Stevenson-Moessner,Jeanne-El Camino de La Perfeccion. El Sufrimiento en Hebreos

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83 JEANNE STEVENSON-MOESSNER EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN. El sufrimiento en la carta a los Hebreos He aquí un artículo sencillo y sin pretensiones sobre el tema del sen- tido del sufrimiento en la vida cristiana. La llamada carta a los He- breos es un punto de referencia, en la medida que presenta el camino de Jesús como pionero de nuestra fe y como aquél que, por medio del sufrimiento, ha alcanzado la perfección (plenitud). La parábola del buen samaritano ayuda a centrar el tema del sufrimiento en clave de una antropología de la relación personal. La autora subraya que hay diversas formas de integrar el sufrimiento en la vida cristiana. Una de ellas, la solidaridad comunitaria, le parece especialmente sugerente. The Road to Perfection. An interpretation of Suffering in Hebrews, Interpretation 57 (2003) 280-290. En un atiborrado auditorio de Menfis, en 1974, un prominente líder cristiano, conservador para más señas, predicaba que las es- posas físicamente maltratadas de- bían someterse a sus maridos, aunque fueran repetidamente gol- peadas hasta convertirse en “pul- pa sanguinolenta”, con el objetivo y esperanza de que sus maridos se convirtieran al cristianismo. Dicho orador no sólo me dejó clavada en el asiento, sino que me hizo repensar mi compromiso con la fe cristiana, reformular mi com- prensión de Dios y de la Biblia, y me convirtió en una feminista evangélica. En la clase de mi seminario, a continuación de los retratos de J. Calvino y de J. Knox, he colocado un gran dibujo a carboncillo de Perpetua y Felicidad, martirizadas en el año 203 d.C. en Cartago. Su decisión de seguir a Cristo en tiempos del emperador romano Septimio Severo, las llevó a correr un peligro mortal. Perpetua, mu- jer noble, sólo tenía 22 años y era madre de un niño pequeño. Feli- cidad, una esclava, estaba emba- razada de ocho meses, cuando la encarcelaron; dio a luz una niña antes de ser conducida a las are- nas del circo. Cantando un salmo de alabanza, entró Perpetua en el anfiteatro y se colocó junto a Fe- licidad que amamantaba a su hija. Ambas fueron destrozadas a cor- nadas por una vaca enloquecida, siendo, al final, degolladas por un gladiador. “Unos fueron torturados, re- husando la liberación por conse- guir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes, cu- biertos de pieles de ovejas y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y monta-

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    JEANNE STEVENSON-MOESSNER

    EL CAMINO DE LA PERFECCIN.El sufrimiento en la carta a los Hebreos

    He aqu un artculo sencillo y sin pretensiones sobre el tema del sen-tido del sufrimiento en la vida cristiana. La llamada carta a los He-breos es un punto de referencia, en la medida que presenta el caminode Jess como pionero de nuestra fe y como aqul que, por medio delsufrimiento, ha alcanzado la perfeccin (plenitud). La parbola delbuen samaritano ayuda a centrar el tema del sufrimiento en clave deuna antropologa de la relacin personal. La autora subraya que haydiversas formas de integrar el sufrimiento en la vida cristiana. Una deellas, la solidaridad comunitaria, le parece especialmente sugerente.

    The Road to Perfection. An interpretation of Suffering in Hebrews,Interpretation 57 (2003) 280-290.

    En un atiborrado auditorio deMenfis, en 1974, un prominentelder cristiano, conservador params seas, predicaba que las es-posas fsicamente maltratadas de-ban someterse a sus maridos,aunque fueran repetidamente gol-peadas hasta convertirse en pul-pa sanguinolenta, con el objetivoy esperanza de que sus maridosse convirtieran al cristianismo.Dicho orador no slo me dejclavada en el asiento, sino que mehizo repensar mi compromiso conla fe cristiana, reformular mi com-prensin de Dios y de la Biblia, yme convirti en una feministaevanglica.

