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STAFF MODERADORA

Mery

TRADUCTORAS

Joha quinto

Dannita

Amy

Nats

Mel Demczuk

Elle87

Majo_Smile ♥

Pau_07

Mery St. Clair

CORRECTORAS

Mery St. Clair

Melii

LECTURA FINAL

Mery St. Clair

Diseño

Yessy

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Índice Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

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Sinopsis ncontrar el amor debería ser fácil, pero la fotógrafa de

bodas Phoebe Ward sabe que no lo es. Cuando Cupido se

presenta para ayudarla —y salvar el mundo en el

proceso— Phoebe descubre que el amor puede ser aún más

complicado de lo que pensaba. Incluso cuando Cupido le señala a

el Sr. Correcto, ella no puede dejar de pensar en su mejor amigo, el

Sr. Equivocado.

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1 Traducido por Amy

eis años en fotografía le había enseñado a Phoebe Ward una

cosa. Ser la fotógrafa en la boda de alguien sería lo más

parecido a ser la novia en su propia boda.

A menos que, por supuesto, sea la boda tu ex novio.

La brillante novia y el novio hicieron un gesto final mientras Phoebe

tomaba la última foto. Bajó la cámara y suspiró. Era hora de marcharse,

gracias a Dios. No estaba segura de que hubiera podido soportar un

minuto más. No es que no quisiera ver a Kyle felizmente casado con otra

persona. Lo quería. Después de todo, realmente no lo amó —no de la

manera en que se lo merecía— y obviamente él no la había amado

tampoco. Se tragó el nudo que se atoró en su garganta y se fue a buscar

el estuche de la cámara.

Por lo menos rompieron en términos amistosos, y por eso accedió a

ser su fotógrafa en su boda. Pero eso no significaba que una punzada de

envidia no le hubiera atravesado el corazón al comienzo de la ceremonia

y que doliera más con cada beso en la recepción.

Phoebe notó la forma en que la pareja se miraba. La forma en que

compartían sonrisas secretas durante la noche, exponiendo el enorme

agujero en su corazón y la soledad de su vida. Fue entonces que se dio

cuenta de algo que estaba completamente mal en ella: nunca se había

enamorado. No completamente y de verdad.

Y dudaba de que alguna vez pasara.

Phoebe removió la correa de su cuello justo a tiempo para ver a la

madre de la novia, cubierta de tafetán verde, agitando una chequera en

su dirección ella. —¿No adoras las bodas una semana antes del Día de San

Valentín? —dijo con una voz cantarina.

Para una mujer soltera, la boda de alguien más y el Día de San

Valentín, significaba una doble de tortura. Pero dado a que la madre de la

novia firmaría el último pago por sus servicios de fotografía, Phoebe puso

una educada sonrisa y asintió.

S

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La mujer soltó una carcajada en pleno auge. —¡Ja! No tienes que

estar de acuerdo conmigo, sabes. Todavía te voy a pagar —dijo, sacando

su pluma. Y fiel a su palabra, firmó el cheque y se lo entregó

inmediatamente a Phoebe.

Phoebe se rió entre dientes, metiéndolo en el bolsillo de su chaqueta.

—Está bien, quizás no. Pero fue una hermosa boda —día de San Valentín o

no— y espero que su hija y Kyle tengan años de felicidad. Es agradable ver

a alguien encontrar el amor, por lo menos.

La mujer chasqueó la lengua. —¿No tienes cita para San Valentín?

Phoebe se enfadó ante la presunción, aunque fuera cien por ciento

cierto. —No, yo…

La mujer levantó su mano fuertemente anillada. —Tómalo con

calma. Soy una madre de cuatro chicas. Me he convertido en experta en

entender el lenguaje soportal y el tuyo está emanando “San Valentín es un

táctica de marketing!”

—No sabía que fuera tan transparente.

—Sólo para un ojo entrenado —dijo con un guiño—. Sin embargo, no

dejes que las bodas te desanimen. Eres una chica linda. Encontrarás el

amor verdadero muy pronto y tal vez tengas tu propia boda en San

Valentín.

Phoebe guardó la cámara en su estuche, y cuando la cámara hizo

un sonido de click, levantó la mirada. —Sin ánimo de ofender, señora, pero

dudo que eso ocurra. He dejado de buscar el amor. Y quizás está

destinado para algunos, pero Cupido parece haber perdido la flecha para

mí.

Los ojos de la mujer se llenaron con simpatía mientras acariciaba el

brazo de Phoebe. —Bueno, nunca se sabe, querida. Cupido aún puede

encontrar la flecha. Ten una linda noche.

—Gracias. Usted, también.

Una de las damas de honor llamó y la mujer fue a la dirección del

bar. Si Phoebe no estuviera tan cansada se hubiera dirigido a tomar algo,

también. Pero añadir alcohol a su estado de ánimo ya voluble no sería

buena idea.

—Disculpa, muñeca —dijo una voz fornida detrás de ella.

Se dio la vuelta y se encontró con un hombre bajo y rechoncho con

un esmoquin mal colocado. Tenía el cabello oscuro desordenado y una tez

rubicunda que sospechaba podría haber sido causada por un cóctel de

más. Si él que la llamara muñeca no la puso a la defensiva, la sonrisa

escalofriante y ansiosa seguro que lo hizo.

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—No pude evitar escuchar tu conversación sobre el amor verdadero

—prosiguió.

Oh, genial. Un metiche. Rodó sus ojos, sin molestarse en ocultar su

exasperación. —Mira…

—Permíteme que me presente —dijo, estirando su mano regordeta

en el bolsillo de su chaqueta y sacando una tarjeta de negocios rosada.

Ella dudó en tomarla, pero no quería ser grosera. Una tarjeta de

negocios rosada no era exactamente prometedora, tampoco. Pero había

sido una noche larga, y como era una boda, ella decidió seguirle la

corriente. La tarjeta decía: Cosmo E. Cupido III.

Uh. Su apellido era Cupido. Gracioso, considerando que ella había

estado hablando de amor. Luego miró más de cerca la tarjeta y su

estomago cayó. Oh, no.

¿Experto en el amor?

Ugh. Él no estaba tratando de coquetear con ella, esto era mucho

peor. Trataba de convencerla para que se inscribiera en un servicio de

citas online. No es que ella no lo hubiera intentado ya. Simplemente no

había funcionado.

Metió la tarjeta de nuevo en su palma. —Buen intento, amigo. ¿Qué

eres, una especie de gorrón de bodas, esperando a acosar a las mujeres

solteras y deprimidas? No estoy interesada. —Agarrando el estuche de la

cámara y el abrigo, ella lo esquivó y se dirigió al vestíbulo del hotel.

—¿No estás interesada en tu destino? —preguntó, siguiéndola muy

de cerca.

—Nop.

—Lo dudo. Además, te haría bien escuchar lo que tengo que decir.

Lo dudaba. Apresuró el paso. —Te lo dije, no estoy interesada.

Es lo que encuentras en las bodas —desconocidos miembros de la

familia, coreografías improvisadas, y gente pregona con servicios de

búsqueda de parejas.

Dio un paso fuera del hotel en el gélido aire de Boston y arrojó su

abrigo sobre sus hombros. El hombre no la siguió, lo cual fue un alivio, y un

taxi se detuvo tan pronto como llegó a la acerca. Finalmente, la noche iba

como ella quería.

Entró en la cabina, arrastrando su equipo fotográfico. —Cinco

veintiuno, calle Snow Hill —le dijo al conductor.

—Entendido, muñeca —dijo el taxista mientras entraba al tráfico.

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¿Muñeca?

Su mirada fue al espejo retrovisor y sus ojos se encontraron. ¡El tipo

Cupido!

Ella se quedó sin aliento. —Pero, ¿cómo…? ¿No estabas justo…?

Él soltó una carcajada y casi dejó caer el cigarro que colgaba de sus

labios. —Ya te dije, no puedes escapar de tu destino, Phoebe.

La sangre se drenó de su rostro. ¿Cómo sabía su nombre? Ella nunca

se lo había dado. Espera, tenía que calmarse. Eso no fue sorpresa.

Fácilmente podría habérselo pedido a la madre de la novia o quizás Kyle

se lo dijo. Pero eso no significaba que no la asustaba.

El tráfico del centro desaceleró la velocidad del taxi, y ella dejó

escapar un suspiro tembloroso. Esta era su oportunidad para alejarse de él.

Colocó una mano en la puerta, debatiéndose entre saltar, cuando de

pronto él alzó la mano derecha y movió sus dedos. Autos en la calle

Newbury se separaron de él como el Mar Rojo.

Eso llamó su atención.

—Está bien, ¿quién eres? —Su corazón latía tan fuerte que su voz

tembló.

Lo vio fruncir el ceño en el espejo retrovisor. —Pensé que leíste la

tarjeta. Soy Cosmo E. Cupido III. Experto en…

—El amor —concluyó con impaciencia—. Sí, lo entendí. Sin embargo,

no perteneces a un servicio de búsqueda de parejas, ¿no?

—No me insultes. Mis servicios van más allá del dinero, muñeca. De

hecho, si no fuera por mí y mi familia, las compañías de búsqueda de

parejas ni siquiera existirían.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué eres tú, entonces? ¿Eres una especie

de…. ángel?

Por favor, sé un ángel. Por favor, sé un ángel.

O por lo menos algo bueno y amable y no un chupador-de-almas.

—Nah. Nada tan poderoso. Soy Cupido. Bueno, no el Cupido. El hijo

de Cupido. Sin embargo, soy el siguiente en la línea del trono. Si es que hay

un trono —murmuró.

Oh Dios mío. ¿Cupido es real? ¿Y tiene un hijo? Se echó hacia atrás

en el asiento de la cabina. —¿Q... Qué es lo que quieres de mí?

—He venido a ayudarte —dijo en una manera que sonó como la

respuesta fuera obvia.

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—Ayudarme —repitió. El hijo de Cupido, que fumaba puros y se veía

como Pedro Picapiedra, quería ayudarla. Ella se pellizcó. Fuerte.

Tenía que salir de esta pesadilla de Freddy Krueger.

—Sé que estás pensando —dijo después de un minuto.

Su cuerpo se puso rígido. —¿Puedes leer mentes, también?

—Nah. Pero he aprendido de personas como tú en la escuela. —La

diversión subió en su tono—. Tu reacción es el clásico libro de texto del

caso debo-estar-soñando.

—Me alegro de ser tan predecible —murmuró.

—Así que, ¿dejarás que te ayude?

Entrecerró los ojos. —¿Ayudarme con qué, exactamente?

—Encontrar tu alma gemela y enamorarte.

Enamorarme.

Quiso reírse, a pesar de que su promesa de amor verdadero era muy

tentadora. Allí estaba ella, pasando la madura edad de treinta y un años,

y nunca se había enamorado. Sin embargo, de alguna manera, ¿Él haría

que todo sucediera finalmente ahora? ¿Se había comido algo caducado

en la recepción? Trató de recordar. Todo parecía demasiado ridículo.

Demasiado simple. ¿El hijo de Cupido entraba en su vida y le concedería

todo lo que ella siempre ha querido? Sí, claro. Tenía que haber algo más

en la historia. Como todo en su vida, estaba segura de que había una

trampa.

—Bueno, señor Cupido, esto se ve muy bien a simple vista. Pero que

pasa si yo, uh ¿no quiero hacerlo? ¿Suponiendo que estoy feliz con las

cosas como son? Ya sabes… —Se aclaró la garganta—, sin amor. ¿Qué

pasaría entonces? ¿No ganarás tus alas de Cupido o algo cursi como eso?

Cosmo se detuvo frente a su edificio de departamentos. Después de

estacionar, con calma exhaló una nube de humo, y luego puso sus serios

ojos grises en ella. —No, nada cursi en absoluto. Es sólo que si no me dejas

ayudarte… todo el amor dejará de existir en la tierra.

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2 Traducido por pau_07

Qué?

La expresión de Cosmo se volvió oscura. —Justo lo que dije. Si no te

ayudo, no nos beneficiara a nosotros… y a toda la humanidad.

Discordia, la diosa de la discordia, y sus compinches eliminaran el amor por

completo del planeta.

—Pero… pero, ¿por qué? —Y lo más importante, ¿por qué el destino

del amor mundial dependería de ella?

—Hay una guerra en el cielo, entre el amor y el odio. En este

momento, Papá intenta negociar un tratado de paz. Tú fuiste elegida

porque es una descendiente de Thessela.

—¿Descendiente? —se burló—. No tengo ningún poder mágico.

—No los tendrás. Ella era la hermana mortal de la primera esposa de

mi padre, Psique. Sin embargo, tu línea está todavía muy atraída al amor.

—Señaló a la funda de su cámara—. Incluso si es sólo para documentarlo.

Los Dioses saben que nunca has estado enamorada y que le tienes un

gran miedo.

