórica señala que la explotación de grasa ósea serealizaba en verano (Schmid 1904:179-180, Musters 1911:266 y 289), cuandolos animales estaban gordos. Pero esta información es sólo circunstancial, aúnfalta mucho material a estudiar de este sitio, seguramente podremos resolver estetema más adelante. Si tenemos en cuenta lo magro de la carne del guanaco y labaja cantidad de grasa subcutánea que brinda a principios de la primavera, laexplotación de la grasa ósea, así como, el aprovechamiento de otras especies conreservas de grasa es esperable en este contexto. La especialización de ciertos espa-

Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Clases de tamaño de las astillas asignadas a guanaco.

Agustín Cordero

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cios, como lo son los aleros para la explotación de la grasa no es un comporta-miento restringido a nuestra área de estudio, sino un rasgo compartido (Bellelliet al. 2007). También vemos este comportamiento en la última ocupación decueva y paredón Loncomán, aunque esta inferencia sólo se basa en un mayorgrado de meteorización de los restos.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosA Eduardo Crivelli y Mabel Fernández por la revisión crítica del manuscrito

y su constante apoyo. A Marcelo Vitores por compartir sus conocimientos sobretecnología cerámica.

RRRRRefefefefeferererererencias Bibencias Bibencias Bibencias Bibencias BibliogliogliogliogliográfráfráfráfráficasicasicasicasicasBELLELLI, C.; M. CARBALLIDO y M. P. FERNÁNDEZ. 2007. El sitio Cam-

Figura 5.Figura 5.Figura 5.Figura 5.Figura 5.Principales hallazgos del alero Carriqueo.

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Agustín Cordero

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Arqueozoología del Alero Carriqueo

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¿UN EX¿UN EX¿UN EX¿UN EX¿UN EXORORORORORCISMO EN EL CONVENTCISMO EN EL CONVENTCISMO EN EL CONVENTCISMO EN EL CONVENTCISMO EN EL CONVENTO DEO DEO DEO DEO DESANTSANTSANTSANTSANTA CAA CAA CAA CAA CATTTTTALINALINALINALINALINA DURANTEA DURANTEA DURANTEA DURANTEA DURANTE

EL SIGLEL SIGLEL SIGLEL SIGLEL SIGLO XIX (BO XIX (BO XIX (BO XIX (BO XIX (BUENOS AIRES)?UENOS AIRES)?UENOS AIRES)?UENOS AIRES)?UENOS AIRES)?Daniel Schavelzón

RRRRResumenesumenesumenesumenesumenEn trabajos de arqueología de rescate en un convento construido en el sigloXVIII se encontró un pozo con un objeto metálico que representaba unMacho Cabrío, con cornamenta y alas. Este había sido quemado y enterradoen un evento de difícil explicación. Se puede suponer que, si bien pertenecíaa un macetero francés usado como ornamento en su época, ese fragmento,grande y pesado, pudo interpretarse como una imagen diabólica y por endefuera fruto de algún evento de exorcismo entre las monjas del convento.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvve: e: e: e: e: arqueología urbana, exorcismo, Buenos Aires, monjas,rescate arqueológico

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstractDuring the rescue archaeological operations at the Santa Catalina nuns’ conventon Buenos Aires, a pit was discovered. In it an iron figure with diabolicreminiscence was fired and buried. The figure was an ornament from a Frenchsculpture; but what we fund was probably part of an exorcism ritual developedon the central patio of the convent during the second half of XIXth century.

KKKKKey wey wey wey wey wororororords:ds:ds:ds:ds: Urban Archaeology, exorcism, Buenos Aires, nuns, rescue archaeology

* Conicet y Centro de Arqueología Urbana. E-mail: [email protected]

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82 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos82

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónLa existencia de exorcismos es un tema conocido en el Cristianismo desde que

en la Biblia figuran casos hechos por el mismo Jesús. Es el poder de expulsar aldiablo de personas u objetos. Este accionar fue mermando en la medida en quese secularizó la sociedad, en especial en las grandes ciudades, siendo ya un temapoco habitual y más de Hollywood que de la religión, quedando más encerradoen las tradiciones católicas dentro del Cristianismo general. Pero si bien de acuerdoa la información de los documentos escritos, sabíamos que existieron estos casos,era casi imposible encontrar evidencia arqueológica; al parecer un hallazgo casualpermitiría entender un evento de esta naturaleza aunque no hecho siguiendo lasreglas establecidas en la materia.

Durante el año 2001 la realización de obras de arquitectura en el conventoe iglesia de Santa Catalina de Siena en Buenos Aires, edificada entre 1745 y1755, con el objeto de instalar allí un evento de beneficencia, motivó que elGobierno de la Ciudad a través de la Dirección General de Patrimonio hicierala supervisión arqueológica. Por la antigüedad y significado del sitio era obvioque al excavarse para instalar cañerías habría una fuerte presencia arqueológicaque debía protegerse y estudiarse. La intención original era que, en la medidaen que los antiguos pisos iban a ser excavados para el paso de instalaciones opara cambiar los sectores deteriorados, hubiera arqueólogos y conservadorespara preservar lo que se hallara en esas operaciones. Este control permitiría elque se obtuvieran todos los datos conexos posibles y se preservara un patrimoniohistórico que con toda seguridad debía existir en un sitio intocado durantetanto tiempo. No estaba previsto realizar un proyecto de investigación para locual no había tiempo ni fondos adecuados, lo que es habitual en la llamada“arqueología municipal” (Schávelzon 1998, 2000). Se trataba del conventode monjas más antiguo de la ciudad, construido a inicios del siglo XVIII yque había conservado al menos un claustro sin alteraciones importantes (Millé1957; Quesada 1853; Sobrón 1997).

La realidad del trabajo y la inmensidad de lo encontrado llevó a desdoblarlas tareas: hacer la supervisión de las obras de arquitectura por una parte, a la vezque se determinó la excavación sistemática de un enorme pozo de lo que fueidentificado como el sitio de los lugares comunes, forma habitual de llamar a losbaños o letrinas en el siglo XVIII. Esto último contribuyó para que se diseñaraun proyecto acerca de las condiciones de vida las monjas en los inicios de suinstalación en el convento y cuyos resultados han sido en parte publicados(Schávelzon y Silveira, 2005 y 2006).

Daniel Schavelzón

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Quien haya hecho trabajos de rescate arqueológico en obras públicas sabeque el seguir lo que se excava para zanjas por operarios y empresas comerciales esuna tarea difícil, ya que las maquinarias siempre van más rápido y queconstantemente se destruyen evidencias o al menos los contextos de los objetos.Pese a eso siempre es posible rescatar grandes cantidades de información que deotra forma se perderían totalmente. Es cierto que la Ley debería obligar a otrassoluciones y el Estado dar otros recursos, pero la realidad es esta: se hace elmáximo que se puede.

El trabajo de supervisión de la excavación de zanjas en diferentes zonas delconjunto sólo fue, por lo dicho, una operación de rescate de lo que se iba hallandoa medida que se excavaban cerca de 250 metros lineales de terreno yconstrucciones. Estas a veces llegaron a los dos metros y se hacían con maquinaria.Por otra parte era tanto lo hallado a cada palada mecánica, por la riqueza deledificio y su historia, que si bien dio información significativa debe haber sidomucho lo perdido. Se hicieron zanjas en el exterior y el interior del convento, seexcavó dentro de celdas y se cambiaron pisos por doquier. Intentaremosrestringirnos a la operación de salvataje en las zanjas hechas en el claustro.

Las tareas de rescate arqueológicoLas tareas de rescate arqueológicoLas tareas de rescate arqueológicoLas tareas de rescate arqueológicoLas tareas de rescate arqueológicoLa excavación de las zanjas para cañerías hechas en el interior del convento

tenían el perfil estratigráfico básico de todo el sitio marcado por una fuerte se-cuencia de eventos que se producen entre los 0.75 y 1.20 m de profundidad –por

Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1. Convento e iglesia de Santa Catalina de Sena en la actualidad, el hallazgo se hizo en las zanjas

interiores al centro donde está la marca circular.

¿ Un exorcismo en el convento de Santa Catalina durante el Siglo XIX (Buenos Aires) ?

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lo general la parte superior ha sido intervenida en tiempos recientes-, hasta llegar ala tosca, tierra natural intocada, de gran contenido de arcilla y previa a toda ocu-pación humana del terreno. Sobre la tosca original hay una capa de tierra negra, elhumus o tierra fértil antigua que presenta pocos restos, los que pueden fecharseentre el final del siglo XVI y el inicio del XVIII: algunos huesos de animales,cerámicas y escombro. Generalmente está limpia, lo que corresponde bien a ladocumentación escrita que indica que el sitio casi no estaba ocupado antes delconvento y por eso sirvió para una obra de esas dimensiones cuando la ciudad yaestaba creciendo. Sobre ese nivel inicial el constructor colocó una capa de polvo deladrillo de 2 cm de espesor. Esto, que en los perfiles parece un piso antiguo, es unatécnica constructiva muy hábil y habitual en Buenos Aires colonial, usada paraemparejar el suelo, afirmarlo y aislarlo de la humedad. Sobre esa capa se colocóotra de 30 cm de espesor de la llamada tosca, usada como relleno, limpia de restosculturales y que fue una gran operación para nivelar del terreno natural original.Encima de ésta se colocó una nueva capa de polvo de ladrillo de 2 cm y de allí paraarriba tenemos los rellenos y evidencias de uso desde el siglo XVIII inicial a laactualidad; el nivel superior está muy alterado por obras de la década de 1970.

Las obras hechas en el patio del claustro permitieron hallar, además del pozo conel posible evento que creemos como un exorcismo y que luego describimos, diversasevidencias constructivas de sectores edilicios ya destruidos y una cantidad de objetosrelacionados con la vida doméstica del convento. Estas últimas formando tres tiposde conjuntos: el de lo usado como parte de la decoración del jardín, el de lo posible-mente extraviado y lo que fue enterrado como basura o como rellenos o con otrosfines. Lo describimos muy someramente sólo con el afán de entender los que pudimosobservar en el claustro en función del hallazgo central que queremos discutir.

Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2.Figura 2. El lugar del hallazgo en el cruce central de cañerías del claustro.

Daniel Schavelzón

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En primer lugar está lo utilizado como macetas, maceteros y canteros cuyosfragmentos han sido de una variedad inusitada. Un conjunto que llamó la atenciónpor su antigüedad es el de dos grandes tinajas rotas, de manufactura hispano-ame-ricana, pintadas de rojo en la tradición indígena aunque con forma hispánica, condecoración renacentista en pintura blanco, que fueron halladas en fragmentos. Setrata de objetos antiguos para la ciudad que si bien pudieron formar parte de ladecoración inicial del jardín deben remontarse al siglo XVI, es decir que ya eranantiguas cuando se usaron y su origen debe estar en la ciudad de Santa Fe la Vieja.Con los años fueron reemplazados por otros maceteros que se fueron rompiendohasta llegar a las macetas modernas. La variedad de este tipo de recipientes esgrande y muestra que la jardinería era importante para las monjas. Llamó la aten-ción un cantero para plantas enterrado a casi un metro hecho con envases de vidrioy formado por veintisiete botellas clavadas de punta –y cientos de fragmentos-. Lamitad de ellas eran de agua mineral Krondorf usada hacia 1900, envasada por JulioKristufer, la otra mitad de las botellas eran de licor Bitterquelle envasado por quienusaba el nombre heroico de Hunyadi Janos y eran hechas por Saxlehners en lamisma fecha. Hubo frascos de productos farmacéuticos del siglo XIX tardío y detodo el siglo XX provenientes de farmacias locales. De lo posiblemente perdido enel jardín hay desde bolitas de vidrio (canicas) a monedas, cadenitas para cruces,caireles de cristal y adornos que debieron ir a parar al barro durante días de lluvia.

Figura 3.Figura 3.Figura 3.Figura 3.Figura 3. Relevamiento de la zanja y el hallazgo del pozo con el entierro del posible exorcismo.

¿ Un exorcismo en el convento de Santa Catalina durante el Siglo XIX (Buenos Aires) ?

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De lo enterrado a propósito uno puede preguntarse qué sentido tiene que en elpatio de un claustro se entierren objetos: es difícil de explicar pero son cientos losobjetos hallados, entre marmitas de hierro de tres patas que aún están en buen estadopor lo que deben haberse descartado estando en servicio, hasta fragmentos de platos,vasos, botellas y frascos, huesos, azulejos, materiales de construcción, candelabros yuna lista casi interminable. Es posible que cada uno de ellos tenga su historia, ésta es lareconstrucción –altamente hipotética- de sólo uno de ellos y su contexto.

La presencia de las marmitas de hierro y una olla de cobre llama la atención.Su utilización está documentada desde los primeros tiempos donde entre losbienes heredados al fallecer Juan de Narbona, constructor del edificio y figurabancomo “dos ollas de fierro y un tacho” y “una olla de fierro grande, otra chica,un tacho grande de cobre, dos chicos, dos calderas” (Millé 1955:270). Que lasmonjas enterraron objetos lo tenemos descripto y al menos lo hicieron paraevitar el saqueo de los objetos sagrados por los ingleses durante la primera invasiónde 1806, donde no se salvaron “los pocos vasos sagrados que no se habíanenterrado” (Udaondo 1945:58).

Mientras se hacía la zanja para las cañerías del lado norte del atrio los operariosencontraron en una de las paredes una acumulación de escombro que procedierona desarmar para colocar sus caños. Al observar nosotros el lugar entendimos quese trataba de escombro viejo enterrado el que si bien no era muy antiguo sí eranladrillos mayores que los modernos. Y el espacio en que estaban dispuestosaparentaba ser una excavación anterior, circular, que había sido interceptada porlas obras modernas. Así que se decidió su limpieza excavando desde arriba, paraencontrar que efectivamente se trataba de un pozo de 0.60 m de profundidad,hecho a pala, de poco más de 0.50 m de circunferencia en la parte superior. Alprofundizarlo el sector no alterado por la zanja notamos la presencia de dosfragmentos de loza inglesa Whiteware del tipo Floreal (generalmente pos 1850en Buenos Aires y dejado de usar para 1890-1900) y un vidrio de botella inglesade vino siglo XIX. Esto daba al menos una primera aproximación cronológicaen la segunda mitad de ese siglo.

El hallazgo del Macho CabríoEl hallazgo del Macho CabríoEl hallazgo del Macho CabríoEl hallazgo del Macho CabríoEl hallazgo del Macho CabríoEl continuar hacia abajo la limpieza permitió encontrar un objeto de hierro

oxidado de gran tamaño y peso, que descansaba sobre un lecho de carbón vegetal.Esto nos permitió reconstruir el proceso de formación del lugar como una excava-ción hecha en la segunda mitad del siglo XIX para enterrar un objeto metálicopesado junto con carbón de un fuego en el que debió haber sido intentado que-mar. Durante el relleno posterior del pozo, tras apagarse el fuego, fue cuando

Daniel Schavelzón

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entraron los fragmentos de lozas y el vidrio que venían en la tierra y se terminó laoperación con escombro apisonado para nivelar el terreno. Esto no es más que unareconstrucción hipotética de los eventos, pero la restauración del objeto de hierropermitió reafirmar lo observado. Retirarle el óxido no fue tarea sencilla y posible-mente las restauradoras lo detallen por su parte en otros trabajos. Por la nuestradebemos decir que se trataba de una figura en relieve, de varios kilos de peso, quemostraba un macho cabrío, una figura mitológica que se caracteriza por su cabezay cuernos de cabra, alado (un ala estaba quebrada), y el cuerpo antropomorfo ymuy curvo estaba desdibujado por la profusa ornamentación. El fuego quemó casitotalmente la pintura gris que alguna vez lo cubrió y luego el óxido.

Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4.Figura 4. El objeto de hierro después de su restauración.

Figura 5.Figura 5.Figura 5.Figura 5.Figura 5.Detalle de la cabeza con cuernos en que se observan restos de pintura gris.

¿ Un exorcismo en el convento de Santa Catalina durante el Siglo XIX (Buenos Aires) ?

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InterpretaciónInterpretaciónInterpretaciónInterpretaciónInterpretaciónPor la curvatura y los restos de hierro unidos a la figura se dedujo que su

función original era de servir de manija lateral de un gran macetero de hierro,típicamente francés y del siglo XIX, a similitud de los muchos que aun adornanedificios públicos de la ciudad de Buenos Aires. Fue una moda en el mundoiniciada hacia 1830, difundida con las grandes exposiciones internacionaleseuropeas en la década de 1850 y que llegó hasta la Primera Guerra Mundial.

Pero el contexto en que se encontró, desprendido de su copón de pertenencia,quemado y enterrado en el patio de un convento, es algo que nos habla de unasituación especial; ya no se trataba de un ornamento olvidado. ¿Pudo haber sidoun evento de exorcismo?, ¿pudo haberse pensado que se trataba de una figuradiabólica con sus enormes cuernos? Es cierto que éstos están más que destacadosy que ante una mirada apurada y cargada de religiosidad se lo podría interpretarcomo una imagen del Diablo; pero el Macho Cabrío, o en este caso casi un leóncabrío, no es por cierto Satanás como tanto se repite. Desde Grecia en dondenació fue símbolo de la fertilidad y con el tiempo derivó en el dios Pan. Fue elcristianismo católico el que lo uso para personificar una imagen del Diablo,aunque otros cristianos lo niegan en especial los evangelistas y otros ritosprotestantes que hacen una lectura más detenida de la Biblia. Para el siglo XIII selo asoció a Baphomet para justificar la matanza de los Templarios, luego se lounió a las supuestas festividades satánicas de los aquelarres, justificando nuevamentela quema de personas desde la Edad Media. La figura derivaba de él más conocidaes el Sátiro, mezcla con cabra en todo el cuerpo y conexa con el sexo y ellibertinaje.

¿Pudo alguien, al encontrarlo roto o abandonado en algún sitio de la ciudady desprendido de su macetero de pertenencia que le daba explicación, creer queera una imagen diabólica y lo llevó al convento en donde la credulidad hizo quelo quemaran y enterraran? Imposible saberlo, pero posible.

La pregunta que nos hacemos entonces es si había exorcismos en los conventosy de qué tipo. Este tema no ha sido simple de dilucidar por la complejidad delacceso a la documentación del convento que aún está en poder de las monjas declausura y en lo poco publicado hasta la fecha nada ha surgido (Braccio 1999 y2000, Fraschina 1997). En primer lugar el ritual de exorcizar nunca tuvo reglasestrictas aunque había instrucciones a seguir al menos desde el siglo VI. De todasformas era una accionar bastante informal aunque siempre hubo tradiciones quese respetaban: debía ser hecho por un hombre, generalmente un sacerdote aun-que los laicos podían implorar o hacer plegarias de liberación. Era entendidocomo una función delegada por Cristo –quien lo hizo en la Biblia siete veces- y

Daniel Schavelzón

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por ende era sólo un poder temporalmente usado por quien estaba autorizado yno era algo propio del sacerdocio. Debía estar autorizado el acto sólo por elobispo y era considerado como de carácter excepcional y se debía pagar porhacerlo, debía haber una transacción entre quien lo encargaba y quien lo hacíaporque existía el peligro de que el exorcista quedara él mismo con el demonio ensu cuerpo. No tenemos noticia alguna del uso del fuego en el ritual establecido sino que la ceremonia era verbal, increpante y se azuzaba al demonio mediante laagresión no física de objetos litúrgicos, siendo lo habitual una cruz. Pero lasplegarias para liberar a una persona o a algo poseído no estaban regladas; y hayque recordar que no sólo la gente lo estaba, podía haber demonios en los objetos,las casas y hasta en ciudades enteras. Y el quemar objetos, imágenes y hasta personasposeídas fue una larga tradición inquisistorial aunque eran autos de fe y noexorcismos.

