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Hace tan sólo dos décadas, las organizaciones voluntarias y el depor- te eran temas de limitado debate teó- rico y escaso interés de investigación empírica en el ámbito de la sociología española. Las empresas públicas y pri- vadas de carácter productivo en el plano organizacional, y las manifesta- ciones artísticas y literarias como núcleo de las actividades culturales de ocio, eran vistas, y tratadas, como objetos de mayor interés sociológico, en tanto que el deporte, sobre todo el deporte espectáculo y profesional, quedaba en buena medida fuera de la observación sociológica, secuestrado por un periodismo sensacionalista y especializado en ese tipo de deporte. Pero una vez consolidadas las insti- tuciones democráticas y alcanzada la plena integración europea, la socie- dad española presenta nuevas dimen- siones de interés sociológico, entre las que destacan por su íntima relación con el libro del profesor Heinemann las referentes al desarrollo de la socie- dad civil y la dirección y administra- ción de organizaciones sin ánimo de lucro. Y es que la consolidación y avance de la vida democrática requie- re un sólido tejido social de asociacio- nes voluntarias, que actúen de inter- mediarias entre el individuo y la red familiar, por un lado, y el poderoso Estado y el entramado de intereses corporativos, por otro. El carácter central de las organiza- ciones voluntarias en el desarrollo de la sociedad civil en la joven democra- cia española, y el protagonismo alcan- zado por el deporte en la configura- ción de los hábitos de ocio y estilos 88/99 pp. 297-342 KLAUS HEINEMANN Sociología de las organizaciones voluntarias. El ejemplo del club deportivo (Valencia, AEISAD/Tirant lo Blanch, 1999)

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Hace tan sólo dos décadas, lasorganizaciones voluntarias y el depor-te eran temas de limitado debate teó-rico y escaso interés de investigaciónempírica en el ámbito de la sociologíaespañola. Las empresas públicas y pri-vadas de carácter productivo en elplano organizacional, y las manifesta-ciones artísticas y literarias comonúcleo de las actividades culturales deocio, eran vistas, y tratadas, comoobjetos de mayor interés sociológico,en tanto que el deporte, sobre todo eldeporte espectáculo y profesional,quedaba en buena medida fuera de laobservación sociológica, secuestradopor un periodismo sensacionalista yespecializado en ese tipo de deporte.

Pero una vez consolidadas las insti-tuciones democráticas y alcanzada laplena integración europea, la socie-

dad española presenta nuevas dimen-siones de interés sociológico, entre lasque destacan por su íntima relacióncon el libro del profesor Heinemannlas referentes al desarrollo de la socie-dad civil y la dirección y administra-ción de organizaciones sin ánimo delucro. Y es que la consolidación yavance de la vida democrática requie-re un sólido tejido social de asociacio-nes voluntarias, que actúen de inter-mediarias entre el individuo y la redfamiliar, por un lado, y el poderosoEstado y el entramado de interesescorporativos, por otro.

El carácter central de las organiza-ciones voluntarias en el desarrollo dela sociedad civil en la joven democra-cia española, y el protagonismo alcan-zado por el deporte en la configura-ción de los hábitos de ocio y estilos

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KLAUS HEINEMANN

Sociología de las organizaciones voluntarias. El ejemplo del club deportivo(Valencia, AEISAD/Tirant lo Blanch, 1999)

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de vida de la población española, fun-damentan la oportunidad del libroque reseñamos. Su autor, catedráticode Sociología en la Universidad deHamburgo, disfrutó de un períodosabático en un semestre de 1997, quededicó a la investigación de los clubesdeportivos españoles, gracias a unaayuda concedida por la ComisiónInterministerial de Ciencia y Tecnolo-gía (CICYT), en el Instituto Nacionalde Educación Física de Cataluña.Fruto de ese trabajo es el presentelibro, que se integra en la ColecciónInvestigación Social y Deporte, de laAsociación Española de InvestigaciónSocial Aplicada al Deporte (AEI-SAD), en colaboración con la edito-rial valenciana Tirant lo Blanch.

El argumento teórico que funda-menta la investigación que emprendeel profesor Heinemann es el de quelas teorías y conocimientos de lasociología organizativa, inspirados enbuena medida en el estudio e investi-gación de las organizaciones formalesque han protagonizado hasta ahora eldesarrollo organizacional de las socie-dades industriales, esto es, las empre-sas productivas y las burocraciaspúblicas, sólo son aplicables conmuchas reservas a las organizacionesvoluntarias y, en particular, a los clu-bes deportivos. Y es que estas últimasno ofrecen bienes o servicios a susclientes buscando un margen comer-cial, como hacen las empresas, ni con-trolan o regulan la vida pública de losciudadanos, como hacen las agenciasgubernamentales tradicionales. Alestar basadas en el trabajo voluntario,las organizaciones sin ánimo de lucroofrecen un producto muy peculiar, lasatisfacción íntima y personal de los

intereses de sus miembros, medianteel establecimiento de una red de rela-ciones interpersonales y grupales, dela que también pueden beneficiarseterceras partes, aunque sin que estépresente de forma principal el ánimode lucro o de beneficio político.

El estudio de las peculiaridades deldeporte y de su organización en Espa-ña permite dotar de una base empíri-ca a la interpretación teórica que haceel autor, quien siguiendo la regladurkheimiana de que la sociologíacomparada es la base de la sociología,en tanto que deja de ser meramentedescriptiva y aspira a explicar loshechos, compara, siempre que losdatos se lo permiten, las caracterís-ticas estructurales y de comporta-miento de los clubes deportivos espa-ñoles con las correspondientes a lasde los clubes deportivos alemanes,que ya habían sido estudiadas conanterioridad por Heinemann.

Para contextualizar la posición queocupan los clubes en la dispersa y cre-ciente oferta de servicios deportivosen España, se propone la siguienteclasificación de las formas de organi-zación del deporte: 1. La organiza-ción del deporte no organizado, tipoesquí alpino, vela, surf, natación,excursionismo, etc., especialmenterelevante en el turismo deportivo, yque se basa en una compleja infraes-tructura organizativa profesional,comercial o estatal . 2. La ofertadeportiva comercial, que ocupa unaextensa gama que va desde las empre-sas unipersonales (yoga, danza, relaja-ción, etc.) hasta los grandes y sofisti-cados centros de fitness. 3. Las organi-zaciones deportivas públicas de losServicios Municipales de Deporte,

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que han experimentado un gran desa-rrollo desde los inicios de la transi-ción democrática hasta la actualidad(para hacerse una idea de su impor-tancia baste recordar que, según losdatos del II Censo de InstalacionesDeportivas, de 1997, los Ayunta-mientos son los propietarios del 51,6por 100 del total de las 66.352 insta-laciones censadas en España). 4. Lasorganizaciones secundarias que hanintroducido el deporte en sus progra-mas para aumentar su atractivo. Éstesería el caso, por ejemplo, de las uni-versidades o de las comunidades yasociaciones de vecinos. 5. Los clubesdeportivos, de los que existe una granvariedad y que todavía se encuentranpoco estudiados en España.

Precisamente para contribuir amejorar esta situación, Heinemannpresenta un marco teórico interpreta-tivo que es un auténtico programa deinvestigación, que es de desear tengacontinuación en los trabajos que seemprendan a partir de ahora paraconocer mejor el asociacionismodeportivo en España. Fiel a la tradi-ción weberiana, parte de una concep-tualización ideal de club deportivo, alque define como una organizacióncaracterizada por los siguientes ele-mentos: afiliación voluntaria, orienta-ción hacia los intereses de los miem-bros, independencia de terceras par-tes, trabajo voluntario y toma dedecisiones democráticas.

Las transformaciones que vieneexperimentando el deporte en nues-tras sociedades industriales y urbanasavanzadas han conducido a que eldeporte, como opción para el tiempode ocio, se haya convertido en unproducto de consumo. Se trata de un

proceso de cambio al que el autorcalifica de radical, en tanto que eldeporte tradicional y competitivo(autosuficiente, austero, ascético, idea-lista en relación al uso del cuerpo, yel desempeño como referente demedida de resultados) ha sido envuel-to, y en cierto modo se ha visto des-bordado, por un deporte que se vivecada vez más como ocio y fuente deexperiencias y sensaciones. Un depor-te que como producto de consumo seha convertido en un objeto económi-co muy atractivo en el mercado debienes y servicios.

La multiplicidad de formas y pro-ductos que ha adquirido el deportecomo producto de consumo favorecela correspondiente multiplicidad detipos de clubes deportivos, a los queclasifica Heinemann atendiendo acuatro polaridades: solidaridad-servi-cio; oferta tradicional-servicio;desempeño-no desempeño; volunta-riado-profesionalismo. De la aplica-ción de estos criterios al estudio delos clubes deportivos españoles, Hei-nemann diferencia hasta siete tiposdiferentes de clubes: 1) distintivo;2) integrador; 3) deportivo en sentidoestricto; 4) uniones; 5) asociación dedeportes tradicionales; 6) asociaciónde deporte para todos; y 7) profesio-nal, que recientemente ha adquiridoen muchos casos la forma de sociedadanónima.

Para entender la situación actual delos clubes deportivos en España y elmodelo de asociacionismo deportivoen el que se enmarcan, Heinemanndestaca los condicionamientos histó-ricos y culturales que han conducidoal tipo de Estado de Bienestar vigen-te. Los primeros clubes deportivos

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hacen su aparición en España a fina-les del siglo XIX y principios del XX,casi siempre a iniciativa de técnicosextranjeros que venían a trabajar aBarcelona, Vizcaya, Huelva y otrospocos lugares en los que comienza aestablecerse una industria pesada, yque traen consigo el modelo del clubinglés. Pero al igual que ocurre con elconjunto de la sociedad, la historiadel asociacionismo deportivo quedamarcada por la Guerra Civil y lascuatro décadas de régimen franquista.Habrá que esperar, pues, a la demo-cratización de los Ayuntamientos y aldesarrollo del Estado de las Autono-mías para que el asociacionismodeportivo se difunda, se popularice yse vaya ajustando a las necesidades yhábitos de una sociedad avanzada.Según Heinemann, y en opinióncompartida con otros sociólogos deldeporte españoles, se puede hablar enla actualidad de una etapa de ajuste,en la que se está consolidando el pe-ríodo de crecimiento rápido que havivido el deporte en las dos últimasdécadas, y en la que va adquiriendofuerza la idea de que la responsabili-dad del deporte debe recaer tambiénen organizaciones privadas —clubes,federaciones, empresas deportivasprofesionales—, de modo que el sec-tor público vaya colaborando conestas organizaciones siguiendo fórmu-las cooperativas o subsidiarias.

Preocupado como está Heinemannpor las consecuencias no deseablesde una excesiva comercialización deldeporte, desarrol la un programasociológico de análisis de los clubesdeportivos que descansa en el princi-pio de que el recurso ideal del club esla colaboración voluntaria, no remu-

nerada y sin contraprestación directa.Reconociendo que los socios puedenaportar al club bien dinero o bientiempo, reflexiona sobre las conse-cuencias de que predomine en laestructura de los clubes un tipo uotro de recurso. Si la principal apor-tación de los socios es dinero, el clubtenderá a parecerse cada vez más auna empresa profesional de servicios,situación demasiado frecuente en losclubes deportivos españoles cuando selos compara con clubes alemanes,mientras que s i lo que aportanmuchos socios es sobre todo tiempo(trabajo voluntario), le será más fácilal club permanecer cerca del tipoideal y ofrecer a los socios unas viven-cias y experiencias de sociabilidadenriquecedoras, reforzando al tiempola sociedad civil.

De particular interés es el conteni-do del capítulo 5, titulado «Peculiari-dades estructurales de los clubesdeportivos», quizás el de mayor con-tenido teórico del libro, en el que,después de repasar las principales teo-rías sociológicas sobre organizacionesy de evaluar su pertinencia para elanálisis sociológico de los clubes,estudia las características estructuralesy los recursos de los clubes, ofreceuna tipología y formas de adhesiónde los miembros, para terminar elcapítulo con un excelente análisis deltrabajo voluntario, haciendo balancede los costes y beneficios de la cola-boración voluntaria en los clubesdeportivos.

También tiene un elevado conteni-do teórico el capítulo 6, dedicado alestudio de los procesos de cambio enlos clubes. Siguiendo una línea dereflexión muy mertoniana, analiza las

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formas de cambio que se desencade-nan por medio de modificaciones,esperadas o no, en los elementosconstitutivos del club. Partiendo desu construcción ideal, Heinemannalerta de las modificaciones que pue-den conducir al alejamiento de estetipo ideal al sobrepasar un ciertoumbral los niveles de comerciali-zación, monopolización, politización,oligarquización y profesionalización.Si estos cambios no se ajustan deforma progresiva y controlada,advierte Heinemann, pueden condu-cir a la autodestrucción del club, porexceso de disonancia entre el ideal delclub deportivo y su realidad operati-va, y por la pérdida de sus funcionesbásicas, dejando, en consecuencia, deser eficaz el club como grupo inter-medio para la solución de los proble-mas centrales que plantea la relaciónentre la sociedad y el individuo.

Por el rigor de sus contenidos teó-ricos y por presentar los por ahoralimitados resultados empíricos sobrelas características estructurales de losclubes españoles en su comparacióncon los clubes alemanes, ambos capí-tulos contienen, como ya se ha hecho

notar con anterioridad, una verdaderapropuesta de investigación que con-vendrá seguir para continuar avan-zando en la línea de trabajo que con-solida el libro del profesor Heine-mann.

Pero no sólo se estudian aspectos ycontenidos estructurales de los clubesdeportivos. En el capítulo 7, últimode este libro, se introduce una refle-xión de carácter más cualitativo quese refiere a la realidad cotidiana en losclubes, mediante el estudio de su cul-tura organizativa y de las funciones ygest ión de las emociones de susmiembros. De este modo, se comple-ta la propuesta de un programa deinvestigación sociológica plural, tantoteórica como metodológicamente, delos clubes deportivos en un libro quea partir de ahora deberá ocupar unlugar destacado en la lista de textosbásicos para cursos de nivel medio yavanzado en los programas de socio-logía del deporte, y en los seminariosde investigación sobre las organiza-ciones voluntarias y los clubes depor-tivos.

Manuel GARCÍA FERRANDO

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ENRIC BAS

Prospectiva; Herramientas para la gestión estratégica del cambio(Barcelona, Ariel, 1999)

En un artículo publicado en 1996en la revista Sociological Perspectives,titulado «The Sociology of the Futureand the Future of Sociology», Wen-dell Bell (quien firma el prólogo del

libro que nos ocupa) afirma: «cuandoJames A. Mau y yo mismo editamosThe Sociology of the Future en 1971,creíamos que la prospectiva se con-vertiría —debería convertirse— en

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una parte importante del campo de laSociología».

Bell empieza a impartir un cursosobre prospectiva en Yale Universityen 1967 y, de la misma forma, empie-zan a surgir cursos, seminarios, post-grados... un debate en el mundo aca-démico, en definitiva, sobre el tema.Y en muchas ocasiones desde dentromismo de la Sociología; el propioInmanuel Wallerstein, presidentesaliente de la International SociologyAssociation (que, por cierto, cuentacon el RC07 Futures Research Com-mittee), por poner un ejemplo rele-vante, ha hecho incursiones en laprospectiva y la emplea en sus análisiscon asiduidad.

Pero esta expansión fuera de Españade la prospectiva (los estudios del futu-ro) como perspectiva de análisis emer-gente —al igual que los estudios degénero, los estudios sobre desarrollo,los estudios sobre la paz, los estudiosambientales— no ha tenido parangóndentro. Tal vez, de todas las perspecti-vas transdisciplinares citadas ha sido laque menos desarrollo ha tenido ennuestro país. Paradójicamente, y apesar de los acercamientos de Amandode Miguel (ya en 1973), Juan J. Linz,discípulos de éste como BenjamínOltra o Josep A. Rodríguez, y ManuelCastells (¿qué es la trilogía sobre laSociedad de la Información sino unejercicio prospectivo?), entre otros, laprospectiva —cuanto que metodolo-gía— no ha terminado de cuajar en laSociología española. No, al menos, anivel curricular y de publicaciones. Enabsoluto, si establecemos una compara-ción con otros países como los USA,Reino Unido, Francia, Italia, Finlandiay un largo etcétera.

Ahí radica uno de los puntos afavor del libro que nos ocupa: es elprimer manual publicado en Españasobre Prospectiva. Al menos, el pri-mer libro publicado con vocación demanual introductorio (existen otroslibros que abordan el tema, pero oson traducciones de textos original-mente foráneos o son aproximacionesparciales o tangenciales). Mientrasque en editoriales anglosajonas deprestigio como Carfax, Penguin,Routledge o Greenwood es fáci lencontrar un libro de temática pros-pectiva firmado por un sociólogo,resulta francamente dificil, por nodecir imposibe, encontrar incursionesde sociólogos hispanohablantes enesta área, al menos en lo que se refierea la dimensión epistemológico-meto-dológica de la misma.