    En la clase de mi seminario, acontinuacin de los retratos de J.Calvino y de J. Knox, he colocadoun gran dibujo a carboncillo dePerpetua y Felicidad, martirizadasen el ao 203 d.C. en Cartago. Sudecisin de seguir a Cristo entiempos del emperador romanoSeptimio Severo, las llev a correr

    un peligro mortal. Perpetua, mu-jer noble, slo tena 22 aos y eramadre de un nio pequeo. Feli-cidad, una esclava, estaba emba-razada de ocho meses, cuando laencarcelaron; dio a luz una niaantes de ser conducida a las are-nas del circo. Cantando un salmode alabanza, entr Perpetua en elanfiteatro y se coloc junto a Fe-licidad que amamantaba a su hija.Ambas fueron destrozadas a cor-nadas por una vaca enloquecida,siendo, al final, degolladas por ungladiador.

    Unos fueron torturados, re-husando la liberacin por conse-guir una resurreccin mejor; otrossoportaron burlas y azotes, y hastacadenas y prisiones; apedreados,torturados, aserrados, muertos aespada; anduvieron errantes, cu-biertos de pieles de ovejas y decabras; faltos de todo; oprimidosy maltratados, hombres de losque no era digno el mundo!,errantes por desiertos y monta-

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    as, por cavernas y antros de latierra. Y todos ellos, aunque ala-bados por su fe, no consiguieronel objeto de las promesas. Diostena ya dispuesto algo mejor paranosotros, de modo que no llega-ran ellos sin nosotros a la perfec-cin. (Heb 11, 35b-40).

    Hebreos (Heb) prepara al lec-tor a esperar el sufrimiento enesta vida. Con todo, cmo deter-minan y miden los pastores, loslaicos y los profesores el sufri-miento que los cristianos han desoportar? Qu es lo que haceque un sufrimiento est justifica-do o no est justificado, si es queexiste algo as?

    Y aun siendo Hijo, con lo quepadeci experiment la obedien-cia; y llegado a la perfeccin, seconvirti en causa de salvacineterna para todos los que le obe-

    decen, proclamado por DiosSumo Sacerdote a semejanza deMelquisedec (Heb 5,8-10). Hebnos presenta el sufrimiento deJess como justificado. La obe-diencia la aprendi a travs delsufrimiento, consiguiendo as laperfeccin. Y esta obediencia estambin la que se espera de susseguidores. Ofrece la carta a losHebreos algunas claves o normaspara llegar a la perfeccin? Seconsigue la perfeccin a travs delsufrimiento? Qu es, en definiti-va, la perfeccin? Cristo cierta-mente la consigui, pero hemosde seguirle en eso?, nos hemosde autoinmolar, como hizo l? Silos que fueron torturados y mu-tilados por causa de su fe, no al-canzaron la perfeccin, qu es-peranza queda para la mayora delos cristianos?

    DESCRIPCIN DE LA PERFECCIN

    En Heb, los temas de la per-feccin y el sufrimiento se entre-cruzan a lo largo de trece captu-los, mezclndose con los temasdel testimonio, la obediencia, su-misin, alianza, sacrificio y el mal.Desde el principio queda bien cla-ro en la carta que Jess, pionerode la salvacin, alcanz la perfec-cin a travs del sufrimiento:Convena en verdad que Aquelpor quien es todo y para quien estodo, llevara muchos hijos a la glo-ria, perfeccionando mediante elsufrimiento al que iba a guiarlos ala salvacin (Heb 2,10).

    El problema para los seguido-res de este pionero surge ya des-de el primer siglo hasta nuestrosdas: cmo seguimos a Jess en

    el sufrimiento? En un amplio es-tudio Hebrews and Perfection, Da-vid Peterson plantea una pregun-ta genrica que persigue a todolector de la carta: Hasta qupunto es riguroso el paralelismoentre la perfeccin de Cristo y laperfeccin de sus seguidores quese afanan por conseguirla?. Trasrevisar propuestas lingsticas yhermenuticas, Peterson conclu-ye que la perfeccin de Cristo atravs del sufrimiento proporcio-na un marco al discipuladocristiano.Esta enseanza, conclu-ye, es ms central en Heb de loque muchos comentaristas hancredo. Dirigida a un grupo de cris-tianos desilusionados y descora-zonados, Heb se escribi para

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    animarlos a participar en la carre-ra propuesta, una carrera jalona-da de mal y de sufrimiento. Estaenseanza, que vincula la perfec-cin de Cristo con la de los cre-yentes es central a la exhorta-cin que el escritor hace a un gru-po de cristianos amenazados porel desnimo en su proceso de fe.Con todo, e irnicamente, su pro-fundo cansancio, y el nuestro,pudo ser causado por el sufri-miento y las luchas contra el malque esperan a los cristianos en sucorrer hacia la plena presencia deCristo.

