sofistas

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38 Introducción a la historia de la filosofia R o b in , Léon, El pensamiento griego, trad, de Joaquín Xirau, Cervan tes, Barcelona, 1935. 111. L a edad del huma n is m o Los niños, antes de interesarse por sí mismos, antes de conocerse y sentirse como personas, empiezan por explorar el mundo que los rodea. Así también los hombres. Sin generalizar demasiado, puesto que la preocupación por la vida humana ya está presente en el pensamiento de los primeros filósofos y los problemas del universo siguen interesando a muchos de los filósofos del siglo V, puede decirse que si el pensamiento empezó por gravitar en tomo al mundo y su significado, a partir del siglo V gravita en torno al hombre y su destino.28 El pensamiento cosmológico sigue predominando entre un buen grupo de filósofos que la tradición ha dado en llamar los “físicos”, puesto que su ocupación es la naturaleza. Así. en ple no siglo V, Leucipo y más tarde Demócrito hacen la hipótesis de que la naturaleza está formada por partículas diminutas e indivi sibles que llaman “átomos”. Nunca se insistirá bastante sobre la importancia de este descubrimiento. Los atomistas contribuye ron poderosamente al desarrollo de la ciencia. Y. no sólo por su poner que el mundo estuviese formado de átomos, sino muy prin cipalmente, porque representan la primera tendencia materialista y determinista en la historia. Tanto Leucipo como Demócrito su ponen, en efecto, que todo está formado por una misma sustancia material. Lo que llamamos espíritu es parte de la materia, una ma teria más sutil, sin duda, pero materia al fin y al cabo. Tan impor tante como la suposición de que la realidad entera del mundo 28 Recordemos algunos hechos. El siglo v, a veces llamado siglo de Periclcs, repré senla la cumbre de la civilización griega. Atenas transforma su economía urbana en una economía internacional de la cual participan todas las ciudades griegas del Mediterrá neo: en lo político. Atenas desarrolla, por primera ve/, en la historia, un sistema demo crático; en lo cultural, el siglo v ve desarrollarse la tragedia (Esquilo. Sófocles, Eurípides), la comedia (Aristófanes), la poesía (Píndaro), la arquitectura (en 430 se construye el Partcnón > y la escultura (Fidias). Atenas, en el centro del mundo griego, realiza aquella "gloria que fue Grecia" de que hablaba Kcats. Grecia 39 puede reducirse a materia es la suposición de que todo sucede por necesidad. La ciencia moderna se ha desarrollado en buena parte a base de este supuesto. ¿Cómo poder dar leyes físicas si no se supone que la naturaleza procede mediante orden y medida? ¿Cómo explicar el mundo si las causas no produjeran siempre los mismos efectos? La ciencia quiere establecer leyes universales. Si Galileo, desde la torre de Pisa, hubiera observado que algunas piedras caen y otras piedras vuelan, no hubiera podido establecer la ley de la caída de los cuerpos. En una palabra: la ley de la causalidad ha estado en la base de todas las ciencias físicas y naturales. El descubrimiento de la ley. si bien no de su aplicación, debe encontrarse en el pensamiento de los atomistas griegos. También cosmólogo fue Empédocles de Agrigento para quien el mundo estaba formado de los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra), de cuya unión, nacida del amor, surgía la vida y de cuya desunión, surgida del odio, provenían la destrucción, lam i na y la muerte.29 Anaxágoras, que fue maestro de Pericles y tal vez de Sócrates, pensaba como los materialistas, que el mundo está formado de partículas indivisibles, pero que estas partícu las son más bien de orden espiritual y que. en todo caso están regidas por el espíritu o nous. Primero entre los filósofos espi ritualistas, Anaxágoras enunciará un principio de no menor im portancia que el de los materialistas: todas las cosas que tienen vida, tanto las más grandes como las más pequeñas, están gober nadas por el espíritu. Los sofistas Todo en el siglo v conduce a interesarse principalmente por el hombre. La escultura clásica idealiza la figura humana en una sabia mezcla de medida, idea e imitación de los seres naturales: la medicina naciente se agmpa en escuelas donde se estudian la Es probable que los términos amor y odio sean de origen mitológico. Y sin embar go. no debe sorprendemos verlos aplicados a la física. Cuando Newton enunció la ley de la gravitación universal empleó términos de origen muy semejante al hablar de "atrac ción" y de "repulsión". Es claro que Newton empleó eslos términos en su sentido cien tífico. Importa señalar que el lenguaje científico tiene muchas veces su origen en el lenguaje emotivo, poético y mitológico.

