Soggin Alberto Nueva Historia de Israel

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  • J. Alberto Soggin

    NUEVA HISTORIA DE ISRAEL

    De los orgenes a Bar Kochba

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  • La Historia de Israel de J. Alberto Soggin se distingue por su constante atencin a todos los aspectos. de la historia de Israel, desde los factores polti-cos y econmicos, desde las caractersticas geogrficas y topogrficas, hasta la interpretacin religiosa y teolgica. El captulo metodolgico sobre la historio-grafa de Israel, que completa la parte introductoria, constituye una novedad por su amplitud y su claridad, y se ampla hasta incluir una presentacin de todas las Historias de Israel publicadas hasta la actualidad. Esta Historia empieza con la poca de J?avid, primer periodo histrico del que podemos tener una docu}l'lentacin ms o menos fidedigna; una vez concluida la exposi-cin del reino t,mificado bajo David y Salomn, el autor se remonta a las tradi-ciones relativas al nacimiento de Israel, el llamado periodo patriarcal, el xodo, la instalacin en Canan y la poca de los Jueces. A continuacin com-pleta la presentacin de las monarquas de Israel y de Jud en siglos sucesivos, para hablar despus del destierro y de las sucesivas vicisitudes que desembo-caron en la catstrofe de la ltima y desesperada resistencia ante la ocupacin romana. Dos apndices, elaborados por conocidos especialistas (D. Conrad y H. Tadmor) y dedicados a la arqueologa sirio-palestina y a la cronologa del periodo monrquico, hacen ms evidente la utilidad de esta nueva Historia de Israel.

    J. Alberto Soggin (Lucca 1926) es profesor de Lengua y Literatura Hebraica en la Universidad de Roma y ha impartido clase en las Universida-des de Buenos Aires, Princeton y Cambridge. Es miembro del comit de redaccin de las revistas "Vetus Testamentus" y "Henoch" y autor de numero-sos estudios sobre la lengua, la arqueologa y la teologa veterotestamentaria.

    Biblioteca Manual Descle 14

  • NUEVA HISTORIA DE ISRAEL

  • Biblioteca Manual Descle

    l. LA BIBLIA COMO PALABRA DE DIOS. Introduccin general a la Sagrada Escritura, por Valerio Mannucci. (5 edicin)

    2. SENTIDO CRISTIANO DEL ANTIGUO TESTAMENTO, por Pierre Grelot

    3. BREVE DICCIONARIO DE HISTORIA DE LA IGLESIA, por Paul Christophe

    4. EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS. VOLUMEN I, por Joseph Moingt 5. EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS. VOLUMEN II, por Joseph Moingt 6. EL DESEO Y LA TERNURA, por Erich Fuchs

    7. EL PENTATEUCO. Estudio metodolgico, por R. N. Whybray

    8. EL PROCESO DE JESS. La Historia, por Simn Lgasse 9. DIOS EN LA ESCRITURA, por Jacques Briend

    10. EL PROCESO DE JESS (II). La Pasin en los Cuatro Evangelios, por Simn Lgasse

    11. ES NECESARIO AN HABLAR DE RESURRECCIN? Los datos bblicos por Marie-mile Boismard

    12. TEOLOGA FEMINISTA, por Ann Loades (Ed.) 13. PSICOLOGA PASTORAL. Introduccin a la praxis de la pastoral curativa,

    por Isidor Baumgartner

    14. NUEVA HISTORIA DE ISRAEL, por J. Alberto Soggin

    J. ALBERTO SOGGIN

    NUEVA HISTORIA DE ISRAEL

    De los orgenes a Bar Kochba Con dos apndices de

    Diethelm Conrad y Haim Tadmor

    DESCLE DE BROUWER BILBAO

  • Ttulo de la edicin original: STORIA D'ISRAELE Paideia Editrice, Brescia, 1984

    Traduccin castellana: Victor Morla

    Ilustracin de cubierta: Detalle de "LA CONSTRUCCIN DE LA TORRE DE BABEL", PIETER BRUEGEL "EL VIEJO", 1563

    EDITORIAL DESCLE DE BROUWER, S.A. 1997 C/Henao, 6 - 48009 BILBAO

    Printed in Spain ISBN: 84-330-1243-6 Depsito legal: S.S. 844/97 Impreso en: ltxaropena, S.A. ZARAUTZ

    A la Universidad Hebrea de Jerusaln que, durante el ao acadmico 1982-83, me ha ofrecido en su Instituto de Estudios Avanzados tranquilidad, espacio, tiempo y colaboracin sin los que no habra sido posible escribir este libro.

  • PREFACIO

    Este trabajo nunca podra haber sido escrito sin una serie de cir-cunstancias que lo han favorecido de diverso modo:

    l. La invitacin que me curs la Universidad Hebrea de Jerusaln (Institute for Advanced Studies) para ser miembro del Instituto durante el ao acadmico 1982-83, y las numerosas facilidades con las que hemos contado mis colegas y yo. El libro est dedicado a la Universidad de Jerusaln.

    2. El permiso para ausentarme temporalmente de mi ctedra de la Universidad de Roma, que me fue concedido por el Rector Magnfico tras or el parecer favorable del Consejo de la Facultad de Filosofa y Letras, y la disponibilidad por parte de mis colegas del Instituto de Estudios del Prximo Oriente (hoy Departamento de Estudios Orien-tales) para sustituirme durante mi ausencia.

    3. La acogida fraterna de la cole Biblique et Archologique Fran-

  • 10 LA HISTORIA DE ISRAEL

    El lector advertir con frecuencia, en algn momento, cierta des-proporcin entre la atencin concedida a algunos elementos, cierta-mente no de primera importancia, y la destinada a otros, obviamente ms importantes. Pido disculpas al lector por anticipado: son cosas que suceden con frecuencia, y que slo precisiones sucesivas podrn re-dimensionar o incluso eliminar.

    En el curso de este trabajo no he querido insistir en los libros bblicos. Si algn lector tiene inters en ellos, le remito a mi Intro-duzione all'Antico Testamento (Paideia, Brescia 3 1979; cuarta edicin en preparacin). Le recuerdo al mismo tiempo que las bibliografas son siempre selectas. Ser exhaustivos en este ltimo campo (que exige en definitiva mencionar ttulo por ttulo) no slo significa llevar a cabo un trabajo intil (existen numerosos estudios bibliogrficos a los que puede recurrir el lector), sino tambin convertir el intento de escribir una Historia en un elenco bibliogrfico que nada tendra que ver con una Historia. De todos modos, he tratado de actualizar las bibliografas hasta junio de 1983.

    El trabajo se detiene en los acontecimientos del 74 y del 135 d.C., acontecimientos que desembocaron en la destruccin del hebrasmo en Judea y en la dispersin de los supervivientes. Por lo que respecta a la investigacin histrica, no me parece relevante el hecho de que no pocos grupos consiguiesen quedarse en Tierra Santa, especialmente en la llanura del Esdreln, en Galilea y en el altiplano meridional (presencia de la que dan testimonio los restos de las bellsimas sinagogas des-cubiertas en estas regiones): tras la destruccin del templo (nunca ms reedificado) por obra de Tito y el fracaso de la revuelta de Bar Kochba, el centro cultural y religioso hebreo en Palestina funcion de forma muy reducida. Fue la dispora, a la que perteneca buena parte de la Tierra Santa, la que acab constituyndose en elemento determinante.

    Finalmente, el lector advertir tambin que, a partir de la poca de los Macabeos, el discurso es cada vez ms sinttico y sobrio. En realidad, tras el descubrimiento de los manuscritos de Qumrn en 194 7, pocas novedades pueden aportarse en este campo. En consecuencia, el lector aficionado a los detalles puede recurrir a las historias de Israel que tratan este perodo, especialmente: G. Ricciotti*, M. Noth*, A.H.J. Gunneweg*, S. Herrmann*, J.H. Hayes- J.M. Miller*, J. Bright*, y a las monografas indicadas en las bibliografas. Para dos temas alta-mente especializados: la cronologa de la poca de los Reyes y la arqueloga palestina, he pensado que deba servirme de la obra de estudiosos especialmente competentes; se trata de los colegas H. Tad-mor, de la Universidad Hebrea de Jerusaln, y D. Conrad, de la Uni-

    PREFACIO 11

    versidad de Marburgo. Mientras que la colaboracin de este ltimo ha sido escrita especficamente para este libro, el estudio del primero es en realidad un captulo de la obra The World History of the Jewish People, que me ha sido cedido gentilmente por la editorial Massada Press de Jerusaln (la traduccin de ambos ensayos es ma). Finalmente deseo dar las gracias a cuantos han puesto a mi disposicin fotografas, diagramas y otros materiales, en parte inditos: al Departamento de Antigedades del Estado de Israel, Jerusaln; al Hebrew Union College, de Jerusaln (prof. A. Biran); a la Israel Exploration Society, de Je-rusaln (pro f. N. A vigad) y al Instituto de Arqueologa de la Univer-sidad de Tel Aviv (prof. R. Gophna).

    Esta Historia deja sin resolver un problema de notables dimensio-nes: las relaciones de los reinos de Jud e Israel (y luego slo de Jud) con Asiria y despus Babilonia, y con Egipto. Nos encontramos frente a una extraa relacin a tres bandas, que no consiguen aclarar las fuentes de ninguna de las naciones mencionadas.

    Si estoy en lo cierto, ni Isra~l ni especialmente Jud se vieron totalmente libres del vasallaje, al menos nominal, respecto a Egipto. Ciertamente hubo perodos en los que el poder egipcio parece haber sido de hecho inexistente, pero sin que esto significase un menoscabo de la situacin de derecho.

    Contamos con una serie de intervenciones por parte de Egipto. Las principales son: 1 . la invasin de Sheshonq/Shishaq 1 a finales del siglo X a.C.; 2. la del 701 a.C.; 3. la del609 a.C.; 4. la del600 a.C.; y 5. la solicitada en los ltimos aos del reino de Jud y otras menores. En los casos 1, 3 y 4, no es extrao que Egipto intentase (y lo con-siguiese) restablecer al menos temporalmente su soberana, tambin efectiva, en la regin. En los casos 2 y 5, se tratara de intervenciones solicitadas por Jud, exactamente como las solicitaban los vasallos sirio-palestinos del archivo de El Amama en los siglos XV-XIV a.C. Los mercenarios kittfm mencionados en las cartas de 'Arad podran haber sido tambin mercenarios a sueldo de Egipto, instalados en el Negueb, a cuyo mantenimiento deba contribuir Jud (comunicacin oral de G. Garbini).

    Como puede observarse, se trata de cuestiones de notable comple-jidad, hasta tal punto que no me he sentido capaz ni siquiera de intentar darles una solucin en estas pginas. Sin embargo, creo que he sealado una lnea de investigacin para los prximos aos, que otros o yo, al mismo tiempo o despus de m, podremos desarrollar.

  • 12 LA HISTORIA DE ISRAEL

    Una ltima palabra. Es evidente que esta Historia, como ocurre con todas las historias, constituye slo una tentativa. Tambin lo que Israel ha transmitido no deja de ser una simple tentativa, aunque, segn la doctrina cristiana, est inspirada. Aqu nos encontramos con los lmites de este trabajo, sobre los que ahora me gustara abrir la dis-cusin.

    Casi al mismo tiempo sale una traduccin inglesa de este volumen en la editorial SCM Press de Londres y en su delegacin de Estados Unidos, la Westminster Press de Filadelfia.

    Jerusaln, verano de 1983. Roma, otoo de 1983.