La bibliografía consultada no parece tomar en cuenta el tema y menosoficialmente; quizás por pruritos diversos son pocos los casos en nuestra historiaque han sido bien documentados, pero casi nada sabemos de lo que sucedíadentro de los conventos y menos los de clausura. Más aun cuando en el siglo XIXtardío las reglas fueron más laxas que en la Colonia y el contacto entre monjas,sacerdotes, servidumbre –ya no tenían esclavos-, alumnas y la jerarquía eclesiásticamasculina era más fluida. Es por eso que, aunque hipotéticamente, pensamos queno debió tratarse de un exorcismo oficialmente aceptado si no una acción menosreglada hecha por las monjas; que al enfrentarse a la figura –quizás dejada porun feligrés-, se intentó quemarla y enterrarla con rezos y agua bendita; no eraalgo prohibido el hacerlo, quizás un poco irregular pero nada más que unreacción interna ante una agresión –o no- externa.

La explicación desde la cultura materialLa explicación desde la cultura materialLa explicación desde la cultura materialLa explicación desde la cultura materialLa explicación desde la cultura materialLa imagen que describimos como la de un Macho Cabrío resultó ser una

manija de macetero. Este tipo de ornamento en hierro o bronce fue muy usadocomo decoración, sin simbolismo o intencionalidad alguna, y por su fuerzaexpresiva sirvió en el siglo XIX para jarrones, maceteros y hasta papel pintadopara paredes, como en este caso que queremos demostrar. Por su forma debiópertenecer a una manija de un copón –a veces erróneamente llamados vasos-, quealcanzan 1 m de altura y que llegaban en barco desde Francia. La mayor partede los existentes en la ciudad vinieron de la fábrica Val D´Osne en donde se loshacía desde la década de 1830. Para la mitad de ese siglo y aprovechando laenorme difusión mundial que tuvieron las grandes exposiciones del Crystal Palacey las de París a partir de 1851, la fábrica tuvo una estrategia de ventas muy

¿ Un exorcismo en el convento de Santa Catalina durante el Siglo XIX (Buenos Aires) ?

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activa, vendiendo en especial esculturas y fuentes. Sus formas peculiares y susdimensiones colosales hacían juego con los grandes edificios que los nuevos estadosnacionales estaban erigiendo por todo el mundo, a diferencia de los estilos de lasrealezas que los precedieron. Buenos Aires no fue una excepción y aun haydocenas de estas obras dispersas por todo el país.

Figura 6.Figura 6.Figura 6.Figura 6.Figura 6.Macetero de gran tamaño que ornamenta la entrada de la Casa de Gobierno de Buenos Aires,

fabricado en Francia a finales del siglo XIX, nótese que es idéntico al hallado (foto archivo DGPeIH).

Es en extremo difícil aseverar que haya habido un evento tan peculiar, que sehaya producido un exorcismo no reglado o algo similar en el patio de un conventoa finales del siglo XIX, ante la poca evidencia arqueológica y las condiciones delhallazgo. Sólo tenemos el objeto, el entierro con su contexto cerámico y muchocarbón, además de lo insólito de la situación. También resulta interesante que hayasido hecho en el atrio –lugar sin techo pero a la vez sin visión desde afuera-, y noen el cementerio, en la huerta o cualquiera de los amplios terrenos en torno alconvento, ni siquiera en la gran casa para los esclavos o en sus patios en la manzanade enfrente. Quizás esto refuerce la hipótesis de que lo que estaba sucediendo eraalgo importante y no debía verse desde el exterior. Como muchas veces pasa, laarqueología abre preguntas pero no puede dar respuestas definitivas.

AgAgAgAgAgradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosradecimientosAl Gobierno de la Ciudad que nos facilitó las fotografías y documentos de

Daniel Schavelzón

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las esculturas urbanas usadas en este artículo y a Patricia Frazzi las fotos de exca-vación y de los objetos. La restauración fue hecha por Silvia Álvarez y las foto-grafías son de Patricia Frazzi.

RRRRRefefefefeferererererencias Bibencias Bibencias Bibencias Bibencias Bibliogliogliogliogliográfráfráfráfráficasicasicasicasicas1999 Para mejor servir a Dios: el oficio de ser monja, Historia de la vida privada

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¿ Un exorcismo en el convento de Santa Catalina durante el Siglo XIX (Buenos Aires) ?

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LAS ARMAS EN LA FRLAS ARMAS EN LA FRLAS ARMAS EN LA FRLAS ARMAS EN LA FRLAS ARMAS EN LA FRONTERA DELONTERA DELONTERA DELONTERA DELONTERA DELRÍO CURÍO CURÍO CURÍO CURÍO CUARARARARARTTTTTO (1852-1870)O (1852-1870)O (1852-1870)O (1852-1870)O (1852-1870)

Marcela Tamagnini?, Ernesto Olmedo? y Alicia Lodeserto

RRRRResumenesumenesumenesumenesumenLa historia argentina de la segunda mitad del siglo XIX fue sin dudaconflictiva. Dentro de ese marco, se destaca con nitidez el escenario de lafrontera con el indio, lugar atravesado por continuos actos de violencia.Defensa, agresión, vigilancia y castigo, nos permiten entender cómo seexpresó ésta cotidianamente. En este contexto, las armas constituyeroninstrumentos necesarios para diseminar la violencia y vigilancia. Labibliografía específica señala una suma considerable de armamento (armasde fuego y armas blancas) utilizado por los distintos cuerpos armados.Nuestro propósito es determinar cuáles de esas armas circularon por laFrontera Sur de la Provincia de Córdoba a partir de un trabajo sistemáticode relevamiento de documentos pertenecientes al Archivo Histórico de laProvincia de Córdoba (AHPC). En relación a la circulación, analizamosla fuente del envío y el sitio de destino de dichas armas. De acuerdo a loanterior, procuramos establecer cuál era el circuito que recorrían en elmomento de realizarse su distribución: Gobierno Nacional, Gobierno

* Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Dpto. de Historia, Fac. de Ciencias Humanas; Uni-versidad Nacional de Río Cuarto. E-mail: [email protected]* Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Dpto. de Historia, Fac. de Ciencias Humanas; Uni-versidad Nacional de Río Cuarto. E-mail: [email protected]* Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Dpto. de Historia, Fac. de Ciencias Humanas; Uni-versidad Nacional de Río Cuarto. E-mail: [email protected]

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Provincial, Comandancia General de la Frontera Sud (Río Cuarto), fuer-tes y fortines de la línea, otros.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvve: e: e: e: e: Frontera Sur - armamento- violencia - vigilancia.

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstractThe Argentine history of the second half of the 19th century wasundoubtedly troubled. Inside this frame, is outlined with brightness thescene of the border with the Indian, place crossed by continuous acts ofviolence. Defense, aggression, vigilance and punishment, they allow us tounderstand how this one expressed daily. In this context, the weaponswere a necessary instruments to spread the violence and vigilante. Thespecific bibliography indicates a considerable sum of armament (firearmsand knifes) used by the different armed bodies. Our purpose is determinewhich of this weapon circulated along the Border South of the Provinceof Cordoba from a systematic work of report of documents belongingto the Historical File of the Province of Cordoba (AHPC, initials inspanish). Related with the movement, we analyze the source of the sendingand the site of destination of the above mentioned weapon. In agreementto the previous thing, we try to establish which was the circuit that theywere crossing in the moment to his distribution be realized: NationalGovernment, Provincial Government, General Command of the BorderSouth (Río Cuarto), forts and fortresses of the line, others.

Key words: South Border - armament - violence - vigilance.

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónLas armas constituyen un elemento fundamental para comprender el conflic-

tivo proceso de instauración de un orden estable en la Argentina del siglo XIX.Dicho proceso extendió uno de sus brazos sobre la frontera con los indios queconstituían un factor de resistencia. Eso hizo que la frontera se convirtiera en unlugar atravesado por continuos actos de violencia. Defensa, agresión, vigilancia ycastigo, nos permiten entender su cotidianeidad. En este contexto, las armasconstituyeron instrumentos necesarios para diseminar la violencia y vigilancia.

Este trabajo tiene por propósito identificar, a partir de un relevamiento ex-haustivo de documentos, cuáles armas existentes en el país fueron utilizadas enlos fuertes y fortines de la Frontera Sur de la Provincia de Córdoba y quécircuito recorrían al momento de realizarse su distribución. Los documentos

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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consultados, provenientes del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba(AHPC), dan cuenta de cierta marginalidad respecto del uso de las armas que,generalmente y citadas de manera muy genérica, sobresalen tanto por su escasezcomo por la insistencia con que se las pedía.

Para abordar la cuestión, desarrollaremos primero algunas cuestionesconceptuales referentes a la violencia enquistada en el país a lo largo de todo elsiglo XIX como marco imprescindible para comprender el uso de las armas en lafrontera. Seguidamente se enumerarán los distintos tipos de armas que utilizaronla Infantería, Caballería y Artillería de los ejércitos de la época. Finalmente, yenmarcado en el ámbito específico de la Frontera Sur de la Provincia de Córdoba,analizamos el armamento y su distribución deslizando algunos de los problemasque su investigación sugiere.

Sobre la violencia en la frontera en el siglo XIXSobre la violencia en la frontera en el siglo XIXSobre la violencia en la frontera en el siglo XIXSobre la violencia en la frontera en el siglo XIXSobre la violencia en la frontera en el siglo XIXLa historia argentina de la segunda mitad del siglo XIX fue, sin duda, una

historia conflictiva y violenta. Ello porque la organización del Estado Nacionaly del nuevo régimen político fueron cuestiones de difícil y compleja resolución.A la violencia organizada propia de las competencias entre las facciones quepugnaban por mantener el control del poder -las cuáles se valieron de mecanismoscomo el fraude electoral, la censura periodística, virulentos debates entre laintelectualidad, prensa facciosa, clausura de periódicos opositores, etc.- debesumarse el estallido de las montoneras provinciales y la Guerra con el Paraguay.

La imposibilidad de definir una fórmula política capaz de conciliar el ordengeneral con las autonomías provinciales, hizo que el Estado mitrista sólo pudieraconsolidarse a través de conflictos armados. Prescindiendo del caudillo entrerrianoUrquiza, las últimas montoneras federales fueron exterminadas por la acción dejefes nacionales y caudillos provinciales aliados al Estado Nacional. La virtualejecución de José Angel Peñaloza, el "Chacho"1, constituyó el ejemplo paradig-mático de esta situación que quedó instalada en la memoria popular como lamuestra más contundente de la terrible ofensiva desatada entre 1862 y 1864 porlas tropas nacionales. Asimismo la participación argentina en la Guerra del Para-guay (en la cual intervinieron una cuantiosa cantidad de efectivos tanto de losejércitos de línea como de los Guardias Nacionales) jugó un papel decisivo en laestrategia militar del nuevo régimen, permitiéndole imponer el silencio y unadura pax armada a las fuerzas políticas disidentes (Lettieri 2000:129).

La Guerra del Paraguay permitió al Estado Nacional reconocerse como en-tidad autonómica dentro del contexto internacional. Pero, al mismo tiempo,

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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puso de manifiesto las debilidades que éste tenía para efectivizar su presenciamediante el ejercicio del poder, más allá de los límites internos y externos. Losrequerimientos del frente de batalla en el Paraguay, en donde estuvieron endiscusión la superioridad técnica y estratégica, demandó la atención de lasautoridades, desguarneciendo en todo sentido la frontera con los indios. Estorepercutió, a su vez, en las movilizaciones y levantamientos de las montoneras ycaudillos en disidencia con la política del poder central.

La Frontera con el indio en el territorio pampeano fue sin duda otro de losescenarios del conflicto y de la violencia. Allí el "orden”social entraba a menudoen crisis, al igual que las relaciones sociales y las orientaciones culturales mismas.Para que el control ideológico y la manipulación fueran posibles, primero senecesitaba de la represión, la violencia y la revuelta. Nunca se suprimió la resistenciapues detrás del supuesto orden de la frontera se agudizaban las relaciones socialesde dominación y contestación (Tamagnini 1999a). Siguiendo la conceptualizaciónde Fanon (1999), puede decirse que la violencia de la frontera y la contraviolenciadel indígena, se equilibraban y se respondían mutuamente.

En su análisis del pensamiento del filósofo Spinoza, Grüner (2000:147) planteaque la violencia es constitutiva de la propia Ley, de la Razón y por ello retornaen sus intersticios. Por eso remarca que aún cuando admitiéramos la discutiblepremisa de que la política es lo contrario de la violencia, "los cadáveres son lacondición de posibilidad de la política"2. Atendiendo a estos conceptos, vale lapena que nos preguntemos ¿cuáles fueron los actos de violencia que tenían porescenario la frontera con el indio? Para abordar este tema, se deben tener encuenta por lo menos cuatro conceptos: defensa, agresión, vigilancia y castigo. Sibien todos ellos están íntimamente vinculados, los primeros remiten a la relacióncon el indio en tanto que los dos segundos aluden a la sociedad civil.

En relación con la defensa y agresión, lo primero que hay que remarcar es quehacia 1850 la Frontera Sur de las provincias de Santa Fe, Córdoba, San Luis yMendoza estaba delimitada y conectada por una extensa e imprecisa línea quedesde el Río Paraná llegaba hasta San Rafael, pasando por Melincué, La Carlota,Río Cuarto, San Luis. En Córdoba, la ocupación de tierras se terminó decompletar a través de frentes de avanzada establecidos sucesivamente sobre losríos Cuarto y Quinto los cuales, durante mucho tiempo, simbolizaron el límitede la hegemonía blanca sobre el territorio. Ambas líneas se construyeron a partirde una nutrida red de fuertes y fortines. La primera, apostada en las márgenes delRío Cuarto, estuvo activa durante 80 años de lucha contra el indio. Entre 1780y 1860, Las Tunas, Punta del Sauce, Santa Catalina, La Carlota, Reducción, SanFernando, Las Achiras y Chaján3, fueron los fortines más destacados de la región(Mayol Laferrére 1977). Todos ellos dependían de la Comandancia de la Fron-

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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tera Sur con sede en Río Cuarto, constituyendo puntos política y militarmenteestratégicos.

Para hacer referencia a la vigilancia y al castigo, el primer factor en el que hayque reparar es el rígido sistema de prohibiciones sociales que recaía sobre los sectorespopulares. Los grupos dominantes habían impuesto una forma de coerción sobrelos que consideraban vagabundos sin patrón ni empleo. La legislación tildaba a losvagos y malentretenidos de delincuentes por definición y la vagancia4 era conside-rada un delito. Aplicados rigurosamente por los Jueces de Paz, los reglamentos deantivagancia tenían el objetivo de imponer el orden y la disciplina en el campo, alpar que facilitar una reserva de mano de obra para los estancieros y proporcionarreclutas al ejército. La milicia se convirtió de hecho en una prisión abierta a la quese conducía a la parte más miserable de la población rural (Lynch 1991:276).

El reclutamiento quedó así vinculado a las diferentes operaciones llevadas acabo por las autoridades en pos de la instauración del nuevo orden rural, deacuerdo a las pretensiones de la burguesía terrateniente. Los documentos de épocailustran abundantemente esta situación:

“Marzo 26 Al Comandante General del Departamento del Río 4°.

El Juez de Alzada del Departamento de Calamuchita D. Asencio Gigenadebe remitir á U. al reo Lisardo Carranza destinado por tres años al serviciomilitar en el Fuerte 3 de Febrero. En cuya virtud tan luego como U. loreciba lo despachara a dispocicion del Gefe del Regimiento N° 7anoticiandole del tiempo de su condena“5

“Por conducto de los Juezes se remiten á Ud. acoyarados con un par degrillos á Ramón Pabon y al trompa Lorenzo Quinter. Al primero lodestinará Ud. con una cadena á los trabajos de los Fuertes hasta que seconcluyan estos y después lo dejará de Poblador en uno de ellos con cuyoobjeto se le despachará luego la familia...”6

ClasifClasifClasifClasifClasificación de las aricación de las aricación de las aricación de las aricación de las armas utilizadas por el Ejérmas utilizadas por el Ejérmas utilizadas por el Ejérmas utilizadas por el Ejérmas utilizadas por el Ejércitocitocitocitocito.....PPPPPeríodo 1852-1870eríodo 1852-1870eríodo 1852-1870eríodo 1852-1870eríodo 1852-1870

Citando a Hegel, Frantz Fanon comenta:

“...la violencia no es un simple acto de voluntad, sino que exige paraponerse en práctica condiciones previas muy reales, especialmente ins-

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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98 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos98

trumentos, el más perfecto de los cuales prevalece sobre el menos per-fecto; que además, esos instrumentos deben ser producidos, lo que signi-fica también que el productor de instrumentos de violencia más perfec-tos, hablando en términos gruesos de las armas, prevalece sobre el pro-ductor de los menos perfectos y que, en una palabra, la victoria de laviolencia descansa en la producción de armas y ésta, a su vez, en laproducción en general, por tanto... en el "poder económico”, en el Es-tado económico, en los medios materiales que están a la disposición dela violencia” (Fanon 1999:49-50).

Reparar en las características de los instrumentos utilizados en el campo de laviolencia, en este caso en la Frontera Sur entre 1850 y 1880, y en cómo éstoseran repartidos y cómo circulaban, es una cuestión que reviste suma importancia,puesto que, como bien señaló Fotheringham (1970:301) “las armas de fuegocontribuyeron en mucho a la conquista del desierto y al exterminio de las hor-das salvajes que lo poseían y lo dominaban”.

A partir de una publicación del Comando en Jefe del Ejército argentino quedata del año 1971, hemos podido establecer, de manera general, para todas lasfuerzas al servicio del Estado, la existencia de una cantidad considerable de ar-mamento. Este ha sido clasificado de acuerdo a las “unidades de armas”, esto es:infantería, caballería y artillería. Más allá de las diferentes armas de cada una deestas unidades, nos hemos focalizado en una diferenciación que nos parece cen-tral: si se trata de armas de fuego o armas blancas. Esta distinción es relevante entanto constituye un indicador fundamental cuando se aborda el estudio de lafrontera, debido a que el tipo de armamento que por ella circulaba da cuenta dela política de fronteras interiores y del estado de éstas.

Sin detenernos a establecer cuál era el armamento correspondiente a cadauna de las unidades de armas, podemos adelantar que entre los años 1852 y1870 las fuerzas de línea y de Guardias Nacionales7 utilizaron fusiles (de chispay fulminante), rifles, carabinas, pistolas, cañones en lo que hace a armas de fuegoy bayonetas, sables, lanzas, machetes como armas blancas. La lista quedaría in-completa si no consignáramos también lazos y boleadoras, instrumentos funda-mentales en las cacerías y tareas campestres.