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38 Introducción a la historia de la filosofia

R o b i n , Léon, El pensamiento griego, trad, de Joaquín Xirau, Cervan�tes, Barcelona, 1935.

111. L a e d a d d e l h u m a n i s m o

Los niños, antes de interesarse por sí mismos, antes de conocerse y sentirse como personas, empiezan por explorar el mundo que los rodea. Así también los hombres. Sin generalizar demasiado, puesto que la preocupación por la vida humana ya está presente en el pensamiento de los primeros filósofos y los problemas del universo siguen interesando a muchos de los filósofos del siglo V ,

puede decirse que si el pensamiento empezó por gravitar en tom o al mundo y su significado, a partir del siglo V gravita en torno al hombre y su destino.28

El pensam iento cosm ológico sigue predom inando entre un buen grupo de filósofos que la tradición ha dado en llamar los “físicos” , puesto que su ocupación es la naturaleza. Así. en ple �no siglo V , Leucipo y más tarde Demócrito hacen la hipótesis de que la naturaleza está formada por partículas diminutas e indivi�sibles que llaman “átom os”. Nunca se insistirá bastante sobre la importancia de este descubrimiento. Los atomistas contribuye�ron poderosamente al desarrollo de la ciencia. Y. no sólo por su�poner que el mundo estuviese formado de átomos, sino muy prin �cipalmente, porque representan la primera tendencia m aterialista y determ inista en la historia. Tanto Leucipo como Demócrito su �ponen, en efecto, que todo está formado por una misma sustancia material. Lo que llamamos espíritu es parte de la materia, una ma�teria más sutil, sin duda, pero materia al fin y al cabo. Tan impor�tante como la suposición de que la realidad entera del mundo

28 Recordemos algunos hechos. El siglo v, a veces llamado siglo de Periclcs, repré �senla la cum bre de la civilización griega. Atenas transform a su econom ía urbana en una econom ía internacional de la cual participan todas las ciudades griegas del M editerrá �neo: en lo político. Atenas desarrolla, por primera ve/, en la historia, un sistema dem o �crático; en lo cultural, el siglo v ve desarrollarse la tragedia (Esquilo. Sófocles, Eurípides), la com edia (Aristófanes), la poesía (Píndaro), la arquitectura (en 430 se construye el Partcnón > y la escultura (Fidias). Atenas, en el centro del mundo griego, realiza aquella "gloria que fue Grecia" de que hablaba Kcats.

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puede reducirse a m ateria es la suposición de que todo sucede por necesidad. La ciencia moderna se ha desarrollado en buena parte a base de este supuesto. ¿Cómo poder dar leyes físicas si no se supone que la naturaleza procede m ediante orden y m edida? ¿Cómo explicar el mundo si las causas no produjeran siempre los mismos efectos? La ciencia quiere establecer leyes universales. Si Galileo, desde la torre de Pisa, hubiera observado que algunas piedras caen y otras piedras vuelan, no hubiera podido establecer la ley de la caída de los cuerpos. En una palabra: la ley de la causalidad ha estado en la base de todas las ciencias físicas y naturales. El descubrimiento de la ley. si bien no de su aplicación, debe encontrarse en el pensamiento de los atomistas griegos.

También cosm ólogo fue Empédocles de Agrigento para quien el mundo estaba formado de los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra), de cuya unión, nacida del amor, surgía la vida y de cuya desunión, surgida del odio, provenían la destrucción, la m i �na y la m uerte.29 Anaxágoras, que fue maestro de Pericles y tal vez de Sócrates, pensaba como los materialistas, que el mundo está formado de partículas indivisibles, pero que estas partícu �las son más bien de orden espiritual y que. en todo caso están regidas por el espíritu o nous. Primero entre los filósofos espi�ritualistas, Anaxágoras enunciará un principio de no menor im �portancia que el de los materialistas: todas las cosas que tienen vida, tanto las más grandes como las más pequeñas, están gober�nadas por el espíritu.