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    ABREVIATURAS Y SIGLAS

    Traduccin griega de Aquila del Antiguo Testamento Annual of the American Schools of Oriental Research The Anchor Bible M. Noth, Abhandlungen zur biblischen Landes- und Altertums-kunde, N eukirchen 1971 Abhandlungen des Deutschen Paliistinavereins Archiv fr Orientforschung Archiv fr Religionsforschung W. von Soden, Akkadisches Handworterbuch, Wiesbaden 1865-1981 Annali dell 'Istituto Oriental e di Napoli Annual of the Japanese Biblical Institute Analecta Bblica J.B. Pritchard (ed.), Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, Princeton 3 1969 J.B. Pritchard (ed.), The Ancient Near East in Pictures, Prin-ceton 3 1969 Atti dell' Accademia Naziona1e del Lincei- Memorie/Resoconti Alter Orient und Altes Testament Altorientalische Forschungen Archives Royales de Mari Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa The American Schools of Oriental Research Annual of the Swedish Theological Institute Abhandlungen zur Theologie des Alten und Neuen Testament Das Alte Testament Deutsch Australian Biblical Review The Biblical Archaeologist Talmud de Babilonia Bulletin of the ASOR Bonner Biblische Beitr:auage Bibbia e Oriente Biblisch-historisches Handworterbuch, 4 vols., Gotinga 1962-1979 Biblia Hebraica, ed. R. Kittel

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    BHS Bibl BiblOr BiblRes BJ BJRL BK BN BO BThB BWANT BZ BZAW CAH CAT CB-OTS CBQ CTA

    DBAT EA

    El EncBibl EncJud EThL EvTheol ExpT FRLANT

    Fs GA GS HAT Hen HKAT HSM HThR HUCA IASHP ICC IDB-SV

    IEJ Int JANESCU

    LA HISTORIA DE ISRAEL

    Biblia Hebraica Stuttgartensia ( = BHK4 ) Bblica Bblica et Orientalia Bblica! Research La S. Bible ... de Jrusalem Bulletin of the John Rylands Library Biblischer Kommentar zum AT Biblische Notizen Bibliotheca Orientalis Bblica! Theology Bulletin Beitrage zur Wissenschaft vom Alteo und Neuen Testament Biblische Zeitschrift Beihefte zur ZA W Cambridge Ancient History Commentaire de l 'Ancien Testament Coniectanea Bblica - Old Testament Series The Catholic Biblical Quarterly A. Herdner, Corpus des tablettes alphabtiques dcouvertes a Ras Shamra-Ugarit 1929-1939, Pars 1963 Dielheimer Blatter zum Alten Testament J.A. Knudtzon, Die El Amarna Tafeln, Leipzig 1 1908, 11 1915, y A.F. Rainey, The El Amarna Tablets, AOAT 8, Keve1aer 2 1973

    'Ere~ Isra'el Encyclopaedia Bblica (hebreo) Encyclopaedia Judaica Ephemerides Theologicae Lovanienses Evangelische Theologie The Expository Times Forschungen zur Religion und Literatur vom Alteo und Neuen Testament Festschrift... (Homenaje a ... ) Gesammelte Aufsatze ... (Ensayos selectos ... ) Gesammelte Studien ... (Estudios selectos ... ) Handbuch zum Alten Testament Henoc Handkommentar zum Alten Testament Harvard Semitic Monographs Harvard Theological Review Hebrew Union College Annual The Israel Academy of Sciences and Humanities - Proceedings The Intemational Critica! Commentary The Interpreter's Dictionary of the Bible - Supp1ementary Vo-1ume The Israel Exploration Jouma1 lnterpretation Joumal of the Ancient Near Eastem Society, Columbia Uni-versity

    JAOS JBL JCS JEA Jerush. JESHO JJS JNES JNWSL JPOS JQR JSOT-SS

    JSS JThS KAI

    KB

    KS KuD LA-SBF LXX

    ND NKZ NP OA AW-Sitzb.

    OBO OLZ Or OTL OTOS

    OTS PEQ PJB PL pp Prot RA RB RGG RHPhR RHR RiBib

    ABREVIATURAS Y SIGLAS

    Joumal of the American Oriental Society Joumal of Biblical Literature Journal of Cuneiform Studies Joumal of Egyptian Archaeo1ogy Talmd de Jerusaln Journal of the Economical and Social History of the Orient Journal of Jewish Studies Joumal of Near Eastern Studies Joumal of North-West Semitic Literature Joumal of the Palestine Oriental Society Jewish Quarterly Review

    15

    Journal for the Study of the Old Testament - Supplementary Studies Joumal of Semitic Studies Journal of Theological Studies H. Donner- W. Rollig, Kanaaniiische und Aramiiische lnsch-riften, Wiesbaden 2 1966-70 L. Kohler - W. Baumgartner, Lexicon in Veteris Testamenti Libros, Leiden 31967-83 Kleine Schriften ... , Escritos menores de ... Kerygma und Dogma Lber Annuus - Studi Biblici Franciscani Traduccin griega del Antiguo Testamento, conocida como los Setenta>> Nombres de divinidad Neue Kirchliche Zeitschrift Nombre de persona Oriens Antiquus sterreichische Akademie der Wissenschaften - Sitzung~rich-

    ..... ,. .,.

    te Orbis Biblicus et Orientalis Orientalistische Literaturzeitung Orientalia The Old Testament Library J.A. Soggin, Old Testament and Oriental Studies, BiblOr 29, Roma 1975 Oudtestamentische Studien Palestine Exploration Quarterly Palastina-Jahrbuch Patrologa Latina, ed. J.P. Migne La palabra del pasado Protestantismo Revue d' Assyriologie Revue Biblique Die Religion in Geschichte und Gegenwart Revue d' Histoire et de Philosophie Religieuses Revue d'Histoire des Religions Rivista Bblica (Italiana)

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    RIDA RSF RSLR RSO RThPh SBL-DS/MS

    SBS SBTh ScrHier SDB SE Se m Si m. SNTS-MS SOTS-MS SSI

    SSR StSem TA Teo. Tg ThLZ ThS ThWANT ThZ TRE V uF VT-S WAT WHJP

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    ZAW ZNW ZDMG ZDPV ZThK

    LA HISTORIA DE ISRAEL

    Revue lnternationale des Droits de 1' Antiquit Rivista di Studi Fenici Rivista di Storia e di Letteratura Religiosa Rivista di Studi Orientali Revue de Thologie et de Philosophie The Society of Bblica! Literature - Dissertation Series/Mono-graph Series Stuttgarter Bbelstudien Studies in Bblica! Theology Scripta Hierosolymitana Supplment au Dictionnaire de la Bible Svenks Exegetisk Arsbok Semi ti ca Traduccin griega del Antiguo Testamento de Smmaco The Society of New Testament Studies - Monograph Series The Society of Old Testament Studies - Monograph Series J.C.L. Gibson, Textbook of Syrian Semitic Inscriptions, Oxford 1 1971, 11 1975, III 1982 Studi di Storia delle Religioni Studi Semitici Te! Aviv Traduccin griega del Antiguo Testamento de Teodocin Targum, taduccin aramea del Antiguo Testamento Theologische Literaturzetung Theological Studies Theologisches Worterbuch zum Alten Testament Theologische Zeitschrift Theologische Realenzyklopiidie, Berln 1976 ss. Verkndigung und Forschung Vetus Testamentum - Supplement M. Noth, Die Welt des Alten Testaments, Berln 4 1963 B. Mazar (ed.), The World History of the Jewish People, Je-rusaln 1964 ss. Wissenschaftliche .Monographien zum Alten und Neuen Tes-tament W ort und Dienst J. Aistleitner, Worterbuch der ugaritischen Sprache, Berln 1963 (y reim.) Zeitschrift fr die alttestamentliche Wissenschaft Zeitschrift fr die neutestamentliche Wissenschaft Zeitschrift der deutschen Morgenliindischen Gesellschaft Zeitschrift des deutschen Paliistinavereins Zeitschrift fr Theologie und Kirche

    OBRAS CITADAS CON ABREVIATURA

    Y. AHARONI, The Land ofthe Bible, Filadelfia 2 1979. Ver ms abajo, p. 39.

    W.F. ALBRIGHT*, From the Stone-Age to Christianity, Baltimore 1940, 2 1957. Ver ms abajo, p. 62. Si no se indica nada en contra, siempre es citada la segunda edicin.

    J. BRIGHT*, A History of Israel, OTL, Filadelfia-Londres 3 1981. Ver ms abajo, pp. 62 s.

    B. BUCCELLATI, Cities and Nations of Ancient Syria, StSem, Roma 1967.

    CLARK*, cfr. Hayes-Miller*.

    DE VER*, cfr. Hayes-Miller*.

    H. DONNER *, cfr. Hayes-Miller*.

    FLAVIO JOSEFO BEN MATATAS, Bellum Judaicum, Antiquitates Judai-cae, Contra Apionem. Ver ms abajo, pp. 67 s.

    G. FOHRER*, Geschichte Jsraels, Heidelberg 3 1982. Ver ms abajo, p. 63.

    G. GARBINI, 1 Fenici- Storia e religione, Npoles 1980.

    N.K. GOTTWALD, The Tribes ofYahweh, Maryknol11979- Londres 1980.

    A.H.J. GUNNEWEG*, Geschichte Israels bis Bar Kochba, Stuttgart 4 1982. Ver ms abajo, p. 63.

    * El asterisco indica las Historias de Israel.

  • 18 LA HISTORIA DE ISRAEL

    J.H. HA YES - J.M. MILLER (eds.)*, Israelite and Judaean History, OTL, Londres-Filadelfia 1977. Ver ms abajo, p. 63.

    S. HERRMANN*, Geschichte Israels, Munich 21980. Ver ms abajo, p. 63.

    T. ISHIDA (ed.), Studies in the Period of David and Saloman, Tokio 1982.

    J. JAGERSMA*, Geschiedenis van Israel in het oudtestamentische tijdvak, Kampen 1979. Ver ms abajo, pp. 63 s.

    K.A. KITCHEN, The First Intermediare Period in Egypt, Warminster 1973.

    A.R. C. LEANEY*, cfr. Hayes-Miller*.

    A. LEMAIRE*, Histoire du peuple hbreu, Pars 1981. Ver ms abajo, p. 64.

    A.D.H. MA YES*, cfr. Hayes-Miller*.

    J. NEUSNER*, cfr. Hayes-Miller*.

    M. NOTH*, Geschichte Israels, Gotinga 21954 (y reim.). Ver ms abajo, p. 62.

    -, berlieferungsgeschichte des Pentateuch, Stuttgart 1948.

    B. ODED*, cfr. Hayes-Miller*.

    G. RICCIOTTI*, Storia d'Israele, Turn 1932. Ver ms abajo, pp. 61 s.

    P. SCHFER *, cfr. Hayes-Miller* .

    P. SACCHI*, Storia del mondo giudaico, Turn 1976. Ver ms abajo, p. 64.

    J.A. SOGGIN, Das Konigtum in Israel- Ursprung, Spannungen, Entwicklung, BZAW 104, Berln 1967.

    -, Introduzione all'Antico Testamento, Brescia 31979.

    -, Judges- A Commentary, OTL, Londres -Filadelfia 1981.

    -,Le livre de Josu, CAT, Neuchatel 1970.

    -*, cfr. Hayes-Miller*.

    OBRAS CITADAS CON ABREVIATURA 19

    M. STERN, Greek and Latin Authors on Jews and Judaism, Jerusaln 1 1974, 11 1980, III en curso de publicacin.

    R. DE VAUX*, Histoire ancienne d'Isra"l, Pars 1 1971, 11 1973. Ver ms abajo, p. 63.

    MAX WEBER, Das antike Judentum, Tubinga 1920. Ver ms abajo, p. 61.

    M. WEIPPERT, Die Landnahme der israelitischen Stiimme, FRLANT 92, Gotinga 1967.

    G. WIDENGREN*, en Hayes-Miller*.

  • Primera Parte PROBLEMAS INTRODUCTORIOS

  • 22 LA HISTORIA DE ISRAEL

    Los mtodos de investigacin criminal no son punto por punto idnticos a los de la historia cientfica, porque su propsito ltimo no es el mismo ...