El libro de Bas es, pues, básicamen-te una «caja de herramientas» paraentender, hacer y aplicar la prospec-tiva; un intento (muy acertado) deaclarar términos, sugerir usos y repa-sar técnicas para el estudio científico—o, mejor, sistemático— del futuro,algo tan inherente al quehacer socio-lógico.

El elemento práctico, la sana obse-sión por ofrecer al lector respuestasque sirvan al trabajo aplicado, subya-ce a lo largo y ancho de la obra. Así,los cuatro capítulos de que consta lamisma son respuestas a sendas pre-guntas: ¿por qué estudiar el futuro?,¿qué es —y qué no es— la prospecti-va?, ¿para qué sirve la prospectiva? y¿cómo hacer prospectiva?

El primer capítulo (La investiga-ción sobre el futuro) recoge las refle-xiones del autor acerca de lo conve-niente de la anticipación del futuro

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en el análisis, comprensión y pronós-tico de aspectos relacionados con pro-cesos de cambio social, político y eco-nómico; este capítulo también sirvepara introducir al lector a la investi-gación sistematizada-científica delfuturo a través de un breve recorridopor la reciente historia de los FuturesStudies, donde se habla de sus oríge-nes, expansión e implantación actual.

En el capítulo que sigue (Tipos depredicción), el autor analiza de formapormenorizada las distintas formas depredecir observadas, con el objeto dediferenciar la prospectiva de otrosFutures Studies, y éstos a su vez deotras formas de predicción. En esteapartado, Enric Bas hace un esfuerzopor aclarar conceptos, haciendomanifiestas (y aquí me remito a ladicotomía empleada por Emile Dur-kheim en Las reglas del Método socio-lógico) las diferencias entre conceptocientífico y concepto vulgar. Esto seantojaba necesario en una obra deestas características: la predicción enciencias sociales ha sido tradicional-mente terreno abonado para la dispu-ta dialéctica.

A continuación (capítulo 3: Pros-pectiva, toma de decisiones y gestiónde las organizaciones), el autor expli-ca el carácter instrumental de la pros-pectiva, entendida como herramientapara promover el cambio social desdelas organizaciones, independiente-mente de su carácter (público o priva-do) o del ámbito concreto de actua-ción de las mismas.

A ello (capítulo 4: Técnicas deinvestigación elementales en prospec-tiva) sigue un interesante y heterogé-neo catálogo de técnicas predictivas,muchas de ellas desconocidas para el

sociólogo medio, pero fácilmente asi-milables en tanto en cuanto son —enla mayoría de ocasiones— variacioneso híbridos de técnicas «tradicionales»en la investigación sociológica. Aquídestacaría especialmente las aproxi-maciones al Método Delphi, Escena-rios y Teoría de Catástrofes, todasellas sumamente interesantes para elinvestigador social en este precisomomento histórico caracterizado porel cambio y la complejidad.

El autor cierra el libro con un capí-tulo-reflexión donde vuelve a insistir—remarcándolos— en los puntosclave desarrollados en el libro; entreotros: que existen múltiples formas depredecir (que usan técnicas y tienenobjetivos diferentes); que la prospecti-va es tan sólo una de ellas; que el obje-tivo de la prospectiva no es acertar,sino anticipar futuros alternativos paraorientar la gestión organizacional; yque el futuro puede ser construido.

Es fácil estar de acuerdo con elautor; detrás de conceptos tan «eco-nomicistas» como reingeniería de pro-cesos o learning organizations hay algoque puede resultar sumamente intere-sante para el investigador social: laidea de que estamos inmersos en unproceso de cambio estructural, en unentorno complejo e incierto, y de quees necesario «inventarse» fórmulasinnovadoras que permitan a las orga-nizaciones humanas sobrevivir omejorar en un futuro próximo, inter-actuando con dicho proceso. Por elloson de agradecer este tipo de incur-siones, frescas, imaginativas e innova-doras, en la Sociología.

El libro de Enric Bas es, a pesar delas limitaciones inherentes a todo textointroductorio y ya desde ahora, una

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referencia obligada para todo aquelque pretenda abordar el estudio delfuturo con rigor. También es un acica-te para los jóvenes sociólogos, puesabre un camino; muestra que, desde lasociología, se pueden hacer aportes sinpretensiones pero interesantes y creati-

vos; nuevas perspectivas para analizarla realidad social. Y ello es, más queconveniente, sumamente necesariopara afrontar los retos a que habremosde hacer frente en el siglo XXI.

José M.ª TORTOSA

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De astucias, moscas y sociología joven

GABRIEL GATTI e IÑAKI MARTÍNEZ DE ALBÉNIZ (coords.)Las astucias de la identidad.

Figuras, territorios y estrategias de lo social contemporáneo

Este libro merece que sea leído ytomado en consideración tanto por loque en él se dice, argumenta y discutecomo por lo que presupone comovoluntad y estilo de trabajo. Recogelas ponencias que se presentaron enBilbao en octubre de 1998 en unareunión organizada por el Centro deEstudios sobre la Identidad Colectivaque puso en contacto, charla, discu-sión e intercambio de ideas a unplantel de jóvenes sociólogos que, asus ansias por darle al magín y a laautoconciencia, sumaban su mayori-tario estatuto institucional de acadé-micos recién advenidos, in fieri oincluso a punto de serlo si la suerteacompaña (véanse las jugosas notasautobiográficas que cierran el volu-men). Además de los textos entoncespresentados, e l l ibro recoge loscomentarios que abrieron el debatesobre cada uno de ellos. El resultadofinal, esté uno o no de acuerdo con losustantivo de lo que se presupone, es

espléndido en contenido y forma y lehace a uno desear que tal tipo deencuentros proliferen en los próximosaños.

Como el que esto escribe es yarepresentante de una sociología senior(esperemos que no senescente y aúnmenos de la variante rigor mortis) ydado el calor que los participantes enla reunión pusieron en presentar loque debatían como muestra de unasociología joven, no creo que puedaeludirse la pregunta de fondo que atodo lector le asaltará: ¿hay, tenemosuna sociología joven? En un sentidotrivial que at iende al dictum deArendt, es evidente que sí pues todavida es un comienzo y lo que aquí sepone a la luz es un muestrario decomienzos que anuncian derivasabiertas. En un sentido ya algo mássustantivo y que se pone a la esteladel sueño ilustrado y su traducciónbenjaminiana, cabría también asentirpues los trabajos publicados muestran

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una común inversión de energía inte-lectual en la tarea de crear un espacionuevo que acabe con las tercas rutinasde pensamiento en las que hemosestado y estamos. Pero en un sentidoya sustantivo y que atienda a unaposible seña de identidad codificableen términos de afinidad sustantiva,corriente, escuela o unidad de destinoen el saber, es evidente que tal socio-logía no existe. Y es una fortuna queno exista pues pocos espectáculosserían más deprimentes que el surgi-miento de una escuela unificada, fun-dadora de tradiciones y con identidadfuerte que anunciara el futuro defini-tivo de luz y saber para la sociologíaque se hace en España. Que nadie seasuste: estos jóvenes sociólogos, ade-más de investigar en campos muy dis-pares, gustan de plurales orientacio-nes teóricas, tienen muchos padres ymadres o son huérfanos de tradicio-nes distintas, pero no han cuajado, nipretendido cuajar, un nosotros queanuncie ortodoxia. A lo que sondados es a discutir entre ellos lejos detutelas y meritoriajes, lo que no espoca virtud y debería cundir comoejemplo.

¿Quiere esto decir que sólo les unesu específico y segregado espaciopúblico de discusión? Sería demasia-do simple que la cosa se limitara aesto y, como lector, he de confesarque hay algunos rasgos, no unánimespero sí claramente mayoritarios, quedotan de un cierto aire de familia(imagen muy de su gusto) a los traba-jos presentados y sus autores. En pri-mer lugar, queda clara una actitudcompartida que destaca a la vez larelevancia de la reflexión teórica y lainsatisfacción con las tradiciones exis-

tentes. Es como si se consensuaraque, en lo fundamental, las tradicio-nes hegemónicas están agotadas oprecisan de radicales relecturas quelas permitan ponerse a trabajar yestén a la altura de los retos del pre-sente. En segundo lugar, es común lavoluntad de superar la escisión entrelas investigaciones de concretos obje-tos sociales y la reflexión teórica.Ésta, incluso en aquellos casos en losque pretende conectar con tradicio-nes de larga data, no se piensa comoun discurso autónomo y que se ali-menta a sí mismo, sino como teoríasituada, enhebrada en el acto investi-gador que quiere iluminar objetosprecisos. Algunos son generales(sociedad de la información, meta-morfosis contemporáneas de lo sagra-do) y recurrentes (mujeres, jóvenes,nación), otros muy específicos (matri-monio, seguridad) o incluso manifies-tamente marcianos (OVNIs), pero entodos los casos son ocasión para revi-sar nuestra manera de abordar y pen-sar lo social (sus prácticas espacio-temporales) y ponen en primer planode atención la reflexión teórica. Y, entercer lugar, hay un tema tambiéncomún sobre el que la reflexión vuel-ve una y otra vez: la identidad. Hayacuerdo sobre su relevancia o la nece-sidad de proceder a repensarla, perono sobre cómo hacerlo. Las vías quese transitan son muchas: el pasmoante lo mítico-atávico; el rastreo delas reencarnaciones de lo sagrado; lasospecha de la capacidad de resisten-cia de vivencias restrictivamente soli-darias en contra de la universalistaracionalidad ilustrada; la presencia dela ambivalencia; la relevancia de loque es liminar y se sitúa en espacios

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no iluminados sociológicamente; laprocesualidad sólo narrable; el híbri-do que no es descomponible en par-tes discretas y ensamblables. Todaséstas son vías para aproximarse a unaidentidad esquiva, y si bien algunosde los trabajos optan por alguna deellas, otros, más cautos, toman enconsideración más de una.

Hasta aquí lo que me parece máscompartido; se trata de actitudescomunes ante la necesaria reconstruc-ción teórica y una atención a un temacentral que alcanza resultados distin-tos. No entraré a dar cuenta, siquierasomera, de los distintos trabajos quese recogen en el libro, pues tal tareaalargaría indebidamente la exposi-ción. Invito a quien tenga ocasión aque los lea porque en su mayoría tie-nen un indudable interés. Creo, pormi parte, más pertinente introducir-me en su debate de fondo y hacerexplícitas las dudas o desconciertosque me ha provocado.

Me desconcierta, de entrada, eltítulo con el que se ha pretendidodefinir el programa que dota de senti-do unitario a los trabajos y sus deba-tes. ¿Por qué astucias de la identidad?¿Son astutas las identidades o astutosquienes las estudian más allá de loscánones ya obsoletos? Suponiendoque lo sean ambos —y creo que tal esla propuesta dominante—, no entien-do bien por qué se le asigna a unviejo ídolo del racionalismo occiden-tal tal protagonismo y, sobre todo, talpapel emancipatorio. Pues la astuciasupone un ejercicio de la razón que, abase de habilidad y manipulación, escapaz de acomodarse ventajosamenteal mundo, una figura de una raciona-lidad instrumental sobre la que La

Odisea construyó uno de nuestrosmonumentos culturales fundaciona-les. Además, la astucia ha de predicar-se de un sujeto-estratega que está fría-mente al acecho y es capaz, pormedio de engaños o medias verdades,de hacerse con la voluntad de otros.Sujeto que consigue al cabo sujetarfirmemente y razón instrumental conla que sujeta: tales implícitos consti-tuyen el núcleo de la astucia. ¿Es laidentidad buscada o el acto de bus-carla subsumible bajo tal imagen? Nolo creo y, además, me parece que jus-tamente lo que se cuestiona con brilloe insistencia a lo largo de las páginasdel libro es que haya un sujeto, aun-que emboscado, tan compacto y queéste pueda ser comprendido en térmi-nos de racionalidad instrumental.Entonces, ¿por qué una imagen taninadecuada? ¿Es un simple desvaríopoético o hay algo más? Dejando aun lado la primera posibilidad —puestodos tenemos buenos y malos días ala hora de construir imágenes—, meparece pertinente seguir la segundapista. Seguirla es relevante porque nospermite ir más allá del desconciertoque nos pueda provocar una imagenpoco fiel y nos acerca al problema defondo.

Ese algo más es la idea de fondo deque tanto los actores sociales comolos observadores que pretendan darcuenta de ellos son resistentes y limi-nares. Me refiero con esto a que se losconcibe como modestos héroes que seresisten en los márgenes a los embatesde un mundo que, tanto en sí comodiscursivamente, es compacto ymonolítico. En un mundo tal, resultaevidente que la astucia es la únicaestrategia de resistencia, una astucia

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que, sorteando nombres, requeri-mientos, reglas , cosi f icaciones ydemás, sea capaz de hacerse connichos de realidad y sobrevivir enellos. De ahí que las identidades seanastutamente híbridas, ambivalentes,procesuales. Lo son porque se resistenastutamente en los márgenes de unmundo compacto.

¿Qué problema hay con tal retrato?Más que problema, hay problemas.Son los que resultan del triple presu-puesto de: a) un sujeto que manipula;b) una identidad que, al fin y al cabo,resulta ser una construcción, y c) unacomplejidad identitaria que se sitúaexclusivamente en los márgenes. Loprimero presupone que todo análisisha de partir de un sujeto que, ademásde ser tal, actúa, es decir, se adjetivaen la acción; lo segundo, que lo queresulta de la acción de ese sujeto esuna construcción; lo tercero, que laidentidad del margen es distinta de laidentidad del centro. Los tres supues-tos me parecen problemáticos y creoque hay argumentos —y los encuen-tro en los mismos textos que optanpor la imagen dominante de la astu-cia del resistente en los márgenes—para contradecirlos.

El primer presupuesto resulta pro-blematizado cuando el sujeto identi-tario deja de «ser una matriz que guíatoda práctica» (p. 269) y, una vez fija-do esto, nos atenemos a lo dicho y,por lo tanto, no concebimos en tér-minos adjetivos la acción porque nopresuponemos que sea expresión omuestra de un sujeto preexistente quese vuelque en astutas estrategias. Encoherencia con esto, dejamos desuponer que la identidad sea objetode construcción, a no ser en un senti-

do trivial (no es un dato natural, eshistórica, resulta de la acción, etc.), ynos emancipamos de una vez portodas de la manida imagen del homofaber y sus construcciones que tantonos llenan y tanto bloquean la imagi-nación en las ciencias sociales. Y, si-guiendo este hilo analítico pero dan-do un paso más, aventuramos que lacomplejidad identitaria con la que losactores se topan y a la que intentandar sentido (recuérdese el tenso einconcluso vaivén weberiano: mundovs sentido, sentido vs mundo) no sehalla en los márgenes, sino que esubicua, pues nada relevante social-mente tiene el aspecto compacto delsueño de identidad en el que hemosestado entretenidos tantos años osiglos.

Evidentemente, razonamientos tanapresurados y comprimidos no pue-den ser argumento crítico suficientepara resolver el tema que tenemosentre manos, pero sí creo que son elpunto de partida para liberarnos desujetos que, echados por la puerta, secuelan por la ventana y se ponen aparir estrategias, o constructores quenada construyen según plan y estrate-gia, o identidades planas y compactasen el centro y complejas en los már-genes.

Es entonces cuando podemos plan-tearnos el otro tema de fondo que, alhilo de la metáfora de la astucia, estáomnipresente en el libro. Me refiero,evidentemente, no ya a lo que losocial (o socioidentitario) sea, sino acómo podemos hincarle el diente,mostrándose, como se muestra, tanesquivo y resistente. En uno de losescritos de debate (pp. 61-62), Martí-nez de Albéniz proporciona claves

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muy jugosas. Si lo que decimos y elmodo de decir no es satisfactorio,parece que tenemos tres alternativas:la proliferación de metáforas nuevas yexplícitas, el barroco acumularse deafijos y la blasfemia en tono menor.En los textos del libro, unos optanpor lo primero y renuevan nuestrosdecires construyendo metáforas quese saben y quieren tales, pues se supo-ne que más allá de ellas no podemosir. Otros invierten en afijos que resul-tan inflacionarios y sufren de la pere-za de quien sólo vive en la melancolíade las ausencias (des-aparición, des-vanecimiento) o en la aliteración deapósitos sobre un núcleo intocado(pre-, para-, con-, trans-, etc., lo quesea). Queda la alternativa de la blasfe-mia, pero ¿contra quién? Si no estáclaro que haya algo sustantivo contralo que blasfemar (Dios, lo Santo, elSujeto), entonces la blasfemia ha deser en tono menor: una parodia deuna fantasía o idealización en la quenos hemos empeñado, pero que elmundo desvela como tal. El resultadosería, me aventuro a conjeturar, unasociología enquijotada que parodialas idealizaciones identitarias y asímolesta y las hace vivir inquietas. Deeste modo habría que interpretar lamosca que aparece en la portada dellibro: una mosca que ya no es lamusca depicta de la iconografía bajo-medieval, representación del Maligno(el gran blasfemador), sino mosca in-oportuna, molesta, indestructible y,evidentemente, astuta, muy astuta.