Para aportar una descripción más detallada, podemos decir que en laetapa en que la Argentina se hallaba dividida (entre las batallas de Caseros en1852 y Pavón en 1861), las armas del Ejército de Buenos Aires se diferencia-ban en:

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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Infantería:Infantería:Infantería:Infantería:Infantería:

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggooooo

fusil de chispa: siguió constituyendo para la infantería argentina el armaprincipal de fuego, de dotación general en unidades de combate.

fusil fulminante: sólo lo utilizaba una de las seis compañías que compo-nían el batallón (compañía de cazadores: hombres ágiles y diestros en elmanejo de las armas que ejecutaban el combate en orden disperso).

••••• ArArArArArmas bmas bmas bmas bmas blancaslancaslancaslancaslancas

bayoneta de cubo hueco: continuó empleándose. Constituía el sello carac-terístico de la infantería, al par que le imprimía el valor moral y el espírituheroico del combatiente de primera línea.

Caballería:Caballería:Caballería:Caballería:Caballería:

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggooooo

carabina de chispa: similar al fusil, sólo que más corta.

pistola: también de chispa.

••••• ArArArArArmas bmas bmas bmas bmas blancaslancaslancaslancaslancas

sable, lanza.

ArArArArAr til lería:t i l lería:t i l lería:t i l lería:t i l lería:

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggooooo

cañón: de bronce y de hierro.

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggo poro poro poro poro por tátiles.tátiles.tátiles.tátiles.tátiles.

rifle: se entregaban doce por cada compañía de artillería como protección yseguridad cercana de las seis piezas con que contaba cada una de ellas.

••••• Ar Ar Ar Ar Armas bmas bmas bmas bmas blancas porlancas porlancas porlancas porlancas por tátilestátilestátilestátilestátiles

machete corvo: utilizado en caso de defensa personal (Comando en Jefe

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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100 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos100

del Ejército 1971: 511-512).

A primera vista, el armamento del Ejército de la Confederación Argentina,no presentaba grandes diferencias con el anterior, estando constituido por:

Cañones, fusiles de chispa, fusiles fulminantes, carabinas, sables, lanzas, bayo-netas, piedras de chispa (Comando en Jefe del Ejército 1971:538).

Infantería:Infantería:Infantería:Infantería:Infantería:

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggooooo

fusil de avancarga: empleado como arma principal. De diversos modelos;entre ellos el antiguo fusil de chispa y el fusil fulminante (llamado de pistón,con bala esférica, denominada de 14 adarmes –16ª parte de la onza y a suvez ésta representaba la 16ª parte de la libra, que pesaba 460 gramos).

fusil rayado sistema Minie: con carga de bala cónica, uno de los más moder-nos de la época. De difusión muy reducida únicamente entre la tropa vete-rana. En la iniciación de la guerra de la Triple Alianza, la tropa se armóúnicamente con el fusil rayado sistema Minie.

rifles Enfield de retrocarga: el 4 de diciembre de 1865, el Ministerio deGuerra remitía al Ejército de Operaciones 6 para su experimentación, alos fines de su posible implementación.

••••• ArArArArArmas bmas bmas bmas bmas blancaslancaslancaslancaslancas

Bayoneta: principal elemento de lucha. En 1865 llegaron al país las llama-das St. Etienne, francesas, en número de mil de sección triangular.

Caballería:Caballería:Caballería:Caballería:Caballería:

En general un regimiento estaba armado con carabina y lanza.

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggooooo

Carabina: similar a los fusiles. Se contaba con carabinas rayadas, carabinasde fulminantes y mosquetones de chispa.

Pistola de Arzón: de chispa y fulminante y era usada por la Caballería deLínea.

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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••••• ArArArArArmas bmas bmas bmas bmas blancaslancaslancaslancaslancas

Lanza: se distribuía entre los hombres que no empleaban armas de fuego.El jinete no siempre gozaba de la tenencia de una lanza técnicamente construi-da; a menudo la caballería miliciana sólo poseía como arma de combate lacaña de tacuara conteniendo en su punta el consabido cuchillo bien afilado.

Sable: arma blanca reglamentaria. La caballería de línea llevaba sable, mientrasque la miliciana en general empleaba el lazo y también boleadoras, elementoséstos indispensables para los jinetes en la vida de la campaña.

ArArArArAr til lería:t i l lería:t i l lería:t i l lería:t i l lería:

••••• ArArArArArmas de fuemas de fuemas de fuemas de fuemas de fuegggggooooo

Por lo general de hierro fundido y bronce. Al principio de la Guerra delParaguay se usaron piezas de avancarga de ánima lisa y rayada, predominan-do la primera; no obstante, los artilleros comprendieron las bondades de loscañones rayados por su mayor alcance y precisión de tiro.

Por el calibre de sus piezas, la artillería se dividía en artillería de campaña,pesada y de posición. La primera estaba compuesta por cañones y obuseslisos para proyectiles de 3 a 12 libras. La pesada, servía para batallones deartillería de a pie, construida generalmente de hierro fundido, y emplea-ba proyectiles de 12 a 32 libras. Y la de posición, cañones de ánima lisa yde hierro fundido, variando su calibre de 20 a 68 libras.

Ametralladora Gatling’s: de 25 mm de 10 tubos de cañones, modelo 1865,conocido como cañón revólver [puesta en práctica en la Guerra del Para-guay]. Su alcance eficaz llegaba entre 1200 y 1400 metros, con unavelocidad de fuego de unos 30 proyectiles por minuto, aproximadamente.Esta arma fue también empleada para sofocar la segunda revolución deLópez Jordán.

Pistola de chispa o de fulminante: también llamada de arzón, se usaba comoportátil, transportada en una funda como parte integrante de la montura.

Sable: como dotación del oficial.

••••• ArArArArArmas bmas bmas bmas bmas blancaslancaslancaslancaslancas

Machete: proveniente de Solingen, Alemania (Comando en Jefe del Ejérci-to 1971:115-122).

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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102 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos102

Otro autor especializado en la materia es Landini (1979) quien registra lassiguientes armas:

Infantería: Infantería: Infantería: Infantería: Infantería:

Fusil Remington con cierre rotativo: modelo 1866. Llegaron a mediadosde 1868 seguidos por pequeñas partidas de los modelos 1867, 1871 y1874. Ante la inminencia de los combates se trajeron grandes cantidadesde fusiles, carabinas y revólveres de diversas marcas y por supuesto calibres.Incluso muchos expedicionarios del ‘desierto’ estaban armados con fusilespropios como los viejos ejemplares de avancarga con encendido a percu-sión por cápsula metálica, y los modernísimos Vetterli: 1869/81 de repe-tición manual con cerrojos de movimientos combinados y almacén tubular.

Rifles y carabinas Winchester: 1866 en calibre 44 Henry adquiridas par-ticularmente.

Fusiles de carga simple que también equiparon a los primeros expedicio-narios8: Wernd (1867/73/77), Chassepot (1866), Berdan I (1867), Snider(1865), Taba tierre (1867), Albini-Braedlin (1867)

ArArArArArmas de puño:mas de puño:mas de puño:mas de puño:mas de puño:

Eran adquiridas particularmente en las armerías de Buenos Aires. Las másusadas fueron:

revólveres de doble acción y pistolas de doble cañón sistema Lefaucheauxen calibre 12 mm. y 15 mm., respectivamente.

A partir de la enumeración que hemos presentado anteriormente, preten-demos identificar qué armamento, a disposición de las distintas unidadesde armas en el período señalado, circulaba por la frontera. Para ello, pre-sentaremos seguidamente el instrumental bélico que aparece detallado enla correspondencia de la Frontera Sur de Córdoba.

CirCirCirCirCirculación de arculación de arculación de arculación de arculación de armas en la Fmas en la Fmas en la Fmas en la Fmas en la Frrrrrontera Sur (pcia. de Córontera Sur (pcia. de Córontera Sur (pcia. de Córontera Sur (pcia. de Córontera Sur (pcia. de Córdoba)doba)doba)doba)doba)ArArArArArmamento en la frmamento en la frmamento en la frmamento en la frmamento en la fronteraonteraonteraonteraontera

El relevamiento, clasificación y análisis sistemático de la cultura material de la

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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Frontera Sur a partir de la documentación de frontera, sita en el AHPC, se tornarelevante tanto porque permite explicar, a partir de los objetos, la historia de laconfrontación entre blancos e indios en el escenario de la inmensidad pampeanacomo porque posibilita comprender que, para los blancos, la cultura materialtiene una función política porque expande el territorio de circulación de susobjetos y porque sirve para someter a los indios al incipiente capitalismo nacio-nal (Lodeserto y Tamagnini 2000:30).

Específicamente, al analizar uno de estos elementos, las armas, nos hemosencontrado, en principio, con un problema de tipo heurístico ya que en losdocumentos los pedidos y envíos de armas hacia la frontera están consignados demanera genérica, sin dar mayores detalles acerca del modelo del arma, año ylugar de fabricación, marca del fabricante, características y eficacia en el terreno.

TTTTTabababababla 1.la 1.la 1.la 1.la 1.Armas registradas en los documentos consultados del AHPC

Las armas que aparecen en los registros documentales pueden ser clasificadasatendiendo a los siguientes tipos:

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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Cada uno de los elementos antes enumerados, no se refiere exclusivamente alo que arribaba a los fuertes sino a lo que éstos solicitaban con insistencia a lasautoridades. De esta manera, estamos en condiciones de inferir que la marcadadiferencia entre lo solicitado y lo enviado contribuye a la caracterización de lacirculación del armamento que, de manera coincidente con el resto de los obje-tos en la frontera, dan la pauta de una escasez generalizada (Tamagnini y Lodeserto1999:485). Esta tendencia se reafirma si contrastamos estos listados con las ar-mas existentes, según la bibliografía citada anteriormente. Por lo tanto, la dife-rencia se ensancha, se agudiza, dándole a los fuertes y fortines una especificidadque los distingue del Ejército propiamente dicho10.

Por otra parte, el armamento, además de ser insuficiente, se presentaba en malestado o era directamente estéril para su uso. El estado del armamento se con-vierte así en una variable que se manifiesta en todos los partes e informes, gene-ralmente denominados “estados de la frontera”. Lo anterior se deduce de losinventarios que los mismos Comandantes realizaban de los bienes del Estado. Enéstos se consignan, por ejemplo, fusiles y carabinas: útiles e inútiles. A raíz de ello,se vuelve usual el pedido de herrero o maestro armero para que las repare o,también, el envío de éstas a la capital provincial para tal efecto. De igual manera,al momento de pedir armamento para la frontera, se analiza, siempre primero, laposibilidad de reparar el existente.

En una de las columnas del cuadro “elementos asociados a vigilancia y alcastigo”, hemos consignado en sentido estricto prisiones y grillos, de considera-ble presencia en la época. Éstos servían para el traslado de “destinados”: conde-nados o castigados desde la capital provincial, la campaña u otros fuertes a laComandancia de la Frontera Sur. El gobierno se encargaba de regular su tarea enlos fuertes y fortines ya sea en el trabajo público de construcción y manteni-miento de las precarias edificaciones, en el trabajo de la tierra o para el servicioen las fuerzas. Una vez que éstos arribaban a destino, el gobierno solicitabainmediatamente la devolución de los grillos y prisiones.

Las armas en general, también cumplían las veces de vigilancia de estos desti-nados de comportamiento volátil y dudosa lealtad al gobierno (Olmedo 2004);ellos fueron artefactos de intimidación y de instauración de un resistido “ordensocial interno” en la frontera.

Por último, resta agregar que el cuadro contempla un conjunto de armas defuego que dan la pauta de la coexistencia de armamento cuyo uso proviene de laépoca colonial con otro un tanto más moderno. Todas ellas usadas en la primeramitad del siglo XIX por las diferentes fuerzas armas. La columna que refiere aarmas de fuego y proyectiles, da cuenta también de la existencia de armas de fuego

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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con sistema de “chispa” e, igualmente, de acuerdo a las municiones y tiros de bala,otras con sistema de “percusión o fulminante”. Todo ello permite suponer que nosencontramos con una lenta o nula evolución de las armas en el período.

DistribDistribDistribDistribDistribución del arución del arución del arución del arución del armamentomamentomamentomamentomamentoEl trabajo sistemático de relevamiento de los documentos del AHPC, nos

permitió avanzar en la determinación de cuáles de esas armas circularon por laFrontera Sur de la Provincia de Córdoba. Para ello, hemos establecido una seriede variables relacionadas con el organismo o fuente del envío y el sitio de destinode las mismas. De acuerdo a lo anterior, procuramos establecer cuál era el circui-to de las armas según el siguiente esquema:

Este circuito se planteaba de manera hipotética en el espacio fronterizo yaque el pedido reiterado y no el envío de las armas constituye un dato sobresa-liente en los documentos. Los pedidos se traducen en una circulación constanteen momentos de emergencia de la frontera ocasionados por grandes malones o,en su defecto, por la presencia de las montoneras, tema de especial interés delGobierno en la década de 1860.

Generalmente, las armas que arribaban de la capital provincial, lo hacían condestino a la Comandancia General de Frontera que posteriormente distribuíaentre los Comandantes de los fuertes. A su vez, en caso de ser necesario, dichosComandantes lo hacían con destino a los fortines intermedios. En algunasoportunidades, este tipo de circulación daba lugar a reclamos de los Comandan-tes debido a la distribución discrecional de las armas que hacían algunos.

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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El relevamiento documental y los problemas que sugiereEl relevamiento documental y los problemas que sugiereEl relevamiento documental y los problemas que sugiereEl relevamiento documental y los problemas que sugiereEl relevamiento documental y los problemas que sugiereEl análisis documental nos ha permitido visualizar algunas posibilidades en rela-

ción a diferentes líneas de investigación que podrían abordarse a partir del estudio delas armas de la frontera y que, por cierto, la vuelven un problema complejo, multicausaly global. Las mismas se pueden aglutinar en torno de los siguientes ejes:

Circulación de las armas en las tolderías

Las armas constituyeron uno de los tantos objetos que mediaron en el con-flicto interétnico. La posible circulación de éstas desde la Comandancia de Fron-tera hacia los toldos, abre una serie de interrogantes sobre su significado, impor-tancia, tipos de armas que llegaban a las tolderías, etc.

En primer lugar, las armas constituyeron un bien de cambio, dado que permitían“comprar” la paz de los indios. Así lo testimonia la siguiente carta que el CaciqueCalfucurá le escribiera al entonces Gobernador de Córdoba, Alejo Carmen Guzmán:

“...Leubucó, setiembre 16 de 1854A mi Amigo el Gobernador Alejo Carmen GuzmánMi querido Amigo y hermano.Hermano digo a Ud. mandar el hijo de mi capitanejo Naguelcher este vacon seis yndios [...] ermano espero de su mas generosa bondad me sirva condos colias de abeja me hara el fabor de enviar, de aguardiente este faborespero de Ud. me lo sirba por este mi cuñado Naguelcher es un cacique demuchos yndios siquiera esta ocasión me lo serbira para que quede conten-to, ya otro cacique no lo y de mandar enfadar aguardiente, hermano cadados lunas nos hará el fabor de pasar la racion de aguardiente a mi y aPichun para cada dos lunas tener juntas de nuestros capitanes, hermano melo servira al hijo de Naguelcher con 8 masas de tabaco8 palas, barajascuchillosballetasoya grande2 azadas1 papel de alumbrey los indios que van me lo regalarmele y con esto espero este fabor deUd.hermano y con esto dios guarde a Ud. sin mas libre nobedad y en compa-ña de sus señores oficiales y tropas de su mando.Calban...”11

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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107Año III / Volumen IV / Junio de 2011

En otra carta del mismo año, Juan Calfucurá le escribe nuevamente al Gober-nador de Córdoba solicitándole, entre otras cosas:

“...una gasa con galónun poncho de pañoun chiripáuna espada para otro malior me da otra espadaotro poncho de pañoun chiripauna gorra con galón y cencerosuna corneta bien acomodadauna gitarra....”12

Al analizar los pedidos y agasajos de indios, Tamagnini (2002) clasifica losdistintos bienes que ingresaban a las tolderías en compensadores, complementa-rios, sustitutivos y operativo-logísticos13. Tanto las armas como las monedas14

fueron incluidas en esta última categoría en tanto su ingreso a las tolderías habríaimpactado fuertemente sobre las tribus, colocándolas frente a una lógica de gue-rra. Ellas hicieron que cambiara la tecnología de guerra y que los indígenasempezaran a tener un escenario operativo parecido al de los militares. Este insumoo bien operativo tuvo un efecto a largo plazo, dado que produjo reacomodacionesy articulaciones nuevas. Las armas pusieron así a los indígenas en la situación derazonar como los militares.

El armamento fue fundamental no sólo en la mediación sino imprescindiblepara la agresión y defensa de las posiciones ganadas al indio. Por otra parte,cuando se precipitó el conflicto entre aborígenes y blancos, fue éste el que deci-dió la suerte de los grupos étnicos en tanto resultó vencedor aquel con mejortecnología de guerra (Bechis, 1999:19). Las palabras del General IgnacioFotheringham ilustran con mucha precisión el significado que cada uno de losactores de la lucha contra los indios otorgaban a las armas:

“...Nuestros antiguos fusiles Enfield, Spencer, y tantas otras armas de fue-go de aquellos tiempos eran tan inferiores, tan lerdas para cargar y de tirotan inseguro, que no es aventurado afirmar que les llevaban superioridad,las bolas y las lanza de tacuara, de los indios Araucanos o Ranquelinos.

Vino el Remington15; y junto con el Remington la ofensiva; se acabaronlos indios y se conquistó el desierto...” (Fotheringham 1970:123)

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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108 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos108

Junto con las armas, de escasa circulación hacia la toldería, se enviaban artí-culos tales como yerba, azúcar, harina, aguardiente,: telas, uniformes, pañuelosademás de monturas, estribos y espuelas para los caballos. A través de estosregalos, se trababa amistad y alianza con las tribus (Tamagnini 1999b:203).Por otra parte, en las tolderías, las armas sirvieron para consolidar el compro-miso militar de algunas tribus que resguardaban la frontera del avance de in-dios no aliados que maloneaban por la región. Los vestuarios y nombramien-tos militares que recibieron algunos caciques y capitanejos como Calván (quefue reconocido como General) o Mariano Rosas (como Teniente Coronel)respondían a esta misma lógica de juegos y alianzas interétnicas (Olmedo 2009)en el marco de una estrategia militar de larga data, que apuntaba a ganar lasposiciones en el terreno y asegurarla mediante la defensa a través de puntosfortificados. La participación de los indios en los Ejércitos Nacionales inclu-yó además de la defensa de la frontera interior su actuación en batallas comolas de Cepeda (1859) y Pavón (1861) operando en casi todos los casos comoun factor de estímulo de las contradicciones en el seno de su sociedad produ-ciendo el desgaste y enfrentamiento entre hermanos (Martínez Sarasola1993:273-274). Por último, resta agregar que algunas armas, tal es el caso dela carabina, se convirtieron en “objeto común” al fortín, la toldería y la mi-sión (Tamagnini y Lodeserto 1999).