    El camino de la perfeccin sepodra describir as: los peregri-

    nos van a pie, compartiendo lavida del pas por donde pasan y, sitienen sentido comn, amoldan-do su conducta a la de la gentecon que conviven. Cierto, son as-pirantes del cielo, su verdaderacasa, pero la gloria de esa exis-tencia slo se consigue aceptan-do el camino de la Encarnacin yde la Cruz, dos momentos en losque la gloria de Cristo adquiraforma de ocultamiento y manifes-tacin (W. Robinson).

    El camino de la Encarnacinarranca de Nazaret y Beln, peroel camino de la Cruz lleva a Jeru-saln.

    EL CAMINO A JERUSALN

    Heb desarrolla un drama divi-no localizado en la tienda movi-ble que acompaaba a los hebreosen la marcha de Egipto a Canaan.La tienda inclua el Santo de losSantos que contena el Arca de laAlianza, con su propiciatorio. Mstarde, el templo de Jerusaln seconstruy de manera que imitaraese lugar santsimo, donde slopoda entrar el sumo sacerdote.A fuera del Santo de los Santos,los sacerdotes de la tribu de Levofrecan sacrificios de animales yofrendas de comida, rociando elaltar de las ofrendas que habande quemarse con la sangre de losanimales. Una vez al ao, el da dela Expiacin, el sumo sacerdoteentraba en el Santo de los Santos.Al mismo tiempo, se inmolaba untoro como ofrenda propiciatoriapara el sumo sacerdote; se inmo-laba, tambin, un macho cabrocomo propiciacin por el pueblo

    y por el lugar de la reunin. Seelega otro macho cabro comochivo expiatorio. La funcin delchivo expiatorio, el macho cabroque se llevaba al desierto las ini-quidades del pueblo, es muy im-portante: Imponiendo ambasmanos sobre la cabeza del machocabro vivo har confesin sobrel de todas las iniquidades de loshijos de Israel y de todas las re-beldas en todos los pecados delellos, y cargndolas sobre la ca-beza del macho cabro, lo enviaral desierto (Lev 16,21).

    Cristo, de la tribu de Jud, fuesacerdote segn el orden de Mel-quisedec, que adems de ser sa-cerdote era rey, un rey de justi-cia. Cristo, como heredero delreino a travs de la descendenciade David, sirvi como Rey, com-binando ambos oficios, como es-taban prefigurados en Melquise-dec. El punto principal de esta

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    comparacin en Heb consiste enestablecer que los cristianos tie-nen en Cristo un sumo sacerdo-te, que entr en el Santo de losSantos representndonos a todosnosotros. Hoy, con todo, nos esms significativa la figura de unbombero entrando en un edificioen llamas que la de un sacerdoteentrando en lo ms ntimo del unsantuario. Con todo, la compren-sin de Heb se basa en el signifi-cado de esta accin de Cristo:Cristo no tiene necesidad deofrecer sacrificios cada da, prime-ro por sus pecados propios comoaquellos Sumos Sacerdotes, luegopor los del pueblo; y esto lo reali-z de una vez para siempre, ofre-cindose a s mismo (Heb 7,27).

    A nosotros no nos preocupaemular la alta funcin sacerdotalde Cristo; el rol de los sacerdo-tes incluye la actividad sacerdo-tal. Pero s nos importa el ser sa-crificio, como l lo fue. Por eso,tambin Jess, para santificar alpueblo con su sangre, padeci fue-ra de la puerta. As pues, salgamosdonde l fuera del campamento,cargando con su oprobio; que notenemos aqu ciudad permanen-te, sino que andamos buscando ladel futuro (Heb 13,12-14).