He aquí una posible alternativa:una sociología amoscada y enquijota-da que resulte inoportuna y moleste anuestras idealizaciones identitarias.Me parece más oportuna que una

sociología que invierta en novísimasmetáforas (¿en qué difiere de la estra-tegia de la vieja sociología, tan infla-cionaria metafóricamente?; ¿es quehay alguna sociología que no seametafórica?; ¿conseguirá la buenametáfora que no se desgasta por elpaso del tiempo?) y, desde luego, esun soplo de aire fresco frente a laeventualidad de un, por llamarlo así,afijismo metodológico que rebauticelo existente a base de des-, para-,trans- y demás caterva. Ahora bien,¿basta con parodiar? Me parece pocacosa y, sobre todo, algo que quedapor debajo del recurso poético que latradición sociológica, en lo que devivo y desvelador tiene, ha sabido ysabe utilizar para la apropiación pormedio del lenguaje (¿y de qué otraapropiación podría hablarse?) delmundo social; me refiero, evidente-mente, al tropo que cierra el recorri-do reflexivo del lenguaje: la ironía.Ésta define y domina la vieja tradi-ción de la sociología y me parece que,a no ser que el mundo se haga inefa-ble, ha de presidir también su futuro.

Acabo aquí estas notas de lecturade Las astucias de la identidad. Reite-ro que se trata de un libro que debe-ría ser leído y discutido por lo quedice y cómo y para qué lo dice. En élpoco se encuentra acabado y todo semuestra para que siga siendo trabaja-do. Esperemos que pueda encontraren sus lectores una respuesta que estéa la altura de sus inquietudes defondo y que sea objeto de debate.Con fortuna o sin ella, lo logren ono, estas líneas intentan ya ponerloen marcha.

Ramón RAMOS TORRE

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Ante todo, es preciso dar la bienve-nida a este tipo de publicaciones por-que la sociología española y europea,con excepción de la británica, se hamostrado excesivamente parca en esteterreno. Sin embargo, constituye unode los más importantes yacimientosde empleo para los sociólogos, comocabe comprobarse por el comporta-miento de la Bolsa de Trabajo delColegio de Licenciados en CienciasPolíticas y Sociología.

El poder de las organizaciones(ESIC, Madrid, 1997), Organizaciónhotelera (CDN, Madrid, 1998) yotras obras de la autora han contri-buido a enfocar el tema desde unaperspectiva diferente a la usual: esdecir, la habitual perspectiva econo-micista y psicologista.

Este libro comienza invadiendo elmundo caótico de estudios sobre lide-razgo, que se ha ido haciendo máscaótico al interrogarse sobre el estilode dirección óptimo. Al final, resultaque el mejor estilo dependerá detantas circunstancias que el exceso decontingencia acaba por enloquecer allector. Ésta es una razón fundamentaldel desprestigio de este capítulo de lateoría de las organizaciones, quemuchos, Ch. Perrow entre ellos, hancriticado con tremendo sarcasmo.Alicia Kaufmann se limita modesta-mente a exponer la selvática aglomera-ción de enfoques. Por lo mismo, eltrabajo da la impresión de un excesode descriptivismo. Más aún, ignoraparámetros tan importantes como lacantidad de poder, que es algo distin-

to a la mera distribución. De ello seocupó A. S. Tannenbaum, que es unode los muy pocos que quedan a salvode la crítica feroz de Ch. Perrow.

Sin embargo, la autora remedia elmencionado inconveniente refiriendomás tarde el l iderazgo y el esti lodirectivo al estilo de organizacióngeneral, que es algo muy parecido a lacultura de la organización. En estecontexto hay un despliegue interesan-te de un enfoque más sociológico,que tiene que ver con el estilo trans-formacional o «proceso por el cual seconstruye un compromiso de objeti-vos y se potencia el poder de todospara alcanzar objetivos».

Otro aspecto muy positivo de estaobra es la exposición de investigacio-nes y datos de opinión sobre elempresario español y, por extensión,de los ejecutivos. A menudo se lossitúa a lo largo de una escala que vadel liderazgo carismático y tradicionalal liderazgo transformacional, y seofrece una serie de principios genera-les para la gestión.

El libro se ocupa también de lasmujeres empresarias y directivas, ytambién aquí se aportan datos sobreel creciente papel de la mujer en esteterreno. Más aún, se deja entreveruna mejor adaptación de la mujerque el hombre al estilo transforma-cional. Es una idea bien trabajadarecientemente por M. Sánchez Ape-llániz (Mujeres, Dirección y CulturaOrganizacional, CIS-FEDEPE, Ma-drid, 1997).

Alicia Kaufmann sitúa al final del

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ALICIA E. KAUFMANN

Líder global: en la vida, en la empresa(Madrid, Universidad de Alcalá de Henares, 1999)

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libro el tema del «líder global». Eneste caso, no valdría lo de last but notleast porque el lector se queda con lasganas de saber más sobre el significa-

do de aquel concepto que figura en elmismo título de la obra.

José A. GARMENDIA

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JUAN JOSÉ CASTILLO (ed.)El trabajo del futuro

(Madrid, Editorial Complutense, 1999)

Durante los días 25 y 26 de juniode 1998 se celebró, en la Sala deJunta de la Facultad de CienciasPolíticas y Sociología de la Universi-dad Complutense de Madrid, un«Seminario Internacional Complu-tense» sobre el tema Las cienciassociales del trabajo en el cambio desiglo: el trabajo del futuro. Este Semi-nario reunió a un pequeño númerode las primeras autoridades mundia-les en ese campo, quienes expusieronante sus colegas y un pequeño yselecto grupo de profesores e investi-gadores locales un artículo en borra-dor avanzado, elaborado a partir deversiones previas y circuladas entrelos participantes y, en la ocasión, dis-cutidas in situ. El presente volumen,El trabajo del futuro, reúne la versióndefinitiva de los textos allí presenta-dos, enriquecidos con los debates ydiscusiones mantenidos.

La ausencia inesperada y a últimahora de dos profesores norteameri-canos ha reducido la participación enel libro a una singular representaciónde los grandes países industrialeseuropeos (Castillo y Valdés de Espa-ña, Wisner de Francia, Brown deGran Bretaña, Schumann de Alema-

nia y Bagnasco de Italia), confronta-dos con una representación de lospaíses latinoamericanos en sempiter-no proceso de industr ia l ización(Antunes de Brasil y De la Garza deMéxico). Esta configuración no sólopone de manifiesto el papel de bisa-gra intelectual y política entre Europay América Latina que pueden tenerlas instituciones académicas españo-las, sino que, inesperadamente, con-firmó un continuo Derecho-Sociolo-gía-Antropo(tecno)- logía capaz deproducir, a partir de contribucionesmuy heterogéneas en cuanto a meto-dología, enfoque y objeto, algo que seaproxima mucho a una visión y diag-nóstico unitario sobre el estúpidomito del fin del trabajo y el tema deinvestigación de la mayor relevanciadel trabajo del futuro.

Lo primero que nuestros autoresdistinguen son dos acepciones de«trabajo» sobre una de las cuales sue-len haberse especializado con pre-ferencia. De un lado está el trabajocomo actividad transformadora delmundo y, en particular, esa formaespecial de actividad por cuenta ajenaque es el empleo asalariado (obviandotoda actividad doméstica, colegial o

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voluntaria). De otro lado está el tra-bajo como valor, como acción socialcargada de sentidos, a partir de cuyaelaboración los agentes elaboran iden-tidades biográficas, individuales ocolectivas. Comencemos con la pri-mera de ellas.

Como señala Castillo en su ataqueal mito del fin del trabajo (mito quetomado por religión verdadera influ-ye en todos los niveles de toma dedecisiones sobre el capital social),asistimos aquí a la enésima resurrec-ción del mito de la modernización:antes o después, todo el mundo ten-drá un trabajo escaso en horas, limi-tado en esfuerzo y vinculado a lastecnologías de la información (sobrecondiciones de trabajo, remuneracióny protección social se habla muchomenos: una cajera de supermercadoque se l imita a pasar códigos debarras sobre un lector láser, y acobrar, sería un buen ejemplo del tra-bajo del futuro para alguien comoRifkin). Pero la globalización no esuna tendencia clara, sino la extrapo-lación de algunos rasgos aislados a ununiverso futuro ficticio. Como Aus-tralia, también el tercer mundo tienesu out-back: gran parte del mundoislámico, el Sahel, el África tropical,la India o la Latinoamérica rurales, elinterior de China… La densidad dela red global en estas áreas es mínima;África tiene menos teléfonos queTokio. Ámbitos similares puedenseñalarse también en el primermundo; las condiciones de tabajo yempleo del personal de servicios(seguridad, telefonistas, limpieza,mantenimiento, etc.), de las empresaslíderes en diseño informático o inge-niería no difieren mucho de los pues-

tos de atención telefónica al público-cliente «aligerados» (subcontratados)por las grandes empresas de teleco-municación o de venta de bienes deconsumo masivo (detergentes, ali-mentos básicos, teléfonos móviles,etc.) o de los trabajadores agrarios,cada vez más mujeres e inmigrantesdel mecanizado sector de recogida defruta y hortaliza fresca para la expor-tación de Murcia, por ejemplo.

En resumen, el futuro aún no estáaquí; antes bien, parecería que elpasado vuelve y, en todo caso, la dis-tribución geográfica de los procesoses dispar.

Es e l mexicano Enrique de laGarza Toledo quien muestra, con lasmejores estadísticas disponibles, queaunque el empleo asalariado indus-trial, y en parte también técnico yadministrativo, disminuyó en Europay Norteamérica entre 1980 y 1995(en especial en los países anglosajo-nes por antonomasia: Reino Unido,Estados Unidos, Canadá, Australia yNueva Zelanda), aumentó sin embar-go a escala mundial. Si bien esto sig-nifica tan sólo que la productividadlaboral (incluyendo la economía noregistrada y la actividad doméstica)no creció tanto como la demandaefectiva de una población mundial enplena explosión demográfica y, portanto, requirió la creación de empleo,significa también que las contraccio-nes del pr imer mundo puedencorresponderse por oscuros vericue-tos con expansiones locales en el ter-cer mundo.

Incluso la sindicación ha aumenta-do en números absolutos a escala glo-bal, aunque no en relación al númerode empleados, lo que muestra la cre-

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ciente indefensión de los empleados yel subsiguiente endurecimiento de lascondiciones de trabajo y de contrata-ción. Más que el fin del trabajo, loque parece estar ocurriendo, esto sí aescala global, es la sustitución deempleo formal, estable y sujeto abeneficios sociales por el empleo pre-cario, informal e incluso autocreadode larga tradición en el tercer mundo.La población potencialmente activano dispondrá de empleos más lleva-deros y de más actividades de ocio,sino que se profundizará la falla entreparados más o menos discontinuos yempleados sobreexplotados igual-mente más o menos discontinuos.No habrá una disolución de la dife-rencia entre el ocio y el no ocio, sino,al contrario, una mayor diferen-ciación y una peor consideración deltrabajo como fuente de riesgo direc-to, inseguridad, alienación e insatis-facción personal.

El brasileño Ricardo Antunes llegapor otra vía a una conclusión similar:en los países más industrializados hahabido una medida importante de«desproletarización del trabajomanual, industrial y fabril; heteroge-neización, subproletarización y preca-rización del trabajo» (p. 43), especial-mente mediante la transferencia delempleo al tercer mundo, a mujeresque ingresan en número cada vezmayor al mercado de trabajo,mediante la inmersión de la actividady el uso extensivo de una legislaciónfavorable a la flexibilidad/inseguridaddel empleo. Para Antunes, es casimotivo de hilaridad la imagen de unfin del trabajo que signifique el fin dela producción socialmente organizadade valores de uso, de bienes y servi-

cios útiles. Y la imagen de la fábrica aoscuras, poblada de robots que traba-jan sin descanso, quizá bajo la som-nolienta responsabilidad de una bri-gada de reparación y mantenimientoapenas atenta a las inusuales alarmas,no es más que un disparate, pues ¿quélegitimidad tendría el capital parareclamar un beneficio si toda su apor-tación es un diseño ingenieril y lafinanciación para construirlo? Nomás que las patentes hoy día; no másque los préstamos bancarios. Precisa-mente el trabajo humano es necesariopara la transformación de la energíabiológica en mercancías que luchenen la palestra del mercado por obte-ner demandas que igualen o superenla oferta y precios que sobrepujen loscostes; es decir, para asegurar ganan-cias. Porque, a diferencia de las inver-siones en capital fijo o las deudasfinancieras, la amortización/repro-ducción del capital humano se exter-naliza fuera de la economía monetariaal Estado y la familia. Es para favore-cer esta mayor explotación del trabajoque, cada vez más, el obrero «respon-sable» asume, junto a las tareas deproducción, otras de supervisión yreparación, mantenimiento, coordi-nación con otros e incluso se le solici-tan sugerencias de organización ydiseño, al tiempo que se reducen losniveles jerárquicos y técnicos e inge-nieros pasan cada vez más tiempo enla planta de producción.

No obstante, lo dicho hasta aquí esmás una descripción del presente queuna prospectiva de futuro. La marcadel trabajo asalariado ha sido su «fle-xibilidad funcional» (polivalencia) ysu «flexibilidad numérica» (precarie-dad). Por supuesto, sin olvidar la

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indisponibil idad de empleo paramuchos millones de personas quedesean tener uno. Junto a estas consi-deraciones, Richard Brown realizauna audaz propuesta: ¿por qué noindagar en las contradicciones delsistema la posibilidad de un futurocon pleno empleo (¿quizá con jorna-das reducidas?), trabajos normaliza-dos (más exigentes pero más intere-santes, con prestaciones socialesmejor administradas y más distribui-das) y con «buenos» trabajos (segúnel viejo ideal del artesano o el profe-sional autónomos o del empleadoinvolucrado en la gestión responsablede su empresa)?

Michael Schumann parece haberseplanteado una cuest ión próximacuando describe las formas parti-cipativas de organización del trabajo«enriquecido» en algunas empresasalemanas durante los años ochenta yel retorno de los métodos tayloristasdurante los noventa. A pesar de quela primera fórmula había producido,mediante acuerdos negociados sobrerendimientos y objetivos específicos,el desarrollo de los recursos humanos,la reducción del tiempo de produc-ción, el incremento de la utilizaciónde la maquinaria y la mejora de lacalidad, no obstante, la autoiniciati-va, la participación, la responsabili-dad y el acuerdo razonado han sidosustituidos en la búsqueda de incre-mentos inmediatos de productividadpor el aumento de la jerarquía, elcontrol y la exclusión de la partici-pación. ¿Por qué ha ocurrido estocuando es obvio que el sistema taylo-rista desperdicia y destruye innecesa-riamente recursos tanto humanoscomo naturales?

La respuesta de Schumann sugiereimplícitamente que la economía detransformación material y la economíade servicios de tratamiento de perso-nas y de información deben competirpor las fuentes de inversión con unaeconomía financiera, ésta sí, plena-mente globalizada y que ofrece confrecuencia espectaculares beneficios acorto plazo. La tentación para lasempresas es muy fuerte, esto es, apro-vechar los rendimientos elevados acorto plazo de los métodos tayloristasaunque se sepa con certeza que seestancarán a medio plazo. En cambio,apostar por diseños innovadores y, enespecial, por formar recursos humanosque producen buenos rendimientos esarriesgarse a descubrir que en un súbi-to giro especulativo del mercado la tie-rra se ha abierto bajo los pies de laempresa y la demanda se ha esfumado.

En último término, Schumann sepregunta si el modelo alemán basadoen la terna «alta calidad-alta cualifica-ción-altos salarios» debe inevitable-mente hincar la rodilla y asimilarse alo que ha constituido primero elmodelo de Asia oriental y luego deEstados Unidos: «competencia enprecios (no siempre pero a menudocon calidad discutible)-baja cualifica-ción-bajos salarios». Si se consideraque muy pronto esta segunda vía va aser transitada con decis ión porChina, Rusia y los Países del Esteeuropeo (respaldados por la abundan-te financiación cuyos réditos asegurasu excelente capital humano), parecepoco sensato que Alemania o cual-quier otro país industrial avanzadopretenda competir con estos países enel terreno donde poseen sus ventajasespecíficas.

