Somos quienes fuimos y seremos quienes somos lectura en el bicentenario
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EL CARMEN DE VIBORAL, 1814 – 2014
Doscientos años de vida municipal
Preámbulo
“OSCAR ANDRÉS SÁNCHEZ A. Redactor EL TIEMPO MEDELLÍN. Noviembre de 2014
En 1814 fueron erigidos 13 territorios que por su desarrollo económico exigían más autonomía.
Ese año el Estado de Antioquia tuvo tres presidentes: Juan del Corral, José Miguel de La Calle y
Dionisio Tejada, que crearon nuevos distritos: El Retiro, Donmatías, Heliconia, Carolina del
Príncipe, Santa Rosa de Osos, Abejorral, Belmira, Sopetrán, Santodomingo, El Carmen de Viboral,
La Ceja, San Vicente y Envigado.
Según Ricardo Zuluaga, miembro de la Academia Antioqueña de Historia, “Durante La Colonia
España fue muy cicatera en crear instituciones en América, por eso había muy pocas entidades
civiles. Antioquia tenía dos villas y dos ciudades: las villas de Marinilla y Medellín y las ciudades de
Antioquia y Rionegro. Las demás eran entidades eclesiásticas, creadas por petición de un
hacendado para tener quien le administrara los sacramentos. Luego alrededor de las capillas se
fue creando el mercado y los pueblos”.
Para Roberto Luis Jaramillo, historiador de la Universidad Nacional, los territorios reconocidos no
eran propiamente municipios, tal y como se conocen hoy, sino unas especies de cabildos, con sus
propios concejos. Esto implicaba la construcción de escuelas, juzgados, cárceles, parques y demás
obras públicas que demandaran los vecinos.
“En esos lugares aumentó tanto la población que el Estado se vio en la obligación que, además de
autoridad eclesiástica, tuvieran autoridad civil. Todos fueron primero viceparroquias y
parroquias”,
Un detalle poco conocido es que no existen, en la mayoría de los casos, documentos que soporten
estas declaratorias. Por eso los bicentenarios que se conmemoran este año tienen como punto de
partida la tradición oral y la tradición histórica.
"Se perdió la evidencia porque cuando en 1816 las autoridades españolas retomaron el control de
sus antiguas colonias, no solo tomaron retaliaciones contra los próceres sino que quemaron los
archivos de los nuevos distritos para que no quedara memoria de lo que habían hecho las
autoridades republicanas”, explicó Zuluaga.
Pese a ese vacío legal hoy todos son municipios prósperos que recuerdan erección municipal con
fiestas y manifestaciones culturales”.
“SOMOS QUIENES FUIMOS Y SEREMOS QUIENES SOMOS” Bloguero de León España.
“VIVIMOS EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO SIMULTANEMENTE” Anita Moorjani
Francisco Arnoldo Betancur Ramírez. Noviembre 14 de 2014
De Prehistoria: El yacimiento arqueológico de “El Pedrero”, evidencia la existencia de antiguos
habitantes en nuestro territorio, entre 6.000 y 8.000 años antes de nuestra era; especialistas en la
construcción de herramientas de piedra tales como yunques, machacadores, manos de moler, los
cuales seguramente fueron utilizados para el procesamiento de vegetales (tallos, frutos y semillas)
y posiblemente en el trabajo de la madera. Sofía Botero, Arqueóloga y Carlos Alejandro Salazar, geólogo. 1998.
Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia.
Dr. Carlos Armando Rodríguez. Director, Museo Arqueológico Julio Cesar Cubillos. Universidad del Valle
De nuestros ancestros precolombinos los indígenas, Quinchias,Tahamies, Aburraes, en sus
diferentes tribus, durante el período colonial, quedaron reducidos a los pueblos de Indios de San
Antonio de Pereira y San Antonio del Peñol.
Son muy incipientes y recientes los estudios que dan cuenta de sus huellas; la estructura
funeraria, en el sector de la gruta, vereda de la Sonadora; según los estudios, tiene características
que la hacen semejante a las llamadas tumbas de pozo de acceso vertical con cámaras laterales,
comunes en el occidente colombiano, incluido el departamento de Antioquia. No obstante la
similitud general, se trata de un tipo de estructura desconocido en la arqueología colombiana. Neyla Castillo Espitia, con equipo de profesores y estudiantes del Departamento de Antropología. Universidad de Antioquia. 2007
De la Colonización española, bien vale destacar momentos tales como:
Cuando en 1573 se conceden tierras, en territorio de lo que hoy es El Carmen al Capitán Pedro
Beltrán, por parte del Cabildo de Arma Viejo, para ejercer posesión sobre un ganado que se le
cimarroneó, cuando llevaba una recua para la Ciudad de Remedios.