Ella se erizó. —¿Qué? No tengo miedo al amor. —¿Lo tengo?

Cosmo le lanzó una mirada que decía lo contrario.

—Querer que el amor sea perfecto no significa que le tenga miedo

—replicó.

—Sea como fuere, ambas partes han acordado que si tú puedes

encontrar el verdadero amor para el Día de San Valentín, cualquiera puede.

Y si no, entonces —chasqueó los dedos—, el amor se acaba para siempre.

Que cosa tan mala que suceda en San Valentín, ¿no te parece?

Ella parpadeó, le era difícil creer que realmente era la indicada para

poner fin a una guerra celestial. —¿Qué pasará con las personas en la

tierra?

¿

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—Oh, todavía vivirán. Como he dicho, sólo que no amarán o serán

amados. —La miró fijamente—. ¿Eres lenta o algo así?

Apretó los dientes. —Mira, Cosmo, no todos los días alguien que dice

ser Cupido —discúlpame, el hijo de Cupido— me dice que tengo que

encontrar a mi verdadero amor o el amor desaparecerá de la tierra. Así

que perdóname si necesito más tiempo para procesar los hechos por

completo.

—Por Dios, eres muy quisquillosa. Estoy empezando a ver por qué

tienes problemas con los hombres.

—Eso es todo. No puedo tratar contigo esto más. —Irritada por su

tono burlón y toda su increíble historia, saltó y se dirigió hacia su edificio.

Esto no es real. No es real, repitió en su cabeza. Echó un vistazo hacia

atrás. Cosmo y su taxi no estaban a la vista. Sintió alivio.

Bien. Obviamente entendió el mensaje. El destino del amor tendrá

que recaer sobre los hombros de otra persona… si, de hecho, no se había

imaginado todo.

Su respiración volvió a la normalidad. Y en el momento en que había

llegado a la puerta de su apartamento, incluso se rió sobre lo absurdo que

habían sido sus pensamientos.

Como si Cupido realmente existiera. ¡Ja!

Sacudiendo la cabeza, encendió la luz del pasillo y se detuvo en

seco. Cosmo E. Cupido III estaba sentado en su sofá de la sala, con los pies

apoyados en la mesa de café.

Levantó la vista y arrojó a un lado la revista que había estado

hojeando. —Ya era hora de que aparecieras.

Ella frunció el ceño. —¿Cómo entraste?

—Mira, Phoebe, no menosprecies Dioses menores. Tenemos un par

de trucos bajo la manga.

—¡Deja de decir eso! No eres un Dios. No eres más que un estafador

realmente bueno. Ahora, toma tus trucos y cigarros malolientes y vete.

Él extendió las manos con pesar. —No puedo hacer eso, muñeca. Si

el amor deja de existir, entonces yo dejo de existir. Además, la tierra sería

muy triste por aquí con tanto odio y peleas. Discordia ya está a punto de

enviar su primera granada.

—¿Qué quieres decir con eso?

Cosmo se levantó y con algunos giros de sus dedos regordetes,

encendió la televisión en un programa de noticias por cable. El locutor iba

hablando sobre un robot del Expo Tecnología que limpiaría las canaletas.

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Miró a Cosmo y rodó los ojos. Algunas granadas.

—Espera —advirtió.

Antes de que pudiera hablar de nuevo, la pantalla cambió. —

Tenemos una alerta de noticias de última hora que acaba de llegar en

este momento —dijo el presentador—. Algunas de las conocidas

organizaciones benéficas han decidido disolverse hoy, citando su

frustración con quienes dan y su repentina falta de interés en ayudar a los

demás. La Casa Blanca está conmocionada. Una conferencia de prensa

está programada a las dos de hoy con más información sobre lo que va a

pasar con la financiación actual para estas organizaciones.

Los ojos de ella se abrieron. —Eso es horrible. ¿Cómo…?

Él levantó la mano y la cortó. —Hay más —dijo.

Otra alerta de noticias en la pantalla. —Estamos recibiendo ahora

otro informe del Tíbet. El Dalai Lama ha cancelado sus compromisos para

hablar en el futuro previsible. Fuentes cercanas a él dicen que está

buscando tiempo de meditación debido a su repentino cuestionamiento

de sus creencias, en particular sobre la necesidad de amor como

fundamento de la existencia humana, que una vez fue parte de sus

enseñanzas.

—Es suficiente. —Con el corazón en la garganta, se alejó de la TV—.

Apágalo. Por favor —susurró.

Cosmo hizo lo que le pidió y volvió a sentarse. —

Desafortunadamente, esos son sólo unos pocos adelantos que Discordia

ha planeado. Estoy seguro de que no quieres ver qué más puede hacer.

Soltó el estuche de la cámara y se frotó la frente. No. Por supuesto

que no. No cuando él lo ponía así. No cuando ella acababa de ver un

atisbo de lo que estaba por venir. ¿Quién querría vivir en un mundo sin

amor?

Desde luego ella no. Claro que quería encontrar a su alma gemela,

pero había renunciado a encontrarlo hace mucho. ¿Podría Cosmo

realmente ayudarla para salvar a la humanidad?

Caminó hacia delante, deteniéndose frente a él. —Creo que estás

apostando al caballo equivocado. No he encontrado a mi alma gemela

en —Tosió—, más de treinta años. ¿Qué te hace pensar que seré capaz de

encontrarlo para el próximo sábado?

Cosmo apartó el cigarro de la boca y parecía estar buscando un

cenicero. Al no encontrar uno, agitó los dedos y uno cayó sobre su regazo.

—No te preocupes. He estado trabajando en ello —dijo simplemente—.

Entonces, ¿estás dentro?

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Ella dejó escapar un largo suspiro. En este punto, realmente no tenía

muchas opciones, y ciertamente no tenía nada que perder. Negó la

cabeza para sí misma, aún sin poder creer lo que estaba a punto de

aceptar. —Sí. Por supuesto que te ayudaré.

Cosmo regresó el cigarrillo a la boca y sonrió. —Excelente.

—Así que... ¿qué pasa ahora? ¿Cómo puedo encontrarlo?

—Como he dicho, he estado trabajando en esto mientras el acuerdo

se realizaba. Sin embargo, esas deidades amantes-de-odio no lo han

hecho más fácil. Obviamente, quiere que fracasemos. Pero creo que

finalmente lo he encontrado.

—¿Lo encontraste? —Cosmo había encontrado a su alma gemela.

De repente, su corazón sentía ligero y quería saltar arriba y abajo. Casi

como si estuviera enamorado ya—. Eso está muy bien, ¿verdad? No todo

está perdido, entonces. La humanidad se salvó.

Cosmo se encogió de hombros sin comprometerse.

—Bueno, ¿quién es? —preguntó.

Chasqueó los regordetes dedos de nuevo y un expediente de un

centímetro de espesor apareció en su mano. Sin darle un segundo vistazo,

se lo tendió a ella.

Lo cogió, sintiendo una mezcla confusa de nervios, enfermedad y

emoción. Sería extraño saber quién era su verdadero amor antes de que

realmente lo amara. Lentamente abrió la carpeta y leyó el nombre.

La humanidad estaba condenada.

Cerró el archivo y se lo devolvió. —Esto no va a funcionar.

Cosmo apoyó su cigarro en el cenicero y frunció el ceño. —¿Por qué

no? —preguntó, abriendo la carpeta y mirando por encima del nombre

para sí mismo—. De acuerdo a nuestros registros, este hombre, Adam

Lovello es perfecto para ti. Además, no se puede cambiar. No te dan a

escoger de quién te enamoras. No funciona de esa manera. Cupido ha

hablado —dijo, tendiéndole de nuevo el archivo.

—Bueno, Cupido debería hacer una mejor investigación —espetó—.

Adam Lovello no está interesado en mí. Trajo a su sobrina y sobrino a mi

estudio para una sesión de fotos una vez y ni siquiera supo que yo existía

detrás de la cámara. Bueno, eso no es del todo cierto. Se fijo en mí cuando

derramé mi café por todo el lugar.

—¿Y?

—Lo derramé sobre él, también.

—No es un problema.

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Se mordió el labio. —Bueno, cuando digo él, quiero decir... su

entrepierna.

Cosmo hizo una mueca. —Eso podría ser un problema.

—¿Ves? ¡Te lo dije!

—Está bien, tómalo con calma. Ese pequeño incidente podría

hacernos retroceder un día, pero todavía nos da una buena semana para

ponernos a trabajar.

—¿Trabajar? ¿No puedes agitar los dedos y hacer que me mire y se

enamore?

—¿Te refieres a amor a primera vista? —Se rió, fuerte y duro, como si

ella fuera alguien como Sarah Silverman1.

¿Qué es tan gracioso? Se cruzó de brazos y esperó a que se

calmara.

Después de algunos largos minutos, se limpió una lágrima de su ojo.

—Oh, hombre, eso fue una buena. No puedo creer que en realidad

pensaras que existe el amor a primera vista.

Ella levantó la barbilla. —¿Me estás diciendo no existe?

—Sí. Ahora... la lujuria a primera vista es muy real. ¿Pero el amor? Eso

requiere un poco de trabajo. Y a Cupido, por supuesto —dijo con una

sonrisa.

Un poco de trabajo y un Cupido. Por supuesto. Qué tonta al pensar

lo contrario. Nada en su vida nunca fue fácil, ¿por qué pensó que esto

sería diferente?

—Sin embargo, podemos acelerar un poco las cosas —añadió,

acariciándose la barbilla—. Sólo necesito que te bese, un-beso-completo-

que-te-ponga-de-puntillas antes de la medianoche del día de San

Valentín.

Ella se dejó caer en una silla, con la cabeza entre las manos. —Un

beso que-te-ponga-de-puntillas de un hombre que probablemente quiere

permanecer al menos doce metros lejos de mí cuando las bebidas

calientes se encuentran a mi alcance. Sí, como si eso fuera a suceder.

La mirada divertida de repente dejó lo ojos de Cosmo. —Bueno —

dijo, con la boca formando una línea sombría—, por nuestro bien y todo el

de la tierra, vas a tener que hacer que sí pase.

1 Monologuista, actriz y escritora estadounidense.

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3 Traducido por Mery St. Clair

l día siguiente, Cosmo le dijo a Phoebe que tenía un plan para

conseguir que ella y Adam estuvieran juntos e insistió en pasar

por ella a las siete de la mañana.

Phoebe se sorprendió cuando él se presentó en el mismo taxi de la

otra noche. Ella tenía la esperanza de que pudieran hacer la cosa de la

materialización. Pero Cosmo dijo que él prefería conducir, ya que nunca

tendría otra oportunidad cuando regresara a su hogar. A donde quiera

que fuera su hogar.

Cosmo estacionó el taxi en la esquina de la calle y ambos salieron. —

Aquí es donde vive Adam —dijo, señalando el edificio a su izquierda.

Phoebe miró a su alrededor y se impresionó de inmediato. El

condominio de Adam estaba en una propiedad histórica pero bien

cuidada cerca de Faneuil Hall. No tenía idea de como sería el interior, pero

el exterior prácticamente gritaba: “No puedes permitirte esto a menos que

te ganes la lotería”.

—Entonces, ¿cuál es tu plan? —preguntó, mirando de nuevo hacia

el edificio de ladrillo.

Cosmo se frotó las manos y luego las sopló como si estuviera

tratando de entrar en calor. Al parecer, entre los trucos de los Dioses

menores no incluían usar guantes. —Pensé que podríamos pasar el rato

aquí y encontrarnos casualmente con él antes de que se vaya a trabajar

—Le dijo.

—¿Ese es tu gran plan? ¿Esperarlo aquí en el frío?

Él se encogió de hombros. —Bueno, quizás podríamos pasar

casualmente a su lugar de trabajo.

Su lugar de trabajo. Cayó en cuenta de que realmente no sabía

mucho sobre Adam, además del hecho que tenía un cuerpo increíble y los

mejores ojos marrones. —¿Qué es lo que hace para ganarse la vida?

Cosmo chasqueó los dedos. El expediente apareció en el aire y

aterrizó suavemente en la palma de su mano. Comenzó a hojearlo. —Es un

A

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médico… Oh, espera. En realidad, es un cardiólogo de Massachusetts

General.

—Guau, un cardiólogo —Impresionante. El amor de su vida o el

pronto-a-ser-amor-de-su-vida era un médico. Cuan perfecto. ¡Sería la

esposa de un doctor! Imagina eso. La primera vez que vio a Adam pensó

que era atractivo, pero no tenía idea de que fuera tan listo. O que

disfrutara ayudando a las personas. Eso se traducía a que tenía un buen

potencial de paternidad, también. Un extra.

Una ráfaga de viento los azotó. Ella sostuvo la bufanda más cerca de

su cuello mientras miraba por encima del hombro de Cosmo. —Sería un

poco difícil de encontrarle en un hospital —señaló.

