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    1quera un poco de silencio durant e un rato y apag laradio, as que se podra decir que lo que pas fue culpasuya. Ella quera un poco de aire fresco, de modo queapag el aire acondicionado y baj la ventanilla, por loque se podra decir que fue por ella. En cualquier ca-so, nunc a hubiesen escucha do al nio de no ser por lacombinacin de ambas circunstancias, lo que resul-taba perfecto en el caso de Cal y Becky porque unavez ms haban quedado a la par, como les haba ocu-

    rrido d uran te toda su vida. Cal y Becky DeMu th nacieron con 19meses de diferencia. Sus padres bromeaban diciendo que pare -can gemelos.

    Becky coge el telfono y Cal dice hola,le gustaba decir al se-

    or DeMuth.

    Cal piensa en una fiesta y Becky ya tiene la lista de invitados,le gustaba decir a la seora DeMuth.

    Nunca tuv ier on una discusin en tre ellos, ni siquiera cuandoBecky, cuando era estu diante universitaria de prim er ao y vi-va en una residencia, se present u n da en el apartamen to deCal fuera del campus para anun ciarle que estaba embarazada.Cal se lo tom bien. El resto de su gente? No fue tan en tusiasta.

    El apartamento estaba en Durham, porque Cal haba elegidola Universidad de New Hampshire. C uando Becky (en ese mo-mento an no estaba embarazada, lo que no quiere decir que fue-ra virgen) se decidi por la misma un iversidad dos aos ms ta r-de, no fue una sorpresa para nadie.

    Por lo meno s no ten dr que volver a casa cada maldito fin de

    semana para pasar el rato con ella, dijo la seo ra DeMuth.

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    S T E P H E N K I N G & J O E H I L L

    /Quiz ahora tengam os un p oco de paz po r aqu, dijo el seor

    DeMuth. Despus de veinte aos, ms o menos, toda esa convi-vencia se vuelve un poco ab urrida.

    Por supuesto, ellos no lo hacan todo juntos, porque e s-taba claro que Cal no era respo nsable del bollo en el

    horn o de su herman a. Y haba sido una idea exclusi-vam ente de Becky pedirle al to Jim y la ta Anne sipoda ir a vivir con ello s du ra nte u n tie mp o, ta n solohasta que llegara el beb. A sus padres, que se queda -ron atnitos y desconcertado s por este giro inespe-rado de los acontecim ientos, les pareci tan razo na-

    ble como cua lqu ier otra opcin. Y cuando Cal sugir ique pod ra tomarse libre el semestre de primavera para recorrer

    juntos el pas, ta mpo co h ubo demasiad o drama en la familia. Calpo dr a qu edarse con Becky en San Diego ha sta que el beb na -ciera. Calvin podra enc ontra r un trabajo p ara cubrir los gastos.

    Emb arazad a a los 19 aos..., dijo la seora DeMu th.T estabas embarazada a esa misma edad, apunt el seor

    DeMuth.S, pero estab a ca-sa-da,seal la seora DeM uth. Y con untipo increble, no pudo ev itar aadir el seo r DeMuth. La seo-ra DeM uth suspir. Becky va a escoger el prime r nom bre y Cal

    elegir el segundo.O viceversa, dijo el seor DeM uth, tam bin con un suspiro.La madre de Becky se llev a su hija a almorzar u n da, no m u-

    cho ant es de que los nios saliesen h acia la costa oeste. Ests to-talmen te segura de que deseas d ar al beb en adopcin?, le pre-gunt. S que no tengo dere cho a preguntar, yo slo soy tu m adre,pe ro tu pa dre tien e cu rio sida d .

    Todava no he tom ado u na de cisin, dijo Becky. Cal me ayu-

    dar a decidir.

    Qu pasa con el padre, querida? .Becky mir sorprendida. Oh, l no tiene n ada que decir ni quie-re hacerlo. Result ser un comp leto idiota. La seora DeMu thsuspir.

    A

    s que all estaban, en Kansas, en u n clido da depr im avera e n abri l, v iajando en un M azda de ochoaos, con matrcula de New Hampshire y un fan-tasma de la ruta de la sal de Nueva Inglaterra anincrustado en el radiador. Silencio en lugar de laradio, las ventanas abiertas en luga r del aire acon -dicionado. Como resultado, ambos oyeron la voz.

    Era dbil, pero clara.

    Ayuda! Ayuda! Que alguien me ayude!.Hermano y herman a se m iraron sorprendidos. Cal, al volan-

    te en ese momen to, se detuvo de inmediato. La gravilla golpe elchasis del carro.

    Antes de salir de Po rtsmouth haban decidido m antenerse aleja-dos de las auto pistas de peaje. Cal quera ver el Dragn Kaskaskiaen Vandalia, Illinois; Becky que ra ver el ovillo de lana ms g ran-de del m undo en Caw ker City, Kansas (dos objetivos complemen-tarios); adems, ambos pensaban que d eban pas ar por Roswell yver esas mierdas de extraterrestres. Aho ra estaban muy al sur delovillo y haban tom ado un a salida en un tramo de la Ruta 400. Erauna ca rretera de doble direccin bien conservada que les lleva-ra derecho has ta la frontera de Co lorado a travs de esa enormepla nicie q ue er a Kansas. Ante ellos ten an ki lmetros de ca rret e-ra sin ning n carro o cam in a la vista. Igual ocurra a su espalda.

    A un lado de la carretera haba unas cuantas casas, una igle-sia con las ventana s tapiadas llamada Roca Negra del Redentor(Becky pens que era u n nom bre muy raro p ara una iglesia, perodespu s de todo, estaban en Kansas), y una bolera en ruinas quepareca aban do na da desd e los das e n los qu e los T ram mps lan-zaron suDisco Inferno.Al otro lado de la Ruta 400 no haba na-

    da, solo hierba verde alta. Se extend a hasta un h orizonte qu e eratan ilimitado como anodino.Fue una...?, com enz Becky. Llevaba una ch aqu eta corta, li-

    gera, que estaba emp ezando a hincharse ; estaba bien para estaren el sexto mes.

    l levant una mano sin mirarla. Estaba mirando la hierba.Shhh. Escucha!.

    Escuch aron m sica proveniente de una de las casas. Un perroladr unas cua ntas veces antes de enmudecer. Alguien estaba gol-peando un a tabla . Y estab a el per man en te m urm ullo, co ns tante ysuave, del viento. Becky se dio cuen ta de qu e poda v er el vientoque peinaba la hierba al otro lado de la carretera. Estaba prov o-cando olas que h uan de ellos hasta que se p erdan en la distancia.

    Justo cuan do Cal empezaba a pensar que en realidad no habanodo nada n o sera la primera vez que imaginaban algo junto s,escuch aron de n uevo ese grito.

    Ayuda! Por favor, aydame. Estoy perd ido!.

    E

    sta vez, la mirada que in tercamb iaron los dos herm a-nos reflejaba un temor com partido. La hierba estabaincreblemente alta (de hecho, hasta ms tarde no pe n-saran que era anorm al, a comienzos de la temporada,una extensin de hierb a como aquella con una alturade casi dos metros). Algn nio peque o se haba m e-tido en ese campo, probab lemen te mientras jugaba alos exploradores, y casi con toda seguridad viviria en

    una de las casas del camino. Debi desorienta rse y sefue perdiend o cada vez ms hacia el interior. Su voz sonaba ha-cia las ocho, demasiado lejos como para localizarlo de u n salto.

    Debem os sacarlo de ah , dijo Cal.

    S. Sal de la carretera y para en el aparcam iento d e la iglesia.Dej a Becky en el arcn y condujo hasta la expl anada de tierra.

    Haba un p uado de carros polvorientos estacionados all, con losparabrisas bril lando bajo la luz del sol. Todos los carros menos unoparec an h aber es tado all durante das , incluso sem anas. Era otrodetalle extrao q ue no les llamara la atencin has ta ms tarde.

    Mientras l se encargaba del carro, Becky se acerc al otro la-do de la carrera. Ahuec las manos ante la boca y grit: Nio!Oye, nio! Puedes orme?.

    Pasado un mo mento , recibi re spue sta: S! Aydame! Lle-vo DAS aqu!.

    mi -

    C A L S E V O L V I O E S P E R A N D O V E R A S U

    H E R M A N A , P E R O S O L O H A B I A H I E R B A .

    L A H I E R B A A L T A . D E B I A H A B E R Q U E D A D O

    A P L A S T A D A A S U P A S O , P E R O N O .

    m m m m M /

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    A M E N O S Q U E S E T R A T A R A D E U N A B R O M A M U Y E L A B O R A D A , A L G O N O A N D A B A B I E N P O R

    A L L I . B E C K Y D E M U T H N O F U E C O N S C I E N T E D E S U M A N O P O S A N D O S E S O B R E L A C U R V A D E S U

    A B D O M E N , C O M O U N A P E L O T A D E P L A Y A , P A R A P R E S I O N A R L O Y C U B R I R L O .

    r&

    Becky pens en el sentido del tiempo que suelen tener los ni-os pequeos, y supuso qu e en realidad pod ra llevar no ms deveinte minutos all perdido. Busc un camino de hierba rota o pi-soteada por donde el nio hubiera entrado en el campo (proba-blem en te rep rodu cien do en su cabeza algn videojuego o u na 1estpida pelcula de la selva que estara intentand o emular), pe |ro no pudo e nco ntrar ninguno. Se concentr y calcul que la vozprovena de su izquie rda, a eso de las d iez. No dem asiado lejos.No deba e sta rlo o de lo cont rario jam s lo hub ieran odo, ni s i-quie ra con la radio apagada y las ventanillas abiertas.

    Estaba a punto de descender por el terrapln hasta el bordedel campo de hierba, cuand o se oy una segunda voz, una vozde mujer, ronca y algo nerviosa. Tena el tono raspo so de alguien

    que acaba de desperta r y deman da un poco de agua con verda-dera necesidad.No, grit la mujer. No lo hagas! Por favor! Qudate en la

    carretera! Tobin, deja de ha cer eso! Deja de pedir ayuda, cari-o! El te escucha!.

    Hola?", grit Becky. Qu est pasando?.Escuch un portazo a su espalda. Cal segua al otro lado de la

    carretera.Estamos perd idos!, grit el muchacho. Por favor! Por fa-

    vor, mi mam est he rida, por favor! Por favor, ayuda!.No!, dijo la mujer. No, Tobin , no!.Becky mir a su alrededor para ver po r qu Cal tardaba tan -

    to tiempo.

    abia cruzado el parquea dero de lado a lado y vaci-l ante lo que pareca un Toyota Prius de prim erageneracin. Estaba cubierto p or una capa de polvoque ocultaba casi por completo el parabrisas. Cal,un poco encorvado sobre el cristal, se tap los ojoscon una mano y mir po r la ventana lateral algo quehaba en el asien to del pasajero.