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En suma, Schumann parece entre-ver una economía dual con países,sectores y empresas que producenbienes y servicios sofisticados a costeselevados, con mano de obra cualifica-da y obteniendo por ello altas rentas,opuesto a un mundo de países consectores y compañías basados en lahiperexplotación de la mano de obray la competencia en precios. El cate-drático de Derecho Valdés Dal-Ré dapábulo a la sospecha de que esa ima-gen de futuro es tácitamente asumidapor los agentes sociales a escala glo-bal. Cuando repasa la evolución de lalegislación laboral española durantelas décadas democráticas constata nosólo una creciente permisividad haciaformas de contratación más inespecí-ficas en cuanto al contenido de suactividad, a su duración y a los moti-vos de su suspensión, sino tambiénque el Estado, cada vez más, se sitúacomo un regulador subsidiario que seinhibe en cada vez más aspectos fren-te a lo que negocien las partes, capi-tal y trabajo. Valdés denomina esteproceso «laissez-faire colectivo» ytiene como consecuencia que lasempresas tiendan a consolidar unnúcleo fuerte de trabajadores esta-bles, cualificados y leales, mientras elgrado de precarización del resto de laplantilla se eleva, arrastrando conco-mitantemente ventajas económicas(menores sa lar ios) y s indicales(menor conflictividad). La mismadualización que se da en el mercadode las empresas se da de nuevo den-tro de éstas, y no por necesidades deajuste coyuntural a variaciones pasa-jeras de la demanda, sino porque secree que es una estrategia segura desupervivencia en un mercado cuya

inestabilidad y opacidad producepavor.

Estas fracturas duales producenefectos perversos, como el de unajuventud muy cualificada pero que seva descapitalizando paulatinamenteal no encontrar oportunidades deejercitar y ampliar su formación, encontraste con una población laboraladulta en ocasiones con una gransabiduría de oficio (a menudo, táci-ta) que sufre dificultades en su capa-cidad de adaptación y reciclaje profe-sional, muchas veces porque la direc-ción no reconoce su cualificación elí-cita y puede decirse que «técnica-mente» ni siquiera hablan el mismoidioma. La legislación puntual queintenta paliar estos defectos no va acontracorriente ni desvía el cursoprincipal de unas leyes que favorecencada vez más el ajuste inmediatoentre las necesidades operativas deuna empresa y su capacidad de con-tratar la fuerza de trabajo estricta-mente necesaria para solventarlo enel menor tiempo y con el menorcoste laboral posibles.

Aunque las múltiples combinacio-nes de las dicotomías arriba expuestasconfiguran ya una imagen bastanteplural y compleja del próximo futuro,Alain Wisner se ocupa en su artículode recordarnos que la realidad es aúnincomparablemente más compleja. Suartículo, de una claridad y bellezapedagógicas inigualables, se limita aseñalar tres fenómenos puntualespero cuya relevancia hace estallarcomo un castillo de fuegos artificialesla complejidad futura del mundo quetratamos de atisbar.

En primer lugar, Wisner destaca elámbito de la transferencia tecnológi-

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ca. Una larga historia de confusionesy fracasos ha puesto en evidencia quediversas causas geográficas, biológicasy nutricionales, culturales, lingüísti-cas, etc., han ocasionado el bajo ren-dimiento, el rápido deterioro e inclu-so el abandono de ambiciosos com-plejos industriales dolorosamentepagados con las exiguas rentas campe-sinas, la venta apresurada de materiasprimas no renovables o con un insa-ciable endeudamiento. En segundolugar, se observa cómo las cadenasjerárquicas de gestión, diseño y ejecu-ción funcionan sobre principios yvalores localmente muy distintos. Eltrabajo de P. D’Iribarne es subrayadopor Wisner por haber logrado mos-trar cómo la cultura de empresa ame-ricana se basa en la noción de cum-plimiento de un contrato siempre quecada parte deje claro a qué aspira dela otra; los Países Bajos, en cambio,subordinan la literalidad de los con-tratos a continuos procesos de rene-gociación donde en cada instante setrata de conciliar intereses e identifi-car lo mejor para los cooperantes; porúltimo, en Francia es vital para elfuncionamiento de las cadenas decomunicación y mando el conoci-miento y el respeto «del honor» de losdistintos sujetos en los grupos, rangosy órdenes profesionales a que perte-necen. Las tradiciones locales para ase-gurar cooperación y lealtad siguensiendo cruciales para el funciona-miento de los más complejos sistemasorganizativos modernos. En tercerlugar, Wisner abre la caja de Pandora:toda esta diversidad tan compleja estáen continua evolución, la naturaleza yla razón son sólo algunos de los ele-mentos de la arquitectura organizati-

va. Y a escala planetaria la dinámicaes imprevisible (la industria textilfrancesa se traslada a Tailandia y laconstrucción de un nuevo puentefronterizo hace que se desplace aLaos, con la sucesiva consternaciónde los trabajadores y gobiernos fran-cés y tailandés).

Si Wisner aventura algún atisbo defuturo es que la Comunidad Europea,y también los Estados Unidos, van atener que emplear toda su capacidadeconómica y diplomática de presiónpara evitar, mediante medidas arance-larias, f iscales, presupuestarias eincluso policiales, la fuga de empleosde sus territorios a otras localizacio-nes, como apetecen sus sectoresfinancieros. Y, paradójicamente, con-tener la inmigración que opta por losempleos marginales locales.

Por últ imo, Arnaldo Bagnascoescribe por extenso sobre algo queotros autores sólo han elaborado enmenor medida: la acción social deltrabajo como fuente de identidadescolectivas y movimientos de transfor-mación social. Sin duda, en las déca-das recientes se ha producido, comoconsecuencia de la dispersión, diversi-ficación y heterogeneización de lasocasiones y condiciones de empleo ytrabajo, un debilitamiento de la iden-tificación de los individuos potencial-mente activos con alguna clase social.No obstante, si la unión hace la fuer-za, la dispersión y la globalización notienen por qué debilitar la identidad,conciencia y actividad de clase. Espreciso tan sólo que las estrategias deacción se adapten a las nuevas condi-ciones. Por supuesto, es mucho másfácil para los parados franceses ocuparsus oficinas de empleo y a sus grandes

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sindicatos paralizar el país a favor dela jornada de treinta y cinco horas,mucho más que para los obreros/asorientales reivindicar, sin temor a laviolación de sus derechos humanos ylaborales internacionales, una mejorasalarial o de sus condiciones de tra-bajo.

Sin embargo, aunque el dominiode las transnacionales y la globaliza-ción distancien la actividad económi-ca tanto del Estado como de la socie-dad civil, dicha actividad debe radi-carse en alguna parte. Y el caso de losdistritos industriales muestra que lasredes locales de empresas necesitanestablecer vínculos de concordia ycooperación con las autoridades ypoblaciones locales para minimizar elconflicto y maximizar las oportunida-des de aprovechar súbitas ocasionesfavorables de mercado. Ésta da oca-sión para la formación de nuevasagrupaciones y alianzas entre cuyasinquietudes y objetivos esté la mejoradel trabajo del futuro.

Para concluir con unas brevísimasimpresiones, parciales y todo, el tra-bajo del futuro se distr ibuirá deforma desigual por el planeta; habrámás empleo asalariado —especial-mente manual— pero también másdesempleo; la proporción de mujeresempleadas fuera del hogar será cadavez mayor, al tiempo que se intentaerradicar el trabajo infantil; las activi-dades se polarizarán posiblemente

entre un extremo cualificado tecnoló-gicamente sofisticado, bien pagado ysocialmente protegido y otro poloque, típico-idealmente, será todo loopuesto; las actividades de transfor-mación material cederán rápidamenteespacio a los servicios de tratamientode la información y de atención apersonas (aun al coste de la proletari-zación de muchos sectores de estasactividades) por efecto de la desmate-rialización de la economía, productode una crisis ambiental que contem-pla el creciente agotamiento de losacervos de materias primas y el dete-rioro y desbordamiento de los sumi-deros de desechos y polución. Lainvestigación de las ciencias socialesdel trabajo se enfrentará, en conse-cuencia, a un inmenso reto: investigaretnográfica y ergonómicamente altrabajador en su actividad y, desde esepunto central, analizar los efectos deésta sobre su identidad personal, suvida doméstica, sus vinculaciones aso-ciativas, etc.; y, hacia arriba, las rela-ciones con los miembros de su mismaorganización productiva —en la coo-peración y en el conflicto— y las tra-mas de empresas en el ámbito local ymundial. O, más bien, «glocal», elescenario de las innovaciones, losconfl ictos y las reorganizacionescolectivas del futuro.

Juan Manuel IRANZO

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Existe ya una traducción al castella-no de la segunda parte de Las crisisdel presidencialismo, cuya versión ori-ginal fue publicada en 19941. Estesegundo volumen se presenta con elsubtítulo de El caso de Latinoaméricay, al igual que el anterior volumen,sus compiladores son Juan J. Linz yArturo Valenzuela.

En Las crisis del presidencialismo.Perspectivas comparativas (vol. 1),Linz expone los cuatro puntos quearticulan su tesis sobre la inferioridadde la forma de gobierno presidencia-lista frente a la parlamentaria: ladoble legitimidad que genera el presi-dencialismo; la rigidez que introducela elección de un presidente por unperíodo fijo; el juego de suma ceroque provocan las elecciones presiden-ciales, y el talante más antidemocráti-co que domina el estilo de hacer polí-tica en los gobiernos presidencialis-tas2. A la vez aborda, de forma másexplícita que en sus anteriores refle-xiones sobre el tema, la idea de que lainteracción entre los factores disfun-cionales del presidencialismo y lospropios efectos de éste contribuye areafirmar los primeros (los factoresque impiden su funcionalidad)3. De

ahí que, en términos de probabilida-des y si se compara con el parlamen-tarismo contemporáneo, el presiden-cialismo supone un mayor riesgo parauna política democrática estable.Argumento este último que mantie-nen a su vez, con mayor o menorfuerza, el resto de los autores del pri-mer volumen: Arend Lijphart, Gio-vanni Sartori, Ezra N. Suleiman,Alfred Stepan y Cindy Skach4. Unejemplo de este razonamiento: losdefensores del presidencialismo seña-lan que un sistema de partidos escasa-mente institucionalizado es una de lasexplicaciones de la dificultad paralograr niveles aceptables de estabili-dad democrática bajo fórmulas presi-dencialistas. Frente a este tipo deargumentos, Linz propone que es laforma presidencialista la que obstacu-liza, en gran medida, una mayor ins-titucionalización de los partidos por-que el presidencialismo conduce auna personalización de la política yanula el poder de los partidos en lalógica política.

Pero, además de esta discusión en

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A propósito de la obraLas crisis del presidencialismo. El caso de Latinoamérica (vol. 2)

JUAN J. LINZ y ARTURO VALENZUELA (comps.)(Madrid, Alianza Universidad, 1998)

1 Juan J. LINZ y Arturo VALENZUELA

(comps.) (1994): The Failure of PresidentialDemocracies, Westview Press, Boulder, Colo-rado.

2 A propósito de esta última cuestión,Jorge EDWARDS (1998): «Los sillones presi-denciales», en El País, 27 de abril, Madrid.

3 Un análisis más detallado del volumen 1,

junto con un desarrollo más extenso de estaidea, se encuentra en Ismael CRESPO y LeticiaRUIZ (1998): «A propósito de la obra Las cri-sis del presidencialismo. Perspectivas comparati-vas (vol. 1)», en Revista Española de Investiga-ciones Sociológicas, núm. 83, CIS, Madrid,pp. 323-332.

4 Véase Juan J. LINZ y Arturo VALENZUELA

(comps.) (1998): Las crisis del presidencialis-mo. Perspectivas comparativas (vol. 1), AlianzaUniversidad, Madrid.

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torno a los efectos de las caracterís-ticas esenciales y no esenciales del pre-sidencialismo, se han ido generandolo que se podría denominar otrossubdebates. La discusión metodológi-ca respecto al sesgo de los casos estu-diados5, y la reivindicación de queexisten distintos tipos de presidencia-lismo (con el consecuente ejercicio detipologización) y no una única fór-mula presidencialista que se repite entodos los países, son algunos de estossubdebates6. Junto a éstos, hay otrosaspectos que se consideran dentro delgran debate parlamentarismo vs. pre-sidencialismo. Por un lado, la necesi-dad de incluir otras variables, ademásde la forma de gobierno, como ele-mentos determinantes del éxito o fra-caso de los regímenes políticos. Eneste sentido, hay quienes defiendenque los factores socioeconómicos y lacultura política son elementos clave ala hora de explicar el funcionamientodel presidencialismo7. Otros autores,

aun moviéndose en el plano de lasvariables político-institucionales,defienden la necesidad de consideraraspectos como el sistema de partidoso el papel del Poder Judicial en lossistemas políticos8. Por otro lado, lacuestión de la viabilidad, así como lospeligros y costes de reformas consti-tucionales que implantasen regímenesparlamentarios, es otro de los ejes dela discusión sobre las formas degobierno9.

Estos subdebates están interconec-tados: unos conducen a otros y esosotros finalizan en los iniciales. Porejemplo, algunas de las tipologías depresidencialismo que se han elabora-do incluyen otros factores institucio-nales además de la forma de gobier-no. Así, Scott Mainwaring y MathewS. Shugart proponen para la regiónlatinoamericana una tipología de pre-sidencialismo a partir de la considera-ción del sistema de partidos (grado de

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5 Dieter Nohlen es uno de los primerosautores que hace referencia a los efectos delsesgo de lo que él denomina la «variable regio-nal»; véase Dieter NOHLEN (1991): «La refor-ma institucional en América Latina. Un enfo-que conceptual y comparativo», en D. Nohleny L. de Riz (eds.), Reforma institucional y cam-bio político, Legasa, Buenos Aires, pp. 14-20.

6 Ejemplos de trabajos que siguen estalínea de análisis son los de Scott Mainwaringy Mathew S. Shugart (eds.) (1997): Presiden-tialism and Democracy in Latin America, Cam-bridge University Press, Cambridge, y JorgeLANZARO (1998): «Uruguay: las alternativasde un prsidencialismo pluralista», en RevistaMexicana de Sociología, vol. LX, núm. 2,IISUNAM, México, pp. 187-215.

7 Véase, por ejemplo, Mathew S. SHUGART

(1995): «Parliaments over Presidents. Bookreview», en Journal of Democracy, vol. 2, núm.6, pp. 168-172.

8 Véanse, por ejemplo, Scott MAINWARING

(1995): «Presidencialismo, multipartidismo ydemocracia: la difícil combinación», en Revis-ta de Estudios Políticos, núm. 88, CESCO,Madrid, pp. 115-144, y Arturo VALENZUELA

(1998): «The crisis of presidentialism in LatinAmerica», en S. Mainwaring y A. Valenzuela(eds.): Politics, Society and Democracy in LatinAmerica, Westview Press, Boulder, Colorado,pp. 121-139.

9 Sobre la viabilidad y necesidad de estasreformas, véase Dieter Nohlen y Mario Fer-nández B. (eds.) (1998): El presidencialismorenovado. Instituciones y cambio político enAmérica Latina, Nueva Sociedad, Caracas.Sobre los peligros de las reformas constitucio-nales, véase Scott MAINWARING y Mathew S.SHUGART (1998): «Juan Linz, presidentialismand democracy: A critical appraisal», enS. Mainwaring y A. Valenzuela (eds.): op. cit.,pp. 141-160. Y sobre los costes, ArturoVALENZUELA (1998): op. cit.

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fragmentación y de disciplina inter-na) y el tipo de poderes constitucio-nales de los presidentes (proactivos oreactivos). O, por ejemplo, la refle-xión en torno a factores instituciona-les como el tipo de sistema de parti-dos o el papel del Poder Judicial con-duce frecuentemente a la compara-ción de los diferentes presidencialis-mos con el presidencialismo de Esta-dos Unidos. Y ello deriva en muchostrabajos en un ejercicio de reconoci-miento de la importancia de las cita-das variables de carácter socioeconó-mico y cultural10.

En este punto del debate, el «estu-dio de caso» se perfila como la opciónmetodológica más productiva paraavanzar en los distintos subdebates.Después de una década dedicada arankings de estabilidad y a considera-ciones eminentemente teóricas dentrode estudios generalizadores, no sepuede seguir aplazando el análisisdetenido de los efectos concretos dela forma de gobierno en la políticadiaria de cada país. Como señalaMario D. Serrafero, en relación a losregímenes latinoamericanos, es nece-sario el estudio combinado del diseñoconstitucional junto con un estudiode la dinámica política de cada país,teniendo un lugar privilegiado elestudio de la práctica institucional11.Y ése es el camino que, en principio,el lector atribuye a la compilación Lascrisis del presidencialismo. El caso de

Latinoamérica, el análisis pormenori-zado de los efectos de la forma degobierno en el juego político de sietepaíses de la región latinoamericana(Chile, Uruguay, Brasil, Colombia,Ecuador, Perú y Venezuela). Unaregión, por otro lado, en que las fre-cuentes quiebras democráticas y losposteriores procesos de transición yconsolidación democrática hansupuesto una mayor viveza en eldebate, seguido tanto por analistaspolíticos como por policy makers. Eneste contexto se analiza El caso deLatinoamérica, centrándose en dosaspectos: una consideración en tornoa la medida en que este segundo volu-men recoge los argumentos expuestosen el primero, fundamentalmente lastesis de Linz, y el grado de avanceque esta obra supone respecto a laagenda de investigación del debatesobre las formas de gobierno.