—No sé —Cosmo dio una calada a su cigarro, perdido en sus

pensamientos. Tomó una larga calada, luego dejó salir el humo—. ¿Puedes

fingir estar enferma?

Ella ondeó su mano frente a ella, pero el humo envolvió su cabeza

como un pasamontañas. —Si soplas humo en mi rostro una vez más no

tendré que fingirlo.

—Esa boca tuya otra vez. Sabes, eres quisquillosa con… —Pero antes

de que Cosmo pudiera terminar, él desapareció.

Diablos, maldición, ¿Adonde se fue? Ella plantó una mano en sus

caderas y miró al cielo. —¿Ah, sí? —gritó—. ¿Yo soy muy quisquillosa con

qué?

Un golpecito en el hombro casi la hizo saltar de sus botas. Ella abrió la

boca y se dio la vuelta, lanzando hacia arriba sus manos en puño.

—Vaya, lo siento —dijo un hombre, levantando sus manos en señal

de rendición—. No fue mi intención asustarte. Te he oído decir algo y pensé

que me hablabas a mí.

Bueno, la buena noticia era que el hombre de cabello oscuro no se

veía como un intruso. No cuando llevaba una bolsa de bagels, de todas

formas. De hecho, él parecía algo… lindo, aunque también parecía algo

preocupado por tener dos puños cerca de su rostro.

—Lo siento —Dejó caer los brazos—. Hablaba con… —Miró a su

alrededor otra vez. Cosmo no había regresado—, conmigo misma —

Aparentemente.

—¿Vives aquí? —preguntó.

—Oh, no. Yo vivo en North End. —Luego señaló con el pulgar detrás

de ella, porque la manera en que la estudiaba ponía a Phoebe nerviosa y

no sabía que hacer con sus manos.

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La perspicacia brilló en sus ojos. —Dime, ¿Siempre estás afuera de los

edificios de departamentos de extraños los sábados por la mañana y

hablando contigo misma?

Ella abrió la boca, luego la cerró de nuevo. Él tenía razón. Supuso

que se veía bastante ridícula, gracias a Cosmo E. Cupido III. —Um, no. En

realidad, esperaba a alguien. —Más o menos.

El hombre sacó su labio, fingiendo estar herido. —Supongo que ese

alguien no soy yo, ¿eh?

Ella se sonrojó. ¿Le estaba coqueteando? No sería tan malo si él

fuera… si ella tuviera tiempo para coquetear con el hombre que no era su

alma gemela. Él era en realidad más que sólo lindo, lo notó ahora que era

capaz de sonrojarse y concentrarse en él. Tenía el cabello castaño oscuro,

corto —más como un hombre de negocios. Su rostro tenía una ligera

sombra de barba de tres días, no era sorprendente ya que era muy

temprano y parecía que salió corriendo a buscar bagels. También tenía

unos bonitos ojos —un hermoso azul claro con pequeñas motas grises. Eran

sorprendentes en conjunto con sus cejas oscuras y la manera en que…

Una patada en su espalda la sacó de sus pensamientos. Miró hacia

atrás. Sólo espacio vacío, pero tenía la sospecha de que Cosmo no había

desaparecido completamente como lo había pensado.

—Bueno, ¿A quién estás esperando? —preguntó el hombre—.

Conozco a mucha gente en el edificio.

Ella se mordió el labio. —Um, Adam Lovello.

Una esquina de su boca se curvó hacia arriba. —¿En serio? —dijo

alargando las palabras—. Da la casualidad de que Adam es mi

compañero de cuarto. Sólo será por un tiempo, de todas maneras. Él está

buscando su propio lugar. Pero yo vivo convenientemente cerca del

hospital para él.

¿Compañero? Oh, no. Cosmo debió haberla puesta al tanto sobre el

compañero de cuarto de Adam. Algo así hubiera sido bueno saber.

Tragó saliva. —Guau, qué pequeño es el mundo. Adam no

mencionó un compañero de cuarto.

—Umm —Fue todo lo que él dijo. Bajó la mirada y miró su reloj—.

Adam no bajará hasta dentro de un rato. Estuvo hasta tarde en el hospital.

Mierda. No podía regresar a casa ahora. El tiempo comenzaba a

acabarse. Tenía que pensar en algo rápido.

—Bueno, es importante que lo vea. Tengo algo que decirle… —Que

él es mi verdadero amor y que necesito que me besé antes de la medía

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noche de San Valentín o el amor desaparecerá del planeta—, ganó una

sesión gratuita en mi estudio de fotografía.

—Una sesión de fotos gratis, ¿eh? —Arqueó su ceja izquierda un

segundo—. Que afortunado. Pero podrías haber llamado en vez de

esperar aquí afuera con el frío.

Por supuesto que ella debió haber hecho eso. Cualquier persona

con medio cerebro hubiera hecho eso. Desafortunadamente, no se basó

en su cerebro, confió en el intelecto de un Dios romano. —Sí, pero… no

pude. Porque… perdí mi teléfono. —Oh, buena mentira—. Y la sesión de

fotos expira el Día de San Valentín —añadió, sorprendiéndose a sí misma

con la rapidez para inventar excusas.

Guau, era mejor mentirosa de lo que pensaba. Aunque a juzgar por

la sonrisa del Sr. Sexy Compañero de Cuarto, él no compartía esa

creencia.

—Bueno, entonces, quizás deberías seguirme y decírselo tu misma —

sugirió—. Teniendo en cuenta de que es una emergencia y todo eso.

Ella parpadeó. —Oh, sí, es una emergencia. Gracias. Eso sería genial.

—Soy Cal Crawford, por cierto —Cambió la bolsa de panecillos que

había estado llevando en la mano izquierda y le tendió la derecha.

—Phoebe Ward —dijo ella, tomando su mano. Habían estado de pie

en el frío durante un tiempo, por lo que el calor de su piel fue una sorpresa

agradable. El calor viajó por todo su cuerpo hasta sus pies. Pero algo más

sucedió cuando sus palmas se encontraron. Fue casi como energía

estática. Sus dedos hormigueaban. Levantó la mirara y sus ojos se abrieron

ampliamente. Él lo había sentido, también.

Ella inmediatamente apartó la mano. —Muéstrame el camino —dijo

con voz ronca.

Él ladeó su cabeza, estudiándola, como si tratara de juzgar si era una

amiga o el enemigo. Ella debió haber pasado la prueba, porque después

de un momento se giró y marcó un código para abrir la puerta del edificio.

La puerta se abrió y esperó a que ella pasara.

Ella lanzó una última mirada atrás, pero Cosmo seguían sin

reaparecer. Su estómago se contrajo. La había dejado sola para hacer

funcionar su plan. Grandioso.

Ella sólo esperaba no meter la pata.

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4 Traducido por Dannita

al tenía sus dudas sobre invitar a Phoebe, pero ella parecía

bastante inofensiva. Además, él siempre había sido una

persona que corre riesgos. Le fue útil en los negocios y ahora

esperaba, al menos, que le sirviera bien para una interesante mañana. Por

lo que le dio una taza de café y le hizo señas para que se pusiera cómoda.

Phoebe miró el sofá, se mordió el labio, y luego se acercó a la

ventana que tenía una vista al Boston Harbor. Dando golpecitos al suelo

con su pie, tiró un mechón de su cabello y empezó a darle vueltas

alrededor de su dedo. Ni siquiera había tomado un sorbo de café y la

mujer ya era una bola de energía nerviosa. Él se preguntó cuál era su

juego.

Ella estaba de espaldas a él, así que aprovechó la oportunidad para

dejar que su mirada vagara perezosamente sobre su figura. No hay nada

de malo en eso, después de todo, solo estaba apreciando la vista. Su

cabello rubio rojizo caía en ondas suaves justo debajo de la línea de su

sostén. Ella era pequeña, vestida en jeans y un jersey semi-entallado de

cuello alto de color aguamarina. Un poco delgada, pero parecía como si

comiera una hamburguesa o una rebanada de pizza de vez en cuando. El

tipo de chica que podrías llevar a un partido de beisbol y que no tienes

que preocuparte que no haya ensalada disponible. Sí, ese es el tipo

perfecto para Adam.

Por desgracia, también ese era exactamente el tipo de Cal.

Ella era más que su tipo. Había algo que le atraía más allá de su

atractivo natural. No podía saber exactamente que era o porque incluso le

importaba. Ella no estaba allí por él de todos modos. Obviamente, solo

estaba interesada en Adam, basado en la falsa, tonta e inventada historia

de la sesión de fotos gratis que inventó.

Él la miró un rato más. Parecía que sus pensamientos eran profundos

mientras miraba hacia el agua, casi como si llevara el peso del mundo en

su mente. Por alguna razón, se sintió obligado a envolver sus brazos

alrededor de ella y decirle que lo que sea que le preocupara estaría bien.

Pero sabiamente mantuvo plantado sus pies y brazos donde estaban.

C

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—¿Cómo está el café? —preguntó él, medio esperando que ella se

girara de nuevo y así demostrar que ella no era tan atractiva como él al

principio había pensado.

Lo miró por encima de su hombro, ofreciendo una sonrisa de

agradecimiento. —Es perfecto, gracias. Espero no importunarte.

Demonios. Ella era tan atractiva como había pensado. Incluso aún

más atractiva. Adam era un HDP2 con suerte.

—No, no lo estás haciendo —dijo—, el sábado es mi día libre —Miró

su reloj y soltó un suspiro. Adam se despertará pronto. Carl no la tendría

para el mismo por mucho tiempo.

—Entonces ¿Qué haces para ganarte la vida? —preguntó ella,

apoyada en la repisa de la ventana y dando un sorbo a su café.

—Trabajo en un hotel.

—¿Ah sí? ¿En cuál hotel?

Se aclaró la garganta. —El, eh, Marlstone.

Una delicada y formada ceja se disparó hacia arriba. —¿Marlstone?

Eso es más que un hotel. He fotografiado un montón de bodas allí. Por

dentro es simplemente precioso, sobre todo cuando todo estaba

decorado por Navidad.

Un sentimiento de orgullo llenó el pecho de él y sonrió.

—Sí, es cierto.

Su familia había comprado el hotel de más de cincuenta años y lo

convirtió en una cadena de hoteles de primer nivel. Ahora, Cal no solo lo

dirige, sino también es el presidente y Director Ejecutivo de toda la cadena

alrededor de América del Norte. No mucha gente sabe eso, ya que él

prefiere mantener un perfil bajo. Esto mantenía que las mujeres le llovieran

a su puerta, sobre todo las que solo pensaban en dinero. No tenía tiempo

para tener una esposa, y mucho menos una relación, a pesar que de vez

en cuando gozaba de compañía femenina. El trabajo y el hotel habían

sido su prioridad desde que se graduó en MBA3. Pero mirar la cara bonita

de Phoebe le dio una sensación extraña, como si tal vez fuera necesario

revaluar sus prioridades.

—¿Cuánto tiempo hace que conoces a Adam? —preguntó ella.

2 Hijo de puta.

3 Maestría en Administración de Negocios

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—Nos conocimos en la Universidad de Harvard y fuimos compañeros

de cuarto en ese entonces.

—Y ahora de nuevo son compañeros de cuarto.

—Sí, pero ya no es tan divertido ahora —dijo Carl con el ceño

fruncido—. Sobre todo cuando entra en modo médico y critica mis hábitos

alimenticios.

Ella se rió, casi ahogándose con su sorbo de café. —Estoy segura de

que es su manera de pagarte por dejarlo que se quedara contigo.

—Entonces, el dicho “la venganza es un plato que se sirve frío” es

cierto —susurró él, haciéndola reír de nuevo. Él descubrió que le gustaba su

risa y que apreciaba lo fácil que brotaba de ella. Tenía que admitir que se

estaba divirtiendo más de lo que esperaba—. ¿Cuánto tiempo has sido

fotógrafa? —Le preguntó.

Ella sonrió. —Desde que tenía diez años y tuve mi propia cámara

para Navidad. Pero profesionalmente, he tenido mi propio negocio

durante casi siete años.

—Tienes que ser muy buena para haber sobrevivido tanto tiempo en

la ciudad.

—Soy la mejor.

Ahora fue el turno de él de reírse. —Que confianza.

—Bueno, tengo confianza en mi trabajo. Detrás de la cámara, es

donde sé exactamente lo que estoy haciendo. Ni bien miro a través del

lente todo se aclara. Puedo dejar y permitir que mis instintos se queden a

cargo —Hizo una pausa, luciendo un poco triste—. En mi vida personal, mis

instintos no son tan confiables.

—No estaría seguro de eso. Tus instintos te trajeron aquí ¿no?

Su ceño fruncido apareció entre sus cejas. —Sí, algo así —murmuró.

Se volvió hacia la ventana, aparentemente absorta en sus propios

pensamientos.