    El camino de la perfeccin, re-corrido como lo hizo Jess, lleva,segn Heb, a la Jerusaln celestial,la ciudad del Dios vivo, al MonteSin. All los justos alcanzan laperfeccin (12,22-23). Con todo,en el camino hacia la Jerusalncelestial, hay pruebas y disciplina,castigo y penas, infligidos por DiosPadre. Estas palabras de Heb tie-nen el sentido de comentariosalentadores para los que viajan al

    Monte Sin, a la ciudad del Diosvivo, la Jerusaln celestial: Por tan-to, levantad las manos cadas y lasrodillas entumecidas y enderezadpara vuestros pies los caminostortuosos, para que el cojo no sedescoyunte sino que ms bien secure (Heb 12,12-13).

    Las mujeres y las minoras nosienten atractivo especial por estecamino de perfeccin y sus rama-les de pruebas, auto-sacrificio, abu-sos y sufrimiento. Cuando leemoslas estadsticas, aun las ms con-servadoras, entendemos por quse rechaza el dolor y los abusos.Dado que en los Estados Unidos,una de cada cuatro mujeres es vio-lada, una de cada tres jvenes demenos de 18 aos sufre abusossexuales, y que una tercera parte,si no la mitad, de todas las fami-lias son lugares de violencia paralas mujeres, cmo va a ser posi-ble que las mujeres se sientanatradas por una fe que proclamael sufrimiento y el auto-sacrificio?,cmo va a aceptar las pruebas ylas normas, la auto-desaparicin,una minora tnico-racial, que haluchado para vencer una ciertainvisibilidad cultural acompaa-da de iniquidades y atrocidades?En resumen, la gente que conoceel dolor levanta, naturalmente,vallas contra la perspectiva de msdolor. Mary Rose DAngelo poneen entredicho la disciplina queDios usa con sus hijos enHeb12,5-11: la unin abusiva decastigo y amor ha persistido comolugar comn de la educacin pa-triarcal y de la formacin del nio,desde la antigedad hasta nues-tros das. Otra teloga feministadeclara: La ecuacin amor con

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    auto-sacrificio, auto-negacin yauto-abnegacin, es peligrosa parala sicologa de la mujer, para susalud espiritual y fsica, y es total-mente contraria al verdadero ob-jetivo del amor cristiano (B. L.

    Gill-Austern). Mientras hacemosun descanso en nuestro caminode perfeccin, podramos tambinpararnos y preguntarnos: de ver-dad tiene cabida el auto-sacrificio?

    EL CAMINO A JERIC: UN RODEO

    Para ganar algo de perspectivaante esta ltima pregunta tan se-ria, cogeremos un desvo que noslleve a la ciudad de Jeric, ya quees en esta ruta donde muchos pe-regrinos se hunden en el sufri-miento. Fue en esta ruta donde unbuen samaritano se par con elfin de atender a una persona he-rida. La impresin de muchos queleen el relato de Lucas (cap.10) esque el samaritano se qued allpara siempre, congelado en esapostura de sumisin y servicio,centrado totalmente en el sufri-miento del otro; tan es as queparece que la jornada acaba all.

    Es el sufrimiento lo que noshace pararnos, una y otra vez, enel camino entre Jerusaln y Jeric.En su libro Suffering: A Test of Theo-logical Method (Sufrimiento: un testde mtodo teolgico) Arthur Mc-Gill expone la tesis de que lospastores, sacerdotes, rabinos, hanvisto el dolor, bajo formas tan dis-tintas, en hospitales, en clnicas, ensalas de espera que llegan a la con-clusin de que el sufrimiento esel obstculo principal para creeren Dios. El sufrimiento es la fuer-za violenta que activa su poderdestructivo, su fuerza debilitado-ra, cada da, en los caminantes cris-tianos. Los seguidores de Jess querecorren diariamente el caminohacia Jeric, se identifican, las ms