Los argumentos de Linzy los casos latinoamericanos

El estudio de Uruguay es, de algu-na manera, el que rescata la preguntasobre los efectos de las formas degobierno de una manera menos ela-borada, teniendo en cuenta las modi-ficaciones de la hipótesis inicial sobrela superioridad parlamentaria desde1984 hasta ahora. El trabajo de LuisEduardo González y Charles GuyGillespie considera los efectos quesobre la estabilidad democrática uru-guaya t iene la variable forma degobierno. Todo ello en el marco deun esquema explicativo más amplioque no desdeña la influencia de varia-bles socioeconómicas sobre la estabili-

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10 Véase Scott MAINWARING (1995):op. cit.

11 Mario D. SERRAFERO (1998): «Presiden-cialismo y parlamentarismo en América Lati-na: un debate abierto», en Revista Mexicana deSociología , vol. LX, núm. 2, IISUNAM,México, pp. 165-186.

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dad política. Desde esta perspectiva,los autores señalan que las crisis polí-ticas en Uruguay tuvieron lugar enmomentos en que el presidencialismose manifestaba con mayor fuerza, a lavez que la estructura de partidos, lasdificultades de generar coaliciones yla rigidez de un sistema cuasi-presi-dencialista (presidencialismo mixto)dejaban al sistema político con pocasposibilidades de superar coyunturaspolíticas adversas. Sin embargo, delanálisis propuesto para la situaciónposterior a 1966, en lo referente a laslimitaciones del régimen uruguayoparar proveer instancias de conforma-ción de coaliciones, queda claro quelas posibilidades de éstas no habríansido mucho mayores en un régimenparlamentario teniendo en cuenta lapolarización partidista previa al golpede Estado.

La misma pregunta, pero con unesquema mucho más próximo alplanteado inicialmente por Linz,orienta el trabajo de CynthiaMcClintock en su análisis de Perú.En el caso peruano, McClintock tienecomo objetivo demostrar el grado deresponsabi l idad de la forma degobierno en la quiebra de los regíme-nes constitucionales de 1936, 1948,1962, 1968 y 1992. La autora retomala idea de Linz sobre los peligros delpresidencialismo: exageración porparte del presidente de su mandato ypoder, rigidez del calendario electo-ral, conflictos entre ejecutivo y legis-lativo, polarización política, fomentode una estructura de partidos extre-madamente débil y volátil, así comola llegada de outsiders al poder. ParaMcClintock, estos peligros intervie-nen en la etapa de crisis entre 1980 y

la crisis constitucional de abril de1992. Mientras que las anteriores cri-sis de los gobiernos peruanos (entre1930 y 1968) están determinadas porel tradicional enfrentamiento entre laAPRA y la oligarquía aliada con losmilitares peruanos, más que por fac-tores institucionales. Tanto en el casode Perú como en el de Uruguay, lainfluencia de la forma de gobiernosobre el funcionamiento de los siste-mas políticos es planteada en térmi-nos de probabilidades. Es decir, elpresidencialismo no es el factor únicoy determinante de las crisis democrá-ticas, pero aumenta las probabilidadesde que éstas se produzcan.

Frente a la pregunta en su formamás pura (efectos del presidencialis-mo sobre la estabilidad democrática),el capítulo que Arturo Valenzueladedica a Chile centra su atención enlos efectos de la variable institucionalsobre una de las dimensiones del sis-tema político. En concreto, se anali-zan los efectos de la forma presiden-cial sobre el sistema de partidos chile-no, camino que también sigue Cathe-rine M. Conaghan en su estudio delcaso ecuatoriano. El argumento deValenzuela destaca el modo en que laforma presidencialista contribuye aaumentar el grado de polarización delsistema de partidos chileno en las eta-pas que precedieron al golpe de Esta-do de 1973. Además de las parálisisentre ejecutivo y legislativo y la faltade moderación de la política chilena,el presidencialismo desincentivó elmantenimiento en el tiempo de losintereses agregados y estructuradosmediante la dinámica coalicional. Así,la polarización en Chile, ya alta porlos clivajes que marcan la evolución

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del sistema de partidos, se vio agrava-da por la variable forma de gobierno.Sin embargo, retomando los argu-mentos de Linz, este análisis sobre elcaso chileno adolece de una conside-ración de los motivos por los que elsistema de partidos chileno presentauna alta institucionalización a pesarde enmarcarse en un sistema presi-dencialista. Y, lo que es más, unaexplicación de las razones por las queel régimen político chileno encontróalternativamente su salvación y suruina en la existencia de subculturasde derecha, centro e izquierda polari-zadas e incapaces de generar aislada-mente una mayoría para elegir al Pre-sidente o apoyarle durante la legisla-tura. Por su parte, e l trabajo deConaghan plantea el estudio del siste-ma de partidos como base de los pro-blemas de bloqueo entre ejecutivo ylegislativo, así como la responsabili-dad del presidencialismo en esta lógi-ca. Una fuerte limitación del trabajoes el corte temporal que realiza, yaque éste llega tan sólo hasta 1988. Enesa época la autora preveía que lospartidos de centro se fortalecerían enel sistema partidista ecuatoriano yservirían de referente de la acciónpolítica, aunque también señala queel papel desempeñado por el populis-mo seguiría vigente. Sin embargo, enlos años noventa se ha producido elhecho contrario: un declive progresi-vo de los partidos de centro, junto aun ascenso de la derecha política y elpopulismo.

El análisis del caso colombianocontempla también los efectos delpresidencialismo sobre el sistema departidos dentro de un estudio de casoen el que el objetivo principal es la

consideración de cuatro factores quebien son inherentes al presidencialis-mo, o bien están empíricamente aso-ciados a éste y tienen consecuenciasnegativas para la consolidación políti-ca del régimen: tentativas de controldel abuso de poder presidencial, com-binadas con el paradójico intento dereforzar el mismo; la ausencia de unpoder moderador y naturaleza deganador único de las elecciones presi-denciales, con su potencial de serioestancamiento ejecutivo-legislativo;ausencia de un poder moderador, y elpotencial polarizador de dichas elec-ciones. Con este argumento, Jona-than Hartlyn retoma lo que constitu-ye uno de los avances centrales de lanueva reelaboración de la discusiónde Linz sobre los efectos de las formasde gobierno sobre la estabi l idaddemocrática. En una primera partedel trabajo, el autor se basa en consi-deraciones históricas para señalar loselementos que han fortalecido estepresidencialismo en Colombia: nece-sidades de integración nacional y deevitar la dispersión política que con-ducen a la centralización del poder enuna figura; exceso de facultades asig-nadas al presidente; ausencia de unpoder moderador; sistema electoralde ganador único, y potencial polari-zador de estas elecciones que refuerzael bipartidismo favorecido por unEstado débil, violencia frecuente ypresencia militar marginal. En líneasgenerales, la discusión de Linz sobrelas características esenciales y no esen-ciales, señalada en las primeras líneasde este texto, encuentra en el análisisdel presidencialismo colombiano elrespaldo empírico necesario para serconfirmada.

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Al igual que en el análisis sobreColombia, Bolívar Lamounier desa-rrolla sus argumentos respecto a losefectos del presidencialismo en elcaso brasileño siguiendo las hipótesisde Linz desde un planteamiento his-tórico. Este autor reflexiona sobre losdiferentes tipos de presidencialismoque se han ido sucediendo en la his-toria presidencial brasileña. Este tipode análisis, calificado por Mainwa-ring de presidencialismo diacrónico,aunque no es frecuente en la literatu-ra sobre las formas de gobierno, esuna de las opciones metodológicasmás útiles12. El estudio de la evolu-ción del presidencialismo en un siste-ma político a lo largo del tiempo per-mite la caracterización de los distin-tos tipos de presidencialismo quepueden existir y la comprensión delmarco y dinámica de relación depoderes que estas diferentes formasde gobierno establecen o contribuyena establecer. Pero, además, el estudiode Lamounier realiza una extensaconsideración del proceso de confi-guración de lo que denomina lademanda parlamentaria en Brasil, quees un caso excepcional en el contextolatinoamericano por su experienciaparlamentaria y monárquica duranteel siglo XIX. Según el autor, esta expe-riencia, unida a la ingobernabilidad,principalmente durante el períododel presidente Sarney, y al nuevotexto constitucional de 1988, quereserva al legislativo supremacía enasuntos económicos y administrati-

vos, anteriormente competencia delejecutivo, incrementaron la percep-ción de la alternativa parlamentaristacomo algo más que un proyecto vir-tual. A propósito de esta cuestión,Lamounier explica las razones deltriunfo final de la opción presiden-cialista en el referéndum celebradoen el país.

El camino seguido por todos estosanálisis es la demostración, de formamás o menos precisa, de los efectos dela variable institucional forma degobierno sobre el sistema político osobre una parte de éste (mayoritaria-mente el sistema de partidos). Frentea este camino metodológico, MichaelCoppedge apuesta por un razona-miento inverso para llegar a la mismaconclusión. Es decir, demuestra elmodo en que dos variables no referi-das a la forma de gobierno, la bonan-za económica generada por la riquezapetrolífera y el papel del liderazgo,actúan como mecanismos compensa-dores de la lógica que el presidencia-lismo tiende a generar y, a partir deestas variables, explica la durabilidady estabilidad del régimen políticovenezolano «a pesar del presidencia-lismo». Quizá el principal problemadel análisis de Coppedge se debe almodo en que, junto a las dos varia-bles compensadoras (bonanza econó-mica y liderazgo), introduce la varia-ble fortaleza del sistema de partidoscomo tercera variable que explica suidea de «Venezuela democrática apesar del presidencialismo». Y ello esasí porque el trabajo adolece de unaconsideración al estilo de Linz, aligual que ocurría en el caso chileno,de los mecanismos por los que estesistema de partidos consigue alta ins-

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12 Scott MAINWARING (1990): «Presiden-tialism in Latin America», en Latin AmericanResearch Review, vol. XXV, núm. 1, pp. 157-179.

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titucionalización bajo formas presi-dencialistas13. En este sentido, si bienlos autores del segundo volumen deLas crisis del presidencialismo retoman,en mayor o menor medida, algunosde los argumentos que Linz manejaen el artículo que abre el volumen 1,no hay en este segundo volumen, sinembargo, una utilización rentable deargumentos tales como las caracterís-ticas esenciales y no esenciales del presi-dencialismo, los efectos disfunciona-les del presidencialismo y las variablescompensadoras de dichos efectos quepermiten un mejor funcionamientode unos presidencialismos respecto deotros14.

Avances en el debate presidencialismovs. parlamentarismo

El segundo volumen de Las crisisdel presidencialismo contribuye a rea-firmar la importancia, reivindicada yapor otros autores, de la consideración

de otras variables, más allá de laforma de gobierno, como responsa-bles de las crisis democráticas de laregión latinoamericana (otras varia-bles institucionales, pero tambiénvariables no institucionales). De espe-cial interés es la consideración de losefectos del factor humano en la evo-lución de los sistemas políticos (a estacuestión se le dedica especial atenciónen el caso venezolano en sus conside-raciones sobre el aprendizaje políticode las élites venezolanas)15. Asimismo,los siete casos considerados en estevolumen son prueba evidente de laproductividad del estudio de casocomo opción metodológica más apro-piada dado el punto en que seencuentra el debate presidencialismovs. parlamentarismo.

Pero, además, son de alto interéslas elaboraciones cercanas a la inge-niería institucional que todos loscapítulos dedican a las posibilidadesde la «demanda» parlamentaria en lossiete países. Estas reflexiones puedenayudar a dilucidar el desfase entre las

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13 Esta consideración de los efectos institu-cionales y las variables que compensan dichosefectos también permitiría explicar parte delproceso actual de desinstitucionalización delsistema de partidos venezolano.

14 Las comparaciones con el presidencialis-mo de los Estados Unidos que Valenzueladesarrolla en su capítulo sobre Chile son unavía de comprensión de bajo qué condicioneses posible este binomio, qué otras variablesinstitucionales intervienen en la estabilidad deun régimen democrático y los efectos com-pensadores de éstas. Así, en la comparacióncon los Estados Unidos, este autor destacaque el bipartidismo, el papel de los militares yde la Corte Suprema, así como los efectos delfederalismo, son factores decisivos y diferen-ciales del funcionamiento del presidencialis-mo norteamericano respecto a los presidencia-lismos latinoamericanos.

15 Este enfoque se asemeja a las más recien-tes explicaciones de los caminos y resultadosde las transiciones y consolidaciones demo-cráticas que combinan agencia (acción de lasélites principalmente) y estructura (variablespolítico-institucionales, forma de gobiernoentre ellas, y aspectos socioeconómicos)como factores determinantes de dichos pro-cesos. Ejemplos de este enfoque lo constitu-yen los trabajos de Jonathan HARTLYN

(1997): «Political continuities, missed oppor-tunities and institutional rigidities: Anotherlook at democratic transitions in Latin Ame-rica», en S. Mainwaring y A. Valenzuela(eds.): op. cit., y Michael BRATTON y Nicho-las VAN DE WALLE (1998): Democratic Experi-ments in Africa. Regime Transitions in Compa-rative Perspective , Cambridge UniversityPress, Cambridge.

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opiniones de las élites políticas y delos analistas políticos en el debatesobre las formas de gobierno. Pese aque la etapa de transiciones devolvióla atención a los arreglos instituciona-les, las élites parlamentarias de Amé-rica Latina no sólo demuestran unbajo nivel de conocimiento de laforma de gobierno existente en supaís, sino que además es difícil perfi-lar preferencias por países y por parti-dos políticos en la forma de gobiernopreferida (si bien existe una inclina-ción hacia fórmulas de gobierno mix-tas)16.

Sin embargo, el trabajo no culminasu esfuerzo por determinar los verda-deros efectos del presidencialismo yes más un estudio de la trayectoriapolítica de estos siete países enfatizan-do particularmente los efectos de lavariable forma de gobierno sobre elsistema de partidos. A esta deficienciacontribuye el hecho de que, a pesarde adoptar el estudio de caso comoestrategia de investigación, no seencuentran en el libro análisis com-prehensivos de las relaciones entre elCongreso y el Ejecutivo que contra-pongan el diseño constitucional y lapráctica institucional17. Pero, además,se debe al intento de cubrir períodostemporales demasiado extensos. Eneste sentido, si bien el estudio delpresidencialismo de forma diacrónicaes un campo útil y necesario paraavanzar en el debate sobre las formas

de gobierno, éste se ha de hacer deli-mitando el alcance de la comparacióndiacrónica a los efectos de la forma degobierno sobre unas cuantas dimen-siones del sistema político. Junto a laausencia de una atención detenida alas relaciones entre poderes y a laextensión temporal, la ausencia de uncapítulo final de conclusiones dificul-ta la obtención de un esquema de losefectos del presidencialismo en eljuego político de los siete países con-siderados en este segundo volumen.O, lo que es lo mismo, el avance enlo que Mainwaring califica como pre-sidencialismo comparativo18.

La falta de profundización en losanteriormente citados argumentos deLinz impide un mayor avance en lasaportaciones de este volumen al deba-te sobre los efectos del presidencialis-mo y a sus subdebates sobre los tiposde presidencialismo, las posibilidadesdel binomio estabilidad y presiden-cialismo, o la definición de las varia-bles no referidas a la forma de gobier-no que inciden en dicho binomio. Entodo caso, el libro es una cita obliga-da para los seguidores del debatesobre los efectos del presidencialismo,puesto que combina la renovaciónque supone sumarse a la tendenciaactual de análisis del presidencialismopor países con lo que ya es un ele-mento «clásico»: el estudio de los pre-sidencialismos de América Latina19.

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16 Véase Antonia MARTÍNEZ (1997): «Élitesparlamentarias y cultura política en AméricaLatina», en P. del Castillo e I. Crespo (eds.):Cultura política, Tirant lo Blanch, Valencia,pp. 115-154.

17 Ésta es una de las principales críticas deMathew S. SHUGART (1995): op. cit.

18 Scott MAINWARING (1990): op. cit.19 Otros ejemplos de desarrollo de las ideas

de Linz lo constituyen los trabajos de ScottMainwaring y Arturo Valenzuela (eds.)(1998): op. cit.; Arend LIJPHART: «The virtuesof parliamentarism: But which kind of parlia-mentarism?», y Josep M. COLOMER: «Theblame game of presidentialism», ambos publi-

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Todo ello acompañado, además, deun importante trabajo de recogida dedatos sobre resultados electorales,reformas constitucionales, coalicio-nes, cambios de gabinete de gobierno

y encuestas de opinión, con que losautores acompañan sus análisis.

