SPOILERseries criticadas

con mucha mala hostia

R. M. González

Texto © 2014 R. M. GonzálezTodos los derechos reservados

Dedicado a todas esas webs de enlaces.

Prólogo

Existen muchas voces, no todas agradables, quehablan de la nueva condición artística de la quedisfrutan las series televisivas; se han convertidoen piezas audiovisuales a la altura de Dostoyesvki,Picasso o Miguel Ángel; obras maestras de lacultura, cumbres de la civilización. Canales comoHBO, Showtime, ABC o Fox han sido los grandesresponsables de esta mutación; las series handejado de ser una mera sucesión de escenasrecurrentes y complacientes para convertirse encomplejas estructuras cuyos guiones haríanpalidecer a los mayores y más célebres directoresdel séptimo arte. Personajes memorables quesobrevivirán a toda una generación, personajeseternos, completos, absolutos, originales. The

Wire, The Sopranos, Sons of Anarchy, TrueDetective, Carnivàle, The Killing, Breaking Bad,The Office y Studio 60 ocupan el podio, frecuentanel Olimpo de las series de ficción. La críticaexperta ha dedicado infinitas páginas a comentar yelogiar las series anteriormente citadas. Y otrastantas que no merecen un lugar privilegiado en lahistoria; producciones horribles coronadasindebidamente. Es a ese grupo de seriessobrevaloradas a las que voy a atacar en estaslíneas. Por diversión, por placer, con el único finde despertar la ira ciega de todos aquellos quesean seguidores devotos de aberraciones talescomo Fringe, Juego de Tronos o American HorrorStory, por citar los casos más sangrantes yrepugnantes. Algunas críticas se centrarán entemporadas concretas puesto que el resto de la

serie sí que merece atención y respeto; Homelandes el mejor y más nítido ejemplo de ello. Ya loveremos más adelante. No es oro todo lo quereluce en los despachos de la HBO, no todos losgrandes éxitos comerciales y de crítica merecen laadmiración y el aplauso. Como resulta evidente;todas las críticas que aquí aparecerán son elproducto de una perspectiva personal. Opinión, noaxioma. Y, como es fácil adivinar, mi principalobjetivo es molestar a los fans, señalar errores queconsidero imperdonables. Algunas de las seriessobre las que verteré mis insultos ni siquiera hesido capaz de terminarlas, la meticulosidad es unacaracterística que resulta totalmente ajena a estaspáginas. Nada más, espero provocar alguna tímidacarcajada, o al menos, uno de esos bufidos tanelocuentes que aparecen en vaga sustitución de una

risa más profunda y salvaje. Como resulta obvio,recurriré de manera sistemática al uso de spoilers.Alerta, alerta. Absténgase fanáticos, pueden sufriruna repentina aneurisma al leer como sus ídolosson cubiertos de una asquerosa sustanciacompuesta de cinismo, ironía y sarcasmo. Seacerca el infierno.

Dexter

El versátil Michael C. Hall, enormementeconocido por su papel en A dos metros bajotierra, nos sorprendió a todos con el poderosocambio de registro que experimentó al encarnar aDexter Morgan en la serie homónima deShowtime. En la serie funeraria, Michael hacía deun hombre frío, distante y con un sistemaemocional gravemente dañado. Nada que ver conDexter. Dejando a un lado esta innecesariaapreciación, vamos a centrarnos en la seriecompleta y no en el polifacético actor principal.Dexter comienza con una potencia inusitada, laprimera temporada nos muestra a un protagonistaatípico, novedoso, alejado de los estereotipos. Setrata de un individuo ambiguo de una fuerza

indescriptible, todo orbita a su alrededor. El pesocompleto de la serie recae sobre él, sin excepción.Y eso no es bueno. Los secundarios son poco másque marionetas torpes y prescindibles, personajesplanos, personajes tipo. Vince Masuka es el bufón,ese pequeño hombre irrelevante que siempreaparece en el momento oportuno para soltar algúnchiste que alivie la tensión del momento. ÁngelBatista es, junto con Joey Quinn, ese hombrepasional, visceral, ese detective que va de duropero en realidad es un trozo de pan. MaríaLaGuerta es esa mujer fuerte, segura de sí misma yautoritaria que en el fondo solo necesita cariño yreconocimiento. Debora Morgan es la prostitutadel pueblo. Y ya está; ya hemos completado elcasting más tópico de todos. El héroe, el bufón, elguerrero, la bruja y la puta. Como he dicho antes,