Los sofistas

Todo en el siglo v conduce a interesarse principalmente por el hombre. La escultura clásica idealiza la figura humana en una sabia mezcla de medida, idea e imitación de los seres naturales: la m edicina naciente se agm pa en escuelas donde se estudian la

Es probable que los términos amor y odio sean de origen m itológico. Y sin em bar�go. no debe sorprendem os verlos aplicados a la física. Cuando Newton enunció la ley de la gravitación universal empleó términos de origen muy semejante al hablar de "atrac �ción" y de "repulsión". Es claro que Newton empleó eslos términos en su sentido cien �tífico. Importa señalar que el lenguaje científico tiene muchas veces su origen en el lenguaje em otivo, poético y m itológico.

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anatomía y la fisiología del cuerpo humano y, con sentido huma�nista, quiere prevenir más bien que curar las enfermedades. En nin�guna obra es tan clara la importancia que se da al hombre como en las tragedias de Sófocles y de Eurípides. En la Antígona, de Sófocles, aparece, radiante en su dignidad, la figura humana:

Numerosas son las maravillas del mundo,pero la más grande de las maravillas es el hombre.[...]Es el ser de los mil recursos.Jamás el porvenir lo toma por sorpresa.Conoce el arte de escapar a los males incurables.Sólo el país de los muertos puede detener su carrera.

El hom bre, m ás que el mundo, llenaba el pensam iento de los hombres. Y los sofistas son los primeros filósofos que debe �mos calificar de humanistas.

La palabra sofista significa textualm ente sabio. Pero los sofis �tas eran sobre todo m aestros que, de ciudad en ciudad y, con gran escándalo de los griegos, se hacían pagar por sus enseñanzas. M aestros de los hombres de Estado y de los futuros políticos, los sofistas solían enseñar la retórica de la cual fueron fundadores. Bien es verdad que los sofistas se preocupaban menos de la vali�dez o la exactitud de sus razonam ientos que de la fuerza que tienen las palabras para llegar a este fin práctico del convenci�miento. ¿No escribe Gorgias que el poder de la palabra sobre la constitución del alma puede com pararse al efecto de las drogas sobre el estado del cuerpo?... Si el sofista quiere convencer, sin preocuparse por la verdad de sus argumentos sino por su fuerza com o instrumentos de convicción, tiene que partir de la idea de que todo es verdad. Pero si todo es verdad, también la falsedad es verdad y ya no existe el m enor criterio para distinguir entre la veracidad y la falsedad de un razonamiento. Al mismo tiempo que inventaban el arte de convencer, los sofistas inventaron tam �bién falsos argumentos que han pasado a la historia con el nombre de sofismas.

Muchas son las anécdotas que se cuentan sobre las formas de argumentar de los sofistas. Cuéntase que una vez Tisias, maestro, pidió a su discípulo Corax que le pagara, puesto que ya habían

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terminado enseñanza y aprendizaje. A lo cual respondió Corax que, si había aprendido a convencer podría convencer a Tisias de que no tenía que pagarle y que, de no convencerlo, no tendría que pagarle puesto que con ello demostraría que no había apren �dido lo que Tisias prometió enseñarle. Tisias, naturalmente, no podía aceptar el argumento de su discípulo y dedicó todo su es �fuerzo a demostrarle que de todas maneras tendría que pagar la enseñanza. Si Corax le convencía de que no tenía que pagarle, esto demostraba que había aprendido a convencer y, como el arre �glo había sido que si aprendía a convencer tenía que pagar, al dem ostrar que no tenía que pagar, por el hecho mismo de conven �cer a Tisias, tendría que pagar. Si, por otra parte, no llegaba a convencerle de no tener que pagar, tendría que pagarle por el mero hecho de no haberlo convencido. Véase en este argumento una anécdota, que por otra parte ha sido atribuida a Gorgias y su dis �cípulo Evasto, véase también en él un ejercicio de escuela. En todo caso dem uestra con claridad que los sofistas se preocupaban más por la forma del razonam iento que por su contenido, más por su efectividad que por su justeza.