En 1642, Don Felipe de Alarcón tenía una hacienda, en la región de las Cimarronas, que contaba
con una ermita en la que se oficiaban sacramentos y otros oficios religiosos.
En el transcurso del siglo XVIII se concedieron Tres Viceparroquias a haciendas de descanso de
algunos sacerdotes, en territorio carmelitano; el 17 de febrero 1720, la de Los minerales El
Carmen, a la hacienda de Don Felipe Rodríguez, dependiendo de Rionegro.
El 12 de enero de 1755, a la hacienda del padre Don José Jiménez Fajardo. Y el 27 de enero 1763,
a la hacienda “Carmen”, del sacerdote Doctor Fabián Sebastián Jiménez Fajardo, cura de La Villa
de San José de la Marinilla; hacienda que había establecido en 1752. A su alrededor se formó el
caserío de El Carmen de las cimarronas. Es desde esta situación cuando Don Ramón Antonio
Giraldo Arango dice: “Estos pueblos no gozaron del privilegio de fundación por conquistador
cubierto de armadura herrada… sino que su urbanización empezó con una casa de mayordomía de
hacienda, seguida de un galpón para campamento de la cuadrilla de esclavos que talan el bosque y
descuajan la selva, todo ello dependencia de curatos ricos de la villa capital. Un inmigrante que
llegaba, un colono que cambiaba de domicilio, un peón cesante de otra lejana hacienda, así fue
hilándose el rancherío que dejó marcada la plaza del pueblo dejando abierto del lado del sur el
callejón de las sementeras y pegujales; al oeste la tranquera del corral de los recentales; al norte
los prados y pastizales para el ganado mayor y al este el sendero que saltando sobre barrancas y
pedrejones llevaba al puente de paja que cruzaba el río y al lavadero común”.
En la primera década del siglo XIX, el Padre Jorge Ramón de Posada cura de Marinilla, fue quien
propició, secundado por los fieles del sitio de El Carmen para que esta viceparroquia fuera
convertida en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Viboral, el 29 de agosto del año 1807.
En cuanto a la Vida Municipal, la tradición nos ha señalado el nacimiento como municipio el año
de 1814, después del Acto de Absoluta Independencia de Antioquia, el 11 de agosto de 1813.
Pero, ¿Quiénes somos? ¿Cómo somos? y ¿Por qué somos así?
En el primer censo del que se dispone hasta el momento, realizado en el Partido del sitio de El
Carmen, informado por comisión de Don Juan Antonio Mon y Velarde Oidor y Visitador general de
la provincia del Valle de San José de la Marinilla y firmado por Don Esteban de Hoyos alcalde de la
Santa Hermandad, el 22 de Diciembre de 1786,i se aprecia claramente el componente mestizo de
quienes habitaron estas tierras, después de los Indígenas.
La dinámica del mestizaje se constituye en elemento que unifica, define e integra las
características de este grupo, donde no se dio el trato discriminatorio para el mestizo, como
ocurriera en otros grupos sociales.
Vale la pena destacar que la población Indígena si bien no aparece explícita, tampoco es negada,
pues este mestizaje tiene tanto de español como de indígena.
Vida de paz y tranquilidad tuvieron estos campesinos, agricultores pobres al abrigo de la madre
Marinilla, de quien recibieron todos los elementos para ser conservadores y católicos, a la vez que
fanáticos y signados por el sectarismo. Que lo digan los permanentes conflictos decimonónicos
entre Marinilla y Rionegro. La muerte del Presidente Pascual Bravo, en la Batalla de Cascajo y el
sacrificio de la vida de Rafael María Giraldo Zuluaga, en la batalla de “Santa Bárbara”, cerca de
Cartago, en 1862, por defender sus ideales conservadores.
La posición geográfica de El Carmen lo sometió a la influencia tanto de Marinilla como de
Rionegro, con éste manejaba la mayoría de las relaciones comerciales y con aquella su vida
eclesiástica hasta 1807 y la jurídica y administrativa hasta 1814, cuando se adquiere vida propia.
El Carmen presenció, padeció, creció y se fortaleció en los reiterados enfrentamientos y
agresiones entre estos dos representantes de ideologías políticas antagónicas, liberales y
conservadores y, de actividades económicas diferentes, los unos mineros y comerciantes y los
otros preponderantemente agricultores; a la vez, El Carmen se convirtió en el espacio de
encuentro, de comunicación y de relación entre los mismos. Condiciones como estas le exigieron
al carmelitano aprender la tolerancia, la apertura mental, la distancia neutral, hacia unos y otros,
como elementos necesarios para sobrevivir en un ambiente de conflicto. De esta manera, los
Carmelitanos del siglo XVIII y anteriores no se parecen a los que se forjaron en las condiciones
bélicas del siglo XIX.
