[email protected] A ti que lees estas líneas, que estás bajando por una de las tantas...
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Transcript of [email protected] A ti que lees estas líneas, que estás bajando por una de las tantas...
A ti que lees estas líneas, que estás bajando por una de las tantas autopistas de la ciudad en esta mañana de mayo o, tal vez, estás en
un vagón del Metro -con la mirada extraviada, como todos los que viajan a
esta hora-, o paladeas el primer café y recorres distraído las páginas de un diario, buscando algo que
no sabes qué es.
A ti, que llevas a tus hijos al colegio y que acabas de no escuchar una pregunta que te hizo tu hija más pequeña, porque estabas pensando en otra cosa.
Avance con clic y sonido de fondo
A ti, que acabas de salir de la ducha y te ves un instante en el espejo.
A ti, que pasas rápido a mi lado y casi me empujas y no me ves.
A ti, que -con apenas 18 años- te levantas con el tedio pegado en el alma y te enchufas al computador para no abrir la ventana de tu
pieza que da al jardín.
A ti, que miras a tu marido todavía dormir a tu lado, y ves su nuca y su piel gastada, y sientes en el centro de tu pecho un hueco, la sensación de un cansancio del que quisieras huir a miles
de kilómetros de ahí.
A ti, que estás comprando el pan sin emocionarte con su olor y su temperatura.
A ti, que entraste al cajero automático y descubriste que el saldo de tu cuenta era
negativo, y sientes miedo, rabia, angustia.
A ti, que acabas de dejar a tu niño en la sala cuna y te fuiste sin cantarle esa canción "que
a él tanto le gusta".
A ti, que acabas de entrar en la oficina y te dispones a iniciar un día
igual a todos los días, trabajando sin amor por lo que haces,
como pieza de un engranaje que te devora.
A ti quiero agarrarte de la solapa, del brazo -con respeto, pero con fuerza-,
a ti quiero detenerte en tu carrera loca y decirte lo que tal vez nadie te ha dicho nunca, porque no se enseña en los colegios ni aparece
en los diarios. Yo no soy nadie para quitarte cinco minutos de tu atiborrada y desesperada agenda, soy uno
más entre los millones que bajan esta mañana a comenzar un día más en la ciudad.
Entonces , ¿por qué habrías de desconectarte de tu "iPod" o apagar tu celular para
escucharme?
Pensarás acaso que soy un predicador más, un vendedor de seguros, o alguien que quiere
robarte a plena luz del día. Sé que me mirarás con recelo, con molestia,
con desconfianza.
A ti, que me oyes, pendiente de tu reloj, quiero decirte,
antes de que desaparezcas devorado por la multitud:
¡Eso es todo!
Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto.
Todo es bueno.
¿Y eso era todo? -me dirás-. Sí, y te digo: todo lo demás, fuera de eso, es nada.
Si te he agarrado de la solapa y te he abordado a esta hora de la mañana de este jueves que escribo es para decirte
que eres feliz y no lo sabes. Y que eso que te dije lo dijo una vez un hombre
como tú, que se llamó Dostoyevski.
Y yo, ¿quién soy para hablarte así,para entrar en tu privacidad y leerte la cita de un ruso que no conoces?
Yo soy el muerto. Yo estoy muerto, tú estás vivo.
-¿Muerto tú? -me dirás-. -¡Pero si puedo tocarte y verte y oírte!
Sí, pero estoy muerto.
Yo me levantaba en las mañanas como tú, prendía la radio como tú, paladeaba un café como tú, miraba distraído las primeras nubes
en el cielo, y llevaba a mi hijo al jardín,
y no sabía que era feliz, que estaba vivo. No lo sabía, como tú no lo sabes, como no
lo saben tantos que no pisan con placer las primeras hojas del otoño, que no se detienen a ver los primeros rayos de luz colarse por la
ventana para entibiar la piel del o la que duerme todavía a tu lado..
Pero esto, en realidad, no me lo enseñó Dostoyevksi,
sino mi pequeño hijo Clemente, un niño como millones de niños que en este momento son llevados al colegio,
un niño que me hizo una pregunta que no escuché una mañana de un jueves como hoy.
Eso es lo que enseñan los niños que mueren, eso lo aprendemos de un golpe
los que morimos con ellos, eso es lo que los vivos como tú no pueden escuchar.
Cristián Warnken
Cristián Warnken dedica emotiva columna
a su hijo fallecido en vísperas de
Nochebuena La tragedia sacudió a su familia el lunes, cuando
el pequeño Clemente cayó a la piscina de su casa y perdió la vida.