la serie empieza con un impulso atroz y pronto sedescubre como un producto irregular. El comienzode una temporada nueva era lo más parecido ajugar a la ruleta rusa que podía practicar sin riesgoa emular a Travolta y L. Jackson en Pulp Fiction;nunca sabía si estaba ante una genialidad o ante unenorme pedazo de mierda vestido con una camisaestilo hawaiano. Una posible clasificación encuanto a la calidad de las temporadas sería lasiguiente:Primera: Buena.Segunda: Pasable.Tercera: Beber lejía de manera regular es menosmolesto.Cuarta: Sobresaliente.Quinta: ¿Qué mierda es esta? ¿Otro compañero decarnicería?

Sexta: ¿Por qué sigo viendo Dexter?Séptima: ¿Esta noche no jugaba el Real Madrid?Octava: Me encanta Españoles por el mundo. No sé qué ocurrió con Dexter, supongo que el éxitocomercial hizo, como siempre, que se alargasemás allá de lo deseable. Los guiones se volvieronpredecibles, los giros perdieron su capacidad desorprender, la escasa pólvora que sobró despuésde esa brutal detonación que fue la muerte de Ritaacabó empapada y nunca llegó a explotar. La seriecayó en la repetición, en la metareferencia, Dexter(su dualidad) se convirtió en una redundanciaaburrida que ya no podía asombrar a nadie. Él y suOscuro Pasajero pasaron a ser una mascota cuyostrucos ya eran de sobra conocidos. Lo único dignoque se podía hacer, era agarrar a Dexter, subirlo ala parte trasera de una camioneta, llevarlo al

bosque y partirlo por la mitad con un certerodisparo de escopeta. Dexter estaba perdido, notenía solución. ¿Y con los hijos, qué pasó? ¿Laproductora fue demandada por explotación infantilo algo así? Cada capítulo era un clavo más en suataúd, Dexter se precipitaba al vacío de formairremediable. Y así quedó constatado con unaúltima temporada cuyo efecto laxante compite conel nivel alcanzado por el final de Lost. Todavíahoy me pregunto si Jimmy Smits demandó a losguionistas de la serie por tratar de acabar con suadmirable carrera al escribir un personaje tandeleznable como Miguel Prado. Quizá despidió asu agente por convencerle de aceptar el papel. Nolo sé, pero ese hombre debería presentar unaquerella por daños y perjuicios, sin duda. Enresumen; un asco.

American Horror Story.

Empecé a ver esta serie gracias a un GIF animadoque un día me encontré en cierto Tumblr queprefiero no citar dado que su contenido meconvertiría en un soltero forzado. Dicha fugazanimación consistía en un puñado de fotogramas enlos que un chaval caminaba por los pasillos de uninstituto típicamente estadounidense, flanqueadosambos lados por una fila infinita de taquillas. Elchico caminaba con un afectado gesto desuperioridad e indiferencia. Su cara estabamaquillada de tal manera que parecía unacalavera, era una imagen poderosa, imponente, unpresagio de que aquella serie podía ser algogrande. El jodido GIF me creó unas expectativasque nunca llegaron a cumplirse. Nada más lejos de

la realidad. American Horror Story es una de laspeores series que se han producido en la últimadécada. Acercar el terror a la pequeña pantalla erauna idea arriesgada. Y fracasó. Y lo hizo porqueAHS se ha construido a base de copiardescaradamente escenas y personajes de notablespelículas del género. No se trata de homenajear ode rendir tributo, no. AHS recurre a todos lostópicos imaginables. AHS es una macedoniafermentada y enmohecida preparada con lasmejores piezas del cine de terror. Topicazos,topicazos everywhere. No nos engañemos, no esuna serie repleta de referencias; es un plagio burdoy penoso. Y lo es porque gran parte de estospréstamos trascienden la mera anécdota, seconvierten en parte central de la trama (escasa yestúpida) y articulan el desarrollo de la historia.

