Soneto Del Divino Amor
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Poesías – Bufano
Soneto del divino amor
Amor es éste que por ti me abrasa;
amor es éste que hacia ti me impele;
amor es éste que de amor se duele
en amado dolor que nunca pasa.
Amor en éste que se da sin tasa,
como nunca en la vida darse suele;
amor que estoy temiendo que se vuele,
porque sin él la muerta fuera escasa.
Amor, y extraño amor, este amor mío,
silencioso y profundo como un río,
que corre interminable y caudaloso.
Amor que nada pide y nada espera;
amor que es como un lago sin ribera
bajo un cielo piadoso.
(Alfredo Bufano)
De: El Huerto De Los Olivos, (1923)
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1. GENEALOGÍA
De heroica estirpe corsa desciendo; hay en mis venas
sangre de montañés, de monjes y piratas;
sólo mi madre, que era más suave que una nube,
puso en mí viejo espíritu una azucena pálida.
Por eso muchas veces frente a ti, soy como una
garra dura y tremenda, como una enorme garra
que al sólo suave roce de tu mano de seda
se hace también de seda como tu mano blanca.
Por eso mis pupilas se pierden en las sombras,
y son frente a tus ojos, como aves solitarias
volando más allá de la vida y de la muerte,
más allá de los siglos más allá de la nada.
Por eso soy a veces taciturno y doliente,
y otras, ¡tu bien lo sabes! un puñado de infancia;
y así como te lleno de besos y canciones,
he abierto con mis uñas, en sueños tu garganta.
Ya te lo dije un día: pesan en mí diez siglos
de pasión y de muerte, de amor y de venganza;
¡No tiembles, pequeñuela, si alguna vez descubres
en mis profundos ojos la sombra de mi raza!
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Por lo demás ya sabes: soy una cosa tiste,
¡bastante triste! Acaso siempre azucena pálida
que en las noches profundas vuela hacia las estrellas,
trémula de suspiros y luciente de lágrimas.
2. HOY NO LO SABES
Hoy que me tienes cerca, hoy que tienes
junto a ti como el aire, hoy que te miras
en mis ojos, no sabes lo que valgo.
No sabes lo que valgo, oh, sí; mis dedos
están prontos a verse entre los tuyos
como ateridos pájaros, mi boca
se abre a tu beso antes que tú lo pidas;
y aunque yo no lo diga, porque ignoro
las palabras superfluas, tú sabes
que estoy lleno de ti como está el árbol
lleno de flores en la primavera
y de sollozos cuando pasa el viento.
Hoy me tienes cerca, hoy que te busco
para apoyar esta cabeza mía
tan llena de tristeza en su regazo,
a veces como un niño y otras veces
con la grave fatiga de los hombres
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que en vano recorrieron los caminos
del mundo, en busca del ansiado sueño;
hoy que te ansío, hoy que me tienes cerca,
no sabes lo que valgo.
Mañana sí; mañana cuando el frío
de la ausencia te envuelva como un brazo
invisible; mañana, cuando esperes
en vano al que no ha de volver ya nunca,
sabrás lo que yo soy; hoy no lo sabes.
Y cuantas veces en tu alcoba triste
habrás de recordar aquel muchacho
silencioso y extraño, que tenia
esa cara tan pálida, esos ojos
como con sueño siempre, y esa boca
con algo de ansiedad y algo de hastío;
y aquel aspecto suyo, tan cansado...
Y cuando te pregunten: "¿En qué piensas?"
leve rubor encenderá tu rostro
y como sin querer, acaso digas:
"¡En nada...!" pero tu alma
murmurará en silencio: "¡Era tan bueno!"
¿Y tus ojos? ¿Y tus queridos ojos?
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3. UN SUEÑO
Era una noche profunda,
obsesionante y fantástica.
Soñé que eras una sombra
envuelta en sedas extrañas,
y que entre nubes de incienso
sin un rumor te acercabas.
Soñé que tus ojos raros
me estremecían el alma;
soñé que eran mis pupilas
de tus pupilas esclavas.
Yo te dije:" ¡Tengo sueño!"
Tú no me dijiste nada.
Era una noche profunda,
obsesionante y fantástica.
Tú te acercaste a mi lecho,
y con tus manos de nácar
acariciaste mis párpados
con una caricia larga.
Mis párpados se cerraron,
mi boca te dijo: "¡Gracias!"
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Tú en cruz pusiste mis manos,
mi cara se puso pálida,
y en el silencio de muerte
se oyó un leve rose de alas.
¿Y después? Ya no recuerdo
nada... no recuerdo nada!