Cal sabía lo que quería decir sobre los instintos y confiar en ellos. Él

confiaba en ellos en gran medida en sus tratos de negocios. Su trabajo

parecía ser tan importante para ella como el suyo lo era para él. De

hecho, ella resplandeció cuando habló sobre la fotografía. Él estaba

fascinado por ese aspecto de ella…o quizás solo le fascinaba ella. Él quería

saber más sobre esta mujer que terminó de alguna manera en su

apartamento.

Discretamente se acercó por detrás de ella. Dios mío, olía bien. Más

que bien, en realidad. Sexy. Un poco a canela mezclado con algo floral.

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Se acercó y olió de nuevo, esperando que no notara que su nariz que

estaba a un centímetro de su cabello. El olor parecía ir directo a su libido.

Como un rayo, ocasionó una chispa que hizo que su corazón latiera

erráticamente.

Phoebe cambio de pie y su codo chocó con él. Dio un salto y el café

se derramó en su mano y en el suelo.

—¡Oh, lo siento! —exclamo—. Soy una torpe. No te derramé encima

¿verdad?

—No, no, en absoluto —Agarró una servilleta de la mesa de centro.

La culpa lo atosigaba. Fue su culpa de que ella hubiera derramado el café

sobre sí misma y en cambio ella estaba preocupada por él. Esperaba que

no se hubiera quemado.

Rápidamente tomó su mano para secar las gotitas. Tan pronto como

él la tocó, una electricidad corrió a través de él. Phoebe se quedó sin

aliento y levantó la mirada. Durante un largo momento, sus ojos se

encontraron y los pulmones de él de repente parecían demasiado

grandes para su pecho.

Interesante…de nuevo esa corriente eléctrica. La había sentido

antes, cuando tomó su mano estando afuera, y pensó que lo había

imaginado. Pero ahora la atracción era tan vívida. Parecía que zumbaba

entre ellos como docenas de luciérnagas.

Sin soltarle la mano, se acercó un poco más. Su mirada cayó sobre

su boca ligeramente brillante. —Phoebe…

—Oye, ¿por qué tanto alboroto? —dijo una voz aturdida.

Cal dejó escapar un suspiro. Adam eligió el peor momento para

entrar a la sala. Usaba su camiseta Celtics y pijama pantalón de cuadros,

estaba frotándose un ojo mientras bostezaba. Acaba de joder mi avance.

—Adam —dijo Phoebe casi sin aliento.

Adam parpadeó. —¿Phoebe?

Phoebe tiró con fuerza su mano lejos de la de Cal. —Eh, sí, hola. Cal y

yo estábamos…derramé café y…

—¿Derramaste el café de nuevo?

Cal frunció el ceño. —¿Qué quieres decir con de nuevo?

Un delicado rosado tiñó sus mejillas. —Es una larga historia.

—Phoebe ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Adam.

—¿Qué estoy haciendo aquí? —Repitió ella. Se quedó sin palabras y

una expresión vidriada comenzó a extenderse por su cara.

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¡Por amor de Dios! Esta mujer o es tonta o una terrible mentirosa. O

quizás una combinación de ambos. De cualquier manera, fue lindo, por lo

que decidió ayudarla. Se inclinó hacia su oído. —La sesión de fotos gratis —

susurró él.

—¡Ah, claro! —Juntó sus palmas, como si convocara más valor o tal

vez diciendo una oración, y continuó—: Vine aquí para decirte que

ganaste una sesión de fotos gratis en mi estudio y, eh…

—Sí, y esta expira en el Día de San Valentín —La ayudó cuando ella

lo miró en busca de ayuda.

—Sí, expira en el Día de San Valentín. Y no quiero que te pierdas esta

ganga. Se trata de una promoción especial que era para los clientes y

saqué tu nombre —Comenzó a girar de nuevo ese mechón de su cabello.

Él identificó eso como una señal de que sus nervios estaban al límite, y él

mordió su labio inferior en una sonrisa—. Así que… ¿Qué dices? ¿Quieres

aprovechar esa oferta que solo-ocurre-una-vez-en-la-vida?

La boca de Adam se curvó mientras pasaba sus dedos por su

desordenado cabello rubio. —¿Has venido hasta aquí para decirme eso?

Phoebe miró a Cal por una respuesta de nuevo. Esta vez, se encogió

de hombros. Pensó que ya la había ayudado mucho en esta mentira que

ella misma había montado.

Se volvió hacia Adam de nuevo. —Eh, sí, no quiero que pierdas esta

oportunidad. Para ser honesta, no estaba segura de que quisieras hablar

conmigo de nuevo —Bajó su voz—. Después del incidente con el café.

Adam se echó a reír. —No seas tonta. Es muy amable de tu parte

que hayas venido hasta aquí. Nunca he ganado nada tan grande en toda

mi vida.

Cal se cruzó de brazos con un resoplido. Adam está haciéndolo ver

como la octava maravilla para su propio beneficio. ¿Nunca había ganado

nada tan grande en su vida? Eso fue divertido, teniendo en cuenta que el

mes pasado Adam había recibido una Beca Distinguida de la Academia

Internacional de Cardiología.

El rostro de Phoebe se iluminó. —¿En serio?

—Sí, y yo siempre pensé que hiciste un gran trabajo con las fotos que

tomaste a mis sobrinos. De hecho, he querido ponerme en contacto

contigo de nuevo. Necesito que alguien tome algunas fotos al hospital

para un nuevo folleto que estamos haciendo.

La sonrisa de ella se ensanchó. —Me alegra poder remediar la

situación —Abrió su bolso, sacó un trozo de papel y un bolígrafo—. Mudé

mi estudio, así que te daré la nueva dirección. Quizás puedas ir hoy día.

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Cal dio un paso atrás y los observó juntos por un minuto. No le gustó.

Phoebe parecía súper ansiosa por pasar el tiempo con Adam. No tenía

nada contra su amigo, pero él no podía entenderlo. No había química allí.

Ni siquiera un ápice de lo que ella y Cal acababan de experimentar. Era

como ver dos bolas de helado de vainilla en un tazón blanco: soso.

Además, él no podía entender como Adam había dejado salir de su

vida a una mujer como Phoebe sin pedirle primero su número telefónico.

Era prácticamente un sacrilegio.

Todo eso fue suficiente para hacer que las palabras salieran volando

de su boca antes de que tuviera oportunidad de retenerlas. —¡Yo también

voy!

Ambos lo miraron como si hubiera anunciado que se había tirado un

gas.

Se aclaró su garganta. —Eh, si a ustedes dos no les importa, claro.

Estoy interesado en que me tomen algunas fotos. Un regalo para mis

padres.

—Oh. Bueno, claro —dijo Phoebe, luciendo todo lo contrario—.

Supongo que sí.

Adam se encogió de hombros. —Está bien por mí.

Carl se convirtió en la victima de la fulminante mirada de Phoebe

antes de que volviera de nuevo su atención hacia Adam. —Tal vez

después los dos podamos ir por una bebida —sugirió ella.

Los labios de Adam se curvaron. —Suena excelente.

Cal estalló en rabia. No. Eso no suena excelente. De hecho, por la

forma en cómo se estaba sintiendo ahora, él estaba bastante seguro que

eso pasaría por encima de su cadáver.

Demonios. ¿Qué le está pasando?

Aquí estaba él, a punto de derribar de un solo golpe a su

compañero de cuarto por aceptar una simple invitación para beber algo.

De alguna manera, esta mujer se las había arreglado para atarlo en menos

de treinta minutos. Sin embargo, a pesar de la atracción mutua que

parecían tener, Phoebe salió de su camino para conseguir la atención de

Adam. No parecía el tipo de mujer que se hiciera de rogar.

Normalmente, si una mujer se mostraba interesada en otro chico,

Carl lo dejaba allí y se alejaba. No había problema. Después de todo,

había muchos peces en el mar. Pero Phoebe definitivamente tramaba

algo. Desde la forma en que apareció misteriosamente en su puerta, hasta

la forma en que se inventó toda esa historia acerca de la sesión gratis de

fotografía. E iba a averiguar exactamente que se traía entre manos.

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O por lo menos se divertiría intentándolo.

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5 Traducido por Mel Demczuk

sa misma tarde, Phoebe casi tenía su estudio funcionando en

perfecto estado. Lo único que le quedaba por hacer era colgar

un último ramal de muérdago. Lo había comprado antes de

Navidad, pero nunca antes había tenido la oportunidad de utilizarlo…

hasta ahora. Sí, era quizá un poco tarde en la temporada, pero tiempos

desesperados llaman por desesperada vegetación. Ahora todo lo que

tenía que hacer era esperar que pudiera encontrar la oportunidad

adecuada para que ella y Adam se detuvieran debajo de está. Diez

ramitas estratégicamente colocadas alrededor de la habitación debían

hacer el trabajo.

Subió por la escalera de madera y examinó el techo con un ojo

crítico.

Según Cosmo, a fin de acelerar las cosas en el departamento del

amor, ella y Adam tenían que besarse antes del final del día de San

Valentín. También mencionó que tenía que ser un beso que les retorciera

los dedos del pie.

Un poco exigente, pero estaba segura que las cosas sucederían

naturalmente.

Ella y Adam se besarían, una cosa llevaría a la otra y… ¡voilá! Ambos

descubrirían cuán perfecto eran el uno para el otro, se preservaría el amor

en la tierra, sería aclamada como un héroe por todos los Dioses romanos y

diosas, y Cosmo con mucho gusto le daría una ronda de cigarrillos a todos

los implicados.

Todo lo que tenía que hacer era asegurarse de que Cal Crawford no

se interpusiera en su camino.

Era perturbadora la forma en que la había estudiado. Tenía que

permanecerse lejos de él. No sabía por qué estaba tan decidido a

acompañarla a su estudio de todos modos —tenía que saber que estaba

interesada en Adam.

¿O debería sólo estar interesada en Adam?

E

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El problema era que desde que había regresado a su

departamento, no podía dejar de pensar en Cal. Peor aún, cada vez que

lo hacía, algo profundo dentro de ella se apretaba.

Sus ojos eran increíbles. Eran ese color azul del agua que había visto

en sus vacaciones en México y cada vez que él la miraba se había sentido

como si estuviera siendo golpeada por una ola tras otra.

¡Maldición, lo estoy haciendo de nuevo!

Eso fue todo. Lo comparaba con una playa.

De acuerdo con Cosmo, Cal y sus ojos azul-océano-mexicano ¿no

encajaban en su futuro en absoluto. Su alma gemela era Adam. Adam,

que era dulce, lindo y perfecto para ella. Cupido no podía estar

equivocado, especialmente no con tanto en juego.

La puerta de su estudio se abrió, y Cal y Adam entraron.

—Hola —dijo ella, haciendo todo lo posible para ignorar a Cal y el

pequeño vuelco que su estómago traidor hizo al verlo—. ¿A alguno le

gustaría un poco de café?

—¡No! —respondieron los dos.

Hizo una mueca. Bien. El café era una variable demasiado floja para

ella.

Como lo era Cal.

Phoebe echó una mirada hacia él. Llevaba pantalones vaqueros—

que rellenaba bastante bien— y una camisa negra abotonada que no se

había molestado en meter dentro del pantalón. Se comportaba con un

aire imponente, como si estuviera acostumbrado a ordenar. El sólo ver sus

movimientos masculinos secó hasta la última gota de su saliva. Maldita sea.

Adam se metió las manos en los bolsillos y sonrió tímidamente hacia

ella. —No estoy acostumbrado a que mi foto sea tomada por un

profesional. ¿Dónde crees que sería un buen lugar para pararse?

Le resultó adorable que él estuviera tan nervioso y le dio una

palmadita en el brazo alentadoramente. —Lo harás muy bien. Solo toma

asiento en ese taburete de allí.

Cal se adelantó, deteniéndose donde ella estaba ajustando las

luces. Echó un vistazo alrededor del estudio. —Bonito lugar —comentó,

luego estiró el cuello hacia el techo y quedó paralizado—. Uhm, ¿eso es

muérdago?

Levantó la vista y su corazón cayó. Ella y Cal se encontraban

directamente debajo de esta.

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—¡No! —espetó ella. Su rostro ardió. Por Dios, le dejó a él y no a

Adam a notar todo ese muérdago. Lo último que quería hacer era besar a

Cal. Bueno, quizá no lo último. Pero ahora no era el momento para

complicar su plan. Además, no quería parecer desesperada.

—Um, quiero decir, mucha gente piensa eso —dijo ella, tratando de

calmar su voz—. Pero no es en absoluto muérdago. Es… hinojo. —¿Hinojo?

—¿Hinojo?

Su cabeza se balanceaba hacia arriba y abajo mientras su mente

producía ahí una historia pobre. —Sí, hinojo. Es la hierba de la vista. —O al

menos eso esperaba—. Pensé que era perfecto para usar para un estudio

de fotografía.

Él miró de nuevo y entrecerró los ojos. —Interesante elección de

decoración.

—Me lo imaginaba —chilló ella, y luego corrió hacia Adam.