    Por favor!, dijo el muchacho. Estamos per di-dos y no puedo en con trar el camino!.

    Tobin!, comenz a llamar la mujer, pero su voz se atragantde pronto . Como si no tuviera saliva para hablar.

    A menos que se tratara d e una brom a muy elaborada, algo noandaba bien por all. Becky DeMuth no fue consciente de su

    mano posndose sobre la curva de su abdomen, como una p e-lota de playa, para presionarlo y cubrirlo. Tampoco relacionlo que ocurra con los sueos que haba estado teniendo d uran -te cerca de dos meses, sueos que ni siquiera haba comenta-do con Cal, sueos en los que condu can p or la noche. En ellostambin gritaba un nio.

    Se dej caer por el terrapln con dos largas zancadas. Era mspronun cia do de lo que pareca, y cuando lleg al final , co mpro-b que el csped e ra a n ms al to de lo que pensab a, seguro quepasaba de los dos me tros.

    Soplaba la brisa. El muro de hierba se acercaba y se retirabacreando una marea suave y silenciosa.

    No nos busques!, grit la mujer.Ayuda!, dijo el muchacho, casi ocultando con su voz la dela mujer. Y la suya estaba ms cerca. Becky pod a orlo justo a suizquierda. No lo suficientemente ce rca como para estirar el bra-zo y agarrarlo, pero seguramente a no ms de diez o doce m etrosde la carretera.

    Estoy aqu, amigo, le grit. Sigue cam inan do hacia m. Ya ca-si ests en la carretera . Casi ests fuera .

    Ayuda! Ayuda! No puedo en con trarte !, dijo el muchacho, ysu voz sonaba an ms cerca ahora. A esto le sigui una carcaja-da histrica, ch illona, que hel la piel de Becky.

    Cal salt hacia el terrapln, des lizndose so bre sus talones, ycasi cay de cola. El suelo estaba mojado. Si Becky dudab a en m e-terse en la hierba espesa para buscar al m uchacho era po rque ellano quera man charse sus pantalones cortos. La hierba era tan al-ta que man tena suficiente agua, suspen dida en brillantes gotas,como para llenar un pequeo estanque.

    A qu ests es perando? , pre gunt Cal.Hay una m ujer con l, dijo Becky. Es todo un poco extra o.Dnde ests?, pregunt el nio, casi balbuceando, a solo unos

    metros de distancia en tre la hierba. Becky trat de ver algn atis-bo de su pantaln o su cam iseta, pe ro no loca liz nada. Parecaestar demasiado lejos pa ra eso. Vienes? Por favor! No puedoenc on trar el camino!. Tobin!, grit la madre. Su voz sonabadista nte y tensa. Tobin, para!. Espera, mu chac ho, dijo Cal, yse meti en la hierba . El capit n Cal, al rescate.Da-da-d\Pa-ra entonces, Becky ya tena en la m ano su telfono celular y esta-

    ba abr iendo la boca para ped irle a Cal si se deba l lam ar a la p a-trulla de carre tera o a la polica de la localidad.

    Cal dio un paso, luego otro, y de rep en te todo lo que Becky po-da ver de l era la parte de atrs de su camisa de denim y sus pan-talones cortos color caqui. Por nin guna razn racional, la idea deque l se alejara hasta pe rderlo de vista provoc en Becky el im-

    pu lso d e saltar.

    in embargo, lo que hizo fue bajar la mirada y com-prob ar en la pa ntalla tcti l de su Android negro quetena completas las cinco barras de cobertura. M ar-c el 911 y puls el botn de llam ada. Segn se lle-vaba el telfono a la oreja, tambin ella dio un gran

    paso hacia el in terio r del campo de hierba.El telfono son u na vez, y luego una voz de robot

    anunc i que su llamada estaba siendo grabada. Bec-ky dio otro paso, po rque no quera p erder de vista la

    camisa azul y los pantalones cortos. Cal fue siempre tan impa-ciente! Por supuesto, ella tambin.

    El csped mojado comenz a rozar su blusa, sus pantalonescortos y sus piernas desnudas. Una voz hu mana sup lant al ro-

    bot . Condado de Kiowa 911, cul es su ubicacin y la n atura-leza de su emergencia?.

    Estoy en la Ruta 400, dijo. No s el nombre de la ciudad, p e-ro hay una iglesia, la Roca del Red ento r o algo as... Est jun to a

    116 E S Q U I R E - D I C I E M B R E 2 012 FOTOGRAFA SXC.HU

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    una a ntigua pista de patinaje abandonada... No, creo que es unabolera. .. Y hay un nio pe rdido en la hi erba. Su madre tambin.Los omos pedir ayuda. El nio est cerca, la madre no tanto. Elnio par ece asustado, la madre suena.... Extraa, quiso decir, pe-ro no tuvo la oportun idad.

    Oiga, hay una conex in m uy mala. Por favor, repit a su....

    espus, nada. Becky se detuvo a m irar su telfono y

    vio una sola barra de cobertura. De pronto desapare-ci para ser sustituida p or el mensaje Sin cobertura.Cuando levant la vista, el muro verde se haba tra -gado a su hermano. Sobre su cabeza, un avin trazuna estela blanca en el cielo a 35.000 pies de altura.

    Ayuda! Ayuda!. El nio e staba cerca, a unquetal vez no tan cerca como Cal haba pensado. Y unpoco ms a la izq uie rda .

    Vuelvan a la carretera !, grit la mujer. Ahora su voz tam binsonaba ms cerca. Regresen mientras todava puedan hacerlo!.

    Mam! Mami! Ellos quieren a yudarnos !.Entonces, el nio grit. Un grito p unza nte que vacil y se convir-

    ti en una risa histrica. Llegaron tambin son idos agitados, tal vez

    de pnico, tal vez de lucha.Cal se gir en esa direc-cin, seguro de que iba adesemb ocar en algn cla-ro en el que de scub rira alnio T obin y a su madre,amenazados p or un locoarmado con un cuchillosacado de una pelcula deQuentin Tarantino. Avan-z diez metros y empeza darse cuenta de que andeba de estar demasiado

    lejos. Pisoteaba hie rba y seagarra ba a los tallos altos.Los arrancaba, y un jugoverde pegajoso resbalabahacia sus muecas desdelas palmas de sus m anos.Resbal y cay de bruces,el barro se le meti en lasfosas nasales. Maravilloso.

    Cmo puede ser quenunca haya un rbol alreded or cuando lo necesitas?

    Se puso de rodillas. Nio? Tobin? Habla.... Estornud ba -rro, se limpi la cara, y el olor de la hie rba le lleg a lo ms hon -do. Habla! T tambin , mam !.

    Mam no lo hizo. Tob in s. Aydame, po r favoooor!. Ahorael nio estaba a la derech a de Cal, y se le escuchab a much o msinmerso en la hierb a que antes. Cmo pod a ser as? Pareca losuficientemen te cerca como para pod er agarrarlo!

    Cal se dio la vuelta esperand o ver a su herman a, pero solo habahierba. La hierba alta. Deba haber qued ado ap lastada a su paso,pe ro no e ra as. Solo ha ba algo de cla ro en la zona en la qu e ha-ba tro pe za do y cado al suelo , e incluso all el v erd e volva a re -surgir para recu perar el aspecto del resto del cambo. S que te -nan una h ierba fuerte all en Kansas. Hierba alta y resistente.

    Becky? Beck?.Eh, estoy aqu!, dijo, y aun que no poda verla, lo hara en un

    segundo, porque estaba prcticamente encima de l. Pareca dis-gustada. Perd a la m uje r del 911.

    No pasa nada, pero no me pierdas a m. Se dio la vuelta enla otra direc cin, y se llev las ma nos a la boca. Tobin, grit.

    Nada. Tobin!. Qu?. Por Dios, qu es taba haciendo aquelnio? Vienen? Tienen que ven ir hacia aqu! No puedo en con -trarlos!. Nio, detente!, grit tan fuerte que se da las cuer-das vocales. Era como estar en un concie rto de Metallica, solo que

    sin la msica. No me impo rta lo asustado que ests, no te mue-vas! Deja que no sotro s lleguemos has ta ti!. Se dio la vuelta unavez ms, esper and o ver a Becky, pero solo vio la hierba. Flexionsus rodillas y salt. Poda ver la carretera (ms lejos de lo que es-peraba, deba h ab er recor rid o b as tante cam ino s in da rse cuen -ta). Poda ver la iglesia com o qu iera que se llamara y tambinla bolera, pero eso fue todo. No esperab a ver la cabeza de Beckym ed a solo 1,58, pero s pensaba que po dra localizar su sen-dero a travs de la hierba. Pero el viento la peinaba con fuerza,dejando a la vista decena s de po sibles caminos. Salt de nuevo.

    El suelo empap ado se hun da con cada nuevo impulso.Becky? Dnde diablo s ests? .Becky haba odo a Cal decirle al nio que se detuviese, no im-

    portab a lo as us tado qu eestuviese, y que ellos seacercaran a l. No sonabacomo un mal plan, siem-pre que el idiota de su he r-mano le permitiese reu-nirse con l. Ella estabasin aliento, estaba mojada,y era la primera vez quese sinti verdaderamen -te embarazada. La buenanoticia era que crea estarrealm ente cerca de Cal. A

    su derecha, a la una.Muy bien , pero mis tenis estn arruinados. Dehecho, creo que ya no tendrn solucin.

    Becky? Dnde dia -blo s ests?.

    ra todo muy extrao. Eltodava estaba a la d ere-

    cha, pero ahora su voz sonaba m s cercana a sus cinco. Casi de-trs de ella.

    Aqu, dijo. Y me voy a queda r aqu h asta qu e lle-gues a m. Ella baj la mirada hacia su Android. Cal,tienes algo de cobertu ra en el telfono?.

    Ni idea. Est en el carro. No dejes de hablarm e has-ta que llegue a ti.

    Qu pasa con ese n io? Y esa madre loca? Parecealguien poco fiable.

    Reunm onos y ya nos preocuparemos por ellos, deacuerdo? , dijo. Becky conoca bien a su herma no, y no

    le gustaba cmo sonaba su voz. Pareca que Cal estaba preoc upa-do y trataba d e no dem ostrarlo. Por ahora, limtate a hablarme,espus de p ensar un momento, Becky empez a cantar, llevan-do el ritmo con sus tenis empapad os. Haba una vez un chicollamado McSweeney, / al que le cay ginebra en su colini./ P a r a

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    ser tan fino como t, aadi verm, / y le ofreci asu chica un martini. Oh, eso suena encan tado r,dijo l. Ahora estaba d irectamen te detrs de ella, loba stan te cerc a com o para llegar a tocarla . Por qusenta tanto alivio? Estaban tan solo en un campo,

    po r el am or de Dios.Hey, amigos!, dijo el nio. Su voz llegaba dbil.