Al principio, durante el visionado del primercapítulo, me hizo gracia el rollo referencial, perollega un momento en que resulta tan descarado yomnipresente que se hace patente que su función esocultar las enormes carencias que sufre esta serie.La casa en la que ocurre la acción es, exceptuandociertas reformas estéticas, Amytyville. Losgemelos repletos de heridas son un calco de lasadorables niñas que aparecen en El resplandor,simplemente han cambiado de sexo. La criada esuna fotocopia realizada del casting de Los Otros.Pero no quiero centrarme en estos elementos tanconcretos. Todo lo que rodea a AHS parece viejoy cansado, siempre tengo esa sensación de esto yalo he visto, no ha inventado nada, no aporta nadanuevo, se limita a seguir el manual del clásicoproducto de terror; una súbita subida en el

volumen de la música, una silueta que atraviesa elpasillo como un destello, la cámara acercándosepor detrás a la nuca del protagonista. Todo muyoriginal.Estamos, en esencia, ante una crisis matrimonialque ha derivado en un ejercicio de masoquismoparanormal. Pues bien, el infeliz matrimonio semuda a una casa encantada (adquiridapresumiblemente gracias a la precaria situacióninmobiliaria causada por las hipotecas subprime ylos fondos buitre) con el fin de huir de unajovencita a la que el marido (un expresivo DylanMcDermott) solía divertir introduciéndole el peneerecto sin fines reproductivos. Se instalan allí sinsospechar que la vivienda no cuenta con laoportuna cédula de habitabilidad, motivo por elcual el mal se manifiesta en el hogar de los

Harmon. La esposa, abortista involuntaria, estácomprensiblemente enfadada con su marido. Lafalta de sexo consigue que una vieja decrépita(responsable del servicio doméstico) se conviertaen un ardiente objeto de deseo a ojos deldesesperado marido, cuya vesícula seminal hacrecido tanto que necesita una carretilla parapoder andar. Jack Nicholson nunca interpretó aningún personaje que experimentase una confusiónsimilar en cierta película de Stanley Kubrick.Nunca. Mientras la pareja trata de solucionar sucrisis, el mal campa a sus anchas y hace cosasraras con la iluminación del plató. Y poco más, laverdad. Confieso que abandoné esta serie antes deque la segunda temporada comenzase, no mearrepiento de ello. Desde que dejé de verlarespiro mejor, sonrío más y tengo menos ganas de

arrojarme a las vías del tren; quizá seacoincidencia.

Homeland.

Voy a escribir únicamente sobre la terceratemporada puesto que las dos primeras son sendasobras de arte que no merecen más que elogios y mimás sincera gratitud. Y ese no es el espíritu deestas páginas. La temporada empieza lastrada porsu propio talento. El final de la segunda es tanjodidamente fuerte que deja el listón demasiadoalto incluso para sí misma. Homeland lo intenta,pero no llega. Su error principal consiste endesviarse de la premisa original. Abandona aBrody. Desconozco si ocurrió algo con el actorque lo interpreta (un genial Damian Lewis) o sidicha falta de atención es un acto deliberado, peroen cualquier caso se trata de una puñalada mortalque hace que Homeland se desangre en el callejón

de esas series de las que se puede prescindir sinecharlas de menos. ¿Y cómo llena todos esosminutos que ha perdido Nicholas Brody? Con unahistoria de amor adolescente totalmente vacía, sinrelevancia alguna. Dana, después de hacerse unadepilación extrema en las muñecas, es internada (oalgo parecido) en un centro de tratamientopsicológico para menores conflictivos cuyospadres han tratado de inmolarse en nombre de undios prestado. Allí, en la institución mental, seenamora perdidamente de un apuesto jovencitocuyo único defecto estriba en cierta tendencia poremular a un determinado monarca castellano, esdecir; el chaval mató a su propio hermano. Dana,por supuesto, tarda varios capítulos en descubrirla horrible verdad. Presenciamos escenas de unatrascendencia superlativa, tales como el primer