    de las veces, con el samaritano.Con todo, la auto-donacin del sa-maritano tambin puede derivaren auto-anulacin. El auto-sacrifi-cio, la sumisin, la obediencia, laauto-entrega son palabras que ale-jan de la iglesia a muchas mujeresangustiadas. Estas actitudes deauto-negacin han hecho a mu-chos humildes cristianos vulnera-bles a las fuerzas violentas, quesacan provecho de una tal entre-ga. Cmo podr, entonces, uncristiano recorrer el camino en-tre Jeric y Jerusaln sin capitularante las fuerzas violentas por susensibilidad ante el sufrimiento yla compasin? Heb tena como ob-jetivo recuperar la esperanza y laperseverancia de cristianos des-alentados por medio de una seriadiscusin sobre el sufrimiento.Qu clase de esperanza se pue-de encontrar en el camino entreJerusaln y Jeric que sea capazde animar a los explotados por sugenerosa auto-entrega?

    Carol Gilligan, en In a DifferentVoice (Con una voz diferente) ponelmites a la auto-explotacin. Su-giere que el desarrollo moral delas mujeres se produce a travsde tres fases, en el complejo jue-go del yo y el otro. La primera fasese centra en la preocupacin porel yo con la finalidad de asegurarsu supervivencia. Cuando la pri-

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    mera fase se percibe ya como nar-cisista o egosta, aflora una segun-da fase de desarrollo moral. Conesta transicin aparece el concep-to de responsabilidad hacia al otro.As, en la segunda fase de Gilligan,la preocupacin por el otro seiguala a bondad. Cuando la perso-na que se preocupa por el otro,la mujer, segn Gilligan, olvidapreocuparse por su yo y quedatotalmente centrada en el otro,aparece un desequilibrio o ines-tabilidad. La atencin por el otrose confunde con el auto-sacrificioque hiere y se olvida del yo de lapersona afectada. sta falla porno ser tambin receptora de aten-cin, el herido al borde del cami-no, en el anlisis de Arthur McGill.Segn el autor, una salida de estasegunda fase se alcanza cuandoeste dilema es comprendido, amenudo a travs de mucho sufri-miento. La tercera fase del desa-rrollo moral, segn Gilligan, reve-la una sana conexin entre el yo yel otro en el sentido de que am-bos son receptores de atencin.

    El movimiento de estas tresfases ira desde una postura nar-cisista, pasando por una actitud deauto-negacin, a una interdepen-dencia funcional entre el yo y elotro. Si superponemos el esque-ma de Gilligan a la parbola delsamaritano, tendramos que el sa-cerdote y el levita reflejaran laprimera fase, la preocupacin porel yo; el segundo estadio estararepresentado por el buen sama-ritano, pero qu o quin sera elactor de la tercera fase, la co-nexin vital entre la maduracindel yo y del otro?

    Podemos repensar el desarro-

    llo moral y los procesos espiritua-les de la parbola desde otra con-sideracin. El ladrn representa laactitud infantil, si no amoral: lo quees tuyo es mo. El sacerdote y ellevita reflejan el estadio narcisis-ta: lo que es mo es mo. El sama-ritano, preocupndose por el pr-jimo, representa la actitud altruis-ta tradicionalmente femenina: loque es mo es tuyo.

    Mi representacin mental deesta parbola se qued congela-da en una imagen: el samaritanose agach sobre el herido juntoal camino. En 1988, en una con-versacin, se me ofreci una nue-va comprensin: ste no es el fi-nal de la historia. El samaritanocontinu su viaje. De repente, caen la cuenta del proceso moral deuna parbola, de la que, por ser-nos tan familiar, habamos despre-ciado el resto de la historia. El sa-maritano socorri la necesidaddel herido, llev al apaleado a unaposada, dejndolo al cuidado delposadero, distribuyendo as laatencin al herido. Prometi vol-ver y pagar la deuda. Despus,acabo su viaje. Apoyndose en lacomunidad, una especie de equi-po de trabajo representado porel posadero y la posada, el sa-maritano pudo preocuparse des mismo y del hombre maltre-cho. Segn esta perspectiva, elsamaritano nos ofrece otro mo-delo: lo que es mo es mo, perotengo lo suficiente como paracompartirlo. Esto, segn creo,apunta a una manera de compar-tir el sufrimiento, pero sin auto-destruccin. El auto-sacrificio il-cito o inautntico destruye el yo.Con otras palabras, no puede ha-

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    ber un auto-sacrificio, si no hay unyo que ofrecer.