    Ahora no rea. Sonaba algo aterrorizada. Me estnbuscando? Tengo miedo!.

    S! Tranquilo! Ya vamos! , grit Cal. Becky? Becky, siguehablando.

    Las manos de Becky fueron directamen te al gran bulto de su

    vien tre se negaba a llamarlo barriguita de b eb, como hacanen los artcu los de la revista People-y lo acun ligeram ente. Va-mos con otro: Haba una vez una m ujer llamada Jill, /q u e se tra -g un ch orro de....

    Para, cllate! Te he sobrepasado de algn modo.Cierto, su voz ahora p rovena de atrs. Se dio la vuelta otra vez.

    Deja de hacer bobadas, Cal. Esto no es divertido. Tena la bo-ca seca. Trag saliva y comprob qu e su garganta tambin estabaseca. Haba una botella grande de agua Poland Sp ringen el carro.Tam bin un p ar de CocaColas en el asiento trasero. Poda verlascon claridad: las latas de color rojo, letras blancas.

    Becky?.Qu?.

    Algo est mal aqu. Qu quie res dec ir?. Aun que en reali-dad quera decir:Como si yo no lo supiera.Esccham e. Puedes s altar?. Por

    sup ues to que puedo! Qu te crees?. Creo que vamos a tener unbeb es te verano, eso es lo que pienso. Todava puedo... Cal, dejade ale jarte!. Yo no me he movido, dijo. Lo has hecho. Has te-nido qu e hacerlo! An lo haces!. Cllate y escucha. Voy a con -tar hasta tres. A las tres, quiero que levantes los brazos sobre tucabeza, como un rb itro marcand o un gol, y que saltes tan altocom o pu edas. Yo voy a hacer lo mismo. No ser difcil verte as,de acuerdo? As te localizar.

    Oh, silba y vendr a ti, hijo mo, pens, sin saber muy bien dedn de vena aquella frase, tal vez del prim er ao de literatura.

    , p 7$ TDI C IE 012

    ** : .

    Lo que s tena claro era que l poda decir que no se mova, perose estaba alejand o cada vez ms.

    Becky? Beck!.Muy bien !, grit ella. Todo est bien, vamos a ha cerlo!.

    Uno, dos...!, grit. Tres!. A los quince aos, Becky DeMuthpesaba 37 kilos s u pa dre sola llamarla Palito-y saltaba obst-culos con el equipo universitario. A los quince aos po da cami-nar de un ex tremo de la escuela al otro sobre sus manos. Que-ra creer que segua siendo la misma persona; u na pa rte de ellaconfiaba sinceram ente en pod er seguir sindolo toda su vida. Sumente an no haba asimilado que tena diecinueve aos y estabaembaraza da... Que no pesa ba 37 kilos, sino 60. Quera toma r aire

    Houston, preparados para el despegue, pero era como inten-tar saltar al tiempo qu e llevas un nio a cuestas (al pensar en ellose dio cuenta de que ese era ms o m enos el caso).

    Su lnea de visin solo lleg a alcan zar la parte superio r de lahierba po r un instante, atisbando fugazm ente el camino po r elque haba llegado. Lo que vio, sin embargo, fue suficiente paraquedarse sin aliento.

    Cal y la carretera . Cal... y la carretera.

    Al volver al suelo, sinti un impacto fuerte en los talones que le sa-cudi las pierna s y le provoc un gran dolor en las rodillas. Su pie iz-quierdo resbal y se dej caer hasta qued ar sentada en el lodo negro,y sinti un nuevo impacto, esta vez un doloroso golpe en el trasero.

    Becky pensaba que no haba avanzado ms de siete me tros atravs de la hierba, nueve a lo sumo. La carretera deb a queda rtan cerca como pa ra haber sido capaz de alcanzarla con un fris

    bee. Al saltar , sin em bargo, vio que la dis tan cia sup era ba am plia-mente el largo de un campo de ftbol. Un maltrecho Datsun ro -

    jo, a travesado en m edio de la carretera, no parecera mayor queun carro de juguete. Ms de cien metros de hierba, un gran oca-no verde que se m eca suavemente y se interpona en tre ella y ladelgada lnea de asfalto.

    Su primer p ensamiento, sen tada en el barro, fue:No. Im posible. No viste lo que piensas que viste.

    Su segundo pensamien to fue el de ser unos nadado res agota-dos, atrapado s en una marea picada, arrastrados cada vez ms mar

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    adentro, sin enten der verdaderam ente la magn itud de su prob le-ma hasta que comenzaban a gritar y descubran que no haba na-die en la playa que pud iera orlos.

    i el ver lo distante que qu edaba la carretera le habasorprendido, su breve avistamiento de Cal la desco n-cert. No porque estuv iese muy lejos, sino porq ue seencontraba realmen te cerca. Al saltar lo haba vis-

    to por encima de la hierba a menos de diez m etrosde ella, sin embargo ambos haban tenido q ue gri-tar para hacerse or.

    El barro estaba caliente y pegajoso. La hierba z um-bab a con todos aque llos insectos alrededor. Tengan

    cuida do!, grit el nio. No se pierd an ta mb in!. A esa frase lesigui otro breve estallido de risa, un sollozo nervioso e hila ran-te. No era el nio esta vez. No fue Cal. Tampoco la mujer. Esta risapro vena de algn lugar a su izquierd a, y des apare ci como h un-dindose en un pozo. Era de un hombre, y sonaba claramen te ebria.

    Becky record de pronto u na de las cosas que Mam M isterio-sa haba gritado: Deja de llamar, cario! l te escucha!

    Qu ca rajo?, gri t Cal.

    A continuacin, una pausaen la que solo se escuch el so-nido del viento y una orquestade grillos. Entonces, a todo pul-mn: Qu mierda es esto?.

    Cal lo perdi por un momen-to. Sucedi despus de inten-tar algo. Dio un salto, mir ha-cia la carretera . Cay y esper.Cont hasta treinta , salt y vol-vi a mirar.

    En h onor a la verdad se podra decir que ya lo estaba perdiendo,tanto como para plantearse in tentar algo. Pero para entonces la

    realidad comen zaba a parecerse al suelo bajo sus pies: resbaladi-za y traicionera. P ero aquel simple truco de camin ar hacia la vozde su herm ana pareca no funcionar. Vena de la derecha cuandol caminaba hacia la izquierda, y desde la izquierda cuan do iba ala derecha. A veces proceda de d elante y algunas veces de atrs.Y no importaba en qu direccin caminara, l siempre pareca es-tar alejndose de la carretera.

    Salt y clav la mirada en el camp anar io de la iglesia. Era unabr illante lanza blanca sobre aquel fondo azul bril lante de un cielosin apenas nubes. Desde su situacin a unos cua trocientos m e-tros, aunque era u na locura, porque saba que ni siquiera habarecorrido c ien , apenas poda ver la pintura d escascarada de lafachada ni las maderas que tapiaban las ventanas. Ni siquiera po-

    da ver su propio carro, aparcado junto a los otros, que tampocoalcanzaba a localizar. Pudo, sin embargo, ver el Prius polvoriento.Estaba en la primera fila. Estaba tratando d e no pen sar en lo quehaba visto en el asiento del pasajero... Un detalle de pesadilla enel que no estaba dispuesto a pensa r por el momento.

    En ese prim er salto se volvi hacia el campanario, y en un mu n-do normal, debera habe r sido capaz de manten er la lnea rectaa travs de la hierba, saltando de vez en cuando para hacer pe-queas co rrecciones de curso. Haba un cartel oxidado, lleno deagujeros de bala en tre la iglesia y la bolera, en form a de diaman tecon un bo rde amarillo. No poda estar seguro, porque haba d e-

    jado su gafas en el ca rro.Se acuclill en el lodo hinchad o y comenz a contar.

    Cal?. Oyla voz de su herma na desde algn pun to de trs de l.Esp era, grit.Cal?, repiti, esta vez desd e su izquierda. Quieres que si-

    ga hablando?. Y cuando l no respondi, ella empez a cantarcon una voz desganada, ahora desd e algn lugar frente a l: Ha-

    ba una vez u na chica que fue a Yale.. .Cllate y espera!, grit l.Tena la garganta seca y irritada, le costaba traga r saliva. A pe -

    sar de qu e eran cerca de las cuatro de la tarde, el sol pareca flo-tar casi directamen te por encim a de ellos. Poda sentirlo en sucuero cabelludo y las pun tas de las orejas se le empezaban a que-mar. Pens que si pudiera consegu ir algo de beber u na botellade agua o una Co caCola no se sentira tan agotado, tan ansioso.

    Haba gotas de roco hirviendo sobre la hierba, como si un cen -tena r de gafas de aum ento en m iniatura refractaran e intensifi-caran la luz del sol.

    Diez segundos.Nio?, llam Becky desde algn lugar a su d erech a (No. Bas

    ta. Ella no se mueve. Controla tu mente). Pareca sedie nta tambin.Sonaba ronca . Todava ests con n osotro s?.

    S! Encontraste a mi

    mam?.Todava no!, grit Cal,

    pe nsando que realm en te h a-ba pasado algn tiempo des-de que haba odo hablar deella. Pero ella no era su p rin-cipal preocupacin en esemomento.

    Veinte segundos.Nio?, dijo Becky. Su voz

    sali de detrs de l. Todo va a salir bien.Has visto a mi pap?.Cal pens: Un nuevo jugador. Estupendo. Tal vez William Shat-

    ner est aqu tambin. Adem s de Mike Huckabee... Kim Kardas-hian... El tipo aue interpreta a Opie en Sons o f Anarchyy todo elelenco deT he W alking Dead.

    Cerr los ojos, pero al hacerlo se sint i mareado, como si estuvierade pie en la paite su perior de un a escalera que comenzase a balan-cearse. Dese no haber pensado en The Walking Dead.Tendra quehaberse conformado con William Sha tner y Mike Huckabee. Abrilos ojos otra vez y se enco ntr bala ncendose sobre sus talones.

    Se esforz por estabilizarse. El calor hizo que el rostro le pi-cara con el sudor.

    Treinta. Haba estado de pie en aquel lugar durantetreinta segundos. Pens que debera haber espera-

    do un minuto, pero no pod a aguantar, as que saltpara echar o tra mira da a la iglesia.

    Una parte de l un a parte que haba estado inten-tando igno rar con todas sus fuerz as ya saba lo queiba a ver. Esta parte lo haba ido prev iniend o como si

    se tratase de una broma: Todo se habr movido, Cal,buen amigo. La hierba se extiende y t te extiendes tam

    bin. Ve pensando en conver tirte en uno con la naturaleza, hermano.Cuand o sus piernas cansadas lo lanzaron de nuevo al aire, com-

    prob que el cam panario de la iglesia quedaba ahora a su izqu ier1 da. No demasiado, slo un poco. Sin embargo, se haba alejado lo

    suficiente a la derecha como para no ver el frontal de la seal enforma de diamante, y s en cambio la cara opuesta d e aluminio.