Se mordió con fuerza el labio inferior. Calculó que Cal tendría un don

para la observación. El plan del muérdago estaba cancelado ahora.

Tendría que encontrar otra manera de conseguir que Adam la bese.

—Dame un segundo —le dijo a Adam. Había comprado una nueva

lente la semana pasada y quería probarla. Corrió hasta su escritorio

mientras él se acomodaba en la silla. Un nuevo lente para un nuevo amor.

Qué apropiado. Acabó de terminar de conectarla cuando Cal se acercó

sigilosamente detrás de ella.

—¿Qué estás haciendo? —le susurró al oído. Su voz era baja, firme y

—¿se atrevería a admitirlo?— sexy.

Sus rodillas entrañablemente se tambalearon un poco. Maldita sea

de nuevo. Se dio la vuelta y lo miró. Mal movimiento, ya que su rostro era

más sexy que su voz.

—¿Q-qué? —dijo con una carcajada que sonó incluso falsa para sus

propios oídos—. No estoy haciendo nada. ¿Por qué crees que estoy

haciendo algo?

—Sólo un presentimiento.

—Bueno, tu presentimiento está equivocado.

Sus ojos azules brillaban. —No iría haciendo este tipo de

declaraciones sin todos los hechos. Creo que si consiguieras conocerme

mejor sabrías lo que siento. —Se inclinó entonces, su rostro cerca del de

ella—. Toda la razón.

Oh. Seguro que lo haría. Uh-oh. Pensamientos de tocar a Cal no

fueron los únicos que tenía. No cuando Adam estaba sólo unos metros de

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distancia y ella tenía que centrar su atención en él. De repente, se sentía

muy caliente. Tal vez debería revisar el termostato o su propia temperatura.

Y mientras estaba en ello, su cordura.

—¿Estás lista, Phoebe? —Llamó Adam.

¿Lista para qué? Quería preguntar. Entonces recordó que tenía que

tomarle fotos. No, más que eso—se suponía que debía estar conociéndolo

mejor, y si todo salía según lo previsto, consiguiendo que la besara, así el

amor se conservaría en la tierra. Y aquí estaba Cal, a punto de echarlo

todo a perder. Tenía una manera de nublarle la mente con su metro

ochenta y dos de complexión, y esa tranquila y especulativa manera en

que la miraba.

Le puso sus manos sobre su pecho y empujó. Duro. Luego añadió

mentalmente —músculos— a la lista de cosas que le habían nublado la

mente.

—Discúlpame —le dijo con su mejor voz altanera—, tengo fotos que

tomar.

—Tomarás mi foto, también —le recordó.

—Si, bueno, vamos a ver si tengo tiempo. Es posible que tengas que

volver otro día.

Preferiblemente otra década. O por lo menos después que ella y

Adam se hayan enamorado.

No le dio a Cal una oportunidad para responder. Apegando su

cámara a su pecho, se acercó a donde Adam pacientemente esperaba.

Parecía listo, pero el cuello de su chaqueta necesitaba ser aplanada.

Aprovechando para tocarlo y apartar sus pensamientos sobre el contacto

de Cal, se acercó y comenzó a preocuparse por él.

Frunció el ceño cuando sus dedos rozando su cuello. Bueno, no hay

rasgos de atracción, aunque Adam oliera agradable. Pero no es del tipo

agradable que le hacía desear rasgarle la ropa. Tal vez tenía que probar

otra teoría más. Pasó las manos sobre los hombros de Adam, pretendiendo

alisar su chaqueta. Hombros agradables, también, pero no la condición de

Apoyador4 de Cal.

Ugh. Allí fue otra vez. Cal. No podía sacarlo a él o a sus hombros

fuera de la cabeza. No es amor, es sólo lujuria. La lujuria era fugaz. El amor

era para siempre.

No podía permitirse el lujo de confundir los dos.

4 Apoyador: Posición del fútbol americano, miembros del equipo de defensa.

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Dio unos pasos hacia atrás, reuniendo su determinación. El amor era

más difícil de lo que pensaba.

Adam ajustó su corbata-ya-derecha. Cuando terminó de

preocuparse por esta, cruzó las manos sobre su regazo y levantó la mirada.

—¿Cómo estoy? —Preguntó, sus labios curvándose hacia arriba.

No tan bien. Esa sonrisa le hacía parecer como si estuviera con un

grave dolor dental.

Ella se aclaró la garganta. —¿Qué tal si tomamos algunas fotos

espontáneas —sugirió—. Te queremos más natural. De esta manera te

acostumbrarás a la cámara y no te verás tan rígido.

—Rígido es natural para él —comentó Cal y Adam se rió secamente.

Ella le lanzó una mirada fulminante a Cal, pero luego sacó una foto

de Adam.

—¡Oye! —Protestó Adam—. No sabía que ibas a tomar la fotografía.

Ella se echó a reír. —Ese es el punto. Si no sabes, te puedo capturar

en la película más relajado. Te estabas riendo de Cal, por lo que tu sonrisa

no fue forzada.

Cal se acercó y le dio un codazo a ella en su costado. —Menos mal

que yo estaba aquí para ayudar, entonces.

—Soy una profesional —le dijo, ignorando deliberadamente el ruido

sordo que su pulso hizo cuando él la tocó—. No necesito tu ayuda.

—De nada.

Sonrió a pesar de su deseo de no hacerlo. El hombre tenía un

encanto del cual ella no parecía poder resistir. Sacudiendo la cabeza, le

sacó un par de fotos a Adam.

La sesión gratuita de Adam iba de maravilla. Se sorprendería

cuando viera las fotos. Tan pronto como ese pensamiento le vino a la

cabeza, bajó la cámara. Esta era su oportunidad de acercarse a él.

—¿Cómo vemos los resultados hasta ahora? —Sugirió, tirando de otro

taburete. Sostuvo la cámara entre ellos y, a través de la pantalla digital, le

dio una presentación de diapositivas de lo que había tomado hasta ahora.

Sus hombros se tocaron brevemente. Decidió poner a prueba un

poco más y se inclinó completamente. Adam no se alejó. Eso era una

buena señal. La miró con timidez e incluso compartió una sonrisa. Su

corazón latió más fuerte. Otra buena señal. Tal vez las cosas saldrían bien

después de todo.

Cal de repente se acercó por detrás y metió la cabeza entre ellos. —

No está mal —dijo, pero había un tono crítico en su voz.

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Suspiró fuertemente —¿Qué quieres decir con „no está mal‟? Adam

podría usar alguna de estas fotos para un folleto del hospital.

Él se encogió de hombros. —Un folleto de hospital es una cosa. La

verdadera prueba de tu talento será fotografiándome —Cruzó los dedos

bajo su barbilla y juguetonamente agitó sus pestañas—. Me han dicho que

las fotos no me hacen justicia.

Se negó a ser seducida y en su lugar miró su reloj. —Eso tendrá que

ser para otro día. Se está haciendo tarde. —Mordiendo su labio, miró a

Adam—. Sin embargo, quizás no es demasiado tarde para un trago.

Podríamos repasar el conjunto de fotos que posiblemente desees pedir.

—Eso podría ser…

Pero la respuesta de Adam fue interrumpida cuando de repente su

teléfono celular sonó.

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6 Traducido por Nats

ah. Eso podría ser… ¿qué? Necesitaba saberlo.

Phoebe se llevó una mano a la frente y suspiró. El destino

tenía una extraña manera de intervenir en los peores

momentos posibles. Aunque tal vez no era del todo el

destino, sino la diosa de la Discordia como Cosmo había mencionado. Y si

así era, no le extrañaba que estuviera tan desesperado por su ayuda. Los

chicos malos juegan duro.

Adam sacó el móvil del bolsillo y le echó un vistazo. —Lo siento,

tengo que tomarla. Es el hospital.

—Por supuesto —murmuró ella mientras se levantaba.

Cal se dejó caer en el asiento desocupado de Adam y sonrió. —

Salvada por la campana.

—No es gracioso —espetó. Sus nervios estaban destrozados, y verter

su ira sobre Cal no ayudaba, lo que sólo hacía que le dieran más ganas de

romper a llorar.

—Tienes razón. Es hilarante. —Sus cejas se juntaron cuando notó que

sus ojos se humedecían—. Oye, relájate. —Su tono se suavizó.

—No puedo relajarme. —Se limpió los ojos, apartándose las lágrimas.

Eso es todo lo que necesitaba hacer —tener un importante colapso frente

a Cal por encima de todo lo demás. Era una metedura de pata. ¿Por qué,

en la tierra, alguna vez pensó que ella podía manejar el salvar a la

humanidad? ¿Por qué Cosmo pensó que podría ayudar? Incluso con

Cupido prácticamente sentándole a su alma gemela sobre su regazo

como un regalo envuelto, seguía sin conseguir que le prestara verdadera

atención.

Respiró profundamente, sus pensamientos yendo a las nuevas

noticias que Discordia había causado. Podía hacer esto. Sólo tenía que

aguantar un poco más y confiar en Cupido. —Lo siento, Cal. No pretendía

desmoronarme. Pero no lo entenderías.

—Pruébame.

G

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La bondad de Cal le gustó. Parecía tan dispuesto a ayudar. Quería

confiar en él, pero esta era su batalla para luchar. Apretó los labios, no

confiando en su voz, y negó con la cabeza tristemente.

Adam regresó, una vistazo a su rostro preocupado y pesaroso la dijo

lo que iba a decirle antes de que siquiera hablara. —Hay un problema con

uno de mis pacientes. Tengo que ir al hospital. Tendremos que tomar un

vale por estas bebidas.

¿Un vale? Su pecho se contrajo. No había tiempo para vales.

—¿Cuándo? —espetó.

Él parpadeó. —Uh, no estoy seguro. Mi horario es un poco

impredecible. Te llamaré. Pero por si no hablo contigo antes, feliz Día de

San Valentín. —Agarró su chaqueta y tocó a Cal con el mentón antes de

marcharse.

La puerta se cerró tras él con un suave click, un sello final del amor

bastante irónico del destino, si la preguntaban. Una mezcla de culpa y

decepción atrapó a Phoebe y cerró los ojos, deseando que Cosmo

apareciera mágicamente a rescatarla y le dijera qué hacer a

continuación.

Cal puso una mano sobre su hombro. Un poco de tensión disminuyó,

y ella suspiró. No había nada que él pudiera hacer para ayudarla con la

situación, pero su toque era reconfortante de todos modos. —Oye, estás

verdaderamente disgustada por esto, ¿no?

—Estoy bien. Estaré bien. —Esperaba.

—Escucha, sé que soy la segunda opción, ¿pero por qué no te invito

a cenar esta noche?

Ella ahogó un resoplido. Oh, seguro. Que perfecto final para hoy.

Una cena con un hombre del que se sentía atraída quién no era su alma

gemela.

Como si eso fuera a resolver su problema.

—Te diré algunos consejos sobre cómo captar la atención de Adam

—añadió.

Sus ojos se abrieron con eso. Un hilo de esperanza colgaba frente a

ella. La humanidad todavía tenía una oportunidad. —¿En serio?

La sonrío amablemente, pero no alcanzó sus ojos. —Seh, en serio.

Parece que te vendría bien un amigo.

Amigo. Huh. No había pensado en Cal como un amigo. Pero la

amistad era lo único que podía tomar de él. Además, necesitaba a

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alguien. Cosmo no estaba. De hecho, no le había visto u oído desde que

se marchó del condominio de Adam por la mañana.

Le devolvió la sonrisa. —Gracias. Lo apreciaría. —Se levantó y se

sorbió los mocos—. Iré a por mi abrigo.

Cal asintió, luego retrocedió para dejarla pasar.

Una vez que llegó al armario, encendió la luz y abrió la puerta. Una

mano se disparó hacia ella y la empujó al interior. —¡Oye…!

Cosmo la silenció con un dedo en los labios. Miró a su alrededor,

luego cerró la puerta detrás de él. —¿Qué crees que estás haciendo? —

susurró acaloradamente.

—¿Yo?

—¿Te dejo sola durante menos de doce horas y ya estás planeando

una cita con alguien más? Se supone que debes estar con Adam. —Negó

con la cabeza en disgusto—. Mortales —murmuró.

—Mira, hago lo mejor que puedo desde que tú —Presionó su dedo

índice sobre su pecho, empujándole contra una hilera de abrigos—, me

dejaste sola todo el día.

—Cal no es tu alma gemela, muñeca. Adam lo es. Estás perdiendo el

tiempo. No dejes que la lujuria triunfe sobre el amor. Eso es exactamente lo

que los dioses del odio quieren que hagas. ¿Quién crees que causó que

Adam tuviera que coger el teléfono y marcharse justo ahora? Intentan

frustrar cualquier oportunidad que tengas con él. ¿Has olvidado qué

pasará si Adam no te besa el Día de San Valentín?