Sería totalmente falso ver en los sofistas simple y sencillam en �te maestros de falsedad. Su interés por las formas lingüísticas les condujo a analizar el lenguaje, estudiar las figuras retóricas, pe �netrar en los problemas de la lógica y preparar las vías del pensa�miento lógico. Sus argumentos, por falsos que parecieran en tantas ocasiones, requerían una respuesta. Las filosofías de Sócrates, de Platón y de Aristóteles, son un intento por encontrar soluciones verdaderas a los problemas que los sofistas habían planteado. Por otra parte los sofistas, al analizar el lenguaje, al analizar las con�tradicciones en que con tanta facilidad caemos a cada paso, contri �buyeron poderosam ente a formar un espíritu crítico, que es, al fin y al cabo, el principio de todo pensamiento riguroso. M uchos so �fistas fueron escépticos, pero el escepticismo, la duda, la declara �ción de que no existe verdad alguna, prepara el camino para que se encuentre la verdad. Habremos de ver cómo todo gran filósofo suele em pezar por dudar. Y si su duda consiste en dudar para creer, en un negar para afirmar, si no queda, com o los sofistas, en un m ar de dudas, no deja de deberles a los sofistas y a los escép �ticos de cada época este espoloneo necesario para que tome for�m a la reflexión.

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Los sofistas, por otra parte, trataron de dar un fundamento a sus prácticas de enseñanza. De este fundamento, surgieron teorías que reflejan con especial claridad, Protágoras, Gorgias y Calicles.

Protágoras

Protágoras, tal vez el más famoso de los sofistas, nació hacia 480 en la ciudad de Abdera. Son mínimos los fragmentos que nos quedan de su obra; seguramente fue voluminosa.30 Sabemos que no quería pronunciarse sobre la existencia o la inexistencia de los dioses. Más importantes son dos fragmentos que se com plem en �tan entre sí y nos permiten entrever el sentido de su filosofía. De su tratado sobre La verdad quedan estas palabras: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son”; de su tratado El gran logos, esta sentencia: “la enseñanza requiere dotes y práctica. El aprendizaje debe empezar en la juventud” .31 El primero de estos fragmentos puede interpretarse como una formulación del relativismo. Dis �cípulo del estilo de pensamiento de Heráclito, Protágoras creía que todo estaba en constante movimiento. Ahora bien, si todo cambia, no existe una verdad absoluta puesto que ésta cambia a medida que cambia el mundo y que cambiamos nosotros. Cada individuo humano es concebido por Protágoras como un ojo abier�to al mundo. Todo lo que este ojo ve como existente, existe; todo lo que este ojo deja de ver es inexistente. Todo lo que percibo, siento o pienso se refiere a m í y yo soy el único árbitro de la exis �tencia de lo que percibo, siento o pienso. Solipsista, Protágoraspiensa que el mundo está hecho a la m edida de quien lo contem �pla y que quien contempla al mundo lo está inventando al mismotiempo. Sólo en una forma de conocim iento parece Protágoras tener alguna confianza bien relativa por cierto: la sensación. Y esto es lo que nos aclara la segunda frase. Buen retórico que es, Protágoras nos dice que el conocim iento no es una forma innata,

" El Protágoras de Platón expone y discute las teorías de Protágoras. Este diálogo es la mejor fuente para conocer el pensamiento de dicho filósofo.