Leticia RUIZ e Ismael CRESPO

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El estudio sobre Los valores socialesde la cultura andaluza, de los profeso-res Juan del Pino y Eduardo Bericat,de la Universidad de Málaga, editadoen la Serie Monografías del Centro deInvestigaciones Sociológicas, y publi-cado en mayo de 1998, entronca conla larga tradición de investigaciónsociológica sobre valores, iniciada enEspaña a finales de los años cincuentabajo el magisterio de J. J. Linz yteniendo como referencia la «CulturaCívica» de G. A. Almond y S. Verba.

Línea de investigación permanente-mente ampliada, desde entonces, conuna extensa relación de publicacionesque recogen análisis monográficos,series temporales y estudios compara-tivos diversos. De especial interés sonlas series temporales, de las que sonbuen ejemplo las publicadas por laFundación Santa María, el Observa-torio Data o las que periódicamentepublica el CIS.

En esta ocasión el estudio se ha rea-

lizado a partir del modelo de Encues-ta Mundial de Valores, aplicada enmás de cincuenta países, entre 1995 y1996, dentro de un gran análisis dealcance mundial que coordina el pro-fesor Ronald Inglehart (EE.UU.) yque dirige en España el profesorJ. Díez Nicolas.

La descripción del universo valora-tivo, que sirve de referencia en laaplicación y desarrollo del estudio,considera la cultura como el elementosimbólico y referencial que regula laconducta del hombre, impelido a ele-gir entre componentes referenciales alos que otorga orden de preferencia.Estos criterios de preferencia, queorientan la conducta a un determina-do curso de acción, se denominan«valores» y forman un conjuntoestructurado, identificado como el«universo valorativo», común a ungrupo de personas. Su característicafundamental es su contenido consen-sual, moral y emocional, llegando aser referente descriptivo de una socie-dad concreta en un momento deter-minado. De aquí el interés por inda-gar los valores sociales y compararcomportamientos colectivos basándo-

cados en H. E. Chehabi y A. Stepan (eds.)(1995): Politics, Society and Democracy. Com-parative Studies, Westview Press, Boulder,Colorado, pp. 363-374 y 375-392, respectiva-mente.

JUAN DEL PINO y EDUARDO BERICAT

Los valores sociales de la cultura andaluza(Madrid, CIS, 1998)

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se en la distinta relación de preferen-cia que establecen los miembros queforman parte de cada sociedad.

En el estudio de los profesores DelPino y Bericat el universo valorativose ha considerado construido a partirde tres grandes apartados: la cultura,la política y la sociedad. En el ámbitocultural, lo significativo es el tránsitodesde el individualismo y el raciona-lismo instrumental dominantes en lamoral moderna al sociohumanitaris-mo y revalorización de lo social, quese imponen en lo moral posmoderna.En el ámbito político, las referenciasvalorativas se diferencian entre lasdualidades del «conformismo y criti-cismo» y de «centralidad y marginali-dad». Ambas dualidades se insertanen el proceso de legit imidad delorden legal establecido que todopoder político pretende. En el ámbitode la inserción social, los factoresmorales se estructuran en torno a unacadena valorativa basada en tres ten-dencias actitudinales opuestas: la pri-mera se refiere a la valoración basadaen el «ser» o en el «hacer»; la segundasitúa la escala de preferencia entre losextremos de integración y de exclu-sión; y la tercera establece en la natu-raleza de la relación social próximacondiciones de cooperación o decompetencia. De este modo, en elesquema analítico utilizado cabe dis-tinguir tres niveles de análisis: cultu-ral, político y social, que se disgregana su vez en tres modalidades secuen-ciales donde cabe situar tanto las per-sonas como las sociedades. Así, en elespacio cultural puede hablarse deactitudes tradicionales, modernas yposmodernas. En el espacio políticose podrá diferenciar entre actitudes

conformistas, críticas y marginales.Y en el nivel social se distinguiráentre orientaciones hacia el reconoci-miento del otro, basado en el ser o enel hacer; manifestaciones hacia losotros que oscilan entre la integracióny la exclusión, y actuaciones conjun-tas que se sitúan entre la cooperacióny la competencia.

Cada una de estas posiciones valo-rativas es resultado del orden de pre-lación establecido en las dimensionesque definen los factores identificadosen cada nivel de análisis. De tal modoque, por ejemplo, el factor de «inte-gración», identificado en el ámbitosocial, implica actitud receptiva aldesfavorecido, tolerancia, aceptaciónde las diferencias. Cada uno de estoscomponentes se escala en función deunos coeficientes de saturación, queestablecen orden de preferencia enfunción de las variables sociodemo-gráficas: edad, sexo, estatus social,nivel educativo

Se trata de hacer operativo elesquema analítico que permite exami-nar el universo simbólico y referen-cial, que regula la conducta del hom-bre con los planteamientos de inter-accionismo simbólico: el significadoque se otorga a los objetos tiene unainterpretación socialmente comparti-da. La dimensión espacial y temporaldel conjunto de significados le con-fiere capacidad de identificacióncolectiva y emocional. Y la identifica-ción simbólicamente estructuradahace posible la representación de lasagrupaciones colectivas como entida-des singulares con trayectorias dife-renciadas. Puede explicarse así la coe-xistencia de subculturas dentro deuna cultura más amplia, o la presen-

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cia y desarrollo de las nacionalidadesen el espacio político del Estado/Nación.

En la obra analizada se detallan losvalores dominantes de la culturaandaluza en referencia comparativacon los valores vigentes en el conjun-to de la sociedad española. De su exa-men se aprecian diferencias significa-tivas en las asignaciones de valorotorgadas a la familia, a las relacionessociales, a la religión y a la moralidad,a los temas económicos y laboralesmás convencionales, y a los temassocioeconómicos de más reciente apa-rición como el desarrollo tecnológicoo el ecologismo. Se examinan tam-bién comparativamente los valoresrelacionados con actitudes y compor-tamientos políticos.

A lo largo de los cinco grandescapítulos que estructuran la obra seintercalan los comentarios analíticosque explican no sólo las diferenciasde valor asignado entre la sociedadandaluza y la sociedad española, sinola distribución de la valoración otor-gada en función de las variablessociodemográficas en una aclaracióncausal que permite el modelo de aná-lisis factorial múltiple adoptado. Loscomentarios se acompañan de resul-tados numéricos representados entablas y de representaciones gráficas.Especialmente utilizados son los grá-ficos de dispersión. El análisis sucesi-vamente desagregado va perfilando lasingularidad de la cultura andaluza.Una identidad cultural basada másen diferencias objetivas de significa-do que en una conciencia de singula-ridad colectiva excluyente. En elminucioso análisis de los profesoresDel Pino y Bericat se examinan nue-

vas dimensiones como las del «loca-lismo» centrado en el particularismodel territorio municipal, la «identi-dad dual» del regionalismo andaluz yla nación española, en la medida enque la identidad española se apoya enelementos simbólicos de la culturaandaluza, y en el carácter integrador,opuesto a toda exclusión de la cultu-ra andaluza; y la escasa presencia deidentificación europea, con relación aun sentido universal que se asocia alsentido de «pertenencia mundial».Cuando se desciende en el análisisdel sentimiento andalucista se com-prende el populismo dominante y sudificultad de conectar con aquellosgrupos de población que tienen capa-cidad de hegemonía social y de lide-razgo. De aquí el escaso desarrollodel nacionalismo andaluz vinculado agrupos sociales dominantes. Cues-tión diferente es la utilización polí-tica que pueda aplicarse al andalu-cismo.

Los detalles explicativos que se vie-nen comentando en ocasiones cuen-tan con una referencia comparativacon relación a otros nacionalismos oregionalismos y al conjunto de Espa-ña; en otros casos la referencia com-parativa está ausente. Se echa en falta,y es una sugerencia que brindo a losautores para ediciones próximas, unmodelo referencial común, que figureen un resumen de cada capítulo o delconjunto de la obra a modo de con-clusión. Los resúmenes tienen elindudable riesgo de la simplificación,pero ofrecen la ventaja de facilitar uneje vertebrador en la lectura y ordenarlos matices complementarios deldetalle analítico.

El estudio finaliza con dos Apéndi-

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ces metodológicos de considerablevalor didáctico. En el primer Apéndi-ce se recogen unas «Precisiones meto-dológicas y técnicas de la investiga-ción», desde el diseño de la encuestahasta el detalle de las muestras demo-gráficas seleccionadas en cada uno delos municipios elegidos en las ochoprovincias andaluzas, hasta las carac-terísticas de las técnicas de análisisutilizadas: univariable, variable, mul-tivariable y análisis de la varianza,incluyendo ejemplos ilustrativos. Enel segundo Apéndice se transcribeuna copia autorizada del cuestionario,cuya cumplimentación personal serecomienda al lector en las páginas de

la Presentación como fórmula eficazpara iniciar su lectura.

En suma, el estudio sobre Los valo-res sociales de la cultura andaluza esun análisis bien planteado y mejorresuelto sobre el tema, siempre vigen-te, de la cultura y de los valores queforman parte de ella. En el marco deuna referencia empírica concreta seha elaborado una destacada aporta-ción al conocimiento de la capacidadsimbólica de las entidades colectivas ya las diversas formas de reconoci-miento social y de sentido de perte-nencia al grupo.

Isabel DE LA TORRE PRADOS

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JUAN MANUEL IRANZO y JOSÉ RUBÉN BLANCO

Sociología del conocimiento científico(Madrid, CIS/Universidad Pública de Navarra, 1999)

En el siglo que ahora acaba, laciencia ha logrado culminar, frente alresto de formas sociales de conoci-miento (religión, ideología y sentidocomún), la conquista de una situa-ción de privilegio en la descripción yexplicación del mundo físico-naturaly de la realidad social. A lo largo delos últimos doscientos años, los cien-tíficos sociales procedieron a desvelarlos mecanismos que subyacen debajode la pretendida naturalidad de estasformas de conocimiento tradiciona-les. Pero, frente a esta pauta, la cien-cia (sus estándares metodológicos ysus productos cognitivos) acabó que-dando fuera del alcance de sus proce-

dimientos de escrutación social .Quedó como un tipo de conocimien-to superior a los tres tipos señaladosanteriormente, no estando afectadosu contenido (y, en sus versiones másextremas, tampoco su génesis) por laimpronta social. Este hecho puedeexplicarse como convergencia devarios factores: en parte, por el ex-traordinario cambio que experimen-taban las nacientes sociedades moder-nas y capitalistas, levantado en buenamedida sobre el papel que jugaban laciencia y su continuum tecnológico enla producción y articulación socioeco-nómica; en parte, por la propia nece-sidad de los científicos sociales de afe-

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rrarse a un modo de conocimientoque, siendo el suyo, legitimaba y con-fería fuerza superior a sus afirmacio-nes en la batalla que libraban contraclérigos, moralistas o políticos y suspoderosas instituciones; y, en parte,por las doctrinas emergentes que, yadesde siglos anteriores, fundamenta-ban esa nueva fuerza histórica queirrumpía con inusitada fuerza en elpanorama intelectual. Tarea ésta, defundamentación epistemológica, queen el mundo académico asumió comopropia la filosofía. El resultado fue unmovimiento genérico denominadopositivismo que acabó conquistandoel conjunto de círculos sociales (desdelas clases más populares a las élitespolíticas), y cuya concreción filosófi-ca más descollante desarrolló, ya en elsiglo XX, el positivismo lógico (princi-palmente el Círculo de Viena).

Esta concepción, que se mantuvoincólume hasta bien entrada la déca-da de los años cincuenta, era lo sufi-cientemente poderosa en las primerasdécadas del siglo XX como para impe-dir la articulación de una corrientealternativa tanto en términos cogniti-vos como de grupo, aunque intentosde sólido calado no faltaron. Así, amediados de la década de los treinta,una serie de autores habían ya afirma-do que el medio social afectaba alconocimiento científico. Mannheim,en su influyente Ideología y Utopía, yaun con muchas dudas a lo largo desus páginas, señaló (basta leer el textocon detalle) la influencia social queafecta al conocimiento científico,tanto el obtenido sobre el mundosocial como el referido a la naturaleza(no así en el caso de las matemáticasy la lógica, que quedaban como

expresión del conocimiento no afec-tado socialmente). Merton, en susescritos iniciales como joven doctor(y en otros posteriores), también afir-mó que el conocimiento científicoverdadero era un conocimientosocialmente certificado, un conoci-miento que se tiene por válido. Poresos mismos años, Popper, malinter-pretando a Mannheim y a la sociolo-gía del conocimiento en general,publicó La Sociedad Abierta y sus ene-migos, en la que argumentaba a favordel componente social del métodocientífico (su naturaleza pública)como la forma de garantizar la objeti-vidad en la ciencia. E incluso unosaños antes (1934), Fleck1, en su estu-dio de caso sobre la sífilis, mostrócómo un concepto se construye a par-tir de un grupo científico con un esti-lo de pensamiento concreto. Pero,como es bien conocido para el lector,estas y otras operaciones como la queDurkheim había apuntado conanterioridad en Las formas elementalesdel pensamiento religioso estuvierondestinadas (al menos durante losveinte o treinta años siguientes) alolvido y arrinconamiento2. Sin duda,

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1 Ludwik FLECK, La génesis y el desarrollo deun hecho científico, Madrid, Alianza Editorial,1966. Véase también Julián ATIENZA, RubénBLANCO y Juan Manuel IRANZO, «LudwikFleck y los olvidos de la sociología», REIS,núm. 67, julio-septiembre 1994.

2 Como medida de aislamiento se trazóuna línea que delimitara el alcance de susproposiciones a lo circundante o más externo,como sucedió con las tesis de Hessen sobreNewton en la historia de la ciencia (Congresode Historia de la Ciencia de 1931, en Lon-dres). La división acabó cuajando teórica-mente en la distinción internalismo/externa-lismo.

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eran intentos de adelantarse a sutiempo, a un Zeitgeist que fagocitabay hacía imposible cualquier intento,teórico o empírico, de seguir avan-zando por la vía de poner de mani-fiesto la vinculación de lo social no yacon la validación del conocimientocientífico (como en estricta precisiónhabía señalado Reinchenbach), sinoincluso con su génesis.

Los rasgos principales de esta líneadiscursiva neopositivista que dominóla explicación de la ciencia hasta fina-les de los años cincuenta, los prime-ros síntomas de la crisis de la manode filósofos e historiadores de la cien-cia (Toulmin, Hanson y Feyerabend,entre otros) que reclamaban un papelmás activo para la realidad históricaen detrimento de la reconstrucciónlógico-epistémica, el papel de Kuhn,la revitalización de la obra de Poppercomo alternativa racionalista al posi-tivismo lógico, el debate Kuhn-Pop-per de 1965 y sus consecuencias(como, por ejemplo, la sofisticaciónde las posiciones popperianas graciasa la obra de Lakatos), el refugio deuna parte de la filosofía racionalistaen la reconstrucción lógica (la con-cepción estructural-semántica), sonbien conocidos y sobra, por consi-guiente, aquí cualquier nuevo apuntereconstructor. Máxime cuanto queuna buena parte del libro que recen-sionamos (uno de los dos núcleosduros de los que consta) se dedica areconstruir, con notable elegancia ysoltura, este giro social en la teoríadel conocimiento científico.

El impacto de este cambio concep-tual tardó algo más en llegar a lasociología (a caballo entre la décadade los sesenta y la de los setenta),

pero su impronta fue especialmentesignificativa. Sin duda, como advirtiócon su intuición de gran pioneroMulkay, porque la obra de Kuhn, alestablecer que el conocimiento cientí-fico era la cultura particular de ungrupo social concreto (las comunida-des científicas), situaba en una posi-ción de privilegio a la sociología delconocimiento. Pero lo más paradójicode este cambio fue que la reivindica-ción principal de la sociología delconocimiento, como paraguas para laindagación en el conocimiento cientí-fico, no provino de ningún grupo desociólogos académicos, sino de laScience Unit de la Universidad deEdimburgo, integrada, básicamente,por científicos sensibles al impactosocial de la ciencia (Edge, Barnes,Shapin) y filósofos preocupados porcuestiones epistemológicas (Bloor).Es decir, los autores centrales delautodenominado Programa Fuerte. Elanálisis de esta corriente constituye elsegundo y último núcleo básico dellibro que nos ocupa.

Como era de esperar, todos losdebates que se sucedieron en torno alnuevo enfoque del conocimientocientífico llegaron a nuestro país connotable retraso3. Aun cuando a lolargo de finales de los años ochenta y

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3 Todavía recuerdo cómo a finales de losaños setenta, siendo estudiante de primercurso de sociología, el profesor de metodolo-gía de las ciencias sociales nos presentaba,creo que notablemente impactado por sustesis, a Kuhn y a su famoso libro como la granobra de referencia sobre la ciencia. Porsupuesto, de su proyección para y desde lasociología del conocimiento no supe nadahasta casi el inicio de los cursos de doctorado,gracias a profesores como Esteban Medina oEmilio Lamo de Espinosa.