Aun así, la sociedad carmelitana había construido en su interior círculos y espacios organizados
de poder; unos la mayoría de campesinos rasos y otros, también campesinos pero que
aprendieron a ser funcionarios pobres, a vivir de los empleos y luego desde allí a controlar la vida
de la localidad.
Para la segunda mitad del siglo XIX llegan a El Carmen procedentes del valle de Aburrá, de los
municipios de Caldas, Envigado e Itagüí Eliseo Pareja Ospina, Fidel Múnera Mejía y Froilano
Betancur Uribe y con ellos un estilo diferente de vida con su respectivo espíritu pragmático y
emprendedor, una actitud distinta en la forma de asumir la religión, la política, la economía y la
educación, a más de traer la cerámica, que se convertiría en el eje de la vida del pueblo, por
espacio de un siglo.
Una mentalidad, forma de ser y de encarar la vida que rompió abruptamente el esquema
campesino de vida autárquica, lenta y rutinaria de la gente del común y de la todopoderosa de los
campesinos funcionarios que medraban del Estado ejerciendo la dirección y el control de la vida
local. Este acontecimiento inaugura en la vida de El Carmen profundas confrontaciones
ideológicas y de poder, que se convirtieron por espacio de seis o siete décadas, en el crisol en el
que se fundieron otros de los elementos que constituyen la idiosincrasia carmelitana de la
segunda mitad del siglo XX.
Sólo en este marco y desde esta perspectiva se pueden leer y entender significativamente hechos
de la vida local como la pugna ideológica, política y religiosa por el cambio de las dos imágenes de
Nuestra Señora del Carmen, “La Quiteña” y “La Nueva” ; la pugna estéril, perniciosa y dañina que
caracterizó el desempeño del Concejo Municipal en las primeras décadas del siglo XX ; la
existencia paralela de dos Concejos y dos personeros en 1939 ; la remoción de alcaldes por la
presión de intereses de alguno de los sectores en conflicto y las medidas arbitrarias que se
tomaban en contra de quienes, estando en la oposición no detentaban el poder ; el surgimiento
del Instituto Caldas y la Escuela nacional de Cerámica, así como la atención especial que recibió el
Doctor Jorge Eliécer Gaitán al ser invitado al Municipio ; la migración de familias enteras por no
soportar el tener que tomar partido por alguno de los dos sectores, entre otros muchos hechos
que fueron el común denominador de la vida de la localidad y, en especial el de haber sometido a
El Carmen a un período largo y oscuro de atraso, en cuanto a obras publicas de progreso se
refiere.
La actividad manufacturera de la cerámica le marca, desde finales del siglo XIX, un rumbo firme y
definitivo a los carmelitanos, así haya tenido que desafiar y superar toda la oposición que
encontró en la cultura tradicional, de quienes pretendían continuar viviendo de la agricultura,
pero, sobre todo, de los cargos públicos.
Ella dinamizó la apertura de vías, el establecimiento de servicios públicos, el ordenamiento, la
planeación y definición de la población, la construcción de espacios y obras para el ornato y
disfrute de la vida comunitaria.
Introdujo la modalidad del trabajo por oficios para la producción en serie, el esquema de las
relaciones entre el capital y el trabajo, personificadas entre el patrón y el obrero. Admitió desde
sus albores la participación del trabajo de la mujer y de los niños, aunque sobre ellos cayó la
inequidad y la discriminación en el reconocimiento salarial.
Abrió un espacio de trabajo que permeaba hasta los rincones de las casas, cuando en ellas se
producían elementos como pernos y orejas para los talleres de la cerámica; en el laboreo de la
cerámica participaron desde quienes acarreaban la leña para los hornos y las materias primas,
hasta quienes recorrían la geografía nacional en la tarea del mercadeo.
La Cerámica proporcionó para sus habitantes un mercado interno del que todos se proveían de lo
necesario dando fuerza y vida a la actividad comercial. De esta manera liberó a la mayoría de
carmelitanos de las recurrentes migraciones a las zonas cafeteras y de los desplazamientos de
familias enteras en busca de sobrevivencia en otros lares, así como del abandono en que
quedaban las mujeres y los niños tras las ausencias prolongadas de los hombres.