31 Cf. Walter Kauffman. Philosophic Classics, vol. I, Prentice Hall. Englewood Cliffs. N. J„ 1951, pp. 72-73.

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no se basa en ideas que tenemos en nuestro espíritu desde que venimos al mundo. El conocimiento se enseña y quien llega a tenerlo es porque ha podido adquirirlo. Lo que nos proporciona este conocim iento es la sensación. Ahora bien, las sensaciones, que proceden de nuestra experiencia, son distintas para distintas personas. De ahí que el conocimiento sea siempre relativo: relati �vo a quien lo adquiere, relativo a la forma en que este mismo sujeto lo adquiere, relativo a la m anera de ser de quien lo adquie �re. Frente a nosotros: el mar. Todos lo llamamos por el mismo nombre, pero, de hecho, ¿cuántas variaciones en nuestra percep �ción de este azul persistente? ¿Cuántas formas de percibir el mar? ¿Puedo acaso afirmar que este mar que percibo es exactamente el mismo que perciben las demás personas, todas y cada una de ellas? El hombre es la m edida tanto de lo que cree cierto com o de lo que cree erróneo, tanto de lo que cree existente como de lo que piensa inexistente. De hecho, el conocimiento es, para Protágoras, tan sólo esta impresión que tengo, solo en mi aislamiento, sin la m e�nor garantía de que mis impresiones coincidan con las impresio �nes de cada uno de los mares que perciben, uno a uno, los túsdiversos que forman los demás hombres.

Gorgias

Más amplios son los fragmentos que conservamos de Gorgias. a quien Platón dedicó uno de sus diálogos más famosos. M edite �rráneo, nacido en Leontium, Sicilia, Gorgias no sólo enseñó la retórica sino que tam bién ejerció la diplomacia. Gracias a sus esfuerzos, los atenienses mandaron ayuda m ilitar a sus conciu �dadanos, entonces en guerra con Siracusa. Gorgias no limitó su arte de persuadir a una mera enseñanza formal. Su enseñanza fructificó en actos.

Influido por Parménides en cuanto a la form a de argumentar, Gorgias llega a conclusiones relativistas muy similares a las de Protágoras. Sus argumentos se basan en tres proposiciones: “Nada existe” ; “si algo existiera no podríamos conocerlo” : “si pudiéra �mos conocerlo no podríamos com unicarlo” . Afirmar que nada existe consiste en decir que nada existe fuera del mundo de las sensaciones. Si los conceptos de nuestro entendim iento no son

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reales y siempre se remiten a la sensación y la sensación es enga�ñosa (“muchas cosas pensadas -e sc r ib e - no son realidades: po �demos concebir una carroza corriendo por el mar. o un hombre alado”) no podemos confiar en aquello que podría ser la fuente del conocimiento: la sensación misma. Supongamos, sin embar�go, que la sensación nos proporciona algún conocimiento, ¿có �mo comunicarlo a los demás si cada sensación está limitada a su propia esfera, y lo que nos llega por la vista no es lo mismo que alcanzamos a oír o palpar? Nuestras sensaciones no están ligadas entre sí y, con todo, son estas sensaciones las que crean nuestro lenguaje (“no es el lenguaje el que com unica cosas perceptibles sino las cosas perceptibles las que crean el lenguaje”). Formado de palabras inconexas el lenguaje carece de unidad de tal manera que lo que decimos es, por una parte, un resultado de lo que per�cibimos sin conexión y, por otra, una expresión de sensaciones que tenemos cada uno de nosotros en forma individual. Volve�mos a estar en un mar de dudas. El conocimiento, reducido a la sensación, es tan sólo mi conocimiento, y los demás y el mundo que me rodea viven su vida aparte haciendo todas las cosas “a su m edida” com o diría Parménides.

No existen conocimientos válidos. Ni tan sólo el discurso, el lenguaje que se afanaban los sofistas por estudiar es verdadero. Tal es la razón que les permite convencer de cualquier cosa, falsa, verdadera, imaginaria, soñada o inexistente. No es raro que los sofistas tomen a broma sus propios discursos. En uno de los textos que de él nos quedan, Gorgias hace el elogio de Helena de Troya. Prueba que Helena no fue culpable por cuatro razones. Su acto pudo estar determinado por el destino, por la violencia, por el convencimiento a través del lenguaje o por el amor. Si por el destino, nada podía hacer Helena pues no hay hombre o mujer que pueda resistirse a los decretos de los dioses: si por violencia, es claro que no pudo, mujer y débil, resistir a sus raptores; si fue convencida por palabras y el poder de éstas “puede comparar�se con el efecto de las drogas en el cuerpo”, nada le quedaba a Helena por hacer; si finalmente, por amor, ¿cómo podría Helena resistirse a lo que le imponen los dioses, siendo Amor el dios causante de su enfermedad de deseo?