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primeros de los noventa comenzarona aparecer en castellano artículos ycapítulos de libros que dedicaban suspáginas al Programa Fuerte y al con-junto de corrientes de la sociología dela ciencia y del conocimiento científi-co, el libro de los profesores JuanManuel Iranzo y José Rubén Blancorepresenta, como señala Miguel Bel-trán en su prólogo, «la consumaciónde la (tardía) recepción en España dela escuela de sociología del conoci-miento científ ico construida enEdimburgo». Pero incluso diré yoalgo más. Creo que nos encontramosante el libro que narra el origen,supuestos, desarrollos y debates delPrograma Fuerte de la manera máscompleta, exhaustiva y erudita. Y esuna suerte que esta labor se hayahecho en nuestra lengua y por jóve-nes profesores de nuestra comunidadacadémica.

El libro en cuestión consta de casi400 páginas de texto más unas 50páginas de una completa y actualiza-da bibliografía. Como he señalado, seestructura en torno a dos grandesapartados o núcleos duros. El prime-ro, desde los capítulos primero alcuarto, va pasando revista a la teoríadel conocimiento desde la Ilustra-ción, la filosofía positivista, Popper,Kuhn, Feyerabend, Lakatos y lasociología del conocimiento y de laciencia, con Mannheim y Mertoncomo figuras señeras. El esquema depresentación va ilustrando los límitesde la visión racionalista, tanto en lafilosofía como en la sociología delconocimiento y de la ciencia, yponiendo de relieve el progresivo girosocial en la teoría del conocimiento.El segundo, desde los capítulos sexto

al décimo, se centra en la descripcióny análisis del Programa Fuerte, susorígenes, los autores más señeros, labase f i losófica que lo orienta, ladeclaración metodológica para susestudios empíricos (que se describen)y las diversas controversias que confilósofos y sociólogos de distintaorientación ha mantenido. Entreambos núcleos se inserta, como unpuente que facilita la transición, elcapítulo quinto, que ilustra las discu-siones que sobre la racionalidad sehan sucedido en Antropología, Filo-sofía y Sociología. Su interés radicaen mostrar cómo los estudios antro-pológicos habían puesto de manifies-to, mediante el método comparativo,el componente convencional y relati-vista de conocimientos que creyentesde uno y otro signo tenían por natu-rales e inmutables. Tras el recorridosobre el Programa Fuerte aparece,como una coda, el capítulo 11, dedi-cado a exponer sucintamente otrascorrientes de las llamadas sociologíasdel conocimiento científ ico. Laestructura del libro se completa conla Introducción, que presenta los pro-blemas y corrientes que van a ser tra-tados, y unas Consideraciones finales(capítulo 12) que trazan, tentativa-mente, un balance (de mínimos) delos logros del Programa Fuerte ante elgiro social del conocimiento científi-co.

Respecto del contenido del libro,cabe señalar que destaca por su sol-vencia intelectual y por el formidabledespliegue de erudición y manejo delas fuentes bibliográficas, tanto en laparte dedicada a la disección de lateoría del conocimiento clásica comoen las páginas que se ocupan del Pro-

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grama Fuerte. En lo que se refiere aesta última corriente, nos encontra-mos ante una reconstrucción exhaus-tiva de las líneas, autores y problemasque convergieron en la gestación ydesarrollo del denominado ProgramaFuerte. Es este aspecto, y éste es unode los grandes valores añadidos dellibro, la obra de los profesores Iranzoy Blanco es un completo estado de lacuestión de esta Escuela que disuelvelos tópicos que, acompañados de unabuena dosis de desconocimiento, cir-culaban en nuestra comunidad sobreel Programa Fuerte: que si era unacorriente más de la postmodernidad,que si trataba de disolver la autoridadde la ciencia, que si eran unos radica-les ajenos a la tradición y a la fuerzade la ciencia, etc. Con respecto a laprimera parte del libro, aparte de laexhaustividad del recorrido, hay quevalorar muy positivamente el pene-trante estilo diseccionador (cual nava-ja de Ockham) que va anotando, des-montando y eliminando todas losconceptos y categorías superfluosque, al modo de la heurística negativade un programa de investigaciónregresivo, la filosofía racionalista de laciencia había ido introduciendo a lolargo del siglo XX para evitar asumirque el conocimiento científico eratambién una forma social de conoci-miento, dependiente por tanto degrupos sociales concretos. Es decir, delo que retóricamente solemos llamarlas comunidades científicas.

Sin embargo, el libro deja entreveruna significativa asimetría entre lasdos grandes partes que lo conforman.De un lado, en el primer núcleo, seexhibe una vigorosa línea de revisióny discusión crítica, de penetrante

incrustación de la perspectiva socioló-gica en la teoría del conocimientoclásico, que va batiéndose en retirada.De otro, en la segunda parte, el análi-sis del Programa Fuerte se concibe yestructura como una historia de lasideas, al estilo de las reconstruccionesracionales que Lakatos, un conspicuoracionalista, propugnaba para la his-toria de la ciencia. Resulta chocante,pues, que ese componente de reflexi-vidad que explícitamente Bloorasume en su declaración metodológi-ca (lo más parecido a un acta funda-cional de esta Escuela) quede desdi-bujado a lo largo de esta segundaparte de la obra. Esta disintonía, quealeja a los autores de un procedereminentemente sociológico, se corro-bora por el abandono en esta partedel libro de temas que han ocupado aautores tan señeros del ProgramaFuerte como Barnes (el poder y lateoría social) o el estudio en detallede la decantación hacia los estudiossociales de la tecnología en la segundageneración de autores del ProgramaFuerte (el caso paradigmático lo cons-tituye D. Mackenzie). Este déficittiene su máxima expresión en el exi-guo espacio (capítulo 11) dedicado alas corrientes de orientación socioló-gica posteriores al Programa Fuerte, apesar de que el libro lleva por títuloun genérico Sociología del conocimien-to científico.

En todo caso, otra de las grandesvirtudes de este libro es que a lo largode sus páginas van apareciendo, connotable precisión intelectual, los dis-tintos problemas y encrucijadas quehan ido enmarcando los debates epis-temológicos en la tradición occiden-tal . De entre todos el los pueden

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entresacarse algunos especialmentepolémicos que invitan a una discu-sión en profundidad, máxime cuantoque las tesis fundamentales del libro,en consonancia con el ProgramaFuerte y el giro social que protagoni-zó en el análisis del conocimientocientífico, apuestan por los principiosdel relativismo (no hay ningún crite-rio universal que garantice la verdadde una proposición o la racionalidadde una creencia), del constructivismo(el conocimiento científico es unarepresentación que no proviene direc-tamente de la realidad) y de la natu-ralización (se rechaza la distinciónentre contexto de justificación y dedescubrimiento). Esta tríada de con-ceptos ha permitido un notable incre-mento de la evidencia empírica y delconocimiento disponible sobre la vidacientífica, es decir, sobre los procesosde generación y validación del cono-cimiento científico. Algo que, a mientender, debe ser reconocido sinningún genero de dudas. Sin embar-go, el manejo que las autodenomina-das sociologías del conocimientocientífico (y no sólo el ProgramaFuerte) han hecho de la propia teoríasocial ha sido más bien insuficiente.Y esto a pesar del énfasis que, sobretodo el Programa Fuerte, ha hecho endedicar las energías a los estudios decaso, ahorrándolas de la discusiónteórica y epistémica. En suma, queapostar por el constructivismo noimplica, necesariamente, obtener unacomprensión y explicación más com-pleta del conocimiento científico,puesto que, paradójicamente, la con-ceptualización de «lo social» ha que-dado, en esta tradición, laxamentedesdibujada por mor de la primacía

concedida a la cuestión epistemológi-ca y a la acumulación de casos empí-ricos según una lógica inductivista.De otro lado, asumir el relativismono es una fórmula que garantice laexclusiva en el acceso al entramadosocial de la vida y el conocimientocientífico. En efecto, desde la sociolo-gía de la ciencia clásica (Merton oZiman, entre otros) se ha defendidola tesis de la verdad científica comouna forma social y singular de cono-cimiento que requiere el consenso.Que la fórmula haya quedado, comose señaló anteriormente, sólo apunta-da en el plano conceptual y que hayasido arrinconada en términos de lainvestigación empírica4, no impidesostener su pertinencia para promo-ver la investigación empírica de losprocesos de generación y validacióndel conocimiento científ ico. Ensuma, que una cosa es rechazar la dis-tinción entre contexto de justifica-ción y de descubrimiento como unafórmula que, desde la tradición racio-nalista, ha impedido a la sociologíade la ciencia abordar el problema dela génesis y validación del conoci-miento científico (puesto que impli-caba una opción asimétrica y caritati-va respecto del trabajo de la filosofíaracionalista), y otra asumir que elprincipio de naturalización lleve con-sigo que la sociología del conoci-miento científico se convierta en lamejor epistemología posible. Afirma-ción ésta del Programa Fuerte queconfunde y solapa lo que son dos pla-

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4 Sobre el particular, véase Emilio LAMO

DE ESPINOSA, José María GONZÁLEZ GARCÍA yCristóbal TORRES ALBERO, Sociología del cono-cimiento y de la ciencia, Madrid, Alianza Edi-torial, 1994, pp. 480-483.

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nos distintos: a) el de la acumulaciónde evidencia empírica y su correspon-diente explicación social de la génesisy validación del conocimiento cientí-fico, y b) el de la fundamentacióngnoseológica de dicho conocimiento.Al igual que ya ha hecho la tradicio-nal sociología del conocimiento conlas otras formas sociales de conoci-miento, e laborar explicacionespotentes sobre aspectos concretos deestas formas no impide que podamosprofesar unas determinadas creenciasreligiosas, asumir unos principiosideológicos o comportarnos de acuer-do a unas recetas concretas en la vidacotidiana. De igual manera, el queencontremos explicaciones sociológi-cas potentes acerca de la génesis yvalidación del conocimiento científi-co no invalida nuestra confianza en laciencia, puesto que la reflexividad esuna parte indesligable de nuestra vida

social. Y en la sociología del conoci-miento y de la ciencia converge,como en ninguna otra especialidad, elsujeto cognoscente y el objeto porconocer. Así que, en buena tradiciónreflexivista, celebremos la paradoja ysuspendamos la disputa sobre el diosde la razón (racionalista o relativista)que debemos adorar.

En definitiva, celebremos la apari-ción de libros como el escrito por losprofesores Juan Manuel Iranzo yRubén Blanco, pues nos muestran lariqueza de debates y reflexiones que,a finales del siglo XX, los sociólogosespañoles somos capaces de asumircon el mayor de los tinos teóricos y lamejor frescura intelectual. Que durepor mucho tiempo y que el esfuerzono caiga en saco roto.

Cristóbal TORRES ALBERO

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JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ GARCÍA

Metáforas del poder(Madrid, Alianza Editorial, 1999)

El nuevo texto de José María Gon-zález, que aquí presentamos: Metáfo-ras del poder, continúa una trayectoriade análisis sociológico de la metáforaque ya había comenzado con Lamáquina burocrática (1989) y con Lashuellas de Fausto (1992). Sin lugar adudas, el autor logra urbanizar deforma creativa esta provincia de signi-ficado de las ciencias sociales que, poruna razón o por otra, no ha tenido

todavía en el mundo de habla hispanademasiado desarrollo; por tanto,podemos situar su nombre junto al deHans Blumenberg en Alemania y alde George Lakoff en USA, amén detodos los nombres clásicos con losque él establece un fructífero y pro-metedor diálogo.

Para José María González, el puntode partida no es el hecho social encuanto tal, a la manera durkheimia-

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na, sino más bien aquello que consti-tuye al hecho social como algo social-mente significativo, es decir, la inter-pretación. No olvidemos, como apun-taba Max Weber, que la cultura, todoese conjunto de interpretaciones (y deconflictos de interpretación), no essino ese ámbito delimitado de la infi-nitud desprovista de sentido del acae-cer universal, al cual los seres huma-nos otorgamos sentido y significa-ción. En este conjunto de interpreta-ciones constatamos la presencia deuna dimensión denotativa presente enla percepción de objetos-hechos comoel pan y el vino, que está conectada aotra dimensión apoyada no tanto enla percepción, sino en la imaginación,en la trascendencia de lo dado, quelleva, dentro del cristianismo, porejemplo, a considerar al pan y al vinocomo el cuerpo y la sangre de Cristo.Es en esta dimensión donde el autorva a ir desvelándonos sus claves inter-pretativas. Es en el lenguaje de lossímbolos, de los emblemas, de lasimágenes, de los grabados, de las ban-deras, sin olvidar a la palabra, dondese ubica la metáfora. En este lenguaje«simbólico» observamos cómo unaparte de la realidad expresa a otraparte de la realidad, una parte simbo-lizante (dada a la percepción física)remite a una parte simbolizada (dadaen la imaginación metafísica), comotan acertadamente nos lo ha adverti-do Karl Rahner. El hombre no puedevivir sin símbolos; el símbolo es laverdadera apariencia de la realidad, esla forma concreta en que la realidadse revela a nuestra conciencia, o másbien es esa particular conciencia de larealidad. El símbolo no es la realidad—que nunca existe desnuda, por

decirlo así—, sino su manifestación,su revelación. Todo símbolo realabarca y une la «cosa» simbolizada yla conciencia de ella.

La metáfora une razón e imagina-ción, es «racionalmente imaginativa»;así lo pone de manifiesto Goya entodas sus obras de arte acogidas bajoel mínimo común denominador sim-bólico presente en el motto: «la fanta-sía abandonada de la razón producemonstruos, pero unida a ella es lamadre de todas las artes»; incluso nosconecta con lo otro de lo dado, comocuando el mitólogo Joseph Campbellafirma: «la metáfora es la máscara deDios mediante la cual puede experi-mentarse la eternidad». Para RichardRorty, como uno de los mentores másrepresentativos de una cosmovisiónpostmoderna politeísta, el conceptoaristotélico de Ousia, el concepto deágape de San Pablo, o el de gravitas deNewton, no son sino un «móvil ejér-cito de metáforas». Según él, lo únicoque podemos hacer es comparar len-guajes o metáforas entre sí, y no conalgo situado más allá del lenguaje yllamado hecho.

Pero en Metáforas del poder la metá-fora adquiere una adjetivación políti-ca, por cuanto que el autor va a pro-blematizar todo un conjunto demetáforas que sirven de imágenes delejercicio del poder político en elBarroco. Así comienza con el Levia-than de Hobbes, y con el pormenori-zado análisis del emblema de la por-tada del libro, que no representa sinoel «espíritu polít ico de toda unaépoca». Un gran hombre artificial detamaño ciclópeo, Leviathan, represen-ta a la República o al Estado. «Unamultitud unida así en una persona es

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lo que llamamos Estado. De estemodo se genera ese gran Leviathan, omejor, ese dios mortal a quien debe-mos, bajo el dios inmortal, nuestrapaz y defensa.» Según Hobbes, elpoder político aparece expresado através de una metáfora mecanicista,de un hombre artificial concebidomore geométrico.