    Sin embargo, al tiempo que tenemos esto claro, la analoga entre los mtodos legales y los mtodos his-tricos tiene cierta relevancia para la comprensin de la historia.

    (R.O. Collingwood, The Idea of History, 1956)

    l. La posicin

    Captulo 1 EL CONTEXTO

    La historia de Israel tiene lugar en gran medida en el reducido territorio situado en la costa meridional del Mediterrneo oriental, al sur del Lbano y de Siria, al oeste del Jordn y al nordeste de Egipto. Al este del Jordn se han descubierto asentamientos israelitas en di-ferentes momentos de la historia, y algunas partes de la regin han estado bajo el control de Israel de vez en cuando, a partir de comienzos del primer milenio a.C.

    a) El territorio que vamos a examinar forma parte de Siria desde los puntos de vista ecolgico, tnico y lingstico. En consecuencia, podemos distinguir entre una gran Siria, que comprende precisamente tambin los actuales territorios de Lbano, de Israel y de Jordania, y una Siria en sentido estricto, que comprende solamente la actual Siria ms el distrito otomano de Alejandreta, cedido a Turqua en los aos 20 de nuestro siglo, debido a que su poblacin era de mayora turca.

    b) La gran Siria pertenece a su vez a la regin llamada Prximo Oriente (denominacin ms apropiada que la de Oriente Medio, reservada a Irn, Afganistn y Pakistn) o tambin, con un nombre ms fantasioso, Media luna frtil (en ingls Fertile Crescent), dado que el territorio queda incluido, pictricamente hablando, entre dos arcos parciales unidos por las extremidades, uno ancho y el otro es-trecho, que forman una luna en cuarto creciente. Otra denominacin frecuente es la de Asia Anterior, que sin embargo incluye tambin a Asia Menor.

    2. El nombre Sin embargo, el nombre ms antiguo y autntico que conocemos

    es el de Canan, escrito consonnticamente kn 'n y vocalizado en hebreo

  • 24 LA HISTORIA DE ISRAEL

    kn'an 1 Aparece en los textos cuneiformes quiz ya en Ebla (finales del III milenio a.C.), y con toda seguridad a partir de la primera mitad del 11 milenio en la forma kinahhu y otras variantes ortogrficas 2 En el frica septentrional romana era todava usado entre la poblacin de origen pnico en los siglos IV-V d.C., a tenor de lo que dice san Agustn 3

    a) El origen de este nombre suele ser relacionado con la elaboracin de la prpura 4 , una de las principales fuentes de ingresos de la regin en la antigedad. Pero tal relacin nos lleva a Fenicia, y la palabra griega oi:vL~ y sus derivados se refieren ms bien a Fenicia en sentido estricto, no a la regin en general. Pero el uso que hacen del trmino Canan los textos bblicos y otros textos orientales antiguos demuestra que, al menos en su origen, el nombre se refera probablemente a toda la regin, no slo a la pequea parte que conocemos como Fenicia 5 . Por lo dems, en Is 19, 18, un texto probablemente tardo, pero relativo a hechos acaecidos al final del siglo VIII a.C., el hebreo es llamado lengua de Canan, sjat ken'an, una definicin filolgicamente co-rrecta.

    b) Otro nombre muy frecuente se remonta a la llegada de los fi-listeos, una poblacin algena de origen todava no muy claro, instalada preferentemente en la parte meridional de la regin a partir del siglo XII: Palestina 6 Actualmente sirve para denominar genricamente la regin en cuanto distinta de Siria y de Lbano, independientemente de quien ejerza en ella la soberana. Aparece por vez primera en

    ..

    1. Estos datos han sido recogidos y comentados por H.-J. Zobel, art. /na'an, ThWAT IV, 224-243.

    2. AHw 1, 479. 3. Ep. ad Rom. Exp. 13, PL 35, 2096. 4. Cfr. B. Maisler (Mazar), Canaan and the Canaanites: BASOR 102 (1946) 7-

    12; S. Moscati, op. cit., 67, y Sulla storia del nome Canaan, en Studia Bblica et Orienta/ia, AnBibll2, Roma 1959, 266-269, y M. Noth, WAT, 45-49.

    5. W.F. Albright, The Role of the Canaanites in the History of Civilization, en Studies in the History of Culture, Waldo H. Leland Volume, Menasha Wisc. 1942, 11-50, reim. en The Bible and the Ancient Near East. Essays in Honor of William Foxwell Albright, Garden City - Londres 1961, 328-362; cfr. sin embargo las obser-vaciones crticas de G. Garbini, I Fenici ... , cap. l. Ver tambin S. Moscati, 11 mondo deifenici, Miln 1966.

    6. M. Noth, Geschichte des Namens Paliistina: ZDPV 62 (1939) 125-144; ABLAK 1, 294-308.

    EL CONTEXTO 25

    Herodoto (siglo V ~.C.). como adje~ivo: v Ilcx.A.cx.Lcr'tLvn l:vpLq., 1, 105; como sustantivo TJ ITcx.A.cx.LO"'tLVTJ en 3, 91 y otros lugares. He-ro? oto. ~rata de _distinguir esta regin de Fenicia, con la que la deno-mmacwn

  • 26 LA HISTORIA DE ISRAEL

    cambio, conforme vamos en direccin al valle del Jordn, el terreno es cada vez ms frtil debido a las lluvias. No en vano era antiguamente el granero de la regin. Goza de un clima continental, caluroso y seco en verano (aunque mitigado por la altura) y fro y lluvioso en invierno, con frecuentes y abundantes nevadas. Actualmente comprende la mayor parte del reino hachemita de Jordania, cuya capital, 'ammiin, conserva la segunda parte de la antigua denominacin amonita-hebrea: rabbat-'ammn. Como hemos dicho lneas arriba, este territorio fue ocupado en ocasiones por poblaciones israelitas, aunque slo a comienzos del 1 milenio a.C., durante el reino unido davdico-salomnico y en aos inmediatamente posteriores, estuvo bajo soberana de Israel.

    b) La depresin del Jordn forma parte de una falla geolgica o fosa tectnica que discurre de norte a sur. Empieza tipolgicamente en la beq 'a sirio-libanesa sobre el nivel del mar; alcanza el punto mximo bajo el nivel del mar en la regin del Mar Muerto, y contina en el valle de la Arab hasta alcanzar nuevamente el nivel del mar en el golfo de Aqaba. La _falla o fosa contina a travs del Mar ~ojo y se adentra despus en A frica oriental (Etiopa, Kenia y Tanzama), en el Rift Valley y ms all. Hay que buscar sus orgenes en un cataclismo ssmico prehistrico, que explica la sensibilidad actual de todo el te-rritorio a los terremotos.

    e) Desde su inicio sobre el nivel del mar hasta el confn israelo-libans, el valle llegaba pronto al lago de Jule, de 3-4 metros de profundidad y una superficie de unos 14 km. 2 . En los aos 50 fue desecado y slo queda, dentro de un parque nacional, un estanque muy reducido. A partir de aqu, el valle desciende tras pocos kilmetros al lago de Tiberades, situado a algo ms de 200 metros bajo el nivel del mar. Unos kilmetros ms al sur, a la altura del Mar Muerto, el valle forma la depresin ms profunda de la tierra: 394 metros bajo el nivel del mar. El clima es tropical y hmedo en toda la depresin: primaveral y agradable en invierno; agobiante en verano. Una .veintena ~e kil-metros al sur del lago de Tiberades, las precipitacwnes empiezan a ser cada vez ms escasas, hasta desaparecer casi por completo: nos encontramos as con una zona desrtica, slo cultivable donde existen oasis (como el de Jeric y el de En Guedi) o donde se puede hacer llegar el agua.

    d) El ro Jordn, que pocos kilmetros al sur del lago de Tiberades empieza a encajonarse profundamente entre riberas a menudo encos-teradas e irregulares, no es utilizable para la agricultura, al menos que se lleven a cabo obras hidrulicas que de todos modos haran poco rentable la produccin. Tampoco es navegable ni apto para la pesca.

    EL CONTEXTO 27

    El Jordn resulta, pues, de poca utilidad para la economa de la regin, y divide ms que une a los habitantes de sus riberas.

    e) Pero donde existe o es posible conducir el agua necesaria para el regado, el valle del Jordn es extremadamente frtil. En los tramos cercanos al lago de Tiberades se cosechan productos fuera de la estacin correspondiente, y en el curso meridional frutas tropicales.

    j) El altiplano cisjordnico ha sido el principal escenario de la historia de Israel. De norte a sur se divide sucesivamente en las cadenas montaosas de la alta Galilea y en los altiplanos centro-septentrional y meridional.

    Las primeras alcanzan una altura mxima de l. 199 metros sobre el nivel del mar, y forman valles especialmente frtiles. Los montes estn cubiertos de bosques, en parte originales y en parte fruto de repobla-ciones forestales. Estn separadas de los dos altiplanos por la llanura de Esdreln, en hebreo yizre" el.

    El altiplano central empieza en esta llanura y llega hasta los confines septentrionales de la actual Jerusaln; su altura mxima es de 1.028 metros sobre el nivel del mar. El terreno resulta rido al viajero. La vegetacin, aunque en ocasiones es originaria, por regla general es fruto de repoblaciones forestales modernas. Los alrededores de los pueblos estn intensamente cultivados mediante la tcnica de terrazas.

    El altiplano meridional comienza al sur de Jerusaln, alcanza su altura mxima cerca de Hebrn (1.100 metros sobre el nivel del mar) y muere en el Negueb, la estepa meridional cultivable en su parte septentrional despus de inviernos especialmente lluviosos y actual-mente con modernos sistemas de irrigacin. El altiplano meridional tiene ms arboledas que el central, tambin en parte fruto de repobla-ciones. El terreno en torno a los pueblos est asimismo intensamente cultivado.

    g) La zona occidental de los montes de Galilea y de los dos alti-planos, expuesta a los vientos del Mediterrneo, tiene un clima salu-dable de media montaa: fro en invierno y moderadamente caluroso en verano, con abundantes precipitaciones (tambin de nieve) durante el invierno. La zona oriental, en cambio, va siendo cada vez ms seca conforme nos dirigimos hacia el este.

    h) Entre Galilea y el altiplano centro-septentrional tenemos la ub-rrima llanura de Esdreln y otras limtrofes. En direccin este van descendiendo al valle del Jordn; hacia el oeste alcanzan la cordillera

  • 28 LA HISTORIA DE ISRAEL

    del monte Carmelo, que discurre de sureste a noroeste manteniendo una altura media de 300 metros, con un punto mximo de 480 metros. En su declive occidental se encuentra la ciudad y el puerto de Jaifa (hebreo l]fiih y rabe f;ayfdh).

    i) Entre los altiplanos y la costa del Mediterrneo existe una zona intermedia de colinas, llamada en hebreo sjldh, muy frtil tambin donde hay provisin de agua y no ha sido atacada por la erosin.

    j) Las costas son por lo general arenosas, y se prestan poco a la agricultura y a la construccin de puertos. Este ltimo elemento explica, por una parte, la desconfianza de los antiguos israelitas hacia el mar, considerado una supervivencia del mtico caos, y por otra su escasa aficin a la navegacin, a diferencia de sus vecinos fenicios.