4. TE QUIERO
Te quiero por la tenue caricia de tu voz,
te quiero por la seda de tus manos,
por la blancura de tu piel, te quiero
por la sensual promesa de tu nuca,
por tu fino cabello, por el raro
perfume de tu carne en primavera,
por la gracia felina de tu cuerpo
con algo de vestal y de leopardo,
te quiero por la roja flor de fuego
de tu boca entreabierta, por el vago
resplandor religioso que te envuelve
como el halo de luz circunda al astro;
te quiero por tu alma, oh mi pequeña,
que es alma de pureza y de milagro,
¡y por tus ojos!, por los ojos esos
que en gracia eterna moverán mis labios
para cantar los versos que ellos mismos
hacen brotar del corazón extático,
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como el hilo perene de la fuente
que murmurando salta hacia el espacio,
para tornar de nuevo a recogerse
y volver a surgir, siempre cantando.
¡Oh mi gacela. Oh mi olorosa, linda
como una florecita de naranjo!
De: Poemas De Cuyo, (1925)
5. ÉGLOGA A LA TIERRA DE CUYO
Cante esta vez el claro verso mío
tu fecunda bondad que en todo alienta;
lo mismo en la montaña que en la menta,
que en turbia acequia o caudaloso río.
Cante la aristocracia austera y suave
del álamo, que eleva su figura
hacia la claridad inmensa y pura
de tu cielo, en un vivo anhelo de ave.
Cante tus amplias, lujuriantes viñas,
fuentes enormes del gran bien celeste;
y este perfume, este perfume agreste
que tan sólo regalan tus campiñas.
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Cante al nativo pájaro que el vuelo
remonta al cielo y que trinando ambula;
y el desolado cardo que se azula
de tanto y tanto contemplar el cielo.
Cante con su más tierna melodía
las olorosas flores de la tuna,
que son como pedazos de la luna
decorando la torva serranía
el manantial jocundo y cristalino,
y la fecundidad del duraznero,
y la cruz solitaria que el viajero
suele encontrar al borde del camino.
Y el cedrón oloroso, la cancela
que da a las galerías silenciosas,
y las enredaderas milagrosas
que plantaron las manos de la abuela.
q cante a la mujer fuerte y garrida,
de ojos profundos y de piel morena;
mujer la más hermosa y la más buena
que entrega con su amor toda su vida.
Cante al mancebo de cuerpo robusto,
de tórax amplio y de cuello taurino,
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alegre a veces como el sol y el vino
y otro fakir hermético y adusto.
No desprecie mi canto conmovido
ni la brizna más leve del sendero;
sabroso sea como pan casero
y bueno como un árbol florecido.
Que tenga olor a vid y a yerbabuena
y fluya claro como linfa agreste,
para que logre ser así como este
hondo perfume que tus campos llena.
6. RANCHO MENDOCINO
Sobre oscuras esteras de trenzada totora
el sol de otoño seca, tuerce, comprime, dora
uvas, higos, ciruelas, duraznos opulentos
y zapallos y choclos y sartas de pimientos.
De la pared de adobe, del clavo de una estaca
penden ramos de orégano, de cedrón y albahaca.
En el corral cercano una mujer trigueña
con otoñal cachaza la dócil vaca ordeña.
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Cuatro chiquillos sucios juegan a la pallana
sentados en el suelo, en plena resolana.
Bajo la añosa parra, callado y pachorriento,
un viejo magro y fuerte está sobando un tiento.
Por el desierto patio, bajo el sol amarillo,
cruza lenta una flaca gallina con moquillo.
De tapia en tapia, en tanto, una leve ratona
con breves notas finas su ubicuidad pregona.
Y a la puerta del rancho, un perro macilento,
lleno de garrapatas duerme su aburrimiento.
7. SIESTA
La chicharra en el parral
su rauda matraca toca
acompañado a la loca
flauta que toca el zorzal.
Olor a vino pichanga
sale de la amplia bodega,
el tibio viento a mí llega
trayendo un son de catanga.
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El sol quema la enramada
de chilca reseca y dura,
mientras la acequia murmura
su eterna y simple tonada.
Y bajo un chañar que ostenta
sus huevecillos de oro,
parlotea un viejo loro
en la tarde soñolienta.
8. PRIMAVERA EN LA MONTAÑA
Brillan las moreras y los carolinos,
se hinchan los sarmientos de las viñas prietas,
y hay en los caminos
y en las ríspidas sierras violetas
una oculta alegría pagana
que es oro en la tarde y oro en la mañana.
Cantan los senderos, cantan los pinares,
cantan los chañares y albaricoqueros,
y los durazneros y los olivares
y los azahares de los limoneros.
De limpios verdores se cubren las parras
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del huerto querido. La siesta
ya afina su orquesta
de agudos zorzales y roncas chicharras.
Mi verso se viste de pámpano y pino;
se lleva a los labios su flauta de rama de higuera,
y se va por el pardo camino
danzando la danza de la primavera
9. ALEGRÍA DE LAS PRIMERAS NIEVES
Nieve en las ramas de los terebintos;
nieve en las hojas de los limoneros;
nieve en la soledad de los caminos.
Blancos están de nieve los almiares
que el mal año dejo sobre los campos
húmedos, desolados y espectrales.