El Jueves 27 de Diciembre de 2007Cristián Warnken escribió en memoria de su hijito:
Clemente
Llora por ti tu jardín, que siempre insistías en llamar "mi jardín". Llora el intruso gato blanco y negro, que merodeaba por las tardes y que tú
llamabas mi gato amigo. Llora el cerro Manquehue, que veías desde la ventana de tu pieza. Llora la plaza de Almirante Acevedo, alrededor de la cual corrías una y otra vez, como un Forrest Gump de tres años. Lloran
los resbalines que te vieron crecer en temeridad y por los que te lanzabas con gozo. Llora la montaña del camino de La Pirámide,
destrozada por la construcción de autopistas y a la que decías "pobre montaña". Llora tu nana, a la que llamabas "mi reina", "mi Karencita
hermosa", piropero precoz. Lloran las fuentes de agua, ante las que te quedabas en éxtasis mirando caer el agua, el agua que te asombró más que nada en el mundo, el agua de los ríos, el agua de las llaves de agua de la casa, que abrías sin cesar,
el agua del mar, oh, tu locura por el agua, Clemente, toda el agua del mundo llora por ti, y mana en nuestras lágrimas.
Lloran por ti Whinnie the Poo y Tigret y Christopher Robbin, y todos sus amigos, porque en sus libros de aventuras te sentías en familia. Tú eras
como Whinnie the Poo, tierno, goloso, amical. Llora por ti tu chupete gastado y fiel, que intentamos vanamente botar tantas veces y que ahora te espera sobre la almohada vacía. Lloran por ti las esculturas del Parque
de las Esculturas de Pedro de Valdivia, donde fuimos el día antes de tu partida, a correr, a subir al olmo gigante; llora por ti la escultura del ángel
sin cabeza que miraste extrañado, llora por ti la librería Ulises, donde estuvimos esa misma tarde y donde hojeaste libros sobre un sillón de cuero. Llora por ti el libro de "Willie, el oso", que te regaló esa tarde
Benjamín, el librero, y que no alcancé a leerte.Llora la escalera de madera de nuestra casa, que bajaste todas las
mañanas de tus días. Llora el espejo del baño hacia el cual te empinabas para mirarte, como si fuera extraño tu propio rostro, oh, hermoso,
demasiado hermoso para durar aquí, al otro lado del reflejo. Llora la canción "Cangrejito" del grupo Zapallo, que bailaste tantas veces y
querías volver a escuchar, pero que se perdió en algún rincón de nuestro bello desorden. Llorará la lluvia en invierno cuando no te encuentre debajo del panel de vidrio, mirándola gota a gota. Lloran los caballos del Club de
Polo que siempre venías a espiar. Lloran los cuadros de Santos Guerra que cuelgan de nuestras murallas, y el pueblo de cuento y sus personajes
a los que saludábamos como si fueran reales, el hombre del paraguas verde, tus amigos al otro lado del sueño.
Llora la playa de Wailandia, donde corrimos mojándonos los pies con las olas, qué fiesta, qué gritos, qué risa. Lloran las gaviotas que pasaban por ahí, llora el restaurant Caleuche, donde fuimos a ver la puesta de sol con
Angélica y Laura, llora el rayo verde que nunca se hizo ver. Llora el Estadio Santa Rosa de Las Condes, donde apenas empezabas a ir a clases
de fútbol, estadio que desaparecerá, como desaparece todo y todos, porque somos un duelo sin fin. Llora el Parque Forestal donde naciste,
llora la calle Ismael Valdés Vergara. Lloran los taxis en los que te gustaba que te llevara en las mañanas a tu jardín. Lloran los tres cojines que tú mismo instalabas obsesivo, hasta que quedaran perfectos (y tu decías "perfecto"), adonde posabas tu cabecita llena de rulos para tomarte tu
mamadera. Todos lloran, también tu piscina amada, que te vio, dichoso, nadar, ¡cómo llora desconsolada! Lloran las cosas que tocaste, los lugares
donde anduviste, y lloramos nosotros, ya sin lágrimas.Entonces, ¿por qué ríes, por qué tu cara pura de niño muerto insiste en reír, mientras todos lloran sin consuelo? ¿Por qué ríes, Clemente, amor
mío, dolor nuestro?
Esta es la página del escritor C.Warnke: Una Belleza Nueva : Conversaciones con Cristián Warnken