    Hay un lugar para el auto-sa-crificio en el camino de la perfec-cin? Una ltima mirada a la pa-rbola del samaritano como pa-radigma suscita dos cuestionesteolgicamente relacionadas. Des-de un punto de vista exegtico,hemos de tener en cuenta el im-plcito teolgico del texto. Loscomentaristas nos dicen que, aun-que no podemos decir que en laparbola el buen samaritano esJesucristo, s podemos decir queCristo es la nica concretizacindel samaritano. As, pues, decir queCristo pretendi que el buen sa-maritano lo representara en surelacin con el sufrimiento, esdecir ms de lo que podemos sa-ber. Cristo, sin embargo, nos en-sea un cuarto nivel de respuestamoral al sacrificio: lo que es moes tuyo. Y esto s que es un sacri-ficio supremo, el que para Cristoculmin en la cruz, en Jerusaln.El autntico auto-sacrificio est enla mdula del evangelio. ChristineGudorf, una moralista cristiana,aade: Los momentos de auto-sacrificio, tal y como los encon-tramos en la crucifixin de Jess,son precisamente momentos deun proceso destinado a acabar enmutuo amor. A no ser que losque enseamos y predicamos enla iglesia tengamos muy claro esteltimo punto, seremos culpablesde perpetuar una interpretacin

    del sufrimiento y del auto-sacrifi-cio que es auto-destruccin. Elauto-sacrifico inautntico mata alyo. Recordemos: el samaritanoacab su viaje. Y este viaje implicauna distincin entre el yo y el otro.El viaje presupone concienciaciny sentido del yo.

    Digenes Allen utiliza la par-bola del samaritano para aclararesta realidad. El valor absoluto deuna persona, por contraste con elrelativo, queda demostrado cuan-do el samaritano se detiene paraocuparse del hombre malherido.Esto es compasin total y es laraz de la auto-estima. Amar unacosa es verla como existiendo porpropio derecho, es salir al encuen-tro de su realidad. Y salir a su en-cuentro en este sentido, sobretodo cuando se trata de un serviviente y ms si es una persona...es fundamentalmente apiadarsede ella. La intuicin de su existen-cia es tambin una intuicin de susufrimiento, su indefensin, suprofunda vulnerabilidad.

    Slo nos formaremos un sen-tido verdadero del yo, dispuestoal sacrificio, si es que llega, cuandorecibamos la mirada de Dios ycaptemos cunto valemos a losojos de Cristo. Esto es lo que per-cibimos en Perpetua y Felicidad,las mrtires de Cartago. Ellas ha-cen patente el cuarto nivel de larespuesta moral: lo que es mo estuyo.

    SUFRIMIENTO

    El cual, habiendo ofrecido enlos das de su vida mortal, ruegosy splicas, con poderoso clamor

    y lgrimas, al que poda salvarle dela muerte; fue escuchado por suactitud reverente, y aun siendo

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    Hijo con lo que padeci experi-ment la obediencia; y llegado a laperfeccin se convirti en causade salvacin eterna para todos losque le obedecen (Heb 5,7-9).

    Las madres de la Iglesia no es-tn de acuerdo sobre este temadel sufrimiento, sobre todo cuan-do las palabras sumisin y obe-diencia quedan religadas. Porejemplo, la teloga alemana, Do-rothee Slle, en su libro Suffering(Sufrimiento) encuentra que elsufrimiento como valor educati-vo es negligible. Al quitarle hierroal sufrimiento, encuentra elemen-tos de masoquismo en la sumisin,viendo tambin acentos sdicosen el retrato del Dios vengativo, yen la apata post-cristiana de tole-rar la explotacin y la injusticia.