La fabricación de la loza, brindó a El Carmen la posibilidad de sobrevivir y solventarse con
dignidad, dentro de la austeridad y la pobreza, pero ajeno y la mayor de las veces olvidado por
quienes en él no encontraron espacio para ponerlo de rodillas a depender de las intrigas
económicas del centralismo regional o nacional. La vida de este pueblo no ha dependido de
ningún cacique o varón que se le parezca. Loor y gratitud al tesón de esos empresarios ceramistas
hechos a pulso.
En diversos momentos y en todos los tiempos de nuestra historia, El Carmen ha contado con el
concurso de hombres íntegros, pensadores independientes, con capacidad de liderazgo, muy
cívicos y con profundo sentido de pertenencia, identidad y amor por su terruño; para quienes
aquello de: “Tú me ayudas, yo te ayudo”. “Yo te doy, tú me das”. “El poder es para poder y servirle
a “los amigos”, o “eso es lo bueno de estar en la rosca”, a más de que ”ellos me deben muchos
favores” y de entrada, “¿Cómo voy ahí?”; nada de enunciados que se parezcan fueron utilizados,
por ellos como peldaños para construir el pedestal de su propios intereses. Para ellos la política
era servir y no simplemente servirse de ella, como es la costumbre de su ejercicio en nuestros
días.
En las décadas intermedias del siglo XX hombres como Ramón Antonio Giraldo Arango y su
hermano Juaquín, Juan Bautista Vargas Zuluaga, Pablo Emilio García, Víctor Julio Betancur
Betancur y su hermano Manuel, Sixto Arango Gallo y su hermano Jesús Antonio, los hermanos
Aníbal, Alpidio y Carlos Jiménez Gómez, Lino Acevedo Gómez, Enrique Múnera Giraldo, Eliseo Ossa
Betancur, Presbítero Miguel Betancur Betancur, Fray Julio Tobón Betancur, Alberto Acosta Tobón
y su hermano Augusto, Lázaro Gómez Gómez, y otros carmelitanos más que con su concurso
abnegado y silencioso supieron enrutar y mantener un rumbo claro a nuestro municipio.
Gracias a algunos de ellos, el seis del mayo del presente año se cumplieron cincuenta años de
haberse establecido el mercado mayorista de nuestros productos en la localidad.
El carmeño de las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI tuvo que afrontar la caída en
picada de su producción agrícola, la pauperización del campo, el abandono de éste por los
crecientes costos para su laboreo debido al nivel de saturación de agroquímicos en la tierra y la
resistencia adquirida por las plagas, por la ausencia de políticas estatales que protegieran y
estimularan la inversión en el campo de los pequeños y medianos agricultores y por la
generalizada inseguridad reinante en los capos; nuestros campesinos fueron el trompo pagador
entre quienes han visto y asumido las armas como la solución de los conflictos generados por las
ansias del poder político y económico y por aquellos que son el resultado de la enorme e injusta
desigualdad social.
Esta crisis fue solventada con el cambio de los cultivos de maíz, papa, frijol cargamanto y otros
productos por los potreros del ganado de leche y, de esta manera logar sobrevivir contribuyendo a
quienes han convertido la leche y sus derivados en una gran empresa.
Otra crisis sobrevino a la anterior, la casi total desaparición de la cerámica por el cierre de las
empresas y talleres, a consecuencia de la indiscriminada implementación del neoliberalismo
económico en los procesos de globalización, con la apertura del mercado nacional a productos
extranjeros, al abandono estatal de los pequeños y medianos empresarios, a la deficiente
innovación tecnológica, a los errores de visión en la gestión empresarial y a la creciente
proletarización en las relaciones de producción. A pesar de esas condiciones adversas, hoy la
cerámica en El Carmen resurge con muy diversos matices y conserva en el ámbito nacional e
internacional el nombre emblemático de la “loza de El Carmen” convertida en arte por la
decoración a mano bajo esmalte.
Los carmelitanos encontraron, en parte, la salida a esta crisis en el creciente auge empresarial del
Oriente Antioqueño y de manera especial en el establecimiento de la floricultura en nuestra
región. Frente a la cual albergamos la esperanza del cumplimiento ético de la responsabilidad
social con nuestras gentes y con el uso responsable de nuestros recursos naturales.
El carmelitano del siglo XXI, cargado de tantos aprendizajes vividos en la proximidad de los años
que apenas están pasando y, de tantos otros construidos por nuestros mayores en más de
doscientos años, está abocado a resolver retos completamente diferentes a los vividos en los
siglos anteriores. Sólo basta con hacer uso de esa inmensa riqueza inmaterial de: SER
CARMELITANO, para quien la única forma de vivir y progresar en paz tiene que fundarse en la
tolerancia, la comprensión y el trabajo mancomunado, a quien queda claro que el sectarismo y el
fanatismo de cualquier índole sólo causan atraso, postración de todo tipo, intranquilidad y un gran
desagrado por la vida en común.