Incidencia del PIncidencia del PIncidencia del PIncidencia del PIncidencia del Parararararque Nacional de Arque Nacional de Arque Nacional de Arque Nacional de Arque Nacional de ArmasmasmasmasmasEn relación a la circulación, hemos intentado identificar también la inciden-

cia que tuvieron por estos años la presencia de organismos tales como el ParqueNacional16 encargado de reparar y construir algunos de los modelos de armas. Alrespecto, no existen referencias directas a éste en los documentos consultados. Enprincipio, es común encontrar en las notas, partes y oficios el pedido de unmaestro armero como actor fundamental para atender los asuntos de instrumen-tal bélico. Por otra parte, las armas que desde la Frontera Sud de Córdobapedían ser reparadas, se enviaban a la Capital y era el gobierno el encargado deremitirlas nuevamente una vez repuestas. De igual manera, en la frontera existíanherrerías y talleres de fragua del Estado donde se dedicaban a la tarea de repara-ción de armas.

Por último, la circulación de las armas se vuelve un punto de inflexión entrelos gobiernos nacional y provincial, al tiempo que tensiona las relacionesinterprovinciales. El registro documental ofrece referencias explícitas a las dis-cusiones entabladas entre el Gobierno Nacional y el de Córdoba en relación a

Marcela Tamagnini, Ernesto Olmedo y Alicia Lodeserto

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109Año III / Volumen IV / Junio de 2011

la propiedad del parque de armas en la frontera y al destino que debían sufrirlas mismas ante la inminente atención del conflicto con las montoneras (1863,1867).

CirCirCirCirCirculación de arculación de arculación de arculación de arculación de armas desde la Fmas desde la Fmas desde la Fmas desde la Fmas desde la Frrrrrontera hacia la Capitalontera hacia la Capitalontera hacia la Capitalontera hacia la Capitalontera hacia la Capital

Generalmente, las armas circulaban desde la Frontera hacia la capital pro-vincial donde debían ser reparadas. Pero, y aunque a primera vista resulte ex-traño, son numerosos los documentos que testimonian el pedido del Gobiernode armas “que no estuvieran en uso” en los puntos fronterizos. Todo pareceindicar que esta solicitud respondía a la constante movilización de fuerzas yartefactos bélicos, necesarios en diferentes puntos del territorio para aplacarde manera simultánea las montoneras y los malones indios. Ante la citada mo-vilización, el problema de la escasez de armas reverdecía en los partes milita-res, atribuyéndose los innumerables fracasos a la ausencia de éstas. Esta imagenpone de manifiesto la escasa efectividad de cualquier movimiento táctico queno contara con las armas suficientes. De manera ilustrativa, presentamos a con-tinuación una carta del año 1861 en donde se expone claramente elcondicionamiento que la escasez o el estado del armamento le imprimía alservicio militar de vigilancia de la frontera:

“...Comandancia Jeneral

Accidental del

Departamento Río 4°, Diciembre 23de 1861

Al Exmo. Señor Gobernador Provisorio de la Provincia D. Marcos Paz

Consecuente con el parte que pasé á V.E. en fecha de ayer sobre el arrebatode haciendas hecho al Sud de esta Villa por indios segun presuncion y te-niendo en este momento noticia de que otro tanto ha sucedido en la Pedaníade Achiras al Sud, como tambien por lo que puede sobrevenir en adelante,tengo á bien poner en el Superior conocimiento de V.E. que para un caso deinvacion ha esta frontera, no cuento absolutamente con ningun armamento,municiones ni caballadas capaz de impedir el robo de haciendas, sinóunicamente me queda el recurso de defender la Poblacion: pues existen sola-mente como treinta y tantos fusiles utiles, seis sables, cincuenta lanzas y comodiez paquetes de municion. Sin con el Ayudante conductor de los presos

Las armas en la frontera del Río Cuarto (1852-1870)

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Oyarzabal y compañeros pudiera el Gobierno remitirme algun armamentoy municiones, sería buena oportunidad para salvar las haciendas del roboque pudiera hacer alguna partida lijera de indios.

Lo que se pone en el Superior conocimiento de V.E. para que expida suresolucion.

Dios guie á V.E.

Doroteo Gonzalez

Córdoba, Diciembre 27 de 1861

Contéstese lo acordado y archívese...”17

A manera de cierA manera de cierA manera de cierA manera de cierA manera de cier rrrrreeeeeSegún el registro de armas que hemos elaborado a partir de los documentos, éstas

no habrían sufrido evolución alguna en el período señalado (1852-1870). Comouna alternativa a las armas de fuego, se utilizaron mayoritariamente las armas blancastales como: lanzas, cuchillos, sables. Hemos visualizado también una significativa pre-sencia de “prisiones” y “grillos” utilizados para el envío de presos y condenados acumplir su sentencia en la frontera y, por otra parte, el envío de presos que en su pasajepor los fuertes y fortines de la frontera se habían sublevado o desertado. Lo anterior,nos da una idea cabal de la frontera como un espacio del castigo (Olmedo 1999).Allí, el Estado procuraba complementar la carencia de efectivos mediante poblacióncivil; de esta manera, se daba muestra de la prioridad sobre otros frentes de batallaque en este momento disputaban su legitimidad en manifestaciones tales como: lasmontoneras, las autonomías provinciales y, junto a estos episodios, los acontecidos enel marco de la Guerra del Paraguay (1865-1870).

La existencia de un circuito seguido por las armas en la frontera nos lleva ainterrogarnos sobre las consecuencias de la circulación, concernientes a la instaura-ción de un “orden” de la frontera íntimamente relacionado a la autoridad necesa-ria para reasegurar las instituciones civiles pero también para consolidar la autori-dad militar a partir de la jerarquía de mandos. A esto último debiera sumarse eljuego de alianzas militares que los Comandantes tejían frente a los jefes de fuertesy fortines (también Comandantes) en torno a la entrega de raciones, armas, etc.

NotasNotasNotasNotasNotas1 El 12 de noviembre de 1863 Peñaloza fue capturado y decapitado por las

tropas nacionales. Las serias sospechas que recayeron sobre Sarmiento a quien

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se responsabilizaba del hecho, sumadas a su desastrosa gestión como goberna-dor de San Juan, hicieron que Mitre lo sacara del país, designándolo embaja-dor en Estados Unidos (Lettieri 2000:135).

2 Añade Gruner: ”en el dispositivo teórico contractualista (Hobbes) el Sobera-no necesita de los cadáveres para justificar su imposición de la Ley; de maneraun poco esquemáticamente foucaltiana se podría decir: la política produce suspropios cadáveres. La Ley produce su propia ilegalidad, para naturalizar su"imperio", pero inmediatamente requiere que este origen sea olvidado: de otramanera, no podría reclamar obediencia universal, puesto que la violencia esdel orden de lo singular, del acontecimiento reiterado pero intransferible. Enese olvido del origen está el efecto "maquínico”instrumental de una Ley "po-sitiva” y autónoma que, justamente, no parece tener otro origen ni otra finali-dad que su propio funcionamiento” (Gruner 2000:146).

3 Chaján fue una “Posta Militar” asentada en el extremo oriente de la Línea de FronteraSud de San Luis con el objeto, entre otras cosas, de asegurar el transporte de lacorrespondencia civil y militar de los diversos puntos de la frontera. De acuerdo a losestudios realizados (Austral et al 2009), Chaján comienza a ser denominado en losdocumentos como posta militar a partir del año 1871. Entre Villa Mercedes y ellímite oeste de Córdoba se encuentran las postas militares: Biscacheras (sic) que sirvede posta militar de la Villa al Río Cuarto, Chagan, situado sobre la misma línea queBiscacheras con el mismo objeto procurando la invernada de yeguas, los caballos ymulas inutilizados por el servicio de las fronteras. Posee buenos campos. San Pacho(sic) como Biscacheras y Chagan tiene el mismo servicio y objeto. Estas partidas queforman la línea postal de la frontera del Río Cuarto, capturan desertores, facilitan lacabalgadura a jefes y oficiales y tropa y dan diariamente cuenta a la Comandancia enJefe de todas las novedades ocurridas. Esta línea de postas tenía la ventaja de podertransmitir a Buenos Aires cualquiera de las novedades en menos de 18 horas, sirvién-dose de la línea telegráfica del Río Cuarto.

4 Entre las exigencias que servían de antecedente para ser definido o no como vagose encuentran el boleto de conchabo; el fuero de alistamiento, etc (Olmedo 1999)

5 AHPC, Gobierno, Año 1859, Tomo 2. Folio 300. Comandantes6 AHPC, Gobierno, Año 1854, Tomo 1, folio 310, RTE: Gobernador de Cór-

doba al Coronel Ferreyra.7 El destacamento de los Guardias Nacionales fue creado por Ley en 1852. Esta

fuerza nacional, que se encargaría de proteger a la población de las invasionesindias y de mantener “el orden social” apuntalando a los gobiernos civiles,bloqueó la capacidad potencial de acelerar el proceso de constitución del Es-tado nacional debido a la superposición de la misma a las acciones del ejército(Trindade 1986:155).

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8 En este caso, el autor se refiere a la campaña militar ofensiva iniciada por elGeneral Roca en el año 1879.

9 Sobre los caballos, fundamentales en el conflicto interétnico, no nos detendremosaquí ya que esta problemática es tan vasta que amerita un desarrollo particular.

10 Esta aclaración es válida en tanto las armas no constituyen el único elementoque particularizó el espacio de la frontera. Por empezar, se puede citar lacuestión de si en las fronteras interiores se desempeñaban miembros del “Ejército”–primero Confederal y a partir de 1864 Nacional- o de población civil armadao destinada por delitos o vagancia a cumplir tareas de resguardo de la fronteracontra los indios.

11 A.H.P.C., Índice de Gobierno, Año 1854, Tomo 239 e, Legajo 4, Folio 120. Elremarcado es nuestro.

12 A.H.P.C., Índice de Gobierno, Año 1854, Tomo 239 e, Legajo 4, Folio 125. Elremarcado es nuestro.

13 Ante la ambigüedad del universo de bienes, nosotros decidimos que bienescorresponden a cada categoría.

14 Lo mismo ocurre con la moneda, la cual tuvo el efecto de ampliar la posibilidadde su sociedad de hacerse de bienes, imposibles de obtener por otros medios.(Tamagnini 2002).

15 El fusil Remington constituyó, según los especialistas, el arma eficaz de lacampaña militar de 1879. Dentro de éstos, existió el Remington modelo“argentino 1879”; el inventor del Remington Patria fue Leonardo Geiger, deColburn, Vermont [ubicado al N.E. de Estados Unidos, Estado de NuevaInglaterra] quien obtuvo la patente respectiva N°: 37501 el 27 de enero de1863, en los EEUU.(arsenal de Iiion, Nueva York) (Landini 1979).

16 Recién en el año 1859, a raíz de la aglomeración de elementos útiles motivadapor los preparativos bélicos que culminaron en la batalla de Cepeda y comoconsecuencia de los efectos obtenidos durante la guerra con Buenos Aires, estanecesidad pasó a ocupar el primer plano. Fue el Presidente Derqui quien orga-nizó el Parque Nacional (13 de abril de 1860). Este se estructuró con unasección talleres y una oficina y servicio para la parte administrativa y gobier-no. En la sección de talleres existía un equipo de armería, uno de carpintería yotro de talabartería. Se incluía también un maestro de fundición y un profesorde pirotecnia militar, que sería oficial del Ejército. Una medida de trascenden-cia social y de interés para fomento de la mecánica industrial argentina fue laautorización que se dio al Comandante General del Parque a fin de que pudie-ra dirigirse a los gobiernos de las provincias pidiendo a cada uno dos jóvenesargentinos de clase jornalera, para instruirlos en los trabajos del Parque. Éstos

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serían destinados por dos años al servicio del ejército con el sueldo y premioscorrespondientes a sus méritos. De esta manera se proveía a los necesitadoscuerpos de frontera de artesanos, beneficiándose el Estado no sólo desde elpunto de vista económico sino también el ejército en el rendimiento del mate-rial en uso de los cuerpos (Comando en Jefe del Ejército 1971: 545-546).

17 A.H.P.C., Índice de Gobierno, Año 1853, Tomo 2, Folio 150.

RRRRRefefefefeferererererencias bibencias bibencias bibencias bibencias bibliogliogliogliogliográfráfráfráfráficasicasicasicasicasAUSTRAL, A., ROCCHIETTI, A. M. y E. OLMEDO. 2009 La frontera del

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EL COMBEL COMBEL COMBEL COMBEL COMBAAAAATE DE LA LATE DE LA LATE DE LA LATE DE LA LATE DE LA LAGUNGUNGUNGUNGUNA AMARILLA:A AMARILLA:A AMARILLA:A AMARILLA:A AMARILLA:UN RUN RUN RUN RUN ROMPECABEZAS HISTÓRICOOMPECABEZAS HISTÓRICOOMPECABEZAS HISTÓRICOOMPECABEZAS HISTÓRICOOMPECABEZAS HISTÓRICO

Graciela Rosa Santamaría

RRRRResumenesumenesumenesumenesumenDentro de las luchas y tensiones que caracterizaron al espacio fronterizoentre indios y euroamericanos en el centro de la actual República Argentinaa lo largo del siglo XIX, hubo un episodio sumamente curioso por lascontradicciones entre los informes que dan cuenta del mismo, ya sea queprovengan de historiadores o no. Se trata del combate de la Laguna Amari-lla. A su alrededor se tejió una controversia que plantea tres ejes: el lugar, lafecha y sus principales actores. El objetivo del presente trabajo es realizar unaporte al esclarecimiento de este verdadero rompecabezas histórico.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvve: e: e: e: e: Laguna Amarilla - Frontera - San Luis, Indios.

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstractAmong the fights and tensions characterizing the frontier area betweenIndians and euroamericans during the XIX century, in the centre of what isat present the Argentina Republic, there was a highly curious episode becauseof the contradictions in existing reports either from historians or not.Namely, the battle of the Yellow Lagoon. A controversy was woven aroundthree axes: the place, the date and the main actors. The aim of this paper isto make a contribution in elucidating this real historic jigsaw puzzle.

* Junta de Historia de la Provincia de San Luis - Centro de Investigaciones Históricas y Folklóricasde la Villa de Merlo. E-mail: [email protected]

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KKKKKey ey ey ey ey WWWWWororororords: ds: ds: ds: ds: Yellow Lagoon - frontier - San Luis - Indians.

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónDentro de las luchas y tensiones que caracterizaron al espacio fronterizo entre

indios y euroamericanos a lo largo del siglo XIX, hubo un episodio sumamentecurioso por las contradicciones entre los informes que dan cuenta del mismo, ya seaque provengan de historiadores o no. El mismo tuvo lugar dentro del territoriosanluiseño, casi en el límite con Córdoba, e involucra a hombres originarios delmismo. Se trata del combate de la Laguna Amarilla. A su alrededor se tejió unacontroversia que plantea tres ejes: el lugar, la fecha y sus principales actores. El temano es nuevo, cuanto historiador se ocupó del estudio de la Frontera, en algúnmomento se detuvo aquí y se preguntó ¿Cuál es la particularidad de este hecho?¿Por qué tantas versiones opuestas? ¿Qué es lo que impide aproximarse a la verdad?¿Existió ese combate? ¿Intervino en él Manuel Baigorria? ¿Fue en él que recibió latremenda herida en su rostro que lo marcó para el resto de su vida? ¿Participóademás Juan Saá? ¿Fue él quien le provocó la herida al anterior? ¿Estuvo presentePainé? ¿Fue Quichusdeo el cacique que dejó su vida allí? ¿Fue Sáa quien se laquitó?... Ninguno resistió la tentación de intentar develar el misterio… y entreellos me incluyo. El objetivo del presente trabajo es aportar algunos datos más enla búsqueda de esclarecer este verdadero rompecabezas histórico.

Landaburu (1849) manifiesta que “a veces se ha suplantado a sus protagonis-tas principales; otras se ha alterado su nombre, o el lugar de la acción, o elverdadero papel que jugaron en ella; otras, en fin, se ha agregado a ésta un episo-dio romancesco, que apenas existe en la imaginación de sus creadores, o que noha recibido al menos, suficiente comprobación histórica”. Mientras que Pastor(1970) se pregunta de dónde vienen estas confusiones y reconoce “que Sarmien-to en 1860, Zeballos en 1885 y 1886, Fotheringham en 1905, Daract 1912,Ruiz Moreno en 1913, Jofré en 1915, Gez en 1916, Del Valle en 1926, Olguínen 1923, Pereyra en 1927, Udaondo en 1938, el autor de este libro 1942,Landaburu en 1949 y Velázquez en 1958, nos hemos ocupado de este tema sinque sea posible establecer el origen de la primera versión, dada por Sarmientopocos años después de haber ocurrido el episodio. Es indudable que el ilustreestadista sanjuanino lo reconstruyó de acuerdo con los testimonios de la época, alo que debió dar crédito en razón del poco tiempo que había transcurridocuando él estuvo en San Luis en distintas oportunidades, vinculándose con loshombres que conocían cabalmente el acontecimiento de los que pudo recogerinformaciones más o menos directas, fundadas en los recuerdos que se manteníanfrescos en la mente de muchos puntanos.”

Graciela Rosa Santamaría

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La cuestión permite también plantear algunas reflexiones historiográficassobre cómo se construye la Historia, el peso de la subjetividad y la importanciade las tradiciones orales.

Sabido es que no se puede conocer el pasado tal como ocurrió. Las fuentes histó-ricas nos brindan sólo fragmentos de aquella realidad a la que intentamos acercarnos;fragmentos que, cual piezas de un rompecabezas, el historiador procura armar llenan-do los espacios vacíos a partir de la interpretación que es capaz de hacer en virtud desu preparación académica. A esta altura de los tiempos está muy claro y aceptado quela ciencia histórica es subjetiva. En otras palabras ninguna investigación de este campoes independiente de la forma de pensar y sentir del autor. Sin embargo, la aplicacióndel método histórico le asegura la mayor objetividad posible –siempre reconocien-do que esta jamás será completa-, y permite que otros historiadores recorran el mis-mo camino a la hora de hacer una crítica o profundizar la investigación.

Las fuentes orales no deben ser subestimadas, basta recordar que la HistoriaAntigua, e incluso la Medieval –cuando muy pocos escribían-, fueron recogidaspor esa vía. El movimiento positivista del Siglo XIX las descalificó por variablese inexactas, además de subjetivas. Sostuvo que la Historia, para ser una disciplinacientífica, debía poner el acento en los documentos escritos –considerándolos laprueba más confiable- y aplicar el método de las ciencias naturales para encon-trar la verdad objetiva. De tal modo, las fuentes orales fueron encasilladas comotradiciones o folklore. Recién a mediados del Siglo XX, el influjo de nuevascorrientes historiográficas, como la Escuela de Annales, hicieron que la construc-ción histórica ya no estuviera orientada por la búsqueda de una verdad absoluta,sino hacia todo aquello que el hombre dice, hace, piensa o siente. El recuerdo deun actor o de un testigo informa mejor sobre lo que sienten, supongamos, lossoldados de una batalla, que los partes militares escritos.