    4. El clima

    La conformacin orogrfica de la regin explica las notables di-ferencias en el plano climtico, a pesar de las distancias ms bien cortas. Sin embargo, todas las regiones tienen en comn el hecho de pertenecer (con exclusin de Transjordania) a la zona climtica mediterrnea sub-tropical. Es frecuente en ella el viento marino del suroeste (el poniente de algunas zonas costeras del Mediterrneo espaol), que refresca en verano y trae lluvias en invierno. Ms raro, en primavera y otoo, es el viento proveniente del desierto oriental, una especia de siroco seco, llamado en rabe f;amsin y en hebreo sdrdb. Se trata de un meteoro molesto para el hombre y para los animales domsticos, y son conocidas en la Biblia sus perniciosas consecuencias para la agricultura (ls 40,7). Ms rara es la tramontana, que sopla especialmente en invierno y trae

    consigo lluvia.

    a) Una de las principales caractersticas climticas de la regin, a pesar de todas las variaciones locales, es la divisin del ao en dos estaciones principales: el invierno, con abundantes aunque intermitentes lluvias, que pueden convertirse fcilmente en temporales, con nieve en los altiplanos, seguidas de varios das de calma; y el verano, estacin totalmente seca. La primavera y el otoo tienden a ser muy breves.

    b) En este particular rgimen de lluvias reside una de las diferencias fundamentales de Palestina respecto a otras civilizaciones de la regin: Mesopotamia y Egipto. Estas dos ltimas civilizaciones han conocido desde poca inmemorial los beneficios del riego, llevado a cabo me-diante obras de canalizacin del agua de los ros accesibles a las tcnicas

    EL CONTEXTO 29

    de la poca, tanto por lo que se refiere a su instalacin como a su conservacin. En cambio, en Canan, una regin de escasos y poco caudalosos cursos de agua, la agricultura estaba condicionada hasta hace pocas dcadas por el volumen de las lluvias invernales, precedidas en septiembre-octubre por las primeras lluvias (en hebreo yrh) y seguidas en abril-mayo por las lluvias tardas (en hebreo malqS). Uno o ms inviernos de sequa o de lluvias insuficientes desembocaban fcilmente en la catstrofe ecolgica: los manantiales y los pozos se secaban, el agua de las cisternas se consuma. Era difcil que, en tales condiciones, los animales domsticos, privados de forraje, pudiesen sobrevivir. A veces estaba en peligro la propia supervivencia del hom-bre. En 1 Re 17,lss (ver ms abajo pp. 314 ss.) se menciona un caso especialmente grave de sequa trienal. Actualmente, con una planifi-cacin centralizada de los recursos hdricos y con la posibilidad de llevar a cabo obras de canalizacin a nivel nacional, tales catstrofes no llegan a producirse, si bien una sequa prolongada puede todava traer consigo serias consecuencias para la agricultura.

    e) En cambio, en los altiplanos y en los valles formados por las cadenas montaosas, la lluvia nunca ha sido lo suficientemente abun-dante como para garantizar la presencia permanente de hombres y animales, salvo naturalmente en los lugares provistos de manantiales: era necesaria la conservacin del agua de las precipitaciones invernales, de modo que pudiese ser til al hombre y a los animales durante la estacin seca. Slo con el descubrimiento de una masa especial para recubrir por dentro las cisternas y as impermeabilizarlas, se consigui en los ltimos siglos del 11 milenio repoblar las regiones montaosas y de los altiplanos (ver ms abajo p. 208).

    d) Tal dependencia de factores azarosos explica el carcter precario de la agricultura de la regin hasta hace pocas dcadas: Un mundo marginal sin defensa ni autonoma, presa fcil de las ambiciones de la ciudad o de la rapacidad depredadora de los nmadas, como dice en su fundamental estudio J. Sapin (1981-1982; ver bibliografa).

    e) Conforme nos dirigimos hacia oriente, especialmente en la linea divisoria de las vertientes de los altiplanos, tales lluvias, que en el oeste tienen una media anual de 400-500 mm., van disminuyendo hasta cesar casi por completo en la parte baja del valle del Jordn y en la regin del Mar Muerto.

    j) Con el comienzo de la estacin de las lluvias en otoo, la ve-getacin renace y se reanuda el ciclo de las labores agrcolas, con la labranza y la sementera. El final de las lluvias en primavera acaba con

  • 30 LA HISTORIA DE ISRAEL

    todas las plantas sin consistencia leosa, cuya semilla, sin embargo, germina nuevamente en otoo. Las plantas de consistencia leosa con-siguen generalmente sobrevivir al ardor estival, siempre que el suelo haya recibido agua suficiente durante el invierno. Este ciclo de la naturaleza explica tambin la esencia de la religin cananea: Ba'al, dios de la fertilidad del suelo y de los rebaos, muere en primavera y es sepultado; en su lugar reina Mot, dios de la muerte y de los infiernos. En otoo resucita Ba'al, fecunda antes de nada el suelo con la lluvia (que autores clsicos han descrito como -ro CT1tfjp.ux. -ro ~cx.cx.A., el esperma de Ba' al) y, al final del invierno, fecunda tambin los rebaos y las dulas, para morir de nuevo al final de la primavera. Esta religin constituye evidentemente una reproduccin del ciclo de la naturaleza, e intenta garantizar su regular desarrollo.

    5. La flora

    Es evidente que el clima de la regin determina al mismo tiempo su flora y su fauna. En consecuencia, junto a la variedad climtica nos encontramos con una gran variedad de vegetacin autctona y de ani-males, que ocupan un espacio ms bien exiguo.

    a) Tenemos en primer lugar las plantas propias de los bosques y de los sotos. Antiguamente parece que los bosques cubrieron buena parte de las montaas y de los altiplanos, aunque no hemos de ima-ginamos nunca a la antigua Palestina como una gran selva, como lo fueron por ejemplo la Europa centro-septentrional y Amrica del Norte. En cualquier caso, la progresiva explotacin de los altiplanos y de los montes para la agricultura y .el pastoreo, iniciada en los ltimos siglos del 11 milenio a.C. y acompaada de una gestin depredadora de los recursos forestales, condujo pronto a una drstica reduccin del patri-monio forestal. Actualmente, y por lo que se refiere al bosque original, slo contamos con zonas reducidas en la alta Galilea y en el Carmelo. Es ms frecuente encontrarse con el monte bajo mediterrneo, salpicado de rboles de tronco alto.

    b) Entre los rboles originarios de la regin, podemos mencionar algunos tipos de encina, los ms comunes de los cuales son la Quercus Coccifera y la Quercus Aegilops; el terebinto, Pistacia Terebinthus; y una variedad regional de confera, el Pinus Halepensis. En las estepas encontramos tambin el tamarisco, Tamarix, y distintos tipos de ar-bustos.

    EL CONTEXTO 31

    e) Durante los ltimos cincuenta aos se han efectuado gigantescas obras de reforestacin, patrocinadas primero por el comisariado bri-tnico y despus por el Fondo nacional hebreo. Tal actividad ha cam-biado notablemente el aspecto y la consistencia arbrea de muchas regiones. Basta con hacer actualmente un viaje de Jerusaln a Tel Aviv, la ida en autobs y la vuelta en tren: en el primer caso atravesaremos una regin boscosa, una vez que hayamos entrado en las montaas por bab el-wiid en rabe, s'ar haggy en hebreo (coord. 136-152; para estos datos, ver pp. 38 s.); en el segundo, seguiremos el pintoresco y tortuoso trazado del antiguo chemin de fer otomano, terminado en 1892, que pasa por regiones desprovistas de arbolado. La diferencia es im-presionante!

    d) Pero estos trabajos han introducido en la regin otras especies de plantas, ms resistentes a la sequa y por tanto ms adaptadas al clima, y ms econmicas desde el punto de vista de su explotacin. Tenemos as nuevas variedades de conferas y de cipreses; y en las regiones hmedas el eucalipto, importado de Australia. La flora regio-nal originaria ha quedado as notablemente modificada.

    e) Son tambin autctonos diversas variedades de arbustos y de hierbas. Los arbustos, con frecuencia espinosos (los llamados espinos de la Biblia) florecen al final de la estacin de las lluvias, para secarse nuevamente en verano; las hierbas empiezan a despuntar con las lluvias, para secarse definitivamente durante los ltimos sirocos, al final de la primavera.

    j) La regin, como lo atestiguan los restos agrcolas encontrados en las excavaciones de Jeric de los aos 50, conoci la agricultura al menos desde el VIII milenio a.C. Sin ser particularmente frtil (nada que pueda compararse con las tierras negras de Ucrania o de las llanuras del Norte y del Sur americanos), siempre ha producido lo necesario para el sustento de sus habitantes, a pesar de la interrupcin de las lluvias en verano. En algunos casos se puede hablar de super-produccin.

    g) Entre los frutales, son clsicos el olivo, la higuera, el almendro y la vid, esta ltima suspendida entre rboles o cultivada a ras de tierra. Actualmente el vino es elaborado por los rabes cristianos y por los hebreos, pues, como todas las bebidas alcohlicas, los musulmanes lo tienen prohibido. Hay tambin manzanos y perales, sicmoros, pista-chos y nogales.

    h) Tambin se cultivan distintas especies de cereales, principal-mente la cebada y el trigo, que pueden encontrarse en cualquier parte.

  • 32 LA HISTORIA DE ISRAEL

    Como ya hemos dicho, la Transjordania era antiguamente el granero de la regin. La recoleccin tiene lugar entre marzo y mayo, y la trilla a comienzos del verano.

    i) En las regiones tropicales del valle del Jordn crecen palmeras datileras y bananeras, ambas cultivadas intensivamente: Jeric era tam-bin llamada en la antigedad la ciudad de las palmas (Dt 34,3; Jue 3,13; 2 Cro 28,15). En las ltimas dcadas se han introducido el mango y el avocado.

    j) De importacin relativamente reciente es el cultivo de los ctricos: limones, naranjas, mandarinas y pomelos; actualmente constituyen una de las principales fuentes de riqueza agrcola de la regin. Su cultivo tiene lugar especialmente a lo largo de la costa, donde los productores hebreos han registrado la marca Jaffa, nombre de la antigua ciudad convertida hoy en un barrio meridional de Tel A viv. Segn la leyenda, los ctricos habran sido introducidos en el pas, junto con el tomate, por los franciscanos en el siglo XVII.

    k) Relativamente reciente parece haber sido la introduccin de la higuera de la India (variedad con hojas espinosas), usada por los rabes como empalizada en las fincas. Su fruto es comestible, y las palas, oportunamente tratadas, pueden servir de forraje en poca de sequa.

    l) Primero en las colonias agrcolas hebreas, y despus en el estado de Israel, la agricultura ha ido transformndose radicalmente durante los ltimos cincuenta aos. Ha desaparecido la pequea propiedad agrcola, formada generalmente por granjas de rgimen familiar, para ser sustituida por grandes empresas que han recibido los terrenos del Fondo nacional hebreo, y despus del propio estado de Israel. De aqu surgieron las granjas de rgimen cooperativo (en hebreo mosiib) y las de estructura socialista (e~ hebreo qbba.r). La antigua granja de rgimen familiar o la de propiedad comunal, que asigna por tumo las tierras a los vecinos con derecho a ello, siguen en vigor en zonas donde la poblacin es principalmente rabe. La produccin por hectrea es por lo general cuantitativamente, y a veces tambin cualitativamente, in-ferior, siempre que no se trate de frutos fuera de temporada o de productos delicados, que requieren abundante mano de obra individual.

    m) En las granjas agrcolas hebreas, la produccin tradicional ha sido en gran parte sustituida por productos que, por una parte, se parecen a los del centro-sur de Europa, y por otra resisten el calor y se adaptan perfectamente a la mecanizacin. En las granjas rabes, sin embargo, los productos tradicionales son cultivados todava a gran escala.