coito de Dana, las empalagosas conversaciones dela pareja, un largo viaje por carretera. Finalmente,la chica se entera de que su joven amor es unfratricida y decide romper la relación. El directordel capítulo consideró necesario detallar estaruptura. Dana, que ya no puede confiar en loshombres, decide trabajar como limpiadora ocamarera en un motel de carretera. Su padre, elterrorista más buscado de la historia, decidepasarse por allí para ver qué tal está su pequeña.Dana le pide amablemente que se marche del lugary nunca volvemos a saber de ella. Y así, comoquien no quiere la cosa, la temporada va llegandoa su final. Me sentí estafado durante sietecapítulos. Fue cómo ver una serie de DisneyChannel cuyo título coincidía con el de una obramaestra de la ficción política. Una vez superado

este punto, Homeland retoma la historia por dondela había dejado y levanta el vuelo. El ritmo seacelera, las intrigas reaparecen y Nicholas Brodyvuelve a dejarnos con la boca abierta. Aunque notanto como antes. Una última cuestión. ¿Lassetecientas pruebas de embarazo que Carrieguarda qué función cumplen? ¿Y el embarazo en símismo?

Fringe.

Sabes que una serie es tan mala que te causaráglaucoma cuando puedes resumir su argumentoutilizando el estilo narrativo de Chiquito de laCalzada. Fringe es el mejor ejemplo.[Recomiendo leer el siguiente párrafo con la voz,el tono y el ritmo de Chiquito] Ese científico loco que está internado en unasanatorio mental del que ni siquiera el gobierno deEstados Unidos puede sacarle pero la firmatodopoderosa de su hijo sí que lo consigue, va y seinstala en su antiguo despacho en Harvard, que esla universidad más prestigiosa y elitista de estemundo, para hacer investigaciones con agentesquímicos infecciosos que todavía no sabecontrolar, y el hijo, que salía en Dawson Crece va

y le dice; voy a ayudarte a resucitar a los muertoscon la ayuda de esta vaca que has traído, pero loque quiero realmente es acostarme con la agentedel FBI cuyo novio se ha vuelto translúcido y nocon la vaca, papá.

Fringe no es ciencia ficción, es una de esas seriesautoconclusivas (del tipo Bones, Se ha escrito unCrimen o El Mentalista) que intenta ser tanextremadamente original en cuanto a ciencia yplanteamiento argumental se refiere que se adentraen el territorio de lo ridículo. Aún teniendo encuenta de que no trata de ser especialmenterealista, Fringe resulta inverosímil en todos susniveles. J. J. Abrams vierte todas sus obsesionescon los saltos en el tiempo y los universosparalelos en esta suerte de compendio universaldel absurdo. El resultado es, ni más ni menos,

patético. Recurre constantemente al cliffhangerporque su entramado nuclear carece de poder deabsorción, su historia es un recipiente vacíodecorado con carísimos efectos especiales. Lanave del misterio se ha actualizado y ha quedadovarada en el sótano de Harvard.

Misfits.

Emitida por MTV, inglesa, actoresmayoritariamente desconocidos, súper poderes.Esta serie tenía todo en su contra. Sin embargo,dejé a un lado mis prejuicios, y descubrí una seriedivertida, salvaje, ofensiva, sin pretensiones. Meenganché. Pero, como ocurre con cualquierrelación cuyo comienzo es frenético y animal,enseguida se desinfló. Misfits, dentro de lacategoría en la que participa, era buena. Hasta quecomenzó la tercera temporada y el mejor de suspersonajes, Nathan, abandonó el proyecto. Ahíterminó todo. Se acabó la fiesta. Nathan erainmortal e inmoral, un pervertido impertinente,Nathan era un modelo a seguir, una inspiración.Sus compañeros de aventuras (el casting original)

se mantenía a su altura. Alisha, Simon, Kelly yCurtis formaban un grupo cuya calidad nuncavolvió a repetirse. La serie sufrió innumerablesmutaciones, combinaciones ilógicas, sustitucionesrepetidas y repentinas. Misfits se convirtió en unespejismo lejano, una sombra de lo que era, underivado irreconocible. Otra serie estirada yestriada, otra producción sacrificada al dios de laaudiencia y el marketing. Una pena.