Los álamos se yerguen en la niebla
bajo los cielos; y la nieve diáfana
es fino llanto entre las ramas secas.
II
¡Oh, alegría de andar sobre mi mula
por todos los caminos y los montes,
sólo con Dios bajo la nieve pura!
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¡Alegría infantil de ver los copos
prendidos en las ancas y en las crines
del animal de lento paso isócrono!
¡Alegría de andar por la montaña
bajo esta lluvia de aves milagrosas
que me besan las manos y la cara!
Y saber que allá abajo nos espera
el fuego amigo y los manjares rústicos
y el fuerte vino de color de fresa!
III
Nieve en los pinos y en las secas parvas;
nieve en los montes, nieve en los senderos;
nieve en mi poncho y nieve en mis isangas.
10. RIO DIAMANTE
Azul esta el Diamante bajo la luz celeste;
azul profundo, azul de cielo vespertino;
y al corregir entre breñas, con su música agreste
llena de soledades del opaco camino.
Río Diamante, río montañés y sereno,
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hecho de cielo puro y de noche estrellada;
enorme mancha larga de azul de metileno
caída en la campiña negruzca y desolada.
En tus orillas ponen las finas cortaderas
su simple blanca y verde nota decorativa;
mientras la arabia llueve su aroma en las praderas
e incendia el sol la roja montaña pensativa.
Río Diamante, río sensual y soñoliento
alegría sonora del monte florecido;
río que cuando abrevas al ganado sediento
le das también el cielo que en tu agua esta dormido.
11. COLORES
¡Campos de Tunuyán en esta clara
mañana de domingo tibio y lento!
Blanca, violeta y rosa la montaña,
azul celeste el cielo;
ocre profundo las trincheras de álamos
y verdes los pletóricos viñedos;
negruzcos los inmensos jarillales
y pardos los caminos polvorientos.
¡Mis ojos están llenos de colores;
la vid, el campo, la montaña, el cielo!....
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12. NOMBRES
Chachingo! ¡Lunlunta! ¡Panquehua!
Épicos nombres sonoros,
hechos como de lanzas y trabucos
y tremolar de banderas y ponchos,
y silbidos de lazos,
y profundos galopes de potros.
¡Tabaleste! ¡Guaymaré! ¡Ocoyunta!
uno sólo, no más que uno sólo
de estos nombres, gritando en las montañas
o entre los montes hoscos,
levantaba a las huestes
de fieros y broncíneos rostros,
y fuertes cuerpos
musculosos,
como raíces de alpatacos
y tocones de algarrobos.
¡Ñacuñán! ¡Guaymallén!
agudos, cortantes, roncos
vientos entre los desfiladeros,
siniestros, oscuros y torvos.
¡Nombres de guerra y de malones!
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¡Nombres que tienen color rojo
y el gutural sonido de la piedra
arranca al caer a las aguas del pozo!
¡Nombres!
¡Musicales corceles indómitos
galopando a través de los siglos,
las crines al viento y el casco de oro!
13. PAISAJE INFANTIL
Camino del Cerro. Cuatro hileras de álamos;
cuatro hileras de álamos bajo el claro cielo.
En verano, verdes y ocres en otoño;
y en invierno grises, rápidos, enhiestos.
Camino del Cerro, cuesta arriba va
entre las hileras de álamos geométricos;
lindos alamitos d juguetería,
con el tronco blanco y el ramaje espeso.
Paisaje de niños es este paisaje;
al fondo el hirsuto boscaje del Cerro;
sólo faltan unos soldados de plomo,
briosos caballitos de pintado leño,
cañones de lata... ¡Y que nuestro pobre
corazón, dios mío, no fuera tan viejo!
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14. VIEJA DEVOTA
Misia Fidela vive en su casona
llena de malvarrosas y glicinas;
sola, callada, triste, bonachona,
con sus perros, sus gatos y gallinas.
Su dormitorio es una antería
por horror a los guiños del demonio.
Estampas de Jesus y de María,
de San Pedro, San Pablo y San Antonio.
Metida en su mantón va a misa de alba
todos los días, infaliblemente,
cuando aun brilla el lucero suavemente
y el cielo montañés es verde malva.
Los domingos, con manos amorosas,
cuando no fríe ricas sopaipillas,
calienta el horno viejo con jarillas,
y hace empanadas de las más sabrosas.
Gusta de la pichanga y la mistela
y de alguna legumbre en escabeche,
del orejón y del arroz con leche
espolvoreado apenas de canela.
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Mañana ha de morir, y ha de ser una
oveja más en el celeste aprisco,
y dejará su casa y su fortuna
a la comunidad de San Francisco.
De: Tierra De Huarpes, (1927)
15. PUREZA
A estas montañas vine
a reposar un poco;
y aquí estoy, hecho un loco
personaje de cine.
Con mi perro y mi mula
bajo los cielos vago
y a su divino halago
el alma se me azula.
