Sofiafilia 4 ~ Platón, La palabra maltida y El facebook que nos mira

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El silencio restituye su presa

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Filosofía, literatura y más

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El silencio restituye su presa

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"Se despereza la infausta Proserpina","El silencio restituye su presa"

y "Otra vez la burra al trigo"fueron las exclamaciones

proferidas por las destacadas personalidadesde nuestra ciudad cuando se enteraron,

jugando al teléfono descompuesto,que se estaba armando Sofiafilia N°4.

¡Salud! y ¡Amor!,y el ¡dinero! no me acuerdo cómo era.

E d i t o r i a l

S T A F FR e d a c c i ó n

Gustavo TrifilóCristian GuarinosSergio RigazioNatalia Sinde

Victoria KazanskyDavid Gloriani

Antonio FerreiroLaura Franco

E d i c i ó nGustavo Trifiló

Cristian GuarinosNatalia Sinde

Diseño,diagramaciónimpresión.y.armadoEdiciones Tilacino

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Por Gustavo Trifiló |

Platón o de la anulación de la muerte.

El que la “filosofía” empiece por un deseo es cuanto menos in-trigante. El deseo hace que todo argumento ontológico puedasiempre parecer un argumento eudaimológico: aquello másfeliz de lo cual nada pueda pensarse.A veces, pareciera que es el propio deseo de conocer el que haterminado por sacar a relucir un ser, para luego, debiendo di-ferenciarse de lo meramente opinable, postular una aparienciade ser; para luego, debiendo tener que oponerse a la ignoran-cia, soportar un no ser. Gustos son gustos. Una filosofía edifi-cante es fácil de vender, lo difícil es vender una filosofíaverdadera.

IEl deseo de durar es uno de esos deseos graves, y uno de lospasajes más bellos de la literatura “filosófica” es sin duda aquelen el cual Platón se propone dar su argumento principal sobrela inmortalidad del alma; justamente allí donde nos dice que lobello es bello porque es bello, allí donde nos dice ser es parti-cipar del ser o, para ponerlo a modo de un dicho anónimo ja-ponés, donde un pájaro que vuela es como un pájaro que vuela.Hablamos del Fedón. Se trata de un razonamiento por analo-gía: el alma es asimilada a la nieve o al fuego. Mientras la nieveno puede no ser fría y el fuego no puede no ser caliente, elalma no puede no ser viviente. Fuego y nieve no se oponen,pero un fuego frío es imposible como una nieve caliente lo es,del mismo modo es imposible un alma muerta. Si al fuego sele acerca la nieve, que trae lo frío, o bien perece o bien se re-tira. Si a la nieve se le acerca el fuego, que trae lo caliente, obien perece o se retira. En la analogía falta entonces algo quetraiga al alma lo muerto para que ésta o bien perezca o bien seretire, digamos una desalma –no una contraalma porque lanieve no es contraria del fuego ni éste de aquella, sino lo que simplemente trae o transmite aquello que no puede convivir

Apuntes IV

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con la naturaleza de la cosa; en el caso del fuego el frio, en elcaso de la nieve el calor, en el caso del alma la muerte-. Así, unadesalma que traiga la muerte. Lo cierto es que en el caso del alma, argumenta Platón, noexiste tal alternativa de huida o aniquilación como en el casodel fuego o la nieve. La única posibilidad para el alma es lahuida, ya que por participar necesariamente de la vida el almano podría ser aniquilada cuando le llegue lo que trae la muerte.El fuego tiene la posibilidad de ser vivaz o tenue, de ser grandeo pequeño, de perecer o huir, pero no la de ser no caliente ola de ser no seco; el alma tiene la posibilidad de ser magná-nima o mezquina, valiente o temerosa, pero no de la ser no vi-viente. Un alma muerta es como un fuego frío, por lo tanto: elalma es inmortal. Ahora bien, ¿qué pasaría con nuestra desalma? ¿Huiría o pe-recería cuando se le acerca el alma que trae la vida? Podríahuir o perecer, porque no participando de la vida es mortal.Pero ¿cómo puede lo muerto ser mortal? ¿Acaso no puede localiente ser caliente? Sin embargo, dicha desalma, como nopuede ser nunca lo viviente o siendo siempre lo ya perecido, esimposible que perezca, que sufra el acto de perecer. Dicha des-alma, participando necesariamente de la muerte, o bien es im-posible de aniquilación y es igual al alma, lo cual escontradictorio; o bien es lo ya aniquilado y no empieza nuncani nunca tiene lugar. En conclusión: si el alma, por participarnecesariamente de la vida, se sustenta a sí misma en el ser; ladesalma, por participar necesariamente de lo muerto, se ani-quila a sí misma y no llega a ser. ¿Acaso es por eso que Platónsiquiera la ha postulado? El problema, de todos modos, está en el uso de inmortal e im-perecedero como sinónimos. Un átomo puede ser imperece-dero, pero nunca será inmortal; un Dios es inmortal sóloporque perdura en su ser viviente. Claro que si quebramos eseuso quebramos directamente con Platón, y nadie con un pocode pudor querría eso. El caso es entonces otro; más bien queel argumento funciona tan perfectamente que no sólo de-muestra la inmortalidad del alma sino el fin de la muerte. �

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Por Cristian Guarinos |

Creía que había cesado, pero no doctor. Esta semana mi ano-malía se manifestó, como siempre lo hace, de imprevisto ybruscamente.

Cuando leo, las palabras se deslizan por mi espíritu con una so-noridad sutil y agraciada. Pero de repente tropiezo con esa pa-labra maldita, con ese escollo insalvable…puede ser cualquierpalabra, no responde a ninguna tipología, sonoridad o acen-tuación. Por un periodo indefinido de tiempo esa palabra deldemonio será la misma hasta que, sin siquiera notarlo, vuelvea formar parte del discurso ecuánime y normal ocupando otrasu lugar. El hecho es que cuando tropiezo con esa palabra mal-dita mi primera reacción es de incredulidad, todo el curso demi lectura se estanca en ella. Me parece absurda, imposible,inconcebible, ridícula y grotesca. Su sonoridad rebota contrami mente y una risa incontenible estalla desde lo más pro-fundo de mis entrañas. Y así conmocionado puedo estar másde media hora, sin contar las islas de sosiego que me embar-gan hasta conformar nuevamente las silabas de las palabrasen mi mente, como un rompecabezas cuya figura final da comoresultado el reavivamiento del ataque.

Usted comprenderá que para mi es un problema grave por seryo un hombre de letras. Ni siquiera puedo leer en público. Trasuna coma, un punto o un artículo puede hallarse agazapadaesa palabra bufa que lo hecho todo a perder. Leo, mis manostranspiran y con la voz se vuelve temblorosa, ya no puede aca-parar la atención de nadie por más que la indulgencia del au-ditorio sea mucha. Puedo controlarlo cuando sé de qué palabrase trata, puedo evitar confrontar con ella determinando de an-temano todas las palabras licitas. Es por ello que mis clases aveces son un poco tradicionales y acaparo todo el discurso.Ello, más que una simpatía con dicho proceder, es un síntoma

La palabra maldita

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de mi anomalía. Muchas veces me es más fácil implementar lametodología contraria, es decir, generar un clima jocoso paraque una posible conmoción de risa no parezca una incoheren-cia. Esta tendencia a los extremos en mi rol de educador evi-dentemente me perjudica, me convierten en alguien irresoluto,inclasificable. Creo un jolgorio que luego mato con una serie-dad extrema y convierto una seriedad extrema en un carnaval.

Quiero que entienda que mi risa no es producto de aquello quela palabra designe, sino simplemente de su cuerpo sonoro.Imagine usted, para poder comprenderme, que recorre un ca-mino por el cual se cruza con un hombre de saco gris, y otro,y otro, hasta que de repente ahí donde usted esperaba verpasar a un hombre de gris ve a un bufón colorido bailando deforma grotesca. Así cual hombres de gris transcurren las pa-labras de mi lectura, hasta que de improviso aparece esa pa-labra que pavonea su absurdo porte ante mi vista. Es difícilexplicar su naturaleza y créame que lo he intentado, lo máscercano que he encontrado es que dichas palabras son comometáforas de la nada. Se ha dicho que el origen del lenguajemetafórico tiene su comienzo en la insuficiencia del lenguaje,es decir que una palabra debe ser usada fuera de su contextohabitual por carecer de otra que exprese lo mismo. Así porejemplo, si careciéramos de la palabra “montaña” podríamosdecir “senos de gea” o viceversa. Pero en el caso de estas pa-labras me parecen ser en si mismas una nadería que va a nin-guna parte, un absurdo en si mismo que nada dice y que nadapodría llegar a decir. Es como si fueran el punto flojo pordonde revienta el tejido lingüístico con el cual hilvanamos elmundo. Como un parche en máxima tensión que se raja y de-vela la disolución de todo significante.

Es por eso doctor, que hablo de forma tan excesiva en nuestrassesiones. Todo lo que ahora le digo ha sido ya escrito minu

ciosamente tratando de no dejar ningún bocado al azar,el cual, bajo su contingencia discursiva, puede traeresa palabra maldita que agrave su diagnostico y meconvierta a mi en una especie de caso especial. �

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