Modern Family.

O como adoctrinar al público sobre laconveniencia de un núcleo familiar estable pese alos reproches, los celos, la represión, laintolerancia y la rabia selectiva. Modern Familyrecurre al formato que popularizó (en ciertamedida) The Office y lo destila para que no resultetan marcada la presencia de las cámaras; primererror. Modern Family concluye todos sus capítuloscon una moraleja explicada por la voz en off dealguno de sus personajes. Algo así como; aunquemi marido quiera meter la cara entre las tetas demi cuñada, debo aprender a quererlo tal y como esporque la familia es lo más importante y debemospermanecer unidos. Todo muy bonito; segundoerror. Modern Family explota la sexualidad de

Sofía Vergara (quién no la explotaría, dicho sea depaso) de manera constante, la sexualidad latente deHaley Dunphy, incluso el afectado deseo de amorde Mani Delgado, pero nunca, jamás, nunca, hacereferencia explícita a la sexualidad entre Mitch yCam (la pareja homosexual de la serie). Comomucho se ha podido ver un ligero, breve y tímidobeso entre ambos hombres. La homofobiaestadounidense queda demostrada; tercer error.Modern Family carece de contenido más allá de laanécdota familiar basada en un malentendido. Nohay crítica, no hay conflicto real, no es más que unfolleto del Foro de la Familia decorado con gagsinocentes, un panfleto pro-vida salpicado por unhumor blanco que resulta predecible; cuarto error.Modern Family tiene como personaje central aClaire Dunphy; quinto error. Algunos momentos

han conseguido hacerme reír, lo admito. Sinembargo nunca consigo olvidarme de que, en lugarde disfrutar de veinte minutos de diversión, lo queestoy haciendo es presenciar un discursoanticuado, la amenaza de la moralina final planeadurante la extensión completa de cada episodio. Laestructura de todos los capítulos es exactamente lamisma, sin variación posible. Un productomachacado, un bucle infinito; eso es ModernFamily.

Californication.

Recuerdo cuando Hank Moody sufría por suincapacidad para escribir dada la ausencia deKaren, recuerdo escenas de un talento literariomás propio de Foster Wallace que de una comedia,recuerdo las referencias al mundo de las palabras,recuerdo párrafos enteros escritos por esa arpíallamada Madeline Zima, recuerdo un retratoinspirado en Bukowski, recuerdo el tormento vitalde un hombre perdido en un río de coños, recuerdoel dolor de la existencia misma, recuerdo poesía,drama y sexo constante pero justificado. Todo esodesapareció. Californication se volvió estúpida. Ypopular. O tal vez sea justo al revés; se convirtióen una serie seguida por un público más amplio yeso le restó inteligencia. Californication se

convirtió en una réplica cutre de sí misma,desechó cualquier atisbo de literatura y losustituyó por chistes cada vez más simples.Durante años, Hank Moody fue incapaz de escribiry toda su vida giraba en torno a ese vórtice defrustración y tormento; su alcoholismo, supromiscuidad visceral, su amor incondicionalhacia Karen, su paternidad exacerbada, su dolor,todo era lo mismo, todo era Hank. De manerapaulatina, Duchovny se caricaturizó, se redujo a unexcéntrico millonario con problemas deautocontrol. De repente era capaz de escribir lasmemorias de un productor musical, un guión decine para un rapero de éxito, un libro para unaestrella del heavy metal. Así, sin mayorexplicación o dificultad, Hank escribía libroscomo si de una factoría de páginas se tratase. Sin

Karen a su lado, sin que su propia idiosincrasiaobstaculizara su creatividad inconstante. Todo elcomponente diferenciador quedó relegado alcontenedor de la basura. Sin previo aviso, sinajustes. Imperdonable.