Los años van pasando
entre esta serranía.
¡Oh, dulce brujería
de lo que estoy cantando!
¡Brujería celeste
de la montaña grave;
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brujería del ave
y de su flauta agreste!
Equitación y pesca,
Caza ensueño y descanso.
¡Mi vida es un remanso
de agua fresca.
16. CAMINO FAMILIAR
Este es el camino, el camino viejo,
largo, desolado, mudo, polvoriento;
con sus mismos álamos y su turbia acequia,
y su vaga, escondida tristeza.
Camino de siempre que lleva a la casa
habitada ahora por gentes extrañas;
gentes que no saben que me fui en el tiempo
mejor de la vida, y que a mi regreso
sólo traigo el hondo dolor de los años
vividos en vano.
¡Corazón cansado, dime, a qué seguimos,
si ninguno saldrá a recibirnos!
De: Poemas De La Nieve, (1928)
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17. NIEVE Y LUNA
Sobre el valle de Uspallata,
en esta noche de junio,
un obsesor plenilunio
su cabellera desata.
Mi alma no sabe decir
frente a tanta maravilla,
si es la nieve la que brilla
o es el celeste zafir.
¡Oh roja luna serrana!
¡Oh valle dulce y profundo!
¡Todo el silencio del mundo
se ha dormido en mi ventana!
18. SILENCIO
Pálida nieve en toda la campiña;
y en nuestro caserón, silencio y nieve.
Sólo percibo en la inquietud profunda
mi corazón latiendo tenuemente.
Silencio.
Sombra. Nieve.
¡Esta noche se oirían
los pasos de la Muerte!
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19. CARRERAS
La cancha criolla, como un cuchillo,
abre en dos grupos a los jinetes.
Bombachas, ponchos y cintas patrias
en los arreos y en los zumeles.
Viejas y niños con canastotes
llenos de tortas y de pasteles.
¡Largan! La nieve tórnase harija
entre las patas de los corceles.
Se abren los gritos de los que ganan
sobre el velorio de los que pierden.
Hombres y bestias se desdibujan
como fantasmas bajo la nieve.
De: El Reino Alucinante, (1929)
20. EL REINO ALUCINANTE
Yo conozco un lugar inmutable y doliente.
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En sus calles y plazas crecen las hierbas, como
si hiciera muchos años que nadie transitara
por ellas. Los viajeros se deslizan sin ruido
cual las vagas imágenes que vemos en los sueños.
Hay pájaros que vuelan, pero que no poseen
la piadosa virtud del trino melodioso.
Los árboles se mueven merecidos por un viento
sin voz. Las aguas corren mudas en los canales.
Cuando la lluvia cae sobre las plantas, cuando
acude a los cristales como pidiendo abrigo.
Lo hace en silencio; lo hace con el grave silencio
de la divina lágrima que asoma a nuestros ojos
sin haber contraído ni el más pequeño músculo.
Clarea el día y llega la noche de oro y ébano,
y al moverse los seres y las cosas, lo hacen
sin el menor murmullo. Gesticulan las bocas
como si hablaran, pero la voz no sale de ellas.
A todas horas vese de hinojos sobre el musgo
a un solitario monje de angustioso musita
un rezo del que nadie conoce las palabras.
Las ventanas se abren sigilosas, y asoman
unos rostros estáticos de inquietantes pupilas
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que se quedan las horas mirando a la distancia
cual si escrutaran algo que nadie ha visto aún.
La verdinegra fuente lanza su fino chorro
que cae silencioso cual si fuera de lana,
mientras el agua inmóvil del viejo estanque copia
un pedazo de cielo de un gris desconocido
y el follaje dorado de los árboles muertos.
¡Oh Dios mío, Dios mío, piedad para el que llega
a este lugar más triste que la nada y la sombra!
21. IMAGEN
Gusto mirarme al espejo
ya de penumbras bañado,
y verme desdibujado
como en un retrato viejo.
Vacías cuencas moradas,
suavidad de antigua cera,
con algo de calavera
y algo de estampas sagradas.
Y me entretengo en creer
que así, borroso y distante,
volveré por un instante
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en un hondo atardecer.
22. SUEÑO
¡Es cierto! Todo se me fue soñado.
Mas déjame soñar, que el sueño es bueno.
¡Cuánta angustia que pudo ser veneno
del alma triste se me fue soñando!
Toda la vida se me va en un sueño
que no he de ver hecho palabra un día.
¡Y sin embargo sueño todavía,
pues si mi vida es algo, es porque sueño!
Nada más que por eso; y porque alcanza
el cielo, claro almendro florecido.
De este modo mantengo mi esperanza
con su cirio eucarístico encendido.
Déjame ¡oh Dios! Que duerma y sueñe ahora
que estoy para sufrir siempre despierto.
¡Hoy este sueño el corazón me dora,
y haz que me lleve a ti después de muerto.