    Por otro lado, cuando leemosla autobiografa de una msticacomo santa Teresa de Lisieux, ve-mos su ardiente pasin por unaunin ms profunda con el Espo-so, Cristo, a travs del sufrimien-to. El deseo de sufrir para encon-trar una mayor perfeccin empe-z ya en su niez. Teresa realizsacrificios continuos desde su in-fancia y aceptaba las tribulacionesde cuerpo y alma. He de ser per-feccionada por las tribulaciones yhe de sufrir aun siendo nia parapoder ofrecerme a Jess lo antesposible. La perfeccin consisteen hacer su voluntad, siendo loque l quiere que seamos. Lo queestaba diciendo es, ni ms nimenos:Lo que es mo es tuyo,Cristo. Entr en el convento delMonte Carmelo, Francia, a la edadde 17 aos. All sufri ridculiza-ciones, privaciones, trabajos ma-

    nuales y pobreza. Escogi el sufri-miento como respuesta a la lla-mada de Dios. Mientras sufra unperodo de sequedad espiritual,exclamaba: Mi ansia por sufrir mefue concedida largamente y, sinembargo, su atraccin nunca meabandon. Muri a los 23 aosde tuberculosis.

    La madre Teresa de Calcuta,fundadora de las Misioneras de laCaridad, escogi el nombre deTeresa en recuerdo de Teresa deLisieux. El libro de su biografa lle-va por ttulo Suffering into joy (Delsufrimiento a la alegra). Las her-manas de la Caridad, adems delos votos de pobreza, castidad yobediencia, hacen otro voto deservir de muchas formas a los mspobres de los pobres. Aceptan lasconsecuencias y el sufrimiento. Lamadre Teresa escribi: Sin nues-tro sufrimiento, nuestro trabajono pasara de ser un trabajo so-cial, no sera el trabajo de Jesu-cristo, no formara parte de la re-dencin.

    Los telogos contempor-neos, los msticos y los santos nosiempre estn de acuerdo sobreel camino de la perfeccin y elsufrimiento implicado. Tal vez debade ser as. Sin embargo, no hemosde dejar de intentar discernir quclase de sufrimiento hemos deaceptar los cristianos. Cmo po-demos conjugar el genuino auto-sacrificio de mrtires como Per-petua y Felicidad, santa Teresa deLisieux y la madre Teresa de Cal-cuta, si al mismo tiempo rechaza-mos el sangriento escenario queabra este artculo?

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    Al tiempo que su sombra si-lueta se abre camino en Heb, latienda va acompaada de la figurade Moiss. Fue Moiss, criadocomo hijo del faran en medio deplaceres y privilegios, quien vio elmal trato del pueblo de Dios. Nocontemporiz con el mal o conlas fuerzas violentas. Escogi eldesafo antes que el acato al rey,apresurndose activamente a sa-lir de Egipto, en vez de quedarsepasivamente en el mismo. Esti-mando como riqueza mayor quelos tesoros de Egipto el oprobiode Cristo, porque tena los ojospuestos en la recompensa. Por lafe sali de Egipto sin temer la iradel rey; se mantuvo firme como siviera al Invisible (Heb 11,26-27).

    Siempre que oponemos resis-tencia a las fuerzas violentas,surge el sufrimiento. Cuando elemperador romano Septimio Se-vero decret el edicto prohibien-do nuevas conversiones al cristia-nismo, Perpetua escogi resistir-se al edicto. Renegar de Cristopara seguir viviendo habra sidouna claudicacin para ella.

    Las esposas de matrimoniosen los que el marido es un tiranose resignan por diferentes razo-nes, por los hijos, por la econo-ma... Lo que ahora voy a decir noes un juicio. Es el resultado de unseminario de tres clases sobre laviolencia domstica, con el obje-

    tivo de promover la sensibilidadpastoral sobre estos temas. Loque yo dira ahora a la esposa delejemplo del principio es que semarchara, imitando a Moiss queabandon los malos tratos que seinfligan a su pueblo. Obrando as,est resistiendo al mal. La voca-cin no es someternos al abusoni convertirnos en sacrificio, sinoal contrario, resistir al mal, aun-que sea usando la resistencia y, aveces, a costa de la vida.