Game of Thrones

Receta para obtener un capítulo de Game ofThrones (Juego de Truños en su traducción literalal castellano) sin necesidad de vivir en un paísalfabetizado:Una cucharada de Pasión de GavilanesUna cucharada de ambientación medievalTres dragones TetasUna cucharada de sobreactuaciónTetasUn poco de Los TudorUna pizca de las peores escenas de TolkienUn pellizco de Falcon CrestUna dosis sin determinar de brujería y magiaTetas

Muertes inesperadas que de tan inesperadasresulten predeciblesEl respaldo financiero y ejecutor de la mayorproductora de televisiónTetas

Nada más, esto es, en esencia, lo necesario paraproducir un nuevo capítulo de la laureada seriebasada en la obra literaria (perdón por lo deliteraria) de George R. R. Martin conocida comoCanción de Hielo y Fuego. No hace falta recurrir aun equipo de guionistas de talento, los giros delguión se limitarán a degollar a algún personaje queparecía primordial. Otro truco; para que elespectador (de sexo masculino principalmente) nosucumba al sueño consiste en mostrar en pantallapechos tersos y de aspecto apetecible. Si la tramadecae; haz que las tetas aparezcan, sin

justificación, sin objetivo alguno. Los pezonesmantienen la atención del espectador, sonanfetaminas audiovisuales. Tampoco es importantela coherencia, puesto que, como se trata de unaserie de fantasía, nadie se sorprenderá porque eloro se funda completamente en menos de diezsegundos con la única ayuda de una pequeñahoguera y un puchero del Ikea. Tampoco vamos aescandalizarnos al ver cómo un rey nómada(criado sin duda en el corazón mismo de LasBarranquillas) deja que una hechicera que hatratado de matarlo se convierta súbitamente en suenfermera. No importa lo absurda que resulte unaescena determinada, no importa cómo de grandesea el disparate o cuán profunda sea la inexactitud;la etiqueta de FANTASÍA implica la completatolerancia y aceptación. Porque no nos olvidemos;

Game of Thrones no es una serie de ficción, es unareligión que millones de adolescentes (demasiadodelicados para excitarse con esa pornografíaexplícita que circula por la red) utiliza comométodo de evasión y alivio para alcanzar un nivelde espiritualidad más elevado. Juego de Tronosvende y eso es lo que cuenta. Es el equivalentemasculino de Las cincuenta Sombras de Grey; unproducto simple, artificioso, sobredimensionado,de escaso valor cultural pero que, por todo ello,goza de un éxito descomunal entre su públicoobjetivo. Me gusta pensar que HBO utiliza estaserie para financiar proyectos más dignos y afinesa lo que su trayectoria ha demostrado, que paraHBO se trata tan solo de una lucrativa franquicia,una fábrica de merchandising. Y no una serie de laque estar orgullosos.

Black Mirror

Charlie Brooker nos explica a través de Endemol(productora de programas de telerrealidad comoGran Hermano, Operación Triunfo o Cuestión dePeso) y Channel Four Television Corporationcomo la tecnología, la televisión, las grandescorporaciones, las redes sociales y lasaplicaciones propias de los smartphones y tabletsnos han convertido en idiotas, en autómatas, enzombies pegados a una pantalla. Gracias Charlie,gurú y visionario, por hacernos ver lo estúpidosque somos al consagrar nuestra existencia a lautilización enfermiza de la tecnología. Y gracias,también, por ahondar en esas tesis a través deTwitter , Youtube o Facebook, gracias. BlackMirror es una serie de ciencia ficción que

ambienta sus historias en futuros distópicos queradican más allá de la concreción temporal,historias nada pretenciosas, humildes eimparciales, historias que plasman lo que el autorconsidera cómo el ocaso de la civilizaciónhumana. El planteamiento, tan original e inéditoque hace que mis intestinos bailen de alegría,consiste en que la especie humana acabará porconvertirse en esclava de ese mismo avancetecnológico que le llena de orgullo y satisfacción.Las máquinas gobernarán la Tierra, seremos pocomás que portadores de cables, botones y pantallas,víctimas de la cómoda caricia mecánica,somnolientos seres condenados por nuestra propiay venerada adicción. Black Mirror habla de ladeshumanización, de la erosión irreparable en lascomunicaciones interpersonales, de cómo nos