De: Valle De La Soledad, (1930)
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23. ESTA ES MI SIMPLE VIDA
Esta es mi simple vida de profesor rural:
dar clases, mal o bien, en la Escuela Normal.
Para ir a mis aulas, a diario debo hacer
unas leguas de campo rojo de amanecer.
Esto, indudablemente, de todo es lo mejor.
El campo es profilaxis de cualquier profesor.
Eso sí; para ser cual todo sabio ha sido,
me falta ser un poco provecto y distraído.
Voy a la escuela como cuando era estudiante.
La austeridad la dejo para más adelante.
Como cualquier alumno me alegro cuando suena
la campana, trizando la mañana serena.
Salgo a al patio con simple gozo de caracol,
y en diez minutos lleno mi espíritu de sol;
Pájaro tibio que, de tan hermosa jaula
liberto luego para que vuele por el aula.
Y entre un croquis y un hecho, y entre un ver
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como un error furtivo el tiempo se me escapa.
Salimos. ¡Hora bella! Libre ya al mediodía
de textos de gramática, de historia y geografía;
Torno a mi lugar cerrero, que a orillas del Diamante,
goza la franciscana virtud de su habitante.
Como no sé jugar al truco ni al tresillo,
ni al ajedrez, ni al póker, ni descifro el sencillo
misterio de la loba, nadie puede notar
mi ausencia vitalicia del pueblerino bar.
24. SOL MENDOCINO
Bajo este tibio sol de otoño mendocino,
el alma es una tenca trinando en el camino.
Cielo sin una nube, sin una nube, igual
a una campana límpida de celeste cristal.
¡Alegría en el árbol y en la acequia; alegría
en el ave y en la cambiante serranía!
¡Alegría en el valle tornasol y en el monte
y en la grávida curva de todo el horizonte!
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Y es porque uno no sabe, de ninguna manera,
si es del otoño el mundo o es de la primavera.
Y el alma, alegre y niña por no darse a dudar,
se pone bajo el cielo a volar y a cantar.
25. USPALLATA
Valle de Uspallata,
erizados de cumbres de plata
Que en la tarde pura
voluptuosamente ciñen tu cintura.
Valle de Uspallata, donde el sol, rendido
de andar por las cierras, se queda dormido;
Y tanto se huelga
en el río y los prados de mielga,
Que el bíblico hato de vellón de nieve
como el sol, si pace; bebe sol, si bebe.
Valle de Uspallata, en donde la luna
de noche, en silencio, guarda su fortuna;
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Cuando no se baña, desnuda y hermosa
en las verdes aguas del río Mendoza
Que baja cantando por la pradería
contento de su alma sonora y bravía.
Claro valle de oro, en donde los años
se mueven apenas como tus rebaños.
Valle de oro y cielo, en donde la vida
está entre las cumbres tan bien escondidas,
Y es tan pura, tan grave y tan fuerte,
que por más que la ronde no la haya la Muerte.
26. CRECIENTE
Lento bajaba el río como siempre,
entre sauces, arabias y jarillas.
La tarde estaba quieta en las montañas,
azul y quieta como adormecida.
Más poco a poco, grandes nubes negras
de las cumbres, fantásticas surgían;
se abalanzaban por el cielo claro
como una loca y trágica tropilla;
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y sobre el monte cárdeno y los árboles
torva zalea entretejiendo iban.
Rompió el trueno montes su gran matraca
contra la cordillera anochecida;
y el relámpago abrió su rosa inmensa,
roja, morada, verde y amarilla.
Rompió a llover. Rompió a llover en forma
que el cielo con la tierra se perdía.
El sonoro Diamante fue creciendo,
y al rato era una sierpe enloquecida
que iba hinchando su lomo tenebroso
hasta romper, bramando las orillas.
Sobre las turbias, sollozantes aguas,
como si fueran deleznables briznas,
boyaban algarrobos y chañares,
matas de jume, zampas, allamisas,
sauces, álamos, troncos, y resacas,
cabras cerreras, vacas montesinas,
y cuanto halló al pasar la auda boa
que de la cumbre al llano se extendía.
Pasó al instante de terror. Ahora,
como una agreste y dulce margarita,
sobre el cuadro cerril recién pintado
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la clara estrella de la tarde brilla.
De: Romancero, (1932)
27. RETRATO
Este muchacho que tiene
negros los ojos y el pelo,
ágiles miembros de gamo,
elástico y firme cuerpo;
este muchacho que mira
de un modo tan grave y tierno,
de un modo que pareciera
estar mirando a lo lejos;
este muchacho que luce
hermoso tórax y cuello,
este muchacho es mi hijo,
lo mejor que diome el cielo.
¡Clara música del patio;
capitán de barulleros;
luna, relámpago, aroma,
mística rosa y lucero,
ojos por donde yo miro,
boca por donde yo muero!