    EL CONTEXTO 33

    6. La fauna

    Si la diversidad climtica favorece una diferenciacin de la flora, anloga es la situacin por lo que respecta a la fauna.

    a) Por lo que respecta a los animales salvajes, el fuerte aumento de la poblacin israelita y rabe en los ltimos cincuenta aos y la intensificacin de la agricultura han trado consigo graves consecuen-cias, restringiendo cada vez ms su hbitat y causando en ocasiones su extincin. Es el caso, por ejemplo, del lobo, la hiena, el perro y el gato salvajes, la zorra, el jabal, la liebre, el rebeco y el tejn. Otros animales mencionados en la Biblia ya se han extinguido: el oso y el len asitico; del primero sobreviven algunos ejemplares poco prote-gidos en las montaas sirio-libanesas. En Israel, las especies amena-zadas son ahora adecuadamente protegidas, pero poco se ha podido hacer en el plano de la conservacin del ambiente, una situacin similar a la de los pases industrializados.

    b) Tambin las aves han sido vctimas de la reduccin de su medio ambiente natural. Entre las rapaces contamos con el halcn, el buitre y unas pocas guilas; entre las no rapaces tenemos la codorniz, la faraona y otros ejemplares que se pueden cazar. Pero el hecho de que musulmanes y hebreos coman generalmente carne de animales sacri-ficados ritualmente reduce en gran medida los efectos de la caza y favorece la conservacin de las especies.

    e) Abundan mucho los reptiles: serpientes, lagartos y tortugas. Se sabe que, hasta finales de siglo, hubo cocodrilos en los afluentes de la ribera izquierda del Jordn.

    d) La pesca ha sido, desde tiempo inmemorial, una de las riquezas del lago de Tiberades. Actualmente, en terrenos poco adaptados a la agricultura, han sido construidos estanques artificiales para criar peces de agua dulce, raramente tambin de agua salada. El Mar Muerto, como es bien sabido, no permite prcticamente forma alguna de vida animal, a causa de su altsimo grado de salinidad.

    e) Entre los insectos, el ms conocido por los daos que ha pro-ducido a lo largo de los siglos es sin duda la langosta (cfr. Joel l). Actualmente es posible combatirla con eficacia, anulando o al menos reduciendo los eventuales daos. Pero todava al comienzo de la Primera Guerra Mundial, una plaga particularmente grave de langosta redujo al pas al hambre, contribuyendo no poco al triunfo del ejrcito ingls en el frente turco (1917 -1918). (Sobre este caso, puede consultarse el

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    documentadsimo y ya clsico artculo de J.D. Whiting en: National Geographic Magazine 28 [1915] 511-550).

    j) Hasta hace pocos aos, los principales animales domsticos eran el buey y el asno; ms raro era el caballo, considerado un lujo. Tanto en la poca bblica como a menudo en la actualidad, eran los animales de trabajo del agricultor rabe (jellah). Actualmente su uso est limitado esencialmente a las regiones poco accesibles a los vehculos motori-zados. Por lo dems, la mecanizacin agrcola se va extendiendo tam-bin entre los rabes, condenando a una progresiva desaparicin a estos tradicionales amigos y colaboradores del hombre.

    g) Lo mismo puede decirse del camello (el dromedario de una sola joroba). En la actualidad es usado casi exclusivamente en las estepas y en las regiones limtrofes, donde es criado por los beduinos; es, por tanto, posible encontrar rebaos de camellos en el Negueb central y meridional. Pero en las zonas de produccin agrcola intensiva, donde todava en los aos 60 apareca con frecuencia, resulta muy raro verlo: tambin el camello tiende a ser sustituido, donde es posible, por ve-hculos motorizados.

    h) Los principales animales domsticos de uso corriente son la vaca, la oveja y la cabra. De los tres se aprovecha la leche, la carne y la piel; de la oveja y la cabra, tambin la lana. En la actualidad, la vaca es criada generalmente en granjas industriales, que facilitan la productividad; en cambio, la oveja y la cabra tienen que pastar si se quiere obtener lana de buena calidad, razn por la que es frecuente ver por el campo pastores rabes e israelitas. En la poca bblica, la vaca era por lo general un lujo; el ganado corriente al oeste del Jordn era el menor (en hebreo ~o' n). En Basn (actual Hurn), al norte de Transjordania, la cra de ganado bovino era frecuente, y su calidad, proverbial (cfr. A m 4, 1) .

    i) Entre los animales domsticos de reciente importacin, cabe mencionar algunas aves de corral, patos, ocas y pavos. Tambin en este caso, la produccin es industrial entre los hebreos y tradicional entre los rabes, donde sin embargo se van abriendo paso las nuevas tcnicas.

    7. Los antiguos pobladores

    El Antiguo Testamento ofrece numerosas noticias sobre los pueblos de Canan en el momento de la conquista israelita; su nmero es establecido utilizando la cifra siete.

    EL CONTEXTO 35

    a) De los siete pueblos, tres son denominaciones genricas de los habitantes de toda la regin: cananeos, amorreos e hititas. Las dos ltimas se remontan probablemente a las usadas en Mesopotamia, que llama amurru y IJatti (o variantes) a la regin en diferentes pocas, como actualmente es puesto justamente de relieve por los autores (ver arriba n. 5 y un poco ms abajo n. 8).

    b) Quedan los nombres de otros cuatro pueblos, citados no siempre en el mismo orden: jeveos, pereceos, guirgaseos y jebuseos 8 De ellos, slo los jebuseos y los jeveos son relacionados con ciudades concretas: los primeros con Jerusaln, los segundos con Siqun (ver ms abajo pp. 200 ss.); pero se trata de relaciones mencionadas slo en la Biblia hebrea, no en otros textos: en los textos extrabblicos, esas dos loca-lidades nunca son vinculadas a esos dos pueblos 9 Los jeveos han sido puestos a veces en relacin con los hurritas, poblacin de Asia Menor de lengua no semita; de los dems nada sabemos en el estado actual de la investigacin: ni siquiera si se trata de nombres reales (un recuerdo de pueblos que efectivamente existieron) o de denominaciones mticas, o incluso si son fruto de la fantasa popular, como es el caso de los refatas, de los que nos ocuparemos ms abajo (p. 207).

    e) En cambio, se menciona un pueblo algeno que hostig a Israel desde el principio: los filisteos, que, como hemos visto, dieron un nombre a la regin. Volveremos ms tarde a hablar de ellos (pp. 207 s.).

    d) En torno a Israel tenemos varios pueblos con los que los hebreos mantuvieron frecuentes relaciones a travs de los siglos: al norte, las ciudades-estado costeras de Fenicia; al este, en Transjordania, los amo-nitas, los moabitas y los edomitas, todos los cuales hablaban, junto con los israelitas, variantes dialectales de la misma lengua. Los pueblos de Transjordania se instalaron en la regin poco despus que Israel. En Siria encontramos, en cambio, a los arameos, que hablaban una lengua distinta, aunque perteneciente tambin al grupo semtico-occi-dental: el arameo.

    8. Sobre estos pueblos, cfr. T. lshida, The Structure and Implications of the List of pre-Israelite Nations: Bibl 60 (1979) 461-490, y N.K. Gottwald, The Tribes ... , 498-503. Para el tema en general, cfr. los exhaustivos artculos de A.R. Millard, The Canaanites, y de M. Liverani, The Amorites, editados ambos en D.J. Wiseman (ed.), Peoplesfrom Old Testament Times, Oxford 1973, reim. 29-52 y 100-133.

    9. R. de Vaux, Les Hurrites del' histoire et les Horites de la Bible: RB 74 (1967) 481-503.

  • 36 LA HISTORIA DE ISRAEL

    8. La poltica

    Aunque el estado actual de la investigacin no nos permite re-construir la composicin tnica de la regin a la llegada de Israel, contamos sin embargo con importantes noticias sobre su estructura poltica y con datos econmicos de primera mano, en fuentes un poco anteriores a la conquista.

    Estamos hablando sobre todo del archivo de El Amarna, localidad egipcia situada a medio camino, ms o menos, entre El Cairo y Luxar. Se trata del archivo que guardaba la correspondencia que llegaba a la corte de los faraones Amenofis III y IV (Akenaton), desde finales del siglo XV a la mitad del siglo XIV a.C., remitida por los vasallos de Egipto en Asia Anterior; buena parte de estos vasallos eran cananeos. La correspondencia ha sido recopilada y publicada, en una edicin crtica ya clsica, por J.A. Knudtzon, Die El-Amarna Tafeln, Leipzig 1 1908, 11 1915; despus de ms de medio siglo de su publicacin, este trabajo necesita ser revisado en muchos puntos. Algunos textos descubiertos con posterioridad han sido publicados por A.F. Rainey, The El-Amarna Tablets, AOAT 8, Neukirchen 2 1978. Importantes son tambin los textos de Ugarit, una ciudad-estado siria situada un poco al norte de Laodicea y destruida en el siglo XII a.C.; sus ruinas, cercanas al actual ras e5-samrii', han sido excavadas a partir de 1929. El material que interesa a nuestro anlisis ha sido recopilado y analizado por M. Heltzer, The Rural Community in Ancient Ugarit, Wiesbaden 1976, y The Interna/ Organization of the Kingdom of Ugarit, Wiesbaden 1982; cfr. tambin M. Liverani, art. Ras Shamra- Ugarit: Territoire et popu/ation- 2, en SDB IX (1979) 1316-1323.

    a) Resulta especialmente interesante el cuadro sociopoltico de-ducible de las cartas de El Amarna. Nos presenta varias ciudades-estado, gobernadas todas por un soberano a menudo extranjero, pero que nunca lleva el ttulo de rey, quizs por respeto al faran. En Ugarit, donde s aparece el ttulo, encontramos textos econmicos que nos ofrecen noticias de la situacin social y econmica interna. Bajo la persona del monarca, y en torno al palacio, existe una especie de estructura piramidal: los notables, constituidos en asamblea, un rgano que parece haber posedo notables poderes incluso en relacin con la corona; despus los terratenientes, los mercaderes y los artesanos (reu-nidos en artes o gremios); finalmente peones, braceros y esclavos. Una estructura anloga existi al parecer en torno a los templos, que se establecan en consecuencia como centro alternativo de poder. Sa-bemos tambin por El Amarna que las ciudades-estado de Canan estaban situadas casi todas en las llanuras y disponan de territorios exiguos (reducidas eran tambin las propias ciudades, si aplicamos el

    EL CONTEXTO 37

    patrn de la urbanstica moderna: Jasar, considerada una de las ms grandes, ocupaba menos de 35 hectreas), aunque densamente poblados e intensivamente cultivados. Las ciudades-estado de los altiplanos se podan contar con los dedos de una mano: slo conocemos la existencia de Hebrn, Jerusaln y Siqun; la mencionada Jasar se encontraba en el lmite entre las dos zonas.

    b) La capital estaba rodeada de campos, en los que podan encon-trarse centros menores. La vida de los campesinos tena dos caracte-rsticas principales: por una parte, la ausencia de poder efectivo respecto a la marcha del Estado; por otra, eran los mayores productores de bienes en el principal sector de la poca, el agropecuario.

    e) En otras palabras, la capital de la ciudad-estado detentaba el poder econmico y poltico a travs del palacio y del ejrcito, y basaba la propia riqueza en la elaboracin artesanal y en la comercializacin de los productos del campo, el cual no parece haber gozado de la facultad de tomar decisiones importantes 10 .

    d) Una situacin de este tipo podra hacer pensar en la existencia de continuos y graves conflictos entre la ciudad, como ente explotador, y el campo, regin productiva explotada. Pero la realidad parece ser otra: en los textos de El Amarna se habla de rebeliones y de reyes obligados a huir, pero todos estos movimientos no nacen en el campo, en un intento de sustraerse al yugo de la ciudad, sino dentro de la propia ciudad, generalmente entre los nobles reunidos en asamblea y el monarca, es decir, entre grupos que ya detentaban el poder de un modo o de otro, o a causa de las intrigas urdidas por grupos de exiliados.

    e) Uno de los resultados ms tangibles de estos conflictos fue pre-cisamente la multiplicacin de grupos de exiliados en la regin, un elemento sobre el que ofreceremos ms tarde detalles complementarios (ver pp. 152 ss.). Los exiliados de una ciudad-estado se refugiaban en una de las ciudades limtrofes e intrigaban no slo contra la localidad de origen, sino frecuentemente tambin contra la que los hospedaba. sta se vea as implicada a pesar suyo en conflictos que originalmente en poco o nada le concernan.