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    esta idea, vio que el azul del cielo se haca ms prof undo y la tie-rra bajo sus pies em papado s creca poco a poco.

    Si tuviramos sombras, tal vez iran creciendo y al menos podramos usarlas para movernos en la misma direccin, pens, pe-ro no tena n sombras. No en la hierb a alta. Mir su reloj y no sesorprendi al comprobar que se haba parado a pesar de que era

    un modelo automtico.La hierba se haba detenido. E staba seguro de ello. Hab a algo

    maligno en la hierba. Alguna mierda paranorma l. Becky com en-z a sollozar. Becky? Beck?. Tengo qu e desca nsar, Cal. T en-go que sentarme. Tengo m ucha sed. Y he sentido algu nos dolo-res . Las con tracc iones ?. Supongo qu e s. Oh, Dios, qu p asasi tengo un aborto inv oluntario aqu, en este campo de m ierda?.Sintate donde ests, dijo. Pasarn. Gracias, doc.Yo.... Na-da. De pronto, Beck comenz a gritar.

    Aljate! Fuera! No me toques!. A pes ar de est ar dem asiad ocansado p ara correr, Cal lo hizo de todos modos.

    pesar del aso mb ro y el terro r, Becky sab a quin de -ba ser aquel loco que apart la hie rba y aparec i an -te ella. Iba vestido de turista: pantalones D ockers y

    mocasines ma nchado s de barro. Lo mejor, sin em -bargo, era su cam iseta. Au nqu e ma nchada d e barroy con una costra marrn oscuro que con casi todaseguridad e ra sangre, se poda ver debajo el dibujode algo parecido a una p elota de espague ti, y sabalo que haba im preso po r encima: El ovillo de lana

    ms grande del mundo, Cawker City, Kansas.No tena u na cami-seta igual cuidadosam ente doblada en su maleta?

    El padre del nio. En carne, barro y hierba.Aljate de m!. Salt hacia atrs co n las manos p rotegiend o

    su vientr e. Fuera! No me toques!.Pap son ri. Tena las mejillas sin afeitar, los labios rojos. Cl-

    mate. Quieres salir de aqu? Es muy fcil.

    Ella lo mir fijamente, la boca abierta. Cal estaba gritando , pe -ro en ese mom ento no poda prestarle atencin.

    Si se pudie ra salir, dijo, usted no seguira aqu de ntro .El ri entre dientes. Idea ace rtada, conclusin equivocada. Yo

    solo intento recu pera r a mi hijo. Ya encontr a mi esposa. Quie-res con ocerla?.

    Becky no respondi.Est bien, sigue as, dijo, y se ap art deella. Comen z a internars e en la hierba. Pronto des aparec era, aligual que haba he cho su hermano, y Becky sinti una punz ada de

    pn ico. E ra evide nte qu e es tab a loco, solo tena qu e m irar le a losojos o escuch ar el tono de su voz, pero al menos era un ser hum ano.

    Se detuvo y se volvi, sonriendo. Me olvid de prese ntarme .Muy mal. Ross Humbo lt es mi nombre. Me dedico a los bienes

    races. Procedo de Poughkeepsie. Mi esposa es Natalie y mi hi-jo, To bin. Un ch ico m uy dulce! Intel igente ! T e re s Becky y tuherman o, Cal. Ultima oportunida d, Becky. Ven conmigo o m ue-re aqu. Sus ojos bajaron hasta su vientre. Y tu beb ta mb in.

    No confes en l.No lo hizo, pero le sigui, tra tand o de ma nten er lo que pens que

    sera una d istancia segura. No tienes ni idea de por d nde vas....Becky? Beck!. Era Cal. Pero e staba lejos. Algo as com o en

    algn lugar en Dakota del Norte. Tal vez en Manitoba. Supusoque deba respond erle, pero tena la garganta demasiado seca

    pa ra p oder hacerlo.Estaba tan perdido e n la hierba como ustedes dos , dijo Hu m-

    bolt. Ya no es as. Bes la pied ra. Se dio la vue lta y la mir bre ve -

    mente con ojos picaros, locos. La abrac tambin . Ento nces lo vi.Todos esos peque os bailarines. Ah ora lo veo todo. Claro como

    el da. Regresar a la carretera? Mi esposa est justo aqu. Tienesque conocerla. Es mi cariito. Prepara los mejores martinis deEstados Unidos.Haba una ve z un chico llamado Mc Sw eene y,/a lque le cay ginebra en su ejem./P ar a ser tan fino como t, aadi

    verm... Supongo que ya sabes el resto.Le gui un ojo.En el colegio, Becky haba toma do un curso llamado D efensa

    Personal para Mujeres Jvenes. Ahora trataba de recorda r los mo-vimientos, pero no poda. Lo nico que poda recordar...

    n el fondo del bolsillo dere cho de su pantaln haba unllavero. La llave ms larga y gruesa e ra la de la pu er-ta principal de la casa don de ella y su herma no habancrecido. La separ de las otras y la apret en tre los dos

    pr im eros d ed os d e la mano .Aqu est!, anunci Ross H umb olt jovialmente,

    apartand o la hierba con ambas manos, como un ex-plor ad or de algu na vie ja pelcula. Di h ola , Nata lie!La chica va a tener un mon struito!. Haba sangre sal-

    picando la h ierb a m s all de los t al los q ue l sosten a. Aunque

    Becky quera detenerse, sus pies seguan avanzando, e inclusose apart un p oco como en una d e esas viejas pelculas donde elchico dice suavemente despus de ti, mueca ,y entran en un ele-gante club nocturno donde est tocando una b anda de jazz, soloque no se trataba de un elegante club noctu rno, sino de una m a-sa de hierba aplastad a sobre la que estaba tend ida la mujer, Na-

    talie Humb olt, si ese era su nombre, con el cuerpo retorcido, losojos desorbitados y el vestido subido hacia arriba dejando a lavista grandes desga rros en los muslos. Becky supuso e ntonce s larazn p or la que Ross Hum bolt de Pou ghkeepsie tena los labiosenrojecidos: uno de los brazo s de Natalie haba sido arranca dodel hombro y estaba a unos tres metros ms all, sobre la hier-

    ba t ri tu ra da , ta mbin con u no s des ga rros d e un ro jo in tenso que

    an deban estar frescos... demasiado frescos... demasiado fres-cos porque... porque... Porque ella no puede llevar demasiado tiem

    po m uerta, pens Becky.Nosotros la om os hablar, la omos gritar.Nosotros la omos. .. muerta .

    La familia ha estado aqu un tie mp o, dijo Ross Hum bolt enun tono de confidencia amistosa, mientras sus dedos manc hadosde hierba se aferra ban alre dedo r de la garganta de Becky. Le en-tr hipo. La gente puede estar bastante hambrienta. Y no hayMcD onalds por aqu! No los hay. Puede s bebe r el agua que tra s-

    pira de la tie rra, es aren osa y con un co lor horrible, p ero de sp usde un tiempo no te importa. Hemos estado aqu durante variosdas. Ahora estoy satisfecho. Lleno como u na garr apa ta. Sus la-

    bios manchados des cend ieron hasta la o reja de ella, y su ba rba in-

    cipiente le hizo cosquillas en la piel mientr as susurra ba. Quie-res ver la roca? Quieres tende rte d esnu da sobre ella, y sentirmedentro de ti, debajo de las estrellas, mientra s la hierba canta n ues-tros nom bres? Suena a poesa, eh?.

    Ella intent toma r aire para gritar, pero no sali nada de su tr -quea. En sus pulmone s haba un vaco repe ntino y terrible. Los

    pu lga res se atorni llaban a su cuello , aplasta nd o msculos, tend o-nes y piel. Ross Hum bolt sonri. Tena los dientes m anchad os derojo, aunque su lengua era de u n color verde amarillento. Su alien-to ola a sangre, tambin a cspe d rec in cortado. :i

    Contina en Esquire Colombia No.5, enero de 2013COPY RIGHT 2012 BY STE PHEN KING AND JOE H ILL

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    I

    a hierb a tiene cosas que decirte. Slo tienesque apren der a escuchar. Necesitas apren -der a hablar hierbuno, cario. La roca losabe. Despus de v er la roca lo entenders.He aprend ido ms de la roca en dos das queen veinte aos estudiando.

    La dobl hacia atrs, hasta arquearle laespalda al lmite. Se inclin como una h o-

    ja de h ierba al ta al viento . Su aliento verd e {sacud a de nuevo en la cara de la chica.

    Veinte aos de escolaridad y no me sacaron d e la oscurida d,dijo, y se ri. Eso suen a a rock del bueno, ve rdad? La pied ra enel centro de este campo tiene fuerza de verdad, la gran roca, pe-ro es una roca sedienta. Ha estado actuando desde los das os-curos, antes del primer hombre; est trabajando desde que unglac iar la trajo aqu dur ant e la ltima Edad de Hielo, y, oh!, estput am en te se dien ta.

    Ella quera darle un rodillazo en las pelotas, pero era dem asia-

    do esfuerzo. Apenas pudo levantar el pie unos cen tmetro s y lovolvi a bajar suavemente. Lev antar el pie y bajarlo. L evantar ybajar. Tena la impresin de estar golpeando el su elo con el taln

    a cmara lenta, como un caballo listo para emp ezar la carrera.Constelaciones de chispas negras y plateadas explo taron en los

    extremo s de su visin. Era extrao y fascinante, ver cmo n ue-vos universos nacan y moran, apareciendo y desapareciendocon solo guiar un ojo. No era algo tan terrible. No haca falta to-mar medidas urgentes.

    Cal estaba gritando su nombre desde muy lejos. Si antes es-taba en Manitoba, ahora estaba den tro de una m ina en Manito

    ba. Su mano se ce rr ms an sobre el llavero en el bolsillo. Losdien tes de algunas de esas llaves se le estaban clavando en la pal-ma. Mordindola. La sangre es agradable, las lgrimas son m e-

    jo res, dijo Ross.Para una sed ienta y vieja roca como sa. Y cuando tiremos so -

    br e el la, va a te ner un poco de ambas cosas . T iene que ser rpi-do, sin embargo. No quiero hacerlo delan te del chico. Su alien-to apestaba.

    Sac la mano del bolsillo. El extremo de la llave de la casa sobre-sala entre su ndice y su dedo medio. Lanz el puo con tra la carade Ross Humbolt. Ella slo quera alejar su boca, no quera sen-tir ms su aliento, no quera volver a oler el hed or verde. Su brazoestaba dbil, y la forma en que lo golpe no fue muy contu nd en-

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    te, demas iado amable, pero la llave le alcanz en el ojo izquierdoy baj por la mejilla, dibujando una lnea de sangre zigzagueante.