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28. ROMANCE DE REGRESO
Me fui con las hojas verdes
y el verde río sonoro
con las ubres de las parras
llenas de miel y de gozo.
Me fui con los valles anchos
y los dorados aromos,
con los caminos en flor,
en flor de herrenes y tordos.
Me fui con el alma mía
vestida de frescos tonos,
me fui con los ojos llenos
de claros mundos remotos.
Vuelvo a las viejas montañas
marfil de cera en mi otoño;
ojos blancos y vacíos
de tanto mirar a otros;
manos heladas y frágiles
como antiguos heliotropos,
y todo yo de cenizas,
de sal, de pena y de polvo.
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Al llegar, bajo la luna
en el camino he abierto un pozo;
mi corazón
he enterrado
como un tubérculo de oro.
Dios hará que se abra un día
hecho lucero o gladiolo;
me lo pondré alborozado
en mi pecho suave y hondo,
y he de volar bajo el cielo
como un Halcón luminoso.
De: Los Collados Eternos, (1934)
29. ROMANCE DE LOS DOS RÍOS
Labrador era mi padre,
y yo he sido labrador;
pero mi madre tenía
de cristal el corazón.
El me dio músculos recios
para ser trabajados;
Y ella en mi alma, viento y agua,
su música deshojó.
El trabaja la tierra,
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¡con qué cariño, Señor!
Ella miraba las nubes
cual suelo mirarlas yo.
Mi padre me hizo labriego,
mi madre me hizo cantor;
por él manejo el arado
por ella lloro de amor.
El me decía: "¡Muchacho:
agua y tierra es lo mejor!"
Ella a mi oído rezaba
"Rapaz ¡qué cielo el de Dios!"
Mi padre vino a estas tierras
a buscar lo que encontró:
presnos, hogar y domingos
por seis días de sudor.
De estos dos ríos contrarios
de estos ríos vengo yo
De los dos ríos que canto
no sé cual será mejor.
A ella el cielo le gustaba
y el cielo se la llevó
Él se quedó mudo y sólo
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con su tierra y su dolor.
Vivió en ásperas pobrezas,
y así pobre envejeció.
¡Un día se fue en silencio,
tan pobre como llegó!
Allá se encontró con ella,
la misma que aquí adoró.
¡Estará mi padre arando
en las tierras del señor!
¡Soñando estará mi madre
Sentada a su bastidor!
El me dejó fortaleza
para aguantar mi dolor;
sus ojos ella y sus lágrimas
para llorar a los dos.
Hoy ya solito en el mundo,
esta copla canto yo.
Mi padre me hizo labriego,
mi madre me hizo cantor.
Por él manejo el arado,
por ella lloro de amor.
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De: Colinas Del Alto Viento, (1943)
30. BUENOS DÍAS POETA
Sean la claridad tu más firme camino.
De nada han de valerte mucho seso y buen tino
si es la palabra brozna, si es el decir ladino.
¡Puros, límpidos, castos: sintaxis, verso y vino!
Muchos un día holgaronse en decir raras cosas:
ahogabanlas, hacínalas de talento tenebroso.
Nadie las entendía, nadie hallolas sabrosas.
¡Yo sigo prefiriendo la belidad de las rosas!
Yo continúo amando la lección de las flores,
la del viento y las aguas y la de los pastores,
la de la huyente nube con sus varios colores.
¡Y la de mis angustias con mis propios dolores!
Así logré mi verso, día a día labrado,
por mi sufrir ceñido, con mi sangre regado.
En él di lo que a mi alma por Dios fuerale dado.
¡Si no fuera para la gloria, tieneme sin cuidado!
Abrévate en los hornos y eternos manantiales
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de Dios y de la Patria. Los poetas cabales
son siempre de su pueblo, cual los ríos caudales,
cual las constelaciones y los claros trigales.
Porque la Patria es esto que da perpetua vida,
que jaden, que suda sangre reverdecida,
que nos queman las carnes como gleba encendida.
¡La Patria ha de dolernos como duele una herida!
"Nunca menos ocioso que cuando estés ocioso",
Escipión Africano nos dice ¡Dulce gozo
de la semilla eterna que germina en reposo
viva, anhelante, inmóvil en sueño laborioso!
Da tu verso y no pienses que alguien oye tu acento
¡Que lo lleve la gloria, que lo derrame el viento!
deja proscenio y ruido para gallo y jumento.
¡Canto y llanto se amasan con el mismo elemento!
Sea tu ejemplo el agua tenaz y laboriosa;
ella eriales fecunda, duras piedras labora,
mueve recios molinos, canta murmura, llora.
¡Empero, nunca he hallado más humilde señora!
Entre ciudad y aldea no dudes ni un momento.
El campo es la dulzura de la estrella y el viento,
de la flor, del olvido, del humilde sustento,
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del alba y de la luna, del buen recogimiento.
¿La soledad? ¡Maestra de mucha autoridad!
no hay obra ni grandeza sin su buena amistad.