    10. M. Liverani, Vil/e et campagne dans le royaume d'Ugarit. Essay d'analyse conomique, en Societies and Languages of the Ancient Near East. Studies in Honour of !.M. Diakonoff, Warminster 1982, 250-258, ofrece un interesante ejemplo de ex-plotacin inicua del campo para poder construir el palacio real.

  • 38 LA HISTORIA DE ISRAEL

    j) No extraa por tanto que el conjunto de estos factores (la frag-mentacin y los frecuentes conflictos en el plano poltico, las hostili-dades dentro de las ciudades-estado, la notable prosperidad econmica y la presencia de territorios escasamente poblados en los altiplanos y en las estepas) favoreciera la instalacin de los grupos de antepasados de Israel y, en las regiones limtrofes, de los grupos de los que des-cendieron los pueblos de Siria y de Transjordania.

    9. Poltica internacional

    Un ltimo elemento. Como se deduce de lo que venimos diciendo hasta ahora, la regin sirio-palestina fue siempre el puente entre frica y Asia, y por tanto entre Egipto, por un lado, y los imperios hititas y mesopotmicos, por otro. El control de la regin se converta as en la meta que todos ambicionaban. Desde finales del 11 milenio a la mitad del I milenio nos encontramos, pues, con una cadena de conflictos casi ininterrumpida entre Egipto, por un lado, y los hititas, Asiria y Ba-bilonia sucesivamente, por otro. Tambin ste es uno de los elementos objetivos que han caracterizado a la regin, prcticamente hasta la actualidad.

    10. Instrumentos de trabajo

    Para un mayor conocimiento de la regin es necesario servirse de los numerosos instrumentos de trabajo que actualmente tenemos a nues-tra disposicin.

    ..

    a) El mejor mapa es el confeccionado por el Survey oflsrael. Existe en una edicin en dos pliegos a escala 1:250.000, a lo que hay que aadir otros dos pliegos a idntica escala para el Sina. Contamos con la edicin fsica y la poltica, si bien la primera es la ms til para el aficionado a la historia. Mucho ms detallada es la fsico-poltica a escala 1:100.000, en 22 pliegos. Ambas existen en hebreo y en ingls. Existe tambin una serie de mapas a escala 1:50.000 en hebreo, pre-parados por la Sociedad Israelita para la Proteccin de la Naturaleza, pero slo estn a la venta algunos pliegos; y otra serie de mapas a escala 1:25.000, que no estn a la venta, pero que pueden ser consul-tados en las bibliotecas. Los primeros van siendo actualizados con regularidad; los segundos se encuentran en ediciones relativamente

    EL CONTEXTO 39

    antiguas''. Otro mapa magnfico, publicado como apndice al BHH IV (1979), es el preparado por E. Hohne, en dos pliegos a escala 1:300.000.

    b) Otro instrumento de trabajo indispensable son las geografas bblicas, que permiten seguir las discusiones y las diferentes tesis sobre la identificacin de las localidades antiguas (cfr. ms abajo pp. 219 ss.). Desgraciadamente, algunas de ellas no traen las coordenadas de los mapas mencionados hace poco, lo que constituye una evidente limitacin. Indicamos las siguientes:

    F.-M. Abe!, Gographie de la Palestine, Pars 1 1933, II 1938, y reimpresiones recientes; M. du Buit, Gographie de la Terre Sainte, Pars 1-II 1958; J. Simons, The Geographical and Topographical Texts ofthe Old Testament, Leiden 1959; D. Baly, The Geography of the Bible, Nueva York 21974; Y. Aharoni, The Land of the Bible, Filadelfia-Londres '1979; Y. Karmon, Israel. Eine geographische Landeskunde, Darmstadt 1983; O. Keel - H. Kchler, Orte und Landschaften der Bibel, Zurich-Gotinga II 1982; 1 1984; III y IV previstos para 1985-86; se trata de la gua ms completa y actualizada en el plano geogrfico, climtico, topogrfico y arqueolgico; E.K. Vogel- B. Holtzclaw, Bibliography ofHoly Land Sites: HUCA 42 (1971) 1-98 y 52 (1981) 1-92; entre las numerosas arqueologas, cito la ms reciente y actualizada: Y. Aharoni, The Archaeology of the Land of Israel, Filadelfia-Londres 1982.

    e) De estas obras, la primera es ya un clsico, si bien en algunos casos est evidentemente superada; la segunda es un suplemento a La Bible de Jrusalem, y resulta muy til por su brevedad; la tercera es muy completa, pero tiene un formato intilmente voluminoso y una edicin de lujo, lo que la hacen demasiado cara. El trabajo de Baly es una de las obras ms tiles actualmente en el mercado, y lo mismo puede decirse de los trabajos de Aharoni. Los recientes volmenes de Keel y de Karmon se presentan como obras muy serias y actualizadas.

    d) En el presente trabajo seguiremos, en gran medida, las indica-ciones de Aharoni (1979).

    11. Los dos primeros pueden ser adquiridos en cualquier librera especializada (en Italia, por ejemplo, en la de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma).

  • Captulo 11 METODOLOGA, BIBLIOGRAFA Y FUENTES

    1 . Problemas

    Actualmente son muchas las historias de Israel concebidas de forma cientfica y crtica, actualizadas en el plano metodolgico y bibliogr-fico (ver ms abajo pp. 60 ss.). A partir de la segunda guerra mundial, han sido muchos los biblistas que han escrito alguna, y pocos los orientalistas que no han dado cabida en sus trabajos a la historia de Israel, como por otra parte es lgico. Los aos que van de 1940 a 1980 han sido los ms productivos, si prestamos atencin al nmero de las historias de Israel publicadas.

    a) Despus de un siglo de historiografa histrico-crtica, escribir una historia de Israel, especialmente si se parte de sus orgenes, parece actualmente, aunque suene a paradoja, una empresa cada vez menos fcil. La prueba est en que casi todas las historias de Israel publicadas en el perodo antes mencionado tienen un mismo planteamiento de fondo, razn por la que llegan a resultados prcticamente anlogos. Algo distinta, y metodolgicamente importante, es la de Martin Noth*, que comienza en los ltimos siglos del II milenio a.C. Podemos con-siderar excepciones la historia editada por J. H. Hayes y J. M. Miller, y las monografas de J. Van Seters y T.L. Thompson. Los estudiosos se encuentran de hecho ante fuentes compuestas de diversas tradiciones (ver ms abajo pp. 61 ss.). Cada una pretende hacer su propia contri-bucin a la solucin del problema de los orgenes de Israel, unas veces de forma discordante, otras de manera artificiosamente uniforme y esquemtica. Y todo anlisis moderno, por crtico que sea, no puede prescindir de estas fuentes, aceptando y haciendo propia una u otra de sus tesis. Preguntmonos de nuevo: en qu circunstancias, dnde y cundo ha nacido el pueblo que en la Biblia lleva el nombre de Israel?

  • 42 LA HISTORIA DE ISRAEL

    b) Una cosa parece cierta: en la poca de las cartas del archivo de El Amarna (ver ms arriba pp. 36 ss.), no slo no hay referencia alguna a una entidad que lleve ese nombre, sino que ni siquiera hay sitio para ella en la regin. Poco despus, en las ltimas dcadas del 11 milenio, aparece de improviso Israel y se desarrolla rpidamente hasta conver-tirse en un imperio. Estos son los datos comprobados en el estado actual de la investigacin.

    e) Pero el problema de la etnognesis, como ha puesto de relieve recientemente Liverani (1980), no tiene en Israel una solucin desde d~ntro. De hecho, slo cuando un pueblo existe ya y ha adquirido Ciertas estructuras empieza a hacerse preguntas sobre los propios or-genes: cmo ha llegado a convertirse en lo que es actualmente. Y no es difcil darse cuenta que, desde el comienzo del proceso etnogentico hasta que un pueblo llega a la toma de conciencia que le obliga a hacerse esas preguntas, pueden pasar incluso siglos. Slo llegar a darse cuenta de su particularidad tnica en la fase final del proceso. Slo entonces, en una visin retrospectiva, tratar el pueblo de tomar conciencia de los elementos que han ocasionado o condicionado la propia formacin. Por tanto, slo desde fuera podr ser adecuadamente planteado el problema.

    d) .Ahora bien, debemos admitir (y deseo subrayar esto, para evitar cualqmer equvoco y cualquier a priori negativo) que en poca histrica pueden existir tradiciones, orales o escritas, que nos reconducen di-rectamente a determinadas fases de este proceso y que nos permiten, por tanto, aunque slo sea en lneas generales y en formas sectoriales reconstruir algunas partes de su desarrollo. Con todo, la realidad d~ los hechos tiende por lo general a ser poco generosa en relacin con tal~s tradiciones, en caso de que poseamos algunas. El gran arquelogo Y fillogo americano W .'F. Albright 1 nos adverta al comienzo de su carrera: La gran memoria que posean los pueblos semi-civilizados en relacin con los datos histricos es una piadosa ficcin de apologetas

    l. Historica/ and Mythical Elements in the Joseph History: JBL 37 (1918) 111-143: 113 s., y las pertinentes observaciones de T .L. Thompson, The Historicity of the Patnarchal Narratives, BZA W 133, Berln 1974, 8, n. 26. Sobre la figura de Albright pueden consultarse dos obras: L.G. Running y D.N. Freedman, William Foxwell ~lbr!~ht- A Twentieth Century Genius, Nueva York 1975 (es una pena que esta obra, nquiSlma por lo que respecta a informaciones, se pierda con frecuencia en detalles

    in~iles Y adopte generalmente una postura laudatoria y apologtica rayana en la vul-garidad) Y Ph.J. King, American Archaeology in the Mideast, Filadelfia 1983, passim.

    METODOLOGA, BIBLIOGRAFA Y FUENTES 43

    demasiado celosos ... ; una tesis que pronto acabara sustituyendo por otras ms optimistas.

    e) Se ha dicho (R.G. Collingwood) que la obra del historiador puede ser tilmente comparada con la de un investigador. Por mi parte, me gustara ampliar la comparacin hasta incluir a toda la corte en el proceso penal, corte que interroga a los testigos, examina las pruebas y valora los indicios para llegar finalmente, en virtud de los elementos recogidos, a un veredicto que se supone una reconstruccin autntica y normativa de los acontecimientos. Recordamos, sin embargo, que las tradiciones, orales o escritas, estn a menudo sometidas, en el curso de su transmisin (como ocurre con las pruebas de un proceso), a un fenmeno que en argot penalista solemos llamar de contaminacin. Este fenmeno tiene lugar cuando despistes u olvidos, errores y omi-siones, e intereses distintos de los que han animado a los transmisores originales condicionan a los que vienen despus. Se trata concretamente de los intereses en funcin de los cuales suelen ser recopilados y trans-mitidos los datos, al tiempo que otros datos son descartados, proba-blemente la mayor parte. A veces incluso se puede dar el caso de que algunas afirmaciones sean producto de reflexiones teolgicas o filo-sficas posteriores o de psicologizaciones, o incluso, en casos extremos, producto de la fantasa con fines apologticos o polmicos.