No, no lo había olvidado.

Consiguió desviarse del tema un poco, pero nunca había olvidado

completamente lo que se suponía que tenía que hacer. Estaba a punto de

decirle eso a Cosmo, también, pero hizo su molesto acto de desaparición

otra vez, y luego la puerta del armario se abrió.

—¿Algún problema? —preguntó Cal, arqueando una ceja.

Escoge uno.

Levantó la manga de su abrigo y lo agitó como una bandera. —Sólo

recogiendo mi abrigo —dijo, logrando una débil sonrisa.

—Me pareció oír voces. —Echó un vistazo a su alrededor, su mirada

viajando con recelo a través de los abrigos y chaquetas.

—Nop. Sólo yo. Hablando conmigo misma… otra vez. —Tragó—.

Vámonos.

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Cal tomó el abrigo de sus manos y la ayudó a ponérselo. —¿Estás

segura de que te sientes bien?

Su cuerpo hormigueó cuando los dedos de él le rozaron el cuello. Se

estremeció y retrocedió un poco. —Uh, sí, estoy bien.

Pero era mentira. Estaba experimentando un montón de sentimientos

—especialmente sobre Cal. Y ninguno de ellos era bueno en absoluto.

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7 Traducido por Elle87

a simple tarea de ordenar pizza y ensalada le dio a Cal la tan

necesitada distancia de sus hormonas, las cuales tenían un

tremendo alboroto sobre su decisión de pensar en Phoebe

como nada más que una amiga. No podía creer que accedió a ayudarla

a ganarse la atención de Adam. Por lo general no era tan bobo, pero en el

momento en que ella le puso esos llorosos ojos azules, él estaba

condenado.

El amigo de Phoebe, sí, claro. Quería ser unas cuantas cosas de

Phoebe, pero amigo no estaba en la cima de la lista.

Cal empujó la cesta de pan de ajo hacia Phoebe, pero ella no se

percató. Estaba demasiado ocupada mirando el salón como si esperara a

alguien.

Su vista finalmente viajó de regresó y se asentó en la de él. Sonrió

tímidamente y la luz de las velas parpadeó cálidamente sobre su rostro.

Dios, si él pensaba que era bonita antes, ahora estaba completamente

deslumbrante. A pesar de su aparente interés en Adam y su voto de

amistad, Cal tenía una idea loca de alcanzar las ondas rojas de su cabello,

recorrerlo con sus dedos y acercarla hacia él.

Diablos. Era peor que un bobo. Aparentemente, era fundador y

alcalde en funciones de Bobolandia.

—Así que ¿por qué Adam? —preguntó finalmente después de que la

camarera trajera la pizza—. ¿Qué tiene de especial?

Una pequeña risa se escapó de los labios femeninos mientras ponía

la servilleta en su regazo. —Son amigos, deberías saberlo.

—Ah, pero también vivo con él. PS: es un vago.

—¿Qué?

Sonrió. —Solo bromeaba,

—Oh. —Ella emitió una risita ahogada, haciendo un gesto teatral de

secarse el sudor de la frente—. Bueno, hubo algo en Adam que noté

cuando nos conocimos. Sabía que era “Él” en el momento en que lo vi.

L

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—¿Quieres decir amor a primera vista?

—¡No! Nada como eso. —Alejó el comentario con varios

movimientos de su muñeca, entonces alcanzó el vino—. El amor a primera

vista no existe.

Él estaba a punto de dar una mordida a la pizza, pero en su lugar

arrugó el ceño con el inflexible comentario. Nada podía haberlo

sorprendido más. Asumió que la mayoría de las mujeres creían en el amor

a primera vista. Con el modo en que ella se había obsesionado con Adam,

imaginaba que tenía que ser una creyente de esas cosas también.

—¿Cómo estás tan segura de que él amor a primera vista no existe?

—le preguntó.

Ella se encogió de hombros. —Cosmo me lo dijo.

—¿Cosmo?

Sus ojos se abrieron como platos y se congeló. —Uh, quiero decir… —

Tomó un gran sorbo de vino y tragó—. Lo leí en Cosmo —Dejó escapar—.

La revista. Era un artículo bastante convincente. Deberías leerla algunas

veces, está llena de artículos informativos bien escritos, tanto para hombres

como para mujeres.

Sus labios se contrajeron. —Intentaré recordarlo.

—De todos modos, cuando Adam trajo a sus sobrinos para unas

fotografías, me convertí en una bola de nervios a su alrededor. No sé si te

dijo sobre el incidente del café.

—Pudo haberlo mencionado después de marcharte esta mañana.

Ella se estremeció un poco. —Oh. Bueno, ves lo que digo. Era como

una adolescente otra vez, apenas podía concentrarme en hacer las fotos.

—Hoy parecías hacerlo todo bien a su alrededor.

—Estuve bien, ¿cierto? Hmmm… tal vez porque estabas en la

habitación, no tenía oportunidad de ponerme nerviosa.

Cal podía haber estado de acuerdo con eso si ella no luciera tan

nerviosa ahora. Estaba torciendo una hebra de su cabello otra vez. Quería

señalárselo y echar a perder su razonamiento de por qué Adam era tan

perfecto para ella, pero había prometido ser un amigo, y los amigos se

escuchan. Escuchaban, aun cuando la lógica de un amigo era

completamente ridícula y el otro amigo tenía que morderse la lengua para

evitar responderle.

Sí, eso era lo que hacían los amigos.

Amigos que no querían tirar de los otros amigos hacia sus brazos y

sacarles el aliento a besos.

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Se aclaró la garganta. —Ciertamente, pareces una experta.

Ella resopló. —Ya quisiera. Desafortunadamente, una serie de malas

relaciones y un compromiso roto dicen otra cosa. Casi me di por vencida

hasta que conocí a Adam. Supongo que soy una firme creyente en el

amor.

—¿Cómo puedes creer en el amor? Deberías estar harta,

renunciando al amor y componiendo canciones de rupturas amorosas a lo

Alanis Morissette.

Ahogó una risita y sacudió la cabeza. —Debe parecerte raro, pero

sé que el amor está ahí fuera porque lo he visto. Lo veo cuando fotografío

una boda o aniversario. De hecho, he capturado el amor, la emoción

cruda, con mi cámara. Quiero eso para mí. Además, sabes lo que dicen:

las imágenes nunca mienten.

Cal frunció el ceño. —No, nunca mienten, pero pueden ser

retocadas.

—¿Ahora quién es el que suena hastiado?

—No hastiado. Realista, y pienso que necesitas un poco más de

convencimiento de por qué crees que puedes tener eso con Adam. ¿Qué

tienen en común?

Las cejas de Phoebe se unieron como si intentara decodificar algún

mensaje escondido en su pregunta. —Um… ¿a ambos nos gustan los

niños?

—¿Era eso una pregunta o una afirmación?

Ella se mordió el labio. —¿Afirmación?

Él rió y alcanzó su cerveza. —Quédate con la fotografía, serías una

pésima abogada.

—Bueno, pues tendrás que confiar en mí entonces. De hecho sé que

Adam y yo estamos destinados a estar juntos. —Tomó la corteza, pero en

lugar de comerla, comenzó a partirla en pequeños pedacitos en su plato

—. ¿Qué hay de ti? —preguntó después de unos segundos—. ¿Alguna vez

has estado enamorado?

Había anticipado esa pregunta. Y no, nunca había estado

enamorado. Nunca le había importado antes, pero por alguna extraña

razón, cuando la miraba a los ojos, la respuesta tenía que ser sacada a la

fuerza de su lengua. —No.

Ella alzó las cejas. —Yo tamp… Espera ¿en serio? ¿Nunca?

—Sí, puedo decir honestamente que nunca me he enamorado. Pero

bueno, tampoco he estado buscándolo.

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Hasta… ahora tal vez.

No, eso no podía ser. Él no buscaba amor, solamente compañía.

Nada podía ser más ridículo.

—¿No lo has buscado? ¿Pero por qué no?

—Mi trabajo me mantiene ocupado.

—¿Tu trabajo? ¿En el Marlstone?

Asintió ligeramente.

Ella entrecerró los ojos. —¿Qué haces allí exactamente? Debe ser

bastante importante para mantenerte… enfocado.

—Podrías decir eso. No trabajo ahí simplemente. El Marlstone es el

legado de mi familia. Los últimos años he estado poco a poco

haciéndome cargo de él, así como también de la cadena que tenemos

por toda Norteamérica.

Cal esperó por la usual reacción. El instantáneo destello en los ojos, el

renovado interés en él, el aspecto que las mujeres adoptaban cuando se

daban cuenta de que estaban en presencia de un hombre soltero

sentado sobre una herencia multimillonaria —la misma razón por la que

rara vez tenía una relación.

En su lugar, los ojos de Phoebe se suavizaron y se llenaron de

simpatía. —Eso suena solitario —dijo—. Seguramente podrías haber hecho

tiempo para conocer a alguien especial.

Él se encogió de hombros. —Mi trabajo ha sido más importante.

La expresión de ella era quieta y aumentaba en seriedad. —¿Qué?

¿El trabajo más importante que el amor? No puedes creer eso. Sin amor

¿qué somos realmente? ¿De veras quieres ir por la vida como un

autómata, sin importarte si hay alguien en casa que espera saber cómo te

fue el día? Es increíble… no, asombroso, pensar que en algún sitio ahí fuera,

hay una persona que te amará sin importarle lo que hagas, cómo luzcas, o

hasta lo que digas. El amor es todo lo bueno y amable en esta tierra. —Hizo

una pausa mientras recuperaba el aliento—. Nada podría ser más

importante que encontrar eso, y cuando finalmente lo encuentras, Cal,

apuesto a que desearás haberlo tenido antes.

Cal parpadeó. Sus palabras y la pasión detrás de ellas lo hicieron

sentir humilde. No lo había esperado. Tampoco había esperado el

sentimiento de añoranza que lo sobrevino, aunque no debería estar

sorprendido. No realmente. Había existido un sentimiento sin nombre

cociéndose a fuego lento en su interior desde que había conocido a

Phoebe, y ahora era como si hubiera salido a la superficie finalmente y

comenzara a tomar vida.

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Nunca había estado interesado en el amor porque el amor parecía

no estar interesado en él. Incluso sus padres estaban más interesados en el

negocio hotelero que en su relación, y así con el paso de los años, el amor

se había convertido en sinónimo de trabajo. Pero la imagen del amor que

Phoebe le había pintado le hizo sentir que se había perdido de algo. Podía

ver por qué ella estaba tan desesperada en no solo encontrar el amor, sino

en aferrarse a él con todo lo que tenía.

Cal siempre se enorgulleció de ser un hombre exitoso y

autosuficiente, nunca queriendo nada. No podía imaginar lo que sería ser

amado por una mujer como Phoebe, tan feroz e incondicionalmente, pero

en ese momento quería averiguarlo —desesperadamente. Finalmente

quería amor.

Quería el amor de Phoebe.

Ese descubrimiento le hizo contener su aliento.

—Lo siento —dijo ella, sus mejillas tomando un encantador tono

rosa—. No quise divagar tanto sobre el amor. Supongo que todo debe

parecerte un poco tonto.

Cal tuvo que aclararse la garganta antes de poder hablar. —No, de

hecho no. Para nada. —No ahora de todos modos—. Nadie lo había

puesto ante mí del modo en que tú lo hiciste. El amor es importante.

Supongo que yo era una de esas personas que nunca hizo tiempo para él,

eso es todo.

—Y yo era una de esas personas que hizo mucho tiempo pero nunca

acertó.

—Supongo que ambos necesitamos un poco de ayuda en ese

departamento ¿eh?

Ella sonrió. —Oh… un poquito de Cupido. Pero ya que él no está

cerca —Levantó la mirada, dándole una mirada letal al techo—, tal vez tú

puedas darme algunos indicadores de cómo puedo hacer que Adam me

note. Necesito verlo antes del Día de San Valentín.

—¿Realmente es tan importante para ti?

—Lo es. Más que nunca.

Él miró su adorable rostro, un suave dolor creciendo en su pecho. Era

un tonto por dejar que lo influenciara. Tal vez era el Espíritu de San Valentín

o solo el deseo genuino de verla feliz, pero pondría a un lado sus propios

sentimientos y haría que ella y Adam estuvieran juntos. Así lo quisiera su

corazón.

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—El hospital tendrá una recaudación de fondos en mi hotel por San

Valentín con el tema “Corazón Sano” —le dijo—. Podría conseguirte una

invitación. Hasta un asiento en la mesa de Adam.

Ella abrió los labios, formando una pequeña, brillante y rosada O. —

Guau, ¿realmente harías eso por mí? —Movió su mano y alcanzó la de él.

—Lo haría. Si eso te hace verdaderamente feliz. —Él colocó su mano

sobre la de ella y sonrió.