Gorgias presenta su discurso en defensa de Helena como un es �fuerzo por “destruir la acusación injusta y la opinión ignorante” .

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Pero el propio Gorgias se traiciona, y no sin humor, al final de su discurso cuando dice: “escogí escribir este discurso com o un elo �gio a Helena y una diversión para mí m ism o” .32

Los sofistas dudan de la verdad, dudan de la posibilidad del conocimiento. Su espíritu crítico tiende a convertirse en espíritu escéptico.

Calicles

Los sofistas no se preocupan tan sólo del conocimiento. Ya vimos que eran m aestros de políticos y que no desdeñaban en ocasio �nes dedicarse a la política ellos mismos. La teoría de los sofistas sobre la sociedad y la justicia la resume Platón en uno de sus personajes: el sofista Calicles. Es posible que Calicles nunca ha �ya existido. En él, sin embargo. Platón trata de ofrecer una sínte �sis del pensamiento político de los sofistas. Y es esta síntesis la que tiene especial interés.

Calicles aparece en el diálogo platónico que lleva el nombre de Gorgias. En este diálogo, Sócrates discute con los sofistas so �bre el tema de la justicia. Los sofistas sostienen que es mejor com eter una injusticia que ser víctima de ella, mientras que Só �crates defiende la tesis contraria. Para él es m ejor y más justo sufrir una injusticia que cometerla. Es en tom o a este problema que empieza a exponer su punto de vista el sofista Calicles. A partir de su definición de la justicia, Calicles edifica una teoría de la sociedad, del derecho y de la vida social. También Calicles parte de la definición del hombre como un ser sensual, un ser para quien todo el conocim iento proviene de los sentidos. Los senti�dos forman lo que Calicles denomina “naturaleza” del hombre. Ahora bien, la sociedad ha querido impedir que los hombres ac �tuaran según sus deseos naturales y ha inventado una serie de frenos que llamamos leyes. Estas leyes han sido el invento de los más débiles para oponerse al dominio de los fuertes. La única ley que admite Calicles es la ley del más fuerte. Lo mismo debe de �cirse de la justicia. Será bueno todo aquello que no limite al fuer�te; malo lo que frene sus impulsos naturales. Ya otros sofistas

5: Para una versión com pleta de los textos citados vid. ibid., pp. 73-78.

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habían afirmado lo mismo com o lo hacen todos los sofistas que aparecen en este diálogo de Platón.

Calicles, símbolo de los sofistas, es quien expone por prime�ra vez con coherencia la doctrina que da la razón del más fuerte. Maquiavelo. primero, y, más recientemente, Nietzsche, aprove�charán la lección de los sofistas griegos.'3

Sócrates

¿Quién fue Sócrates? La pregunta es mucho menos ociosa de lo que podría parecer a primera vista, si tenemos en cuenta que Só �crates, educador de almas, creía en el poder de la palabra hablada y que no dejó un solo escrito. Conocemos su pensamiento por me�dios indirectos, a través de los libros de sus discípulos, de las críti�cas de sus enemigos y de las diversas interpretaciones que a estas distintas fuentes se han dado en el curso de la historia.