Haz en ella tu mundo de luz y de verdad,
y de amor sin confines, y de eterna bondad.
31. LA SOLEDAD Y LA LUNA
Nada mejor que este callar sombrío
que al fin es voz de poderoso viento;
nada mejor que este escondido acento
maravilloso del silencio mío.
No porque yazga remansado el río
deja de ser indómito elemento;
No por dormir sobre la cumbre el viento
pierde su tumultuoso señorío.
No por estar tan sola es menos pura
la tola que la unánime azucena.
En una y otra el gran amor fulgura.
Así en mi soledad ardida y plena
mi corazón se agranda de ternura
como la noche con la luna llena.
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De: Mendoza La De Mi Canto, (1943)
32. EXALTACIÓN DE LA TIERRA
Miro con ojos casi vegetales
estas mesetas, estos valles míos,
estas altas praderas- cielos verdes
entre rojas montañas escondidos
y estas nieves gozosas, estos raudos
arroyuelos montunos, estos pinos
inmóviles, estos calvijares,
estos alcores, estos sembradíos,
y una ternura poderosa y honda
me invade todo como un dulce río.
Ay altozanos, bosques, parameras,
terrazgos y jarales y bajíos,
correhuelas unánimes, horacajos,
temblorosos luceros matutinos;
cumbres rodenas, azulados montes,
hortales de manzanos y de olivos,
luna remola de las verdes alba,
mundo del vuelo, del color, del trino;
dulces cosas fugaces, pero eternas,
de todo esto tan hondamente mío!
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Un día seré tierra entre la tierra,
pero mi corazón seguirá vivo
porque canté con sangre y no con voces
lo que hoy con desvelados ojos miro
como si los abriera en este instante,
oh tierra, a tu hermosura y tus prodigios.
33. GALVANA
Reverbera el guadal soturno y rojo
bajo la luz que a los chañares raja;
Purpúreo el aire montesino cuaja
olor de sirria y de quemando hinojo.
El horizonte es una ardiente faja
que hace del abrasador manojo.
Traza su negra línea en el espejo
del cielo, pardo de aventada harija.
Y en el sendero que en fugarse puja,
una verde y brillante lagartija
su rijosa pereza desdibuja.
34. VENTANA
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Esta ventana abierta al campo arado,
a la montaña azul y al viejo río,
es en mi soledad el mundo mío,
el mismo siempre, y siempre renovado.
Por ella en cielo ilustre he navegado,
triste señor de mi estelar navío;
por ella he visto el mínimo rocío
en arca de color transfigurado.
Albas de verde mar, horas del cielo,
lejanos grises, luna, azul profundo
por ella vienen hasta mi canción.
Y por ella se van claro vuelo
por los caminos pálidos del mundo
las golondrinas de mi corazón.
De: Infancia bajo la Luna, (1945)
35. DOÑA LUZ
En el aula era una especie
de espantapájaros negro.
vaina enjuta de algarrobo,
nariz de jote o de anzuelo.
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Cada grito de los suyos
se me metía en el cuerpo
como una araña peluda,
como un helado murciélago.
Doña luz nos desaznaba
con voz ruda y fieros gestos
y para apodos no había
quien extenuase sus sesos.
"¡A ver usted, niñiñaque!
¡pase y lea pichiciego!
¡qué hace usted su frailecillo,
con esa cara de de muerto!"
Sin embargo una mañana
la vi llorar en silencio
sobre unas flores marchitas,
sobre unos papeles viejos.
Aún veo su triste rostro
como entre nieblas de sueño.
Aún veo sus flacas manos
desmenuzando unos pétalos.
¡Qué dulce llanto empañaba
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aquellos ojos tan fieros!
36. EL PROMESANTE
Ved a este niño metido
en su sayal en su sayal franciscano:
ojos verdes y remotos,
negro pelo alborotado,
rostro anguloso y moreno
tan de niño, y ya cansado.
Anda por caminos lueñes,
se pierde en medio del campo:
Cuando quiere compañía
busca el arroyo y el pájaro,
la nube que va y no vuelve
o la sombra de algún árbol.
¡Bien sabe ya que estar solo
es estar acompañado!
Cuando otros ríen el llora
con un escondido llanto
que sin querer se le sube
a los ojos asombrados.
Le gusta mirar el cielo
sólo porque está tan alto;
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le gusta mirar el río
porque se va mundo abajo;
sueña dormido y despierto
casi perdido en su sayo
que le da un aire de viejo,
de pordiosero y de santo.
Ved a este niño grotesco
en un pueblucho serrano;
anda que te anda caminos,
ora a pie, ora a caballo.
Por un lado las montañas,
por el otro el verde campo;
arríbale cielo profundo,
cielo grande, inmenso, diáfano;
y el niño sólo en la tierra
en su sayal franciscano:
y en su alma el trágico asombro
de no haber nacido pájaro,
agua, viento o nubecilla,
o lluvia, o flecha, o relámpago.