    El se estremeci y ech hacia atrs su cabeza. Sus manos seaflojaron, y por u n instan te sus pulgares d ejaron de clavarse en lasuave piel de su garganta. Volvi a apre tar un mom ento despu s,aunque para enton ces su respiracin se haba vuelto bastante ace-lerada. Las chispas que explotaban alrededor del cam po de visin

    de Becky desaparecieron . Su mente volvi a aclararse, tanto comosi alguien le hubiera arrojado agua helada en la cara. La siguien-te vez que lo golpe, se coloc detrs de l y le hund i la llave enel ojo hasta que sus nudillos golpearon c ontra el hueso. La llaveatraves la crnea y fluy lquido del globo ocular.

    El no grit. Solt una especie de ladrido, un g ruido, y se lanzcon fuerza hacia un lado, tratando de levan tar a la chica del suelode un tirn. Sus antebrazos estaban q uemad os por el sol, desp e-llejados en parte. Ms cerca, ella pudo ver que su nariz tam binestaba quemada, con la piel levantada. Hizo una mueca y mostrunos dientes teidos de rosad o y verde.

    La mano de Becky cay, soltan do el llavero. La llave sigui cla-vada en el ojo de l mientras las otras bailaban, golpendose unas

    contra otras, y rebotaban contra su m ejilla sin afeitar. La sangrecubra todo el lado izquierdo de la cara de Hu mbo lt, y su ojo eraahora un agujero rojo resplandeciente.

    La hierba se agitaba alrededo r de Becky. Las hojas la azotabany se sacudan a su espalda y entre sus piernas.

    El le asest un rodillazo en el vientre. Fue como si la golpearancon un trozo de lea. Becky sinti dolor y algo peor que dolo r enel lugar donde su abdo men se enc ontraba con su ingle. Fue una es-pecie de con tracc in muscu lar, un re tor cim ien to, como si tuvierauna cuerd a con un gran nud o en su seno y alguien, de un fuerte ti-rn, lo hubiese apretado m s de lo que se supona que deba estar.

    Oh, Becky! Oh, nia! Tu culo, tu culo es h ierba ah ora , gritHum bolt a continuacin, dejando o r una nota de locura en su voz.

    Le lanz otro rodillazo en el estmago, y luego un tercero. Ca-da golpe provocaba una fresca, negra y txica detonacin. Est matando el beb, pens Becky. Algo le corra por el lado in ter-no de su pierna izquierda. No pod ra haber dicho si se trataba desangre u orina.

    B

    ailaron juntos, la mujer em barazada y el loco conun solo ojo. Bailaron en la hierba, con los pies cha-po teando , con las manos en su ga rgan ta. Los dosse tambaleaban en un sem icrculo vacilante alre-dedor del cadver de Natalie Humbolt. Becky fueconsciente del cuerpo, a su izquierda, con m ordis-cos sangrientos en los muslos, una arrugad a faldavaquera y aquellos de abuela manchado s de verde.

    Y su brazo, el brazo de Natalie, all sobre la hie r-ba, justo de trs de los pies de Ross H um bo lt. El b razo co rta dode Natalie (Cmo lo hizo?Se lo arranc como un muslo de pollo?)tena los dedos ligeramen te doblados, con suciedad bajolas uas rotas.

    Becky se arroj sobre Ross, lanzand o todo su pes o con tra l.Este dio un paso atrs, pisando aquel brazo y resbalando conl. Lanz un grito de rabia, gruen do de dolor m ientras caa tiran do de ella. No solt su garganta h asta que se golpe co ntrael suelo. Sus dientes entrecho caron con u n sonoro chasquido.

    El absorbi la mayor parte del impacto. Ella se impuls para 1alejarse a gatas a travs de la hierba.

    Pero apenas poda mo verse, no digamos correr. En su interior

    notaba un peso terrible, una sensacin de tensin com o si se hu-biera t raga do un ba ln m ed icina l. Q ue ra vomi tar .

    El le alcanz el tobillo, y tir y tir con fuerza. Ella cay de bru -ces, con un d olor palpitante en el estmago. Una dolorosa pun za-da le atraves el abdomen, con la desagradable sensacin de quealgo se rompa. Su barbilla se golpe contra la tierra mojada. Suvisin qued llena de ma nchas negras.

    Adonde vas, Becky DeM uth?. Ella no le haba dich o su ape-llido. l no p oda saberlo. Te enco ntrar otra vez. La hierba medir dnd e te escondes, los pequeos bailarines me llevarn hastati. Ven aqu. No tienes q ue ir a San Diego ahora. Ya no es nec esariotom ar decisiones sobre ese beb. Todo ya est hecho.

    La visin de Becky se aclar. Pudo ver, jus to f rente a ella, sobreun claro con poca hierba, un bolso de paja de m ujer, con el con-tenido esparcido, y en medio del caos, unas pequeas tijeras demanicura, qu e casi parecan ms unos alicates.

    Las hojas tenan restos de sangre reseca. Ella no quera pe n-sar en cmo Ross Hum bolt de Poughkeepsie pod ra haber utili-zado esa herramien ta, o en cmo ella misma podra usarla ahora.

    No obsta nte, cer r su m ano alre de do r de esas t ijeras .

    Te he dicho que vengas aqu , grit Ross. Ahora, perra!, gri-taba m ientras tiraba de sus pies.Ella se volvi y se lanz hacia l con las tijeras de m anic ura de

    Natalie Hum bo lt en un puo. Le golpe en la cara, un a vez, dosveces, tres veces, antes de que em pezara a gritar. Eran gritos dedolor, aun cuan do antes de q ue ella hubiera term inado con l seconvirtieron en grandes carcajadas, casi llorando de la risa. Pen-s: El nio tambin se ech a rer.Luego, durante un buen rato,no pens nada.

    Caa la ltima luz del da cua ndo Cal se sent en la hierba, se-cndose las lgrimas de sus mejillas.

    No lleg a llorar del todo. T an solo se dej ca er ha sta que da r-se sentado en la tierra encharcada, desp us de un largo rato va-gando y gritando intilm ente en busca d e Becky, quien haca ya

    ba stan te tie mpo que haba dejado de res pond erle. Fue enton cescuando sus ojos comenzaro n a irritarse y a humed ecerse al tiem -po q ue se espesaba su al iento.

    El anochece r era esplndido. El cielo era de un azul profundo,oscurecido progresivamente en varias tonalidades hasta el ne-gro, y hacia el oeste, detrs de la iglesia, el horizon te estaba ilu-minado con el respland or infernal de unas brasas moribundas.

    Vea aquella claridad de vez en cuan do, cada vez que reuna laenerga suficiente pa ra saltar y m irar.

    Sus tenis estaban em papados, lo que los haca ms pesados, y ledolan los pies. El interio r de los muslos le picaba. Se quit el za-pa to d erecho y lo volc para desha cerse de l agua m ug rie nta queacumulaba. No llevaba medias, y su pie desnudo tena el horribleaspecto blanquecino y arrugado de algoahogado.

    Se descalz el o tro pie y vacil al volcar el zapato . Se lo llev a loslabios, inclin la cabeza hacia atrs y dej qu e aquella agua arenosaagu a que saba a su propio y apestoso pie recorriera su lengua.

    Haba odo a Becky y al Hombre, perdido s en la hierba, bastan-te alejados de l. Haba odo al Hombre hablando con ella con vozalegre, embriagado, casi como si le estuviera dand o una con feren-cia, aunque en realidad Cal no haba sido capaz de esc uchar ca-si nada de lo que le hab a dicho. Algo sobre una roca. Algo acercade unos b ailarines. Algo acerca de ten er sed. Algn verso de unavieja cancin popular. Era lo mismo que haba estado cantandoel chico? Algo sobre un tu rno de noche . La msica Fol. No era elpu nto f uerte de Cal, l era ms fan tico de Rush.

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    E

    ntonces oy a los dos luchando y golpendose en lahierba, oy los gritos ahogados de Becky y los del Hom-br e despot ric ando c on tra ella . Finalm ente se escucha-ron aquellos gritos... gritos que fueron terrib les como...gritos de alegra. No eran de Becky. Eran del Hom bre.

    En ese mo men to Cal se haba puesto h istrico, co-rriendo, saltando y gritando en busca de su hermana.Grito y corri duran te mucho tiempo antes de recu-

    pe ra r el cont rol fina lmente, y en tonc es se oblig a de-tenerse y escuchar. Se haba agachado, agarrando sus rodillas, ja-deante, con la gargan ta irritada p or la sed, y haba centrado todasu atencin en el silencio que lo rodeaba.

    La hierba silenciosa.Becky?, hab a llam ado d e nuevo , con voz ronca. Beck?.

    Pero no obtuvo respuesta a excepcin del viento deslizndoseentre la maleza.

    And un poco ms. Grit de nuevo. Se sent. Inte nt no llorar.El anoc hece r era esplndido.Busc en los bolsillos una vez ms, con una absurd a espe ran-

    za de descubrir un caramelo Juicy F ruit que hubiese logrado so-brevivi r al agua. Haba c om prado un pa qu ete en Pennsylv ania,pero l y Becky se lo haban rep ar tid o antes de l leg ar a la f ronte-ra de Ohio. Los Juicy Fruti eran u na prd ida de dinero. Ese des-tello de ctricos con azcar de sapareca en cuanto los masticabascuatro veces y... Sinti en tre sus ded os un trozo de ca rtn. Lo sa-c: era una caja de fsforos. Cal no fumaba, pero los hab an estado ,repartiend o de ma nera gratuita en la tienda de licores de Vanda-lia, al otro lado d e la calle del Dragn Kaskaskia. Ten a un dibu jodel dragn de acero ino xidable de treinta y cinco metros de lar-go. Becky y Cal haban pagado por un puad o de fichas, y pasaron

    la mayor parte de la tarde alim entando al gran drag n de metalpara po de r ver los c ho rros de gas prop ano ardi endo que b ro ta -ban de sus fosas nasales. Cal pens e n el dra gn se ntado en aque lcampo, y le result agradab le imaginarlo exhalando una n ube defuego que destru yera la hierba.

    Dio vueltas a la caja de cerillas en su m ano, sin deja r de m iraratentam ente el dibujo.

    Quemar el campo,pens. Quemar todo eljod ido campo.La hier-ba alta a rd er a del mism o m odo en que lo hace la paja al se r pa s-to de las llamas.

    Visualiz perfectamente en su men te un ro de hierba ardien-do, con chispas y restos chamu scados flotando en el aire. Era unaimagen mental muy poderosa, poda cerrar los ojos y prctica-

    mente olerlo,era casi como el olor de campo caldeado de fina-les de verano.