    j) El caso de la Roma Augusta constituye un buen ejemplo, al ser mucho menos controvertido. Tito Livio y Camelia Tcito en el plano historiogrfico y Virgilio Marn en el pico-potico nos han transmitido noticias sobre la migracin de Eneas desde Troya a Italia, sobre la fundacin de Roma, sobre la repblica romana naciente y sobre la poca de las guerras pnicas. Como ya es sabido, con frecuencia nos hallamos situados ante materiales legendarios: la migracin de Eneas, los relatos sobre Rmulo y Remo; otras veces encontramos elementos histricamente verosmiles, si bien escapan a cualquier intento de com-probacin en el estado actual de la investigacin: por ejemplo, las relaciones entre la Roma naciente y Alba Langa (Liverani 1980). Pero hay tambin materiales aparentemente ms concretos, especialmente en el caso de los dos historiadores mencionados; pero su temtica trata esencialmente de hombres y mujeres ilustres, ejemplos con los que identificarse y, por tanto, dignos de imitacin, y tambin a veces de ejemplos negativos que suscitan aversin y que, en ningn caso, deben ser imitados 2 Ahora bien, no podemos poner apriorsticamente en duda

    2. Para estos problemas, cfr. mi Geschichte als Glaubensbekenntnis - Geschichte

  • 44 LA HISTORIA DE ISRAEL

    la posibilidad de que algunas noticias se remonten a experiencias reales a travs de antiguas tradiciones y de que reflejen, por tanto, datos reales. Me parece que el problema es otro, al menos para el historiador, concebido aqu de manera distinta que el pedagogo: qu importancia pueden tener, a efectos de redactar una historia de la antigua Roma, relatos de hroes como Horacio Cclide y Muzio Scevola, de mujeres virtuosas como Cornelia y Lucrecia, del dictador Cincinnato, que re-gresa humildemente a la vida del campo despus de haber desempeado con xito la magistratura suprema? O la muerte del cnsul Attilio Rgulo por fidelidad a la palabra empeada, que haba entrado en conflicto insoluble con la lealtad a la patria? Especialmente estos dos ltimos episodios ocupan un lugar natural en la pedagoga tradicional, como episodios edificantes dignos de imitacin (probablemente con una punta polmica en relacin con polticos de otra catadura moral). Pero qu importancia pueden tener a efectos de una reconstruccin de la institucin de la dictadura al comienzo de la Repblica, o para el estudio de las actividades de los cnsules durante las guerras pnicas? Lo mismo puede decirse respecto a las mujeres virtuosas antes men-cionadas. En consecuencia, saber que al final de la poca de los reyes,

    als Gegenstand wissenschaftlicher Forschung, en l.L. Seeligmann Memorial Volume, Jerusaln (de prxima aparicin; el original a mquina ha sido entregado al comit de redaccin en 1977 !). No podemos ocupamos aqu en detalle de los problemas de fondo inherentes a cada historiografa; entre la multitud de estudios, cfr. los de M. Adinolfi, Storiografia bblica e storiografia classica: RiBib 9 (1961) 42-58 y S. Accame, ll problema storiografico e la critica storica: Theologia 6 (1981) 243-277; importante tambin P. Gibert, La Bible a la naissance de l'histoire, Pars 1979. En toda la historiografa antigua, especialmente en la clsica, nos encontramos, en mayor o menor medida, con la actitud que COflsidera a la historia magistra vitae. Para la historia romana, que algunos probablemente considerarn tratada aqu de manera superficial, remito a la obra monumental editada por Hildegard Temporini, Aufstieg und Niedergang der romischen Welt, 1: Van den Anfiingen bis zum Ausgang der Republik, Berln 1 1972, 2 1972, 3 1973 y 4 1974. Ver especialmente C.G. Starr, The Roman Place in History, 1 1972, 3-16: 6, donde el autor seala el : acto 1, las virtudes de la Roma antigua, acto 11 la decadencia moral, acto 111, el renacimiento de las virtudes en la poca ms antigua del Imperio: pa.x Romana, etc. Llama la atencin el que, a pesar de este planteamiento de los antiguos historigrafos, sean tantos los datos sobre el funcionamiento del Estado que se pueden deducir de las fuentes. En las fuentes antiguas de la Biblia encontraremos una situacin parecida. Para un examen de la problemtica de cualquier documento y de cualquier testimonio, cfr. los artculos (algunos muy agradables, otros trgicos) recopilados por R. W. Winks, The Historian as Detective. Essays on Evidence, Nueva York 1968 y reim. Tambin el ensayo de R.G. Collingwood sobre el paralelismo entre el trabajo del historigrafo y el del investigador o del tribunal.

    METODOLOGA, BIBLIOGRAFA Y FUENTES 45

    y en los perodos ms antiguos de la repblica, existieron. h_~oes y heronas puede ser pedaggicamente eficaz (contar con un JUICIO ne-gativo implcito sobre otras pocas posteriores), pero nos ayuda muy poco para reconstruir la historia poltico-econmic_a y las ins_titucio~es de las pocas estudiadas. Sera un poco como decir que Ennco Toti y Gabriele d' Annunzio constituyen figuras-clave para una historia de la primera guerra mundial en el frente italiano. Del mi~mo modo, ma~tener la opinin, en el mbito histrico, de que Muzw Scevola habna convencido a Porsenna para que regresara a su propio territorio no deja de ser una simptica ingenuidad, simptica porque est llena de re-cuerdos escolares.

    g) Est bien hablar de hroes y heronas positivos, ejemplos en los que podan inspirarse las generaciones posteriores (funcin que han desempeado magnficamente hasta la actualidad) y que eran exhortadas a imitar. Probablemente se trata tambin de materializaciones de la esperanza de los cortesanos ms iluminados del tiempo de _August_o, que, para mayor gloria del emperador, vean renacer las antiguas VIr-tudes (la pietas de antao) y contemplaban restablecidas unas condi-ciones parecidas a las de la edad de oro. Sin embargo, ms difcil parece la empresa de aclarar, por ejemplo, las relaciones existentes entre la Roma naciente y los etruscos, el modo en que se lleg a una ruptura definitiva y por qu Roma eligi una forma de gobierno ms bien inslita, en lugar de optar por la ms corriente de la monarqua, que ya haba tenido durante varios siglos, y explicar cmo operaban las nuevas instituciones. A pesar de estas consideraciones ms bien negativas, hemos conseguido hacernos con una cantidad notable de informacin sobre no pocas instituciones: la composicin y el funcio-namiento del senado, la organizacin de los patricios y los plebeyos, las primeras luchas de clase en la antigua Roma, el trato con los talos, etc., aunque. sea a travs de otras fuentes.

    2. Israel y Roma

    La situacin de los orgenes de Israel es sorprendentemente parecida en algunos elementos, a pesar de las obvias diferencias de fondo debidas a la religin.

    a) Tambin en la Biblia encontramos la tradicin segn la cual el elemento cualificador de la nacin ha de ser buscado en un grupo de origen extranjero, que lleg a la nueva patria a travs de una migracin, despus de haber tenido una experiencia fundamentalmente negativa.

  • 46 LA HISTORIA DE ISRAEL

    Tambin en el antiguo Israel (y en buena medida tambin en el Israel histrico, posterior) abundaron personajes que podemos llamar ejem-plares, cuyos episodios, relacionados ms o menos precariamente con tramas histrico-narrativas, pero recopilados despus en ciclos mayores y ms coherentes, sirven de inspiracin y de ejemplo a las generaciones posteriores (el ejemplo de los puritanos en Norteamrica durante la poca barroca, aunque es un caso lmite, me parece bastante obvio), para edificacin de la comunidad civil y religiosa. As, nos encon-tramos con Abrahn, que crey y esper contra toda esperanza racional; con Moiss, que liber a su pueblo y lo condujo a la Tierra Prometida a travs de mltiples peripecias, despus de haber renunciado a una vida tranquila, cmoda y culta; con Jacob, cuyas mentiras y engaos, si bien le proporcionaron ventajas inmediatas, a la larga le causaron slo inseguridad y dificultades ... Aqu tenemos una serie de tradiciones sobre personas ejemplares de la prehistoria de Israel, recopiladas, editadas y transmitidas tambin en su forma actual (la nica que po-seemos) por redactores que vivieron muchos siglos despus de los acontecimientos a los que se refieren: las fuentes J y E del Pentateuco, el recopilador de Josu y Jueces, el autor de la historia de la sucesin al trono davdico (ver ms abajo pp. 76 ss.) en 2 Samuel y 1 Reyes. Se trata de fuentes fechadas tradicionalmente en la poca monrquica antigua, no ms all del siglo VIII como terminus ante quem, si bien no faltan hoy autores que pretenden rebajar notablemente tales fechas 3 , hasta situarlas poco antes del destierro de Babilonia (ver ms abajo pp. 318 ss.). Otros incluso llegan a negar la hiptesis documentara en su forma tradicional 4 , lo cual no parece del todo improbable por lo que se refiere a la fuente E. Pero, a su vez, tambin estas fuentes han sido recopiladas y reeditadas en bloques an mayores, exlicos y post-ex-licos: el primero de todos la obra historiogrfica deuteronomista (Dtr.), responsable tambirt de una primera edicin de los cuatro pri-meros libros del Pentateuco y de algunos profetas pre-exlicos, como Ams, Oseas, Jeremas y quizs tambin el Primer Isaas 5 y Miqueas; despus el P (Sacerdotal) para todo el Pentateuco y fragmentos de Josu; finalmente el Cronista para los libros histricos.

    3. J. van Seters, Abraham in History and Tradition, New Haven 1975. 4. R. Rendtorff, Das berlieferungsgeschichtliche Problem des Pentateuch,

    BZAW 147, Berln 1977. 5. R.E. Clements, The Prophecies of lsaiah and the Fall of Jerusalem, 587 b.C.:

    VT 30 (1980) 421-436, y O. Kaiser, Der Prophet Jesaja, ATD 17, Gotinga '1981. Este ltimo resulta a veces exagerado (cfr. mi recensin de prxima publicacin en VT).

    METODOLOGA, BIBLIOGRAFA Y FUENTES 47

    b) Resulta, pues, evidente que el horizonte de los redactores del Pentateuco, de los libros histricos y de los profticos es principalmente exlico y post-exlico, aunque los textos traten temticas ms antiguas. Su problemtica refleja principalmente las consecuencias de la primera y fundamental fractura en la historia de Israel, marcada por el destierro de Babilonia, el final de la independencia poltica y la desaparicin de la dinasta que reinaba por expresa voluntad divina y a la que (2 Sam 7) Yahv haba prometido un reino eterno. A esta crisis hay que aadir los nuevos problemas polticos y religiosos que se desprendan de la nueva situacin: principalmente la aparicin de un rgimen que, si-guiendo la frmula de Flavio Josefa (ver ms abajo pp. 337 s.), es definido a menudo como una teocracia, pero que en realidad se tratara de una hierocracia. Pero poco o nada influye en estas con-sideraciones el que tal rgimen hierocrtico hubiese surgido dos siglos ms tarde de lo que se pensaba (al final del dominio persa, y no inmediatamente despus del exilio, tal como atestiguan las fuentes descubiertas durante los aos 70) o que quizs nunca haya existido (cfr. ms abajo pp. 366 ss.).

    e) Las migraciones de los patriarcas hacia la Tierra Prometida y dentro de ella dejan traslucir ciertamente, en algunos momentos, ele-mentos de la monarqua unificada (ver ms abajo pp. 135 ss.). En consecuencia, tendremos que buscar en esta poca una de las ms antiguas fases de recopilacin de las tradiciones sobre las andanzas de los patriarcas, aunque encajan mejor en el perodo exlico o post-exlico, cuando Israel, perdida la independencia poltica y desaparecida lamo-narqua para no volver a reaparecer, se encontr primero deportado lejos del propio pas, y despus extranjero en la propia tierra ocupada. Y precisamente en este contexto podra situarse la tan discutida mi-gracin de la familia de Abrahn desde Ur de los Caldeas a Jarn. En lugar de buscar explicaciones inverosmiles, no es mejor ver en la narracin el itinerario de los exiliados que vuelven a la patria? Tambin la mencin de Ur, anacrnica por otra parte, sera perfectamente lgica, dada la instalacin de los deportados en la regin sur-oriental de Me-sopotamia. En el extranjero se haba ido formando una numerosa dis-pora: primero en Babilonia y en Persia, despus tambin en Egipto y en el mundo occidental. En esta nueva situacin de opresin y disper-sin, las promesas divinas de que Israel se convertira en una gran nacin y de que poseera su tierra, promesas hechas originalmente a los patriarcas, adquiran un nuevo valor existencial para quien se haba visto privado de ellas. En el contexto de la vuelta de los exiliados a la patria encajan perfectamente el xodo de Egipto, la marcha por el desierto, la conquista de la tierra, la poca de los Jueces (aconte-