El problema es que los relatos de segunda o tercera mano corren el riesgo deconstituir memoria histórica o colectiva, es decir, un conjunto de mitos, leyendasy verdades creados acerca del pasado. En ella intervienen intereses (políticos o deotra clase), y a menudo resultan diversas versiones sesgadas por esos intereses. Aldecir de Foucault, quien controla la memoria de la gente, también controla ladinámica social.

Sin embargo, las fuentes escritas tampoco deben considerarse infalibles.

Olmedo (2007), da un ejemplo palpable en ese sentido:

“Al igual que Álvaro Barros, Fotheringham también advierte la idea de“adulteración” de los partes militares a los efectos de ocultar o alterar la

En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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información y evitar así observaciones de los superiores. A tal punto lle-gan estas acciones que hasta ̀ constituyen identidades individuales´. En tiem-pos que un soldado de la 3ra. Compañía de nombre Teófilo Ivanosky,relata Fotheringham en su escrito, desertó, el capitán sugirió no colocarloen el parte ya que reconocer un desertor `siempre es bochornoso para uncuerpo´; por lo que se resolvió darle el alta a un soldado nuevo KarlReichert con el nombre de Teófilo Ivanosky; a su vez, el soldado, poraceptar el nombre de otro recibiría los sueldos adeudados del primero(Fotheringham 1970: 401). Lo dicho en este párrafo se enmarca en el`silencio militar´. En este caso se aplica para omitir una deserción quehubiera dejado entrever entre los superiores militares la incapacidad porparte de del jefe del cuerpo de `mantener´ a la tropa y reprimir o censurarcualquier manifestación de resistencia a la autoridad”.

Las memorias personales, también poseen un marcado carácter subjetivo. Dancuenta de la trayectoria personal de un individuo en la que se refleja o proyectael proceso histórico, pero tamizado por su propia visión. Es un recuerdo selectivode los hechos históricos, y por lo tanto parcial o partidista.

Actualmente se ha revalorizado a este tipo de fuentes, sin embargo, ningúnhistoriador asienta su trabajo solamente en memorias personales, como tampocolo hace sobre testimonios orales, si no que éstos acompañan la experiencia deinvestigación.

En el hecho histórico que aquí se analiza no abundan los documentos oficialespero sí los testimonios personales. Entonces… ¿Dónde poner el acento? Tododepende de lo que se quiera averiguar. En este caso, no se trata de una abstracciónsino de hechos concretos, de modo que conviene sopesar todas las fuentes posibles.Se presentarán en primer término algunas de las principales –y diferentes-explicaciones que dan autores provinciales y extra provinciales, dejando que ellosmismos vayan delineando el relato y los personajes, para finalmente exponer unhallazgo documental propio.

La perspectiLa perspectiLa perspectiLa perspectiLa perspectivvvvva de los historiadora de los historiadora de los historiadora de los historiadora de los historiadores sanluiseñoses sanluiseñoses sanluiseñoses sanluiseñoses sanluiseñosJJJJJuan uan uan uan uan WWWWW. Ge. Ge. Ge. Ge. Gezzzzz

El insigne historiador puntano presentó al Gobierno de la Provincia suHistoria de San Luis en 1913. En ella relató que, a mediados de 1847, loshermanos Sáa hacía poco que habían salido de “tierra adentro”, después dehaber permanecido seis años en las tolderías de Painé, sumados al grupo de “cris-

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tianos” que lideraba Manuel Baigorria, otro puntano refugiado entre los indios.Los vaivenes de la política, las luchas intestinas, los habían llevado a ese espaciotras la persecución que sufrieran por su condición de unitarios. Cansados de lavida en el desierto, y enterados que el Gobernador Lucero estaba dispuesto aofrecerles un indulto, los Sáa decidieron un día regresar subrepticiamente a sumundo acompañados por un grupo de seguidores –cristianos e indios-. Painé,encolerizado, responsabilizó a Baigorria y le ordenó perseguirlos y traerlos vivoso muertos. Los fugitivos lograron su objetivo de llegar a San Luis sanos y salvos.Fueron bien recibidos e incorporados como oficiales a la guarnición del Morro,a cargo del coronel Meriles. Desde entonces, Juan Sáa y Baigorria se tuvieron unodio a muerte.

Por ese entonces se produjeron invasiones de indios que llegaron hasta Achiras.Meriles salió a perseguirlos. Se desprendió una avanzada de cuarenta hombres almando del capitán Isidoro Torres; su segundo era Juan Sáa1. En la Laguna Amarillaalcanzaron a los indios y los enfrentaron. Éstos eran conducidos por el caciqueQuichusdeo y por Baigorria. Informa Gez que, como el número de enemigosera muy elevado, Sáa propuso a Torres ir por refuerzos, la respuesta fue “Déjelosvenir no más, ahora verán quién es el Bocón del Morro”; tal el apelativo que sehabía ganado este Capitán por su verbalización muy directa. En el fragor delcombate, el cacique fue herido de muerte y retirado del campo de lucha por sushombres2. Sáa se trabó en lucha con Baigorria y logró “partirle la cara de unsablazo”. El herido se abrazó al cuello de su potro y huyó del campo.

Esta versión de los hechos ofrecida por Gez, difiere de otras pero se parecebastante a la de Estanislao Zeballos, por lo que parecería haber constituido estaúltima una de sus fuentes de datos.

LaurLaurLaurLaurLaureano Landabeano Landabeano Landabeano Landabeano LandaburururururuuuuuComo ya se ha expuesto en otro trabajo (Santamaría 2010), Laureano

Landaburu (1949) -apoyándose en testimonios orales de hijos y nietos de losprotagonistas, en partes militares y otros documentos- explicó que “el famosocombate de la Laguna Amarilla tuvo lugar en 1849, al lado de la que llevó esenombre –hoy extinguida-, en el Departamento General Roca, provincia deCórdoba, cerca del límite con San Luis”. El Regimiento “Dragones de la Unión”,con asiento en San José del Morro, estaba comandado por el coronel DomingoMeriles, a cargo de la frontera sur de San Luis. Era un cuerpo veterano, fogueadoen la expedición al desierto de 1833, a las órdenes de Ruiz Huidobro. Ante lanoticia de que los ranqueles habían invadido la zona sur, limítrofe de Córdoba ySan Luis, resolvió salir a enfrentarlos. Una vanguardia de 40 hombres al mando

En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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120 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos120

del capitán Isidoro Torres, “valiente probado”, y en la que revistaba también elcapitán Juan Saá, fue sorprendida por los indios –unos seiscientos, al mando deQuichusdeo- cuando abrevaban sus caballos en la “Laguna Amarilla”. “Un indioarrogante, montado en brioso corcel cubierto de espuma, se aproximó en seguidaa los dragones, en actitud de reconocimiento. La magnífica estampa del bárbaroofrecía un bello motivo escultural. Era el cacique Quichusdeo. Cuando descubrióentre los soldados a Don Juan Saá, se puso a increparlo furiosamente, insultándoloen su lengua y acentuando sus palabras con gestos terribles, como un verdaderoposeído. Más tarde, el capitán Torres preguntaba a Saá: “¿Qué le decía el indio,compadre? El interpelado contestó: Me decía que me iba a cuerear vivo, porquepeleaba ahora contra los indios, después de haber estado asilado entre ellos.”

En realidad, Saá no pertenecía al Regimiento, pero su comandante dispusointegrarlo al grupo por su conocimiento de la vida y costumbres de los ranquelesporque, efectivamente, había vivido refugiado entre ellos junto a sus hermanos.“Cerca del anochecer, un tiro certero volteó al cacique Quichusdeo, iniciando laderrota de la indiada, que se retiró al desierto. Numerosos salvajes muertos, juntoa más de la tercera parte de los dragones, muertos y heridos sobre el campo de laliza, atestiguaban con muda elocuencia, la fiereza del combate. (…)”

Landaburu no dice que fuera Sáa quien le disparó al indio, pero deja bien enclaro que ni Baigorria ni Painé estuvieron en el episodio.

RRRRReynaldo Peynaldo Peynaldo Peynaldo Peynaldo PastorastorastorastorastorEste autor es, hasta donde llegaron nuestras lecturas, el que brinda mayores

precisiones acerca del combate en cuestión, y cuyas fuentes tienen gran peso. Ensu obra “La guerra con el indio en jurisdicción de San Luis” (1942) Informasobre este “episodio tan debatido y confusamente divulgado” y lo califica comoun “hecho histórico de singulares relieves, conocido a través de versionescontradictorias y relatos romancescos que hemos tratado de aclarar recurriendoa los archivos oficiales y particulares, a la correspondencia de la época, a lospartes de guerra, a la foja de de servicios de los militares que participaron en ellay así mismo al testimonio de personas que nos merecen fe.”3

Pastor indica que la Laguna Amarilla ya no existe, quizás porque desaparecióo le cambiaron el nombre. Revisó mapas del Siglo XIX y encontró algunos quela ubicaban dentro de la Provincia de San Luis, cerca de la frontera con Córdobay al sur de Justo Daract. Sin embargo, prefiere confiar en el mapa de Germán AvéLallemant, de 1882 que la sitúa en territorio cordobés, en el DepartamentoGral. Roca, muy cerca del límite entre ambas Provincias.4

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Con relación a los personajes, dice que el grupo de los criollos estaba almando del “valiente” capitán Isidoro Torres, mientras que las “bravas lanzas”ranquelinas obedecían al cacique Quichusdeo. Entre los “cristianos” revistaban“el Teniente de Caballería Ciriaco Ponce, oriundo de Cortaderas, y don JuanSáa, de San Luis”. Las dudas de este historiador se relacionan con los integrantesdel pelotón indígena, y se reflejan en tanto expresa textualmente: “Se afirmatambién que al lado del cruel y salvaje Quichusdeo, venía el Coronel ManuelBaigorria, ansioso de cobrar a don Juan Sáa la cuenta pendiente de su fuga de losaduares de Painé y que entre ambos hubo un duelo singular, saliendo vencedorSáa”. Está deslizando sutilmente que lo dicen otros, que él no está seguro sobreesa parte de la historia.

En cuanto a la fecha en que se libró el combate, si bien algunos autores lasitúan en 1847, Pastor afirma categóricamente que fue en 1849. Para sostener suposición, presenta un documento poderoso: la carta escrita desde el Morro porAgustín Romero el 12 de Noviembre de 1849 al Comandante Raymundo Jofré,donde le retransmite el parte verbal que acaba de enviarle Meriles a través deJuan Saá. El mismo da cuenta de la batalla entre estos 41 soldados –que sufrieron9 bajas-, y más de 200 indios de los que quedaron en el campo 14 muertos y eldoble de heridos “que los sacaban arrastrando los indios de acaballo”.

Además de esta prueba –y otras que hemos obviado en función de la brevedaddel trabajo-, Pastor contaba con el testimonio oral de don Manuel Ponce, quienhabía escuchado los pormenores de la lid de labios de su padre el capitán CiriacoPonce. Este relato es bastante detallado; sostiene el intento de Sáa de ir por ayuday la actitud de Torres quien lo disuade por ser una acción arriesgada e inútil.Destaca los gritos de Quichusdeo contra Sáa reprochándole la traición e inclusodescribe el enfrentamiento entre ambos: “el mismo Quichusdeo cayó herido en laprimera carga, siendo golpeado bárbaramente por don Juan Sáa con una carabinaempuñada por el caño; sin embargo, en la última arremetida de sus guerreros, salióprendido de la cola de un caballo para ir a morir entre los suyos”.

Finalmente reconoce que no encontró ninguna prueba de la presencia deBaigorria en el combate, como afirmaron Estanislao Zeballos y Fotheringham,entre otros, y como divulgó Gez. El propio Nicolás Jofré adhirió a esta ver-sión, y Pastor le preguntó directamente, por carta, cuáles eran sus fuentes. Larespuesta fue que no había encontrado documentación alguna, pero que depo-sitaba su confianza en las tradiciones, y esgrimía los relatos del Coronel Rosa-rio Suárez, casado con una sobrina de Sáa; Rufino Suárez, padre del anterior ycompañero de armas del General; sus sobrinos Felipe y Julio Sáa; más otroscontemporáneos suyos como el Mayor Gerónimo Blanco, el coronel Ayala,

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don Solano Lucero y el Mayor José María Tissera. Agregaba Jofré que, a mu-chos de ellos los escuchó también el Dr. Estanislao Zeballos cuando estuvo enSan Luis “allá por el 80”.

La visión de otros autoresLa visión de otros autoresLa visión de otros autoresLa visión de otros autoresLa visión de otros autoresDomingDomingDomingDomingDomingo Fo Fo Fo Fo Faustino Saraustino Saraustino Saraustino Saraustino Sarmientomientomientomientomiento55555

Reynaldo Pastor (1970) procuró encontrar el origen de la versión que adjudicóa Sáa haber producido la herida en el rostro de Baigorria, y llegó a la conclusiónque debió ser Sarmiento. La misma fue publicada “pocos años después de haberocurrido el episodio” y reconstruida “de acuerdo con los testimonios de la época”,a lo que debió dar crédito en razón del poco tiempo que había transcurridocuando él estuvo en San Luis en distintas oportunidades, vinculándose con loshombres que conocían cabalmente el acontecimiento de los que pudo recogerinformaciones más o menos directas, fundadas en los recuerdos que se manteníanfrescos en la mente de muchos puntanos. No debieron ser muy abundantes losdatos que obtuvo o no les dio gran trascendencia desde que se limitó a una ligeraalusión como la contenida en estas palabras: “En los últimos tiempos cuando loshermanos Sáa asilados entre los indios y que dirigieron varios malones contraSan Luis, regresaron a su país, y volvieron contra sus antiguos huéspedes y cómplicesde la guerra del desierto, Baigorria atacado por ellos recibió la terrible heridaque desfiguró sus semblante”. De esta manera, “Sarmiento dejó abierta el caminoepisódico que siguieron otros con porfiada existencia”.

Estanislao ZeballosEstanislao ZeballosEstanislao ZeballosEstanislao ZeballosEstanislao ZeballosEl Dr. Zeballos, en su obra “Callvucurá y la dinastía de los Piedra” (1884),

narra la huída de los Sáa desde la toldería de Painé hacia “la patria civilizada”,y cómo inmediatamente tomaron las armas en contra de los ranqueles que loshabían alojado. Como dice que llegaron en 1840 y que vivieron entre los indiosseis años, de ello se desprende que su partida tuvo lugar en 1846 ó 1847. Yagrega que “Baigorria recibió con furor la noticia; calificó de ingratos a loscaudillos de San Luis y armando doscientos jinetes escogidos salió, con toda laconfianza del gran cacique Painé, a provocarlos al combate”.

En cuanto al “choque sangriento” propiamente dicho, dice que “tuvo lugaren Laguna Amarilla y Baigorria, herido de un sablazo horrible en la cara (…),perdió la acción y hubiera perdido la vida cuando un borbollón de sangre cubriósus ojos, si dos indios no lo estrecharan con sus caballos y sacaran del campo aescape, abrazado el herido al pescuezo del que montaba (…)”6.

Graciela Rosa Santamaría

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A pie de página, el autor informa que “en 1880, cuando el general Juan Sáase presentó en Belgrano, con motivo de los sucesos políticos, hablé largamentecon él sobre las tristes cosas de su tiempo y de su vida”. Sus fuentes son inobjetables:mantenía correspondencia epistolar con Bartolomé y Emilio Mitre, entre otrosprotagonistas de la época, y tenía acceso a documentación del Ministerio deGuerra y Marina.

En otra obra, “Painé y la dinastía de los Zorros” (1886), cuenta sobre unviolento enfrentamiento, el 17 de marzo de 1847, en oportunidad de caer unmalón sobre el Morro. Éste habría ocurrido en la madrugada del 15 de marzo,y la batalla que se describe tuvo lugar posteriormente, durante el regreso hacia“tierra adentro”. Nuevamente se enfrentan Baigorria y Sáa, el primero recibeuna herida en la cabeza. El cacique Quechúluan, quiere vengarlo “acomete alcapitán Sáa, asestándole un lanzazo en un muslo, pero aquél dispara su trabuco,y Quechúluan queda muerto en el campo”. Si bien no menciona al lugar comoLaguna Amarilla, y al cacique indio lo nombra de un modo levemente distinto,es evidente que se trata del mismo episodio.

Aquí es necesario volver la mirada hacia un par de hechos previos al combateque nos ocupa, que resultarán interesantes más adelante, cuando se analice elhallazgo documental. Según Zeballos, el 6 de marzo “la hueste bárbara” descu-brió a una partida de observación enviada por el Gobernador. Don Pablo Luce-ro había recibido aviso del ataque por parte de un comerciante que se movíaentre los ambos sectores, de apellido Ricabarra, y había dispuesto una estrictavigilancia. Sin embargo “¡Toda la compañía del Regimiento de Dragones consus oficiales fue sorprendida y lanceada! ¡Allí quedaron sus cadáveres para alimen-to de buitres y de tigres!”. Posteriormente explica que, ya sin escollos, la invasióncayó sobre el Morro: “El pueblo fue asaltado, y llegamos tan adentro en suscalles, que recuerdo la muerte de un zapatero lanceado a pocas varas de la plazaprincipal, donde se habían refugiado las familias y atrincherado las gentes dearmas”, son las palabras que Zeballos pone en boca de un imaginario relator.

CarCarCarCarCarlos Marlos Marlos Marlos Marlos Mar tínetínetínetínetínez Sarasola (2005)z Sarasola (2005)z Sarasola (2005)z Sarasola (2005)z Sarasola (2005) Este autor, en su obra “Nuestros paisanos los indios”, prácticamente un

manual para el estudio de las culturas originarias de la actual Argentina, no searriesga, no menciona el combate, y cuando se refiere a Baigorria, toma unextracto de sus Memorias, para explicar la cicatriz. Habla de sus “mil viven-cias en un ambiente duro y exigente”. Como aquella en que mataron a suhijo de tres meses (…) O aquella otra en que herido, fue salvado por los

En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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niños indígenas que lo acompañaban [y cita]: “Baigorria, falto de sangre,cayó después de un largo letargo, pero el indiecito Guichulso no lo abando-naba. Al largo rato volvió en sí y se halló en los brazos de su compañero ysirviente, haciéndole alzar a caballo. Después, con prolijidad el indiecitoGuichulso y otro, sacándole algunos huesos le lavaron las heridas2 con orinesy ataron con prolijidad, lo que, después de los sufrimientos y ayudado delcielo, le conservó la vida.”

IsidorIsidorIsidorIsidorIsidoro Ro Ro Ro Ro Ruiz Moruiz Moruiz Moruiz Moruiz Moreno (2006)eno (2006)eno (2006)eno (2006)eno (2006) Ruiz Moreno relata el combate en términos similares a lo expuesto por

Pastor (1942 y 1970), su aporte de mayor peso tiene que ver con la ubicaciónde la Laguna Amarilla –o Laguna La Amarilla, como figura en los mapas antiguos-. La sitúa en la Fracción B, Lote Nº 20; Latitud: 34º 17' 12” S; Longitud: 65º09' 42”; Departamento General Pedernera, Provincia de San Luis, 47 km al surde Justo Daract y a 4.800 m del límite con Córdoba, sobre la antigua rastrilladao camino que unía El Cuero con el Fuerte 3 de Febrero.