    Y si el fuego se volva con tra l? Y si atrap aba a Becky en algu-na parte? Y si ella se haba desm ayado y desp ertaba co n el olorde su propio cabello cham uscndo se?

    No. Becky deb a es ta r fuera. Tambin l deba qu ed ar fura . Laidea era hacer dao a la hierba, demo strar que no estaba dispuestoa soportar m s mierda, y entonces les dejara ir a ambos. Y mien -tras pensaba eso, al nota r cmo algunas hebras de h ierba le ro-zaban la mejilla, senta qu e le estaba tom ando el pelo, la hierbase diverta con l

    Se puso d e pie con las piernas doloridas, y dio un man otazo a lahierba. Era como una vieja cuerda, du ra y fuerte, y le doli la ma-no. Logr do blar varios tallos y los aplast en u na pila. Se arrodi-ll ante ella, como un crey ente ante u n altar privado. Encen diun fsforo, lo acerc y lo coloc bajo varias hojas. Provoc unapequea deflagrac in . Su rostro es tab a cerca e inhal una boc a-

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    nada ard iente de azufre.El fsforo se apag en el mom ento en que toc la hierba h me -

    da, esos tallos cubiertos por u n espeso roco que jams se secaba.Su mano temblaba cuand o encend i el fsforo.La llama sise cuando entr en con tacto con la hierba y se apa-

    g. No haba escrito Jack London una historia acerca de algoparecido ?

    Otro. Otro. Cada fsforo provocaba una bo canada de h umo tanpron to com o tocaba la hoja hmeda. Una de ellas ni siquie ra lleg atocar la hierba, la apag la suave brisa, poco despus de encenderla.

    Finalm ente, cuando solo quedab an seis fsforos, prend i uno,y en su desesperacin , lo acerc a la propia caja. El cartn se en -cendi con un destello blanco y lo dej caer en el nido de hier-ba h meda. Por un mom ento, se man tuvo en la par te su pe riorde esa maleza de color amarillo verdoso una lengua larga y bri-llante de fuego.

    A continuacin, la caja de fsforos inflamada hizo u n agujeroen la hierba, cay en el barro y se apag.

    Le dio una patada a la pila de hojas en un espasmo de de sesp e-racin. Era la nica forma de ev itar llorar de nuevo.

    Luego, todava sentado, c err los ojos con fu erza y apoy la fren-te con tra las rodillas. Estaba cans ado y quera descansar, qu eramentirse sobre el dolor de su espalda y observar cmo iban apa-reciendo las estrellas. Pero al mismo tiempo, no qu era dejarsecaer en el barro pegajoso, no quera sen tirlo en su cabello, empa -pando su camisa. Ya estab a lo sufic ientem en te sucio. Sus pierna sdesnu das estaban ara adas p or los latigazos de los borde s afila-dos de los tallos de hierba. Pens que debera intentar caminarde nuevo en direccin a la carretera, antes de que la luz se hu-

    biese ido del todo po r aque l da , pe ro lo cier to es que apenas po-da tenerse en pie.

    Lo que lo llev a incorporarse finalmente fue el ruido lejano deuna alarm a de carro. Pero no cualqu ier alarma de carro, no. Noera un wah-wah-wah,como la de la mayora de ellos, era ms p a-recido a un WHEEK, WHEEK, WHEEK.Por lo que l saba, so-lo el viejo Mazda tena un wheelcomo aquel, mien tras las lucespa rpadeaba n.

    El mismo Mazda en el que Becky y l se haban prop uesto r e-cor rer el pas.

    WHEEK, WHEEK, WHEE K

    Sus piernas estaban cansadas, pero salt de todos modos. Elcamino volva a estar ms cerca (aunque no es que le importarademasiado ), y s, pudo ver un pa r de luces interm itentes. No ha-

    ba m ucho ms , y tam po co ne cesitab a ver mucho ms p ara adi-vinar lo que estaba pasando. La gente que viva en aquella zonadeba saberlo todo sob re el campo de hierba alta frente a la igle-

    sia y la bolera abandon ada. Sabran m ante ner a sus propios hijosen el lado seguro de la carretera. Y cuando algn tu rista ocasio-nal oa gritos de auxilio y desapareca en la hierba alta al inten -tar ayudar, los lugareos echaban un v istazo al coche por si ha-

    ba algo que mereciera la pena .Probablemente les encante este viejo campo. Y lo teman. Y lo

    adoren. Y...

    Trat de obviar la conclusin lgica, pero no pudo.Y le ofrecern sacrificios. El botn que encuentren en los bales

    y las guanteras? Sera solo un peque o aperitivo.

    Quera a Becky. Oh Dios, cmo quera a Becky. Y, oh Dios, cmoquera algo de comer. No poda decid ir qu era lo que ms quera.

    Becky? Becky?.

    Nada. Arr iba, las e st re llas e ra n aho ra re sp la nd ec ie nt es.

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    Cal se arrodill y baj las manos. Agit el agua y el suelo are -noso. Las sac en forma d e cuenco y bebi, tratando de filtrar la

    arena con los dientes. Si Becky estuviera conmigo, podram os resolver esto. Yo s que podramos. Siempre podemos hacer cualquier

    i. cosa cuando estamos juntos.Bebi ms agua, esta vez olvidndose d e filtrarla, as que tra

    'J g bas tante arena. Tamb in algo que se retorca. Un insecto, oj tal vez u n pequ eo g usa no. Bueno, y qu? Era p ro tena al fin y

    al cabo, verdad?Nunca voy a encon trarla, se dijo mientras miraba la hierba os-

    cura y ondulante. Porque tno me lo permitiras, verdad? Man-tiene s apa rtada a la gente que se quiere, no? se es tu trabajo, noes cierto? Seguiremos dando vu eltas y vueltas m ientras nos lla-mamos el uno al otro hasta que nos volvamos locos.

    Aunque Becky ya haba dejado de hablar. Al igual que la madre,Becky se haba vu elto ose...

    No tiene por qu s er as, dijo una voz suave.Cal gir la cabeza a ambos lados p ara busca r alrededor. Y all

    estaba, un nio pequ eo con la ropa salpicada de barro. Su ros-tro e staba sucio.En una mano sostena un cuervo muerto por una

    pa ta amarilla.

    Tobin?, sus urr Cal.Ese soy yo. El nio levant el cuervo y h und i el rostro en

    su vientre. Las plum as crujieron. El cuervo asinti con la cabe-za mu erta como si dijera: Eso es, hagmoslo bien, hay que sacar-le todo el jugo a este asunto.

    Cal habra dicho que estaba demasiado cansado para brincardespus de su ltimo salto pero el ho rror plantea sus propios im-perativ os, y sal t de todos modos. Arranc el cuerv o de las manosembarradas del muchacho, sin apenas darse cuen ta de las entra-as colgando de su vientre d esgarrado. Aunque s que vio la plu-ma pegada jun to a la boca del nio. La vio muy bien, incluso conaquella oscuridad cada vez ms profunda.

    No puedes comer eso, nio! Por Dios! Te has vuelto loco o qu?.No es una loc ura, solo hamb re. Y los cuervos no es tn mal. No

    poda comer nad a de F reddy. Yo lo quera, ya ves. P ap com i unpoco, pero yo no lo hice. Claro qu e yo no haba tocado la ro ca to-dava. Cuando toques la roca co m o si la abrazaras lo com pren-ders. Sabrs mucho ms. Aunque te dejar hambriento. T endrsmucha ham bre. Y como dice mi padre, un hom bre es de carne yun ho mb re tiene que comer. Despus de estar con la roca nos se-param os, pero l dijo que pod ramos en co nt rarnos o tra vez cuan -do quisiramos hacerlo.

    Cal no pudo evitar realizar la pregun ta: Freddy?.Era nuestro Golden. El mejor atrapando unfrisbee .Como uno

    de esos perros q ue salen en la tele. Es ms fcil enco ntrar las co-

    sas por aqu una vez que estn muertas. El campo no se mueveen torn o a las cosas mue rtas. Sus ojos brillaban co n la luz delcrepsculo. Mir al cuervo mutilado qu e Cal an sostena en susmanos tras habrselo arrebatado. Creo que la mayora de lasaves se m antienen alejadas de la hierba. Creo que lo saben, y selo cuentan u nas a otras. Pero algunas no escuchan. L os cuervos,po r ejemplo, no e scuc ha n de ma siado , supongo, p orqu e ha y ba s-tantes de ellos muertos po r aqu. Date una vuelta echando un vis-tazo y podrs verlos.

    Cal dijo: Tobin, qu es lo que nos atr ae ha sta aqu? Dime. Noquiero volverme loco. Tu padre te oblig a hacerlo, supongo.

    Omos a alguien gritar. Una nia peq uea. Dijo que se habaperdido. As es c om o nos m etimos aqu. As es com o func iona.

    Hizo una pausa. Mi padre mat a tu hermana, supon go.

    Cmo sabes que ella es mi herma na?.La roca, respond i simplem ente. La roca te ense a a escu-

    char la hierba, y la hierba alta lo sabe todo.Entonces t debes saber si ella est mu erta o no.Puedo averiguarlo p or ti, dijo Tobin. No. Puedo h acer algo

    mejor q ue eso. Te la puedo mostrar. Quieres ir a ver? Quieresver cmo est? Vamos. Sgueme.

    Sin esperar su resp uesta, el nio se volvi y entr en la hierba.Cal dej caer el cuervo mu erto y sali corriend o tras l, no que-ra perderlo d e vista ni por un segundo . Si lo hiciera, podra va-gar duran te toda la eternidad sin encontrarlo de nuevo.No me voy a volver loco, le haba dicho a Tobin, pero el caso era que yaestaba loco.Realmente loco. No estaba tan loco como pa ra pod ermata a un nio, por supuesto que no (probable mente por supues-to que no), pero tampoco p or eso iba a perm itir que se escaparaaquel pequeo Judas.

    La Luna se elev sobre la hierba, en orm e y de color naranja.Parece que estuviera embarazada, pens, y para cuan do volvi amirar hacia abajo, Tobin hab a desaparecido. Oblig a moversea sus piernas cansadas de correr, luch ando a travs de la hierba,llenando sus pulmo nes para p ode r llamarlo. Pero de pronto ya nohaba ms tallos que apartar. Se encontrab a en un claro, un claroreal, no solo una zo na de h ierba abatida. Y en el centro del mis-mo, una enorm e roca negra sobresala de la tierra. Era del tama-o de una cam ioneta y tena por todas partes dibujos de moni-gotes bailando. Eran blancos, y p areca flotar. Parecan moverse.