Ella miró hacia sus manos unidas y una arruga comenzó a formarse

entre sus ojos. —Um, sí, lo haría. Me haría feliz. No sé cómo agradecerte. —

Miró hacia arriba y le regaló una sonrisa. Era deslumbrante. El tipo de

sonrisa que reforzaba el hecho de que los sentimientos de él hacia ella

eran reales, porque bajaron hasta su pecho y tomaron posesión de su

corazón en un estrecho y cerrado puño.

Tal vez sí había algo como el amor a primera vista.

Él suspiró. —Sólo resérvame un baile en la recaudación.

—Creo que puedo arreglármelas. Oye, sabes, eres un tipo bastante

bueno.

—Gracias. —Rodó los ojos—. Ese es todo un cumplido.

Ella rió. —Lo siento. No quise decirlo de ese modo. Solo quise decir

que eres…

—¿Ardiente? —terminó esperanzado.

Volvió a reír. —Iba a decir especial, pero sí, eres mono también. Me

alegro de habernos hecho amigos.

Especial. Mono. Amigos. Deseó que ella solo le cortara los testículos y

que terminara con todo de una vez. Dependiendo del siguiente adjetivo

que escogiera para él, o se convertía en un miembro del Club de Hombres

Castrados o en un Muppet. No era de extrañar que evitara el amor por

tanto tiempo como lo había hecho. Cuando no era correspondido, era

realmente una mierda.

—Seh, me alegra que seamos amigos también —murmuró. Miró su

reloj—. Deberíamos irnos.

Ella lo miró con ojos decepcionados, como cualquier Quién Cindy

Lou, lo cual era irónico considerando que no se sentía muy lejos del estatus

de Grinch en el momento.

—¿Irnos? —preguntó—. ¿Tan pronto?

Él tiró un par de billetes de veinte sobre la mesa y se levantó, sin

importarle el cambio, solo queriendo alejarse de ella —su esencia, sus ojos,

su risa, su sonrisa— para pensar. —Seh, es tarde —dijo—. Mira, no te

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preocupes por la recaudación de fondos. Me aseguraré de que tengan

registrado tu nombre. Tendrás a Adam para ti toda la noche.

—Pero…

—¿Pero qué, Phoebe? —estalló. Frotándose la cara con la mano,

suspiró. No quería sonar tan brusco, pero no podía soportar pasar un

segundo más escuchándola hablar sobre lo gran amigo que era o lo

mucho que le gustaba Adam.

Si tan solo le diera una señal, un poquito de esperanza, la tomaría en

sus brazos ahí mismo y no la dejaría ir. Así que tenía que intentarlo. Tenía

que darle una última oportunidad. Era, primero que todo, un hombre de

negocios, y en los negocios tienes que estar cien por cien seguro antes de

apartarte de cualquier trato.

—¿Pero qué? —repitió—. Esto es lo que quieres ¿cierto? Tú y Adam

juntos y todo eso. Almas gemelas para siempre. —Ella dudó, así que él

aprovechó la oportunidad para poner el cabello tras su oreja,

memorizando el sedoso sentimiento en la punta de sus dedos—. Si no es lo

que quieres, dímelo ahora —murmuró.

Ella abrió la boca. Esos ojos azules suyos se suavizaron, y por un

maravilloso instante, él pensó que le diría que se había equivocado sobre

Adam y sobre sus sentimientos por él; pero parpadeó y pareció salir del

trance.

—No, es lo que quiero —le dijo—. Es exactamente lo que quiero.

Eso era todo lo que él necesitaba escuchar. Asintió y se marchó del

restaurante.

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8 Traducido por Joha quinto & Majo_Smile ♥

n camarero entregó a Phoebe una copa de champaña

mientras ella entraba en el salón de baile. Tomó un sorbo y

trató discretamente de buscar a Adam. Como le había dicho

a Cal, el hotel era impresionante, con sus lámparas de bronce y cristal y sus

columnas de mármol. Hermosas obras de artes colocadas por todas

partes—incluso en los techos—emanaban una sensación del viejo

continente y elegancia. Si ella no estuviera presionada por el tiempo, le

hubiera encantado tener una cámara y tomar algunas fotografías. Pero

eran las seis en punto del 14 de Febrero y aún no había hecho ningún

progreso con Adam.

Ella lo localizó repentinamente, y la esperanza llenó su pecho. Adam

se veía alto y elegante en su esmoquin, hablando con una pareja de

ancianos en el bar. Su rubio cabello estaba engominado hacia atrás como

una estrella de cine chapada a la antigua.

Está bien, puedo hacer esto. Ella bebió el resto de su champaña y

alisó la parte del frente de su vestido de terciopelo rojo. Esta noche era la

noche que lograría que Adam la besara.

Tratando de controlar sus crecientes nervios, se abrió paso hacia él.

Educadamente se mantuvo alejada unos pocos pasos para no

entrometerse en su conversación, pero él debió haber percibido su

presencia porque ni bien se había instalado cuando él le echó un vistazo.

Ella dio un débil saludo con la mano.

Su sonrisa creció. Se excusó con la pareja y se dirigió hacia ella. —

Phoebe —susurró con asombro—. Te ves preciosa. Pero estoy sorprendido

de verte aquí.

Se sonrojó, bajando la vista hacia su vestido. —Gracias. Espero que

no te importe. Cal en cierto modo me invito.

Cal. Él había sido tan dulce la otra noche en la cena, la manera en

que la había escuchado hablar sin parar y sin parar sobre el amor.

Desafortunadamente, ella tendía a balbucear, una verdad que

usualmente desagradaba a los hombres con los que salía. Pero no a Cal. A

U

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él no había parecido importante en absoluto. Pudo relajarse y ser ella

misma a su alrededor. La hizo sentir… segura. Como la manera en que ella

se sentía cada vez que estaba detrás de su cámara.

A ella no le gusto la manera en que habían dejado las cosas esa

noche en el restaurante. La mirada que le dirigió cuando le preguntó si

estaba absolutamente segura de querer a Adam fue suficiente para

hacerla dudar de sí misma toda la semana. Cal dejo claro que no estaba

de acuerdo con ella y Adam estando juntos, sin embargo hizo todo lo

posible para que estuviera allí.

Su mirada barrió la habitación. Cal le había dicho que estaría

trabajando esta noche. Ella tenía que verlo. Sólo para… para agradecerle.

—No me importa en absoluto —dijo Adam, recuperando su atención

rápidamente—. Aunque, parece que Cal se me adelanto. Lo siento, no

pensé en invitarte yo mismo.

—Oh, Cal y yo no estamos en una cita ni nada —Se apresuró a

explicar—. Sólo me gusta… la recaudación de fondos.

Sus cejas se elevaron. —¿Te gusta?

¿Me gusta la recaudación de fondos? ¡Por el amor de Dios! Con

razón aún estaba soltera. Eso no fue una declaración para inspirar amor

y/o besarse. Piensa, Phoebe, ¡piensa!

—Y… yo… me gustas —soltó ella.

—¿En serio? —Él inclinó su cabeza, una pequeña sonrisa se asomó

en sus labios—. Bueno, también me gustas.

¡Sí! ¡Sabia que éramos almas gemelas! —Estupendo.

Hubo una incómoda pausa. Bueno, ¿ahora qué? ¿Era su turno o el

de ella? ¿Debería decir algo más? Puf. Esto iba rápidamente a ninguna

parte. Y ni una hoja de muérdago alrededor para ayudarla. ¿Por qué esto

era tan difícil? Ella nunca tuvo un problema con la conversación con Cal.

—¿Te gustaría bailar? —preguntó él.

Ella parpadeó y su corazón se disparó. Tal vez no necesitaba

muérdago después de todo. Poniendo su mano en la suya, sonrió. —Me

gustaría eso.

La banda estaba tocando “The Way You Look Tonight” mientras

Adam la guio a la pista de baile. Él deslizó un brazo alrededor de su cadera

y la atrajo hacia él. Olía bien—reconfortante. Ella esperaba que Cosmo

estuviera viendo eso. Todo había funcionado; podía sentirlo. Ese hombre

era su destino. Encontró el verdadero amor. Pero aún cuando averiguó ese

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hecho en su mente, una sensación rara comenzó a roer en lo bajo de su

vientre.

No. Ella no dudaría. Cupido le había dicho que Adam era su alma

gemela. El amor —qué había estado buscando— estaba a su alcance.

Finalmente. Ellos continuaron moviéndose con la música. Ella estaba a

punto de poner su cabeza en su hombro cuando vio a Cal.

Él se encontraba parado cerca de la puerta, sus brazos cruzados, sin

sonreír, y una pequeña emoción la atravesó. Él llevaba puesto un

esmoquin, y se veía completamente elegante. Por alguna razón la mirada

hostil y feroz que llevaba puesta sólo lo hacía parecer más sexy y un poco

peligroso. Su corazón se estremeció por latir tan rápido. ¿Por qué su cuerpo

tiene que traicionarla cuando ni siquiera pensaba en él?

Observó como una atractiva mujer surgió junto a él. Con suerte, sólo

era alguien necesitando indicaciones hacia el baño. Entonces la mujer le

dijo algo a Cal y sus ojos se suavizaron mientras él giró para responder. La

mujer rió, no una carcajada completa, sino con una de esas delicadas risas

perfectamente femeninas —Con lo que la amable Phoebe no había

tenido la buena fortuna de ser bendecida— y entonces puso una mano en

el brazo de Cal.

Phoebe estaba repentinamente consiente que su mandíbula estaba

doliendo por apretar sus tiendes tan severamente.

Ya no le prestaba atención al baile, así que cuando Adam

inesperadamente la hizo girar, ella tropezó con sus propios pies. Adam la

agarró antes de que cayera, pero se tambaleó hacia atrás contra un

mesero con una bandeja de martinis. Se enderezó ella misma y su

respiración se congeló cuando levantó la vista. Vodka salpicado por todo

el brazo de Adam y bajo la parte delantera de su chaqueta

—¡Lo siento tanto, Adam! —gritó ella. Su chaqueta debía estar

empapada, pero él educadamente sonrió e hizo un ademan para restarle

importancia a las disculpas de ella y del camarero con la gracia digna del

presidente de los Estados Unidos.

—Está bien —dijo—. Déjame ver si el hotel puede encargarse de eso

—Antes de que pudiera protestar, el camarero lo condujo fuera del salón

de baile.

Maravilloso. Más tiempo perdido. Tuvo que haber sido el odio de los

Dioses que causó esto. Ella estaba tan cerca, demasiado cerca.

Se frotó la frente, tan absorta en qué hacer después, ella no escuchó

a Cosmo acercarse a su lado. —Estamos jodidos —le dijo.

Ella dejo caer su mano. —No todavía. Yo aún… —Cuando se volteó

para mirarlo, se quedó boquiabierta—. Oye, ¿te estás sintiendo bien?

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Cosmo sacó un pañuelo y limpió su frente empapada. Él aún usaba

su apropiado y feo esmoquin común y corriente, pero su tez estaba gris y

sudorosa, como si hubiera comido una bandeja de ostras descompuestas.

Debía sentirse tan terrible como se veía porque ni siquiera fumaba un

cigarrillo.

Él se inclinó un poco, sosteniendo su estómago. —Están ganando allí

arriba —Habló con voz ronca—. Puedo sentirlo. El amor será destruido.

—¡No digas eso! Aún hay tiempo —¿No lo hay?

Él sacudió su cabeza tristemente. —Lo intentaste, muñeca. Todos

nosotros apreciamos lo que hiciste, también. Pero esta guerra era más

grande de lo que habíamos esperado.

Su corazón cayó. No. Ella no podía dejar que esto sucediera. Si el

amor era erradicado, sería su culpa. Todo porque ella era un desastre y

había dejado que Cal la distrajera. Lágrimas brotaron de sus ojos y se dio la

vuelta para buscar a Adam.

Y corrió directo hacia Cal.

—Hola, ¿Dónde es el incendio? —preguntó él, agarrando sus brazos

para mantenerla firme—. Creo que me prometiste un baile.

Cal se veía aún más sexy de cerca. Su mirada cayó a su boca y ella

casi suspiró. ¡Cielos! Ella era débil. El destino del amor pendía de un hilo, y

aquí estaba a punto de convertirse en un completo charco. Oh, ¡maldito

Cupido! cuanto quería bailar con Cal ahora. Realmente lo quería. Le

encantaría enterrar su rostro en su pecho y empezar toda esta semana

otra vez sin preocupaciones, sin destino de la humanidad, sin alma

gemela. Pero desafortunadamente, ella y Cal no estaban predestinados.

Y tan pronto como Adam la besara descubriría eso.

—Yo… Yo no puedo, Cal. No ahora.

—Pero están tocando nuestra canción.

Ella sonrió un poco. —No tenemos una canción.

—Podríamos. De hecho, podría ser esa que está sonando ahora.