¡No hay que ser muy zahorí
para saber de quien hablo!
¡Sin ser adivinadores
ya lo habrán adivinado!
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De: Charango, (1946)
37. COPLAS
I
La copla es copla si nace
de los hondones del alma,
como de la peña brota
el hilito de agua clara.
IX
Mi copla, con claro gozo,
brota de mi sentimiento;
fresca música del pozo
que sube y se lleva el viento.
XI
La poesía ha de ser
tan vieja como la luna,
44
mas sin dejar de ser una
flor ebria de amanecer.
XLV
Mi canto es vivencia en mí,
pero es también tu vivencia,
del mismo modo que el río
es agua en él y en la tierra.
XXV
Dulce es el agua si canta,
dulce es el agua si llora.
saque tu verso ventaja
del agua caminadora.
XXIX
Deja inútiles lamentos
y sé jocundo, cantor
como un duraznero en flor
entre olivos cenicientos.
XXXI
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Llora la aguita del cerro;
llora el viento entre el chacay.
yo canto pero es mi canto
mi manera de llorar.
De: Marruecos (1951), Póstumo
38. BARRIO MORO DE TANGER
¡Qué gozo mirar el mar,
el mar desde la Alcazaba,
mientras asoma la luna,
por entre verdes montañas!.
¡Qué gozo mirar el cielo,
sobre vetustas murallas,
o verlo en cintas de seda
en la calle Bab el Assa!.
¡Qué misteriosa ternura
ver estos ojos que pasan
y que furtivos nos miran
con agarenas miradas!
¡Qué nieves de jazmineros
por callejuelas y plazas!
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¡Qué blancura de mazquitas
bajo la luna dorada!
¡Qué dicha andas sin ser visto
en dulces tierras lejanas,
sin saber si ayer es hoy,
y envuelto en luna y distancias!
39. CALLE DE LA LUNETA
¡Qué alegre brilla en la noche
con sus bazares y tiendas
la calle, la calle mora,
la calle de la Luneta!
¡Qué nombre tiene más lindo!
¡Qué blancura de azucena,
la calle, la calle mora,
que llaman de la Luneta!
Se sahuma de fragancias,
de jazmín y yerbabuena.
Sus farolillos alumbran,
con luz lejana de estrellas.
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¡Con qué infantil alegría,
miro sus moros y tiendas!
¡Con qué placer subo y bajo!
¡Qué a gusto me siento en élla!
No hay en Tetuán herbolarios
que vendan más finas hierbas,
que los que orillan la calle
moruna de la Luneta.
No hay ojos más turbadores,
ni vendedoras más bellas,
ni más fragantes jazmines,
ni yerbabuena más crespa.
Si en sus vitrinas enjutas
manos de Fátima cuelgan,
comprádlas, porque la suerte,
seguramente os espera.
No hay en Tetuán una calle
que un nombre más bello tenga
que ésta, de la morería
llamada de la Luneta.
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Mis sueños y mis congojas
más de una vez dejo en élla
mezclados con las fragancias,
de frutas, flores y hierbas.
¡Qué alegre brilla en la noche!
¡Qué alegre canta en mi pena
la calle, la calle mora,
la calle de la Luneta!
40. ROMANCE DE MOHAMED BEN HASAN
Éste es mi amigo Mohamed
y por más señas Ben Hasan.
Mi buen amigo agareno,
en éstas tierras del África.
Tan negros como los ojos
tiene la tez musulmana,
pero, como alguien lo dijo,
brotan jazmines de su alma.
Su fez purpúreo ilumina,
las penumbras de su cara,
y lleva garbosamente,
los siglos de su chilaba.
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Él me enseñó a conocer,
el gran dolor de su raza,
sufriente, mas no llorosa,
vencida, mas no domada.
Me guió por híspidas sendas,
y por fragosas montañas,
marchando siempre en silencio,
con lento paso de cabra.
¡Bien entendía Mohamed,
lo inútil de las palabras,
cuando entre flores y cielos,
nuestras sombras se alargaban!
Mohamed se detenía,
junto a la gloria del agua,
al pie de los jazmineros,
que antiguos muros escalan,
junto a los vivos claveles,
y a las adelfas rosadas,
mientras recóndita dicha,
los ojos le iluminaban.
En los dolientes crepúsculos
de estas remotas comarcas,
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mi buen amigo agareno
los altos cielos miraba.
¡Bien entendía Mohamed,
que las palabras sobraban!.
Ante el dolor de su pueblo,
lo vi beberse las lágrimas,
y abrir en risa de angustia,
su boca purpúrea y ancha.
¡No fuera cosa, por Dios,
que viese yo, que lloraba!.
¡Adiós, amigo Mohamed;
adiós amigo Ben Hasan!.
¡Qué en bienes te de el Profeta,
lo que me diera tu alma
en tus lares marroquíes,
en memorables jornadas!
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