El libro de Diego Saavedra FajardoIdea de un Príncipe político cristianorepresentada en Cien Empresas dedida-da al Príncipe de las Españas nuestroSeñor, representa una interesantetematización de la contribución espa-ñola realizada por Saavedra Fajardo alarte de «leer imágenes y de escribircon el pincel, el buril y el cincel», esdecir, al arte de educar al Príncipe através de las imágenes que aparecenen un libro concebido como un granespectáculo teatral, en el que la metá-fora, muy del gusto renacentista ybarroco, que compara la vida humanay social con el teatro, desempeña unpapel central. Quizás el tratamientomás claro de la metáfora, que presen-ta al mundo como un teatro (teatrummundi) y que tiene sus antecedentesen las obras de Séneca, Cervantes,Shakespeare, Calderón, es el que apa-rece en el capítulo 4. Cómo vamos aolvidar esas expresiones shakespearia-nas puestas en los labios de Macbeth:«¿Qué es la vida sino una sombra, unhistrión que pasa por el teatro, y aquien se olvida después, o la vana yruidosa fábula contada por un necio?»A). El autor procede, en primer lugar,al análisis de la sociedad cortesanarenacentista y barroca, donde larepresentación teatralizada del podertiene un papel central. Dejémoslehablar a él mismo: «El poder se hace

presente en el ceremonial, en la jerar-quización procesional, en los autos defe, en los fuegos artificiales..., en elteatro. El hombre barroco es unamáscara en una sociedad profunda-mente enmascarada, y piensa que sólomediante el disfraz, el antifaz y lamáscara puede llegar a descubrirse así mismo. La persona no existe másque en el personaje y el disfraz es laverdadera realidad.» Esta metáforaserá retomada ya en nuestro siglo ydentro del ámbito sociológico porErving Goffman, Norbert Elias yRichard Sennett, entre otros, condiferentes propósitos. No obstante,en el Barroco esta metáfora tiene dosexpresiones características: la una reli-giosa, representada por El gran teatrodel mundo, de Calderón, para quienla vida es sueño y el mundo un tea-tro, y la otra profana, representadapor El diablo cojuelo, de Luis Vélez deGuevara. B). En segundo lugar, elautor nos muestra cómo en el modeloliberal, al que ejemplifica a través deLa fontana de oro, de Benito PérezGaldós, se produce una transforma-ción metáforica según la cual la pala-bra apalabrada por el pueblo, que hadejado de ser espectador (audienciapasiva) para convertirse en actor de supropia historia, sustituye a la imagen,a la mera visión tradicional. El bur-gués de las revoluciones liberales sus-tituye al noble del Antiguo Régimen.Pero, al mismo tiempo, José MaríaGonzález nos hace ver cómo estenuevo actor protagonista, el pueblo, aquien Karl Mannheim también situa-rá como nuevo portador de accióncolectiva, conduce a un cierto ritua-lismo cuando el pueblo se convierteen multitud y cuando la persona se

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identifica totalmente con el persona-je, con sus roles, con sus posiciones,es decir, cuando ya no se representaun papel, sino que se es un papel.Esto conduce a una negación de loque Goffman, un par de siglos mástarde, llamará «distancia de rol».Autores que apuntan esta tendenciason: El hombre sin atributos, de Musil;Homo Sociologicus, de Ralf Dahren-dorf, y una buena parte de la sociolo-gía contemporánea, capitaneada porMerton y Touraine. C). En tercerlugar, ya en nuestras sociedades, elpoder político se manifiesta comoimagen a través de una teatralizacióndel poder en las democracias contem-poráneas. Haciendo hablar a nuestroautor al respecto, podemos decir que«el papel de juez de la representaciónha pasado del Dios calderoniano a unpúblico que con su voto en las eleccio-nes tiene una cierta capacidad pararecompensar la buena o mala actua-ción de sus “representantes”». De laconstrucción del espectáculo de lapolítica dependerá ahora la configu-ración de los ejes de conflicto políti-co; tales ejes no son relevantes en símismos sino en cuanto producidoscon arreglo a un strategic managementof impressions.

En el capítulo 3 se presenta otravariedad de metáfora, la expresada através del cuerpo y de la visión. Apo-yándose creativamente en la obra deErnst Kantorowicz Los dos cuerpos delrey, J. M.ª González nos muestracómo se manifiesta, en una miniaturade Evangelio de Aquisgram, realizadaen 973, en la Abadía de Reichenau, alsur de Alemania, una dualización enel cuerpo representado del Empera-dor, ya que el cuerpo del Emperador

aparece dividido: por una parte, lospies sobre la tierra y, por otra parte, lacabeza en el cielo. La concepción teo-lógica de las dos naturalezas de Cristose proyecta en el Emperador, lo tras-cendente se proyecta sobre lo inma-nente; de hecho, como afirma Bos-suet: «el rey no muere nunca, la ima-gen de Dios es inmortal». Esta clavehermenéutica servirá asimismo parainterpretar El Príncipe, de Maquiave-lo, considerando la imagen de Italiacomo un cuerpo político doliente(enfermo) a la espera de un salvadorque, según Maquiavelo, sólo se podráencontrar en el Príncipe salvador dela casa de los Medici, ya que aúna lasdos naturalezas mencionadas. El ladoopuesto de «lo puro y sano» vendríarepresentado metafóricamente en lainterpretación que las ideologías polí-ticas autoritarias hacen de enfermeda-des como el SIDA para movilizar elmiedo contra el extranjero, como muybien lo ha analizado Susan Sontag enLa enfermedad y sus metáforas. Estametáfora, ya presente en el siglo X,como vemos, reaparece en el sigloXVII, cuando el rey, monarca absolu-to, encarna a la nación, sobre todo enla famosa frase de Luis XIV: «el Esta-do soy yo». De aquí se derivarán dostrayectorias importantes en el procesode racionalización del poder político.La primera de ellas es la representadapor la concepción del «pueblo encuerpo», es decir, de la transforma-ción del sujeto político que, a partirde 1789, lleva del rey a la sociedadcivil. Es ahora el pueblo quien apare-cerá recargado de la sacralidad propiadel rey, como lo pone de manifiestoel abate Sieyés. La segunda trayectoriaviene representada por la labor de

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desenmascaramiento del poder real yde la figura del rey que aparece en elinteresante dibujo satírico Rex, Ludo-vicus, Ludovicus Rex, de W. M. Thac-keray, en donde el rey aparece carica-turizado, con vientre prominente,marchito, sin ningún tipo de aura. Launión de las dos naturalezas, divina yhumana, en el rey se rompe en eldibujo de Thackeray al presentar alrey tal cual, como humano, despro-visto de sus atributos reales, es decir,humano-divinos. «Los barberos ychapuceros crean —a juicio de Thac-keray— los dioses (reyes) que venera-mos.»

En el capítulo 5, el tiempo se con-vierte en la gran metáfora a través dela cual se visualiza el poder político.Un instrumento de cómputo del tiem-po, el reloj barroco se convertirá en laimagen de la máquina política perfec-ta. El reloj de arena aparece como laimagen de la caducidad del poder. Elreloj de sol (Sol Invictus) aparece comosímbolo de la autoridad suprema y elreloj mecánico es la mejor representa-ción del poder absoluto. Si Durkheimnos advertía que el calendario expresael ritmo de las actividades colectivas, ysu función consiste en asegurar suregularidad, J. M.ª González nosmuestra cómo el poder político sus-tancializa y personaliza el cómputo deltiempo considerando a Dios como unrelojero y al Emperador como el guar-dian del calendario.

En el capítulo 7 reaparece un tema,la búsqueda del daimon y el pactocon el diablo, que ya fue consideradoen un libro anterior del autor: Lashuellas de Fausto, pero el teatro deoperaciones ahora es la política, queno es otra cosa sino un pacto con el

diablo. Si bien hasta ahora se habíatematizado desde diferentes ángulosel aspecto «simbólico» del poder,aspecto éste evidente para MaxWeber, para quien el Estado nacionalha ocupado el mismo lugar en lamodernidad que Jehová ocupaba enla historia del judaísmo antiguo, elpropósito de este capítulo es temati-zar su carácter «diabólico». Varias sonlas tramas de significación superpues-tas en la idea de «pacto con el diablo»de Fausto, comenzando hace cuatro-cientos años con la versión medieval,reinterpretada posteriormente porLessing, y brillantemente desarrolladapor J . W. Goethe y por ThomasMann, cuyas gramáticas profundasaparecen anudadas en perspectivasociológica en la obra de Max Weber.Brillantemente analizadas todas estastexturas faustianas por J. M.ª Gonzá-lez, el lector podrá encontrar respues-ta a sus indagadoras preguntas; yonada más pretendo llamar su atencióna través de un párrafo entresacado deltexto, concitado por el autor, que sehalla en la famosa conferencia dictadapor Max Weber en Munich, La políti-ca como vocación, y que resume lametáfora que considera a la políticacomo pacto con el diablo: «Tambiénlos cristianos primitivos sabían muyexactamente que el mundo está regi-do por los demonios y que quien semete en política, es decir, quien acce-de a utilizar como medios el poder yla violencia, ha sellado un pacto con eldiablo, de tal modo que ya no es cier-to que en su actividad lo bueno sóloproduzca el bien y lo malo el mal,sino que frecuentemente sucede locontrario. Quien no ve esto es unniño, políticamente hablando.»

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Estando el libro escrito con unapretensión básica, que no es otra quehacerse entender no sólo por losexpertos, sino también y fundamen-talmente por los legos, sin embargo,hay dos capítulos, el dedicado a LaPaz Perpetua, de Kant, y sus metáfo-ras (capítulo 6), y el dedicado a lasmetáforas de la identidad moderna,tomando como base la obra de Char-les Taylor (capítulo 8), en los que la«metáfora del poder» no aparece tanclara como en el resto de los casos.En el caso de Kant aparece la metáfo-ra jurídica, que precisa un desarrolloulterior. En el caso de la identidadmoderna hay demasiada yuxtaposi-ción de argumentos que dificultan elseguimiento lineal de la tesis origina-ria del autor.

No obstante, en la certeza de queestos dos aspectos serán reelaborados através de ulteriores incursiones en estaprovincia de significado ya urbaniza-da, el conjunto del texto representauna excelente y original aportación alcampo de la metaforología política, alhaber entresacado con maestría cómose expresa el poder, qué máscaras, quéimágenes, qué símbolos utiliza paraimpresionarnos de formas diversas entiempos diferentes. Sin duda, unaimportante contribución del libroradica en haber rescatado las induda-bles aportaciones de clásicos españo-les, literatos y políticos fundamen-talmente, al haberlos imbricado en elmarco de referencia que estructura laobra.

Josetxo BERIAIN

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PABLO OÑATE y FRANCISCO A. OCAÑA

Análisis de datos electorales(Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1999)

El análisis de los sistemas electo-rales y de los sistemas de partidos seha convertido en las tres últimas déca-das en un «tema popular» entre losestudiosos de la política. La relevanciaque tienen para el sistema político esobvia: la estabilidad y buen funciona-miento de éste dependerán, en granmedida, de la configuración que elrespectivo sistema de partidos adopte,y que, en definitiva, estará sensible-mente influida por el sistema electoralutilizado para transformar los votosen escaños (en términos de Rae). Tras

más de veintidós años de experienciademocrática y un buen número deconvocatorias electorales en todos losniveles (europeo, nacional, autonómi-co y local), puede decirse que losestudios acerca de los sistemas electo-rales, así como de los resultantes siste-mas de partidos, comienzan a serabundantes también en nuestro país.Se ha consolidado ya una tradición deanalistas que los han estudiado desdedistintas perspectivas y niveles, seña-lando sus características, consecuen-cias y rendimientos para el funciona-

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miento del sistema político democrá-tico.

Tanto para analizar la despropor-cionalidad que arroja un sistema elec-toral dado como para estudiar lasprincipales características (dimensio-nes) de los sistemas de partidos resul-tantes, se ha acudido a unos índices eindicadores que cuantifican tales ras-gos distintivos y permiten observar suevolución a lo largo del tiempo ocompararlos con los de otros siste-mas. Pero, pese a la generalización desu uso, no se había abordado hasta lafecha una sistematización de todosesos mecanismos de cuantificación.Pues bien, acaba de publicarse unamonografía, significativamente en laColección Cuadernos Metodológicosdel Centro de Investigaciones Socio-lógicas, que pretende colmar esa lagu-na. Pero en Análisis de datos electoralesse ofrece algo más que una discusiónde los principales índices e indicado-res propuestos para realizar este tipode análisis: no sólo se discute cadauno de ellos, señalando sus respecti-vas ventajas e inconvenientes, posi-bles alternativas y referencias biblio-gráficas más importantes; también sepropone un programa informático,INDELEC, que aliviará el trabajo decuantos se propongan realizar unestudio de este tipo, al permitir calcu-lar fácil y rápidamente —eliminándo-se el riesgo de incurrir en errores almanejar ta l cantidad de datos—todos los indicadores al uso. El pro-grama se ha incorporado a la páginaweb del CIS (http://www.cis.es), desdedonde todos los usuarios podrán«bajarlo» a sus ordenadores personalesy utilizarlo libremente, proporcionan-do al programa un fichero con los

resultados electorales que quieranconsiderarse. Por último —y ésta esotra de las virtudes de esta obra—, seaplica el programa y se presentan yanalizan los resultados a los datos delas elecciones generales (al Congresode los Diputados), autonómicas yeuropeas celebradas en España desde1977 hasta 1998, en distintos nivelesde análisis (nacional, autonómico yde distrito).

Hace ya años que sabemos que paracalificar un sistema electoral comomás proporcional o más mayoritariodebemos atender a las consecuenciasque genera en la representación, estoes, al grado en el que desvirtúa la pro-porcionalidad entre votos y escaños.Para medir ese sesgo en el que incu-rren todos los sistemas electorales, elprograma INDELEC permite calcularlos índices de desproporcionalidad deRae, Saint Lagüe, Loosemore yHanby, Gallagher, Lijphart, Cox yShugart, de proporcionalidad deMackie y Rose y de máxima desvia-ción de Lijphart, así como algunasotras propuestas alternativas que nosofrecen los autores (correcciones aalgunos de los anteriores e índicesrobustos del sesgo). Siendo conscientesde que cada fórmula de reparto deescaños entre los partidos conten-dientes determina de cierta forma ladesproporcionalidad, los autores con-cluyen que el índice más adecuadopara medir la desproporcionalidadque arrojan los sistemas electoralesque usamos los españoles (en eleccio-nes generales, autonómicas y munici-pales) es el de cuadrados mínimos deLijphart. De la aplicación de todos losíndices mencionados a los diversostipos de elecciones en los diferentes

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ámbitos de análisis se desprendeninteresantes conclusiones que invitana otros estudios a profundizar en lacontrovertida cuestión de la bondadde nuestros sistemas electorales.

Pero si importante es medir elgrado en el que los sistemas electo-rales desvirtúan las preferencias quelos ciudadanos manifiestan al deposi-tar sus votos en las urnas, tal vez losea más conocer las característicasdefinitorias o dimensiones de los sis-temas de partidos resultantes de talesprocesos electorales. Aunque tampocoexiste un acuerdo unánime acerca decuáles de ellas son las más importan-tes, puede convenirse que el sistemade partidos quedará bien dibujado siconocemos sus valores respecto de lafragmentación y el número de parti-dos, la concentración y la competiti-vidad, la polarización, la volatilidad yel regionalismo. El programa INDE-LEC recoge los principales índicespropuestos para dar cuenta de talesdimensiones: de fragmentación deRae, del número efectivo de partidosde Laakso y Taagepera, del númerode partidos de Molinar, de hiperfrac-cionamiento de Kesselman y Wild-gen, de concentración y de competiti-vidad, de polarización y de polariza-ción ponderada, de volatilidad (total,entre bloques e intrabloques) de Bar-tolini y Mair, de escisión del voto deArian y Weiss, y de voto regionalista,de voto regionalista diferenciado y devoto regional diferenciado. El progra-ma permite calcular tanto la versiónelectoral (considerando los respecti-vos porcentajes de voto) como la par-lamentaria (en función de los porcen-tajes de escaños) de todos estos índi-ces e indicadores.

Tras discutir la virtualidad de cadauno de estos índices al ser aplicadosal caso, o, mejor, a los casos españoles(nuevamente se consideran los nivelesnacional, autonómico y de distrito),los autores presentan todo un conjun-to de tablas para cada comunidadautónoma con los valores que en ellasalcanzan esos indicadores en lasdiversas elecciones, generales, autonó-micas y europeas, celebradas entre1977 y 1998. El resultado supone laprimera sistematización de este tipode datos para nuestro país, constitu-yendo un —hasta ahora inexistente—atlas analítico de los diversos sistemasy subsistemas de partidos que hanexistido a nivel nacional y autonómi-co desde el restablecimiento de lademocracia, compatibil izando laperspectiva temporal con la espacial.De esta manera, el análisis se abordadiacrónica y sincrónicamente, dibu-jando las sucesivas y coexistentesEspañas electorales, o arenas de com-petición electoral específicas y dife-renciadas del modelo nacional ogeneral, que se han ido configurandoen determinados espacios geográficos(País Vasco, Cataluña, Canarias,Navarra o Galicia). El que sea unordenador el que realiza los tediososcálculos que exigen esos índices haceposible descender al nivel del distritoen el análisis global, propiciándose lacomparación entre el comportamien-to electoral de distritos de la misma ode diversas comunidades autónomas,así como de uno de ellos con el con-junto de la respectiva comunidad odel territorio nacional.

La colaboración de un estudioso delos sistemas electorales y de partidos yde un informático-estadístico ha fruc-

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tificado en una obra que presenta,por tanto, tres facetas interesantespara los ámbitos de la Ciencia y de laSociología Políticas: sistematiza, enprimer lugar, los índices e indicadoresmás relevantes para el análisis de lossistemas electorales y los sistemas departidos, comparándolos y discutien-do su mayor o menor idoneidad. Pro-porciona, en segundo término, uncompleto elenco de tablas analíticasde los diversos sistemas y subsistemasde partidos que se han dado en Espa-ña y sus comunidades autónomas.Y ofrece, por último, una útil herra-

mienta que facilitará la labor del aná-lisis de datos electorales, propiciandola exhaustividad en los mismos. Bien-venida sea, por tanto, esta obra quesupone, en definitiva, una buenacombinación de trabajo de investiga-ción técnica y sustantiva, y que apro-vecha las posibilidades de difusión dediferentes contenidos y soportes queproporciona la red Internet, sin per-der de vista instrumentos no virtualesmás tradicionales.

Antonia MARTÍNEZ

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