Ella escuchó. La banda estaba tocando “When I fall in Love” Se

encontró a si misma mirando hacia sus ojos azul-océano, pretendiendo por

un pequeño momento que era verdad, que ella y Cal estaban

enamorados. Ella quería que fuera él. Una avalancha de ese pecado la

atravesó, dejándola tan débil que todo lo que pudo hacer fue apartar

débilmente su mano hacia él.

Sus ojos se estrecharon. —¿Esto es por Adam?

—Sí. Necesito buscarlo.

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—Antes de que lo hagas, necesito decirte…

—No, por favor. Tengo que irme.

Sus labios apretados. —¿Es tan importante que no puedes esperar

para oír lo que tengo que decir?

—Lo siento mucho, Cal. De verdad lo siento —Más de lo que tú

jamás sabrás.

—Tú no le perteneces a él —Su voz quebrada y ronca.

Oh, cielos, así que no era lo qué ella estaba esperando oír en estos

momentos. Se mareó, como si su cabeza fuera llenada con hielo. Ella

estaba confundida e indecisa mientras recordaba que Cosmo le dijo que

hiciera lo correcto, una pequeña parte de su corazón se rompió mientras

se daba cuenta que tenía que rechazar a Cal.

Apartó la mirada y estudió los botones en el chaleco de Cal, lo cual

parecía el único lugar seguro para dejar caer su mirada. —Por favor —

Rogó—. No me digas esto ahora. No tengo tiempo para discutir contigo.

—Entonces vete ya, no dejes que te detenga —dijo bruscamente. Él

retrocedió, su movimiento rígido y áspero—. Por cierto, Adam está en la

recepción.

No pudo mirarlo a los ojos. Había herido sus sentimientos y aún seguía

siendo amable con ella. Con suerte, algún día entendería.

—Gracias —susurró.

El corazón en su garganta, salió corriendo del salón de baile tan

rápido como le permitirían sus tacones de siete centímetros. Y como era de

esperar, Adam estaba parado en el mostrado arreglando las muñecas de

su blanca camisa almidonada.

—¡Adam! —llamó ella.

Levantó la vista y —gracias, dioses Romanos—sonrió cuando la vio.

—Phoebe, ¿qué te pasa? —Preguntó, mientras corría hacia él.

—Yo... quería... a... —Jadeaba cada palabra, todavía tratando de

recuperar el aliento—. Yo... lo siento... sobre... el esmoquin...

—La chaqueta está bien. Me dijeron que me la devolverán como

nueva antes de comenzar la cena. Estaba a punto de buscarte para que

pudiéramos terminar nuestro baile.

—¿En serio? ¿No estás furioso, entonces?

—No seas tonta. No es tu culpa —dijo, posando una mano

tranquilizadora en el hombro.

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—Oh, gracias a Dios. No estaba segura de si todavía querías estar

conmigo. Pensé que arruine todo… junto con tu esmoquin. Después del

incidente del café y ahora esto, yo tenía miedo… Bueno, pensé que tu…

Adam cortó el resto de su balbuceada explicación presionando sus

labios contra los suyos.

¡Santa Madre de la Suerte! Adam la estaba besando. ¡Por fin! Y se

sentía tan... Se sentía muy...

Un-dedo del pie-se encrespo.

De hecho, cuanto más tiempo lo besó, más se sintió bastante

fraternal. Oh, no.

Ella se apartó y lo miró fijamente.

—Lo siento —dijo Adam con una sonrisa triste—. Te veías tan

adorable farfullando sin cesar sobre mi chaqueta. No pude resistirme.

Espero que no estés furiosa.

¿Furiosa? No. ¿Confusa? ¡Ding ding ding! Ella movió los dedos de los

pies para asegurarse de que toda la sangre fluía correctamente. Sí,

todavía ningún rizo. Nada. Ni siquiera un hormigueo en los labios.

—¿Eso fue todo? —Barbotó.

Las cejas rubias de Adam se fruncieron. —¿Perdón?

—¿Sentiste algo en ese momento? ¿Me refiero a cuando me

besaste?

Él ladeó la cabeza. —No estoy seguro de lo que quieres decir.

Exactamente. Y eso era parte del problema. Tenía que encontrar a

Cosmo. Rápido.

—Me tengo que ir —le dijo—. Lo siento. —Se dio la vuelta y se dirigió

hacia el salón de baile. No había caminado mucho antes de encontrar a

Cosmo por los baños, se desplomó contra la pared.

—Adam me besó —le dijo.

No hubo respuesta.

Agarró la solapa de Cosmo y lo sacudió un poco para que él la

mirara. —¿Me has oído? Te dije que Adam me dio un beso y no pasó

nada.

Parpadeó hacia ella y parecía que dreno la energía que le quedaba

en él. —Imposible —susurró.

—No, es verdad. Me besó directamente en los labios y le devolví el

beso y… —Un sollozo se atoró en su garganta—. No estoy segura de lo que

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salió mal. ¿Lo arruine todo, verdad? El amor no sobrevivirá y ahora tengo

miedo de que no puedas existir, tampoco.

—Tómalo con calma, muñeca. El amor no estaba destinado a ser.

Lágrimas calientes empezaron a rodar por sus mejillas. No podía

conseguir que pararan así que sólo bajó la cabeza. —Lo siento. Es

probable que me odies. Cal me odia ahora, también.

—¿Cal?

Ella sollozó en su pecho. —Sí, él era tan agradable tratando de

ayudarme, aunque dijo que yo no debería estar con Adam. Y luego herí

sus sentimientos por salir corriendo. Sé que lo hice.

Cosmo lentamente se apartó de la pared, pero mantuvo la mano

para apoyarse a sí mismo. —Espera. ¿Sus sentimientos? ¿Y cómo te sientes

acerca de Cal?

Uh. Ella tragó saliva, marchitándose como un estudiante a punto de

ser reprendido por un profesor. —Yo no estoy segura.

—Sé honesta, Phoebe. ¿Cómo te sientes por él? —Su rostro era

sombrío cuando la tomó por los hombros, hundiendo los dedos en su piel

tan fuerte que hizo una mueca—. Necesito saber.

—Yo… yo tengo sentimientos por él. —Hizo una pausa para hipar,

dejando antes de ir más lejos—. Creo que tengo... fuertes sentimientos por

él. Si eso es posible.

Los ojos de Cosmo se abrieron como platos. —¡Santo Hades! Eso es

todo. Es por eso que no te viste afectada por el beso de Adam. Tú

encontraste el amor por tu cuenta. Sin nuestra ayuda.

Ella parpadeó. —¿Lo hice?

—Tienes que decirle a Cal. Todavía podríamos ganar si te besa… si

realmente te ama. No hay mucho tiempo.

—Pero yo…

—¡Ve! —gritó y la empujó lejos de él.

El corazón le martilleaba en los oídos cuando se volvió y tropezó

ciegamente a través del hotel. La cena se servía en el salón de baile, lo

que hizo facilitar la búsqueda de la multitud. No había señales de Cal, sin

embargo. Parejas situadas mezclándose en la entrada. Gente que venía y

salía del hotel le pasaba. Tal vez Cal terminó el trabajo y se fue a casa. Tal

vez incluso la quería evitar. Sus ojos se llenaron de lágrimas frescas. Luego,

a través de las puertas de cristal, lo vio afuera hablando con uno de los

botones. Salió en esa dirección.

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Cal se encogió de hombros en su abrigo de lana largo y empezó a

alejarse. La nieve comenzó a caer, en una fina capa que ya cubría la

acera.

—¡Cal, espera! —gritó, sus tacones resbalándose en el hielo.

Se detuvo y se volvió. Tuvo que admitir, que parecía bastante triste,

pero cuando vio que era ella, su ceño se hizo más pronunciado. El corazón

le dio un vuelco.

De mala gana, se dirigió hacia ella. —Phoebe, ¿qué estás haciendo

afuera sin abrigo? Te vas a congelar.

—Necesitaba hablar contigo —dijo, frotándose los brazos hacia

arriba y hacia abajo para protegerse del frío—. No había tiempo.

Rodó sus ojos con un leve movimiento de la cabeza. —Tú y tus

limitaciones de tiempo de nuevo. ¿Tienes acciones en Timex o algo así? —

Se encogió de hombros fuera de su chaqueta y la deslizó alrededor de

ella, volteando el cuello y envolviendo protectoramente su cuello—. ¿Qué

es tan urgente?

—Bésame —exigió.

—¿Qué?

—Bésame. —Tragó—. Um, ¿por favor?

Él la miró como si hubiera perdido el juicio. Oh, definitivamente eso

era. Había perdido su mente, su dignidad y su oportunidad de amar a

todos porque no había confiado en sus instintos. No confió en su corazón.

Tal vez su problema con encontrar el amor surgió de buscar el tipo de

perfección que veía en las fotos que tomaba y no en lo que había visto en

la vida real. No le extrañaba que ella fuera una apuesta segura para la

diosa del odio.

Bueno, no tenía su cámara, pero veía con claridad por primera vez.

Vio que amaba a Cal.

—Estaba equivocada acerca de Adam —le dijo—. No lo amo. —Hizo

una pausa—. Estaba equivocada al no confiar en mis instintos, también.

Él se acercó, buscando su mirada. —Oh, ¿qué era lo que tus instintos

te decían?

—Que estaba enamorada de ti.

—Bueno —dijo, sus labios curvándose en una sonrisa de infarto—, es

hora de que finalmente decidieras escucharlos.

Lentamente, deslizó las manos por sus brazos hasta que él ahuecó su

cara. Había tanta ternura y calidez en sus manos, y cuando sus labios

rozaron los de ella por fin, pensó que podría desmayarse. Cerró los ojos y se

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fundió, disfrutando de cómo su boca se movía contra la suya. Sus brazos se

deslizaron alrededor de su cintura y la sostuvo cerca, como si no hubiera

nada mejor que hacer frente a su hotel, rodeados de nieve helada y

besarla sin sentido.

Tenía que estar de acuerdo.

Finalmente se retiró. Apoyando su frente contra la de ella, sonrió. —

He querido hacer eso desde la primera vez que te vi fuera de mi

apartamento hablando sola.

—¿En serio?

—En serio. Te amo, también. Fue amor a primera vista para mí.

¡Él la amaba! Él realmente lo hacía. Enterró la cara en su cuello,

disfrutando de lo bien que olía y de la sensación totalmente nueva de

realmente ser amada y querida. —Y yo que pensaba que el amor a

primera vista no existe.

—Recibiste, obviamente, la información de una fuente equivocada.

Sí. Ella recibió una gran cantidad de información errónea. Pero no

fue culpa de Cupido, tampoco. Su corazón apenas tenía otros planes. No

es que importara ahora. A ella le gustaba la forma en que su resultado se

perfilaba, mucho mejor que Cosmo, de todos modos.

Ella parpadeó. ¡Cosmo! Tenía que encontrar a Cosmo y asegurarse

de que estaba bien. Se apartó, a punto de decirle a Cal que esperara por

ella, cuando de repente un taxi se detuvo junto a ellos.

La puerta se abrió. —¿Ustedes dos tortolitos necesitan un paseo a

alguna parte?

Ella se acercó y miró dentro. Su corazón dio un vuelco. Cosmo seguía

allí, en buen estado —bueno, tan bien como Cosmo podría mirarse con

sobrepeso, fumando un pitillo uno tras otro. Al menos su tez volvió a su

rubicundez normal. Hizo un gesto a través de su humo de cigarro suficiente

para que ella pudiera verla sonreír.

Le devolvió la sonrisa. —No, gracias. Creo que podemos manejar

nosotros mismos.

Se metió el puro en la boca y habló a su alrededor. —Estoy seguro

que lo harás, muñeca. Estoy seguro de que lo harás.

Se mordió el labio y luego, recordando a Adam y como ella lo había

rechazado. —¿Pero tal vez alguien más podría necesitar un poco de tu

ayuda?

—Eso es seguro —dijo con un guiño—. Feliz Día de San Valentín.

—Feliz Día de San Valentín —le dijo antes de cerrar la puerta del taxi.

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Cal se acercó por detrás y envolvió sus brazos alrededor de su

cintura. —Volvamos a entrar antes de que muera congelado. Te puedo

mostrar mi oficina.

—¿Eso es una especie de versión moderna de pedirme que suba y

vea tus grabados?

Él sonrió abiertamente contra su cuello. —Todo lo que quieres ver de

mí es absolutamente bueno para mí. Ah, por cierto, tomé tu consejo de

decoración —añadió, su voz llena de humor—. Colgué un poco de hinojo,

también. Fingiremos que es el muérdago y veremos a dónde nos lleva.

Ella se rió, girando a su alrededor. Lo besó entonces, en plena boca,

sintiendo el amor irrumpiendo por su pecho con tanta fuerza que casi

perdió el equilibrio.

Retrocediendo, sonrió hacia sus ojos. —Suena como la manera

perfecta de pasar el Día de San Valentín para mí.

Fin

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