Manuel BaigManuel BaigManuel BaigManuel BaigManuel Baigororororor ria (Memorias)ria (Memorias)ria (Memorias)ria (Memorias)ria (Memorias)

Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1.Figura 1. Zona limítrofe entre San Luis y Córdoba, al sur del Río Quinto, donde figura la Laguna

Amarilla (Ver Nota 7).

Graciela Rosa Santamaría

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Las Memorias de Baigorria fueron publicadas por primera vez en 1938.Habían sido dictadas, se supone, a algún familiar, durante sus últimos años (1868),mientras vivía en Río Cuarto. Antes de morir pidió ser llevado a su San Luisnatal y allí falleció en 1875. Es importante observar que se conocieron bastantetiempo después de otras publicaciones que historiaron episodios de su vida, comolas de Zeballos y Gez. Comenta el P. Meinrado Hux que, cuando organizó eltexto para su publicación8, agregó algunas notas complementarias, “porque echanmás claridad sobre la actuación del relator y protagonista”, pero que “Baigorriaes tan veraz que no tuvimos que corregirle el relato”9. Esta última afirmación esimportante a la hora de dilucidar los hechos.

En ningún momento menciona el combate de la Laguna Amarilla. En cambiosí relata el episodio en el que recibió la terrible herida que marcó su rostro parasiempre. Cuenta que sucedió en 1836, en un lugar llamado Cuchicorral, enmedio de una invasión, donde, si bien derrotaron a los cristianos, hubo un par demuertos y quince heridos más. Baigorria enfrentó al capitán SebastiánDomínguez, se hirieron mutuamente de suma gravedad, el primero logró sobrevivira duras penas, el segundo no. Los salvadores del caudillo fueron unos indiecitosque le acompañaban. No es necesario repetir aquí los duros detalles, baste decirque le tomó más de dos meses recuperarse.

SantiagSantiagSantiagSantiagSantiago Ao Ao Ao Ao Avvvvvendaño (memorias)endaño (memorias)endaño (memorias)endaño (memorias)endaño (memorias)Santiago Avendaño permaneció cautivo de los indios entre 1842 y 1849,

año en el que pudo huir corriendo un sinfín de peligros. Sus relatos de la vidaentre los ranqueles resultan sumamente ilustrativos en cuanto a sus costumbres.Siendo apenas un muchachito fue testigo, por ejemplo, de la dramática ceremoniafúnebre que siguió a la muerte de Painé y la narró con lujo de detalles.Aprovechando el inicio de la invasión que se dirigía “A San José del Morroprimero, y si salían mal, se retirarían a la altura de Los Tres Talas, para embestir laVilla del Río Cuarto, a los 30 días”, huyó solo y logró llegar a San Luis. El 7 denoviembre dio aviso al Gobernador, quien consiguió alertar al cantón con sóloalgunas horas de anticipación. A Lucero le costó creerle al principio ya queconfiaba en sus fuerzas de observación, luego se supo que “esos treinta hombresy el oficial habían sido asesinados el día anterior”. El aviso permitió tomaralgunas medidas de defensa, pero el ataque fue igualmente cruento: “Tan atrevidosse mostraron los indios en esa jornada que, a dos cuadras de la plaza, cautivarony mataron a varios pobladores, entre ellos a un zapatero que no había creído quellegasen hasta allí y se había dejado estar en su casa, hasta la última hora. Cuandose decidió a huir fue lanceado a media cuadra de la plaza”.

En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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Cuando el malón se retiraba “después de haber matado y cautivado a muchos, dehaber arreado cuanto hallaron a mano”, fueron perseguidos y combatidos por lasescasas fuerzas del Morro; éstas, cuando consiguieron unirse a los grupos que venían ensu auxilio, lograron derrotar completamente a una fracción de los indios. No todosestaban allí, algunos habían avanzado con el ganado hacia el sur, un “botín que eratan grande, como pocas veces se había visto”. Más adelante volvieron a enfrentarse:“El combate fue encarnizado. Hubo un entrevero general (…) Aquí fue cuando elcacique Quechusdeo asestó un lanzazo al capitán don Juan Saá y éste, que tenía unacarabina descargada en la mano, la tomó por el cañón, desvió el golpe del indio y ledescargó con todas sus fuerzas un golpe tan grande que le molió el cráneo y lo mató(…) Todo el robo se les quitó. Tres cautivos se recuperaron y cuanto habían podidosaquear (…) Esto ocurrió en la noche del 10 al 11 de noviembre de 1849”10.

Avendaño conoció los hechos de primera mano porque estaba con don Pa-blo Lucero cuando éste recibió el parte verbal en boca de Juan Sáa. “El capitánSaá también había salido herido del combate, tenía una llaga en un muslo (…)”.No menciona el sitio del encuentro armado, pero en vista de los detalles, noqueda lugar a dudas, era la Laguna Amarilla.

Ahora bien…Ahora bien…Ahora bien…Ahora bien…Ahora bien… El Archivo Histórico de la Provincia de San Luis guarda, entre los escasos

documentos que han quedado hasta la fecha, y bajo el Nro. 10.869, un parte delresponsable de la guarnición del Morro, Domingo Meriles, fechado en diciembrede 1849, donde menciona al combate en cuestión y, aunque no da detalles, pruebaque tuvo lugar en ese año. El texto, en la medida en que se pudo leer, reza:

¡Viva la Confederación Argentina

¡Mn. Los Salbages Unitarios!

Sor. Gral. D. Pablo Lucero

San Je. del Morro Nbre. 21 de 1849

Mi digno Gral.

El Tete. 1o. Dn. (…?) Perez, es quien conduce el parte sircunstanciado delas ocurrencias qe. há habido en la persecución qe. se les ha hecho a losindios imbasores hta. la Laguna Amarilla11, quien lo impondrá á V. E. decuanto V. E. quiera saber, qe. no se hayga podido poner en el parte; y hacímismo tendrá á bien dispensarme todas las faltas que encuentre en dho.

Graciela Rosa Santamaría

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parte, pues V. E. sabe muy bien que haca en el Canton no hay un solohombre capas de poner un parte en la forma qe. debe de hir, pues solohacemos aquello que podemos pero la verdad pura, para qe. no desmientaen nada de las ocurrencias qe. han acaecido.

En el parte nada le digo de la desgracia de la partida que se hallabaapostada en el Río 5o. al mando del finado Alfer s. D. Visente Frias, queá sucumbido con toda su partida sosteniendo el honor del Regim to. y dela Prov a.; pues soy impuesto según la declaración del indio qe. tomamosvivo, que la indiada cayó al Río de noche, y qe. un indio había bisto elfuego del Rondín qe. estaba en el (…?) del paso del Molle, y fue y habisóa los demás indios, y entonces fueron y rodearon el Rondin y los tomaronvivos a los tres hombres qe. habían allí, y los llevaron hta. el Paso de laEsquina, y al otro dia, se fue el yndio Quichudeo con 60 indios a tomar lapartida al lugar de la Totorita donde se hallaba dha. partida llebandosede baqueano a un Dragon de los qe. habían tomado; y no pudiendo tomarlacon los 60 indios por la fuerte resistencia qe. hacía dha. partida, mandóQuechudeo qe. viniera toda la indiada, y entonces recién la han podidomatar a fuersa de indios, y que todos han muerto peleando sin rendirseuno solo; el No. de la Partida se conforma de 14 indibiduos de tropa yun Oficial, como bera V. E. pr. la lista nominal que le acompaño.

Respecto á las haciendas que llevan hací de yeguas como de ganado, a mijuicio son muy pocas, pr. qe. la hacienda de ganado la mas la han largado,y de yeguas llebaban muy pocas, lo qe. deben de llebar mas son caballos,por qe. dice el indio qe. les había heydo muy mal en este malon, qe. nohabían hallado qe. harrear, de la caballada de Yulto se llevan como 80 ó90 caballos, y de la Partida del Río 32, y a los vecinos qe. les llevan de á3, de á 4 entre yeguitas y potrillos.

Las desgracias que han susedido en este Canton hasido haber muerto alMaestro Sapatero (Oronel?), y un Postillon qe. se mando esa noche paralas Achiras conduciendo una copia del parte qe. V. E. me mando, y este nopudo pasar, y fue tomado en la Guardia y lanceado; también se llebansinco cautivos, tres mujer s. grandes y dos chicos.

La perdida de nuestra Fza. me hacido muy sensible, pues han muertohombres beneméritos y balientes, pero me queda el consuelo qe. hanperecido defendiendo los intereses de la Prov a. con toda desición yentusiasmo, y los barbaros lleban una leccion y escarmiento, qe. no bolberaná hechar pie a tierra jamás aunqe. sea para cuatro Dragon s. qe. los haguarden.Por lo qe. felicito a V. E. pr. el primer ensayo qe. han tenido los Dragon s.

En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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Sin mas de particular, soy de V. E. un umilde subalterno que le decea todafelicidad.

Dom o. Meriles”

Este documento contiene una particular riqueza. La mención de la LagunaAmarilla como el lugar hasta donde se persiguió a los indios, vendría a confirmarla postura de Landaburu y Pastor, respecto a que el combate tuvo lugar ennoviembre de 1849. Pero Meriles aclara que no es a eso a lo que se referirá en elparte –evidentemente un suceso ya informado12-, sino a otro previo, anteriorincluso al ataque recibido por la población del Morro. Y pasa a relatar la suertecorrida por la partida observadora del Río 5to. destacada allí por el GobernadorLucero con el objeto de avisar cualquier señal de un ataque indígena. El episodiose encuentra relatado por Zeballos y por Avendaño, si bien en el primer caso conun error en la fecha13, y en ambos autores con una diferencia en el número demuertos respecto al documento. En tercer lugar se observa la actuación del caciqueQuichusdeo, muerto posteriormente en la acción de Laguna Amarilla, segúntodos los relatos, lo que confirmaría su presencia en el malón. Por último, lamención del zapatero muerto en el ataque al Morro, viene a reafirmar la veracidadde las afirmaciones de Avendaño en sus Memorias.

FinalmenteFinalmenteFinalmenteFinalmenteFinalmenteEl mosaico de relatos expuesto basta para entender por qué se presenta al

hecho en estudio como un “rompecabezas”. Seguramente las intenciones de losdiversos autores eran las mejores, quizás confiaron demasiado en los recuerdos dealgunos testigos o de sus descendientes, sin contraponerlos con algún otro tipode fuentes. Es posible que a ellos el paso del tiempo les haya llevado a confundiruna invasión con otra14, o un personaje con otro; agrandar el valor de alguno o lafiereza de otro. En este sentido, debe considerarse que los apellidos menciona-dos siguen presentes en la sociedad puntana.

Respecto a las preguntas planteadas al principio, creemos que la particulari-dad del episodio tiene que ver con que se fundamente principalmente sobrefuentes orales, se haya mezclado con la leyenda, e involucre a hombres cuya vidatomó derroteros casi fantásticos, de aquellos que alimentaban las charlas en lasruedas de fogones rurales y, por qué no, también urbanos. Que el combate exis-tió en verdad, no nos quedan dudas, en esto coinciden los testimonios orales yescritos. Que se ubicaba dentro de la Provincia de San Luis, también está aclara-do. Si estuvieron presentes en él Painé y Baigorria, lo descartamos, elegimos creer

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al propio Manuel Baigorria, quien no cuenta al episodio entre sus recuerdos; suversión de cuándo, dónde y en qué circunstancias recibió la herida en el rostro esperfectamente plausible; sospechamos que su odio hacia Sáa podría haberlo llevadoa ocultar que fue él quien lo hirió (en el supuesto caso de que así hubiese ocurrido),pero no a ignorar una batalla de características tan dramáticas como la que nosocupa. Sí es posible que participara en la invasión, pero es muy poco probableque protagonizara el combate. No quedan dudas, en cambio respecto a la pre-sencia de Juan Sáa y de Quichusdeo. Puede discutirse si aquél mató a éste de untiro o de un golpe -hecho que no queda claro-, o si el indio hirió en la pierna alpuntano, pero no es tan relevante; tales detalles tienen que ver con ese juego delas subjetividades que conllevan las fuentes orales y los parentescos. Evidentemen-te –y aunque suene a verdad de Perogrullo-, cuanto más nos alejamos en el tiem-po de los hechos o personajes, la historia oral va perdiendo credibilidad, se vadeformando, y allí es donde el documento escrito se revaloriza.

Sorprende la manera en que algunos historiadores locales tomaron por cier-tas las afirmaciones de otros extra provinciales, cuando muy probablemente tu-vieran la posibilidad de documentarlas. Es muy probable que a principios delsiglo pasado se conservaran muchas más pruebas escritas de las que tenemos hoyen día al alcance. Al mismo tiempo extraña que otros no trataran de formaalguna los acontecimientos de marras, tal es el caso de Urbano J. Núñez, a nues-tro juicio el más destacado cronista de la historia sanluiseña.

Lo que también causa perplejidad es el desconocimiento por parte de nuestrosmás ilustres historiadores hacia un hecho conexo: la matanza de un pelotón desoldados -14 según el documento que aquí se aporta, 30 en el relato de Avendaño-y su oficial, sorprendidos por los indios antes de atacar a San José del Morro15.¿Por qué no lo contaron en ningún momento? ¿Tal vez porque los vigías quedebían velar por la seguridad de la partida fueron sorprendidos durmiendo? ¿Qui-zás fue considerado deshonroso para los soldados locales y por ello digno de serpiadosamente “olvidado”?... Si bien puede inferirse que en todo conflicto bélico,los contendientes (en este caso el Ejército) restan importancia a los reveses sufridosy tratan de minimizarlos u ocultarlos, para ésta, como para muchas otras cuestionesde la historia de San Luis, sólo tenemos como respuesta los puntos suspensivos.

NotasNotasNotasNotasNotas1 Se verá luego en otros autores que el segundo era Ciriaco Ponce, que Sáa había

sido convocado por su conocimiento de los indios y sus costumbres.2 Gez no dice quién lo hirió.

En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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3 En otro momento agrega: “Cuando se carece de documentos, la tradición oral,escuchada directamente de hombres de la época o de otra muy cercana, es deun valor insustituible y permite llenar claros importantes de la historia. Cuandola tradición ha sido recogida y asimilada por el investigador, con pleno cono-cimiento de los actores y del ambiente, es un elemento valiosísimo para ladeducción razonada y una forma de hacer crónica sobre acontecimientos quecarecen de fuente documental.” Sorprende esta valoración positiva de las fuen-tes orales en un hombre formado a principios del siglo XX.

4 “Al sud del paralelo 34 y en línea recta con el Fuerte 3 de Febrero, que tambiénestaba en la jurisdicción cordobesa, sobre las márgenes del Río V (…) más omenos a 25 leguas al sud recto de Justo Daract y a unas cuatro del límite conCórdoba, en territorio de esta Provincia”.

5 Pastor cita como fuente bibliográfica “El Dr. Antonio Aberastain y la revolu-ción de San Juan”, folleto publicado por la imprenta “El Nacional” y repro-ducido en el tomo 45 de las Obras Completas.

6 No dice quién hirió a Baigorria.7 El mapa fue sugerido y provisto gentilmente por el evaluador de este trabajo,

sus referencias indican Geodesia de La Plata -3115-28-1 National Territories[1].

8 Es la edición que figura en las referencias bibliográficas.9 El mismo se basó en la edición de Solar Hachette de 1975, prologada por

Félix Luna.10 Pastor no tuvo oportunidad de conocer estas Memorias, publicadas después de

su muerte, pero, luego de extensos razonamientos, concluye –de manera coin-cidente- en que el combate debió haberse producido entre el 9 y el 12 denoviembre de 1849.

11 El resaltado es obra de la autora.12 Como confirmó Avendaño, el propio Juan Sáa, uno de los protagonistas, llevó

el parte verbal al Gobernador Lucero.13 Lo sitúa en marzo de 1847.14 Es lo que, muy probablemente, le ocurrió a E, Zeballos. En 1847 hubo otra

gran invasión, que pudo mezclarse en el recuerdo de sus informantes o de élmismo. Esto generó un error que luego tomaron por cierto muchos historia-dores nacionales -como Juan Mario Raone- y locales, como Juan W. Gez.

15 Solamente Guillermo Demo, en su trabajo “La Antigua Frontera de San Luis”,reproduce la narración de Santiago Avendaño. Biblioteca Digital del Gobier-no de la Provincia de San Luis, sin fecha.

Graciela Rosa Santamaría

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131Año III / Volumen IV / Junio de 2011

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En el combate de la Laguna amarilla: un rompecabezas histórico

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133Año III / Volumen IV / Junio de 2011

SISTEMA DE DISPERSIÓN DE LASISTEMA DE DISPERSIÓN DE LASISTEMA DE DISPERSIÓN DE LASISTEMA DE DISPERSIÓN DE LASISTEMA DE DISPERSIÓN DE LAFORMAFORMAFORMAFORMAFORMACIÓN DISCURSIVCIÓN DISCURSIVCIÓN DISCURSIVCIÓN DISCURSIVCIÓN DISCURSIVA SOBREA SOBREA SOBREA SOBREA SOBRE

LLLLLOS PUEBLOS PUEBLOS PUEBLOS PUEBLOS PUEBLOS ORIGINOS ORIGINOS ORIGINOS ORIGINOS ORIGINARIOS DE LASARIOS DE LASARIOS DE LASARIOS DE LASARIOS DE LASSIERRAS DE CÓRDOBASIERRAS DE CÓRDOBASIERRAS DE CÓRDOBASIERRAS DE CÓRDOBASIERRAS DE CÓRDOBA

Nicolás Debernardi

RRRRResumenesumenesumenesumenesumenEl presente artículo es parte de un trabajo mayor que pretende analizar elreflejo del contexto histórico en las obras “Córdoba del Tucumánprehispánica y proto-histórica”, de Pablo Cabrera, y “Loscomechingones”, de Antonio Serrano para poder comprender, en parte,la manera en que configuran a las sociedades originarias de las SierrasCentrales como objeto de estudio. A fin de estimar la importancia de lasobras analizadas dentro del universo conformado por los enunciados sobrelos pueblos originarios de las sierras de Córdoba, desde la conquista hastala actualidad, y su relación con estos enunciados, es que se decidió, en unaprimera instancia, organizar este universo partiendo del análisis de lascaracterísticas que se les asignan a los pueblos originarios y el lugar desdedonde son producidos los discursos, ya que a partir de estas variables sepodrán distinguir etapas y fases internas. Es esa primera parte lo que acontinuación se presenta, en la que las obras mencionadas no sonconsideradas en forma particular sino dentro del conjunto. Es posible asíestablecer dos etapas claramente diferenciadas entre sí: la primeracomprende los documentos producidos por la sociedad española durante

* Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacionalde Río Cuarto. TEFROS (Taller de Etnohistoria de la Frontera Sur). E-mail: [email protected]

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la etapa de exploración, conquista y colonización. Después de una lagunaque abarca prácticamente todo el siglo XIX, en la que las referencias a lospueblos originarios de las sierras se pierden, el interés resurge desde elámbito científico y académico configurando una nueva etapa. Ambas,además, comprenden fases internas y es posible establecer relaciones entreetapas y dentro de ellas.