  • 48 LA HISTORIA DE ISRAEL

    cimientos ya presentados en clave esencialmente teolgica, ms que poltica e historiogrfica) y la constitucin de la liga tribal, con su acento en el culto comunitario como factor de unidad no slo religiosa, sino tambin poltica. No es una casualidad que el Segundo Isaas (caps. 40-55) hable de tal vuelta en clave de un segundo xodo. Todo esto explicara muy bien la ausencia de referencias seguras a los faraones que menciona la Biblia y que vivieron antes de finales del s. X a.C., lo cual plantea problemas insolubles a los intentos de identificacin, dando por supuesto, como es lgico, que los transmisores originarios de las tradiciones consideraran til tal identificacin. Por lo que respecta al xodo, contamos con la interesantsima tesis (todava por comprobar) de P.A.H. de Boer 6 , segn la cual slo con el exilio comienza la fase negativa de valoracin de Egipto caracterstica de las narraciones del xodo. Al principio Egipto aparece ms bien como tierra de refugio por excelencia (ver ms abajo pp. 138 s.), una tesis que aparece despus en los evangelios de la infancia (cfr. Mt 2,13 ss).

    d) La liga tribal, en cambio, con su contenido eminentemente teo-crtico, se presenta no slo como precedente vlido de la hierocracia post-exlica, que queda as legitimada, sino tambin como autntica y originaria alternativa a la monarqua desaparecida: de hecho, en ambos casos, es el propio Dios, y no todava (o ya no) un rgano humano quien acta como autntico soberano; ejerce el propio poder a travs del santuario central y de los rganos humanos responsables de su mantenimiento. Tambin en ambos casos se percibe la perfecta iden-tidad del pueblo como comunidad religiosa y como entidad tnico-poltica, gobernado por el sacerdocio (el reino de sacerdotes, la nacin santa mencionados en Ex 19,1 ss.). Por lo que respecta a la poca pre-exlica, aunque sabemos poco, podemos afirmar que la si-tuacin era ms compleja: todos los cananeos de Palestina y los pueblos de las tierras circundantes ~ue ocuparon sucesivamente la monarqua unificada y despus Israel o Jud, estaban, desde el punto de vista poltico, sometidos de un modo u otro a la soberana del reino unido y, ms tarde, a la de uno de los dos reinos hebreos, aunque eviden-temente no pertenecan a la comunidad religiosa de Israel.

    e) En la forma de tratar la institucin monrquica encontramos procedimientos parecidos de evaluacin y de reinterpretacin. La tra-

    6. Aspects of the Double, Controversia/ Valuation of Egypt in the Old Testament, tesis presentada en la Universidad de Roma el 18 de mayo de 1981, de prxima publicacin.

    METODOLOGA, BIBLIOGRAFA Y FUENTES 49

    dicin bblica no es equvoca: existi una poca en la que Israel no era gobernado por una monarqua, sino dirigido por una liga de tribus. Para los transmisores de las tradiciones, se trata de la poca normativa e ideal bajo muchos puntos de vista (lo mismo que la de la repblica ms antigua para los historiadores romanos). La monarqua fue despus introducida (y todo indica que nos encontramos en las ltimas dcadas del 11 milenio) bajo presin de acontecimientos polticos y militares concretos: la necesidad de resistir eficazmente a los filisteos por el suroeste y a los vecinos que amenazaban a Israel por el este. Surgi, pues, en circunstancias parecidas a las que favorecieron la institucin de la dictadura en la repblica romana. Paradjicamente en Israel (como en Roma el imperio) la monarqua empieza gracias a la transformacin de una funcin, que primero duraba de por vida y despus fue hereditaria 7 Pero ya en la propia narracin bblica, la institucin de la monarqua aparece como la apostasa de la verdadera fe, que se expresaba en formas de gobierno gratas a Y ahv: quien desea un rey terreno rechaza en realidad la realeza divina (1 Sam 8,7). Poco diferente aparece la situacin en Jue 19-21: no podemos dejar de percibir aqu el contraste entre las afirmaciones filo-monrquicas de 18, 1 ; 19, 1 y 21,25, por un lado, que atribuan a la ausencia de un poder monrquico central la anarqua reinante en la poca, y, por otro, la presencia del tribunal de la liga tribal, perfectamente preparado para resolver todos los problemas, incluso los ms graves; cuando no era suficiente con la persuasin, se recurra a la fuerza. En el marco de la liga, la institucin monrquica aparece obviamente como algo superfluo, dado que el rgano tribal funcionaba a la perfeccin; de ah la impiedad que supona pedir un rey 8 .

    Ahora bien, nada excluye evidentemente que nos encontremos ante dos tendencias de fondo existentes en la sociedad israelita a travs de los siglos: la teocrtica-hierocrtica y la filo-monrquica. Ms an, de la primera poseemos un impresionante documento en el aplogo de Jotn (Jue 9, 7 ss.), al tiempo que omos crticas contra la institucin por parte de los profetas. Pero, en nuestro caso, parece ms razonable

    7. J .A. Soggin, Zur Entwicklung des alttestamentlichen Konigtums: ThZ 15 (1959) 401-418. El estudio sigue todava la lnea de Alt.

    8. El carcter deuteronomista de 1 Sam 8 fue ya defendido por Wellhausen, Die Composition des Hexateuch, Berln '1898, 243; cfr. recientemente R.E. Clements, The Deuteronomistic Interpretation of the Founding of the Monarchy in 1 Sam Vlll: VT 24 (1974) 398-410.

  • 50 LA HISTORIA DE ISRAEL

    ver en la narracin la mano de un redactor tardo, perteneciente pro-bablemente a la ltima fase, la exlica, del deuteronomista, que trata de hacemos ver el carcter de por s negativo de la institucin monr-quica, a cuya actuacin se atribuye principalmente la catstrofe del exilio. Tal actitud confunde lo que fueron decisiones polticas equi-vocadas (en una situacin, sin embargo, que permita escasas posibi-lidades de maniobra) con una sustancial impiedad en el plano de la fe.

    j) Existe un ltimo elemento que se desprende claramente de estas consideraciones. La imagen que tenemos de la poca ms antigua de Israel y la que se nos ofrece del perodo pre-exlico ha sido profun-damente influenciada, por no decir determinada, por la relectura y la redaccin exlica y post-exlica de los textos 9 . Por tanto, desde el punto de vista histrico, no parece sostenible hacer valoraciones apriorsti-camente crticas del Judasmo post-exlico en favor de una pretendida pureza del pre-exlico, o considerar negativamente el legalismo del primero en favor del carcter proftico y, por tanto, positivo del segundo. La Biblia hebrea, tal como nos ha sido transmitida, es en gran medida el producto propio del pensamiento y de la obra de la poca post -exlica, que no pocos autores, entre ellos W ellhausen 10 , fundador de la actual crtica histrica de la Biblia, han valorado ne-gativamente.

    g) Si fueron stas las circunstancias en las que se formaron gran parte de los libros bblicos, es normal que resulte difcil la empresa de reconocer la antigedad de las tradiciones individuales. De cualquier modo, incluso en los casos en que el juicio fuese favorable a la anti-gedad, resulta evidente que la tradicin en cuestin se encuentra fuera

    9. Sobre el carcter eminentemente exlico y postexlico de la redaccin de los libros bblicos, cfr. J. van Seters, Confessional Reformulations in the Exilie Period: VT 22 (1972) 448-459 y las observaciones de un autor conservador como D.N. Freed-man, Son of Man. Can These Bones Live?: Interp 29 (1975) 171-186: 171: La Biblia como entidad literaria es un producto del exilio ... . Es, por tanto, comprensible y justo que algunos autores llamen a la poca exlica , cfr. ya D.W. Thomas, The Sixth Century BC: A Creative Epoch in the History of Israel: JSS 6 (1961) 33-46, y P.R. Ackroyd, Exile and Restoration, Londres 1968, 143. Cfr. tambin recientemente R.E. Friedman, The Exile and Biblical Narrative, HSM 22, Cambridge/ Mass. 1981.

    1 O. Sobre este problema pueden consultarse dos estudios recientes, que sin embargo llegan a conclusiones bien distintas: M. Weinfeld, Getting at the Roots ofWellhausen' s Understanding of the Law in Israel, Jerusaln 1979, y R. Smend, Wellhausen und das Judentum: ZThK 79 (1982) 249-282.

    METODOLOGA, BIBLIOGRAFA Y FUENTES 51

    de su contexto original e inserta en un contexto nuevo. Es ste un procedimiento redaccional que no puede dejar de producir efectos sus-tanciales en la hermenutica de tal tradicin, modificando su contenido, aunque ste aparezca formalmente inalterado.

    h) Finalmente, todo lo que hemos dicho hasta ahora debera haber dejado clara una cosa: tambin nosotros, al ponemos a escribir una historia de Israel, tendremos que escribir una historia esencialmente secular, una historia que deber prescindir de conceptos como pueblo de Dios o pueblo elegido, con los que Israel se haba definido a s mismo. La religin de Israel y su historia sagrada forman parte del pensamiento israelita y son, en consecuencia, elementos de la historia del pueblo 11

    3. Inicio de la historia de Israel

    Por dnde empezar una historia de Israel? En otras palabras: existe una poca a partir de la cual empiecen los materiales tradicionales a ofrecemos relatos crebles, noticias sobre personajes reales y hechos acaecidos o al menos verosmiles, datos sobre acontecimientos impor-tantes en el campo econmico y poltico, junto con sus consecuencias?

    a) Estas preguntas no son nuevas, pues fueron formuladas hace ms de un siglo. El holands Abraham Kuenen en 1869 y el alemn Bemhard Stade en 1885 las formularon exactamente en los mismos trminos 12 , proponiendo cada uno su propia solucin. Por lo dems, la legitimidad de tales preguntas es generalmente reconocida, y el asirilogo norteamericano W. W. Hallo, muy crtico en relacin con la respuesta que dar ahora mismo, la admite plenamente. Pues bien, durante la ltima dcada he dado respuesta a esa pregunta, indicando

    11. Opina as con razn F. Hesse, Zur Profanitiit der Geschichte Israels: ZThK 71 (1974) 262-290.

    12. A. Kuenen, De godsdienstvanisrael, I, Haarlem 1869,32 ss. (tr. ingl. Londres 1874, 30 ss.) y B. Stade, Geschichte des Volkes Israel, I, Berln 1885, 16 ss. De esta ltima existe una traduccin italiana: Storia del popo/o d' Israele, s.f. (finales del s. XIX - comienzos del s. XX). La tesis de Hallo sobre el verosmil comienzo de la historia de Israel en el poca del xodo ha sido reciente e independientemente propuesta en el volumen editado por H.-K. Zobel y K.-M. Beyse, Das Alte Testament und seine Botschaft. Geschichte- Literatur- Theologe, Berln DDR 1981; cfr. mi recensin en ThLZ 108 (1983) 189-191.

  • 52 LA HISTORIA DE ISRAEL

    como punto de partida de una historia de Israel el reino unificado de Jud e Israel con David y Salomn, reino que inclua tambin buena parte de los pases limtrofes (ver ms abajo pp. 89 ss.). Es la tesis formulada en su momento por B. Stade. De hecho, slo a partir de entonces comienza Is