Entre las fuentes que explican el pensamiento socrático, tres son de primera importancia: los Diálogos de Platón, los Recuer �dos de Sócrates de Jenofonte y los textos de Aristóteles quien, si por cierto no conoció a Sócrates, conoció bien a sus discípulos. No es necesario tom ar en cuenta las críticas y las sátiras que aparecen en Las nubes: Aristófanes, con ánimo adverso al filóso �fo, acaso influido por los enemigos de Sócrates, trazó de él una caricatura a veces cruel. Entre los historiadores modernos de la filosofía existen importantes discrepancias sobre la autenticidad del Sócrates que nos presentan las primeras tres fuentes. ¿Hasta qué punto Platón expresa el pensamiento del maestro en vez del suyo propio ? Jenofonte, principalm ente historiador, ¿habrá com �prendido a fondo el sentido filosófico de las palabras de Sócrates?Y Aristóteles, al hablar del método socrático y de sus ideas sobre la bondad y el bien, ¿habrá tenido un conocimiento suficiente de Sócrates, a quien nunca llegó a encontrar en vida? Algunos auto �res -com o Burnet y Taylor- se inclinan por la interpretación pla �tónica de las ideas socráticas; otros, como Robin y en buena par�te Jaeger, prefieren la interpretación aristotélica porque piensan

33 Cf. Eduardo García Máynez, “El derecho natural en la época de Sócrates", en Ensayos filosófico-jurídicos, B iblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, U niversi�dad Veracruzana, Jalapa, 1959.

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que Aristóteles, ya a cierta distancia del maestro, podía ser más objetivo que Platón. Debemos confesar que no existe un conoci�miento claro y preciso de todo lo que pensó Sócrates. Sin embar�go, muchas de las ideas que exponen Jenofonte, Platón y Aristó �teles, coinciden. Será adecuado, antes que nada, fiarse de estas ideas coincidentes, sin olvidar que el Sócrates que ha pasado a la historia de Occidente es, ante todo, el que expone Platón en sus primeros diálogos.

En cuanto al estudio de Sócrates, podemos proceder con m a�yor rigor del que era aplicable a los anteriores filósofos de Gre �cia. En Sócrates existe un método preciso gracias al cual se puede llegar a una idea de la ciencia y a una doctrina moral.

El método

Imaginemos a Sócrates caminando por las calles de Atenas, dis �cutiendo en la plaza pública, en la palestra o “disputando con sus amigos, no tanto para rebatir sus opiniones, cuanto para indagar la verdad” .34 En esta frase de Diógenes Laercio apunta ya la dife �rencia básica entre los sofistas, que discutían por discutir, sin te �ner en cuenta la verdad o la falsedad de sus argumentos, y Sócra �tes quien siempre anduvo en busca de la verdad. Su método, es decir, etimológicamente y con mucha exactitud su camino, fue siempre la conversación o, para em plear la palabra griega, el diá �logo. En la República, Platón distingue claramente entre el méto �do socrático y el método sofístico. Dice Sócrates que los hom �bres “sin quererlo, caen en la disputa; creyendo discutir no hacen sino disputar”.35 Por un lado están los que emplean la erística, o arte de discutir con el solo y único fin de discutir; por el otro los que emplean el diálogo teniendo siempre a la vista un mismo fin: el descubrimiento de la verdad.

Pero la verdad no puede afirmarse sin más pruebas, como lo hacían los primeros pensadores griegos merecedores, para Só �crates, de toda desconfianza. Para hablar con claridad es necesa-

34 C f D iógenes Laercio, Vidas, opiniones y sem encias de los filósofos más ilustres, vol. I, Perlado, M adrid, pp. 74-86.

35 Platón. República, trad. de Enrique Palau, Iberia, Barcelona, 1959. p. 160. Todas las citas de la República incluidas en nuestro tratam iento provienen de esta edición.

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rio em plear un método crítico. De ahí que Sócrates afirme, tantas veces, que sólo sabe que nada sabe. Esta afirmación significa, primero, que se llega al saber después de poner en duda lo que creem os saber sin tener más pruebas de ello que nuestra creencia. Significa, además, que Sócrates procede siempre mediante la iro �nía. Ante el sofista al que se opone. Sócrates suele tom ar una actitud de irónico retraimiento. Así, en el Protágoras, de Platón, Sócrates que ha oído el discurso del sofista elogia a Protágoras y dice que “por nada en el mundo hubiera querido perder esta oca �sión de haber oído a Protágoras”. Pero añade: “Sólo encuentro un pequeño escrúpulo, que me quitará fácilmente Protágoras” .36 La misma actitud la encontramos ante Eutifrón, quien se cree posee �dor de un conocim iento com pleto de las ciencias de lo divino, o frente a Calicles, defensor de la razón del más fuerte. La ironía de Sócrates consiste en afirmar su propia ignorancia, hacer que su opositor exponga sus puntos de vista para mostrarle, mediante un método de preguntas que siempre dan en el blanco, cuál es su error. Si Sócrates duda, duda para finalmente no dudar; si Sócrates es irónico, lo es para m ostrar la confusión de espíritu en que suelen estar sus interlocutores.