    En programas sobre la resis-tencia domstica, no es raro or:Nadie merece ser maltratado.Siempre me he preguntado cmofundamentar teolgicamente di-cha frase. Yo dira: Nadie mereceser maltratado. Cristo fue maltra-tado. Su muerte ya fue suficiente.l era no slo sumo sacerdote,sino tambin Sacrificio. Su sacrifi-cio fue de una vez para siempre ytotalmente perfecto. Y sta es larazn por la que ya no necesita-mos ms sacrificios.

    A un malhechor no le decimos:Lo que es mo es tuyo. A Cristos que se lo podemos decir, comohicieron Perpetua, Felicidad, san-ta Teresa y la madre Teresa. Estealtsimo nivel de desarrollo espi-ritual puede llevar a un verdade-ro auto-sacrificio, siempre que seatras un desarrollo sano y diferen-ciado del yo.

    RESIGNACIN Y RESISTENCIA

    EL CAMINO DE LA COMPETICIN

    Resistiendo al mal, algunosmorirn. Un ejemplo de ello lo te-nemos en Hebreos 11, en la lista

    de heronas y hroes. Y todosellos, aunque alabados por su feno consiguieron el objeto de las

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    promesas. Dios tena ya dispues-to algo mejor para nosotros, demodo que no llegaran ellos sin no-sotros a la perfeccin (Heb11,39-40). Qu espera, pues,Dios?

    Tom Long usa la imagen de losJuegos Paralmpicos. La carrerade Dios no es la de los JuegosOlmpicos, sino la de los Paralm-picos, y se exhorta a los corre-dores cojos, es decir, a todos losdisminuidos de cualquier tipo, aparticipar en la carrera y a allanarel camino donde plantar los pies(Heb 12,13; ejemplo tomado deProv 4,26). Long tambin descri-be la gran carrera de la vida cris-tiana de otra manera: estar a lacola de la maratn, no en cabeza.

    Para m, el camino a la perfec-cin se parece ms a la excursinen canoa que, el verano pasado,hizo un grupo de chicas scouts enel ro Maquoketa. Se present ungrupo de cuarto grado de la es-cuela, habiendo recibido slo unainstruccin de veinte minutos enel manejo de canoas, con una bol-sa de bocadillos y un pupurri decanciones. Era una carrera de cin-co horas, pero al cabo de unosminutos estaban agotadas. Losadultos salieron corriendo haciala proa y popa de las sietes ca-noas a punto de zozobrar. Mi gru-po de tres canoas se dirigi haciala parte de atrs para socorrer alas expertas canostas, cuya bar-ca haba volcado. Esta ayuda nosllev tiempo; pronto perdimos devista a los dos primeros grupos.

    Las horas iban pasando, al tiempoque los adultos remaban hacia elcampamento. Atamos las tres ca-noas para unificar nuestros esfuer-zos. Las chicas del cuarto gradocomenzaron a entonar cancionesde su repertorio scout. Durantecinco horas nos fuimos deslizan-do lentamente ro abajo. Al acer-carnos a un lugar en que se podadesembarcar, un grupo de acam-pados y dos de los responsablesnos recibieron calurosamente.Nos dijeron que los otros dosgrupos ya haban llegado y que senos haban adelantado para pre-parar el fuego de campamento.

    El camino de la perfeccin esalgo parecido. Cristo, como pio-nero, se nos ha adelantado paraencender el fuego y preparar ellugar. Las heronas y hroes deHeb, la nube de testigos (Heb12,1), nos esperan para animarnosen el cruce del umbral entre estavida y la que nos aguarda. Nosaplauden y nos dan la bienvenida.Fuera del Pionero, los otros nohan alcanzado la perfeccin. Sinnosotros, el trabajo de la perfec-cin no sera completo. Y noso-tros, los cansados, descubriremosla forma de completar el caminocomo comunidad de fe, sobretodo si somos capaces de incluira los descorazonados y rezagados.Entonces, no slo experimentare-mos las energas de la victoria, sinoque tambin, a medida en que va-yamos quemando las etapas de lacompeticin, comprenderemosen qu consiste la perfeccin.

    Tradujo y condens: GERMAN AUTE