PPPPPalabras calabras calabras calabras calabras clalalalalavvvvves:es:es:es:es: Sistema de dispersión - Pueblos originarios - Córdoba -Comechingones.

AbstractAbstractAbstractAbstractAbstractThis article belongs to a more extensive research that, not only intends toanalyze how historical context is reflected on the Works “Córdoba delTucumán prehispánica y proto-histórica”, by Pablo Cabrera (1931), and“Los comechingones”, by Antonio Serrano (1945) but also aims at,partially, understanding the way in which these Works give form to, thesubject of this study, the towns settled in Córdoba Mountains. In orderto estimate the importance of the analyzed Works, it has firstly beenorganized a Universe of announcements regarding the towns originatedin Córdoba Mountains, from their conquest up to their present, as well asthe relation of such announcements to these Works. The analysis startsfrom characterizing native towns´ features and the place where discoursesare produced. By considering such features, the reader will be able todistinguish phases from internal stages. It is this first part, where thementioned Works are not considered individually but as part of a whole,that will be submitted hereinafter. It is, then, possible to set two clearlydifferent stages: The first stage involves documents produced by the SpanishSociety during reconnaissance, conquest and colonization. After a gapthat lasts nearly all XIX century when all references to native peoplesfrom the Mountains are lost, interest reemerges from a scientific andacademic scope and sets up a new stage. Both stages involve internal phasesand it is possible to determine relations to and within each other.

KKKKKey ey ey ey ey WWWWWororororords:ds:ds:ds:ds: System of dispersion - Native Towns - Córdoba - Comechingones.

Los pueLos pueLos pueLos pueLos puebbbbblos originarios de Córlos originarios de Córlos originarios de Córlos originarios de Córlos originarios de Córdoba como una fdoba como una fdoba como una fdoba como una fdoba como una fororororormaciónmaciónmaciónmaciónmacióndiscursidiscursidiscursidiscursidiscursivvvvvaaaaa

En “La arqueología del saber” Foucault (2002) llama a desconfiar de una

Nicolás Debernardi

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serie de hipótesis que sostienen la unidad de un conjunto de enunciados, como elhecho de tratar sobre un mismo objeto de estudio, utilizar un mismo vocabularioo juego de metáforas, o la identidad y persistencia de los temas. En un análisisdetallado predominan las lagunas, oposiciones y entrecruzamientos. De estamanera, “en lugar de reconstruir cadenas de inferencias (como se hace a menudoen la historia de la ciencia o de la filosofía), en lugar de establecer tablas dediferencias (como lo hacen los lingüistas), describiría sistemas de dispersión.”(Foucault 2002:62). A esta serie de enunciados la denomina formación discursivay toma por ejemplos a la locura, a la medicina, a la economía, entre otros, paramostrar las rupturas y discontinuidades que se presentan en el tratamiento de lostemas en relación al periodo histórico y al lugar de donde surgen estos discursos.

Según esta conceptualización podemos definir a los enunciados referidos alos pueblos originarios de las sierras de Córdoba como una formación discursiva,con sus lagunas, oposiciones y entrecruzamientos en la manera en que conciben elobjeto tratado, así, y siguiendo el razonamiento de Foucault, no es el mismocomechingón el descripto en las primeras expediciones españolas, un otro a quien,en general, se enfrentan, el que es repartido en encomiendas, o el que es rescatadodesde las disciplinas ligadas a la investigación del pasado y es considerado, en unprincipio, como un ser extinto.

Para organizar este sistema de dispersión se tendrá en cuenta el lugar desdedonde son producidos los discursos y las principales características que se le asignanal objeto. En cuanto al lugar de elocución nunca conto, hasta estos últimos años,la propia voz de los pueblos originarios. Los enunciados provienen, en la etapade la conquista, de la sociedad española y en general son producidos en el marcode un proceso de dominación y sometimiento. En la etapa posterior a laindependencia los pueblos originarios de las sierras reaparecen en los discursosentre fines del siglo XIX y principios del XX desde ámbitos ligados a lainvestigación, sobre todo la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidadde Río Cuarto, pero también otras Instituciones a nivel nacional. En cuanto a lascaracterísticas asignadas a los pueblos originarios en estos enunciados se prestaráparticular atención a las que reflejen tanto la diversidad regional que manifestabanestos pueblos a la llegada de los españoles como la profundidad temporal delasentamiento humano en la provincia, ya que estas dos variables hablan de lacomplejidad que el objeto de estudio ha ido adquiriendo a partir de la segundamitad del siglo XX.

Se puede, de esta manera, establecer dos periodos bien diferenciados entre sí.El primero comprende desde las primeras exploraciones del territorio cordobés,a mediados del siglo XVI, hasta el fin de la colonia española a principios delXIX. El segundo periodo se extiende desde las primeras investigaciones sobre los

Sistema de dispersión de la formación discursiva sobre los pueblos originarios de las Sierras de Córdoba

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pueblos originarios en la provincia, entre fines del siglo XIX y principios delXX hasta la actualidad, teniendo exclusivamente en cuenta aquellos discursosproducidos en el ámbito académico científico. En ambos se pueden reconocer,además, dos fases internas, limitadas entre sí por la fundación de la ciudad deCórdoba en 1573 en el primer caso y la institucionalización y profesionalizaciónde las ciencias que estudian el pasado en la provincia, entre las décadas de 1950 y1960, aproximadamente, en el segundo. Cabe aclarar que se excluye del presentetrabajo los artículos periodísticos aparecidos en la prensa local y otraspublicaciones no académicas por una cuestión de extensión y complejidad.

Primera etapa. Conquista y colonización españolaPrimera etapa. Conquista y colonización españolaPrimera etapa. Conquista y colonización españolaPrimera etapa. Conquista y colonización españolaPrimera etapa. Conquista y colonización españolaPrimera fase. Conquista y exploraciónPrimera fase. Conquista y exploraciónPrimera fase. Conquista y exploraciónPrimera fase. Conquista y exploraciónPrimera fase. Conquista y exploración

Las primeras referencias escritas sobre los pueblos originarios de las sierras deCórdoba se produjeron durante la etapa hispano-indígena. Según lo entiendenGonzález y Pérez (1998) para el noroeste argentino, ésta se desarrolla entre losprimeros contactos con los españoles y la dominación efectiva del territorio porparte del conquistador. En la provincia de Córdoba se trata del periodo transcurridoentre aproximadamente 1528, con la llegada de la primera expedición a las sierrasde Córdoba, y la fundación de la hoy ciudad capital de la provincia en 1573.

La primera expedición española que llega al actual territorio cordobés partepor orden de Gaboto en 1528, que en ese momento se encontraba explorandoel litoral argentino. Desde el este, por el río Paraná, remonta el Carcarañá y elRío Tercero hasta el Valle de Calamuchita y cruza al del Conlara, al oeste de lassierras de Comechingones. Vuelve a su origen posteriormente sin dejar demasiadosdatos de los pueblos que encontraron (Assadourian 1998).

A principios de la década de 1540 comienza la exploración y conquista delnoroeste argentino como una forma de descomprimir el Perú, inmerso en guerrasciviles. La segunda expedición que arriba al territorio cordobés parte desde elnorte en 1943 y, aunque su jefe Diego de Rojas es herido por una flecha envenenadaque le causa la muerte, sus hombres continúan recorriendo la zona durante másde tres años. Mientras un grupo parte al este, hacía el río Paraná, otro se queda enel lugar y explora la región serrana de ambos lados.

“Conservamos una excepcional documentación de esta primera entrada. Laprimera y más directa es la Probanza de meritos y servicios de Pedro Gonzálezdel Prado, uno de los participantes. Además, no hay dudas de que los relatos delos expedicionarios fueron usados, entre otros, por Cieza de León y DiegoFernández.” (Mandrini 1983:12).

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Según Beatriz Bixio (1999) el tópico principal de estos relatos es la guerra. Ensu probanza los soldados destacaban las acciones acometidas al servicio del rey, conlo que esperaban justificar pagas y premios. En general al conquistar nuevos territorioslos integrantes de la expedición recibían mercedes de tierra e indios en encomienda(Palomeque 2000; Assadourian 1998). Así, en la exposición, el tópico de la guerray de los bravos contrincantes a quienes se enfrentaron elevarían los méritos que lesharían recibir del Rey la deseada recompensa (Bixio 1999).

Al terminar las segundas guerras civiles en el Perú el conflicto abarcó la regióndel Tucumán. Núñez del Prado desde el norte arribó a la región con la intenciónde explorar y de fundar ciudades, y Valdivia desde Chile reclamaba jurisdicciónsobre la misma zona. En este contexto la expedición de Villagra atraviesa elTucumán camino a Chile. Si bien la expedición establece su “real” sobre la faldaoccidental de las sierras de Comechingones no exhibía todavía intenciones deconquista. De este viaje es resultado la crónica de Jerónimo de Vivar “una de lasmás importantes crónicas de la época” (Mandrini 1983:12).

Fundada ya Santiago del Estero el Virrey Toledo ordenó al Gobernador deesta región, Jerónimo Luís de Cabrera, fundar una ciudad en el valle de Salta.Éste desobedece y lo hace en el sitio actual de la ciudad de Córdoba, lo que lecostará la vida. Una de las posibles razones de la desobediencia es el puntoestratégico que ocuparía esa ciudad en el paso hacia chile y sobre todo hacia elAtlántico (Assadourian 1998). Un año antes de la fundación de la ciudad deCórdoba, en 1572, Cabrera envía una expedición al mando de Suárez de Figueroaa recorrer el norte de la actual provincia de Córdoba. El relato recogido trasesta empresa es conocido como “Relación Anónima” y es una de las fuentes másimportantes que alude directamente a los pueblos originarios de la región serranade Córdoba y brinda numerosas descripciones.

Beatriz Bixio (1999) clasifica a la serie documental producida con anterioridada la fundación de la ciudad de Córdoba como fundacionales, porque fundan laidentidad de los comechingones como grupo étnico. Según el análisis de la autoradifieren en cuanto a la descripción de las características de los indígenas, sobretodo a causa de los intereses que condicionaban la producción de los documentosen relación con los contextos en que fueron producidos. En las probanzas deméritos y servicios los pueblos originarios aparecen como bravos guerreros quede esta manera resaltaban el valor de los españoles, mientras que en la “RelaciónAnónima”, con ánimo de justificar la fundación de la ciudad de Córdoba, se losmenciona como apacibles y laboriosos. A pesar de estas diferencias en sí todos lesasignan una unidad étnica y cultural. Cabe destacar que estos relatos no sepreocupan por establecer los límites territoriales de esta sociedad ni tampoco siexistían diferencias regionales.

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Es en las primeras expediciones venidas desde el Perú en 1542-43 y en 1550(Mandrini 1983) que aparece por primera vez documentada la denominaciónde comechingones para los naturales de la región, y ciertos rasgos que les sonatribuidos como característicos (uno de los más sobresalientes, y en cierta formadistintivo, es la barba). No está claro en las fuentes el sentido del términocomechingón y las argumentaciones sobre su significado son contradictorias, inclusosobre el origen lingüístico del mismo, ya que algunos lo atribuyen al dialectolocal mientras que otra fuente la menciona como una voz sanavirona. Lo seguroes que los nombrados por ese término nunca se llamaron a sí mismos de esa formani se sabe si tenían para sí una denominación común (Bonnin y Laguens 2000).

Segunda fase. Organización del orden colonialSegunda fase. Organización del orden colonialSegunda fase. Organización del orden colonialSegunda fase. Organización del orden colonialSegunda fase. Organización del orden colonial

Al fundarse la ciudad de Córdoba los conquistadores debieron organizar elterritorio para comenzar la producción, como era común en el esquema de avancede la conquista española. En cada nuevo territorio conquistado se repartían lastierras en mercedes y los indios en encomiendas. El principal objetivo era elabastecimiento de la ciudad y, también, la posibilidad de acumular recursos paracontinuar la conquista de nuevos territorios. De esta manera se compensaban lasambiciones de los hombres que llevaban adelante la conquista y, al mismo tiempo,se formaba un grupo de vecinos encomenderos que tenían la obligación dedefender el territorio consolidando de esta manera la conquista (Assadourian1998). Por esta razón la mayor parte de los documentos producidos estánrelacionados a juicios por las encomiendas de indios o por las tierras, y eranentablados tanto entre españoles como entre indios y encomenderos. Si bien, alestar relacionados con la organización de los territorios, la mayoría de estosjuicios tiene lugar a fines del siglo XVI y principios del XVII, su producción seextiende hasta principios del XIX (Solveira De Báez 1988).

Este segundo grupo documental, posterior a la fundación de la ciudad deCórdoba y denominado por Bixio (1999) como memoria urbana, esta compuestopor los documentos que integran los archivos oficiales de la ciudad. Estas fuentes,que se encuentran principalmente en el Archivo Municipal I y en el ArchivoHistórico de la Provincia de Córdoba (Tanodi 1985), nos brindan escasasdescripciones etnográficas, pero trasciende la fragmentación de la identidadindígena que provocan: “ya no hay un grupo étnico sino que se pueden contarpor cientos” (Bixio 1999:164). Se refiere a que desaparece en estos archivos elnombre de Comechingones como denominador común de los grupos originariosque habitaban las sierras. “Ya no hay otro, son los otros, definidos por elconquistador (indios de Nogolma, de Guayascate, de Panaholma, indios de la

Nicolás Debernardi

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encomienda de Blas Peralta, etc.)” (Bixio 1999:166). Se redefine la identidad enfunción de la nueva situación de dominación del territorio a partir de la fundaciónde la ciudad de Córdoba. La mayoría de documentos que tratan sobre indígenasse refieren casi exclusivamente a acciones judiciales por la apropiación por partede particulares de tierras que, según la legislación vigente, la corona aseguraba alos pueblos originarios, o entre encomenderos por desconocimiento del númeroreal de indígenas y su ubicación, por lo que la mayoría de estos juicios tuvieronlugar hasta 1612 decayendo considerablemente su número en los años posteriores(Solveira de Báez, 1988).

Es posible pensar en una clara relación entre la forma de denominar a losindígenas de las sierras de Córdoba en forma fragmentada con la necesidad deordenar el territorio con fines administrativos. Ya no se enfrentan con un colectivoque definen por los rasgos comunes más sobresalientes, como es el caso de lasexpediciones que arribaron al territorio antes de la fundación de Córdoba, dondeno se establece una relación cercana con los pueblos que habitaban las sierras sinoque los expedicionarios se mantienen unidos como grupo frente al otro. Alestablecerse el dominio colonial, a partir de la fundación de la ciudad, se hizonecesaria una identificación más precisa de estos pueblos a fin de disponer deellos, en forma de encomienda, para la producción y el mantenimiento de laciudad y de esta manera consolidar la conquista. La continuidad de los documentoshasta el siglo XIX demuestra, además, la sobrevivencia de algunas de lascomunidades bajo este sistema de sometimiento.

A partir de principios del siglo XIX las referencias escritas a los pueblosoriginarios de las sierras de Córdoba se pierden. Las guerras por la independencia,las luchas fraticidas y la Organización del Estado Nacional desvían el interés deeste tema y la preocupación por los indígenas se concentró en la frontera sur dela provincia.

Segunda etapa. Estudios sSegunda etapa. Estudios sSegunda etapa. Estudios sSegunda etapa. Estudios sSegunda etapa. Estudios sobre el pasadoobre el pasadoobre el pasadoobre el pasadoobre el pasadoPrimera fPrimera fPrimera fPrimera fPrimera fase. Primerase. Primerase. Primerase. Primerase. Primeros estudios sobros estudios sobros estudios sobros estudios sobros estudios sobre los puee los puee los puee los puee los puebbbbblos originarios de las sierlos originarios de las sierlos originarios de las sierlos originarios de las sierlos originarios de las sierrasrasrasrasras

El interés por los pobladores prehispánicos de Córdoba renace en las últimasdécadas del siglo XIX con las excavaciones de Florentino Ameghino y supreocupación por establecer la antigüedad del hombre en estas regiones dentrode un paradigma evolucionista (Laguens y Bonnin 2009). Durante la primeramitad del siglo XX los estudios sobre los pueblos originarios cobran un importanteempuje aunque cambia el enfoque, en medio de un debate que, entre otros,puntos tiene como eje una “reacción antipositivista” (Falcón 2000), querevaloriza el pasado colonial. A partir del centenario, y a medida que avanza el

Sistema de dispersión de la formación discursiva sobre los pueblos originarios de las Sierras de Córdoba

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siglo, suscitan cada vez más interés las discusiones sobre nuestra historia y losorígenes de la nación. Es paralelo, además, el proceso de institucionalización delos estudios sobre el pasado en nuestro país (Cattaruzza 2001) y también enCórdoba (Bauer 2007).

En este contexto aparece la obra de Félix Outes, donde se critican fuertementelos trabajos de Ameghino desde una perspectiva más centrada en la cultura.Desde este punto de vista se desestima la profundidad cronológica dado que secreía que en el caso de los pueblos americanos era escasa (Laguens y Bonnin2009). Esta es la óptica que prima en los distintos trabajos que fueron presentadosdurante este periodo en congresos o en publicaciones científicas. Se destacanentre ellos “Córdoba del Tucumán prehispánica y proto-histórica”, de PabloCabrera, y “Los comechingones”, de Antonio Serrano, por ser las primeras obrasdedicadas en general a los pueblos originarios de las sierras de Córdoba ycomprendiendo los diversos aspectos de su cultura. Si bien surgen del ámbitoacadémico y sus autores insertos en el tejido institucional, la edición en formatode libro les ofrece una mayor posibilidad de difusión y relevancia, además derecogen los conocimientos elaborados por los autores de la época (De Aparicio,Boman, Outes, Castellanos, Frenguelli, Gardner, Imbelloni, Magnin, Ricci, Montes,e incluso los primeros trabajos de Alberto Rex González).

Es sobre la mayoría de los documentos de la etapa de conquista y colonizacióndel territorio que se basó Pablo Cabrera para elaborar “Córdoba del Tucumánprehispánica y proto-histórica” , sobre todo los pertenecientes a la memoriaurbana, incluso es suyo el mérito de sacar a la luz gran parte de ellos. AntonioSerrano escribe “Los comechingones”, basándose en parte en la obra etnohistóricade Cabrera y sumándole, además, el análisis de numeroso material arqueológicohallado en distintos lugares de la provincia de Córdoba. Según Alberto RexGonzález (2000) estas primeras excavaciones tenían muy poco rigor científico,además no contemplaban la profundidad temporal de estas sociedades ycatalogaban casi todo lo encontrado como perteneciente a las unidades étnicasdefinidas por los españoles.

En estas obras la denominación de comechingones vuelve a adoptarse para lospueblos originarios de las sierras de Córdoba. Nuevamente se vuelve a asignarunidad étnica y cultural, aunque ahora con una preocupación manifiesta porseñalar los límites geográficos y la distribución de los pueblos, y con una mayoratención a las diferencias regionales. Además se establece para todo el territorioserrano la existencia de un patrón cultural ahistórico, enclavado entre mediadosdel siglo XVI y principios del XVII, más allá de que los documentos siganmencionando pueblos indios en la provincia hasta los albores del siglo XIX.