Sólo cuando los sofistas - o los jóvenes interlocutores a quie �nes piensa enseñar la v irtud- han visto las contradicciones de su propio pensamiento, se perm ite Sócrates em pezar sus propios razonamientos. Para ello emite una hipótesis. Ante la ignorancia ya patente, sólo cabe la posibilidad de hacer nuevas suposiciones.

Tenemos una hipótesis establecida, ya sea la del triángulo que se inscribe en el círculo, ya la de la naturaleza de la virtud. Una vez establecida la hipótesis, Sócrates procede a verificarla. Su método sigue siendo el de las preguntas a las cuales su interlocu �tor habrá de responder. Y es que Sócrates cree, ante todo, en el valor educativo y vital de la filosofía. Si una persona debe apren �der algo, solam ente podrá hacerlo aprendiéndolo a partir de sí. No en vano coloca Sócrates en el centro mismo de su pensamiento la inscripción del oráculo de Delfos: “conócete a ti m ismo”.

Hijo de una partera. Sócrates gusta decir que él mismo es par�tero de almas, que tal es el sentido de la palabra mayéutica en

36 Platón, "Protágoras", en Diálogos, Porrúa, México. 1962, p. 118. ["Sepan cuan �to s ...” , 13.]

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griego. Es útil de nuevo recurrir aquí a un ejemplo. Menón tiene un esclavo que sabe hablar griego. M ediante una serie de pregun�tas sobre un problema de matemáticas. Sócrates logra que el es �clavo, ignorante de toda ciencia, lo resuelva. La idea de Sócrates es clara. El esclavo, como todos los hombres, tiene ideas, ideas que muy probablem ente ha tenido siempre, pero que nunca ha acabado de aclarar. Tal es la doctrina de las ideas innatas -o , en términos de Platón, de la rem iniscencia-. La experiencia de los sentidos puede sernos útil, pero nada lo será tanto como aclarar estas ideas que poseemos y sacarlas a luz m ediante un método riguroso. El m étodo de Sócrates desem boca en una teoría del conocim iento según la cual cuanto conocem os proviene de la iluminación de nociones que teníamos en el espíritu oscuras y confusas. Al empirismo de los sofistas, cabe oponer la razón so �crática. Para Sócrates el razonamiento es cosa del espíritu y no algo que aprendemos de la experiencia.

La ciencia, la moral

Descubriendo, develando, revelando lo que está en potencia y convirtiéndolo en acto de conocimiento, Sócrates pretende llegar a la ciencia, si por ciencia entendemos un conocimiento claro y preciso, válido en cualquier lugar y en cualquier tiempo, y no sólo una mera opinión de nuestros sentidos o de nuestra im agina �ción. Pero, interesado en la vida concreta de cada uno de los hom �bres que le rodean, insatisfecho de las especulaciones científicas de los primeros filósofos griegos que se contentaban con afirmar una teoría sin demostrarla, Sócrates busca la única ciencia que tiene im portancia en la conducta de la vida tanto individual como social. Esta ciencia es la moral.

La moral socrática tiene una apariencia paradójica. Aristóteles la reduce a tres proposiciones: 7 j la virtud es lo mismo que el cono �cimiento; 2) el vicio es ignorancia; 3) nadie hace el mal voluntaria�mente. La tercera de estas proposiciones es, sin duda, la más paradó�jica. Para entender la moral contenida en estas frases es necesario recordar que la virtud para Sócrates, como para los sofistas, puede ser enseñada. Es igualmente necesario entender que la virtud sig �nifica exactamente lo opuesto para los sofistas que para Sócrates.