    Tobin se puso junto a l, estir un braz o y la toc. No se estre-meci de miedo, pens Cal, ms bien de placer. Amigo, esto tehace se ntir realm ente bien. Vamos Cal. Pru balo. Y le hizo unaseal. Cal se acerc a la roca.

    .Ni]S I

    A R R A N C O E L C U E R V O D E L A S M A N O SE M B A R R A D A S D E L M U C H A C H O , S I N A P E N A S

    D A R S E C U E N T A D E L A S E N T R A N A S

    C O L G A N D O D E S U V I E N T R E D E S G A R R A D O .

    B o r a

    Son la alarma de un ca rro du rante u n rato y luego se detuvo.El sonido lleg a los odos de Becky, pero no alcanz su cerebro.Se arrastraba. Lo haca sin pe nsar. Cada vez que sufra un calam-

    bre, se d eten a y colocaba la fren te c on tra el suelo asquero so y eltrasero al aire, como uno de esos fieles saludando a Al. Cuandoel calambre se le pasaba, inten taba r epta r un poco ms. El pelomanch ado de barro se le pegaba a al acara. Sus piernas estabanmojadas y empez aba a dejar de sen tirlas poco a poco. Estaba tanagotada que saba que poda pe rde r el sentido en ello, no muchoms de lo que haba pen sado en la alarma de ese carro. Lama elagua de la hierba al tiempo q ue se arrastraba, girando la cabezaa un lado y a otro, chasq uean do la lengua como si fuera una ser-piente . Snoop-sloop.Lo hac a sin pensar.

    La Luna apareci eno rme y naranja. Ella gir la cabeza para mi-rarla y cuand o lo hizo, sinti u n calamb re terrible, el peor hastael mom ento. Y no se le pasaba. Se tendi y se baj los pantalones

    cortos y los calzones. Ambas prendas estaban empapadas y su-

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    cias. Por fin tuvo un p ensam iento claro y cohe rente qu e atravessu mente como un rayo ardiendo: El beb!

    Yaca de espaldas en al hierba, con las ropas ensa ngrentad as al-reded or de sus tobillos y las manos en su entrepierna. Sen ta quealgo viscoso le corra en tre los dedos. Luego vino otro calam breque la paraliz, y con l, algo redon do y duro. Un crneo. Su cur-va encajaba entre su s mano con u na dulce perfeccin. Era Jus ti

    ne (si era una nia ) o Brady (si es que era un nio). Lo nico quehaba sabido desde el principio con total seguridad era q ue esebeb iba a se r algu ien muy especia l.

    Trat de gritar pero no em iti ms que un susurrante hhhhaa-aahhhh.La Luna se asom a ella, como el ojo inyectado en sangrede un dragn. Empuj tan fuerte como pudo, su espalda tensio-nada, su trasero a tornillado al suelo mugriento. Algo se rompi.Algo se desliz. Algo lleg a sus manos. De repen te se sinti va-ca all abajo. Tan vaca. Pero al menos sus manos esta ban llenas.

    Levant al nio con ambos brazos, hacia la luz roja anaran ja-da de la Luna, pensando Est bien, las mujeres de todo el mund oda a luz en los campos.

    Era Justine.

    Eh, chiquitna, dijo con voz ronca. Oh, eres tan peq ue a.Y tan silenciosa.

    Vista desde cerca no era m uy difcil deducir q ue laroca no provena de Kansas. Tena una oscura cali-dad cristalina de piedra volcnica y la luz de la Lu-na provocaba un brillo iridiscente en sus superfi-cies inclinadas, creando de ese modo ma nchas deluz en tonos de jade y perla. Mientras aquellos mo -nigotes de homb re y mujeres no cesaban de bailarde la mano alrededo r de ondas de hierba.

    Desde ocho pasos de distancia, parecan flotar li-geram ente por encim a de la superficie de aquel gran pedazo de loque prob ablem ente no era simple roca obsidiana.

    Desde seis pasos, pareca flotar suspend ido justo debajo de la su-perficie cris tal ina negra, objetos esculp idos de luz, como hologramas. Era imposible verlos a todos. Era imposible apa rtar la mirada.

    A cuatro pasos de la roca, Cal pudo al fin orla.La roca emita unzumbido discreto, como el filamento electrificado en una lm pa-ra de tungsteno. Sin embargo, no poda sentirla(no era conscien-te de que el lado izquierdo de su ros tro com enzaba a volverse deun tono rosa brillante, como si estuviera sufriendo quem adurassolares). No tena n ingun a sensacin de calor.

    Aljate de ella!,pens, pero le result curiosam ente difcil darun p aso atrs. Sus pies no pareca m overse ya en esa direccin.

    Pens que me ibas a llevar hasta Becky.Te dije que bamo s a ver cmo estaba. Lo estamos hacien do

    Vamos a com probarlo a travs de la roca.No me imp orta tu maldita roca! Yo tan solo quiero p od er ver

    a Becky.Si tocas la roca, no volvers a perderte nun ca ms, le dijo To-

    bin. Nunca te pe rder s de nuevo. Sers redimido. No es b oni-to?. Luego, con indiferencia, se quit la pluma n egra que a n te-na pegada a la comisura de boca.

    No, dijo Cal. No creo qu e eso vaya a ocurrir. Prefiero se gu irpe rd ido. Tal vez era solo su im aginacin, pero el zumbid o pare -ca ser cada vez m s fuerte.

    Nadie prefiere seg uir perd ido, dijo el nio, con am abilidad.Becky no quiere se guir perdida. Ha abortado. Si no pued es en -contrarla, creo que probablemente morir.

    Ests m intiendo, respondi Cal rpidamente pero con es-

    casa conviccin.Podra haber avanzado medio paso ms. Una luz suave, fasci-

    nante, haba empeza do a emerger desde el centro de la roca, detrsde esas figuras flotantes... Como si ese zu mbido d e tungsteno queoa se hub iera incrustado d os me tros por debajo de la superficiede la piedra, y alguien estuviese elevando poco a poco la tensin.

    No estoy min tiendo, dijo el muc hacho. Acrcate, y podrsverla.Bajo el interior de cuarzo ahum ado de la roca vio las tenu es l-

    neas de un rostro humano. Al principio pens que lo que estabaviendo era su propio reflejo. Sin embargo, a pesar de que era bas-tante similar al suyo, pronto le qu ed claro que no lo era. Se tra-taba de Becky, con sus labios vueltos h acia atrs en una m uecaanimal de dolor. Tena la cara llena de suciedad reseca y los ten-

    dones m arcados en la garganta.Beck?, dijo, como si ella pu die ra escucharlo.Dio otra paso hacia delante no poda evitarlo y se inclin

    pa ra ver. Alz sus ma nos an te l, e n u na especie de ges to p ara noavanzar ms, y no fue capaz de sentir las ampollas que emp eza-

    ron a surgir como consecuen cia de lo que irradiaba aquella piedra.No, demasiado cerca, pens, y trat de im pulsarse hacia atrs,pe ro no pud o cons eguir la fuerza n ece saria . En cambio, los ta lo -nes se deslizaban, como si estuvie ra en lo alto de un montculode tierra bland a que se desm oronab a bajo l. Pero aqu la tierraera plana, y sin embargo se deslizab a hacia delante, porque la ro-ca lo haba atrapado, tena su propia gravedad y lo atraa como unimn atrae la chatarra.

    En lo profun do de la bola de cristal irregular de la gran roca,Becky abri los ojos, y pareca m irar a Cal con asom bro y terror.

    El zumbido son ms fuerte en su cabeza.El viento se levant con l. La hierba se za randeab a de lado a

    lado, con xtasis.

    En el ltimo instante, Cal se dio cue nta de que su cuerpo es ta-ba ardien do, que su pie l estab a h irv iend o en el c lima a nt inatu-ral que exista en el espacio alrede dor de la roca. Lo supo cuan -do la toc, sera como pone r sus man os sobre un a sartn caliente.Y empez a gritar...

    ... entonces par, el sonido se ahog en su garganta.La roca ya no estaba caliente. E staba fra. Estaba felizmente

    fresca, as que puso su cara sob re ella, un p eregrino cansad o quehaba llegado a su destino, y poda des cansar po r fin.

    Cuando Becky levant la cabeza, el sol suba y bajaba, y el es-tmago le dola como si se estuviera recup erando d e una sema-na de gripa. Se sec el sudor de la ca ra con el dorso de u na mano,se puso de pie y sali de la hierba d irectam ente hacia el carro. Se

    sinti aliviada al descub rir que las llaves estaban colgando tod a-va de la ranura de arranqu e. Lo encendi, sali del parquead eroy enfil la carretera, con ducien do a ritmo pausado.

    Al princip io no saba adonde iba. Era difcil pen sar ms all deldolor que se nta en el abdomen, que le llegaba en oleadas. A ve-ces era un golpe sordo, como el d olor de los msculos por excesode trabajo, otras veces se intensificaba sin previo aviso, un doloragudo, que le atravesaba los intestinos, y le haca ard er la entre

    I pierna. Notaba much o calor en sus mejillas, y cond ucir con lasI ventanas abiertas no la refrescaba demasiado.

    Ahora se acercaba la noche y e 1da mo rtecino ola a csped re -cin cortado y a los asados del patio trasero y las nias que se pre-paraba n p ara acud ir a sus c itas bajo las luces del campo de b is-

    bol. Ci rcu l po r las calles de Dirham , New Ha mpshire, bajo el

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    S T E P H E N K I N G & J O E H I L L

    resplandor rojo oscuro de un sol que era una gota de sangre h in-chada e n el horizonte. Pas jun to a Stratham Hill Park, donde ha -

    ba qu ed ad o con su equ ipo de a tle tismo en la secun da ria . Dio unavuelta alrededor del campo de bisbol. Son el golpe de una ba-te de aluminio. Los nios gritaban. Una figura oscura corri ha -cia la primera base con la cabeza agachada.

    Becky condujo distrada, canturre and o una de sus rimas, cons-ciente solo a medias de lo que estaba haciendo. Enton susu rran -te la cancioncilla ms antigua que haba sido capaz de recordarde sus das de joven estudiante:

    Un nia, una vez, en la hierba alta se escondi , cantu rre ella.Y no se resisti ning n chico que pas.

    Como los leones comen gacelas,

    Lo s hombres co nfiaban en ellaY cada uno sabia m ejor que el anterio r.

    Una nia,pens. Su nia.De repente cay en la cuenta de loque estaba haciendo. Estaba buscando a su hija, aunque en re a-lidad se supona que ella era solo su canguro. Jess, y era un pu -to desas tre impo. La pequ ea se haba alejado de ella y Becky te-na que enco ntrarla an tes de que los padres llegaran a casa, y cadavez oscureca ms rpido, y ni siquiera poda reco rdar el nombrede la maldita pequea.