someteremos voluntariamente a los dictados deuna aplicación informática. Y lo hace de una formatan grandilocuente y autocomplaciente que invalidasu propio mensaje. Uno de los principales erroresque comete Charlie Brooker (misántropo confeso,según ha manifestado en numerosas entrevistas amedios de comunicación pertenecientes al massmedia) es que no aprovecha el potencial que sutesis ofrece. Ejemplo; el episodio Tu HistoriaCompleta (The Entire History of You) nos muestrauna sociedad futura cuyos habitantes utilizan unpequeño dispositivo implantado en algún lugardeterminado de su cabeza para registrar en video yaudio cada segundo de sus vidas. ¿Y para quéemplea Charlie Brooker este endiablado artefacto?Para hablarnos de una historia de infidelidad yvenganza ejecutada por un marido ofendido. Nada

más. El chip milagroso queda reducido a una meraanécdota, un complemento, poco más que parte delatrezzo del capítulo. Lo que viene a decirnosCharlie con esta lección magistral es algo así;Cuando te folles a otro, apaga el móvil. Nada más;podemos buscarle lecturas más elevadas y, sinduda, las encontraremos, pero no son reales. Todoello sin entrar en detalles de escasa credibilidadcomo el que sirve de desenlace al primer episodiode la serie; debemos realizar un acto de fe paracreer que un anciano (o casi) que trabaja comoartesano es capaz de poner en jaque informático atodo un país. Es ciencia ficción, al igual queFringe, pero mala ciencia ficción; al igual queFringe. Black Mirror es como aquel amigo pedanteal que un día acabamos por ignorarcompletamente, ese amigo que, durante el café,

hablaba con una condescendencia torpementecamuflada, ese amigo que (después de leer aNietzsche o ver una película de Truffaut) te hacíasentir que no tomar notas de su disertación era unerror imperdonable, Black Mirror es como esagente que lanza sus opiniones como si de verdadesuniversales se tratase, tablas de la ley, dictadosdivinos. Black Mirror es ese snoob cultural quecree que todo aquel que no lo venera es porquesufre de cierta tara mental, Black Mirror es unprofeta vestido con una americana con coderas,uno de esos gafapasta dogmáticos que se atreve aseñalar las faltas de ortografía pronunciadas enuna conversación ajena. Yo la he visto entera, dosveces. Y me encanta su fotografía.

Epílogo

Sé que criticar con cinismo e ironía una serieimplica despertar innumerables réplicas, odios yreacciones contrarias e iracundas, eso suponiendoque este pequeño libro se lo descargue alguienmás que algún miembro especialmente amable yestúpido de mi familia. Esa era mi intención.Cualquier fan ofendido juzgará mis palabras comoel fruto de una mente inferior, cualquier devoto deuna serie determinada pensará que el autor deestas líneas es un gilipollas cuya capacidad deraciocinio pertenece al reino de los minerales. Nopuedo culparle. A todos nos pasa lo mismo.Cuando alguien habla mal de nuestra seriepredilecta supone una ofensa semejante a que undesconocido mease sobre el cadáver de nuestra

mascota. Es un insulto atroz, una afrenta a nuestrosmás profundos sentimientos. Es algo religioso. Nopodemos tolerar el ultraje, debemos hacer constarnuestra protesta. Somos así, cuando algo nos gusta,no admitimos críticas desfavorables, convertimosun producto audiovisual importado en una banderapor la que morir, transformamos un personaje ennuestra propia alma, una escena memorable pasa aser valorada como un recuerdo propio. Y ahora, enmitad de esta paz, aparece un gilipollas y se metecon nuestra creación favorita. Pues sí. No pretendohacer pensar a nadie, ni invitar a la reflexión, noquiero que nadie cambie de opinión (tampoco loconseguiría), mi única intención es divertir alposible (y poco probable) lector de estas páginas.Ya que no disfruté viendo las series aquí criticadas(algunas de ellas sí, hasta cierto punto en el que

perdieron el norte) me he quedado a gustoponiéndolas a parir. No busco debate, solo alivio.

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Texto © R. M. González.