Nicolás Debernardi

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Segunda fase. Profesionalización de los estudiosSegunda fase. Profesionalización de los estudiosSegunda fase. Profesionalización de los estudiosSegunda fase. Profesionalización de los estudiosSegunda fase. Profesionalización de los estudios

A partir de mediados del siglo XX podemos constatar una mayor rigurosidadcientífica en la investigación ligada a la institucionalización de los estudios delpasado, cuyo primer pilar, considera Bauer (2007), es la creación del Institutode Estudios Americanistas en 1936. A partir de éste, en el ámbito de la UniversidadNacional de Córdoba, se crean el Departamento de Historia entre 1947 y 1957,que en 1968 se convertirá en la actual Escuela de Historia, y el Instituto deArqueología, Lingüística y Folklore en 1941, que dará lugar al Museo deAntropología. A fines de la década de 1970 nace la Universidad Nacional deRío Cuarto y en su seno el Departamento de Historia. A partir de estos ámbitosde académicos se forman nuevos investigadores que se integran al trabajo científicodesde la misma región en estudio. La mayor profesionalización y número deinvestigadores, en un campo de estudios etnohistóricos y arqueológicos de crecienteespecificación, motivó un importante cambio en la manera de conceptualizar alobjeto de estudio.

“Durante las décadas de 1950 y 1960, el establecimiento del esquema básicode la secuencia prehispánica regional desarticuló el paradigma que utilizaba lasfuentes coloniales tempranas y los materiales arqueológicos para la composiciónde un cuadro carente de profundidad histórica, donde se detallaban aquelloselementos -“rasgos”- que distinguían a la cultura local” .“La necesidad de tratarcon una secuencia de varios milenios, en la que se constataban importantes cambiosen la organización de las sociedades prehispánicas, redujo la eventual pertinenciadel empleo de las fuentes coloniales a una “etapa agroalfarera”, cuyo inicio seestimaba entre el 500 y 1000 DC.” (Pastor y Berberian 2007:32).

No es objetivo de este trabajo analizar profundamente esta etapa, pero seintentará sintetizar los estudios sobre el tema en torno a dos ejes que aquí seconsideran centrales para la organización de las características que se les atribuyena los pueblos analizados: por un lado la profundidad temporal, que plantea eldesarrollo de las sociedades originarias desde la ocupación temprana del territoriopor comunidades humanas hasta el final de la etapa colonial, y, por otro lado, laprofundización de los trabajos arqueológicos en distintas regiones de las provinciacomo Punilla y Calamuchita, el valle de Copacabana al norte de la provincia, oel sur de las sierras de Comechingones, que han hecho surgir una serie de diferenciasentre sí por lo cual la unidad de la identidad étnica de los grupos que ocupabanlas sierras a la llegada de los españoles no es tan clara como se suponía durante laanterior mitad del siglo.

Si bien Ameghino fue pionero en el hallazgo de yacimientos asociados a losprimeros pobladores de esta región a fines del siglo XIX, y esta búsqueda fue

Sistema de dispersión de la formación discursiva sobre los pueblos originarios de las Sierras de Córdoba

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142 Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-Áridos142

continuada, entre otros, por Aníbal Montes en el XX (Rivero, 2007), fue RexGonzález quien pudo datar la antigüedad de horizontes culturales preagrícolas,ubicados en estratos más antiguos, a los cuales definió como Ayampitín (9.000A.P.) y Ongamira (6.000 A.P.). Ambas son sociedades compuestas por cazadoresrecolectores y su ubicación temporal pudo ser determinada en la gruta deIntihuasi, en la actual provincia de San Luís (González y Pérez 1998). En eltrabajo mencionado de Diego Rivero (2007), a través de los estudios realizadosen el sitio El Alto 3 del departamento de Punilla, consigna la antigüedad de losprimeros asentamientos en la región en 11.000 y 7.000 años A.P. El tema delpoblamiento inicial de las sierras es tratado posteriormente con mayor amplitudpor este autor y Eduardo Berberian donde cotejan el sitio mencionado conotros de la región y distintos trabajos sobre el tema, lo que les permite afirmarque “…la región fue poblada exitosamente durante la transición Pleistoceno-Holoceno (12.000 – 8.000 años AP) por poblaciones adaptadas a los ambientesde montaña cuyos núcleos poblacionales eran originarios del sector andino centralde Argentina.” (Rivero y Berberian 2008:127).

Laguens, Demarchi y Fabra (2007), en cambio, consideran que los primerospobladores arribaron aproximadamente en la misma época pero desde el este,siguiendo los cursos de los ríos Carcarañá y Tercero. Estos asentamientos seencuentran relacionados con distintos pisos ecológicos (lo que permite aprovecharla maduración gradual de los vegetales) y con cursos de agua. Algunos presentanvarios niveles de explotación llegando incluso a las épocas de contacto hispano-indígena (Laguens 1999).

En cuanto a las sociedades posteriores al inicio de la era cristiana los trabajosde investigación con los que se cuenta son más abundantes, aunque resaltan enellos las diferencias regionales.

Con respecto al sector central de las sierras de Córdoba, que comprende losvalles situados a ambas márgenes del cordón central o Sierras Grandes, así comolos encadenamientos y piedemontes adyacentes, durante el periodo agroalfareroo prehispánico tardío (900 d.c. 1573 d.c.) (Pastor y Berberian 2007), ha sidoestudiado desde la arqueología y la etnohistoria por investigadores ligados a laUniversidad Nacional de Córdoba, sobre todo a la Cátedra de Prehistoria yArqueología. Se ha podido determinar la existencia de casas-pozo, en el valle deParavachasca, en el sitio Potrero de Garay, cercano a la ciudad de Alta Gracia(Berberian, 1984). Si bien este tipo de vivienda ha sido considerada como típicade los comechingones durante la primera mitad del siglo XX, el estudioetnohistórico de la región le atribuye la lengua sanavirona (Bixio y Berberian1984). Volviendo al sitio en cuestión per tenece al periodo tardío,aproximadamente 1640+75, como no hay elementos hispánicos es posible

Nicolás Debernardi

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suponerlo cercano a 1565, según el autor. Las casas son de seis metros por cinco,aproximadamente, ubicadas en lomadas, y destaca que las actividades económicasy los fogones se hacían mayormente fuera de ellas, al contrario de los enterramientosde personas que tenían lugar en su interior. La economía era básicamente agrícolay roturaban el terreno con azuelas de piedra. Se han encontrado importantescantidades de cerámica junto con puntas de flecha de forma lanceolada como lasde la cultura Ayampitín (Berberian 1984), hecho que se repite en yacimientos deotras zonas (Laguens 1999). Cabe destacar también, dentro de la cerámica, laexistencia de representaciones plásticas antropomorfas de amplia difusión en laregión central.

En esta región, más precisamente al este del valle de Salsacate, se encuentra unsitio arqueológico que ha sido trabajado por Sebastián Pastor. Allí se hallaronrestos de una vivienda y, a unos metros, rastros de surcos de campos de cultivos. Através del estudio de fitolitos encontrados, con el apoyo de la paleobotánica, sepudo determinar el cultivo en esas parcelas de maíz y poroto, junto con otrasespecies herbáceas, y restos, además, de desechos de zapallo, cerámica y hueso, loque mostraría que también cultivaban zapallo y que tiraban los restos de alimentosen los campos de cultivo (López 2007). En el valle de Punilla se han trabajado,también, sitios del periodo agroalfarero en relación con la utilización de losabrigos rocosos de la zona (Roldán y Pastor 1999).

Al norte de la provincia, en el valle de Copacabana, el equipo del Museo deAntropología de la Universidad Nacional de Córdoba llevó adelante trabajosarqueológicos que les permitieron determinar que, alrededor del año 1000, a lasestrategias económicas de caza y recolección se les suma la agricultura, dandolugar a una economía de tipo mixta. Esta incorporación es parte de una estrategiade disminución de riesgos ante un ambiente impredecible, ya que, por ejemplo,las condiciones ambientales que favorecen una buena cosecha de cultivos sondesfavorables para la recolección de las especies aprovechables (Laguens 1999).

Un aspecto sobresaliente es que en este proceso de cambios económicos no sedetectan cambios tecnológicos sustanciales. Esto se explica porque la estrategiase basa en la diversidad y la agricultura es solo un aporte en este sentido. Elcambio se da sobre todo en la existencia de una mayor cantidad de sitios y demayor tamaño. Otro de los cambios es la menor cantidad de piezas líticas, porquehay más asentamientos y menor disponibilidad de yacimientos y porque laagricultura deja menos tiempo para la facturación de estos elementos.

En tiempos previos pero muy cercanos a la conquista existían cientos de pozospara almacenar granos en los asentamientos, lo que puede relacionarse a uncrecimiento de las estructuras de poder y una rudimentaria división social. La

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densidad de población en vísperas de la conquista en el valle de Copacabana seencontraba alrededor de los 4 habitantes por kilómetro cuadrado, un poco porencima de la capacidad del ambiente (Laguens 1999). No se ha comprobado enesta zona la existencia de casas-pozo como las que describen en la región central.

En el sur de las sierras de Comechingones el equipo del Laboratorio de Arqueolo-gía y Etnohistoria de la Universidad Nacional de Río Cuarto ha trabajado distintossitios, algunos cercanos al inicio de la era cristiana. En ellos no ha sido posible hallarterrenos de cultivo ni la presencia de casas-pozo pero sí restos de cerámica frágil, deco-rada o lisa, abundante en algunos casos, e instrumentos líticos, con repertorio de puntasde proyectil apedunculadas, raspadores nucleiformes y multitud de lascas y esquirlas encuarzo y, excepcionalmente, ópalo, por lo que se ha dominado al conjunto comoceramolítico Piedra del Águila. Este término designa a una formación arqueológicageneralizada que se extiende hacia el sur del río Quillinzo hasta las últimas estribacionesde las sierras de Comechingones y evita, además, la utilización de una designación étnicapara estos registros. Se trata de una serie de sitios constituidos por depósitos en aleros, enel nivel estratigráfico del humus, ligados, en general, al cordón montañoso o a cerrosaislados que se levantan solitarios en la llanura, desapareciendo el registro arqueológicoal avanzar por la llanura misma. La escasa presencia de material orgánico impide laamplia realización de fechados de los distintos sitios que conforman esta formaciónarqueológica por lo que es muy difícil establecer una periodización sobre el registro,pero se considera que debió iniciarse hace unos 2.300 años y se extendió hasta la llegadade los españoles. (Austral y Rocchietti 1995, 2004).

Otra de las manifestaciones de los pueblos las sierras de Córdoba que ha sidoestudiada es el arte rupestre, tanto en forma de pintura como de incisiones en lapiedra. La datación de las expresiones no se puede establecer directamente sobreellas sino sobre el material arqueológico asociado, en el caso del Sitio El Zaino2, próximo a la localidad de Achiras, el fechado acusa 2.840 A.P. (Rocchietti2009) pero no se puede sostener que las pinturas hayan sido efectuadas en esemomento y no en otro posterior. Para Berberian y Nielsen (1985) fueronrealizadas en un periodo tardío, posiblemente alrededor del año 1000 de nuestraera, y hasta los primeros tiempos de la conquista.

Respecto a la lengua Beatriz Bixio, de la Universidad Nacional de Córdoba,es una de las investigadoras que más a trabajado sobre el tema en los últimos años.Logró determinar la existencia de una lengua sustrato en toda la subárea occidentalde la provincia de Córdoba.

“Esta lengua, en fecha que no puede precisarse, abarcaba toda la subárea[serrana], mientras que al momento de la llegada española se encuentra

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preferentemente en la región de ‘tras la sierra’, Dptos. Minas y Cruz delEje. Al oriente de las sierras sus representaciones son pocas y en lugaresmarginales. Este sistema, en el momento de la conquista se encontrabadialectalizado en dos subsistemas.” (Berberian y Bixio 1988:104).

A la llegada de los españoles al norte de la provincia se hablaba sanavirón, enel noroeste se hablaba el henia, dialecto de la lengua sustrato antes mencionada,y en el oeste y sudoeste el camiare, otro dialecto de la misma lengua. “Esteúltimo presenta una estrecha relación con vocablos sanavirones” (Berberian yNielsen 1985:27).

Hay estudios que avanzan, además, sobre la situación de los pueblos origina-rios bajo la dominación colonial. En el valle de Copacabana la conquista produ-ce una retracción del acceso a tierras y recursos y obliga a los indios a vivir enreducciones (Laguens 1999). Éste es un duro golpe para la economía de lospueblos originarios ya que llevaban adelante la explotación de distintos nichosecológicos en la región de donde extraían los diversos recursos necesarios. Esteimpedimento sumado a la carga impuesta por el tributo conllevó un marcadodescenso de la población en el valle. La eliminación de la encomienda a partir demediados del siglo XVII en parte explica el sostenido crecimiento de la poblaciónlocal a partir de 1750 (Bonnin y Laguens 1999).

La misma situación de un descenso abrupto de la población y posteriormentede una recuperación sostenida sobre fines del siglo XVIII se da en el pueblo deindios de Quilino, perteneciente en un principio a la encomienda de JerónimoLuís de Cabrera, uno de los pocos en Córdoba que logró sobrepasar el umbraldel siglo XIX. Este es uno de los casos mejor estudiados y muestra como fueronreorganizadas las comunidades bajo la nueva estructura española, y sometidas auna fuerte explotación, lo que originó fugas a establecimientos vecinos dondeéstas también existían pero eran relativamente más benignas (Fáberman 2006).Para Josefina Piana (1992) la huída de los indios encomendados a otros pueblosfue una de las formas más comunes de resistencia entre los naturales de esta provinciadurante los primeros tiempos de la dominación española.

Las diferencias entre los registros arqueológicos de sitios establecidos endistintas zonas de las sierras, tanto en lo que se halla como en lo que no sehalla, las posibles o aparentes contradicciones entre este registro referente a laetapa tardía con la distribución de la lenguas que ha estudiado la etnohistoria,y el hecho de que no se sepa a ciencia cierta el nombre que los identificabacomo grupo étnico, han provocado que la denominación de comechingonesdeje de utilizarse en la gran mayoría de las publicaciones científicas, siendo

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reemplazada por apelaciones como “la población de las sierras” (Pastor yBerberian 2007), “los pueblos de indios del norte de Córdoba” (Bonnin yLaguens 1999) o “la sociedad indígena regional” (Austral y Rocchietti 1995),entre otras por el estilo. De esta manera los pueblos originarios de las sierrasvuelven a adquirir, sino llanamente una fragmentación, al menos mayor com-plejidad al momento de la conquista española y una profundidad temporalque abarca desde más de 11.000 antes del presente hasta los momentos previosa la caída del régimen español, incluso hasta la actualidad si atendemos a laproblemática de los descendientes de pueblos originarios de la provincia(Laguens y Bonnin 2009).

Consideraciones FinalesConsideraciones FinalesConsideraciones FinalesConsideraciones FinalesConsideraciones FinalesDe esta manera, teniendo en cuenta el lugar de producción del discurso, vemos

como los pueblos originarios de la provincia de Córdoba son abordados para suconocimiento en dos oportunidades concretas: primero durante el periodo deexploración e implantación de la colonia española, cuando el interés principalpasaba por la conquista de nuevos territorios y el reparto de indios para manode obra. Esto explica claramente que la mayor parte de los documentos quemencionan a los pueblos originarios provengan de expediciones a esta región yde juicios por encomiendas de indios, invariablemente generados desde el bandoespañol. El segundo periodo está ligado al interés por reconstruir el pasado de laregión desde los ámbitos ligados a las instituciones académicas. Se generanpublicaciones científicas en las que el pueblo originario ya no es un otro vivo, alcuál se enfrentan o deben someter, sino que se lo considera parte de un pasado enproceso de apropiación, paralelo además con el proceso de institucionalizaciónde las ciencias en la provincia. De Cabrera (1931) a Serrano (1945) no soloaumenta el rigor científico de los trabajos sino que además los comechingonespasan de ser “ellos” a ser “nuestros”, según cada autor mencionado respectivamente.Entre ambas etapas existe una laguna de casi un siglo donde los pueblos originariosde las sierras desaparecen de los enunciados. Las nuevas instituciones de gobiernode principios de siglo XIX eliminan la categoría colonial de “pueblo de indios”y cuando se vuelve a escribir sobre ellos ya se los considera parte del pasado.

En ambas etapas, y teniendo en cuenta las características que hacen a lacomplejidad del objeto de conocimiento (las diferencias regionales y laprofundidad temporal) podemos, además, identificar una primera fase“exploratoria”, donde se les asigna a los pobladores originarios de la región unaidentificación étnica univoca bajo el término de comechingón y una serie decaracterísticas comunes. En la primera etapa porque el conocimiento de la región

Nicolás Debernardi

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por parte de los españoles era escaso y comenzaba a construirse. En la segundaetapa porque las técnicas del momento llevaban a cotejar el material arqueológi-co con los documentos españoles, de allí toman la denominación y significangran parte de los hallazgos.

El límite claro entre fases, que significa la fundación de la ciudad de Córdoba enla primera etapa, no lo es tanto en la segunda pero puede establecérselo alrededor dela década de 1950, cuando historia se crea como carrera a nivel universitario y seretoman, desde ese ámbito, líneas más cercanas al evolucionismo de los primeros trabajos.

Durante la segunda fase de cada etapa, a su vez, al profundizarse el conocimientosobre las sociedades originarias, esa identificación común se va desdibujando antelas particularidades locales, hasta el punto en que se dejan de usar comechingóno comechingones como denominador de estas sociedades. En la etapa colonialpor la necesidad de identificar claramente los distintos pueblos en el reparto delas encomiendas. Durante la segunda mitad del siglo XX porque el objeto deestudio deja de ser de una entidad étnica definida y asincrónica, representada,sobre todo, a partir de la visión de los españoles, y adquiere una mayor complejidaden el desarrollo temporal y en la diversidad regional y un mayor cuidado ycrítica al momento de la utilización de fuentes.

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RESEÑASRESEÑASRESEÑASRESEÑASRESEÑAS

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Los libros El fondo de la Tierra -Destinos errantesen la Frontera Sur- de Marcela Tamagnini y GracianaPérez Zavala y El desierto Inacabable - Una histo-ria sudamericana- de Ana María Rocchietti inaugu-ran la serie Lo Fundamental de la editorial de laUniversidad Nacional de Río Cuarto.

Está destinada a la divulgación de los enfoques quehemos utilizado en el dictado de la materia An-tropología Cultural, en la Facultad de Ciencias Hu-manas de la Universidad Nacional de Río Cuarto(Córdoba, Argentina) y en nuestras investigacio-nes, procurando satisfacer la curiosidad y las apli-caciones a que estará destinada por los estudiantesde historia, filosofía, educación y letras. También,estimamos que iniciará en este fascinante mundo alos alumnos del Polimodal, en cuyas aulas ya seenseña Antropología.

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La presente edición se terminó de imprimir en Junio de 2011, con unatirada de 130 ejemplares, en el Departamento de Imprenta y Publicaciones de laUniversidad Nacional de Río Cuarto, Ruta Nacional 36, Km. 601, X5804BYA,Río Cuarto, Córdoba, República Argentina.