    Luch por recordar cmo poda haber ocurrido. Por un mo-mento, el pasado reciente estaba en blanco, un blanco enloque-cedor. H asta que empez a aclararse. La nia quera jugar en el

    pa tio tra sero , y Becky dijo:De acuerdo, est bien,sin apenas pres-tar atencin. En ese momento estaba intercam biando mensajesde texto con Travis McKean. Estaban tenien do u na pelea. Beckyni siquiera oy la puerta trasera cerrn dose de golpe.

    Qu debo decirle a m i m adre,dijo Travis. Yo ni siquiera s siquiero quedarm e en la universidad, por no hablar de form ar una

    familia y todo esoY esta joya: Si nos casam os tambin debo casarme con tu hermano? Porque siempre est sentado en la camaleyendo sus revistas de skateboard, me sorpren de que no estuvieraah sentado la noche que te dej embarazada. Si quieres una fam ilia deberas for m ar una con l.

    Ella haba soltado un pequeo grito al tiempo que lanzaba eltelfono contra la pared, de sconchando el yeso, y esperando quelos padres regresa ran borrach os y no se dieran cuenta d e nada(Quines eran los padres, por cierto? De quin era aquella ca-sa?). Beck se haba alejado del ventan al que dab a al patio trase -ro, apa rtndo se el pelo de la cara, tratan do de calm arse, y vio en-tonces el columpio vaco movindose suav emente con la brisa,las cadenas chirriando . La puerta tra sera a la calle estaba abierta.

    Sali a la noche, impreg nada de olor a jazmn, y grit. Grit enla entrada. G rit en el patio. Grit hasta que le doli el estmago.Se plant en el ce ntro de la calle vaca y grit: Oye nia, eh!, conlas manos ahuecadas alrededor de la boca. Recorri toda la ma n-zana y se intern en la maleza, y le pareci que pasaba das ente -ros abri ndose paso a travs de la hierba alta, en busca de la hija

    desca rriada, su irrespo nsabilidad . Cuando logr salir, por fin, elcoche e staba espe rndola, y se march. Y all estaba ella, cond u-ciendo sin rumbo fijo, explorando las aceras, notando como undesesperado pnico animal creca en su interior. Haba perdidoa su pequea. Su nia se haba marchado de su lado dsc ola hi-

    ja, su ir re spon sabi lid ad y cua lquiera saba q u po dr a estar pa -sndole ahora. Ese desconocimiento le provocaba dolor de es t-mago. Haca que el estmago le doliera mucho.

    Una banda da de pajaritos surc volando la oscuridad po r en-cima de la carretera.

    Tena la garganta seca. Estaba tan jodidame nte sedienta queapenas poda soportarlo.

    El dolor la apual, entrab a y sala, como un amante.Cuand o ella pas junto al campo de bisbol por segun da vez,

    los jugadores ya se haban marchado a casa. Fue entonces cuan-do escuch aquel grito infantil.

    Becky!, grit la nia. Es hora de comer!. Como si Beckyfuera realm ente qu ien se haba perdido. Es hora de ir a comer!.

    Qu ests haciendo, peq uea? Becky grit de nuevo subin -dose a la acera. Ven aqu.Ven aqu ahora mism o!.

    Vas a ten er q ue enc ontraa aarm e!, grit la nia, con una vozde jugue tona llena de placer. Sigue mi voz!.

    Los gritos parecan ven ir desde el otro lado del campo, dondela hierba e ra alta. Acaso no haba mirado ya ah? No haba r e-corrido toda la hierba, tratando de encontrarla? No lleg inclu-so a perderse ella misma por un rato en aquel campo de hierba?

    Haba un viejo granjero de una villa ,grit la nia.Becky come nz a cru zar el campo. Dio dos pasos y tuvo la sen-

    sacin de que se le desgarrab a el vientre. Grit.Que se trag u na bolsa llena de semillas!,enton la nia, con

    una voz risuea apenas controlada.Becky se detuvo, exhal el dolor, y cuando lo peor ya haba p a-

    sado, arranc de nuevo con preca ucin. El dolor volvi al instan-te, pero peo r an. Tena la sensacin de ten er su inte rior lleno decosas cortantes, como si sus intestinos fueran una sbana e stira-da que se com enzara a rasgar por la mitad.

    Ygr and es brotes de h ierba,cant la nia con una meloda ri-dicula. le salieron del trase ro.

    Becky llor otra vez, dio un nuevo paso tam baleante. La hierbaalta no qu edaba muy lejos, y otro rayo de do lor la atraves y ellase dej cae r de rodillas.

    Y sus pelota s se cubrieron de flores a marillas, grit la nia, lavoz tambaleando de risa.

    Becky sinti un doloroso vaco en su estmago. Cerr los ojos,baj la ca be za y esp er u n poco de a livio. Y cuan do se s in ti unpoco m ejor, abr i los ojos...

    Y Cal estaba all, bajo la luz cenicienta del amanecer, mir ndo -la. Sus ojos estaba n atentos. No intentes mo verte, dijo. Al me -nos no d ura nte un rato. Solo descansa. Yo estoy aqu.

    Estaba desnu do de cintur a para arriba, arrodillado junto a ella.

    E R A D I F I C I L P E N S A R M A S A L L A D E L D O L O R Q U E S E N T I A E N E L A B D O M E N , Q U E L E L L E G A B A

    E N O L E A D A S . A V E C E S E R A U N G O L P E S O R D O , C O M O E L D O L O R D E L O S M U S C U L O S P O R E X C E S O

    D E T R A B A J O , O T R A S V E C E S S E I N T E N S I F I C A B A S I N A V I S O P R E V I O , U N D O L O R A G U D O . . .

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    Su pecho delgado pareca todava ms plido en la penumb ra blan-quecina. Tena la cara quemada por el sol, con una am polla en lapu nta de la nariz , pero apa rte de eso pareca cansado. No, es ms:tena los ojos brillan tes y el pelo radiante. El beb..., trat de de -cir ella, pero no sali nada de su garganta, solo un clicrasposo,como el sonido de alguien abriendo una vieja cerradura oxidadacon una llave oxidada.

    Tienes sed? Apuesto a que s. Toma esto. Acerca tu boca.El levant su camiseta empapada, enrollada como una cuerda,y la apret.

    Ella chup con avidez, como un beb hambriento.No, dijo l. No ms. Te pondrs enferma. Alej de ella la

    cuerda de algodn hmedo, dejndola jadeando como un pezen cubo.

    El beb, susurr ella.Cal sonri con su m ejor sonrisa chiflada. No es genial esta pe -

    quea? La tengo yo. Es perfecta. Est ya fuera del horno y cocina-da en punto justo . Se inclin a un lado y levant un bu lto envueltoen otra camiseta. Ella vio el pequeo atisbo de una varicilla sobre-saliendo del sudario. No, los sudarios eran para los cadveres. Pa-al era mejor. Ella haba tenido un beb ah, en la hierba alta, y nisiquiera haba necesitado el abrigo de un pesebre.

    Cal, como siemp re, hablaba como si tuviera lnea directa consus pensa miento s privados. Acaso no eres la peque a VirgenMara? Me pregunto cu ando aparecern los Reyes Magos. Quregalo nos traern?.

    Un much acho pecoso, quemado p or el sol, apareci detrs deCal. Tambin estaba con el torso desnudo. Probablemente era su -ya la camiseta en la que esta ba enro llado su beb. Se agach, conlas manos sobre las rodillas, para mirar a la pequea.

    No es maravillosa?, le pregunt Cal al muchacho almostrrsela.

    Deliciosa, concedi el muchacho.Becky cerr los ojos.Condujo en la penumbra, con la ventana abajo y la brisa agitn-

    dole el pelo en la cara. La hierba alta bordeaba ambos lados de lacarretera, que se extenda an te ella hasta do nde alcanzaba su vis-ta. Estara recorrindola el resto de su vida.

    Una nia, una vez, en la hierba alta se escondi, canta ba paras misma. Y no se resisti ningn chico que pas.

    La hierba se agitaba ara and o el cielo.Abri los ojos por un m omento, ya a ltima hora de la maana.Su herm ano sostena en una mano un a pierna de mueca muy

    sucia de barro. La miraba con un a extraa fascinacin, algo es-tpida, y despus escupi algo. Pareca una p iernecita gord ita yrolliza, un poco pequ ea, de un divertido color azul plido, casicomo el de la leche cuando comienza a congelarse. Cal, no pue

    des comer plstico,pens decirle, pero resulta un esfuerzo dem a-siado grande en estos momentos.

    El nio se sent de trs de l, se volvi de perfil, lamien do algode sus manos. Pareca merm elada de fresa.

    Haba un fuerte olor en el aire, un olor desag radable como elque em ite una lata de pescad o recin abierta. Le revolvi el es-tmago pero estaba dbil para levantarse, demasiado dbil paradecir nada. Baj la cabeza hasta apoyarla en el suelo y cerr losojos. Se volvi a dormir.

    Esta vez no hubo sueos.

    En alguna parte ladr un perro. Un martillo empez a dar un gol-pe tr as o tro, llamando a Becky a r ecupe rar su conciencia .

    Sus labios estaban secos y agrietados y tena sed o tra vez. Sed yhambre. Se senta como si le hubieran dad o una patad a en el es-tmago una docena de veces.

    Cal, susurr . Cal....Hay que com er, contesto l, y puso en su boca una ca dena

    de algo fro y salado. Sus dedos estaban manchad os de sangre.Si ella hub iera estado en sano juicio o al menos en un estado

    cercano seguram ente hab ra cerrado la boca al instante. Perolo cierto es que aquello saba muy bien; era u na especie de ristracomp uesta po r algo salado y dulce a la vez, con un a textu ra gra-sa, similar a la de una sardina (incluso ola un poco como a sard i-na). Ella lo chup con ms ansia an de lo que haba hecho un ra-to antes con la camiseta mojada de Cal.

    A Cal le entr hipo m ientras ella segua chupando lo que quie-ra que fuese que tena en su boca, succionndolo como si fueranespaguetis. Trag un poco de saliva de sabor amargo; amargo yagrio, pero qu e incluso as llegaba a resulta r agradable. E ra el equi-valente de la comida que te sirven despus de to mar un marga-rita y haber lam ido la sal del borde del vaso. El hipo de Cal soncasi como un sollozo de risa.

    Dale otro tro zo, lo anim el nio, que se enc ontra ba rec osta-do sobre el hom bro de Cal.

    Cal le dio otra p ieza. M m m m . Tienes todo es te rico beb pa-ra ti.

    Ella trag saliva y cerr los ojos de nuevo.Cuando volvi a despertarse, estaba sobre el hom bro de Cal y

    se estaba moviendo. Su cabeza se balance aba, provocando que sele revolviera el estma go con cada paso.

    Ella susurr: Comimos?.S.Qu comim os?Algo delicioso.Cal, qu comimos?

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