La vida autárquica, hortelana y solariega que le habían brindado las actividades económicas
imperantes en la localidad, fue rota por las crisis que padecimos a finales del siglo pasado y por las
que aún padecemos en el inicio de éste; especialmente en lo que tiene que ver con el deterioro
moral de nuestras instituciones políticas, sociales y económicas, permeadas éstas por los
principios deshumanizados de la economía del mercado, en la que todo, aún lo más íntimo y
apreciado esta tazado con el signo pesos. Hoy las fuerzas del poder económico, político y de las
armas se han impuesto como los determinantes de las normas, de las decisiones y acciones en la
mayoría de los ámbitos de nuestro diario acontecer público y muchas veces también en el privado.
El mundo de costumbres rurales de tradición y ancestro está enfrentado a los estilos de vida
citadinos por la expansión de la metrópoli que logra conurbar los pueblos cercanos con la
implementación de parcelaciones y fincas de recreo, forzando el desalojo de los nativos y
haciendo cada vez más lejana y difícil la frontera agrícola.
El Carmelitano de hoy ha sido lanzado a un mundo en el que para sobrevivir con dignidad ha de
mantener lacrado en lo más íntimo de su ser el bagaje ancestral cierto de que ser Carmelitano es
ser amable, hospitalario, de mente abierta y dispuesto al cambio; independiente, autónomo y
poco propenso a rendir pleitesía y a construirle altares a nombres de caciques o a determinados
apellidos de familia; tiene que entender que las mejores herramientas con que puede contar para
asumir la responsabilidad exigente de competir con eficiencia por los espacios que brinda el
mundo laboral moderno, son el conocimiento de Si mismo, de su territorio, sus potencialidades y
posibilidades y, un manejo y apropiación eficientes del saber y de la tecnología.
La tarea y responsabilidad que nos incumbe hoy es que sin abandonar nuestra esencia
carmelitana, construyamos cada día el pueblo que queremos y soñamos y que en él resolvamos
con solvencia los nuevos retos para las generaciones venideras.
Agradezcamos al SER que es la razón de nuestro existir, el regalo que nos ha dado del tiempo y del
espacio territorial de nuestro municipio y muy especialmente el regalo de Ser Carmelitanos y de la
posibilidad de compartir con otras personas este rincón primoroso como lo es El Carmen de
Viboral, que “recostado entre alegres colonias e inundado por rayos del sol, es la perla azulina que
el Oriente embrujado guardó”.
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RENDON CUARTAS, Gloria Margarita. Informe sobre la división territorial para Antioquia durante el siglo XlX; Secretaría de Educación Departamental, Medellín, junio de 1990. VILLEGAS BOTERO, Luis Javier. Aspectos de la educación en Antioquia durante el gobierno de Pedro Justo Berrío 1864-1873; Seduca, Medellín, Imprenta Departamental, 1991.
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REVISTAS DE EL CARMEN
El Carmen: número 1 de 1961, Medellín, Tipografía Sagrada Familia. El Carmen: número 2 de 1966, Medellín, Tipografía Técnica. El Carmen: número 3 de 1973. Medellín, Graficosmos. Oriente Antioqueño. Fundador y Director Salvador Zuluaga P. Años 60 y posteriores. El Oriente Antioqueño, 1935. Órgano Oficial de la Liga Industrial. El Carmen de Viboral. Director Propietario Carlos Enrique Múnera. Años 70 y posteriores. El Carmen a través de los tiempos. Director Manuel A. Betancur B., 1935. Medellín, Editorial Atlántida.
PERIÓDICOS DE EL CARMEN El Antioqueño. Director Manuel A. Betancur B. Impreso 1941. El Carmelitano. Órgano del Instituto Caldas. Director Gustavo de J. Giraldo, 1941. El Carmen Industrial. Órgano oficial del Centro de Estudios Lino de J. Acevedo. Dirigido por Ramón Antonio Giraldo Arango y Carlos Enrique Múnera Giraldo. Años 30. En mimeógrafo. El Educador. Director Alejandro Vásquez. Impreso 1941. La Escuela. Director Samuel García Ibarbo. Impreso 1943. Ideal y Acción. Director Manuel A. Betancur B. 1935, en mimeógrafo. Índice. Editor Ramón Antonio Giraldo A., 1939, en mimeógrafo. Juventud. Director Salvador Zuluaga P., impreso 1947.